Inicio

Embrujo de luna llena

1 comentario

74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (día 22). Danza.

Jueves 10 de julio, 22:30 horas. Teatro del Generalife: Eva Yerbabuena: A Granada. Fotos propias y ©Fermín Rodríguez.

Noche de luna llena y el alma granadina con la danza flamenca que convirtieron El Generalife en un gigantesco Sacromonte con mucho nativo, más turistas y hornadas de visitantes que no querían perderse un espectáculo sobrio en este marco que, sin ser aficionado al flamenco, tuvo momentos de «pellizco» junto a otros con la sensación de improvisación (siempre necesaria) en un género y «palos» que todos dominan, con el decorado natural de los cipreses, unas luces sin gran despliegue pero eficaces, más una sonorización con algunos «errores» que no siempre estuvo atenta, reconociendo lo difícil de trabajar con tanto micrófono inalámbrico: canales bajados, ecualización desequilibrada donde los graves retumbaron en demasía, palmas y jaleos junto a la percusión muy potentes, mejor las voces (amén del despiste de tardar en abrir alguna a tiempo) pero la omnipresente y casi protagonista guitarra no siempre lució en los punteos aunque sí en los rasgueos y ritmos, incluso más que la parte electrónica.

La medalla de esta 74ª edición del Festival le fue concedida a la protagonista de la noche, la bailaora Eva Yerbabuena bien respaldada por su «cuadrilla» e invitados de lujo.

En la web se presentaba esta vigésimo segunda noche con luna llena:

Reencuentro mágico en el Generalife
Premio Nacional de Danza 2001, Eva Yerbabuena regresa al Festival de Granada para rendir homenaje a su ciudad. Nacida circunstancialmente en Frankfurt, a donde emigraron sus padres, la artista granadina es ya una de las grandes damas del baile y cumple más de un cuarto de siglo con su compañía. Según sus palabras, «no hay nada más contemporáneo que el flamenco». Y en esa línea, este espectáculo adquiere un eminente paralelismo con las coreografías que su admirada Pina Bausch realizó en homenaje a diferentes ciudades europeas como Palermo o Madrid. Lo que es seguro, es que Yerbabuena hechizará de nuevo con su baile asimilado entre la tradición y las nuevas formas expresivas, sobre el escenario del Generalife y con la sobriedad que le caracteriza.

Evidentemente esta granadina, a quien nacieron en Alemania, volvió a hechizar con su arte. La plasticidad y belleza de las fotos de mi admirado Ferminius que sabe captar los momentos oportunos, serán la mejor expresión a mis palabras, con los textos de las notas al programa de Rosalía Gómez que titula Un raro equilibrio entre la luz y la oscuridad:

Como sucede con Antonio (Ruiz Soler) o Manuela (Carrasco), Eva (Eva María Garrido García, Eva Yerbabuena) pertenece a esa breve nómina de artistas que no necesitan apellidos para ser reconocidos por los aficionados. Su personalidad artística se forjó en una fragua en la que a los bailes y los cantes más añejos de su Granada se fueron añadiendo, gracias a una inquietud sin límites y a una técnica impresionante, fruto de su don y su tesón, numerosos ingredientes de la danza y el teatro más contemporáneos. Una aleación que ha hecho de ella una de las banderas de la vanguardia flamenca. A lo largo de su trayectoria, Eva Yerbabuena nos ha contado muchas historias –personales, familiares o sociales– y ha homenajeado a sus poetas de referencia. A veces directamente, como hizo en A cuatro voces con Miguel Hernández, Blas de Otero, Aleixandre y Federico, al que, como buena granadina, ha regresado en varias ocasiones. Su Federico según Lorca fue uno de los hitos de este Festival en 2011, en este mismo escenario, como lo fue, en el de 2019 su delicioso trabajo Cuentos de azúcar, en el que compartía escenario con la cantante japonesa Anna Sato.

Ahora, atravesada la barrera del medio siglo, la artista no tiene nada que demostrar. Después de realizar espectáculos con un gran número de bailaores y bailaoras, de recurrir a diferentes directores, discursos, artistas invitados y lenguajes, especialmente el de la danza contemporánea, espoleada quizá por la que fuera su amiga, la mítica Pina Bausch, Eva no vuelve –no hay regresiones en el arte– sino que sigue avanzando en una continua transformación.

De este modo, en este, su último trabajo, la granadina ha decidido desprenderse de todo, salvo de lo que para ella es esencial en este momento de madurez: su baile, la guitarra extraordinaria y cómplice de Paco Jarana y el cante. Una vez más el cante, que para la bailaora «es la madre del flamenco, lo que me motiva para bailar», es, junto a la guitarra de su compañero, el motor de este décimo noveno espectáculo, como lo era ya en 2008, cuando celebraba en este escenario, con ocho magníficas voces, los diez años de su compañía. Esta vez, Miguel Ortega, Segundo Falcón, Ezequiel Montoya y Manuel de Ginés serán los cuatro paladines que la acompañen, junto a dos invitadas de excepción: Marina Heredia, siempre poderosa y exquisita, y Esperanza Garrido, dulce exponente de la nueva generación de cantaoras.

A Granada parte de Yerbagüena (oscuro brillante), un espectáculo único y múltiple que, centrado en su propia esencia y hecho para el disfrute de todos, ha recorrido escenarios como los de la Bienal de Flamenco –en su versión Solo para Sevilla– o el Festival de Jerez, desde su estreno en Madrid en 2023.

En un escenario vacío, la pieza se escande en cuatro tiempos. Siempre a la búsqueda de ese difícil equilibrio que existe entre la oscuridad y la luz, Eva aparece aquí en estado puro, enorme en el escenario, y comienza con unas bulerías por soleá para dejar claro su poder desde el primer instante. Luego vendrán los tientos y la arrebatada sensualidad de los tangos de Granada, la dramática sobriedad del taranto y un final exultante por alegrías con bata y mantón, como dicen que está mandado.

Y en ese recorrido cambiante, trémulo entre la luz y las sombras, mil destellos: las percusiones de Daniel Suárez, una ronda de fandangos antológica, la presencia rítmica de El Oruco, una reveladora granaína… y un invitado de excepción como es el bailaor, también él de Granada, Manuel Liñán.

Otra velada para recordar. Seguro.

Y lo fue como intentaré reflejar. Yerbabuena torera de negro y azabache, paseíllo de salida al ruedo en silencio, con los «subalternos» incorporándose comenzando ya el espectáculo con un cuadro en movimiento estático (y perdón por el oximorón).

 

Invitados artistas completos, bailadores y cantantes de timbres variados, protagonistas de una faena colectiva donde más que tercios toreros eran imágenes clásicas que alternaban con la modernidad electrónica, con el sevillano José Manuel Ramos “El Oruco” uniendo percusión y baile.

Voces de bailadores y todos a las palmas, taconeo, expresividad de pie o sentados, arropando y jaleando a Yerbabuena en todos los palos, con otro sevillano de pura cepa como Paco Jarana en una impecable guitarra que no se detuvo más que en los «cambios de cuadro», incluso cambiando su posición desde la penumbra al primer plano, todo un catálogo de bulerías por soleá, tientos, tangos de Granada, el taranto y el final por alegría. Acertados los juegos vocales de timbres similares en tesitura pero diferentes en «jondura», destacando para mi gusto Ezequiel Montoya.

Originalidad y tronío con la elegancia luminosa en la voz de Esperanza Garrido, invitada de lujo, la mezcla de tradición y vanguardia con la gran dama del flamenco bien jaleada, Eva dejándonos otro de los momentos de arte y emoción en su casa desde el Tablao Monumental del Generalife.

Con una percusión que suma pies y palmas como instrumentos,  mandando y marcando, cuadros estéticamente logrados en otro de los momentos de emoción con la pareja Yerbabuena y Liñán brindándonos imágenes toreras por el manejo de un mantón rojo cual capote hecho muleta, abrigo y templanza, espejo y sombra en una faena maestra.

No hay danza sin música, pero sí el cante puro y «a pelo», no siempre con guitarra, y otra invitada de casa, el desgarro y magisterio de Marina Heredia, coreografía vocal jugando con unos taburetes de movimiento circular que actualizan y modernizan la silla flamenca, con una voz «poderosa y exquisita».

La modernidad electrónica y el baile clásico, el vestuario elegante y el manejo de la cola regia que se recoge y nunca pisa, elevada para un zapateado coreado con la música original de un Paco Jarana incansable, o la interesante fusión de los cuatro cantaores incorporándose a un pie de micrófono en un cuadro polifónico cacofónico, casi en canon, en otro paseíllo de la luz a la sombra, genéticas de pura raza andaluza.

Cambios de «cuadro» dando brillo a estas pinturas negras más lorquianas que goyescas, del rojo pasión a la tierra yerma con otro mantón bellísimo, manejo más que torero puro flamenco, cantaores que palmean y danzan desde la silla, el cuarteto con Segundo Falcón desgarrador, Miguel Ortega agudo y delicado, el ya citado Ezequiel Montoya exquisito en las alturas, y Manuel de Ginés de «temple y rasga», alternando solos en una unidad coreográfica bien armada cual «cuatro tenores» en un «duelo de gallos» flamenco a más no poder.

Emoción, sobriedad e intensidad a lo largo de un espectáculo donde el fin de fiesta volvió a la esencia flamenca «exultante por alegrías con bata y mantón, como dicen que está mandado», todos compartiendo solos en un cuadro pasional con jaleos, palmas, zapateados, y volver a disfrutar de Marina y Esperanza al cante, compartiendo en primera fila otro baile de Eva y Manuel en un lenguaje único y universal, embrujados por la luna.

Una hora y tres cuartos de espectáculo de raíz donde vivir y escuchar el agradecimiento a una Granada que enamora en todo y por todo: entornos, paisaje, historia, cultura y gastronomía, ARTE con mayúsculas donde el flamenco sigue vivo y llenando allá donde va. Magia popular de nuestro patrimonio universal.

INTÉRPRETES:

Eva Yerbabuena baile

Paco Jarana guitarra

Segundo Falcón, Miguel Ortega, Ezequiel Montoya y Manuel de Ginés cante

Daniel Suárez percusión

José Manuel Ramos “El Oruco” percusión y baile

Artistas invitados:

Marina Heredia

Manuel Liñán

Esperanza Garrido

A Granada

Idea original, dirección artística y coreografía: Eva Yerbabuena

Composición y dirección musical: Paco Jarana

Vestuario: López de Santos

Iluminación: Fernando Martín

Director técnico: Ángel Olalla

Producción: Eva Hierbabuena S.L. – Manuela Franco

Distribución: Peineta Producciones

Un flamenco sin piano

1 comentario

74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (día 11 b). Flamenco.

