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Juventud premiada

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Miércoles 21 de mayo de 2025, 20:00 horas. Teatro Jovellanos, Sociedad Filarmónica de Gijón: Concierto de ganadores del Concurso Jóvenes Intérpretes. Orquesta Sinfónica del Conservatorio Profesional de Música y Danza de Gijón. Ganadores del Concurso «Jóvenes Intérpretes» (22ª edición).

Para los estudiantes de música tocar en público es cual reválida siempre necesaria para su vida futura, tanto como diletantes pero igualmente en el caso de dedicarse profesionalmente a ella, y la Sociedad Filarmónica de Gijón apuesta no solo por la música de cámara, base de todo melómano, también por el talento joven con estos conciertos que además son un premio para ellos y el examen final a un curso intenso de muchas horas sacrificando su tiempo, pues «hay vida más allá de las pantallas».

Así, tras el Trío Auralis formado por Pedro Manuel Fernández Valera (violín), Raúl Mollá Bonhomme (violoncello) y Andrea Quevedo Remis (piano), ganadores del I Concurso de Música de Cámara (modalidad que se incorpora al concurso), que interpretaron una versión ex-profeso del Merry Go Round of Life («Howl’s Moving Castle») compuesto por el japonés Joe Hishaishi (Nakano, 6 de diciembre de 1950), una obra actual, melódica, ligera y mostrando el trabajo que lleva tocar la música de cámara tan necesaria en la formación integral de todo músico, se cerraría el telón para preparar el acto institucional de discursos, agradecimientos y entrega de diplomas acreditativos por parte de Silvia Rodríguez Gutiérrez (Jefe del Departamento de Actividades Artísticas y Complementarias) y Julia Álvarez González (directora del Conservatorio Profesional de Música y Danza de Gijón), más la vicepresidenta de la Sociedad Filarmónica Gijonesa, Mar Fernández (Mar Norlander), que les regalaría a todos los premiados un Carnet de Socio para la próxima temporada, pues está claro que son el público del futuro y la música que interpretan es un verdadero «oasis» además del reconocimiento a las familias y el profesorado. Los premiados fueron Pedro Manuel Fernández Valera (violín), Enol Camacho García (trombón bajo) y Raúl Mollá Bonhomme (violonchelo), antes de tomar su papel de solistas con la Orquesta Sinfónica del Conservatorio Profesional de Música y Danza de Gijón bajo la dirección de Mónica París Vendrell.

Ya colocada, la orquesta nos interpretaría la «Danse Baccanale» de la ópera Samson et Dalila, op. 47  de Camille Saint-Saëns (París, 1835 – Argel, 1921), página exigente para toda formación que con las limitaciones lógicas de plantilla nos brindaron una muy digna versión con buena mano de la profesora Mónica París.

El Concierto para violín y orquesta en mi menor, op. 64 de Felix Mendelssohn (Hamburgo, 1809 – Lepizig, 1947) es uno de los más bellos y famosos además de una página que no falta nunca en los solistas, y Pedro Manuel Fernández Valera demostró en el primer movimiento del mismo (Allegro molto appasionato) su calidad y merecido premio, memorizado, de sonido claro, técnicamente muy trabajado, con buena concertación por parte de la maestra París, lirismo y delicadeza con una poderosa cadencia donde mostrar no solo el virtuosismo sino el enorme esfuerzo que supone interpretarlo más allá del piano de estudio, con una orquesta de compañeros.

El siguiente solista sería el trombonista bajo Enol Camacho García (ganador igualmente del segundo premio en el  V Concurso Nacional de Trombón Bajo, Modalidad A -hasta 17 años- de la Asociación de Trombonistas Españoles celebrado en Murcia el 1 de diciembre pasado) con el Concertino para trombón y orquesta en fa mayor del compositor alemán Ernst Sachse (Altenburg, 1810 – Weimar, 1949) con sus tres movimientos (Allegro maestoso – Adagio – Allegro moderato) de estilo romántico y una disciplinada orquesta arropándole. Obra muy exigente tanto por el físico requerido en la combinación de sonoridades y matices a lo largo de toda la tesitura del instrumento, como en las frases que parecen arias de barítono, y así las sintió Camacho, por cuyas venas corre la música desde antes de nacer, y que desplegó un sonido lleno de colores junto a una técnica asombrosa en este duro instrumento de viento metal capaz de todas las dinámicas que Sachse volcó en esta partitura.

