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De sópitu

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De Sópitu. Forma Antiqva, Pablo García-López (tenor), Aarón Zapico (idea, selección musical y arreglos). Sello: Zapico Records. Tiempo total: 61:30. Libreto en asturiano, castellano e inglés. Ref.: ZAP001

(Reseña escrita desde el teléfono y enviada a LNE del viernes 21, con el añadido de los links siempre enriquecedores, tipografía que no siempre la prensa puede adaptar, y fotos propias)

En la tarde de ayer jueves se presentaba “De Sópitu” en la Sala de Cámara del auditorio ovetense el último trabajo de Forma Antiqva, con sello propio en el amplio sentido de la palabra, y en el mismo lugar donde se realizó la grabación el pasado mes de junio con la producción de Fernando Arias (sentado entre el público) que salía a la venta y ya pude escuchar con detenimiento.

Aarón Zapico, el ideólogo de este proyecto (del que ya disfrutaron en vivo durante el Festival Internacional de Santander allá por junio de 2023 en Torrelavega y Noja , más en el ciclo CIMCO el pasado 13 de junio), estuvo acompañado por sus dos hermanos Pablo y Daniel, junto a Ismael G. Arias y la periodista María Herrero ejerciendo de presentadora y amiga de todos (también estudió música con los Zapico), sonsacándoles algunos secretos e interioridades de este trabajo, desde la selección, búsqueda en archivos, descartes y aciertos, hasta la recuperación del rigodón de Santiago de Murcia, titulado La asturiana, en la Biblioteca Nacional por parte de Pablo, que junto a Daniel la reconstruyeron (e interpretaron en vivo).

No faltó el hermanamiento de las Cuencas con el socarrón Mael añadiendo anécdotas de su Teverga y los ancestros de unas canciones sin fronteras, el garrotín más asturiano (cantado por la Lola con El pescadilla) y Beethoven cuya marcha escocesa seguro “ye nuestra”, pues la historia bien pudo pasar por Requejo (el alcalde de Mieres Manuel Álvarez, también presente en la sala, asentía y sonreía).

Producto de los Zapico de principio a fin, desde la grabación en la propia sala de cámara con el “sonido Arias” impecable con discográfica propia, un libreto trilingüe (asturiano, castellano e inglés) y las bellas fotos y diseño de Ricardo Villoria.

Música inédita, fresca, valiente y original en su concepción, música que nos pertenece a todos desde la óptica siempre abierta de la formación asturiana, con aires barrocos siempre tan actuales, el disco recoge 24 cortes alternando páginas instrumentales y vocales con el “fichaje” del tenor cordobés Pablo García-López (el último Don Basilio de las bodas mozartianas en la Ópera de Oviedo) a quien habrá que adoptar para la gran familia Zapico que sigue creciendo y enriqueciendo un repertorio de lo más exportable, muy recordado en la presentación (cantando estos días “La flauta mágica” en Tours), quien nos dejó grabado en vídeo un afectuoso saludo desde la ciudad francesa, con la gratitud y toda su entrega, además de la emoción vertida en este proyecto desde sus inicios.

Interesante la selección y arreglos de distintos temas del folklore asturiano, cántabro, leonés y hasta irlandés, la inspiración desde los tiempos de estudiante en La Haya del mayor de los hermanos, donde pudo beber de las fuentes originales que incluían la herencia de la llamada música popular, el folklore que ya utilizaron Händel (Sinfonía de los pastores), Purcell (Danza de los marineros) o Matteis (Danza según el humor escocés), pero también nuestros Martín Codax (Ondas do mar de Vigo), Gaspar Sanz (Marionas), Santiago de Murcia (Rigodón) y si me apuran hasta el mismísimo Rimsky-Korsakov con la Alborada y el Fandango que también aparece “De repente”, páginas que estaban esperando en carpetas desde 2016 para crecer en Pandemia y finalmente salir para hacerlas sonar. También pudimos ver un par vídeos de la grabación (más el tráiler de promoción en las redes sociales) donde seguir disfrutando del repertorio atemporal que se ha reunido en este disco compacto.

