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Yulianna Avdeeva: soberbia sobriedad

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Jueves 4 de abril, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Jornadas de Piano «Luis G. Iberni»: Yulianna Avdeeva (piano). Obras de Chopin y Liszt.

Volvían las Jornadas de Piano «Luis G. Iberni» con una de las pianistas de nuestro tiempo, la rusa Yulianna Avdeeva (Moscú, 1985) en un programa que el doctor y catedrático de piano del CONSMUPA Fernando Orfila Abadía titula en sus notas al programa como «El apogeo del romanticismo», dos grandes del piano como Chopin y Liszt  de los que la propia pianista comentaba en el diario La Nueva España «dos grandes románticos, fueron amigos y se apoyaron, es un honor tocarlos en Oviedo»,  aunque el honor fue nuestro al poder escuchar a esta artista que desde su niñez de prodigio ha llegado a la madurez interpretativa.

Está claro pese a la globalidad actual, que hay una «Escuela rusa» del piano y la moscovita es un claro ejemplo. Sin apenas tics, sólo el abrocharse la chaqueta para saludar, con esa equívoca apariencia de facilidad en todo lo que toca, de sobriedad gestual sólo rota por alguna mirada perdida al cielo pero con una técnica al servicio de las partituras, afrontó casi dos horas de música honda, sentida, interpretada en el más puro estilo romántico enfrentando dos compositores que tiene asimilados, organizando el concierto de una forma interesantísima.

La primera parte fue Chopin en estado puro y como bien apunta Orfila «presentadas en orden cronológico inverso, de modo que se ofrece una original panorámica de la evolución del lenguaje compositivo de los dos artistas». Avdeeva, que ganó el Concurso de Varsovia en 2010, comenzó con la Polonaise-Fantaisie en la bemol mayor, op. 61 majestuosa y cristalina en su inicio, puliendo cada nota con un uso del pedal refinado, jugando con el silencio como un elemento más, el rubato pefecto y personal, dibujando el ritmo con fuerza en la mano izquierda sin perder el melodismo de la derecha en esta complicada página que con la rusa parecía sencilla, más fantasía que polonesa, y todo interiorizado, sobrio en apariencia pero profundo en el sonido como sería todo el concierto.

La Barcarolle en fa sostenido mayor op. 60, jugando de nuevo sobre «las negras» pero dotándola del carácter acuoso inspirado en las góndolas venecianas y en compás de 12/8 pero elevado a ese piano de salón despojado de convencionalismos académicos. Pudimos sentir el auditorio más cercano, la caja acústica adelantada para estos recitales ayudó a ello, manteniendo tanto la apariencia como el trabajo de cada nota, articulaciones  bien definidas, dinámicas impresionantes atacadas sin esfuerzo aparente, sonoridad siempre limpia, el poso chopiniano que dan los años sin perder la frescura de esta, madurez compositiva e interpretativa.

Con la tonalidad de do sostenido menor, Avdeeva fundió el Preludio y el impresionante Scherzo nº3 dotándolos de unidad y engrandeciéndolos. apostando por un preludio no muy transitado y rico en arpegios que prepararían el misterioso y posterior fogoso «scherzo» lleno de expresión iluminando la oscuridad que parece sintió Chopin aquel otoño mallorquín de 1839 con George Sand, un derroche técnico por parte de la rusa que en la parte «coral» del segundo tema sacó un sonido bellísimo de un Steinway© capaz de escucharse en toda su magnitud gracias a la riqueza de matices y con un público que al menos se dejó embriagar por el piano romántico.

Para terminar esta parte nada mejor que el Andante spianato et Grande Polonaise brilliante, la grandiosidad orquestal en 88 teclas y enfocada a degustar más que a epatar, virtuosismo sobrio en pos de La Música, con mayúsculas y como en el «par anterior» unificando intenciones y emociones, impresionando por la hondura de Yulianna. Mientras cerraba los ojos y recordaba al Rubinstein referente de mis años jóvenes reafirmándome que los rusos han entendido como pocos la música de Chopin, meditación del andante y deslumbrante polonesa que brilló de principio a fin.

La segunda parte y sin pausa entre las tres obras del «Abate Liszt«, igual de romántico que Chopin pero dando un paso más, olvidándonos de tonalidades, nuevas armonías y aún mayor virtuosismo, sonidos trabajados como los propios silencios en una Avdeeva más rotunda y enérgica decantando lo soberbio de su piano por la «menor sobriedad» que en el polaco. No entendamos esta Bagatela lisztiana en su definición de nimiedad o fruslería sino «composición austera, escrita en forma de vals, en la que, mediante el uso de abundantes cromatismos, tritonos y acordes alterados, Liszt parece querer transgredir los límites del sistema tonal, prediciendo la evolución del lenguaje musical en el siglo XX» como la define Orfila. Austeridad interpretativa pero puliendo cada ataque, mimando el pedal, y enlazando con Unstern!- Sinistre, dando una continuidad expresiva donde el virtuosismo es necesario para tanta «mala estrella» que Avdeeva fue desgranando con contundencia, aparentando más tensión sin perder una elegancia innata para esta página áspera, desesperanzadora e igualmente arrebatadora antes de escalar la cima pianística que es la Sonata para piano en si menor. Dramatismo de un poema sinfónico con receta de sonata que el húngaro rompe y la rusa entendió en toda la grandeza, uniendo en una monumental exhibición el espíritu de Liszt. Si Chopin era la elegancia de salón, Liszt sería el poso de la tradición modernizada, y la pianista moscovita el cauce con el que poder entender una misma época con dos visiones que transmitió en una auténtica montaña rusa: luces, sombras, tensión, lirismo, fluyendo con una «soberbia sobriedad» y en la edad perfecta para una vida volcada en el piano.

La propina nos devolvería al Chopin elegante del Vals op. 42 en la bemol mayor, el gran vals en otra exhibición de limpieza, rubato y frescura para devolvernos la luz perdida con Liszt.

PROGRAMA

PRIMERA PARTE

Frédéric CHOPIN (1810-1849)

Polonaise-Fantaisie en la bemol mayor, op. 61

Barcarolle en fa sostenido mayor, op. 60

Prélude en do sostenido menor, op. 45

Scherzo nº 3 en do sostenido menor, op. 39

Andante spianato et Grande Polonaise brilliante, op. 22:

1. Andante spianato. Tranquillo – 2. Grande polonaise brillante

SEGUNDA PARTE

Franz LISZT (1811-1886)

Bagatelle sans tonalité, S. 216a

Unstern!- Sinistre, S. 208

Sonata para piano en si menor, S. 178:

1. Lento assai – Allegro energico  – 2. Andante sostenuto – 3. Allegro energico – Andante sostenuto – Lento assai

El oscuro romanticismo

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Miércoles 3 de abril, 20:00 h. Teatro Jovellanos, Concierto 1681 de la Sociedad Filarmonica de Gijón: «Unter Den Dunkeln Linden» (Bajo los oscuros tilos). Marina Pardo (mezzo-contralto), Jesús López Muñiz (trompa), Mario Bernardo (piano). Obras de R. StraussLukeschitsch, Kalliwoda, Proch, MahlerF. Strauss y Schubert.

Interesante recital de lieder no ya por la elección de los mismos, con autores de distinta relevancia histórica, sino por su escritura para voz, trompa y piano (a excepción del de Mahler), una original selección que contó además con un programa de mano excelente, como es costumbre en la centenaria sociedad musical gijonesa que ayer cumplía 116 años, para esta ocasión con las notas de Mar Norlander, sino por incluir todos los poemas en alemán con su traducción al alemán, manteniendo la luz en el teatro suficiente para poder ir siguiéndolos, si bien la cántabro-asturiana Marina Pardo nos explicó cada uno de ellos así como las razones del orden establecido.

En el programa que dejo al final de la entrada, quiero incluir los poetas a los que todos los compositores afincados en la Viena imperial, con el alemán como idioma común, realzan con una música que subraya y respeta el aire romántico de desamores, muertes, cementerios, noches, dolor, tragedia en la vida tan bien reflejada tanto en los textos como en una textura perfecta para una voz femenina grave, redonda, que da ese ambiente de oscuridad contrastado por un piano que ilustra por momentos literalmente esos microrrelatos, sumándose la trompa capaz de cantar y compartir melodías e incluso otorgar la solemnidad o dramaturgia para cada una de las cinco obras originales en este formato nada habitual de este trío.

Marina Pardo tiene el conocimiento de la lengua de Goethe que le permite no solo pronunciar a la perfección los bellísimos poemas, también el color vocal ideal unido a la interpretación siempre interiorizada que con el piano de Mario Bernardo siempre seguro compañero en este «viaje» que realzaba los colores y las pinceladas de estos lienzos sonoros, sumándose la trompa de Jesús López Muñiz en pasajes no siempre limpios pero con la sonoridad exigente que iba desde el «postillón» a la ornitología o una voz sin palabras conformando este original trío.

Interesante el austríaco Georg Lukeschitsch (Villach, 1949), compositor contemporáneo poco conocido, con una balada escrita por Nikolaus Lenau (1802-1850), Der Postillion, que no desentonaría con sus compañeros de programa, de escritura muy expresionista, decimónica y académica para unos poemas bien rimados en 16 estrofas que el trío desgranó con toda la carga dramática y descriptiva cual un cuadro de Caspar David Friedrich, ese caminante bajo nieblas, lunas llenas, carruajes con el piano «tirando» del carro, trotando o frenando ante la tumba del amigo o los ecos en la trompa bien «narrados» por Marina Pardo.