Para cerrar el concierto unas últimas palabras de agradecimiento a colaboradores y profesores por parte de Silvia Rodríguez, finalizando con el primer movimiento (Adagio-Moderato) del Concierto para violonchelo y orquesta en mi menor op. 85 del británico Edward Elgar (Broadheath, 1857 – Worcester, 1934) que popularizase la siempre recordada Jacqueline Du Prè y que podremos disfrutar este sábado por Pablo Ferrández y Oviedo Filarmonía en los Conciertos del Auditorio. Los jóvenes estudiantes comandadados por Mónica París acompañaron muy correctamente a Raúl Mollá Bonhomme, que ya luciese un sonido excelente con el Trío Auralis, y que lo corroboró con este Elgar protagonista de principio a fin, arranque seguro, bien arropado y contestado tanto por madera como por una cuerda casi dirigiéndola a sus compañeros, para acreditar de nuevo la calidad de estos premiados con mucho futuro que llenaron este miércoles el teatro del Paseo de Begoña gijonés.

INTÉRPRETES

Trío Auralis: Pedro Manuel Fernández Valera, violín – Raúl Mollá Bonhomme, violoncello – Andrea Quevedo Remis, piano (ganadores del I Concurso de Música de Cámara).

Solistas: Pedro Manuel Fernández Valera, violín – Enol Camacho García, trombón bajo – Raúl Mollá Bonhomme, violoncello (ganadores del XXII Concurso «Jóvenes Intérpretes»).

Orquesta Sinfónica del Conservatorio Profesional de Música y Danza de Gijón.

Directora: Mónica París Vendrell.

Oviedo es lírico

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Domingo 6 de abril, 19:00 horas. Conciertos del Auditorio: Gaëlle Arquez (mezzosoprano), Le Cercle de l’Harmonie, Jérémie Rhorer (director). Amor, furor, obras de Mozart, Gluck, Donizetti, Verdi, Saint-Saëns, Mendelssohn, Rossini y Bizet.

Desde hace años las llamadas orquestas historicistas (incluyo también las de nuestro Savall) están ampliando el primigenio repertorio barroco hasta el clasicismo y el romanticismo, con incursiones operísticas donde las formaciones francesas han sido de las pioneras defendiendo su patrimonio. Y Le Cercle de l’Harmonie con Jérémie Rhorer llegaron a Oviedo con un muestrario de su buen hacer en un programa variado con la francesa Gaëlle Arquez que nos dejó cinco arias flanqueadas por páginas instrumentales con una excelente entrada en el auditorio para un Oviedo que ama la lírica y no quería perderse esta nueva cita con una voz de mezzo verdadera (nada de sopranos maduras) que está triunfando por su buen hacer.

En las partes instrumentales la veinteañera orquesta de Rhorer arrancó impetuosa en el tempo con la obertura de Le nozze mozartianas, como intentando demostrar su sonoridad aterciopelada y buen quehacer de una cuerda segura y virtuosa, con vientos afinados y bien balanceados, más unos timbales que en el auditorio resuenan como en un circo romano. El director conoce bien su orquesta, y del alemán adoptado francés Gluck nos dejaron dos danzas impecables del Orfeo y Eurídice, la de los espíritus con la flauta impecable de Anne Parisot, llena de musicalidad, más unas «furias» poderosas, jugosas, nuevamente virtuosas y dinámicas, en un repertorio donde se les nota cómodos y cercanos a lo que hoy entendemos por historicismo.

Por su parte Gaëlle Arquez comenzó tras la obertura nupcial mozartiana con la bella aria Voi che sapete aún fría pero con un color homogéneo en todo el registro aunque en los graves la orquesta parece olvidar quitar una letra de los matices pues está detrás de la cantante y no en el foso. Mejor con Gluck y el aria de «Ifigénia en Áulide» con la mezzo, que esperó sentada en un lateral las partes instrumentales, entonada, un hermoso timbre de registro medio muy matizado, agudo tan aterciopelado como la orquesta, y graves suficientes manteniendo un fraseo impoluto, con la dicción natural de su idioma (siempre una ventaja para las cantantes francófonas) diferenciando en dinámicas y aire recitativo más aria.