Domingo 29 de junio, 22:00 horas. Palacio de Carlos V. Israel Fernández (cantaor y piano), Diego del Morao (guitarra), Ané Carrasco (percusión), El Jali y Galery (palmas): Mi cante a piano. Fotos propias y ©Fermín Rodríguez.

Reconozco que no soy entendido de flamenco aunque tengo una buena discografía y llevo años escuchando cosas puntuales aunque más en la línea de Dorantes o Chano Domínguez, dos pianistas de estilos diferentes pero que como pianista me han gustado desde sus inicios, aunque mi abuela materna siempre me hablaba de Arturo Pavón a quien solo pude escuchar en grabaciones. Ante esta undécima noche y leyendo el historial de Israel Fernández quería ver cómo sería cantar con un piano pese a estar un fenómeno de la guitarra como es el jerezano Diego del Morao a quien mis amistades malagueñas me habían puesto en un pedestal.

La web presentaba este espectáculo de flamenco (otra de las raíces del festival granadino):

Una voz pura del flamenco

El cantaor toledano de origen andaluz, Israel Fernández, representa una nueva generación de cantaores que están revitalizando el flamenco, aportando un aire fresco y contemporáneo. Su origen gitano y su entorno familiar lo sumergieron desde temprana edad en el universo del flamenco, forjando un talento innato que lo ha llevado a convertirse en uno de los cantaores más reconocidos de su generación. En Mi cante a piano nos ofrece una revisión de su obra a través de la intimidad y la sonoridad del piano. Él mismo es quien ha adaptado estas composiciones y para sorpresa él mismo es quien se acompaña, llenando de matices nuevos cada cante y dotándolos de una nueva profundidad expresiva. El artista flamenco no sólo nos ofrece una nueva adaptación de su repertorio flamenco habitual, sino que también nos muestra composiciones inéditas hasta la fecha. Su voz potente y llena de sentimiento se fusionará con la guitarra de Diego del Morao en la que será una espléndida velada en el Palacio de Carlos V.

Con el palacio a rebosar y una aficionada que no dejó de jalear con unos «ole» no siempre en el sitio correcto, escuchar a Israel solo con el Morao apuntaba maneras, el cante tan peculiar  del toledano y el toque del jerezano, tras lo cual se incorporaron las palmas y la percusión. El equipo de sonido no estaba correctamente ecualizado, las palmas apenas se oían y cuando Israel presentaba era poco inteligible lo que decía (tampoco vocaliza muy bien), con una percusión pecando de exceso en el grave al igual que la guitarra en el bordón.

Se quedaría solo sobre el escenario el guitarrista jerezano que nos dejó con ganas de más y cuando llegó el momento más esperado por mi resultó cuando Israel Fernández se sentó al piano, pìdiendo disculpas y reconociendo que no es pianista. Cantar y acompañarse está al alcance de pocos músicos, y la forma de tocar autodidacta no es la mejor escuela, aunque tuve de alumno en el instituto un David Gabarre (DEP) que era un fenómeno sin saber qué era una corchea.

Pero Israel le quedó grande presentar este recital en un Palacio que tampoco era el recinto más adecuado como «Mi cante al piano». Teniendo de compañero a David del Morao podía tomar nota de los acordes que normalmente son básicos en lo que se llama «cadencia andaluza«. La mano derecha llena de ornamentos que querían emular la guitarra pero la mano izquierda no acertó ni un acorde, y cuando quedaba sola mientras cantaba, el resultado empeoraba aún más. Intentó una malagueña y una granaína que lo fueron por el título, y si además lo poco que entendí al presentarlas que no sabía qué iba a hacer, me puse a temblar. Al menos no se alargó mucho más y ya todo el grupo prepararían unas bulerías con un largo solo de  percusión a cargo de Ané Carrasco que rellenó su espacio.

No esperé a la propina porque ya tenía suficiente en este domingo de programa doble y entre la decepción y la mala localidad que tenía en platea con el más alto sentado delante de mi que me impidió ver aunque no escuchar con una amplificación mejorable de Antonio Romero (de las luces desconozco la causa de que figurase en el programa Oscar de los Reyes pues apenas se limitó a cambiar los colores de las luces y poner el foco en el cantaor. El concierto se grabó para  emitirlo aún sin fecha por el canal francés Mezzo. Seguro que el poder mediático dará buenos datos de audiencia, y para quienes asocien flamenco con lo vivido habrá sido un gran espectáculo.

Dejo aquí el texto completo de las notas del programa de mano:

Mi cante a piano es un espectáculo del gran cantaor Israel Fernández en el que nos ofrece una revisión de su obra a través de la intimidad y la sonoridad del piano. Él mismo es quien ha adaptado estas composiciones y para sorpresa él mismo es quien se acompaña, llenando de matices nuevos cada cante y dotándolos de una nueva profundidad expresiva. El artista flamenco no sólo nos ofrece esta nueva adaptación de su repertorio flamenco habitual, sino que también nos muestra composiciones inéditas hasta la fecha. Para la ocasión contará como colaboración especial con el genio de la guitarra Diego del Morao, artista fundamental en la obra de Israel. De esta forma, Israel nos abre a este nuevo universo sonoro con el que, una vez más, pretende arañarnos el alma.

Al menos cerraré el mes con una muy esperada Sondra Radvanovsky acompañada por el pianista Anthony Manoli con un programa variado en el Patio de los Arrayanes que contaré como siempre desde aquí.

Cohen, Lorca… y Granada

1 comentario

Encuentro-homenaje Federico García Lorca y Leonard Cohen (Cátedra Leonard Cohen)

Este jueves 26 de junio tuvo lugar en Granada “Cohen & Lorca. Ecos de la amistad cultural entre España y Canadá”, un encuentro homenaje a las figuras de Federico García Lorca y Leonard Cohen. El poeta granadino y el cantautor canadiense volvieron a unir sus nombres y su obra gracias a una iniciativa de la Embajada de Canadá en España, a la que se han unido el Centro Federico García Lorca y la Cátedra Leonard Cohen de la Universidad de Oviedo, que conviene recordar se creó tras el Premio de la Fundación P. de Asturias (FPA) de poesía en 2011 al canadiense, donando el premio en metálico con el que mi universidad  crearía una cátedra única, pudiendo saludar a mi querida Miriam Perandones, musicóloga y que también fue directora de esta cátedra desde 2016 hasta febrero de 2022, hoy presente en estos actos.

A las doce de la mañana en Granada, con la presencia de Jeffrey Marder (embajador de Canadá en España), Laura García Lorca (del Centro Federico García Lorca) y José Errasti (director de la Cátedra Leonard Cohen de Oviedo), se hizo el descubrimiento de una placa que recuerda este homenaje con el que se pretende rendir tributo a dos figuras que han reunido en sus creaciones un universo cultural y poético con innumerables puntos de conexión, un tributo con voluntad de perdurar en el futuro con el fomento de actividades que den a conocer la obra y los puntos comunes de ambas personalidades.

Y a las siete de la tarde, tras 40 minutos de cola, se abrían las pertas del auditorio del Centro Federico García Lorca, con unas palabras previas de Laura García Lorca, Errasti y el embajador de Canadá en España.

A continuación ocuparía la mesa sobre el escenario del auditorio la doctora en Literatura Española por la Universidad de Cádiz Elena Caballero, que expondría los aspectos más importantes de su tesis “La influencia de García Lorca en Leonard Cohen”, presentada por Fernando Navarro (periodista de El País), que moderaría el coloquio posterior donde participaron Jose Manuel Medina (de la Fundación Enrique Morente), y Chema Cano (autor del libro «Seis acordes»).

La ponencia de la doctora Caballero se limitaría a 20 minutos por cuestiones de tiempo y organización, que arrancaba un viernes 21 de octubre de 2011 viendo en TVE la entrega de los premios de la FPA con su madre asturiana, donde quedó enamorada de Leonard Cohen tras su discurso. En su exposición nos habló de «un viaje de referencias», la relación entre poesía y música, Montreal y Granada, con dos caminos: analizar las traducciones de Lorca al inglés, y la huella textual de Lorca en muchos temas propios de Leonard Cohen.

No podía faltar el recuerdo al asturiano Manolo Díaz (entonces en CBS) quien recogió al canadiense en el aeropuerto de Madrid, y durante el trayecto en taxi de Barajas al Hotel Palace (entonces casi una hora), le fue hablando del proyecto del disco «Poetas en Nueva York» donde quería contar con él junto a otros cantautores del momento. Solamente le miraba y finalmente le contestó: «mi hija se llama Lorca Cohen».

Después vendría el encargo a Cohen, la traducción o mejor adaptación del Pequeño vals vienés, 150 horas de trabajo para su Take This Waltz. Pero no solo este tema (que se haría tan popular), también The Gypsy’s Wife (1979), otra fascinación para Cohen y la que más influye por su escenario poético de la mujer que enlaza con Bodas de sangre según Elena Caballero.

No faltaron las referencias al último concierto en Sevilla de Lola Índigo o Silvia Pérez Cruz como transmisoras actuales de Lorca en sus RRSS para un público adolescente, pero especialmente Enrique Morente quien tras descubrir “el vals de Cohen” conocerá Poeta en NY y lo llevará a su disco “Omega”, una verdadera locura que un flamenco cante a Lorca con un grupo de rock como Lagartija Nick. Gracias a estos artistas aún mantenemos el legado de Federico.

Finalizada la ponencia vendría la mesa redonda donde todos mostraron la adoración por Cohen. Así Chema Cano contaría cómo ficciona en su libro “Seis acordes” y la admiración común por Cohen porque es un “contador de historias”, como en el discurso de la entrega del premio, o Dylan (otro galardonado cuatro años antes en los Premios), el Montreal de entonces para un canadiense de familia judía, su primera guitarra de 2ª mano, las influencias y emociones. Navarro también citaría a Dylan, los trovadores y unas letras por las que pregunta a Elena y cómo influye la faceta de músico en Lorca, quien contesta que toda su obra está cargada de musicalidad, un músico que se asienta como poeta, al revés que Cohen. Fernando preguntaría a Medina y a Chema del «Universo Cohen» qué influyó en Morente, con el que se cerraba la ponencia, y la unanimidad: la libertad.

Proseguiría el coloquio con un público no muy participativo, aunque surgió el tema  de las RRSS que transmiten esas letras y música, hasta los diseños, y aunque a mi generación le parezca triste, está claro que al menos la calidad de los textos de los artistas actuales es volver a mirar la música de nuestros abuelos o el recuerdo a Carlos Cano quien actualizó y «recuperó» la copla como están haciendo esta generación digital de cantantees.

