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Carta a SS.MM.

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Muy señores nuestros, si me permiten este trato epistolario:

Como todavía queda algo de inocencia (será por los años), lo único que les pido a Los Magos (lo de reyes cada vez lo llevo peor y no solo por esta tendencia mía a La República) es pasar la hoja del calendario a este nuevo año con rima fácil y poco educada aunque cause risa (como «caca, pedo, culo, pis»…).

Musicalmente, y a la vista de cómo sigue el mundo lleno de guerras, genocidios, odio y las tristes circunstancias de las que parecemos no aprender, solo pido mantener toda la música a ser posible en PAZ, FRATERNIDAD y AMOR como pidió Riccardo Muti el primero de año desde Viena, aunque sé que la SALUD es el mejor regalo en estos tiempos.

Sin necesidad de aniversarios (y en 2025 también tenemos varios para celebrar), como todo los años que son como mi Scalextric, pido poder escuchar en mi tierra la Octava Sinfonía «De los Mil»  de Mahler con todas nuestras orquestas (OSPA, OvFil, la Universitaria ya renacida), coros («El León de Oro», grandes, chicas doradas, chicos de hierro, «piedras» y peques, igual que el de la Fundación Princesa, la Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo» y también una Escolanía -pues a la de Covadonga la han «desaparecido»- más la de San Salvador…), junto a solistas de los que tenemos un montón y ¡de primera! en nuestra querida Asturias y de todas las tesituras: Beatriz Díaz, Elena Pérez Herrero, Ana Nebot, Lola Casariego, la joven María Heres, Alejandro Roy, David Menéndez, Miguel Ángel Zapater, Juan Noval-Moro… (algunos «adoptados» o directamente de nuestra familia cordobesa). Sería lo más deseado de mi larga lista… Para todos ellos siempre les pido a ustedes mucho trabajo, pues los éxitos llegan con el esfuerzo y eso no les falta nunca.

Eso sí, mantengo mi ilusión de contar con Pablo González como director de un acontecimiento que saben me copió Dudamel, al que le perdono casi todo… y mi tocayu ya dirigiese en Barcelona cuando estuvo de titular, también finalizado su contrato con la OCRTVE, así que aprovecho para pedirles «le den una orquesta» para este 2025 y siguientes, pese a que no le falta trabajo. Ya por redondear este paquete, podrían traernos un concertino para la OSPA, pues seguimos huérfanos y necesitados desde la jubilación de nuestro querido Sasha, y que se acierte en el nombramiento de una gerencia que la ayude a seguir creciendo con su titular portugués (¡por favor que no nos lo lleven!).

Con la ilusión infantil de este día tampoco quiero olvidarme de pedirles muchos conciertos para Forma Antiqva, esperando les llegue un Grammy clásico (se lo merecen), sobre todo a los tres hermanos Zapico que pese a todo, siguen «a tope» haciendo historia volando «desde casa», actuando solos, con otros ensembles, pero especialmente con «su formación», así como pedir que sigan grabando nuevos discos, juntos o por separado, pues siempre son el mejor regalo en cualquier día del año.

También quiero recordar a mis queridos pianistas con la mierense nacida en la capital Carmen Yepes en Madrid a la cabeza de los también docentes y «emigrados» como Mario Bernardo o Martín García. Todos ellos, junto a Henar F. Clavel, están creciendo en todos los sentidos, sin olvidarme de mis admirados Diego Fernández Magdaleno, Judith Jáuregui (que será de nuevo mamá este año como el mejor y mayor regalo) o mi querida venezolana Gabriela Montero, a quienes les vendrá bien seguir trabajando mucho en este recién estrenado 2025.

Mantengo la ilusión y pido más composiciones de Jorge Muñiz junto a las de la joven e inconmensurable pareja Guillermo Martínez (al menos que siga igual de fructíferoy Gabriel Ordás (en Manhattan formándose y trabajando en la distancia), pues siguen estando de lo más inspirados, regalándonos muchos estrenos tal como les había pedido en otras cartas. Gracias señorías…

Y por mantener la ilusión, aunque como decía mi madre «parece que te hizo la boca un fraile», continúo reclamando a los llamados «gestores culturales» les den mucho más trabajo a los de casa, no por patrioterismo o «aldeanismo» barato sino por la calidad contrastada, incluso que varíen de agencias porque acaban repitiéndolas más que el ajo.

Este año no pido nada para mis violinistas favoritos que se van haciendo mayores, pero siguen trabajando y bien: Ignacio Rodríguez sigue emigrado en Bélgica y María Ovín continúa en la OSPA, creciendo como personas y artistas… solo desearles que continúen los éxitos.

Para mi adorada Beatriz Díaz siempre les escribo otra carta porque se merece todo lo que le traigan en este 2025 y mucho más. Además de darle de nuevo las gracias a la soprano asturiana, felicitarla por un repertorio que sigue creciendo tanto como su agenda aunque esperemos mucha más ópera y zarzuela en el Campoamor (como fue su gran protagonista de La Rosa del Azafrán), tras su esperada Mimí en Alicante y hace poco un Manojo madrileño a tope), por lo que les sigo pidiendo llevarla al Teatro Real de Madrid o al Liceu barcelonés. En Tokio o Brasil ya ha triunfado, en Italia «la piccolina» ya es casi suya, y continúa teniendo fechas por Europa pero debo recordarles que en Londres, Viena o Nueva York aún no se han enterado cómo canta, y Vds. lo saben por ser Magos… la magia de la soprano allerana es tan única como la suya y debemos compartirla.

Para la ópera necesitaría otra carta de adulto, pero mi recordada mamá me repetía aquello de «contra el vicio de pedir, la virtud de no dar»… al menos mantenerla en Asturias apostando por títulos nuevos (parece que se va logrando) sin olvidarnos de los «top» y seguir dando oportunidades a nuevas voces y públicos.

A todos mis amigos músicos repartidos por el mundo les mando siempre «MUCHO CUCHO®» antes de cada actuación, normalmente de vaca asturiana, y podría escribir otra misiva más detallada para tantos como tengo repartidos por el planeta (para que luego digan que existe la «maldición» ENTRE MÚSICOS TE VEAS). Al menos me consta que «los envíos» llegan a destino y se agradecen, incluso con emoticonos que ya son universales (🚜💩💩💩💩💩💩💩🐄).

Por ultimo no quiero olvidarme de mi Ateneo Musical de Mieres del que me regalasteis su presidencia allá por junio de 2018, pidiendo la misma salud que en el recién finalizado 2024 en que cumplíamos seis años (esta vez la Lotería no tocó pero sí nuestros músicos que no pararon), esperando mantengan su Banda Sinfónica y agradecerles haber hecho un buen relevo de nuestro querido Antonio Cánovas (ya en su tierra murciana y dirigiendo la Banda de Águilas) con un prometedor e ilusionado Nando Castelló. Poder mantener el mismo nivel a lo largo de estos seis años y llevar su música, además del nombre de nuestra «Hermosa Villa» lo más lejos posible con una calidad y programas que son la envidia de muchos, es un deseo que se sigue cumpliendo y nuestros «13 Reyes» estrenados en la Folixa de Mieres triunfaron en Lorient, esperando ya el 31 de mayo para volver a disfrutarlo en el Auditorio de Oviedo con los «hermanos» de la Banda de Gaites «La Laguna del Torollu» e Iñaki Santianes comandando este proyecto que se hizo realidad. Salud es lo importante porque ganas e ilusión no faltan.

A propósito, si pudieran dejar la música en la educación un poco más que ínfima y optativa, entonces descansaría (no tiro fuegos artificiales por respeto a los perros…) pero ya ven que no está entre las peticiones musicales de este mi tercer curso fuera de ella. La LOMLOE o Ley Celáa sigue empeorando leyes anteriores (y recuerdo que iban ocho en 37 años) en pos de una generación de ignorantes digitales y adictos al móvil (no pienso escribir nada de la mal llamada INTELIGENCIA ARTIFICIAL que parece un oximorón), aunque mantengo la esperanza que algún día se alcance un pacto de estado donde la educación sea inversión en vez de gasto y prime el menos común de los sentidos en vez de la partitocracia que intenta reescribir la historia a base de tantos eufemismos. Aunque suene un tanto repipi la esperanza nunca la pierdo.

Gracias señores majos y Magos (de donde vengan utilizando el transporte que tengan (saben de sobra que los carburantes son más caros que el pienso). Que sigan llenándonos de esperanza e ilusiones todos los días de este 2025.