Una primera parte que se hizo breve y más por los tempi exhibidos por Rhorer antes de entrar en una segunda parte con mucha ópera y plantilla ampliada con el arpa y el oficleido (que sustituiría al el serpentón renacentista en el equivalente a la actual tuba). Impresionante Arquez que arrancó la primera gran ovación con su aria de Leonora del tercer acto («La Favorita», Donizetti), que con su registro gana en fuerza, más aún junto a una orquesta ya amoldada en volúmenes (muy bien las trompas naturales), luciéndose con un fraseo muy melodioso y ornamentos claros. El segundo gran triunfo de la mezzo llegaría con una de las arias más bellas y seductoras para su voz, la Dalila de Saint-Saëns (que bisaría al final del concierto). Por fin una orquesta acompañante para hacer brillar la voz de la mezzo francesa, con buenos instrumentos solistas en clarinete o arpa, unos metales muy afinados y empastados (más difícil con los naturales) más la dirección de Rhorer plegada a la voz.

En las páginas instrumentales otro punto a favor de Le Cercle de l’Harmonie con un preludio de «La traviata» verdiana más que digno, matizado, contrastado en todo primando una cuerda dúctil, más la obertura de «El sueño de una noche de verano» de Mendelssohn que remató las intervenciones orquestales con una rica paleta tímbrica de esta orquesta capaz de sonar igual de bien en toda la música que trajeron a Oviedo antes de partir hacia el Kursaal donostiarra. El remate el aria de «La Cenicienta» rossiniana con Arquez perfecta, dramatizando su personaje, emisión clara, musicalidad plena bien arropada por la orquesta y buen colofón para esta mezzo «verdadera», de agilidades precisas, limpias, respirando entre todos para disfrutar de un timbre esmaltado y rico.

Y qué mejor rol para esta mezzo que la Carmen de Bizet, eligiendo de regalo el aria «Près des remparts de Séville» que la aupó entre las intérpretes actuales con Le Cercle de l’Harmonie ideal junto a un gran concertador como Jérémie Rhorer de gesto académico, claro, contenido y siempre efectivo con los suyos. Público lanzando bravos, varias salidas a saludar y sin esperar que bisasen la Dalila que nos dejó con ganas de más arias de ópera en este primer domingo de abril. Oviedo ama la lírica y hoy disfrutó con este concierto.

PROGRAMA:

«AMOR, FUROR»

Primera parte

Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791):

Obertura. «Le nozze di Figaro» (Las bodas de Fígaro)

Voi che sapete «Le nozze di Figaro»

Christoph Willibald Gluck (1714-1787)

Danse des esprits bienheureux «Orphée et Eurydice»

Dieux puissants que j’atteste… Jupiter, lance la foudre «Iphigénie en Aulide»

Danse des furies. «Orphée et Eurydice»

Segunda parte

Gaetano Donizetti (1797-1848)

L’ai-je bien entendu ?… Oh mon Fernand «La Favorite»

Giuseppe Verdi (1813-1901)

Preludio. «La traviata»

Camille Saint-Saëns (1835-1921)

Mon cœur s’ouvre à ta voix «Samson et Dalila» (Sansón y Dalila)

Felix Meldelssohn (1809-1847)

Obertura. «El sueño de una noche de verano»

Gioachino Rossini (1792-1868)

Non piu mesta «La Cenerentola»

Gheorghiu única

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Sábado 15 de julio, 20:00 horas. 72 Festival de Granada, Auditorio Manuel de Falla, “Universo Vocal” Recital lírico I: Angela Gheorghiu (soprano), Jeff Cohen (piano). Obras de Giordani, Paisiello, Donizetti, Beethoven, Tosti, Schumann, R. Strauss, Rachmaninov, Rameau, Martini, Massenet, Saint-Saëns, Brediceanu, Stephănescu, Bartók, Bellini y Satie. Fotos propias y de Fermín Rodríguez.

La considerada como “última diva de la ópera”, Angela Gheorghiu (Adjud, 7 de septiembre de 1965) llegaba a Granada esta tarde de sábado en un recital con el pianista Jeff Cohen (Baltimore, 1957) y toda la expectación que levanta una estrella mundial como la soprano rumana, aunque no hubiese un lleno hasta la bandera.

