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La Corte de Oviedo

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Jueves 15 de mayo de 2025, 19:30 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: XXXII Festival de Teatro Lírico Español: «La Corte de Faraón», opereta bíblica en un acto y cinco cuadros con música de Vicente Lleó (1870-1922) y libreto de Guillermo Perrín (1857-1923) y Miguel de Palacios (1863-1920), en versión de Emilio Sagi y Enrique Viana.

(Crítica para OperaWorld del viernes 16, con fotos de Alfonso Suárez, propias, más el añadido de los siempre enriquecedores links, con la tipografía y colores que no siempre se pueden utilizar)

En Oviedo así llamamos a la Iglesia de Santa María La Real de La Corte y también un céntrico local hostelero frente a la Junta del Principado, pero esta vez me referiré a «La Corte de Faraón», recordando que el título debe ir con «de» y no con «del», pues toma Faraón como nombre propio y no como cargo electo, por lo que a partir de aquí simplemente me referiré a ella como “La Corte”.

Nuestra legendaria Vetusta lleva tiempo pidiendo una tercera (y hasta cuarta) función para este festival de teatro lírico que alcanza ya treinta y dos temporadas, pues el éxito de muchos títulos agota las entradas para las dos actuales. Lo mismo ha sucedido con este penúltimo (solo queda para cerrar en junio «Marina»), tan unido al nombre de Emilio Sagi -quien la presentase en 2012 en Bilbao y Madrid- junto a un elenco con presencia de muchas voces asturianas que suponen la mejor propaganda para dos llenos en el Campoamor, contando con gran parte del reparto que la representó en el Teatro de la Zarzuela abriendo este año con la misma producción (y 15 funciones), “La Corte” que Jonathan Mallada, autor de las notas al programa, definió como “divertida, irreverente e hilarante” en la conferencia previa el día anterior.

Está claro el éxito de esta “opereta bíblica” como así se la calificó para su escandaloso estreno en 1910, y que llegaría a las 772 representaciones. Mezcla de cabaret y revista, Sagi le añade “sicalíptica”, pues hasta con la definición del DRAE queda perfectamente explicada: “malicia sexual, picardía erótica”, con sinónimos como erótica, picante, pícara, procaz, atrevida, sexual, sensual, obscena, verde. Pero “las circunstancias se relajan de tal modo que hoy la mayoría de esas bromas están pasadas de rosca y es necesario darlas otra vuelta de tuerca utilizando el equívoco de sexos y la ambigüedad sexual, elementos que precisamente convierten esta obra en un género sicalíptico muy particular, más volcado hacia el cabaré o la revista” como la define el propio Emilio, pero también “gamberra». Y añade Manuel Lagos Gismero en el programa madrileño que “efectivamente, es gamberra, cachonda, descarada y desvergonzada, directa a lo que nos ocupa e interesa al ser humano: el sexo, la política y la religión, y todo queda reflejado con ingenio y humor”. No faltan tampoco la ironía, la crítica social o la irreverencia, y hasta la censura franquista la prohibiría por obscena -no así con la música, gracias a la grabación de Ataúlfo Argenta en 1958 que sonó en tantos hogares de entonces- para “resucitarla” en plena transición e incluso con la versión cinematográfica de 1985 dirigida por José Luis García Sánchez, con guión de Rafael Azcona, protagonizada por Ana Belén y Antonio Banderas, hasta convertirse en una representación casi recurrente cada cierto tiempo en los teatros hispanoamericanos y por distintas compañías.

La música de Vicente Lleó es una delicia en todos los números, desde los valses al garrotín junto a todas las canciones que con los textos del tándem Perrín-Palacios encajan como un guante, pero aún mejor con esta actualización que ha escrito el dúo Sagi-Viana, donde el juego de palabras, incluso con las siempre complicadas esdrújulas (y aprovecho para tildar esta Corte de “magnífico espectáculo”) nos normalizan especialmente las partes habladas, contando con unos excelentes cantantes y actores que mejoran los inicios del género (a la inversa: actores que cantaban).