Igualmente intenso y bello Heimweh (Nostalgia) de otro compositor poco conocido como el checo Johan Wenzel Kalliwoda -o Jan Kalivoda– (Praga, 1801 – Karlsruhe 1866), introducción instrumental preparando ese «sol extranjero» a dúo con trompa y el subrayado de un piano que empuja este trayecto de la luz a al nuevo hogar de la tumba.

La segunda parte la abriría dando título al programa Unter den dunkeln Linden, Op. 122, «Bajo los oscuros tilos», poema de Robert Reinick (1805-1852) puesto en música por el austríaco Heinrich Proch (1809-1878) para este trío que canta al árbol totémico musicado por tantos, cantado a trío con suspiros, sueños, sombras y cruces negras donde la luz la pondrían los intérpretes de nuevo fieles a este romanticismo que tanto ha dado a todas las artes y donde la música pone cada banda sonora de estos cuadros.

Más conocidos e igualmente componiendo para este trío de voz, trompa y piano Richard Strauss con su juvenil Alphorn en honor a su padre Franz Strauss (1822-1905), buena conjunción interpretativa en la primera y como gran trompista del progenitor, el corverano Jesús López junto a Mario Bernardo nos interpretaron el bellísimo Nocturno op. 7.

Descatacar el importante papel del piano en todo el recital, pues el lied es diálogo y el mierense «habla» desde las teclas, más aún en este dúo instrumental. Pero de lo más íntimo y con la calidad de Pardo-Bernardo el Mahler de los Rückert Lieder y difícil de traducir como «He abandonado el mundo» (Ich bin der Welt abhanden gekommen) fue de lo mejor en este recital donde olvidamos la orquesta y comprobamos lo bien escrita de esta versión con una Marina Pardo recreándose en las tres estrofas, emocionando en la última: Ich bin gestorben dem Weltgetümmel, Und ruh’ in einem stillen Gebiet!
Ich leb’ allein in meinem Himmel,
In meinem Lieben, in meinem Lied!
 (¡Estoy muerto para el bullicioso mundo y reposo en un lugar tranquilo!
¡Vivo solo en mi cielo,
en mi amor, en mi canción!).

No podía faltar como cierre en un recital de lieder el gran Schubert con su Auf dem Strom D. 943 (más que «En el río» sería «En la corriente», como bien explicó Marina Pardo antes de la interpretación), intenso vocalmente, vibrante al piano y las pinceladas melódicas de una trompa que mantuvo el balance para disfrutar esta obra con la única «licencia» de bajarla de tono pero sin perder ni un ápice de la expresividad más allá de la armadura original o la dificultad instrumental que permitió brillar la redondez de la mezzo (o contralto) que en estos casos no es cuestión de tesitura sino de color y proyección unido a una articulación ideal para el genio del lied en alemán.

La propina del también alemán Louis Spöhr (1784-1859) nos sacó de los cementerios y desamores para poner aires de caza más alegres el «Emma’s Lied» del drama Der Erbvertrag, WoO 92 en la versión para voz, piano y trompa que puso el broche a este trío original con un programa exigente por dramatismo que estos asturianos interpretaron con la entrega y profesionalidad a la que nos tiene acostumbrados a sus seguidores en las distintas facetas que los tres transitan uniéndose en este recital romántico.

PROGRAMA:

I

Richard STRAUSS (1864-1949):

Alphorn, TrV 64. Textos de Justinus Kerner (1786-1862).

Georg LUKESCHITSCH (1949):

Der Postillion. Textos de Nikolaus Lenau (1802-1850).

Johann Wenzel KALLIWODA (1801-1866):

Heimweh. Textos de Gustav Rasmus (1817-1900).

II

Heinrich PROCH (1809-1878):

Unter den dunkeln Linden, Op. 122. Textos de Robert Reinick (1805-1852).

Gustav MAHLER (1860-1911):

Ich bin der Welt abhanden gekommen, de Rückert Lieder. Textos de Friedrich Rückert (1788-1866).

Franz STRAUSS (1822-1905): Nocturno, Op. 7 para trompa y piano.

Franz SCHUBERT (1797–1828):

Auf dem Strom, D. 943
(Única bajada de tono). Textos de Ludwig Rellstab (1799-1860)

Un salón para nuestras canciones de concierto

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Miércoles 21 de febrero, 20:00 horas. Teatro Jovellanos: Sociedad Filarmónica de Gijón, concierto nº 1679: La canción de concierto española en la primera mitad del siglo XX: Inés López (mezzosoprano), Aurelio Viribay (piano). Obras de Albéniz, Granados, Falla, Obradors, Nin Gerhard.

Buena entrada en el coliseo gijonés para otro concierto de la Sociedad Filarmónica con la joven mezzo asturiana  Inés López y el pianista vitoriano Aurelio Viribay, que nos ofrecieron un interesante programa de canción de concierto española con dos parres diferenciadas, una primera de los grandes «precursores» en llevar nuestra música a los salones (AlbénizGranadosFalla) y la segunda «escuela» con sus dignos herederos (ObradorsNin Gerhard) que también inspirados en nuestro folklore consiguen marcar en letras mayúsculas el «lied español» donde la voz desgrana textos musicados y el piano es coprotagonista por la escritura más allá de un mero acompañamiento, categoría sin complejos por la exigencia interpretativa de unas páginas personales de cada uno de los compositores, sin ocultar la grandeza que esconde nuestro patrimonio oral elevado a las salas de concierto.

Las cuatro canciones de Albéniz de 1908 sobre textos en inglés (también en francés) del «mecenas» Francis Money-Coutts tienen el aire británico (como si inspirasen más tarde a Britten) y la madurez pianística del maestro de Campodrón que parece volcar su Iberia en una Britannia de altos vuelos. Inés López es una joven mezzo de color bello, voz corpórea, emisión suficiente y fraseo en la lengua de Shakespeare claro aunque aún pegada a lo escrito, algo rígida y con menos expresividad de la esperada, con el magisterio de Aurelio Viribay, auténtico recuperador de estos repertorios desde su cátedra en la Escuela Superior de Canto madrileña, conocedor de las peculiaridades para quienes elige las páginas que mejor van a cada voz.

Las tres tonadillas de La maja dolorosa de Granados encontraron en la vocalidad de la mezzo todo lo escrito por el segundo compositor catalán de la tarde: más expresivas en el canto con los «tres tipos de dolor» que el propio Granados definía a su editor norteamericano Schelling, como bien escribe Miriam Perandones  (especialista en la obra del ilerdense) en sus excelentes notas al programa: «La maja dolorosa representa tres tipos de dolor: el dolor inmediatamente después de la muerte del majo; el dolor de las lágrimas, y el dolor de tiempo después, el recuerdo doloroso», las melodías ceñidas a la escritura con unos graves poderosos, un registro medio rotundo y los agudos suficientes para dar tres visiones dolorosas y melancólicas siempre bien subrayadas por el piano maestro que complementa estos tres «grabados sonoros».

Y no podía faltar el gaditano Manuel de Falla con dos de las siete canciones españolas (Seguidilla murciana y Jota) precedidas por una «rareza» poco programada de la Oración de las madres que tienen a sus hijos en brazos, citando de nuevo a la profesora Perandones Lozano «la representación del sufrimiento por el inicio de la primera guerra mundial. Está escrita a finales del 1914 sobre texto de su íntima amiga María Lejárraga (aunque ella firmase con el nombre de su marido, Gregorio Martínez Sierra). El poema tiene dos partes: la primera es una plegaria en que una madre pide la intercesión del niño Jesús para que su hijo no vaya a la guerra, y la segunda evoca una visión de su agonía en la contienda», verdadera poesía en música con un lenguaje menos nacionalista y verdadera joya inspirada en un villancico que el exiliado madrileño Julián Bautista (1901-1961) también tomaría para su homónima como bien conoce el maestro Viribay. Encontrar la voz ideal para ello y sacar toda la poesía de la música que la engrandece fue labor compartida, mientras las dos canciones españolas fueron perfectas para el registro de la mezzo y el virtuosismo del pianista en estas páginas que exigen perfecta compenetración alcanzada por ambos intérpretes.

Los herederos, también con la sombra de los exilios tanto interiores como reales nos dejaron una segunda parte menos tensa para Inés López, quien pese a las dificultades de todas ellas pareció estar más cómoda  escénicamente, de nuevo con una dicción perfecta y unas melodías populares con el seguro de un piano protagonista en los compositores catalanes y el cubano. Las cuatro canciones de Obradors son micromundos para un piano exigente que dibuja mientras las melodías cantadas lo sobrevuelan, de nuevo con «homenajes» a los que he llamado pioneros de la canción española de concierto, en este caso dentro de los cuatro volúmenes que escribió sobre Canciones clásicas españolas (1921-1941): la primera inspirada en un villancico del XVI, probablemente de Juan Ponce (1470-1521), la segunda cual Granados de sus majas, la tercera al folklore cántabro, y la última del gran Manuel García (1775-1832) que incluso inspiró a Liszt y Obradors recrea tanto para una voz operística como para un piano exquisito, casi orquestal por momentos en la línea de todas sus canciones españolas (donde El Vito sonaría pero en la versión de Joaquín Nin).

