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Gheorghiu única

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Sábado 15 de julio, 20:00 horas. 72 Festival de Granada, Auditorio Manuel de Falla, “Universo Vocal” Recital lírico I: Angela Gheorghiu (soprano), Jeff Cohen (piano). Obras de Giordani, Paisiello, Donizetti, Beethoven, Tosti, Schumann, R. Strauss, Rachmaninov, Rameau, Martini, Massenet, Saint-Saëns, Brediceanu, Stephănescu, Bartók, Bellini y Satie. Fotos propias y de Fermín Rodríguez.

La considerada como “última diva de la ópera”, Angela Gheorghiu (Adjud, 7 de septiembre de 1965) llegaba a Granada esta tarde de sábado en un recital con el pianista Jeff Cohen (Baltimore, 1957) y toda la expectación que levanta una estrella mundial como la soprano rumana, aunque no hubiese un lleno hasta la bandera.

Si entendemos diva como diminutivo de divina “La Gheorghiu” lo es y no hay otra igual en el firmamento lírico. La rumana es un imán que capta toda la atención visual y auditiva desde que pisa la escena, independientemente de lo que cante, y en un recital todo suma. Es diva porque conquista al público, lo hace cómplice, hipnotiza con una voz que mantiene un color especial, un “saber cantar” como pocas, artista absoluta que juega desde un dominio total de la técnica, convirtiendo cada página es un microrrelato que sigue emocionando.

Un recital resulta más exigente que cualquier ópera precisamente por esa carga dramática que conlleva cada obra elegida, y la primera parte arrancó con varias páginas que todo estudiante de cante ha transitado, y los llamados pianistas repertoristas aún más. Qué maravilla cuando las canta una maestra como Angela Gheorghiu y el piano de Jeff Cohen, veterano en estos menesteres sabiendo dónde respirar, esperar, incluso saltarse algún compás porque enganchará sin problemas con la artista, y eso es la soprano rumana.

Tres páginas para ir tanteando acústica, temperatura, ubicarse y controlar escenario: la arietta Caro mio ben de Giuseppe Giordani, el aria de la ópera «La bella molinara» de Giovanni Paisiello, Nel cor più non mi sento (1788), y la alegre canzonetta napolitana Me voglio fà ‘na casa, también conocida como Amor marinaro de Donizetti,  incluida en Soirés d’automne, sin necesidad de sobretítulos (ilegibles sobre el telón de fondo) donde “la Gheorghiu” comenzó a sentirse bien, actuando y conquistándonos.

Como buen “acompañante” y eligiendo páginas relacionadas con el programa cantado, Jeff Cohen daría el primer “descanso” con el recién escuchado Paisiello y las Seis variaciones sobre «Nel cor più non mi sento», WoO 70 de Beethoven, aseadas y sin más exigencias que comprobar cómo los grandes compositores sintieron las obras líricas del momento para recrearlas al piano, llamémoslas variaciones o paráfrasis, aunque esta del “sordo genial” no sean especialmente exigentes para los pianistas.

Y comenzaba a subir la emoción, el buen cantar, el sentimiento, la auténtica interpretación de dos canciones que conozco desde mis años jóvenes, el cautivador y gran melodista italiano Paolo Tosti con dos poemas que la música del de Ortona eleva al Olimpo de concierto: Ideale (texto de Carmelo Errico) y Sogno (de Olindo Guerrini). Si se me permite jugar con los títulos Angela Gheorghiu fue ideal para este sueño con el piano respetuoso de Jeff Cohen, qué placer cómo frasea la rumana, cómo juega con la “mezza voce”, matices increíbles, adornar en el punto exacto, crecer emocionalmente ese final de frase en un agudo siempre preciso y cadencioso esperando el clímax y feliz unión de letea y música. El sueño de esta tarde granadina comenzaba en ese momento y proseguiría con Respighi y Nebbie. Otra lección de canto con gusto, musicalidad que rebosa por todas partes, conquistando con la mirada, el gesto corporal, colocando la voz en la máscara con una facilidad envidiable en la que muchas otras sopranos deberían mirarse. La siguiente parada seguiría ascendiendo cual cumbres de los “ochomiles” que cada página elegida suponía.

Segunda intervención de Jeff Cohen en la “visión” que de Robert Schumann hará Liszt del conocido lied Widmung (al fin cantó el piano solo), buen puente sin excesos antes del Du bist wie eine Blume que “la Gheorghiu” en un alemán perfecto nos brindó, preparándose en el idioma de Goethe con toda la expresión de un Schumann que se ha “instalado en Granada”.

Últimas dos cumbres de la primera parte para disfrutar de la rumana, el Zueignung, nº 1 de los ocho lieder de la op. 10 de Richard Strauss, intenso, dramático, bello, interiorizado y comunicado como sólo las grandes son capaces, y nuevo paso arriba con Vesenniye vody, op. 14 nº 11 de Rajmáninov con el ruso de lenguaje cantado y tocado, página apasionada de lirismo y apoyaturas, con el crescendo final envuelto en acordes y octavas muy de la casa. brillante para el tándem Gheorghiu-Jeff Cohen con química, entendimiento, carga emocional y música para disfrutar.

Si la primera parte fue sumando enteros, la segunda continuaría “in crescendo” porque la soprano rumana, que como buena diva cambió el azul turquesa por un desenfadado tricolor y rosa en el pelo, con mejora en la iluminación sobre la tarima y graduado el termostato del aire acondicionado del auditorio, ya plenamente cómoda, dominadora de la escena, haría grandes las miniaturas en la lengua de Moliere con un francés perfecto, sin nasalizarlo en absoluto, jugando con una pronunciación que es poesía pura, primero Le Grillon de Rameau, después un auténtico Plaisir d’amour de Jean-Paul-Égide Martini, placer de canto, de interpretación en el amplio sentido de la palabra, con un piano siempre amoldado a la soprano, y rematando este bloque la Elégie de Massenet, quinta de las diez «Piezas de género para piano», rezo íntimo y acto de amor que “la Gheorghiu“ interpretó con su línea de canto impecable, precisa, colorista, jugando con los matices y la expresión intrínseca al texto que musicalizado aún crece más, bien arropada por un Cohen elegante y “al servicio de la voz”.

Desde el piano seguiría el homenaje lírico con la paráfrasis que Saint-Saëns compuso de la famosísima Méditation y La Mort de Thaïs de la ópera homónima de Massenet. Un piano al fin contundente y desde el conocimiento de los originales operísticos tras muchos años de repertorista, temáticamente ideal para cerrar esta parte francesa antes de irnos hasta la Rumanía natal de “la Gheorghiu“.

Cuánta música por descubrir y qué buena cuando se siente en las entrañas, se canta con el corazón y transmite el amor por la tierra que te ha visto nacer y llevas contigo como la mejor herencia. Gheorghiu nos enseñó a Tiberiu Brediceanu (1877-1968) con Cine m-aude cântând y textos de la tradición popular), después a George Stephănescu (1843-1925) y Mândruliță de la munte, músicas cercanas en el tiempo por compositores que dejan en su música parte del patrimonio, y nadie mejor que la soprano rumana para hacernos viajar a su tierra con estas melodías donde el piano es fiel compañero.

Quedándose en la Rumanía de la soprano y con la visión del húngaro Bartók el pianista y compositor estadounidense nos interpretaría las Seis danzas populares rumanas, Sz. 56 que van subiendo en dificultad en un piano no siempre rotundo pero sí entregado dando unidad a un programa vocal donde estos “descansos” al menos tuvieron todo el sentido. Los años pesan en los dedos pero el bagaje añade el poso y la veteranía para sortear vericuetos técnicos.

Y llegaba el “non plus ultra”, pues Bellini es bel canto y la canción Vaga luna, che inargenti, de la que Arturo Reverter en sus notas al programa dice puede “considerarse una suerte de precedente en miniatura de la cavatina Casta diva de Norma” en la voz de Angela Gheorghiu resultó un aria de calado, enorme, parando el tiempo en la palabra o sílaba exacta, el ornamento ideal no escrito, la magia de la noche granadina donde el piano remataba el bordado áureo más que plateado de la soprano. Resulta maravilloso escuchar estas páginas tan conocidas cuando se interpretan como las canta “la última diva”.