Y como siempre, que no se me olvide

¡Hala Oviedo!

Pablito, 12 años

Carta a SS.MM.

1 comentario

Muy señores nuestros, si me permiten este trato epistolario:
Como todavía queda algo de inocencia (será por los años), lo único que les pido a Los Magos (lo de reyes cada vez lo llevo peor y no solo por esta tendencia mía a La República) es pasar la hoja del calendario aunque el «bicho» del Covid siga entre nosotros conviviendo con la gripe habitual.
Musicalmente, y a la vista de cómo está el mundo lleno de odio, guerras, genocidios y las tristes circunstancias de las que parecemos no aprender, solo pido mantener toda la música posible, a ser posible en PAZ, aunque sé que la salud es el mejor regalo en estos tiempos.
Sin necesidad de aniversarios (y en 2024 hay muchos para celebrar), como todo los años que son como mi Scalextric, pido poder escuchar en mi tierra la Octava Sinfonía «De los Mil»  de Mahler con todas nuestras orquestas (OSPA, OvFil, la Universitaria ya renacida), coros («El León de Oro», grandes, chicas doradas y peques, igual que el de la Fundación Princesa, la Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo» y también la Escolanía de Covadonga -que la han «desaparecido»- más la de San Salvador…), junto a solistas de los que tenemos un montón y ¡de primera! en nuestra querida Asturias y de todas las tesituras: Beatriz Díaz, Elena Pérez Herrero, Ana Nebot, Lola Casariego, la joven María Heres, Alejandro Roy, David Menéndez, Miguel Ángel Zapater, Juan Noval-Moro… (algunos «adoptados» o directamente de nuestra familia cordobesa). Sería lo más deseado de mi larga lista… Para todos ellos siempre les pido a ustedes mucho trabajo, pues los éxitos llegan con el esfuerzo y eso no les falta nunca.
Eso sí, mantengo mi ilusión de contar con Pablo González como director de un acontecimiento que saben me copió Dudamel, al que le perdono casi todo… y mi tocayu ya dirigiese en Barcelona cuando estuvo de titular, y ya que se ha despedido de la OCRTVE, aprovecho para pedirles le den una orquesta para este 2024 y siguientes. Ya por redondear este paquete, podrían traernos un concertino para la OSPA, pues llevamos huérfanos y necesitados desde la jubilación de nuestro querido Sasha. Darles las gracias porque sí nos trajeron al fin un titular, y además «vecino».
Con la ilusión infantil de este día tampoco quiero olvidarme de pedirles mucho trabajo para Forma Antiqva, esperando les llegue un Grammy clásico (se lo merecen), sobre todo a los tres hermanos Zapico que pese a todo, siguen «a tope» haciendo historia volando desde casa, actuando solos, en otros ensembles, y especialmente en «su formación», así como pedir que sigan grabando nuevos discos, juntos o por separado, pues siempre son el mejor regalo.
También quiero recordar a mis queridos pianistas con la mierense nacida en la capital Carmen Yepes en Madrid a la cabeza de los también docentes como Mario Bernardo, a Martín García o Henar F. Clavel que están creciendo en todos los sentidos, sin olvidarme de mis admirados Diego Fernández Magdaleno, Judith Jáuregui (que será mamá este año como el mejor y mayor regalo) o mi querida venezolana Gabriela Montero, a quienes les vendrá bien seguir trabajando mucho en este recién estrenado 2024 tras ir recuperando todos ellos fechas.
Mantengo la ilusión y pido más composiciones de Jorge Muñiz junto a las de la joven e inconmensurable pareja Guillermo Martínez (que este pasado año sigue igual de fructíferoy Gabriel Ordás (que tambén se ha ido a USA para proseguir sus estudios), pues siguen estando de lo más inspirados, regalándonos muchos estrenos tal como les había pedido en mi carta del 2023. Gracias señorías…
Y por mantener la ilusión, aunque como dice mi madre «parece que te hizo la boca un fraile» (?), continúo reclamando a los llamados «gestores culturales» les den mucho más trabajo a los de casa, no por patrioterismo o «aldeanismo» barato sino por la calidad contrastada, incluso que varíen de agencias de contratación… saben de sobra que la Cultura ha demostrado además de ser Segura resultar la mejor inversión en tiempos difíciles.
Este año no pido nada para mis jóvenes violinistas favoritos que se van haciendo mayores, pues están trabajando y bien (Ignacio Rodríguez sigue emigrado aunque ahora en Bélgica y María Ovín continúa en la OSPA), creciendo como personas y artistas… solo desearles que continúen los éxitos.
Para mi adorada Beatriz Díaz siempre les escribo otra carta porque se merece todo lo que le traigan en este 2024 (el Año Puccini que debería celebrarse contando con su voz) y mucho más. Además de darle de nuevo las gracias a la asturiana, felicitarla por un repertorio que sigue creciendo tanto como su agenda aunque espere mucha más ópera y zarzuela en el Campoamor como protagonista (con ganas de La Rosa del Azafrán), pues al fin le trajeron el año pasado su esperada Mimí en Alicante (donde le cambiaron hasta su apellido Díaz por Martínez), por lo que les sigo pidiendo la lleven al Teatro Real de Madrid o al Liceu barcelonés. En Tokio o Brasil ya ha triunfado, en Italia «la piccolina» ya es casi suya, y continúa teniendo fechas por Europa, pero recordándoles que en Londres, Viena o Nueva York aún no se han enterado cómo canta, y Vds. lo saben por ser Magos… la magia de la soprano allerana es tan única como la suya y debemos compartirla.
Para la ópera necesitaría otra carta de adulto, pero mi mamá dice que vale ya de pedir… al menos mantenerla en Asturias apostando por títulos nuevos sin olvidarnos de los «top» y seguir dando oportunidades a nuevas voces y públicos.
A todos mis amigos músicos repartidos por el mundo les mando siempre «MUCHO CUCHO®» antes de cada actuación, normalmente de vaca asturiana, y podría escribir otra misiva más detallada para tantos como tengo repartidos por el planeta (para que luego digan de la «maldición» ENTRE MÚSICOS TE VEAS). Al menos me consta que los envíos llegan a destino y se agradecen, incluso con emoticonos que ya son universales (🚜💩💩💩💩💩💩💩🐄).
Por ultimo no quiero olvidarme de mi Ateneo Musical de Mieres del que me regalasteis su presidencia en junio de 2018, pidiendo la misma salud que en el recién finalizado 2023 en que cumplíamos nuestro primer lustro (incluso con la Lotería que no les pedía tocase, porque ya lo hacían nuestros músicos, pero que les agradezco nos trajeran ¡una pedrea!), esperando mantengan su Banda Sinfónica y acertemos en el relevo de Antonio Cánovas (a quien le han traído destino en su tierra murciana y la dirección de la Banda de Águilas). Poder mantener el mismo nivel tras cinco años sin parar (ni siquiera con el Covid), y llevando su música, además del nombre de nuestra «Hermosa Villa» lo más lejos posible con una calidad y programas que son la envidia de muchos. Salud es lo importante porque ganas e ilusión no faltan.
A propósito, si pudieran dejar la música en la educación un poco más que ínfima y optativa, entonces tiraría fuegos artificiales… pero ya ven que no está entre las peticiones musicales en este mi segundo curso fuera de ella. Pero veo que la LOMLOE  (Ley Celáa) sigue empeorando leyes anteriores (y dicen que van ocho en 36 años),en pos de una generación de ignorantes digitales y adictos al móvil, aunque mantengo la esperanza que algún día se alcance un pacto de estado donde la educación sea inversión en vez de gasto y prime el menos común de los sentidos en vez de la partitocracia que intenta reescribir la historia a base de tantos eufemismos. Aunque suene un tanto repipi la esperanza nunca la pierdo.
Gracias señores majos y Magos (de donde vengan) utilizando el transporte que tengan (saben de sobra que los carburantes son más caros que el pienso), sin entrar en cabalgatas de las que no opino, y menos con Baltasar descolorido… Que sigan llenándonos de esperanza e ilusiones todos los días de este 2024 olímpico y bisiesto.
Y como siempre, que no se me olvide

¡Hala Oviedo!

Pablito, 12 años

Que no nos falte Puccini

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Martes 10 de octubre de 2023, 19:30 horas76ª Temporada Ópera de Oviedo, Teatro Campoamor: segunda función de «Il tabarro» (1910) / «Gianni Schicchi» (1910), música de Giacomo Puccini. Entrada butaca: 139€. Fotos Miki López / Iván Martínez para Ópera de Oviedo, y propias.

