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La Mancha asturiana

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Jueves 23 de mayo de 2024, 20:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: XXXI Festival de Teatro Lírico Español.
«La rosa del azafrán», zarzuela en dos actos y seis cuadros.
Música de Jacinto Guerrero, con libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw, inspirado en El perro del hortelano de Lope de Vega
. Estrenada en el Teatro Calderón de Madrid el 14 de marzo de 1930. Producción del Teatro de la Zarzuela (2024). Edición crítica de Miguel Roa / Tritó Edicions (Barcelona, 2008).

(Crítica de «La rosa del azafrán» para Ópera World del viernes 24 de mayo con el añadido de los links siempre enriquecedores y la tipografía que la prensa no suele admitir. Fotos de Alfonso Suárez)

En los felices años 20 del pasado siglo, el asturiano Federico Romero junto a Guillermo Fernández-Shaw y el compositor Jacinto Guerrero, acompañados del fotógrafo José Zegri y el crítico musical Julio Gómez emprendieron un viaje en coche para empaparse de las coplas, estribillos y cantos tradicionales de los campos y tabernas manchegas que servirían de inspiración a la bella y compleja partitura de «La rosa del azafrán», zarzuela de la recia tierra de Don Quijote, que casi cien años después sigue triunfando cada vez que se repone, en parte por su calado popular lleno de melodías que escuchábamos a nuestras abuelas y madres, siendo además Emilio Sagi Barba, abuelo de nuestro universal Emilio Sagi, el primer Juan Pedro, con lo que también había homenaje asturiano en este penúltimo título del XXXI Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo.

Tras su paso en enero por el madrileño Teatro de La Zarzuela recalaba con gran parte de la producción en el Teatro Campoamor nuevamente a rebosar, que aplaudiría casi todos los números a un elenco de primera que dignifica y hace grande este verdadero Patrimonio de la Humanidad, pidiendo aumentar las dos funciones actuales, pues cuando hay calidad, y esta función la tiene, el público no falla.

La producción madrileña es una maravilla de principio a fin tal como la ha concebido Ignacio García, que estos días viajaba al Bellas Artes mexicano para un ‘Turandot’ seguramente con la misma honestidad y verismo que esta «La rosa del azafrán» tan ligada a nuestro país, sus gentes y su folklore. En la rueda de prensa García dejaba claro que “El alma de la zarzuela es el vínculo con la tierra anclada en el pueblo” y no defraudó, comenzando por el respeto a la propia obra inspirada en El perro del hortelano de Lope de Vega, una recreación “verista” que refleja la esencia del campo manchego y sus gentes, los celos y conflictos de clase, la dureza del trabajo rural humilde y pobre en las postrimerías del siglo XIX, y hasta el aroma a trigo, cómo pasan las estaciones cual metáfora del ciclo vital y los complejos sentimientos de los protagonistas, con diálogos adaptados y acortados que informan de la trama, el estilo, los personajes y las situaciones invirtiendo la proporción entre lo hablado y lo cantado para un mayor dramatismo de esta historia.

Los decorados de Nicolás Boni están muy logrados, captando la esencia de un pueblo manchego, piedra y cal, espigas en el profundo infinito cual mar sobre el que se puede caminar, y que con la delicada y excelente iluminación de Albert Faura impresionaron por captar cada hora del día, cada estación y ciclo del campo, embelleciendo escenas dignas de la gran pantalla. El rústico vestuario de Rosa García Andújar para los labriegos y espigadoras completó la imagen histórica y verdaderamente creíble de este libreto que la música de Guerrero eleva a la quintaesencia de la mejor lírica hispana.