Todavía faltaba la última cumbre o un paso más en el firmamento lírico, un “juguete» vocal y pianístico del incomprendido francés Satie cuyo baúl fue el mejor regalo para la historia musical de los felices años 20 (los del pasado siglo, claro). Su vals Je te veux con letra de Pacory nos transportó al Paris corazón artístico que nuevamente con Gheorghiu y Cohen, en sincronía técnica, emotiva y veterana, rematarían un recital que podemos calificar de antológico, donde hasta la rumana se movió en escena con todo el gracejo al que esta música nos llevó.

Público rendido ante la diva, simpática, generosa, entregada, cautivadora, cómplice con todos, afable y una “tercera parte” fuera de programa que supuso como la canción de Sinatra Fly me to the Moon, pues aún queda mucho universo para esta gran Angela Gheorghiu. Pocas sopranos me han emocionado y esta noche hasta se me saltaron las lágrimas tras escucharle su Lauretta del O mio babbino caro, imposible expresar todo lo que su voz transmite en este aria del “Gianni Schicchi” de Puccini, que no por conocida se escucha cantar como la rumana. Auditorio en pie arrodillado ante tanta grandeza vocal.

Y llegaría otro “no va más” en el Auditorio Manuel de Falla con su Granada (Agustín Lara) entregada, no importa que el piano se comiese notas y hasta compases al pasar página, tampoco la pronunciación mejorable del español, que sólo nosotros somos capaces, porque ¡cantaba Angela Gheorghiu! y no necesitábamos más.

Para volar hasta el “Universo vocal” de este Festival, la popular canción La Spagnola (que siempre recordaré por Mario Lanza en su película “Serenade”) que Angela Gheorghiu sintió propia y hasta los zapatos rojos parecían hechos a medida para esta su primera noche granadina.
El día 19 pondrá el broche de oro al 72 Festival Internacional de Música y Danza de Granada, aunque esta vigésimoquinta noche la recordaré como “mi noche con la Gheorghiu”.

PROGRAMA

I

Giuseppe Giordani (1751-1798)

Caro mio ben (Texto: Giuseppe Guarini)

Giovanni Paisiello (1740-1816)

Nel cor più non mi sento (Texto: Giuseppe Palomba)

Gaetano Donizetti (1797-1848)

Me voglio fà ‘na casa miez’ ‘o mare (Anónimo)

Ludwig van Beethoven (1770-1827)

Seis variaciones sobre «Nel cor più non mi sento», WoO 70 (piano solo)

Francesco Paolo Tosti (1846-1916)

Ideale (Texto: Carmelo Errico)

Sogno (Texto: Olindo Guerrini)

Ottorino Respighi (1879-1936)

Nebbie (Texto: Ada Nedri)

Robert Schumann (1810-1856) / Franz Liszt (1811-1886)

Widmung (piano solo)

Robert Schumann

Du bist wie eine Blume (Texto: Heinich Heine)

Richard Strauss (1864-1949)

Zueignung (Texto: Hermann von Gilm)

Serguéi Rajmáninov (1873-1943)

Vesenniye vody, op. 14 no 11 (Texto: Fiódor Ivánovich Tiútchev)

II

Jean-Philippe Rameau (1683-1764)
Le Grillon (Texto: Pierre-Jean de Béranger)

Jean-Paul-Égide Martini (1741-1816)

Plaisir d’amour (Texto: Jean-Pierre Claris de Florian)

Jules Massenet (1842-1912)
Elégie (Texto: Louis Gallet)

Camille Saint-Saëns (1835-1921)

Méditation, Paráfrasis de concierto sobre La Mort de Thaïs de J. Massenet (piano solo)

Tiberiu Brediceanu (1877-1968)

Cine m-aude cântând (Texto de tradición popular)

 George Stephănescu (1843-1925)

Mândruliță de la munte (Texto: Vasile Alecsandri)

Béla Bartók (1881-1945)

Seis danzas populares rumanas, Sz. 56 (piano solo)

I. Joc cu bâtă (Danza del bastón). Allegro moderato – II. Brâul (Danza del fajín). Allegro – III. Pê-loc (Danza del zapateado). Andante – IV. Buciumeana (Danza del como). Moderato – V. Poargă românească (Polca rumana). Allegro – VI. Mărunțel (Danza rápida). Allegro.

Vincenzo Bellini (1801-1835)

Vaga luna, che inargenti (Anónimo)

Erik Satie (1866-1925) Je te veux (Texto: Henry Pacory)

Lírica para jóvenes con talento

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Viernes 13 de enero de 2023, 19:30 horas. Auditorio Principe Felipe, Oviedo. Gala Lírica Jóvenes Cantantes Españoles. María Zapata (soprano), Carmen Artaza (mezzo), Antoni Lliteres (tenor), Carles Pachón (barítono). Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA), Coro de la Fundación “Princesa de Asturias” (dirección: José Esteban García Miranda); Lara Diloy (dirección musical). Obras de Mozart, Rossini, Donizetti y Bellini.
Critica para Ópera World  del sábado 14, con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos propias y de las RRSS, indicando la autoría, y tipografía que a menudo la prensa no admite.
Acercándose el “Ernani” verdiano que cerrará desde el día 29 del presente la 75 temporada de la ópera ovetense, la más antigua de España tras la del Liceu barcelonés, este viernes era el momento de celebrar con los jóvenes talentos de casa este aniversario, continuando una seña de identidad desde aquel 1948, dando oportunidades y creyendo en las voces españolas que triunfarían por escenarios mundiales.
Gala con cuatro voces que ya no son promesas sino realidades como también la batuta de Lara Diloy, directora asistente a lo largo de esta temporada de celebraciones que se ponía al frente de la OSPA en un programa consensuado con los intérpretes, siguiendo una lógica que marca la siempre difícil carrera operística comenzando con el “necesario” Mozart para las voces, la complejidad de la aparente sencillez en la primera parte que ayuda en el estudio de todo intérprete, también y especialmente para la voz, más una segunda parte de “bel canto” con Rossini y Donizetti que no faltan en las temporadas líricas cerrando con un Bellini de lujo donde disfrutar también del Coro de la FPA que primero nos dejó con la OSPA el célebre coro de Don Pasquale, todo un regalo para una formación más sinfónica que lírica demostrando la calidad musical asturiana en esta velada, oportunidad única para cuatro talentos que dejaron lo mejor de ellos sobre las tablas de un auditorio con una excelente entrada.
De la OSPA nada que descubrir, casi camerística con un Mozart algo descafeinado donde Diloy se limitó a marcar cuando la plantilla era ideal para esta primera parte, matizando lo mínimo para unas voces algo desiguales, especialmente en La clemenza di Tito donde el tenor mallorquín Antoni Lliteres no acertó con la línea de canto a diferencia del barítono catalán Carles Pachón dominador desde su primer aria “Hai già vinta la causa?” así como en el dúo con ArtazaIl core vi dono” y su aria “Parto tu ben mio” junto al excelente clarinete de Andreas Weisgerber, de lo más aplaudido de la velada.
Otra oportunidad perdida en el trío “Soave sia il vento” del Così del que hubiésemos esperado más calidez global. Las arias, dúos y cuarteto final mostraron buen empaste en los cantantes, con la poderosa soprano ovetense María Zapata y la mezzo donostiarra Carmen Artaza de bello color en todo su registro.
La obertura rossiniana de Semiramide con que se abría la segunda parte, careció de la chispa necesaria y un poco más de contrastes y dinámicas hubiesen venido bien pues la OSPA tiene todos los recursos para ello, quedando mermada en comparación con el aluvión posterior, nuevamente Pachón triunfando con el “Largo al factotum” del Barbero sin piedad orquestal en los matices, Artaza deleitándonos con “Una voce poco fa” sentida y medida antes del ya citado coro “Che interminabile” del Don Pasquale para disfrutar de la gran masa vocal, especialmente las mujeres, en una página donde esta vez lo humorístico sí predominó..
Aún quedarían tres momentos más: el dúo Lliteres-Zapata del Poliuto donizettiano bien ensamblado y equlibrado, la conocida furtiva lágrima donde el catalán mostró su mejor vocalidad, y el lujo de la “Casta diva” final con la que la soprano ovetense disfrutó en la plenitud sinfónico-coral haciéndonos partícipes de ello.
El regalo del cuarteto y coro del Alceste de Gluck puso el broche final de esa gala donde los llamados “viernes de ópera” están llamados a ser no ya una oportunidad para las nuevas voces sino una necesidad para los aficionados asturianos de poder presumir con los años de haberlas escuchado en el Campoamor. Hay talento, trabajo y muchas ganas de ópera en la capital asturiana, pese a los agravios económicos con otras temporadas españolas, pero la apuesta de futuro de la Fundación Ópera de Oviedo es firme e inasequible al desaliento.
Ficha: Auditorio Príncipe Felipe, Oviedo, viernes 13 de enero de 2023, 19:30 horas. Gala Lírica Jóvenes Cantantes Españoles.
Programa:
I PARTE: MOZART
Le nozze di Figaro: Obertura.
• Aria de barítono “Hai già vinta la causa?”.
Così fan tutte: aria de soprano “Come scoglio…”.
• Dúo barítono-mezzosoprano “Il core vi dono…”.
La clemenza di Tito: aria de tenor “Del più sublime…”.
• Aria de mezzosoprano “Parto, ma tu ben mio…”.
Così fan tutte: Terceto barítono-soprano-mezzo “Soave sia il vento…”.
La finta semplice: cuarteto mezzo-tenor-soprano-barítono “Bella cosa è far l’amore…”.
II PARTE: ROSSINI-DONIZETTI-BELLINI
Rossini:
Semiramide (Obertura).
Il barbiere di Siviglia: Aria de barítono “Largo al factotum…”.
• Aria de mezzo “Una voce poco fa…”.
Donizetti:
• Coro “Che interminabile…”. Don Pasquale.
• Duo tenor-soprano “Ah fuggi da morte…”. Poliuto.
• Aria tenor “Una furtiva lagrima…”. L’elisir d’amore.
Bellini:
• Aria soprano y coro “Casta diva…”. Norma.
Reparto:
María Zapata (soprano) – Carmen Artaza (mezzo) – Antoni Lliteres (tenor) – Carles Pachón (barítono).
DIRECCIÓN MUSICAL: Lara Diloy. Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA). Coro de la Fundación “Princesa de Asturias” (dirección: José Esteban García Miranda).

