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El mito de Don Juan con visión feminista

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Domingo 13 de noviembre de 2022, 19:00 horasTeatro Campoamor, Oviedo: 75 Temporada de Ópera Oviedo: primera función de Don Giovanni (de Wolfgang Amadeus Mozart, libreto de Lorenzo Da Ponte, inspirado en el libreto de Giovanni Bertati para la ópera Don Giovanni ossia il convitato di pietra -1787- de Giuseppe Gazzaniga). Dramma giocoso en dos actos, KV 527. Estrenado en el Teatro Nacional de Praga el 29 de octubre de 1787. Nueva producción de la Ópera de Oviedo. Fotos propias y del ensayo ©Miki López para LNE.

Critica para Ópera World del lunes 14 de noviembre, con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos propias y de las RRSS, indicando la autoría, y tipografía que a menudo la prensa no admite.

La ópera, como la propia sociedad, está revisando la historia e incluso intentando reescribirla como si verdaderamente pudiese cambiarse, y en estos tiempos donde todo es válido, hasta el mito de «El burlador de Sevilla» de Tirso de Molina le ha llegado la corriente del “MeToo”, esta vez en Oviedo con un equipo formado casi todo por mujeres, encabezadas por la directora macedonia Elena Mitrevska (que fue la titular del coro de la ópera ovetense entre los años 2016 y 2020) más la regista bilbaína Marta Eguilior, con una perspectiva distinta: la de las víctimas del conquistador como mujeres abusadas inspirándose en el ensayo «Violadas o muertas» (2018) de la periodista Isabel Valdés, “Un alegato contra todas las ‘manadas’ (y sus cómplices)” como reza la publicidad del libro, buscando desmitificar el mito, convertir al burlador en burlado o lo que veo más arriesgado, hacer explícito lo implícito, enfocarlo desde un machismo que tristemente aún perdura, desde una propuesta arriesgada y oscura como el propio sepulcro del libertino concebido como una “Vanitas” de cuatro cráneos gigantescos (las víctimas Donna Elvira, Donna Anna, Zerlina y El Comendador), y que en palabras de la propia Eguilior se explica perfectamente: “Tenemos que enseñar a no ensalzar esa figura del Don Juan que hace daño”. Más sombras que luces para estas calaveras con el libertino ya difunto nada más subir el telón, condenado con este pre-juicio, el antes seductor trocado ahora en violador antes de que sonase la obertura (siempre impresionante), dibujando al burlador y conquistador también como sátiro e incluso asesino a espada, pistola o cuchillo, un chulo despreciable, engreído, baboso que diríamos hoy, al que su entrepierna le domina.

La provocación llama al público y la Vetusta del XXI pateó más que aplaudió la escena de la vasca (como la megafonía en asturiano que se desinfla a medida que se suceden las funciones), pero se rindió nuevamente a este Mozart que subía al coliseo ovetense por quinta vez en 75 años, la cuarta de las temporadas anteriores (1996-97, 2009-10 y 13-14) tras mi recordado XV Festival Internacional de Música y Danza un 24 de mayo de 1990 con la Compañía eslovaca del Teatro de Bratislava que pareció descubrir la grandeza de esta joya operística a la tradicional y conservadora afición carbayona.

