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Un lago especial

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74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (día 16). Danza.

Viernes 4 de julio, 22:30 horas. Teatro del Generalife. Ballet Preljocaj, Angelin Preljocaj. El lago de los cisnes. Música de Tchaikovsky y adicional de 79D . Fotos propias.

Decimosexta noche de mi festival granadino y volvía al Generalife y su teatro para disfrutar nuevamente de un ballet actual y «rompedor», tras el de los italianos, y que la web presentaba así:

Cisnes en contemporáneos tutús
Fue considerado “enfant terrible” de la danza contemporánea de Francia en los años ochenta y ahora, cuando celebra el 40 aniversario con su compañía, continúa con nuevos retos escénicos. Angelin Preljocaj estrena en el Festival su original versión de El lago de los cisnes en la que ha reescrito el argumento y la coreografía de Marius Petipa. El creador reinterpreta el clásico desde su personalísimo movimiento y hace convivir a Chaikovski con el electro contemporáneo de 79D, arropándolo con detallada iluminación y una escenografía audiovisual. Por supuesto que mantiene los pilares del decimonónico ballet –y los tutús, si bien, contemporáneos–, en el que el príncipe Sigfrido se enamora de la princesa convertida en cisne blanco, Odette, y es engañado por la malvada de negro, Odile, mientras trata de liberarla de su encantamiento.

Ciertamente la danza es una de las siete artes, la del «movimiento corporal, expresado a través de secuencias rítmicas y coreografías», capaz de conmover ante la belleza de una historia que no por conocida sigue teniendo el lenguaje universal de la música bailada. La compañía  de Angelin Preljocaj no solo reescribe argumento y coreografías con la música siempre genial de Chaikovski, sino que coloca en distintos cuadros la electrónica elegante de 79D, que con el vídeo de Boris Labbé en la pantalla más un vestuario elegante de Igor Chapurin recrean un argumento visualmente bello. El numeroso cuerpo de baile mostró un trabajo impecable tanto los y las «solistas» protagonistas de la historia y primeras figuras, como los conjuntos. Por separado las mujeres perfectamente compenetradas, dejándonos escenas coloristas incluso en blanco y negro -con los mínimos brillos de unos tules ideales- así como los hombres, aprovechamiento del espacio escénico del Generalife donde hasta los silencios se coreografiaban para no dejar hueco a los aplausos ni detener la acción y la utilización puntual de las sillas crearon verdaderos cuadros escénicos.

La sinópsis del ballet actualizado en el argumento está en el programa de mano, y aquí la dejo:

El lago de los cisnes es un ballet en cuatro actos inspirado en un cuento alemán, con música de Piotr Ilich Chaikovski. Odette es una joven preocupada por los asuntos ambientales. Una noche, mientras pasea por la orilla del lago de los cisnes, se encuentra con Rothbart, un hombre de negocios corrupto y malvado. Rothbart está buscando formas de explotar un depósito de combustibles fósiles que acaba de descubrir cerca del lago. Temiendo que la joven pueda frustrar sus planes, usa sus poderes para convertirla en un cisne.

Mientras tanto, en la sede de una empresa de venta de plataformas de perforación, el director ejecutivo y su esposa están desvelando el modelo de una nueva planta. Durante la fiesta, Siegfried, el hijo del director general, se entera de que la nueva planta se construirá en la orilla del lago. Su amor por la naturaleza lo impulsa a vetar el proyecto y oponerse a su padre, a pesar de ser heredero de la presidencia de la empresa. Esa misma noche, va al lago a investigar. Allí, conoce a la extraña y fascinante doncella cisne y la sigue por la orilla. Pero pronto es detenido por Rothbart y sus hombres, quienes lo toman por un oponente y lo dejan inconsciente a la orilla del agua. Después, un ballet de cisnes se posa en el lago y uno de ellos se acerca a Siegfried. Cuando el joven recupera la conciencia, ve a la doncella cisne que conoció antes, Odette, parada frente a él y se enamora locamente de ella.

Después de firmar un acuerdo secreto con Rothbart para vender la planta y construirla cerca del lago, el padre de Siegfried organiza una fiesta e invita a Rothbart y a su hija, Odile. Ella es la gemela malvada de Odette y el padre de Siegfried quiere que ella seduzca a su hijo. Engañado por el parecido de Odile con Odette, Siegfried informa a los invitados que se va a casar con ella. Rothbart está de acuerdo, con la condición de que adquiera la planta. Cegado por el amor, Siegfried acepta la condición. Pero cuando aparece la verdadera Odette, comprende su error y se siente abrumado por un dolor insoportable. Acude a su madre para aliviar su sufrimiento, pero es en vano. Siegfried regresa al lago para volver a ver a Odette, pero el destino que se trajo sobre sí mismo ya está en movimiento.

Y las notas al programa las vuelve a firmar, como en los Ballets de Montecarlo y Atterbaletto la periodista (que es Máster en Artes Escénicas, investigadora en temas cinematográficos y especialista en comunicación de cine desde 1996) Cristina Marinero, que dejo íntegras:

El cisne blanco, en defensa de la naturaleza

Es Premio Nacional de Danza de Francia 1992 y miembro de su Academia de Bellas Artes desde 2019, entre una larga lista de galardones y nombramientos. El parisino de padres albaneses Angelin Preljocaj fue considerado enfant terrible de la danza contemporánea en los años ochenta y ahora, a sus sesenta y ocho años, es ya uno de sus clásicos.

Celebra en esta temporada el 40º aniversario de la fundación de su compañía, el Ballet Preljocaj, con la que impresionó desde sus primeras actuaciones por la sólida técnica neoclásica y moderna de sus coreografías, presentadas con su personal estilo contemporáneo.

A partir de finales de los años 80, actuó en los espacios de danza más prestigiosos y solicitados de Francia, como el Théâtre de la Ville de París o la Ópera de Lyon, donde creó su icónico Romeo y Julieta, en 1990. Sus producciones están en el repertorio de compañías de medio mundo, entre ellas, la de la Scala de Milán, el New York City Ballet y el Ballet de la Ópera de París. Angelin Preljocaj ha creado más de sesenta coreografías, de solos y dúos a piezas para grandes formaciones. Desde 2006, el Ballet tiene como sede Le Pavillion Noir, edificio creado específicamente para él en Aix-en-Provence, ciudad al norte de Marsella donde está instalado como Centro Coreográfico Nacional.