Con estos mimbres la representación ya animaba al triunfo contando además con un elenco equilibrado bien rodado en Madrid junto a las incorporaciones en la capital asturiana, comenzando por la dirección musical del bilbaíno Diego Martín-Etxebarría. Feliz sustituto de la anunciada Alondra de la Parra que voló antes de tiempo pero encontrando a un maestro conocedor de la obra, atento al detalle, mimando las voces que al fin cantan y no gritan, musicalidad a raudales con una Oviedo Filarmonía (OFil) dúctil, comprometida, capaz de bajar al foso (tras el “espectáculo Villazón” comentado en estas mismas líneas) y ceñirse a la batuta del maestro con plena confianza en el resultado final. Otro tanto del coro titular, la Capilla Polifónica “Ciudad de Oviedo” con mucho que cantar tanto en conjunto como en las intervenciones solistas de hombres (simpáticos en el “Pasacalle de las escaleras”) y mujeres (convincentes y pícaras en “La caza del viudo”), bien afinados y matizados, seguros, ofreciendo el movimiento escénico requerido por Sara Cano junto a las cinco parejas de bailarines. Pese a algún inicio coral por delante de la orquesta, en apenas dos compases encontraron la pulsación con el foso, siempre atento a las indicaciones del director vasco, intervenciones de principio a fin casi interiorizadas y no canturreadas aunque ganas no nos faltasen, incluso para “disimular” los pertinaces y maleducados teléfonos. Seguidillas, rondas, pasacalles, jotas (“Bisturí, Bisturí…”) y hasta el popular “Coro de espigadoras” volvieron a mostrar el buen trabajo del director José Manuel San Emeterio y la excelente concertación con la OFil por parte de Martín-Etxebarría.

Si los diálogos están adaptados y acortados, contar con Mario Gas, verdaderamente Generoso en el amplio sentido de su personaje, declamando los clásicos hispánicos tan cervantinos cual Quijote poderoso de alta alcurnia, es todo un plus. Completarlo con Vicky Peña igualmente Custodia de la mejor escena española, resultó el tándem ideal que cuando se incorpora a nuestra zarzuela la hacen merecedora de todos los elogios. Sumar al gran Emilio Gavira, otro actor esencial, o el Carracuca de Juan Carlos Talavera que junto al Moniquito de Vicenç Esteve sacaron las sonrisas del público y el fino humor del libreto (impagable la marcha fúnebre que se vuelve jocosa), conjugando lo popular y lo culto que conviven felizmente. Tampoco defraudaron el mendigo – Julián del joven Javier Gallardo y el Miguel del habitual Carlos Mesa, incorporaciones que también van ganando su espacio en la zarzuela con las intervenciones de los llamados actores-cantantes, cuya formación escénica no distingue hace años esa doble faceta.

Y si la parte actoral es necesaria en la dramaturgia, las voces protagonistas son las “cabezas de cartel”, verdaderas todoterreno que pasan del canto a la palabra con la exigencia de una técnica que asusta a muchas, pero para quienes aceptan el reto y se preparan concienzudamente, nos dejan el buen sabor de boca que obliga a pedir más zarzuela. Incorporar como cantante de la música popular a la asturiana Anabel Santiago, una artista que comenzando en la tonada ha evolucionado su repertorio haciéndolo llegar a las nuevas generaciones, resultó un acierto siendo quien arrancaría a capella la función, ligeramente amplificada con una reverberación que daría posteriormente los enlaces entre cuadros, jotas y seguidillas actuales, con coreografiada percusión de manos sobre las mesas o con los panderos, volviendo a la voz sola del soneto quijotesco, e incluso cerrando la representación en un cuidado unísono con el ama protagonista.

El “duelo vocal” de las sopranos asturianas, Beatriz Díaz y María Zapata, Sagrario y Catalina, reflejó dos generaciones líricas como en el propio libreto, ama y criada unidas por el buen quehacer. Tan excelentes actrices como cantantes, la allerana afrontó una partitura exigente técnicamente, con unos graves que han ganado cuerpo, los agudos claros y seguros, más una gama de matices donde sus pianissimi siguen siendo únicos, bien proyectados, con todo el respeto desde el foso para disfrutar de una voz que sigue emocionando desde una madurez bien enfocada. Sus romanzas, especialmente “No me duele que se vaya”, la lírica “La rosa del azafrán es como la maravilla” que así resultó, y los dúos con Catalina o el final con Juan Pedro “Tengo una angustia de muerte” derrocharon buen gusto, musicalidad, empaste y entrega en un personaje complejo.