Y si alguien triunfó en Oviedo ha sido Enrique Viana, el Sul sorpresa “empaquetada” en el movido sarcófago para Faraón, largo solo de nombre y casi dirección postal, sorpresa para todo el Campoamor brindándonos no solo un Babilonio único, juguetón, cachondo como siempre, lleno de guiños locales repletos de fino humor (Colloto, Monte Cerrao, La Escandalera con todo lo que significa…). Genuinos cuplés del siglo XXI de esta vedette con bata ecológica que barría todo el oropel del escenario para llevarlo al contenedor amarillo, obligando a cantar a “los hombres solos… que quedan y están todos aquí”, pidiendo que “respiren”, bromeando con el maestro Bayona sobre “cómo tocar” el Babilonio, en tono “gris perla” y no en modo menor sino de edad mediana. Dedicatorias por partida doble a “mis primas segundas” con los deportistas que deben tener pelotas a pares, y “a las mujeres vigoréxicas” con la dureza de doble sentido. Actualidad bromeando con la Transparencia y hasta con Groenlandia, que encaja con Babilonia, donde “hasta los pingüinos están haciendo las maletas”,  bajando por el Basilisco (Obelisco) y unas carcajadas que no nos hicieron perder el excelente estado vocal del tenor madrileño, con un falsete increíble, el ingenio imperecedero e imperdurable de su histrionismo bien entendido, la química con el público y la valentía por seguir defendiendo y manteniendo viva 115 años después esta opereta sicalíptica, con el cuplé final Actualizando toda la Corte en letra y vestuario (Gabriela Salaverri dejó para el final sus coloridos diseños de temporada).

Y si Viana es incombustible, no se queda atrás La Reina Milagros Martín, nuestra auténtica señora de la zarzuela que cada vez que se sube a las tablas ofrece una lección de profesionalidad, de entrega, de saber hablar y cantar, haciendo beber “del rico vino de Antila”, respeto a los compañeros en el terceto Para jugar y sentenciar….  Son actuaciones siempre para recordar por la magnificencia tanto de su personaje como de su persona.

El casto José jugaba en casa, pero Jorge Rodríguez-Norton lleva una carrera de primera sin olvidarse de la zarzuela, nuestro patrimonio que cuando se interpreta con la calidad del avilesino la hace aún más grande. Física y vocalmente brilló más que todo el oro con el que cubrieron su cuerpo y las tablas del centenario templo lírico carbayón, con un derroche reclamado por todas las damas y y aplaudido como se merece, solo, a dúo o en terceto.

María Rey-Joly volvía tras su viuda Obdulia de «La Regenta» (comentada también desde aquí) como la insatisfecha Lota que busca felicidad ante tanta castidad, que se mueve como pez “en el oro” en este rol tan cabaretero por picardía y sensualidad, especialmente en el dúo con José, aunque más legible cantando que hablando. Otro tanto con Annya Pinto como Raquel, quien mostró musicalidad y buena línea de canto con voz bien proyectada en La luz de la luna se quiebra en el Nilo.

También cantaban en casa Ra, Sel y Ta, tres viudas asturianas encarnadas por Serena Pérez, María Heres y Ana Nebot que se lucieron bailando, cantando muy empastadas y sumándose a un elenco que defiende las voces de “la tierrina” junto al siempre inconmensurable Carlos Mesa como Selhá que no sólo es un actor cómico de primera sino que canta afinado y se metió al público en el bolsillo desde su primera aparición junto al colega Oscar Fresneda como Seti, un juego de roles bien ensamblado e interpretado. Otro asturiano el barítono mierense Abraham García como Gran Sacerdote, presentando a Lota y luciéndose en un Garrotín concertado y brillante.

Grande el Faraón Enric Martínez-Castignani muy querido en Oviedo que siempre defiende sus roles con solvencia y es capaz de empatizar incluso con los gestos. Mientras, la flecha afectó un tanto al Putifar de Ramiro Maturana al que le faltó más música que humor, color bien timbrado pero poco homogéneo y por momentos forzado en el agudo pero sin llegar al «Horror».

El coro titular del festival, preparado por José Manuel San Emeterio, volvió a mostrarse con una profesionalidad digna de elogio. Escénica y vocalmente ayudaron a una representación que con toda la comicidad es exigente para todos, especialmente para las voces blancas y más cuando las sitúan atrás, con lo que supone encajar con el foso. Desde el inicial “¡Victoria!¡Victoria! Ya de las trompetas…” premonitorio del resultado final y con paraguas para el chaparrón, junto a unos Sacerdotes compactos y seguros son uno de los pilares de cada temporada.