El broche musical lo pondrían Rafael Liñán (voz y guitarra), Juan Trova (voz, guitarra y banjo), más Eva Manzano (baile), que comenzaría como era de esperar con Liñán cantando Take this waltz, estribillo coreado por el público. Trova además de agradecer este hermanamiento que en estos tiempos haya muchos más. Y este trío para la ocasión versionaría el romance de Las morillas de Jaén, con Eva bailando.

Siguiente tema con los tres, Rafael Cohen, Trova al banjo y los «jaleos» de Manzano para otro «hit» cantado por el público, Dancing to the end of love con ese aire flamenco sin perder el original.

Trova recordó a Paco Ibáñez que tanto ayudó a difundir el poema de Lorca El lagarto está llorando, en una versión llevada al blues por Juan y cantado también Eva, con alternancia de estrofas.

Regreso a Cohen con Rafa cantando y Trova al banjo en So long Marianne, y el estribillo coreado por un público entregado y conocedor tanto de Federico como de Leonard, que como comentaba Eva al finalizar el tema, unir danza, música, poesía es estar “en la misma gloria”.

Paco Ibáñez fue pionero en musicar a nuestros poetas, y en su disco de 1964 la portada tenía una pintura de Dalí como bien recordó Juan antes de hacernos su versión de la Canción del jinete, trío lorquiano con el sentido baile de Eva. Y una oración como Hallelujah, bailado y cantado por todos los presente siendo de lo más aplaudido antes de cerrar círculo con el Pequeño vals vienés, cantado por Juan Trova, en castellano con el punteo de Rafa y el baile de Eva, el mismo y distinto vals que Lorca inspiró.

Pasadas las nueve de la noche y con las campanas de la catedral repicando, saludos varios, un cerveza para refrescar y raudo me dirigiría al Hospital (Real)… que ya lo conté antes de esta reseña. Viva Cohen, Lorca y Granada…

Músicas viajeras

2 comentarios

74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (día 8). Música de cámara.

Jueves 26 de junio, 22:00 horas. Patio de Los Mármoles (Hospital Real). De al-Ándalus a Isfahán. Accademia del PiacereConstantinople. Músicas del Renacimiento español y de los imperios persa y otomano de los siglos XV y XVI. Fotos propias y ©Fermín Rodríguez.

Es asombroso el caso la Accademia del Piacere y cómo se puede pasar en un día de un programa complejo como el vivido en el Palacio de Carlos V a este en el Patio de Los Mármoles (Hospital Real), si bien es cierto que la complejidad de uno no tiene nada que ver con esta fusión entre Oriente y Occidente donde la calidad de los músicos les permite afrontar un concierto «llevadero», con mucha improvisación y unas obras que estos intérpretes llevan años transitando. Podría comparar este recital con una jam session renacentista donde todos los músicos tuvieron su protagonismo, sus solos y las «ruedas» que transitan entre los cuatro acordes básicos de la tonalidad (I-IV-V–I) aunque no llegaría como tal hasta el barroco posterior.

La presentación en la web del Festival ya dejaba claras la «línea programática» de la formación hoy en trío de Fami Alqhai con el cuarteto Constantinople:

Fusiones mediterráneas
«Dos conjuntos occidentales creados por dos músicos originarios de Oriente Próximo: Fahmi Alqhai nació en Sevilla, pero su familia es de Siria, donde él vivió de niño; Kiya Tabassian nació en Irán, pero desde adolescente reside en Canadá. Se reúnen en un proyecto que ha sido ya testado con gran éxito. Accademia del Piacere, el grupo de Alqhai, se presenta en formación básica de trío de violas da gamba; Constantinople lo hace como cuarteto. La música antigua europea se cruza aquí con las tradiciones orientales (persa y otomana, esencialmente) para un recorrido que tiene al Mediterráneo como la gran corriente que cohesionó sus orillas y propició un mestizaje cultural sin el que no se entendería el mundo moderno».

En tiempos convulsos para las tierras de donde provienen estos músicos, al menos nos queda la certeza que el patrimonio cultural se mantendrá por mucho que las guerras destruyan, y la esperanza de que más hermanamientos y fusiones como las de estas composiciones, muchas de transmisión oral que los especialistas y musicólogos han preservado en papel desde manuscritos desenterrados en monasterios y bibliotecas de palacios como el de Topkapi o los archivos catedralicios hispanos.

El trío de violas de gamba (Fahmi Alqhai, Rami Alqhai y Johanna Rose) son el sustento de unas músicas más cercanas a la monodia acompañada que a la polifonía, aunque comparta ambas, y si Fahmi «cantaba» era Rami quien realizaba el bordón o Johanna los «contracantos». Increíbles el setar de Kiya Tabassian, cómo sacar tanta música de un instrumento de cuatro cuerdas que igual rasgeaba que punteaba, y el maravilloso kanun de Didem Basar, una especie de cítara que no solo aportaba una tímbrica especial a este orgánico tan especial, también sus ornamentos a esa monodia instrumental que en los temas persas lo hacía con la voz de Tabassian. En este tránsito de oriente a occidente me recordó ese viaje de la tonada asturiana con o sin gaita, desde esa Persia hasta Marruecos, los cantos de los muecines en el alminar, el salto a Sevilla, los orígenes del cante flamenco y finalizar el trayecto por la originalmente romana Ruta de la Plata hasta mi tierra, del Mediterráneo al Cantábrico.

Los melismas, estilo de canto y acompañamiento instrumental son de la misma sangre, una transhumancia musical de la que todos han bebido. Y no puede faltar una excelente percusión, dos instrumentistas (Patrick Graham y Hamin Honari) que utilizaron desde los djembé y darbukas hasta un surtido «set» con panderos, panderetas, sonajas y mucho más, el necesario empuje rítmico pero también de amplio color, las pinceladas sonoras tan ancestrales que enriquecen unas obras de por sí monótonas (por lo repetitivas) y que solamente la tímbrica las hace men0s «aburridas», precisamente por el planteamiento de improvisar sobre unas melodías que se pierden en el túnel del tiempo.

Dejo a continuación las notas al programa firmadas por Juan Ramón Lara:

De al-Ándalus a Isfahán

«En 1582, Argote de Molina editó en Sevilla Embajada a Tamorlán, el extraordinario libro de viajes que escribiera Ruy González de Clavijo a inicios del siglo XV en el que narra su viaje junto al fraile dominico Alfonso Páez de Santamaría como embajadores del rey Enrique III de Castilla, hasta la corte del mítico Tamerlán: desde Cádiz a Samarcanda, con travesías tan deslumbrantes como Constantinopla o Persia. Por los mismos años de la publicación del sevillano Argote, el príncipe persa Uruch Beg, luego conocido como don Juan de Persia, hacía el viaje inverso desde Oriente a Europa, partiendo de Isfahán para establecerse en Castilla tras visitar las grandes cortes europeas.

Lejos de ser viajes aislados, estas embajadas fueron signo de los tiempos de una verdadera protoglobalización, la misma tendencia que empujó a Portugal a atravesar los océanos de oeste a este en busca del comercio con Oriente, y luego a Colón y Magallanes a cruzarlos en sentido contrario y cerrar el círculo del gran globo. Tales viajes no solo pusieron en contacto a los poderes de Oriente y Occidente, sino a culturas que, aunque lejanas, siempre mantuvieron cordones de contacto en la literatura, las artes y la música, empujando a la primera gran oleada de migraciones e intercambios multiculturales que unieron al mundo.

Inspirados en esos relatos, los conjuntos Constantinople –con sede en Montreal, Canadá, y dirigido desde el setar por Kiya Tabassian, nacido en la vieja Persia– y Accademia del Piacere –dirigido por el violagambista sevillano de origen sirio-palestino Fahmi Alqhai– se sumergen en las músicas del Renacimiento español y los Imperios persa y otomano de los siglos XV y XVI desde un marco narrativo basado en los textos de González de Clavijo y don Juan de Persia, para recorrer los viajes y las exploraciones cruzadas de estos dos viajeros a través de la música. Para ello, parten de manuscritos de los palacios sevillanos y castellanos de la Edad de Oro de la música española: un tiempo aquí llamado Renacimiento, pero igualmente prolífico para los músicos de las cortes persas y de todo el Imperio otomano, de quienes toman igualmente como materia prima musical los manuscritos desenterrados en monasterios y bibliotecas de palacios, como el de Topkapi de Constantinopla. Músicas modales de uno y otro mundo, obras maestras de esencias afines desde al-Ándalus a Isfahán, serán puestas en común por la mirada contemporánea de Alqhai y Tabassian».

No entraré a comentar cada obra del programa, tan solo destacar los proyectos de la Accademia del Piacere que lidera Fahmi Alqhai. Sus raíces y genes les llevan a la interculturalidad desde el conocimiento de cada música con un guiño actual que tiende a la mixtura o fusión. En el repertorio de nuestros Guerrero, Mudarra, Fuenllana o Santiago de Murcia son capaces desde el respeto a los originales, darles «una vuelta de tuerca» y traerlos a nuestro tiempo para acercarlos tanto a nuevos públicos como a los fieles seguidores en estos años.

Y unirse a esta Constantinople afincada en Canadá es otro paso más. Si Estambul es la puerta de Asia, parece que en un mundo ideal sin fronteras en cualquier territorio se pueden llevar y mantener  las tradiciones y el folklore, entendido como la cultura del pueblo (que incluye música, gastronomía, ropajes y costumbres… la llamada etnografía). No entenderíamos lo que cantaba Tabassian a capella o con las ornamentaciones del kanun y los diálogos con Fami, pero el orgánico elegido para ello, así como su expresividad en estos cantos persas, transmitieron un lamento que la música hace comprensible. Más de hora y media con bis incluido que deleitaron estos mármoles sin una silla libre y toda mi admiración por proyectos como este imperial persa, otomano e hispano de los siglos XV y XVI, de Isfahán a al-Ándalus, y si me apuran llegando hasta la Castilla que arrancase primero en el Reino Astur de esta piel de toro.

INTÉRPRETES:

Accademia del Piacere

Fahmi Alqhai, Rami Alqhai y Johanna Rose, violas da gamba

Constantinople

Kiya Tabassian, setar y voz

Didem Basar, kanun

Patrick Graham y Hamin Honari, percusión

PROGRAMA:

De al-Ándalus a Isfahán

Panj-gâh pishrow / Anónimo persa (s. XVI): Golestan

Anónimo / Fahmi Alqhai: Glosa sobre el canto llano Pange Lingua

Pishrow Mohayer / Osul Duyek / Anónimo persa (s. XVI): Ghome Ajam & Pir-e Mey Foroush

Francisco Guerrero (1528-1599) / Fahmi Alqhai:  Si tus penas no pruebo y su glosa

Luis de Narváez (c. 1500-1552): Diferencias de Conde Claros

Aga Mu’men (c. 1580-1640):  Nikriz Pishrow

Alonso de Mudarra (c. 1510-1580): Fantasia que contrahaze la harpa en la manera de Ludovico

Alonso de Mudarra / Fahmi Alqhai: Romanescas

Dimitrie Cantemir (1673-1723): Buzurg

Miguel de Fuenllana (c. 1500-1579): Fecit potentiam & Fantasia 37

Santiago de Murcia (1673-1739) / Fahmi Alqhai: Fandango

Kiya Tabassian: Chavosh

Danza y música desde el origen

2 comentarios

74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (día 7). Danza.