Y el cubano-español Joaquín Nin también se acercó a nuestro folklore para elevarlo desde su dominio pianístico a las salas de concierto, imbricando la rítmica y melodismo propio con una escritura rica en armonías, eligiendo tres de sus Vingt chants populares espagnoles publicadas en Francia (1923): una sentida Granadina como el exquisito Paño murciano, que arrancó los aplausos del público, casi continuadora de Falla, para finalizar con El vito que si la mezzo asturiana volcó toda su expresividad vocal y gestual, el alavés nos dejaría un piano estratosférico y luminoso por lo exigente y el encaje perfecto de protagonismo con la cantante. Maravillosas páginas donde disfrutar nuestra música española convirtiendo el teatro gijonés en un salón de concierto con estos repertorios que son el pan nuestro de las sociedades filarmónicas que continúan dando a conocer nuestra mejor música de cámara.

Para cerrar ciclo nuestro catalán internacional Robert Gerhard, nacido en Valls, hijo de padre suizo y madre francesa, exiliado tras la Guerra Civil a la Inglaterra donde comenzaba el concierto, con su ciclo de Cante jondo (ca. 1943), continuación de sus Seis canciones catalanas de 1931, mantiene las melodías originales pero con un acompañamiento pianístico contemporáneo, rompedor si lo comparamos con los maestros de la primera parte. La necesidad de adaptarse a los tópicos que la sociedad inglesa exigía a nuestros exiliados y necesitando subsistir, Gerhard utiliza el llamado prototipo andalucista pero con un estilo propio que se refleja mejor en sus composiciones orquestales. Con todo, cuatro cantes andaluces bien escritos para la voz y el piano más «jondo» que las melodías, especialmente la Malagueña y el último Zapateado tan virtuosístico como el de Sarasate, con el tándem López-Viribay echando el resto tras este intenso recital.

Aún quedarían fuerzas para dos propinas de nuestro género por excelencia como es la zarzuela, donde el piano debe hacer de orquesta y la mezzo asturiana mostraría todo lo que le queda por delante en una carrera que está bien enfocada para una cuerda con mucho recorrido y contando con buenos maestros: la romanza perteneciente a «Los claveles» Qué te importa que no venga… de Serrano, y las conocidas Carceleras de «Las hijas del Zebedeo» de Chapí, agilidades precisas, gestualidad convincente y musicalidad a raudales para abrir boca a la inauguración de la XXI temporada ovetense este jueves.

PROGRAMA:

I

Isaac Albéniz (1860-1909): Four songs:

I. In sickness and health – II. Paradise regained – III. The retreat – IV. Amor, summa injuria

Enrique Granados (1867-1916): La maja dolorosa:

I. ¡Oh, muerte cruel! – II. ¡Ay, majo de mi vida! – III. De aquel majo amante

Manuel de Falla (1876-1946):

Oración de las madres que tienen a sus hijos en brazos

Seguidilla murciana

Jota

II

Fernando Obradors (1897-1945):

La mi sola Laureola

El majo celoso

El molondrón

Polo del contrabandista

Joaquín Nin Catellanos (1879-1949):

Granadina

Paño murciano

El vito

Roberto Gerhard (1896-1970): Cante jondo:

I. Rondeña – II. Boleras sevillanas – III. Malagueña – IV. Zapateado.

Espléndida Jaho

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Viernes 12 de enero de 2024, 20:00 horas. Auditorio “Príncipe Felipe” (Oviedo), Conciertos del Auditorio (25 años): «Gala Lírica». Ermonela Jaho (soprano), Oviedo Filarmonía, Lucas Macías Navarro (director). Entradas: 29€ y 25€.

Crítica para ÓperaWorld del sábado 13 con los añadidos de fotos de las RRSS y propias, más links siempre enriquecedores, y tipografía que a menudo la prensa no admite.
Ermonela Jaho volvía por tercera vez a “La Viena Española” tras su cancelación por enfermedad del concierto previsto en octubre de 2.022 con otro nuevo revés, esta vez el tenor Antonio Corianò que durante los ensayos en Oviedo debido a una repentina y severa afección respiratoria hubo de cancelar su participación. Ante esta situación sobrevenida, la soprano de origen albanés asumiría en solitario esta Gala Lírica incorporando nuevas arias a las inicialmente previstas y programadas (sin tiempo para cambiar los programas de mano, y al menos solventado con una hoja),emitiendo un comunicado la Fundación Municipal de Cultura que deseaba “una pronta recuperación al señor Corianò y agradeciendo muy especialmente a la señora Jaho su generosidad en asumir íntegramente la gala lírica”.
Los Conciertos del Auditorio ya nos trajeron en abril de 2019 a una Jaho con legión de admiradores que repetiría en la ópera ovetense hace ahora dos años con su «Adriana Lecouvrer» comentada en estas mismas páginas. Si el formato de recital compartido presupone la alternancia de números instrumentales a cargo de la orquesta con arias y dúos que permiten a las voces un ligero descanso, pues cada página conlleva un esfuerzo mayor que la propia ópera a la que pertenecen, está claro que asumir las nuevas arias en solitario y con tan poco tiempo, le traería a la soprano un extra que solventó con la misma profesionalidad y entrega a la que nos tiene acostumbrados, espléndida incluso con las propinas tras una “carrera de fondo” luchando contra los elementos y volviendo a enamorar a un público que casi llenó el auditorio ovetense, con muchos “operófilos del Campoamor” y una buena legión de fans, poniéndose en pie al finalizar el recital.
Si de esfuerzo hablamos también el de la Oviedo Filarmonía debiendo armar en dos días el ‘nuevo’ programa aunque su experiencia acumulada en estos veinticinco años en el foso es un tanto a su favor y más con su titular Lucas Macías que se ha hecho plenamente con ella, llevándola a crecer en cada función y concierto, tanto en el “templo lírico” como en este auditorio que con la orquesta celebra sus bodas de plata. La formación de la capital abrió la velada con la obertura de las Vísperas de Verdi disfrutando de la sonoridad fuera del foso y con refuerzos que le dieron un “músculo” extra, desde la parte inicial para acallar toses (algo difícil en estos días), teléfonos y alarmas, que siguen siendo pandémicas, hasta el cambio de tempo para dejarnos lo mejor de este gélido viernes con el que comenzaba un enero lírico en la capital asturiana.
Destacable igualmente el siempre bello «Intermezzo» de la Cavalleria de Mascagni para degustar una cuerda hoy homogénea, vigorosa, cálida, con el arpa de José Antonio Domené que estaría impecable a lo largo de toda la velada. La segunda parte abriría de nuevo Verdi con el Preludio de Macbeth, algo más destemplado y un Adagietto de la Quinta de Mahler que pese a carecer de lógica en una gala operística, al menos se inspiraba en el texto de Rückert “He muerto para el mundo”, lo que daba el carácter dramático (y casi cinematográfico de Visconti) tras el dolor de Suor Angelica, volviendo a disfrutar de una cuerda madura y ya con sonoridad propia, siempre bien entendida por el maestro onubense que alterna titularidad con Granada.
La entrada elegante en escena de “La Jaho” marcaría las líneas generales de la gala, los atributos ya conocidos de la albanesa que ya apuntase en su primera visita al auditorio (entonces con el tenor Benjamin Bernheim): su entrega total en cada papel, su presencia escénica, su técnica e incluso su color vocal que se ha enriquecido, así como la plena implicación en todas las arias elegidas, escenificando las heroínas operísticas que todos esperábamos aunque siga “abusando” de recursos como el vibrato por momentos desmedido, los fiatos que han ganado en amplitud dinámica y todavía algunos portamentos hacia el agudo, dificilísimos por otra parte, rozando una afinación no del todo limpia en algún “tutti” con la orquesta, que tampoco ayudó por sus dinámicas poderosas detrás de la soprano y no abajo en el foso, lo que nos hizo perder intensidades dramáticas en los graves, pero deshaciéndose en estos años del amaneramiento que le pasaba factura global en cuanto a calidad.
Este frío viernes en Vetusta se mantuvo un interesante duelo operístico entre Verdi y Puccini, decantándose por el de Lucca por poca diferencia (la prórroga desequilibraría el empate pese al gran instrumental del de Busseto), aunque abriría recital con su Adriana Lecouvreur (que bisaría como segunda propina) y la famosísima aria de Cilea “Io sono l’umile ancella» de gran poder emocional, que volvió a enamorar por su dramatización y entrega, haciéndonos volver atrás en el tiempo hasta el centenario teatro carbayón con las temporadas líricas de ópera y zarzuela auténticos referentes en España.
Y de nuevo Verdi tras una rápida salida y entrada del escenario para “cambiar el chip”, pues tras la “Canción del Sauce” de Otello, el «Ave María» supone un cambio drástico por la amplia tesitura de una Desdémona evocadora que presiente la muerte, y donde el registro grave tan exigente quedaría algo tapado por una orquesta poderosa más que misteriosa. Pero esta oración siempre emociona y Jaho transmite el intimismo del rol y el dramatismo de su celoso y asesino esposo, miedo y angustia cantado en el “Egli era nato per la sua gloria, io per amar” (Él nació para su gloria y yo para amar…), el mismo sentimiento hacia Otello escrito por Verdi y cantado por Ermonela con toda la carga emocional que el personaje pide.
El siguiente grande, Puccini primero de la tarde, llegaría con Magda de Civry y su aria “El bello sueño de Doretta” de La rondine (brava María Cueva al piano), nuevo cambio escénico y actoral donde la voz de Ermonela Jaho voló como la golondrina, bien proyectada, fiatos “marca de la casa ” y la tentación orquestal por ser águila imperial en esta “opereta vienesa a la italiana”.
Aún quedaba un nuevo contraataque verdiano, la Violetta Valery del último acto, todavía cercana en nuestros oídos (con “La Bakanova” también comentada desde estas páginas) y el aria inmortal “Addio del passato” con la Jaho saliendo transmutada, otra transformación escénica leyendo la carta a Alfredo, melancólica belleza, tosiendo (ayudada por parte del público), creyéndose y sintiendo ese papel que está haciéndola triunfar: el lamento de su vida descarriada y llena de excesos así como de su amor perdido. Emoción y respeto antes de los atronadores aplausos, al menos hubo química con la orquesta y el maestro Macías sacó el mejor concertador, con el oboe de Jorge Bronte tan lírico como la propia albanesa. Público entregado y agradecido por la generosa Jaho que da todo sobre las tablas.
El aria más conocida de La Wally, la sexta y última ópera de Catalani (calificada como “verismo blando” por Arturo Reverter en sus notas al programa), que personalmente nunca vi en directo. “Ebben ne andrò lontana” sería donde Ermonela Jaho arrancaría vocalmente la segunda mitad con otro vestido (las cantantes suelen hacerlo contrastando igualmente color y hechura) antes del Puccini que en el actual momento vocal de la soprano de origen albanés es su mejor tarjeta de presentación. Maravillosos sus cambios de roles, pasando de Sor Angelica a Cio-Cio-San y sin apenas respiro a Flora Tosca, tres arias donde explotar las dotes de una Ermonela que transmite cada página, que las escenifica, que las siente, que emociona y hace creíbles. De nuevo sobrevoló la tentación sinfónica del inigualable orquestador Puccini que opacó por momentos los registros graves, pero la ópera es escena, texto y música. La Jaho lo sabe y el público lírico asturiano lo agradece: la madre y monja sacrificada del “Senza mamma” nos hizo añorarla en el último díptico pucciniano del Campoamor (no llegó a tríptico), ya más mimada por Macías y corpórea en los graves con toda la emoción de los agudos. La japonesa, hasta en la gestualidad, de “Un bel di vedremo” haciéndonos sentirnos Suzuki a todo el auditorio, divisando la esperada nave entrando en puerto, la fragilidad del personaje y la fortaleza vocal de esta “gheisa”. Por último “Vissi d’Arte”, el destino hecho música y personificado por Ermonela Jaho, a merced de los teatros o el público igual que Cavaradossi del terrible Scarpia, testamento propio y ajeno cuando canta “He vivido del arte, he vivido del amor…”, Ermonela Tosca triunfadora de la noche.
Si había un incierto empate en este particular duelo lírico entre Busseto y Lucca, la primera propina lo decantó por el último gran operista, el toscano frente al parmesano rememorándonos nuevamente el ya comentado díptico del Campoamor, Gianni Schicchi y el aria más cantada, “O mio babbino caro” donde Lauretta Jaho completó sus personajes puccinianos: angustia y tormento para poder casarse con Rinuccio, esfuerzo dramático y amor por la ópera, regalándonos esta “gala de gala” en solitario con el carácter de “espléndida” en el amplio sentido del adjetivo.
Auditorio en pie, rendido a “La Jaho” y bisando“humilde esclava del genio creador”, Ermonela verdadera trabajadora lírica, quien en una entrevista para la prensa local contestaba que su ópera favorita es “aquella con la que puedo llevar al público en un viaje espiritual en el que ambos alcanzamos la catarsis”, y realmente lo consiguió, rompiéndonos el corazón con todas las protagonistas.
PROGRAMA:
1ª PARTE
Obertura de “I vespri siciliani” (G. Verdi)
Io sono l’umile ancella, de “Adriana Lecouvreur” (F. Cilea)
Ave Maria, de “Otello” (G. Verdi)
Intermezzo de “Cavalleria Rusticana” (P. Mascagni)
Il bel sogno di Doretta, de “La Rondine” (G. Puccini)
Addio del pasato, de “La Traviata” (G. Verdi)
2ª PARTE
Obertura de “Macbeth” (G. Verdi)
Ebben ne andrò lontana, de “La Wally” (A. Catalani)
Senza Mamma, de “Suor Angelica” (G. Puccini)
“Adagietto” de la Sinfonía nº 5 en do sostenido menor (G. Mahler)
Un bel di vedremo, de “Madama Butterfly” (G. Puccini)
Vissi d’Arte, de “Tosca” (G. Puccini)

