Inicio

Telepatía, empatía y simpatía

2 comentarios

Viernes 9 de febrero, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Abono IV «Con-cierto Velázquez» OSPA: Myra Sinclair y Peter Pearse (flautas), Giancarlo Guerrero. Obras de J. A. Perry, F. Velázquez y Tchaikovsky.

Tras la temporada operística, volvía la OSPA a sus conciertos de abono y retomando los encuentros previos a las 19:15 en la Sala de cámara del auditorio, este viernes con el carismático director nicaragüense Giancarlo Guerrero (Managua, 1969) nacionalizado costarricense, que nos dejó con ganas de escucharle más tiempo, contagiándonos la pasión por su profesión y muchas frases que ayudaron a comprender mejor el interesante programa del cuarto abono.

De las muchas pinceladas previas, el maestro Guerrero describió a una orquesta como «un dragón de 100 cabezas», y más que luchar para dominarlo lo cabalgó cual Atreyu a Fújur en la maravillosa obra de Michael Endeverdadera lección de entusiasmo contagiado a todos que dejará un excelente recuerdo en la capital asturiana.

Manteniendo la estructura habitual de los conciertos, las dos obras iniciales eran nuevas para la OSPA que Guerrero como invitado no fue un «matrimonio de conveniencia» sino un auténtico flechazo, abriendo con Short Piece for Orchestra (1952) de la compositora y directora americana Julia Amanda Perry (1924-1979), alumna con honores de la neoyorkina Juilliard School y en Francia de Dallapiccola y Nadia Boulanger, sin batuta porque «quebré muchas» y con los años sus diez dedos dan mucho más juego, además de un lenguaje corporal donde hay mucho de «telepatía» para hacerse entender: «una buena orquesta limpia la gestualidad» y está claro que la veteranía le ha dado la razón porque esta obra es frenética y salvaje con una cuerda consistente, unos vientos cuya «discusión» fue más bien interesante debate, más una percusión atenta siempre para mediar en esta página llena de efectos que Guerrero fue desgranando y la OSPA respondiendo a cada detalle a lo largo de las cinco partes contrastantes con un material inicial atronador que iría moldeándose desde una sonoridad verdaderamente compacta para una gran plantilla en cada sección, donde vuelvo a recomendar tarima para los contrabajos, pues la espera por un concertino titular (volvía Benjamin Ziervogel con Ariadna Ferrer de ayudante) parece «Lo imposible» sin banda sonora.

El prolífico Fernando Velázquez (Getxo, 1976) que mantiene un buen entendimiento con nuestra OSPA en distintas colaboraciones para el cine o la mal llamada música ligera, es igualmente autor de más de 250 composiciones sinfónicas, y el «pintor de las bandas sonoras» se convirtió en protagonista de este abono «Con-Cierto Velázquez» al escribir una obra pensada por y para nuestra orquesta, también para el público pero especialmente para dos de los solistas más queridos de la OSPA como son «Los Pearse». El concierto para dos flautas se estrenaba el día antes en Gijón y en Oviedo ya totalmente rodado nos llenaría de imágenes que como apuntan las breves notas al programa de la profesora Andrea García Alcantarilla «podría llevar el subtítulo de Atlántico, en el que el buen hacer sinfónico se une a melodías, ritmos y maneras del folclore para conectar el Cantábrico con las Shetland y hacer que todos nos sintamos en casa». Los que llevamos casi tanto tiempo casados con la OSPA como Myra Sinclair (1967) y Peter Pearse (1968) desde 1993 juntos, conocemos sus biografías y la llegada a nuestra tierra, la californiana de sangre escocesa (Molly en «El secreto de Marrowbone») escapada estudiantil a Londres para conocer al británico, para ambos sentir su Shefield con las flautas de esta unión atlántica, podríamos decir que celta por la cercanía de las melodías en que el compositor vasco se inspira para este concierto de flautas tan folklórico y tan sinfónico (con recuerdos de Copland o Williams), donde la película la ponemos nosotros con una música que une melodías y ritmos atemporales desde una escritura «clásica» por los tres movimientos donde no faltaron las «cadenzas» de ambos solistas, cómplices en el fraseo, las respiraciones y la intencionalidad de una escritura amena que sus compañeros arroparon y Guerrero dejó disfrutar a todos. Aires cantábricos, atlánticos más allá del Cabo Peñas en otra muestra de que las nuevas obras deben programarse como lo han sido las que hoy conocemos, con la ventaja de que la novedad y el directo siempre son irrepetibles, como bien recordaba el director en el encuentro previo. Si en Perry hubo telepatía, está claro que en el Velázquez compositor la empatía fue total, y ante el éxito «Los Pearse» bisarían el movimiento intermedio desde su cadenza al final con ambos en solitario, dedicado a sus hijos y disculpando la presencia del vasco por estar en otro estreno.