Y sin ahondar en la escena que sólo aportó penumbra y dudas en parte del respetable, además de marcarnos antes del primer acorde el enfoque del protagonista a cargo de Marta Eguilior, está claro que este Don Giovanni de 1787 es magia pura o como bien escribe la doctora Cortizo, “todas las emociones del alma humana”. Porque el libreto de Da Ponte dota a cada personaje de enfoques poliédricos, incluso humorísticos o sarcásticos para criticar desde la inteligencia y la maravillosa partitura del genio de Salzburgo la humanidad, el sentir no ya del momento sino de nuestra Europa ancestral: un seductor sin escrúpulos, un criado que se juega su trabajo y hasta la vida, aunque nunca acepte la vileza de su señor, la burguesa engañada que sabedora de la poca catadura de su amor sigue sintiendo desde el dolor una pasión no sólo carnal, la inocente rendida a la seducción de la nobleza, los celos del esposo el día de la boda, la sed de venganza de la huérfana que traspasa al prometido, y así un retablo de sentimientos donde la música de Mozart juega con todos ellos, en arias (todas aplaudidas), dúos, concertantes y conjuntos que siempre sonaron empastados gracias a una Oviedo Filarmonía en un momento dulce, y la maestra Mitrevska dominando desde su experiencia encima del escenario todos los planos sonoros en el foso, mimando cada voz salvo el Don Giovanni que parecía siempre tapado por la orquesta, como contribuyendo a un personaje desprestigiado antes de comenzar. Interesantes los recitativos muy reposados y con silencios que ayudaban a la escena, con el clave de Borja Mariño sin perder ni un detalle sobre las tablas.

Del elenco vocal, homogéneo y bien elegido, la triunfadora del domingo fue la soprano Vanessa Goikoetxea interpretando una Donna Elvira con todas las aristas emocionales y escénicas, incluso “embarazada” desde la óptica elegida, con carácter, potencia y dominio vocal, bien armada en los conjuntos a la vez que íntima, delicada y dejándonos intervenciones en el segundo acto (Ah taci, ingiusto core!) memorables, así como el dúo con Leporello buscando una puerta que al no haberla escarbaron el suelo, o el simpático Numi, che strano affetto, Mi si risveglia in petto! -casi una vuelta de tuerca al Cyrano de Rostand– así como sus entradas en escena rompiendo los intentos seductores del protagonista. Y con ella Rubén Amoretti cual voz de la conciencia más que cómplice de su patrón, desde el conocido catálogo que nos hace sumar mentalmente, poniendo a España como un paraíso para el libertino, en una interpretación inconmensurable de principio a fin, llevándose ambos las mayores ovaciones del respetable.

La pareja Zerlina (Laura Brasó) y Masetto (David Lagares) también nos dejaron momentos entrañables en la parte vocal, si bien la escena hace explícita una violación de Don Giovanni que solo hubiese sido otro intento de seducción, buscando hacernos pensar y convencer, como a su esposo, que hubo más de lo imaginado o sugerido por Da Ponte. Al menos tras la paliza de los “matones de Don Juan” su dúo sacó sonrisas y química, voces y personajes bien defendidos y cantados.

Donna Anna y Don Ottavio llevan el dolor en sus papeles y así lo intentaron transmitir María Rey-Joly, de dinámicas muy iguales con un volumen más que suficiente para el rol de mujer violada y huérfana (Ah, l’assassino mel trucidò), más Joel Prieto cuyo Dalla sua pace del primer acto quedó no solo estático sino algo plano pese a un color vocal siempre redondo, disfrutándolos más en los dúos y conjuntos con un buen empaste.

Si vemos al protagonista condicionados desde antes de cantar, parece que los esfuerzos de Jacques Imbrailo no cayeron en saco roto, ni siquiera cantando sobre una de las calaveras una nada creíble serenata Deh, vieni allá finestra sin ventana ni mujer que le escuchase, donde la mandolina de Begoña Pérez fue lo mejor del momento. Los recitativos diseñados para agriar aún más el perfil buscado, el pecho descubierto y el trato bronco y exagerado hacia todos, fue paralelo en el desarrollo de la obra donde ni siquiera La ci darem la mano transmitió la dulzura musical, y sólo al final pudimos disfrutar del poderío vocal del barítono sudafricano.

El Coro “Intermezzo” siempre es un seguro sobre las tablas y hasta fuera de ellas, mimado por una directora musical que conoce bien el trabajo de estos “secundarios” tan necesarios como imprescindibles en la ópera.