No quedó atrás ante este reto la ovetense como Catalina, resuelta en escena pasando de lo cómico (excelentes seguidillas con Moniquito) al drama con seguridad, timbre ideal, gran jota y copla en el penúltimo cuadro, buen empaste y mejor proyección junto a las voces blancas en el difícil “Coro de las espigadoras”.

Dejo para el final a Damián del Castillo, el Juan Pedro protagonista que arranca con la famosa “Canción del sembrador” sentida, agradecida y aplaudida, interpretación generosa de esta romanza que han cantado los grandes barítonos y verdadera prueba de fuego para su tesitura en una partitura exigente de principio a fin. Entregado y bien cantado su primer dúo con Sagrario (“Manchega, flor y gala de la llanura”), entregado en “Aunque soy forastero”, rotunda su jota “Hoy es sábado y no quiero”, más el emocionante dúo final “Manchega, tu cariño me da la vida” para redondear una función sobresaliente.

Una espléndida, colorida y sembrada flor sin fisuras que sigue demostrando la vigencia de nuestra zarzuela cuando se realiza con calidad, honestidad y entrega. Oviedo quiere más zarzuela y pide más funciones para los títulos de las próximas temporadas, siempre que sean como la actual. El éxito está asegurado con producciones y elencos como el de esta rosa, “… una flor arrogante que brota al salir el sol…” pero no murió al caer la tarde.

FICHA:

Jueves 23 de mayo de 2024, 20:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: XXXI Festival de Teatro Lírico Español.
«La rosa del azafrán», zarzuela en dos actos y seis cuadros.
Música de Jacinto Guerrero, con libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw, inspirado en El perro del hortelano de Lope de Vega. Estrenada en el Teatro Calderón de Madrid el 14 de marzo de 1930. Producción del Teatro de la Zarzuela (2024). Edición crítica de Miguel Roa / Tritó Edicions (Barcelona, 2008).

FICHA ARTÍSTICA:

Dirección musical: Diego Martín-Etxebarría – Dirección de escena: Ignacio García – Escenografía: Nicolás Boni – Vestuario: Rosa García Andújar – Iluminación: Albert Faura (AAI) – Coreografía: Sara Cano – Asistente a la dirección musical: Sergio Sáez Tecles – Ayudante de dirección de escena: Ana Cris.
Oviedo FilarmoníaCapilla Polifónica “Ciudad de Oviedo” (director: José Manuel San Emeterio).

REPARTO

«La rosa del azafrán»

Sagrario: Beatriz Díaz – Juan Pedro: Damián del Castillo – Catalina: María Zapata – Moniquito / Un pastor: Vicenç Esteve – Custodia: Vicky Peña – Carracuca: Juan Carlos Talavera – Don Generoso: Mario Gas – Miguel: Carlos Mesa – Micael: Emilio Gavira – Julián / Un mendigo: Javier Gallardo – Cantante de música popular: Anabel Santiago – Bailarines – Figurantes: Adrián Gómez, Ana del Rey, Ángela Chavero, Cristina Cazorla, Irene Hernández, Jesús Hinojosa, Nuria Tena, Verónica Garzón, José Alarcón, Miguel Ballabriga, Enrique Arias y Yoel Vargas.

Ya está sembrada la rosa del azafrán

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Viernes 17 de mayo, 12:00 horas. Teatro Campoamor, presentación del tercer título del Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo.