Oviedo es lírico

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Sábado 22 de octubre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo: Gala Lírica inauguración de la «Temporada del reencuentro» (Los Conciertos del Auditorio). Elena Pankratova (soprano), Riccardo Massi (tenor), Oviedo Filarmonía, Lucas Macías Navarro (director). Arias y dúos de ópera.

Hace años que reivindico para Oviedo el título de «capital lírica» por sus temporadas de ópera y zarzuela, así como los muchos recitales de las mejores voces en concierto, bien camerístico o con orquesta. Y nada mejor para comenzar la llamada Temporada del reencuentro (Conciertos del Auditorio y Jornadas de Piano) que esta Gala Lírica donde el COVID19 nos privó de la prevista Ermonela Jaho pero presentó en Oviedo a la soprano rusa Elena Pankratova junto al tenor italiano Riccardo Massi y con una Oviedo Filarmonía (OFIL) y su titular Lucas Macías al frente.

Programa organizado como es previsible alternando las diferentes arias de tenor y soprano con un dúo cerrando cada parte, haciendo «descansos vocales» desde páginas instrumentales donde poder disfrutar con nuestra «orquesta de foso» que brilla aún más sobre el escenario. Porque la antigua OSCO creada para los festivales líricos y estos ciclos, así como alternar con la OSPA en las temporadas de ópera, daría su salto de calidad como OFIL a partir de F. Haider, caminó «adolescente» con M. Conti y con la llegada de Macías Navarro alcanzaría su mayoría de edad, el onubense dando un paso al frente para lograr una sonoridad propia, confiada, y con solistas de primera como pudimos comprobar este sábado lírico.

Interesantes los dos cantantes aunque hubiese momentos de trazo grueso pero con una selección de arias conocidas donde ambos dieron lo mejor de sí mismos, avanzando en musicalidad y matices no todo lo delicados que hubiésemos deseado, pues la orquesta detrás, y no abajo, requiere una emisión vocal de mayor proyección que en el caso de Massi no se equiparó a la Pankratova, sacrificando el italiano su mezza voce y optando la rusa por el poderío del volumen, fuerza que hacer perder intensidades dramáticas de buen gusto pero sobrevolando sin dificultad la masa sonora.

Globalmente me quedo con la OFil que se lució de principio a fin, desde una ágil por no decir vertiginosa Obertura de Carmen (Georges Bizet, 1838-1875) ejecutada con limpieza, seguridad y equilibrada en todas las secciones (al fin cuatro contrabajos y sobre podio para redondear los graves), la “Méditation” de Thaïs  (Jules Massenet, 1842-1912) con el extraordinario solo de la concertino Marina Gurdzhiya, todas en la primera parte, más el Preludio e Intermedio del sainete Diana cazadora o Pena de muerte al amor (María Rodrigo, 1888-1967) con el objetivo de programar obras de mujeres compositoras, y con ese piano final del virtuoso Sergey Bezrodny (hoy también al órgano), más un hondo “Intermezzo”, de Manon Lescaut (Giacomo Puccini,1858-1924) con el cello de Gabriel Ureña y la viola de Rubén Menéndez, ya en la segunda (con esa melodía que siempre me recuerda las notas «galácticas» de John Williams), lo mejor de esta orquesta ovetense en la gala lírica de apertura.

Los acompañamientos de las arias y dúos estuvieron a gran altura, exigiendo a las voces lo apuntado anteriormente, y de nuevo con lucimiento de los primeros atriles (bravo el arpa de Danuta Wojnar o el clarinete de Inés Allué) en una orquesta de la que Macías saca brillo, buenos balances y verdadera pasión en páginas que ya sonaron en el Campoamor pero que en el Auditorio adquieren la grandeza sinfónica.

El tenor Riccardo Massi eligió para Oviedo lo mejor de su repertorio: en la primera parte Massenet “Ah! Fuyez douce image” (Manon) mostrando un timbre redondo y poderoso aunque mínimamente calado en los agudos por el esfuerzo dinámico, mejor “Ah! Lève-toi, soleil” (Roméo et Juliette) de Charles Gounod (1818-1893), y más entonado además de confiado con una orquesta a la que se sobrepuso por potencia durante la segunda parte “A te, o cara”, (I Puritani) de Vincenzo Bellini (1801-1835) para redondear con su mejor aria del gran Giuseppe Verdi (1813-1901): “Giorno di pianto” (I vespri siciliani) que convenció por color, entrega y musicalidad.

La soprano Elena Pankratova posee un caudal vocal potentísimo en todo su amplio registro, si se me permite el calificativo, «típica voz rusa» con una proyección capaz de sobreponerse a una plantilla orquestal detrás, con buenos detalles técnicos y escena convincente donde no faltaron los «tics de diva» de imagen muy cuidada, jugando con distintos zapatos y sobrecamisas de gasa diferentes para un floreado conjunto hasta el paso al elegante color negro en el final de la gala.

Arias poderosas de bravura más que íntimas, Francesco Cilea (1866-1950) y  “Io son l’umile ancella”, (Adriana Lecouvreur), mejor Un ballo in maschera (Verdi): “Morrò, ma prima in grazia” (bravo el cello de Ureña) y el bellísimo dúo “Teco io sto / Gran Dio”, en «duelo de volúmenes» reposado, empastado y bien arropados por la OFIL; ganando enteros siempre con el inimitable, exigente y emocionante Giacomo Puccini (1858-1924) con una Turandot grandísima en todos los sentidos en el aria “In questa reggia”, y todavía más centrada y entregada con Pietro Mascagni (1863-1945), verismo puro donde “Voi lo sapete, o mamma” (Cavalleria Rusticana) nos dejó lo mejor de su color vocal y dominio técnico con una orquesta rotunda y explendorosa.

Y siempre Puccini para cerrar recital con el dúo de Tosca «Ah! Franchigia a Floria Tosca”, feliz conjunción  musical de voces y orquesta, que arrancó los mayores aplausos de un auditorio lleno para este estreno lírico de temporada.

Los regalos igualmente alternados del gran Puccini, primero el Calaf de Massi con el verdadero número uno “Nessun dorma” de Turandot, sentido aunque la nota final fuese más corta de lo que estamos acostumbrados, y Pankratova haciendo de Musetta con el vals “Quando m’en vo” de La Bohème con la risa surgida no sé si por olvido o miedo al agudo final tras el desgaste físico de toda la velada.

P. D. Curiosidades al descanso desde mi butaca: me aterroriza escuchar frases narrando sin pudor al teléfono, cual retransmisión social, como «Muy guay, veinte violines sonando como uno», «Qué heavy», y «No escuchas, qué caos» mientras algunos músicos afinaban. Todo sea por un público joven cuyo pobre vocabulario me rechina cada vez más. Serán los años o mi deformación profesional de docente jubilado.