Al menos El Comendador de Fernando Latorre nos hizo reencontrarnos con el convivado de piedra, pasando del negro al blanco marmóreo (sin estatua) cual desteñido del ideado por Peter Shaffer, breves intervenciones que nos devolvieron al mito en ese final casi cinematográfico con sustos, truenos, relámpagos y la “ejecución del villano” dando respuesta al perturbador inicio, donde un cadáver colgado iría descendiendo hasta el hoyo mientras dentro de una luz cenital caía tierra, “polvo somos y en polvo nos convertiremos” o como rezaba el rótulo bajo el escenario, Omnia mors aequat, la muerte que todo lo iguala.

Vestuario de época con simbolismo de colores actualizados e iluminación ayudando a esos claroscuros de la escena, aunque se rompiese con los “móviles” de la manada en otra provocación o deseo no sé si de contemporizar o modernizar, detalles de una puesta y apuesta que forzando un poco hubiese resultado aún más rompedora con desnudos, siempre motivo de escándalos para la Vetusta decimonónica que no muere. A propósito, “la piccina” o “le pene” son palabras italianas que significan pequeña y pena, aunque nos suenen o sugieran otras cosas. Pero lo que nunca falla es Mozart (ni siquiera con las genialidades de Peter Sellars) y cómo escribe de bien para todas las voces. El reclamo de la provocación no hacía falta para que todos disfrutásemos de este Don Giovanni ovetense del que se hablará y escribirá (incluso por la apuesta de Marta Eguilior).

Ficha:

Teatro Campoamor, Oviedo, domingo 13 de noviembre de 2022, 19:00 horas. 75 Temporada de Ópera Oviedo: “Don Giovanni” (de Wolfgang Amadeus Mozart, libreto de Lorenzo Da Ponte, inspirado en el libreto de Giovanni Bertati para la ópera “Don Giovanni ossia il convitato di pietra” -1787- de Giuseppe Gazzaniga). Dramma giocoso en dos actos, KV 527. Estrenado en el Teatro Nacional de Praga el 29 de octubre de 1787. Nueva producción de la Ópera de Oviedo.

Reparto:

DON GIOVANNI: Jacques Imbrailo – EL COMENDADOR: Fernando Latorre – DONNA ANNA: María Rey-Joly – DON OTTAVIO: Joel Prieto – DONNA ELVIRA: Vanessa Goikoetxea – LEPORELLO: Rubén Amoretti – MASETTO: David Lagares – ZERLINA: Laura Brasó.

DIRECCIÓN MUSICAL: Elena Mitrevska – DIRECCIÓN DE ESCENA y DISEÑO DE ESCENOGRAFÍA: Marta Eguilior – DISEÑO DE VESTUARIO: Betitxe Saitua – DISEÑO DE ILUMINACIÓN: Rodrigo Ortega, Marta Eguilior – COREOGRAFÍA: Inma Saénz.

Orquesta Oviedo Filarmonía (OFIL), Coro Titular de la Ópera de Oviedo “CORO INTERMEZZO” (dirección del coro: Pablo Moras).

Kantorow, fuego en el camino

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Sábado 12 de noviembre, 20:00 h. Auditorio de Oviedo: Concierto inaugural de las Jornadas de Piano “Luis G. Iberni”: Alexandre Kantorow (piano). Obras de Liszt, Scriabin y Schubert.

Crítica para La Nueva España del lunes 14 con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos propias y tipografía incluyendo negrita o cambiando algunos entrecomillados por cursiva que la prensa no suele admitir.

No se pudo elegir mejor pianista ni programa para arrancar estas jornadas de la llamada “Temporada del rencuentro” que el francés Alexandre Kantorow (Clemont-Ferrand, 20 de mayo de 1997), un prodigio que comenzó su carrera profesional con solo 16 años para ser el primero de su país en ganar el prestigioso Concurso Internacional Chaikovski en 2019, y que llegaba a Oviedo en su gira con tres compositores “fetiche” donde se mueve con una madurez impresionante y técnica puesta al servicio de unas interpretaciones soberbias, modelando el sonido, recorriendo verdaderos pasajes interiores llenos de puro romanticismo. Los cambios en el programa previsto funcionaron de forma homogénea y dándole un sentido global a un recital que puso al público a sus pies tras una velada intensa además de sentida, llegando a regalar hasta tres propinas (ahora se les llama “encores”).

