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La Mancha asturiana

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Jueves 23 de mayo de 2024, 20:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: XXXI Festival de Teatro Lírico Español.
«La rosa del azafrán», zarzuela en dos actos y seis cuadros.
Música de Jacinto Guerrero, con libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw, inspirado en El perro del hortelano de Lope de Vega
. Estrenada en el Teatro Calderón de Madrid el 14 de marzo de 1930. Producción del Teatro de la Zarzuela (2024). Edición crítica de Miguel Roa / Tritó Edicions (Barcelona, 2008).

(Crítica de «La rosa del azafrán» para Ópera World del viernes 24 de mayo con el añadido de los links siempre enriquecedores y la tipografía que la prensa no suele admitir. Fotos de Alfonso Suárez)

En los felices años 20 del pasado siglo, el asturiano Federico Romero junto a Guillermo Fernández-Shaw y el compositor Jacinto Guerrero, acompañados del fotógrafo José Zegri y el crítico musical Julio Gómez emprendieron un viaje en coche para empaparse de las coplas, estribillos y cantos tradicionales de los campos y tabernas manchegas que servirían de inspiración a la bella y compleja partitura de «La rosa del azafrán», zarzuela de la recia tierra de Don Quijote, que casi cien años después sigue triunfando cada vez que se repone, en parte por su calado popular lleno de melodías que escuchábamos a nuestras abuelas y madres, siendo además Emilio Sagi Barba, abuelo de nuestro universal Emilio Sagi, el primer Juan Pedro, con lo que también había homenaje asturiano en este penúltimo título del XXXI Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo.

Tras su paso en enero por el madrileño Teatro de La Zarzuela recalaba con gran parte de la producción en el Teatro Campoamor nuevamente a rebosar, que aplaudiría casi todos los números a un elenco de primera que dignifica y hace grande este verdadero Patrimonio de la Humanidad, pidiendo aumentar las dos funciones actuales, pues cuando hay calidad, y esta función la tiene, el público no falla.

La producción madrileña es una maravilla de principio a fin tal como la ha concebido Ignacio García, que estos días viajaba al Bellas Artes mexicano para un ‘Turandot’ seguramente con la misma honestidad y verismo que esta «La rosa del azafrán» tan ligada a nuestro país, sus gentes y su folklore. En la rueda de prensa García dejaba claro que “El alma de la zarzuela es el vínculo con la tierra anclada en el pueblo” y no defraudó, comenzando por el respeto a la propia obra inspirada en El perro del hortelano de Lope de Vega, una recreación “verista” que refleja la esencia del campo manchego y sus gentes, los celos y conflictos de clase, la dureza del trabajo rural humilde y pobre en las postrimerías del siglo XIX, y hasta el aroma a trigo, cómo pasan las estaciones cual metáfora del ciclo vital y los complejos sentimientos de los protagonistas, con diálogos adaptados y acortados que informan de la trama, el estilo, los personajes y las situaciones invirtiendo la proporción entre lo hablado y lo cantado para un mayor dramatismo de esta historia.

Los decorados de Nicolás Boni están muy logrados, captando la esencia de un pueblo manchego, piedra y cal, espigas en el profundo infinito cual mar sobre el que se puede caminar, y que con la delicada y excelente iluminación de Albert Faura impresionaron por captar cada hora del día, cada estación y ciclo del campo, embelleciendo escenas dignas de la gran pantalla. El rústico vestuario de Rosa García Andújar para los labriegos y espigadoras completó la imagen histórica y verdaderamente creíble de este libreto que la música de Guerrero eleva a la quintaesencia de la mejor lírica hispana.

Con estos mimbres la representación ya animaba al triunfo contando además con un elenco equilibrado bien rodado en Madrid junto a las incorporaciones en la capital asturiana, comenzando por la dirección musical del bilbaíno Diego Martín-Etxebarría. Feliz sustituto de la anunciada Alondra de la Parra que voló antes de tiempo pero encontrando a un maestro conocedor de la obra, atento al detalle, mimando las voces que al fin cantan y no gritan, musicalidad a raudales con una Oviedo Filarmonía (OFil) dúctil, comprometida, capaz de bajar al foso (tras el “espectáculo Villazón” comentado en estas mismas líneas) y ceñirse a la batuta del maestro con plena confianza en el resultado final. Otro tanto del coro titular, la Capilla Polifónica “Ciudad de Oviedo” con mucho que cantar tanto en conjunto como en las intervenciones solistas de hombres (simpáticos en el “Pasacalle de las escaleras”) y mujeres (convincentes y pícaras en “La caza del viudo”), bien afinados y matizados, seguros, ofreciendo el movimiento escénico requerido por Sara Cano junto a las cinco parejas de bailarines. Pese a algún inicio coral por delante de la orquesta, en apenas dos compases encontraron la pulsación con el foso, siempre atento a las indicaciones del director vasco, intervenciones de principio a fin casi interiorizadas y no canturreadas aunque ganas no nos faltasen, incluso para “disimular” los pertinaces y maleducados teléfonos. Seguidillas, rondas, pasacalles, jotas (“Bisturí, Bisturí…”) y hasta el popular “Coro de espigadoras” volvieron a mostrar el buen trabajo del director José Manuel San Emeterio y la excelente concertación con la OFil por parte de Martín-Etxebarría.

