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Plácido Domingo 40 años después

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Plácido Domingo regresa a Oviedo después de 40 años para ofrecer una Gala extraordinaria junto a Sabina Puértolas, Ismael Jordi, Oliver Díaz y la OFIL

Cuarenta años después de su última actuación en Oviedo, el legendario artista y Premio Príncipe de Asturias de las Artes, Plácido Domingo, regresa a la ciudad el próximo 10 de enero para protagonizar una Gala extraordinaria en el Auditorio Príncipe Felipe.

El concierto, que cuenta con la colaboración de la Fundación Municipal de Cultura de Oviedo y el patrocinio de Riesco Abogados y Grupo Resnova, reunirá además en el escenario a la soprano Sabina Puértolas y el tenor Ismael Jordi, bajo la dirección del maestro Oliver Díaz al frente de la Orquesta Oviedo Filarmonía

En palabras del propio artista, “regresar a Oviedo después de tantos años, me produce una gran emoción. Esta ciudad ocupa un lugar muy especial en mí y me trae recuerdos memorables de los inicios de mi trayectoria artística en España. Estoy feliz de volver en este momento de mi vida”, ha señalado Plácido Domingo.

El programa, especialmente seleccionado para la ocasión, recorrerá algunos de los momentos más emblemáticos del repertorio operístico y sinfónico, combinando la fuerza de las grandes arias con la complicidad de los dúos y la elegancia de las obras orquestales. La presencia de Sabina Puértolas e Ismael Jordi, dos de las voces más destacadas del panorama lírico español, completa el cartel de lujo de esta producción que contará con la dirección musical del maestro Oliver Díaz, uno de los más reconocidos de su generación.

Las entradas estarán disponibles a partir de este jueves 20 de noviembre en la taquilla del Teatro Campoamor y en la web entradas.oviedo.es.

Precio localidades: Butaca de Patio 89 € – Anfiteatro 79 €.

La Fundación Municipal de Cultura señala que, con este evento, Oviedo vuelve a situarse en el centro del mapa lírico internacional, reafirmando su compromiso con la excelencia artística y la celebración de la música como patrimonio vivo.

Oviedo adora a Marina

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Jueves 12 de junio de 2025, 19:30 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: XXXII Festival de Teatro Lírico Español: «Marina», ópera en tres actos con música de Emilio Arrieta y libreto de Francisco Campodrón y Miguel Ramos Carrión (1848-1915) basado en el texto de la opéra -comique La Veillée (1831), de Paul Duport y Amable Villain de Saint-Hilaire. Fotos de Alfonso Suárez y propias.

(Crítica para OperaWorld del viernes 13, con fotos de Alfonso Suárez, propias, más el añadido de los siempre enriquecedores links, con la tipografía y colores que no siempre se pueden utilizar)

Inmejorable cierre de temporada del trigésimo segundo Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo, lírica pura porque «Marina» fue primero zarzuela pero después ópera gracias a un Emilio Arrieta que supo estar en el lugar exacto en el momento justo, aunque también por un Enrico Tamberlick, el tenor más famoso del momento que luchó junto al compositor navarro para poder estrenarla en el Teatro Real aún “italiano” tras el éxito de «Ildegonda» en 1849 -con libreto de Temistocle Solera en la lengua de Dante- y al fin poder cantar en español (tras los añadidos de Ramos Carrión) para convertirse en la primera “ópera en español” representada en el coliseo de la Plaza de Oriente dos décadas después de aquella primera que seguimos sin poder verla representada sobre las tablas (solo una versión de concierto en 2004 llevada al disco por RTVE). Al menos esta emblemática y casi eterna «Marina» tras la edición crítica de nuestro mejor tándem Cortizo-Sobrino se ha podido escuchar como en su estreno de 1871, íntegra, al igual que en la calle Jovellanos madrileña el pasado octubre, y con un elenco de altura para seguir reivindicando nuestro patrimonio musical, que nunca será suficiente a la vista de tantos grandes títulos que siguen cogiendo polvo incluso en archivos tan “poco musicales” e incluso difícilmente accesibles a los musicólogos como pueda ser el del Museo Nacional de Artes Escénicas de Almagro.

«Marina» ha sonado en todas las casas de mi generación, por la radio o en vinilo, números que se hicieron populares y “cantables” hasta para una parte del público ovetense sentado a mi lado (Vetusta sigue en el siglo XXI), habiendo pasado por las tablas del coliseo carbayón tanto en la versión primigenia como en la propia temporada de ópera, siendo un éxito seguro en taquilla, pidiendo a voces una tercera función pero exigiendo siempre la misma calidad que esta producción que volvió a llenar y hacernos disfrutar.

Nuevamente una función redonda por parte de todo el equipo que en el Campoamor funciona como una experimentada y gran familia donde todos se sienten “en casa”, pues se han subido muchas veces a estas tablas, y el trabajo concienzudo logra siempre el éxito, incluso en esta joya del compositor de Puente de la Reina donde lo flojo del libreto nunca podrá borrar la inspiradísima vena melódica, capaz de conjugar un romántico lenguaje belcantista, cercano a Donizetti pero también a Verdi o Rossini, con elementos de nuestro folklore, muchos de los que hicieron España parada obligada en aquellos primeros viajeros, escritores e ilustradores de la segunda mitad del siglo XIX.

El mejor ejemplo de belcanto es todo el papel de la protagonista Marina, sin duda uno de los más difíciles de cantar e interpretar que lleva al límite la voz (la de todos pero especialmente la de soprano ya desde su primera aria Pensar en él). Y nadie como Sabina Puértolas que así lo definió en la rueda de prensa previa, para encarnarlo en esta primera función y cautivarnos. Su momento vocal es espléndido, ha ganado en el registro grave sin perder color ni volumen, una proyección perfecta llena de matices y musicalidad, un empaste con sus compañeros ideal (el dúo Magnífico buque con Roque), siempre presente en los concertantes, más una interpretación de esta “adolescente” que convence con los gestos y enamora con su voz. Madurez escénica con una técnica que engrandece esta protagonista de Arrieta (de quien ha grabado también parte de sus canciones en “Los cisnes de Palacio”), fortaleza en la parte navarrica y los avatares de un hijo en la “edad del pavo” de quien ha tomado no la inseguridad sino toda la expresividad y estados emocionales para bordar esta Marina. Su “mezza voce” es prodigiosa (bellísima su romanza ¡Oh grato bien querido!), su dicción perfecta y cada aria de la “embajadora de la mierensía” fue muy aplaudida, de agudos prístinos, claros, seguros, especialmente en la recuperada aria final Iris de amor y de bonanza cual Lucía a duo con la flauta (brava Mercedes Schmidt) exigente, virtuosa y explosiva.

Todas las voces tiene ya una primera intervención arriesgada, pero nadie pecó de cobarde como expertos marineros. Así, estuvo muy acertado el trío masculino, que gira en torno a Marina, por los diferentes colores vocales, expresividad y entrega. El capitán crevillentino Antonio Gandía conoce bien este Jorge y estuvo valiente, buen alumno del maestro Kraus que sigue siendo el modelo para este rol (incluso en el ornamento tan de Donizzeti en la famosa aria Costa la de Levante… con la que se presenta en escena), agudos no muy abiertos y bien colocados. Iría creciendo en confianza hasta el popular brindis que abre el tercer acto, correcto y empastado en sus dúos y tríos, para llevar a buen puerto el hermoso dúo Por Dios, tu pena cese con la protagonista.

El asturiano David Menéndez debutaba un Roque apabullante de principio a fin. Vocalmente su timbre es carnoso en toda la extensión, poderoso y brillante pero también muy expresivo con unas tablas que hacen siempre creíbles sus papeles. El cuarteto Seca tus lágrimas (nº 8) sería verdiano a más no poder por empaste y color de todos, otro tanto en el dúo con Marina Magnífico buque o el terceto Ya estamos a bordo, pero impresionaría especialmente en sus seguidillas (La luz abrasadora) tanto en lo vocal como por una interpretación “embriagadora” donde lucir su vis cómica y voz en toda su amplitud al igual que melódico y sentido el tango con el coro Dichoso aquel que tiene la casa a flote.

El contramaestre malagueño Luis López Navarro encarnó un completo Pascual, un bajo auténtico pero musical en cada intervención, rotundo por registro y “cantabile” en el primer dúo con Marina (¡Niégame que es tu amante!), nada «tosco y rudo trabajador…» sino pura lírica y lleno en el octavo número del cuarteto, para rematar una gran interpretación con la escena junto a Marina y Jorge (¡Ella! ¡Prudencia!).

Breves pero manteniendo el nivel de calidad el bilbaíno capitán y marinero “medio asturiano” José Manuel Díaz ya desde su primera escena Felices días con Marina, o la Teresa ovetense María Zapata, así como Seve Cimadevilla, componente del coro.

Y el coro titular que prepara San Emeterio, voces aficionadas pero imprescindibles en el Festival, aquí con protagonismo de principio a fin. Escénicamente siempre acertados (aunque para la complicada sardana resultase casi una danza prima mezclada ¿con un rigodón?), las voces blancas bien afinadas con los pescadores iniciales, encajando bien la escena marinera que cierra el primer acto, algo más “tensos” en la primera escena del segundo (con el arpa brillante y presente de José Antonio Domené que proseguiría en la romanza de Marina), para llegar bien curtidos para el brindis y matizados en el tango con Roque.