Las obras «nuevas» suponen disfrutar por partir de cero, pero con las «conocidas» la labor del director se hace más complicada, ya que todos las llevamos en los genes (a diferencia de las orquestas americanas, más herederas por transmisión generacional desde la Vieja Europa) y hay que evitar «meter pimienta en la sopa» para cocinar un plato de ingredientes habituales para servirlos de otra forma. Transmitir pasión, incluso aunque se aplauda entre movimientos («no estar atado al asiento del avión» o «estar callado tras un gol»), era el reto del «dragón ruso» que Guerrero cabalgó y dominó desde la simpatía, aportando detalles propios que hicieron saborear esta gran sinfonía, casi un poema sinfónico como es la «Cuarta» de Chaikovski.

El extenso primer movimiento (I. Andante sostenuto) comenzó grandioso en los metales pero calmado para ir disfrutando desde la fanfarria inicial hasta la llegada de una cuerda tersa, siempre presente y aunada, concisa y aterciopelada ya en el primer motivo. Dinámicas muy trabajadas y marcadas con la filosofía de «el más es menos» pues el maestro nicaragüense sabía dónde indicar el dramatismo con un movimiento de cejas, de hombro o de sus diez dedos y la inspiración en el Beethoven que tanto conoce en su larga trayectoria en orquestas de medio mundo. Intervenciones de los primeros atriles dándoles libertad expresiva pero marcando fluido (una madera hoy inspirada en cada solista), balances perfectos y matices donde se escuchaba todo al detalle. El II. Andantino in modo di canzona mantendría los detalles personales, la calma y la calidad bien «cantada» por Juan Ferriol o Daniel Sánchez Velasco con una cuerda sólida, escucha total con el maestro «llevando de las manos» a una orquesta disciplinada, donde también brillaron Mascarell o las flautistas de este viernes Blanca Ruiz, Carmen Arrufat y Ana Modéjar que cumplieron con sobresaliente. Impactante el III. Scherzo: Pizzicato ostinato por la libertad con la que Guerrero dejó sonar la cuerda llena de volumen, ímpetu, precisión y entrega, apenas sin gestos, leves miradas incluso al público (me recordó al gran Temirkanov) para poder apreciar la calidad de esta orquesta con tantos quilates, redondeando nuevamente la madera esta «broma» vital del ruso o manteniendo el balance ideal con los metales,  antes de «echar el resto» en el IV. Finale: Allegro con fuoco, el culmen de esta cuarta para degustar las cualidades conocidas y mostradas a lo largo del concierto, telepatía corporal entre Guerrero y la OSPA, empatía de todos en las tres obras elegidas y simpatía necesaria para el trabajo previo que en el irrepetible directo es in plus. Tiempo ágil, rápido y exigente sin perderse ni una nota de esta magna obra sinfónica: equilibrios dinámicos muy logrados, la tensión necesaria en cada sección y el ímpetu desde el podio de un Giancarlo que exprimió hasta la última gota a la formación asturiana disfrutando y contagiando la pasión sinfónica a un público que no acude como se merece la orquesta de todos.

PROGRAMA

Julia Amanda Perry (1924-1979): Short Piece for Orchestra.

Fernando Velázquez (1976): Concierto para dos flautas.

P. I. Chaikovski (1840-1893): Sinfonía nº 4 en fa menor, op. 36 (I. Andante sostenuto – II. Andantino in modo di canzona – III. Scherzo: Pizzicato ostinato – IV. Finale: Allegro con fuoco).

Educando desde el Romanticismo

Deja un comentario

Viernes 27 de abril, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Inspiración III, abono 11 OSPA, Peter Pearse (piccolo), Cristóbal Soler (director). Obras de Schumann, Stephenson y Schubert.