Si los diálogos están adaptados y acortados, contar con Mario Gas, verdaderamente Generoso en el amplio sentido de su personaje, declamando los clásicos hispánicos tan cervantinos cual Quijote poderoso de alta alcurnia, es todo un plus. Completarlo con Vicky Peña igualmente Custodia de la mejor escena española, resultó el tándem ideal que cuando se incorpora a nuestra zarzuela la hacen merecedora de todos los elogios. Sumar al gran Emilio Gavira, otro actor esencial, o el Carracuca de Juan Carlos Talavera que junto al Moniquito de Vicenç Esteve sacaron las sonrisas del público y el fino humor del libreto (impagable la marcha fúnebre que se vuelve jocosa), conjugando lo popular y lo culto que conviven felizmente. Tampoco defraudaron el mendigo – Julián del joven Javier Gallardo y el Miguel del habitual Carlos Mesa, incorporaciones que también van ganando su espacio en la zarzuela con las intervenciones de los llamados actores-cantantes, cuya formación escénica no distingue hace años esa doble faceta.

Y si la parte actoral es necesaria en la dramaturgia, las voces protagonistas son las “cabezas de cartel”, verdaderas todoterreno que pasan del canto a la palabra con la exigencia de una técnica que asusta a muchas, pero para quienes aceptan el reto y se preparan concienzudamente, nos dejan el buen sabor de boca que obliga a pedir más zarzuela. Incorporar como cantante de la música popular a la asturiana Anabel Santiago, una artista que comenzando en la tonada ha evolucionado su repertorio haciéndolo llegar a las nuevas generaciones, resultó un acierto siendo quien arrancaría a capella la función, ligeramente amplificada con una reverberación que daría posteriormente los enlaces entre cuadros, jotas y seguidillas actuales, con coreografiada percusión de manos sobre las mesas o con los panderos, volviendo a la voz sola del soneto quijotesco, e incluso cerrando la representación en un cuidado unísono con el ama protagonista.

El “duelo vocal” de las sopranos asturianas, Beatriz Díaz y María Zapata, Sagrario y Catalina, reflejó dos generaciones líricas como en el propio libreto, ama y criada unidas por el buen quehacer. Tan excelentes actrices como cantantes, la allerana afrontó una partitura exigente técnicamente, con unos graves que han ganado cuerpo, los agudos claros y seguros, más una gama de matices donde sus pianissimi siguen siendo únicos, bien proyectados, con todo el respeto desde el foso para disfrutar de una voz que sigue emocionando desde una madurez bien enfocada. Sus romanzas, especialmente “No me duele que se vaya”, la lírica “La rosa del azafrán es como la maravilla” que así resultó, y los dúos con Catalina o el final con Juan Pedro “Tengo una angustia de muerte” derrocharon buen gusto, musicalidad, empaste y entrega en un personaje complejo.

No quedó atrás ante este reto la ovetense como Catalina, resuelta en escena pasando de lo cómico (excelentes seguidillas con Moniquito) al drama con seguridad, timbre ideal, gran jota y copla en el penúltimo cuadro, buen empaste y mejor proyección junto a las voces blancas en el difícil “Coro de las espigadoras”.

Dejo para el final a Damián del Castillo, el Juan Pedro protagonista que arranca con la famosa “Canción del sembrador” sentida, agradecida y aplaudida, interpretación generosa de esta romanza que han cantado los grandes barítonos y verdadera prueba de fuego para su tesitura en una partitura exigente de principio a fin. Entregado y bien cantado su primer dúo con Sagrario (“Manchega, flor y gala de la llanura”), entregado en “Aunque soy forastero”, rotunda su jota “Hoy es sábado y no quiero”, más el emocionante dúo final “Manchega, tu cariño me da la vida” para redondear una función sobresaliente.

Una espléndida, colorida y sembrada flor sin fisuras que sigue demostrando la vigencia de nuestra zarzuela cuando se realiza con calidad, honestidad y entrega. Oviedo quiere más zarzuela y pide más funciones para los títulos de las próximas temporadas, siempre que sean como la actual. El éxito está asegurado con producciones y elencos como el de esta rosa, “… una flor arrogante que brota al salir el sol…” pero no murió al caer la tarde.

FICHA:

Jueves 23 de mayo de 2024, 20:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: XXXI Festival de Teatro Lírico Español.
«La rosa del azafrán», zarzuela en dos actos y seis cuadros.
Música de Jacinto Guerrero, con libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw, inspirado en El perro del hortelano de Lope de Vega. Estrenada en el Teatro Calderón de Madrid el 14 de marzo de 1930. Producción del Teatro de la Zarzuela (2024). Edición crítica de Miguel Roa / Tritó Edicions (Barcelona, 2008).

FICHA ARTÍSTICA:

Dirección musical: Diego Martín-Etxebarría – Dirección de escena: Ignacio García – Escenografía: Nicolás Boni – Vestuario: Rosa García Andújar – Iluminación: Albert Faura (AAI) – Coreografía: Sara Cano – Asistente a la dirección musical: Sergio Sáez Tecles – Ayudante de dirección de escena: Ana Cris.
Oviedo FilarmoníaCapilla Polifónica “Ciudad de Oviedo” (director: José Manuel San Emeterio).

