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Navidades sinfónicas y solidarias

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Miércoles 17 de diciembre, 20:00 horas. Teatro Jovellanos: Concierto nº 1.706 de la Sociedad Filarmónica de Gijón (a beneficio de la Asociación Española Contra el Cáncer). Orquesta de la Fundación Filarmónica de Oviedo, Pedro Ordieres (director). Obras de Schubert y Dvořák.

Mi último concierto del año en  la Sociedad Filarmónica de Gijón resultó una cita que aunaba música y compromiso solidario al celebrarse a beneficio de la AECC en Gijón, y con una extraordinaria entrada que seguro ayudará a seguir invirtiendo en la investigación para seguir una lucha que nunca es suficiente, como bien nos recordó la periodista lenense Laura Mayordomo del diario El Comercio, antes de que sonase la música.

La Orquesta de la Fundación Filarmónica de Oviedo, bajo la dirección de Pedro Ordieres, presentó un programa equilibrado y de gran atractivo, con obras de Franz Schubert y Antonín Dvořák, con una plantilla algo desequilibrada donde el viento era casi tan numeroso como la cuerda (esta vez capitaneada por Daniel Jaime Pérez), con todo el “sacrificio” que supone intentar una sonoridad bien balanceada, una especie de ecualización donde el primero baja el volumen y la segunda lo sube, en un ímprobo trabajo cuando además violas y contrabajos quedaban en franca minoría perdiéndose «pegada en los graves». Con todo alcanzaron una calidad que para una orquesta amateur con apenas tres meses de vida, heredera de la desahuciada Orquesta Universitaria que fundase mi siempre recordado Alfonso Ordieres y recuperase su hijo Pedro durante ocho años, una «escuela de vida» que trabaja para unir caminos, aficiones y una experiencia para los jóvenes que pronto ocuparán atriles profesionales, o como reza en su presentación «un espacio donde personas de distintas edades, trayectorias y niveles musicales comparten algo en común: el deseo de hacer música juntas».

Ya en su debut al que tuve la suerte de disfrutar en su “sede”, en la sociedad hermana de la gijonesa, resaltaba el empuje y ganas de trabajar de esta “heredera universitaria” y con parte de este programa, la obertura “asturiana” de Schubert  y solo el primer movimiento de la sinfonía. Para el 22 de abril del próximo año retornarán «a casa» y espero seguir su evolución, deseándoles muchos más conciertos para llevar la música sinfónica allá donde no alcanzan las orquestas profesionales.

La velada se abrió con la Obertura “Alfonso und Estrella”, D. 732 de Schubert, una página infrecuente en las salas de conciertos que permitió asomarse a una faceta menos conocida del compositor vienés. Como señalaba en las notas al programa, que esta vez tuve el honor de escribir, se trata de una obertura en la que Schubert conjuga la herencia clásica con un marcado aliento lírico, anticipando ya algunos rasgos de su madurez. Pedro Ordieres subrayó precisamente ese equilibrio, ofreciendo una lectura clara y bien estructurada, con un discurso fluido y un sonido cuidado, en el que destacó el buen empaste de las cuerdas y la elegante participación de los vientos.

A continuación llegaría la Sinfonía nº 9 en mi menor, op. 95, “Del Nuevo Mundo”, de Antonín Dvořák, obra emblemática del repertorio sinfónico y verdadero cruce de caminos estéticos y culturales. Tal como recordaba en las notas al programa, la sinfonía no pretende tanto una cita literal del folklore americano como una síntesis personal entre el lenguaje del compositor y las impresiones recogidas durante su estancia en Estados Unidos. Esta idea encontró reflejo en una interpretación atenta a los contrastes y al desarrollo orgánico del discurso musical. Con alguna permuta en los atriles de la madera la orquesta volvió a trabajar los matices para proseguir con el mismo empuje juvenil y la madurez en la dirección.

Desde el Adagio-Allegro molto inicial, Ordieres planteó una lectura de amplios arcos formales, con una introducción solemne y bien graduada que desembocó en un allegro de pulso firme. El célebre Largo fue abordado con un tempo contenido y una atmósfera recogida, destacando la calidez y calidad del solo de corno inglés, sostenido por un acompañamiento delicado y expresivo que evitó cualquier exceso sentimental, trabajando los matices y equilibrios entre las secciones. El Scherzo, rítmicamente incisivo, mostró a una orquesta ágil y bien articulada, mientras que el Allegro con fuoco final cerró la obra con energía y coherencia, integrando los motivos recurrentes de la sinfonía en un clímax convincente, siempre  bajo el magisterio de «junior». Personalmente quiero felicitar especialmente a los componentes de “mi” Banda Sinfónica del Ateneo Musical de Mieres por sus respectivos solos a Alba García (flauta) y Mateo Velasco (trompeta) porque estoy viéndolos crecer en todos los sentidos, y su participación en la Orquesta de la Fundación Filarmónica de Oviedo es un escalón más en su formación y toda una experiencia siempre enriquecedora en el largo camino de los músicos.

Como concierto navideño hubo propina con los músicos envueltos en espumillones plateados, manteniéndonos en el continente americano pero bajando hasta México con el agradecido Danzón nº 2 de Arturo Márquez para una orquesta engrosada con más viento, percusión y el piano de Luis López Aragón, que prosigue cursando estudios de dirección orquestal en Oviedo y Alemania.

Público en pie, varias salidas a saludar de Pedro Ordieres, y no podía faltar en este día festejando ya la Navidad el mundialmente conocido villancico Noche de Paz (de Joseph Franz Mohr y Franz Xaver Grüber) en un bellísimo arreglo del avilesino Rubén Díez y el chipriota afincado en nuestra tierra Rafaelos Christofi, ambos presentes en el teatro, digno de banda sonora para alguna de las películas de temática navideña que seguro abundarán próximamente. De nuevo excelente repuesta de todo el teatro con calurosos aplausos, reconociendo tanto la calidad artística de esta propuesta como el valor añadido de una velada en la que música, reflexión y compromiso social se dieron la mano.

En conjunto, un concierto que ofreció una interpretación sólida y musicalmente honesta, sustentada en una lectura reflexiva del programa y en un notable trabajo de conjunto por parte de la Orquesta de la Fundación Filarmónica de Oviedo.

PROGRAMA

Franz Schubert (1797–1828):

Obertura “Alfonso und Estrella”, D.732

Antonín Dvořák (1841-1904):

Sinfonía nº 9 en mi menor, op. 95, “Del Nuevo Mundo”:

I. Adagio – Allegro molto II. Largo III. Scherzo: Molto vivace IV. Allegro con fuoco

Un enigma que no Falla

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Jueves 11 de diciembre, 19:30 horas. Auditorio de Oviedo, Jornadas de Piano “Luis G. Iberni”: Lucas Debargue (piano), Oviedo Filarmonía, Lucas Macías Navarro (director), Sofía Martínez Villar (narradora). “Música y enigma II”, obras de Òscar Colomina i Bosch, Ravel y Falla.

Vamos cerrando este año tan musical y volvían las Jornadas de Piano con la OFil y su titular junto al tocayo francés Lucas Debargue (Villers-sur-Coudun, 1990), a quien ya disfrutamos hace ocho años en este mismo ciclo sustituyendo a Martha Argerich, y este jueves recuperando formato de concierto narrado por Sofía Martínez Villar (y autora de las notas al programa que esta vez titula «Evolución ante revolución» para esta segunda edición de «Música y enigma») en la misma línea del que tuvo lugar en mayo pasado, una fórmula didáctica que si entonces gozó de mi aprobación, de nuevo resultó positiva para un público que debe ir renovándose y así se pudo comprobar este jueves (con una sesión matinal para escolares y distintos colectivos  de discapacitados que me consta disfrutaron con este nuevo Enigma que no falla).

The Styx (La Estigia) del director y compositor valenciano Òscar Colomina i Bosch (1977) se estrenó por la Orquesta de València y Baldur Brönnimann en septiembre de 2024, primera de una serie de Mitos para orquesta que exploran tradiciones mitológicas en las que el agua es un elemento central en el paso entre la vida y la muerte. Actualmente está trabajando en la segunda parte de esta serie (tal y como refleja en su web) Pozos del Olvido, comisionada por la Orquesta Sinfónica de TenerifeThe Styx toma como punto de partida el río mitológico que separa los mundos de los vivos y los muertos, evocado en un mundo sonoro descrito por la crítica como «preciso pero fluido», «sugestivo y emocionalmente resonante» y lleno de «paisajes extraños e incorpóreos».

Poco antes de comenzar el concierto me llegaba la triste noticia de la muerte de mi querido Misael Campo tras una dura lucha donde fue ejemplo de resilencia y amor por la música que con tantos colombianos y habanos disfrutamos, así que  escuchar este cruce de la laguna estigia me resultó aún más duro y Caronte fue la obra del valenciano con una OFil sin fisuras para una partitura poderosa, oscura, de amplia instrumentación para vivir con la música un el tránsito que todos haremos pero que nunca deseamos llegue para nuestros seres queridos. La doctora Martínez Villar nos describía en las notas esta «Estigia» definiéndola, la música como símbolo y analizándola:

«La sonoridad grave del inicio, así como el sonido de violines en el agudo, aporta una imagen muy evocadora que remite al enigmático tránsito entre la vida y la muerte. La segunda característica es: la música como narrativa. La forma en la que se desarrolla la obra, mediante grandes terrazas sinfónicas que contrastan y dialogan, genera una sensación muy cinematográfica en la que los instrumentos aparecen y desaparecen como si fueran personajes en un paisaje neblinoso. La tercera es: la conexión emocional. En este tránsito, a través de una línea melódica ininterrumpida en las cuerdas, la obra nos sumerge con sus tensiones armónicas en una permanente sensación de misterio, jugando con las dinámicas más extremas para golpearnos en unos momentos y dejarnos sin aliento en otros».

Sensaciones, emociones y una orquesta siempre dúctil, versátil, madura tras años de trabajo y capaz de afrontar tanto el barroco en el foso como estas obras de nuestro tiempo con un Macías que sabe cómo sacar lo mejor de todos ellos, con la percusión alcanzando a pintar los claroscuros de este cuadro sinfónico. El compositor, presente en la sala, además de saludar al respetable felicitaría una interpretación que a buen seguro le satisfizo. Mi valoración no puedo separarla del estado de ánimo que me dejó un nudo en la garganta.

