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Vivencias en el 74º Festival de Granada

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A lo largo de un mes y desde este blog he ido subiendo mis críticas y reseñas del 74º Festival de Granada, que paso a resumir en esta entrada, los conciertos que tuve que seleccionar ante la oferta inmensa, este año también asistiendo a la Danza -otra de las señas de identidad del Festival- en el Generalife y parte del FEX,

sumando alguna noche flamenca, que podéis ver y leer en las distintas entradas a ellas dedicadas, sin poder constatar en primera persona los Cursos Manuel de Falla, la versión pedagógica del Festival.

Muchas experiencias únicas e inolvidables en este 2025, tercer año al completo desde mi jubilación domo docente, y donde el sábado 21 de junio a la noche, con prórroga y mucha emoción, viví desde mi teléfono el ansiado ascenso a Primera del Mi Oviedín del alma tras 24 años de espera, recordando a mi padre que no pudo revivir este regreso, con la foto que me sacó Teresa Montellano, otra de las profesionales de la fotografía en Granada.

Mi eterna gratitud a todo el EQUIPO del Festival desde su director Paolo Pinamonti en su primera edición, pasando por la Jefa de Prensa Teresa del Río, la encantadora María José Serrano en el Patrocinio y Relaciones Externas, la insustituible Nina von Krogh en la Coordinación Artística y la mio neña Lorena Jiménez con sus «Encuentros» y «Off Stage» en las Redes Sociales para el festival, por citar sólo a mis «habituales», este año con Carlos y Alba como becarios.

También mis gracias eternas al fotógrafo, y ya amigo, Fermín Rodríguez, cuyas imágenes oficiales nunca pueden faltar en todas las entradas de mi blog, RRSS y noticias… por supuesto al amplísimo y numeroso personal (azafatas, técnicos más el «ejército de voluntarios y voluntarias») con quienes este festival funciona como un perfecto engranaje muy entrenado tras tantos años de trabajo, no siempre visible y que merecen todo mi reconocimiento vivido en primera persona.

Proseguir los agradecimiento al equipo humano de Radio Clásica con mis queridos Jesús Trujillo y Elena Horta, siempre un placer las tertulias y paseos tras los conciertos, sin olvidarme del «imprescindible» Arturo Reverter con quien compartir tanto, no solo recuerdos comunes sino toda su sabiduría de gallego en la capital madrileña.

Al personal del ambigú que el Grupo Abades montaba (y desmontaba) en el Palacio de Carlos V y en el Generalife, ya conocidos de estos tres años y que me tenían siempre fresquita «una verde» antes y después de cada concierto, siendo cada noche los que casi cerrábamos y recogíamos.

Imposible relacionar el encuentro con amistades de anteriores ediciones, granadinos ilustres, melómanos llegados de toda la geografía española y críticos de distintos medios: al «maestro» Rafael Ortega Basagoiti, con quien compartir toda su sabiduría, Pablo L. Rodríguez, José Manuel RuizJosé Antonio Lacárcel, José Antonio CantónJusto Romero, Alejandro Fernández «mi boquerón» junto a Paco Naranjo, por citar solo a unos pocos sin dejarme a Mercedes García Molina, profesora de música que espero tenga un buen destino el próximo curso, gran crítica y orgullosa madre además de cantante a quien disfruté desde mi butaca en palacio.

Reencuentros con Mercedes Pérez Villena o Paloma Viana (con mi querido paisano Nacho de Paz) a los que sumar «nuevos fichajes» como al inclasificable profesor Luigi (de madre ovetense) o ponerle cara al director artístico de la Sociedad Filarmónica de Burgos, José Miguel González.

Especial ilusión la visita de mi amigo el abogado mexicano Mario Herrera que me acompañó el día de mi santo en el concierto matinal, café en mano, haciendo un paréntesis en su largo periplo profesional por España, y al que volveré a ver, si nada lo impide, en Oviedo a finales de septiembre.

Siempre una mención especial al Colegio Mayor Santa Cruz La Real, mi segunda casa en otro mes granadino donde me trataron con la cercanía y cariño del «colegial repetidor» y todas las atenciones inmerecidas para este melómano noctámbulo (no solo por los horarios de los conciertos).

Gracias a Laura y Perico durante la semana, junto a Óscar y Natalia por «dar de comer al hambriento», a mis «guardianes» Paqui, David, Samuel y Manolo (by night), junto a todo el personal de limpieza, con el resto de trabajadores de un alojamiento increíble donde conviven los Padres Dominicos (Don Antonio Larios a la cabeza) y muchos grupos de estudiantes.

Cada día y cada noche hay que descubrir Granada, embrujo y magia, tapas con cerveza de la tierra (también malagueña), el Pub irlandés (Hannigan & Sons) con una Doble IPA de Almuñecar, que repetiría más de una noche con un camarero que conocía las Danzas húngaras de Brahms (!),

y entre mis habituales paradas por el Realejo citar el Rosario Varela (con las tapas más originales de Granada), las plazas de Santo Domingo (en La esquina de Juande) o de Carlos Cano (siempre sonando en mi cabeza) en Disloque

Volver a visitar mi oficina de «La Auténtica Carmela» en la calle Colcha, viendo la espalda de la estatua dedicada a Yehuda Ibn Tibon para seguir disfrutando de su carta, amabilidad y profesionalidad de todo el personal, agradeciendo un trato de «vecino»,

y el apoyo al Real Oviedo cada vez que vestía gorra o camisetas, extensible a tanta gente con la que me cruzaba por la capital nazarí, alegrándose de la vuelta a la máxima categoría del fútbol nacional.

No quiero dejarme otra parada «obligada» en la Plaza de la Trinidad a comer un salmorejo exquisito tras los conciertos matutinos en San Jerónimo, y donde compartí sobremesas con alemanes, sirios, ingleses y suecos (Granada siempre es internacional).

En otra entrada colocaré un resumen con los enlaces (links) a todas las reseñas de mis 33 conciertos en 8 espacios y  25 días… tengo que dejar algo más estrictamente musical aunque sin nada de lo anterior no hubiera sido lo mismo.

En casa iré retomando la normalidad y los horarios con todas las novedades que no faltarán desde este blog.

Brahms y cierra, Granada

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74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (días 24 b y 25b). Conciertos sinfónicos.

Ya de lunes tras un fin de semana cerrando la septuagésimo cuarta edición de «mi» festival granadino, reposando tantas emociones a lo largo de 25 días  y 33 conciertos (más los del FEX), con despedidas a tanta gente querida en mis tres años consecutivos, agradecimientos a todo el personal de la organización, porteros, azafatas, los nunca valorados y tan necesarios voluntarios, los técnicos que al apagar las luces aún les queda mucho trabajo antes de acostarse, a mi amigo el fotógrafo oficial ©Fermín Rodríguez cuyas fotos casi me hablaban para el sonido que se quedaba en mi recuerdo. Y por supuesto a todos mis camareros de los ambigú montados por Abades que siempre me tenían La verde bien fresquita para hidratarse antes y después de los conciertos.

Por todo ello he dejado para el final el comentario de los dos conciertos dedicados a Brahms con una floja Orquesta Sinfónica SWR Stuttgart, el magnífico pianista francés Alexandre Kantorow (Clermont-Ferrand, 1997) en el piano, más el director granadino Pablo Heras-Casado que volvía a su casa tras la cancelación del inicialmente previsto Orozco-Estrada que se nos comunicó el día de San Fermín.

El sábado 12 de julio llegaban «los número 1» de Johannes Brahms, la primera parte con su Concierto para piano y orquesta nº 1 en re menor, op. 15 y la Sinfonía nº 1 en do menor, op. 68. Alexandre Kantorow volvía al festival con este profundo concierto donde el piano Steinway© estaba claramente desafinado en el registro central (sin oido absoluto creo eran el re y el si bemol) pero que el intérprete francés nos hizo «olvidar» ante un sonido cristalino, una digitación asombrosa, un pedal siempre en su sitio y una increíble gama de matices, desde los delicados pianissimi, que la orquesta alemana también tuvo, hasta los ff en clara pugna sinfónica, cadencias para degustar, diálogos unas veces e imbricación sinfónica por otras, bien concertado por el director granadino aunque no siempre ajustados unos músicos que no se les notó entregados, con un «sonido borroso» como expresión de lo vivido, sobre todo en el Adagio central donde el necesario entendimiento de los músicos estuvo en lo más alto de la noche.

Kantorow nos regalaría de propina el maravilloso Liszt-Wagner del Liebestod que cierra Tristán, la muerte e Isolda que sonó profunda, doliente, el descanso del guerrero tras el uno de Brahms para corroborar el excelente momento del pianista cuyo padre (Jean-Jacques Kantorow) fue titular la OCG entre 2004 y 2008.

De La Primera brahmsiana un inicio que prometía, con unos matices muy cuidados y marcados por un Heras-Casado (Granada, 1977) de estilo directorial que personalmente no me gusta, y que supongo faltaría más tiempo para encajar tanto como hay que sacar a la luz de esta sinfonía, donde los «crescendo» también resultaban acelerando (un mal endémico en el mundo de la música). El juego de tempi no funcionó precisamente al no haber buen encaje entre las secciones, las maderas intentaron «huir de la quema» que los metales empezaron, los timbales nunca mandaron y a la cuerda le faltó homogeneidad tímbrica así como una mayor musicalidad y entrega, o como diría mi querido Don Arturo, «sustancia».