Recortes de prensa:

Amores sacrificados

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Miércoles 12 de octubre, 19:30 horasTeatro Campoamor, 75 Temporada de Ópera Oviedo: tercera función Norma (de Vincenzo Bellini, libreto de Felice Romani, basado en la tragedia Norma ou l’infanticide -1831- de Louis Alexandre Soumet y en la obra Les martyrs -1809- de François-René de Chateaubriand). Tragedia lírica en dos actos. Producción de la Asociación de Amigos Canarios de la Ópera.

Crítica para Ópera World del jueves 13 de octubre con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos propias y de las RRSS, indicando la autoría, y tipografía que a menudo la prensa no admite.

En los 75 años de ópera ininterrumpida del Teatro Campoamor, llega esta temporada la obra maestra belcantista de Bellini que ha subido a escena en ocho ocasiones desde 1954 siendo por tanto la novena esta de 2022. En mi recuerdo están Renata Scotto (1975), Montserrat Caballé (1978), Rosalind Plowright (1988) y Sondra Radvanovsky (2011) que han dado vida en Oviedo a Norma, la suma sacerdotisa del dios Irminsul, completando Francesca Sassu la nómina de sopranos.

Tercera función con una excelente entrada y la esperada ópera de Bellini no defraudó aunque tardó en subir enteros. Partitura para el “canto bello” que exige un reparto homogéneo en todos los papeles, exigente desde las primeras apariciones con coros y arias comprometidas que todos conocemos pero que van más allá de la archiconocida Casta Diva. Sólo los druidas comenzaron seguros, con aplomo, pues Oroveso (Giacomo Prestia) de voz rotunda y al fin un bajo, mostró unos agudos algo tirantes y Pollione (José Bros) cantaba con distinto color según el registro, pero ambos irían de menos a más. Parecida sensación la omnipresente Norma (Francesca Sassu) con su aria interpretada de forma personal, diría que más virginal y menos voluptuosa, el primer amor espiritual y etéreo antes de afrontar los amores sacrificados de esposa y madre. Pisando fuerte Adalgisa (Paola Gardina) que mostró sus dotes desde la salida a escena con aplomo y dominio vocal, para dejarnos su amor juvenil entregado, el descubrimiento de la traición, el sacrificio y entrega divina, con un triunfo global en cada aparición echando de menos una mayor diferencia en el color con la protagonista, aunque todos rindieron de menos a más en cada escena de los dos actos.

Si la ópera se arma con un elenco equilibrado, a ello ayudaron las breves pero ajustadas intervenciones tanto Flavio (Facundo Muñoz) como de Clotilde (Serena Pérez), siendo la mezzo asturiana pieza para completar las voces de esta tragedia con tanto sacrificio.

Y el Coro Intermezzo que dirige Pablo Moras, mantuvo el excelente nivel al que nos tiene acostumbrados, tanto druidas como sacerdotisas separados, impresionando sus conjuntos en escena y fuera de ella, de amplios matices además de una escena muy bien trabajada pese a cierto estatismo, lo que en este caso les ayudó al separarse las cuerdas para conseguir la sensación de globalidad coral que siempre da mayor seguridad. Tal vez algo más de empaste en los tenores con el resto del coro hubiese sido ya sobresaliente.

La orquesta Oviedo Filarmonía es otro de los seguros en el foso para los títulos programados, así como la banda interna formada casi en su totalidad por alumnos del Conservatorio Superior de Música, todos bajo la batuta de Renato Balsadonna, que logró sonoridades ideales para aupar el reparto vocal y coral además de dejarnos una excelente obertura.

La amplia figuración, donde están los dos niños sobre los que gira el amor maternal, cerró el equilibrio en escena junto a la sencilla pero lograda ambientación y vestuario de Mario Pontiggia, y los diseños de Antonella Conte y Alfonso Malanda, sin alardes, pero favoreciendo el canto y fidelidad histórica. La luna en la noche, su influjo en el ánimo y la propia naturaleza, tienen todo el sentido en este enfoque de la obra del llamado “Cisne de Catania” en esta producción de la Asociación de Amigos Canarios de la Ópera.

Momentos álgidos en los dúos, tanto los de Norma con Adalgisa y Pollione, con Sassu creciendo dramáticamente y fiel al mejor belcanto, Bros igualando color para dejarnos unos graves claros y los agudos seguros, y Gardina verdadera mezzo de agilidades precisas además de sentidas con una escena imponente, por lo que el trío subió enteros y los concertantes con el coro aportaron el plus de emociones y entrega para esta segunda ópera en la temporada de brillantes ininterrumpidos en el templo de la lírica asturiana.

Me hubiese encantado escuchar el reparto alternativo con la malagueña Berna Perles en el papel estelar, junto a otras voces jóvenes que necesitan más tablas para crecer en este difícil mundo de la lírica, pero mi agenda no da para tanto. La recomendación queda hecha y este viernes con precios populares de los que otros teatros deberían tomar nota. Parafraseando un cuadro de Sorolla solo puedo añadir “Y dicen que la ópera es cara”.

Ficha:

Teatro Campoamor, Oviedo, miércoles 12 de octubre de 2022, 19:30 horas. 75 Temporada de Ópera Oviedo: tercera función “Norma” (de Vincenzo Bellini, libreto de Felice Romani, basado en la tragedia “Norma ou l’infanticide” -1831- de Louis Alexandre Soumet y en la obra “Les martyrs” -1809- de François-René de Chateaubriand). Tragedia lírica en dos actos. Producción de la Asociación de Amigos Canarios de la Ópera.

Reparto:

POLLIONE: José Bros; OROVESO: Giacomo Prestia; NORMA: Francesca Sassu; ADALGISA: Paola Gardina; CLOTILDE: Serena Pérez; FLAVIO: Facundo Muñoz.
DIRECCIÓN MUSICAL: Renato Balsadonna; DIRECCIÓN DE ESCENA Y DISEÑO DE VESTUARIO: Mario Pontiggia; DISEÑO DE ESCENOGRAFÍA: Antonella Conte; DISEÑO DE ILUMINACIÓN: Alfonso Malanda.

Orquesta Oviedo Filarmonía (OFIL), Coro Titular de la Ópera de Oviedo “CORO INTERMEZZO” (dirección del coro: Pablo Moras).