La alternancia de temas nos dejan unas combinaciones plenamente internacionales, instrumentalmente con el cello de Ruth Verona, a quien hace tiempo le cambié el apellido por Zapico (es la “cuarta hermana” de la formación de los langreanos desde los inicios), capaz de emocionarnos en un canto melancólico introductorio alternando con el rítmico de la muñeira de Chantada donde las flautas del astur-leonés Alejandro Villar aportan ese matiz celta (comentado por Ismael con el asentimiento de Lisardo Lombardía (uno más entre el numeroso público asistente). Las músicas que Aarón Zapico recogió, tras consultar con Mael, su hija Sara, Miriam Perandones o Héctor Braga, amalgaman páginas reconocibles por todos los “omnívoros musicales” que siempre tenemos presente lo cercano, «desentrañando las raíces» de unas melodías tan apegadas al terruño. Por supuesto la percusión de Pere Olivé, otro “imprescindible” de Forma Antiqva junto a los tres hermanos (Aarón en el órgano, Dani con la tiorba y Pablo a la guitarra barroca y el archilaúd), redondean el orgánico de este proyecto que patrocinado por la Consejería de Cultura, Política Lingüística y Deporte del Principado de Asturias ya queda para la posteridad de nuestro patrimonio.

Punto y aparte merece el tenor cordobés, ya adoptado porque parece de Mieres por su impecable dicción y musicalidad (“El señor cura de la Piñera”, “Tengo al mio Xuan en la cama” o esa joya intimista que es “¡Que m’escurez”), recitando “Una fatal ocasión” (mientras suena por debajo “Mangas verdes” y “La giga de nadie” de John Playford), junto a la emocionante interpretación de “Santa Barbara bendita” que cierra el disco (y la presentación en vídeo), pero igual de bien con el galaicoportugués del trovador Martín Codax (con Villar a la zanfona) y hasta el inglés del “Danny Boy” gaitero rezando por las montañas y casi invitándonos a tomarnos unas pintas (o unos culines en Requejo).

De momento lo podrán escuchar en Córdoba aunque los Zapico no paren: una “Vivaldiana” el próximo 6 de marzo en Los Conciertos del Auditorio o ya el 1 de julio en una romería gijonesa dentro del Festival de Música Antigua. Lo que sí podemos decir, con más de 20 años a la espalda, como preguntaba María, Forma Antiqva son «Marca Asturias» y un activo a mimar plenamente exportable.

Encanto leonés

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Miércoles 5 de febrero, 20:30 horas. Auditorio Ciudad de León, «León En canto». Recital lírico: Sylvia Schwartz (soprano), Pablo García-López (tenor), Simon Lepper (piano). Recital de canto de varios autores y estilos. Entrada: 10 €.

Viajar a León desde Asturias es como visitar al vecino, y hoy en día las comunicaciones hacen más rápida esta escapada a la meseta, reforzando vínculos con nuestro histórico Reino Astur-Leonés. Quienes me leen conocen los muchos conciertos en la capital castellana y las amistades de las que presumo, a las que este primer miércoles de febrero recordé con esa mezcla de alegría y tristeza que da «pasar lista» y comprobar que muchos se han mudado al auditorio celestial. Pero la música sigue siendo la mejor terapia y queríamos estar en el cierre de este ciclo de tres conciertos de voces conocidas (y por descubrir).

Foto ©Pablo García-López

Interesantes los intérpretes y el programa elegido, un viaje de amores y desamores como presentó mi querido tenor de Villaralto, al que escuché unos días antes en Oviedo. Con el inglés Simon Lepper, uno de sus pianistas de confianza, el recital arrancaría con el siempre complicado y aparentemente sencillo Mozart en su lengua natal, la que Pablo García-López maneja a la perfección tras varios años en Berlín, y el lied An die Freude K. 53/47a, verdadera alegría esta tarjeta de presentación con el reconocido tenor mozartiano antes de los siguientes números con la soprano internacional Sylvia Schwartz (Londres, 1983) a quien aún no había tenido ocasión de escuchar en vivo, y enamoraría al público con estas arias de concierto elegidas: Dans un bois solitaire K. 308, Abendempfindung K. 523, bellísimas en ejecución compartida con Lepper, y otro tanto en Ridente la calma K. 152, recordando mi integral de la gran Elly Ameling que tantas horas escuché (y dejo como siempre en los enlaces o links).

Simon y Pablo han compartido mucho Schubert y no podían faltar de sus lieder la conocida Die Forelle escurridiza pero bien reposada para apreciar tanto el piano como la pegadiza melodía, más el Auf  dem Wasser zu singen, D. 774, simbiosis perfecta de poesía y música de protagonismo mutuo, con el cordobés que ha ganado graves sin perder su inconfundible color y la musicalidad contagiada desde el piano, antes de la célebre serenata Ständchen de una Schwartz en perfecta interpretación por proyección y dicción (el alemán es su segunda lengua), con el piano seguro y reconfortante de Simon. Faltó la «autodescriptiva» An Sylvia pero no el hermoso «trío» Licht und Liebe D. 352, luz y amor de empaste ideal con dos voces en estado de gracia y el piano coprotagonista del siempre ideal Schubert para estos tres intérpretes.