Este viernes se recuperaban los encuentros con el compositor una hora antes del concierto, siendo esta vez Luis Vázquez del Fresno (Gijón, 1948) quien mantendría junto a Ana Mateo y los pocos afortunados presentes en la sala de cámara, unos diálogos sobre su vida, herencia musical desde la infancia, mayor por el lado materno, sus años de estudiante en Gijón, Madrid o París, la larga carrera de pianista, su tarea docente como catedrático en el CONSMUPA asturiano, y el siempre compositor rompedor en su momento, conocedor de las llamadas vanguardias en primera línea que no hubo de abrazar sino simplemente estudiarlas para tener un lenguaje propio que como la propia vida, tiene distintos momentos. El maestro gijonés es «compositor invitado» esta temporada, pudiendo escuchar en diciembre la suite Florilegio del alba de su ópera La Dama del Alba que todos esperamos escuchar en vida, contándonos una primicia: el contratenor Carlos Mena ya tiene su partitura para ser «La peregrina» pues su voz de contralto es perfecta para el personaje, con más de cuatro mil compases escritos donde solo pidió al compositor cambiar dos notas… lógica de quien conoce la voz humana y escribe como músico.

Para el undécimo de abono tendríamos de nuevo a Don Luis (al que conocí en su faceta de pianista y compositor en la Filarmónica de Mieres allá por los inicios de los años 70) con la «Primera serie orquestal» del Álbum de la Juventud, op. 68 (selección) de Schumann, de la que también nos habló contándonos la peripecia que relata el autor de las notas al programa Ramón Avello en El Comercio de la partitura original que dirigiese Benito Lauret a la Orquesta de Cámara de Asturias (después OSA, Orquesta Sinfónica de Asturias con Víctor Pablo Pérez, predecesora de la actual OSPA), quemándose en un enero de 1979 fatídico los bajos del Campoamor con instrumentos y parte del archivo de la orquesta, entre otros papeles, la partitura original y las ‘particellas’ de esta obra de Vázquez del Fresno, cual fuego purificador, pues el autor a partir de una grabación casera en cassette (como lo hacía yo con él en Mieres) rehizo la orquestación con la visión y oficio que dan los años y la experiencia.

La obra de Schumann dirigida por Cristóbal Soler (debutando con la OSPA aunque conocido en el foso del Campoamor en la temporada de zarzuela) sería la que abriría velada, selección de esta obra de piano de la que el maestro Vázquez del Fresno contó su acercamiento en París tras arduo trabajo con el Dante de Liszt, y cómo su profesora le dijo la dificultad que entrañaba esta aparente obra didáctica, música pura más allá de los títulos, así que el orquestarla vendría tanto de oficio y conocimiento de la partitura como del espíritu docente en tanto que resulta ideal para su interpretación por parte de orquestas de conservatorio como el propio Vázquez del Fresno comentaba en la conferencia. Nueve números, breves, bien elegidos y orquestados que «engrasan» tanto a la formación en plantilla habitual como a las secciones que tienen todas su protagonismo, con exigencias que desde el podio hacen predominar unas u otras en auténtico trabajo de orfebre, un «piano sinfónico» posibilitando distintas dinámicas y planos imposibles en las teclas pero soñadas y sonadas en la orquesta del director valenciano, múltiples colores de la composición original que un músico global como el gijonés ha llevado a lograr lo imposible, en el mismo camino que Rueda con Albéniz por citar a un contemporáneo suyo que también la OSPA ha interpretado. El público que acudió en mayor número que anteriores conciertos, aplaudió la «revisión» de estas piezas obligando a salir y saludar al profesor Vázquez del Fresno.

Peter Pearse es el flautín de la orquesta (entrevistado en OSPA TV) y buen representante de la calidad de todos sus solistas, a los que se les da la oportunidad de dar el paso al frente para un concierto con ellos, caso del Concertino para piccolo, cuerda y clave (1979) del inglés Allan Stepheson (1949), obra y solista que derrochan amabilidad, simpatía, carácter afable y gracejo, casi un juguete lleno de humor y delicadeza con cuerda de casa y clavecinista también conocida en un verdadero transporte al pasado barroco «revisitado» más que revisado, maravilloso comprobar la belleza sonora del instrumento más pequeño de la orquesta cuando se escribe y ejecuta con la maestría del undécimo de abono. Guiños de humor a obra y compañeros desde el Allegro amabile, recuerdos clásicos con aires de pavana francesa del hermoso Molto lento y la virtuosa última Marcha: Allegretto. Impresionante la sección de cuerda de la OSPA junto al «contrapunto» del clave de Silvia Márquez redondeando una obra de nuestro tiempo con aromas académicos y regustos románticos.
No digamos la propina de Bach y su Badinerie de la Suite nº 2 (aún fresca en el oído) en octava aguda y ornamentada con el gusto y pureza sin estridencias de un flautín de cuento junto a una OSPA aún más de cámara, ideal con el Maestro Soler que la llevó con claridad y dominio. Ramo de flores de Myra Pearse para su esposo y colega junto a todo el cariño de un público y compañeros de la orquesta que le aplaudieron largamente.