Arriondas sinfónico

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Jueves 28 de julio, 21:30 horas. Plaza Venancio Pando de Arriondas: «ARRIONDAS SINFÓNICO», Carmen Yepes (piano), Vanessa del Riego Ledo (soprano), Bárbara Fuentes (mezzo), Laura Rodríguez Armas (contralto),
Adrián Begega (tenor), Gaspar Braña (tenor), Jorge Trillo Valeiro (bajo), Coral Polifónica de Arriondas, Orquesta Clásica de Arriondas, Sergio Vazquez (director). Obras de Bellini, Bizet, Guillermo Martínez y Beethoven.
Es muy loable programar conciertos al aire libre en verano y más en el oriente asturiano donde la capital parraguesa se convierte en un destino turístico internacional. De hecho esta noche de temperatura agradable y buscada por los enemigos del calor, fueron muchos los aficionados que acudieron a este Arriondas musical que tuvo varios inconvenientes pero ilusión a raudales.
La plaza donde se encuentra el famoso cañón que da la salida al Descenso Internacional de Sella tiene cafeterías con su bullicio veraniego y niños jugando, la cercanía de un concurrido mercado más la carretera con tráfico, por lo que evidentemente la acústica natural no propicia el mejor sonido para un concierto como el que ofrecía el Excelentísimo Ayuntamiento de Parres y el Principado de Asturias con la siempre necesaria colaboración de alguna entidad financiera, en este caso la Caja Rural de Asturias que se mantiene en cabeza tras la desaparición o huída de otras que no hace mucho eran sponsors habituales. Por ello la empresa gijonesa PRONORTE fue la encargada de iluminar y amplificar un tipo de música de por sí difícil, haciendo engañosos los planos de sonido, el volumen de las voces e incluso el color vocal de cada una de ellas, y no digamos en el caso del piano cuyos graves no sonaron contundentes sumándose la ausencia de luz para la solista asturiana que hubo de luchar no ya con Beethoven sino contra todos los elementos, pues en la prueba de sonido previa aún había luz natural. Añadamos mosquitos y algo de brisa por lo que los músicos hubieron de recordar las antiguas pinzas de la ropa que no faltaban en ninguna romería asturiana.
En la parte vocal por un lado solistas casi todos conocidos a los que citaré posteriormente, más la Coral Polifónica de Arriondas en la impresionante fantasía del sordo genial, evidentemente reforzada por coralistas y aficionados que no quisieron perderse poder cantar una de las obras que Beethoven utilizaría como «banco de pruebas» de su pionera novena sinfonía. Y la Orquesta Clásica de Arriondas que debutase en este marco en 2019 antes que el maldito covid quebrase una continuidad necesaria que se ha logrado mantener contra viento y marea, con instrumentistas jóvenes que gracias a formaciones como esta, también reforzados por algún «veterano», consiguen adquirir experiencia para futuros proyectos a los que en la actualidad no pueden acceder de no ser por las mal llamadas «orquestas de bolos», por otra parte muy normales en el mundo musical. Todo un concierto ilusionante dirigido por el maestro Sergio Vázquez Castañón (Oviedo 1990), alma mater de estos conciertos parragueses, a quien no hay más que aplaudir.
Con casi media hora de retraso y tras las palabras de Emilio García Longo, Alcalde de Parres, fue Ángel Lueje Corral el encargado no ya de presentar cada obra sino de comentarla al público, que llenó la plaza, y compartir su pasión y conocimiento con todos los presentes.
La primera parte comenzaría con dos escenas operísticas: primero el dúo Ah! Crudel d’onor raggioni…
de «I Capuleti e i Montecchi» de Vincenzo Bellini
, en las voces de Julieta Vanessa del Riego y Romeo Bárbara Fuentes, donde la comentada amplificación impide cualquier comentario más allá de la profesionalidad de ambas así como el buen hacer de la madera, y después Pres des remparts de Seville
de «Carmen» de Bizet
,  de nuevo Bárbara en el papel protagonista de la gitana sevillana con la breve intervención del Don José a cargo de Adrián Begega, conocido por sus intervenciones en distintos cursos de canto en Asturias, aplicando otro tanto sobre la amplificación. En ambos dúos la orquesta tampoco sonó como hubiésemos querido aunque el maestro Vázquez concertó siempre atento a los solistas.
A quienes me conocen y leen saben de mi admiración por Guillermo Martínez, con una capacidad  creativa que abarca todos los géneros y estilos desde la cercana Covadonga, hoy también presente en varias partes interpretativas y de público, así como haber estrenado parte de su amplia producción en estos conciertos en Arriondas. De su Serenade «Pprincipio e maggio»
para mezzo-soprano y orquesta, la versión original con para voz y piano se escuchó precisamente en este mismo marco y con la mezzo Bárbara Fuentes acompañada por María Cueva, pudiendo escucharla gracias a La Castalia a la que Guillermo Martínez siempre ha sido uno de sus pilares y disfrutado siempre que he podido, esta última en noviembre pasado con Janeth Zúñiga y la profesora Tomchuk, que este jueves se estrenaba en su arreglo sinfónico, engrandeciendo aún más ese homenaje de Guillermo para el centenario del gran Caruso. Contar de nuevo con la voz de la mezzo Bárbara Fuentes (que llevó casi todo el protagonismo del concierto) era un seguro de interpretación que las razones antes apuntadas evitaron un mayor disfrute de mi admirado escolano.
Y para la segunda parte, con la necesaria pausa para la incorporación de todos, nada menos que la Fantasía coral en do menor para piano, solistas, coro y orquesta, Op. 80 (Beethoven) que estrenase el propio compositor al piano, esta vez con mi querida Carmen Yepes, a la que pude escuchar esta misma obra en el Teatro Monumental de Madrid hace ya ocho años, en mejores condiciones para esta partitura donde el piano comienza verdaderamente fantástico, pleno y lleno de matices, para incorporarse la orquesta con melodías de «emperador» antes de ese final con el sexteto solista y el enorme coro revestido de una orquesta poderosa.
Lástima no poder escucharla en toda su magnitud aunque la generosidad y entrega de todos siempre sean de aplaudir. De hecho se bisó esta parte final majestuosa donde al menos los técnicos de sonido pudieron encontrar mejor equilibrio y todos los intérpretes parecieron saber que estaban ante un evento irrepetible.

Clausura de «Champions»

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Sábado 28 de mayo, 20:00 horas. Conciertos del AuditorioOlga Kulchynska (soprano), Emily D’Angelo (mezzosoprano), Oviedo Filarmonía, Vincenzo Milletarì (director). Arias y dúos de ópera.

Tras la cancelación por enfermedad de la directora Yue Bao, Vincenzo Milletarì (1990) se puso al mando de la gala lírica con la que este sábado se clausuraba la temporada de los Conciertos del Auditorio con dos voces muy interesantes como la soprano ucraniana Olga Kulchynska (1990) y la mezzo canadiense Emily D’Angelo (1994) que nos dejaron una velada de altura para un público entusiasmado. No olvidemos que Oviedo, «La Viena española», es especialmente amante de la ópera, y si en el foso la OFil es seguro de calidad, en escena, con un director italiano muy gesticulante pero siempre claro, teniendo que «adoptar» un programa ya definido, estaba claro que la despedida era de «Champions» como muchos madridistas presentes, incluso algún móvil sonando siempre en los peores momentos.

Gala lírica organizada con arias de ambas voces, dúos y oberturas para cada inicio, ópera mayoritaria pero también zarzuela como era de esperar en una ganadora del Francisco Viñas de 2015 y otra de Operalia en 2018, con páginas conocidas que las cantantes tienen ya muy trabajadas tanto en recitales como sobre las tablas, lo que aseguraba un éxito previo corroborado a lo largo de una velada que fue de menos a más.

Las obertura de La gazza ladra (Rossini) a pesar de las siempre vulnerables trompas que remontarían vuelo posteriormente, puso a prueba las agilidades y limpieza de una orquesta a la que vendrían bien más violines pues el resto estuvo bien compensado con el acierto de poner tarima a los contrabajos para conseguir una sonoridad más rotunda.

Aunque el barroco no sea el fuerte de la orquesta ovetense, estuvo bien comenzar con Claudio Monteverdi y el dúo Pur ti miro de «L’incoronazione di Poppea» para comprobar que las dos voces femeninas empastaban a la perfección aunque la soprano parecía volar más alto que la mezzo (ya estamos más habituados a los contratenores) con unos volúmenes algo tapados pero de estilo correctamente cantado por ambas.

Mozart siempre tiene el engaño de su aparente facilidad escondiendo auténticas arias de exigencias vocales verdaderamente exigentes. Del «Così fan tutte» primero escuchamos a Olga Kulchynska un Come scoglio brillantemente interpretado con unos graves poderosos desde un color bello unido a una técnica prodigiosa, y otro tanto del dúo Prenderò quel brunettino con Emily D’Angelo de nuevo más musical y una línea de canto idealmente homogénea.

Salto a la Francia hoy capital futbolística con tres páginas que no pueden faltar, primero y alternando el orden del programa, una musicalmente agradecida canadiense y su Mon coeur s’ouvre a ta voix de «Sanson y Dalila«, una joya de Saint-Saëns a la que los volúmenes orquestales no impidieron escuchar una línea de canto muy sentida con la excelencia de la madera y un arpa brillante, a lo largo de la gala, de Danuta Wojnar. Después Gounod de su «Faust» el aria de las joyas, O Dieu! Que de bijoux para todo el lucimiento de la soprano ucraniana que pese a no estar «mimada» por Vincenzo Milletarì, más preocupado de encajar que de matizar, mostró su gusto y poderío vocal.

Y nada mejor para cerrar esta primera parte que el famoso dúo de «Los cuentos de Hoffmann» de Offenbach, la Barcarola con apariciones enfrentadas de las cantantes convergiendo en el centro,  orquesta inspirada y bien llevada por el italiano, voces con diferentes volúmenes no ya por tesitura, pero de empaste correcto pese a un color similar en ambas de tesituras tan distintas. Lo bisarían al final del concierto.

Tras el descanso la OFil sacaría lo mejor de su versatilidad con la Polonesa de «Eugene Onegin», sinfonismo de altura del gran Tchaikovski para una ópera no muy representada, tempo exigente al que respondieron todas las secciones antes de dejarnos lo mejor del bel canto como son «I Capuleti e I Montecchi» de Bellini que la canadiense pero especialmente la ucraniana, tienen en su repertorio, cambio de vestuario y más interpretación que en la primera parte, comenzando con el aria de mezzo Ascolta! Se Romeo t’uccise un figlio que D’Angelo «destroyer» masculinizada recreó con fuerza y gusto antes del recitativo y aria Eccomi…oh quante volte, personalmente lo mejor de la gala, con el trompa solista perfecto y una Olga Kulchynska que hizo poner la carne de gallina al respetable, filados, proyección, afinación y dominio completo del rol.