De regalo nada mejor que seguir con Brahms y su conocida Danza húngara nº 1 en sol menor, agradecida pero «leída» y sin músculo con una sosa agógica para la grandiosidad de esta primera danza húngara.

La clausura sería ayer domingo 13 de julio mismo sitio, misma hora y mismos intérpretes, con «los número dos» de Brahms. El Concierto para piano y orquesta nº 2 en si bemol mayor, op. 83 es luz frente a la sombra y ya con el Steinway© bien ajustado, el pianista francés volvería a ser el verdadero protagonista, mejor concertado con la orquesta alemana y un Heras-Casado siempre atento a los balances con desigual respuesta a sus indicaciones, donde el índice de la mano izquierda pasaba de batuta a inquisidor.

Kantorow como en la noche sabatina nos regalaría otra perla, esta vez prosiguiendo con Brahms y su Intermezzo opus 117 nº 1, poder «apagar las luces» del segundo cual terapia relajante tras la tensión acumulada. Larga vida para este Alexandre Kantorow que sigue creciendo y aportando aire fresco a un repertorio bien elegido.


Y la segunda parte con la segunda, la Sinfonía nº 2 en re mayor, op. 73 donde la orquesta alemana se mostró algo más compacta pero con las carencias ya apuntadas. Los chelos fueron quienes lograron la sustancia y empaque así como un buen oboe, pero faltando limpieza en los pasajes, fraseos más marcados y la riqueza expresiva que Heras-Casado intentó sin mucho éxito de una orquesta «de provincia» y edad media alta, con todo el respeto para estos profesionales que ayudan a mantener vivo este legado musical.

Si el sábado el regalo fue la primer danza húngara, el telón caería con la popular y cinematográfica Danza nº 5, recuerdo para la genial escena en la barbería de El gran dictador,  el Chaplin presente este año, más leída que sentida, sin remarcar los silencios ni amarrar un ausente rubato.

Ya en Siana haré un resumen con mis valoraciones globales que he reflejado cada día desde este blog, y gracias para quienes me siguen leyendo fielmente, también para los llegados a este «retiro musical» del jubilado al que en Granada conocen como Pablo «El asturiano».

PROGRAMAS:

Nadine Valéry la Traviata de Granada

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74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (día 23). Ópera.

Viernes 11 de julio, 22:00 horas. Palacio de Carlos V: Verdi: La traviata. Ópera en tres actos, versión concierto. Fotos propias y ©Fermín Rodríguez.

Hace ahora dos años que disfrutábamos en Granada del Turandot llegado del Teatro Real en versión concierto, y esta vigésimo tercera noche de mi festival nos traían La traviata, sin la escena de Willy Decker, pero ideal para quienes no gusten de nuevas producciones, pese a que la madrileña estrenada en Salzburgo es ya un «clásico» tras dos décadas (guardando el DVD como oro en paño junto a otras versiones igualmente referentes), manteniendo el festival nazarí la apuesta por seguir ofreciendo ópera a tantos aficionados que llegan de todas partes para escuchar a un elenco de voces internacionales en este entorno único.

La expectación previa era grande ante esta ópera que aterrizaba desde el Real madrileño con un elenco de altura, donde Nadine Sierra protagonizaba una entrevista a toda página en el diario granadino Ideal:

Ya la propia web nos anunciaba este título verdiano que muchos conocemos casi como si lo hubiésemos cantado a lo largo de nuestra vida:

La ópera de las óperas
Después del exitoso Turandot de 2023, vuelven los conjuntos del Teatro Real al Palacio de Carlos V, esta vez con la que puede ser considerada la ópera más famosa y popular de todos los tiempos. Inspirada en La dama de las camelias de Dumas hijo, Verdi se acercó en La traviata a conflictos de su época para abordar temas como el amor, el sacrificio y la hipocresía social con una fuerza por completo inédita en su tiempo. Dos de los grandes cantantes de las escenas líricas internacionales de nuestros días, la soprano estadounidense Nadine Sierra y el tenor donostiarra Xabier Anduaga pondrán sus voces al servicio de los principales protagonistas. La batuta estará en las manos del húngaro Henrik Nánási, reconocido especialista que frecuenta los grandes templos líricos centroeuropeos, de Viena a Múnich.

Nadine Sierra fue la figura de la noche, la mejor Violetta Valéry del momento, de belleza absoluta con una interpretación llena de personalidad, expresividad, encanto, mandando en los tempi de  un excelente concertador como el húngaro Henrik Nánási al que se le notó el trabajo previo y las funciones que lleva en Madrid, encajando todo al detalle con una Orquesta y Coro Titulares del Teatro Real impecables. Desde la primera aparición en escena la soprano marcó un personaje que lo siente, manejando el escenario de izquierda a derecha con una voz prodigiosa que además de fiato único, crescendi, pianissimi y todas las virtudes que debe tener una cantante verdiana, cautivó en cada aria, en cada dúo, logrando los silencios de un público embelesado ya desde el brindis inicial al trágico Addio, del passato, la progresión dramática a lo largo de esta ópera que nos dejó hechizados.

El donostiarra Xabier Anduaga interpretó un Alfredo de buena escuela, de color homogéneo en un grave ya asentado, unos medios redondos y unos agudos valientes, muy matizado y perfectamente implicado en la acción, no solo en sus arias y dúos (convincente con Giorgio)  sino mostrando una línea de canto elegante para secundar a la Violetta arrolladora.

El barítono polaco Artur Rucinski nos dejó un Giorgio Germont joven en carácter y presencia, aún sin redondear aristas y luchando por mantener volumen con una poderosa orquesta detrás, pero de técnica suficiente con un fraseo muy ligado y acertado, redondeando el trío protagonista de esta Traviata granadina.

La moscovita Karina Demurova como Flora Bervoix lució sin desentonar en sus apariciones y concertantes, no así la Annina de la mezzo gerundense Gemma Coma-Alabert, muy oscurecida en sus breves intervenciones.

Del resto del elenco, el bajo Giacomo Prestia (Grenvil) le dio el caracter solemne a su personaje, presente aunque limitado en volumen, y correctos el barítono Tomeu Bibiloni como Douphol , David Lagares (marqués de Obigny) con un discreto Albert Casals como Gastone.

No hacía falta escena porque todos se movieron por el escenario delante de la orquesta, transitando de izquierda a derecha incluso delante del director, entradas y salidas donde lo que faltaba lo suplíamos con nuestros recuerdos e imaginación, carnaval del coro, toreros de negro, un casino imaginario y la Violetta único foco de atención con su rojo pasional y sanguíneo hasta la muerte.

Insistir en la buena dirección musical de Henrik Nánási que jugó con los tempi llevados por Nadine Sierra o algo más ligeros para el coro. A la batuta nos dejó dos preludios matizadísimos, con una concertino y un oboe a destacar, y «llevando de las manos» la concertación exacta con los protagonitas. Tan solo tachar de excesiva la colocación de la «banda fuera de escena» que por la acústica palaciega rebotaba en la cúpula interior dando la sensación de estar ubicada encima y que en el primer dúo de Violetta y Alfredo les dejaron «emparedados» a nivel sonoro, mientras ayudó al tenor en el Sempre libera más presente que en un teatro fuera de escena.

Pasadas las cinco de la madrugada dejo estas primeras impresiones ante un fin de festival don programas dobles que seguiré contando desde aquí.

FICHA

La Traviata. Ópera en tres actos (1853). Versión concierto.

Música de Giuseppe Verdi (1813-1883)
Libreto de Francesco Maria Piave, basado en La dama de las camelias de Alexandre Dumas hijo

ELENCO:

Orquesta y Coro Titulares del Teatro RealHenrik Nánási (director musical) – José Luis Basso (director del coro).

Nadine Sierra, soprano (Violetta Valéry) – Karina Demurova, mezzosoprano (Flora Bervoix) – Gemma Coma-Alabert, mezzosoprano (Annina) – Xabier Anduaga, tenor (Alfredo Germont) – Artur Rucinski, barítono (Giorgio Germont) –  Albert Casals, tenor (Gastone, vizconde de Létonières) – Tomeu Bibiloni, barítono (El barón Douphol) – David Lagares, bajo (El marqués de Obigny) – Giacomo Prestia, bajo (Doctor Grenvil) – Joan Laínez, tenor (Giuseppe)

Payasos de cine

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74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (día 20). Ópera y Cine (II).

Martes 8 de julio, 22:30 horas. Palacio de Carlos V. Pagliacci (Leoncavallo) – The Circus (Chaplin). Fotos propias y ©Fermín Rodríguez.

Programa doble y largo que llevó a parte del público a marcharse en el descanso tras un Pagliacci en versión concierto con mínima escenificación y los textos proyectados además de traducidos, mientras que El Circo de Chaplin sí resultó cine con música en vivo.