Celebrando al hispano-francés Maurice Ravel llegaría ese maravilloso Concierto para piano en sol mayor donde su compatriota Debargue supo sacar todos los guiños del compositor en una obra que maneja aires de jazz  en el Allegramante (siempre me viene a la memoria Gershwin), placidez en el Adagio assai central y toda la energía y empuje rítmico del Presto final. El piano sonó siempre en primer plano, lleno de matices, colores resaltados por el arpa de Domené y la celesta virtuosa de Bezrodny, gracias nuevamente una orquesta bien balanceada por Macías, segura sección a sección con una concertación primorosa donde paladear esa escritura única tan buenísima en su instrumentación, de la que The Styx parece haber bebido, siendo el preludio ideal para esta joya de Ravel, que curiosamente nunca fue gran pianista pero dejándonos unas páginas que siguen sonando actuales.

Las notas al programa nos explican que los tres movimientos de este concierto «son un buen ejemplo para descubrir por qué Maurice Ravel se consideraba a sí mismo un compositor de evolución más que un revolucionario. Su música, igual que su personalidad, es una mezcla de sencillez, sofisticación, búsqueda de perfección técnica y sensibilidad con los rasgos musicales de oriente y occidente descubiertos a partir de exposición universal de París (1889). Se mantuvo alejado del lenguaje más rupturista de la vanguardia de su época y siguió utilizando estructuras musicales claras en las que el oído musical se orienta bien, aunque se sienta sorprendido por armonías más disonantes y ritmos irregulares. Todo esto lo vamos a percibir en esta obra fundamental del repertorio para piano que, desde su estreno en 1932, con Marguerite Long como solista y Ravel como director de la Orquesta Lamoureux, no ha dejado de ser interpretada». Y si The Styx me dejaba inquietud, este Ravel pianístico como bien escribe Sofía Martínez, «el resultado sonoro es fascinante ya que al mismo tiempo que sentimos el vértigo del tempo rápido percibimos la seguridad de melodías y armonías muy claras».

Debargue nos regalaría la Sonata en la mayor, K. 208 de «Domingo» Scarlatti impecable por limpieza, riqueza de sonido, intimista, casi romántica y cercana en la interpretación del francés que dejó un buen sabor de boca en este regreso a las Jornadas de Piano «Luis G. Iberni».

La segunda parte sería mucho más que didáctica, presentada previamente por la pucelana Sofía Martínez Villar, cuyo proyecto «Música y Enigma» desarrollado con la OFil desde la pasada temporada, «nos da la oportunidad de escuchar esta obra de una forma diferente que invita a ir más allá de la escucha mediante una presentación breve y una guía de audición». Así nos ayudó a diferenciar el «Olé gaditano» del «Ole» granaíno, así como conocer el argumento simple (amor y traición) junto a los cuatro personajes del ballet de Falla encargado por Diaghilev más los figurines de Picasso, recordar a María Lejárraga que al fin está saliendo de la sombra y peso de su esposo Gregorio Martínez Sierra

También irían proyectándose las imágenes y textos enriquecedores según iban sonando las dos suites orquestales del gaditano afincado en Granada en las manos de un onubense medio asturiano, descripción de cada uno de los siete números de ambas suites, los motivos, instrumentos, las distintas danzas con sus orígenes e inspiración, morir aprendiendo con evolución antes que revolución. Si hubo algún enigma lo dejo para mis lectores con el simbolismo de la numerología: obras, tricornio y nombres repetidos en este concierto.

Ilustrada por diapositivas proyectadas en grande, primero la Suite nº1 impecable por el gusto, el juego tímbrico, las dinámicas, las intervenciones de los primeros atriles gustándose, «visualizando» el ballet sin necesidad de danzantes porque la música brillaba sola ilustrada por y tras la orquesta. Y la Suite nº2, casi sin pausa y sin aplausos que rompieran la unidad narrativa, una explosión sonora donde la jota final me devolvió a Granada, la «sintonía» en el Palacio de Carlos V que suena como seña de identidad propia de un «Falla que no falla» nunca, el compositor alumno de Pedrell que se sentía español en el extranjero y extranjero en España, pero al menos el tiempo lo ha hecho universal, viviendo (y bebiendo) el París de Ravel pero también de Debussy o Stravinsky. La OFil con Macías nos dejaron una versión sinfónica apta para todos los públicos con una calidad digna de haberse grabado para así poder sumarla a tantas que guardo en mi discoteca, que esta vez sonaron para eMe que seguro estará leyendo estas líneas, con una orquesta compacta y los principales luciéndose todos ellos (de nuevo el lujo al arpa de Domené y las teclas de Bezrodny en una «noche de San Juan» pródiga), pero también del empuje en los timbales y toda la percusión junto a las intervenciones solistas de oboe, clarinete, trompeta o corno inglés, así como destacar las trompas, tuba y toda la cuerda, esta vez comandada por Marina Gurdzhiya, y hasta unos «refuerzos» que se unieron y sumaron a la familia sinfónica para el «Falla que no falla», el nacionalismo que une, pero no unifica, la esencia de nuestra música (y de nuestro día a día)

PROGRAMA:

PRIMERA PARTE

Òscar Colomina i Bosch (1977): The Styx

Maurice Ravel (1875-1937): Concierto para piano y orquesta en sol mayor, M. 83

1. Allegramente

2. Adagio assai

3. Presto

SEGUNDA PARTE

Manuel de Falla (1876-1946): El sombrero de tres picos.

Suite nº 1:

1. La tarde

2. Danza de la molinera

3. El corregidor

4. Las uvas

Suite nº 2:

1. Los vecinos

2. Danza del molinero (Farruca)

3. Danza final

Mozart entre dos B

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Viernes 14 de noviembre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Le Carnaval, abono 3: OSPA, François Leleux (oboe y director). Obras de Berlioz, Mozart y Brahms. A las 19:15 horas, Sala de conferencias nº 5 – 3ª planta: encuentro con François Leleux -moderado por Fernando Zorita.

Otro viernes donde elegir entre la ópera del Campoamor o el tercer de abono de la OSPA, así que Vivaldi me esperará en la tercera función pero este Mozart entre Berlioz y Brahms no se podía perder, y menos contando con  François Leleux (Croix, 1971) quien ya en el encuentro previo contagió su vitalidad y ganas de compartir tanta sabiduría, pues sin dejar nunca el oboe, al que casi nació pegado, la dirección le abría puertas a los grandes sinfonistas que no siempre escribieron para el instrumento que le acompaña toda la vida. Bromeaba antes del concierto con su ocupación del 80% en la dirección y «el otro 60% al oboe, matemática francesa», pues como esta vez, alternaba sus dos facetas.

El doctor Israel López Estelche en sus notas al programa presentaba el concierto como que «(…) traza un itinerario sonoro a través de tres formas de entender la orquesta: timbre, melodía y construcción; como una fuente de color inagotable, como conversación o discurso elegante y como creación arquitectónico-sonora, donde resuenan los ecos del pasado» y si le sumamos que a Leleux en sus muchos años desde el atril le han dirigido todas las grandes batutas, haciendo varias veces mención especial al gran Lorin Maazel, las obras elegidas dejarían claras tanto su concepción orquestal como su vitalidad contagiosa donde lo que busca es «compartir» tanto entre los músicos como con el público, con quien alcanzó la química que le llevó a saludar en múltiples ocasiones con ovaciones atronadores y algún que otro «bravo».

Con una OSPA cada vez más compacta sección a sección, hoy contando con Pablo Suárez como concertino invitado (esperando tener, algún día no muy lejano, cubierta esa plaza vacante desde «tiempo inmemorial», tras la jubilación de Sasha), elegir la obertura de El carnaval romano de Berlioz serviría para disfrutar de los tres elementos apuntados por el musicólogo y compositor cántabro que Leleux llevó «al pie de la letra»: el timbre sinfónico, que el compositor francés siempre trabajó como excelente orquestador (que la convierte «en un centelleante carnaval lleno de gran variedad de timbres, ritmos y melodías contrastantes, en un acto de deslumbrante imaginación sonora» como lo describe López Estelche), las melodías, que el director, como Maaazel, buscan fraseos más largos y completos, más una construcción, rica en colores tanto en el trazo como en el grosor, contando con la plantilla perfecta y bien equilibrada por la batuta de Monsieur Leleux.

Y para Mozart la plantilla se reduciría en efectivos pero no en la calidad y buen hacer por parte de todos. En el encuentro previo François Leleux nos comentó que entiende este concierto para oboe del genio de Salzburgo, compuesto con 21 años ya sin las obligaciones con Colloredo) como una ópera, y así interpretó los tres movimientos (I. Allegro aperto – II. Adagio non troppo – III. Rondo: Allegretto) con fiatos increíbles, fraseos «maazelianos», matices muy ricos, tímbricas alcanzando sonoridades de lo más variadas, y cada una de las cadencias virtuosísticas pero rebosantes de una musicalidad propia, con esos guiños humorísticos de Wolferl en feliz compenetración, entendimiento y concertación con una OSPA quasi camerística que le arropó y se plegó a todas sus indicaciones. Excelente interpretación de este concierto que el maestro francés habrá perdido la cuenta de las veces que lo ha tocado con las mejores orquestas, y la asturiana ya puede presumir de encontrarse entre ellas.

No podía faltar una propina donde seguir disfrutando de la magia del oboe, nada menos que Gluck y la «Danza de los espíritus benditos» del Orfeo y Euridice en esta versión que sustituye la flauta por la lengüeta doble de un instrumento rico no ya en sonido sino en emociones compartidas con una «cámara» de violines, cellos y contrabajo.

Hay sinfonías que deben escucharse al menos una vez cada temporada, pues son básicas en el repertorio orquestal sirven para poner a prueba la ductilidad y el magisterio desde el podio. La «Primera» de Brahms está entre mis preferidas (este verano en Granada quedé con sabor agridulce) y su último movimiento es la música que sirve de aviso al inicio de cada parte, para llamar al silencio previo, esta vez con toda la orquesta ya ubicada (el director francés es de los que arranca sin apenas respirar para avisar) sonriendo ante lo que ellos mismos interpretarían a continuación.