El Salón de Té del Teatro Campoamor ha acogido este mediodía la presentación de la zarzuela «La rosa del azafrán» que se estrenará el próximo jueves 23 de mayo, con una segunda función el sábado 25, ambas a las 20:00 horas bajo la dirección musical del maestro bilbaíno Diego Martín-Etxebarria y escénica de Ignacio García.

Además de la soprano asturiana Beatriz Díaz y el barítono ubetense Damián del Castillo en los roles principales de Sagrario y Juan Pedro, el cartel incluye nombres reconocidos de la interpretación como Vicky Peña, Mario Gas o Emilio Gavira. «La rosa del azafrán» con música de Jacinto Guerrero, es una de las obras más conocidas del repertorio de zarzuela. El libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw, está inspirado en obras literarias como El perro del hortelano y El Quijote, y nace “del viaje que hicieron sus autores por tierras manchegas recogiendo, de las fuentes populares, las melodías que se encontraban”, como ha explicado el Presidente de la Fundación de Cultura de Oviedo.

David Álvarez y el Director Artístico del Festival, Cosme Marina, acompañados del elenco de la obra fueron tomando la palabra. El primero resaltó la calidad de esta producción que tiene una fuerte vinculación con Oviedo: “uno de sus autores, Federico Romero, era ovetense y, el primer Juan Pedro fue Emilio Sagi Barba, abuelo de nuestro querido Emilio Sagi”. Destacaría igualmente el interés que los ovetenses tienen por el género lírico: “Oviedo quiere Zarzuela”.

En esta línea Marina también quiso recordar que desde meses antes de cada estreno quedan ya pocas entradas, agradeciendo que el Campoamor sea el primer teatro en el que se represente esta producción tras su estreno en Madrid en el Teatro de la Zarzuela este mismo año. También ha ensalzado a cantantes, actores y bailarines, que están al máximo nivel, así como la labor de Oviedo Filarmonía y la Capilla Polifónica, orquesta y coro de este festival ovetense.

En su intervención, el director de escena Ignacio García puso de relieve el talento asturiano de este montaje de «La rosa del azafrán», refiriéndose así al protagonismo asturiano, las sopranos Beatriz Díaz y María Zapata, los actores Carlos Mesa y Javier Gallardo más la voz de Anabel Santiago.

Ignacio García ha reconocido a Oviedo como “capital del género” dado que después de Madrid, esta es la temporada más importante, dando relevancia “al amor, respeto y conocimiento del público ovetense”. García también agradeció la labor del equipo técnico del Teatro Campoamor en una producción aparentemente sencilla y costumbrista pero realmente ambiciosa y complicada, y me quedo con otra frase suya: “El alma de la zarzuela es el vínculo con la tierra anclada en el pueblo”. Interesante leer sus notas al programa de mano escritas para Madrid.

Tras estas dos primeras intervenciones, iría tomando la palabra el elenco presente, que en general todos hablan de la producción excelente , de reivindicar la cultura y este espacio. Anabel Santiago dando un paso de la tonada a la jota manchega en un nuevo reto para la asturiana, el jienense Damián del Castillo que también le toca «lo manchego» en su papel protagonista, la asturiana Beatriz Díaz que vuelve a casa en un rol profundo en todos los sentidos y recordando sus inicios hace años con Mario Gas, otro grande de la escena, esta vez en un «quijote» que nos impactará, la»debutante» María Zapata ilusionada y emocionada de formar parte de esta exquisita y honesta producción.

Más los actores Carlos Mesa, que con el tiempo adora la zarzuela que escuchaba a su madre, o Javier Gallardo, con un papel pequeño pero que le honra estar en el elenco. La grande de la escena Vicky Peña (quien describió al Campoamor como un “teatro vivo, bien habitado”) para quien la zarzuela es vida.