Miércoles 25 de junio, 22:00 horas. Palacio de Carlos V. Ballet Flamenco de Andalucía / Accademia Piacere, Patricia Guerrero (dirección artística y coreográfica BFA), Fahmi Alqhai (dirección musical, composiciones y arreglos). Origen: La Semilla de los Tiempos. Quiteria Muñoz (soprano), Amparo Lagares Díaz (cantaora), Dani de Morón (guitarra flamenca). Fotos propias y ©Fermín Rodríguez.

Tercer año en Granada, tercera noche de danza en mi séptimo día de la 74ª edición de Festival internacional volviendo a unir de música y danza con el Ballet Flamenco de Andalucía y la Accademia del Piaccere, una de las formaciones que han cambiado la forma de afrontar el Barroco con propuestas tan originales como estos Orígenes, verdaderamente La semilla del tiempo. La presentación en la web de este nuevo espectáculo ya lo avanzaba:

Complicidad creativa
Fahmi Alqhai y Patricia Guerrero, dos referentes indiscutibles de la música y la danza actuales, retoman su complicidad creativa y empeño en proyectar al futuro las tradiciones andaluzas de la música y la danza. En Origen buscarán las semillas que nos ha legado el Siglo de Oro, sembradas en los bailes flamencos por jácaras y pasacalles, marionas y zarabandas que muestran evidencias históricas irrebatibles de sus inequívocos compases y rasgueos de guitarra barroca. Este nuevo espectáculo se nutre de nuestra historia y la recorre de pasado a presente y viceversa, en una rapsodia que proyecta al siglo XXI la fuerza del génesis de estas danzas. El poder en escena del Ballet Flamenco de Andalucía, y los sones histórico-vanguardistas de la Accademia del Piacere serán conducidos por la sensibilidad creativa de estos dos grandes artistas de nuestro tiempo.

Nuevas generaciones que insuflan de aire fresco repertorios de siempre, sin etiquetas, el disfrute de la música y la danza en feliz convivencia directa e irrepetible, aunque ya lo pude disfrutar en el canal ARTE, pero los espectáculos en vivo y además en la Alhambra, son únicos. Y otro lleno en una noche con duende barroco, con un órgano en solitario para abrir la sesión, escena sencilla con varios prismas de distintos tamaños, un bailarín abriendo solo, deambulando la escena y comienzo musical acompañado de una flamenca guitarra barroca tras la que entraría la Accademia con la soprano valenciana Quiteria Muñoz (que «descubrí» con ellos en su último CD) para ajustar una amplificación que mejoraría en dos estrofas de la trócola, para relevarse con un inmenso Dani de Morón a la guitarra flamenca, primera fusión junto al cuerpo de baile taconeando y latiendo a unísono.

Vestuario en tonos gris perla y un ballet jugando y transitando por los prismas mientras el ensemble (ubicabado atrás en una tarima) dialogaba entre siglos uniendo músicas y coreografías más que flamencas de genuino baile español. Combinaciones, movimiento escénico aprovechando el pasillo trasero de columnas para circular. Capítulos marcados por las músicas, «locura», jácaras, marionas, músicas de ida y vuelta, de oriente y occidente que transitaron mares y océanos con Andalucía de punto de partida y una Sevilla capital del comercio además de exportadora de nuestra música. Fahmi Alqhai como su hermano Rami representan como pocos  esta interculturalidad que han sabido volcar en sus programas, y este Origen es buena prueba de ello, enriquecido con Patricia Guerrero al frente del Ballet Flamenco de Andalucía (BFA).

Abundantes y enriquecedoras las distintas notas al programa firmadas por el director de escena, el musical y la directora artística y coreográfica, que intercalo con mis comentarios.

Origen
Juan Dolores Caballero
En este mundo nuestro, miserablemente rico y deliberadamente plural, poblado por millones de seres únicos, entendemos y experimentamos la danza solo desde la emoción.

Es en la emoción y la memoria donde habitan personajes confinados y alejados de lo “normal”. No pertenecen a nuestra vida cotidiana, pero existen, viven a nuestro lado, sienten, escuchan, sufren… y luchan por reconstruir, con su memoria difuminada, aquello que llamamos vida, con su dicha y su miseria. Entre luces y sombras, al alba o de madrugada, con la ciudad muda y callada de fondo, emergen estos seres: desconocidos, arrinconados por siglos, excluidos de la luz. Sin artificios, en su estado más puro, coexistiendo en la búsqueda de su espacio esencial, se plantea Origen.

Este espectáculo parte de los espacios poéticos de la ciudad de Sevilla, de la memoria y el simbolismo, del espíritu barroco que cabalga junto al flamenco como expresión universal, unificados en un pensamiento poético.

La propuesta de Origen se inscribe en una ciudad que rezuma memoria, guardiana de huellas y marcas de energía. Es el objeto olvidado en la tienda de un anticuario, aquello que parece no servir para nada, pero que amontona historia, la historia de nuestra propia vida. Es el objeto que, en su abandono, se convierte en un pedúnculo del ser humano, hibridando la carne con la materia inorgánica, hasta negar así la función misma del objeto.

Los utensilios cobran un significado especial cuando las acciones se desarrollan en un espacio concreto, en la intersección entre la vida cotidiana y la ensoñación. Sevilla es la ciudad de la vivencia, de los espacios abiertos y cerrados, de los escondites, de la buhardilla y del sótano, pero, sobre todo, la ciudad de la existencia.

Origen busca compartir sentimientos y emociones en tiempos, formas y espacios ajenos a la normalidad, fusionando lo físico y lo mental, lo barroco y el flamenco, predisponiendo al público a sentir.

Trabajar la imagen barroca en el baile como sugerencia y la música como elemento subconsciente, como vehículo de la memoria, ayuda al espectador a comprender aquello que se agita en los rincones más recónditos de su existencia.

La propuesta de Origen surge de la estilización de la vida cotidiana en una Sevilla barroca. La convivencia entre ensoñación y realidad, sostenida sobre los hombros de lo vivido, será el referente esencial para contar nuestra historia. Un mundo metafórico que no suprime la referencia, sino que la altera, la desdobla y la desplaza, creando una ciudad de nuevo orden, donde el flamenco y la orquesta barroca dialogan.

Origen es la búsqueda de los espacios donde nuestra historia habita, donde música y compás seducen con el secreto desde el que se toman las decisiones. Y es también el reflejo de un mundo interno, de una ciudad que es espacio amado, espacio vivido. En ella, Patricia Guerrero y Fahmi Alqhai, acompañados por el Ballet Flamenco de Andalucía y Accademia del Piacere, exploran un pasado y un presente comunes a través de la música y la danza, vías universales de hermandad entre pueblos y culturas. Dos estilos que se abrazan y se funden, un camino común entre el flamenco y la tradición histórica de la música española, donde cada lugar y cada objeto guardan memoria y significado, testigos de vivencias que trascienden lo íntimo.

Al aprender a habitar la ciudad, también aprendemos a habitar nuestro interior. Los espacios están en nosotros, al igual que nosotros estamos en ellos. La ciudad es el lugar donde se crea la vida y donde también encuentra refugio, es el escenario de los sueños y los ensueños, de los recuerdos y las evocaciones.

Música y danza en feliz unión, con Quiteria «de locura» en escena, belleza más plasticidad vocal y corporal del ballet y sus solistas, flamenco en femenino con la guitarra cristalina y honda de Dani de Morón contestado y completado con el «cante de Fami» que nos transportaría sin cesura al oriente junto a la percusión de Agustín Diassera, velos inquietantes y de pronto la luz con tres bailarinas de miriñaques y mantones creando otra escena maravillosa que crecería en intensidad, como el vito de fandango rompiendo fronteras.

Siguiente cuadro con un sacerdote tocando dos campanillas y un tambor procesional, pasando al negro con una oración de saeta que pone la carne de gallina en la voz de la cantaora Amparo Lagares, coreografiando tras mover las estructuras prismáticas, que también hicieron de percusión, una espectacular semana santa de reclinatorios, virgen en trono, procesión con los vientos, crucificado de pasión sumándose el viento que participaría en una puesta en escena rica, elegante, emocionante, esencia destilada de una tradición aún viva que Sevilla como tantas ciudades españolas siguen viviendo cada año.. Un cuadro impactante donde las manos fueron imaginería pura antes de fusionar un solo de Fami y Patricia que parecía explicar un flamenco barroco natural.

Sobre la música
Fahmi Alqhai
La historia de la música española, como la de su cultura, es el resultado de un mestizaje profundo, donde sensibilidades opuestas han convergido a lo largo de los siglos: Oriente y Occidente, cristianismo e islam, el Viejo y el Nuevo Mundo. De esta fusión nace una identidad musical única que, en los siglos XVI y XVII, conquista el panorama europeo y configura un More Hispano, esencia de nuestra forma de sentir y expresar la música. Un magnífico ejemplo de este crisol de influencias es el flamenco.

En Origen, la semilla de los tiempos, emprendemos un viaje a través de nuestras raíces musicales. Partimos de la herencia árabe de al-Ándalus, que dejó su huella en nuestras melodías y modos, otorgándonos ya en el siglo XV una identidad sonora única, muy distinta a la del resto de Europa y germen de lo que hoy reconocemos como flamenco. Avanzamos después hacia otro punto clave de nuestro mestizaje cultural: el impacto del descubrimiento de América. Y es que la España imperial se entrelazó con los ritmos africanos de los esclavos y las tradiciones de los pueblos indígenas. De esta fusión nacieron las danzas que trajimos de vuelta, como guineos, chaconas, zarabandas y marionas, entre muchas otras.

Este espectáculo no busca reconstruir un sonido histórico, sino reimaginarlo desde una perspectiva contemporánea. La música dialoga con el flamenco para crear un lenguaje nuevo que trasciende sus elementos originales y da vida a una expresión inédita para el baile y la representación dramática. En definitiva, un
nuevo mestizaje donde lo antiguo y lo moderno se entrelazan para celebrar la esencia de nuestra cultura: la fusión de los opuestos.

Y como el día anterior, el paso del negro luctuoso al rojo pasión, intensidad festiva, baile de salón dieciochesco pero actual, unos vientos versallescos traídos a la corte hispana danzados con la pureza de nuestra tierra junto al cante blanco de Lagares. Protagonismos de ropajes trampantojados, faldas en ellos, pantalones en ellas, que danzando cobraban más sentido.

Sobre la coreografía
Patricia Guerrero
El lenguaje de la danza en Origen nace del mestizaje cultural que inspira la obra. Desde el flamenco, exploramos movimientos que evocan las danzas africanas, el folclore e incluso las refinadas danzas barrocas de los salones de época.
Es un trabajo enraizado en el conocimiento musical y la complejidad rítmica del flamenco, pero con una mirada que atraviesa el tiempo, conectando pasado y presente a través del cuerpo en movimiento.

Como final Con qué la lavaré de Quiteria cantando a un «cabezudo negro» (llegaría después el dúo con Amparo) y la guitarra flamenca, todo ropajes blancos evocando nuestras tierras de ultramar, la Cuba colonial, el mestizaje de la nota anterior, pueblos unidos con el Atlántico por el medio, sin obviar las culturas africanas que estaban en la misma raíz, un original cuarteto de máscaras, herencias rítmicas, hasta los difíciles zancos y todos danzando casi como un ritual de música evocadora que navegaba por el palacio antes de la fiesta del fandango coral que coronaría al cuerpo de baile en la reubicación de los prismas y una iluminación sencilla. Cuadro visual aplaudido pero faltaba rematar, despojarse de miriñaques lujosos hasta quedar en lo mínimo, pues «la gloria es efímera pero la memoria eterna», cenizas cantadas, tocadas y bailadas desde lo más profundo con la belleza de un espectáculo enorme.

La semilla se plantó y brotó porque nadie mejor que la Academia del placer con el BFA para recordar nuestros orígenes haciendo historia danzada en otra noche mágica desde una obra de arte total y un éxito atronador en una de las señas de identidad de este festival único por tanto

FICHA TÉCNICA

Fahmi Alqhai (dirección y viola da gamba) – Quiteria Muñoz (soprano) – Dani de Morón (guitarra flamenca)

Accademia del Piacere

Rami Alqhai (viola da gamba) – Johanna Rose (viola da gamba tenor) – Javier Núñez (clave y órgano) – Carles Blanch (guitarra barroca) – Jacobo Díaz (oboe barroco y chirimías) – David García (sacabuches) – Luis Castillo (fagot) – Laura Asensio (contrabajo) – Agustín Diassera (percusiones).

Ballet Flamenco de Andalucía

Patricia Guerrero (dirección y bailaora solista) – Amparo Lagares (cantaora) – Eduardo Leal (maestro repetidor).

Cuerpo de baile:

Adriana Gómez, Álvaro Aguilera, Ángel Fariña, Araceli Muñoz, Arturo Fajardo, Blanca Lorente, Claudia “La Debla”, David Vargas, Hugo Aguilar, Jasiel Nahin, Lucía “La Bronce”, María Carrasco, Sofía Suárez.

Fabián Romero, sonido.

Olga García, dirección técnica y luces.

Valentín Donaire, codirección técnica y técnico de luces.

Alejandra Gimeno, producción.

Rami Alqhai & Agencia Andaluza de Instituciones Culturales, producción ejecutiva.

Muertos de amor

2 comentarios

74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (día 6). Danza.

Martes 24 de junio, 22:30 horas. Teatro del Generalife. Manuel Liñán & Compañía: Muerta de amor. Dirección y coreografía: Manuel Liñán. Artista Invitada: Mara Rey. Fotos propias y ©Fermín Rodríguez.

Sexta noche de Festival y volvía al Generalife para disfrutar de un espectáculo completo que podría haberlo llamado «obra de arte total» porque Manuel Liñán (1980) y su compañía lograron subir sobre las tablas del teatro tal aire libre -con una temperatura ideal- una fusión de baile y cante flamenco, danza clásica, bailarines cantaores (o a la inversa), puesta en escena impecable, vestuario negro bellísimo, proyectando sombras con unas luces por momentos cual caverna de Platón en rojo, con un decorado y utillería sencilla (no faltaron en momentos puntuales la silla ni las pelucas rubias movidas como hace Melody) pero efectista, que darían un juego increíble, más unos «pedazo de músicos» en directo que por momentos también formaron parte de la coreografía, todo bien amplificado hasta alcanzar unas cotas de calidad capaces de llegar tanto a los eclécticos, entre los que me encuentro, como a los flamencos más puristas y los turistas que no suelen fallar cuando escuchan la palabra, aunque esta vez no fuese el Sacromonte.

En la web del Festival se presentaba este espectáculo con las siguientes palabras:

Baile flamenco y copla
«La nueva creación del coreógrafo y bailarín granadino Manuel Liñán, Premio Nacional de Danza 2017, fusiona la tradición de la copla con elementos innovadores y nos presenta una visión fresca y actual del baile flamenco. Con una puesta en escena cuidada al detalle y un elenco de excepcionales bailarines, el espectáculo es un homenaje a la riqueza y la diversidad del flamenco. La música original de Francisco Vinuesa y la voz de Mara Rey aportan una dimensión emocional que nos conmueve profundamente. Muerta de amor es un canto a la vida y al amor en todas sus formas. Una seductora y apasionante propuesta que reivindica la pasión a través del flamenco y la copla».

Se habla de fusión aunque prefiero referirla como transversalidad por todo lo que reúne este «Muerta de amor»: provocación, deseo, intimidad del cuerpo, energía, desgarro… con la copla como hilo conductor, porque las de nuestros abuelos eran microrrelatos que el baile de los siete magníficos iban recreando, sin género y con todos ellos: masculinidad, homosexualidad, bisexualidad, transexualidad, el colectivo LGTBQ+ totalmente actual pero con una elegancia digna de una casa de Bernarda Alba por el poso lorquiano del coreógrafo y bailarín granadino, dando protagonismo al conjunto, músicos incluidos, pero también a cada uno de sus componentes bien en solitario, por parejas, trío… incluso con distintas alturas de una plasticidad bellísima, arrancando el espectáculo cantando «a capella» -muy bien por cierto- desde la negritud que se tornaría stendhaliana.

Respiraciones, jadeos rítmicos, cotidiáfonos como el cable serpenteante o los pies de micrófono utilizados cual bastones de baile y cante de los siete bailarines, numerología pitagórica cargada de simbolismo, e impar: siete pecados capitales, siete notas musicales, siete escenas, variaciones y combinaciones de los siete elementos sumándose a la escena un octavo, Mara Rey (Madrid, 1979), internacional y verdadero vendaval sobre las tablas. Artista completa, actriz, bailaora y cantaora, de voz desgarradora y potente, expresiva en alma y cuerpo capaz de hacer converger en ella desde La Lupe a María Jiménez con el pellizco de Rocío Jurado y el tronío de Juana Reina. Un rojo clavel pero sobre todo un Me muero, me muero que mueve y conmueve, bailado y cantado.

Y no puede haber baile sin músicos porque los «siete magníficos» son ritmo puro en pies y cuerpo, palmas, golpes en el pecho, pitos y gemidos. Mas el peso de todo el espectáculo se sustenta en cuatro gigantes situados casi en penumbra en el lateral derecho, que no solo tuvieron intervenciones solistas increíbles sino que se sumaron a la escena diseñada por Rafael Liñán, Ernesto Artillo (suyo también el diseño del vestuario) y Gloria Montesinos. Vamos con el póker de ases:

Primero el malagueño Francisco Vinuesa (1985) a la guitarra y autor de la música original, aunando todos los estilos desde un flamenco con poso hasta un minimalismo que pasaba de lo diegético a lo incidental sin perder nunca originalidad, con escenas que parecían campanas o gotas de lluvia, rasgeos que conmovían y el toque  complemento inseparable del cante. Y aquí estaba un Juan de la María inmenso, la voz imposible, el desagrro y la «jondura» que le viene de ese mestizaje entre su familia gitana de Jerez más las raíces en Utrera y Lebrija. Y aunque los tacones flamencos son como el tap dance de hoy en día (incluso uno de los bailarines, el que podríamos llamar clásico se marcó al final un Irish Jig), la guitarra de Vinuesa es flamenca como ella sola, la percusión de Javier Teruel (y asesor musical de este espectáculo) fue un portento, con un cajón increíble que encajaba y marcaba cada palo, sustento del baile y refuerzo tímbrico poderoso, compañero habitual de Vinuesa haciendo magia a pares para empoderar el latido común del corazón rítmico. La cuarta pata sería Víctor Guadiana al violín y violín sintetizado, flamenco y árabe de giros casi guturales en el natural o sonidos de flauta (cual Jorge Pardo) en el eléctrico capaz de piar o ambientar los sonidos sintetizados, y por supuesto marcarse una jota sola que quitaría el aliento a los bailaores.

El fin de fiesta convirtió el escenario en un tablao muy del gusto de los turistas (especialmente japoneses y yanquis) que asocian este espectáculo a nuestro país, y que personalmente me resultó algo excesivo en duración rompiendo una línea argumental de rojo y negro para convertirse en un rosa hasta para la última vestimenta del ideólogo y líder Manuel Liñán «jugando en casa» y aclamado por un público que vibró con su artista junto a todo un equipo de altura en una producción maravillosa.

Quiero dejar íntegro el texto del programa de mano escrito por Rosalía Gómez Muñoz trufado con algunas fotos de ©Ferminius porque describe a la perfección las dos horas vividas este día de san Juan en la siempre increíble Granada.

Un canto al amor y a la libertad

«Cuando aún resuenan en este mismo escenario los ecos del triunfo obtenido en 2020 por su anterior trabajo, Viva, dentro del programa «Lorca y Granada», Manuel Liñán regresa al Generalife, esta vez de la mano del Festival de Música y Danza.

Desde su estreno el pasado año en los madrileños Teatros del Canal, Muerta de amor no ha dejado de levantar pasiones y de cosechar aplausos y premios. Un éxito que no obedece a ninguna moda, ni siquiera a su osadía –que la hay, y mucha–, sino al talento indudable de su creador y a un incesante trabajo, cocinado a fuego lento, de desarrollo personal y artístico.

El baile flamenco ha sido siempre la pasión y la esencia de Manuel Liñán. Lo ha demostrado en piezas tan maravillosamente desnudas como Baile de autor, acompañado tan solo de un cantaor y un guitarrista. Pero el arte le ha servido también para saldar cuentas personales, como la relación con su padre, Pie de Hierro –que lo hubiera querido torero como él– y, sobre todo, para liberarse de muchas convenciones, para dejar de ser como el lorquiano «muchacho que se viste de novia en la oscuridad del ropero…» y, entre otras cosas, subir al escenario con bata de cola, dignamente, abriendo espacios de libertad para sí mismo y para todos los que vienen detrás.

Su acierto, sin embargo, no se encuentra solo en las temáticas que aborda, sino en su talento para convertirlas en arte, universalizándolas en lugar de dejarlas, como suele suceder, en simples anécdotas.

