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El piano heterogéneo a ambos lados del Atlántico

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Miércoles 17 de abril, 20:00 h. Teatro JovellanosConcierto 1682 de la Sociedad Filarmónica de Gijón: Álvaro Cendoya (piano). Obras de Soler, I. Cervantes, J. Nin, M. Ponce, Hagen y Falla.

Hoy el teatro del paseo de Begoña se convirtió en una masterclass de piano tanto por el maestro Álvaro Cendoya como por la elección del repertorio, que siempre es fundamental y más para las sociedades filarmónicas, el mejor marco para estos conciertos que posibilitan a intérpretes no habituales en los «circuitos» afrontar obras poco transitadas pero que llegan a todos los públicos, como pudimos comprobar.

El profesor en Musikene Álvaro Cendoya Shishine-Kahal (San Sebastián, 1960) eligió para este miércoles un recorrido por compositores hispanoamericanos de los dos lados del Atlántico, comenzando con tres sonatas sin pausas del Padre Soler donde el piano agranda la sonoridad del clave con el rigor técnico del experto y la limpieza en su ejecución, presentando la inspiración popular de todos los compositores elegidos.

Muy interesantes las seis Danzas cubanas de Ignacio Cervantes Kawanagh, un niño prodigio de aquella Cuba española que retoma la danza y contradanza para unas músicas de salón llenas del aire caribeño llevadas al piano de concierto, verdaderas miniaturas repletas de ritmo y donde me encantaron Los tres golpes y La carcajada, de un virtuosismo cercano a los grandes románticos de los que el propio Cervantes fue un gran intérprete.

Y sin movernos de nuestra Cuba colonial el gran Joaquín Nin y Castellanos fue otro intérprete, musicólogo y compositor formado con los mejores y seguidor de nuestros Granados y Falla. Así se refleja esta influencia por momentos incluyendo toques impresionistas aún vigentes en 1929 que estrena en París su Danza ibérica dedicada a «La Argentinita«. Obra llena de dificultades no solo rítmicas y rica en esa evocación sevillana de su subtítulo hoy trasladado a una noche de feria de abril, partitura poco interpretada y que el maestro ayudó en esta «recuperación» para el público gijonés.

La segunda parte la ocuparía en su mayor parte varias obras de Manuel María Ponce (1882-1948), una de las figuras más fecundas y apreciadas en la vida musical de México que abarcó la mayoría de los géneros como bien explica el profesor Cendoya y cuenta en sus notas al programa. Su canción Estrellita que conozco desde mi infancia cantada por Alfredo Kraus, fue escrita en 1912, que Ponce no registró a su nombre, por omisión, por lo que al ganar fama internacional la obra, no obtuvo ningún beneficio económico. Años más tarde, el propio autor llevaría a cabo una versión pianística de esta canción motivando al compositor para subtitularla con cierto énfasis, Metamorfosis de concierto, siempre reconocible su hermosa melodía y revistiéndola casi como una paráfrasis.

La integral para piano del mexicano está llevándola al disco Álvaro Cendoya en el sello Naxos, y se agradece poder recuperar estas páginas donde conjuga la escritura clásica y la popular. La habanera A la orilla de un palmar (1916) es habitual en muchos coros y así la canturreaban las «cotorras tras de mi», (aunque de cantarla muchos mejor Kraus), que junto a Valentina (1914) fueron sus éxitos que aún perduran, más en versiones guitarrísticas.

De mayor enjundia tanto las mazurcas muy chopinianas y virtuosas, como los intermezzos que el maestro permutó el orden (siendo de los conocidos el nº1), puede que para transitar ascendentemente del re bemol («Alma triste») al mi, cuatro páginas de estudio y concierto plenamente románticas por su época donde de las 25 mazurcas que se conservan del compositor, en la nº 23 aparece una referencia a la Estrellita que abría este bloque siendo una de las preferidas en los recitales del mexicano y que el donostiarra interpretó desde su magisterio.

En este ir y venir del piano hispanoamericano con estilos muy distintos pero sin perder el aire popular, una obra de 2011 titulada ¿Bolero? del argentino residente en Francia Jaime de Hagen (1960). El profesor Cendoya la define como «atípica, como demuestra el interrogante en el título. En efecto, a un inicio melódico propio de un bolero sudamericano, le sucede un desarrollo de carácter ecléctico, en el que el autor plasma su formación académica clásica con sus raíces argentinas y su gusto por el jazz», y personalmente puedo describir como una mezcla de Armando Manzanero y Piazzolla, la fusión capaz de sonar en el hall de un hotel o en un concierto tan heterogéneo como este gijonés, obras actuales más allá de etiquetas y perfectas para los «omnívoros musicales» entre los que me encuentro, siendo la única que necesitó partitura.