REPARTO

«La rosa del azafrán»

Sagrario: Beatriz Díaz – Juan Pedro: Damián del Castillo – Catalina: María Zapata – Moniquito / Un pastor: Vicenç Esteve – Custodia: Vicky Peña – Carracuca: Juan Carlos Talavera – Don Generoso: Mario Gas – Miguel: Carlos Mesa – Micael: Emilio Gavira – Julián / Un mendigo: Javier Gallardo – Cantante de música popular: Anabel Santiago – Bailarines – Figurantes: Adrián Gómez, Ana del Rey, Ángela Chavero, Cristina Cazorla, Irene Hernández, Jesús Hinojosa, Nuria Tena, Verónica Garzón, José Alarcón, Miguel Ballabriga, Enrique Arias y Yoel Vargas.

Una rosa en Oviedo

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Jueves 23 de mayo de 2024, 20:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: XXXI Festival de Teatro Lírico Español. «La rosa del azafrán», zarzuela en dos actos y seis cuadros.
Música de Jacinto Guerrero, con libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw, inspirado en El perro del hortelano de Lope de Vega. Estrenada en el Teatro Calderón de Madrid el 14 de marzo de 1930. Producción del Teatro de la Zarzuela (2024). Edición crítica de Miguel Roa / Tritó Edicions (Barcelona, 2008).

(Reseña de «La rosa del azafrán» para La Nueva España del viernes 24 de mayo con el añadido de los links siempre enriquecedores y la tipografía que la prensa no suele admitir. Fotos de Alfonso Suárez)

Un éxito rotundo el penúltimo título del Festival de Teatro Lírico Español conjugando a la perfección todo lo que supone esta enorme zarzuela del maestro Jacinto Guerrero: «La rosa del azafrán arrogante que brota al salir el sol…» pero no murió al caer la tarde ovetense.

Producción estrenada en el Teatro de la Zarzuela el pasado mes de enero, y que volvió a triunfar en “La Viena Española” con un elenco de altura tanto en lo musical como en lo dramático. Grandes de la escena en Madrid repetían ahora en Oviedo, como el inconmensurable Mario Gas Generoso y Vicky Peña Custodia del arte de Talía, enormes e impagables por una trayectoria siempre en lo alto, junto a Emilio Gavira y el humor de Juan Carlos Talavera, sumándose en la capital asturiana el poliédrico Carlos Mesa o el joven Javier Gallardo, de casa pero que tienen su lugar en el templo lírico carbayón.

Junto a ellos unas voces de primera, tan buenas actrices como cantantes, algo difícil en la zarzuela que siempre coarta aceptar este género tan español y exigente. Comenzar con las asturianas, Beatriz Díaz y María Zapata impecables como Sagrario y Catalina reflejando ya dos generaciones líricas como en la propia escena. El ama de la allerana ganando graves sin perder sus exquisitos agudos y unos pianissimos de respigarse en una interpretación inteligente, redonda y fiel, más la soprano ovetense que prosigue su carrera ascendente, defendiendo su rol en un buen empaste con todos sus colegas de reparto sembrando esperanza.
Poderío astur extra con Anabel Santiago cambiando tonada por jotas y seguidillas, amplificada abriendo cuadros, con su habitual ímpetu y entrega, sin olvidarnos de los papeles masculinos con el protagonista Juan Pedro del barítono Damián del Castillo en buen estado vocal aunque algo rígido, o el simpático Moniquito del tenor Vicenç Esteve, que se ganó al respetable, solo una parte de este gran homenaje a La Mancha lleno de verismo y honestidad.

Imprescindibles siempre Oviedo Filarmonía en el foso y la Capilla Polifónica “Ciudad de Oviedo” sobre las tablas, cantos con historia bien repartida, todos bien conducidos por el director bilbaíno Diego Martín-Etxebarría, sustituyendo a la prevista Alondra de la Parra, con quien hemos ganado por su implicación y dominio de la partitura de Guerrero, mimando todas las voces como debe ser y mandando con guante de seda.

La escena bellísima de Ignacio García (que volvía tras el doblete Gran Vía-Adiós a la Bohemia de febrero), refleja con rigor este “perro del hortelano” decimonónico donde iluminación (desde el amanecer al anochecer manchego), vestuario y escenografía respetuosa y veraz, junto a una docena de bailarines-figurantes, ayudaron a completar una producción de primera que el público asturiano, volviendo a llenar el Campoamor, reconoció con largas ovaciones en cada número, esperando aumenten las funciones para próximas temporadas. Este sábado aún se puede disfrutar si quedan entradas.

Pablo Siana

Ya está sembrada la rosa del azafrán

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Viernes 17 de mayo, 12:00 horas. Teatro Campoamor, presentación del tercer título del Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo.

El Salón de Té del Teatro Campoamor ha acogido este mediodía la presentación de la zarzuela «La rosa del azafrán» que se estrenará el próximo jueves 23 de mayo, con una segunda función el sábado 25, ambas a las 20:00 horas bajo la dirección musical del maestro bilbaíno Diego Martín-Etxebarria y escénica de Ignacio García.