En el foso el asturiano Óliver Díaz volvió a demostrar su amplia experiencia en los repertorios belcantistas y el profundo, además de minucioso, conocimiento de «Marina» (con la que debutó en Gijón el ya lejano verano de 2003 para dirigirlo diez años más tarde en Madrid, y Oviedo al siguiente), exigiendo y “apretando” a todos hasta el límite pero mimando todas las voces, ayudándolas, consiguiendo sacar un balance orquestal apropiado para una plantilla mayor que en la versión de zarzuela, con la titular Oviedo Filarmonía que en sus manos rinde al máximo, con excelentes preludios (el del tercer acto de lo más “italiano”), buenos solistas y contagiando la confianza necesaria para un resultado global más que notable. No figuraba en el programa de mano, pero bien y presente (sonó algo amplificada) la breve intervención de pulso y púa desde la bolsa escénica en las seguidillas de Roque.

La puesta en escena de Bárbara Lluch volvió a ser visualmente atractiva, sencilla pero efectiva con la escenografía de Daniel Bianco, ayudando a las voces a base de escaleras y pasarela superior donde ir colocándose para proyectarse sin problemas, aunque haya cierto “horror vacui” por los muchos figurantes (también bailarines) que plásticamente resultan correctos pero por momentos abigarrados, deambulando sin mucho sentido. Espectaculares las videoproyecciones de Pedro Chamizo con unos cielos y Mediterráneo cambiantes para subrayar cada escena y la siempre acertada iluminación de Albert Faura. El vestuario de Clara Peluffo muy de la época en “los señoritos y señoritas” que no lo son para el ambiente marinero de astillero, playa y puerto, con unas rederas algo “floreadas” aunque el resto resultó más creíble y apropiado a todos los personajes.

Oviedo adora a Marina y toda la lírica, el Arrieta como mejor broche para un curso variado que sigue haciendo las delicias de tantos melómanos venidos de toda la geografía para comenzar a reivindicar la capitalidad cultural europea para 2031. Aún queda tiempo pero la historia se sigue escribiendo y la música en Asturias forma parte de su identidad.

FICHA:

Jueves 12 de junio de 2025, 19:30 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: XXXII Festival de Teatro Lírico Español: «Marina», ópera en tres actos con música de Emilio Arrieta (Puente de la Reina, 1821 -Madrid, 1894) y libreto de Francisco Campodrón (1816-1870) y Miguel Ramos Carrión (1848-1915) basado en el texto de la opéra -comique La Veillée (1831), de Paul Duport y Amable Villain de Saint-Hilaire.

Estrenada como zarzuela en el Teatro del Circo, el 21 de septiembre de 1855.

Estrenada como ópera en el Teatro Real, el 16 de marzo de 1871.

Edición crítica de María Encina Cortizo.

Ediciones Iberautor, Promociones Culturales SRL Instituto Complutense de Ciencias Musicales, 2005 (2ª edición)

Nueva producción del Teatro de la Zarzuela (2024).

FICHA ARTÍSTICA

Dirección musical: Óliver Díaz – Dirección de escena: Bárbara Lluch – Asistente de la dirección de escena: Paula Castellano – Escenografía: Daniel Bianco – Vestuario: Clara Peluffo – Iluminación: Albert Faura Bravo – Ayudante de iluminación: David Hortelano – Movimiento escénico: Mercè Grané – Diseño de videoproyecciones: Pedro Chamizo.

REPARTO

Marina (huérfana): Sabina Puértoles – Jorge (capitán): Antonio Gandía – Roque (contramaestre): David Menéndez – Pascual (propietario del astillero): Luis López Navarro – Alberto (capitán): José Manuel Díaz – Teresa (amiga de Marina): María Zapata – Un marinero y una voz: Seve Cimadevilla (componente de la Capilla Polifónica “Ciudad de Oviedo”).

FIGURANTES

Alberto Arcos, Claudia Agüero, Emilio Vega, Joana Quesada, Lucas García, Lucrecia Sánchez, Maite Menéndez, Olimpia Oyonarte, Oscar Fresneda, Paco Celdrán.

Oviedo Filarmonía

Coro Capilla Polifónica “Ciudad de Oviedo”

Director de coro: José Manuel San Emeterio

Marina para cerrar temporada

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Este pasado lunes 9 a mediodía tenía lugar la rueda de prensa para presentar en el salón de té del Teatro Campoamor el cuarto y último título de la 32ª edición del Festival de Teatro Lírico, «Marina» de Arrieta y Campodrón, que levantará el telón este jueves 12 (19:30 horas) y el sábado 14 (19:00 horas).

Tomaría la palabra el presidente de la Fundación Municipal de Cultura (FMC), el concejal David Álvarez Menéndez que presentaba esta nueva producción del Teatro de la Zarzuela madrileño con dirección escénica de Bárbara Lluch, a quien agradeció y felicitó por el trabajo realizado en La Regenta, el segundo título, y por supuesto a la Oviedo Filarmonía en el foso, en el escenario la Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo y al maestro Óliver Díaz, presente en la rueda de prensa junto a todo el elenco y a Cosme Marina, director artístico de la FMC.

Álvarez pudo presumir y con razón de seguir siendo el “segundo centro de exhibición de la lírica tras el Teatro de la Zarzuela, con una programación contemporánea estable en España» para este festival que sigue vivo 32 años después.

Cosme Marina comentaría de este título la fusión de “zarzuela y ópera» con un título que sigue vinculado al Teatro Campoamor (incluso en la temporada de ópera que arranca en septiembre), título recurrente en la capital asturiana. Del Festival de Teatro Lírico Español resaltó que puede sea el único con ocupaciones que están entre el 90 y el 100%. De esta Marina, resaltó que es un gozo por muchas razones, por Bárbara Lluch «que ha sido casi nuestra artista residente esta temporada, con dos de los cuatro títulos» y por tener a otra persona de la casa como Óliver Díaz, otra de las columnas de este Festival, para concluir con la ventaja de esta Marina donde tenemos un grandísimo reparto (con una zarzuela que el director ovetense conoce bien pues ya la dirigió en Madrid en 2014).

Bárbara Lluch aseguraba que Marina “es una de que una de las óperas españolas más difíciles de cantar y de interpretar” y ha incidido en que “es un honor, estar en Oviedo, en el Teatro Campoamor, defendiendo nuestro género lírico español”. Y comentaría que junto a La Regenta son dos de sus ‘hijos’ favoritos.

Para el asturiano Óliver Díaz siempre es un placer y un honor estar en casa en el amplio sentido de la palabra y estar impresionado con el dato del 92% de ocupación que «dice mucho del amor por la cultura que se respira en Oviedo». Musicalmente destacaría que Marina es una obra muy de contrastes y coral, pues requiere solistas de primer nivel. Proseguiría la maña de nacimiento, criada en Tafalla y «embajadora de la mierensía» Sabina Puértolas que asume el reto de este título de su «paisano» Arrieta, uno de los «más difíciles de cantar e interpretar… nos lleva al límite», y que con la «nueva visión» de Lluch es como recrear a su hijo adolescente por los cambios de ánimo de su rol protagonista.

Del elenco presente, también hablarían Antonio Gandía solicitando con humor, una «tercera función» que muchos venimos pidiendo hace tiempo (recuerdo cuando en los inicios había cuatro) y también pediría el barítono asturiano David Menéndez, debutando un Roque que preparamos juntos en aquellos años de estudiante, y ya que tiene tanto éxito de público también reivindicaría la tercera función.

Este jueves de vuelta a casa lo contaré para Ópera World y también desde este blog.

Letras asturianas con música

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Viernes 2 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Conciertu de les Lletres Asturianes: OSPA, Óliver Díaz (director). Obras de Falla, Bizet, Luna, Korsakov y Lauret. Entrada gratuita.

 

La 46 Selmana de les Lletres Asturianes (que organiza el Principado de Asturias), este año dedicada a la diáspora personificada por  uno de los mayores exponentes del llamado Xurdimientu, Xosé Álvarez, Pin (1948-2001) que defendió nuestra lengua y cultura asturiana desde su Belmonte natal hasta la Argentina que le acogería entre tantos paisanos allí emigrados.

Y llegaba este concierto con mucha inspiración en la literatura y el folklore, especialmente el nuestro a cargo de la orquesta de todos los asturianos con el ovetense Óliver Díaz al frente, que presentaría las obras antes de comenzar armando un programa muy del gusto de todos los presentes, melómanos y aficionados en general, que no llenaron el auditorio carbayón pese a la gratuidad de las entradas.

Literatura española de Pedro Antonio de Alarcón y El sombrero de tres picos en el que Manuel de Falla (1876-1946) se inspiraría para el ballet homónimo y cuya Suite nº 1 afrontó la OSPA bien llevada por el maestro Díaz, complicidad total con la comodidad que da la confianza mutua y el dominio de un repertorio que tienen más que asimilado, y que con la madurez tanto del director como de la orquesta lograron dejarnos una interpretación muy equilibrada, con lucimiento de todos los solistas, riqueza de matices y claridad en los cambios de ritmo.