Y si alguien en España inspirándose en el folclore lo elevó a su máxima categoría es Manuel de Falla, aunando la formación francesa y cruzando el oceáno hasta morir en Alta Gracia. De su ópera «La Vida Breve» el pianista donostiarra eligió la transcripción de las dos célebres danzas realizada por el compositor y crítico musical Gustave Samazeuilh, «quien desde su infancia conoció a Maurice Ravel, viajó a Bayreuth con su padre y conoció en 1896 a Richard Strauss y Claude Debussy, quien tuvo una clara influencia en su carrera musical», primero la conocida Danza española nº1, auténtica prueba de fuego en todos los aspectos interpretativos desde las dificultades técnicas solventadas sin problemas por el profesor, las sonoridades orquestales traídas a las 88 teclas, y el fraseo. Menos escuchada la Danza española nº2 pero con la misma calidad y el cierre de esta clase pianística.

Las dos propinas también fueron en la misma línea de trabajar el instrumento, caso del arreglo que Bussoni hizo del Adagio en do mayor BWV 564 del «dios Bach«, exploración de los recursos organísticos del «rey de los instrumentos» destronado por el piano cuando sus virtuosos deciden recrear en él páginas no originales, aunque la buena música siempre suene bien en cualquier instrumento, caso del Padre Soler.

Y la segunda nos devolvió a la Argentina de Carlos Guastavino y su Bailecito, los ritmos de la tierra sobre los que crear páginas llenas de vida que el profesor Cendoya nos transmitió de principio a fin.

PROGRAMA

I

P. Antonio SOLER (1729-1783):

-Sonata en do sostenido menor R.21

-Sonata en re menor R.117

-Sonata en re mayor R.92d

Ignacio CERVANTES (1847-1905):

Danzas cubanas:

El velorio – La encantadora – Los tres golpes – La celosa – Ilusiones perdidas – La carcajada

Joaquín NIN Y CASTELLANOS (1879-1949):

-Danza ibérica: En Sevilla una noche
de mayo…

II

Manuel María PONCE (1882-1948):

-Estrellita: Metamorfosis de concierto

A la orilla de un palmar

Valentina

Intermezzo nº 1 en mi menor

Intermezzo nº 3 en re bemol mayor

-Mazurca nº 16 en si bemol menor

-Mazurca nº 23 en la menor

Jaime de HAGEN (1960):

¿Bolero?

Manuel de FALLA (1876-1946

La vida breve

-Danza española nº 1

-Danza española nº 2

II Semana de la voz: en la música asturiana

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Lunes 16 de abril, 20:00 horas. Auditorio Teodoro Cuesta, Mieres: II Semana de la voz: La voz en la música asturiana. Fernando G. Nuño (voz), Marcos Suárez Fernández (piano), Vicente Prado Suárez «El Pravianu». Entrada: 5 €.

Desde el año 1999 cada 16 de abril se celebra el «día mundial de la voz» para concienciarnos del cuidado de esta herramienta con la que nacemos, nos comunicamos, hacemos sufrir o emocionar y debemos cuidarla porque es para toda la vida. El Ayuntamiento de Mieres a través de su Concejalía de Cultura con la colaboración de la Escuela de Canto y Repertorio «Haragei» que dirige Elena Pérez-Herrero, han vuelto a organizar por segundo año, y luchando contra incomprensiones pero sin desmayar aunque el público no responda, la «Semana de la voz» que contemplando lo variado contempla distintos enfoques en el uso y disfrute de lo más preciado que tenemos quienes la necesitamos para nuestro trabajo y cómo no, para el ocio. Nada incomparable a la voz humana que en Mieres tiene su espacio público.

Este primer día tras la bienvenida y agradecimientos de mi querida amiga, colega y artista pudimos apreciar el papel de la voz en la música asturiana quitando etiquetas y poniéndola donde siempre está, encima del escenario, sea sola, con gaita, piano o toda una orquesta, sin trampas ni amplificación y buscando temas populares en los que muchos compositores siguen inspirándose, manteniendo cada vez más viva nuestra tradición aunque como bien decía hoy el cantante Vicente Díaz en El Comercio, «la tonada está poco valorada por los organismos oficiales«. Por lo menos en mi pueblo se sigue apostando por ella y hasta la televisión autonómica le dedica bastantes programas, necesario para el relevo generacional que está mucho más preparado que hace cien años.

El cantante Fernando García Nuño es un conocido en los circuitos de canción asturiana que sigue preparándose en Haragei y ampliando horizontes en su repertorio. De voz algo gastada y rota, quebrada en algún momento, está en proceso de «reparación» tanto para la tonada como para el llamado «repertorio lírico» que se debe cantar con la misma naturalidad y gusto en él innato desde la tonada y su simpatía, puliendo detalles que con trabajo y esfuerzo irán dando frutos.
Buena elección de doce temas variados que fue comentando, alternando el acompañamiento al piano de Marcos Suárez y la gaita de El Pravianu, para derribar barreras y etiquetas inútiles de una música tan universal como la asturiana, con muy diferentes arreglos, interpretaciones e inspiraciones.