Segunda función de la septuagésimo sexta temporada ovetense con el programa doble perteneciente a “Il trittico” de Giacomo Puccini (1858-1924), y esperando mejoría respecto a la «premiere» del pasado sábado (de la que escribí para ÓperaWorld©), volvía al Teatro Campoamor para seguir disfrutando del genio del compositor de Lucca, aunque siga echando de menos tener a “Suor Angelica” para redondear verdaderamente esta trilogía, y como siempre comprobando que el directo es irrepetible, único, con la esperanza de comprobar si había mejoría tras mis desiguales impresiones.
Evidentemente con el montaje ya rodado y supongo que por la confianza que se va ganando con las representaciones, este martes con menor temperatura exterior, un público que ni patea ni aplaude la alocución en asturiano antes del comienzo, bastante gente joven que seguramente no ha escuchado ninguna de las dos obras, todo fue a más respecto al sábado aunque siga habiendo carencias que espero puedan superarse, pero la impresión que diría en mis tiempos docentes es la de «mejora adecuadamente».
En esta segunda pude contemplar detalles que se me escaparon, y así el infierno del Sena parisino no solo me convenció con el agua delante y un juego de luces que tiene su importancia en la dramaturgia, también corroboró al excelente Michele del barítono José Antonio López que no solo mantuvo su excelente nivel del sábado sino que incluso escénicamente juega con ese papel de marido engañado, celoso y desconfiado. Voz poderosa e igual de claro con una orquesta algo más contenida que en la primera función, volviendo a bordar su atormentado personaje.
La Giorgetta de Beatriz Díaz sigue siendo un seguro de calidad y entrega, pues siempre digo que tiene la voz ideal para Puccini, y con este rol que completa un año con el genio de de Lucca, pienso que sigue siendo la única en poder cantar hoy en día la “trilogía pucciniana”. Su registro grave ha ganado volumen, y sus agudos llenos de tantos matices son más que suficientes, por lo que defendió su papel con solvencia y entrega, sin olvidarme del empaste ideal con el resto de voces, sobre todo con el Michele del barítono murciano.
Ana Ibarra como La Frugola volvió a convencer con una línea de canto sin aristas, una emisión clara y el volumen perfecto tanto en solitario como en los dúos y concertantes, con la pareja ideal del asturiano Miguel Ángel Zapater como Talpa, buena réplica a la pareja anterior.
A diferencia del sábado, el tenor de Bakú, Azer Zada al menos ganó algo en volumen y se mostró un poco más seguro, aunque sus agudos siguen siendo cortos y poco precisos, con la sensación calante más un color que no resulta bien para un de Luigi cercano al verismo. Escénicamente sigue siendo tosco pero supongo que bien orientado en la elección de roles y puliendo técnicamente sus carencias, al menos saldrá indemne de las críticas que en Oviedo no han sido lo que se dice buenas. Qué diferencia con Josep Fadó en el papel del borracho Tinca, volumen suficiente, emisión clara y entrega plena a un personaje que redondea los roles principales.
De nuevo cumplieron en este infierno el vendedor de canciones y enamorado (Facundo Muñoz) al que esta vez se le escuchó claro y preciso fuera de escena, así como la Enamorada Laura Brasó.
El Coro “Intermezzo” igualmente fuera, sonó suficiente, afinado y empastado, extrañándome no saludasen al final.
La homogeneidad de todo el reparto vocal, hecha la salvedad del azerbaiyano, ganó en esta segunda función, también con la ayuda de un foso más contenido en dinámicas por el maestro José Miguel Pérez-Sierra que sacó lo mejor de la Orquesta Oviedo Filarmonía, con buenas intervenciones de los primeros atriles para volver a disfrutar de la bellísima orquestación de Puccini corrigiendo los excesos sonoros en este tabardo de la primera parte.
Gianni Schicchi es el contraste necesario, paraíso y comedia tras el drama inicial y con la ambientación en las cloacas florentinas, de nuevo con el agua al frente, de ahí los personajes de Schicchi, Giorgetta, el doctor Spinelloccio, el notario Amantio di Nicolao y hasta los testigos con botas de agua que gracias a mi tocayo vasco se llaman katiuskas. Un retablo de las debilidades humanas personificando las ansías de poder y la hipocresía, con un movimiento sobre las tablas por momentos excesivo pero que causó más que sonrisas entre el público. Escenas por momentos histriónicas como el juego de Schicchi moviendo al difunto, la orquesta de jazz más un trío femenino cual «hermanas Fleta» usando un micrófono radiofónico de los años 40, en esta ópera muy coral del Puccini que compone estos retratos adorables de todos sus personajes.
Gianni Schicchi sacó a relucir la faceta cómica del protagonista, José Antonio López con peluquín y bigote postizos, sin aumento de nariz, dominando toda la escena desde su primera aparición con su hija, riqueza vocal incluso en los «falsetes» imitando al difunto Donati, siendo nuevamente el triunfador de esta dupla pucciniana.
Beatriz Díaz como la Lauretta enamorada de Rinuccio, pese al menor protagonismo, la conocida aria O mio babbino caro volvió a ser la única aplaudida en los dos títulos. Impresionante su gama dinámica, de proyección impecable y plenamente pucciniana además de una inconmensurable actriz (no me gusta el abuso del adjetivo «pizpireta» con el que se la suele describir, aunque ciertamente su papel en este Puccini sea «alegre, vivaz y algo coqueto»). Sus agudos sonaron no solo claros ante el inmenso sinfonismo del foso sino también «solidarios» con sus compañeros desde una emisión cristalina y poderosa que gana enteros en cada función.
De los cantantes que repetían los dos títulos, Ana Ibarra en un momento vocal perfecto como Zita, con un color que luce dentro de este «coral florentino», y otro tanto el Simone de Miguel Ángel Zapater pasando del rol oscuro inicial al «gioccoso» del paraíso final, redondo vocal y escénicamente, escanciando un culete en escena (un guiño de Paul-Émile Fourny a nuestra tierra). Y muy bien Josep Fadó junto a Laura Brasó en los roles de Gherardo y Nella respectivamente, que completaron un reparto muy homogéneo y compacto, donde de nuevo Azer Zada como Rinuccio bajó un poco el listón aunque vocalmente intentó desde sus escasos recursos brillar un poco más, pese a un color opaco y de agudos forzados y cortos.
El resto del elenco estuvo simpático, equilibrado, acertado en los conjuntos con otro valor de la cantera infantil de “Divertimento” el Gherardino hoy interpretado por Rodrigo Méndez junto a los siempre convincentes y muy queridos en el Campoamor Marina Pardo en el papel de La Ciesca, Carlos Daza, como Marco o Vicente Esteve Corbacho en su corto papel de doctor Spinelloccio.
No quiero dejarme tampoco las intervenciones breves de Mikel Zabala el notario Amantio di Nicolao con un latín bien cantado o los testigos Pinellino (José Manuel Álvarez) y Guccio (Pablo Joel de Bruine).
Musicalmente este martes el maestro José Miguel Pérez-Sierra sacó más detalles a  este Puccini  colorista, casi precursor de las bandas sonoras, con la Oviedo Filarmonía que sonando más precisa, compacta y entregada.
La segunda función sirvió para quitarme el mal sabor de boca sabatino y poder reflejar mis sensaciones algo más positivas y más fáciles de describir. Final feliz donde triunfó de nuevo la picaresca porque no nos puede faltar el humor… ni la música de Puccini.
FICHA:
Martes 10 de octubre de 2023, 19:30 horas. 76ª Temporada Ópera de Oviedo, Teatro Campoamor:
«Il tabarro» (1910), música de Giacomo Puccini; libreto de Giuseppe Adami, basado en la obra “La houppelande” (1910) de Didier Gold. Ópera en un acto, estrenada en el Metropolitan Opera House de Nueva York, el 14 de diciembre de 1918. Producción de la Opéra-Théâtre Eurométropole de Metz.
«Gianni Schicchi» (1910), música de Giacomo Puccini; libreto de Giovacchino Forzano, basado en el Canto XXX, 1.32 del “Inferno” de Dante (c. 1307-21). Ópera en un acto, estrenada en el Metropolitan Opera House de Nueva York, el 14 de diciembre de 1918. Producción de la Opéra-Théâtre Eurométropole de Metz.
FICHA ARTÍSTICA:
”Il tabarro”
Michele: José Antonio López – Luigi: Azer Zada – Tinca: Josep Fadó -Talpa: Miguel Ángel Zapater – Giorgetta: Beatriz Díaz – La Frugola: Ana Ibarra – Vendedor de canciones, enamorado: Facundo Muñoz– Enamorada: Laura Brasó.
”Gianni Schicchi”
Gianni Schicchi: José Antonio López – Lauretta: Beatriz Díaz – Zita: Ana Ibarra – Rinuccio: Azer Zada – Gherardo: Josep Fadó – Nella: Laura Brasó – Gherardino: Rodrigo Méndez – Betto: Javier Povedano – Simone: Miguel Ángel Zapater – Marco: Carlos Daza – La Ciesca: Marina Pardo – Spinelloccio: Vicente Esteve Corbacho – Amantio di Nicolao: Mikel Zabala – Pinellino: José Manuel Álvarez – Guccio: Pablo Joel de Bruine.
Dirección musical: José Miguel Pérez-Sierra – Dirección de escena: Paul-Émile Fourny – Diseño de escenografía e iluminación: Patrick Méëus – Diseño de vestuario: Giovanna Fiorentini.
Orquesta Oviedo Filarmonía – Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo), dirección del coro: Pablo Moras.