El siempre necesario de escuchar Franz Schubert ocuparía toda la segunda parte, de nuevo con la plantilla habitual de la orquesta asturiana y el invitado maestro Soler (entrevistado en OSPA TV) llevándola literalmente de la mano, delicadeza y firmeza, primero con Rosamunda: obertura, D. 644 de ideas claras en discurso, tiempos y sonoridades, para leernos a continuación el maestro valenciano la carta de Franz a su hermano Ferdinand al inicio de su enfermedad, cuya muerte le llegaría en plena composición de la Sinfonía nº 8 en si menor, D. 759 “Inacabada”, una escucha que nos dejó con la sensación de plenitud y gratitud, todo en su sitio interpretado con naturalidad fluyendo en todos. Y es que no pueden faltarnos los grandes sinfonistas a lo largo de la temporada, son nuestra memoria colectiva y casi obligados para toda formación orquestal, más cuando se les hace trabajar con seriedad, disfrutando del sonido claro y preciso de cada familia orquestal en el punto adecuado, con la búsqueda y elección de la tímbrica justa con las dinámicas y balances deseados.

La obertura del ballet ayudó a «completar» este Schubert vienés con unos matices capaces de acallar toses y disfrutar «pianissimi» emocionantes, brillando especialmente el oboe de Juan Pedro Romero, el clarinete de Andreas Weisgerber, el trío de trombones y de nuevo esa cuerda «marca de la casa» donde los violonchelos pusieron la voz a la conocida melodía de «la inacabada», paso del clasicismo al romanticismo que nunca muere cuando se le interpreta como este viernes.

Lunáticos en el Museo

2 comentarios

Jueves 21 de enero, 19:00 horas. Museo de Bellas Artes de Asturias, Oviedo. Conferencia «Pierrot Lunaire, la actriz y el pintor de sonidos» a cargo de María Sanhuesa. 20:00 horas, Concierto (extraordinario) OSPA en el Museo: Pierrot Lunaire, Op. 21 (Schoenberg): Rossen Milanov (director), Fernando Zorita (violín), María Moros (viola), Maximilian von Pfeil (violonchelo), Peter Pearse (flauta y flautín), Andreas Weisgerber (clarinete), Antonio Serrano (clarinete bajo), Patxi Aizpiri (piano), Anna Davidson (soprano).

En plena celebración de las bodas de plata de nuestra orquesta y programando conciertos en distintas ubicaciones, el recién ampliado Museo de Bellas Artes de Asturias siempre abierto al arte global, acogió en la zona nueva una jornada lunática digna de recordar, comenzando con la conferencia de la doctora Sanhuesa que fue más allá de las notas al programa tituladas «El retrato oscuro», con un lleno preparando el posterior concierto (y colas desde media hora antes), que nos enseñó, como buena docente que es, no solo a entender la muerte del Romanticismo en 1912, año del estreno de este Pierrot Lunaire, recordando al Schoenberg pintor que dudó por esta disciplina en vez de la «orfeística», preguntándonos si alguna vez hemos tenido ganas de matar a alguien, toda la carga satírica y crítica de una María siempre completa e inspirada, inquiriéndonos si podríamos matar el claro de luna… la respuesta estaba en el viento, imágenes y sonidos, Caspar Friedrich y el Werther de Massenet, Debussy y la Salomé de Richard Strauss, ya cercana a un año histórico, también recordando cuadros de nuestro Evaristo Valle, de Picasso o Juan Gris y hasta Botero con pierrots y arlequines músicos y las referencias al «futurismo asesino» para hacer música en el museo, poner sonido a la imagen, cultura de la que siempre estaremos hambrientos, la evolución de la Commedia dell’Arte y su inspiración artística mostrando también el lado oscuro de esta fuerza atesorada por un lunático Pierrot capaz de matar a cosquillas su Colombina, tortura o violencia sin géneros, incluso recordarnos qué es la triscadecafobia desarrollada por un Schoenberg al que la numerología puede apagar la luna poniendo luz pantonal (mejor que atonal y con la carga que hoy tiene el término «pantone«) en una obra centenaria que sigue asombrando.