Además de la soprano asturiana Beatriz Díaz y el barítono ubetense Damián del Castillo en los roles principales de Sagrario y Juan Pedro, el cartel incluye nombres reconocidos de la interpretación como Vicky Peña, Mario Gas o Emilio Gavira. «La rosa del azafrán» con música de Jacinto Guerrero, es una de las obras más conocidas del repertorio de zarzuela. El libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw, está inspirado en obras literarias como El perro del hortelano y El Quijote, y nace “del viaje que hicieron sus autores por tierras manchegas recogiendo, de las fuentes populares, las melodías que se encontraban”, como ha explicado el Presidente de la Fundación de Cultura de Oviedo.

David Álvarez y el Director Artístico del Festival, Cosme Marina, acompañados del elenco de la obra fueron tomando la palabra. El primero resaltó la calidad de esta producción que tiene una fuerte vinculación con Oviedo: “uno de sus autores, Federico Romero, era ovetense y, el primer Juan Pedro fue Emilio Sagi Barba, abuelo de nuestro querido Emilio Sagi”. Destacaría igualmente el interés que los ovetenses tienen por el género lírico: “Oviedo quiere Zarzuela”.

En esta línea Marina también quiso recordar que desde meses antes de cada estreno quedan ya pocas entradas, agradeciendo que el Campoamor sea el primer teatro en el que se represente esta producción tras su estreno en Madrid en el Teatro de la Zarzuela este mismo año. También ha ensalzado a cantantes, actores y bailarines, que están al máximo nivel, así como la labor de Oviedo Filarmonía y la Capilla Polifónica, orquesta y coro de este festival ovetense.

En su intervención, el director de escena Ignacio García puso de relieve el talento asturiano de este montaje de «La rosa del azafrán», refiriéndose así al protagonismo asturiano, las sopranos Beatriz Díaz y María Zapata, los actores Carlos Mesa y Javier Gallardo más la voz de Anabel Santiago.

Ignacio García ha reconocido a Oviedo como “capital del género” dado que después de Madrid, esta es la temporada más importante, dando relevancia “al amor, respeto y conocimiento del público ovetense”. García también agradeció la labor del equipo técnico del Teatro Campoamor en una producción aparentemente sencilla y costumbrista pero realmente ambiciosa y complicada, y me quedo con otra frase suya: “El alma de la zarzuela es el vínculo con la tierra anclada en el pueblo”. Interesante leer sus notas al programa de mano escritas para Madrid.

Tras estas dos primeras intervenciones, iría tomando la palabra el elenco presente, que en general todos hablan de la producción excelente , de reivindicar la cultura y este espacio. Anabel Santiago dando un paso de la tonada a la jota manchega en un nuevo reto para la asturiana, el jienense Damián del Castillo que también le toca «lo manchego» en su papel protagonista, la asturiana Beatriz Díaz que vuelve a casa en un rol profundo en todos los sentidos y recordando sus inicios hace años con Mario Gas, otro grande de la escena, esta vez en un «quijote» que nos impactará, la»debutante» María Zapata ilusionada y emocionada de formar parte de esta exquisita y honesta producción.

Más los actores Carlos Mesa, que con el tiempo adora la zarzuela que escuchaba a su madre, o Javier Gallardo, con un papel pequeño pero que le honra estar en el elenco. La grande de la escena Vicky Peña (quien describió al Campoamor como un “teatro vivo, bien habitado”) para quien la zarzuela es vida.

El malagueño Emilio Gavira (reivindicando Alcázar de San Juan como capital manchega e invitando a conocer La Mancha como “profundo infinito y como un mar sobre el que se puede caminar”), Juan Carlos Talavera (celebrando que esta zarzuela es genial al “hacer de la muerte una fiesta”), y finalmente la coreógrafa Sara Cano cuya idea en esta producción es “dar verdad al pueblo”.

Cerraría la presentación David Álvarez que repartiría a todos los presentes el dulce que este año es cartel tan ovetense como los carbayones cubiertos de un mantón de Manila de azúcar.

La Edad de Plata sin brillo

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Domingo 12 de noviembre, 19:00 horas. 76ª Temporada Ópera de Oviedo, Teatro Campoamor: «Goyescas» (Enrique Granados). «El retablo de maese Pedro» (Manuel de Falla).

Crítica para ÓperaWorld del lunes 13 con los añadidos de fotos de Iván Martínez y propias finalizada la función, links siempre enriquecedores, y tipografía que a menudo la prensa no admite.