Realizada para veintiséis bailarines, el Ballet Preljocaj estrenó su versión de El lago de los cisnes en diciembre de 2020 y se presentó por primera vez en España en abril de 2021, en los Teatros del Canal, dentro del festival Madrid en Danza. El creador francés reinterpreta en danza contemporánea el eterno clásico de Marius Petipa con una nueva historia y hace convivir la magistral partitura de Chaikovski con el electro contemporáneo de 79D’s. Un noventa por ciento de la música utilizada es de la creada por el compositor ruso para el ballet estrenado en 1877, pero no toda, ya que ha incluido pasajes de otras de sus obras. Esta reconfiguración de la banda sonora le ayuda a Preljocaj a potenciar el nuevo guion de este gran título de la tradición para traerlo a nuestros días, con el tema central de la defensa de la naturaleza como protagonista. El también coreógrafo de títulos como Le Parc o Ghost piensa que la mejor manera de homenajear a Petipa es trasladarse imaginariamente a cómo fue su proceso creativo y reinventar ciertos elementos de su argumento, como ha hecho.

Odette es una joven preocupada por el medioambiente y una noche, paseando por la orilla del lago, se encuentra con el malvado Rothbart quien, para que no frustre sus planes, la convierte en cisne. En el ballet original éste es un brujo con aspecto de ave y aquí es un hombre de negocios corrupto que quiere explotar un depósito de combustibles fósiles descubierto cerca del lago. El príncipe Sigfrido es en esta versión el hijo del director general de la empresa y está dispuesto a boicotear la planta. Al acercarse al lago conoce a una doncella cisne y se unirán en su objetivo. No será fácil porque también aparece en escena la pérfida Odile, el cisne negro.

Además de la elegancia de los diseños de vestuario de Igor Chapurin, con tutús contemporáneos que destilan el perfume de los originales decimonónicos, toman especial protagonismo en este Lago la iluminación de Éric Soyer, diseñada para crear los espacios interiores y exteriores donde se desarrolla la historia, y la escenografía audiovisual de Boris Labbé, en muchos momentos deudora de la ciudad futurista del clásico del cine mudo, Metrópolis.

Casi dos horas de espectáculo total donde todo se trabajó cada detalle por una compañía de conjuntos espectaculares con la presencia de 16 bailarinas de plasticidad increíble que parten de la danza clásica como base para un exigente trabajo corporal pleno de gestualidades, más los bailarines que solos o sumándose, edificaron escenas corales magníficas, desde un baile discotequero «muy Studio 54» hasta cámaras lentas (slow motion) que visualmente parecían cuadros del irrepetible Lindsay Kemp, especialmente con los vestidos blanco impoluto y tutús modernos, vaporosos, que la ligera brisa granadina hacían aún más delicados, engrandecidos por una iluminación de Éric Soyer cálida y capaz de pasar de las ráfagas al cañón centrado hasta los fundidos en negro tan cinematográficos.

Un lago de los cisnes especial en la noche del Generalife que me está volviendo a conquistar con la danza como en mis años universitarios y desterrando la definición jocosa de La charca de los patos con la que bautizaba este ballet con la música de Chaikovski, y una verdadera lástima no tener fotos de Ferminius que ilustrarían mucho mejor esta reseña personal.

PROGRAMA:

Ballet Preljocaj

Coreografía: Angelin Preljocaj

Música: Piotr Ilich Chaikovski y música adicional de 79D

Vídeo: Boris Labbé

Diseño de vestuario: Igor Chapurin

Diseño de iluminación: Éric Soyer

Asistente a la dirección artística: Youri Aharon Van den Bosch

Asistente en ensayos: Paolo Franco

Coreóloga: Dany Lévêque

ELENCO:

Odette: Odile Mirea Delogu / Siegfried: Leonardo Cremaschi / Madre de Siegfried: Lucile Boulay / Padre de Siegfried: Erwan Jean-Pouvreau / Rothbart: Elliot Bussinet.

Teresa Abreu, Isabel García López, Celian Bruni, Araceli Caro Regalón, Alice Comelli, Lucia Deville, Antoine Dubois, Chloé Fagot, Afonso Gouveia, Eva Gregoire, Laurent Le Gall, Théa Martin, Zoë McNeil, Ygraine Miller-Zahnke, Agathe Peluso, Ayla Pidoux, Mireia Reyes Valenciano, Redi Shtylla, Owen Steutelings, Micol Taiana

Director técnico: Luc Corazza

Regidor general / sonido: Martin Lecarme

Regidor de luces: Jean-Bas Nehr

Regidor de video: Ambroise-Marc Poudevigne

Regidores de escena: Mario Domingos, Rémy Leblond

Vestuarista: Tania Heidelberger

Producción: Ballet Preljocaj

Coproducción: Chaillot – Théâtre national de la Danse, Biennale de la danse de Lyon 2021 / Maison de la Danse, La Comédie de Clermont-Ferrand, Festspielhaus St Pölten (Austria), Les Théâtres – Grand Théâtre de Provence, Théâtres de Compiègne.

El Ballet Preljocaj, Centro Coreográfico Nacional cuenta con la subvención del Ministerio de Cultura y Comunicación – DRAC PACA, Provence-AlpesCôte d’Azur Region, Bouches-du-Rhône Department, Aix-Marseille Provence Metropolis, Ciudad de Aix-en-Provence, y con el apoyo de Groupe Partouche – Pasino Grand Aix-en-Provence, y de personas y compañías patrocinador

Cantatas escogidas en la Cartuja

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74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (día 15). Música de cámara.

Jueves 3 de julio, 21:00 horas. Iglesia del Monasterio de la Cartuja. Capilla Santa María, Ana Vieira Leite (soprano), Carlos Mena (contratenor y director). Escoxidas: obras de A. Scarlatti en el 300 aniversario de su muerte. Fotos propias y ©Fermín Rodríguez.

En mis últimos festivales no había podido escuchar ningún concierto en otro «marco incomparable» como es el Monasterio de la Cartuja, que merece la pena visitarlo aunque no haya música. Y en un día de bochorno había que escaparse en la línea 8 para disfrutar de este homenaje a Alexandro Scarlatti con un Carlos Mena (Vitoria-Gasteiz, 1971) que está casi omnipresente en este 74º Festival de Música y Danza de Granada, primero en la misa bachiana del pasado 19 de junio abriendo la edición como cantante, después el 29 con la Academia Barroca del Festival donde dirigió y participó en algún número ya celebrando el #300AlessandroScarlatti y finalmente este primer jueves de julio con «su» Capilla Santa María, integrada por unos músicos curtidos en estos repertorios (los dejo al final de esta entrada), donde canta y comparte más que dirigir, en un programa que no pudo encontrar mejor escenario y además retransmitido en directo por Radio Clásica que es la mejor forma de llevar estas joyas a tantos oyentes fieles, contando con los mejores técnicos de sonido que hay en el ente público.

