Crítica para ÓperaWorld del sábado 13 con los añadidos de fotos de las RRSS y propias, más links siempre enriquecedores, y tipografía que a menudo la prensa no admite.
Ermonela Jaho volvía por tercera vez a “La Viena Española” tras su cancelación por enfermedad del concierto previsto en octubre de 2.022 con otro nuevo revés, esta vez el tenor
Antonio Corianò que durante los ensayos en Oviedo debido a una repentina y severa afección respiratoria hubo de cancelar su participación. Ante esta situación sobrevenida, la soprano de origen albanés asumiría en solitario esta
Gala Lírica incorporando nuevas arias a las inicialmente previstas y programadas (sin tiempo para cambiar los programas de mano, y al menos solventado con una hoja),emitiendo un comunicado la
Fundación Municipal de Cultura que deseaba
“una pronta recuperación al señor Corianò y agradeciendo muy especialmente a la señora Jaho su generosidad en asumir íntegramente la gala lírica”.

Los Conciertos del Auditorio ya nos trajeron en
abril de 2019 a una Jaho con legión de admiradores que repetiría en la ópera ovetense hace ahora dos años con su «
Adriana Lecouvrer» comentada
en estas mismas páginas. Si el formato de recital compartido presupone la alternancia de números instrumentales a cargo de la orquesta con arias y dúos que permiten a las voces un ligero descanso, pues cada página conlleva un esfuerzo mayor que la propia ópera a la que pertenecen, está claro que asumir las nuevas arias en solitario y con tan poco tiempo, le traería a la soprano un extra que solventó con la misma profesionalidad y entrega a la que nos tiene acostumbrados, espléndida incluso con las propinas tras una “carrera de fondo” luchando contra los elementos y volviendo a enamorar a un público que casi llenó el auditorio ovetense, con muchos “operófilos del Campoamor” y una buena legión de fans, poniéndose en pie al finalizar el recital.

Si de esfuerzo hablamos también el de la
Oviedo Filarmonía debiendo armar en dos días el ‘nuevo’ programa aunque su experiencia acumulada en estos veinticinco años en el foso es un tanto a su favor y más con su titular
Lucas Macías que se ha hecho plenamente con ella, llevándola a crecer en cada función y concierto, tanto en el “
templo lírico” como en este
auditorio que con la orquesta celebra sus bodas de plata. La formación de la capital abrió la velada con la
obertura de las Vísperas de Verdi disfrutando de la sonoridad fuera del foso y con refuerzos que le dieron un “músculo” extra, desde la parte inicial para acallar toses (algo difícil en estos días), teléfonos y alarmas, que siguen siendo pandémicas, hasta el cambio de tempo para dejarnos lo mejor de este gélido viernes con el que comenzaba un enero lírico en la capital asturiana.

La entrada elegante en escena de “La Jaho” marcaría las líneas generales de la gala, los atributos ya conocidos de la albanesa que ya apuntase en su
primera visita al auditorio (entonces con el tenor Benjamin Bernheim): su entrega total en cada papel, su presencia escénica, su técnica e incluso su color vocal que se ha enriquecido, así como la plena implicación en todas las arias elegidas, escenificando las heroínas operísticas que todos esperábamos aunque siga “abusando” de recursos como el vibrato por momentos desmedido, los fiatos que han ganado en amplitud dinámica y todavía algunos portamentos hacia el agudo, dificilísimos por otra parte, rozando una afinación no del todo limpia en algún “tutti” con la orquesta, que tampoco ayudó por sus dinámicas poderosas detrás de la soprano y no abajo en el foso, lo que nos hizo perder intensidades dramáticas en los graves, pero deshaciéndose en estos años del amaneramiento que le pasaba factura global en cuanto a calidad.


Y de nuevo
Verdi tras una rápida salida y entrada del escenario para “cambiar el chip”, pues tras la “Canción del Sauce” de
Otello, el «Ave María» supone un cambio drástico por la amplia tesitura de una Desdémona evocadora que presiente la muerte, y donde el registro grave tan exigente quedaría algo tapado por una orquesta poderosa más que misteriosa. Pero esta oración siempre emociona y
Jaho transmite el intimismo del rol y el dramatismo de su celoso y asesino esposo, miedo y angustia cantado en el “Egli era nato per la sua gloria, io per amar” (Él nació para su gloria y yo para amar…), el mismo sentimiento hacia Otello escrito por
Verdi y
cantado por Ermonela con toda la carga emocional que el personaje pide.

El siguiente grande,
Puccini primero de la tarde, llegaría con Magda de Civry y su aria
“El bello sueño de Doretta” de La rondine (brava
María Cueva al piano), nuevo cambio escénico y actoral donde la voz de
Ermonela Jaho voló como la golondrina, bien proyectada, fiatos “marca de la casa ” y la tentación orquestal por ser águila imperial en esta “opereta vienesa a la italiana”.