Liszt es un referente para los pianistas por sus exigencias para entresacar de sus obras todos los avances de su época y Kantorow, al que la crítica del magazine Fanfare le ha bautizado como “Liszt reencarnado”, comenzaría con Weinen, Klagen, Sorgen, Zagen S.179, basado en el tema de la cantata 12 de Bach, la contundencia unida a la devoción por el padre de todas las músicas, inicio de un peregrinaje que el joven virtuoso proseguiría con el Soneto nº 104 del Petrarca, perteneciente a los “Años de Peregrinaje” S.161 del abate, clara reminiscencia chopiniana, pleno de contrastes en una penumbra total que ayudaría a un silencio sepulcral poco habitual en el auditorio, con el piano en el centro del escenario sin mover la caja escénica, iluminado levemente en un rectángulo que impresionaba al escuchar todo lo que de él brotaba en las manos del francés. Sin respiros, con una gama amplísima de matices donde primó siempre la musicalidad, para “redondear” este camino literario con Après une lecture du Dante, fantasía en el amplio sentido, tres etapas donde disfrutar de la pasión, fuerza y delicadeza de un sonido limpio, trabajado, rotundo y delicado, mimando cada nota, los pedales realzando y dibujando desde su técnica impecable una primera parte poderosa y llena de claroscursos expresivos al alcance de pocos intérpretes de su edad.

La segunda parte finalizaría el recorrido por el húngaro que enamoraba en los salones parisinos con su endiablada técnica volviendo al íntimismo y hondura expresivas tras la que podríamos llamar pirotecnia pianística, Abschlied que adapta una melodía popular rusa breve y compleja, nuevamente con dualidades bien contrastadas al final de su vida, nostálgica y evocadora, al igual que La lúgubre góndola, la oscuridad llena de amargura, austeridad frente a la opulencia juvenil, donde el pianista francés enamoraría a los melómanos asturianos, ofreciendo la otra cara de la moneda para reflejar el dominio de la globalidad del piano de Liszt, el ocaso del genio premonitorio de la muerte de Wagner dos meses después de finalizarla.

El peregrinaje pianístico daría un salto sin perder la homogeneidad temática con Fers la Flamme, op. 72 del ruso Scriabin, el sinfonismo desde las 88 teclas que canta el triunfo del resplandor sobre la oscuridad, acordes sombríos donde cada nota toma cuerpo para ir moviéndose hasta el estallido emocional de Kantorow.

Y sólo podía poner punto final a este tortuoso camino de luces y sombras el otro Franz, Schubert con su Fantasía “Wanderer” (caminante) D. 760 que alude al lied homónimo. Un homenaje pianístico al primer romanticismo del que todos beberían, el virtuosismo exigente que canta sin palabras toda la gama emocional en tres movimientos para un solo tema que en manos de Kantorow resultó una verdadera lección interpretativa, deslumbrante, sentida de principio a fin cerrando un recital de verdadero peregrinaje íntimo, donde todo los colores posibles sonaron y brillaron llenos de vida.

Bravos y aplausos más que merecidos para regalarnos una etapa extra del “camino francés” desde un pianismo razonado, pues el lied de Schubert Letanía en arreglo del propio Liszt sería el mejor colofón del concierto.

De otro gran virtuoso e improvisador como fue Gyorgy Cziffra, su arreglo del Vals triste a partir de una canción popular húngara volvió a impactar y epatar a un público totalmente rendido a Alexandre “el grande”, este joven francés que aún tendría fuerzas para seguir emocionándonos con su tercer regalo tras un concierto maratoniano para todo pianista: el final de El pájaro de fuego de Stravinski en arreglo de Guido Agosti (1901-1989), el fuego mágico que crea sombras, dando luz y calor además de color. Mejor inauguración para las jornadas de piano imposible.