François Leleux también comentó, antes del concierto, de su largo aprendizaje que una de las claves para alcanzar una buena interpretación orquestal es «encontrar el tempo cómodo para todos», y doy fe que lo logró, pues la OSPA este segundo viernes de noviembre no solo mantuvo «el tipo» en todos los múltiples cambios que esta sinfonía del hamburgués tiene, sino que además disfrutó con los elegidos por el maestro francés. Así, el contraste del Un poco sostenuto – Allegro jugó con una primera parte profunda, lúgubre y mayestática antes del cambio brillante de la segunda, con balances muy logrados entre las secciones, sabiendo desde el podio qué hacer resaltar dentro de este legado beethoveniano de un Brahms que masticó esta primera casi 20 años antes de finalizarla. El Andante sostenuto mostró de nuevo los tres elementos (timbre sinfónico, melodías y construcción) con una cuerda homogénea junto a los vientos empastados y brillando en «sus» momentos. Un poco allegretto e grazioso resultó literal, el tempo ideal con ese toque optimista, rico en dinámicas, trompas sedosas, maderas «gustándose» (el maestro las felicitaría al final, especialmente a sus «colegas»), fraseos jugosos antes de esa «montaña rusa» que es el IV. Adagio – Più andante – Allegro non troppo, ma con brio. Los pizzicati de la cuerda sonaron poderosos en todos los matices y aires impuestos por el director francés, los timbales mandaron, los metales volvieron a ser broncíneos y las maderas brillaron como siempre. El juego de tiempos encajado a la perfección y las dinámicas amplias para engrandecer este gran final sinfónico.

Al contrario que en Granada, de donde retomo mis palabras, pero en sentido positivo, el juego de tempi funcionó precisamente por el buen encaje entre las secciones, las maderas no necesitaron «huir de la quema», los metales empastaron y prosiguieron con una sonoridad que suelo llamar «orgánica», los timbales mandando y la cuerda siempre con la homogeneidad tímbrica y una musicalidad, además de entrega, en parte por un director que supo contagiar su vitalidad para compartir tanta buena música. Mi querido Don Arturo Reverter hubiera dicho que esta vez sí hubo «sustancia».

PROGRAMA

HECTOR BERLIOZ (1803 – 1869)

Le carnaval romain: obertura

WOLFGANG AMADEUS MOZART (1756 – 1791)
Concierto para oboe en do mayor, K. 314

I. Allegro aperto – II. Adagio non troppo – III. Rondo: Allegretto

JOHANNES BRAHMS (1833 – 1897)

Sinfonía nº 1 en do menor, op. 68

I. Un poco sostenuto – Allegro
II. Andante sostenuto
III. Un poco allegretto e grazioso
IV. Adagio – Più andante – Allegro non troppo, ma con brio

P.D.: Crítica para LNE del domingo 16 de noviembre.

Bach, Mozart… y Sato

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Viernes 7 de noviembre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Bach y Mozart, abono 2: OSPA, Shunske Sato (violín y director). Obras de Mozart, J. S. Bach y J. Ch. Bach. A las 19:15 horas, Sala de conferencias nº 5 – 3ª planta: encuentro con Shunske Sato -moderado por Fernando Zorita.

No hace falta entrar a contar lo que supusieron nombres como Herreweghe, Leonhardt, Koopman, Suzuki o Gardiner con formaciones que afinaban por debajo de los 440 Hz (o más) como en la época en la que se hacía aquellas músicas, con instrumentos recuperados o reconstruidos, de sonoridades tan distintas, más la libertad expresiva que llegaron a llamar «interpretación historicista» o «historicismo musical» (actualmente se describe como «interpretación históricamente informada«), pues se dejaba atrás la grandiosidad romántica para volver a unos orígenes no muy estudiados aún en aquellos felices 60 y 70 -mejoraría en los 80- e incluso plantearse si había necesidad de contar con un director cuando solo era ponerse de acuerdo en el tempo y compartir sensaciones.

Está claro que con Shunske Sato (Tokio, 10 junio 1984) se nos disiparon las  dudas en el encuentro previo, pues como nos contaría, estudiando en la prestigiosa Julliard School no tenía la posibilidad de encontrar lo que allí faltaba y sí podía escuchar en unas grabaciones distintas, casi prohibidas en Nueva York, sintiendo la necesidad de venirse a París donde todo le cambiaría (más el posterior salto a los Países Bajos donde durante 10 años fue director artístico y concertino de la Sociedad Bach). Todos asentimos ante Zorita en lo «obligado» de interpretar más música del barroco por parte de las orquestas sinfónicas, pues programar este repertorio es cual puesta a punto de un motor, y elegir tres compositores tan unidos y necesarios esta vez supuso un feliz acontecimiento musical, con mejor entrada que en el primero, mayor aún con un violinista que no deja de serlo, porque lo suyo no es -como bien nos dijo- dirigir, sino ejercer el liderazgo para poder transmitir y compartir su enfoque, sin perder pasión e implicar, con mucho ensayo, a los profesores. Y doy fe que se alcanzó en una hora sin pausas donde Sato en pie no se movió del escenario, como uno más pese a los distintos cambios de plantilla que supusieron las seis obras de este segundo abono.

La orquesta se dispuso «a la manera clásica» con los violines enfrentados, más dos parejas de contrabajos, por detrás de los violines, arropando el sonido global, sumando el clave de Alberto Martínez en el medio, poco perceptible pero siempre necesario, más en las obras elegidas. Después irían menguando o aumentando efectivos aunque Sato siempre fue uno más entre todos, sin soltar su violín (alternando dos arcos situados en un taburete), tocando con los primeros cual concertino, sumándose a cellos o violas, apenas marcando los inicios o pidiendo las dinámicas exactas desde su atril giratorio. Hasta en las dos obras donde actuó como solista nunca perdería su liderazgo ejercido desde la sencillez y discrección, «conduciendo» una OSPA aseada, rigurosa, implicada y hasta disfrutona, si se me permite el calificativo.

Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) sería inicio y final del concierto, con su primera sinfonía compuesta a los 8 años, y el último movimiento de la «Júpiter» escrita en la plenitud de los 32 (fechada el 10 de agosto de 1788, y última contribución al género sinfónico), para reconocerle su aprendizaje londinense con el último hijo de «Mein Gott», Johan Christian Bach (Leipzig, 1735 – Londres 1782) cuya música Nannerl comentaba era difícil distinguirla de la de su hermano con solo escuchar cuatro compases de cada uno, tal resultó la influencia y enseñanzas del último hijo de Bach, y por supuesto el descubrimiento del Gran Padre que era inevitable, marcando esa conexión del programa: «Bach pilar de todas las músicas».

La Sinfonía nº 1 en mi bemol mayor K. 16 (I. Molto allegro – II. Andante – III. Presto) pondría las revoluciones orquestales en su punto, sonoridades precisas, claras, con los aires rigurosos de los entonces tres movimientos clásicos aún influenciado por el Estilo Galante de su «english teacher» pero con una clara personalidad ya apuntada en el genio de Salzburgo, orquesta quasi camerística con oboe y trompas a pares que enriquecieron una sonoridad y estilo ya reconocibles.

Si Bach es el padre de todas las músicas, el propio Mozart orquestaría la Fuga nº 9 en mi mayor, BWV 878 (de El clave bien temperado) para cuerda, con Sato ejerciendo en pie de concertino impulsando cada motivo, cada frase, sumándose a cada sección para una exposición donde estudiar el genio de El Cantor de Leipzig e interpretarlo con la misma limpieza que el original para clave. Perfecto que nadie aplaudiese y así enlazar con el Concierto para violín en la menor BWV 1041,  una de las muchas joyas y partituras para los solistas donde una OSPA camerística sonó madura, adaptada al estilo y tímbrica -la sensación del ligero desafine en cellos y contrabajos es parte de ella- en tres movimientos (I. Allegro – II. Andante – III. Allegro assai) donde el violinista japonés mostraría todas las cualidades que le hemos disfrutado en los muchos vídeos grabados con la Nederlands Bach Society. Liderazgo y compenetración para una interpretación a la altura de la obra.

Y de «El Bach de Londres» llegaría su Sinfonía en sol menor, op. 6, nº 6, W. C. 12, como la propia Nannerl Mozart diríamos que la firmaría su hermano, tres movimientos (I. AllegroII. Andante più tosto adagio – III. Allegro molto) impetuosos sin necesidad de «instrumentos de época», vientos a pares bien empastados (me encantaron las trompas abriendo su sonido como si fuesen naturales) y balanceados para una versión rica del pequeño de los Bach.

Mozart punto y final sin interrupciones: primero el Rondó para violín y orquesta en do mayor K. 373 para seguir disfrutando de Sato y la complicidad de una OSPA que se notaba entregada al placer de compartir esta música con el músico japonés: delicadeza, fraseo, presencia y pasión contenida, que Alejandro G. Villalibre comenta en sus notas al programa sobre el cuarto episodio en modo menor «… al que parece que Carlos Gardel se refería cuando afirmó en una carta “acabo de encontrar una melodía macanuda” que cristalizaría en su tango Por una cabeza« siendo «uno de los rondós solísticos de la época clásica (…) consecuencia de los conciertos a solo barrocos» como el escuchado de Bach.

Con la incorporación al orgánico de la espléndida flauta de Myra Pears bien empastada con oboes y fagotes, junto a los timbales naturales de Prentice, llegaría el broche de oro con el último movimiento (Molto allegro) de la Sinfonía nº 41 “Júpiter” K. 551, una explosión jubilosa, equilibrada, verdadera lección contrapuntística bien aprendida por ese prodigio irrepetible en la Historia de la Música, con Shunske Sato sujetando violín y arco con la mano izquierda para marcar con la derecha, retomándolo como concertino, entregado al genio de Salzburgo con el rigor y al fin la pasión «planetaria» en un concierto que supuso comprobar el excelente estado de la orquesta de todos los asturianos, hoy conducida por un japonés que supo llevarla en todas las velocidades y marchas sin necesidad de pasarse de revoluciones con la suavidad del mejor pilotaje.

PROGRAMA:

W. A. MOZART: Sinfonía nº 1 en mi bemol mayor K. 16 (I. Molto allegro – II. Andante – III. Presto).
J.S. BACH – MOZART: Fuga nº 9 en mi mayor, BWV 878, de El clave bien temperado (orq. W.A. Mozart, K. 405/3).
J. S. BACH: Concierto para violín en la menor, BWV 1041 (I. Allegro – II. Andante – III. Allegro assai).
J. Ch. BACH: Sinfonía en sol menor, op. 6, nº 6, W. C. 12 (I. AllegroII. Andante più tosto adagio – III. Allegro molto).
MOZART: Rondó en do mayor K. 373.
Sinfonía nº 41 “Júpiter” K. 551: IV. Molto allegro.

Maestro querido

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Lunes 22 de septiembre, 11:30 horas. Sala de cámara del Auditorio «Príncipe Felipe». I Festival de Piano «Joaquín Achúcarro». Clase magistral. Entrada libre. Fotos propias, de Pablo Piquero y de Fernando Agüeria.