Tercer título de esta temporada ovetense con otro programa doble y español titulado “La Edad de Plata” uniendo en dos cuadros teatrales a Granados y Falla desde la dirección de escena de Paco López, un homenaje a algunos de los artistas, intelectuales y literatos del primer tercio del siglo XX que protagonizaron uno de los momentos estelares de la cultura española y que tienen en la ciudad de París su refugio creativo, trayendo a la capital asturiana esta arriesgada producción.
Y cuando califico de arriesgada quiero referirme a dos páginas que se hicieron algo pesantes, porque la ópera de Granados no soporta bien la escena pese a contar con un cuarteto vocal de altura, mientras que cambiar los títeres por cine mudo aunque admisible, sigo sin encontrarle un nexo si bien “El pelele” de Goya sirve de inspiración e incluso sumar a Zuloaga con un “NoDo” de 1939, año en el que Falla se autoexilia a Argentina y el pintor deja Paris por la llegada de los nazis, para hacer un “flasback” a los felices 20 donde juntar a los artistas españoles en la casa parisina del vasco, escenario donde se representa este díptico, cerrando así un hilo argumental que sólo pictóricamente puedo entender como argamasa de dos obras tan distintas.
Al menos las notas del propio Paco López sobre su dramaturgia pueden arrojarme algo de luz a este domingo lúgubre, más allá del ambiente que estamos viviendo estos días: «(…) la plasmación de un ideal (una patria no nacional, un difuso país imaginado) y la constatación de que su búsqueda sólo tiene sentido para quienes viven fuera de la realidad en la insania de su propia ‘realidad’». Personalmente me quedo con la definición para este díptico: “recreación ucrónica”, pues Wikipedia lo describe mejor que yo: “historia alternativa que se caracteriza porque la trama transcurre en un mundo desarrollado a partir de un punto en el pasado en el que algún acontecimiento histórico sucedió de forma diferente a como ocurrió en realidad”.
Los majos enamorados (o “Goyescas”) trajeron un cuidado y elegante vestuario de época junto a un excelente ballet de cuatro parejas coreografiadas por Olga Pericet y nuevamente el coro poderoso, afinado y entregado que dirige mi tocayo Moras, a un nivel de altura en cada representación.
También rotundos vocalmente Rosario (Carmen Solís) y Fernando (Alejandro Roy), la soprano extremeña y el tenor asturiano ambos dominando la escena y empastando sus voces para sacar adelante un argumento que hace más de cien años no gustó y a mi edad tampoco aunque pienso que Granados no logró escenificar unas páginas que funcionan solas musicalmente (piano, tonadillas y hasta orquestales) pero no unidas sobre un escenario.
Buena réplica la otra pareja de Pepa (Cristina Faus) y Paquiro (Damián del Castillo), la mezzo valenciana y el barítono jienense completando este elenco vocal de altura que siempre ha lucido en otras óperas representadas en Oviedo, pero que esta vez no pudieron levantar bravos.
No quiero olvidarme de los números con un piano de época sobre las tablas, con el que Borja Mariño hubo de lidiar más que el torero, y que fueron el mejor Granados de esta parte, junto a los “personajes de fábula”.
Del centenario retablo de Falla sigo prefiriendo la versión original con títeres (en Granada este verano por dos veces) pero reconozco el acierto del cambio al “cine mudo” con sus letreros correspondientes y unos actores excelentes en esta película “ad hoc”, donde se incluye no solo el primer movimiento del Concierto para clave del gaditano sino también Psyché y el Polo Ay!, sirviendo para “rellenar” a modo de interludio este teatrillo y proyección en el salón parisino del pintor de Éibar, antes del retablo musical. Trujamán (Lidia Vinyes-Curtis) convincente el de la mezzo barcelonesa sin cambios vocales de registro y con proyección suficiente, moviéndose por la casa de Zuloaga como si fuese suya, en donde estaban invitados los “goyescos” de la primera parte. Rotundo como es habitual el barítono coruñés Javier Franco en el papel de Don Quijote, para cerrar el trío protagonista con el solvente Maese Pedro del tenor navarro José Luis Sola, tres voces de calidad aunque de nuevo incapaces de darme luz ni convencimiento sobre las tablas.
Oviedo Filarmonía con el maestro valenciano Álvaro Albiach al frente sonó en los dos títulos segura, ajustada en las dinámicas aunque el clave de Falla no tuviese el protagonismo que el gaditano pensó para el salón de la millonaria heredera Singer.
Valiente y arriesgada apuesta por este díptico español con un elenco de altura pero sin las emociones a que estamos acostumbrados en “la Viena española” esperando ya por Verdi (La traviata) y Wagner (Lohengrin) como agua de mayo para cerrar otoño y abrir invierno.
FICHA:
Domingo 12 de noviembre de 2023, 19:00 horas. 76ª Temporada Ópera de Oviedo, Teatro Campoamor.
«Goyescas» (1912), música de Enrique Granados (1867-1916); libreto de Fernando Periquet, inspirado en obras del pintor Francisco de Goya. Ópera en tres cuadros, estrenada en el Metropolitan Opera House de Nueva York, el 28 de enero de 1916. Producción de la Ópera de Oviedo y el Teatro Cervantes de Málaga.
«El retablo de maese Pedro» (1923), música y libreto de Manuel de Falla (1876-1946), adaptación musical y escénica basada en el capítulo XXVI de la segunda parte de “El Quijote” de Miguel de Cervantes. Obra musical para marionetas, estrenada en el Palacio de Polignac (París), el 25 de junio de 1923. Producción de la Ópera de Oviedo y el Teatro Cervantes de Málaga.
FICHA ARTÍSTICA:
”Goyescas”
Rosario: Carmen Solís – Pepa: Cristina Faus – Fernando: Alejandro Roy – Paquiro: Damián del Castillo.
”El retablo de maese Pedro”
Don Quijote: Javier Franco – Maese Pedro: José Luis Sola – Trujamán: Lidia Vinyes-Curtis.
Dirección musical: Álvaro Albiach – Espacio escénico-audiovisual, iluminación, dramaturgia y dirección de escena: Francisco López – Diseño de vestuario: Jesús Ruiz – Coreografía: Olga Pericet – Realización de audiovisuales: José Carlos Nievas.