Milanov se puso al frente de sus músicos trayendo del «otro lado del charco» a una soprano norteamericana cual Pierrot contemporáneo interpretando los versos franceses de Albert Guiraud traducidos al alemán por Otto Erich Hartleben y encargados por  Albertine Zehme, una actriz del melodrama (desde la acepción de palabras con música) a un Schoenberg siempre rompedor capaz, de conseguir lo máximo desde lo mínimo en unos tiempos de crisis totalmente actuales. Un placer poder seguir los textos en la revista trimestral de la OSPA con su correspondiente traducción al español, tres veces siete, veintiún melodramas de 12a estrofas vestidos por siete -en vez de cinco- enormes instrumentistas (donde Zorita sustituía a la programada María Ovín, baja por lesión) para ir recreando paisajes llenos de expresionismo, simbolismo y decadentismo, críticos con un romanticismo trasnochado, despojándolo de las lunas convertidas en inquietantes círculos rojos, desmenuzando cada texto algo falto de la fuerza vocal del sprechgesang (“canto hablado”) en momentos puntuales -y yo estaba situado a menos de cinco metros- pero inmenso con unos solistas a los que Schoenberg trata con un lenguaje contrastante, arisco y melódico desde un concepto tímbrico, combinaciones sonoras bien resueltas por los siete magníficos. Momentos álgidos en cada grupo de siete como Der Dandy vertiginoso, Rote Messe contrastado con madera y piano trémulos a la vez que escalofritantes, y Heimfahrt verdadera «vuelta a casa» de cálida madera y saltarinas teclas bien asentadas para una voz más cantada que hablada, tres ejemplos con cargas emocionales llenas de pinceladas nocturnas sin luz de luna.

Descubrimiento especial el «fichaje» cellístico von Pfeil o las sonoridades de Serrano en el clarinete bajo, la confirmación de los conocidos con un Pearse pletórico en un flautín desgarrador, un Weigerber incisivo, la recuperación del Aizpiri pianista con tanto trabajo sustentando cada cuadro, y un dúo ZoritaMoros recordando texturas olvidadas y corroborando el impresionante momento que estos músicos de la OSPA atraviesan en esta temporada plateada cual luna llena. Al maestro Milanov se le nota feliz con estos repertorios y apuestas por escenarios que terminarán siendo habituales para la música, siente esta música más que otros periodos, puede que sus carencias queden compensadas con conciertos arriesgados, y este de Schoenberg lo era. Cierto que sus músicos responden aunque los invitados parecen quedar en segundo plano, caso de una Davidson que luchó por sentir este Pierrot desde el poderío de unos textos alemanes muy exigentes, demasiado «pegada al papel» y esperando más escena. Mezclar lo grotesto, lo ligero, lo sentimental, parodia e ironía, horror y absurdo, no es tarea fácil, pero los cinco que fueron siete nos hicieron pasar por todos los estados posibles superando con creces lo esperado y alcanzando un éxito impensable para muchos lunáticos que hoy poblábamos el museo.

Cuentos musicales

Deja un comentario

Domingo 29 de abril, 19:00 horas. Centro Cultural CajAstur, Mieres. La Tortuga y la Liebre y otros cuentos musicales. Peter Pearse (flauta), Juan Ferriol (oboe), Iván Cuervo (clarinete), David Rosado (trompa), John Falcone (fagot). Letra: John Falcone y Katerina Falcone Bessedova, Música: John Falcone.

Qué bueno hacer buena música actual y además divertir, formar al público de mañana desde una agrupación de cámara como el quinteto de viento que transmiten alegría en cada una de las notas escritas por los Falcone (padre e hija). Quisiera haber escrito más tipo «Musícame un cuento» o «Musiquéame» para no perder el hilo, tampoco el halo. Pequeferia, niños de todas las edades, padres sin hijos, hijos con madres, ambiente familiar en una fría y lluviosa tarde de abril. Diversión y didáctica en estado puro para narradores de acentos varios (¡todo un descubrimiento Iván!) y melodías corroborando las historietas de Hamelin no sólo flautista, serpientes, arañas, gatos resfriados, los relatos de una escoba pariente de Dukas, ríos cantarines, las ya famosas Fiufas (geniales cucarachas costaricenses que acabarán engordando con tanta fumigación) y cómo no la liebre Peter y la tortuga John, delicias musicales per se y más iluminadas por los cuentos, músicas contadas y cuento musicados.

Lástima que no acudió ningún alumno de los míos… a los que terminaré llevando directamente al Auditorio para disfrutar con la OSPA, pero esta vez era el aperitivo perfecto.