Del Cancionero de Maya y Rodríguez Lavandera en buen arreglo de piano comenzaron Fernando y Marcos cantándonos Pasé la puente de hierro antes de cambiar al acompañamiento de gaita de El Pravianu, magisterio vivo colocándose al fondo del escenario para equilibrar dinámicas, en Si quieres que te cortexe, con primera referencia grabada por Botón (Los Cuatro Ases) en La Habana allá por 1918 y recogida por Baldomero Fernández, otro nombre propio imprescindible en la dignificación de la canción asturiana, hoy con letra de Antonio Gamoneda que junto a Joaquín Pixán han descongelado nuestra tonada dando paso a esta «Tentativa de Cancionero asturiano del siglo XXI«, llevada incluso a CD.

El músico guipuzcoano afincado en Pola de Siero Ángel Émbil (1897-1980) también se inspiró en nuestros temas populares, dejándonos un hermoso arreglo con piano de Les fayes de la rotella donde Fernando G. Nuño añadió el solo de la conocida tonada Arboleda bien plantada para seguir manteniendo viva nuestra música, llamémoslo actualizar o adaptar, con un acompañamiento pianístico agradecido.
Muchos músicos se han inspirado en nuestra tierra, caso de Rimsky-Korsakov con nuestra Alborada y Fandango asturiano en el Capricho Español, e igualmente en la canción de concierto que buscaba identidades en los salones decimonónicos como nacionalismos bien entendidos, por lo que me encantó escuchar la Asturiana de Joaquín Nin (La Habana, 1879-1949) con letra adaptada por Narciso Fernández en la línea de Falla o Antón García Abril sin olvidarme de nuestro Luis Vázquez del Fresno, compositores que encontraron el equilibrio entre voz y piano desde el folklore. Un caso cercano es el del excelente director y compositor Alfonso Sánchez Peña (1942) con su Allende’l mar con letra de José Leon Delestal (Ciaño, 1921 – Madrid, 1989), asturiana cabraliega, de «equí» del oriente astur, de Bulnes, Carreña o Poncebos.

Con la gaita escuchamos La mio neña grabada en 1911 por el Gaiteru Llibardón y recogida como tantas por Baldomero Fernández, siendo famosa en versiones de Juanín de Mieres o Joaquín Pixán, de nuevo con la letra algo cambiada y con un complicado acompañamiento por los cambios de octava entre voz y gaita que con la tonalidad elegida El Pravianu hubo de hacer malabares.
No podía faltar un merecido homenaje y recuerdo al gijonés Enrique Truán (1905-1995) con su Añada para voz y piano de una delicadeza increíble donde los intérpretes se encontraron realmente cómodos.
En el estilo o modalidad soberana con gaita Arrimadito aquel roble poco habitual con gaita y vuelta al piano con el emotivo Pasando el puertu (A. Sánchez Peña y letra de León Delestal) tras comentarnos su charla con mama Josefa de lo más cercana, espontánea y emotiva para que le cantase alguno de los «Cantares de chigre» recogidos en un libro de bolsillo y cómo se convirtió en un verdadero concierto de tres cuartos de hora que le sirvió de ejemplo para este lunes, saliendo y volviendo a «la tierrina» por cualquiera de nuestros puertos de montaña.

El trío final recuperó tres «clásicos», primero la bellísima La foguera (Truán), alegre, fiesta de San Xuan con una escritura pianística envidiable en perfecta conexión con la voz, después Cuando oigo sonar la gaita de Vicente, el recitado antes de continuar acompañado por el piano en esta canción langreana que como nos contó el propio Fernando, hay una grabación de 1905 a cargo del cantante flamenco El Mochuelo por ese viaje permanente de las músicas sin fronteras, y en estilo «soberana» recogida por Miranda (Los Cuatro Ases) en 1923, conocida más cerca por Alfredo Canga. Emotivo recitado con voz sola y quebrada para entonar después con el pianista que en estos temas donde solo hay melodía y poco más, suelo llamar «gaiteru de tecla».

Otro tanto para terminar con la casi obligada y famosa Dime xilguerín parleru que por lo visto fue un asturiano en México quien se la enseñó al El Presi antes de grabarla con guitarra, como informa Javier de Arroes, también presente en la sala, cierre sin «acompañamiento lírico» pero siempre plegado al estilo de canción asturiana cuya historia se remonta a La Busdonga pasando por Diamantina Rodríguez hasta las nuevas generaciones que siguen cantando y renovando nuestro repertorio.