El malagueño Emilio Gavira (reivindicando Alcázar de San Juan como capital manchega e invitando a conocer La Mancha como “profundo infinito y como un mar sobre el que se puede caminar”), Juan Carlos Talavera (celebrando que esta zarzuela es genial al “hacer de la muerte una fiesta”), y finalmente la coreógrafa Sara Cano cuya idea en esta producción es “dar verdad al pueblo”.

Cerraría la presentación David Álvarez que repartiría a todos los presentes el dulce que este año es cartel tan ovetense como los carbayones cubiertos de un mantón de Manila de azúcar.

Enamorados de la tabernera

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Sábado 9 de junio, 20:00 horas. Teatro Campoamor, XXV Festival de Teatro Lírico Español, Oviedo, última función. «La tabernera del puerto», romance marinero en tres actos (música de Pablo Sorozábal, libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw).

Los del norte somos muy de tabernas, chigres y sidrerías, de reunirnos en torno a una mesa para festejar cualquier evento y nada mejor para cerrar las bodas de plata de la temporada de zarzuela asturiana que volver a llenar el teatro (pasando a dos funciones cuando había cuatro por título y «Los del tres» no se enteran que #OviedoQuiereZarzuela) con uno de los títulos más conocidos y representativos de nuestro género, La tabernera del puerto situando Cantabreda en la costa cantábrica como no podía ser menos para mi tocayo donostiarra Sorozábal y utilizando melodías más ritmos tan nuestros desde una escritura sinfónica por momentos wagneriana, dejándonos las romanzas más populares de zarzuela que casi todos tenemos en nuestra memoria.

El éxito del cuarto título del único festival fuera de Madrid se redondearía gracias a la nueva producción del Teatro de la Zarzuela (que vio mermadas sus funciones ante las huelgas justificadas contra la fusión por decreto con el Teatro Real), con su director musical al frente, nuestro Óliver Díaz, congregando público llegado de fuera de Asturias que disfrutó con todo. Porque es difícil conjugar a la perfección todos los elementos que se necesitan para que un título lírico funcione: partitura y libreto de calidad, cantantes que sean actores y actores que canten, orquesta y coro veteranos y dominadores del repertorio, escenografía e iluminación junto a vestuario, mezclado en su justa proporción por un responsable musical que lleve con seguridad el timón para alcanzar buen puerto, y nunca mejor el símil marinero para esta zarzuela con sabor a salitre, catálogo de amor, humor fino y final feliz con sorpresas.

Toda la escena dirigida por Mario Gas es elegante, fiel al texto íntegro bien rimado por todos movidos a la perfección sin caer nunca en el abigarramiento, presencias variadas subrayadas por la iluminación adecuada y hasta la utilización real de agua y piedras cual orilla marina que también se usa dramáticamente sin molestar a los cantantes, dirección de un enamorado del teatro e hijo del bajo Manuel Gas, totalmente relacionado con esta zarzuela que él cantó ya en el estreno barcelonés llevándola por escenarios de medio mundo. Sumemos un decorado realista, el vestuario que todos asociamos a un puerto sardinero y añadamos la impresionante escena del naufragio de Marola y Leandro en una proa dentro de la proyección videográfica para completar el marco ideal donde desarrollar toda la acción.

El elenco debe contar con unos cantantes donde la partitura es difícil aunque agradecida, pero el texto hablado todavía más, proyectando la voz en ambos casos desde una correcta dicción en castellano que hace innecesario mirar los sobretítulos (siempre de agradecer), pero donde los actores también deben cantar con la misma exigencia. Por eso quiero destacar especialmente la Antigua de la inconmensurable Vicky Peña y el espléndido Chinchorro de Pep Molina, con su dúo cómico para recordar, colocando a caballo de actores y cantantes el Abel de la soprano Ruth González, timbre de adolescente en unas intervenciones que la encumbraron casi de protagonista de principio a fin y interpretando con solvencia todo su papel, sin dejarme atrás al cómico «televisivo» Ángel Ruiz como Ripalda el del cafetín, no el Padre, algo sobreactuado buscando la risa, pero fiel a su papel, con un terceto cómico junto a Marola y Abel de calidades equilibradas.