Óliver Díaz lleva muchos años trabajando dede el foso y eso se notó en la Suite nº1 de la Carmen de G. Bizet (1838-1875), también de inspiración literaria en Merimée y manteniendo ese ambiente hispano  que emocionaría a tantos artistas, el amor de la cigarrera y el militar con fatal desenlace. Cada número de esta suite funciona como un tráiler de los más famosos números de la ópera del francés, permitiendo disfrutar especialmente de las maderas (bellísimo el dúo de flauta y arpa de la «aragonaise») que cantaron bien arropadas por una orquesta sutil, respirando y transmitiendo la magia de esta página lírica así como el famoso número del «toreador» con la formación asturiana brindándonos un sonido compacto, balanceado y rico en dinámicas.

Plenamente asturiana la zarzuela La pícara molinera del zaragozano Pablo Luna (1879-1942) inspirada en una novela de Alfonso Camín, cuyo intermedio tiene entidad musical propia (aunque para muchos de nosotros nos emociona especialmente el «Paxarín tú que vuelas») y con versiones históricas. Así la entendió Díaz con la OSPA, con una elección del aire correcto para disfrutar cada motivo, empaste, amplios matices que llevó con mano izquierda y hasta con el cuerpo, todas las secciones nuevamente inspiradas y la rítmica tan cercana de nuestro folklore.

Palabras mayores en cuanto a orquestación es Nikolái Rimski-Korsakov (1844-1908), quien como marino de profesión sabemos que recaló en España, y aunque sin documentar parece que desembarcó  en Avilés y se acercó hasta Ciaño por su amistad con Pedro Duró, quien probablemente le preparó una espicha con gaita y tambor, pues su Capriccio espagnol, opus 34 bien podría llamarse «Capricho asturiano», y fue sintonía muchos años de Radio Nacional de España en Asturias allá en los estudios de la calle Melquíades Álvarez, donde el valdesano Modesto Gonzáles Cobas (con La Asturias popular) fue defensor e impulsor de nuestro rico folclore. La versión de este primer viernes de mayo en el auditorio carbayón seguro que haría las delicias del ruso, quien se quejaba de que se ignorasen aspectos como los cambios «en los timbres y la elección de concepciones melódicas y patrones de figuras» porque no se puede entender mejor la inspiración asturiana en cada uno de los cinco números (Alborada, Variaciones, Alborada, Escena y canto gitano y Fandango asturiano) donde disfrutar con unos solistas de primera y la sabia mano del director ovetense. No es «música rusa sobre temas asturianos» sino auténtica música asturiana entendida por este marino ruso que en cada puerto recogía lo que escuchaba: la fiesta asturiana al amanecer, unas trompas aterciopeladas arrancando las variaciones para ir dando paso a cada solista (inmenso Andreas Weisgerber), la rica instrumentación y nueva tonalidad de la siguiente alborada, la cuerda (con el arpa de nuevo impecable) hoy muy bien comandada por Daniel Jaime, también luciéndose en los solos, con la sonoridad casi guitarrística del canto gitano desde el redoble amplio de la caja o las trompetas poderosas, más la explosión final de nuestro fandango, vivo, enérgico, con toda la percusión mandando y empujando en un acelerando impetuoso además de poderoso en una excelente interpretación del tándem Díaz-OSPA.

Para finalizar no podía faltar el violinista, compositor y director murciano Benito Lauret (1929-2005) quien trajo a nuestra tierra el convencimiento por una música de calidad tanto en el mundo coral como en el sinfónico desde su plaza en el Conservatorio de Oviedo de «Contrapunto, Fuga y Composición», y aquí dirigió tanto a la Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo» como a la Orquesta de Cámara «Muñiz Toca» y la Orquesta Sinfónica de Asturias de 1973 a 1985, precursora de la actual OSPA, e inspirándose en nuestro folklore como parece sólo han entendido los compositores que han visitado nuestra «tierrina» y que en el caso del cartagenero se enamoró de ella y su música, dando un paso de gigante a nuestro patrimonio musical esperando por un más que merecido homenaje aún pendiente.

Guardo como oro en paño varias grabaciones suyas pero especialmente el LP «Música Sinfónica Asturiana» grabado hace casi 50 años  para el sello CBS con la Orquesta de Cámara de Madrid por él dirigida, donde aparecen en la cara 2 sus Escenas asturianas, estrenadas en mayo de 1976 con el patrocinio de la Sociedad Filarmónica Ovetense  y que han sonado en múltiples ocasiones incluso más allá de nuestras fronteras, y «renovando» la sintonía radiofónica, posteriormente televisiva de la RTVE en el Principado. Obra dedicada a Manuel Álvarez-Buylla López-Villamil, «con lo que el autor pretende rendir un modesto homenaje a un apellido al que tanto debe la cultura musical de Oviedo y, por ende, de Asturias» como reza la contraportada del disco, con las correspondientes notas a las obras en él grabadas.

Las Escenas asturianas (también en versión para banda) recopilan temas y motivos que Torner reflejó en su «Cancionero Musical de la Lírica popular asturiana» que todos los asistentes al concierto conocíamos desde siempre (Alborada, Corri-corri o Valamé nuestra señora, Mambrú, Vas por agua o El Pericote), y que Lauret entiende desde una armonización, orquestación, elegancia y sabia elección de las canciones para engarzar una obra maestra que sigue viva y fresca. La OSPA la lleva en sus genes, sus músicos son ya tan asturianos como lo fue el propio Benito Lauret, la entienden como nadie. Y Óliver Díaz llevó con la misma elegancia y mesura de la obra cada uno de sus números, jugando con la tímbrica, llenando de color cada motivo, equilibrando sonoridades, dejando a los excelentes solitas gustarse, «cantar la tonada» con el clarinete, tocar el tambor asturiano junto a «la gaita del oboe«, pero sobre todo contagiarnos los ritmos tan bien hilvanados por el maestro murciano donde El Pericote se mezcla genialmente con el Asturias patria querida que armonizase el recientemente fallecido Leoncio Diéguez, otro asturiano de adopción a quien le debemos la versión sinfónica de nuestro «Himno del Principado».

Festín orquestal y auténtico fin de fiesta con estas escenas asturianas que incluso levantaron a parte del público como si de un acto oficial se tratase, para romper en atronadores aplausos con este concierto en homenaje a la España y Asturias vistas desde fuera pero sentidas desde muy dentro.

 

La descarriada, enamorada y desesperada

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Sábado 9 de diciembre, 19:00 horas. 76ª Temporada Ópera de Oviedo, Teatro Campoamor: «La Traviata» (1853), música de Giuseppe Verdi (libreto de Francesco Maria Piave basado en la novela “La dame aux camélias” -1852- de Alejandro Dumas hijo).

Crítica para ÓperaWorld del domingo 10 con los añadidos de fotos de las RRSS, Perelada 2019 y propias finalizada la función, links siempre enriquecedores, y tipografía que a menudo la prensa no admite.