La web del festival nos presentaba este Homenaje al Scarlatti padre:

En 2025 se cumplen los trescientos años de la muerte de Alessandro Scarlatti, compositor nacido en la Sicilia española del siglo XVII y cuyos vínculos con España los reforzó su hijo Domenico, napolitano y músico al servicio de la monarquía hispánica, en Lisboa, Sevilla y Madrid, durante décadas. Al frente de su propio conjunto de la Capilla Santa María, el contratenor y director Carlos Mena rinde homenaje al compositor ofreciendo su Stabat Mater, una de sus últimas y más sofisticadas creaciones, junto a una serie de cantatas que se conservan en la Biblioteca Nacional, adonde llegaron en un manuscrito que reza en su portada: «Cantadas italianas escoxidas para la Exma. Sra. Duquesa de Osuna mi señora», obras que ahora se exhiben fuera de la intimidad de los antiguos palacios aristocráticos.

Con una iglesia llena arrancaba este recital con las cantatas de Scarlatti padre «Del Tirreno a le sponde» y «E penar degg’io ancora», un orgánico de clave, cello y tiorba siempre impecable, alternando solistas, en la primera Carlos Mena y en la segunda Ana Vieira Leite, dos tesituras y colores  distintos pero mismo gusto y expresión, con el vitoriano en un estado vocal excelente y la soprano portuguesa (que descubrí por Concerto 1700 y después en Oviedo cantando Purcell) cómoda en tesitura y estilo para este homenaje al primer Scarlatti. Comenzaba Mena y seguía Vieira, mientras para el binomio Alessandro Scarlatti / Francesco Durante de las dos cantatas («Dormono l’aure estive» y «Al fin m’ucciderete») sería la portuguesa quien antes del dúo nos dejaría un recitativo con el clave perlado y la tiorba de sustento.

En la siguiente cambio de orden, tras unas palabras de Carlos Mena presentando este «300 aniversario Scarlatti«, tras el  que continuaría el recitativo y el dúo, iniciado por la tiorba delicada de Mingillón, con Ana Vieira Leite, en perfecto empaste y expresividad junto al trío instrumental donde Oyarzábal ornamentaba y Alex Jellici al violonchelo cimentaba estas cantatas que son hijas del padre del «bel canto», llenas de color y sentimiento.

De las notas al programa escritas por  la doctora y profesora en la Universidad de Granada Consuelo Pérez-Colodrero nos informaba de estas Escoxidas que aquí dejo:

«Cantadas Italianas escoxidas para la Exma. Sa. Duquesa de Osuna, mi señora» Biblioteca Nacional de España, M/2245, h. de guarda

A principios del siglo XVIII, Nápoles era una de las capitales de la ópera europea. Sus compositores habían generado un estilo propio, más clasicista y depurado, que generalmente reconoce sus principios fundamentales en las aportaciones de Alessandro Scarlatti (1660-1725), pues, junto a su principal colaborador, el libretista Apostolo Zeno (1668-1750), fue este maestro napolitano quien dotó al género de algunas de sus características clave para el futuro inmediato: simplificó los argumentos para dotarlos de mayor coherencia, creó el aria da capo y estableció la alternancia recitativo-aria.

Pese a lo dicho y a que sus numerosas óperas se estrenaron con éxito en Roma, Florencia, Venecia y Nápoles, donde acaso se manifestó mejor el genio scarlattiano fue en sus casi ochocientas cantatas, destinadas a las representaciones privadas de la aristocracia romana del momento y casi siempre escritas para una o dos voces solistas, únicamente acompañadas por basso continuo, como una contrastada sucesión de arias y recitativos. En efecto, como forma «concentrada» de una escena de ópera, esta alta fórmula de expresión artística constituyó un espacio idóneo para que el compositor mostrara su habilidad y refinamiento, que se hacen particularmente notables en la depurada expresión del contenido del texto poético, habitualmente un monólogo de la ninfa o pastora protagonista, a través de la música.

El estilo vibrante, aunque esencialmente conservador y contrapuntístico de Scarlatti, limitaron su influencia directa en la siguiente generación de operistas napolitanos, encabezada por Leonardo Vinci (1690-1730), Giovanni Battista Pergolesi (1710-1736) o Niccolò Jomelli (1714-1774), por lo que no debe extrañar que incluso su extraordinario Stabat Mater (1724), obra de madurez para dos voces y continuo que había encargado la Confraternità dei Cavalieri di San Luigi di Palazzo, fuera desplazada en apenas una década por la propuesta homónima del pronto malogrado Pergolesi. Sin embargo, precisamente por excelente oficio como compositor, Scarlatti fue valorado como uno de los grandes maestros napolitanos tanto por la incipiente musicología –el historiador Charles Burney (1726-1814), por ejemplo, lo destacó como «el más grande armonista de Italia, es decir, del mundo»–, como por los músicos de la primera mitad del siglo XVIII, que estudiaron con particular interés su producción religiosa. Una clara evidencia de dicho interés fue la circulación de sus cantatas en copias privadas, como el manuscrito M/2245 que custodia la Biblioteca Nacional de Madrid, muy probablemente destinado a las veladas musicales organizadas por Francisca Bibiana Alonso Pérez de Guzmán el Bueno (†1748), Duquesa de Osuna consorte y gran aficionada a la música italiana. Otro magnífico ejemplo de la amplia aceptación de Scarlatti como referente musical para las generaciones siguientes son, sin duda, los XII Duetti da camera (1776) de su alumno Francesco Durante (1684-1755). Este, en el espíritu pedagógico iluminista, se encargó de transformar los recitativos de las cantatas a solo de su maestro en expresivos dúos, en los que la adición de una segunda línea vocal y una serie de interludios, aunque modifica considerablemente las obras originales, establece los que muy probablemente sean los mejores ejemplos de la técnica de parodia del Siglo de las Luces. Con este subterfugio, Durante aseguró la continuidad de al menos una parte de la producción musical de Alessandro Scarlatti, cuyo grueso, pese a ser reconocido por la literatura como ineludible para entender el fértil tránsito entre los siglos XVII y XVIII, ha sido injustamente valorado.

Tras una breve pausa para recoger el clave y recolocar el orgánico completo, ya con los dos violines y el órgano centrado detrás, vendría la obra más conocida y completa de Scarlatti padre, su Stabat Mater donde disfrutar de la alternancia de los solistas, dúos y la expresividad de cada uno de los números que lo conforman con una instrumentación rica, matizada, perfecto ropaje a la escritura vocal del siciliano.

Con un orgánico perfecto en tempi y matices, donde Carlos Mena apenas indicaba el aire para cantar sus solos o dejar a la soprano los suyos, cada «oración» surgió natural, rica, llenando  la iglesia del monasterio, riqueza tímbrica vocal e instrumental para una obra espiritual bien interpretada por todos, la expresividad y control total de Ana Vieira Leite, el magisterio del contratenor vitoriano de voz carnosa y poderosa en todo su registro. Y antes del Fac ut ardeat cor meum, una necesaria parada para afinar y proseguir hasta el final,. De principio a fin esta Madre en pie, «Stabat mater» del Scarlatti padre llenaría de fervor musical un jueves cartujano cuyo Amen fue casi una orden para estas partituras protagonistas y siempre necesarias en este festival.