Del infierno al paraíso

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Sábado 7 de octubre de 2023, 19:00 horas. 76ª Temporada Ópera de Oviedo, Teatro Campoamor: «Il tabarro» (1910) / «Gianni Schicchi» (1910), música de Giacomo Puccini.

Crítica para ÓperaWorld del domingo 8 con los añadidos de fotos (propias , de Iván Martínez para Ópera de Oviedo, y de las RRSS), links siempre enriquecedores, y tipografía que a menudo la prensa no admite.

Segundo título de la septuagésimo sexta temporada ovetense con un programa doble perteneciente a “Il trittico” de Giacomo Puccini (1858-1924), y que solamente se han representado una ocasión en el Teatro Campoamor: “Gianni Schicchi” en 1966 e “Il tabarro” en 1980, quedándonos pendiente recuperar “Suor Angelica” para poder revivir el estreno neoyorquino al que Puccini no pudo asistir por la primera guerra mundial. Escucharlas juntas era una ocasión única de disfrutar nuevamente con el genio del compositor de Lucca en un año que nos parece preparar el próximo centenario de la muerte del último operista del pasado siglo, aunque sigue siendo de los compositores más programados en los coliseos de todo el mundo.
Hacia 1910, Puccini tuvo la idea de componer una trilogía siguiendo el “Infierno”, “Purgatorio” y “Paraíso” de la «Divina Comedia» de Dante. Prescindiendo del “abolido” purgatorio nos quedan por un lado Il tabarro tenebroso y naturalista reflejando las terribles condiciones de vida de las clases bajas en París, la gran ciudad moderna, con la música de Puccini influida por el impresionismo francés, reflejando esa oscuridad y sordidez del libreto que finaliza con el horrible crimen consecuencia de la traición y el adulterio en un infierno también musical.
Y la segunda obra de este díptico asturiano, Gianni Schicchi inspirada en la “Commedia dell’arte”, comedia que ha pasado a formar parte de esta larga tradición de la literatura universal, con la familia del adinerado Buoso Donati, uno de los cinco ladrones florentinos que cita Dante, configurando un retablo de las debilidades humanas personificando las ansías de poder y la hipocresía, por las que no pasa el tiempo y donde Puccini consigue unos retratos adorables de sus personajes.
El infierno bien ambientado nos trajo un enorme Michele en la voz del barítono José Antonio López que mantuvo su excelente nivel, poderoso, convincente, de amplios matices y siempre claro incluso con la orquesta en “fortisimi”, bordando ese personaje atormentado en todas sus intervenciones; la Giorgetta de Beatriz Díaz en un rol que completa su propia “trilogía pucciniana” tuvo altibajos, registros graves donde perdió volumen pero que compensó con una proyección exquisita y el empaste ideal con el resto de voces, sobre todo con Michele, siendo una lástima no lograr la necesaria “réplica” de Luigi con un Azer Zada de escasa escena, agudos cortos que apenas llegaban a medio patio de butacas y poca matización. Convincente y cómoda La Frugola de Ana Ibarra, equilibrada y bien “contestada” escénicamente por el Talpa de Miguel Ángel Zapater que tampoco tuvo problemas con el Tinca de Josep Fadó. Cumplieron en este infierno tanto el vendedor de canciones y enamorado (Facundo Muñoz) como la breve Enamorada Laura Brasó. El Coro “Intermezzo” fuera de escena sonó preciso y suficiente, pero en general faltó homogeneidad en el reparto vocal con un foso de calidad al mando del maestro José Miguel Pérez-Sierra que cayó en la tentación de la grandiosidad orquestal de Puccini pecando precisamente en el exceso dinámico.
El paraíso llegó con el esperado Gianni Schicchi que de nuevo encumbró a José Antonio López mostrando escena, musicalidad, gracia, recursos, llevándole a ser el gran triunfador de esta dupla pucciniana. Mejor Beatriz Díaz como Lauretta, la única aplaudida tras su conocida aria “a papito”, actriz inconmensurable y siendo probablemente la única soprano capaz en estos momentos de interpretar “Il trittico” completo. También repitieron Ana Ibarra como Zita, igual o mejor que en el infierno, Simone de Miguel Ángel Zapater más redondo vocal y escénicamente o Josep Fadó con Laura Brasó en los roles de Gherardo y Nella respectivamente. Decepcionó de nuevo Azer Zada como Rinuccio, con las mismas carencias que su Luigi, quedándome con las ganas de poder disfrutar de un tenor más pucciniano. El resto del amplio y coral elenco estuvo no solo simpático sino bien equilibrado en los conjuntos. Destacar de la cantera infantil de “Divertimento” el Gherardino de Julián Avedillo y los siempre seguros en el Campoamor Carlos Daza, Marina Pardo o Vicente Esteve Corbacho.
Las dos producciones procedente de la Ópera de Metz resultaron adecuadas, incluso ayudaron al paraíso con una escena loca más cercana en el tiempo que en la Florencia dantesca porque los testamentos y sus disputas siguen siendo motivos de conflictos. Lograda la dirección de escena a cargo de Paul-Émile Fourny así como la escenografía e iluminación de Patrick Méëus. El vestuario diseñado por Giovanna Fiorentini sobrio en el infierno y más colorido para el paraíso dantesco. Musicalmente el maestro José Miguel Pérez-Sierra pudo sacar más partido a la Oviedo Filarmonía que no estuvo cómoda aunque sonase compacta.
Sin purgatorio y con final feliz donde la picaresca también triunfa, resultó un domingo pucciniano con dos horas pasando del infierno, incluso térmico, al paraíso que pecó desigual aunque sin penitencia porque la benevolencia también estuvo en Puccini.
FICHA:
Sábado 7 de octubre de 2023, 19:00 horas. 76ª Temporada Ópera de Oviedo, Teatro Campoamor:
«Il tabarro» (1910), música de Giacomo Puccini; libreto de Giuseppe Adami, basado en la obra “La houppelande” (1910) de Didier Gold. Ópera en un acto, estrenada en el Metropolitan Opera House de Nueva York, el 14 de diciembre de 1918. Producción de la Opéra-Théâtre Eurométropole de Metz.
«Gianni Schicchi» (1910), música de Giacomo Puccini; libreto de Giovacchino Forzano, basado en el Canto XXX, 1.32 del “Inferno” de Dante (c. 1307-21). Ópera en un acto, estrenada en el Metropolitan Opera House de Nueva York, el 14 de diciembre de 1918. Producción de la Opéra-Théâtre Eurométropole de Metz.
FICHA ARTÍSTICA:
”Il tabarro”
Michele: José Antonio López – Luigi: Azer Zada – Tinca: Josep Fadó -Talpa: Miguel Ángel Zapater – Giorgetta: Beatriz Díaz – La Frugola: Ana Ibarra – Vendedor de canciones, enamorado: Facundo Muñoz– Enamorada: Laura Brasó.
”Gianni Schicchi”
Gianni Schicchi: José Antonio López – Lauretta: Beatriz Díaz – Zita: Ana Ibarra – Rinuccio: Azer Zada – Gherardo: Josep Fadó – Nella: Laura Brasó – Gherardino: Julián Avedillo – Betto: Javier Povedano – Simone: Miguel Ángel Zapater – Marco: Carlos Daza – La Ciesca: Marina Pardo – Spinelloccio: Vicente Esteve Corbacho – Amantio di Nicolao: Mikel Zabala – Pinellino: José Manuel Álvarez – Guccio: Pablo Joel de Bruine.
Dirección musical: José Miguel Pérez-Sierra – Dirección de escena: Paul-Émile Fourny – Diseño de escenografía e iluminación: Patrick Méëus – Diseño de vestuario: Giovanna Fiorentini.
Orquesta Oviedo Filarmonía – Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo), dirección del coro: Pablo Moras.