No se quedó atrás el dúo Si, fuggire, a noi non resta disfrutando de estas voces jóvenes que ya están triunfando en los más afamados teatros mundiales, más equilibrio de volúmenes y mejor balance orquestal para esta ópera que tengo entre mis referentes.

Y otra aria para disfrutar, más aún en la voz de «la Kulchynska», la bellísima Canción a la luna de «Rusalka» (Dvorák) con una orquesta perfecta, el arpa tan divina como la ucraniana, más un Milletarì cada vez más cómodo con todo, el punto álgido de esta gala.

La presencia de la zarzuela vendría con «La D’Angelo» que bordaría la romanza de «El barquillero» (Chapí) tan poco escuchada, Cuando está tan hondo, con una pronunciación muy trabajada y muy adecuada elección para esta voz de mezzo con agudos y medios potentes que sumados a la musicalidad y entrega de la que dio muestra a lo largo de este recital, remataría el programa antes de las dos propinas.

Tras bisar la Barcarola, las dos cantantes compartieron Chapí con la conocida romanza de «Las hijas del Zebedeo», donde sin entrar en triunfadoras y con un tempo muy ágil, la mezzo canadiense demostró una tesitura ideal para ella frente a la comodidad vocal y de amplio registro de la soprano ucraniana, con un duelo de ornamentos «ad libitum».

Buen cierre en un Oviedo lírico por naturaleza con dos jóvenes cantantes a las que no debemos perder el rastro porque son las voces de este siglo que ya piden paso.

Despedida por todo lo alto

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Domingo 16 de junio, 19:00 horas. Auditorio de Oviedo, Jornadas de Piano «Luis G. Iberni», concierto extraordinario cierre de Temporada. Juan Diego Flórez (tenor), Cécile Restier (piano). Obras de Bellini, Glinka, Donizetti, Lehár, Bizet, Gounod, Bizet y Verdi. Entrada: 58,50€ (descuento para abonados del ciclo).

Despedida por todo lo alto con Juan Diego Flórez (Lima, 1973) para un ciclo donde el tenor peruano llenó el auditorio poniéndolo en pie sin defraudar nunca, esperado concierto programado inicialmente para el 26 de mayo pasado cancelado por motivos de salud, pero que mantuvo el aforo y programa pese al apretado calendario de esta figura mundial, acompañado de una excelente pianista como  Cécile Restier (Paris, 1981) que tampoco defraudó, haciendo «olvidarnos» del habitual acompañante Vicenzo Scalera.

Obras bien elegidas con los «intermedios» de la pianista francesa en la línea habitual de estos recitales, comenzando con Bellini y tres de sus canciones de concierto aptas igual para cualquier tesitura, casi como arias, perfectas para ir calentando voz y dedos, siempre optando por tiempos adecuados a la buena dicción, Vaga luna, che inargenti, bien lenta, Vanne, o rosa fortunata, algo más ligera, y Ma rendi pur contento gustándose los dos intérpretes, especialmente el limeño.

Sin romper este inicio belcantista la pianista eligió a Mikhail Glinka y su Rondino brillante sobre un tema de Bellini de lucimiento personal claramente ejecutado para dar el descanso vocal antes del aria O di Capellio, generosi amici… È serbato a questo acciaro…L’amo tanto e m’è sì cara de «I Capuleti e i Montecchi» donde Flórez comenzó a dar lo mejor de la velada en el repertorio que domina como pocos.

No podía faltar Gaetano Donizetti, primero el poco escuchado Vals en La mayor (para piano solo) y después dos arias bien distintas: Una furtiva lagrima del Nemorino de «L’elisir d’amore», recogido casi íntimo con un piano discreto (aunque siempre tengo que destacar lo complicadas que son las reducciones orquestales), y tras él volviendo a escena arrancando con el poderoso Edgardo de Tombe degli avi miei… Fra poco a me ricovero de «Lucia di Lamermoor» que cerró la primera parte en calidades «in crescendo» mostrando las cualidades que Arturo Reverter destaca en las notas al programa (enlazadas al inicio en obras): «exquisito, de voz clara y argéntea, de
probada técnica de emisión
» o las que destaca otro crítico como Javier Pérez Senz: «En el arte del buen cantar, Flórez es un maestro; difícil parece encontrar en la actualidad un tenor capaz de un canto más dulce y efusivo, más elegante y sabiamente fraseado«.

Con algo de escepticismo esperaba las arias de Franz Lehár porque idioma y estilo no me cuadran mucho con el color vocal de Flórez (mis referencias son 2K: KrausKaufmann) aunque no sea igual con piano que orquesta de cámara o sinfónica pero cantándolo desde hace años. Comenzaría con Dein ist mein ganzes Herz de «Das Land des Lächelns» algo plano, mejor el Gern hab’ ich die Frau’n geküsst de «Paganini» y culminando con más calidad y poderío el Freunde, das Leben ist Lebenswert de «Giuditta«, antes del Scherzo «vivace» de la Sonata en Re menor (para piano solo) y la parisina Restier luciéndose con el príncipe de la opereta.

No podía faltar ópera francesa, comenzando con una mejorable en estilo pero bien sentida y cantada La fleur que tu m’avais jetée, de «Carmen» (Georges Bizet) para proseguir con Charles Gounod pero no el Salut, demeure chaste et pure de «Faust» sino Ah lève toi, soleil de «Romeo et Juliette» que álguien del público contestó «mejor», bien el enamorado Romeo tras el celoso Don José.
Siguiente número de piano solo retomando a Bizet con su Nocturno en Re mayor en las manos de Cécile Restier verdaderamente impecable antes del esperado Verdi con dos arias para rematar la faena demostrando que su repertorio se engrandece como el cuerpo de su voz: Oh dolore de «Attila» y La mia letizia infondere… Come poteva un angelo de «I lombardi» apasionado e incluso brillante, que volvieron a dejarme buen sabor de boca con el esperado, aclamado y mediático Juan Diego Flórez que regresaría al escenario cantando algunas de sus habituales propinas.

Guitarra en mano, público pidiendo a gritos canciones cual comanda de «trattoria», su Perú del alma, comenzando con Chabuca Granda y el canto al gallo Camarón, seguido de un mix que dicen ahora De domingo a domingo en el día del padre en Hispanoamérica enlazado con el Cielito lindo, bromeando con todos, cercano, afable y simpático (su nombre en México es un santo al que se le apareció la Virgen de Guadalupe).
Todavía quedarían dos propinas más con Cécile Restier quien hubo de lidiar con una Granada (Agustín Lara) algo complicada de acompañar pero que Flórez paró con humor y guiños, incluyendo el giros «aflamencado» antes del agudo final, y un inesperado Calaf del «Turandot» pucciniano, el archiconocido Nessun dorma que me hizo saltar las lágrimas recordando a mi tío Paco al que enterrábamos por la mañana y hubiese disfrutado más que yo este concierto como buen melómano que me inició en este mundo único de la música.

Mejor despedida imposible.

¡Qué padre!

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Viernes 10 de noviembre, 20:00 horas. Conciertos del Auditorio, Oviedo: Javier Camarena (tenor), Guadalupe Paz (mezzosoprano), Oviedo Filarmonía, Iván López-Reynoso (director). Arias y dúos de ópera.

La Academia Mexicana de la Lengua define la expresión, derivada del español, padre ‘muy grande’, adjetivo que significa muy bueno, muy bonito, estupendo, admirable (por ejemplo, esa muchacha está padre). Se usa también en aumentativo: padrísimo, padrísima. Personalmente la escuché a nuestra «hija mexicana» tras una ruta asturiana donde no faltó la gastronomía con ese significado de «qué bueno» y así quería titular esta entrada donde mi «México lindo y querido» hermano tuvo todo el protagonismo lírico de este viernes que recordaremos todos los aficionados a la ópera, que en Asturias somos muchos, rendidos ante un espectáculo de buen hacer.