Si entendemos diva como diminutivo de divina “La Gheorghiu” lo es y no hay otra igual en el firmamento lírico. La rumana es un imán que capta toda la atención visual y auditiva desde que pisa la escena, independientemente de lo que cante, y en un recital todo suma. Es diva porque conquista al público, lo hace cómplice, hipnotiza con una voz que mantiene un color especial, un “saber cantar” como pocas, artista absoluta que juega desde un dominio total de la técnica, convirtiendo cada página es un microrrelato que sigue emocionando.

Un recital resulta más exigente que cualquier ópera precisamente por esa carga dramática que conlleva cada obra elegida, y la primera parte arrancó con varias páginas que todo estudiante de cante ha transitado, y los llamados pianistas repertoristas aún más. Qué maravilla cuando las canta una maestra como Angela Gheorghiu y el piano de Jeff Cohen, veterano en estos menesteres sabiendo dónde respirar, esperar, incluso saltarse algún compás porque enganchará sin problemas con la artista, y eso es la soprano rumana.

Tres páginas para ir tanteando acústica, temperatura, ubicarse y controlar escenario: la arietta Caro mio ben de Giuseppe Giordani, el aria de la ópera «La bella molinara» de Giovanni Paisiello, Nel cor più non mi sento (1788), y la alegre canzonetta napolitana Me voglio fà ‘na casa, también conocida como Amor marinaro de Donizetti,  incluida en Soirés d’automne, sin necesidad de sobretítulos (ilegibles sobre el telón de fondo) donde “la Gheorghiu” comenzó a sentirse bien, actuando y conquistándonos.

Como buen “acompañante” y eligiendo páginas relacionadas con el programa cantado, Jeff Cohen daría el primer “descanso” con el recién escuchado Paisiello y las Seis variaciones sobre «Nel cor più non mi sento», WoO 70 de Beethoven, aseadas y sin más exigencias que comprobar cómo los grandes compositores sintieron las obras líricas del momento para recrearlas al piano, llamémoslas variaciones o paráfrasis, aunque esta del “sordo genial” no sean especialmente exigentes para los pianistas.

Y comenzaba a subir la emoción, el buen cantar, el sentimiento, la auténtica interpretación de dos canciones que conozco desde mis años jóvenes, el cautivador y gran melodista italiano Paolo Tosti con dos poemas que la música del de Ortona eleva al Olimpo de concierto: Ideale (texto de Carmelo Errico) y Sogno (de Olindo Guerrini). Si se me permite jugar con los títulos Angela Gheorghiu fue ideal para este sueño con el piano respetuoso de Jeff Cohen, qué placer cómo frasea la rumana, cómo juega con la “mezza voce”, matices increíbles, adornar en el punto exacto, crecer emocionalmente ese final de frase en un agudo siempre preciso y cadencioso esperando el clímax y feliz unión de letea y música. El sueño de esta tarde granadina comenzaba en ese momento y proseguiría con Respighi y Nebbie. Otra lección de canto con gusto, musicalidad que rebosa por todas partes, conquistando con la mirada, el gesto corporal, colocando la voz en la máscara con una facilidad envidiable en la que muchas otras sopranos deberían mirarse. La siguiente parada seguiría ascendiendo cual cumbres de los “ochomiles” que cada página elegida suponía.

Segunda intervención de Jeff Cohen en la “visión” que de Robert Schumann hará Liszt del conocido lied Widmung (al fin cantó el piano solo), buen puente sin excesos antes del Du bist wie eine Blume que “la Gheorghiu” en un alemán perfecto nos brindó, preparándose en el idioma de Goethe con toda la expresión de un Schumann que se ha “instalado en Granada”.

Últimas dos cumbres de la primera parte para disfrutar de la rumana, el Zueignung, nº 1 de los ocho lieder de la op. 10 de Richard Strauss, intenso, dramático, bello, interiorizado y comunicado como sólo las grandes son capaces, y nuevo paso arriba con Vesenniye vody, op. 14 nº 11 de Rajmáninov con el ruso de lenguaje cantado y tocado, página apasionada de lirismo y apoyaturas, con el crescendo final envuelto en acordes y octavas muy de la casa. brillante para el tándem Gheorghiu-Jeff Cohen con química, entendimiento, carga emocional y música para disfrutar.