Compositora de palabras

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Jueves 16 de junio, 20:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo. XXIX Festival de Teatro Lírico Español: María Moliner (Antoni Parera Fons, libreto de Lucía Vilanova). Ópera documental en dos actos y diez escenas. Estrenada en el Teatro de la Zarzuela de Madrid el 13 de abril de 2016. Producción del Teatro de la Zarzuela.

Reseña para Opera World del viernes 17 con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos mías, y tipografía cambiando algunos entrecomillados por cursiva que la prensa no suele admtir.

Último título del Festival de Teatro Lírico ovetense con la esperada ópera documental «María Moliner» del manacorí Antoni Parera Fons y la ovetense Lucía Vilanova, estrenada al cumplirse los 50 años de la publicación del diccionario de la lexicógrafa aragonesa, obra encargada por el Teatro de la Zarzuela madrileño cuya producción llegaba a “La Viena española” manteniendo a María José Montiel de protagonista y la dirección musical de Víctor Pablo Pérez con la escenografía de Paco Azorín, verdadero ideólogo de esta magna obra recuperada al fin para Oviedo que el Covid nos la quitó hace dos años.

Siempre difícil poner música a las palabras y más hacer del “Moliner” un argumento, no cual “guía telefónica” que algunos críticos escribieron en su premiere, pero el tándem Parera-Vilanova ha logrado llevar a las tablas una historia cercana y poco conocida, documentada y necesaria, mezclando lo onírico y lo histórico entre 1951 y 1977 que van saltando en un viaje temporal que marcará la propia vida de la lexicógrafa mañica, antes y después de “el diccionario”, el amor por las palabras que comparten los propios autores, parafraseando el grabado de Goya: El sueño de las palabras engendra música.

Destino, exilio, tiempo y silencio. Escenificadas, pronunciadas, cantadas, tomando vida junto a personajes reales y soñados: el ansiado Sillón B de la RAE que finalmente ocuparía nuestro asturiano de adopción Emilio Alarcos (recordado como noticia y del que se cumple ahora su centenario), Almanaque triple cantando el santoral y contando los días, los que faltan y los pasados desde la publicación del «Diccionario de uso del español», verdadero nexo y narrador. Las amigas, académicas y aspirantes, pasadas, pensadas y presentes, compañeras de María. Su enfermo marido Fernando o ella misma hasta el Alzheimer silencioso siempre incomprendido que vemos la va llevando a un triste final. Importantes también la oscura dama del SEU, el agobiado linotipista de la editorial Gredos, muchos personajes breves pero imprescindibles en esta biografía musical. También los objetos forman parte de esta historia: el teléfono, los libros o la fiel máquina de escribir, compañera de aventura vital para las fichas (esparcidas, volando, proyectadas) o las cartas escritas. Suma de palabras que con la música conforman un argumento documentado. Todo ello en un entorno bien creado por las proyecciones y estructuras de escaleras o estanterías que generan espacios dinámicos donde seguir disfrutando una escena diáfana y clara como las ideas de María, la increíble filóloga y bibliotecaria que dedicaría su existencia al otro “hijo”, casi obsesivo, tras una República que la recluyó en tan ardua tarea también narrada en esta musical biografía.

Protagonistas las palabras que la propia Doña María Moliner definía como “conjunto de letras o sonidos que forman la menor unidad de lenguaje con significado”. Destino, tiempo, exilio y silencio, cuatro momentos de esta historia dramatizada, cuatro palabras escritas, iluminadas, contadas y cantadas, verdaderas protagonistas de esta ópera actual con la perfecta unión de texto y música a cargo de Lucía y Antoni. Auténtico documento sonoro y visual donde hasta algunas telas se llenan de letras que forman palabras, la acción y narración que bien idease la añorada María Araújo a quien el Covid se llevó prematuramente.

Y por supuesto la música que subraya y engrandece este diccionario biográfico y escénico. La madrileña María José Montiel, protagonista omnipresente de la aragonesa en un papel hecho a su medida, la voz natural de mezzo unida a una auténtica actriz imbuida en un rol que debe combinar realidad y ficción sin perder credibilidad en ningún momento, viviendo cada escena. Esta compositora de palabras focaliza la narración desde un lenguaje expresionista muy difícil que la mezzo resuelve con la misma fuerza que su homónima Moliner, el envejecimiento a lo largo de las diez escenas dramatizadas magistralmente. Montiel es Doña María, destino escrito, tiempo implacable, exilio interior y silencio sonoro que nos encoge con su papel, impensable sin ella.

El protagonismo compartido estuvo en el Almanaque por partida triple con los asturianos Juan Noval-Moro y Abraham García junto al boriquén César Méndez (con su acento caribeño). Ubicándolos a lo largo de la obra en distintas partes del teatro no sólo dieron mayor dinamismo a la acción, sino que empastaron tanto juntos como separados. Un acierto este trío dentro de la trama, pudiendo lucir sus registros y buena escena.