Una nutrida Oviedo Filarmonía en el foso sigue siendo el seguro orquestal de este festival, y se crece con maestros como Néstor Bayona, buen concertador manteniendo unos balances que respetaron siempre las voces, dejando “sacar músculo” en los números instrumentales y con buenos solistas, destacando el flautín y el arpa.

Nuria Castejón montó una coreografía “muy egipcia” en gestos para un buen “cuerpo de baile” a cargo de seis caballeros (dejo al final sus nombres) que también completaron una escena nunca abigarrada y sin resbalar ante los papeles que inundan del suelo y terminarían barriendo.

De nuestro internacional Emilio Sagi solo caben palabras de admiración en su Oviedo natal donde debutó y vuelve siempre triunfante, tanto en la ópera como en la zarzuela, de las que se ha convertido en todo un baluarte. En un encuentro previo con el público definía que “un teatro no es un ente burgués, tiene que ser un espacio de libertad, tiene que tener las ventanas y las puertas abiertas”. Como ya disfrutaron en el Arriaga bilbaíno o en la calla Jovellanos madrileña, esta producción ovetense va más allá del oro o los guiños a la revista, tiene una escena ágil, sobria, elegante y con el guiño final a nuestro tiempo, también en la vestimenta, desde un mural de arte urbano faraónico por temática pero muy colorido, casi warholiano aunque me recordó más al Vivancos del siempre añorado pub “Pick Up” (detrás de la Catedral) que nuestra generación disfrutó tantos años hasta su cierre, jugando con el plano superior que abre y cierra en los distintos cuadros para el coro o las viudas y la iluminación siempre muy lograda de Eduardo Bravo, con el final cual karaoke con letra proyectada todos cantamos -al fin con la pausa en su sitio- el babilonio “vámonos para… Judea”, que tras más de hora y media aún se entonaba al salir de un teatro inundado por el buen humor de la Corte de Oviedo.

FICHA:

Jueves 15 de mayo de 2025, 19:30 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: XXXII Festival de Teatro Lírico Español: «La Corte de Faraón», opereta bíblica en un acto y cinco cuadros con música de Vicente Lleó (1870-1922) y libreto de Guillermo Perrín (1857-1923) y Miguel de Palacios (1863-1920), en versión de Emilio Sagi y Enrique Viana.

Estrenada el 21 de enero de 1910 en el Teatro Eslava de Madrid.

Coproducción del Teatro Arriaga, Teatro Campoamor y Teatros del Canal (2012).

FICHA ARTÍSTICA

Dirección Musical: Néstor Bayona – Dirección de Escena: Emilio Sagi – Asistente de la dirección de escena: Javier Ulacia – Escenografía: Daniel Bianco – Vestuario: Gabriela Salaverri – Iluminación: Eduardo Bravo – Asistente de iluminación: David Hortelano – Coreografía: Nuria Castejón.

REPARTO

Lota: María Rey-Joly – La Reina: Milagros Martín – Sul: Enrique Viana – Raquel: Annya Pinto – Ra: Serena Pérez – Sel: María Heres – Ta: Ana Nebot – El Gran Faraón: Enric Martínez-Castignani – José: Jorge Rodríguez-Norton – Putifar: Ramiro Maturana – Gran Sacerdote: Abraham García – Selhá: Carlos Mesa – Seti: Oscar Fresneda.

CUERPO DE BAILE

Cristhian Sandoval, Daniel Morillo, José Ángel Capel, Antonio Bonilla, Pablo Gutiérrez, Jan Gálvez.

Oviedo Filarmonía

Coro Capilla Polifónica “Ciudad de Oviedo”

Director de coro: José Manuel San Emeterio

Carnaval de zarzuela

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Jueves 27 de febrero, 19:30 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: XXXII edición Festival de Teatro Lírico Español. «Doña Francisquita», “Versión libre” de Lluís Pasqual. Comedia lírica en tres actos, con música de Amadeo Vives Roig (1871-1932) y libreto de Federico Romero (1886-1976) y Guillermo Fernández-Shaw (1893-1965).