Ahora, maduro y liberado de mucho lastre, el granadino ha decidido hablar de amor. De todos sus amores, que son los amores de todos y de todas: amores apasionados, tóxicos, platónicos, fraternales, frustrados… porque para él el amor, real o inventado, es el motor de la vida y del baile.

Y como la generosidad es otro de sus atributos, en lugar de realizar un espectáculo unipersonal como aconsejan estos tiempos difíciles, Liñán se divierte –con el sudor de su frente– y divierte ofreciéndole al mundo una obra grande y jubilosa, con siete bailarines que representan, además, la gran variedad de estilos que posee la danza española.

El hilo conductor de este Muerta de amor es la copla ya que, desde muy joven, desde que la Nati se las cantaba en las Cuevas Los Tarantos, las coplas, con sus letras desgarradas y ambiguas, han sido la banda sonora de todas sus historias de amor. Letras como las de Un clavel o Me muero, me muero, interpretadas por los propios bailarines o por una Mara Rey poderosa como una bacante poseída por el dios Amor, llegan como flechas al corazón del espectador.

Los siete bailarines cantan y bailan en un verdadero musical, expresando sus propios discursos no solo a través de los palos del flamenco –como esas alegrías flamenquísimas que baila el más joven, Juan Tomás de la Molía, o la impresionante soleá del propio Liñán–, sino con otros bailes españoles, incluido el folklore. Todos ellos tienen su momento de gloria y, junto a los magníficos músicos, llenan el escenario de arte, de sorpresas, de humor y de una cierta locura que se contagia en numerosas ocasiones a un público que respira a su compás.

Porque nada es casual en Muerta de amor. Hace años que el Liñán bailaor, poseedor de numerosos premios, incluido el Nacional de Danza, viene desarrollado un talento especial para la coreografía y, sobre todo, para la dirección de escena. Una capacidad, muy rara en los flamencos, que consiste en hacer salir lo mejor de cada uno de sus magníficos intérpretes y en aunar luego todos los ingredientes que intervienen en la escena haciendo que la excelencia final del espectáculo sea muy superior a la suma de sus individualidades.

Un talento que consiste, además, en no querer hacerlo todo solo, sino rodeado de otros grandes profesionales dentro y fuera de la escena: la música excepcional de Francisco Vinuesa, las magníficas luces de Gloria Montesinos… o la complicidad de Ernesto Artillo, entre otras cosas diseñador de unos trajes negros que no saben de géneros.

Todos ellos hacen de Muerta de amor un auténtico canto al amor y a una libertad que lo permite todo, menos la indiferencia».

Manuel Liñán & Compañía

Muerta de amor

Dirección y coreografía: Manuel Liñán

Acompañamiento creativo: Ernesto Artillo

Colaboración coreografía: José Maldonado

Artista Invitada: Mara Rey

Baile: Manuel Liñán, José Maldonado, Juan Tomás de la Molía, Miguel Heredia, José Ángel Capel, David Acero, Ángel Reyes

Cante: Juan de la María
Guitarra: Francisco Vinuesa
Violín y violín sintetizador: Víctor Guadiana
Percusión: Javier Teruel

Música original: Francisco Vinuesa

Espacio sonoro, arreglos y Folclore: Víctor Guadiana

Asesoramiento musical: Javier Teruel

Diseño vestuario: Ernesto Artillo

Diseño escenografía: Rafael Liñán, Ernesto Artillo y Gloria Montesinos

Realización escenografía: Readest montajes – Diseño iluminación: Gloria Montesinos A.a.i. – Técnico iluminación: J. M. Pitkänen – Diseño de sonido: Ángel Olalla – Maquinaria y regiduría: Octavio Romero – Asistente de producción y Tour mánager: Inés García – Guía espiritual: Iván Baba

Letras asturianas con música

1 comentario

Viernes 2 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Conciertu de les Lletres Asturianes: OSPA, Óliver Díaz (director). Obras de Falla, Bizet, Luna, Korsakov y Lauret. Entrada gratuita.

 

La 46 Selmana de les Lletres Asturianes (que organiza el Principado de Asturias), este año dedicada a la diáspora personificada por  uno de los mayores exponentes del llamado Xurdimientu, Xosé Álvarez, Pin (1948-2001) que defendió nuestra lengua y cultura asturiana desde su Belmonte natal hasta la Argentina que le acogería entre tantos paisanos allí emigrados.

Y llegaba este concierto con mucha inspiración en la literatura y el folklore, especialmente el nuestro a cargo de la orquesta de todos los asturianos con el ovetense Óliver Díaz al frente, que presentaría las obras antes de comenzar armando un programa muy del gusto de todos los presentes, melómanos y aficionados en general, que no llenaron el auditorio carbayón pese a la gratuidad de las entradas.

Literatura española de Pedro Antonio de Alarcón y El sombrero de tres picos en el que Manuel de Falla (1876-1946) se inspiraría para el ballet homónimo y cuya Suite nº 1 afrontó la OSPA bien llevada por el maestro Díaz, complicidad total con la comodidad que da la confianza mutua y el dominio de un repertorio que tienen más que asimilado, y que con la madurez tanto del director como de la orquesta lograron dejarnos una interpretación muy equilibrada, con lucimiento de todos los solistas, riqueza de matices y claridad en los cambios de ritmo.

Óliver Díaz lleva muchos años trabajando dede el foso y eso se notó en la Suite nº1 de la Carmen de G. Bizet (1838-1875), también de inspiración literaria en Merimée y manteniendo ese ambiente hispano  que emocionaría a tantos artistas, el amor de la cigarrera y el militar con fatal desenlace. Cada número de esta suite funciona como un tráiler de los más famosos números de la ópera del francés, permitiendo disfrutar especialmente de las maderas (bellísimo el dúo de flauta y arpa de la «aragonaise») que cantaron bien arropadas por una orquesta sutil, respirando y transmitiendo la magia de esta página lírica así como el famoso número del «toreador» con la formación asturiana brindándonos un sonido compacto, balanceado y rico en dinámicas.

Plenamente asturiana la zarzuela La pícara molinera del zaragozano Pablo Luna (1879-1942) inspirada en una novela de Alfonso Camín, cuyo intermedio tiene entidad musical propia (aunque para muchos de nosotros nos emociona especialmente el «Paxarín tú que vuelas») y con versiones históricas. Así la entendió Díaz con la OSPA, con una elección del aire correcto para disfrutar cada motivo, empaste, amplios matices que llevó con mano izquierda y hasta con el cuerpo, todas las secciones nuevamente inspiradas y la rítmica tan cercana de nuestro folklore.

Palabras mayores en cuanto a orquestación es Nikolái Rimski-Korsakov (1844-1908), quien como marino de profesión sabemos que recaló en España, y aunque sin documentar parece que desembarcó  en Avilés y se acercó hasta Ciaño por su amistad con Pedro Duró, quien probablemente le preparó una espicha con gaita y tambor, pues su Capriccio espagnol, opus 34 bien podría llamarse «Capricho asturiano», y fue sintonía muchos años de Radio Nacional de España en Asturias allá en los estudios de la calle Melquíades Álvarez, donde el valdesano Modesto Gonzáles Cobas (con La Asturias popular) fue defensor e impulsor de nuestro rico folclore. La versión de este primer viernes de mayo en el auditorio carbayón seguro que haría las delicias del ruso, quien se quejaba de que se ignorasen aspectos como los cambios «en los timbres y la elección de concepciones melódicas y patrones de figuras» porque no se puede entender mejor la inspiración asturiana en cada uno de los cinco números (Alborada, Variaciones, Alborada, Escena y canto gitano y Fandango asturiano) donde disfrutar con unos solistas de primera y la sabia mano del director ovetense. No es «música rusa sobre temas asturianos» sino auténtica música asturiana entendida por este marino ruso que en cada puerto recogía lo que escuchaba: la fiesta asturiana al amanecer, unas trompas aterciopeladas arrancando las variaciones para ir dando paso a cada solista (inmenso Andreas Weisgerber), la rica instrumentación y nueva tonalidad de la siguiente alborada, la cuerda (con el arpa de nuevo impecable) hoy muy bien comandada por Daniel Jaime, también luciéndose en los solos, con la sonoridad casi guitarrística del canto gitano desde el redoble amplio de la caja o las trompetas poderosas, más la explosión final de nuestro fandango, vivo, enérgico, con toda la percusión mandando y empujando en un acelerando impetuoso además de poderoso en una excelente interpretación del tándem Díaz-OSPA.

Para finalizar no podía faltar el violinista, compositor y director murciano Benito Lauret (1929-2005) quien trajo a nuestra tierra el convencimiento por una música de calidad tanto en el mundo coral como en el sinfónico desde su plaza en el Conservatorio de Oviedo de «Contrapunto, Fuga y Composición», y aquí dirigió tanto a la Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo» como a la Orquesta de Cámara «Muñiz Toca» y la Orquesta Sinfónica de Asturias de 1973 a 1985, precursora de la actual OSPA, e inspirándose en nuestro folklore como parece sólo han entendido los compositores que han visitado nuestra «tierrina» y que en el caso del cartagenero se enamoró de ella y su música, dando un paso de gigante a nuestro patrimonio musical esperando por un más que merecido homenaje aún pendiente.

Guardo como oro en paño varias grabaciones suyas pero especialmente el LP «Música Sinfónica Asturiana» grabado hace casi 50 años  para el sello CBS con la Orquesta de Cámara de Madrid por él dirigida, donde aparecen en la cara 2 sus Escenas asturianas, estrenadas en mayo de 1976 con el patrocinio de la Sociedad Filarmónica Ovetense  y que han sonado en múltiples ocasiones incluso más allá de nuestras fronteras, y «renovando» la sintonía radiofónica, posteriormente televisiva de la RTVE en el Principado. Obra dedicada a Manuel Álvarez-Buylla López-Villamil, «con lo que el autor pretende rendir un modesto homenaje a un apellido al que tanto debe la cultura musical de Oviedo y, por ende, de Asturias» como reza la contraportada del disco, con las correspondientes notas a las obras en él grabadas.

Las Escenas asturianas (también en versión para banda) recopilan temas y motivos que Torner reflejó en su «Cancionero Musical de la Lírica popular asturiana» que todos los asistentes al concierto conocíamos desde siempre (Alborada, Corri-corri o Valamé nuestra señora, Mambrú, Vas por agua o El Pericote), y que Lauret entiende desde una armonización, orquestación, elegancia y sabia elección de las canciones para engarzar una obra maestra que sigue viva y fresca. La OSPA la lleva en sus genes, sus músicos son ya tan asturianos como lo fue el propio Benito Lauret, la entienden como nadie. Y Óliver Díaz llevó con la misma elegancia y mesura de la obra cada uno de sus números, jugando con la tímbrica, llenando de color cada motivo, equilibrando sonoridades, dejando a los excelentes solitas gustarse, «cantar la tonada» con el clarinete, tocar el tambor asturiano junto a «la gaita del oboe«, pero sobre todo contagiarnos los ritmos tan bien hilvanados por el maestro murciano donde El Pericote se mezcla genialmente con el Asturias patria querida que armonizase el recientemente fallecido Leoncio Diéguez, otro asturiano de adopción a quien le debemos la versión sinfónica de nuestro «Himno del Principado».