Aún quedaba un nuevo contraataque verdiano, la Violetta Valery del último acto, todavía
cercana en nuestros oídos (con “La Bakanova” también
comentada desde estas páginas) y el aria inmortal
“Addio del passato” con la Jaho saliendo transmutada, otra transformación escénica leyendo la carta a Alfredo, melancólica belleza, tosiendo (ayudada por parte del público), creyéndose y sintiendo ese papel que está haciéndola triunfar: el lamento de su vida descarriada y llena de excesos así como de su amor perdido. Emoción y respeto antes de los atronadores aplausos, al menos hubo química con la orquesta y el
maestro Macías sacó el mejor concertador, con el oboe de
Jorge Bronte tan lírico como la propia albanesa. Público entregado y agradecido por la generosa
Jaho que da todo sobre las tablas.

El aria más conocida de
La Wally, la sexta y última ópera de
Catalani (calificada como “verismo blando” por
Arturo Reverter en sus notas al programa), que personalmente nunca vi en directo.
“Ebben ne andrò lontana” sería donde Ermonela Jaho arrancaría vocalmente la segunda mitad con otro vestido (las cantantes suelen hacerlo contrastando igualmente color y hechura) antes del
Puccini que en el actual momento vocal de la soprano de origen albanés es su mejor tarjeta de presentación. Maravillosos sus cambios de roles, pasando de Sor Angelica a Cio-Cio-San y sin apenas respiro a Flora Tosca, tres arias donde explotar las dotes de una
Ermonela que transmite cada página, que las escenifica, que las siente, que emociona y hace creíbles. De nuevo sobrevoló la tentación sinfónica del inigualable orquestador
Puccini que opacó por momentos los registros graves, pero la ópera es escena, texto y música. La
Jaho lo sabe y el público lírico asturiano lo agradece: la madre y monja sacrificada del “
Senza mamma” nos hizo añorarla en
el último díptico pucciniano del Campoamor (no
llegó a tríptico), ya más mimada por
Macías y corpórea en los graves con toda la emoción de los agudos. La japonesa, hasta en la gestualidad, de
“Un bel di vedremo” haciéndonos sentirnos Suzuki a todo el auditorio, divisando la esperada nave entrando en puerto, la fragilidad del personaje y la fortaleza vocal de esta “gheisa”. Por último
“Vissi d’Arte”, el destino hecho música y personificado por
Ermonela Jaho, a merced de los teatros o el público igual que Cavaradossi del terrible Scarpia, testamento propio y ajeno cuando canta “He vivido del arte, he vivido del amor…”, Ermonela Tosca triunfadora de la noche.

Si había un incierto empate en este particular duelo lírico entre Busseto y Lucca, la primera propina lo decantó por el último gran operista, el toscano frente al parmesano rememorándonos nuevamente el
ya comentado díptico del Campoamor,
Gianni Schicchi y el aria más cantada, “
O mio babbino caro” donde
Lauretta Jaho completó sus personajes puccinianos: angustia y tormento para poder casarse con Rinuccio, esfuerzo dramático y amor por la ópera, regalándonos esta “gala de gala” en solitario con el carácter de “espléndida” en el amplio sentido del adjetivo.
Auditorio en pie, rendido a “La Jaho” y bisando“humilde esclava del genio creador”,
Ermonela verdadera trabajadora lírica, quien en una
entrevista para la prensa local contestaba que su ópera favorita es
“aquella con la que puedo llevar al público en un viaje espiritual en el que ambos alcanzamos la catarsis”, y realmente lo consiguió, rompiéndonos el corazón con todas las protagonistas.
PROGRAMA:
1ª PARTE
Obertura de “I vespri siciliani” (G. Verdi)
Io sono l’umile ancella, de “Adriana Lecouvreur” (F. Cilea)
Ave Maria, de “Otello” (G. Verdi)
Intermezzo de “Cavalleria Rusticana” (P. Mascagni)
Il bel sogno di Doretta, de “La Rondine” (G. Puccini)
Addio del pasato, de “La Traviata” (G. Verdi)
2ª PARTE
Obertura de “Macbeth” (G. Verdi)
Ebben ne andrò lontana, de “La Wally” (A. Catalani)
Senza Mamma, de “Suor Angelica” (G. Puccini)
“Adagietto” de la Sinfonía nº 5 en do sostenido menor (G. Mahler)
Un bel di vedremo, de “Madama Butterfly” (G. Puccini)
Vissi d’Arte, de “Tosca” (G. Puccini)
Ene 14, 2024 @ 16:01:01
Ciertamente excelente y muy emotivo recital.
Da gusto ver el Auditorio lleno y la excelente evolución de la orquesta.
Ene 28, 2024 @ 11:51:48