(Crítica para OperaWorld del viernes 28, con las fotos de Alfonso Suárez, y propias al finalizar la función, más el añadido de los siempre enriquecedores links, con la tipografía y colores que no siempre se puede utilizar)

El 29 de mayo de 2019 asistía en mi casa a la proyección en vivo (por las redes sociales) desde el Teatro de la Zarzuela a esta misma producción de «Doña Francisquita» que entonces rebauticé como Doña Paquita de Pascual al tratarse de una versión libre del escenógrafo catalán Lluís Pasqual (Reus, 1951), que entonces ya levantó polémica como si volviésemos la vista al pasado con tantas críticas por la revisión de títulos conocidos en todo el terreno lírico.

Tras casi cinco años de esta (re)visión de la centenaria zarzuela de Amadeo Vives, pude disfrutarla en vivo con la necesaria aportación del gran actor Gonzalo de Castro, querido en Asturias por aquella serie rodada en Lastres (Doctor Mateo) y que hace comprensiva esta actualización de “teatro dentro del teatro”, haciendo de productor y presentador respectivamente en cada acto, más la longeva Lucero Tena, leyenda viva de las castañuelas que ya estuviese en Madrid, Barcelona y Valencia, con decenas de “francisquitas” en sus manos, y que participó magistralmente en el conocido fandango, con el público que llenó el teatro, rendido a su arte con prolongada ovación solo cortada por el ramo de flores y ubicarla en una silla para presenciar al cuerpo de baile que lo hizo cual homenaje a la más querida de la noche.

Solo los textos cantados permanecen intactos, respetando tanto la música del gran maestro catalán como la letra del productivo tándem astur-gaditano (Romero y Fernández-Shaw), probablemente una de las más grandes obras de nuestro género lírico, mientras el libreto aparca y aparta la inspiración en «La discreta enamorada» (Lope de Vega) para revivirla con el otro catalán que nos muestra tres momentos de esta centenaria «Doña Francisquita» desde el mismo espíritu por reflejar personajes, modas y costumbres que habitaban Madrid durante tres épocas, revistiendo y transformando la acción como suele suceder en tantas versiones de otros títulos escénicos en la memoria de muchos, con menor o mayor acierto y gusto, siempre personal, y funcionando casi cual miniserie televisiva en tres capítulos, quedándonos con ganas de la siguiente temporada, y que como comentaba al inicio el productor, “sin diálogos como en la ópera”, por el coste de la grabación (no han cambiado los tiempos) y la simpática réplica de Milagros Martín, puede que haciendo de ella misma, siempre inconmensurable en todo, presumiendo en cada intervención de sus más de cuarenta francisquitas: “sin diálogos no se entiende” a lo que contestaba Gonzalo de Castro en el segundo acto televisivo: “para eso está Estudio 1”. Una miniserie de zarzuela dentro de la zarzuela ya metidos en las carnestolendas donde con el disfraz todo se permite.

Lluís Pasqual recalca en el programa de mano que su propuesta escénica está hecha desde la alegría que produce esta música “desde ese mundo de recuerdos felices repleto de emociones donde la zarzuela es la banda sonora de mi infancia”, y la de tantos aficionados. Pero también se trata de una propuesta reflexiva e innovadora (que Pasqual comentaba en el programa madrileño) para un auténtico clásico de la lírica española, señalando que «tal vez solo la música, evocadora y real al mismo tiempo, sea capaz de producir esos sentimientos» para disfrutar de ese  «espíritu de fiesta compartida» que titula para Oviedo, y que es el teatro lírico: un lugar de memoria de las artes y las emociones, algo que se dejó sentir en el Campoamor que agotó entradas para las dos únicas funciones, esperando aumenten para próximos festivales dado el éxito del actual.

Como reflejan las notas al programa madrileñas, «La joven Francisquita es sin duda uno de los personajes femeninos de zarzuela más reconocibles y populares. Por eso, como cada época recurre a sus clásicos para contemplarse en ellos, recurre a Doña Francisquita para admirar a esta muchacha enamorada, pero sagaz, que desde 1923 se pasea por los escenarios líricos (…) Y hace falta un grandísimo talento para mostrar, con la versatilidad que requieren cada una de las pasiones presentes en la obra, la inmensa paleta de colores que Vives nos ofrece en Doña Francisquita» y además el maestro catalán siempre componía para la voz pues decía que la zarzuela tenía que ser cantable. Fue Leonor Bonilla esa mujer a quien todos cortejan encarnando su rol con seguridad, gusto, buena proyección, matices cuidadísimos en todo el registro, siempre arropada por la cuidada dirección musical de Diego Martín-Etxebarría, y un gorgeo valiente como canta el ruiseñor.

Contrapunto valiente, timbre corpóreo y amplio incluso en el grave que obliga al cambio de voz pero totalmente creíble La Beltrana de Mónica Redondo, desparpajo y picaresca en la “Canción del Marabú” con la contestación a su altura del asturiano Juan Noval-Moro, un Cardona que arranca la zarzuela y va ganando en cada acto en presencia y buen cantar.

Importante interpretación del tenor argentino Santiago Ballerini como Fernando, color hermoso de tenor, volumen más que suficiente, mucha musicalidad, emociones de su infancia familiar porteña, buen empaste con sus compañeros y muy aplaudida la esperada romanza “Por el humo…” que fraseó en un tempo adecuado con la complicidad de un foso ideal.

Mención especial para la Capilla Polifónica “Ciudad de Oviedo” que dirige acertadamente José Manuel San Emeterio pues el coro es otra pieza irreemplazable en esta zarzuela, y sus intervenciones estuvieron además de coreografiadas (salvo en el estático primer acto), presentes, seguras, afinadas, aportando tantos personajes mal llamados secundarios (como niñas, buhonera, naranjera, aguador o el sereno Sergey Zavalin en el tercer acto), y contagiándonos ese “Canto alegre de la juventud” más el famosísimo “Coro de románticos” que parecía poner la banda sonora a la proyección trasera de la primera película de 1934 (dirigida por Hans Behrendt) que llevó esta zarzuela al séptimo arte.

Si el coro es indispensable, la participación del cuerpo de baile (con coreografía de Nuria Castejón) hizo crecer aún más esta representación que tuvo una cincuentena larga de personas sobre el escenario, aportando color, ritmo, movimiento y buen hacer con el beneplácito de Lucero Tena quien tras su fandango aplaudió la repetición ya con las cinco parejas de bailarines.

Breves pero válidas intervenciones de Bárbara Fuentes como amiga de Aurora, del barítono malagueño Antonio Torres en el brusco Lorenzo, y aún menor el Don Matías de Enrique Baquerizo que desprovisto de diálogos no le perdieron dos frases bien timbradas y hasta el casi autobiográfico canto que “conserva energía”.

Oviedo Filarmonía fue la orquesta perfecta y segura en todas las secciones con primeros atriles contribuyendo a disfrutar de la maravillosa música de Vives. Siempre bien conducida y conocida por el maestro Martín-Etxebarría (quien dirigiese el pasado año «La Rosa del Azafrán» también comentada desde aquí), sonó compacta, bien balanceada, disfrutándola desde su introducción, siempre dejando escuchar las voces, y marcando bien la pulsación para ayudar al cuerpo de baile. Otro tanto la Orquesta langreana de plectro, un septeto con dos mandolinas, dos laúdes y tres guitarras impecables en ejecución y presencia en cada aparición, ajustada tanto en solitario como con la orquesta  donde el arpa de José Antonio Domené aportaría aún más colorido instrumental.

Como resumen y aprovechando las tres escenas de esta miniserie madrileña: estatismo casi total que frena la acción en la grabación discográfica de una radio republicana, que hace propaganda de nuestro género lírico cuya música no necesita traducción, y como recordaba el productor De Castro ya se pondrá en un libro que acompañe al disco.

Buena idea la plataforma giratoria del plató televisivo para las cámaras, con el control de realización y logrando movimiento real con figurantes y coro estáticos en la mazurca salvo los bailarines, así como la alusión al ministro Don Manuel (Fraga) en un directo televisado, puede que en UHF (y prometiendo llevar a El Pardo a Milagros Martín cual figura del momento), donde el público forma parte del mismo.

Y ensayo final sin trampas, con mucho movimiento por los coros, bailarines, Lucero Tena, el plano iluminando (Pascal Mérat siempre impecable) para los diálogos “suprimidos” con los protagonistas sobre una tarima elevada mientras al fondo la película de Behrendt era la vuelta al pasado desde nuestros tiempos de actualizaciones escénicas.

Público satisfecho por la música de Vives y el espíritu de fiesta que Lluís Pasqual, aplaudido al final tras tres horas de espectáculo, trajo a Oviedo como inicio de temporada y un Carnaval recuperado también para nuestro género, patrimonio de la humanidad.

FICHA:

Jueves 27 de febrero de 2025, 19:30 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: XXXII edición Festival de Teatro Lírico Español. «Doña Francisquita», “Versión libre” de Lluís Pasqual. Comedia lírica en tres actos, con música de Amadeo Vives Roig (1871-1932) y libreto de Federico Romero (1886-1976) y Guillermo Fernández-Shaw (1893-1965). Estrenada el 17 de octubre de 1923 en el teatro Apolo de Madrid. Coproducción del Teatro de la Zarzuela, con el Gran Teatre del Liceu y la Ópera de Lausanne (2019). Premio Max a la Mejor Producción Lírica (2020).

Edición crítica de Miguel Roa. Ediciones Arteria Promociones Culturales, SRL. SGAE y Editores /ICCM, Madrid, 2005 (2ª edición).

FICHA TÉCNICA:

Dirección musical: Diego Martín-Etxebarría – Dirección de escena: Lluís Pasqual – Dirección de la reposición: Leo Castaldi – Escenografía y vestuario: Alejandro Andújar – Audiovisuales: Celeste Carrasco – Iluminador: Pascal Mérat – Coreografía: Nuria Castejón  Director del coro: José Manuel San Emeterio.

REPARTO PRINCIPAL:

Doña Francisquita: Leonor BonillaFernando: Santiago BalleriniAurora: Mónica RedondoCardona: Juan Noval-MoroDoña Francisca: Milagros MartínLorenzo Pérez: Antonio TorresDon Matías: Enrique BaquerizoIrene la de Pinto: Bárbara Fuentes.
Con la colaboración especial de Lucero Tena y Gonzalo de Castro.

Oviedo Filarmonía

Coro Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo

Orquesta Langreana de plectro

FICHA COMPLETA

Unas bodas elegantes

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Sábado 25 de enero de 2025, 19:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: LXXVII Temporada de Ópera. W. A. Mozart (1756-1791): «Le nozze di Figaro», KV 492, ópera bufa en cuatro actos con libreto de Lorenzo Da Ponte (1749-1838).

(Crítica para OperaWorld del domingo 26, con fotos de la Ópera de Oviedo y propias, más el añadido de los siempre enriquecedores links y la tipografía que no siempre se puede utilizar)

La septuagésimo séptima temporada de ópera ovetense baja el telón con «Le nozze di Figaro», uno de los grandes monumentos del arte occidental como se ha calificado esta ópera de Mozart con libreto de Lorenzo Da Ponte, el mejor maridaje de texto y música para la escena y con la que hemos podido cerrar en la misma temporada la llamada “Trilogía de Beaumarchais”, tras “El barbero” rossiniano de octubre y «La mère coupable» de Milhaud en una adaptación para jóvenes coproducida por la Fundación Ópera de Oviedo y el Festival de Santander esta misma semana.

Cerrar ciclo con estas bodas tan queridas en la capital asturiana (se ha representado en siete ocasiones desde 1966) y con un cartel que podemos calificar “de casa”, siempre llama al aficionado que llenó el teatro, contando con nuestro internacional Emilio Sagi, sinónimo de calidad en la fiel escena sevillana, sumándole el elegante vestuario de Gabriela Salaverri, el foso con Oviedo Filarmonía y su titular Lucas Macías, el Coro Intermezzo, y finalmente un doble reparto vocal, casi todo él bien conocido en Oviedo, demostrando que hay materia prima para una representación equilibrada que apuesta sobre seguro con esta producción belga encajada muy bien en las tablas de un Campoamor siempre complicado por sus dimensiones pero resistiendo incluso montajes como el que pudimos disfrutar en «Aída», también comentado aquí, aunque siga reclamando maquinaria de nuestro tiempo. Estamos por tanto ante «La ópera perfecta” que respeta la época pero sigue siendo tan actual por su planteamiento y crítica social desde la sátira, deleitándonos con el equilibrio formal de un Mozart en plena madurez que conjuga el tempo dramático (cuatro actos para una folle journée) con el musical desde su inigualable genio compositivo.

En esta ópera de enredos, infidelidades, líos, amores y desamores, no falta el elemento lúdico que nos hizo disfrutar cada número de los 28 donde Mozart escribe para todos los personajes y para una orquesta que brilló en el foso comandada por Lucas Macías que arriesgaría en los tiempos: los rápidos para “tirar de las voces” (obligándolas a respiraciones muy ágiles) y los lentos para disfrutarlas (más matizadas también), con dinámicas exigentes que desnudan el volumen individual para poder proyectarse a todo el teatro, así como unos recitativos sin apurarse, con el clave de Borja Mariño siempre en su sitio. Hasta la propia Sevilla la entiende Sagi como un personaje más, y la figuración, a cargo del propio Coro Intermezzo, igual de apremiado en los tempi pero bien afinado y empastado, habla con las manos como si Asturias fuese prolongación natural de Triana, con intervenciones siempre presentes (“Giovani liete, fiori spargete” del acto primero más el tercero con las chicas en “Ricevete, o padroncina”). Incluso el fandango del tercer acto, con Nuria Castejón al frente de un excelente cuerpo de baile de cuatro parejas, mantuvo con las castañuelas bien tocadas, una escena que puedo calificar de elegante por todo, hasta por la cuidada iluminación de Eduardo Bravo capaz de transmitir visualmente la mañana, el mediodía con los soleados ventanales laterales, la boda en el interior del Castillo de Almaviva, y la medianoche con luna llena en un jardín donde escuchamos hasta los grillos.

Once voces con distinto peso argumental y vocal, números individuales (diez arias, dos cavatinas y una arieta) y de conjunto (cinco duettinos, un dúo, dos tríos, un sexteto, tres coros y tres conjuntos finales), todos con sus momentos de gloria, pues la música de Mozart no tiene nada secundario y cada página es maravillosa y por todos conocidas, haciendo difícil quedarse con una sola. Hasta la “dosificación” de los personajes está cuidada buscando una trama ligera que fluye toda ella desde la impresionante y famosa obertura para asentar la orquesta que nos lleva al primer dúo con los futuros contrayentes midiendo la habitación prestada por el Conde antes de alzar el sobretelón.

El Fígaro del onubense Pablo Ruiz fue creciendo a lo largo de la obra, aún centrándose en el primer acto hasta el convincente “Tutto è disposto – Aprite un po’ quegl’occhi» del cuarto, bien de volumen, timbre atractivo y encajando poco a poco el aire con la orquesta, además de mostrar buen empaste tanto con Susanna como en los conjuntos, y escénicamente siempre desenvuelto. La argentina Mercedes Gancedo fue la pareja ideal, una Susanna de presencia continua, plenamente asentada sobre las tablas desde sus dos duetos iniciales junto a Fígaro o el inicio del acto tercero con el Conde (“Crudel! perché finora”), y más dúos con las voces blancas de Marcellina, Cherubino o la Condesa (en la “Canzonetta sull’aria” de color vocal no siempre diferenciado, pero cantado por ambas con mucho gusto), bien solventadas las parejas sin olvidarme de la simpatía mostrada en su aria “Venite inginocchiatevi” del segundo acto.

El noble matrimonio protagonista fueron los Condes de Almaviva encarnados por José Antonio López y María José Moreno. El barítono valenciano de presencia tanto física como vocal impecable nos dejaría el recitativo y aria “Hai già vinta la causa – Vedrò mentr’io sospiro” del tercer acto bien matizada, siempre melódico de fraseo contundente y sin problemas de volumen con el foso. Mientras tanto la soprano granadina interpretó las distintas emociones que atraviesa su personaje: pícara y enamorada en sus arias -las más serias y exquisitas de la ópera- luciéndose en su aparición del segundo acto con la siempre agradecida y bellísima  “Porgi amor” y el “Dove sono” del tercero, amén de los finales concertantes donde su voz estuvo siempre presente.

Una de las alegrías de estas bodas ovetenses fue el Cherubino de la mezzo italiana Anna Pennisi, delicada y muy expresiva, cuyas inseguridades amorosas de su papel no lo fueron al cantar sus dos arias (Non so più cosa son del primer acto y la famosa Voi che sapete del tercero). Simpatía escénica, de bello color que siempre ayuda, como en el dúo con Susanna (“Aprite presto aprite”) o el conjunto final.

También triunfó el Doctor Bartolo del bajo colombiano Valeriano Lanchas por su presencia vocal (muy aplaudida “La vendetta”) y actoral. La Marcellina de la mezzo neoyorquina -de origen cubano- Alexandra Urquiola (debutante en Oviedo) aportó tanto color en el dúo con Susanna como en los siempre “complicados conjuntos” finales del segundo y cuarto acto, con mucha musicalidad en su aria final “Il capro e la capretta ” delante del sobretelón, tras el aria de quien nunca falla por pequeño que sea su personaje: la soprano tinerfeña Ruth González y una Barbarina que no dejó indiferente en su cavatina “L’ho perduta”.

El tenor cordobés Pablo García-López como Don Basilio volvió a demostrar lo bien que le van estos personajes cómicos y el color tan mozartiano a forjado a lo largo de años. Resuelto escénicamente y de suficiente presencia vocal tanto en su aria “In quegl’anni in cui val poco” del cuarto acto como en el trío con Susanna y el Conde (“Cosa sento! tosto andate”), aunque algo mermada en el sexteto del tercero o el exigente número final.

Credibilidad por simpatía, talento y volumen el del bajo malagueño Luis López Navarro con un Antonio jardinero que aporta a los conjuntos esos graves para equilibrar siempre la escena. El tartamudo Don Curzio del tenor tinerfeño David Barrera cerró el elenco donde todos tienen su protagonismo y calidades, mayores o menores pero buscando siempre lo mejor desde un arduo trabajo que nunca finaliza con cada función(aún quedan tres más y el segundo reparto de los llamados “Viernes de ópera”).

Estas bodas tan “de casa” han sido, además de elegantes, muy equilibradas, pues si algo marca las diferencias son sus grandes finales: el del Acto II a partir del “Esci ormai” que va sumando voces desde dos a siete (una de las grandezas de Mozart) sin decaer ninguna, más el gran final “Pian, pianin le andrò”, agitado, vivo, con el foso empujando y los personajes que se van tendiendo trampas unos a otros hasta ese esperado y deseado final donde no hace falta comer perdices para ser felices cayendo el telón de mi temporada operística.

FICHA:

Sábado 25 de enero de 2025, 19:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: LXXVII Temporada de Ópera. W. A. Mozart (1756-1791): «Le nozze di Figaro», KV 492, ópera bufa en cuatro actos con libreto de Lorenzo Da Ponte (1749-1838) basado en la comedia “La folle journée, ou Le Mariage de Figaro” (1778) de Pierre Augustin Caron de Beaumarchais. Estrenada en el Hofburgtheater de Viena el 1 de mayo de 1786. Producción de la Opéra Royal de Wallonie. Alkor Edition Kassel GmbH.

FICHA TÉCNICA:

Dirección musical: Lucas Macías Navarro – Dirección de escena: Emilio Sagi – Diseño de vestuario: Gabriela Salaverri – Diseño de escenografía: Daniel Bianco – Diseño de iluminación: Eduardo Bravo – Coreografía: Nuria Castejón  Director del coro: Pablo Moras.

REPARTO:

El conde de Almaviva: José Antonio LópezLa condesa de Almaviva: María José MorenoSusanna: Mercedes GancedoFigaro: Pablo RuizCherubino: Anna PennisiMarcellina: Alexandra UrquiolaDoctor Bartolo: Valeriano LanchasDon Basilio: Pablo García-LópezDon Curzio: David BarreraBarbarina: Ruth GonzálezAntonio: Luis López Navarro.

Oviedo Filarmonía

Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo).