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Un Rigoletto pasado por agua

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Domingo 14 de diciembre de 2025, 19:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: LXXVIII Temporada de Ópera. G. Verdi (1813-1901): «Rigoletto». Nueva producción de la Ópera de Oviedo.

(Crítica para Ópera World del lunes 15 de diciembre, con el añadido de los enlaces siempre enriquecedores, tipografía y colores que no siempre se pueden utilizar, y las fotos de Iván Martínez más alguna propia)

Cuarto título de la LXXVIII Temporada (para cerrar 2025 antes de la «Carmen» que la clausurará ya en 2026) de este clásico como es el «Rigoletto» considerado popular dentro de la “trilogía verdiana” que regresaba al Teatro Campoamor tras el de 2016-2017, con lluviosos aires asturianos y un trío protagonista que cojeó por donde menos esperábamos, aunque los aficionados de esta segunda función aplaudieron la trigésimo segunda vez que se escuchaba esta ópera, contando además con el mismo Duque de la última.

Si en la primera función del pasado viernes hubo tormenta y pateos, al menos este segunda de domingo quedó en un chaparrón sin escándalos, y con padre e hija (Petti y Nowakowski) triunfando sobre Il Duca Albelo que no lució como hubiéramos deseado tras las más de 250 representaciones sumadas con este personaje que, para quienes ya peinamos canas, seguiremos asociándolo a Don Alfredo Kraus desde aquel septiembre de 1981 que perdurará para siempre en nuestra memoria.

El diseño de Ricardo Sánchez Cuerda con la escena de la ovetense Susana Gómez son un reciclaje, pues no están los presupuestos para dilapidarlos, aunque si se prefiere es un ‘regreso al proyecto iniciado con el «Hamlet» de 2022’, como así lo presenta la asturiana en el libreto de este título, que además titula “Sigue la tormenta” para disipar cualquier duda. Dos facetas (El Duque de Mantua actual y el Príncipe danés de entonces) con “un proyecto conceptual único en el que se muestra la realidad de un hombre que, al querer tomar la justicia por su mano, termina devorado por la máscara que construye para restituir el orden justo”, máscara de la deformidad de la que el protagonista se despoja varias veces sin apenas cojear, y donde el inocente acaba siendo víctima de sus intentos de reparación de los desajustes sociales, por otra parte muy actual siglo y medio después del estreno en La Fenice veneciana.

Reconozco que el tratamiento escenográfico sigue resultando eficaz aunque algo incorrecto, con mínimos cambios, caso del vídeo de Rubén Ráyen como teatro de sombras inicial junto a las nebulosas tras el telón, o la figura inquietante que se repetiría como evocación de la amenaza del Conde de Monterone, principio y fin del drama. Pero el efecto de la lluvia (supongo nada cómoda para Rigoletto y Gilda) al rebotar en el plástico produce un ruido que según comentó  el público de la primera función, fue aún mayor por la sonora tromba de agua -casi tanto como los abucheos- que este domingo “cerraron el grifo” antes para evitar males mayores, o al menos no calarse hasta los tuétanos. Y tampoco se utilizó el efecto de recoger en la trampilla del suelo las telas finales que conforman la casa de Los Monterone, sí usada para el rapto de la protagonista con su padre engañado.

Sobre el resto de la escena, los cuadros de los tres actos resultaron más abstractos y con espacios sin perfilar (mejor imaginárselos conociendo el original de Victor Hugo), salvo la casa transparente de Rigoletto, utilizando los planos inclinados que siempre suponen tensión tanto para la acción como para el canto, destacando las luces de Félix Garma, relámpagos incluidos, o los truenos fuera de escena (como la banda interna).

No me gustó nada el vestuario de Gabriela Salaverri que pese a los distintos colores, muy terrosos, mezcla pelucas dieciochescas con trajes de diseño (?), o una orgía sin mujeres, claro que escribe Susana que no hay lugar para ellas, pues “están escondidas (…) en un mundo de hombres y en el que solo los hombres tienen un lugar. Las mujeres habitan en los márgenes (…)”, travistiendo cual Drag-Queens al personal masculino (el Coro Intermezzo siempre seguro y matizado además de coreografiado por Olimpia Oyonarte) en un entorno de brillos muy sesenteros con redondos sillones amarillos para la fiesta en el salón de baile inicial donde tampoco faltarían los abanicos.

Y si la escena no gusta, siempre nos queda la opción de cerrar los ojos y escuchar la música de Verdi que llena y realza todo argumento. El maestro carbayón Oliver Díaz es ya un consumado director que conoce muy bien el foso para ayudar siempre a los cantantes, y esta vez volvió a demostrarlo al frente de la OSPA que volvió a dejarnos una sonoridad compacta, de altura y calidad ya desde la obertura, con primeros atriles que sonaron como alter ego de los protagonistas, desde el oboe al chelo en los momentos más destacables de esta ópera.

Si Gilda es el eslabón más frágil de una cadena perversa donde se suceden traiciones, engaños y fechorías, Alexandra Nowakowski, soprano estadounidense de origen polaco, supuso el mejor nexo y engarce para los otros dos (el tinerfeño Celso Albelo y el salernitano Ernesto Petti), brillando desde su primera aparición. Su textura de lírico-ligera con un color vocal sugerente, cálida pero también carnosa, siempre bien afinada y de fiato impresionante con matices extremos, con una afinación impoluta junto a una proyección que llenaba todo el teatro, así como un excelente empaste en los dúos sin olvidarme del cuarteto “Bella figlia della’amore” junto a Rigoletto ubicados en el lado opuesto y “ganando” en presencia vocal a Il Duca y Maddalena, resultó la auténtica triunfadora de la tarde-noche. Cada intervención iría aumentando su entrega, desde el dúo “Tutte le feste al tempio” hasta la esperada y famosa aria  “Caro nome” sensible, tan arrebatadora como los aplausos del público, virtuosismo vocal donde mostrar el dominio de todos los recursos técnicos que lo fueron hasta su agonía final en brazos de su padre con una dramaturgia que creció como su personaje, un verdadero disfrute escénico vocal y actoral.

No se quedó atrás Ernesto Petti en un Rigoletto a tener en cuenta. De amplio registro y enorme expresividad, despojándose de su joroba en los momentos donde reflejar su verdadera personalidad encerrada en el bufón, pero sin la cojera que pareció evitar para lograr el mayor equilibrio, en el amplio sentido de la expresión. Si se me permite el juego de palabras, cargó sobre sus espaldas toda la dramaturgia de la obra, desde las escenas de potencia y volumen hasta los más delicados y expresivos. Sus arias de barítono dramático “Cortigiani, vil raza dannata” maldiciendo a quienes deshonran a su hija, “Piangi, piangi, fanciulla” y el desesperado “Si, vendetta, tremenda vendetta” junto a Gilda (donde juran venganza contra el Duque) estuvieron llenas de intensidad y patetismo, siendo de lo más aplaudido y dejándonos un gran sabor de boca.

Celso Albelo debutó su Duca precisamente en Oviedo, y no ha parado de llevarlo por medio mundo, pero este frío domingo no se le notó cómodo pese al dominio del personaje que ya ha interiorizado. Tampoco brilló su timbre que parecía “tomado” ya desde su primer aria “Questa o quella” donde me pareció cansado vocalmente, cortando las frases, respirando donde no suele, con unos piani nunca bien delineados y forzando unos agudos, que sí dio pero al límite de volumen. Por momentos me sonó incluso “calante” como en “La donna è mobile” evidenciando la cojera del trío protagonista, aunque el público asturiano le quiere y perdona estos detalles, pero personalmente me llevé una decepción con el tenor tinerfeño.

Queda comentar al resto del elenco con algunas voces debutantes que indico en la ficha técnica. El bajo trevisano Roberto Scandiuzzi encarnó un Sparafucile consistente por la profundidad y rotundidad de su voz, aportando el carácter que corresponde a su personaje. La mezzo crevillentina Sandra Ferrández mantiene un timbre central redondo y sigue demostrando sus cualidades de actriz, donde los “hermanos” conformaron un excelente dúo junto al buen empaste y química mostrada por Maddalena con El Duque.

De los barítonos, breve y no muy afortunado estuvo el veronés Gianfranco Montresor como El conde de Monterone, algo tapado por la orquesta y forzando los agudos; el venezolano Ángel Simón como Conde de Ceprano y ujier sigue creciendo escénicamente gracias a un buen nivel vocal; mientras el Marullo del ferrolano Gabriel Alonso no lució como de él esperaba, mostrando un color poco adecuado y unos agudos “apretados”.

Para finalizar me queda citar al tenor murciano Francisco Cruz que mostró sus facultades vocales en un Matteo Borsa presente y suficiente, a la soprano berciana Nerea González dotada de una voz interesante con buenos agudos y defendiendo sus breves papeles de La condesa de Ceprano y Giovanna. Por último me encanta comprobar cómo hay cantera lírica en Asturias, y así la joven soprano gijonesa Teresa de Albéniz debutaba con el partiquino del paje, tras su rodaje en la compañía musical infantil, y residente en la ópera ovetense “La Federica”. Segura sobre las tablas, con maestras de quienes seguir creciendo y donde mirarse, el próximo mes de enero interpretará la adaptación de «Carmen» paralela a la que cierra temporada.

Como dice el refranero “Después de la tormenta viene la calma”, tras un período difícil o de adversidad, siempre llega un momento de paz y tranquilidad, ofreciendo esperanza y optimismo para superar los problemas, un mensaje de resiliencia que sugiere cómo las dificultades son temporales y la calma es inevitable, a menudo fortaleciéndonos en el proceso. En tiempos convulsos la música es la mejor terapia y aprovecho para desear todo lo mejor en el año venidero.

FICHA:

Domingo 14 de diciembre de 2025, 19:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: LXXVIII Temporada de Ópera. G. Verdi (1813-1901): «Rigoletto», melodrama en tres actos, con libreto Francesco Maria Piave, basado en la obra de teatro “Le Roi s’amuse”  (1832) de Victor Hugo. Estrenado en el  Teatro de La Fenice de Venecia, el 11 de marzo de 1851. Nueva producción de la Ópera de Oviedo.

FICHA TÉCNICA:

Dirección musical: Óliver Díaz – Dirección de escena: Susana Gómez – Diseño de escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda – Diseño de vestuario: Gabriela Salaverri – Diseño de iluminación: Félix Garma – Vídeo: Rubén Ráyen – Dirección del coro: Pablo Moras.

REPARTO:

El Duque de Mantua: Celso Albelo (tenor) – Rigoletto: Ernesto Petti (barítono) – Gilda: Alexandra Nowakowski (soprano) – Sparafucile: Roberto Scandiuzzi (bajo) – Maddalena: Sandra Ferrández (mezzosoprano) – El Conde de Monterone: Gianfranco Montresor (barítono) – Marullo: Gabriel Alonso (barítono)* – Matteo Borsa: Francisco Cruz (tenor)* – El conde de Ceprano / Ujier: Ángel Simón (barítono) – La condesa de Ceprano / Giovanna: Nerea González (soprano)* – Paje: Teresa Rodríguez García de Albéniz (soprano)*.

Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA)

Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo)

Banda interna (Banda de Música Ciudad de Oviedo)

* Debutante en la Ópera de Oviedo

Verdaderos homenajes líricos

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Miércoles 16 de octubre, 20:00 horas. Teatro Filarmónica, Oviedo, La Castalia: Clausura del XXII Curso «La Voz en la música de cámara» -Homenaje a Mª Luz González Peña-. Obras de Gabriel Ordás.

La Castalia y Gabriel Ordás (Oviedo, 1999) ya son cual binomio inseparable que siguen creciendo con los años y manteniendo una colaboración que engrandece tanto a la asociación que preside Begoña García-Tamargo como al compositor carbayón que completa sus estudios en Nueva York, pero manteniendo el contacto «telemático» desde Manhattan para poder supervisar el estreno escénico de dos de sus óperas de cámara (o entremeses contemporáneos como él los prefiere definir), atendiendo a los medios de comunicación asturianos estos días previos en este verdadero homenaje lírico para mi querida amiga y compañera la avilesina Mª Luz González  Peña, buena ocasión para una escapada a la tierrina de donde partiría en 1989.

Con un lleno en el teatro de la calle Mendizábal abriría la velada la directora artística Begoña García-Tamargo agradeciendo al ayuntamiento ovetense su colaboración para estos estrenos escenificados de Ordás, a la Fundación Ópera Oviedo por cederles vestuario y atrezzo, al diario LNE, todos con representantes entre el público y a la SGAE, personificada por la doctora e investigadora Mª Luz González Peña, siempre colaboradora de La Castalia en sus conferencias además de poner a disposición de la misma un amplio repertorio con el que trabajar en los distintos cursos, incluso obras novedosas, haciendo una semblanza de la homenajeada con un  Curriculum Vitae inmenso desde que se marchó a la capital de España con nuestro admirado profesor Emilio Casares, para establecer una colaboración y trabajo inconmensurable desde 1990, tanto en la Biblioteca como en el Archivo de la Sociedad de Autores, siendo desde 1993 la directora de su Fondo, y participando en exposiciones, documentales, comisariando e incluso redescubriendo a María Lejárraga, entre muchas semblanzas como las de Pérez Galdós, Vital-Aza y tantos otros, destacando el proyecto «Pioneras de la SGAE» en 2021 o su participación en 2022 dentro del documental dirigido por Laura Hojman «A las mujeres de España: María Lejárraga» (nominado al Goya), siendo desde 2022 Académica de las Artes Escénicas.

Tras recibir una placa conmemorativa, la propia María Luz improvisaría unas palabras, recordando a sus amistades y familiares, su traslado a Madrid para disfrutar con su trabajo (aunque dice que «él la encontró a ella» en 1989 con el maestro Casares para trabajar en el «Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana» (una entelequia por entonces que hoy en día es una realidad y obra de consulta internacional) y después en el homónimo de la zarzuela. Agradecimientos a Teddy Bautista, director de la SGAE que transformaría el inmenso archivo creando el CEDOA por donde han pasado para la catalogación muchos asturianos de nuestra querida facultad ovetense, digitalizando los fondos y permitiendo el acceso desde internet, aunque no desee perder las visitas presenciales de tantos músicos de nuestra tierra.

Y por supuesto el agradecimiento y felicidad de poder estar disfrutando de las tres obras de Gabriel Ordás, a quien conocemos y admiramos desde su adolescencia, primero como intérprete y pronto como compositor desde una precocidad que ya nos asombraba entonces y seguimos admirando hoy.

Comenzaría la velada con la representación de Doña Esquina (2018) sobre el entremés homónimo de Agustín Moreto (1618-1669) que ya pude escuchar en su estreno instrumental, participando el propio compositor al violín junto a Santiago Ruiz de la Peña al cello y Juan Urdániz al piano en este mismo teatro. Esta vez el trío instrumental contaría con Jesús Méndez, Pelayo Cuéllar y Fernando Santirso desde el piano y la dirección musical del proyecto con un trabajo que comenzaría el pasado mes de septiembre con los cantantes e instrumentistas hasta el día 7 del presente donde ya se incorporaría a la escena Susana Gómez, un lujo para poder «armar» este espectáculo seis años después, una ópera de cámara donde los papeles cantados estarían a cargo de la mezzo María Heres (Doña Esquina), una voz que sigue formándose desde sus inicios en La Castalia y está asentando una carrera donde ha estrenado muchas obras de Ordás, con un color que ha ganado con el tiempo y un volumen suficiente, empastando con el resto del elenco: Daniel Vargas (Gracioso), voz y escena suficientes en esta obra, las sopranos Silvia Llera (Mujer 1) y Noive Solar (Mujer 2) bien desenvueltas escénica y vocalmente con un perfecto acople de ambas, más el barítono Ángel Simón (Esportillero), una voz poderosa, de buena dicción y mejor proyección. El vestuario dieciochesco no impidió disfrutar de la partitura de Gabriel Ordás que en esta obra tiene un estilo ecléctico donde hay pasajes del teatro musical (casi una señal del destino) junto a otros plenamente actuales (como en la obertura inicial) para mantener viva «la idea de los celos y la deslealtad evidenciando el fracaso de las estrategias amorosas», un tema atemporal, tratando a las voces con conocimiento de sus registros y respetando el texto, pues como el propio compositor ha dicho muchas veces, «siempre que compongo pienso que escribo para que esa música la lleven al escenario personas, no instrumentos».

Viaje I (2023), encargo del Trío Malats para su estreno en la Filarmónica de Avilés el 2 de febrero de 2023, ejercería como puente entre los dos entremeses cual viaje que nació entre los numerosos desplazamientos del compositor entre Madrid y Oviedo, con un lenguaje ya nuevo, maduro, un trío donde la escritura del compositor ovetense está más evolucionada y con un conocimiento directo y profundo de los instrumentos que le confiere aún más valor, contando con los mismos intérpretes de la primera obra de este lluvioso miércoles, en una versión de hondura que se notó muy trabajada por el trío.

Tras una breve pausa para reubicar atrezzo y sillas, solo con el acompañamiento del piano, cerraría esta velada el Terceto de Desamor (2019) con las voces de María Heres (mujer), Ángel Simón (hombre) y Ángeles Rojas (amiga) sobre un libreto de María Abella (1999) que nos deja un entremés de nuestro tiempo con la misma temática de enredos, celos y deslealtades.

Ordás conoce y mima las voces que cantan, declaman y realzan unos textos bien entendidos, tres voces de colores bien elegidos para un empaste perfecto y con cantantes experimentados unidos a La Castalia: los registros graves de Heres y Simón más los agudos de Rojas, dieron vida a este terceto con el piano de Santirso completando este «entremés del siglo XXI» de vestuario actual donde el teléfono móvil es ya complemento obligado y los engaños están a la orden del día.

Muy aplaudida esta tercera obra de la velada y saludos de todos los que pudieron completar y traer a la escena del Teatro Filarmónica este homenaje lírico a nuestros queridos asturianos que presumen de «la tierrina» aunque estén lejos de ella.

Como siempre mi reconocimiento al trabajo impagable de La Castalia y todo el equipo que siguen formando voces y haciendo de Oviedo una capitalidad musical que es un ejemplo a seguir.

Viva Hamlet, nuestro rey

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Lunes 5 de diciembre, 19:00 horas. Club de Prensa «La Nueva España«, Oviedo. Conferencia de Mª Encina Cortizo:  «’Hamlet’ de Ambroise Thomas: Shakespeare en la ópera francesa».

Con ganas de escuchar el Hamlet de Thomas a partir del jueves 8 a las 19:30 horas en la LXXV Temporada de Ópera de Oviedo, que contaré desde aquí y también para «Ópera World«, vamos preparándonos para este estreno escuchando y leyendo no sólo la historia del príncipe danés más universal por un Shakespeare que ambientó su obra en un Helsingør (o Elsinor), enfrente al homónimo sueco, que nunca pisó pero que hizo famoso por esta bella localización gélida y geoestratégica.

Y la conferencia de la Doctora Cortizo, presentada por Adolfo Domingo López (responsable de publicaciones de la Fundación Ópera de Oviedo), dentro de las actividades en torno a los títulos de la temporada, no sólo nos aclaró los aspectos del libreto sino cómo influyó el dramaturgo inglés en la ópera, recordándome mis años de estudiante cuando Emilio Sagi, entonces licenciado en Filología Inglesa, que leyó su tesis «musical» sobre Los libretos de Shakespeare en las óperas de Verdi, siendo objeto igualmente de todo un «Curso de Extensión Universitaria» en aquellos felices años 80 y toda una premonición de su posterior trayectoria profesional.

Incluso pude viajar mentalmente a mi querida Dinamarca para volver a visitar Jutlandia o la isla de Sealand, que además de la capital, tiene cerca el famoso castillo de Kronborg, y al norte Gilleleje, un pintoresco pueblo pesquero, sin olvidarme del museo de arte contemporáneo más hermosos que conozco: Louisiana.

Shakespeare es teatro puro y ponerle música todo un reto, especialmente Otello con el que Rossini también se atrevió aunque quedase eclipsado por el genio de Busseto, como bien nos recordó mi admirada María Encina Cortizo.

El Hamlet del francés Ambroise Thomas (1811-1896) parte del libreto de Jules Barbier y de Michel Carré, organizado en cinco actos, y se estrenó en la Ópera de París en 1868 con gran éxito, armonizando elementos de la grand opéra, sin olvidarse del ballet que tristemente suele omitirse por cuestiones económicas y de duración, con influencias de Gounod y Berlioz, especialmente su orquestación admirada por Tchaikovsky que se enamoraría del empleo de unos metales regios donde aparecía el saxofón.

Mezcla de estilos artísticos que dan como resultado una obra enormemente atractiva, con excelentes ocasiones de lucimiento para los cantantes, mayormente hombres pero con la Ofelia inspiradora también en pintores como Millais o Delacroix, éste con verdadera «hamletmanía» llevada a una colección de grabados que Cortizo nos mostró. También interesante conocer la evolución de la traducción-traición de Jean-François Ducis, el libreto ya rehecho por Alejandro Dumas padre y Paul Meurice, pasando por las voces que entonces la estrenaron (el barítono francés Jean Baptiste Fauré y la soprano danesa Christine Nilsson), sin olvidarse de un Manuel García al que debemos reivindicar mucho más, Adelina Patti o «la Galli-Curzi«. Algunos números de la ópera como el famoso «Ser o no ser», la «locura» de Ofelia o ese final coral y heróico con el Viva Hamlet nuestro rey también pudimos escucharlos para ir abriendo boca o mejor oído.

Sin entrar a fondo en la estructura del libreto, la doctora nos desmenuzó el original y las adaptaciones del drama de Shakespeare para hacerlo más musical, partes añadidas y eliminadas siempre buscando la carga y acción escénica tan necesaria para una ópera que merece ser más representada. Esta visión o inspiración en el Hamlet presenta de forma clara los episodios fundamentales de la tragedia shakesperiana, en la cual el personaje protagonista (que cantará el barítono asturiano más universal, David Menéndez) se ha convertido en un personaje dramático de carácter universal porque es un icono de la conciencia humana. Y el resto del elenco de Oviedo no tiene desperdicio, con otros nombres conocidos y queridos en la capital del Principado como Simón Orfila (Claudius), Alejandro del Cerro (Laërte) más la muy esperada Ophélie de Sara Blanch con escena de Susana Gómez y la dirección musical de la francesa Audrey Saint-Gil al frente de la OSPA.

Ya vamos descontando horas para una ópera que Oviedo pone en cartel para todos los fieles aficionados, con alguna escapada del resto de España que ya contactaron para no perderse alguna de las cuatro funciones (8, 11, 14 y 17 de diciembre) de este Hamlet.

Mieres de Traviata

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Martes 15 de octubre, 20:00 horas. Auditorio Teodoro Cuesta (Casa de Cultura) de Mieres: retransmisión en directo desde el Teatro Campoamor de La Traviata (Verdi).
Un año después volvía a Mieres la ópera, eso sí, televisada, y nada menos que en el 200 Centenario de Verdi con una entrada como sólo esta obra inmortal es capaz de convocar.