INTÉRPRETES:

Capilla Santa María:

Manfredo Kraemer, Guadalupe del Moral (violines) – Alex Jellici (violonchelo) – Manuel Minguillón (tiorba) – Daniel Oyarzábal (cembalo y órgano)

Ana Vieira Leite (soprano)

Carlos Mena (contratenor y director)

PROGRAMA:

Escoxidas

Alessandro Scarlatti (1660-1725)

Cantata «Del Tirreno a le sponde»:

Recitativo «Del Tirreno a le sponde» – Aria. Andante. «Care arene» – Recitativo «Misero se perdei la soave cagion de miei sospiri» – Aria «Ah, voi soli tiranni pensieri»

Cantata «E penar degg’io ancora»:

Recitativo «E penar degg’io ancora» – Aria. Adagio. «Quando sarà quel dí che respirar dovró» – Recitativo «Lascia la riva onde lontano stai» – Aria. Andante. «Che gran tormento sia l’aspettare»

Alessandro Scarlatti / Francesco Durante (1684-1755)

A. Scarlatti: recitativo «Dormono l’aure estive» – F. Durante: duetto «Dormono l’aure estive» – Scarlatti: recitativo «Al fin m’ucciderete» – Durante: duetto «Al fin m’ucciderete»

Alessandro Scarlatti
Stabat Mater:

Cujus animam gementem / O quam tristis / Quae moerebat et dolebat / Quis est homo qui non fleret / Quis non posset contristari / Pro peccatis suae gentis / Vidit suum dulcem natum / Pia Mater fons amoris / Sancta Mater istud agas / Fac ut ardeat cor meum / Tui nate vulnerati / Fac me vere tecum flere / Virgo virginum preclara / Fac ut portem Christi mortem Inflammatus et accensus / Fac me cruce custodiri / Quando corpus morietur / Amen

En el 300 aniversario de la muerte de Alessandro Scarlatti

Britten forever

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74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (día 14). Recitales.

Miércoles 2 de julio, 22:00 horas. Patio de los Arrayanes. Ian Bostridge (tenor), Julius Drake (piano), Timothy Morgan (contratenor), Mauro Borgioni (barítono), Ketevan Kemoklidze (mezzo), solistas de la Orquesta Ciudad de Granada (OCG). Obras de Falla y Britten. Fotos propias y ©Fermín Rodríguez.

Llegó mi noche 14 de festival y con un recital donde el tándem BostridgeDrake encabezaba un monográfico Britten preludiado por la Psyché de Falla conmemorando los cien años de su estreno, y que nos supo a poco.

En la web se nos presentaba este recital que unía al compositor inglés y al gaditano:

Cinco cánticos de Britten
La extraordinaria versatilidad del gran tenor inglés Ian Bostridge se muestra en este programa en que encabeza un pequeño conjunto de solistas vocales e instrumentales. Los cinco Cánticos de Benjamin Britten no fueron concebidos como un ciclo o una serie integrada, sino que fueron escritos en distintos momentos de su carrera en respuesta a circunstancias particulares. La palabra “cántico” no se utiliza en su sentido estrictamente litúrgico, sino más bien para indicar una obra con implicaciones profundamente religiosas (tres fueron escritas como piezas conmemorativas). Compuestas para diferentes combinaciones de intérpretes, son más largas y sofisticadas en su construcción que las canciones simples, y podrían describirse mejor como cantatas en miniatura. Se presentan en el Festival por primera vez en su integridad, precedidos por arreglos del gran compositor inglés de himnos religiosos de Bach y Purcell. Abrirá el concierto Psyché, una obra de delicada textura musical y atmósfera intimista de Manuel de Falla sobre texto de Georges Jean-Aubry, en el centenario de su composición.

En Granada no puede faltar Falla, optando por una Psyché (sobre un poema de Jean-Aubry), que contó con la mezzo georgiana Ketevan Kemoklidze y un quinteto de solistas de la OCG (los dejo indicados abajo) excelentes, arropando a la voz pero también protagonistas en la original instrumentación del gaditano universal, aunque con ganas de seguir escuchándoles. Apenas seis minutos donde disfrutar de una voz cálida pero rotunda, de larga proyección, y total expresividad, de vocalización exquisita con un francés (traducido en los sobretítulos por Luis Gago) natural, nada impostado, delicada en la parte sola, y las ganas de haber seguido escuchándola, pese al dicho de «menos es más«.

Tras una pausa para retirarse, se incorporaban al «escenario» los tres cantantes masculinos más el pianista para alternarse en los arreglos que Brittten hizo de cinco Geistliche Lieder de Bach, con desigual resultado, como con los de Purcell. En el caso de «mein Gott» el contratenor Tim Morgan se quedó corto en volumen y expresión aunque mejor el barítono Mauro Borgioni, que ciertamente irían «entrando en calor», más con el idioma de Shakespeare que con el de Goethe. Alternancia vocal -desconozco la pausa saliendo del escenario para volver a cerrar las canciones- con el conocido y bellísimo dúo Sound the Trumpet bien empastados ambos con un Drake siempre fiel compañero de viaje.

El plato fuerte vendría con los «Cánticos» de Britten donde el peso recaería en un Bostridge completo, entregado, expresivo, matizado, con Morgan y Borgioni entonados y empastados, más el magisterio de Drake que redondeó un emocionante tránsito por el dolor. De las amplias y enriquecedoras notas al programa tituladas The Pilgrim’s Progress, que firma Luis Gago, también traductor de los textos proyectados sobre el arco central bajo en que se ubicaron los intérpretes, aquí las dejo íntegras:

Basta asomarse con una simple ojeada al catálogo de Benjamin Britten para descubrir un buen número de obras religiosas o, si se prefiere, espirituales: desde la humilde Missa brevis hasta el formidable War Requiem, desde Noye’s Fludde hasta las tres parábolas eclesiásticas, desde The Holy Sonnets of John Donne hasta la cantata Rejoice in the Lamb, desde la Cantata misericordium hasta los cinco Canticles que escucharemos esta noche, sin olvidar, por supuesto, posibles lecturas religiosas –perfectamente plausibles– de óperas como Peter Grimes, Billy Budd o The Rape of Lucretia. Pero ¿era el compositor inglés un hombre religioso? Quien probablemente mejor lo conoció, su pareja durante décadas, el tenor Peter Pears, respondió así a la pregunta: «Era religioso en el sentido general de reconocer la existencia de un poder mayor que nosotros mismos, pero no frecuentaba regularmente la iglesia. En sus actitudes morales era Low Church [poco amigo del ritual, los sacramentos, los aspectos formales de la liturgia o la autoridad del clero, y más apegado al mensaje del Evangelio] y, por tanto, tendía a la austeridad en su comportamiento moral». Y en otra ocasión, Pears se refirió a él como «un agnóstico que sentía un gran amor por Jesucristo». Su colega, también homosexual, Michael Tippett, afirmó tajantemente: «Los dos somos compositores religiosos, es decir, religiati, con un fuerte vínculo con lo numinoso, pero Britten es más apropiadamente cristiano». Y el pianista Murray Perahia recordó haber preguntado al compositor en un día sagrado para los judíos si se tenía por una persona religiosa: «Britten contestó que era ciertamente cristiano en su música. Aunque no podía aceptar la doctrina de la Iglesia, creía en Dios y en un destino».