Trío de artistas mejicanos encabezado por el tenor del momento, un Javier Camarena de canto natural y espontáneo en todo lo que hace, pareciendo fácil lo difícil, además de emocionarnos, empatizar, disfrutar de nuestra tierra y desplegar una línea vocal que todavía le dará muchos más éxitos en una carrera a la que no vislumbramos punto final. Con él una mezzo de las que hay pocas en la actualidad como Guadalupe Paz, de registro amplio y homogéneo, bello, carnoso con una musicalidad notable; y el director Iván López-Reynoso que completó una velada irrepetible, sacando de la Oviedo Filarmonía todas sus cualidades demostradas hace tiempo en el foso del Campoamor elevándolas al auditorio, con entendimiento total, tanto en las oberturas como en los dúos y arias de sus compatriotas (algo tiene México para las voces), sonoridades redondas, dinámicas amplias adecuadas a los cantantes, y una plantilla levemente reforzada que redondeó una velada musical de altura hasta las once de la noche.

La primera parte trajo el belcantismo en estado puro donde el xalapeño Camarena es reconocido mundialmente, comenzando con Donizetti y la obertura de su «Anna Bolena» o el Povero Ernesto… Cercherò lontana terra… de «Don Pasquale«, destacando con el trompeta solista, y antes un Bellini igualmente presente en el entregado Romeo È serbato questo acciato de «I Capuleti e i Montecchi«, y por supuesto el irrepetible Rossini cambiando al conde Ory por el Ramiro de «La Cenerentola» previsto para cerrar de agilidades impecables, limpias, cantando mentalmente un coro que hubiera sido completar espectáculo, pero dejando de final su aclamada «Aria de los 9 do de pecho«, Ah! mes amis de «La hija del regimiento» para éxtasis de los aficionados en un francés perfecto. Intentar expresar con palabras lo escuchado en el auditorio ovetense es difícil porque cada aria en la voz de Camarena es un placer auditivo y una lección de canto, sutileza, musicalidad, seguridad total, estando arropado por una orquesta plegada al tenor donde el director de Guanajuato se mostró dominador del siempre difícil arte de la concertación amén de captar la intención de cada compositor, dejándonos una obertura de Il turco in Italia excelente. De las calidades y cualidades del tenor remito a las notas al programa «Cita con el bel canto» de mi tocayo Meléndez-Haddad buen conocedor de la trayectoria del mejicano al que ha disfrutado muchas veces en distintos escenarios mundiales.

Pero no me olvido de «Lupita tijuanense» porque Guadalupe Paz me sorprendió gratamente desde su primera aria de «La donna del lago» Tanti affetti in tal momento… Pra il padre rotunda y bien cantada así como el dúo semiactuado con «Ramiro» Camarena Tutto è deserto… Un soave non so che de la Cenicienta rossiniana arrebatadora desde la inocencia de un rol difícil de cantar como lo hizo la mezzo mejicana.

Tras la generosidad vocal de la primera, la segunda parte aún resultaría más pletórica si cabe abordando distintos páginas grandiosas de la ópera por parte de todos los intérpretes, con la sabrosa pincelada donizettiana del dúo de «Maria Stuardo» Era d’amor l’immagine

El francés Berlioz y su obertura op. 21 Le corsaire ágil, limpia y contrastada por la OFil con López-Reynoso prepararon el ambiente para el «Werther» de Massenet con Guadalupe Paz interpretando la conocida aria de las cartas Qui m’aurait dit la place… y Javier Camarena un Pourquoi me réveiller que me hizo reencontrarme con una línea de canto única casi olvidada, matizada, bien fraseada y la sensación de plenitud sin arrogancias ni esfuerzo aparente. Dos números grandiosos antes del encuentro verdiano.
La obertura de «Nabucco» resultó gratificante en su interpretación bien dibujada por el maestro mejicano y respondida al detalle por los músicos de la filarmónica local, todas las secciones bien ensambladas destacando unos trombones orgánicos y una cuerda tersa, presente y clara antes de llegar al «fin de fiesta» de Camarena y Paz para deleitarse. El «duque de Xalapa» nos dejó un Ella mi fu rapita!… Parmi veder la lagrime emocionante, arropado por una dirección orquestal a su altura, como si el tenor descubriese un registro dramático sin perder lirismo, redondeado y cómodo, un «Rigoletto» esperado en la escena con reparto a la altura del mejicano.

Lupita Paz no quiso quedarse atrás en el festín verdiano, del verde inicial al rojo pasión, colores de su bandera junto al blanco para una Princesa de Éboli tan hispana en el «Don Carlos» francés con su aria Nei giardin del bello exigente y agradecida, giros casi flamencos de espíritu, recreándose en agudos del mismo color que los graves en esta «Chavela operística» para descubrir excelencias que por estos lares también triunfan. Quedaba el remate de Javier Germont o Alfredo Camarena, «La Traviata» querida con la bellísima aria Lunga da lei… cantada de nuevo con colores intensos y fraseos impecables, sentimiento en un personaje que le viene al tenor en un momento dulce de su carrera llevado en volandas por una orquesta también madura bajo la batuta de una realidad como el maestro mejicano.

Habría más regalos en esta fiesta, tricolor también por las obras y compositores elegidos aunque como bien decía el tenor «podría empezar de nuevo» aunque no traía rancheras, tal era su satisfacción tras dos horas largas de exigencias para todos, pues no debemos olvidar que estos recitales resultan más duros que una ópera completa.

El Danzón nº 2 de Arturo Márquez entendido por López-Reynoso desde su propia tierra y compatriota, el ritmo y tempo exacto de un auténtico danzón sin exageraciones, con la orquesta (a la que se sumó percusión y piano) traduciendo el magisterio del folklore llevado a la sala de conciertos. Y mi siempre recordada leonesa (de Guanajuato) María Joaquina de la Portilla Torres, hija de padre español y madre mejicana, conocida artísticamente como María Grever, una embajadora de nuestro idioma en los EE.UU. con un método «Aprenda usted español con el bolero«, emigrada y afincada en Nueva York, excelente compositora de melodías inolvidables, eternas porque la buena música no entiende de etiquetas y menos para omnívoros como un servidor, incluso cuando las interpretan voces como Camarena y Paz en arreglos orquestales que elevan aún más la calidad de su compatriota.

Primero el tenor sin pirotecnicas vocales y sentimiento patrio lleno de musicalidad innata con Alma mía, inmortalizada en su momento por José Mojica y que no hubiera importado amplificar como hacen en este género pero defendido por todos sobre el escenario, acallando estornudos aunque sin evitar la huída de un público cuyo reloj parece lanzarlo fuera de la sala antes de disfrutar los obsequios (me parece una falta total de educación). Y Júrame a dúo con Guadalupe pusieron las once campanadas de un año lírico con estrellas en el firmamento de este Oviedo al que sigo llamando «La Viena del Norte» español por la calidad y oferta que la crisis no ha recortado con el esfuerzo de todos. Camarena eclipsó y no decepcionó pero no se olviden de Lupita e Iván.

P. D.: Imposible sacarse una foto con Javier pese a las peticiones del «Cenáculo musical» de ambos lados del Charco, especialmente de Santo Domingo (besos para Catana y Ana María) o de «nuestras operísticas» Margarita Mitrov y Rosa Ulacia. Sirva esta crónica con fotos para acercarnos aún más.

Los caramelos viajeros de Cecilia

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Jueves 23 de marzo, 20:00 horas. Conciertos del Auditorio, Oviedo. «Un viaje por 400 años de música italiana«: Cecilia Bartoli (mezzo), Antoni Parera Fons (piano).

Cada visita de la mezzo romana asegura lleno allá donde vaya, independientemente de lo que se programa. En esta gira española eligió un programa de música variada, la que ha cantado como solo ella sabe, con simpatía y buen gusto, técnica apabullante, pianísimos que enamoran y acallan toses o móviles, potencia la justa en vivo y esta vez con piano.

Pero está visto que en Oviedo parecemos gafados y el habitual acompañante Sergio Ciomei tras una indisposición obligó a retocar un programa (dejo los dos arriba) con el que el compositor, productor y pianista Antoni Parera Fons (Manacor, 1943) hubo de lidiar tomando algunas propinas para incorporarlas, sustituyendo la Fantasía en re menor de Mozart (que en Oviedo no aparecía) por T’estim i t’estimarem  y con toda la profesionalidad (los modernos dirían «el marrón») adaptarse a la diva que al principio hubo de tranquilizar a su acompañante accidental.