Por peso en la obra hay que destacar igualmente al barítono madrileño César San Martín en el papel de marido de María Moliner, con ese color vocal propio y bello en perfecta fusión con la mezzo, dúos sentidos y bien cantados, evolución del personaje y cantante en los dos actos.

La soprano valenciana Amparo Navarro cantó doble papel: inspectora del SEU en el primer acto y Carmen Conde, primera académica de la RAE, otro acierto en la elección de las protagonistas femeninas, que con menor presencia pero igual de comprometidas dieron tanto el toque humorístico que no puede faltar: la ovetense Ana Nebot, la cántabra Marina Pardo y la valenciana Marina Rodríguez Cusí. Cómico también el linotipista Goyanes del tinerfeño Fernando Campero que crece en la obra junto a la omnipresente Doña María, el tiempo implacable, la locura de su trabajo y la exigencia de la lexicógrafa aragonesa sus conversaciones desde el respeto mutuo que contagiaría el canto de ambos. Anecdóticos pero igual de necesarios la escena de la RAE con la calidad del barítono jienense Damián del Castillo como Sillón B en una sesión masculina llena de crítica.

Imposible citar individualmente al resto del gran elenco para el que Parera y Vilanova escriben, exigente de entrega y profesionalidad, actores y actrices, ellas sobre todo como unas “secundarias” que se empoderan para redondear este maravilloso documento histórico tan bien armado por Paco Azorín. Mención especial para la Capilla Polifónica “Ciudad de Oviedo” que dirige San Emeterio, uno más en escena y fuera, espléndidos cantantes con movimiento escénico en una partitura difícil que resolvieron sin problemas de afinación ni de volumen, al fin sin mascarillas y completando una función plena por calidad y emoción donde el silencio final sonó como nunca.

Subrayando cada escena e igualmente al nivel esperado, el maestro burgalés Víctor Pablo Pérez muy querido en Asturias donde arrancaría su ya consolidada carrera. Director musical desde el estreno y conocedor de todos los secretos de esta partitura de Antoni Parera, al frente de la orquesta titular, una Oviedo Filarmonía equilibrada de efectivos donde no faltaron el piano (bravo por María Cueva), la celesta (con el virtuoso Sergei Bezrodni), un sintetizador (Lisa Tomchuk) y hasta un acordeón final (Sara Pérez) en el patio de butacas. Pasajes atemporales, ricos en tímbricas, recreaciones casi históricas, academicismo y vanguardias de la mano en una escritura actual con un nivel operístico de alto voltaje.

Excelente y emocionante drama en música para documentar la vida de esta compositora de palabras que fue María Moliner, con una calidad global difícil de alcanzar en todos los ámbitos. Tras disfrutarse en Madrid y Palma, Oviedo ya figura en la historia de esta ópera que cierra por todo lo alto esta vigesimonovena edición del festival carbayón, apostando por estrenos gracias a un equipo de altura, magnífico capital humano en todas las vertientes necesarias para armar esta producción que recordaremos mucho tiempo en la capital del Principado, con una excelente entrada en el histórico Campoamor, testigo de la lírica asturiana desde tiempos inmemoriales, reinventándose y remontando el vuelo, contando con la presencia de los autores muy ovacionados y reflejo del éxito encabezado por Doña María (Moliner y Montiel).
Mañana sábado será la segunda función de este consolidado Festival de Teatro Lírico en “La Viena española” que en 2023 cumplirá 30 años.

Ficha:

Teatro Campoamor, Oviedo, jueves 16 de junio de 2022, 20:00 horas. XXIX Festival de Teatro Lírico Español: “María Moliner” (Antoni Parera Fons), libreto de Lucía Vilanova. Ópera documental en dos actos y diez escenas. Estrenada en el Teatro de la Zarzuela de Madrid el 13 de abril de 2016. Producción del Teatro de la Zarzuela.

Reparto:

MARÍA MOLINER: María José Montiel; FERNANDO RAMÓN Y FERRANDO: César San Martín; INSPECTORA DEL SEU / CARMEN CONDE: Amparo Navarro; GOYANES: Fernando Campero; SILLÓN B DE LA RAE: Damián del Castillo; EMILIA PARDO BAZÁN: Ana Nebot; ISIDRA GUZMÁN Y DE LA CERDA: Marina Pardo; GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANDEDA; Marina Rodríguez Cusí; ALMANAQUE: Juan Noval-Moro, César Méndez, Abraham García; CABALLEROS OSCUROS: Lorenzo Roal, José Purón; VOCES ACUSADORAS: María Fernández, Eugenia Ugarte; ELENCO: Iris Alonso, Ana Madera, Mireia Martínez, Paula Mata, Tamara Norniella, Graciela Peña, Lucía Prada, Ana Santos, Laura Ubach, Ana Vara, David Blanco, Diego Ross.
DIRECCIÓN MUSICAL: Víctor Pablo Pérez; DIRECCIÓN DE ESCENA Y ESCENOGRAFÍA: Paco Azorín; AYUDANTE DIRECCIÓN DE ESCENA: Alex Larumbe; ILUMINACIÓN: Pedro Yagüe; AYUDANTE DE ILUMINACIÓN: Enrique Chueca; VESTUARIO: María Araujo; REPOSICIÓN DE VESTUARIO: Juan Sebastián Domínguez; DISEÑO DE VÍDEO: Pedro Chamizo; MOVIMIENTO ESCÉNICO: Carlos Martos de la Vega.