Lo religioso le sirvió también a Britten para plasmar por medio de la música sus preocupaciones más acuciantes e, incluso, para expresar sus emociones más íntimas. En este sentido, los cinco Canticles, compuestos en momentos muy diferentes de su vida, podrían considerarse casi una tentativa de autobiografía espiritual. El primero (1947) es una inequívoca declaración de amor, inspirada en última instancia en el Cantar de los cantares, cuando su relación con Peter Pears, finalizados los horrores de la Segunda Guerra Mundial y entronizado como el gran compositor inglés tras el éxito incontestable de Peter Grimes; el segundo (1952), a partir de un texto medieval en el que Britten se vale de los dos cantantes para encarnar la voz de Dios, vuelve sobre uno de sus temas recurrentes: la inocencia infantil y cuán fácilmente es corrompida o traicionada por los adultos, un tema que planea también ominosamente sobre The Turn of the Screw y el propio War Requiem, donde reaparece la figura de Abraham en uno de los poemas de Wilfred Owen que se intercalan o superponen con los textos latinos de la misa de difuntos católica; el tercero (1954) traza un puente, como el poema de Edith Sitwell que le sirvió de inspiración, entre el hecho histórico más trascendental para los cristianos (la crucifixión de Jesús) y el dolor colectivo representado por los terribles bombardeos alemanes sobre Londres, un hecho histórico (The Battle of Britain) durante el cual el compositor se encontraba muy lejos del frente de batalla en su pseudoexilio estadounidense, lo que le valió críticas feroces por parte de algunos de sus compatriotas; el cuarto (1971) y el quinto (1974), siendo ya un hombre enfermo y condenado quizás a una muerte cercana, parten de sendos poemas de T. S. Eliot sobre el viaje de los Reyes Magos para asistir en Belén al nacimiento de Cristo –un hecho crucial que cambiará sus vidas– y, claro, sobre la muerte de un santo, con la significativa ausencia del piano (tras sufrir un infarto, con su brazo derecho semiparalizado, Britten, un pianista consumado, ya no podía tocar su instrumento), sustituido no menos reveladoramente por un arpa. Del esplendor del amor a la disolución final, del siglo XV al siglo XX, los Canticles son un compendio de la vida de su autor, un puente entre tres gloriosas tradiciones poéticas, un homenaje al poder confesional de la voz cantada, un peregrinaje íntimo no muy alejado del Pilgrim’s Progress.

Aunque Britten jamás tuvo un plan previo para componer esta pentalogía, lo cierto es que, cuando se interpretan en su totalidad, y en orden cronológico, como esta noche, las cinco obras conforman un todo perfectamente coherente, incluso con una clara lógica interna derivada de la presencia del tenor a ambos extremos (Peter Pears como alfa y omega), el empleo de voces adicionales en los Cánticos segundo y cuarto, con un eje central en el que una trompa (tocada en el estreno en 1955 por el inolvidable Dennis Brain, destinatario a su vez doce años antes de la memorable parte obbligato para su instrumento en la Serenata op. 31) comparte por una vez protagonismo tanto con la voz como con el (casi) omnipresente piano. Fue el azar probablemente el que quiso que hasta en las fechas de creación a uno y otro lado del largo arco compositivo encontremos también plasmado una suerte de palíndromo: 1947 y 1974.

El propio Britten admitió que el primero de sus Canticles, que calificó más tarde de «una nueva invención», encontró su inspiración directa en los Divine Hymns de Henry Purcell, bautizado tras su temprana muerte como el Orpheus Britannicus. En una entrevista realizada en 1963 llegó incluso a afirmar que «Purcell es un gran maestro por el modo en que maneja la lengua inglesa en la canción y yo he aprendido mucho de él. Recuerdo que un crítico me preguntó una vez que de quién había aprendido a poner música a la poesía inglesa. Le contesté que de Purcell; se quedó asombrado. Supongo que esperaba que le dijera que de la música folclórica y de Vaughan Williams». Dos siglos y medio después, y tras una larga espera, la música inglesa encontró por fin a su heredero, a su nuevo Orfeo, en el autor de Peter Grimes, que siempre tuvo a su compatriota como un referente esencial. Fue director de muchas de sus obras (Dido and Aeneas, The Fairy Queen), le rindió múltiples homenajes en sus composiciones –más o menos explícitos– y realizó el continuo de muchas de sus canciones para interpretarlas él mismo en sus recitales con Peter Pears. Y cuando todavía no estaba de moda hacerlo, Britten editó y dirigió excepcionalmente bien la Pasión según san Juan de Bach, un compositor del que también realizó el continuo de cinco canciones incluidas en el Musicalisches Gesangbuch que Georg Christian Schemelli publicó en Leipzig en 1736. No hay mejor referente para quien tuvo siempre muy presente que nuestras vidas poseen una irrenunciable dimensión espiritual, poderosísima en Manuel de Falla, católico confeso, que abre el programa de hoy con su Psyché en el centenario de su estreno. Y que aquella puede ser traducida de un modo memorable por medio de la música.

De los cinco «Cánticos«, «My beloved is mine» fue la mejor carta de presentación del dúo Bostridge – Drake. La incorporación de Tim Morgan para el dúo de «Abraham and Isaac» resultó uno de los momentos álgidos, ese dúo de padre e hijo primero de espaldas cantando en la caja de resonancia, para representar este sacrificio donde el piano subraya cual espada a decapitar, con dos voces de color ideal, tenor carnoso y rotundo y contratenor infantil, sollozante, suplicante y aceptando la decisión del padre. Para el cántico III («Still falls the Rain – The Raids, 1940, Night and Dawn») la incorporación de la trompa (magnífico Óscar Sala) mantuvo esa tensión y juego tímbrico con el tenor, más un piano en la línea segura de todo el recital, con la exigencia que Britten reclama.

Y las tres voces nos interpretarían, con actuación regia el cuarto cántico, «The Journey of the Magi», un viaje de los tres reyes magos dramatizado por la dualidad de nacimiento y muerte, plenamente empastados donde el color vocal resultó muy adecuado para este trío.

Para finalizar este ciclo de dolor, pasión, muerte, y desesperanza Bostridge cantaría sentado junto al malagueño Miguel Ángel Sánchez Miranda en un arpa exigente, virtuosa, actual, en un diálogo delicadamente trágico desde una tímbrica por momentos vaporosa del último Canticle «The Death of Saint Narcissus», el tenor más britteniano que lo interpretó de memoria y con esa voz que emociona en todos los registros. Esta música de Britten no es «una nueva invención» sino la fuerza compositiva de este británico «religioso» que siempre toca la fibra y nos deja el alma encogida ante un dolor interior que no encuentra respuesta. Para mí, y sin dudar, Britten forever

INTÉRPRETES

Ian Bostridge, tenor
Julius Drake, piano
Timothy Morgan, contratenor
Mauro Borgioni, barítono
Ketevan Kemoklidze, mezzosoprano

Solistas de la Orquesta Ciudad de Granada (OCG):

Juan Carlos Chornet (flauta), Miguel Ángel Sánchez Miranda (arpa), Atsuko Neriishi (violín), Hanna Nisonen (viola), Arnaud Dupont (violonchelo), Óscar Sala (trompa).

PROGRAMA

Manuel de Falla (1876-1946)
Psyché (para voz y ensemble, poema de G. Jean-Aubry.1924) *

Benjamin Britten (1913-1976)
Arreglos de cinco Geistliche Lieder de Johann Sebastian Bach:

Gedenke doch, mein Geist, zurücke, BWV 509 (1725)

Kommt, Seelen, dieser Tag, BWV 479 (c. 1736. Texto: Valentin Ernst Löscher)

Liebster Herr Jesu, BWV 484 (c. 1736. Texto: Christian Weselovius)

Komm, süßer Tod, BWV 478 (c. 1736)

Bist du bei mir, BWV 508 (Texto: Gottfried Heinrich Stölzel)

Arreglos sobre Henry Purcell:

Music for a While (de Seven Songs from ‘Orpheus Britannicus’. Texto: John Dryden)

In the Black Dismail Dungeon of Despair (Texto: William Fuller)

An Evening Hymn (de Three Divine Hymns. Texto: William Fuller)

Sound the Trumpet (de Ode for the Birthday of Queen Mary. Texto: atrib. Nahum Tate)

Canticles (Cánticos):

Canticle I «My beloved is mine», op. 40

(Tenor y piano. 1947. Texto: Francis Quarles)

Canticle II «Abraham and Isaac», op. 51

(Contratenor, tenor y piano. 1952)

Canticle III «Still falls the Rain – The Raids, 1940, Night and Dawn», op. 55

(Tenor, trompa y piano. 1954. Texto: Edith Sitwell)

Canticle IV «The Journey of the Magi», op. 86

(Contratenor, tenor, barítono y piano. 1971. Texto: T. S. Eliot)

Canticle V «The Death of Saint Narcissus», op. 89

(Tenor, arpa y piano. 1974. Texto: T. S. Eliot)

* En el centenario del estreno de Psyché 

Cine de verano con Carmen

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74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (día 13). Ópera y cine.

Martes 1 de julio, 22:30 horas. Teatro del Generalife. Ópera & Cine (I): Georges Bizet. Orquesta Ciudad de Granada (OCG), Timothy Brock (director). Fotos propias y ©Fermín Rodríguez.

En Asturias por la climatología no había cines de verano pero en esta tierra andaluza recuerdo muchas sesiones con mis sobrinos aprovechando las noches de canícula donde ver los estrenos del momento.

Y en. mi decimotercera noche de Festival, el Teatro del Generalife se convertía en un inmenso cine con la música en vivo para disfrutar de dos películas sobre «Carmen», una trágica de 1915, otra cómica de 1916.

La presentación en la web del festival nos preparaba para esta primera función de cine con música en vivo, como siempre fue desde el nacimiento del Séptimo Arte:

Carmen trágica, Carmen burlesca
No hay personaje de la literatura romántica vinculado con España que haya inspirado mayor número de películas que Carmen. Pasan de las 50. De hecho, cuando en 1915 Cecil B. DeMille hace la suya, había ya algunos antecedentes de cortos españoles y un largo italiano sobre el personaje. Pese a ser obviamente un film mudo, y a que el guion partió de la novela de Merimée y no de la ópera de Bizet, el director estadounidense contó para su obra con una gran estrella de la ópera, Geraldine Farrar. El film se estrenó en octubre, y antes de que terminase aquel año, Charles Chaplin había filmado y estrenado (el 18 de diciembre) una parodia de esa misma película. Ambas se verán en esta sesión doble con música en directo a cargo de la OCG con Timothy Brock como director de la banda sonora escrita originalmente para la obra de De Mille y con su propia música para la de Charlot.

Con amplificación por el propio espectáculo y en el foso la OCG dirigida por un especialista en la música de cine, el compositor y director estadounidense Timothy Brock (1963) arrancaba la «Carmen» de Cecil B. DeMille, con la música de Hugo Riesenfels y Samuel L. Rothafael a partir de la escrita por George Bizet para su ópera.

Cinematográficamente es una maravilla de producción, con la soprano Geraldine Farrar como protagonista, Wallace Reid como Don José  más el Escamillo de Pedro de Cordoba, que tenía nombre de torero, sin dejarme al Pastia de Horace B. Carpentery. Gran producción de la Paramount con todos los clichés esperables para el drama de Merimée, y una música no siempre bien encajada con la imagen pues resulta difícil cuadrar los tiempo exactos, así que algún silencio entre las escenas llegó antes de lo debido. Con todo las melodías de Bizet bien utilizadas pusieron la banda sonora en vivo de esta «Carmen».

Las notas al programa firmadas por Juan de Dios Salas Chamorro, responsable del Cine club y del Aula de cine de la UGR, desmenuzan las dos películas que visionamos esta primera noche de julio:

Carmen apasionada, Carmen parodiada

Hollywood, segunda década del siglo XX. El cine, un naciente «arte» aunque aún sin ese título, busca el reconocimiento y la respetabilidad. Reconocimiento para dejar de ser considerado divertimento fácil de clases populares y ser considerado, precisamente, arte. Respetabilidad para cortar su exclusiva identificación con las clases bajas y poder atraer el interés de un público no solo con gustos culturales más elevados, sino también más pudiente. No hay que olvidar que las personas dedicadas al cine tienen claro que, junto a su loable interés por servir de vehículo para educar a la gente, éste quiere ser un negocio rentable. Y eso no ocurrirá si no atraen a espectadores con «posibles». Por tanto, ¿qué mejor forma de lograrlo que realizando películas que recurran a algo tan culto, prestigioso y reputado como la ópera?