Festín orquestal y auténtico fin de fiesta con estas escenas asturianas que incluso levantaron a parte del público como si de un acto oficial se tratase, para romper en atronadores aplausos con este concierto en homenaje a la España y Asturias vistas desde fuera pero sentidas desde muy dentro.

 

De sópitu

Deja un comentario

De Sópitu. Forma Antiqva, Pablo García-López (tenor), Aarón Zapico (idea, selección musical y arreglos). Sello: Zapico Records. Tiempo total: 61:30. Libreto en asturiano, castellano e inglés. Ref.: ZAP001

(Reseña escrita desde el teléfono y enviada a LNE del viernes 21, con el añadido de los links siempre enriquecedores, tipografía que no siempre la prensa puede adaptar, y fotos propias)

En la tarde de ayer jueves se presentaba “De Sópitu” en la Sala de Cámara del auditorio ovetense el último trabajo de Forma Antiqva, con sello propio en el amplio sentido de la palabra, y en el mismo lugar donde se realizó la grabación el pasado mes de junio con la producción de Fernando Arias (sentado entre el público) que salía a la venta y ya pude escuchar con detenimiento.

Aarón Zapico, el ideólogo de este proyecto (del que ya disfrutaron en vivo durante el Festival Internacional de Santander allá por junio de 2023 en Torrelavega y Noja , más en el ciclo CIMCO el pasado 13 de junio), estuvo acompañado por sus dos hermanos Pablo y Daniel, junto a Ismael G. Arias y la periodista María Herrero ejerciendo de presentadora y amiga de todos (también estudió música con los Zapico), sonsacándoles algunos secretos e interioridades de este trabajo, desde la selección, búsqueda en archivos, descartes y aciertos, hasta la recuperación del rigodón de Santiago de Murcia, titulado La asturiana, en la Biblioteca Nacional por parte de Pablo, que junto a Daniel la reconstruyeron (e interpretaron en vivo).

No faltó el hermanamiento de las Cuencas con el socarrón Mael añadiendo anécdotas de su Teverga y los ancestros de unas canciones sin fronteras, el garrotín más asturiano (cantado por la Lola con El pescadilla) y Beethoven cuya marcha escocesa seguro “ye nuestra”, pues la historia bien pudo pasar por Requejo (el alcalde de Mieres Manuel Álvarez, también presente en la sala, asentía y sonreía).

Producto de los Zapico de principio a fin, desde la grabación en la propia sala de cámara con el “sonido Arias” impecable con discográfica propia, un libreto trilingüe (asturiano, castellano e inglés) y las bellas fotos y diseño de Ricardo Villoria.

Música inédita, fresca, valiente y original en su concepción, música que nos pertenece a todos desde la óptica siempre abierta de la formación asturiana, con aires barrocos siempre tan actuales, el disco recoge 24 cortes alternando páginas instrumentales y vocales con el “fichaje” del tenor cordobés Pablo García-López (el último Don Basilio de las bodas mozartianas en la Ópera de Oviedo) a quien habrá que adoptar para la gran familia Zapico que sigue creciendo y enriqueciendo un repertorio de lo más exportable, muy recordado en la presentación (cantando estos días “La flauta mágica” en Tours), quien nos dejó grabado en vídeo un afectuoso saludo desde la ciudad francesa, con la gratitud y toda su entrega, además de la emoción vertida en este proyecto desde sus inicios.

Interesante la selección y arreglos de distintos temas del folklore asturiano, cántabro, leonés y hasta irlandés, la inspiración desde los tiempos de estudiante en La Haya del mayor de los hermanos, donde pudo beber de las fuentes originales que incluían la herencia de la llamada música popular, el folklore que ya utilizaron Händel (Sinfonía de los pastores), Purcell (Danza de los marineros) o Matteis (Danza según el humor escocés), pero también nuestros Martín Codax (Ondas do mar de Vigo), Gaspar Sanz (Marionas), Santiago de Murcia (Rigodón) y si me apuran hasta el mismísimo Rimsky-Korsakov con la Alborada y el Fandango que también aparece “De repente”, páginas que estaban esperando en carpetas desde 2016 para crecer en Pandemia y finalmente salir para hacerlas sonar. También pudimos ver un par vídeos de la grabación (más el tráiler de promoción en las redes sociales) donde seguir disfrutando del repertorio atemporal que se ha reunido en este disco compacto.

La alternancia de temas nos dejan unas combinaciones plenamente internacionales, instrumentalmente con el cello de Ruth Verona, a quien hace tiempo le cambié el apellido por Zapico (es la “cuarta hermana” de la formación de los langreanos desde los inicios), capaz de emocionarnos en un canto melancólico introductorio alternando con el rítmico de la muñeira de Chantada donde las flautas del astur-leonés Alejandro Villar aportan ese matiz celta (comentado por Ismael con el asentimiento de Lisardo Lombardía (uno más entre el numeroso público asistente). Las músicas que Aarón Zapico recogió, tras consultar con Mael, su hija Sara, Miriam Perandones o Héctor Braga, amalgaman páginas reconocibles por todos los “omnívoros musicales” que siempre tenemos presente lo cercano, «desentrañando las raíces» de unas melodías tan apegadas al terruño. Por supuesto la percusión de Pere Olivé, otro “imprescindible” de Forma Antiqva junto a los tres hermanos (Aarón en el órgano, Dani con la tiorba y Pablo a la guitarra barroca y el archilaúd), redondean el orgánico de este proyecto que patrocinado por la Consejería de Cultura, Política Lingüística y Deporte del Principado de Asturias ya queda para la posteridad de nuestro patrimonio.

Punto y aparte merece el tenor cordobés, ya adoptado porque parece de Mieres por su impecable dicción y musicalidad (“El señor cura de la Piñera”, “Tengo al mio Xuan en la cama” o esa joya intimista que es “¡Que m’escurez”), recitando “Una fatal ocasión” (mientras suena por debajo “Mangas verdes” y “La giga de nadie” de John Playford), junto a la emocionante interpretación de “Santa Barbara bendita” que cierra el disco (y la presentación en vídeo), pero igual de bien con el galaicoportugués del trovador Martín Codax (con Villar a la zanfona) y hasta el inglés del “Danny Boy” gaitero rezando por las montañas y casi invitándonos a tomarnos unas pintas (o unos culines en Requejo).

De momento lo podrán escuchar en Córdoba aunque los Zapico no paren: una “Vivaldiana” el próximo 6 de marzo en Los Conciertos del Auditorio o ya el 1 de julio en una romería gijonesa dentro del Festival de Música Antigua. Lo que sí podemos decir, con más de 20 años a la espalda, como preguntaba María, Forma Antiqva son «Marca Asturias» y un activo a mimar plenamente exportable.

Música y vida

1 comentario

Viernes 31 de enero, 19:30 horas: Auditorio de la Casa de la Cultura de Mieres, «Así suena la vida de… Luis San Narciso».

Un nuevo capítulo de este ciclo que crece por los invitados y los aforos que han dejado pequeño el Conservatorio de Música para traerlo al auditorio y seguir agotando las entradas en cuanto salen a disposición. Y no es de extrañar porque este último y frío día de enero estaban sobre las tablas dos personas muy queridas: el actor de Ujo Maxi Rodríguez que permutaba su posición para conversar con Luis San Narciso, para los de Mieres (y diferenciándole de su padre el siempre querido y recordado doctor Luis San Narciso Altamira) Luisín, quien pronto se nos iría a Madrid tras un viaje en «Citroen 2CV» descapotable hasta Mojácar (como le contó en El Faro a Mara Torres hace tres años) sonando Raffaella Carrá, como cantaríamos al final y recordaría la directora del «conser» Mercedes Villa al finalizar el acto, para dejar su faceta de actor (le recuerdo en 1982 actuando en el Teatro Lope de Vega de Sevilla) por la de director de reparto (ahora lo llaman casting), el conocimiento desde dentro para elegir los mejores para series y películas de todos conocidas y famosas.

Este encuentro de dos artistas mantendría el formato con música en vivo elegida por el invitado e interpretada por profesores, alumnos, antiguos y actuales del conservatorio mierense pero también muchos amigos, que iré desgranando, y estaba claro que los de nuestra generación somos «omnívoros» porque nos gusta todo. Compartiendo recuerdos y vivencias de nuestro Mieres de infancia y adolescencia, los cines Esperanza y Novedades, el Pombo y sobre todo el Teatro Capitol, cercano al domicilio de Luis el «acelerado» de apariencia tranquila (así se definió) y muy «energético» pero este viernes nervioso además de emocionado por estar en casa con los suyos, junto al siempre «cítrico» Maxi, el espectáculo vital donde iríamos desgranando esta banda sonora tan personal pero igual de compartida.

El «Aria» de la Suite en re mayor de Bach transmite calma, serenidad, música reconocible hasta en las bodas (Maxi le daría el guiño cómico) y así la interpretaron Arancha Pichel (piano), Victoria López (chelo) y Carla Martín (violín).

Y los recuerdos operísticos con Luis padre llevándole a la ópera ovetense (donde eran abonados) y la zarzuela, así como las cintas de cassette en el coche, el amor de hijo de ese «papito querido» que es el aria de Puccini «O mio babino caro» de «Gianni Schicchi» también nos delataría su buen gusto por la lírica italiana, que a Maxi le retrotrae a su experiencia como libretista. La soprano María Peñalver con el piano de Verena Menéndez harían respigarse a un auditorio lleno hasta la bandera.

Luis San Narciso viaja (porque ya decía H. C. Andersen que «viajar es vivir») y de sus recuerdos  por Londres, París o Nueva York vendría su primer viaje a Argentina (tras escala previa en Chile donde coincidiría con unos gaiteros de Mieres) y un tango de Gardel como Por una cabeza que escuchamos en versión instrumental, muy bien arreglada, con el trío de Silvia García (flauta), Victoria López y Verena Menéndez.

Paul Anka probablemente sea de los compositores más prolíficos de la llamada música ligera y sus temas no solo los cantaba él mismo sino Frank Sinatra o Elvis Presley, esta vez en Mieres Juan Carlos Martínez acompañado por un «combo» con Ángel Álvarez (piano), Marta Martín (teclado) y Carla Martín (violín) que tan bien represente ese A mi manera («My Way»), Luis siempre mirando al futuro sin arrepentirse, positivo, Maxi casi de final de película y temeroso además de dudoso como todos los actores que bien conoce Luis.