Último título del año y cuarto (con dos programas dobles que ya contamos desde aquí) de los cinco que conforman la septuagésimo sexta temporada de la ópera ovetense con uno de los títulos más famosos y representados en la historia lírica universal y de la capital asturiana (16 veces en la temporada más otra en la VII Semana de Música de 1981 que organizaba la Universidad de Oviedo): «La Traviata» de Giuseppe Verdi, que ha agotado las entradas para las seis funciones, incluyendo el segundo reparto llamado “Viernes joven” que hará no una representación sino dos ante el éxito de taquilla para las cinco programadas inicialmente y que para la 77ª Temporada ya anuncia la «Arabella» de Richard Strauss junto a otros cuatro títulos habituales en la capital astur.
Como todo buen melómano conoce, «La Traviata» forma parte de la llamada trilogía popular junto con «Il trovatore» y «Rigoletto», a partir de un libreto tomado del francés Alejandro Dumas hijo, contemporáneo a la propia música que Piave adapta como anillo al dedo del genio de Le Roncole, una historia de amor basada en las propias vivencias del dramaturgo con la “descarriada” Alphonsine Duplesis, transformada en la protagonista Violetta Valéry que sufre las consecuencias de una sociedad hipócrita y cruel que la destruye más que la tisis. A lo largo de los 170 años largos desde su estreno, probablemente sea uno de los títulos donde los escenógrafos más hayan experimentado desde unas actualizaciones que han cambiado ubicaciones, época y hasta la propia enfermedad de la protagonista (aunque este sábado parecía que fuese un público especialmente “acatarrado” quien contagiase a la protagonista), lo que precisamente hace de esta ópera una de las más conocidas y populares, no ya por los muchos y excelentes números musicales escritos por Verdi, también por el cine donde «Pretty Woman» -que no falla en ningún canal televisivo a lo largo del año- acercó a muchos esta maravillosa y atemporal ópera.
Y para que la ópera funcione perfectamente prima el elenco vocal que en Oviedo encabezaron la soprano rusa Ekaterina Bakanova -regresando a las tablas del Campoamor tras su buena Leïla de “Pescadores” en 2021 y que estrenase esta misma producción en Perelada hace tres años– y el tenor mexicano Leonardo Sánchez (entrevistado por OW en enero de este año), debutante en la capital asturiana, pareja protagonista junto a la de Germont padre con el onubense Juan Jesús Rodríguez, un reconocido verdiano que se erigió en el triunfador de la noche, y la Flora de la barcelonesa Anna Gomà que ya me sedujo hace seis años en uno de los cursos de perfeccionamiento vocal de “La Castalia”, sin olvidarme del resto de artistas, todos ellos bajo la dirección musical del asturiano Óliver Díaz al frente de la Oviedo Filarmonía (OFil) con la que siempre muestra química, conocimiento profundo de la obra y el respeto tanto a lo escrito como a las voces que son las verdaderamente importantes.
El Giorgio Germont de Juan Jesús Rodríguez volvió a demostrar su excelente estado vocal y escénico: potente, rotundo, dominador desde su aparición en la escena quinta del segundo acto, arrancando las mayores ovaciones de un público que aprecia el buen hacer del barítono andaluz en cualquiera de los muchos roles que tiene en su repertorio, especialmente los verdianos donde sigue siendo referente internacional. El dúo con Violetta ya marcó la pauta de su éxito, linea de canto tan pura como “…un angelo…”, convincente, bien apoyado por una OFil al mando de Óliver Díaz que optó siempre por tempi tranquilos para mayor disfrute canoro, así como unos rubati apoyando la línea de canto en todas las arias junto a unos silencios muy marcados para realzar el drama. La escena octava con Alfredo casi pone el Campoamor en pie ante una sentida, fraseada y bella “Di Provenza il mar…”.
No decepcionó Ekaterina Bakanova en su recreación de una Violetta “sempre libera” que evoluciona a lo largo de los tres actos aunque le costó ganarse los aplausos. Omnipresente en escena, su voz tiene homogeneidad en el color y agilidades bien resueltas siempre con las respiraciones en el sitio oportuno para no perder ni una nota, ayudando de nuevo el maestro Díaz que podría decir “la llevó de la mano”. Bien de volumen en los dúos y conjuntos, sus arias las esculpió al detalle (“È strano! è strano! in core…” matizadísima,“Siempre libera” además de luminosa homogénea en todo el registro, y el delicado “Addio del passato” en la escena cuarta del último acto). Personal interpretación y solvente su canto, destacar igualmente la “planta” en escena (el vestuario ayudó mucho), lo bien que empasta su color con Los Germont, y la convincente dolorida aria final “Più a me t’appressa ascolta” tras el dramático concertante.
El debutante Leonardo Sánchez posee un registro de graves amplios y agudos nada forzados, color ideal para su Alfredo que defendió con bravura y entrega a lo largo de la ópera, un personaje que como su amada evoluciona en los tres actos. Su inicio en el brindis ya apuntó maneras, mejoró en los dúos con Violetta, entregado en el segundo acto aunque no diese bien el esperado (e innecesario) agudo final de la escena tercera (“Quest’onta laverò…”), incluso fuera de escena se le escuchó perfectamente y en el mano a mano con Giorgio el padre se impuso al hijo, para finalizar con un notable su presentación en la ópera ovetense en este rol que irá ganando en seguridad con el tiempo.
Tanto la Flora de la mezzo Anna Gomà como la Annina de la soprano también debutante Andrea Jiménez cumplieron sin problemas en sus roles, vocal y escénicamente, voluptuosa la catalana y comedida la navarra en los papeles femeninos que contrapesan a la protagonista.
Otro tanto con el Gastone del tenor asturiano Jorge Rodríguez-Norton que está cómodo en estos roles mal llamados secundarios, pues el equilibrio en el elenco es siempre necesario; convincente el barítono bilbaíno José Manuel Díaz como Barón Douphol y David Oller en el Marqués d’Obigny, dos colores distintos para una misma tesitura y diferente protagonismo.
Breves las apariciones del Doctor Grenvil con el veterano bajo catalán Stefano Palatchi al que los años han quitado volumen pero no el timbre redondo que le caracteriza ni su presencia escénica. Y correctos los llamados partiquinos con tres de los componentes del coro “Intermezzo”: el tenor mierense Gaspar Braña, el barítono-bajo valdesano Francisco Sierra (Giuseppe y Criado respectivamente) más el Comisionista del madrileño Pablo Joel De Bruine, roles pequeños para rodarse en las tablas y tener la visibilidad necesaria en unas voces jóvenes que aspiran a mejores papeles.
Del Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo) bajo la dirección de Pablo Moras nuevamente felicitarles porque «La Traviata» tiene mucho que cantar y actuar, desde el famoso brindis inicial que pese al arranque dubitativo pronto se centraron, coreografía incluida, pasando por las gitanas y toreros del segundo acto en una demostración del buen hacer de las cuerdas por separado, también moviéndose en una escena algo inestable de pisar en pendiente, y las máscaras del último acto, voces matizadas, crescendi bien trabajados con el foso, empaste y afinación idóneas. Son un seguro en cada título y un acierto contar con este coro profesional que atesora grandes voces unidas para estos conjuntos.
Ya anteriormente comentaba la excelente dirección musical del ovetense Óliver Díaz que buscó el detalle en la elección de los aires, puntuales rubati en los últimos tiempos de compás dándole el carácter cosmopolita a la música de Verdi, un uso de silencios alargados para reforzar la carga argumental y sobre todo el cuidar los balances con las voces sobre las tablas. La OFil responde siempre a su batuta con unos primeros atriles implicados en el mismo lenguaje lírico, también muy bien la banda interna con nueve componentes de la Banda de Música “Ciudad de Oviedo”, solventando a la perfección el encaje de dinámicas y dotando al foso del protagonismo compartido desde los dos preludios, ya con personal sobre las tablas, para arropar y llevar a sus espaldas todo el inmenso peso vocal de esta ópera.
Dejo para el final la “visión” del director de escena Paco Azorín que en su presentación en el libro de este quinto título explica su propuesta de empoderamiento de la mujer de nuestro siglo que «ha permitido ver el mundo con otros ojos… una mujer libre, un espíritu libre, mucho más allá de la lectura clásica o de la lectura superficial». Realmente Violetta Valéry ya marcó esa mujer libre e inspirada en la George Sand (como proyectaba el telón bajado), pionera en ponerse pantalones, y aunque «pretende huir de ciertos tópicos» más que «un giro de 180 grados» pienso que sólo fueron 90 y no solo por el juego en dos planos sobre el escenario que simboliza abajo la cruda realidad y arriba el «pensamiento, los deseos y pasiones que nuestra sociedad nos invita permanentemente a esconder o enterrar». El utilizar los acróbatas que desempeñan su difícil trabajo con una “coreografía” original pero también bella, sí supone novedad, incluso en el plano de 45 grados. Original el uso de las mesas de billar y su distinta colocación e iluminación en las distintas escenas, incluso convertida una de ellas en el lecho fúnebre. En conjunto y pese a algún pateo final, no es de lo más “rompedor” que podemos ver en muchas óperas clásicas, puede que la niña, cosecha del escenógrafo catalán, simbolice la infancia de Violetta para convertirse después en la hija (!) de la pareja protagonista fuera del libreto, y dando mucho juego a las arias en solitario de Alfredo, Giorgio e incluso en la lectura compartida (“…però migliora Alfredo…”) de la escena final con Violetta. El vestuario de Ulises Mérida juega con rojos y negros pero también la plata brillante de la Valéry en casa de Flora, elegante pero sobrio en los protagonistas, menos variado en el coro más el toque verde del amanecer inicial tras la fiesta, que también se refleja en el traje del Barón Douphol, sin olvidar el blanco asociado a la pureza. La iluminación y vídeos ayudaron a crear ese ambiente a caballo entre la fiesta y la naturaleza.
Oviedo este sábado de puente estaba imposible de gente, lleno como el propio Campoamor, con casi todos los aparcamientos completos que retrasaron el inicio de la función catorce minutos, lo que se agradeció para los que no vivimos en Oviedo, pero «La Traviata» bien merecía volver tras diez años, y en conjunto resultó bien, equilibrada, actualizada, aunque quien triunfase fuera “Germont padre” redimido y apesadumbrado por todo lo que supuso su actitud. En tiempos de empoderamiento femenino la música sigue triunfando… ¡Viva VERDI!.
FICHA:
Sábado 9 de diciembre de 2023, 19:00 horas. 76ª Temporada Ópera de Oviedo, Teatro Campoamor: «La Traviata» (1853), música de Giuseppe Verdi, libreto de Francesco Maria Piave basado en la novela “La dame aux camélias” (1852) de Alejandro Dumas hijo. Melodrama en tres actos estrenado en el Teatro La Fenice de Venecia el 6 de marzo de 1853. Producción de la Ópera de Oviedo y Festival Castell de Perelada (2019).
FICHA ARTÍSTICA:
Violetta Valéry: Ekaterina Bakanova – Flora Bervoix: Anna Gomà – Annina: Andrea Jiménez – Alfredo Germont: Leonardo Sánchez – Giorgio Germont: Juan Jesús Rodríguez – Gastone: Jorge Rodríguez-Norton – Barón Douphol: José Manuel Díaz – Marqués d’Obigny: David Oller – Doctor Grenvil: Stefano Palatchi – Giuseppe: Gaspar Braña – Criado: Francisco Sierra – Comisionista: Pablo Joel De Bruine – Niña: Olivia Cadenas – Emma Fernández.
Acróbatas: Berta Baliu, Olivia Marsella, Fausto Silva, Charol Stefano, Georgina Tornini, Silvia Vrskova, Cosmin Marius.
Bailarines: David Blanco, Silvia Menéndez.
Dirección musical: Óliver Díaz – Dirección de escena y escenografía: Paco Azorín – Diseño de vestuario: Ulises Mérida – Coreografía y movimiento escénico: Carlos Martos de la Vega – Diseño de iluminación: Albert Faura – Diseño de vídeo: Pedro ChamizoOviedo Filarmonía – Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo), dirección del coro: Pablo Moras.