En un recital lírico no podían faltar Rossini o Donizetti y siguiendo con los dúos para cerrar la primera parte: otra serenata, de «las tardes musicales» la duodécima Mira la bianca luna del primero, exigente en el amplio registro de las voces pero bien ejecutada por tenor y soprano, incluso semiescenificada, más Una parola, O Adina (de «L’elisir d’amore»), «la orquesta» de Lepper con Pablo-Nemorino y Sylvia-Adina haciéndonos viajar a tantos elixires con ese punto de partida amoroso desde el recitativo… Qué buena pareja vocal por entendimiento, sonoridad y sobre todo musicalidad, dramatización incluida.

La segunda parte plenamente española uniría autores que son nuestros «liederistas» sin complejos, escrituras musicales para unos textos que son poesía pura donde el piano dialoga con la voz, y así  fue con Enrique Granados para gozar con la elegancia canora de Sylvia Schwartz capaz de unos pianissimi increíbles, de jugar con picarescas y dolores, temores infundados, verdaderos retablos sonoros en miniatura: Amor y Odio, El Majo tímido , pero sobremanera esa queja que es La Maja y el Ruiseñor, unas «Goyescas» pianísticas del inglés con canto ornitológico en el Bösendorfer©  iluminadas cual tapiz dorado por la soprano española logrando la magia del silencio en el auditorio leonés. Hay versiones de referencia (están enlazadas) pero lo escuchado este miércoles me quedará a buen recaudo por esta voz e interpretación tan personal, honda y única.

Reconozco que debemos escuchar más a Eduard Toldrá porque sus canciones siguen emocionando, más con este tándem García-Lopez / Lepper, entrega del tenor y pasión al piano entendiendo las tres páginas elegidas, válidas para hombre o mujer, pero siempre recreadas además de integradas al repertorio por el dúo anglo-española a cual mejor: La zagala alegre, Madre unos ojuelos vi y Después que te conocí, paladeo de todas las letras, interiorización y dramatización con el gusto tanto del compositor catalán como de la pareja hispano-inglesa, y tres partituras que el cordobés tiene en su curriculum discográfico (y ya nos encantase en su momento con otro gran pianista como Aurelio Viribay), para reafirmarse en el siempre irrepetible directo.

Hay que seguir reivindicando la zarzuela como patrimonio de la humanidad y nada mejor que seguir programando páginas populares y reconocibles por todo el mundo como las «endiabladas» Carceleras de «Las Hijas del Zebedeo» (Chapí) donde poder escuchar todo lo escrito para un registro y color que Schwartz asumió con total respeto a la partitura junto a la reducción orquestal al piano de Lepper, impecable por ambos, o esa Bella enamorada («El último romántico» de Soutullo y Vert) con un García-López pletórico en todo el registro, matizado a más no poder junto a este español adoptado para el piano en este género, antes de cerrar la velada con el famoso dúo de «El Gato Montés» (Penella), Torero quiero ser de Pablo-Rafaelillo y Sylvia-Soleá, contagiándonos alegría, amor y escena por parte de los tres intérpretes, una «faena redonda» con todos los trofeos para poder salir a hombros por la puerta grande ante tanto arte sobre las tablas.

La propina más zarzuela con el «trío»: Ese pañuelito blanco de «La Chulapona» (Moreno Torroba) para ya avanzada la noche salir del auditorio leonés contagiado por la magia lírica de grandes artistas que triunfan fuera de nuestras fronteras, proseguir tertulia local con alumnado y profesores de canto y piano, amigos unidos por la música, esperando que los llamados programadores culturales apuesten más por el talento español que quedó demostrado con creces en este recital.

Unas bodas elegantes

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Sábado 25 de enero de 2025, 19:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: LXXVII Temporada de Ópera. W. A. Mozart (1756-1791): «Le nozze di Figaro», KV 492, ópera bufa en cuatro actos con libreto de Lorenzo Da Ponte (1749-1838).

(Crítica para OperaWorld del domingo 26, con fotos de la Ópera de Oviedo y propias, más el añadido de los siempre enriquecedores links y la tipografía que no siempre se puede utilizar)

La septuagésimo séptima temporada de ópera ovetense baja el telón con «Le nozze di Figaro», uno de los grandes monumentos del arte occidental como se ha calificado esta ópera de Mozart con libreto de Lorenzo Da Ponte, el mejor maridaje de texto y música para la escena y con la que hemos podido cerrar en la misma temporada la llamada “Trilogía de Beaumarchais”, tras “El barbero” rossiniano de octubre y «La mère coupable» de Milhaud en una adaptación para jóvenes coproducida por la Fundación Ópera de Oviedo y el Festival de Santander esta misma semana.