Hablando del reparto no se puede omitir el papel de la Oviedo Filarmonía con el maestro Óliver Díaz mimando cada página, dando el protagonismo puntual a todos, interludios y acompañamientos, cuidando al detalle las dinámicas para percibir siempre las voces (incluso los coros fuera de escena).

Y un excelente elenco de cantantes donde la tabernera María José Moreno volvió a enamorar en argumento y teatro por presencia, color, gusto interpretativo en cada aparición (de «fábula» su conocida romanza e ideal Yo soy de un puerto lejano) y emociones compartidas dibujando una convincente y creíble Marola.
Otro tanto del Juan de Eguía a cargo del barítono gallego Javier Franco, dejándonos un rossiniano Chíbiri, capaz de llenar la escena en todo momento, timbre poderoso en todos los registros pero lleno de matices, empaste en los números conjuntos y torrente dramático en su romanza final.

Debutaba el tenor uruguayo Martín Nusspaumer como Leandro y no decepcionó aunque fue de menos a más (Todos lo saben), cumpliendo con la esperada No puede ser… del segundo acto que Kraus puso en un punto inalcanzable en nuestros tiempos. Habrá que seguir su carrera porque tiene buena materia prima, amplia tesitura de color bastante homogéneo con un grave claro y agudos suficientes aunque algo inseguro, puede que por los nervios de un papel que seguro repetirá. Otro tanto el Simpson del venezolano Ernesto Morillo, creciendo vocalmente aunque en la romanza echase de menos mayor proyección en el grave y timbre con color de barítono, pese al mimo desde el foso.

La Capilla Polifónica de Oviedo que dirige Pablo Moras es insustituible en este festival lírico y su experiencia sobre las tablas un seguro para toda producción. El primer coro de mujeres es difícil encajarlo y moverse, otro tanto del coro de hombres más «liviano» que el de marineros, añadiendo intervenciones conjuntas fuera de escena pero siempre presentes, solventes, empastados y matizados, sumando una escena profesional que nos lleva como la propia zarzuela a un final feliz.
La orquesta titular Oviedo Filarmonía ha demostrado con creces su madurez en todas las secciones y dúctil afrontando estilos dispares pero con la misma calidad en todos ellos a lo largo del festival. Tener al frente a Óliver Díaz ha sido el premio no ya de la temporada sino el merecido a una labor ingrata en el foso donde los errores se notan pero los aciertos son infravalorados, y puedo decir que el salto de calidad de esta orquesta ha sido grande.

Finalmente queda hablar del Maestro Díaz, así con mayúsculas, pues su colega Víctor Pablo Pérez (también recordado en nuestra tierra) diferencia entre «conductores, directores y maestros«. Oliver Díaz, asturiano universal que triunfa en silencio, director musical del Teatro de la Zarzuela con merecimiento y conocimiento de causa, trabajador, implicado en todo proyecto con él al frente y siempre con «la tierrina y su gente» presentes para sumar calidades, estudia en profundidad cada partitura para sacar de ella lo mejor adaptándose al material humano de cada momento, y no siempre el mejor. Con esta tabernera nos ha hecho disfrutar al conjugarse los elementos necesarios para alcanzar el éxito, haciendo y haciéndose entender, cuidando las voces como pocos desde el foso, por eso es Maestro, dejando el protagonismo a los intérpretes dando un paso atrás pese a ser el responsable final. El buque Sorozábal llegó a puerto asturiano gracias a la pericia, madurez y veteranía que dan la sabiduría en el manejo del timón de un almirante nacido en Oviedo y criado en Gijón con el Mar Cantábrico siempre en el horizonte aunque surque todos los mares del mundo, invitándonos a compartir en la taberna otra fiesta musical.