Vuelvo a repetir las carencias de una emisión como las anteriores, que esta vez podrán compartir los cientos de personas que se dieron cita en La Escandalera de la capital, donde ni la iluminación está prevista para la televisión, la realización sigue dejando mucho que desear aunque haya mejorado, y el sonido logra el milagro de las voces tapando a la orquesta (!). Supongo que la falta de medios y algo más de conocimiento técnico no sean impedimento para continuar con esta experiencia que hace llegar la ópera a un público no habitual pero al que también debemos educar con calidad.

Las críticas profesionales tras la primera función coinciden con mi opinión técnica, aunque tras las consideraciones iniciales, quiero dejar unas pinceladas de cosecha propia.

Con un decorado casi minimalista a base de espejos – cristales, Susana Gómez es perfecta para la solución económica entre los grandes montajes inalcanzables por presupuesto y espacio escénico, y las versiones en concierto que no deben venderse como ópera en el sentido estricto. Sofá y mesa de despacho (diseño escenográfico de Antonio López), así como una pequeña mesa de juego como único Mobiliario, unido a un vestuario años 50 (de Gabriela Salaverri) completan la coproducción de la Ópera de Oviedo, Festival de Verano de El Escorial, Quincena Musical de San Sebastián, Auditorio Baluarte de Pamplona y Gran Teatro de Córdoba.

Foto de Codalario

Ópera atemporal donde las haya, el reparto resultó equilibrado en su totalidad, lo que es de por sí digno de mención, aunque la protagonista total haya sido Aylin Pérez que fue capaz de cantar y captar toda la evolución de su personaje de Violeta aunque sin camelias y transformada en una pelirroja Gilda Valery, color vocal perfecto para un rol que le está dando muchas alegrías. El Alfredo de Aquiles Machado resultó convincente en sus conocidas arias, delicado en los dúos y con ligeras carencias que no empañan la globalidad, completada por el Giorgio Germont de Gabriele Viviani, otro tanto que «su hijo», bien actoralmente aunque con una pequeña desafinación en la conocida «Di Provenza», puede que fruto del micrófono tan cercano y la orquesta «hundida en el foso», un trío sobre el que se asienta sin cojear esta maravillosa ópera.
Destacar la buena dirección musical de Carlo Montanaro capaz de dar su toque ya desde la obertura, jugar con los tempi de una Oviedo Filarmonía que no pude degustar como seguramente sonó en el teatro, y sobre todo cómo concertó con las voces, respirando con ellas y eligiendo siempre el aire que reclamaban los protagonistas, que lo son siempre.

No quiero olvidarme del Coro que dirige Patxi Azpiri, auténtica delicia escénica y vocal (nuevamente ellas mejor que ellos) con una profesionalidad que el tiempo ha ido asentando.

Los siempre difíciles secundarios cumplieron en sus intervenciones, desde la Flora de la asturiana María José Suárez, seguridad y aplomo, la delicada Annina de Marta Ubieta, siguiendo con Jon Plazaola (Gastone), Carlos Daza (Douphol), el Marqués José Manuel Díaz y el Grenvil de David Sánchez, junto a los «comprimarios» Gonzalo Quirós y Bruno Prieto (del propio coro) en sus breves apariciones como Giuseppe y Commissionario.

El público mierense disfrutó sobre todo hasta el descanso tras hora y media de un tirón, quedando todavía el último acto donde Violeta es «abducida por la luz» tras enamorar al respetable esta Ailyn Pérez como auténtica diva de esta segunda función que sonó en medio Asturias como merecido homenaje a Pepe Verdi. Agradecer estas iniciativas aunque tengan todos los peros que queramos y algunos sigan recordando el año 1958 de La Callas con Kraus, siempre Don Alfredo, en Lisboa… Ay! ¡si hubiesen tenido los medios técnicos de hoy en día…!