En la web del Festival se presentaba esta segunda función de cine de verano con ópera, esta vez en el Palacio de Carlos V y no en el Teatro del Generalife (como inicialmente estaba previsto):

Payasos
La segunda sesión del ciclo Ópera & Cine dirige la mirada hacia el verismo italiano con Pagliacci, la obra maestra de Leoncavallo, que nos sumerge en las emociones intensas y trágicas de los artistas de circo y en cuyo Prólogo se contenía casi un auténtico manifiesto del nuevo estilo verista. El complemento cinematográfico es también un lujo, El circo (1928), último film mudo de Charles Chaplin, al que puso música el compositor alemán Arthur Kay. Serán los conjuntos del Programa de Jóvenes Intérpretes de la Junta de Andalucía, esto es, la OJA y el Joven Coro, este último completado con el Coro de la OCG, los responsables de la interpretación del programa, que contará con un director operístico, el madrileño Guillermo García-Calvo, y un especialista en la música de cine, muy especialmente en Chaplin, Timothy Brock.

Una agradable sorpresa los Payasos de Leoncavallo con un elenco donde quiero comenzar por la Orquesta Joven de Andalucía que sonó adulta desde la introducción orquestal hasta el final de la ópera, profesional, con el maestro García Calvo claro, preciso, dándoles la confianza y seguridad necesarias a una auténtica cantera de músicos que en nada estarán engrosando sinfónicas por toda la geografía nacional e internacional. Y otro tanto a un gran coro uniendo al Joven Coro de Andalucía, que ha hecho doblete tras el concierto del pasado día 5 con Marco Antonio García de Paz, con el Coro de la Orquesta Ciudad de Granada que dirige Héctor Eliel Márquez. Esta joya del verismo es exigente para todas las voces, y la formación coral rindió al máximo, afinada, con buenas cuerdas, matizada y empastada.

De los solistas, y no es chauvinismo, el tenor asturiano Alejandro Roy como Canio volvió a demostrar que estos papeles son ideales para su voz: potencia, expresividad, escena (lástima las obligadas distancias), de tesitura amplia que además los años han reforzado sus graves, y un empaste con todo el reparto que le convirtió en «el malo de la película» triunfando en este circo palaciego con la famosa aria Vesti la giubba de cortarnos la respiración.

El Tonio del barítono italiano Claudio Sgura (1974) tiene larga trayectoria en su carrera y se notó por la escena, memorización, gran envergadura, color rotundo y amplio volumen que mantuvo en toda la obra.

Desconocía a la soprano bolivano-albanesa Carolina López Moreno (1991) que planteó una Nedda llena de matices, sensualidad, desgarro, buen fiato, graves sin perder la homogeneidad y unos agudos claros y limpios redondeando una brillante interpretación. Habrá que seguir su trayectoria.

El Beppe del tenor granadino Moisés Marín (La Zubia, 1985), además de poseer un color vocal precioso, gusto y línea de canto muy pulida, la escena del dúo con Nedda nos privó, por la distancia, del beso y la «cercanía» de un rol donde apreciar las diferencias entre los dos tenores que necesita Leoncavallo.

Finalmente el Silvio del barítono granadino Pablo Gálvez (Guadix, 1987) no lució tanto, algo apagado y poco expresivo pero como en los tenores buscando la diferencia de color con Tonio.

Aplaudir la apuesta por el talento nacional y granadino en esta ópera, aunque fuese en versión concierto, una forma de atraer público y ofrecer la posibilidad de escuchar a una generación vocal que triunfa en escenarios fuera de nuestras fronteras.

Tras un largo descanso donde director y cantantes posaron para la prensa (con parte del público abandonando el palacio rondando la medianoche), aún quedaba El circo de Chaplin que siendo una joya de película, idealmente restaurada y con las cartelas subtituladas al español, poder contar con la música orquestal en vivo engrandece aún más la última película muda de Charlot.

La música suponía el estreno en España de la banda sonora original (1928) de Arthur Kay (1882-1969), recuperada por Timothy Brock hace tres años (en las notas al programa de Joaquín López González se explica todo el programa), y se ponía al frente de la Orquesta Joven de Andalucía donde aparecen motivos del Pagliacci anterior, de Wagner, el «organillo circense» o la conocida sintonía de Jeff Alexander (1910-1989) utilizada por Hitchcock en su serie televisiva, pues el maestro Brock que lleva años investigando el archivo suizo de Charles Chaplin, no ha podido completar la banda sonora al completo como contaba en los encuentros del Festival (Canal YouTube©) su enorme labor cual «restaurador», siendo capaz de completar este puzzle sonoro que los jóvenes interpretaron magistralmente, con solistas de categoría, perfectamente encajada la imagen con el sonido (incluso en los efectos imprescindibles en el cine mudo) y haciéndonos olvidar, viendo y riéndonos con la genial película de Charlot, la edad de estos músicos que sonaron mejor que muchos mayores.

PROGRAMA:

Pagliacci (1892)
Drama en un prólogo y dos actos, en versión concierto.
Música y libreto de Ruggiero Leoncavallo (1857-1919)

Orquesta Joven de Andalucía
Joven Coro de Andalucía
Marco Antonio García de Paz, director del coro
Coro de la Orquesta Ciudad de Granada
Héctor Eliel Márquez, director del coro
Guillermo García Calvo, director

Carolina López Moreno, soprano (Nedda) / Alejandro Roy, tenor (Canio) / Claudio Sgura, barítono (Tonio) / Moisés Marín, tenor (Beppe) / Pablo Gálvez, barítono (Silvio)

The Circus (1928)
Película de Charles Chaplin (1889-1977)
Música de Arthur Kay
 (1882-1969)
The Circus © Roy Export S.A.S.
Estreno en España de la banda sonora original de Arthur Kay de 1928, recuperada por Timothy Brock en 2022

Orquesta Joven de Andalucía

Timothy Brock, director

El comandante Harding

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74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (día 17b). Conciertos sinfónicos.

Sábado 5 de julio, 22:00 horas. Palacio de Carlos V. Orchestra e Coro dell’Accademia Nazionale di Santa Cecilia, Daniel Harding (director), Andrea Secchi (director del coro). Obras de Debussy y Ravel. Fotos propias y ©Fermín Rodríguez.

Un programa francés con una orquesta italiana y un director inglés en mi decimoséptima noche granadina que la web del Festival presentaba así:

Un debut a la francesa
Ni esta gran orquesta romana ni este prestigioso director británico habían actuado hasta ahora en el Festival. Y en su debut se rinden a la música de Ravel, uno de los compositores homenajeados este año. En la primera de sus dos comparecencias, el conjunto ofrecerá por primera vez en el Festival la partitura completa, con coro, de la sinfonía coreográfica Daphnis et Chloé del maestro vasco-francés. La obra fue encargo de Serguéi Diáguilev para las temporadas parisinas de sus Ballets rusos, y en París se estrenó en la primavera de 1912 con coreografía de Michel Fokine. La obra, concebida en un acto con tres tableaux, sirve a Ravel para hacer un despliegue deslumbrante de suntuosidad tímbrica. En la primera parte del concierto, ese brillo orquestal se habrá matizado con El mar, una de las obras más célebres del Debussy más impresionista, pura luz y atmósfera pictóricas traspasadas a una orquesta.

Los melómanos sabemos que Daniel Harding además de director de orquesta es piloto de avión, por lo que utilizaré como «excusa» paralelismos aeronáuticos para mis comentarios, casi siempre noctámbulos.

Las notas al programa de mi admirado musicógrafo Luis Suñén analizan las dos obras escuchadas titulándolas Una revolución y sus dos protagonistas que iré intercalando con mis comentarios, tomando a la Orchestra dell’Accademia Nazionale di Santa Cecilia como un Jumbo de compañía italiana pilotado por el comandante Daniel Harding y dos rutas con despegue francés con destino Granada (engalanado para el el 150 aniversario del nacimiento del vasco-francés Maurice Ravel).

Claude Debussy es, sin duda, uno de los mayores revolucionarios de la historia de la música. Maurice Ravel es visto con frecuencia como el resultado natural de esa revolución. El primero se mantiene incólume en su trono indiscutido. El segundo va, poco a poco, inexorablemente, escalando hasta esa misma cima.

El mar, compuesta en 1905, es una de las obras maestras de Claude Debussy, en cierta manera el epítome de ese concepto de «impresionismo» que demasiado a menudo nos hace olvidar que estamos hablando de música, desde la inspiración al estilo a través de la técnica sin la cual nada es posible. Desde el amanecer hasta el mediodía en el mar nos sitúa en medio de un mar calmo y ondulante, que nos inquieta, pero no nos amenaza, sin llevarnos de la mano frente a un paisaje forzado. Juego de olas hace un papel de obstinado intermedio en el que se sostiene siempre una línea generadora que otorga a la partitura una especie de dinámica interior, aparentemente constante, que desembocará en ese Diálogo del viento y del mar donde tal continuidad se desborda en la voz de una naturaleza controlada por el arte, ante la que el creador no se apabulla sino se entrega, por decirlo así, activamente. Se ha hablado de Monet, pero también de Turner o del pintor japonés Hokusai a la hora de ponerle pretextos a esta música que vive por sí sola, que se iguala con aquellos en cuanto a grandeza pero que no los necesita para sobrevivir.