Así en 1915 se dan cita en las pantallas estadounidenses tres versiones de Carmen de Bizet. La «guerra de las Cármenes» está servida, aunque bien es cierto que se librará solo entre dos de las tres contendientes. De la Carmen de la Fox, dirigida por el futuro maestro Raoul Walsh y protagonizada por la “excesiva” Theda Bara, solo se conservan fotos y críticas. Por unas y otras sabemos que su versión del personaje se acercaba más a lo fantástico que a lo realista: es una vamp, una «devoradora de hombres». Nada que ver con el tratamiento más naturalista –para la época– que da la admirada y respetada soprano Geraldine Farrar al personaje en la Carmen de la Paramount dirigida por el ya entonces celebrado Cecil B. DeMille. La manera tan directa de mostrar su sexualidad, unido a lo gráfico de la violencia de algunas escenas –de nuevo, para la época– molesta y escandaliza a crítica y público siendo a su vez, en gran medida, parte del éxito del film.

1915. El genial D. W. Griffith estrena la magistral El nacimiento de una nación. Es el principio del fin de un modo de hacer cine, mayoritario, que toma como modelo los espectáculos escénicos –años más tarde ese ‘modo’ se denominará Modo de Representación Primitivo– para dar paso a otro modo, ahora basado en la plástica de lo fotográfico y lo pictórico –Modo de Representación Institucional–. Con éste trabaja ya DeMille quien usa, con soltura y brillantez, la escala de los planos, los contrastes lumínicos, el montaje… todo el lenguaje del cine, para narrar la trágica historia de Carmen.

Ante su éxito y repercusión, otros quieren también sacar beneficios. Charles Chaplin, en ese momento en la Essanay, realiza entonces una singular parodia, pero no de la historia de Bizet sino del film de DeMille. Copia planos, estructura o diseño de personajes. ¿La intención? Hacer “caja” riéndose de su desaforado dramatismo. Pero incluye tres cambios, tres aportaciones, detalles magistrales, que son los que hacen que su Carmen trascienda la simple idea del “reírse de…”.

Primero: Carmen no es la protagonista, es Don José, (aquí Darn Hosiery, “calcetín zurcido”), el propio Chaplin, trasunto, con casco de flecos y espada, de su inmortal vagabundo con bombín y bastón.

Segundo: incluye anacrónicas referencias populares al boxeo, al billar… tiene claro que su público podrá ser de clase alta, pero que él siempre habla al pueblo.

Y tercero: buscando desactivar la “bomba” dramática de DeMille, opta por un ingenioso, sorprendente y genial cierre, autoconsciente, sobre el carácter de representación, de fascinante mentira, que es este joven espectáculo que ya aspiraba a ser arte.

Tras el descanso en el ambigú, como todo buen cine que se precie, y el de verano no podía se menos, llegaría A burlesque on Carmen de Charles Chaplin con la música compuesta en 2013 por Timothy Brock, que sigue recuperando películas y escribiendo la banda sonora para tantas cintas del llamado cine mudo. La música de este film, perfectamente digitalizado, está llena de guiños no ya cómicos sino de cabaret o «music hall» con una OCG donde la orquestación era más actual, donde se utiliza el piano, banjo, saxofones o trompetas (momentos con sordina recordándome a Nino Rota), música mejor sincronizada donde se nota la confluencia de compositor y director. Grande este Charlot como Don José que parodia sin reparos, y así titula de «burlesca» la Carmen de Cecil B. DeMille, aquí Edna Purviance con un final del que no destriparé (aunque ahora se diga spoiler) para quien la vea por primera vez, e incluyendo vestuario con los mismos «pompiers«, decorados y hasta  los textos -en inglés- para una divertida película que sacó carcajadas a los espectadores del Generalife y con el auténtico  genio que fue Charles Chaplin.

Y aún quedan más noches de cine con la ópera como «disculpa» más la música en vivo, como en los orígenes de un cine mudo que no pasa de moda para volver a disfrutar de estas joyas que lo convirtieron en «El Séptimo Arte».

Carmen (1915)
Película de Cecil B. DeMille
Música original de Hugo Riesenfeld Samuel L. Rothafel (a partir de Carmen de G. Bizet)

A burlesque on Carmen (1916)
Película de Charles Chaplin
Música de Timothy Brock

En el 150 aniversario de la muerte de Georges Bizet (1838-1875)

La belleza del canto

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74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (día 12). Recitales.

Lunes 30 de junio, 22:00 horas. Patio de los Arrayanes. Sondra Radvanovsky (soprano),
Anthony Manoli (piano):
From Loss to Love. Fotos propias y ©Fermín Rodríguez.

Noche ideal para cerrar junio tras una tormenta a media tarde que hizo bajar la temperatura y poder disfrutar en Los Arrayanes con un recital muy esperado. La web del festival presentaba este recital de mi duodécimo día donde disfrutar de mi admirada Sondra Radvanovsky (Berwyn – Illinois, 1969) con un programa que titulaba «De la pérdida al amor» con las siguientes palabras:

La diva enamorada
Es una de las grandes sopranos de las escenas líricas internacionales. Sus interpretaciones de las reinas de Donizetti, de los principales papeles del repertorio verdiano, pucciniano o verista son seguidos con entusiasmo por los operófilos de todo el mundo, pero una diva también tiene derecho a relajarse en conciertos camerísticos, si es que lo que Sondra Radvanovsky hace sobre la escena puede llamarse así, pues la cantante pone toda la pasión imaginable en cada comparecencia. Aquí lo hará en un recital sobre el amor que arranca en modo barroco al dar voz a dos de las grandes protagonistas femeninas del Londres de los siglos XVII y XVIII, la Dido de Purcell y la Cleopatra de Handel. Luego hará canciones en ruso, alemán, italiano e inglés para terminar con otro de sus grandes roles, el de Maddalena de Andrea Chénier de Giordano y su inmortal La mamma morta.

De traje pantalón blanco la soprano americana junto a su pianista, en manga corta tras un día de bochorno, comenzarían un programa que están rodando por distintos escenarios, con dos arias del barroco donde comprobar que una de las últimas divas también se desenvuelve bien con Purcell y el aria «When I am laid in earth» de Dido and Aeneas, aunque las agilidades no sean muy del estilo, y mejor la Cleopatra de Haendel con una muy sentida  en «Piangerè la sorte mia» de Giulio Cesare in Egitto, acompañada por un piano redondo que la conoce tan bien tras años de trabajo juntos, respirando con ella, revistiéndola en dos arias para ir calentando. De hecho se retirarían al finalizar para este inicio de recital para despojarse de la chaqueta. De agradecer los sobretítulos proyectados con el idioma original y la traducción.