Se notó al mallorquín cauto, en cierto modo apagado abusando del pedal izquierdo como temiendo tapar a «La Bartoli» incluso con la tapa bajada, en un repertorio barroco donde el instrumento no es ideal aunque los estudiantes de canto tienen que estudiar estas obras desde este formato. Selve amiche de Caldara, las dos de Bellini, la encantadora y personal versión donizettiana del Me voglio fa na casa o el «hit» de Händel Lascia la spina que la propia mezzo se basta para cantarlas como sólo ella sabe desde sus inicios. Cierto que a una artista integral como Cecilia Bartoli cuesta acompañarla así de improviso y seguirla en sus acelerandos, pausas no escritas y ornamentos imprevisibles, pero ella siempre ayuda y esta vez se tornaron los papeles en cuanto al temple pero brillando «la diva«.

Nos perdimos por el camino esos esperados VivaldiMozart de Parto, ma tu ben mio («La Clemenza di Tito») que el docto Arturo Reverter comentaba en las notas al programa, aunque con piano hubieran resultado «distintos», y apareció el Rossini de La danza que no nos hace olvidar a los grandes tenores aunque Cecilia no teme repertorios de voces «ajenas» pues siempre los hace suyos. El recuerdo de mi infancia radiofónica resultó el Munasterio ‘e Santa Chiara (Alberto Barberis) de Claudio Villa que aquí hizo famoso y traducido Jorge Sepúlveda aunque tras la versión a dúo romano-barcelonés me quedo con «la Bartoli de cámara», mejor incluso que Mina o Vittorio De Sica que también la (re)interpretaron entre muchos más italianos famosos.

Tras las «chuches» de la primera parte y el cambio de vestuario, seguiríamos con el Puccini melódico e inspirado, descanso vocal incluido con el Piccolo valzer a cargo de Parera con la conocida aria de Musetta enlazada ya con «La Bartoli» y su peculiar Lauretta para otro «hit» como O mio babbino caro. Mejoría con un Tosti que siempre destila belleza en cualquier registro (su Aprile de lo mejor) y que Cecilia siente, canta y transmite incluso en el gesto, grande hasta los mínimos detalles. Después Donaudy, Parera Fons más tranquilo con unas páginas menos exigentes y traidoras, la conmovedora Santa Lucia luntana o simpática Tammurriata nera, ambas de E. A. Mario (1884-1961) napolitanas tan populares y cercanas a toda una generación como las de De Curtis (del que también regaló Non ti scordar di me) o el «Volare» de Modugno que Parera Fons acompañó como si fuese suya y Cecilia la destinataria, antes de las siempre esperadas propinas (algunas «reutilizadas» cual reciclaje obligado): O sole mio que no puede faltar en este recorrido de cuatro centurias de música italiana, la seguidilla de «Carmen» verdaderamente carnosa en la voz de «La Bartoli» apurando al pianista con el taconeo, y Mamma además del citado De Curtis, redondeando una fiesta italiana con pianista manacorí, plagada de dulces que Cecilia Bartoli eleva a delicadezas.

En Asturias diríamos caxigalines con ingredientes y presentación de alta repostería. Como ha pedido en Madrid o Barcelona nos encantaría escucharla en una ópera, aunque con la orquesta en el foso no creo que luciese tanto y el banquete podría atragantarse. Pero siempre nos queda DiDonato que cerrará los Conciertos del Auditorio, parece que manteniendo ese «duelo» en el ciclo ovetense que las suele traer juntas ¡pero distanciadas!. Las grabaciones están bien pero siempre comento que el directo es irrepetible… y sino que se lo digan al bueno de Parera Fons, verdadero héroe para sobrevivir al volcán italiano.

Devia siempre diva

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Sábado 14 de mayo, 20:00 horas. Conciertos del Auditorio, Oviedo: Mariella Devia (soprano), Albert Casals (tenor), Oviedo Filarmonía, Marzio Conti (director). Obras de Donizetti, Bizet, Gounod, Massenet, Rossini y Bellini.

Se dice que las mujeres no tienen edad y las divas son eternas. La soprano de la Liguria Mariella Devia, a quien algunas fuentes indican nacida un 12 de abril de 1948, es atemporal. Pocas voces pueden seguir cantando tantos años sin perder nada de sus características (en esto la comparo al irrepetible Alfredo Kraus con quien compartió muchos títulos), una de las reinas del bel canto que volvía tras décadas a Oviedo concitando la misma expectación y llenando un auditorio con público llegado de todas partes. Recital con sus mejores páginas, una orquesta que ha mamado mucho foso lírico y los años van dotando de entendimiento bien asentado, con un Conti siempre atento a su compatriota, más un tenor ya conocido, Albert Casals, que en la capital asturiana hiciese entre otros su Edgardo junto a un concierto extraordinario con la OSPA y los coros de la FPA, de voz valiente, poderosa, habitual de estos repertorios, de timbre propio y característico aunque me siga transmitiendo cierta tensión en los agudos, por otra parte sobrados aunque mejorables en dinámicas, pero buen «partenaire» para La Señora Devia, que este sábado fue la verdadera protagonista.

Las oberturas elegidas para completar el recital, siempre muy subjetivas con algunas de autores que luego escucharíamos arias y dúos, fueron bien llevadas por un Conti con oficio al frente de su OFil, plantilla apta para la ocasión con algunos jóvenes aprendiendo el duro oficio de músico en orquesta, aunque solo tres contrabajos que, como suele pasar demasiadas veces al no reforzarse, deben compensar volúmenes y conseguir el siempre necesario sustento en los graves.
Aseadas las oberturas de Donizetti (La hija del regimiento y sobre todo Roberto Devereux con el himno británico bien delineado, finalizando la segunda parte), decidido Rossini (Tancredi) siempre con marca propia que permite disfrutar a los músicos y público, jugoso además de en su punto, como las recetas del cisne de Pésaro.

Las arias francesas mayormente en la primera parte fueron sacando a escena a «La Devia«, sacerdotisa Leila de «Los pescadores de perlas» (Bizet) con una orquesta siempre en segundo plano incluyendo unas trompas aterciopeladas en su Comme autrefois, Manon de Massenet con Adieu, notre petite table, y sobre todo una magistral Julieta sin Romeo (Albert sin Julieta cantó anteriormente su aria Ah! lève-toi soleil) donde el Je veux vivre de Gounod mostró el magisterio de la italiana en técnica, emisión, dulzura, control del fiato, matices y todo lo que queramos añadir, antes del esperado dúo Lucia, perdona -de la escena quinta del primer acto- con un buen Edgardo Casals, potente, nada contenido y convencido para una ¿despistada? Lucía di Devia calando medio tono una frase completa avanzado el dúo, con cierto asombro incluso de Conti y la orquesta intentando reconducirla a la corrección desde unos pianissimi mayores de lo esperado, aunque remontase en el siguiente Da Capo. Buen empaste de ambas voces, el dúo claro y dibujado hasta en las respiraciones, más un excelente acompañamiento orquestal rico en matices y cambios de tempo, con especiales y destacadas intervenciones de arpa, flauta y fagot que recogieron los múltiples aplausos del respetable.

El descanso vino bien para volver con los platos fuertes, Donizetti y BelliniAl dolce guidami («Anna Bolena») pletórico en cada pasaje, agilidades, coloratura, limpieza, emisión, fluyendo una voz inigualable por encima de una orquesta y director plegados a la diva, pero sobre todo la irrepetible, magistral, emocionante «Norma» con Casta diva cantada casi al completo (pese a los «esperados» aplausos rompiendo todo el aria) que Devia cantó con el poso de los años cual Gran Reserva, totalmente metida en el rol, sintiéndolo y transmitiéndolo, respigándome como pocas veces en señal inequívoca de estar escuchando historia viva de la ópera y saboreando un caldo al alcance de pocos paladares.

La parte bufa de Donizetti vino de «L’elisir d’amore«, la conocida aria Una furtiva lagrima que Albert Casals interpretó un Nemorino más valiente que tímido, precisamente por lo antes apuntado del agudo, y el dúo Una parola, o Adina donde La Devia demostró la capacidad emocional para pasar de la tragedia al drama en tan poco tiempo, generosa y simpática, atemporal jovencita enamorando a todos.

Dos propinas bien distintas: «La tabernera del puerto» de Sorozábal para Leandro Casals No puede ser bravío más que sentido, y Mussetta Devia con el bellísimo vals Quando men vo que Puccini escribió en contraposición a Mimì de «La Bohème«, donde el maestro Conti llevó a la OFil totalmente de la mano al servicio de «La Diva Devia» que no pudo acabar mejor esta lección de belleza al canto.

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