Cerrar ciclo con estas bodas tan queridas en la capital asturiana (se ha representado en siete ocasiones desde 1966) y con un cartel que podemos calificar “de casa”, siempre llama al aficionado que llenó el teatro, contando con nuestro internacional Emilio Sagi, sinónimo de calidad en la fiel escena sevillana, sumándole el elegante vestuario de Gabriela Salaverri, el foso con Oviedo Filarmonía y su titular Lucas Macías, el Coro Intermezzo, y finalmente un doble reparto vocal, casi todo él bien conocido en Oviedo, demostrando que hay materia prima para una representación equilibrada que apuesta sobre seguro con esta producción belga encajada muy bien en las tablas de un Campoamor siempre complicado por sus dimensiones pero resistiendo incluso montajes como el que pudimos disfrutar en «Aída», también comentado aquí, aunque siga reclamando maquinaria de nuestro tiempo. Estamos por tanto ante «La ópera perfecta” que respeta la época pero sigue siendo tan actual por su planteamiento y crítica social desde la sátira, deleitándonos con el equilibrio formal de un Mozart en plena madurez que conjuga el tempo dramático (cuatro actos para una folle journée) con el musical desde su inigualable genio compositivo.

En esta ópera de enredos, infidelidades, líos, amores y desamores, no falta el elemento lúdico que nos hizo disfrutar cada número de los 28 donde Mozart escribe para todos los personajes y para una orquesta que brilló en el foso comandada por Lucas Macías que arriesgaría en los tiempos: los rápidos para “tirar de las voces” (obligándolas a respiraciones muy ágiles) y los lentos para disfrutarlas (más matizadas también), con dinámicas exigentes que desnudan el volumen individual para poder proyectarse a todo el teatro, así como unos recitativos sin apurarse, con el clave de Borja Mariño siempre en su sitio. Hasta la propia Sevilla la entiende Sagi como un personaje más, y la figuración, a cargo del propio Coro Intermezzo, igual de apremiado en los tempi pero bien afinado y empastado, habla con las manos como si Asturias fuese prolongación natural de Triana, con intervenciones siempre presentes (“Giovani liete, fiori spargete” del acto primero más el tercero con las chicas en “Ricevete, o padroncina”). Incluso el fandango del tercer acto, con Nuria Castejón al frente de un excelente cuerpo de baile de cuatro parejas, mantuvo con las castañuelas bien tocadas, una escena que puedo calificar de elegante por todo, hasta por la cuidada iluminación de Eduardo Bravo capaz de transmitir visualmente la mañana, el mediodía con los soleados ventanales laterales, la boda en el interior del Castillo de Almaviva, y la medianoche con luna llena en un jardín donde escuchamos hasta los grillos.

Once voces con distinto peso argumental y vocal, números individuales (diez arias, dos cavatinas y una arieta) y de conjunto (cinco duettinos, un dúo, dos tríos, un sexteto, tres coros y tres conjuntos finales), todos con sus momentos de gloria, pues la música de Mozart no tiene nada secundario y cada página es maravillosa y por todos conocidas, haciendo difícil quedarse con una sola. Hasta la “dosificación” de los personajes está cuidada buscando una trama ligera que fluye toda ella desde la impresionante y famosa obertura para asentar la orquesta que nos lleva al primer dúo con los futuros contrayentes midiendo la habitación prestada por el Conde antes de alzar el sobretelón.

El Fígaro del onubense Pablo Ruiz fue creciendo a lo largo de la obra, aún centrándose en el primer acto hasta el convincente “Tutto è disposto – Aprite un po’ quegl’occhi» del cuarto, bien de volumen, timbre atractivo y encajando poco a poco el aire con la orquesta, además de mostrar buen empaste tanto con Susanna como en los conjuntos, y escénicamente siempre desenvuelto. La argentina Mercedes Gancedo fue la pareja ideal, una Susanna de presencia continua, plenamente asentada sobre las tablas desde sus dos duetos iniciales junto a Fígaro o el inicio del acto tercero con el Conde (“Crudel! perché finora”), y más dúos con las voces blancas de Marcellina, Cherubino o la Condesa (en la “Canzonetta sull’aria” de color vocal no siempre diferenciado, pero cantado por ambas con mucho gusto), bien solventadas las parejas sin olvidarme de la simpatía mostrada en su aria “Venite inginocchiatevi” del segundo acto.