Aún recuerdo mi primer concierto en la Sociedad Filarmónica de Oviedo en 1971 cuando era un estudiante de piano y mi recordado tío Paco me hizo socio para aprender de primera mano con los pianistas que venían a Asturias (Mieres, Gijón pero especialmente Oviedo). Y Joaquín Achúcarro (Bilbao, 1 de noviembre de 1932) me haría conocer lo sacrificado y a la vez único del instrumento que marcaría el resto de mi vida.

Tiempo después sabría que ha sido el intérprete que más veces ha actuado en el teatro de la calla Mendizábal, y a quien la centenaria sociedad ovetense le otorgaría la medalla de oro en 2013 de manos del siempre recordado doctor Jaime Álvarez-Buylla, un «hermano» para el vizcaíno a quien siempre acogió en su casa.

Así he ido disfrutándole siempre que he podido, por lo que este primer lunes de otoño no podía perderme esta nueva visita a «su» Oviedo pero no para escucharle tocar el piano sino impartiendo unas clases magistrales, siempre en compañía de su querida esposa Emma Jiménez, otra gran pianista con quien llegó a ofrecer conciertos a 4 manos (yo no llegué a escucharles) y que renunció a una carrera más que prometedora para apoyar la de Joaquín, mimarlo, estar siempre a su lado, atenta a todo y hasta tener que avisarle a las 13:45 que había sobrepasado con creces el tiempo previsto de 30 minutos para los cuatro alumnos del CONSMUPA (Conservatorio Superior de Música del Principado de Asturias).

Maravillosos estos cuatro jóvenes pianistas -en la foto superior- a quienes El Maestro (así con mayúsculas) iría aconsejando, mimando, llevándoles por aspectos más allá de la técnica, siempre necesaria, hurgando en las obras que cada uno traían cual lección bien aprendida, a las que poder seguir descubriendo detalles, los que toda una vida siguen apareciendo, algo que el bilbaíno sabe como pocos tras una longeva trayectoria.

Mejor que comentar cada lujo de las enseñanzas individualizadas a los cuatro elegidos, pongo las fotos con cada uno de ellos sin entrar en las obras elegidas, y sin sonido porque esta vez «una imagen vale más que mil palabras» (las encontrarán más adelante y no son mías):

Primero Manuel Argos que elegiría a Cécile Chaminade.

Después Héctor del Río con Brahms, uno de los «mejor transitados» por Achúcarro, todo un referente incluso para los melómanos que compartimos esta clase.

Pasadas las 12:3o horas llegaría Laura Puente y un Mozart siempre traicionero por la engañosa facilidad, nada de porcelana, comparando al genio de Salzburgo con «el sordo de Bonn» o el polaco de espíritu francés si no se interpreta correctamente.

Finalizaría con Juan Vicente Cabo y un Scriabin que siempre «dará problemas» por mucho estudio que haya detrás, y lo había además de talento aunque los años irán asentando.

Analizar los ataques, el fraseo, las acentuaciones, el pedal, el «rubato» bien entendido y hasta la digitación que resulta todo un mundo, así iríamos escuchando a Don Joaquín con los oídos muy abiertos, pues finalmente somos alumnos a lo largo de nuestra vida.

Maravillosas palabras del Maestro refiriéndose a “La jaula de las cinco líneas y las líneas de compás” para poder abrir la puerta más allá de lo escrito en el pentagrama: conocer, indagar, vivir cada día como algo nuevo ante obras que nunca resultan iguales. Y los ejemplos prácticos, primero desde el lado izquierdo, después levantándose, sentándose, tocando, cambiando de posición como siempre he recordado a todos mis profesores y profesoras, a nuestra derecha.

Chus Neira en el diario «La Nueva España» -donde suelo colaborar puntualmente y también reflejo en este blog- le realizó una entrevista el pasado 14 de septiembre donde Achúcarro confesaba: «No di ningún concierto en el que no hubiera un momento de pánico absoluto», sintiéndose como un explorador que ha recorrido un camino difícil y que sus discípulos (más de 100 en su Fundación de Dallas) están empezando: «Como explorador, conozco algunos senderos y atajos, y los comparto», y así fue esta enriquecedora e instructiva mañana de lunes, festivo en Oviedo.

De los que ya han triunfado escucharé a Lucille Chung y Alessio Bax, dos conocidos en Asturias que inauguran el festival en tres conciertos, esperando reflejarlos desde aquí. Y de los que comienzan, mejor transcribo el excelente reportaje de Neira en la web del diario antes del primer concierto (que incluye fotos de Irma Collín) permitiéndome poner mi habitual tipografía y color:

Tocar las teclas del piano como si pasaras el polvo o atacarlo con la fuerza de quien pretende mandar el Steinway© contra la pared, pensar que Mozart no es sagrado, entender que detrás del acorde que queda sonando en la última cadencia de uno de los Intermezzi de Brahms está el rugido de las olas del mar o la muerte. Intentar invertir el orden lógico de los acentos y probrar a cambiar los ritmos. Jugar y aprender. Así, como un maestro inquieto, con la curiosidad del niño, la paciencia del anciano y el mejor de los ánimos, siempre divertido e inquieto, Joaquín Achúcarro, leyenda viva del piano, se sentó ayer con cuatro chavales del Conservatorio Superior de Música de Asturias en la sala de Cámara del Auditorio Príncipe Felipe en una clase magistral y pública que hizo las delicias de todos.

La sesión de dos horas, media hora por cada alumno, sirvió para inaugurar este lunes la primera edición del festival que lleva su nombre en Oviedo ya que incluiría, ya por la tarde, el concierto de su discípula Lucille Chung. Pero la mañana, pasaron por el piano los estudiantes de cuarto curso Juan Vicente Cabo, Laura Puente y Héctor del Río y el de tercero Jose Manuel Argos. Llevaron las obras que están preparando para compartirlas con el maestro y escuchar sus indicaciones, composiciones de Cécile Chaminade, Brahms, Mozart y Scriabin. Achúcarro, siempre sonriente y paciente, se sentó al lado de cada uno de ellos, les dejó tocar y fue aconsejándoles abandonar sus rutinas y explorar otras posibilidades. En muchos casos, admitió, pueden parecer cosas simples, pero a él le llevó mucho tiempo descubrirlas y ahora se las ofrece a los alumnos como el explorador que ya ha llegado a esos atajos. Insistió a casi todos, por ejemplo, en la necesidad de combinar otros ataques distintos en el piano e incluso a buscar otra posición en la muñeca. Chopin, justificó cuando pedía que elevaran más la banqueta, “tocaba prácticamente de pie, según las representaciones que tenemos de la época”.

El primero en sentarse con el maestro fue Jose Manuel Argos, con “Otoño”, de Cécile Chaminade. Achúcarro le dejó interpretar la pieza hasta el final y luego fue introduciendo matices en el tempo. Le aconsejó alargar unos ritardandos para tener un arco de dinámicas más amplio en determinadas frases. Incapaz de estarse quieto, en una forma envidiable a sus 92 años, a los pocos minutos Achúcarro ya estaba de pie, chasqueando los dedos para marcarle el ritmo a Argos.

A él ya le habló sobre las forma de atacar con impulso hacia delante el piano sirviéndose del pulgar. “Son movimientos que hay que trabajar hasta que sean instintivos”, le recomendó. Aunque el maestro siempre mantuvo una posición muy tolerante:; “El último que tiene que decidir cómo se hace es usted; esto solo es un recurso y a vosotros os sobra energía a vuestra edad para probar todas estas cosas”.

Juan Vicente Cabo trajo los números 1 y 2 de los “Intermezzi” de Brahms, Op. 117, canción de cuna que Achúcarro invitó a tocar de forma decidida, con el ritmo necesario para que se duerma un niño. Otra vez de pie, el profesor se entusiasmaba cada vez que sugería alguna novedad en la ejecución y los alumnos lograban llevarla a cabo. “¡Ole, ole!”, les jaleaba como si fuera una faena taurina. Pero también se mostró comprensivo. Son obras que estos alumnos llevan tocando mucho tiempo y cuando Achúcarro les pide que hagan un pianísimo donde antes era forte y viceversa, sabe de la dificultad: “Da miedo hacer eso, lo sé, porque no es lo que te han enseñado”.

Regaló entre medias algunas reflexiones generales, como cuando explicó que los ritmos ternarios son, en realidad, todos distintos. “Un vals, una mazurca, una siciliana o una jota, todo es ¾, pero cualquier vienés sabe lo que es un vals y un maño una jota”. “La jaula son esas cinco líneas horizontales y esas dos verticales”, resumió refiriéndose al compás en un pentagrama, “y ahí está la lucha”.

También recomendó ejercicios. Como el de las seis intensidades, consistente en atacar una nota e ir incrementando el volumen hasta llegar al fortísimo, para luego desandar ese camino, desde la nota pulsada con toda la fuerza posible, “con cuatro dedos si hace falta”, hasta ese sonido apenas perceptible, que aparece cuando se pulsa “como si estuvieras quitando el polvo”.

Otra alumna, Laura Puente, trajo a uno de los más grandes, a Mozart, la Sonata no. 13 en Si bemol, y Achúcarro citó las palabras de Alfred Brendel en “Advertencias de un intérprete de Mozart a sí mismo», que dicen que Mozart “no está hecho de porcelana, ni de mármol, ni de azúcar, no es el Mozart del no me toques, sentimental, ni el niño de las flores”. “A lo mejor es una blasfemia”, le dijo a Laura Puente, pero ayuda pensar que lo que vas a tocar de Mozart es de Beethoven, o de Chopin. La joven intérprete confesaría después que los consejos de Achúcarro le habían servido de mucho: “Te hace sentir muy segura y confiada y te ofrece una perspectiva que te ayuda a comprender todo; en vez de media hora es como si hubiera sido un mes de clase. Llevo un año y no conseguía cambiar la idea que tenía sobre el segundo movimiento, y gracias a él lo he interiorizado”.

El último turno de las clases “discipulares”, como las llama el maestro quitándose importancia, fueron para Héctor del Río, con una impresionante interpretación del estudio “Patético” de Scriabin, op. 8 no. 12. Achúcarro admiró las capacidades del intérprete y trató de sacarlo de su zona de confort, buscando otras posibilidades para mejorar la ejecución de una obra muy compleja técnicamente: “Te sobran facultades, y por eso no te puedo perdonar”, le diría varias veces antes de pedirle que practicase nuevos movimientos de muñeca para ganar en agilidad y precisión: “Y esto, luego, un domingo por la tarde lo puedes hacer cien, mil veces. Y luego el lunes también”.