Dolores que son alegrías

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Jueves 27 de abril, 20:00 horas. Teatro Campoamor (Oviedo),  XXX Festival de Teatro Lírico Español: «La Dolores», drama lírico en tres actos. Música y libreto de Tomás Bretón (Salamanca, 1850 – Madrid, 1923), basado en el drama rural de José Feliú y Codina. Estrenado en el Teatro de la Zarzuela el 16 de marzo de 1895. Nueva producción del Teatro de la Zarzuela. Conmemoración del centenario del fallecimiento de Tomás Bretón (1923-2023). Edición crítica de Ángel Oliver Pina (Ediciones AUTOR / ICCMU, Instituto Complutense de Ciencias Musicales, 1999).

Crítica para Ópera World del viernes 28 de abril, con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos propias y de Alfonso Suárez, y tipografía que a menudo la prensa no admite.

Continúa en “La Viena Española” la trigésima edición del Festival de Teatro Lírico Español nada menos que conmemorando el centenario del fallecimiento del salmantino Tomás Bretón (1850-1923) y su ópera (o drama lírico) «La Dolores» con una producción a lo grande, como se merece, con aforo completo para las dos funciones que ya piden ampliarse, y muchas ganas de disfrutar este título tan poco representado del autor de «La Verbena de la Paloma».

Oviedo tiene un prestigio ganado que sólo admite obras de gran nivel pero apostando igualmente por recuperar nuestro patrimonio lírico. Y la producción llegada del teatro de la madrileña calle Jovellanos (que pudieron disfrutar en la capital a finales de enero y principios febrero) hubo de apretarse un poco para este espectáculo de primera con casi un centenar de artistas en escena más otros tantos músicos dentro y fuera de las tablas, sin reparar en nada: gran orquesta, banda de música, rondalla, amén de dos coros, adulto e infantil, junto a bailarines, acróbatas, gigantes y cabezudos, por lo que armar en el Campoamor semejante grandeza supongo serían los únicos “dolores” dado que el resultado fue una auténtica alegría, sumándole la presencia en los papeles principales de muchas voces conocidas de la tierra, todo ello comandado por el ovetense Óliver Díaz que domina toda la materia prima de este gran drama lírico de Bretón.

Casi tres horas de espectáculo a lo grande que fue creciendo como la propia partitura del salmantino, un preludio en cada acto que incluye la escenografía de Amelia Ochandiano con unas acrobacias especiales, bellísimas plásticamente (sobre todo en el onírico acto final), haciendo lucir aún más las partes instrumentales donde la Oviedo Filarmonía brilló con luz propia, manteniendo el poderío incluso en los concertantes que por momentos taparon las voces solistas, aunque también los hubiese de buen balance gracias igualmente a la potencia de algunas voces que sobresalieron por volumen, entrega y buen gusto según fue avanzando la representación.

La banda fuera de escena, dirigida por David Colado, también se lució encajando tímbrica y rítmicamente con el foso. La rondalla langreana quedó algo atrás en dinámicas aunque en la última jota pudimos disfrutar de unas bandurrias mucho más presentes, bien ajustadas desde el podio y empastadas con la orquesta.

La partitura de Bretón está llena de detalles wagnerianos, italianos y hasta franceses sin olvidar el aire español, cambios estilísticos que el maestro Díaz intentó subrayar y encajar, siendo probablemente el más completo la famosa jota Aragón la más preciosa del primer acto, con todas las voces “Grande(s) como el mismo sol” incluyendo una Capilla Polifónica que no tuvo mayores problemas con ella, volcándose en esta popular página, destacando el excelente cuerpo de baile donde las castañuelas mandaron y marcaron. Con todo sigue siendo el momento esperado, emocionante y tan aplaudido que se bisó desde el dúo de joteros.

Si la escena fue bien pensada acercándola a los años 50 con un vestuario acorde y los decorados adaptables a cada acto, esta ópera romántica necesita de voces sutiles, flexibles y capaces, exigentes por tesitura y expresión buscando jugar con los colores ante los “duelos” de barítonos o tenores que plantea esta magna ópera del compositor salmantino.

La soprano cubanoamericana Monica Conesa, debutante en Oviedo, fue una Dolores para recordar. De voz corpórea, homogénea con graves suficientes y agudos nunca excesivos manteniendo no ya el color sino la gran expresión de su personaje a lo largo de toda la obra, despuntó desde su seductora aparición en el primer acto, pasando por los desafiantes y enérgicos dúos con Melchor, hasta con los de Lázaro, el intimista “¡Vencida estoy por mi cruel destino!” de la novena escena del segundo acto, o ya en el tercero su aria “Tarde sentí cuitada…” y el dúo final. Expresiva, valiente, jugando con los registros para coquetear y enamorar a todos pero arreada como buena maña a quien la copla atormentará, al igual que al pueblo de Calatayud.

En este ambiente verista, el canario Jorge de León encarnó un Lázaro que comenzó incómodo por tesitura y terminó siendo de los más aplaudidos según fue entrando en calor, tanto en el “madrigal” del segundo acto como en el maravilloso dúo final “¡Dolores mía!” tan operístico, una pareja de voces dejándose la piel con un papel endiablado, que fue creciendo expresivamente desde unos agudos claros para este tenor valiente y arrebatador.

La joven mezzo asturiana María Heres debutaba en un papel principal sobre las tablas que lleva años pisando en el coro y comprimaria, por lo que su Gaspara resultó ideal para ella: segura en su línea de canto, buena proyección y dicción, escena bien trabajada y sobre todo un color de voz que redondea este personaje. De madrina de Lázaro en el segundo acto, creyente, además de eficiente mesonera al inicio y cómplice con Dolores en la escena cuarta del último acto (“¡Infame, infame sirvienta!”) o con su ahijado (“Mentira me parece… Lázaro… ven… soy yo!”), de una madurez fruto de mucho estudio, esperando más papeles como este para seguir viéndola crecer en el difícil mundo de la lírica.

Como casi siempre los villanos dan mucho juego argumental y por supuesto vocal, así que el Melchor del tarraconense Àngel Òdena volvió a triunfar con un rol de “malo y traidor” que le va como cuando canta: “así Dios me formó, cruel, violento”, sobrado de volumen pero amplio en matices, su color se diferenció por todo con Rojas y Patricio en este “duelo baritonal”, empastando con todas las voces, poderosos sus dúos con Dolores para redondear otra sobresaliente tarde en un Oviedo que le quiere.

Al asturiano David Menéndez le correspondió dar vida a un andaluz sargento Rojas con esa vis de acobardado cómico que le va muy bien; vocalmente fue mejorando desde el segundo acto con los esdrújulos casi rossinianos (“En cuanto de la música el paso doble escúchese…”), aunque no se le notase cómodo en un papel originario para bajo, y sonó convincente en sus recortados, por exigencias del guión, “Soldado valiente…” o la “Soleá”, saliendo corneado aunque a salvo.

Otro tanto del rico Patricio, un Gerardo Bullón siempre seguro en escena, armando un buen tándem con Rojas, cómica la escena de los regalos para Dolores, cerrando un trío de barítonos con mucho que cantar para diferenciarse dramática, vocal y expresivamente.

Excelente el tenor almeriense Juan de Dios Mateos como Celemín, de timbre bello y buena proyección vocal que le permitió mantenerse claro en todas sus intervenciones, siendo muy sentido en el tercer acto con Lázaro (“Pues solos un momento”).

No son las coplas la especialidad del asturiano Juan Noval-Moro ni las jotas de Bretón totalmente de Aragón. Algo tirante “en las alturas” y mejor a dúo con Celemín, en su última intervención “Si vas a Calatayud…” estuvo más cómodo y seguro.

Ya destaqué el excelente cuerpo de baile y a la Capilla Polifónica “Ciudad de Oviedo” que algo desigual mantuvo el tipo en esta difícil ópera de Bretón, pero dejo para el final al Coro Infantil Escuela de Música “Divertimento” por su profesionalidad bajo la dirección de Cristina Langa. Es maravilloso cómo se desenvuelven en escena cantando tan natural, verdadera cantera coral asturiana que funciona a la perfección, toda una experiencia que no olvidarán nunca.

“Salud al noble pueblo de Calatayud” y larga vida a esta Dolores para que nos siga dando alegrías.