Carta a SS. MM.

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Muy señores nuestros, si ustedes me permiten este correcto el trato epistolario:
Como todavía me queda algo de inocencia (serán los años), lo único que les pido a Los Magos (lo de reyes sigo sin llevarlo bien por esta tendencia mía a La República) tras los pasados «Años Mahler» sin lograrlo, es poder escuchar en Asturias la Octava Sinfonía «De los Mil» con todas nuestras orquestas (OSPAOvFil, la Filarmónica de Asturias, la Universitaria ya renacida, la OCAS, nuestros coros («El León de Oro», grandes, chicas doradas y peques, igual que el de la Fundación Príncipe y también la Escolanía San Salvador…) con nuestros solistas, que tenemos un montón y de primera en mi querida Asturias donde elegir: Beatriz DíazElena Pérez HerreroAna Nebot, Mª José SuárezLola Casariego, Alejandro RoyDavid MenéndezMiguel Ángel ZapaterJuan Noval-Moro… (algunos «adoptados» o directamente de nuestra familia cordobesa).
Mantengo mi ilusión de tener a Pablo González como director de un acontecimiento que me copióDudamel, al que le perdono todo… incluso que mi tocayu lo llevase a Barcelona en sus años como titular.
Pablo González y Mahler .
Es la ilusión infantil en este día aunque tampoco quiero olvidarme de Forma Antiqva, para quienes vuelvo a pedir un Grammy clásico (se lo merecen, sobre todo los hermanos Zapico, que en el recién acabado 2017 siguieron «a tope» y haciendo historia siempre volando desde casa, con nuevo disco en el horno a pesar de su obligada mudanza de la capital).
También sigo recordando a mis queridos pianistas con la mierense nacida en la capita Carmen Yepes a la cabeza (trabajado duramente desde Madrid), sin olvidarme de Judith JáureguiDiego Fernández Magdaleno.
Mantengo ilusión y pido más composiciones de Rubén Díez, no sé si por fin la zarzuela marinera, ya que de Jorge Muñiz nos llegará su Fuenteovejuna al Campoamor, y del siempre «redescubierto» Guillermo Martínez o de Gabriel Ordás me consta que este 2018 seguirán inspirados y en su línea de estrenos.
Por no perder la esperanza pido para los llamados «gestores culturales» que se olviden de su otra crisis, la intelectual que parece contagiosa como la gripe, y den mucho más trabajo a los de casa, no por patriotismos sino por calidad contrastada, incluso cambiar alguna vez de agencia de contratación… y sobre todo ¡no más recortes ni cierres!.
No sé si ya les han escrito pidiendo para mis violinistas favoritos (Ignacio Rodríguez, y María Ovín aún en la OSPA) para traerles mucho éxito en sus trabajos fuera o en casa, aunque yo me sumo a esos mismos deseos, y de lo pedido en años pasados faltaron muchas cosas (supongo que por pedigüeño) pero a mi edad no tengo freno, parece que me hizo la boca un diputado…
Para mi adorada Beatriz Díaz ya les escribiré otra carta porque se merece todo lo que traigan en 2018 y más. Además de darles las gracias e nuevo por Luca, por su vuelta y triunfo en la ópera ovetense con Elisir (el veneciano me lo bebí directamente en La Fenice), por ese nombramiento como «asturiana del mes«, esperando también lo sea de este año y que llegue pronto esa Mimí, a ser posible en el Teatro Real de Madrid aunque en Italia saben que es muy querida y Londres, Nueva York o Viena aún no se hayan enterado… pero Vds. lo saben por ser Magos.

Para la Ópera necesitaría otra carta de adulto, pero mi mapá dicen que ya está bien de pedir… al menos mantener ópera y zarzuela porque suprimir la gala de los Premios Líricos Campoamor y sin encontrar relevo fue lo que menos me ha gustado del pasado año (que se haya ido mi papá tampoco pero supongo que irá en el apartado de quejas y no cartas del día de hoy).
A todos mis amigos músicos repartidos por el mundo les mando siempre «MUCHO CUCHO®» antes de cada actuación, normalmente de vaca asturiana, y podría escribir una carta más detallada para tantos que tengo repartidos por el planeta (para que luego digan de la «maldición» ENTRE MÚSICOS TE VEAS).

Mientras tanto espero que la palabra corrupción vaya desapareciendo de nuestra cotidianidad y que la crisis pase hoja definitivamente y se olvide de la MÚSICA y de toda la CULTURA en general, donde «recortes» o «supresión» se escuche menos que «Cataluña» ¡lo qué ya es decir!, para este año 2018 que acaba de nacer, aunque nuevamente parezcan estar «duros de oreja» (supongo que con el 151, los tripartitos de tonada y demás «ocurrencies de oficalidá» no tendrán ni para un sonotone y la edad no perdone).
A propósito, si pudieran derogar la Ley Wert (ya casi nadie se acuerda de su dorada estancia parisina tras dejarnos la música en la educación como ínfima y optativa), entonces tiraría fuegos artificiales… pero ya ven que no está entre las peticiones musicales, ni siquiera que algún día en «esta España nuestra» que cantaba la recordada Cecilia (no la Santa sino la Evangelina) se alcance un pacto de estado donde la educación sea inversión en vez de gasto y prime el menos común de los sentidos en vez de la partitocracia e independentismos que intentan reescribir la historia a base de tantos eufemismos que hasta a la mentira la llaman posverdad.
Gracias señores majos y Magos (de donde vengan y utilizando el transporte que tengan sin entrar en cabalgatas municipales de las que mejor no opinar) por seguir llenándonos de esperanza e ilusiones.
Pablito, 12 años.

Carta a SS. MM.

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Como todavía me queda algo de inocencia (serán los años), lo único que les pido a Los Magos (lo de reyes sigo sin llevarlo bien por esta tendencia mía a La República) tras los pasados «Años Mahler» sin lograrlo, es poder escuchar en Asturias la Octava Sinfonía «De los Mil»
con todas nuestras orquestas (OSPAOvFil, la Filarmónica de Asturias, la Universitaria, la OCAS, nuestros coros («El León de Oro», grandes, chicas y peques, igual que el de la Fundación Príncipe y también la Escolanía San Salvador…) con nuestros solistas, que tenemos un montón y de primera (Beatriz DíazElena Pérez HerreroAna Nebot, Mª José SuárezLola CasariegoDavid MenéndezMiguel Ángel ZapaterJuan Noval-Moro…) en mi querida Asturias.
Mantengo mi ilusión en tener a Pablo González (que será padre en este 2017) como director de un acontecimiento que me copió Dudamel, al que le perdono todo… incluso que mi tocayu quisiese llevarlo hasta Barcelona…
Pablo González y Mahler .
Es la ilusión infantil en este día aunque tampoco quiero olvidarme de Forma Antiqva, para quienes vuelvo a pedir un Grammy clásico (se lo merecen, sobre todo los hermanos Zapico, que en el recién acabado 2016 siguieron «a tope» y haciendo historia siempre desde casa con nuevo disco).
También sigo recordando a mis queridos pianistas con Carmen Yepes a la cabeza (trabajado duramente desde Madrid) o Diego Fernández Magdaleno. Mantengo ilusión y pido más composiciones de Rubén DíezJorge Méndez y del siempre «redescubierto» Guillermo Martínez, esperanzado de que los llamados gestores culturales se olviden de esta crisis que parece no acabar, y les den mucho trabajo… ¡No más recortes por favor!,
No sé si ya les han escrito pidiendo para mis violinista favoritos Ignacio Rodríguez y María Ovín (hoy en la OSPA), para traerles mucho éxito en suss estudios fuera de Asturias y trabajo en casa, aunque yo me sumo a esos deseos, y de lo pedido en años pasados faltaron muchas cosas (supongo que por pedigüeño) pero a mi edad no tengo freno, parece que me hizo la boca un diputado.
De mi adorada Beatriz Díaz ya les escribiré otra carta porque se merece todo lo que traigan y más, sé que Vds. lo saben por ser Magos, aunque 2016 haya sido bueno en lo personal con un Luca que apunta maneras musicales…
Para la Ópera necesitaría otra carta de adulto, pero mis papás dicen que ya está bien de pedir… al menos mantener ópera y zarzuela, aunque suprimir la gala de los Premios Líricos Campoamor no me haya gustado mucho…
A todos mis amigos músicos repartidos por el mundo les mando siempre «MUCHO CUCHO®» antes de cada actuación, normalmente de vaca asturiana, y podría escribir una carta más detallada para tantos amigos músicos que tengo repartidos por el mundo (para que luego digan de la «maldición» ENTRE MÚSICOS TE VEAS).
Mientras tanto espero que la palabra corrupción vaya apareciendo menos en nuestra cotidianidad y que la crisis se olvide de la MÚSICA y de toda la CULTURA en general, donde «tijeretazo» se escuche menos que «hoja de ruta» ¡lo qué ya es decir!, para este año 17 que acaba de nacer, aunque nuevamente parezcan estar «duros de oreja» (supongo que con los recortes sanitarios no tendrán ni para un sonotone y la edad no perdone). A propósito, si pudieran parar definitivamente la Ley Wert donde la música en la educación es algo ínfimo y optativo, entonces tiraría fuegos artificiales… pero ya ven que no está entre las peticiones musicales.
Gracias a Los Magos (de donde vengan y utilizando el transporte que tengan) por seguir llenándonos de esperanza e ilusiones.
Pablito, 12 años.