Habría seguido Achúcarro pegado a la banqueta junto a sus alumnos de Oviedo, metiendo la mano para explicarles cómo se hace, descubriéndoles estrategias insospechadas para buscar nuevas sonoridades, pero era tarde y su mujer, la también pianista Elena, se aproximó al escenario y le llamó la atención: “¡Joaquín, que son menos cuarto!”. Unos minutos más, todo sonrisa, Achúcarro posó para las fotos y firmó las partituras de sus nuevos pupilos de Oviedo. “Diga lo que te diga, aunque sea en la dirección contraria de lo que estás trabajando, te está hablando la historia del piano. Y hay que tenerlo en cuenta. Se vino a disfrutar y se disfrutó”, resumía Héctor del Río.

Solo añadir al talante del Maestro que bromeaba cuando alguna de sus indicaciones resultaban como había explicado, ponía la mano para «cobrar» imaginariamente o devolverlo como «premio» a unas clases que todos los muchos presentes disfrutamos. Casi 93 años de vitalidad y magisterio compartido donde el tiempo no contaba.

¡¡GRACIAS MAESTRO!!

 

Arranca otro curso musical

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Septiembre es el mes de «la vuelta al cole», y en música supone también arrancar un nuevo curso, el 2025-26 lleno de ilusión, que en mi caso suele estar centrado entre Oviedo -con tan amplia oferta que me ha llevado a bautizarla como «La Viena Española»- y Gijón, aunque haga escapadas puntuales a otras ciudades que desde mi condición de jubilado desde hace tres años ya me puedo permitir sin consultar el calendario escolar.

Este viernes 12 de septiembre comienza la LXXVIII Temporada de Ópera ovetense con un título que supone su primera representación en el Teatro Campoamor: Hänsel und Gretel (1893) de Engelbert Humperdinck (1854-1921), a menudo catalogada como ópera de hadas (Märchenspiel) mejor que ópera infantil, aunque así se ha entendido a lo largo de tanto tiempo, incluso con traducciones a distintos idiomas de este cuento muy popular no solo en Alemania sino en todos los países nórdicos, siendo una ópera que no suele faltar por navidades y que además se estrenó en Weimar un  23 de diciembre de 1893 dirigida por un joven Richard Strauss, y casi un año después por Mahler en Hamburgo (25 de septiembre de 1894), por lo que debía refrescar el oído y prepararme para este estreno en la capital asturiana.

De mi discoteca saqué y llevo días escuchando una de mis joyas, considerada como una de las grabaciones clásicas imprescindibles (1971): la de Kurt Eichhorn dirigiendo a Anna Moffo y Helen Donath en los papeles de los hermanos o el padre de Fischer Dieskau entre otros, considerada como «una de las mejores grabaciones de la era estéreo, con ambiente claro y vocales evocadoras. Cristalina y poderosa destaca Christa Ludwig como La Bruja con un papel lleno de matices: comicidad e intimidación en perfecta mezcla, incluso con vívida caracterización vocal (risas, gruñidos) según MusicWeb Internationalclassicalcandor.blogspot.com, además de admirada por su profundidad dramática en este papel donde La Ludwig está insuperable.

Y la Ópera de Oviedo iniciaba este martes su ciclo de conferencias previo a los títulos programados en el Club de Prensa LNE, esta vez a cargo de la catedrática de Filología Inglesa de la Universidad de Oviedo Socorro Suárez Lafuente (Gijón, 1951), ya jubilada, que fue presentada por Adolfo Domingo, director de Publicaciones de Ópera de Oviedo.

El título ya nos puso claro que no deben faltar los cuentos en nuestra vida: «Hansel y Gretel: entre un mendrugo y un mazapán». Un placer escucharla decirnos que «contar cuentos a los niños siempre ha conllevado simplificar un mundo profundamente contradictorio», así Hänsel und Gretel refleja pobreza, hambre y valentía aunque el libreto de Adelheide Wette, la hermana de Humperdinck, endulza el libreto homónimo de los Hermanos Grimm con algunas variaciones: «Los padres no actúan por maldad, sino por necesidad, y eso introduce una crítica social aún vigente; en la vida real no hay héroes puros ni villanos absolutos, solo personas con motivaciones complejas. Pero para que los niños lo entiendan, hay que simplificar», remarcó la profesora.

Si Richard Strauss y Mahler dirigieron sus estrenos, en el asturiano tendremos al ovetense Pablo González, quien en una entrevista para LNE del pasado 30 de agosto comentaba: «Me quedé de piedra cuando supe que esta ópera nunca se había representado en Oviedo, estoy seguro de que, una vez que se estrene, volverá regularmente», añadiendo que «es un tesoro que va a fascinar en Oviedo», que contará con la escenografía del avilesino Raúl Vázquez (1982) al que «nacieron en en Bilbao» o el Coro Infantil Divertimento, verdaderos ángeles dirigidos por Cristina Langa, para enamorarnos a todos.

Socorro Suárez destacó que las numerosas vertientes del análisis crítico-literario de la obra, desde la teoría feminista, la psicología o la ecocrítica: «No se puede pedir más a una narración: niños que enfrentan la muerte, mujeres que encarnan tanto la crueldad como la valentía, un bosque que es al mismo tiempo amenaza y rito de paso, y una música que recoge la tradición del folclore alemán». Y el dulce que para la infancia es tentación y también deseo de algo que no estaba al alcance de los niños pobres, la casa de chocolate o mazapán, las galletas o incluso el fuego (purificador o infernal) así como las moralejas en unas narraciones que hoy no serían políticamente correctas.

Tampoco le faltó comentar versiones o recopilaciones de estos cuentos populares tras la transmisión oral al papel ya en el siglo XVIII, sin olvidarse de las recopilaciones españolas: desde las famosísimas de Saturnino Calleja (incluso fue muy famosa la frase «Tienes más cuento que Calleja«), Cecilia Böhl de Faber (que firmaba como Fernán Caballero) o el Padre Luis de Coloma con El ratoncito Pérez para el niño desdentado de su primer diente, el futuro Alfonso XIII. Y en un cuento (más aún en la ópera), el relato no es solo una aventura infantil sino el reflejo brutal de la pobreza, del abandono, del hambre y del miedo,  también de la valentía: «Gretel es valiente, no solo sobrevive, sino que toma la decisión de matar a la bruja para salvar a su hermano. En un contexto donde los niños sufren las consecuencias del conflicto entre el bien y el mal, se convierten también en los portadores de la esperanza», resaltó la profesora.

Y si la ópera es subir mi telón musical, aún queda por delante otra increíble temporada: el 27º ciclo «Conciertos del Auditorio»  y 34º de las Jornadas de Piano «Luis G. Iberni» del 29 de octubre de 2025 al 4 de junio de 2026, presentados en julio, la Temporada de Abono de la OSPA, ya con el nuevo gerente Oriol Roch Izard generando enormes expectativas para estos próximos años.

En el caso de la orquesta de todos los asturianos, el aperitivo será precisamente la ópera de Humperdinck, más 16 programas para los abonados en el Auditorio, a los que sumar los conciertos extraordinarios (en Semana Santa tendremos la Misa Nelson de Haydn), escolares, familiares, teniendo repertorio variado con nombres como Ian Bostridge, François Leleux, Bezhod Abduraimov, Vadym Kholodenko, Antje Weithaas, Shunske Sato, Javier Comesaña, Matthias Höfs, entre otros, tres nuevos artistas colaboradores (el violonchelista Nicolas Altstaedt, la flautista Clara Andrada y el pianista gijonés Martín García García), reivindicando siempre el talento asturiano con directores invitados como Pablo González, Óliver Díaz y Marco Antonio García de Paz, además de estrenos de compositores de la tierra como Jorge Muñiz, Gonzalo Martínez y Guillermo Martínez (1).

No quiero olvidarme de otro Ciclo CIMCO a partir del 18 de septiembre, con un concierto mensual hasta Navidad, o el Primer Festival de Piano «Joaquín Achúcarro», que ya dejé reflejo en este blog en su presentación, los próximos días 22, 23 y 24 de septiembre para poner bien alto este primer mes del curso escolar.

Por aquí seguiremos para reflejar toda la música que disfruto.

(1): Este jueves 11 me llegó por correo (cosas de vivir en una aldea) la programación de la OSPA que dejo a continuación:

Achúcarro vuelve a Oviedo

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LA FUNDACIÓN MUNICIPAL DE CULTURA INAUGURARÁ EN SEPTIEMBRE EL I FESTIVAL DE PIANO “JOAQUÍN ACHÚCARRO” CON DOS INTÉRPRETES DE RENOMBRE INTERNACIONAL

Este viernes 1 de agosto me llegaba la siguiente nota de prensa de la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento. de Oviedo, a la que añado enlaces y fotos:

La Fundación Municipal de Cultura (FMC) ovetense pone en marcha una nueva iniciativa ligada a la disciplina pianística que se estrenará en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo el próximo mes de septiembre. La Sala de cámara del Auditorio acogerá los días 22, 23 y 24 a las 19:30 horas el I Festival de Piano “Joaquín Achúcarro”, una nueva cita con la música clásica ligada a la Fundación Southern Methodist University, con sede en Dallas (EE.UU.), que lleva el nombre del prestigioso maestro.Esta primera edición contará con la participación de dos destacados artistas internacionales: Alessio Bax y Lucille Chung, pianistas que forman parte de la Fundación Achúcarro y reconocidos por su brillante trayectoria internacional.

El festival incluirá una clase magistral impartida por Joaquín Achúcarro a estudiantes de música y pianistas en formación, reforzando el carácter pedagógico de esta iniciativa.

La programación abarcará un amplio repertorio que va desde Bach, Schumann, Liszt, Rachmaninoff y Chopin hasta Ligeti, Debussy o Piazzolla, con interpretaciones tanto solistas como a dúo.

“El Maestro Achúcarro es una de la figuras indispensables en la historia del piano, una figura ya legendaria, indisolublemente unida a Oviedo, desde que actuara por primera vez en la Sociedad Filarmónica en 1953”, apunta el presidente de la FMC de Oviedo, David Álvarez, quién quiso agradecer la implicación personal e  inestimable en la organización del Festival, de Dña. Janet Kafka, fundadora, presidenta y alma mater de la Fundación Joaquín Achúcarro, creada para ayudar a los pianistas que acababan sus estudios con Achúcarro en su cátedra de Dallas y empezaban su carrera internacional como intérpretes.

“Este nuevo festival bajo el nombre de Joaquín Achúcarro prestigia y refrenda el compromiso cultural y musical de Oviedo, ahora que estamos en la carrera por ser Capital Europea de la Cultura, siguiendo por la senda de la excelencia, buscando nuevos públicos y generando las condiciones para el encuentro y diálogo entre público e intérpretes”, finaliza el concejal.