Ficha:

Teatro Campoamor (Oviedo), jueves 27 de abril de 2023, 20:00 horas. XXX Festival de Teatro Lírico Español: «La Dolores», drama lírico en tres actos. Música y libreto de Tomás Bretón (Salamanca, 1850 – Madrid, 1923), basado en el drama rural de José Feliú y Codina. Estrenado en el Teatro de la Zarzuela el 16 de marzo de 1895. Nueva producción del Teatro de la Zarzuela. Conmemoración del centenario del fallecimiento de Tomás Bretón (1923-2023). Edición crítica de Ángel Oliver Pina (Ediciones AUTOR / ICCMU, Instituto Complutense de Ciencias Musicales, 1999).

Reparto:

DOLORES: Monica Conesa – LÁZARO: Jorge de León – MELCHOR: Àngel Ódena – GASPARA: María Heres – ROJAS: David Menéndez – CELEMÍN: Juan de Dios Mateos – PATRICIO: Gerardo Bullón – CANTADOR DE COPLAS: Juan Noval-Moro – HOMBRES: Adrián Begega, Sergey Zavalin – BAILARINES FIGURANTES: Miriam Abad, David Acero, Hugo Aguilar, Enrique Arias, Cynthia Cano, Elisa Díaz, José Molina, Concepción Mora, Daniel Morillo, Lucía Prada y Pablo Viña – ACRÓBATAS: Cleyra Membrilla, Giada Ottaviani y Myriam Rojo.

DIRECCIÓN MUSICAL: Óliver Díaz – DIRECCIÓN DE ESCENA: Amelia Ochandiano – ESCENOGRAFÍA: Ricardo Sánchez Cuerda (AAPEE) – VESTUARIO: Juan Gómez Cornejo (AAI) – COREOGRAFÍA: Miguel Ángel Berna – ASISTENTE DE DIRECCIÓN DE ESCENA: Ana Barceló – ASISTENTE DE DIRECCIÓN DE ILUMINACIÓN: David Hortelano – ASISTENTE DE COREOGRAFÍA: Estíbaliz Barroso – COORDINADOR DE ACROBACIAS: Roberto Gasca.

Orquesta Oviedo Filarmonía (OFIL), Capilla Polifónica “Ciudad de Oviedo”, coro residente del Festival de Teatro Lírico Español (dirección del coro: José Manuel San Emeterio Álvarez), Banda de Música “Ciudad de Oviedo” (dirección de la banda: David Colado), Coro Infantil Escuela de Música “Divertimento” (dirección de Cristina Langa), Rondalla de la “Orquesta Langreana de Plectro” (directora: Seila González).

Y que cumplan muchos más

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Viernes 16 de diciembre, 20:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: GALA LÍRICA “30 + 20. MELODÍAS PARA UN ANIVERSARIO”: Beatriz Díaz (soprano), José Bros (tenor), Oviedo Filarmonía, Óliver Díaz (director). Recital de ópera y zarzuela. Entrada butaca: 20 €.

Crítica para Ópera World del sábado 17 de diciembre con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos propias y tipografía que a menudo la prensa no admite.

Dos figuras de la lírica muy queridas en Asturias se unían para celebrar una carrera que sigue al alza con el paso de los años, cumpliendo treinta desde su debut el tenor barcelonés José Bros y veinte la soprano allerana Beatriz Díaz, dos cantantes que han compartido escena varias veces y volvían este viernes, casi navideño, al Teatro Campoamor (75 años de la Temporada de Ópera de Oviedo,) donde tantas noches hemos disfrutado con sus triunfos, esta vez junto a la Oviedo Filarmonía (OFIL) dirigida por el ovetense Óliver Díaz.

El programa habitual en este tipo de recitales se organizó con ópera y zarzuela en dos partes junto a oberturas e intermedios que sirven para descansar las voces sin perder coherencia con las obras elegidas, entrelazando arias y dúos de calado, más romanzas de nuestro gran género para que Bros y Díaz repasasen sus mejores momentos sobre las tablas.

Tener a la Oviedo Filarmonía bajo la batuta de Óliver Díaz es asegurar calidad y buen entendimiento, una orquesta que también va cumpliendo años y creciendo por igual encima del escenario que desde el foso, como en esta gala aprovechando la escena de “Hamlet”, volviendo a demostrar en las páginas instrumentales una sonoridad corpórea y una musicalidad para la lírica realmente destacable, especialmente en el Intermedio de Manon Lescaut (Puccini) donde sigue emocionando no sólo por conocido sino por lo bien interpretado que estuvo, además de la poco escuchada obertura de La Princese jaune, op. 30 (Saint-Saëns), y otro tanto con las páginas de zarzuela, desde el bellísimo “Intermedio” de La pícara molinera (Luna) abriendo la segunda parte, al menos escuchado y bellísimo de La montería (Guerrero), género donde el maestro Díaz es un referente y verdadera autoridad, reafirmando el buen entendimiento y la química entre formación y director.

En las arias y dúos además de disfrutar con las voces de Bros y “La Díaz”, la orquesta de la capital estuvo siempre al servicio de ellas, con “el Díaz” ovetense sacando lo mejor de lo músicos, mimando cada pasaje, degustando unas partituras que son oro molido, especialmente Puccini y Massenet, y que con la OFil “abajo” nos permitió escuchar al dúo en su vocalidad total “arriba”.

De las arias operísticas José Bros nos dejó dos con su entrega total como “un obrero de la lírica” -así se define el catalán- y la conocida profesionalidad a lo largo de toda su longeva carrera, este viernes con algún problema añadido, puede que alguna afección sobrevenida ante el frío de diciembre que siempre provoca alguna flema o “telilla”, amén de sus cambios de color buscando la expresividad, casi cincelando cada nota, mejorando en el fuerte de unos agudos aún poderosos, que fue solventando a lo largo de la gala, páginas que ha llevado por medio mundo, siendo Oviedo una de las paradas obligadas: la conocida “Una furtiva lagrima” de L´elisir d’amore (Donizetti) del Nemorino todavía frío abriendo velada y “Pourquoi me réveiller”, de Werther (Massenet) con el que siempre viene a mi memoria Alfredo Kraus, flojo pero sentido y aplaudido.

La asturiana Beatriz Díaz, en un momento vocal pleno, se mostró cómoda en escena donde es envidiable cómo afronta cada personaje, eligiendo para comenzar “Ebben? Ne andrò lontana” de La Wally (Catalani), bellísima línea de canto llena de matices, y la esperada “Mi chiamano Mimì” de La Bohème (Puccini) que tras años como Musetta por fin debutará como protagonista el próximo año en Alicante, un rol que no me cansaré de repetir parece escrito a su medida, jugando con los registros, filados “marca de la casa”, emoción y carne de gallina en esta página que nuestra soprano ha hecho suya totalmente.

En esta parte operística, dos de los dúos donde admirar la suma de entendimiento y buen gusto de esta pareja felizmente arropada por la orquesta bajo la batuta clara y precisa del maestro ovetense: “Suzel!… Come si è fatta pallida” de L´amico Fritz (Mascagni), la misma donde coincidieron por primera vez en noviembre de 2002, que con el paso de los años alcanza la madurez necesaria para afrontarla en su plenitud, pura escena donde un Fritz comedido no brilló tanto como la dominadora Suzel, más la emocionante escena de Saint-Sulpice de Manon (Massenet), maravilloso dúo que de nuevo con “La Díaz” asombró de principio a fin, la juventud ya madura para esta Manon francesa hoy allerana (con)venciendo al Des Grieux barcelonés.

Nuestra zarzuela necesita voces como las de este viernes para ponerla en el mismo lugar que “la hermana mayor”, y así pudimos comprobarlo en la segunda parte con las dos romanzas de soprano “Qué feliz mi vida fuera” de La labradora (Magenti) y “Tres horas antes del día” de La marchenera (Moreno Torroba) no lo suficientemente escuchadas pero que Beatriz Díaz cantó con su impresionante técnica y musicalidad, la misma que hace poco llevó a Sao Paulo (Brasil) en una gala puramente española, estilo y salero inconfundibles, gracejo y buen cantar, junto a las más conocidas de tenor “Por el humo se sabe” de Doña Francisquita (Vives) y “No puede ser” de La tabernera del puerto (Sorozábal) donde José Bros superó los problemas iniciales mostrándose cómodo en el registro medio y más pleno en los agudos, agradeciendo su entrega en unas partituras donde siempre sobrevuela en mi recuerdo “el tenor” (entiéndase Don Alfredo Kraus Trujillo).

Y otros dos dúos de altura para redondear las intervenciones en solitario, primero “Le van a oír” de Doña Francisquita (Vives), Fernando Bros y Francisquita Díaz en dramaturgia pura antes de la sorpresa previa al último número. Proyectando un vídeo que recogía los mejores momentos en el coliseo lírico de la capital asturiana de esta pareja, especial el “Elisir” de ambos (2017), o los Puccini únicos de la allerana: Liù (2012) más la inolvidable Butterfly (2020) que emocionó a todos, incluyendo al que suscribe por haberlos vivido con ellos.

Palabras de agradecimiento a “las melodías de Oviedo” como rezaba el último fotograma, Bros siempre querido y entregado en el escenario, Díaz reconociendo estar en casa recogiendo el cariño del público sin el que nada tendría sentido. Secando lágrimas y tragando saliva, al fin el mejor cierre con el conocido “Torero quiero ser” de El gato montés (Penella), Juanillo rematando faena, Soleá con mantón de verónica, Bros bravo, Díaz cautivadora y la música torera de la OFil con el mayoral Díaz en el arte de la doma, que no rejoneo, para completar un cuadro final soberbio.