Amores desgarrados

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Martes 15 de diciembre, 20:00 horas. Teatro Campoamor, LXVIII Temporada de Ópera de Oviedo: Il Duca d’Alba (G. DonizettiM. Salvi). Segunda función. Entrada última hora: 15 €. Fotos: ©Ópera de Oviedo salvo las indicadas como ©pablosiana.

Tras esperar 128 años este martes tocaba volver a la segunda representación de esta ópera de Donizetti que mantiene mi opinión del «reestreno» con las matizaciones y el tiempo de poder reposar todo lo escuchado, con la magia de un espectáculo irrepetible siempre, exigente cada día, redescubriendo detalles como toda segunda lectura, esta vez desde principal, cortada la visión superior del escenario pero con monitores por si se querían seguir igualmente los sobretítulos, aunque la dicción en italiano por parte del reparto hacía fácil seguirla.

Esta vez pude paladear más a Donizetti que a su discípulo Mateo Salvi que supo continuar y completar la obra del maestro aunque se aprecian los «añadidos», especialmente en la línea de canto y en la orquestación, algo más «académica» y menos rica que la autógrafa, pero volvió a sonar belcanto con un reparto ya rodado tras la función del domingo.
La obra tiene momentos hermosos con otros donde decae un poco, sobre todo los recitativos antes de las arias escritas para todos y cada uno aunque ninguna «especial» para la soprano en el sentido donizzetiano, por otra parte con un protagonismo exigente y duro, más dúos o tríos combinando las voces del «quinteto» con Daniele el maestro cervecero, sumando unos concertantes donde los cantantes solistas mantuvieron casi todos la presencia dentro de la sonoridad por momentos majestuosa.

El Coro de la Ópera estuvo algo retrasado por momentos y puede que mermado en efectivos, especialmente masculinos, para una obra donde su coprotagonismo es claro. En el primer acto puede que la colocación no favoreciese un mayor volumen, al igual que en la salida desde atrás en «pianísimo» no necesario porque al acercarse ya se produce el efecto deseado de «crescendo». Hay mucho que cantar pero volvió a mantener el tipo, especialmente los cantos fuera de escena e incluso las intervervenciones  «a capella» que con algún despiste puntual de afinación, también arroparon a los solistas, completando una segunda función más que digna pese al poco tiempo con el que Enrique Rueda ha estado trabajando. Supongo que la inestabilidad e incertidumbre no es compatible con la confianza al cantar.
La OFil volvió a sonar bien en el foso, normalmente contenida en volúmenes desde la dirección de Roberto Tolomelli, siempre pendiente del escenario, con mínimos «desajustes» en el cuarteto de trompas tan característico de Donizetti o el dúo de viola «destemplada» con Amelia d’Egmont, puntuales desvíos para un trazo de línea fina, cuidando tiempos aunque los acelerando arrastrasen por momentos al coro o al propio Duque en su solo del tercer acto.

De todo el elenco prima el trío protagonista formado por Amelia, Marcel y el Duque de Alba, sin olvidar al citado Daniele, y con menos intervenciones pero exigentes como al resto, Sandoval y Carlo, incluso el tabernero de Ricardo Domínguez, uno de componentes del coro, en una trama donde podemos comprender la evolución de los personajes, siempre con el amor en sus multiples variantes y enfoques, con los malos no del todo y los buenos tampoco… La música empuja el destino de cada uno de ellos y el de Bérgamo supo escribir para las voces como pocos, de ahí la vigencia de esta obra aparcada tanto tiempo puede que sumando complejidades para cantantes y desigual escritura no solo del alumno.

José Bros volvió a triunfar con este Marcel de Brujas, pletórico, entregado, cantando como en él es habitual a pesar de ciertos «tics nasalizantes» que acaban siendo seña de identidad, de nuevo con un papel muy adecuado a su voz, gustándome mucho el dúo del segundo acto con Amelia añadiendo la dificultad de cantarlo tumbados y revolcándose como dos enamorados, más incluso que en la conocida aria Angelo casto e bel del último acto, aplaudida igual que el domingo aunque personalmente me gustase más el primer día. Igualmente acertado el dúo con El Duque del primer acto, jugando ambos con los dos planos en escena, y nuevo triunfo del tenor catalán, muy querido en Oviedo desde hace muchos años por su entrega total, arriesgando también con papeles como este nuevo donizzetiano.

La jovencísima Maria Katzarava (Ciudad de México, 1984) demostró de nuevo la proyección que le espera aunque me encandiló un poco menos que el domingo. Amelia d’Egmont tiene muchas dificultades no ya por su evolución de enamorada a desengañada, que no logró del todo en cuanto a color, sino por unos graves que requieren volumen y uniformidad tímbrica, algo que una soprano lírica no alcanza en sus inicios como los de esta debutante soprano, papel exigente en los concertantes donde sí brilló por encima de sus compañeros, pese a un ligerísimo «calado» en el potente final, empastes difíciles como el dúo con Danielle del segundo acto y el comentado dúo de amor con Marcel, lo mejor de esta segunda función. El aria del tercer acto no tiene el poderío hipnótico de otras heroínas del propio Donizetti, puede que temiendo un «belcanto» demasiado preciosista, pero «la Katzarava» lo defendió con seguridad, arrancando el merecido aplauso tras finalizarla. Tomemos nota por lo apuntado de la primera, color hermoso, emisión clara, amplia gama de matices y sobre todo excelente presencia escénica.

El Duque de Alba del barítono Ángel Ódena sigue sin convencerme, pletórico de potencia y mejorando en cada acto abusa de un vibrato que afea la emisión, sigue siendo expresivo pero incluso en los momentos más «íntimos» como el dúo con Marcel mantiene este recurso, por otra parte personal, volviendo a reconocerle un papel grande en escena y defendido con profesionalidad en cada aparición, especialmente en el tercer acto y el desenlace del cuarto, despidiéndose de los belgas casi a grito pelado más allá del desgarro.

Mejor el bajo asturiano Miguel Ángel Zapater que dibuja un Daniele templado, capaz de transmitir heroicidad en su primera aparición del acto inicial, complicidad con Amelia en el segundo y decisión en el conjunto final donde su color brilló en el agudo, más cercano a un barítono, sin desmerecer unos graves que Donizetti no exagera nunca.

El Sandoval del barítono Felipe Bou mantuvo el nivel global aunque en el trío con Marcel y el Duque perdiésemos su presencia, solo recuperada en el silencio orquestal. Bien el Carlo del tenor Josep Fadó, breves intervenciones pero seguras en un «secundario» que no puede perder el equilibrio necesario dentro de un reparto de calidad diríamos que completamente hispano.

Dejo para el final la producción de la Opera ballet Vlaanderen, con una dirección de escena muy lograda de Carlos Wagner, la escenografía de Alfons Flores, el vestuario de A. F. Vandevorst o la iluminación, tétrica por argumento pero con los toques apropiados para realzar de Fabrice Kebour, todo con lo que en esta segunda función pude recrearme.
Desde la obertura con telón bajado y vídeo premonitorio de una Virgen que se hará pedazos, la misma sobre la que se postrará el Duque en el tercer acto, al lado de una mesa de billar, los soldados gigantes que se irán cambiando de posición en el resto (solo «ausentes» en el segundo acto de la cervecería) para con las luces adquirir transparencia o poderío, opresión frente a revolución, sombra omnipresente y especialmente los dos planos en escena que sirven para diferenciar vencedores y vencidos, también calle sobre el sótano de la fábrica donde se ocultan los insurgentes, y hasta pasarela al barco que llevará al Duque a Portugal.