Evidentemente no podía faltar música de cine y nadie mejor que Ennio Morricone, cuyas bandas sonoras engrandecen cada película (para mí Cinema Paradiso es una joya) y del que Luis eligió «Gabriel’s oboe» de La Misión (1986), rememorando su visionado ya en Madrid. De nuevo el trío de Silvia, Victoria y Verena nos llevarían con la música hasta la garganta del diablo y las Cataratas de Iguazú con esa banda sonora tan evocadora e impresionante de principio a fin, contando con un reparto de lujo que Luis seguro hubiera acertado en su elección: Robert de Niro, Jeremy Irons o Liam Neeson).

Las letras de las canciones merecen más atención de la que muchos músicos les prestamos, incluso una misma como Entre mis recuerdos de Luz Casal pueden significar alegría o tristeza, Luis y Maxi  nos lo hicieron ver: «Cuando la pena cae sobre mí / El mundo deja ya de existir / Miro hacia atrás y busco entre mis recuerdos», en el caso de San Narciso los buenos recuerdos de nuestra mirada hacia atrás, el optimismo siempre presente, y en una versión de otra amiga, la profesora y soprano Ana Nebot (por supuesto con «chupa negra de cuero») con un cuarteto de veteranos en todos los repertorios: los mierenses Juan Yagüe (guitarra), Tino Díaz (bajo) y Manu Baquero (batería) más una «orquesta de cuerda» con los teclados de Marta Martín y Mª José Secades. Como decimos por aquí «prestónos muncho topanos con estos grandes».

Siendo y estando en Mieres no podía faltar Víctor Manuel, probablemente de los primeros en ponernos en el mapa musical desde los años 60 de nuestra infancia, y Soy un corazón tendido al sol es casi un himno bien elegido por Luis y comentado con Maxi, cantado por Nacho Suárez con la misma formación que acompañó a Ana Nebot (muchas amistades comunes que se nos han ido) sumándose el violín de Carla y los «coros» de todos los presentes, porque las canciones de Vitorín son ya nuestras.

Maxi charlaba con Luis (siempre buen conversador) en el sofá traído hasta el auditorio, y se preguntaba cómo se veía el pasado minero del Mieres ya sin minas desde Madrid, y está claro que siempre está en el corazón y la emoción el oro negro que tanta riqueza nos dejó. El himno de la mina sigue siendo Santa Bárbara bendita y después no caben palabras porque la interpretación del Coro Infantil de la Escuela de Música de Mieres, dirigidos por María Peñalver y acompañados al piano por Verena, no pudo ser más emocionante, entrando todos con velas encendidas, cantando afinados con ese color inocente que pronto se pierde, y compartiendo con un nudo en la garganta la estrofa final…

Una organización que movería muchísima gente dentro y fuera de escena (Jorge Areces haciendo de regidor y Javier Tejedor rodando todo para poder conservarlo en la memoria local), luces y sonido impecable (puede que para las primeras filas muy fuerte por la cercanía) y los recuerdos de Mieres que nuestro alcalde hizo llegar a este tándem tan nuestro: Maxi Rodríguez y Luis San Narciso (precioso el cartel y el retrato de Alfredo Casasola Vázquez, otro mierense en Madrid), que en cuanto pueden se escapan a casa, en el camino porque ya lo dice el eslogan… «¡Ven a Mieres! va prestáte».

Schulz y Mieres

Deja un comentario

Domingo 26 de enero, 12:00 horas. Auditorio Teodoro Cuesta, Mieres: Reivindicación y homenaje a Guillermo Schulz. Presentación de la 1ª Canción Minera Asturiana: «Reflexiones de un minero» (1844).

«El último domingo de enero, como hace 175 años» y en la antigua Escuela de Capataces de Mieres, se rendía un homenaje a su fundador Guillermo Schulz, un alemán afincado en nuestra tierra que tanto hizo por la Minería, la Geología y poniendo en el mapa mundial nuestra «Hermosa Villa de Mieres», con un acto de reivindicación de su figura pero también uniendo música y mina, organizado por el Colegio Oficial de Graduados e Ingenieros Técnicos de Minas y Energía del Principado de Asturias, cuyo decano-presidente José Augusto Suárez García haría de presentador y maestro de ceremonias.

Unos breves apuntes para presentarnos al ingeniero Guillermo Philip Daniel Schulz y Schweizer (6 de marzo de 1805, Dörnberg – 1 de agosto de 1877, Aranjuez) que en 1844 recorría Asturias  para documentarse siempre con abrigo por lo friolero que era, dando paso a la primera intervención musical de la mañana con nuestro emblemático Coro Minero de Turón dirigido por Rebeca Velasco, escuchando “Si yo fuera picador”, tonada asturiana cantada por Javier Toral Fernández, uno de sus componentes, primeras emociones matutinas antes del himno minero por antonomasia que es “Santa Bárbara bendita”.

La parte académica estaría a cargo de tres conferenciantes, todos miembros del RIDEA, comenzando por Carlos Luque Cabal, también gran conocedor del homenajeado Schulz, quien nos leería el discurso «Guillermo Schulz, gran artífice de la Geología de Asturias» preparado por su compañero en Hunosa y la Facultad de Geológicas Manuel Gutiérrez Claverol (quien por problemas de salud la noche anterior, se lo hizo llegar). Muchos apuntes de la biografía desde 1840 en que pide se cree la Escuela Capataces de Mieres que sería inaugurada en 1855, y teniendo como auténtica tarea pendiente entre ellos de corregir el apellido sin la «t» que solía figurar, pues lo correcto es Schulz y no Schulz, ya subsanada en Mieres o Gijón pero quedando pendiente Oviedo con sus calles y el cambio de ubicación del monumento desde la Plaza de Riego a la antigua Escuela de Ingenieros de Minas de la capital asturiana, que tras muchas polémicas al fin se trasladó al lugar «natural»  e histórico como es Mieres. También recordaría a nuestro ilustrado Jovellanos que en 1859 presentaba su informe sobre Minería y Náutica.

Tomaría el relevo en los discursos el profesor Luis Jesús Llaneza González con «Schulz y la Escuela de Capataces de Asturias», quien nos recordó los 175 años de un último domingo de enero que empezaban en Mieres los estudios para Capataz de Minas en el Palacio de Camposagrado -actual Instituto Bernaldo de Quirós–  que fundaría Schulz y donde ejerció la docencia el segundo conferenciante natural de Mieres y gran estudioso de nuestra historia local. Repetiría algunos datos de la biografía de Schulz y cómo en 1844 presentaba su proyecto de una «Escuela de práctica minera» como en Almadén, apostando no por Gijón sino por Mieres, y en el segundo semestre de 1853 se llevaba a efecto el centro escolar por la Real Orden de 1 de diciembre de 1853 con el establecimiento por múltiples razones en nuestra capital del concejo con el ingeniero Schulz al frente.

La doctora María Sanhuesa Fonseca traería la parte más interesante en cuanto a las relaciones de la música y la mina desde su contexto histórico musical antes de revivir el año 1844 con sus «Reflexiones de un minero (1844): el misterio de una partitura única», la probablemente primera canción minera que ocuparía esta última parte del acto dominical. No faltaron sus citas al “cante de las minas” de La Unión o Linares, pero también la temática minera desde la ópera El oro del Rin de Wagner o La Fanciulla del West (La chica del Oeste) de Puccini, que sonaría al final del acto, o las más cercanas en nuestra memoria como Antonio Molina con “Soy minero”, “El abuelo Víctor” de nuestro paisano o “Si yo fuera picador” que popularizaría El Presi y también abría esta sesión dominical, con mina y música siempre unidas.

Como Inspector 2º de Minas, Guillermo Schulz se marcharía a Madrid y la canción «Reflexiones de un minero« que nos ocupa sería un regalo de despedida de sus alumnos, una obra con letra de Juan Francisco Fernández Flores y música de Inocencio Fernández Castañeda, para voz y guitarra. La doctora Sanhuesa analizaría las sonoridades italianas muy del momento al sonarnos a ópera e incluso a los compositores españoles del momento, partitura muy difícil de ejecutar por los saltos y con una letra de cuatro estrofas (incluida en el programa de mano que dejo a continuación) del mismo autor de obras en asturiano como «La olla asturiana» (1874) o «Xuan y Bernalda» (1861) entre otras.

Más complicada sigue siendo la investigación de Inocencio Fernández Castañeda, músico no profesional y probablemente impulsor de esta partitura de la que solo existe un ejemplar conocido (en el Museo del pueblo de Asturias) donación del archivo de Gregorio Aurre e Ibargüengoitia, un ingeniero de minas con familia muy musical y unida a la minería, recordándonos a una de sus hijas, Amalia de Aurre y Prieto, que participa en un baile de carnaval del momento y además socia de la Sociedad Filarmónica ovetense, algunas de las pistas para esta enigmática y al menos curiosa partitura que se estrenaría en 1844 sin conocer dónde y quiénes la interpretaron.

Al menos pudimos viajar en el tiempo y escucharla con la guitarra de Manuel A. Paz, natural de Ujo, y el tenor polesu Juan Noval Moro, un reto a estas horas de la mañana para disfrutarla, aires de Rossini y de Donizetti muy acordes con su época, el acompañamiento de guitarra con las introducciones a cada estrofa y unas melodías plenamente líricas, puede que «retomando» pasajes de arias operísticas sin llegar a ser una «paráfrasis musical» pero dejándonos no sólo una magnífica interpretación del dúo con el excelente momento vocal de Juan Noval, siempre abierto a estos retos de recuperar nuestro patrimonio musical con el trabajo musicológico previo de María Sanhuesa.

Y ya que «la minería musical» o  «la música minera» estuvo presente a lo largo de esta mañana de domingo, nada mejor que finalizar con la pucciniana “Che la mi creda” de La Fanciulla del West con el piano de la  profesora mierense Natalia Lada Baragaño para un broche operístico con nuestro tenor más internacional  antes de la despedida y agradecimientos del alcalde Manuel Ángel Álvarez, colaborando en este evento para reivindicar la gran figura de Guillermo Schulz, una de las personalidades más importantes del siglo XIX para Asturias y para Mieres en particular y presentar esta canción minera inédita en un evento cultural y musical de marcado carácter minero.

El acto se cerraría con la entrega de obsequios por parte de los organizadores a los participantes en este homenaje que continuaría con un vermut dominical por una animada zona de vinos mierense donde comentar entre todos este hallazgo musical, con la figura de Guillermo Schulz entroncando la más pura tradición mierense: minera y musical.

Older Entries