Primer vuelo donde este Jumbo sinfónico surcó el cielo del Cantábrico bordeando el Canal de La Mancha en una bella gama de azules, con el comandante llegando a la velocidad de crucero una vez alcanzada la altura requerida. La aeronave italiana respondió sin problemas al rumbo programado, en calma sobrevolando unas olas espumosas pero nada peligrosas, casi planeando cual vuelo sin motor con la sensación de flotar tan debussyana, pictóricamente con la sensación de mezclar los colores en el lienzo y no en la paleta por la riqueza tímbrica alcanzada. Una gran orquesta romana que está rejuveneciendo y mostró en este primer trayecto una excelente cuerda colocada a la vienesa, aunque los contrabajos detrás de las arpas y primeros violines, unos metales nunca estridentes, una percusión variada sin excesos dinámicos cuidando bien sus entradas, y especialmente una madera soberbia, respondiendo a un Harding que sin necesidad de acrobacias aterrizó tras 23 minutos de vuelo confortable.

Respostaje para el segundo trayecto con un vuelo preparado como transoceánico por la  distancia y dimensiones del Jumbo italiano al que se sumó el contingente coral situado en la parte trasera, ganando en potencia para un trayecto más largo (casi una hora) donde el comandante Harding navegó más seguro, sacándole todo el partido a la aeronave y disfrutando del variado paisaje de la noche a la mañana sin «Jet lag» en un viaje donde hubo de todo: turbulencias, distintas velocidades y alturas, cambios de temperatura, rumbos alternos, diversión a bordo, un excelente catering y un muy aplaudido aterrizaje.

Encargada por Diaghilev para sus Ballets Russes, Daphnis et Chloé fue estrenada en el Théâtre du Châtelet de París, el 8 de junio de 1912. La música completa del ballet –de la que Ravel extrajo dos suites en tres partes– resulta ser una obra muy rigurosa en cuanto a sus patrones formales, una «gran sinfonía coreográfica, un vasto fresco musical menos escrupuloso arqueológicamente que fiel a la Grecia imaginada por los artistas franceses de finales del siglo XVIII», tal y como el mismo Ravel se refiriera a ella al inicio de su composición.

Es importante tener en cuenta ese sentido sinfónico de la obra que le dio su autor por mucho que se tratara de un ballet, y más si, como sucede, vamos a vivirlo fuera de la escena, es decir, con solas referencias musicales por mucho que conozcamos la historia de Longo: un bosque sagrado, una gruta, las estatuas de las tres ninfas, la voz de la naturaleza en el tema de las trompas que el coro –siempre sin palabras– repite como un eco. Escucharemos esa melodía de la flauta que nos arrebata en Lever du jour (Amanecer) y que aquí es también célula temática. Seguirá la victoria de Daphnis sobre el grotesco pastor Dorco por el amor de Chloé, la aparición de los piratas, la descripción del campo de estos antes de la Danza guerrera, un fabuloso crescendo que anticipa el paroxismo de la conclusión. La vuelta de las ninfas a la vida, el mar, el conocidísimo Amanecer –uno de esos momentos inmarcesibles de la historia de la música– que la orquesta desarrollará hasta que el día vaya apareciendo y estalle en plenitud. Tras este llega la Pantomima, el episodio más largo de la obra: los dos amantes reproducen la historia de Pan y Syrinx en un momento, otra vez, de extraordinario lucimiento para la flauta. A destacar también esa suerte de coral que encaja perfectamente en la atmósfera de voluptuosidad del conjunto. La Danza general es un desenlace en el que lo dionisíaco toma posesión de la escena y del ánimo de quien escucha.

Musicalmente este «Ravel a la italiana» con acento británico resultó más convincente, con la fabulosa paleta orquestal del «homenajeado» al que la histórica formación romana entendió y respondió compacta, sutil, plegada a un Harding claro en el gesto, dominador de la agógica y los balances, con el protagonismo de cada solista de verdadera calidad, tanto el concertino o el viola pero especialmente una joven flautista que además del virtuosismo en los difíciles pasajes encomendados, lució una musicalidad digna de ser coreografiada, sumándole un empaste y compenetración con sus compañeros de toda la madera. Bien los metales y punto aparte el coro que dirige Andrea Secchi), una sección más donde las voces desempeñan, sin texto, la misma importancia que la propia orquesta. Afinación, matices extremos que el director explotó al máximo, y la riqueza tímbrica del gran orquestador que fue Don Mauricio. Tras lo escuchado esta decimoséptima noche granadina, la de mañana a la misma hora promete otro vuelo feliz y estar «como en misa» operística dependiendo de los «concelebrantes», pues las impresiones francesas fueron buenas pero las puramente italianas deberán subir el listón.

PROGRAMA

I

Claude Debussy (1862-1918):

La mer, trois esquisses symphoniques pour orchestre (1903-05)

I. De l’aube à midi sur la mer

II. Jeux de vagues

III. Dialogue du vent et de la mer

II

Maurice Ravel (1875-1937):

Daphnis et Chloé (sinfonía coreográfica para orquesta y coro. 1909-12)

-Primera parte

Introduction et danse religieuse

Danse générale

Danse grotesque de Dorcon

Danse légère et gracieuse de Daphnis

Danse de Lycéion

Nocturne. Danse lente et Mysérieuse des Nymphes

-Segunda parte

Introduction

Danse guerrière

Danse suppliante de Chloé

-Tercera parte

Lever du jour

Pantomime (Les amours de Pan et Syrinx)

Danse générale (Bacchanale)

En el 150 aniversario del nacimiento de Maurice Ravel

Cine de verano con Carmen

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74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (día 13). Ópera y cine.

Martes 1 de julio, 22:30 horas. Teatro del Generalife. Ópera & Cine (I): Georges Bizet. Orquesta Ciudad de Granada (OCG), Timothy Brock (director). Fotos propias y ©Fermín Rodríguez.

En Asturias por la climatología no había cines de verano pero en esta tierra andaluza recuerdo muchas sesiones con mis sobrinos aprovechando las noches de canícula donde ver los estrenos del momento.

Y en. mi decimotercera noche de Festival, el Teatro del Generalife se convertía en un inmenso cine con la música en vivo para disfrutar de dos películas sobre «Carmen», una trágica de 1915, otra cómica de 1916.

La presentación en la web del festival nos preparaba para esta primera función de cine con música en vivo, como siempre fue desde el nacimiento del Séptimo Arte:

Carmen trágica, Carmen burlesca
No hay personaje de la literatura romántica vinculado con España que haya inspirado mayor número de películas que Carmen. Pasan de las 50. De hecho, cuando en 1915 Cecil B. DeMille hace la suya, había ya algunos antecedentes de cortos españoles y un largo italiano sobre el personaje. Pese a ser obviamente un film mudo, y a que el guion partió de la novela de Merimée y no de la ópera de Bizet, el director estadounidense contó para su obra con una gran estrella de la ópera, Geraldine Farrar. El film se estrenó en octubre, y antes de que terminase aquel año, Charles Chaplin había filmado y estrenado (el 18 de diciembre) una parodia de esa misma película. Ambas se verán en esta sesión doble con música en directo a cargo de la OCG con Timothy Brock como director de la banda sonora escrita originalmente para la obra de De Mille y con su propia música para la de Charlot.

Con amplificación por el propio espectáculo y en el foso la OCG dirigida por un especialista en la música de cine, el compositor y director estadounidense Timothy Brock (1963) arrancaba la «Carmen» de Cecil B. DeMille, con la música de Hugo Riesenfels y Samuel L. Rothafael a partir de la escrita por George Bizet para su ópera.

Cinematográficamente es una maravilla de producción, con la soprano Geraldine Farrar como protagonista, Wallace Reid como Don José  más el Escamillo de Pedro de Cordoba, que tenía nombre de torero, sin dejarme al Pastia de Horace B. Carpentery. Gran producción de la Paramount con todos los clichés esperables para el drama de Merimée, y una música no siempre bien encajada con la imagen pues resulta difícil cuadrar los tiempo exactos, así que algún silencio entre las escenas llegó antes de lo debido. Con todo las melodías de Bizet bien utilizadas pusieron la banda sonora en vivo de esta «Carmen».

Las notas al programa firmadas por Juan de Dios Salas Chamorro, responsable del Cine club y del Aula de cine de la UGR, desmenuzan las dos películas que visionamos esta primera noche de julio:

Carmen apasionada, Carmen parodiada

Hollywood, segunda década del siglo XX. El cine, un naciente «arte» aunque aún sin ese título, busca el reconocimiento y la respetabilidad. Reconocimiento para dejar de ser considerado divertimento fácil de clases populares y ser considerado, precisamente, arte. Respetabilidad para cortar su exclusiva identificación con las clases bajas y poder atraer el interés de un público no solo con gustos culturales más elevados, sino también más pudiente. No hay que olvidar que las personas dedicadas al cine tienen claro que, junto a su loable interés por servir de vehículo para educar a la gente, éste quiere ser un negocio rentable. Y eso no ocurrirá si no atraen a espectadores con «posibles». Por tanto, ¿qué mejor forma de lograrlo que realizando películas que recurran a algo tan culto, prestigioso y reputado como la ópera?

Así en 1915 se dan cita en las pantallas estadounidenses tres versiones de Carmen de Bizet. La «guerra de las Cármenes» está servida, aunque bien es cierto que se librará solo entre dos de las tres contendientes. De la Carmen de la Fox, dirigida por el futuro maestro Raoul Walsh y protagonizada por la “excesiva” Theda Bara, solo se conservan fotos y críticas. Por unas y otras sabemos que su versión del personaje se acercaba más a lo fantástico que a lo realista: es una vamp, una «devoradora de hombres». Nada que ver con el tratamiento más naturalista –para la época– que da la admirada y respetada soprano Geraldine Farrar al personaje en la Carmen de la Paramount dirigida por el ya entonces celebrado Cecil B. DeMille. La manera tan directa de mostrar su sexualidad, unido a lo gráfico de la violencia de algunas escenas –de nuevo, para la época– molesta y escandaliza a crítica y público siendo a su vez, en gran medida, parte del éxito del film.

1915. El genial D. W. Griffith estrena la magistral El nacimiento de una nación. Es el principio del fin de un modo de hacer cine, mayoritario, que toma como modelo los espectáculos escénicos –años más tarde ese ‘modo’ se denominará Modo de Representación Primitivo– para dar paso a otro modo, ahora basado en la plástica de lo fotográfico y lo pictórico –Modo de Representación Institucional–. Con éste trabaja ya DeMille quien usa, con soltura y brillantez, la escala de los planos, los contrastes lumínicos, el montaje… todo el lenguaje del cine, para narrar la trágica historia de Carmen.

Ante su éxito y repercusión, otros quieren también sacar beneficios. Charles Chaplin, en ese momento en la Essanay, realiza entonces una singular parodia, pero no de la historia de Bizet sino del film de DeMille. Copia planos, estructura o diseño de personajes. ¿La intención? Hacer “caja” riéndose de su desaforado dramatismo. Pero incluye tres cambios, tres aportaciones, detalles magistrales, que son los que hacen que su Carmen trascienda la simple idea del “reírse de…”.

Primero: Carmen no es la protagonista, es Don José, (aquí Darn Hosiery, “calcetín zurcido”), el propio Chaplin, trasunto, con casco de flecos y espada, de su inmortal vagabundo con bombín y bastón.

Segundo: incluye anacrónicas referencias populares al boxeo, al billar… tiene claro que su público podrá ser de clase alta, pero que él siempre habla al pueblo.

Y tercero: buscando desactivar la “bomba” dramática de DeMille, opta por un ingenioso, sorprendente y genial cierre, autoconsciente, sobre el carácter de representación, de fascinante mentira, que es este joven espectáculo que ya aspiraba a ser arte.

Tras el descanso en el ambigú, como todo buen cine que se precie, y el de verano no podía se menos, llegaría A burlesque on Carmen de Charles Chaplin con la música compuesta en 2013 por Timothy Brock, que sigue recuperando películas y escribiendo la banda sonora para tantas cintas del llamado cine mudo. La música de este film, perfectamente digitalizado, está llena de guiños no ya cómicos sino de cabaret o «music hall» con una OCG donde la orquestación era más actual, donde se utiliza el piano, banjo, saxofones o trompetas (momentos con sordina recordándome a Nino Rota), música mejor sincronizada donde se nota la confluencia de compositor y director. Grande este Charlot como Don José que parodia sin reparos, y así titula de «burlesca» la Carmen de Cecil B. DeMille, aquí Edna Purviance con un final del que no destriparé (aunque ahora se diga spoiler) para quien la vea por primera vez, e incluyendo vestuario con los mismos «pompiers«, decorados y hasta  los textos -en inglés- para una divertida película que sacó carcajadas a los espectadores del Generalife y con el auténtico  genio que fue Charles Chaplin.

Y aún quedan más noches de cine con la ópera como «disculpa» más la música en vivo, como en los orígenes de un cine mudo que no pasa de moda para volver a disfrutar de estas joyas que lo convirtieron en «El Séptimo Arte».

Carmen (1915)
Película de Cecil B. DeMille
Música original de Hugo Riesenfeld Samuel L. Rothafel (a partir de Carmen de G. Bizet)

A burlesque on Carmen (1916)
Película de Charles Chaplin
Música de Timothy Brock

En el 150 aniversario de la muerte de Georges Bizet (1838-1875)

Un Mahler increíble

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74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (día 9). Conciertos sinfónicos.

Viernes 27 de junio, 22:00 horas. Palacio de Carlos V. Budapest Festival Orchestra, Gerhild Romberger (mezzo), Iván Fischer (director). Música de Mahler. Fotos propias y ©Fermín Rodríguez.

Esta novena noche de mi festival ya aventuraba un concierto en palacio para recordar, tanto por el debut en Granada de la Orquesta del Festival de Budapest con su fundador en 1983 Iván Fischer (Budapest, 20 de enero de 1951), recordándola hace ya 13 años en su paso por Oviedo, esta vez con un monográfico de Mahler, y viniendo a mi memoria una vez más a «El Pérez» (a quien conocí precisamente aquí hace 14 años en mi primera escapada). José Luis Pérez de Arteaga (Madrid, 1950-2017) siempre estará asociado a la figura de Gustav Mahler por su enorme legado, pasión y trabajo sobre el maestro bohemio, que de seguir vivo desconozco cuántas reediciones más llevaría porque sigue siendo el compositor más programado en un tiempo que tardó en llegar pero ya se ha quedado para siempre.

La web del festival presentaba así este concierto:

Muerte, destino y redención
Importante debut en Granada de una de las orquestas asociadas a un director más relevantes de las últimas décadas en toda Europa: la Orquesta del Festival de Budapest e Iván Fischer. Con el concurso de la mezzo alemana Gerhild Romberger se sumergen en hondas aguas mahlerianas. Los Kindertotenlieder y la 5ª Sinfonía reflejan la dualidad vida-muerte. En los lieder, Mahler musicaliza la pérdida infantil (que sintió realmente Friedrich Rückert, el autor de los inquietantes poemas) con una orquestación íntima y conmovedora, mezcla expresiva de dolor y resignación. La Quinta, en cambio, es un viaje épico desde la tragedia hasta la redención. Su célebre Adagietto, expresión pura de amor, contrasta con la potencia y el dramatismo de los movimientos extremos. Ambos son testimonios profundos del alma humana y su lucha ante el destino.

Y todo resultó como podíamos esperar con un Palacio completo, caras conocidas, famosos de todo tipo pero sobre todo un Mahler increíble. Iván Fischer es uno de los grandes directores y con su orquesta lo demostró. Los húngaros tienen un sonido único con la disposición «vienesa» que al colocar los violines enfrentados y los contrabajos atrás en el centro logran abrazar a toda la orquesta. La formación al completo suena compacta, sedosa, matizada, donde poder escuchar todo lo escrito con nitidez y cada sección está completa con unos solistas de calidad suprema.

Comenzar con los Kindertotenlieder ya supuso la prueba de fuego porque estos lieder orquestales requieren sutileza, realzar todo el dramatismo que la mezzo alemana Gerhild Romberger puso en cada uno de los cinco poemas de Rückert en su lengua vernácula, y un Fischer no solo concertando sino mimando y completando este Mahler doliente. Aunque el registro grave de la alemana pasase por problemas de volumen, el maestro húngaro pulió hasta el más mínimo detalle los matices para ir creciendo en intensidad emocional para una excelente interpretación de una primera parte grande que prepararía la inmensidad de la segunda.

Engañosa aceptación

He aquí un programa en el que se establecen las principales coordenadas del arte mahleriano, tantas veces sumido en la emoción de los sentimientos más hondos expresados en sones de una honda repercusión humana. Fue Federico Sopeña, siempre fervoroso mahleriano, quien dijo, muy literariamente, aquello de que el músico bohemio había metido sus manos en la fuente de las aguas cristalinas del lied schubertiano o schumaniano, o incluso brahmsiano, y las había traído manchadas de sangre. Hay, es cierto, en estas canciones un mundo de sufrimientos, de crueles ironías, de tragedia; pese a que ésta venga traspasada por un sentimiento de pretendida serenidad, de aceptación incluso.

El ciclo Kindertotenlieder se estrenó en Viena el 29 de enero de 1905 por el barítono Friedrich Weidermann y miembros de la Filarmónica en el curso de un concierto organizado por Schoenberg y Zemlinsky. La primera canción, Nun will die Sonn’ so hell aufgehn, emplea un tema ondulante y largo, contrastado en el sexto verso por una dramática derivación. El glockenspiel emerge en la última estrofa con el contrapunto de fagot y corno inglés, resaltando, en palabras de La Grange, «el tono de dolor lancinante pero contenido». El mismo curso de lentitud dolorosa sigue Nun seh’ ich wohl, warum so dunkle Flammen, que trabaja sobre un motivo de cinco notas enunciado por los violonchelos, que Goldet conecta con el de la mirada de Tristán y que es desarrollado por la voz pronto, en la palabra schicke (segunda estrofa), encaramada a un luminoso fa agudo.

Un austero contrapunto a dos voces del corno inglés y el fagot, con pizzicati de los chelos, se instala al comienzo de esa especie de plegaria que es Wenn dein Mütterlein. En realidad, si bien se mira, excepto el último, estos lieder funcionan como singulares y poéticas marchas fúnebres. Goldet alaba la magnífica técnica de fusión tímbrica puesta en práctica por Mahler en el siguiente lied, Oft denk’ ich, sie sind nur ausgegangen, en el que prevalece un intervalo de sexta. La tónica, sin embargo, la establece el maravilloso y cantabile motivo inicial expuesto cálidamente por la cuerda. En contraposición, el último lied, In diesem Wetter, posee una movilidad muy acusada. Se abre con un Allegro nervioso envuelto en una furiosa orquestación en la que todo rechina. Se levantan auténticas chispas en este retrato de una tempestad desaforada.

Con la angustia y dolor mahleriano, llegaría una segunda parte soberbia por todos y cada uno de los cinco movimientos. Hace años que repito «no hay quinta mala», y con una orquesta como la del Festival de Budapest y el maestro Fischer, lo escuchado esta novena noche de festival se quedará en mi memoria, y son muchas las veces que he podido disfrutar en vivo «La Quinta de Mahler», creo que la más programada, pero con la intensidad, claridad, entrega y sonido no tengo otra. Vuelvo a dejar las notas de Don Arturo sobre esta inmensa quinta húngara en Granada:

Pocas obras tan adecuadas para culminar este concierto mahleriano como la Quinta sinfonía en la que el compositor, subrayaba Pérez de Arteaga, se sintió más heredero de Beethoven que nunca. El do sostenido menor del inicio va variando y viajando a otras tonalidades a medida que la obra avanza. El primer movimiento tiene una relativa forma de sonata. El segundo contrasta dos secciones contrapuestas, una tempestuosa y otra serena. En el Scherzo se abre un tempo de vals con la trompa como instrumento obligado. Sopeña hablaba de «melodía abrazadera» al referirse al célebre Adagietto. «Uno de los más conspicuos cantos de amor ideados por el músico». Y eso que puede rozar, dependiendo de la interpretación, lo cursi. El Finale se ha definido en ocasiones como «singular diablura contrapuntística». Silbermann resumía así, muy brevemente, la obra: «De la tristeza que acompaña a la desesperanza de un cortejo fúnebre (primer movimiento) somos llevados con la mayor vehemencia (segundo) a una lucha exigente y (tercero) a una energía dominante. Un instante de tranquila meditación interrumpe (cuarto) las impetuosas

No solo suscribo todo lo anterior que Reverter nos dejó por escrito, es que la cuerda húngara sonó precisa, aterciopelada y enérgica, siempre presente con unos pizzicatti rotundos, los balances logradísimos no solo por la colocación ya citada sino por asimilar cada cuerda lo que Fischer iba indicando con una verdadera definición de «tener mano izquierda». La acústica palaciega que con otras orquestas no parece ayudar, con los de Budapest no hubo problema porque se pudieron apreciar unas dinámicas extremas y la pulcritud de todos y cada uno de los músicos, gracias a un Maestro con mayúsculas, siempre contenido en el gesto, de batuta más florete que sable pero exigiendo para obtener la respuesta exacta. El famoso Adagietto sería uno de los momentos mágicos que cortaron la respiración, detuvieron toses, abanicos y comentarios, una sensación de respeto y silencio sepulcral por saber que estábamos viviendo algo único.

Pero si todas las maderas lucieron, especialmente clarinetes y oboes cincelando cada pasaje del color reflejado en la partitura por Mahler, los metales fueron perfectos de principio a fin, desde una tuba virtuosa y presente, los trombones broncíneos junto a las trompetas (con y sin sordina) espectaculares por empaste y tímbrica, para redondear las trompas que son la envidia de toda orquesta pues no hubo ni una nota «pinchada» o descolocada. Y colocar la solista al lado del director en el Scherzo nos permitió paladear toda la gama expresiva de un instrumento que no permite errar, con una gama dinámica total y colorida de matrícula de honor en un vals muy bien navegado por el Danubio que une Budapest y Viena con personalidad propia.

Podría estar toda la madrugada exponiendo emociones y sensaciones de esta Quinta a cargo de los húngaros, que sin mucha publicidad pero con el magisterio de su fundador han logrado armar una orquesta no solo perfecta sino convincente, con un Finale esperanzador tras tanto dolor hecho música.

PROGRAMA

Gustav Mahler (1860-1911)

I

Kindertotenlieder (Canciones sobre la muerte de los niños, para mezzo y orquesta. 1901-04). Textos: Friedrich Rückert (*):

Nun will die Sonn’ so hell aufgehn (1901)

Nun seh’ ich wohl, warum so dunkle Flammen (1904)

Wenn dein Mütterlein tritt zur Tür herein (1901)

Oft denk’ ich, sie sind nur ausgegangen! (1901)

In diesem Wetter, in diesem Braus (1904)

II

Sinfonía nº 5 en do sostenido menor (1901-02, rev. 1904-11):

I. Trauermarsch. In gemessenem Schritt. Streng. Wie ein Kondukt

II. Stürmisch bewegt, mit größter Vehemenz

III. Scherzo. Kräftig, nicht zu schnell

IV. Adagietto. Sehr langsam

V. Rondo – Finale. Allegro – Allegro giocoso. Frisch

* Traducción de los poemas proyectada en los sobretítulos: Luis Gago.

Una nacional internacional

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74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (día 4 b). Conciertos sinfónicos.

Domingo 22 de junio, 22:00 horas. Palacio de Carlos V. Orquesta Nacional de España, María Dueñas (violín), Andrés Orozco-Estrada (director). Obras de Lalo y Berlioz.  Fotos propias y ©Fermín Rodríguez.

Cuarto día de mi festival tras la sesión matutina en un concierto muy esperado que agotó todas las localidades, algo de esperar no solo por el programa y el regreso a Granada de la Orquesta Nacional de España (ONE) sino por la violinista María Dueñas quien me asombró desde la primera vez que la escuché, ganando en madurez y hondura en la siguiente visita al Auditorio de Oviedo, para ser hoy una de las figuras emergentes en el panorama internacional, esta noche disfrutándola en su casa.

La web del festival presentaba este concierto dominical y palaciego:

Española fantástica
Después de su sonada participación en el Festival de 2020, la joven granadina María Dueñas vuelve al Palacio de Carlos V convertida ya en una auténtica figura internacional del violín, contrato incluido con Deutsche Grammophon, el mítico sello alemán. Esta vez lo hará junto a la Orquesta Nacional de España que será dirigida para la ocasión por el colombiano Andrés Orozco-Estrada, actual titular de la Orquesta Sinfónica de la RAI, que nunca antes había participado en el Festival. El programa es netamente francés, pues Dueñas tocará como solista la Sinfonía española de Édouard Lalo, una obra virtuosística habitual del repertorio más querido por aficionados e intérpretes, que se estrenó hace justo 150 años, y la Sinfonía fantástica de Hector Berlioz, un auténtico monumento orquestal que se adelantó a su tiempo.

Y no pudo ser mejor en una noche calurosa, donde María Dueñas verdaderamente fue dueña y señora en ese concierto que Lalo llamó Symphonie espagnole y en cinco movimientos (parte del público amagó con aplausos al finalizar el tercero).

El violín de la granadina es un placer para el oido, la proyección en el palacio que desde mi posición perdía algo en los graves pero conmoviendo por su limpieza en los pasajes virtuosos, un arco prodigioso y una orquesta en estado óptimo con un  magistral Andrés Orozco-Estrada (Medellín, 14 de diciembre de 1977), gestualidad total: corporal, facial, mano izquierda sutil y la batuta dibujando, anticipando lo justo para acoplar y concertar a la perfección con «la dueña».

Destaco las notas al programa de mi admirado musicógrafo Luis Suñén que titula «Dos aspectos de la gran música francesa», sobre este híbrido entre sinfonía y concierto tan original para su momento a finales del XIX:

«(…) Apoyado por la Société nationale de musique, fundada en 1871 por Romain Bussine y Camille Saint-Saëns, fue, sin embargo, su colaboración con el violinista navarro Pablo de Sarasate lo que más contribuyó a su triunfo ante el público y a su fama póstuma. Sarasate estrenó su Concierto para violín en 1874 y la Sinfonía española, que escucharemos hoy, en 1875 con la Orquesta Pasdeloup.

La Sinfonía española responde en parte a la idea que de nuestro país tenían los músicos franceses de la época, más como de postal que verdaderamente honda, puesta de manifiesto en el uso de ritmos como la habanera, la giga –a la española– o el tango andaluz. Al mismo tiempo, hay en ella algo del concierto romántico alemán y todo se funde en una propuesta de un virtuosismo extremo. Como afirmaba un crítico inglés, «su atractiva fachada esconde un campo de minas para el solista».

De la ONE impresionantes todas las secciones en una gran plantilla para las mismas obras (que llevarán a Alemania el día 27 en el Festival de Música de Rheingau), con Miguel Colom de concertino. Empaque y empaste, jugosa en las dinámicas, plegados a Orozco-Estrada que no perdía detalle con la respuesta inmediata de los profesores y profesoras que integran «nuestra orquesta» y donde se aprecia un relevo generacional confluyendo veteranía y juventud. Los días trabajando en «el Falla» se notaron en este Lalo con Dueñas (y aún más en el Berlioz posterior), aire flamenco que la granadina lleva en las venas, lo festivo junto a lo melancólico, la rítmica juguetona compartida por todos para otro éxito de los intérpretes.

El público rendido a María, que «jugaba en casa», y una propina con orquesta, con aires o estilo británico pero del noruego Johan Halvorsen (1864-1935), su Le Chant de la  Veslemøy (de la suite «Mosaique IV») que la granadina suele llevar en solitario pero que al completo levantó al palacio con una interpretación intimista, sentida, bien arropada por la ONE y Orozco-Estrada para degustar un violín que ya está haciendo historia.

La sorpresa tras las ovaciones vendría al quedarse al lado del arpa y hacer un dúo  con ella en arreglo propio del himno extraoficial, Granada de asombro sonoro en la esquina izquierda con Coline-Marie Orliac, la magia femenina plural del diálogo virtuoso, melódico, cercano y sentido de esta granadina internacional con todo el público en pie aclamándola con unas ovaciones que retumbaron en todo  el Palacio.

Tras un largo descanso llegaría el segundo plato fuerte de la noche con Orozco-Estrada y una ONE textualmente «Fantástica», que nos dejarían un Berlioz impresionante y difícil de poner en palabras. Solistas impecables, arpas cristalinas, los efectos del oboe o las campanas en el primer piso, para una partitura gigantesca. Vuelvo a las notas al programa del «gallego» Luis Suñén que la analiza:

«La Sinfonía fantástica de Hector Berlioz –a la vez un revolucionario y un heredero confeso de Gluck y Spontini, de Beethoven y Weber– se estrenó en París el 5 de diciembre de 1830. Su protagonista, ese “artista” del subtítulo, ha fumado una buena dosis de opio mientras piensa en un amor imposible, probablemente el de Berlioz por la actriz Harriet Smithson. En el arranque, Ensueños y pasiones, aparece ya la idea fija –l’idée fixe–, reconocible de inmediato, y que representa a la mujer –naturalmente– ideal. Primero se escucha sola y luego integrada en la orquesta. Abre El baile un vals ensoñador que hace el papel de Scherzo, con un episodio central en el que reaparece la idea fija. La Escena en el campo se inicia con un diálogo con su punto de misterio entre los caramillos de dos pastores. Se habla de la influencia de la Pastoral de Beethoven, más en el espíritu que en la letra en todo caso. Lo más interesante es cómo la idea fija va, como sucedía en el primer movimiento, integrándose en el crecimiento orquestal. Volverán los pastores con anunciadora tormenta al fondo para cerrar el movimiento. Metales y percusión nos conducen hacia la Marcha al cadalso. El condenado es el artista, quien sueña que ha matado a su amada y va a ser ajusticiado, de ahí la transformación de los sueños en una pesadilla. Reaparece la idea fija que es rota abruptamente por la caída de la guillotina. Gritos, desgarros, truenos: es el Sueño de una noche de sabbat. El amante ejecutado asiste a su propio funeral. Por eso escuchamos, igualmente deformados, la idea fija y el Dies irae mientras las brujas bailan alrededor del difunto y llega el clímax tras un pletórico crescendo».

Magistral cómo llevó el director colombiano cada capítulo sonoro, magnetismo en el podio, mando total de respuesta sinfónica precisa, dinámicas extremas donde los pianissimi delicados cortaban el aire, con una pertinaz tos senil antes del Baile que detuvo más de lo necesario su comienzo y provocando risas generalizadas que no empañaron un vals con aire vienés de agógica bien entendida. Momentos de hechizo en el duelo pastoral de oboe antes de Marchar al cadalso donde enviar a la sufrida señora, y el apoteósico final de aquelarre tímbrico y dinámico con los tutti en fff afinados desde la percusión a los bronces, pero brillo global con Orozco-Estrada dueño y señor.

Dejo para concluir nuevamente a Don Luis y finalizar esta entrada:

«El día del estreno hubo quien criticó la obra por vulgar y quien atisbó en ella la música del porvenir. Hoy nos sigue asombrando mientras, en efecto, vemos hasta dónde llegó su influencia –pensemos en Mahler, por ejemplo– y la escuchamos sabiendo ya –como intuía al fin Berlioz– que sus notas hablan por sí solas, más allá de su (im)posible argumento».

PROGRAMA

I
Édouard Lalo (1823-1892):
Symphonie espagnole, en re menor, op. 21 (para violín y orquesta. 1874)
I. Allegro non troppo
II. Scherzando. Allegro molto
III. Intermezzo. Allegro non troppo
IV. Andante
V. Rondo. Allegro
II
Hector Berlioz (1803-1869):
Symphonie fantastique: épisode de la vie d’un artiste, op. 14 (1830)
I. Rêveries, Passions (Sueños – Pasiones)
II. Un bal (Un baile)
III. Scène aux champs (Escena en los campos)
IV. Marche au supplice (Marcha al cadalso)
V. Songe d’une nuit du sabbat (Sueño de una noche de sabbat)

Aniversarios en Palacio

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74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (día 2): Conciertos Sinfónicos.

Viernes 20 de junio, 22:00 horas. Palacio de Carlos V. Orquesta Ciudad de Granada, Jean-Efflam Bavouzet (piano), Cristina Faus (mezzo), Juanjo Mena (director). Obras de Falla, Ravel y Juan-Alfonso García. «En el 150 aniversario del nacimiento de Maurice Ravel y Ricardo Viñes, y el centenario del estreno en París de El amor brujo de Manuel de Falla». Fotos  de las RRSS, propias y  de ©Fermín Rodríguez.

Así presentaba este concierto la página web del festival:

Ravel, Viñes y Falla de aniversarios
Falla y Ravel coincidieron en el París de 1900. El Festival los reúne en el 150 aniversario del nacimiento de Ravel y el centenario del estreno en París de la versión para ballet de El amor brujo. El nombre de Ricardo Viñes, pianista por excelencia de aquel entorno y amigo de los dos músicos, se une a la efeméride pues nació el mismo año que Ravel e introdujo a Manuel de Falla en el ambiente musical francés a su llegada en 1907, además de ser dedicatario de Noches en los jardines de España. El pianista francés Bavouzet y Juanjo Mena ofrecerán en este concierto dos de las obras para piano y orquesta fundamentales no sólo de sus autores, sino de todo el siglo: las Noches de Falla y el Concierto en sol de Ravel. Además, este programa los une también en torno a la danza: La Valse supuso la ruptura de Ravel con Diáguilev, quien se negó a estrenar la obra con sus Ballets rusos, mientras El amor brujo fue convertido en ballet y presentado en París. Entre ambos, se escuchará Epiclesis II, una orquestación de Juan-Alfonso García de su obra original para órgano «compuesta en el centenario del nacimiento de Manuel de Falla y a él dedicada», estrenada en la Catedral de Granada en 2009.

Interesante recordar a Ricardo Viñes que sería ya instalado en París un virtuoso del piano y gran defensor entre otros de Falla y Ravel, por lo que la celebración estaba bien armada aunque los 150 años no comenzarían bien. Un tarde de truenos y relámpagos con lluvia intermitente parecía aguar la fiesta, y cambiar la ubicación palaciega al auditorio no era nada fácil por estar ocupado por la ONE preparando el concierto de domingo. Las previsiones meteorológicas marcaban las 21:00 como despejado y a las 20:42 llegaba un aviso por las RRSS que se retrasaba el inicio a las 22:30 horas, abriéndose las puertas una hora antes, pero aún con dudas no sería hasta las 22:45 cuando tras las disculpas del director del festival Paolo Pinamonti comenzaría un concierto largo, denso y con una conexión entre Granada y París que pondría a prueba a intérpretes y público, pues el orden del programa y su duración nos llevaría hasta la una de la madrugada.

Si hay emociones únicas, escuchar a Falla en La Alhambra tan cerca de su Carmen de la Antequeruela es para recordar y comenzar con el El amor brujo en su versión de 1925 hacía que 100 años después parecía traernos el pasado al presente. La Orquesta Ciudad de Granada (OCG) no podía fallar en el compositor «de casa» y con el director alavés Juanjo Mena (Vitoria-Gasteiz, 21 de septiembre de 1965) al frente presagiaba un buen arranque de concierto, contando como solista con la mezzo de Benissanó, Cristina Faus cual «cantaora», de registros graves casi para contralto (aunque sigo teniendo de referencia a Carmen Linares pero especialmente a Rocío Jurado). Una interpretación con el toque gitano donde la voz de la valenciana casi natural se llenó de la hondura interpretativa que une folklore y lírica, iluminando sus solos con el fuego fatuo siempre arropada por una orquesta donde el alavés supo controlar las dinámicas, con tiempos exigentes y distintas respuestas.

Pausa para colocar el piano en el centro antes del muy esperado pianista francés Jean-Efflam Bavouzet (Lannion, 17 de octubre de 1962) que sería lo mejor de la noche, con la elegancia y técnica ideal tanto para el Falla de la segunda parte como para el extraordinario concierto de Ravel. El compositor vasco-francés vuelca en este concierto el lenguaje de jazz que inspirará a Gershwin, el inicio de un siglo XX  que marcará otro hito en la historia de la música. Maravillosos los tres movimientos con un Bavouzet impecable, atento al maestro Mena que concertó y mandó en una OCG algo desigual pero entregada, luminosa por momentos donde las emociones estuvieron en el Adagio assai con ese piano protagonista, el francés pintor de detalles para quien Ravel es uno de sus predilectos, y un Presto arriesgado y trepidante que pondría a prueba a todos los intérpretes.

Tras la pausa, al menos se dejó el piano sin mover para un homenaje a otro enamorado de Granada, el pacense Juan-Alfonso García (1935-2015) que además de organista de la catedral de Granada,  fue canónigo emérito, comisario de este Festival Internacional de Música de Granada, y maestro de compositores como Francisco Guerrero, Manuel Hidalgo o José María Sánchez-Verdú, tan ligados a la capital nazarí. En las notas al programa del doctor Ortega Basagoiti, nos explica la obra de García que abría la segunda parte: «compuso una trilogía para órgano bajo el título de Epiclesis, el término que designa la parte de la liturgia dedicada a la invocación del Espíritu Santo. Guerrero orquestaría después Epiclesis I, y el propio García haría lo propio en 1997, revisada posteriormente en 2009, con Epiclesis II, subtitulada Plegaria. En un programa en el que tan presente está Falla, es desde luego oportuno recordar la figura de García, no solo por su doble papel como compositor y pasado comisario del Festival, sino por su admiración hacia el compositor gaditano, a quien dedicó su Epiclesis. Así lo expresaba García, recordando el carácter de invocación que tiene el título, en una entrevista con Eva Santamaría: «Yo heredé de mi maestro [Ruiz-Aznar] el afecto hacia Manuel de Falla. Él ha dado lugar a que seamos y le dediqué una obra, Epiclesis, que es la invocación del espíritu sobre una persona»». De  García recuerdo lejanamente su oratorio Cántico espiritual con la OSPA en tiempos de Jesse Levine allá por 1993, pero esta Epiclesis II, en orquestación del propio autor sobre la original para órgano de 2009, me hubiera gustado más con los registros del catedralicio o los muchos instrumentos que Granada atesora, pero no soy quien para contrariar al propio compositor. Mejor «obertura» inicial y reconocido homenaje que tendrá en otras obras de este 74 Festival, y trabajo de Mena con la OCG que serviría como puesta a punto para lo que quedaba.

Falla con Bavouzet fue el complemento ideal de estos aires franceses, dos conciertos de piano en una misma velada, el Ravel desenfadado de los felices años 20 y el Falla de los inicios, el apoyo de Viñes a quien iría dedicado, y todo un modelo a seguir, novedoso titulándolo Noches en los jardines de España donde los tres movimientos son estampas y jardines que pudimos disfrutar en su entorno y con una buena versión de Bavouzet y Mena nuevamente mostrando el feliz y necesario entendimiento con los aires franceses que el talento del pianista le imprimió cual «segundo Viñes» un siglo después. Un Generalife luminoso, una danza lejana donde la OCG ayudó a ese clima de «impresiones sinfónicas» con el piano perfilando la exuberancia antes de la fiesta gitana del Corpus más granadino que cordobés, el recuerdo del cante inicial y el buen entender que los franceses han tenido del flamenco.

Nueva pausa para retirar el piano y quedándonos con ganas de una propina de Falla o de Ravel pero faltaba aún La Valse, una obra que le queda todavía «grande» a una OCG que ha mejorado y agradecerle la valentía de afrontar un programa tan denso y exigente. El esfuerzo de Juanjo Mena en sacar lo mejor de «la orquesta de casa» fue inmenso y a lo largo de una noche mágica por las obras pudimos apreciar una cuerda compacta con dos arpas impecables; la madera también tuvo pasajes inspirados. En cambio las dinámicas no siempre tuvieron el balance ideal de las secciones donde la acústica palaciega puede ser engañosa. Hubiese acortado el programa con esta «Balsa» más que Valse y un García que sonará a lo largo del festival, pero está claro que el movimiento se demuestra andando y trabajar grandes repertorios es la forma de seguir creciendo, más con maestros como el vitoriano.

PROGRAMA

I

Manuel de Falla (1876-1946)
El amor brujo (versión de 1925)
Maurice Ravel (1875-1937)
Concierto para piano en sol mayor (1928-31)

II

Juan-Alfonso García (1935-2015)
Epiclesis II (orquestación del propio autor sobre original para órgano. 2009)
Manuel de Falla
Noches en los jardines de España (para piano y orquesta. 1909-16)
Maurice Ravel
La Valse (1919-20)

En el 150 aniversario del nacimiento de Maurice Ravel y Ricardo Viñes, y el centenario del estreno en París de El amor brujo de Manuel de Falla.

Corpus Bachii

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74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (Día 1): Conciertos sinfónicos.

Jueves 19 de junio, 22:00 horas. Palacio de Carlos V: La Cetra (Barockorchester & Vokalensemble Basel), Jone Martínez (soprano), Lea Elisabeth Müller (mezzo), Carlos Mena (contratenor), Jakob Pilgram (tenor), Tobias Berndt (barítono), Andrea Marcon (director). J. S. Bach: Misa en si menor, BWV 232. In memoriam Miguel Ángel Gómez-Martínez.

Creo en dios Bach, creador del cielo y la tierra de la música, también creo en los ateos que también se emocionan con «die große catholische Messe»,  música «que nutre el alma y da alimento al hombre. Es una necesidad, como el pan nuestro de cada día» que así describía la gran misa católica el «apóstol» Andrea Marcon en la prensa local (dejo al final la entrevista). Porque este jueves 19 era la Festividad del Corpus Christi que además de Toledo tiene en Granada su día grande, como grande el inicio de la septuagésima cuarta edición de un festival que sigue siendo peregrinaje obligatorio de todo melómano. No solo los escenarios lo hacen especial, también  los intérpretes, las obras y todo lo que supone la capital nazarí. Para el que suscribe es el reencuentro  con amistades forjadas en anteriores ediciones y hacer de este «asturiano en Granada» un privilegiado que comparte sus sentimientos musicales desde este blog al llegar a mi casa colegial tras la tertulia y el paseo oliendo y escuchando la noche de la Alhambra.

La Misa en si menor, BWV 232 de «Mein Gott» estaba dedicada este jueves de liturgias religiosas y paganas a la memoria del gran maestro granadino Miguel Ángel Gómez-Martínez porque tanto esta fiesta que trasciende lo católico, como lo que supuso para esta capital andaluza su figura y talento, merecía tan magna obra para seguir recordándele, todo un guiño de Paolo Pinamonti (esta noche de anfitrión hasta para Urtasun, el ministro del ramo que al menos asoma en los eventos musicales) pero también de Andrea Marcon, nombres muy unidos a esta ciudad y su festival.

Calidad en La Cetra tanto musical como coral, una formación donde brillaron todos. La orquesta con una concertino que también tuvo su protagonismo, al igual que los dos oboes, la trompa natural, el trío de trompetas, también naturales, con todo lo que supone interpretar números virtuosos pero también melódicos, un órgano siempre atinado en un bajo continuo donde cello y contrabajo dieron sustento…  y hasta los timbales barrocos que pueden traicionar por afinación o presencia, a cada sección el maestro Marcon las llevó de la mano, firme, seguro, convencido y disfrutando. El coro tan importante en toda la misa, cantando a cuatro voces, a cinco e incluso a ocho, cambiando posiciones en las tres partes en que se dividió la misa, sin pausas, solo las justas para afinar, hidratar y no perder concentración, y donde el quinteto solista formaba parte del mismo, integrado antes de avanzar rápidamente al frente en sus arias  y conjuntos solistas antes de retornar a la posición inicial.

De las cinco voces elegidas para la ocasión destacar el empaste y color de todas ellas, con distintas exigencias y protagonismos. La mezzo Lea Elisabeth Müller, estuvo algo corta de volumen al igual que el tenor Jakob Pilgram, muy bachiano a quien La Cetra nos trajo a Oviedo como Juan el evangelista, ambas pese a tener sus intervenciones «aligeradas» por el dios Bach que escribía para disfrutarlas en solitario con unos orgánicos mínimos pero igual de cantables. Bien sin más Tobias Berndt, un barítono no bajo pues en el grave careció del empaque esperado (el Quoniam tu solus Sanctus que hubiera necesitado color y volumen, aunque lo lograse puntualmente.

Poder presumir que dos voces españoles sean ideales para la gran misa de Bach, además alumna y profesor, vuelve a demostrar el nivel que tenemos en nuestra tierra y donde no siempre son reconocidas, pero al menos en Granada se volvió a demostrar. Jone Martínez es una soprano versátil en su repertorio aunque se la nota muy cómoda en la mal llamada música antigua, pues además de tener un color que empasta siempre bien, su línea de canto se adapta como un guante a esta magna partitura. Y su maestro Carlos Mena está en un momento excepcional, sigue siendo no solamente un «alto» seguro de voz poderosa que fluye en cualquier espacio, también por una técnica y color personal que brillaron en sus arias, con el Agnus Dei emocionante, preparándonos para el final Dona nobis pacem del que Marcon decía hablando sobre los políticos actuales en estos tiempos convulsos que si lo oyeran «se les quitarían las ganas de seguir peleando». Paz de espíritu para todos los presentes en vivo y en Radio Clásica.

Casi dos horas de liturgia musical en este Corpus granadino, católicos y luteranos, agnósticos y ateos en común unión con el dios Bach que siempre hace pensar, meditar, emocionar y descubrir algo nuevo en su magna producción, donde esta «Gran Misa» ocupa un altar para intérpretes y público donde volver, al menos una vez al año.

 

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