Guillermo Martínez y La Castalia

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Domingo 17 de diciembre, 20:45 horas. Sala de cámara del Auditorio de Oviedo: Concierto de clausura del XXI Curso «La voz en la música de cámara» (Homenaje a Jeaninne Bouché). Obras de: Guillermo Martínez, Debussy, Berlioz, Ylioppilaskunnan, Whitacre y Ariel Ramírez.

Lástima que muchos homenajes se celebren tras morir, pero Jeaninne Bouché (1930-2023) lo tenía pendiente en Asturias y La Castalia pudo al fin entregar, aunque hubo de ser Luis Español, su hijo presente en la sala, el merecido reconocimiento que esta pianista de carrera truncada en 1953 por una patología de columna, siguió volcada en la música hasta sus últimos días, primero desde su magisterio en la Escuela Superior de Canto como catedrática, y posteriormente en la ‘Cátedra Alfredo Kraus’ de la prestigiosa Escuela Superior de Música Reina Sofía (tras «ficharla» Paloma O’Shea desde el primer curso allá por 1995), eminente profesora de «Fonética francesa aplicada al canto» que seguirá siendo un referente para tantas promociones de cantantes desde nuestro país.

Begoña García-Tamargo fue la encargada de abrir este concierto del vigésimoprimer curso ««La voz en la música de cámara con una semblanza de su amiga y compañera en las labores docentes (aún se recuerda la presencia en Oviedo de la maestra Bouché en el «I Congreso de pedagogía e investigación performativa y creatividad musical» dentro del Centenario Debussy), imposible plasmar aquí su enorme y dilatada carrera y en cierto modo manteniendo la humildad del segundo plano que la madrileña de padres franceses siempre tuvo a bien.

También lo reconoció su hijo Luis, emocionado y agradecido por este homenaje de la asociación ovetense, que reflejaría los vínculos que la música consigue y más desde la docencia, verdadera familia así entendida por tantos que nos dedicamos de una u otra forma a ella.

El concierto comenzaría con unas palabras de Guillermo Martínez (1983), explicando la génesis de las obras a estrenar esta fría noche de diciembre. Importante reseñar cómo al compositor asturiano siempre se le ha apoyado desde La Castalia, como a tantos jóvenes, siendo un ejemplo precisamente los intérpretes de esta velada.

Es un auténtico lujo poder asistir al estreno de obras actuales y además conocer de primera mano estas aportaciones a nuestro patrimonio musical que todos debemos defender, y ya se encargó la directora de La Castalia en recordar los de estos cursos únicos en España y de dilata trayectoria, un alumnado eterno de profesionales que siguen formándose toda su vida, al que reconocerle el esfuerzo de dedicar todo su tiempo a una profesión donde la gratitud es poder demostrar su valía además del aplauso del público, que hoy desafió la climatología acudiendo a esta clausura.

El estreno de dos «Cantos de Minnesinger» pertenecientes al ‘Ciclo de Fantasías para mezzo y piano’ abría el concierto, magníficas obras de nuestro juglar asturiano inspirado en los alemanes (allí los grabará con orquesta) y manteniendo un puro estilo de lied donde voz y piano son uno para realzar la poesía medieval alemana, inspiración pastoral y amatoria como en el siglo XII pero actual en nuestros días. María Heres fue la voz ideal de estas melodías llenas de agilidades y gran tesitura, ricos matices y cambios de tempo, con un exigente registro grave que bien posee la mezzo asturiana más un complicado pero bellísimo ropaje de piano con María Cueva, para poder disfrutar del magisterio compositivo de Guillermo Martínez que se mueve cómodo en todos los estilos.

Un acierto este «aperitivo» de fantasías vocales que seguirán creciendo y encontrando un lugar en el nuevo repertorio del lied más allá de la tierra originaria de los minnesinger, actualizando el lenguaje camerístico de la hoy llamada «Canción de concierto», bien expuesta por el dúo de estas dos Marías artistas, HeresCueva.

Y segundo estreno de la Rapsodia «Reflejos del Sur» para el piano de Henar F. Clavel, aires sevillanos del barrio de Triana con un virtuosismo nada superfluo donde verter esa inspiración universal al lado del Guadalquivir, como Turina pero también Albéniz y ahora Guillermo Martínez. Escritura pianística de alto voltaje para volver a reivindicar la magia de la intérprete avilesinael talento del antiguo escolano de Covadonga, agradecidos de poder disfrutar su música desde La Castalia y augurándole una larga carrera de «opus» que siempre  seguirán sorprendiéndonos por su belleza y riqueza de estilos sin perder nunca el amor por la música que en esta velada mostraron todos y cada uno de los intérpretes.

Si la maestra Bouché sentó cátedra desde la «Fonética francesa aplicada al canto», no podía faltar música en la lengua de Moliere en la que los compositores franceses siguen siendo únicos, pues no se canta igual que se habla.