El noble matrimonio protagonista fueron los Condes de Almaviva encarnados por José Antonio López y María José Moreno. El barítono valenciano de presencia tanto física como vocal impecable nos dejaría el recitativo y aria “Hai già vinta la causa – Vedrò mentr’io sospiro” del tercer acto bien matizada, siempre melódico de fraseo contundente y sin problemas de volumen con el foso. Mientras tanto la soprano granadina interpretó las distintas emociones que atraviesa su personaje: pícara y enamorada en sus arias -las más serias y exquisitas de la ópera- luciéndose en su aparición del segundo acto con la siempre agradecida y bellísima  “Porgi amor” y el “Dove sono” del tercero, amén de los finales concertantes donde su voz estuvo siempre presente.

Una de las alegrías de estas bodas ovetenses fue el Cherubino de la mezzo italiana Anna Pennisi, delicada y muy expresiva, cuyas inseguridades amorosas de su papel no lo fueron al cantar sus dos arias (Non so più cosa son del primer acto y la famosa Voi che sapete del tercero). Simpatía escénica, de bello color que siempre ayuda, como en el dúo con Susanna (“Aprite presto aprite”) o el conjunto final.

También triunfó el Doctor Bartolo del bajo colombiano Valeriano Lanchas por su presencia vocal (muy aplaudida “La vendetta”) y actoral. La Marcellina de la mezzo neoyorquina -de origen cubano- Alexandra Urquiola (debutante en Oviedo) aportó tanto color en el dúo con Susanna como en los siempre “complicados conjuntos” finales del segundo y cuarto acto, con mucha musicalidad en su aria final “Il capro e la capretta ” delante del sobretelón, tras el aria de quien nunca falla por pequeño que sea su personaje: la soprano tinerfeña Ruth González y una Barbarina que no dejó indiferente en su cavatina “L’ho perduta”.

El tenor cordobés Pablo García-López como Don Basilio volvió a demostrar lo bien que le van estos personajes cómicos y el color tan mozartiano a forjado a lo largo de años. Resuelto escénicamente y de suficiente presencia vocal tanto en su aria “In quegl’anni in cui val poco” del cuarto acto como en el trío con Susanna y el Conde (“Cosa sento! tosto andate”), aunque algo mermada en el sexteto del tercero o el exigente número final.

Credibilidad por simpatía, talento y volumen el del bajo malagueño Luis López Navarro con un Antonio jardinero que aporta a los conjuntos esos graves para equilibrar siempre la escena. El tartamudo Don Curzio del tenor tinerfeño David Barrera cerró el elenco donde todos tienen su protagonismo y calidades, mayores o menores pero buscando siempre lo mejor desde un arduo trabajo que nunca finaliza con cada función(aún quedan tres más y el segundo reparto de los llamados “Viernes de ópera”).

Estas bodas tan “de casa” han sido, además de elegantes, muy equilibradas, pues si algo marca las diferencias son sus grandes finales: el del Acto II a partir del “Esci ormai” que va sumando voces desde dos a siete (una de las grandezas de Mozart) sin decaer ninguna, más el gran final “Pian, pianin le andrò”, agitado, vivo, con el foso empujando y los personajes que se van tendiendo trampas unos a otros hasta ese esperado y deseado final donde no hace falta comer perdices para ser felices cayendo el telón de mi temporada operística.

FICHA:

Sábado 25 de enero de 2025, 19:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: LXXVII Temporada de Ópera. W. A. Mozart (1756-1791): «Le nozze di Figaro», KV 492, ópera bufa en cuatro actos con libreto de Lorenzo Da Ponte (1749-1838) basado en la comedia “La folle journée, ou Le Mariage de Figaro” (1778) de Pierre Augustin Caron de Beaumarchais. Estrenada en el Hofburgtheater de Viena el 1 de mayo de 1786. Producción de la Opéra Royal de Wallonie. Alkor Edition Kassel GmbH.

FICHA TÉCNICA:

Dirección musical: Lucas Macías Navarro – Dirección de escena: Emilio Sagi – Diseño de vestuario: Gabriela Salaverri – Diseño de escenografía: Daniel Bianco – Diseño de iluminación: Eduardo Bravo – Coreografía: Nuria Castejón  Director del coro: Pablo Moras.

REPARTO:

El conde de Almaviva: José Antonio LópezLa condesa de Almaviva: María José MorenoSusanna: Mercedes GancedoFigaro: Pablo RuizCherubino: Anna PennisiMarcellina: Alexandra UrquiolaDoctor Bartolo: Valeriano LanchasDon Basilio: Pablo García-LópezDon Curzio: David BarreraBarbarina: Ruth GonzálezAntonio: Luis López Navarro.

Oviedo Filarmonía

Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo).