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Lorca en el CIMCO

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Jueves 18 de diciembre, 19:30. Sala de cámara del Auditorio de Oviedo. CIMCO, “Lorquiana”. Ana María Valderrama, violín – David Kadouch, piano – Cris Puertas, actriz. Obras de: Poulenc, A. Terzian, Debussy, Falla y García Lorca.

(Reseña rápida escrita desde el el teléfono para LNE de viernes 19,  con el añadido de fotos propias, los enlaces –links– enriquecedores, y la tipografía más colores que la prensa no refleja)

Clausura de la actual edición del Ciclo Interdisciplinar de Música de Cámara de Oviedo (CIMCO) con el dúo que forman la violinista madrileña Ana María Valderrama y el pianista francés David Kadouch, con un programa en torno a la figura de Federico García Lorca, que ya pude disfrutar en Granada durante el último Festival Internacional de Música y Danza. Su repertorio ya lo han llevado igualmente al disco (que vendían al finalizar el recital), y por el que han recibido el galardón al mejor álbum de música clásica en 2024 por la Academia de la Música Española.

Tras la presentación de Cristina Gestido, la velada se abriría con la «Sonata para violín» FP 119 de Poulenc, gran admirador de Lorca y dedicatario de la misma, intensa, evocadora, lunática llena de luz como el poema interpelado por Cris Puertas.

De la argentina Alicia Terzian (Córdoba, 1 de julio de 1934) llegaron aires tan franceses como los porteños, dos de los «Tres retratos» del Libro de Canciones de Lorca, canto y piano -1954/6-  («Verlaine» y «Debussy»), compenetración musical y poética más allá de las palabras, eterno universo lorquiano.

Seguimos afrancesados y cosmopolitas con el Debussy de su «Sonata para violín y piano» en tres movimientos y poesía interpretada, la luciérnaga de Lorca viva en el verso iluminado por Valderrama y Kadouch, colores caleidoscópicos; acequia, ranas o estrellas protagonistas vestidas de pentagramas a dúo con el fluido impresionismo musical teñido de cante y encanto (Fantasque et léger) reconocido desde postales enviadas a D. Claudio en maravillosa interpretación plena de complicidades.

Lorca, Granada y Falla, terna indivisible como la poesía y el canto de violín y piano, campanas de amanecer en Granada, ímpetus y sonoridades grandiosas canalizados en el arreglo de Kreisler sobre la «Danza española» de La vida breve, con un impresionante despliegue técnico y toda la hondura nazarí.

Breve pausa antes del homenaje y protagonismo absoluto de Federico, músico antes que poeta, con cinco de sus canciones populares por él armonizadas, en espléndido arreglo muy actual de Alberto Martín Díaz junto a la palabra proyectada en la piedra: «Nana de Sevilla«, «Los reyes de la baraja«,  «Zorongo«, «Las tres hojas» y «Las morillas de Jaén», más el regalo de “Los cuatro muleros”. Lírica popular sin palabras, sin voz o guitarra pero con el mismo canto sentido del violín y el piano que nos hicieron “tararear” en silencio junto a estos dos intérpretes inmensos de talla universal… Lorquianos eternamente.

PROGRAMA:

F. POULENC: Sonata para violín, FP 119 (dedicada a F. García Lorca)

I. Allegro con fuoco

II. Intermezzo

III. Presto tragico

ALICIA TERZIAN: Tres retratos (selección)

I. Verlaine

II. Debussy

C. DEBUSSY: Sonata para violín

I. Allegro vivo

II. Intermède. Fantasque et léger

III. Finale. Très animé

M. DE FALLA: La vida breve: Danza (Arr. F. Kreisler)

F. GARCÍA LORCA: Selección de canciones (Arr. Alberto Martín)

I. Nana de Sevilla

II. Los reyes de la baraja

III. Zorongo

IV. Las tres hojas

V. Las morillas de Jaén

VI. Los cuatro muleros

Bosques líricos

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Miércoles 3 de diciembre, 20:30 horas. Teatro Jovellanos, Concierto nº 1705 de la Sociedad Filarmónica de GijónTrío Preseli. Crossroads: obras de Berlioz, Rubén Díez, Anthony Randall, Schubert, Gabriel Ordás, António Victoriano D’Almeida y Havelock Nelson.

Siempre resulta interesante asistir a un recital donde la poesía se une con la música, matrimonio indisoluble aunque no esté sobre un pentagrama. Si le sumamos que la formación era el Trío Preseli (creado en 2021) con la soprano María Hinojosa, la trompa de Simon Lewis y el piano de Daniel Pereira González, la sonoridad y tímbrica propia, que ya disfrutamos en este mismo teatro el 3 de abril del pasado año, me servía para volver a titular esta entrada como entonces, «El oscuro romanticismo» pero había mucha música de nuestro tiempo así como dos compositores asturianos que no quería perderme, incluyendo un estreno absoluto.

El programa titulado «Cruzando caminos» (Crossroads) viene perfectamente explicado en el programa de mano (que dejo enlazado) con las notas escritas por el galés Simon Lewis (aún recuerdo su paso por la Oviedo Filarmonía y actualmente en la Bilbao Orkestra Sinfonikoa), que también aprovechó para contar algunas anécdotas mientras cuidaba y limpiaba la trompa. De ellas iré insertando píldoras según voy comentando cada obra, y sobre la originalidad del trío decir que está en su propia idiosincrasia: tender puentes entre las culturas gallega y galesa (pianista y trompista). No faltarían por tanto letras en inglés, gallego, también alemán y por supuesto nuestro castellano, exigencias para una María Hinojosa Montenegro a la que seguimos hace años por nuestra tierra, como todos los cantantes, resulta políglota y estudiosa de cada idioma para poder expresar tanto de unos textos que dejo enlazados y la propia Sociedad Filarmónica de Gijón ubicó en varios lugares con un código QR para poder descargarlos e ir siguiéndolos a medida que se iban escuchando (me consta que no había tiempo para proyectarlos, aunque así evitábamos «distraer la mirada» y concentrarnos en la audición, que a menudo realizo con los ojos cerrados). Seguir aplaudiendo la incorporación en Spotify© de las listas con las obras de cada concierto en versiones de referencia y añado los links (enlaces).

La primera parte sería un tanto oscura aunque la variedad tímbrica de la trompa del galés daba los destellos para no caer en las tinieblas, la soprano sabadellense volcaba su expresividad desde cierto intimismo interiorizado y el piano del gallego compartía el protagonismo que toda «canción de concierto» conlleva.

La Captive (La Cautiva) (1832-1834) de Hector Berlioz (1803-1869), compuesta sobre un poema de Les Orientales de Victor Hugo, es una de sus melodías más significativas. Escrita inicialmente para voz y piano durante su estancia en la Villa Medici, el compositor francés la revisó y orquestó en varias ocasiones. Un hito en la evolución de la mélodie francesa, la pieza marca la transición desde la romanza hacia una expresión más profunda y sofisticada. El poema muestra a una mujer que, aunque reconoce la belleza del lugar donde está cautiva, no puede disfrutarlo. Recuerda con nostalgia su tierra, donde podía vivir y relacionarse libremente. La hermosura del entorno solo acentúa su tristeza y deseo de recuperar la libertad perdida.

Tras el inicio de trompa y piano, María Hinojosa arranca cantando en francés «Si yo no estuviera cautiva», casi literal porque no parecía disfrutar en el registro grave, ya de por si oscuro, y lo difícil de entender la pronunciación, pero su color vocal se adaptó a esta obra compleja.

Introspección (2021) del asturiano Rubén Díez (1977) es una obra que musicaliza el Soneto nº 10 de Emilia Pardo Bazán y en el que se reflexiona sobre la fugacidad y la futilidad de la vida, ya que todo termina desembocando en la muerte, representada por los intervalos de quintas y cuartas a cargo de la trompa. A partir de ese momento la obra se llena de sensaciones íntimas fruto de la aceptación del destino inexorable que todos compartimos.

El pianista, director y compositor avilesino conoce bien la escritura vocal y el papel del piano, añadiendo la tímbrica variada de la trompa (en vez de la viola original) para otra página sombría, interior, dolorosa como el propio soneto de la escritora gallega (La muerte, triste, pálida y divina, / al fin de nuestros años nos espera / como al esposo infiel la fiel esposa) que el trío asumió con el beneplácito del propio Rubén Díez que acudió a felicitarlos tras escucharla.

Do Not Go Gentle Into That Good Night (1999) del compositor galés Anthony Randall (1937-2023), quien empieza su vida profesional como trompista en todas las orquestas importantes de Londres y con conciertos como solista en Londres, Aldeburgh, Edimburgo y Lucerne. Fue profesor de trompa y director del departamento de metales en el London College de música y de la Royal Military School of Music Kneller Hall. La pieza se basa en el poema de Dylan Thomas, No entres dócilmente en esa noche quieta, obra maestra de la lengua inglesa, traducida a varios idiomas y conocida alrededor del mundo. Thomas se inspiró en la muerte de su padre y el poema explora la difícil relación paternofilial.

Interesantes las obras de este profesor y trompista, compatriota y colega de Lewis, así como la elección del poema del galés Dylan Thomas (1914-1953), obra maestra de la lengua inglesa traducido a varios idiomas. Traducido como «No entres dócilmente en esa noche quieta» y nuevamente la muerte que sobrevuela en texto musicado. Conjunción sonora del Preseli con una Hinojosa casi expresionista o «bergiana» en vocalidad, dramatismo, fraseos e incluso respiraciones, revestida en el ambiente por la trompa virtuosa en tímbrica y el sustento del piano.

Der Hirt auf dem Felsen (El pastor en la roca) (1828) de Franz Schubert (1797-1828) es posiblemente la última obra que el compositor vienés escribió y fue pensada para la gran cantante de la Ópera de la Corte de Berlín, Anna Milder-Hauptmann. Ella le había pedido no un Lied —que ya había escrito para ella—, sino una auténtica pieza de lucimiento y que pudiera representar diversas emociones. El texto expresa el lamento de un pastor que, junto a su rebaño, espera la llegada de la primavera, cuando podrá volver a ver a su amada. Lanza su voz al valle y escucha el eco que regresa. Al darse cuenta de lo lejos que ella está, lo invade una profunda tristeza, lo que da lugar a la sección central. Pero el pensamiento de la primavera renueva su energía y esperanza, y la obra pasa a una tercera sección alegre, danzante y virtuosística. El eco, que comienza y termina la obra, lo interpreta la trompa.

Al fin un poco de luz en este bosque sombrío, el mago de la melodía y la mejor herencia vocal para una obra que sobrepasa el lied por la originalidad, manteniendo la voz femenina llena de sentimientos encontrados, las contestaciones de la trompa y el piano armando esas melodías que transitan desde la esperanza a la tristeza con ecos pastoriles casi alpinos. La primera parte abriría una ventana a la segunda más alegre pese a un ambiente siempre grisáceo, atlántico, incluso cantábrico tan de este otoño que ya es invierno en nuestra tierra.

El compositor Gabriel Ordás (1999) comenta sobre su obra de estreno Bosque (2025) «el crepúsculo, la densidad del aire, la altura de los árboles, el canto de un pájaro, el eco distante… En mi primer contacto con el poema de Ángel González que inspira esta obra, me sentí transportado a un bosque donde las últimas horas de sol teñían de naranja los árboles en un día frío. Esta escena congelada en mi mente persistió a lo largo del proceso compositivo de la partitura, retrotrayéndome al pasado y llevándome a retomar las primeras tres notas de mi obra Luces de un cielo nocturno, que aluden precisamente al atardecer, pero haciéndolas repetirse aquí una y otra vez hasta volverlas un cuerpo hierático. El verso ‘Andas. No dejan huellas tus pies’ inspiró el segundo tema de la obra, que cita lejanamente el preludio Huellas en la nieve de Claude Debussy, una de las mejores representaciones de pasos jamás escritas en pentagrama. En los últimos compases ambos temas suenan simultáneamente, entremezclándose y desapareciendo, sugiriendo la belleza de aquello que se percibe como eterno, pero es efímero».

La estancia neoyorquina del ovetense que sigue ampliando estudios, le está viniendo bien no solo en lo formativo donde ya está encontrando un estilo propio, también la inspiración fuera de casa y esta obra que no pudo encontrar mejor día e intérpretes para su estreno mundial. Para los asturianos Ángel González (1925-2008) es nuestro poeta de cabecera y mucha producción suya ha sido musicada por distintos autores y géneros, así que Gabriel se suma a la lista con este trío donde la voz de María Hinojosa fue creciendo en confianza, entrega, dicción, matizada con su «dúo de trompa» y una piano donde se respira la raíz del compositor que lo lleva en los genes aunque sus pasiones son amplias y así lo ha volcado en este Bosque tan asturiano de principio a fin, bien sentido por catalana, galés y gallego.

Tres Cançōes op. 92 (1993) de António Victorino de Almeida (1940) están compuestas sobre textos de José Carlos González, y originales para soprano, trompa y piano, ejemplifican el estilo armónico variado y sofisticado de Almeida, conservando un bello lirismo con un cierto sabor atlántico, donde las disonancias forman parte del ambiente sonoro con total naturalidad. Uno de los compositores portugueses más prolíficos y versátiles, además de pianista, director, escritor y figura mediática, Victorino de Almeida inició su carrera como niño prodigio, componiendo ya a los cinco años y a los siete ofreciendo su primera audición pública. Formado en el Conservatorio Nacional de Lisboa y en Viena, desarrolló una intensa actividad internacional, incluida su labor cultural en la Embajada de Portugal en Viena. Su catálogo abarca prácticamente todos los géneros: música para piano, cámara, orquesta, ópera, banda sonora, fado y numerosas obras para cine y teatro. También destacó como divulgador musical en radio y televisión, y como escritor, y sigue siendo una figura central de la cultura musical portuguesa contemporánea.

El carácter portugués lo asociamos a la saudade tan cercana a la morriña gallega, pero estas canciones de Almeida también tienen un estilo cercano y escritura muy actual, y encontraron en el trío su mejor vehículo expresivo. O Malabarista nos habla de «silenciosos equilibrios donde solo queda el dolor de vivir, un fantasma olvidado por el viento nocturno», texto y música unidos en esas tres patas que sustentan esta primera canción y prosiguen cantando «Tres gritos de advertencia suspenden la noche. Tres ecos responden, tres armas apuntan. Y la espada del viento renueva su látigo. En los rostros ya fríos que los dedos encuentran«. Tres número mágico antes de la segunda, A veces una nube que nos canta «Otoño prematuro desciende tras los edificios (…). A veces un barco pierde el rumbo y ancla en el tiempo. A veces es difícil saber dónde, cómo y cuándo. El tiempo del Amor es nuestro y de todos nosotros», música transatlántica de versos certeros e interpretación ganando enteros, especialmente por la soprano catalana que se sintió más cómoda en esta tesitura. Y la tercera canción «Una larga despedida» que abre los balcones de la mañana, de nuevo el amor dibujando su rostro de sal en la playa vacía, aires cercanos y juegos tímbricos donde la música del lisboeta António Victorino de Almeida no solo subraya los poemas del escritor, traductor y técnico de la Biblioteca Nacional Portuguesa José Carlos González (1937 – 2000), hijo de gallegos emigrados al país vecino, el Trío Preseli nos perfumó con el salitre gallego hasta El Muro en una interpretación cargada de expresividad en la lengua de Pessoa.

Three Poems by Geraint Jones (2010) de Anthony Randall musicaliza los poemas de David Rhys Geraint Jones y está cargada de tragedia. Los poemas son descripciones de pérdida y anhelo y se tornan más conmovedores al saber que fueron escritos solo unos meses antes de la muerte prematura del poeta en la campaña de Normandía en 1944. Las melodías y armonías que acompañan las palabras solo añaden tristeza y sentimiento a esta emocionante obra.

Sonaba nuevamente Anthony Randall lleno de angustias que el trío transmitió con el dramatismo de una ópera breve que firmarían Schoenberg o Webern, pues el ambiente expresionista se respira tanto en los poemas como en la partitura. Tres capítulos (Let Me Not See Old Age (Que yo no vea la vejez), A Joy too deep for words to say (Una alegría demasiado profunda para vocalizar) y Your peace is bought with mine (Tu paz se gana con la mía), tres intérpretes, emociones triplicadas y un momento de profundidad musical rotunda que deja desarmado al oyente con el Trío Perseli que es un referente para la música de Randall. Pero al menos quedaba Irlanda, una Asturias a lo grande que siempre transmite juventud, optimismo, ganas de vivir, y pese a la climatología sigue siendo una tierra que visitar.

Four Irish Songs (Cuatro Canciones Irlandesas) (1993) de John Havelock Nelson (1917- 1996) fueron compuestas solo tres años antes de su fallecimiento, son originales para este ensemble de soprano, trompa y piano, y muestran su estilo caracterizado por la claridad, el humor refinado, la escritura accesible y una inclinación hacia el color local, combinando tradición folclórica con un lenguaje tonal elegante. Están dedicadas al trompista británico Ifor James y a su madre, la soprano Ena Mitchell. Compositor y director irlandés cuya carrera combinó la música con la investigación académica, John Havelock Nelson se formó en Dublín en piano, órgano y composición, y realizó estudios superiores en el Trinity College. Cofundó en 1939 los Dublin Orchestral Players y, desde 1947, desarrolló una larga trayectoria en la BBC de Belfast.

Cuatro canciones escritas por el compositor irlandés y originales para esta formación de trío, juguetonas, socarronas, marineras… Lovely Jimmie (Querido Jimmie) de ambiente portuario que canta la duda de volver a pisar tierra, Poor Auld Ass (Pobre burro viejo) donde la trompa rebuzna y la soprano, manos en los bolsos del pantalón, nos hace reír y penar a la vez por el aspecto del animal, Lovely Armoy, adorable despedida al pueblo pesquero con música acorde al texto, para terminar con Linking O’er the Lea (Caminando por la pradera), de letra intraducible, inventada, picarona buscando al buen joven que se cuela en casa ajena para pernoctar con la criada. Al fin la alegría de la noche tras atravesar bosques espesos, oscuros, trágicos, dolorosos, con el Trío Preseli fiel intérprete de cada página y donde disfrutar al fin de una María Hinojosa siempre segura, conocedora del tortuoso camino que la traería sana y salva tras «cruzar caminos» que solo el trabajo y buen hacer alcanzan la meta.

Y la propina sería gallega, hermosa y sentida Lela tradicional con músicas de distintos autores, aquí en el arreglo de Juan Durán (Vigo, 1960) que en la ampliación de Lewis para su trío- llena de color esta partitura muy conocida, programada y versionada de una música nuestra y tan cercana, con la letra de Castelao.

PROGRAMA:

Crossroads

I

Hector BERLIOZ (1803–1869):

La captive (1832-1834) H 60 -texto sobre un poema de Les Orientales de Víctor Hugo

Rubén DÍEZ (1977):

Introspección (2021) -texto de Emilia Pardo Bazán, Soneto nº 10-

Anthony RANDALL (1937–2023):

Do not go gentle into that good night (1999) -texto sobre un poema de Dylan Thomas

Franz SCHUBERT (1797–1828):

Der Hirt auf dem Felsen, D. 965 (1828) -Texto de Willhelm Müller y Wilhelmina von Chézy (versos V y VI)

II

Gabriel ORDÁS (1999):

Bosque (2025), estreno absoluto -sobre un poema de Ángel González

António Victorino D’ALMEIDA (1940):

Tres Cançoes, Op. 92 (1993) -sobre textos de José Carlos González

O malabarista

Por vezes uma nuvem

Uma longa despedida

A. RANDALL:

Three Poems by Geraint Jones (2010) -textos sobre poemas de David Rhys Geraint Jones

Let me not see old age

A joy too deep for words to say

Your peace is bought with mine

Havelock NELSON (1917–1996):

Four Irish Songs (1993) -Canciones tradicionales irlandesas-

Lovely Jimmie

Poor Auld Ass

Lovely Armoy

Linking O’er the Lea

Propina:

Juan DURÁN (1960):

Lela (texto de Alfonso R. Castelao)

Orlando curioso

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Miércoles 19 de noviembre de 2025, 19:30 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: LXXVIII Temporada de Ópera. A. Vivaldi (1678-1741): «Orlando Furioso» RV 728.

(Crítica para Ópera World del viernes 21 de noviembre, con el añadido de los enlaces siempre enriquecedores, tipografía y colores que no siempre se pueden utilizar, y las fotos de Iván Martínez más alguna propia)

La Ópera de Oviedo volvió a demostrar en esta LXXVIII Temporada que su política de programación no teme los riesgos. Si el curso pasado recuperaba «Arabella», ahora traía al Campoamor, por primera vez en su historia, uno de los títulos más celebrados —y durante siglos más olvidados— de Antonio Vivaldi: «Orlando furioso», ópera estrenada en 1727 y hoy todavía infrecuente en los grandes teatros. La apuesta, valiente y culturalmente necesaria, certifica la voluntad de la institución ovetense de abrir su temporada a repertorios menos transitados, ampliando horizontes para su público, aunque el carbayón no estuvo lo que se dice entusiasmado pese a la buena entrada en esta tercera representación, pues al descanso se vaciaron butacas y al final del segundo acto, pese a la advertencia de ser una pausa técnica rogando no abandonar los asientos, se obvió por otra parte del respetable, puede ser también por el horario que nos llevaría hasta casi las once de la noche y seguro había de administrarse algún medicamento.

Como nos recordaba el musicólogo Ramón Sobrino Cortizo en la conferencia previa del pasado día 11, Vivaldi abre una puerta a la magia y la locura de Orlando, y ”la partitura es un auténtico festín para los cantantes, que pueden mostrar su virtuosismo”, recordándonos que Il prete rosso compuso más de 800 obras, de las cuales 51 son óperas siendo Orlando una de las más brillantes, por su fuerza musical, su rigor dramático y su riqueza emocional. A partir de la obra de Ludovico Ariosto (1532) Vivaldi compone una joya donde los celos, la magia y la locura se entrelazan en una trama ambientada en la isla encantada de Alpina, con los amores cruzados de Orlando, Angélica, Medoro, Ruggiero y Bradamante enfrentándose a los hechizos y trampas de la maga. «El héroe Orlando es una figura que atraviesa la historia literaria europea, desde la ‘Chanson de Roland’ medieval hasta la ‘Divina Comedia’ de Dante», señaló Sobrino Cortizo.

Vivaldi compone aquí un continuo de recitativos y arias da capo que exige a los intérpretes virtuosismo, variedad expresiva y un control absoluto del estilo, un esfuerzo físico que ahuyenta a grandes voces de este periodo de la historia lírica. El entramado vocal que subió al escenario del Campoamor —con predominio de voces femeninas y un único timbre viril real, el Astolfo de San Martín— lo confirma: todas las tesituras avanzaron por una partitura ardua, plena de agilidades, cambios de afecto y amplios saltos interválicos. A este mapa vocal se sumó la acústica propia del teatro, que permitió comprobar cómo ciertas voces se proyectaban mejor cuando la escena las situaba en posiciones delanteras, y especialmente al lado derecho del escenario (que la gran Montserrat Caballé siempre elegía en tiempos de menor importancia en la escena), un fenómeno que no siempre coincidió con las necesidades dramáticas.

Aarón Zapico, profundo conocedor del repertorio barroco, planteó una lectura contrastada y teatral desde la Sinfonía u obertura inicial, con tempi vivos y mucha atención al color. En las funciones anteriores hubo comentarios y críticas sobre el desequilibrio recurrente entre el foso y las voces, si bien en esta tercera fue menor, al menos desde mi fila 12. En los tutti, especialmente en el primer acto, el empuje de la Oviedo Filarmonía, solvente y poco habituada a este repertorio, demostró su ductilidad en todos los estilos, esta vez con un continuo que brilló siempre (David Palanca al clave, Guillermo L. Cañal al chelo y Pablo Zapico a la tiorba) desde un trabajo ejemplar que aportó armazón expresiva y claridad retórica, junto a la cuerda guiada por Jorge Jiménez, otro referente en este estilo, que nos dejaron momentos de sonoridad luminosa para una plantilla personalmente algo numerosa por las dinámicas empleadas.

El elenco reunió mayoritariamente debutantes en la temporada ovetense, lo que añadió un punto extra de riesgo aunque al ser la tercera de las cuatro funciones se avanzó en seguridad. El contratenor Arnaud Gluck (Ruggiero) fue, para buena parte del público y crítica, el triunfador vocal de este miércoles, muy aplaudido en sus intervenciones solistas, y a quien recordamos en el espíritu del «Dido y Eneas» de hace un año dentro de los Conciertos del Auditorio. De voz delicada y lírica, encontró en la instrumentación más liviana de sus arias el espacio ideal para ornamentaciones elegantes y un fraseo de enorme sensibilidad, especialmente en las dos arias lentas a las que aportó esa languidez de su rol: Sol da te, mio dolce amor del acto primero (escena duodécima) con la flauta magistral de Mercedes Schmidt, y Pianger, sin che l’onda del pianto del segundo acto con el chelo del continuo.

La soprano vizcaína Jone Martínez (Angélica) se impuso como la voz de mejor proyección y timbre bello. Técnica segura, coloraturas impecables y un trabajo actoral que reforzó la dimensión afectiva del personaje. En muchos pasajes, su Angélica eclipsó al propio Orlando.La mezzo chilena Evelyn Ramírez (Orlando) firmó un personaje complejo con un timbre oscuro y homogéneo, algo corto en volumen en la zona grave, yendo de menos a más, que en su tercer acto mostró mayor resolución y autoridad dramática con unas coloraturas ya nítidas. No es una “contralto con calzones” pero sí tiene gran capacidad expresiva para su color de voz, además de una innegable preparación física para poder cantar encaramándose a la cueva, aunque se perdiese algo de proyección por esa ubicación.

Segunda mezzo, Shakèd Bar (Alcina) aportando solidez, volumen y un punto de crueldad escénica bien administrado, resolviendo con credibilidad las exigencias del rol pleno de ornamentos virtuosísticos, con otro color para poder diferenciarse dentro del póquer en esta cuerda donde las contraltos escasean.

La tercera sería Serena Pérez (Medoro). La asturiana ofreció una línea elegante y un fraseo refinado en una tesitura incómoda, aunque la orquesta la cubrió en algún momento pero siempre de voz redonda y madurando poco a poco con un trabajo en evolución constante.

Finalmente la griega Maria Zoi (Bradamante) con el barítono madrileño César San Martín (Astolfo) enfrentaron sus respectivas dificultades con desigual resultado. Ella, superada por volumen y algún recitativo desafinado; él, más cómodo a medida que avanzaba la función, con un tercer acto mejor resuelto, aportando la única voz grave del elenco.

El Coro Intermezzo que prepara Pablo Moras, volvió a mostrar su solidez habitual, preciso y empastado en sus breves intervenciones desde el foso, con volumen y buen gusto.

Volver a destacar en esta función el papel de los seis bailarines que acompañan la escena y dejaron cuadros de bella factura y plasticidad, así como los figurantes.

De la puesta en escena, estética, simbólica y estática por momentos. La propuesta de Fabio Ceresa, con escenografía de Massimo Checchetto, opta por elementos mínimos pero de fuerte impacto visual donde pasamos del cielo a los abismos: un puente articulado que une cielo y mar, donde pescar y lanzar la red que captura peces o estrellas; dos escalinatas y una gran luna central que mira desde arriba, giratoria que también hace las veces de trono de Alcina al volverse casi venera de la Primavera boticelliana, con colores sólidos excepto en el último acto.

No faltaron filtros de amor ni cueva. La disposición, simétrica y de gran plasticidad, compone cuadros vistosos aunque resta espacio de movimiento, generando cierto estatismo en algunos pasajes, si bien el inmenso hipogrifo (magistralmente manejado) se convirtió en un protagonista más. El vestuario de Giuseppe Palella y Elisa Cobello —rico, fantasioso, lleno de pedrería y de códigos cromáticos que distinguen mundos y hechizos— resultó uno de los mayores aciertos de la producción, sumándose la iluminación de Fabio Barettin para modular atmósferas y afectos mediante colores cálidos y fríos, completando un universo visual coherente y atractivo, tanto en los fondos como en la paleta utilizada en la concha, pues la fantasmagoría es fundamental para el juego de colores del propio texto de Ariosto, y como dice Ceresa en el libreto de este título, “todo está permitido en Orlando Furioso porque (…) es un mundo hecho de metáforas”.

Puedo concluir que este Orlando era un riesgo necesario y una apuesta valiente. Escuchar Vivaldi escenificado sigue siendo un acontecimiento y Oviedo apostó con audacia aunque el resultado no alcanzó la categoría de gran éxito, pero al menos marcó un paso adelante en la normalización del repertorio barroco dentro de la programación española. La función dejó contradicciones —estilísticas, acústicas y de equilibrio—, pero también momentos de bellísima musicalidad, voces emergentes de gran interés y una puesta en escena que supo iluminar el imaginario fantástico del libreto de Braccioli. Una noche irregular pero estimulante, que confirma que la ópera crece cuando se atreve.

FICHA:

Miércoles 19 de noviembre de 2025, 19:30 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: LXXVIII Temporada de Ópera. A. Vivaldi (1678-1741): «Orlando Furioso» RV 728, “Drama per musica” en tres actos, con libreto de Grazio Braccioli, basado en el poema épico “Orlando furioso” (1516) de Ludovico Ariosto. Estrenado en el Teatro Sant’Angelo de Venecia, el 10 de noviembre de 1727. Coproducción de la Fondazione Teatro La Fenice y el Festival della Valle d’Itria di Martina Franca. Edición musical: Lina Manrique.

FICHA TÉCNICA:

Dirección musical: Aarón Zapico – Dirección de escena: Fabio Ceresa – Diseño de escenografía: Massimo Checchetto – Diseño de vestuario: Giuseppe Palella – Diseño de iluminación: Fabio Baréin – Dirección del coro: Pablo Moras – Maestra repetidora: Anna Crexells.

REPARTO:

Orlando: Evelyn Ramírez (mezzosoprano)* – Angelica: Jone Martínez (soprano)* – Alcina: Shakèd Bar (mezzosoprano)* – Bradamante: Maria Zoi (mezzosoprano)* – Medoro: Serena Pérez (mezzosoprano) – Ruggiero: Arnaud Gluck (contratenor)* – Astolfo: César San Martín (barítono).

Orquesta Oviedo Filarmonía

Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo)

* Debutante en la Ópera de Oviedo

Tributo al Maestro Dieter

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Domingo 9 de noviembre, 19:00 horas. Auditorio de Oviedo, Jornadas de Piano «Luis G. Iberni»: «For Dieter: The Past and The Future». Benjamin Appl (barítono), James Baillieu (piano). Homenaje a Dietrich Fischer-Dieskau (1925-2012). Recital de lieder.

No se llamó Ben Appl porque su maestro, mentor y amigo fue Dietrich Fischer-Dieskau -como bien nos contaría el propio barítono germano-británico Benjamin Appl (Ratisbona, 1982)- hacéndole la broma quien tuvo un nombre tan largo como su carrera. Este recital fue una clase magistral de este alumno aventajado con junto al piano inconmensurable del sudafricano James Baillieu (1982), reconocimiento de las propias jornadas que se inauguraban este domingo otoñal, por ser tan necesario, o más, en el terreno del lied, donde el protagonismo va en paralelo, al igual que las horas de estudio, para alcanzar la confianza mutua, la complicidad para aunar sentimientos y emociones, más allá de unos textos cuya calidad siempre se eleva al ponerles estas músicas.

Rendir tributo al gran Dieter supone todo un reto, más con el título de «El pasado y el futuro» porque el irrepetible barítono alemán podría haber dicho que «Nada que sea susceptible de ser cantado me es ajeno», aunque todos tengamos claro que en el terreno de la «canción de concierto» sigue siendo el mayor referente, no solo por sus escritos sino por las grabaciones que muchos atesoramos como joyas en nuestras discotecas.

Dos partes donde realizar una biografía humana unida a la musical que Appl nos contó (leída alguna en castellano y el resto en inglés, también su pianista), trufando cada etapa con una sabia elección del repertorio por parte de los dos intérpretes, y que el Maestro ha legado para la eternidad, desde el primer encuentro con el Schubert único, la infancia en Berlín donde poder escuchar obras de su padre Albert y su hermano Klaus (incluido el Nocturno al piano dedicado a su madre), con la poesía de Goethe, el idioma que brillaría a lo largo de esta «Dietertiada» (salvo en Britten). Seguiría el Brahms que primero cantó, alternando con la imprescindible «compañía» de Schubert antes de los tiempos de guerra, duros pero que en Italia le llevaron a cantar a otro de sus ídolos, Hugo Wolf, mientras cepillaba los caballos nerviosos, y a quien comenzó a estudiar en 1946 cuando era prisionero de guerra del ejército estadounidense en Livorno, al sur de Pisa. También el llanto (subrayado al piano) de Tenebrae compuesto por Aribert Reimann (1936-2024), vinculando la Pasión de Cristo y el sufrimiento judío en el Holocausto, que dice en el texto (recogido por José Manuel Viana en las notas): «Apretados, como si / el cuerpo de cada uno de nosotros fuera / tu cuerpo, Señor», tercero de los Fünf Gedichte von Paul Celan (1959-1960), un ciclo dedicado a Fischer-Dieskau por el propio compositor berlinés que bien podría seguir sonando cual oración o plegaria en estos años para Ucrania o Palestina, pues tal parece que no queramos borrar esas heridas que nunca cicatrizan.

No hubo aplausos pero sí entregas como capítulos donde la voz de Benjamin Appl subrayaba cada frase, cada palabra y cada sentimiento, medias voces, apenas un mínimo exceso que James Baillieu acunaba desde el piano, reflexionaba, completaba sin palabras en una sala donde el silencio transmitía ese dolor compartido. Tiempos como prisionero de guerra donde cantar era ahuyentar el mal como el refrán que ya citaba nuestro universal Cervantes («Quien canta su mal espanta»), incluso llevar la opereta «Der Vetter aus Dingsda» a escena: Ich bin nur ein armer Wandergesell (de Eduard Künneke, 1885-1953) antes del regreso a un Berlín devastado por la guerra con Brecht y su Die Heimkehr musicado por Hanns Eisler (1898-1962 ) que me transportaría a los años oscuros por la gravedad, en todas sus acepciones, de Appl, o «la muerte» inspiradora para el noruego Grieg.

Si la primera parte resultó mezcla de nostalgia, sufrimiento, dolor y esperanza, la segunda transitaría por el Brahms de los primeros pasos como cantante, ofrenda fúnebre a la recién fallecida Clara Schumann sobre textos bíblicos, canciones que el barítono alemán ya interpretaba en casa de adolescente y recuperó tras regresar de la cautividad, una inspiración que el hamburgués eleva a la categoría de «lucha por la vida», la misma de Dieter, su primer matrimonio con Irmel, o el feliz encuentro con Gerald Moore en 1952, su colaborador fiel tantos años.

En esta gira homenaje, el nuevo tándem para esta MasterClass fue Appl-Baillieu, el amor por el piano de Schubert (An mein klavier, D342) y el reflejo de más dolor tras perder a su esposa en el tercer parto (Britten profundo y Loewe más luminoso e íntimo) y después a su madre (Eisler), canciones situadas en otra etapa de Dieter donde la música sería terapia y confesión como así nos transmitieron sus «actuales herederos«.

Pero la vida continuó para el irrepetible Dieter y llegarían otras  esposas que también figuran en el programa de mano (las traducciones de los textos se proyectaron) siendo la soprano Julia Varady (1941) la última, a quien conoció en la Ópera de Munich en 1973 para casarse cuatro años más tarde y fiel compañera hasta el último día. Esa parte de la banda sonora la pondrían Weber con Meine Lieder, meine Sänger junto su «otro compañero» Schubert vital, precedidos de la Clara Schumann brillante, antes del Epílogo, recordando la retirada como cantante el último día de 1992, aunque seguiría escribiendo, dirigiendo, impartiendo clases y por supuesto la pintura que siempre practicó, como el autorretrato de 1985 que presidió la velada, propiedad como así nos contó Ben Appl, un guiño más dentro de esta biografía cantada por y para Fischer-Dieskau, brillante colofón con An die Musik.

Pero había que desatar ese nudo en el estómago tras tantas emociones transmitidas por ApplBaillieu, un canto que creció en la segunda parte con el piano siempre compartiendo protagonismo, y nada mejor que La trucha saltarina y dorada en el río, «recreación de los maestros«, o un brindis al maestro donde el canto «ebrio» de Schumann (de Dichterliebe, Op. 48, el nº 11 «Ein Jüngling liebt ein Mädchen») nos devolvió la alegría de saber que el Lied sigue vivo gracias a una pedagogía musical que caló en el alumno aventajado que se convertiría en amigo y terminó siendo mentor, encontrando otro caminante al piano con quien proseguir un viaje que no tiene más destino que hacernos disfrutar.

P.D.: No quiero olvidarme de las excelentes notas al programa de Juan Manuel Viana para guardar (dejo el enlace al mismo), que pese a comentar algunas obras que no se interpretaron en Oviedo, caso de Barber, Sinding o Grothe, completaron un recital magistral.

PROGRAMA:

Parte I
PRIMER ENCUENTRO
F. SCHUBERT: Liebesbotschaft, D957/1 – Am Bach im Frühling, D361 – Der Musensohn, D764

INFANCIA EN BERLIN
A. FISCHER-DIESKAU: “Heidenröslein”, del singspiel Sesenheim
K. FISCHER-DIESKAU: “Nocturne I”, de Der Mutter gewidmet op. 1/1; Wehmut, op. 3/2

JUVENTUD Y PRIMEROS PASOS COMO CANTANTE
J. BRAHMS: Wie bist du meine Königin, op. 32/9

F. SCHUBERT: Der Linderbaum, D911/5

SOLDADO EN TIEMPOS DE GUERRA 1944/45
H. WOLF: Andenken
A. REIMANN: Tenebrae

PRISIONERO DE GUERRA 1945-1947
P. I. CHAIKOVSKI: Nur wer die Sehnsucht kennt, op. 6/6
E. KÜNNEKE: Ich bin nur ein armer Wandergesell

REGRESO A BERLÍN 1947
H. EISLER: Die Heimkehr
E. GRIEG: Der Traum

Parte II
PRIMEROS PASOS DE UNA CARRERA MUNDIAL
J. BRAHMS: “Denn es gehet dem Menschen wie dem Vieh”, “Ich wandte mich, und sahe an”, “O Tod, wie bitter bist du” Y “Wenn ich mit Menschen”, de Vier ernste Gesänge op. 121

ACOMPAÑANTES Y AMIGOS
F. SCHUBERT: An mein Klavier, D342
B. BRITTEN: Proverb III, op. 74

NACIMIENTO DE SUS TRES HIJOS Y ÉRDIDA DE SU PRIMERA ESPOSA IRMEL 1963
C. LOEWE: Süßes Begräbnis, op. 62/4

MUERTE DE SU MADRE THEODORA 1966
H. EISLER: Mutterns Hände

VIDA CONYUGAL
F. SCHUBERT: Liebhaber in allen Gestalten, D558
C. SCHUMANN: Liebst du um Schönheit, op. 12/2

EPÍLOGO
C. M. VON WEBER: Meine Lieder, meine Sänger, op. 15/1
F. SCHUBERT: Litanei auf das Fest Allerseelen, D343 –  An die Musik, D547

Felices 80 Maestro Christie

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Jueves 6 de noviembre, 19:30 horas. Conciertos del Auditorio: Les Arts Florissants, Le Jardin des Voix (ganadores de la 12ª edición), William Christie (director). Marc-Antoine Charpentier: «Les arts florissants», H 487, ópera o “idylle en musique”; «La descente d’Orphée aux enfers», H 488, ópera inspirada en las Metamorfosis de Ovidio. Óperas en versión semiescénica.

(Crítica para Ópera World del viernes 8 de noviembre, con el añadido de los enlaces siempre enriquecedores, tipografía y colores que no siempre se pueden utilizar, y las fotos de Pablo Piquero más las mías propias)

El pasado 8 de febrero el maestro estadounidense nacionalizado francés William Lincoln Christie (Búfalo, 1944) tenía programado su concierto en Oviedo dentro del Ciclo ‘Los Conciertos del Auditorio’ en una gira para celebrar sus 80 años (cumplidos el 19 de diciembre de 2024), pero los achaques de su edad (sin recurrir al codirector Paul Agnew como en Madrid o Sevilla) nos cancelaron uno de los eventos más esperados en la capital asturiana, por lo que volver a programarlo para este jueves 6 de noviembre volvió a llenar el auditorio ovetense sabedores que nos quedan pocas leyendas vivas como Christie, y aún más con el programa que nos ofrecería: nada menos que dos óperas (en versión semiescenificada) de Marc-Antoine Charpentier (1643-1704) que el octogenario ha recuperado, editado, grabado, representado y mejor servido para esta nueva gira, con un despliegue de medios sencillo pero muy efectivo, dada la calidad global que fue sobresaliente además de reafirmar el aforismo de “menos es más”, un éxito enorme que quedará en el recuerdo de todos los melómanos llegados de distintos puntos, y en parte preparación para seguir degustando más ópera barroca con el próximo «Orlando Furioso» vivaldiano de la temporada lírica del Campoamor, que esperamos contar también desde aquí.

Las notas al programa de la doctora María Sanhuesa nos ponían en antecedentes de los dos títulos que se ofrecían. En la primera parte «Les arts florissants», H 487, ópera o “idylle en musique” como la calificó el propio autor, una partitura que precisa de siete voces solistas, dos coros a cinco voces (uno de Guerreros y otro de Furias) con la posibilidad de incluir, como así se hizo, al grupo de Furias danzantes, más un efectivo instrumental con dos flautas, dos violas sopranos (para esta representación dos violines) más la siempre colorista percusión, y continuo siempre bajo el control total y discreto desde el clave y órgano del homenajeado profesor, de sabia alternancia entre teclados, con una vitalidad envidiable (hasta en sus habituales calcetines rojos).

En la ficha técnica final dejo reflejados todos los intérpretes, arrancando este idilio musical todavía con el público ocupando las localidades, con los bailarines “sembrando la discordia” mientras los músicos se ubicaban en la escena junto al conjunto de diez voces (incluidos los seis solistas) y dos parejas de danzantes, jaleando al cumpleañero para un verdadero festín musical. Los laureados en la  duodécima edición de “Le Jardin des Voix” no decepcionaron nunca, ataviados con un vestuario elegante y actual de tonos pastel para ellas, con zapatos de tacón (también las bailarinas), mientras para ellos trajes, chaquetas con camiseta o camisas y tirantes más pajaritas. Mínimo atrezo de sillas, una mesa cubierta con dos sábanas, daría un juego exquisito bien diseñado, con luces fijas cálidas (se agradecen los leds) suficientes aprovechando todo por el tándem franco-italiano Lambert-Le Bihan y Facco. Añadamos las voces, que se unieron a los danzantes montando una coreografía contemporánea de Martin Chaix exigente para los catorce personajes, dotándolos de un movimiento escénico que resultó y realzó toda la partitura del compositor, para que William Christe con su grupo, que toma precisamente el nombre de este “idilio en música”, siga siendo todo un referente del repertorio francés del siglo XVII.

Prólogo y cinco escenas donde las cuatro artes (Música, Pintura, Poesía y Arquitectura) fueron interpretadas y dramatizadas, en toda la extensión de la palabra, por la soprano francesa Camille Chopin, el tenor galo Bastien Rimondi, la estadounidense Sarah Fleiss también soprano, y no una mezzo sino la contralto canadiense-estadounidense, Sydney Frodsham, cuatro colores vocales bien diferenciados para cada uno de los personajes, de volúmenes suficientes que por su juventud perderían algo en los registros graves pero con proyección suficiente.

Aparecerían después La Paz con la soprano croata Josipa Bilić, La Discordia del barítono quebequés Olivier Bergeron, muy completo, o el excelente bajo colombiano Kevin Arboleda-Oquendo como Un Guerrero, más todas Las Furias con Claire Graham y Noémie Larcheveque, las danzantes que fueron ya de por sí un espectáculo. Maravilloso empaste, matices, movimientos escénicos muy variados mezclándose con el “cuerpo de baile” en escenas de una plasticidad hermosa, mientras el orgánico, situado detrás, arroparía cada número para convertir el arte y la cultura como sinónimos de una existencia mejor con esa victoria final de las artes… aunque la amenaza siga presente como rezaba el programa de esta primera parte redonda.

La segunda no se quedaría a la zaga con «El descenso de Orfeo a los infiernos» H 488, inspirada en las Metamorfosis de Ovidio. Once personajes y nueve voces (dos doblan papeles), emergiendo un excelente Richard Pittsinger en el papel protagonista, un tenor estadounidense de presencia escénica y adecuado a las exigencias de su rol, de timbre cálido y expresivo en todos los registros y dinámicas, junto a “su” Eurídice breve, nuevamente con Camille Chopin, más la Daphné de Bilić, uniéndose al coro de ninfas y pastores, junto a la Enone de la soprano franco-italiana Tanaquil Ollivier y la Arethusa de la ya citada Sydney Frodsham.

El vestuario colocado sobre sillas en la parte trasera del escenario lo irían variando simplemente añadiendo chaquetas negras o camisas grises, todos descalzos, y un atrezo donde varias sogas rojas (como los guantes) fueron serpiente venenosa, el propio infierno al que desciende Orfeo saltando (golpes en el suelo a tempo con la música) o moviéndose entre ellas, la lira interpretada por las dos violas de gamba igualmente transitando y sumándose a la coreografía.

Las tres escenas del primer acto e inicio del segundo, con tormentos y penas desde la condena al hambre y la sed de Tántalo (con el tenor húngaro Attila Varga-Tóth), la rueda de Ixión (de nuevo Rimondi), Tizio con el hígado devorado (Bergeron que interpretaría también al Apolo que convence a Orfeo para bajar al inframundo para recuperar a su amada), hasta las Danaides y guardianes. Mejor en este infierno Sarah Fleiss como la Proserpina seductora, e imponente el Plutón de Arboleda-Oquendo cual Matrix barroco al que no le faltaron las gafas de sol negras.

En general todos los solistas defendieron correctamente sus personajes, y el conjunto de voces volvieron a sonar muy empastadas, con dramatización gestual -destacar las caras de suplicio- y corporal (bravo por las dos parejas de baile), más el orgánico comandado por el maestro Christie subrayando los caracteres tan bien reflejados en la partitura de Charpentier para unos condenados que manejaron con pericia las sogas hasta llegar a las dos últimas escenas: Orfeo cantando y subyugando, el dios del infierno cediendo desde su poderío, y el final inconcluso, como la propia ópera, al no mostrarse la mirada fatal, para concluir con el atronador silencio que deja el mito abierto.

Dos óperas de altura con intérpretes de lujo y felicitaciones, además de gratitud, al gran William Christie por el legado que deja a la historia de la música. Podemos presumir de seguir disfrutándolo, viéndolo y viviéndolo… ojalá cumpla muchos años más.

PROGRAMA:

«Les arts florissants», H 487. Ópera o “idylle en musique” de Marc-Antoine Charpentier.

«La descente d’Orphée aux enfers», H 488. Ópera de Marc-Antoine Charpentier (inspirada en las “Metamorfosis” de Ovidio).

Óperas en versión semiescénica

Edición de las partituras: Éditions des Abbesses – Colección “Les Art Florissants” dirigida por William Christie.

Guantes creación de la artista Thomasine.

FICHA:

Jueves 6 de noviembre, 19:30 horas. Conciertos del Auditorio: Les Arts Florissants, Le Jardin des Voix, William Christie (director).

FICHA TÉCNICA:

Le Jardin des Voix (Ganadores de la 12ª edición):
Sopranos: Josipa Bilić (La Paix / Daphne) – Camille Chopin (La Musique / Euridice) – Sarah Fleiss (La Poésie / Proserpine) – Tanaquil Ollivier (Enone)
Contralto: Sydney Frodsham (L’Architecture / Aréthuse)
Tenores: Richard Pittsinger (Orphée) – Bastien Rimondi (La Peinture / Ixion) – Attila Varga-Tóth (Tantale)
Barítono: Olivier Bergeron (La Discorde / Apollon – Titye)
Bajo: Kevin Arboleda-Oquendo (Un Guerrier / Pluton)

LES ARTS FLORISSANTS

Equipo creativo:

William Christie, dirección musical, clave y órgano

Directores de escena: Marie Lambert-Le Bihan y Stéphane Facco

Coreógrafo: Martin Chaix

Asistente de coreografía: Eleanor Freeman

Bailarines:

Tom Godefroid, Claire Graham, Noémie Larcheveque, Andrea Scarfi

Orquesta Les Arts Florissants:

Violines: Emmanuel Resche-Caserta (primer violín, asistente musical), Tami Troman

Violas da gamba: Myriam Rignol Mathilde Vialle, Mathilde Vialle

Violonchelo: Cyril Poulet*

Violone: Michael Chanu*

Flautas alemanas: Serge SaittaSébastien Marq (flauta de pico)

Archilaúd: Gabriel Rignol*

Percusión: Thomas Debray

*Bajo continuo

Lorca, fuente de inspiración

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CD «LORCA DE AMOR Y MUERTE, Canciones con poemas de Federico García Lorca». Naroa Intxausti (soprano), Aurelio Viribay (piano).

Cezanne Producciones, CZ159 / M-16989-2025 / 0 793150 230570

Creo que Federico García Lorca es el poeta más musicado de la Generación del 27, con una amplia difusión de su «obra cantada» en todos los estilos e intérpretes. Incluso se ha dicho que García Lorca primero fue músico, pues hay grabaciones con el granadino al piano recogiendo canciones populares que elevó a la categoría de concierto, auténtico lied español. Y en este ámbito de la llamada canción de concierto española, si alguien merece destacarse por la recuperación y difusión de muchísimo repertorio español, así como el apoyo a compositores actuales, es el profesor y maestro vitoriano Aurelio Viribay Salazar, que ha vuelto a los estudios de grabación de Javier Monteverde esta vez para el debut discográfico de la soprano bilbaína Naroa Intxausti, en uno nuevo álbum donde Lorca es musicado por cuatro compositores de nuestro tiempo: Miguel Asins Arbó (Barcelona, 1916 – Valencia, 1996), Hermes Luaces (Madrid, 1975), Borja Mariño (Vigo, 1982) y Elisenda Fábregas (Tarrasa, 1955), cada uno eligiendo unos poemas que son lírica pura en el sentido de la propia musicalidad que esconden, y con sus lenguajes característicos adaptan, y adoptan, para la voz y el piano toda la carga literaria, emocional pero también patrimonial.

Precisamente escuchando al maestro Viribay hace siete años en Valdediós con la asturiana Lola Casariego, titulaba aquel recital como «Poesía es música», y solo queda reafirmar este concepto que define la propia definición del adjetivo «lírica» por parte del diccionario de la RAE: Perteneciente o relativo a la lira, a la poesía apropiada para el canto o a la lírica.

De esta grabación merece destacarse la excelente calidad en la toma de sonido de un productor como Javier Monteverde que se presente en su web como «La Producción de Audio convertida en arte», pues conoce las necesidades y «requisitos» para un dúo de voz y piano, así como Aurelio Viribay confía en los Estudios Cezanne desde hace tiempo, importante para sentirse cómodo en el proceso de llevar al disco un repertorio que a menudo ya ha recorrido escenarios sin perder esa frescura. Escuchando en mi cadena (siempre mejor que en las redes sociales -RRSS-) el CD sin problemas de volumen, la sensación es tener a los intérpretes a mi lado con toda la gama de dinámicas sin perderse ni siquiera las respiraciones. Y si la parte sonora es impecable, el libreto que lo acompaña es un detallado estudio de los compositores del disco y un análisis pormenorizado de cada obra, a cargo del matemático, musicólogo, crítico y académico José Luis García del Busto Arregui (Xátiva, 1947), otra buena opción para hacerse con esta grabación en el formato físico (me reconozco «mayor» por seguir atesorando discos en mi casa), aunque en las RRSS podamos escucharlo e incluso ver muchas de las obras en directo por los propios intérpretes. Por supuesto se incluyen los poemas del universal y atemporal Federico con las referencias a las obras originales.

Hace unos días, la soprano vizcaína y el pianista gasteiztarra presentaban esta nueva grabación en el programa «Radar Clásico», una antología lorquiana camerística que arrancaba como proyecto hace dos años de quince canciones que engrandecen nuestro legado de «la canción española de concierto» con la lírica atemporal de Lorca.

El disco lo abre Miguel Asins Arbó y sus Tres romances gitanos (del primer «Romancero gitano»): La casada infiel, recitado solo seguido del piano que alterna compás de aire andaluz, La monja gitana con XX y ese piano cual cuco en el reloj del convento también respirando la raíz de la capital nazarí, «con garbo» y «con gracia» con la voz sentida fiel al texto, y Romance de la luna, luna, una joya del compositor valenciano donde se subraya el dramatismo en la voz de Intxausti y un interludio pianístico de Viribay realzando el hechizo de esa luna sempiterna del poeta granadino. Como escribe García del Busto «un continuo musical que -en paralelo a los versos- adquiere intensidad creciente hasta alcanzar en los últimos compases el pico de fuerza expresiva».

Otro tríptico de «gacelas» a las que el madrileño Hermes Luaces pone música adaptada para la soprano (pues el original es para mezzo): Tres gacelas de amor y de muerte (de «Diván del Tamarit») escritas en agosto de 2014 y estrenadas en 2016: Gacela del amor imprevisto, Gacela de la raíz amarga y Gacela de la muerte oscura. Interesante composición y homenaje explícito a la poesía arábiga de la Granada lorquiana donde Luaces cita como introducción a cada gacela (referida al amor, al erotismo y a la muerte) sendos compases de La bohéme, magisterio pianísitico y belleza vocal. El amor imprevisto con pasión amorosa y el piano inquietante para reflejar esa atmósfera; el dramatismo de la raíz amarga con aires del cante jondo que Lorca elevó al paraíso vocal y el músico madrileño tamiza hasta el salón. Y finalmente la muerte obsesiva desde la languidez de una nana que nos lleva al sueño eterno.

El gallego Borja Mariño estrenaba sus Vaqueros en Nueva York en la madrileña Fundación Juan March el 22 de mayo del pasado año con la soprano Raquel Lojendio y el propio Aurelio Viribay en el concierto titulado «Lorca en forma de canciones»  -que sigue teniendo recorrido en directo llegando al Festival de Granada de este año– dentro del ciclo «El universo musical de Federico García Lorca». Cuatro canciones: Vals en las ramas y Muerte (de «Poetas en Nueva York») más La balada del agua del mar Muerte y Veleta (de «Libro de poemas», 1920). El propio Mariño en las notas al ya citado ciclo celebrado en «La March» el año pasado, justifica que en sus canciones incluya “como fantasmagorías, […] ecos velados de Gershwin, de Joplin, Berlin o Porter, que quizás resonaron alguna vez durante las noches [de Lorca] en la gran ciudad, pero disueltos desde la esencia de la poesía descarnada del poeta que ansía volver a sus raíces con los poemas escritos en su Granada natal” y que estas cuatro canciones establecen una suerte de forma sonata libre, con materiales independientes en cada una de ellas, igualmente recogido en las notas de García del Busto:

La primera, «Vals en las ramas», comienza en un amable 3/4 del que pronto se desviará, con un ritmo de baile imposible que va transitando por compases de 2, 3 y 4, al hilo también de las referencias numéricas del poema y atento a algunas repeticiones que no hacen sino expresar la desazón del poeta ante una visión decadente del mundo (el vals como danza burguesa del fin de siglo, el otoño que llega inexorablemente, la necesidad de evadirse de la existencia para poder sobrevivir a sus envites).

En «Balada del agua del mar» hay, en efecto, referencias acuáticas (arpegios, trémolos) con acordes alterados y oscuros, mientras sigue un diálogo entre el poeta y diferentes personajes de carácter sensual que aportan diferentes voces a las intervenciones de la solista.

Para «Muerte», de nuevo un sentimiento de frustración se acompaña con ostinatos de acordes contrastantes y líneas que intentan ascender en la voz con intervalos que ineludiblemente se van acortando, igual que el poema muestra la imposibilidad de ser otra cosa que la que marca la propia naturaleza («qué esfuerzo»), incluyendo la sentencia final de la muerte con un clima descarnado y desasosegante.

Para «Veleta», una suerte de rondó, se escuchan los giros y requiebros de cromatismos descendentes y ascendentes, sobre ritmos diferentes a merced de la velocidad con que va girando el elemento de la veleta –una imagen de los amores que se van sucediendo en nuestras vidas–, mientras la voz canta una tonada impetuosa, llena de ardor, para cerrar el ciclo.

Nada mejor para expresar lo que el dúo Intxausti-Viribay lleva al disco: aires musicales cercanos y actuales desde un vals nuestro que sobrevuela cantado revestido por un piano igual de cantarín, balada limpia, cristalina con sabor a salitre atlántico tanto en la voz como en las teclas, muerte entremezclada de esperanza y convencimiento, diálogo entre el piano y la voz siempre de dicción precisa, resaltando cada verso lorquianos, y finalmente una veleta que gira con la soprano volcando el ardor necesario del hermoso texto escrito por Federico con aires musicales de un ragtime neoyorquino traído de vuelta por los vientos cambiantes.

El disco lo cierran las Cinco canciones de la egarense (y estadounidense) Elisenda Fábregas: El silencio, Las seis cuerdas y Clamor («Poema del cante jondo», 1931), De la mano imposible («El diván del Tamarit», Casida VI) más La luna negra (poesía varia). Meditación silenciosa y por momentos etérea, sugerente en el piano, sentida en la voz («un silencio ondulado»), con saltos interválicos precisos y acordes apoyando la armonía. No una sino las dos manos de Aurelio presentando el siguiente poema lleno de misterio y simbolismo en la voz de Naroa, otra visión de la muerte que atormentaba y presagiaba nuestro poeta más universal, finalizando con «la sábana blanca de mi agonía» rubricado por el piano solista siempre coprotagonista. De la luna lorquiana a la que pocos compositores e intérpretes han podido sustraerse, estaba claro que Don Aurelio es cual hombre lobo que sabe elegir y sacar el máximo partido a esta composición dual, misteriosa y mágica, contagiada a una Naroa subyugada en una línea de canto sugerente. Y otro referente de Lorca, admirador de Sainz de la Maza, las guitarra que «hace llorar a los sueños», cada palabra vibrante como cada cuerda en los ocho versos, registros extremos en el instrumento con forma de mujer y recia madera en la interpretación de los dos artistas, antes del Clamor final, doblar de campanas repicando en un piano catedralicio, el dramatismo vocal de plegaria y llanto, oscuridad de liturgia musical fielmente reflejada para el propio sentir de los versos de Lorca.

Excelente tributo al Lorca de muerte y amor, con una buena elección de poemas por parte de los compositores, unido al olfato y magisterio del Doctor Aurelio Viribay encontrando siempre la voz adecuada para su amplio repertorio, en este caso la soprano Naroa Intxausti a quien le auguro una larga trayectoria lírica en todos los estilos y mucho éxito en este género del lied español tan exportable, sin complejos, como el propio Federico García Lorca.

CORTES y enlaces a las Plataformas Digitales:

Miguel Asins Arbó (1916-1996): 01.-03. Tres romances gitanos:

01. La casada infiel; 02. La monja gitana; 03. Romance de la luna, luna.

Hermes Luaces (1975): 04.-06. Tres gacelas de amor y de muerte:

04. Gacela del amor imprevisto; 05. Gacela de la raíz amarga; 06. Gacela de la muerte oscura.

Borja Mariño (1982): 07.-10. Vaqueros en Nueva York:

07. Vals en las ramas; 08. La balada del agua del mar; 09. Muerte; 10. Veleta.

Elisenda Fábregas (1955): 11.-15. Cinco canciones:

11. El silencio; 12. De la mano imposible; 13. La luna negra; 14. Las seis cuerdas; 15. Clamor.

Pasión y gratitud en la voz de José Bros

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El tenor catalán ofreció en el Campoamor un recital de elegancia, entrega y emoción compartida con el pianista Mario Álvarez

Jueves, 16 de octubre 2025, 19:30 horas. Teatro Campoamor de Oviedo: Recital “Pasión Lírica”. José Bros (tenor), Mario Álvarez Blanco (piano). Arias y romanzas de ópera y zarzuela.

(Crítica para LNE del sábado 18, con el añadido de fotos propias, los enlaces –links– enriquecedores, y la tipografía más colores que la prensa no refleja)

Cada regreso de José Bros (Barcelona, 1965) a Oviedo es un reencuentro con alguien de casa, y así lo siente tanto el artista como su público fiel que acudió al recital de este jueves otoñal. El tenor catalán, habitual de la escena del Campoamor desde hace más de tres décadas y protagonista de más de dieciocho producciones entre óperazarzuela y recitales, muchos vividos por quien suscribe, volvió a emocionar a los melómanos asturianos que le siguen adorando y con quienes mantiene un idilio y hasta amistad con muchos de ellos. Su Pasión Lírica es programa de aire retrospectivo y confesional, acompañado por el pianista local Mario Álvarez, cómplice artístico por vez primera pero amigo de larga trayectoria en la capital asturiana.

El recital se articuló en dos partes equilibradas y muy personales. En la primera, Bros rindió homenaje a Francesco Paolo Tosti con Vorrei morire y L’ultima canzone, dos miniaturas de pura emoción contenida, interpretadas con exquisita línea de canto y una mezza voce que sigue siendo su sello característico de timbre único. A ellas siguió el bel canto de Donizetti con una Una furtiva lagrima de filigrana expresiva (el Nemorino que utilizó su “Elisir” para encandilarnos junto a nuestra Beatriz Díaz hace ocho años sobre estas mismas tablas), antes del primer lucimiento del pianista en un sentido Intermezzo de “Manon Lescaut” de Puccini, preludio al inspirado Donna non vidi mai, fraseado con lirismo y hondura. Su dicción en italiano es maravillosa y la música realza cada texto. La melancolía de È la solita storia del pastore (“L’Arlesiana») encontró en Bros al Federico introspectivo, y cerraría esta primera parte con el aria verdiana Tutto parea sorridere (de “Il Corsaro”), una sección con un despliegue vocal lleno de vigor y elegancia pese a cierta descolocación vocal del agudo final, plena de orgullo guerrero que sigue llamando “a las armas”.

La segunda parte viajó rápido de Francia a España pasando por su Cataluña. El tenor abordó con naturalidad el refinamiento de MassenetOuvre tes yeux bleus y el solemne Ô souverain, ô juge, ô père de “El Cid»—, de dicción impecable y tono devoto. Mario Álvarez volvió a “darle descanso” con el conocido Fandango de “Doña Francisquita”, página de virtuosismo pianístico que no puede igualar el brillo, tempo ni salero orquestal pero que sirvió de puente hacia un Maig de Toldrà luminoso, delicado, sentido y cercano en su lengua natal.

Las muy conocidas romanzas de zarzuela —Bella enamorada, De este apacible rincón de Madrid y No puede ser— que muchos tenemos memorizadas por nuestro maestro Alfredo Kraus, desataron la ovación del público, que celebró el arte de un cantante que sigue combinando elegancia, naturalidad y entrega.

Antes de la última romanza, también en las propinas, Bros tomó la palabra para agradecer al Ayuntamiento, a su Alcalde Alfredo Canteli, y a todo el personal de la FMC (Fundación Municipal de Cultura) su apoyo, también a Mario Álvarez por el excelente trabajo recordando sus 32 años de amistad, así como la gratitud de todos los implicados en poder buscar este hueco en la amplísima oferta musical de “La Viena española” candidata a capital cultural para 2031. No faltó, pese a lo discreto que siempre ha sido en su vida personal, con sus “luces y sombras” por las que todos pasamos, actualmente pletórico y optimista con la confesión de su reciente boda hace algo más de un mes, por lo que dedicó a su esposa, presente en la sala, un emocionad Canto porque estoy alegre (de Antón García Abril) como regalo de cumpleaños este jueves 16 de octubre en plena “luna de miel” y un regalo más (“manda Mario” bromeó) para cerrar con la Mattinata (Leoncavallo) antes del apasionado bis de No puede ser que sí lo fue.

Una gran noche de arte, lírica, gratitud y pasión compartida: pura verdad cantada.

La pasión de Bros

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Jueves, 16 de octubre 2025, 19:30 horas. Teatro Campoamor de Oviedo: Recital “Pasión Lírica”. José Bros (tenor), Mario Álvarez Blanco (piano). Arias y romanzas de ópera y zarzuela.

(Reseña rápida desde el teléfono para LNE del viernes 17, con el añadido de fotos propias, los enlaces –links– enriquecedores, y la tipografía más colores que la prensa no refleja)

Cada visita del tenor barcelonés Josep Bros (1965) a Oviedo supone un reencuentro con quien podríamos denominar como “de casa” tras participar en más de 18 títulos de ópera, zarzuela y varios recitales, todos con buenos recuerdos, por lo que esta Pasión Lírica en compañía del pianista Mario Álvarez era como un resumen a una larga trayectoria muy unida a “La Viena española” que le ha visto crecer desde sus inicios.

El repertorio elegido por Bros ahondaba con sus mejores arias en roles como su siempre aclamado Nemorino (L’elisir), Des Grieux (Manon Lescaut), Federico (L’Arlesiana), el capitán Corrado (Il Corsaro) o Don Rodrigo (El Cid), sin olvidarnos del enamorado Enrique (El último romántico), el coronel Javier (Luisa Fernanda) y el marinero Leandro (La tabernera del puerto).

Mas en un recital no puede faltar Tosti para abrirlo con dos de sus bellísimas canciones: Vorrei morire y L’ultima canzone, íntimas y sentidas, o ese maravilloso Maig de Toldrà catalán en la parte española de la segunda.

Las páginas elegidas por el tenor catalán son una pequeña gran muestra del enorme trabajo con cada una de ellas en una longeva carrera, aún más exigentes por separado, y con el excelente acompañamiento de un pianista plenamente de casa, que atesora muchas horas de lírica en sus dedos desde 1992 tras su debut como maestro repetidor en el Campoamor, quien se luciría en solitario para los siempre necesarios descansos vocales como en el Intermedio de “Manon Lescaut” muy sentido, o el conocido aunque algo insípido Fandango de “Doña Francisquita”, reducciones orquestales siempre difíciles de trasladar a las teclas para reflejar la tímbrica original.

En este jueves de pasión lírica destacar la “mezza voce” siempre cuidada de Bros, gusto exquisito, un centro donde recrear su dramaturgia innata en fraseos precisos y jugosos, más sus agudos siempre generosos, además de variados en ataques o matices, aunque por momentos juegue con las colocación de las vocales finales (caso del último corsario donde que Verdi llama a las armas), todo en el idioma de Dante.

Con la vocalización siempre clara y precisa, en la segunda parte Bros transitó por las lenguas de Voltaire, la vernácula de Espriu y nuestro Cervantes, más pasional si cabe con esas romanzas de la “escuela Kraus” que tan bien ha interiorizado el catalán, con sus luces y sombras como nos contaría micrófono en mano tras el “apacible rincón”para agradecer al Alcalde y todo el personal de la FMC poder encajar este recital en la amplia oferta cultural ovetense, así como a Mario Álvarez tras 32 de amistad y la primera vez juntos.

Todo antes de Sorozábal, tras quien vendrían regalos y confesiones: un mes de matrimonio y el regalo de cumpleaños a una esposa, presente en el patio de butacas y dedicataria de la bella Canto porque estoy alegre (García Abril), declaración emocionada y sentida como la siguiente Mattinata (Leoncavallo) hoy vespertina cual ramo lírico de enamorados y bisar aún más entregado  “No puede ser” para su querido público y amistades puestas en pie.

PROGRAMA

 Primera parte

  • Vorrei moriré, F.P. Tosti (1846-1916)
  • L’ultima canzone, F.P. Tosti
  • Una furtiva lagrima de “L’elisir d’amore”, G. Donizetti (1797-1848)
  • “Manon Lescaut”, G. Puccini (1858-1924): Intermezzo (piano)
  • Donna non vidi mai
  • È la solita storia del pastore, de “L’Arlesiana”, F. Cilea (1866-1950)
  • Tutto parea sorridere, de “Il Corsaro”, G. Verdi (1813-1901)

Segunda parte

  • Ouvre tes yeux bleus, J. Massenet (1842-1912)
  • Ô souverain, ô juge, ô père, de “Le Cid”, J. Massenet
  • Fandango de “Doña Francisquita” (piano), A. Vives (1871-1932)
  • Maig, E. Toldrà (1895-1962)
  • Bella enamorada, de “El último romántico”, R. Soutullo (1880-1932) y J. Vert (1890-1931)
  • De este apacible rincón…, de “Luisa Fernanda”, F. Moreno Torroba (1891-1982)
  • No puede ser, de “La tabernera del puerto”, P. Sorozábal (1897-1988)

José Bros vuelve con su espectáculo «Pasión Lírica» al Teatro Campoamor

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El tenor catalán José Bros vuelve el próximo 16 de octubre a las 19:30 horas al Teatro Campoamor de Oviedo con su espectáculo Pasión Lírica, un amplio recorrido por las obras musicales que han marcado su carrera, y estará acompañado al piano por Mario Álvarez Blanco.

Precio localidades: 30 €, 25 € y 20 €.

José Bros es un tenor muy conocido y querido por el público de Oviedo, donde ha interpretado más de 18 títulos de ópera y zarzuela y ha participado en distintos conciertos y recitales entre los que destacan “Desde el corazón” y “Non ti scordar di me”, “Eternamente” y “Gala 3 tenores BAG”.

El cantante barcelonés interpretará obras de Tosti, Donizetti, Puccini, Cilea, Massenet y Sorozábal, entre otros, y dejo a continuación el programa.

Primera parte

Vorrei moriré, F.P. Tosti (1846-1916)

L’ultima canzone, F.P. Tosti

Una furtiva lagrima “L’elisir d’amore”, G. Donizetti (1797-1848)

Intermezzo (piano) “Manon Lescaut”, G. Puccini (1858-1924)

Donna non vidi mai “Manon Lescaut”, G. Puccini

È la solita storia del pastore “L’Arlesiana”, F. Cilea (1866-1950)

Tutto parea sorridere “Il Corsaro”, G. Verdi (1813-1901)

Segunda parte

Ouvre tes yeux bleus, J. Massenet (1842-1912)

Ô souverain, ô juge, ô père “Le Cid”, J. Massenet

Fandango “Doña Francisquita”, A. Vives (1871-1932)

Maig, E. Toldrà (1895-1962)

Bella enamorada “El último romántico”, R. Soutullo (1880-1932) y J. Vert (1890-1931)

De este apacible… “Luisa Fernanda”, F. Moreno Torroba (1891-1982)

No puede ser “La tabernera del puerto”, P. Sorozábal (1897-1988)

BIOGRAFÍAS:

José Bros (tenor)

Considerado uno de los máximos exponentes del repertorio belcantista romántico de los últimos años, con el que ha debutado más de 60 títulos de este estilo, Josep Bros ha obtenido también importantes triunfos con obras del repertorio francés (Manon, Thaïs, Werther y Roméo et Juliette) y mozartiano (Don Giovanni, El rapto en el serrallo, Così fan tutte y La flauta mágica).

Recientemente ha ampliado su repertorio con títulos como La Bohème, Eugene Onegin, Simon Boccanegra, Un ballo in maschera o Don Carlo.

Nacido en Barcelona, cursa sus estudios musicales en el Conservatorio Superior Municipal de Música de su ciudad, y de canto bajo la dirección de Jaume Francisco Puig. Después de participar en las distintas temporadas de ópera en Palma de Mallorca, en 1991 debuta con Don Giovanni y Don Pasquale en Sabadell, y en 1992 en el Gran Teatre del Liceu con Anna Bolena, consiguiendo un gran éxito de público y crítica que le abre las puertas de los más prestigiosos teatros del mundo: Scala de Milán, Covent Garden de Londres, Staatsoper de Viena, Real de Madrid, Colón de Buenos Aires, así como los teatros de Hamburgo, Múnich, Berlín, Zúrich, Roma, Florencia, Nápoles, Turín, Palermo, Lisboa, Amsterdam, Toulouse, Sevilla, Bilbao, Oviedo, Los Ángeles, San Francisco, Washington, Toronto, México, Sao Paulo, Tokio, Hong Kong y Shanghai, entre otros.

Realiza igualmente una considerable actividad en el campo del concierto y del oratorio que lo ha llevado a actuar en salas tan emblemáticas como la Konzerthaus y Musikverein de Viena, las Philharmonie de Colonia y de Múnich, la Accademia di Santa Cecilia de Roma y el Carnegie Hall de Nueva York, además de la mayoría de salas de concierto españolas.

También ha participado en numerosas representaciones de zarzuela, destacando Doña Francisquita en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, Gran Teatre del Liceu de Barcelona y Teatro Campoamor de Oviedo, Los Gavilanes en Palma de Mallorca, La tabernera del puerto en el Teatro de la Zarzuela, Oviedo y Sevilla. Luisa Fernanda en el Teatro Real, la Scala de Milán, Palau de les Arts, Festival de Peralada y Oviedo además de La bruja, en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, Campoamor de Oviedo y Maestranza de Sevilla.

En 2003 fue nombrado académico por la Real Academia de San Romualdo de Ciencias, Letras y Artes de San Fernando (Cádiz) y, entre otros galardones, ha obtenido los premios “Orazio Tosi” del Teatro Regio de Parma por su interpretación de Rigoletto, “Lauri Volpi” de la Ópera de Roma por su interpretación de Lucia di Lammermoor, el “Premio Corelli” del Teatro delle Muse de Ancona por su interpretación en Il Pirata, el Premio Federico Romero concedido por la SGAE, la “Lira d’Argento” por su interpretación de I Puritani en la Ópera de Viena, Premio Ópera Actual 2012, premio al mejor cantante masculino en la temporada de ópera 2015 de Palma de Mallorca, así como “Artista predilecto” de la Ópera de Oviedo. Ganador también del Premio Lírico Teatro Campoamor, en su primera edición, al mejor cantante de ópera.

Sus grabaciones en CD incluyen versiones completas de las óperas Anna Bolena, Lucia di Lammermoor, La Sonnambula, Roberto Devereux, Ildegonda, La conquista di Granata, Parisina, Maria di Rohan, Il Pirata, Lucrezia Borgia, La Straniera, así como las zarzuelas La Bruja, Cádiz y Luisa Fernanda, el Miserere de Hilarión Eslava, «Por amor» con romanzas de zarzuela y «Giuramento» con obras belcantistas, mientras que en DVD ha grabado L’amico Fritz, Il viaggio a Reims, I Puritani, La Sonnambula, La Traviata, Don Giovanni, Luisa Fernanda, Maria Stuarda y Don Carlo.

Mario Álvarez (piano)

Titulado Superior de Piano, Órgano y Lenguaje musical por el Conservatorio Eduardo Martínez Torner de Oviedo.

Debutó como maestro repetidor en el Teatro Campoamor en 1992, desde entonces ha colaborado en la mayoría de Títulos representados hasta hoy. Ha trabajado bajo la batuta de maestros como Marco Armiliato, Renato Palumbo, Alberto Zedda, Corrado Rovaris y artistas de la talla de José Bros, Carlos Álvarez, Daniella Barcellona y Raina Kabaivanska entre otros.

Ha actuado en temporadas de ópera como la de La Coruña, Pamplona o Santa Cruz de Tenerife.

Su actividad musical incluye participaciones con la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, Oviedo Filarmonía y la asociación cultural “La Castalia”.

Fantasía e imaginación del Hansel y Gretel

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Viernes 12 de septiembre de 2025, 19:30 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: LXXVIII Temporada de Ópera. Engelbert Humperdinck (1854-1921): «Hänsel und Gretel», Märchenspiel en tres actos, con libreto de de Adelheid Wette, basado en un cuento de “Kinder und Hausmärchen” (1812) de Jacob y Wilhelm Grimm. Estrenada en el el Teatro de la Corte de Weimar, el 23 de diciembre de 1893. Nueva producción de la Ópera de Oviedo.

(Crítica para OperaWorld del sábado 13, con fotos propias, de las RRSS, más el añadido de los siempre enriquecedores links, con la tipografía y colores que no siempre se pueden utilizar)

Primer título de la septuagésimo octava temporada ovetense con una apuesta poco habitual en su programación, siendo la primera vez que se subía a las tablas del coliseo carbayón «Hänsel und Gretel» (1893) de Engelbert Humperdinck (1854-1921). La obra, a menudo catalogada como Märchenspiel, ópera de cuento de hadas -mejor que infantil- demostró en esta producción propia que su encanto trasciende edades, combinando lirismo wagneriano y frescura popular en una propuesta escénica de calidad de un conocedor como pocos del teatro ovetense. Esta ópera se estrenaría en el Teatro de la Corte de Weimar bajo la dirección de un Richard Strauss con 26 años, quien la calificó como “una obra maestra de eximia calidad, original en todo, nueva y auténticamente alemana”. El libreto de Adelheid Wette, la hermana pequeña del compositor, está basado en el relato infantil «Hänsel und Gretel» que forma parte de la serie “Cuentos para la infancia” de Jacob y Wilhelm Grimm. La obra de los hermanos Grimm en la que está basado el libreto de la ópera tiene unas segundas lecturas muy inquietantes y siniestras, con una nueva perspectiva al argumento tradicional del cuento familiar al suprimir algunas ideas y añadir otras: no caracteriza a una madrastra en sentido estricto sino al ama de casa que se enfada por el cansancio y desesperación, o al padre que tampoco es un leñador sino un escobero, lo que permite un juego ambiguo con las escobas bien llevadas dentro del propio argumento que dan mucho juego. Musicalmente puede observarse una rica orquestación y sutil armonía de un Humperdinck consistente y de fuerte invención melódica nacida de la complejidad wagneriana vecina de la exuberancia, y la liviandad de Johann Strauss, especialmente en ese vals de los hermanos con un lenguaje personal inspirado en el folclore alemán que nos suena cercano a todo melómano. Como curiosidad reflejar que fue la primera ópera en ser retransmitida por radio desde el Covent Garden y la primera en ser radiada en directo desde el Metropolitan, así que era hora de escucharla en Oviedo.

La dirección escénica de Raúl Vázquez trasladó este cuento a un universo a medio camino entre lo fantástico y lo tristemente cotidiano, desde la crudeza y espontaneidad, la pobreza y el maltrato infantil «casi sin dejar espacio a las emociones que despiertan en nosotros estas atrocidades» según palabras del propio regista. Contraste entre dos partes: actos primero y segundo unidos, más el tercero, lúgubre y luminosa (muy de la “Escuela Sagi”) que reflejan a la perfección su premisa de reflejar el sufrimiento infantil por la depresión socioeconómica inspirada en los años 50 de los EEUU, con ese cartel de carretera que reza Nothing like our happy way of life (Nada como nuestro feliz modo de vida) casi omnipresente, y del que saldrá la casa de los dulces, reflejo de las clases desfavorecidas donde fantasía e imaginación nos ayudan a esa redención de la infancia que sigue necesitándola en pleno siglo XXI. Un aplauso para este debut operísticoque sigue apostando por la “escuela asturiana”. La escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda evita el realismo ingenuo del bosque, mostrado casi un basurero frente a la parte “dulce” que juega con el rosa fresa, las tartas y golosinas que nunca empalagan, sumando no solo símbolos visuales sino con el refuerzo de unos juegos de luces (Eduardo Bravo) que potenciaron los dos ambientes organizados en esas dos partes: primera lúgubre contrapuesta a la esplendorosa segunda e inquietante que no rompe nunca la propia trama. Muy logrado el “sueño” de los hermanos que nos hace transitar ambas partes hacia la simpática casita de jengibre que emerge desde uno de los dos huecos en el suelo (el otro será el horno humeante), un recurso visual y escénico recordándonos que detrás de la dulzura late la amenaza del hambre y la bruja.

El vestuario de Ilaria Ariemme combinó elementos tradicionales muy dickensianos o “miserables” con ese guiño cinematográfico tan cincuentero como el citado cartel de autopista, logrando cierta idea de atemporalidad en una mezcla que nos permitió identificarnos con los protagonistas que al mismo tiempo nos acercan la distancia del mundo de unos cuentos vigentes desde nuestra óptica casi senil.

Del reparto vocal destacaron por su frescura y energía las dos debutantes en la temporada ovetense en los papeles protagonistas: el Hänsel de la mezzosoprano británicoalemana Anna Harvey, de timbre cálido, flexible, solvente en las frases juguetonas y tierna en la oración de la noche (Abendsegen), escénicamente creíble y bien empastada con la Gretel de la soprano rusoestadounidense Erika Baikoff, de voz clara, ágil, excelente proyección y volumen suficiente, transmitiendo la inocencia sin caer en lo infantilizado desde un fraseo siempre elegante dominadora de la escena de principio a fin, con un vals conjunto pletórico por parte de ambas.

La Bruja, papel que exige tanto comicidad como oscuridad, fue resuelta con cierto histrionismo y una voz que se mantuvo lejana en todos los sentidos a cargo de la suiza Stéphanie Müther, una soprano dramática en un papel que debe conjugar el engaño y la maldad, pasando de la Señora Doubfire a la embrujada vencida y bien horneada.

Muy bien los padres (Peter y Gertrud) a pesar de sus breves apariciones, ofreciéndonos momentos de gran intensidad dramática, especialmente en el contraste entre la desesperación del primer acto, y la alegría del final, igualmente reflejados en el vestuario, destacando sobre todo el barítono catalán Carles Pachon que brillaría con luz propia, poderoso vocalmente, excelente actor, rico en color, y la mezzo mexicana Teresa Fuentes, debutante en los escenarios europeos -que en sus inicios tuvo roles de soprano lírica-  y una buena elección para diferenciar tanta gama dentro de la misma tesitura.

Destacar pese a la brevedad de sus intervenciones El arenero de la soprano cubana Vilma Ramírez (que sustituiría a última hora a la asturiana Ana Nebot por enfermedad), una voz veterana sobre estas tablas al pertenecer al coro de la ópera ovetense, y la cántabra Sofía Gutiérrez-Tobar (Hada del rocío), otra de las debutantes en Oviedo, para redondear un elenco vocal que mantuvo la calidad de un reparto muy homogéneo y bien elegido.

La batuta del asturiano Pablo González, al frente de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA), volvió a demostrar su dominio en el trabajo de cada partitura que afronta y la química con una orquesta que conoce y le conoce. Equilibrando la densidad wagneriana de la orquestación con la transparencia melódica que exige la obra, mimando siempre las voces, manteniendo las dinámicas para hacerlas lucir, controlando los balances entre foso y escena para lograr desde la primera obertura la tímbrica perfecta para esta maravillosa partitura que nos enamoró. Si los metales y maderas colorearon el bosque de misterio, la percusión pondría el color, y las cuerdas arroparían con lirismo los dúos de los niños, manteniendo el volumen con el que disfrutar del Coro Infantil de la “Escuela de Música Divertimento” que dirige Cristina Langa. El trabajo no solo vocal sino escénico con ellos es digno de admiración, pues incluirles en la primera obertura -la única aplaudida a lo largo de la representación. ya nos adentraron en el ambiente del cuento. Su afinación es profesional a más no poder y el final, animándose con el baile, contagiaron no ya la ilusión sino la esperanza tanto del propio cuento como del futuro canoro, donde con un alemán de academia entonarían “¡Podemos cantar y saltar podemos bailar y cantar!… ¡Nuestra gratitud y nuestra alabanzas para vosotros, por este momento dichoso!» que resultó recíproco.

Uno de los momentos más emocionantes fue el célebre Abendsegen (“Oración de la noche”), interpretado con un recogimiento que conmovió al público, incluso me consta alguna lágrima, realzado por la delicadeza de nuestra orquesta en un estreno que ya es historia de la longeva ópera asturiana.

El Campoamor respondió con entusiasmo esta nueva apuesta de la temporada ovetense, con prolongados aplausos al final y bravos dedicados especialmente al dúo protagonista y sobre todo a los niños. No hubo público infantil pero todos nos sentimos así  este primer viernes en plenas fiestas mateínas, donde los abucheos a la locución en asturiano ya forman parte argumental de la primera función aunque van “decrescendo”. En definitiva, este Hänsel und Gretel que abría temporada fue una rara avis dentro de una programación que sigue alternando títulos “de siempre” con alguno barroco (esperando con ganas el vivaldiano “Orlando Furioso” dentro de dos meses), y este estreno resultó otra apuesta ganadora para una ópera que, lejos de ser un entretenimiento navideño para niños, se reveló como un canto universal a la esperanza, la astucia y la supervivencia frente a la adversidad.

FICHA:

Viernes 12 de septiembre de 2025, 19:30 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: LXXVIII Temporada de Ópera. Engelbert Humperdinck (1854-1921): «Hänsel und Gretel», Märchenspiel en tres actos, con libreto de de Adelheid Wette, basado en un cuento de “Kinder und Hausmärchen” (1812) de Jacob y Wilhelm Grimm. Estrenada en el el Teatro de la Corte de Weimar, el 23 de diciembre de 1893. Nueva producción de la Ópera de Oviedo.

FICHA TÉCNICA:

Dirección musical: Pablo González – Dirección de escena: Raúl Vázquez – Diseño de escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda – Diseño de vestuario: Ilaria Ariemme – Diseño de iluminación: Eduardo Bravo  Dirección del coro: Cristina Langa.

REPARTO:

Peter: Carles Pachon (barítono) – Gertrud: Teresa Fuentes (mezzosoprano) – Hänsel: Anna Harvey (mezzosoprano) – Gretel: Erika Baikoff (soprano) – La bruja: Stéphanie Müther (soprano) – El arenero: Vilma Ramírez (soprano) – Hada del rocío: Sofía Gutiérrez-Tobar (soprano).

Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias

Coro Infantil Escuela de Música Divertimento

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