Unas palabras en inglés que no pude entender muy bien desde mi posición, aunque sirvieron para presentar el programa y dedicarlo a su padre que estaba sentado cerca del escenario, amores filiales, recuerdo a su madre perdida, o el encuentro de un nuevo amor tras su divorcio, un viaje como el título de pérdida del amor aunque con un halo de esperanza, interpretándonos las cuatro canciones de Rajmáninov, que se aplaudieron rompiendo la globalidad y esencia de las mismas. Verdadera entrega y melodismo tanto en la voz como en el piano que transitaron por los distintos estados de ánimo tan bien escritos por el ruso, expresividad en el idioma de Tolstoi con un acompañamiento delicado y plegado siempre a la voz.

En la misma línea dramática llegarían, tras otras palabras de la soprano, cuatro canciones de Richard Strauss (nuevamente aplaudidas una a una) que quise entender afrontaba desde hace poco, con una dicción en alemán perfecta, jugando con esas consonantes finales tan bien marcadas, y donde apareció la magia nazarí curiosamente con la mañana («Morgen!») que logró el silencio respetuoso para emocionarnos a todos y «romper el hielo» con el entusiasmo de «Heimliche Aufforderung» antes del descanso.

 

Dejo, como suele ser lo habitual en este blog, parte de las notas al programa de Alejandro Martínez que nos presentan un breve análisis de las obras interpretadas, y que evidentemente eludo a Liszt:

La vida en canciones

Con este recital, titulado From Loss to Love, la célebre soprano norteamericana Sondra Radvanovsky nos propone un viaje muy personal, salpicado de tintes autobiográficos. No en vano la velada empieza con un guiño al repertorio barroco que ella misma interpretó en los comienzos de su trayectoria. Escucharemos así dos piezas icónicas, dos lamentos, ambos conmovedores: el de Dido, «When I am laid in Earth», en la ópera Dido and Aeneas de Henry Purcell; y el de Cleopatra, «Piangerò la sorte mia» en el Giulio Cesare de Handel.

Acompañada por su pianista habitual, Anthony Manoli, Radvanovsky recorrerá a continuación dos bloques de canciones. Por un lado, se ofrecerán tres romanzas de Serguéi Rajmáninov, un autor al que la voz de Radvanovsky se pliega como un guante, con el color oscuro y a un tiempo brillante de su instrumento. Se escucharán después cuatro canciones de Richard Strauss, otro autor al que los medios de la soprano se pliegan con suma naturalidad. La selección de lieder aquí escogidos incluye páginas tan memorables como el célebre «Morgen», que parece detener el tiempo cuando suena.

Cambio de vestuario, el pianista de camisa azul «Real Oviedo» y la soprano con un veraniego vestido amarillo que no era supersticiosa aunque anunció el cambio en el programa, cambiando los Tres sonetos de Petrarca (Liszt) por la belíisima «Canción de la luna» de Rusalka (Dvorak) que mejoró las espectativas y en un repertorio donde Sondra Radvanovsky estuvo como una reina en Los Arrayanes y un piano delicadamente orquestal que es maravilloso comprobar lo bien que se entienden y las veces que lo han interpretado.

Sí se mantuvo esa maravilla de canción dedicada a la propia Sondra, con letra suya por Jake Heggie, «If I had known», una plegaria de dolor cuando una hija pierde a su madre, en este caso la propia de la cantante tras una triste demencia. Toda la emoción que la soprano Sondra Radvanovsky con su pianista Anthony Manoli nos regalaron. Sigo citando las notas de Martínez para comentar lo que restaba de una velada que se nos hizo corta:

En este recital, Sondra Radvanovsky ha querido también hacer un guiño a la creación contemporánea en Norteamérica, que ha florecido con gran pujanza en las últimas décadas. Uno de sus mejores representantes es el pianista y compositor Jake Heggie (Florida, 1961), autor de óperas tan aplaudidas como Dead Man Walking o Moby-Dick. «If I had known» es una pieza expresamente dedicada a Radvanovsky por el autor estadounidense. Lo cierto es que se trata de una canción de enorme calado autobiográfico pues cuenta con versos de la propia soprano, en recuerdo a su madre fallecida hace ahora dos años.

Y como broche a la velada, y en conexión precisamente con ese recuerdo a su propia pérdida familiar, escucharemos «La mamma morta» de Maddalena en Andrea Chénier de Giordano, una pieza que quedó inmortalizada en la memoria colectiva desde su inclusión en la banda sonora de la película Philadelphia, de 1993, en una célebre escena con Tom Hanks.

La soprano de Illinois sigue manteniendo un timbre «afilado y singular, sumamente identificable» con esta «madre muerta» sincera y entregada, excelentemente dramatizada con un portento de agudo y timbre pleno, y aunque por momentos realice unos portamentos tanto hacia el agudo como para descender (manteniendo unos graves portentosos que han ido ganando con el tiempo) que personalmente no añaden expresividad, su volumen y filados extremos y bien cuidados nos dejaron lo mejor de la última noche granadina de junio.

Como reconociendo lo escaso aunque intenso del programa granadino, al menos regalaría dos arias operísticas que «La Radvanovsky» mantiene en su repertorio y domina, junto a un Anthony Manoli verdaderamente «orquestal». Primero la delicada «Io son’ l’umile ancella» de Adriana Lecouvrer (Cilea), suntuosa, impactante en los matices con ese final «Morrò» en pianissimi que cortó el aire, para finalizar con Verdi y la intensa aria «Pace, pace, mio Dio!» de La forza del destino (que debutará pronto en Londres) que con el si bemol agudo brillante e intenso resultó el broche de oro para este «aperitivo operísitico» que el Festival sigue manteniendo e iré contando desde aquí.

PROGRAMA

From Loss to Love

I

Henry Purcell (1659-1695):
When I am laid in earth (de Dido and Aeneas. 1677-89)
George Frideric Handel (1685-1759):
Piangerè la sorte mia (de Giulio Cesare in Egitto, HWV 17. 1724)
Serguéi Rajmáninov (1873-1943):
Ne poi, krasavitsa, op. 4 nº 4 (1890-93)
Zdes’khorosho, op. 21 nº 7 (1900-02)
Ya Zhdu Tebya, op. 14 nº 1 (1894-96)
Richard Strauss (1864-1949):
Allerseelen, op. 10 nº 8 (1885)
Befreit, op. 39 nº 4 (1897-98)
Morgen!, op. 27 nº 4 (1894)
Heimliche Aufforderung, op. 27 nº 3 (1894)

II

Franz Liszt (1811-1886):
Tre sonetti di Petrarca, S. 270a (1842-46)
Jake Heggie (1961):
If I had known (2022)
Umberto Giordano (1867-1948):
La mamma morta (de Andrea Chénier. 1896)

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