Primero Debussy y sus «Tres melodías de Verlaine» L. 81, en la voz del barítono venezolano Ángel Simón con el piano de Mario Álvarez Blanco (otro de los pilares de La Castalia del siglo XXI), timbre cálido y preciosista expresando todo el poderío poético del francés, expresión compartida con un piano cristalino y merecedoras de tener los textos originales y traducidos para disfrutar aún más de estas tres bellezas líricas.

Después Mario Álvarez continuaría desde el piano con Berlioz y las «Noches de verano» sobre poesías de Théophile Gautier junto a la soprano venezolana Ángeles Rojas (componente del Coro de la Ópera de Oviedo y alumna de la Cátedra de Canto Alfredo Kraus), cuatro de las seis escritas por el gran sinfonista y que son nuevamente un ejemplo de la música que encierran los versos, lírica en el amplio sentido de la palabra a las que la soprano de Barquisimeto puso su buen hacer vocal aunque la grandeza de la orquesta sea casi imposible reducirla al piano pese a los esfuerzos del asturiano. Voz poderosa en todo el registro y con musicalidad innata, más segura en la ópera que en las canciones de concierto, hay que felicitarla por el esfuerzo que suponen estas «noches de Berlioz».

Y hablando de ópera y coros, el mejor broche final lo pondría el Coro Arsis de la Escuela de Música Divertimento, verdadera cantera musical en la capital del Principado y dirigido por Cristina Langa junto al joven pianista y director de orquesta Luis María López Aragón. Cuatro temas bien enlazados para evitar pausas desde las modulaciones al piano que fueron desde Finlandia hasta la República Dominicana pasando por los EEUU  y Argentina.

Maravillosas estas laureadas voces juveniles con mayoría de chicas (habrá que pensar cómo sumar chicos a los coros) bien empastadas, con movimiento escénico y coreografías, bien llevados por otra promesa de la dirección como la Maestra Langa, bien memorizado todo, afinadas, empastadas, de dicción perfecta en finés, inglés y castellano, transmitiendo emociones y alegría, especialmente con el último villancico dominicano, y felicitar la elección de estas cuatro páginas corales donde personalmente me sigue emocionando Alfonsina y el mar del gran Ariel Ramírez en un arreglo hermosísimo del porteño Vivian Tabbush (1936-1917con el piano original del argentino muy sentido por López Aragón.

En estas fechas no podía faltar Noche de Paz que pondría el primer regalo navideño, musical como debe ser, con Arsis y el piano antes de la salida de todos los participantes en este homenaje y clausura de otro curso de perfeccionamiento que nunca tiene vacaciones.

PROGRAMA

Guillermo Martinez (1983):

CANTOS DE MINNESINGER. Ciclo de fantasías para mezzo-soprano y piano
(estreno absoluto):

1. «Slâfest du friedel ziere?»
(poesía de Dietmar von Aist, ca. 1115- ca.1171).

2. «Kuster mich?»
(fragmento del poema «Under der Linden»)», de Walther von der Vogelweide, ca. 1170- ca.1228).

María Heres (mezzosoprano) – María Cueva (piano).

RAPSODIA «REFLEJOS DEL SUR»
(estreno absoluto).

Henar F. Clavel (piano).

C. Debussy (1862-1918): TROIS MELODIES DE VERLAINE:

1. «La mer est plus belle – 2. «Le son du cor s’afflige ver le bois» – 3. «L’échelonnement des haies»

Angel Simón (barítono) – Mario Alvarez (piano).

H. Berlioz (1803-1869): LES NUITS D’ÉTÉ
(Poesías de Théophile Gautier):

1. «Villanelle» – 2. «Le spectre de la rose» – 4 «Ас оле*

Ángeles Rojas (soprano) – Mario Álvarez (piano)

CORO ARSIS de la Escuela de Música Divertimento:

Ylioppilaskunnan: «On suuri sun rantas».

Eric Whitacre: «Sing Gently».

Ariel Ramirez: «Alfonsina y el mar» (Arr. Vivian Tabbush).

Tradicional República Dominicana: «Cantemos a María».

Directora de coro: Cristina Langa – Pianista: Luis María López Aragón.

Vida, agua, poesía y música…

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Domingo 12 de noviembre, 12:00 h. Avilés, Centro Niemeyer: Suena la cúpula. Recital “Las seis doncellas”: Sílvia Nogales Barrios (guitarra), Esther Acevedo (actriz y coreografía). Obras de: Gilardino, Falla, Despeyroux, Brower, E. Sáinz de la MazaCastelnuovo-Tedesco. Poesía de Juan Ramón Jiménez. Entrada: 6€ + 1€ (gestión).

Una escapada matutina a «La Villa del Adelantado» y al ágora cultural del arquitecto brasileño para disfrutar con la poesía del Nobel onubense (re)vestida por la guitarra limpia y sentida de la manchega junto al verbo impoluto de la actriz granadina universalizando este proyecto original y creativo en otra bella propuesta de Silvia Nogales, con la calidad habitual de sus interpretaciones, como este domingo resonando en la cúpula de Niemeyer.

Lástima que la acústica ideal para la guitarra no ayudase a entender siempre la poesía de Juan Ramón, aunque el esfuerzo de Esther por moverse para favorecer la inteligibilidad fue encomiable y mejor aún su dramatización y escena con una vocalización de dicción perfecta y un atrezzo sencillo además de efectivo y creativo.

La guitarra sonó tan cristalina como el agua que fluyó, dulce y salada, vida en cada poema del Moguer postcolombino con música por él inspirada.

Los adjetivos para Platero resonaron vívidos en las “seis doncellas” lorquianas, olor a mandarinas, sonidos de pozo, caldero y barreño, la ría avilesina desembocando en el Cantábrico surcándola a dúo lírico hasta el inmenso océano, el flujo dramatizado fundiendo dulce y salado como música y poesía, pues somos agua y así suena la vida.

Un espectáculo para ofrecer en cualquier recinto sin encasillarlo, necesitando buscar nuevos enfoques musicales que encajan allá donde los lleven si los gestores son «omnívoros» y sin complejos: en un teatro, un centro cultural y hasta un auditorio con la amplificación necesaria, pues música y poesía con Nogales y Acevedo es éxito seguro, amplía públicos, tiene calidad musical y literaria, con una perfecta elección de repertorio bien hilvanado, donde solo la guitarra de Silvia Nogales Barrios ya llenaría ella una hora, y si  le añadimos el extra de Esther Acevedo todo tiene más sentido para este recital que lleva 10 años de viaje y sigue tan vigente como entonces.

Una alegría volver a disfrutar en mi tierra de Silvia Nogales junto a Esther Acevedo, esperando continúen ofreciendo estos recitales distintos, cercanos, didácticos y siempre llenos de poesía incluso en las páginas instrumentales donde la guitarra habla sin palabras…

PROGRAMA:

Angelo Gilardino (1941): Elegía di marzo (Omaggio a Juan Ramón Jiménez), de «Studi di virtuosità e di trascendenza».

Manuel de Falla (1876-1946): El amor brujo (selección). Arreglo para guitarra de Miguel Llobet. Romance del pescador; Canción del fuego fatuo.

Pablo Despeyroux: Agua.

Leo Brouwer (1939): Preludios epigramáticos (selección): «Desde que el alba quiso ser alba, todo eres  madre…»; «Tristes hombres si no mueren de amores…»; «Alrededor de tu piel, ato y desato la mía…».

Eduardo Sáinz de la Maza (1903-1982): Platero y yo (1972): V. Paseo.

Mario Castelnuovo-Tedesco (1895-1968): Platero y yo op. 190 (selección): Platero; Amistad; Ángelus; La luna; El pozo; El loco; A Platero en el cielo de Moguer.

Alfa y omega

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Miércoles 19 de julio, 22:00 horas. Clausura del 72 Festival de Granada, Palacio de Carlos V, “Conciertos de Palacio”, Tríptico Mahler III: Angela Gheorghiu (soprano), Orquesta Joven de Andalucía (OJA), Víctor Pablo Pérez (director). Obras de Mahler y Puccini. Fotos propias y de Fermín Rodríguez.

(Crítica para Ópera World del jueves 20, con los añadidos de links siempre enriquecedores, y tipografía que a menudo la prensa no admite)

Como en mi bandera asturiana, esta septuagésimosegunda edición del Festival Internacional de Música y Danza de Granada, he estado de principio a fin, alfa y omega casi simbólicos de nuestra propia vida, toda una película donde coinciden figuras que por edad están llegando a su ocaso (también pueden remontar cual Ave Fénix) junto otras que emergen en el siempre difícil universo musical.

Para clausurar por todo lo alto el alfa de una Orquesta Joven de Andalucía (OJA), esperanza sinfónica que hace 30 años sería impensable en un paisaje yermo de estudiantes con acceso a las formaciones, y que bien plantada la semilla ha germinado, crecido y dado su fruto. De importar atriles para nuestras orquestas hispanas a exportarlos por medio mundo.

En la dirección el burgalés Víctor Pablo Pérez (1954) de quien puedo presumir haberle visto comenzar su andadura en la entonces Orquesta Sinfónica de Asturias de 1980 a 1988, seguir su carrera posterior (volvería a Oviedo para dirigir María Moliner) y en plena madurez continuar aportando sabiduría a muchas orquestas, también las jóvenes como esta OJA, capaces de afrontar repertorios de altura compartiendo escenario con una de las voces más universales del momento.