Detalles como los cadáveres que llenan la primera escena, cubriéndolos con sábanas blancas, entre ellos Egmont, sábanas que en el tercer acto se vuelven vendas, las sombras con los ahorcados en la plaza de Bruselas proyectadas sobre el trío gigantesco dando sombra al trío masculino, los aviones sobrevolando, las cruces del último acto con las velas bien ubicadas, la aparición cual trono de semana santa del Duque antes de dar el relevo de mando generacional, y ese final de belgas decapitados puede que por Magritte antes de la oscuridad total, todo para una ambientación fuera de época que no molesta en ninguno de los cuatro actos, sumando un vestuario que me gustó por ese aire de «novecento» para el pueblo, los soldados algo más peliculeros, aunque sin entender el luto blanco de la heroína, con pantalón y calzas del siglo de oro, descalza con vestido túnica para el dúo amoroso. Me encantó el segundo acto por el juego que da la cebada, malta o lúpulo de la cervecería, brindis de ambrosía belga donde los españoles beben sin pagar, casi playa donde el castillo de arena es tumba y posterior cama de regocijo, y montaña para esconder unas armas que son necesarias para toda invasión.

Las críticas de la primera función las dejo al final, dando la razón a Aurelio M. Seco (en su Web) en cuanto a estrenar obras de autores españoles en vez de recuperar este Donizetti inacabado que dormía en el limbo de los justos de nuestra historia lírica, pero reconozcamos que poder disfrutarla en vivo precisamente en Oviedo, con ser una apuesta arriesgada, nos permitirá poder contar la experiencia. Cinco títulos para todos los gustos es como elegir el once ideal de la selección porque todos llevamos un entrenador dentro, pero al final lo que queremos es ver ganar y sobre todo que den buen espectáculo, y hasta ahora estamos en los puestos punteros, a pesar de todo lo que llevamos pasado. El futuro está por escribirse…

Un buen Duque de Alba

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Domingo 13 de diciembre, 19:00 horas. Teatro Campoamor, LXVIII Temporada de Ópera de Oviedo: Il Duca d’Alba (G. DonizettiM. Salvi). 19:00 horas. Primera función. Entrada: 15 €.

Tras 128 años volvía esta ópera de Donizetti con todo el esplendor de su lenguaje bien entendido por su discípulo Mateo Salvi que supo continuar y completar la obra del maestro para seguir sonando a puro belcanto con un reparto más que digno donde brilló la jovencísima Maria Katzarava (Ciudad de México, 1984), el Coro de la Ópera manteniendo su excelente nivel con Enrique Rueda sustituyendo de manera provisional al defenestrado Patxi Aizpiri, y una producción de la Opera ballet Vlaanderen, con una puesta en escena de Carlos Wagner que no molesta nunca en los cuatro actos, con momentos logrados, un vestuario excelente aunque sin aportar más que un intento de actualizar algo que es historia de España, y una buena dirección de Roberto Tolomelli al frente de una OFil siempre competente en el foso.

De la obra comentar que es Donizetti en estado puro con todo el drama hecho música lleno de arias hermosas para el trío protagonista, dúos, concertantes y un peso del coro tanto en escena como fuera de ella que en algún momento quedó corto exigiéndoles más volumen del necesario para compensar, pero siempre con acierto. Instrumentaciones que recuerdan su Lucía -hoy su onomástica- o Roberto, y un cuidado en la escritura vocal donde cada papel tiene su protagonismo escénico, por algo se le considera al de Bérgamo como el padre de la ópera romántica.
Amelia d’Egmont es una típica heroína operística con muchas dificultades para una soprano lírica porque requiere un buen registro grave además de todo el agudo belcantístico, y la debutante soprano mejicana Katzarava resultó perfecta para el rol, de color hermoso, emisión clara, amplia gama de matices y sobre todo un presencia escénica que eclipsó al resto del reparto. Habrá que seguir a «la Katzarava» desde ahora porque tiene mucha carrera por delante.

De sus compañeros, José Bros nos dejó un buen Marcel de Brujas, papel muy válido para su voz, más allá de la conocida aria Angelo casto e bel, aunque el color tienda a nasalizar por momentos para mejorar la emisión, lo que no quita un resultado global más que aceptable, bien en los dúos y concertantes, entregado al personaje con todo el dramatismo que tan bien sabe transmitir el tenor catalán, muy querido en Oviedo. El barítono Ángel Ódena está en un momento pletórico y mejorando con el tiempo aunque no me gusta su vibrato más allá de lo expresivo, pero reconozco que El duque de Alba es un papel grande en escena y lo defendió con solvencia, caracterizado para la ocasión como un actor de película.
Cumplieron mejor que en anteriores títulos el barítono Felipe Bou como Sandoval y el bajo Miguel Ángel Zapater como Daniele, aunque siga echando en falta la redondez de antaño. Bien las breves intervenciones del Carlo de Josep Fadó y el tabernero de Ricardo Domínguez.
La OFil sonó bien desde la obertura, bien controlada por un Tolomelli con quien los cantantes no tuvieron problemas ni por velocidad ni por dinámica.

Intentaré repetir el martes este cuarto título de la temporada, porque la obra bien lo merece y la música siempre triunfa, más con un reparto equilibrado para lo exigente de este Duque de Alba, independientemente de las licencias del argumento, a los españoles nunca nos dio miedo…

Se libraron de la horca

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Miércoles 14 de octubre, 20:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: LXVIII Temporada de Ópera. Verdi: Nabucco. 3ª función. Entrada última hora: 15 €. Fotos ©facebook Opera Oviedo.
Casi lleno para la tercera, que fue la vencida pero por lo mala que resultó con pocas excepciones, y es que este Nabucco verdiano tiene mucho que cantar, el trío protagonista tiene momentos solos donde la desnudez orquestal deja las voces tan expuestas que podemos comprobar virtudes (pocas) y defectos (muchos), el coro se erige en coprotagonista exigiendo a todas las cuerdas un esfuerzo casi sobrehumano.

Lo mejor de la velada, además del éxito de público, algo a anotar a lo largo de todas las funciones, la Oviedo Filarmonía con el maestro Gianluca Marcianó al frente, una señora orquesta de foso con una dirección que la hizo sonar plenamente italiana, limpia, con intervenciones solistas excepcionales (cello, flauta, oboe…), plena donde debía y acompañante de seda en los momentos vocales, tanto en arias como dúos, concertantes y coros, el segundo pilar donde se asentó y salvó de la horca este título.

Las voces que dirige Patxi Aizpiri son el seguro escénico siempre, con algo de cansancio en las voces masculinas que tuvieron algo de «aire» en los agudos y algo detrás de la orquesta en el segundo acto aunque seguros siempre, incluso fuera de escena (a pesar de la dificultad añadida), con algún pasaje calante rápidamente corregido. El esperado Va pensiero se quedó sólo en aseado pese al mimo con el que el director italiano llevó a la orquesta y el tempo, de hecho fue muy aplaudido pero no lo bisaron como en la segunda, dejando el momento «a capella» como lo mejor de la noche tras la travesía anterior. Un notable para este Coro de la Ópera de Oviedo.

Del elenco protagonista el Nabucco del barítono búlgaro Vladimir Stoyanov irrumpió algo pobre de presencia vocal y casi nos adormece, pero en la segunda parte logró transmitir algo de emoción, musicalidad y elegancia pese a la desigualdad de color en un grave algo forzado. La Abigaille de la soprano rusa Ekaterina Metlova resultó lo mejor, por no decir lo menos malo, del reparto, ya recuperada de su amigdalitis, con una técnica capaz de escucharla siempre en primer plano pero cuya maldad no debe ir pareja a la frialdad, lástima porque es una de las figuras que parece están llamadas a triunfar, pero faltó entrega, puede que contagiada de sus compañeros. No cuidó los finales de frase teniendo «fiato» suficiente, lo que hubiera mejorado la percepción global de su actuación.