Los abonos estarán disponibles desde mañana sábado 2 de agosto hasta el 4 de septiembre en los canales habituales: entradas.oviedo.es y en las taquillas del Teatro Campoamor (recordando que cierra sábados y domingos de este mes de agosto). El abono completo para los tres conciertos tendrá un coste de 36 € (estudiantes: 28,80 €), promoviendo así la fidelización del público y el acceso a experiencias artísticas de primer nivel.

Las entradas sueltas saldrán a la venta el 5 de septiembre con un precio general de 15 €, y un descuento del 20 % para estudiantes (12 €).

El festival cuenta con el apoyo inestimable de la Fundación Joaquín Achúcarro y la colaboración especial de la Fundación Reny-Picot, reafirmando la alianza entre cultura y mecenazgo empresarial.

JOAQUÍN ACHÚCARRO:

«Tengo esa alegría interna, secreta, tan difícil de explicar, que el Primer Festival que lleva mi nombre sea en Oviedo y lo estrenen mis chicos.

Oviedo fue uno de mis primeros contratos profesionales cuando yo era poco más que un guaje. Momentos de la vida que no se olvidan nunca. Fue el Concierto en re menor de Mozart con Ángel (Angelín) Muñiz Toca. Y después, cada vez que venía a Oviedo (y han sido muchas) había una anticipación de días felices. Y lo eran. Y ahora ver que he servido para algo.

La «prole» de Joaquín Achúcarro anda por el mundo llevando nuestro aforismo: Todos tenemos un límite… pero no sabemos cuál es. A trabajar para buscarlo.

Gracias Oviedo. Gracias Asturias (que también es Mi Patria Querida)”.

Personalmente siempre será una alegría enorme escuchar al maestro bilbaíno y socio de honor de la Sociedad Filarmónica de Oviedo, del que siempre guardo los programas de mis dos primeros conciertos donde le disfruté (el que encabeza esta entrada y sobre estas líneas). Después vendrían muchos más y el reconocimiento que la revista Codalario© le rindió en Madrid el 11 de octubre de 2014.

La Vetusta clariniana por La Castalia

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Martes 29 de julio, 20:00 horas. Teatro Filarmónica, «La Castalia en Vetusta: Un paseo lírico a través de «La Regenta» en su 140 aniversario».

Con el ovetense Teatro Filarmónica registrando un lleno digno de destacar, llegaba la I Edición «Ópera-Studio» que organizaba la Asociación «La Castalia» heredera de la que se fundó en el siglo XIX, presidida por Begoña García-Tamargo, con un muy trabajado espectáculo escénico-vocal a cargo de un elenco joven de artistas, muchos ya iniciada su carrera profesional, con la dirección de escena del donostiarra Íñigo Santacana.

Ya dejé reflejada aquí la presentación de este espectáculo que contó con el pianista Juan Carlos Martín junto a las voces femenias de Vilma Ramírez (soprano), Noive Solar (soprano), María Heres (mezzo), más las masculinas de Aitor Garitano (tenor) y Ángel Simón (barítono) junto a Laura Iglesias (actriz). Celebrando los 140 años de la publicación de «La Regenta» de Clarín, esta puesta en escena estuvo centrada en la creación lírico literaria con fragmentos de las óperas y zarzuelas citadas por Leopoldo Alas, con gran relevancia de ambos géneros en muchos capítulos, pero armando una trama de algunas de las obras citadas con su relación directa a la la época donde parecen coincidir con las representaciones donde «La Castalia» del siglo XIX participaría activamente en el Oviedo que Clarín convertiría en Vetusta, y que como indicaba el pasado miércoles Íñigo Santacana, la dramaturgia y la selección de los extractos más representativos de «La Regenta» se ubica en 1890 ensayando aquella decimonónica «La Castalia» los propios personajes clarinianos más una actriz que es la propia Ana Ozores con el conflicto al aparecer en medio e intentar integrarla en el montaje, con un diálogo que sigue poniendo a la sociedad frente a los bulos en nuestros días.

Resultó muy logrado lo meta-teatral con los dos planos que comentaba el pasado miécoles Santacana: el de los personajes reales de la primitiva Sociedad La Castalia (Clementina Bertrand, Lola García, Luisa Bontel, Álvaro Olay, Víctor Sáenz…) ensayando las obras, más el ficticio de Ana Ozores en un juego de los personajes de la novela universal de Clarín con los reales, contando con un atrezzo más que suficiente, un elegante vestuario de época donde no faltaron los peinados de entonces y las joyas, más una luminotecnia austera pero suficiente y realzando la acción sin pausa a cargo de Eduardo Espina.

Era difícil elegir  tantas de las obras citadas en «La Regenta» donde aparecen citas diez óperas y cinco zarzuelas, fiel reflejo no ya de la afición del zamorano hijo adoptivo de Oviedo, sino el conocimiento de la lírica tan bien hilvanada en el propio argumento de la mejor novela de nuestra historia local. Tanto Mª Luz González Peña, siempre colaborando con «La Castalia» desde el archivo de la SGAE, ayudando con los materiales utilizados, como los musicólogos de la Universidad de Oviedo, los doctores Mª Encina Cortizo  y Ramón Sobrino, pareja de indispensables por el conocimiento en la materia y su inestimable apoyo a «La Castalia del siglo XXI». Hilar las doce páginas fue todo un acierto desde la escena de un ensayo que fue toda una función lírica con las cinco voces participantes más la actriz.

 

A continuación dejo reflejados los números seleccionados para el espectáculo, con los cantantes así como sus respectivos personajes, otra difícil elección pero perfectamente acomodada a las partes cantadas que dieron la unidad argumental:

La soprano cubana Vilma Ramírez en los roles de Clementina Bertrand y de Ana Ozores, la también soprano  y. santanderina Noive Solar como Lola García y Petra, la mezzo asturiana María Heres como Luisa Montiel, el tenor donostiarra Aitor Garitano como Álvaro Olay y Álvaro Mesía, más el barítono venezolano Ángel Simón con el triple papel de Víctor Sáenz, Víctor Quintanar y el magistral Fermín de Pas.

Se abría la función casi como un cuadro con el dúo «Tardi si fa… Dammi il tuo viso« del Fausto de Gounod cantado por Vilma Ramírez como Margarita, y Aitor Garitano, buena pareja escénica y vocal, primer guiño a la ópera francesa tan del gusto de Clarín traducida a la lengua de Dante como era la costumbre de aquella Vetusta tan italiana como la actual, aunque siempre abierta a otras «modas».

Segunda cita clariniana en La Sonámbula de Bellini que “canta” Paco Vegallana y sobre las tablas Ángel Simón recreando con potencia y gusto el aria» Vi raviviso», siempre con el piano «orquestal» de Juan Carlos Martín en feliz entendimiento con todas las voces tras días de duro trabajo con ellas.

Y proseguiría la función con El barbero de Sevilla rossiniano donde Aitor Garitano «armado» con un laúd cantaría «Se il mio nome» con un color muy apropiado para su Lindoro bien contestado por una Rosina siempre acertada a cargo de María Heres, a quien Lola (o Petra) le tapa la boca antes de finalizar para así enlazar con el siguiente número, enlazado con los diálogos y cambios de posición en el escenario donde todas las voces están presentes.

Muy interesante poder escuchar el cómico terceto «Cuidado no os haga daño» de la zarzuela de Gaztambide Los magyares, ya en el repertorio de aquella Castalia del XIX, esta vez más actual que nunca con Simón, Solar y Garitano verdaderamente simpáticos, dominio escénico en una partitura recuperada para esta Vetusta de nuestro tiempo que sigue teniendo «sus esforzados cantantes» además de excelentes actores.

En Oviedo no puede faltar Verdi y tampoco en «La Regenta», para disfrutar de la joven pero veterana María Heres, dominadora de principio a fin con el aria «Re dell’abisso, affrettati!» (Un ballo in maschera) impactante vocal y escénicamente, ya en plenitud vocal a quien he visto crecer.

Y volvería la zarzuela con dos páginas muy distintas por desigual fama, aunque Clarín y «La Castalia» han recuperado: la poquísima escuchada Beltrán y la Pompadour (de José Casares en arreglo de Teo Montero del Rey) con el dúo Solar-Garitano «Hacéis bien; yo, la Marquesa», más esa joya que es El Juramento de Gaztambide con el dúo «Es el desdén acero de doble filo» interpretado por Ramírez y Simón. Bien ubicados y seleccionados ambos dúos y la combinación de voces distintas por color y tesitura, muy ensayadas y trabajadas con los finales conjuntados y el piano impecable de Juan Carlos Martín.

Y si las dos voces masculinas mostraron sus cualidades en sus anteriores dúos, en solitario nos dejarían dos arias que, como en las zarzuelas elegidas, también han gozado de distinta fama aunque Clarín las conocía en sus escapadas a la capital de España: Poliuto (Donizetti) con un entregado Ángel Simón «Decio, signor del mondo» más el «Spirto gentil» de La Favorita (Donizetti) donde Aitor Garitano cantó con gusto esta página referente de todo tenor que sólo el tiempo logra madurar hasta hacerla propia.

Los enlaces de las obras seleccionadas fueron haciéndose con unos diálogos muy estudiados e hilvanados para comprobar que la técnica vocal es igual de necesaria cuando se habla, así como lo que supone memorizar y hacer creíbles unos textos que además jugaban con los personajes de Clarín, incorporándose la actriz Laura Iglesias que curiosamente se la escuchó menos que a los cantantes.

Había que volver a Verdi para ir acabando el espectáculo pero no podía faltar Meyerbeer y algún fragmento de Los Hugonotes por ser la ópera que inauguraría en. 1892 el Teatro Campoamor, al que además sería el propio Clarín quien propondría el nombre, y para este espectáculo elegirían el dúo «O ciel, dove vai tu?… Lasciami partir» a cargo de Vilma Rodríguez y Aitor Garitano como al principio de la función en este segundo guiño a la ópera francesa cantada en italiano, pareja convincente en lo vocal y en la escena, bien elegidos para estos dúos.

El final verdiano estaba acorde con los gustos de Leopoldo Alas. Si Víctor  Quintanar recordaba a un tenor de Valladolid comparándolo con Gayarre, también cita el famoso cuarteto «Bella figlia dell’amore» de Rigoletto, donde comprobar la unión de colores y volúmenes de los cuatro elegidos: María Heres potente y musical como nadie, Noive Solar de agudos claros, Aitor Garitano más esforzado, y Ángel Simón cómodo por tesitura, con una dramaturgia que desembocaría en La Traviata como la referencia al «amor de padre», la orquesta plena al piano, y la conocidísima, además de actual en estos días, aria final «Prendi, quest’è l’immagine» a cargo de una convincente Vilma Ramírez con muerte en escena y fundido en negro.

Un aplauso para todo el enorme equipo que trajo a nuestro siglo La Castalia, la música que Clarín cita en «La Regenta» con más ópera que zarzuela (entonces «asociada al ridículo o la ruina moral»), pero recuperándola gracias a unos musicólogos formados en la excelencia que siguen sacando de los cajones tanta música olvidada, y el trabajo previo de todos ellos, sumando los diez días en conjunto para poner en pie este espectáculo donde el público disfrutó de la calidad con pocos medios pero muy bien utilizados (otro logro), y la entrega unida a la pasión por la lírica que tantos compartimos en la Vetusta de nuestros días.

#LaRegenta140

Consagración joven

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Sábado 26 de julio, 20:00 horas. Teatro de la Laboral, Gijón: Joven Orquesta Nacional de España (JONDE), Francisco Fullana (violín), Nuno Coelho (director). Obras de Fabià Santcovsky, Isaac Abéniz – Francisco Guerrero e Igor Stravinsky. Entrada: 6 €.

Cada vez que acudo a un concierto sinfónico con orquestas jóvenes mantengo la esperanza de creer en parte de una generación con poca visibilidad que se sacrifica para dedicar su vida al siempre difícil mundo musical donde poder ganarse la vida, esperando mantener vivo este capital humano para que no tenga que emigrar y demostrando cómo los avances logrados durante tres generaciones nuestro país ha pasado de importar músicos a exportarlos por medio mundo, y conozco muchos.

La JONDE (Joven Orquesta Nacional de España) es como la selección nacional juvenil de los mejores músicos españoles que ya «juegan ligas europeas» en distintas capitales, y celebraba su segundo encuentro del presente año en el Teatro de La Laboral de Gijón preparando una mini-gira que arrancaba este sábado en la capital de la Costa Verde para proseguir en el Palau de la Música Catalana en el Festiva Grec de Barcelona este lunes 28, para volar hasta Alemania, primero a Wiesbaden (viernes 1) en el Kurhaus Wiesbaden dentro del Rheingau Musik Festival, y después en el  Konzerthaus de Berlín (el domingo 3) en el Young Euro Classic Festival.

Muchos días de trabajo previo con una selección de profesores especialistas en cada instrumento llegados de las mejores orquestas europeas, ensayando por parciales y secciones, más un equipo docente formado por unos profesionales que funcionan cual claustro musical, con los primeros «tutti» dirigidos por Miguel Sepúlveda (director asistente de la JONDE) y en los conciertos con el maestro portugués Nuno Coelho (Oporto, 1989), titular de nuestra OSPA, más el violinista mallorquín Francisco Fullana, al que se sumará para Wiesbaden Thibaut Garcia a la guitarra, sin olvidarme, dentro de estos invitados, al compositor catalán Fabià Santcovsky Reschini (Barcelona, 1989), XLI Premio Reina Sofía de Composición Música 2023 (quien comentaba esta semana en el Instagram© de la JONDE: “Es un gran regalo trabajar con estos músicos porque tienen lo mejor de todos los mundos, por un lado lo mejor de una orquesta joven con esta energía y lo mejor de una orquesta profesional”) de quien interpretan su concierto para violín solo y gran orquesta Concierto de los Elementos I&II, pues como toda orquesta profesional, estos jóvenes deben preparar obras de su tiempo sin olvidarse del llamado repertorio sinfónico, que tampoco puede faltar en los programas. El violín solista citaba del compositor catalán en la misma red social:  “Da gusto trabajar con Fabià con esa energía, esa creatividad y ese propio lenguaje que crea con esta obra”.

En Gijón la JONDE mostró una calidad suprema en un repertorio exigente, difícil, plenamente entregados, viéndoles disfrutar, además de seguir formándose, con un Coelho cuyas virtudes ya conocemos y que volvió a demostrar al frente de unos músicos excelentes en todas y cada una de las familias y secciones. De ellos también comentaba en Instagram© el director invitado de este segundo encuentro: “Siempre es una experiencia muy bonita estar con la JONDE. Los músicos tocan todo, tienen muchísimas ganas de mejorar, de tocar en conjunto, de trabajar cada detalle, y la verdad es que se les puede pedir todo y lo hacen siempre con una sonrisa”.

Del compositor Santcovsky, formado en Alemania y con un gran catálogo de obras, se ha escrito que «su música es fruto de un imaginario en el que se invoca la representación de ciertos arquetipos de la idea de naturaleza como forma de plantear un lenguaje constituido en el límite entre lo humano y lo natural. Como contraste a esta línea de trabajo, en sus óperas ha desarrollado un lenguaje acompañado de medios electrónicos y planteamientos temáticos inspirados en la ciencia ficción y en la especulación sobre el futuro de la tecnología como motor de cambio de la condición, la forma y la cultura del ser humano». Su Concierto de los elementos I&II para violín y orquesta consta de dos partes: La última representación del mirlo y Resonancia sin nombre. En palabras del propio autor “Este concierto es un conjunto de elementos que propongo entenderlos como fenómenos de un mundo que no sólo se compone de objetos, sino que se manifiesta a través de ellos”, donde cada instrumento es utilizado cual «objeto sonoro». Su estrenó corrió a cargo de la Orquesta de RTVE con su titular Christoph König y el ilerdense Joan Espina de solista el pasado 11 de octubre, y la JONDE lo ha incorporado para esta gira de verano.

La música del compositor catalán es un verdadero cambio que musicalmente bebe del atonalismo para trabajar con texturas, timbres casi ornitológicos (el mirlo que se hace violín y vuelve al pájaro en un perpetuum mobile del arco sobre las cuerdas) en un delicado trabajo tanto del violín solista como de toda la orquesta, transitando en la búsqueda de sonoridades distintas en cada instrumento cual objeto sonoro. Santcovsky tras ganar el premio pedía para su música, y en general para la de nuestro tiempo, en una entrevista para el periódico La Vanguardia «generosidad para recibir su discurso” y proseguía: “Cualquier música que no se ha oído antes va a ser rechazada por el público”, definiendo su estilo como similar a la corriente pictórica del informalismo de mediados de siglo XX, que se desarrolla sobre todo en Italia, y tiene en España a Tàpies como su principal representante». Tras su interpretación puedo afirmar que tanto orquesta como solista y director fueron generosos, entregados, disciplinados, ilusionados y muy aplaudidos junto al compositor, que subió a saludar y felicitar a todos al finalizar, pues esta obra es de nuestro tiempo, y tanto músicos como melómanos debemos consumir lo actual, educarnos en estos lenguajes que beben del pasado pero aportan nuevas sensaciones. Me gustó la comparación con Tàpies y personalmente, tras escuchar las siguientes obras, pensé en Las Meninas de Picasso como reutilización o inspiración en «los clásicos» para poder alcanzar una nueva visión desde lo conocido, o si se quiere, cocinar con los mismos ingredientes combinados desde las técnicas actuales, pues de los pucheros tradicionales hemos pasado a los laboratorios gastronómicos.

Fullana ya en solitario nos regalaría una interpretación «sui generis» del arreglo de Ruggiero Ricci para violín de los conocidos Recuerdos de la Alhambra (Tárrega) antes de seguir con el gerundense Isaac Albéniz (1860-1909) y tres números de su Suite Iberia compuestos entre 1905 y 1909: Málaga, El Corpus Christi en Sevilla y El Albaicín en las orquestaciones de Francisco Guerrero Marín (Linares, 1951 – Madrid, 1997), un jienense de la que se ha llamado «Escuela granadina» (alumno de Juan-Alfonso García) emigrado a Alemania que entroncaba muy bien con el precedente del catalán (“Tienes que vaciar el ruido mental de tu propio discurso interno para poder dar albergue a la propuesta de otra persona”), uno de los primeros en partir de la receta tradicional del piano para volver a cocinarla con una riquísima orquestación, como otros ya han hecho con esa «biblia pianística» del compositor de Campodrón, eligiendo los números que les inspirarían en la búsqueda de sonoridades. Desde Fernández Arbós y Frühbeck de Burgos pasando por David del Puerto, Mauricio Sotelo o José Luis Turina, solo por citar algunos de quienes buscaron en esta Iberia, la cocina orquestal de Paco Guerrero es de un respeto al original pianístico para engrandecerlo con un trato delicado de la tímbrica, una rítmica bien marcada utilizando nuestras panderetas y castañuelas, con unas dinámicas extremas que en la orquesta resultan verdaderamente ricas, cierto gusto francés (en la memoria siguen Ravel o Debussy pero también el Falla parisino), todo con una opulencia tal vez excesiva pero ideal para poner a prueba a una JONDE donde Coelho volvió a marcar al detalle los motivos, las contestaciones, las combinaciones con un balance muy trabajado de intensidades y planos. Si la cuerda asombró en el concierto del catalán, en este Albéniz de Guerrero brilló con una calidad impecable en todo con arpas, la madera no se quedó atrás, los metales, especialmente las trompas, siempre presentes y afinadas pero contenidas, completando la plantilla una percusión (con celesta) dando las pinceladas que Guerrero remarca al piano de Albéniz en una ruta andaluza que hizo el trayecto de Málaga a Sevilla con final en Granada.

Tras el descanso para reubicar plantilla en el escenario, cambiar la concertino de la primera parte por otro en la segunda (los nombres no estaban especificados en el programa de mano), la gran obra que toda orquesta necesita para comprobar su estado de madurez es La consagración de la primavera (1910-1913) de Igor Stravinski (1882-1971). Inmenso sinfonismo e instrumentación más allá de la visión «danzable» del ruso, con las dos partes donde disfrutar con una JONDE magistralmente llevada por Nuno Coelho atento a cada detalle, cada entrada, cada matiz… Desde el jugoso fagot inicial de la Introducción de la «Adoración de la tierra» cada intervención de los primeros atriles era una pugna por la mayor musicalidad, el empaste de cada sección impecable, las amplísimas dinámicas asombrosas y la entrega total. Las dos grandes danzas (de la tierra en la primera parte y la sagrada de la segunda) solo serían los broches desde la Adoración a El sacrificio de una interpretación madura, rica, limpia y clara, arrebatadoramente rítmica e íntimamente entendida. Recordando otras versiones de afamadas orquestas internacionales, esta sabatina en Gijón será un modelo a seguir que estoy seguro aplaudirán en su gira, que vuelve a poner a España en el sitio de la calidad musical que tiene nada menos que en el epicentro sinfónico alemán.

Y música de España para una «tercera parte» de propinas que con estos intérpretes fueron verdaderos regalos para todos los presentes por el ímpetu, musicalidad, entrega y sorprendente calidad. Comenzaron con el conocido intermedio de La Boda de Luis Alonso (G. Giménez) plena, matizada, con el director portuense jugando con el «tempo», una admirable percusión por compenetración y riqueza interpretativa de tres castañuelas a dos manos alternando con panderetas, unos metales broncíneos, las maderas líricas y la cuerda nuevamente asombrosa.

A este final de fiesta se sumaría de nuevo el Guarnieri «Mary Portman» (1735) de Francisco Fullana para interpretar al mejor y mayor virtuoso navarro Pablo Sarasate (1844-1908), sus Aires gitanos en otra demostración de buen hacer musical por parte de todos, con Nuno Coelho excelente concertador de una JONDE maravillosa en conjunto y el violín zíngaro siempre presente, donde la técnica siempre estuvo al servicio de una música atemporal.

Ya con la alegría del buen trabajo hecho, Coelho se limitó a dar la entrada al «himno no oficial» de la JONDE que es Amparito Roca (Jaume Texidor) para un arreglo de orquestación prodigiosa donde jalear al flautín, trompeta y demás solistas que pusieron en pie tanto a los músicos felices tras el éxito de esta apertura de gira, como al público plenamente entregado y agradecido por esta carga de emoción y adrenalina de una generación JASP (acrónimo de «Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados») que ya es un eslogan para no olvidar.

La Castalia de nuestro tiempo

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Miércoles 23 de julio, 20:00 horas. Club La Nueva España: Conferencia-presentación «La Regenta y el Teatro Lírico». En torno al espectáculo «La Castalia en Vetusta».

Como aperitivo a la I Edición Ópera-Studio que se celebrará el próximo martes 29 de julio a las 20 horas en el Teatro Filarmónica, con entrada libre hasta completar aforo, esta tarde teníamos la presentación y posterior conferencia sobre el espectáculo que organiza la Asociación «La Castalia» heredera de la que se fundó en el siglo XIX, presidida por Begoña García-Tamargo, quien haría de presentadora, el director de escena Íñigo Santacana más la doctora Ana Cristina Tolívar, bisnieta de Clarín y toda una autoridad en Leopoldo Alas, que nos expondría la relación de su bisabuelo con la lírica en Oviedo reflejada en su obra maestra «La Regenta» que ahora cumple 140 años de su publicación.

La profesora y directora artística García-Tamargo comenzaría adelantándonos esta nueva apuesta de «La Castalia», por vez primera en el formato de «Ópera-Studio» centrada en la creación lírico literaria con fragmentos de las óperas y zarzuelas citadas por Clarín, con gran relevancia de ambos géneros en muchos capítulos. No faltaron los agradecimientos a todas las instituciones que colaboran, Ayuntamiento de Oviedo desde distintas concejalías, al diario La Nueva España, al Centro RETO por participar de manera altruista en toda la escenografía, a los artistas participantes (dejo al final copia con sus nombres), a Mª Luz González Peña, siempre colaborando con «La Castalia» desde el archivo de la SGAE por su ayuda con los materiales utilizados, y a los musicólogos de la Universidad de Oviedo los doctores Mª Encina Cortizo  y Ramón Sobrino, pareja de indispensables por el conocimiento en la materia y su inestimable apoyo a «La Castalia del siglo XXI».

A continuación realizaría la presentación de los dos conferenciantes y sus currículum, tanto el de la doctora Ana Cristina Tolívar Alas como del director de escena donostiarra Íñigo Santacana.

Sería Ana Cristina quien profundizaría en su conferencia sobre La Regenta y el teatro lírico. Comenzaría el 19 de abril de 1868 citando cómo Clarín escribe en el periódico sobre música tras escuchar una Norma en el ovetense Teatro de El Fontán (hoy Biblioteca de Asturias), su paso por Madrid y los sucesivos viajes entre Oviedo y la capital de España. Anécdotas como la carta que en 1868 escribe a Bretón y su proyecto de una ópera española que Don Leopoldo no veía claro, especialmente por la politización a la que podría verse abocada. No faltarán sus críticas varias de las representaciones a las que acudirá desde niño y su admiración por Wagner, pues la música siempre tiene protagonismo en su obra, con preferencias por los compositores germanos y un buen conocedor de Eduard Hanslick.

De su bisabuelo recordará la amistad con el músico Anselmo González del Valle, quien probablemente le iniciaría en la música, aunque sería Víctor Sáenz, fundador de «La Castalia» y una familia muy musical, sobre todo su aventajada alumna, y que sería mujer de Clarín, Onofre García-Argüelles, a quien el escritor solía rogarle con frecuencia que cantase una romanza que al mismo tiempo interpretaba al piano. Para los curiosos y estudiosos, la profesora Tolívar Alas tiene en el nº 23 de Los Cuadernos del Norte (1984) un excelente trabajo titulado «La música en «La Regenta»» así como el titulado «Clarín y el teatro lírico» que se puede consultar en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Ya centrándose en las referencias musicales de «La Regenta» la filóloga nos hablaría de un Paseo por una sinfonía llamada Vetusta con citas varias a obras de otros compositores como Martínez Burgos, la ópera de Marisa Manchado y Amelia Valcárcel, o directamente las que cita el propio Clarín, caso del Stabat Mater de Rossini, que le sirve para criticar la teatralización de las obras religiosas y cuya música va a producir en Ana Ozores la decisión de desfilar como penitente el día de Viernes Santo (citando fragmentos de los capítulos XXV y XXVI).

De las obras citadas por Leopoldo Alas y su relación con la época parecen coincidir con representaciones donde La Castalia participaría activamente en el Oviedo que Clarín convertiría en Vetusta. Primero las dos óperas, Norma y La Favorita con sus famosas arias («Casta diva» y «Spirto gentil»), paralelismo de castidad y carnalidad con citas varias en «La Regenta» y sus personajes. De La favorita  cita al tenor ovetense Lorenzo Abruñedo con Víctor Sáenz al piano, pero también El barbero de Sevilla y el paralelismo entre Rosina y Ana Ozores que cita Fermín de Pas por despertarse con unos gritos, así como Víctor Quintanar y su obsesión por la ópera identificándose con Don Bártolo.

Interesante la citas clarinianas de La Favorita y La Sonámbula que “canta” Paco Vegallana, la ópera francesa con el Fausto de Gounod, y hasta La dama de las camelias en que se inspira Verdi para La Traviata con una gaita «tocando» el famoso brindis. De su amor por Donizetti tampoco falta el aria «Decio, signor del mondo» de Poliuto, y hasta Meyerbeer con Los Hugonotes (ópera que inaugurará el Teatro Campoamor al que Clarín propone el nombre). Víctor  Quintanar recuerda en la novela a un tenor de Valladolid comparándolo con Gayarre o la cita al famoso cuarteto de Rigoletto y «La donna è mobile» que aparece también. Hay una cita de 1883 a la compañía madrileña “Los bufos” que estuvieron en Oviedo y más citas de La Traviata como la referencia al «amor de padre». Los títulos y textos se cantan en italiano como era costumbre de la época de Clarín.

Y si la ópera aparece con frecuencia, también la zarzuela: Marina y El dominó azul (Arrieta), El relámpago (Barbieri) o Los magyares (Gaztambide), todas en el repertorio de aquella Castalia decimonónica «con sus esforzados cantantes», así como dos páginas que merecen destacarse por haber caído en el olvido: La isla de San Balandrán (Oudrid) y Beltrán y la Pompadour (José Casares). De todas formas en «La Regenta» aparece más ópera que zarzuela, entonces «asociada al ridículo o la ruina moral». Finalizaría la doctora Tolívar Alas dando las gracias a los musicólogos que colaboraron en la documentación aunque imposible escucharlas todas en el espectáculo pero siendo una selección ajustada.

Finalmente Íñigo Santacana nos hablaría de la sinopsis, la dramaturgia y la selección de los extractos más representativos de «La Regenta» donde la zarzuela también aparece con muchos títulos no representados, y contar con la experta Ana Cristina Tolívar resultó fundamental en el montaje. El espectáculo está ubicado en 1890 ensayando en La Castalia los temas de «La Regenta» con una actriz que es la propia Ana Ozores (sin citarla), con el el conflicto al aparecer en medio e intentar integrarla en el montaje. Lo meta-teatral logra dar dos planos: los personajes reales de la primitiva Sociedad La Castalia (Clementina Bertrand, Lola García, Luisa Bontel, Álvaro Olay, Víctor Sáenz) ensayando las obras, más el ficticio de Ana Ozores en un juego de los personajes de la novela universal de Clarín y los reales. Hay otro nivel con el  dúo de Fausto (Gounod) y Margarita ligados a la novela y sus propios personajes. El trabajo ha supuesto todo un reto vocal e interpretativo pues no salen nunca de escena y deben saber cuándo pasar de un plano a otro. Al final en el coloquio le preguntarían por las luces, que estarán a cargo de Eduardo Espina (del Centro Niemeyer de Avilés), tan importantes en toda producción y en este caso «muy poéticas».

Begoña García-Tamargo remarcaría que esta producción es especial entre otras cosas por darse y vivirse en Oviedo, convencida que pasará a la historia, con un duro trabajo de ocho horas diarias y todas las dificultades técnicas, destacando el enorme esfuerzo del pianista Juan Carlos Martín con todas las voces, muchas ya conocidas de anteriores cursos y algunas haciendo ya carrera profesional, a saber: Vilma Ramírez (soprano), Noive Solar (soprano), María Heres (mezzo), Aitor Garitano (tenor), Ángel Simón (barítono) y Laura Iglesias (actriz).

Las puertas del Teatro Filarmónica se abrirán el próximo martes 29 de julio a las 19;30 horas y pide no asustarse por la larga cola habitual, pues el aforo de 700 butacas es suficiente para poder disfrutarlo todos quienes acudan al mismo.

Finalmente remarcará que el vestuario y los muebles de la época darán mayor credibilidad a un espectáculo que mantiene el mismo espíritu de La Castalia del XIX en el XXI. Avanza igualmente que el 25 de octubre habrá otro espectáculo (ópera de cámara con ballet, coro, cuarteto de cuerda…) que se presentará en su momento, y a propósito del citado Stabat Mater de Rossini recuerda que será la inauguración de la próxima temporada de los Conciertos del Auditorio que recomienda a todo el público que llenó el Club LNE.

#LaRegenta140

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