Dejar como “omega” a la soprano rumana Angela Gheorghiu supone comprobar su trayectoria inmensa en una carrera que aún no tiene meta porque vive la vida desde la pasión operística y, deseándole larga vida, está claro que siempre ha sabido “morir en escena” como sus heroínas, a las que ha hecho suyas con interpretaciones históricas, y su Puccini granadino de Palacio Imperial la convierte en inmortal.

Dos mundos en la noche final, Gustav Mahler (1860-1911) y Giacomo Puccini (1858-1924), coetáneos que dejan atrás un romanticismo periclitado para comenzar un siglo XX distinto pero también convulso, aunque no lo esperasen, como sus vidas y composiciones, conocedores mutuos, de inspiración asombrosa donde la literatura marcará la simbiosis letra y música que engrandece sus partituras. Al menos por esta vez solo hubo una única letra, los libretos del genio de Lucca elevados al olimpo escénico.

Segunda actuación de Angela Gheorghiu en el festival, esta vez con la OJA eligiendo cuatro arias de Puccini por pares (con el Adagetto para orquesta en fa mayor separándolas): «In quelle trine morbide», de Manon Lescaut, «Donde lieta usci», de La bohème, «Un bel dì vedremo», de Madama Butterfly y «O mio babbino caro», de Gianni Schicchi. Auténtica exhibición vocal la de la rumana de musicalidad, gusto, técnica, dramatización de cada personsaje, matices y delicadeza que no siempre tuvo la respuesta de la potente orquesta detrás y no en el foso, aunque siempre pienso que es difícil contener la exuberancia sinfónica del de Lucca y más con jóvenes totalmente entregados. Víctor Pablo concertó bien con la soprano, no siempre fácil porque cada aria es un mundo y en intérpretes de esta altura, siempre distintas. Manon logró el silencio gélido de la bochornosa noche desde la primera frase; Mimi volvió a sacarnos la pena de una muerte joven como “la Gheorghiu” nos tiene acostumbrados a interpretar; la esperanza de Butterfly nos llevó a un Nagasaki con la pureza vocal y la carga dramática, para finalmente Lauretta cantar a papá poniéndonos la piel de gallina con los pianissimi y musicalidad que si al piano el pasado sábado cortaba el aire, con la OJA el público se rindió a sus pies. Personajes puccinianos, dramaturgia total y la categoría de una diva, dicen que la última, en agradecer el acompañamiento de unos músicos jóvenes que contarán a sus hijos esta noche histórica en Granada.

Y el regalo esperable con la orquesta sin miramientos de dinámicas para la página de Agustín Lara que Angela Gheorghiu, a quien le dejaron un abanico para aminorar el fuego, manejó la conocida canción en una personal interpretación dándolo todo en es final por todo lo alto volando sobre la tempestad sonora andaluza ante el delirio del público que llenaba el Palacio de Carlos V. Dos actuaciones de la rumana en este festival, hoy omega por la conclusión pero alfa ante la profesionalidad, entrega y excelencia de la espléndida Gheorghiu que está en ese momento de disfrutar cantando, y en Granada se le notó.

Con Mahler se abría y cerraba este concierto de clausura, la poco escuchada Nicht zu schnell, del “Cuarteto con piano en la menor” en orquestación de Colin Matthews que sirvió para templar a una OJA bien llevada por Víctor Pablo Pérez, más la Quinta que junto a la Sexta y Séptima conformaron un tríptico mahleriano muy interesante. Soy reiterativo cuando escribo que “no hay quinta mala” y la del bohemio no es una excepción. El director burgalés comenzó la Trauermarsch sin prisa, exponiendo su visión en los primeros compases, con una sección de metales equilibrada y afinada, la madera con la misma calidad, la cuerda iría ganando enteros, la tensión del Stürmisch bewegt nos dejó una percusión acertada, ya con toda la OJA rodando comandada por un Víctor Pablo claro en el gesto y marcando todo. Aplausos que me pregunto si se están convirtiendo en moda entre movimientos o provienen del desconocimiento, aunque vinieron bien para afinar ante la temperatura que aún era alta. El bellísimo Scherzo nos trajo a un solista de trompa excelente y unas lengüetas logrando ese toque “burlón”, mientras las dinámicas funcionaron algo descompensadas, de nuevo por el ímpetu juvenil, concertino a tener en cuenta, pizzicati rotundos y más aplausos al terminar este tercer movimiento. Al menos en el cinematográfico Adagietto no sucedió lo mismo, una cuerda aterciopelada plegada al rubato desde el podio, sin corbata porque la temperatura no bajaba y hasta alguna lipotimia hubo cual “Muerte en Granada” esperable, que no perturbó apenas el excelente clima alcanzado antes del optimismo final del Rondo – Finale. Allegro – Allegro giocoso. Frisch.
Alegría mahleriana al comprobar que hay futuro orquestal ante obras de envergadura, y emociones puccinianas contadas y cantadas por una Angela Gheorghiu cautivadora para un público donde no faltaron desde fans suyos venidos hasta de Texas, hasta las familias de los jóvenes que repetirán este jueves en Baeza. El examen granadino lo superaron con un bien alto, rozando el notable, y queda la reválida jienense tras el duro trabajo que siempre tiene recompensa.

PROGRAMA

Tríptico Mahler III

I

Gustav Mahler (1860-1911)

Nicht zu schnell, del Cuarteto con piano en la menor (orquestación de Colin Matthews)

Giacomo Puccini (1858-1924)

«In quelle trine morbide», de Manon Lescaut

«Donde lieta usci», de La bohème

Adagetto para orquesta en fa mayor

«Un bel dì vedremo», de Madama Butterfly

«O mio babbino caro», de Gianni Schicchi

II

Gustav Mahler

Sinfonía nº 5 en do sostenido menor (1902)

I. Trauermarsch. In gemessenem Schritt. Streng. Wie ein Kondukt

II. Stürmisch bewegt. Mit grösster Vehemenz

III. Scherzo. Kräftig, nicht zu schnell

IV. Adagietto. Sehr langsam – Attaca

V. Rondo – Finale. Allegro – Allegro giocoso. Frisch

¿Lírica flamenca o Flamenco lírico?

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Martes 18 de julio, 22:30 horas. 72 Festival de Granada, Palacio de los Córdova, “Universo vocal”, Recital lírico II: Mariola Cantarero (soprano), José Quevedo ‘Bolita’ (guitarra flamenca), Paquito González (percusión). Libre, Canción española para soprano, guitarra flamenca y percusión. Obras de Ángel Barrios, Turina, Falla y José Quevedo. Fotos propias y de Fermín Rodríguez.

Quienes me conocen me han bautizado como “omnívoro musical” y siempre abierto de miras y oído a todo intento de innovar repertorios y ganar públicos. Se habla de fusión, mestizaje, hibridaciones, inspiraciones o versiones, pues romper clichés y tomar ingredientes de siempre combinándolos de otra forma es igual de respetable. En mis años de docente explicaba al alumnado que la melodía era un cuerpo femenino al que se le vestía de diferentes formas (con armonías, ritmos, instrumentaciones y toda las técnicas ancestrales actualizadas); si el cuerpo es proporcionado y bello, cualquier ropaje o vestimenta le queda bien. Caso contrario será un arte conseguir que el ropaje disimule e incluso favorezca ese cuerpo.

Tomar obras “clásicas” de por sí bellas y (re)vestirlas para que sigan luciendo y no afeando, también es un arte. El mundo de la moda diferencia entre la “Alta costura” con modelos exclusivos y a medida de trajes únicos, frente al “prêt-à-porter”, confeccionado en serie según unas medidas o tallas predeterminadas que se acomodan a un gran número de personas, y que alcanza modelos de calidad aunque dependiendo quién los lleve parezcan exclusivos. Sobre esto desconozco la respuesta sobre si es clase, percha o vaya usted a saber pero salta a la vista (y al oído).

Toda esta introducción viene a colación porque el mundo de la música está lleno de modas, trajes a medida y comerciales partiendo de cuerpos desde todos los criterios estéticos que queramos. El flamenco, como el jazz, son músicas con alta carga de improvisación y poca escritura (aunque la preparación de las generaciones jóvenes en el primer caso, ha llevado al papel sus arreglos, creaciones o anotaciones como ya hiciesen los segundos). Se puede fusionar toda la música sin más etiquetas, y el proyecto que presentaba en su tierra la soprano Mariola Cantarero (Granada, 1978) resulta interesante porque cambia el punto de vista y la óptica: acercar la lírica y el belcanto al mundo natural de esta tierra, un patrimonio universal del que además nuestros Falla o Turina bebieron, y parecía necesario devolver lo “prestado” pues de bien nacidos es ser agradecidos, más en esta tierra y en esta noche con dos flamencos gaditanos: el guitarrista José Quevedo ‘Bolita’ (Jerez de la Frontera, 1974), para mi la auténtica “estrella” en el penúltimo firmamento granadino, y el toque de Paquito González (Sanlúcar de Barrameda, 1981), discreto pero con las pinceladas necesarias de una percusión que realza ese pellizco intrínseco a lo jondo.

El Palacio de Los Córdova registró una buena entrada y un público algo “apagado” para un proyecto interesante y bien amplificado con lo que supone de captar todo (respiraciones, desafines, excesos y dudas), percibiéndose inseguridades por parte de todos. Un espectáculo de flamenco lírico más que de lírica flamenca en la voz de “La Cantarero” intentando empaparse de tanguillos, tarantos, alegrías, seguiriyas, fandangos del Albaicín, guajiras y boleros en este marco idóneo por la propia geografía interior y exterior.

Abriría la soprano granadina con tres cantes de Ángel Barrios (1882-1964), La novia del aire (bolero andaluz), Hechizo y nostalgia, más Con puñales de cariño, impecable el toque de ‘Bolita’ llenándolo todo con esa guitarra forjada al lado de los grandes.

Importante el acercamiento del jerezano al músico sevillano Joaquín Turina (1882-1949) con tres revisiones de Poema en forma de canciones, op. 19 (1917) sobre textos del asturiano Ramón de Campoamor (1817-1901) que conocemos en su versión con piano y que desde el aire flamenco suenan nuevos, distintos, vestidos de granadina los Cantares, Los dos miedos y Las locas por amor. No es un arreglo del piano a la guitarra ni se cantan igual, mejor hablar de distintos vestidos, en este caso a medida del “modisto Bolita” aunque no encontró la talla correcta para Mariola Cantarero, que por otra parte y literalmente eligió un vestuario interesante de moda granadina como pude leer en la prensa: “en la primera parte un diseño exclusivo de Monae y joyas de San Eloy, la mítica joyería que hay en la Plaza del Carmen”. El sabor local quedó en la escena y cantar sentada como los flamencos no sumó “pellizco” aunque sea de valorar el intento del sabor granadino y andaluz. Creo que su color y timbre vocal no son adecuados para ella, pero había que probar este vestuario y comprobar la respuesta de una clientela que como quien suscribe, no pareció muy conforme.

Mientras la soprano se preparaba para la segunda parte con un vestido verde muy ampuloso de una diseñadora sevillana, José Quevedo ‘Bolita’ y el toque mínimo de Paquito González nos dejaría el Falla que Paco de Lucía llevaría a su terreno tras tiempo de estudio de las partituras, escuela con alumnos aventajados como el jerezano que nos dejó su versión y visión de la Danza del fuego fatuo y la Danza del molinero, el ropaje acorde con el resto del espectáculo y la Granada nocturna con el Albaicín y la Alhambra escuchando. Sonido bien amplificado y virtuosismo propio donde el duende también tuvo algo swing. El genio de Algeciras tuvo mucho que ver, transmitir y legar para todas las generaciones posteriores.

Y en la segunda parte las Siete canciones populares españolas (1914) de Manuel de Falla (1876-1946), un gaditano enamorado de Granada moldeando cuerpos perfectos que ‘Bolita’ intentó diseñar para la soprano con desiguales resultados, tanto por las armonías (las costuras no parecieron bien cosidas en alguna) como por la “caída” de los siete ropajes. Mi Asturiana no tuvo la claridad textual ni canora de un cuerpo musical tan hermoso aunque la Nana al menos intentó acunarnos en esta noche de calor más atmosférico que humano, y lo más “flamenco” resultó un Polo que bisarían como tercera propina tras una Granaína (dedicada a Marina Heredia, presente y “catedrática” en el buen cantar), y el famoso Adiós Granada con los mismos diseños.
Insistir en el enorme trabajo de José Quevedo ‘Bolita’ por confeccionar siete vestidos de pasarela andaluza inspirados en Don Manuel, pero la voz lírica tampoco hubiera “desfilado” vestida con los originales, como si en esta pasarela los tacones no asentasen o faltase el ritmo natural que se suplió con los buenos deseos de una mixtura sin botones ni cremalleras.

Lo más interesante fueron las dos composiciones de José Quevedo para Mariola Cantarero, diseños propios como los patrones, no visiones ni búsquedas estilísticas, verdadera creación de una guajira verdaderamente bella y en el mejor sitio para escucharla como Blanca flor de La Alhambra con una voz jugando menos en el registro agudo y acertando con la ambientación, o Si no es mi pena (Fantasía y bolero), un soneto de Francisco de Quevedo que no creo fuese sangre del guitarrista aunque encontrar los textos que musicar son otro arte.

PROGRAMA

Libre. Canción española para soprano, guitarra flamenca y percusión

Ángel Barrios (1882-1964)

La novia del aire (bolero andaluz)

Hechizo y nostalgia

Con puñales de cariño

Joaquín Turina (1882-1949)

De Poema en forma de canciones, op. 19 (1917):

Cantares

Los dos miedos

Las locas por amor

Manuel de Falla (1876-1946)

Siete canciones populares españolas (1914):

El paño moruno

Seguidilla murciana

Asturiana

Jota

Nana

Canción

Polo

José Quevedo (1974)

Blanca flor de La Alhambra (Guajira)

Si no es mi pena (Fantasía y bolero, soneto de Francisco de Quevedo)

La cuadratura de Bach

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Lunes 17 de julio, 22:30 horas. 72 Festival de Granada, Patio de Los Arrayanes, “Solo Bach”: El arte de la fuga, Armida Quartett. Obra de J. S. Bach. Fotos propias y de Fermín Rodríguez.

En esta edición del Festival Internacional de Música y Danza de Granada se han programado conciertos de cuartetos y varios dedicados a “Mein Gott” por lo que sumando ambos en un solo concierto era la cuadratura del círculo. Y Johann Sebastian Bach (1685-1750), padre de todas las músicas encontró en estos cuatro “apóstoles alemanes” del Armida Quartett (Berlín, 2006) la profecía cumplida de “inventar el cuarteto de cuerda” antes que el propio Haydn de quien toman el nombre estos cuatro artistas que con sus cuerdas frotadas fueron capaces de convertir la teoría en práctica.

Seremos muy pesados insistiendo en los “marcos incomparables” de Granada que hacen distinto y especial este festival, pero de nuevo la magia del Patio de Los Arrayanes funcionó, tras un día infernal la temperatura bajó lo suficiente para no agobiarnos con el calor, y el agua que los nazaríes adoraban obró el milagro o la magia no solo de refrescar el ambiente, la acústica ideal y el reflejo del estanque en los arcos haciendo pensar que brotaba agua encima del cuarteto alemán.

El maestro Enrique Martínez Miura titulaba sus notas al programa como «Perenne modernidad» porque “dios Bach” sigue actual, habita entre nosotros y no debemos tomar su nombre en vano. Nos cuenta sobre El arte de la fuga que “los datos señalan que Bach la escribió al acabar la Ofrenda musical, del verano de 1747 a la primavera de 1749, hasta casi el momento mismo de su enfermedad final”, cerrando también el círculo bachiano con “el arte de la alquimia musical”, pues a partir de una melodía con la matemática musical se construye el universo de la fuga, no sólo un arte sino una inspiración para encontrar la fórmula magistral y como matemática sonora, combinar cuatro elementos en todas las variante posibles, nada mejor que con un cuarteto de cuerda siempre capaz de desentrañar los secretos insondables que un teclado, peo ni siquiera el órgano, pueden salir a la luz.

Retomando el texto de Martínez Miura sobre esta receta magistral de “dios Bach” que es El arte de la fuga, “(…) se ve hoy como una creación atemporal, aunque de hecho solo podía haber sido fruto de su época. Los músicos más jóvenes coetáneos de Bach pensaron que con ella el viejo compositor daba un gigantesco paso atrás, al intentar la resurrección del contrapunto, porque para ellos ya solo contaba la música elegante y sentimental. Pero la posteridad ha visto en la asombrosa compilación todo un símbolo de modernidad por lo que menos se comprendió en su momento: como música absoluta”.
El Armida Quartett que ha transitado compositores de todas las épocas con notable éxito, vuelve al origen para jugar con las cuatro voces en contrapunto desde todas las combinaciones posibles, alternando inicios de la frase en cada uno de sus componentes, disfrutando de una sonoridad compacta y clara que permitía escuchar cómo “Bach dios nuestro” iba construyendo cada uno de los motivos, dándoles el aire y presencia diferenciadas sin perder la unidad global de tan magna obra aún por explorar. Casi 300 años después cada “receta” trabajada desde 1747 a 1749 traducida al cuarteto de cuerda sigue asombrando por la interminable capacidad creativa para conseguir emocionar con dinámicas extremas, juegos de arcos, la monodia básica que arma una polifonía contrapuntística mágica, superposición de líneas construyendo un magno edificio sonoro al que de haber proseguido Bach podría haberlo ampliado “ad aeternum” en una escalera al cielo.

Die Kunst der Fuge, BWV 1080 es como cuadrar el círculo o redondear el cuadrado, las combinaciones de cuatro elementos tomados de cuatro en cuatro que matemáticamente dan veinticuatro permutaciones aunque el alquimista puede convertirlas en tres, pues “La monumental fuga inacabada –se interrumpe abruptamente en el compás 239–, se conserva como página a tres voces, pero justo donde éstas se cruzan aparece en notación alemana el tema BACH –si bemol, la, do, si–, lo que sugeriría una fuga cuádruple destinada a culminar con esta firma un posible plan de veinticuatro fugas finalmente incompleto” como nos cuenta don Enrique. Iniciar en el violín segundo, en el chelo o en la viola, prescindir de los extremos y seguir manteniendo la magia, las dinámicas, el empaste, afectos y experimentos todos satisfactorios porque el resultado final sigue siendo “oro musical”. No es un planteamiento abstracto ni una elaboración teórica, trasciende al más allá y la perfección de la música es tal que permite todo tipo de recreaciones, por lo que desde el cuarteto de cuerda se destilan todos los microorganismos que conforman un ente musical siempre único.

Uno de los hijos de Bach, el segundo Carl Philipp Emanuel, afirmaba que «mientras escribía esta fuga murió el compositor donde el nombre de BACH aparece en el contrapunto». Misterios que se resuelven plagiando a Santo Tomás, “si no lo escucho no lo creo” y Bach descendió a Los Arrayanes invitándonos a poner el oído en la fuga. El “nuevo catecismo” nos lo explica Enrique Martínez Miura y la transmutación la realizó el Armida Quartett.

Todos los que escuchamos anhelantes la “palabra de Bach” nos faltó terminar orando al unísono “Amen” este nuevo milagro musical, aunque en uno de nuestros mandamientos se nos diga “No tomarás el nombre de Bach en vano”. Este lunes vigesimoséptimo del advenimiento granadino hemos santificado la fiesta.

Armida Quartett

Martin Funda, violín – Johanna Staemmler, violín – Teresa Schwamm-Biskamp, viola – Peter-Philipp Staemmler, violonchelo

PROGRAMA

Johann Sebastian Bach (1685-1750)

Die Kunst der Fuge, BWV 1080 (1747-1749)

Contrapunctus I

Contrapunctus II

Contrapunctus III

Contrapunctus IV

Contrapunctus V

Contrapunctus VI a 4 in stile francese

Contrapunctus VII a 4 per Augmentationem et Diminutionem

Contrapunctus VIII a 3

 Contrapunctus IX a 4 alla Duodecima

Contrapunctus X a 4 alla Decima

Contrapunctus XI a 4

Contrapunctus XII a 4

Contrapunctus Inversus XIII a 4

Contrapunctus XIV

Estupenda Kožená

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Domingo 16 de julio, 22:00 horas. 72 Festival de Granada, Palacio de Carlos V, “Universo vocal”, Gala Lírica II: Alcina: Amor embrujado – Amor encantado, Magdalena Kožená (mezzo), La Cetra Basel, Andrea Marcon (clave y dirección). Obras de Handel, A. Corelli, Geminiani, A. Marcello y Veracini. Fotos propias y de Fermín Rodríguez.

“Estupendo”, adjetivo: del latín stupendus; admirable, asombroso, pasmoso, excelente, admirable, maravilloso, espléndido, magnífico; dícese que destaca por sus cualidades extraordinarias.
En la vigésimosexta noche del festival llegaba otra estrella del “Universo vocal” y aplíquese el adjetivo de estupenda a la mezzo checa Magdalena Kožená (Brno, 1973), acompañada además por una de sus formaciones habituales como es la La Cetra Basel con Andrea Marcon. Escuchar a “la Kožená” es siempre un placer, mi admiración viene de años precisamente con estos mismos acompañantes, y además en Granada un programa en torno a George Frideric Handel (1685-1759) y su Alcina, HWV 34 (1735), con toda la carga dramática ideal para su voz, jugando entre dos vertientes del amor como rezaba el título: embrujado y encantado.
Interpretar es además de cantar, hacerse con el personaje, creérselo, transmitir todas las emociones y estados de ánimo. Si el texto es consistente y la música de Handel tiene todos los ingredientes, la mezzo checa cantó, encantó y cautivó desde su primer aria.
Tras la Ouverture – Musette – Menuet de La Cetra con un buen orgánico y presencia de las dos oboes, interpretada con el rigor histórico y la sonoridad pomposa del alemán nacionalizado inglés, la entrada de la mezzo checa ya lograría encantar con las dos primeras arias cargadas de dramatismo, expresividad, con una proyección completa y dominando los matices extremos donde el registro grave fue rotundo y las agilidades precisas. La dualidad entre lo enérgico y lo íntimo con toda la expresión que Kožená imprime, la ternura intrínseca del personaje, Si, son quella refinada y línea de canto más que solvente.
Sin perder la ambientación aunque con un sonido algo menos claro, La Cetra ofrecería de Arcangelo Corelli y Geminiani el Concerto grosso en re menor ‘La Follia’, op. 5 nº 12 (1700) para valorar la calidad de esta formación (ya sin viento) en otra interpretación “de libro”, donde los contrastes entre solistas y “grueso” permiten respirar esa música barroca que cada vez atrae más público por su frescura. Marcon desde el clave completaba el otro que por momentos se mezclaban en ornamentaciones, en cierto modo aumentando volumen pero perdiendo limpieza, una pena porque esas decoraciones son parte esencial de las obras (más con la voz). Tímbrica compacta de “los Basel” con un continuo redondeando esta noche imperial.
Volvía Kožená hechizándonos como la protagonista con el aria Ah! mio cor! Schernrito sei! estupenda, excelente, sintiendo su papel en cuerpo y alma, en los “da capo” dando una lección de cómo jugar con las melodías y enriquecerse porque las repeticiones siempre son distintas. Emoción en las frases, en las palabras remarcadas, dinámicas globales bien llevadas por Marcon que entiende como pocos la voz y la (re)viste de la carga dramática apropiada, el gran Handel inspirado en la “moda italiana” con toda la decoración que no nos hace perder la esencia, los amoríos entre Alcina y el caballero Ruggiero llenos de un belcantismo único y exigente para la mezzo, tesituras extremas que Kožená mantiene con una homogeneidad y color subyugante, La Cetra acompañando con esa regularidad de contrates casi monótonos pero nunca iguales que realzaron más si cabe este aria.
La segunda parte siguió subiendo enteros y cada recitativo con aria nos envolvían en la acción desde la gestualidad de la estupenda checa con una técnica arrolladora y diría que mágica como la propia Alcina, voz jugando con todos los recursos para cautivarnos con la pócima musical. Furioso (como Orlando) el recitativo Ah! Ruggiero crudel y el aria Ombre pallide, semideclamación y coloratura de altos vuelos con agudos impecables, pianísimos de bellos armónicos que lograban un silencio increíble en las sillas, más los agudos estratosféricos de la mezzo siempre con una altura dramática impresionante, soberbia y donde cada ritornello seguía recreando con Marcon y La Cetra vistiendo a la medida.
Puente con la Obertura VI en sol menor de Veracini con protagonismo de las dos oboes que volvían literalmente al primer plano más el fagot dando un paso al frente para “saltar” del bajo continuo al coprotagonismo del viento madera en esta “suite” (dividida en cuatro movimientos: Allegro, Largo, Allegro y Menuet. Allegro). Maravillosas las solistas con sonido dulce, fraseos largos y entendimiento mutuo para un juego de pregunta-respuesta donde La Cetra también cantó y encantó bajo las manos de Marcon.
Y las últimas dos arias con el aplauso interminable de un público hechizado, rendido a “la maga”,
Ma quando tornerai y Mi restano le lagrime, el alejamiento entre Alcina y Ruggiero que por arte de magia canora resulta el acercamiento a todos y la pregunta de cuándo volveremos a escucharla. Magdalena Kožená es la maga que nos hechizó por su dominio del rol, agresividad escrita y cantada con la carga necesaria donde los bruscos saltos de los violines al unísono realzaban el dramatismo, seguido del Largo central bellísimo con una línea de canto sensible, lágrimas casi reales hasta el final esperanzado por recuperar el amor que se escapa. El canto que nos atrapó y recuperó la pasión barroca,“los afectos” por el gran Handel teatral y exigente, aún mayor en interpretaciones como las de este “universo vocal” en La Alhambra por esta figura del barroco que podemos disfrutar en disco pero cuyo directo es irrepetible, subyugante y mágico.
Aunque esperadas las propinas, complicidades y risas entre Marcon y Kožená por el orden, emocionante, soberbia y único Handel del Lascia ch’io pianga (de “Rinaldo») convertido en “top ten” por muchos intérpretes barrocos, con las diferencias que establecen los ornamentos en las vueltas (bravo por el concertino), el juego con el tempo o la expresividad. La mezzo checa puso la piel de gallina en una interpretación para guardar en la memoria auditiva y emocional de tantos melómanos; se podrá cantar muchas veces así de bien pero mejorar lo escuchado imposible.
El segundo regalo nos devolvería a la Italia de “La veritá in cimento”, el Vivaldi recuperado para la escena y la animada Solo quella guancia bella con “los Basel” dando el aire festivo tras tanta carga dramática nocturna (cambiando una de las oboes por flauta de pico), y “La Kožená” despidiéndonos con otra lección de canto barroco. Entre el público Sir Simon Rattle disfrutaría al menos tanto como nosotros.
PROGRAMA
Alcina: Amor embrujado – Amor encantado
I
George Frideric Handel (1685-1759)
De Alcina, HWV 34 (1735):
Ouverture – Musette – Menuet
Di’ cor mio, quanto t’amai
Si, son quella, non più bella
Arcangelo Corelli (1653-1713) / Francesco Geminiani (1684-1762)
Concerto grosso en re menor ‘La Follia’, op. 5 nº 12 (1700)
George Frideric Handel
De Alcina:
Ah! mio cor! Schernrito sei!
II
Alessandro Marcello (1673-1747)
Andante Larghetto del Concerto grosso nº 3 en si menor, SF 937 «La Cetra» (publ. 1738)
George Frideric Handel
De Alcina:
Ah! Ruggiero crudel, tu non me amasti!
Ombre pallide
Francesco Maria Veracini (1690-1768)
Obertura VI en sol menor
George Frideric Handel
De Alcina:
Ma quando tornerai
Mi restano le lagrime

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