Y si el regalo fueron las propias voces, aún nos darían el suyo: Bros El último romántico (Soutullo y Vert) con “bella enamorada” rematando esta gala de menos a más, tras la Beatriz Díaz rescatando de su amplio repertorio la canción andaluza de El dúo de la africana (Fernández Caballero), que sigue ganando con los años, y el mejor colofón con la Jota “No cantes más la Africana”, dúo de aniversario con dos carreras que tras diez años de distancia volvían a unir sus caminos en este punto de encuentro lírico que es el Teatro Campoamor, esperando como finaliza la canción que no se interpretó “…Y que cumplan muchos más”.

Ficha:

Teatro Campoamor, Oviedo, viernes 16 de diciembre de 2022, 20:00 horas. GALA LÍRICA “30 + 20. MELODÍAS PARA UN ANIVERSARIO”: Beatriz Díaz (soprano), José Bros (tenor), Oviedo Filarmonía, Óliver Díaz (director). Recital de ópera y zarzuela.

Programa:

Primera parte

Obertura de La Princesse jaune, op. 30 (C. Saint-Saëns). “Una furtiva lagrima”, de L´elisir d`amore (G. Donizetti).
“Ebben? Ne andrò lontana”, de La Wally (A. Catalani).
“Suzel!… Come si è fatta pallida”, de L´amico Fritz, (P. Mascagni).
Intermedio de Manon Lescaut (G. Puccini).
“Mi chiamano Mimì”, de La Bohème (G. Puccini).
“Pourquoi me réveiller”, de Werther (J. Massenet).
Escena de Saint-Sulpice, de Manon (J. Massenet).

Segunda parte

Intermedio de La pícara molinera (P. Luna).
“Qué feliz mi vida fuera”, de La labradora (L. Magenti).
“Por el humo se sabe”, de Doña Francisquita (A. Vives).
“Le van a oír”, de Doña Francisquita (A. Vives).
Intermedio de La montería (J. Guerrero).
“No puede ser”, de La tabernera del puerto (P. Sorozábal).
“Tres horas antes del día”, de La marchenera (F. M. Torroba).
“Torero quiero ser”, de El gato montés (M. Penella).

Un puñado de rosas

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Jueves, 20 de mayo, 19:00 horas. Teatro Campoamor: XXVIII FESTIVAL DE TEATRO LÍRICO ESPAÑOL. La del manojo de rosas, Sainete lírico en dos actos y seis cuadros. Música de Pablo Sorozábal, libreto de Francisco Ramos de Castro y Anselmo Cuadrado Carreño; estrenada en el Teatro Fuencarral de Madrid (13 de noviembre de 1934). Producción del Teatro Campoamor (Fundación Municipal de Cultura). Entrada butaca: 46 €.

Si hay una zarzuela popular, por la que no pasa el tiempo, y con números musicales populares es El manojo de Sorozábal, y si se me apura, «El manojo de Sagi», porque sigue vigente, hermoso, divertido y elegante (el vestuario de Pepa Ojanguren impoluto y eterno), producciones para guardar y reponer ya que nunca defraudan.

Un buen elenco de voces aunque no bien amortizadas en este jueves donde triunfaron más los mal llamados secundarios y sobre todo el Espasa de Ángel Ruiz, digno sucesor de un Luis Varela que ha marcado historia en este manojo, completo de principio a fin; la Mariana de excelencia a cargo de Milagros Martín a la que da gusto ver y escuchar porque tampoco cumple años; finalmente la pareja Clarita-Capó, Beatriz Díaz y David Pérez Bayona que pusieron no ya la nota divertida del verbo y el canto, ese baile y el desparpajo en un «caló» castizo que hizo las delicias del público. Hasta nuestro «Charly Teibol» se marcó un inglés de casa suficiente para un reparto que tardó en calentar, con algunos desajustes entre foso y escenario que no empañaron una zarzuela querida y esperada siempre allá donde se representa, aunque el resultado final no pasó de lo aseado.

No hubo química en el inicio con la pareja protagonista Joaquín y Ascensión, ambos de color bello pero afinación fluctuante ya en su primer dúo (Hace tiempo que vengo al taller) ni tampoco en el segundo cuadro con la romanza No corté más que una rosa. Y el «duelo» Joaquín-Ricardo (¿Quién es usté?) rígido, falto de claridad en la difícil dicción aunque la puesta en escena, como todo este manojo, sea maravillosa. Al menos el «fox-trot» de Clarita y Capó hizo subir la temperatura musical con una Oviedo Filarmonía  que también fue subiendo enteros en el transcurso de la representación con el siempre seguro Óliver Díaz al mando.

El final del acto primero me dejaba dudas con un coro indeciso y algo retrasado antes de bajarse el telón.  Por lo menos el descanso sentó bien y el preludio del acto segundo ya nos devolvió una orquesta bien templada (con un arpa siempre precisa y una trompeta que incluso con sordina sonó clara y melódica), aunque algo falta de «músculo» habitual al que nos tiene acostumbrado (supongo que por la plantilla reducida), antes de volver con humor en esa Farruca salerosa y arriesgada sobre la furgoneta, que preparaba la esperada romanza de Joaquín Madrileña bonita tirante, sentida pero sin enamorar pese al timbre potente y bello de Alfredo Daza que no rindió como sería de esperar (seguramente el sábado ya estará más templado todo) y algo mejor la habanera ¡Qué tiempos aquellos! donde matizó con gusto esa melodía imborrable y pegadiza (como todas las del maestro vasco).

No quiero olvidarme del Don Daniel de Enrique Baquerizo en su línea de aplomo y seguridad tanto cantada como hablada y del resto, cuerpo de baile además de figurantes que aportaron belleza y color a un reparto que sobre el papel prometía, aunque el manojo quedó en puñado pero el genio de Sorozábal siempre compensa y deja impregnado el ambiente aunque tenga «carita de pena«.

REPARTO

Dirección musical: Óliver Díaz. Dirección de escena: Emilio Sagi. Oviedo Filarmonía, Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo»Carmen Romeu (Ascensión), Alfredo Daza (Joaquín), Juan Noval-Moro (Ricardo), David Pérez Bayona (Capó), Beatriz Díaz (Clarita), Ángel Ruiz (Espasa), Milagros Martín  (Doña Mariana), Enrique Baquerizo (Don Daniel), Fernando Marrot (Don Pedro), Carlos Mesa (Un inglés).

Miopía musical

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Viernes 26 de febrero, 19:00 horas. Auditorio de Oviedo, Iviernu IV: OSPA, Eva Meliskova (violín), Óliver Díaz (director). Obras de Stravinsky, Bach y Mendelssohn. Entrada butaca: 15 €.

Echando fuera este febrero sinfónico con un programa explicado por Óliver Díaz, cubriendo la cancelación de Lina González-Granados, que pareció no encajar en los planes salvo por el dicho de que «cuando más es menos«. Y es que este cuarto de invierno comenzó con una orquesta de cámara (15 músicos con el granadino de la BOS Samuel García como concertino invitado) y bien enfocada, para ir perdiendo «visión» en la siguiente, donde una cuerda sin clave ni atino pareció que se me empañasen las gafas (y no por la mascarilla) finalizando con ellas totalmente caídas ya desde el pleno de la formación asturiana.

Todo apuntaba bien con Igor Stravinsky (1882-1971) y su Concierto en mi bemol “Dumbarton Oaks” 8.v.38 , obra regalo para los 30 años de matrimonio de los mecenas y melómanos Robert Woods Bliss y Mildred Barnes (como bien recuerda David Rodríguez Cerdán en las notas al programa), los mismos que cumpliré yo en nada aunque sin el poder adquisitivo de los norteamericanos pese a obsequiarnos siempre con música, y tres décadas igualmente de la formación asturiana. Con esta plantilla camerística la obra neoclásica del ruso sirvió para que el maestro carbayón se desenvolviese cómodo y cómplice con los músicos, acertando en los tempi ciñéndose a las propias indicaciones (I. Tempo giusto – II. Allegretto – III. Con moto) y alcanzando buenas dinámicas de los primeros atriles así como una versión ágil y colorista de este concierto por el que no pasan los años e inspirado en los brandemburgueses de Bach.