OVIEDO FILARMONÍA, Capilla Polifónica “Ciudad de Oviedo” (dirección: José Manuel San Emeterio).

Mozart, escuela de voces

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Viernes 2 de marzo, 21:00 horas – Domingo 4 de marzo, 19:00 horas. Teatro Cervantes, Málaga: XXIX temporada líricaCosì fan tutte ossia la scuola degli amanti, K. 588 (Mozart). Berna Perles (soprano), Carol García (mezzo), Pablo García López (tenor), Damián del Castillo (barítono), Enric Martínez-Castignani (barítono) y Beatriz Díaz (soprano); José Miguel Román (clave); director de escena: Curro Carreres; Coro de Ópera de Málaga (Salvador Vázquez, director), Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM). Director: Manuel Hernández-Silva. Entrada platea: 60€ + 2,50€ gastos de gestión (¡por la compra on line!).

Muertes cercanas y sentidas, Gustavo Tambascio recordado en el programa por el escenógrafo Curro Carreres en esta reposición malagueña de 2010, y por megafonía el mismo viernes a Jesús López-Cobos que siempre confesó su admiración por «El Così de Mozart«, de nuevo por curiosidades de la vida reemitido por La2 de TVE en su horario «hard time», apostando por la ópera y la cultura en general, de una a cuatro de la madrugada en la producción de Haneke para el Real madrileño de hace cinco años.

El Maestro Hernández Silva además de mozartiano de pro, desde su llegada a Málaga ha apostado por voces que con el tiempo vamos encontrándonos y escuchando en distintos coliseos, así que más allá de recitales y música sinfónico coral esta vez tocaba hacer ópera.

El elenco de este Così parecía tenerlo claro, no ya por las seis voces específicas en cada rol sino por ese «descubrimiento» de José Miguel Román al clave al que considero el séptimo personaje por la excelencia en todas y cada una de sus intervenciones (el trabajo previo con el maestro venezolano me lo imagino largo y detallista), una OFM sonando a cámara con dinámicas casi siempre contenidas favoreciendo toda la acción sobre el escenario, un coro fuera de él ubicado en las bolsas laterales del primer piso en esa búsqueda de dinámicas y colores vocales, más una puesta en escena sin descontextualizar, Nápoles de 1790 con su vestuario elegante y decorados palaciegos, más leves guiños ampliando espacio con entradas y salidas por el patio de butacas sumados a una figuración que redondeó esta «Escuela de los amantes» aplaudida, equilibrada, con todo vendido para las dos funciones.

El genio de Salzburgo siempre resulta equívoco por la aparente sencillez y facilidad de sus obras, las óperas no escapan a dicha sensación y las exigencias son verdadera trampa para cada intérprete. La obertura tardó en arrancar un engranaje instrumental que Hernández Silva manejaría con autoridad y precisión de relojero. De «su» sexteto vocal para esta «ópera matemática», simétrica por las apariciones, elegidas por color y dramatismo para una producción cien por cien clásica, comenzar destacando la generosidad de la soprano Beatriz Díaz aceptando esta Despina que resultó el motor de la representación, un personaje que actúa como revulsivo del resto no solo por comicidad (médico y notario dignos de las grandes voces) sino por calidad, brillando en sus arias, empastando los dúos, sumando enteros en los concertantes (mágico el sexteto) y dando una lección en sus recitativos convincentes, suponiendo el pegamento para el resto de compañeros, elevando el nivel global desde su complicidad y aplomo con los compañeros. Enric Martínez-Castignani como Don Alfonso estuvo correcto vocalmente, puede que algo más opaco de lo esperado adoleciendo una actuación de viejo (que no lo es) maquinador, creerse este personaje con muchas aristas que como barítono no explotó, al menos en la primera función.

De las parejas dobles protagonistas comenzar con Damián del Castillo, barítono excelente y convincente Guglielmo, enorme en escena cantando y actuando, equilibrado por el Ferrando de Pablo García López mozartiano puro en emisión y dicción, casi sobreactuado en lo cómico pero hondo en interpretación, ganando cuerpo en los graves siendo ya un tenor al que seguir. Su Aura amorosa literal y digna de bisarse cortó la respiración al público malagueño que esta vez resultó excesivamente educado.

Ellas, las que finalmente acaban dándonos la lección a nosotros, Berna Perles fue la Fiordiligi malagueña a la que pesó más de lo deseado ser local, pienso que algo nerviosa para un papel exigente al que fue tomándole el pulso a medida que la función avanzaba, con una emisión más oscura que en otras ocasiones y agilidades no del todo limpias.

La Dorabella de Carol García también ganó de escena en escena, una mezzo de emisión clara aunque con cierto vibrato que puede llevar a calar y hasta ensuciar algunas intervenciones, pero resuelta, convencida y cerrando un sexteto homogéneo, bien dibujado vocalmente para todo un juego de equilibrios mozartianos donde Hernández Silva volvió a demostrar conocimiento y pasión por Mozart transmitido a todos.