La mezzo Alessandra Volpe cumplió como Fenena y mantuvo el tipo en los concertantes, color bien equilibrado con su «hermana», sobrada en el agudo y un grave claro sin perder color, una grata sorpresa.
Los problemas vinieron con el Zaccaria de Mikhail Ryssov, carente de registro grave verdadero, forzándolo y empañando una línea melódica bella pero con sensación de tensión en los agudos en una tesitura algo forzada. Solo al final y dominando el medio (que es lo que le quedaba) se salvó de la horca al darle una impronta de emoción y buen hacer. La Anna de Sara Rossini siempre en números conjuntos, quedó a menudo tapada en sus intervenciones por sus compañeros, y el Abdallo del tenor avilesino Jorge Rodríguez Norton breve y justo de presencia.

Trabajo me costó reconocer al ovetense y querido Miguel Ángel Zapater como el Gran Sacerdote de Baal, voz opaca y sin potencia, puede que por algún problema de salud pues conozco su trayectoria y no es lo habitual en él, carente de la rotundez a la que nos tiene acostumbrados su voz de bajo, esta vez debajo del resto y por momentos imperceptible.
El desastre lo trajo un Ismaele que no enamoró a Abigaille, pues el toledano Sergio Escobar, posee un color poco agradecido y técnica escasa que intenta suplir los agudos forzando en extremo lo que le llevó al gallo no deseado, así como problemas de afinación. Sus intervenciones siempre dieron sensación de inseguridad y desasosiego para quien suscribe. La soga pendía pero esta vez hubo milagro, aunque le paso a la nómina de los bautizados como «tenorinos», algo imperdonable cuando tenemos en esta cuerda y con menos renombre voces capaces de afrontar este rol con más solvencia.

La producción de cinco teatros donde además del Campoamor y el Jovellanos gijonés está el Baluarte pamplonés, el Principal de Palma y el St. Gallen suizo, resultó más que aceptable. Positiva la escenografía de Emilio Sagi porque nunca chirría ni molesta la acción, espejos rojos, «telón» cual arpa o barrotes, grandes estructuras y guiños históricos en las estelas o escultura inicial, y colocando las voces donde mejor pueden cantar, apoyado por el vestuario de Pepa Ojanguren, sin excesos y con detalles elegantes como el rojo de Abigaille o las túnicas más el diseño de Luis Antonio Suárez. Impecable y parte importantísima la iluminación de Eduardo Bravo al que el pongo su apellido de calificativo.

Los figurantes bien aunque no tenían grandes exigencias y cumplieron.
El viernes habrá otro reparto antes llamado joven, que seguro mejorará esta tercera, aunque arranca mi temporada oficial con la OSPA, pues este miércoles no fue el mejor día y pensé que cambiaría el argumento final pasando por la soga casi todos y sin intervención divina por ninguna parte.

Dalila sin Sansón

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Sábado 31 de enero, 20:00 horas. LXVII Temporada de Ópera de Oviedo, segunda función: Samson et Dalila (Camille Saint-Saëns). Entrada de última hora: 15 €. Fotos del autor, ©OperaOviedo y Facebook®.

Oviedo ha estado más de medio siglo esperando por recuperar este «Operatorio» como bautizó Pachi Poncela la obra del francés antes de subirse el telón, y volvía a «gallinero» como en mis primeros años, para escuchar por vez primera un título que además de lo novedoso tenía muchos acicates para escaparme al templo lírico carbayón a pesar de los truenos, relámpagos y granizo que parecieron formar parte de la propia escena. La prensa asturiana, de la que dejo algunas páginas al final, se hizo eco del último título de la temporada, y el estreno del jueves presentaba claros y nubes como la climatología.

Volvía para gozo de sus muchos seguidores asturianos el malagueño Carlos Álvarez en el rol de Sumo Sacerdote, también el australiano Stuart Skelton del que todavía recordamos su Peter Grimes hace tres años, nuestro bajo asturiano más internacional Miguel Ángel Zapater, también el recordado Max Valdés al frente de una OSPA que le sigue teniendo cerca en oficio y recuerdo, más naturalmente el protagonismo de la mezzo Nancy Fabiola Herrera en un momento dulce de una carrera bien enfocada que la hace triunfar allá donde va.

Un contratiempo salvado «in extremis» lo tuvimos con el tenor Skelton, aquejado de una infección de garganta desde hace dos semanas que en la primera función se limitó a actuar sin cantar, siendo «su voz» Dario di Vietri el feliz recambio para un rol como el de Sansón que no se encuentra fácilmente. Para esta segunda representación el italiano estuvo directamente en escena, que comentaré más adelante, y a día de hoy es probable que cante las dos que quedan, como comprobaré desde Mieres con la proyección de la tercera función en distintos puntos asturianos, una vez degustada «in situ».

El resultado global fue satisfactorio y equilibrado para una ópera sin sobresaltos, bien escrita, fácil de seguir, con momentos álgidos, movimientos escénicos conseguidos y dificultades no siempre captadas por un público que casi llenó el Campoamor, aunque no sea una obra que el aficionado conozca de memoria. La dirección de escena excelente a cargo de Curro Carreres, conjugando elementos cercanos en el tiempo (el libro del último título lo recoge perfectamente) con guiños de una calidad estética altísima subrayada por un vestuario apropiado y una iluminación apropiada aunque algo tétrica para algunos. Las fotos de la propia Ópera de Oviedo son buena muestra.

El coro que dirige Patxi Aizpiri volvió a estar a su altura, presente en casi toda la ópera fue capaz de subrayar la acción, incluso entre bastidores, algo siempre delicado y bien resuelto, o protagonizarla directamente, especialmente las voces graves en ese coro de inspiración gregoriana, más empastado que las voces blancas, que también tuvieron su intervención.

Verdadera maravilla la inclusión de los bailarines Manuel Badás y Sonia Blanco con coreografía de Antonio Perea para la Bacchanale, de una plasticidad bellísima en la parte del último acto, mientras la OSPA se mostró realmente cómoda bajo la dirección del maestro Valdés, volúmenes respetuosos con los cantantes, lirismo instrumental bien concertado y presencia sin excesos en las introducciones o la «Bacanal» antes comentada. Saint-Saëns le otorga un papel casi cinematográfico que nunca molesta y siempre se agradece incluso en el último piso, y el chileno volvió a recordarnos su magisterio también en el foso.

El elenco vocal estuvo en esa línea de equilibrio pero algo menor en los distintos filisteos solistas que no brillaron como se podría esperar. Bien el bajo ovetense Zapater en su breve intervención como viejo hebreo, llenando escena con presencia física y vocal dotada de un grave redondo sin forzar volúmenes, en parte por una orquesta comedida en matices. Destacado el Sansón di Vietri por el esfuerzo en gustar y cumplir desde una voz algo desigual en el agudo pero homogénea en el medio y grave. Su actuación fue creciendo a lo largo de los tres actos, destacando el conocido dúo con Dalila del segundo y su tercer acto atado a la columna o ese final suspendido que seguramente Skelton no hubiese mejorado. En cuanto pula detalles como la sensación calante en los pianos y cierto engolamiento, estoy seguro que volveremos a saber de él porque tiene un timbre más que agradable.

Esperado el Sumo Sacerdote Carlos Álvarez que se mostró felizmente recuperado, su timbre mantiene el color, su línea de canto es de elogiar, sigue impresionando sobre la escena pero faltando esa pizca de fuerza que asombró antes de su obligado paréntesis, y que como en otras lesiones, el miedo parece atenazar o perder confianza, aunque este papel le hace bien al barítono malagueño y resultará una buena inyección de moral.

La auténtica triunfadora de la noche fue Nancy Fabiola Herrera que encarnó una Dalila embaucadora, sensual, madura, conocedora de todos sus recursos. El aria «Primavera que comienza» del primer acto convenció aunque lo que nos respigó fue el dúo del segundo y fueron nuestros corazones los que se abrieron a su voz, incluyendo al propio Sansón. Una auténtica dama de la lírica que se volcó en un rol perfectamente perfilado.

No cabe duda que sin ser una ópera de masas, este Samson et Dalila nos dejó buen sabor de boca global, apostando de nuevo por la mezcla de títulos de siempre con otros casi olvidados e incluso algunos estrenos. Ya está avanzada la próxima temporada en la misma línea, con Walkiria, Nabucco, Bodas, Bohème y la novedad de El Duque de Alba de Donizetti que esperamos no sirva para meter miedo como a los niños holandeses, y de mantener repartos equilibrados estoy seguro que el público seguirá en aumento y la crisis seguirá supliéndose con trabajo. La calificación global de esta temporada, en la que solo me perdí Barbero, es notable.

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