Johann Sebastian Bach (1685-1750), Mein Gott, y su música siempre serán palabras mayores, tributo obligado tras Stravinsky, pero nuestros oídos se han acostumbrado a una sonoridad específica de la que la OSPA carece en estos tiempos, a pesar de la calidad de la cuerda astur, pero hay que trabajar en otra dirección para darlo todo. El Concierto para violín nº1 en la menor, BWV 1041 sin clave se queda cojo, miope, el estilo está alejado igualmente del habitual en los conciertos del director asturiano y para peor suerte, la ayudante de concertino no estuvo a la altura esperada como solista en esta joya para su instrumento. Insegura, partitura en el atril, perdida y sin pulsación, los tres movimientos (I. Allegro – II. Andante – III. Allegro assai) fueron una lucha por mantener el tipo, contagiando el desánimo, la indecisión y olvidando que la matemática musical bachiana no admite decimales, ni siquiera en el central aún más desnudo sin el sustento del «martinete». Una pugna desigual donde faltó pulsación, sonido, interiorización, orden y concierto, sumando una lectura desde el podio donde la gestualidad de las manos no correspondía ni alcanzaba la respuesta orquestal deseada: ligados que no deberían, fraseos turbios, sonoridades mezcladas, turbias, borrosas, y una versión horrenda que ni siquiera en tiempos de Stravinsky se hubiera aprobado. Comentaba con mis vecinos de butaca además de amigos, que incluso cuando apenas se encontraban claves, el mismísimo Casals utilizaba el piano en el continuo para un Bach con el que desayunó toda su vida. Ese vacío se nota porque el propio teclado con sus acordes característicos ayuda a mecanizar ese ritmo barroco puro del que careció todo el concierto, pensando que una semana de estudio con el metrónomo sería buena penitencia impuesta por El kantor de Santo Tomás.

Como acto de contrición para el desenfoque auditivo, Meliskova volvió al mismo Bach, esta vez con la «Chacona» de la Partita nº 2 en re menor, BWV 1004, al menos el castigo no fue compartido pero el pecado quedó sin la absolución (ni la graduación deseada ante semejante miopía musical).

Tal vez el primer apóstol de nuestro dios BachFelix Mendelssohn (1809-1847), esperábamos que bajaría a centrarnos en la tierra con todo el equipo orquestal para encaminarnos con su Sinfonía nº 3 en la menor, op. 56, «Escocesa», pero la visión siguió pequeña, casi tan diminuta como la partitura de bolsillo en el atril del director, una versión miniaturizada donde los paisajes pintados por Turner o Constable parecieron volverse apuntes impresionistas por el desenfoque, bocetos más que grandes lienzos de museo para esta sinfonía «galesa» tras un Brexit musical.

Los cuatro movimientos (I. Andante con moto – Allegro un poco agitato; II. Vivace non troppo; III. Adagio IV. Allegro vivacissimo – Allegro maestoso assai) fueron discurriendo con algunas pinceladas claramente dibujadas, pero la sonoridad continuó difusa pese a la ligereza del trazo, solo destacable el tiempo lento ubicado en tercer lugar, más contemplativo y reposado perfilado, con cierto colorido solista que embelleció unas estampas irreconocibles. Agradecer el esfuerzo del maestro Díaz por responder raudo a sus paisanos y amigos, pero espero recuperar mi visión bien graduada para que el refrán de «No hay quinto malo» se cumpla el día del padre con Lugansky y el gran Perry So.

Butterfly vive

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Viernes 18 de diciembre, 19:00 horas. Teatro Campoamor, LXXIII Temporada de Ópera de Oviedo. Madama Butterfly (Puccini).

Una noche para el recuerdo y la historia del templo operístico ovetense que cayó rendido ante la Butterfy de la asturiana Beatriz Díaz, la soprano que ha hecho suya a la gran Cio-Cio-San totalmente sublime, creciendo como su propio personaje y en un momento cumbre en su vocalidad.

Puccini es el compositor de las mujeres protagonistas, de las heroínas, y este rol no pudo encontrar mejor voz, mejor actriz y mayor entrega, sacrificio y trabajo que el de nuestra soprano, una cantante que ha luchado como el propio personaje, contra todo, con la esperanza de este debut que encumbra o hunde a quien lo escenifica. La evolución a lo largo de esta ópera, la transición de la joven Madama Butterfly a la madre adulta que se inmola como acto de amor y lealtad se reflejó de principio a fin, una evolución cantada y sentida que conmovió a un público entregado, respetuoso, en silencio, acongojado con el drama sobre el escenario tan bellamente escrito por el músico de Lucca. Beatriz Díaz es la soprano de Puccini y lo lleva demostrando hace muchos años, eligiendo el momento de cada personaje con la madurez de una carrera bien armada que con esta Butterfly ha vuelto a afianzarlo para quien quiera escucharla. Las lágrimas del público saltan cuando hay todo lo necesario para conmover y «La Díaz» volvió a hacerlo en una noche muy especial.

Espero no tengan que buscar sopranos de grandes titulares y buen marketing pero pequeña y corta implicación, de renombre y expectativas no siempre cumplidas, las tenemos en casa pero triunfando fuera. Tomemos nota este lujo para la ópera de Oviedo con este reparto de función única plenamente preparado para afrontar cualquier sustitución que en estas circunstancias tan especiales ha obligado a un esfuerzo titánico por mantener los títulos con todos los cambios imprevistos y la incertidumbre que no es buena consejera. La Butterfly del «Viernes de ópera» ha sido el mejor regalo navideño, único e irrepetible que unos pocos privilegiados hemos podido disfrutar, todo un homenaje a Puccini en la voz de Beatriz Díaz.

Imposible plasmar todo lo vivido y sentido, así que desde aquí solo me queda presumir de atesorarlo en mi memoria musical y afectiva, compartir tanto con tan poco como esta reseña aún con ese nudo en la garganta y la satisfacción de decir la consabida frase «¡Yo estuve ahí!».

Madama Butterfly cautiva desde el inicio, la Oviedo Filarmonía casi camerística y colocando parte de los efectivos en las bolsas laterales, con Óliver Díaz al frente siempre en ascenso y dominador de foso y escena. Asumieron todos el reto de pasar de Beethoven a Puccini con una profesionalidad encomiable, ilusión y muchas ganas de público con quien compartir. De hecho todo el equipo de la ópera está realizando un esfuerzo titánico para mantener viva esta llama lírica que amén de no defraudar ha puesto a la cultura segura como un ejemplo a seguir cuando las cosas se hacen bien y las autoridades lo permiten.

La escenografía de Joan Anton Rechi ayudó a crear el ambiente ideal para esta «tragedia japonesa» en el Nagasaki nuclear, sin perdernos nada de la esencia, con elegancia y subrayando un libreto que la música eleva al Nirvana dramático. La acción preparada y las voces del reparto mostrando sus credenciales, un Goro (Moisés Marín) convincente y el Pinkerton (Fabián Lara) que ya prometía una noche para el recuerdo. Suzuki (Nozomi Kato) en su papel y además japonesa, sería el vértice para dibujar el triángulo protagonista perfecto, si bien Sharpless (César Méndez Silvagnoli) apuntaba maneras y buen color pero su emisión corta oscureció un fulgor y elegancia vocal de todo el elenco.

La aparición del cortejo femenino con las mascarillas arropando a Cio-Cio-San elevó el nivel al primer escalón emocional y visual, elegancia total. Un gusto en el canto y los pianissimi de Butterfly perfectamente proyectados con la técnica necesaria y la calidad demostrada. El maestro Díaz tejiendo un sedoso shiromuku orquestal con igual pulcritud que el shironuri (el maquillaje blanco de las geishas), blancos refulgentes que la iluminación de Alberto Rodríguez subrayaría a lo largo del drama. Todo un crescendo de calidades, belleza contenida que iría desbordándose durante toda la función, la gestualidad, los diálogos, el coro (delicadísimo a bocca chiusa), el encuentro entre Pinkerton y Butterfly, dos voces para una misma emoción, la irrupción del El Bonzo (Fernando Latorre), acción trepidante sin tumultos, musicalidad a raudales.

Y la pareja enamorada y entregada, el único momento donde ambos interactúan porque Puccini escribe las emociones por separado. Lara Pinkerton convincente, poderoso, entregado, Díaz Butterfly arrebatadora con el esperado Un bel di vedremo que puso en pie al Campoamor porque no se puede hacer mejor, desde la «voz delgada cual hilo de humo» acompañada desde lejos (hay que leer a Stefano Russomano en el libreto) y la gradual ampliación sonora poniendo otro escalón en una cima de alturas musicales y sentimentales.

El efecto de la plataforma giratoria da la elipsis temporal, la orquesta de una sutileza deseada, Cio-Cio-San esperando tres años que cante el petirrojo, Suzuki desgarradoramente perfecta en su personaje, devoción, entrega y amor hecho canto con un impactante final de acto en todos los sentidos (que no quiero desvelar).

Devastadora escena entre escombros, ambiente incómodo y perturbador, la esperanza que nunca se pierde ni siquiera en los peores momentos, la aparición en escena del hijo (Rodrigo Méndez De la Fuente / Celia Gómez Arias) apabullante por su actuación madura, creíble, espontánea, engrandeciendo un acto lleno de dolor, espera y esperanza desde la atalaya con bandera americana hecha jirones, la actualidad que llega al corazón y siempre ¡LA VOZ! cual bálsamo emocional. Beatriz Díaz grande, evolución del personaje y de la cantante, poderosos graves, medios implacables e impecables, agudos sobrecogedores y sobre todo sus pianísimos que brillan y se escuchan en todos los rincones del teatro. La entrega de los sentimientos en cada nota, lágrimas no siempre contenidas en el público, flores invernales «sembrando otoño», Suzuki y Cio-Cio-San, dolor y amor, dualidad vital, final esperado, desesperado y deseado aunque de todos conocido. Goro, Pinkerton, Kate, las distancias infranqueables, el sacrificio y la muerte que trasciende para elevar triunfal esta Butterfly más viva que nunca.

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