Si la primera parte fue sumando enteros, la segunda continuaría “in crescendo” porque la soprano rumana, que como buena diva cambió el azul turquesa por un desenfadado tricolor y rosa en el pelo, con mejora en la iluminación sobre la tarima y graduado el termostato del aire acondicionado del auditorio, ya plenamente cómoda, dominadora de la escena, haría grandes las miniaturas en la lengua de Moliere con un francés perfecto, sin nasalizarlo en absoluto, jugando con una pronunciación que es poesía pura, primero Le Grillon de Rameau, después un auténtico Plaisir d’amour de Jean-Paul-Égide Martini, placer de canto, de interpretación en el amplio sentido de la palabra, con un piano siempre amoldado a la soprano, y rematando este bloque la Elégie de Massenet, quinta de las diez «Piezas de género para piano», rezo íntimo y acto de amor que “la Gheorghiu“ interpretó con su línea de canto impecable, precisa, colorista, jugando con los matices y la expresión intrínseca al texto que musicalizado aún crece más, bien arropada por un Cohen elegante y “al servicio de la voz”.

Desde el piano seguiría el homenaje lírico con la paráfrasis que Saint-Saëns compuso de la famosísima Méditation y La Mort de Thaïs de la ópera homónima de Massenet. Un piano al fin contundente y desde el conocimiento de los originales operísticos tras muchos años de repertorista, temáticamente ideal para cerrar esta parte francesa antes de irnos hasta la Rumanía natal de “la Gheorghiu“.

Cuánta música por descubrir y qué buena cuando se siente en las entrañas, se canta con el corazón y transmite el amor por la tierra que te ha visto nacer y llevas contigo como la mejor herencia. Gheorghiu nos enseñó a Tiberiu Brediceanu (1877-1968) con Cine m-aude cântând y textos de la tradición popular), después a George Stephănescu (1843-1925) y Mândruliță de la munte, músicas cercanas en el tiempo por compositores que dejan en su música parte del patrimonio, y nadie mejor que la soprano rumana para hacernos viajar a su tierra con estas melodías donde el piano es fiel compañero.

Quedándose en la Rumanía de la soprano y con la visión del húngaro Bartók el pianista y compositor estadounidense nos interpretaría las Seis danzas populares rumanas, Sz. 56 que van subiendo en dificultad en un piano no siempre rotundo pero sí entregado dando unidad a un programa vocal donde estos “descansos” al menos tuvieron todo el sentido. Los años pesan en los dedos pero el bagaje añade el poso y la veteranía para sortear vericuetos técnicos.

Y llegaba el “non plus ultra”, pues Bellini es bel canto y la canción Vaga luna, che inargenti, de la que Arturo Reverter en sus notas al programa dice puede “considerarse una suerte de precedente en miniatura de la cavatina Casta diva de Norma” en la voz de Angela Gheorghiu resultó un aria de calado, enorme, parando el tiempo en la palabra o sílaba exacta, el ornamento ideal no escrito, la magia de la noche granadina donde el piano remataba el bordado áureo más que plateado de la soprano. Resulta maravilloso escuchar estas páginas tan conocidas cuando se interpretan como las canta “la última diva”.

Todavía faltaba la última cumbre o un paso más en el firmamento lírico, un “juguete» vocal y pianístico del incomprendido francés Satie cuyo baúl fue el mejor regalo para la historia musical de los felices años 20 (los del pasado siglo, claro). Su vals Je te veux con letra de Pacory nos transportó al Paris corazón artístico que nuevamente con Gheorghiu y Cohen, en sincronía técnica, emotiva y veterana, rematarían un recital que podemos calificar de antológico, donde hasta la rumana se movió en escena con todo el gracejo al que esta música nos llevó.

Público rendido ante la diva, simpática, generosa, entregada, cautivadora, cómplice con todos, afable y una “tercera parte” fuera de programa que supuso como la canción de Sinatra Fly me to the Moon, pues aún queda mucho universo para esta gran Angela Gheorghiu. Pocas sopranos me han emocionado y esta noche hasta se me saltaron las lágrimas tras escucharle su Lauretta del O mio babbino caro, imposible expresar todo lo que su voz transmite en este aria del “Gianni Schicchi” de Puccini, que no por conocida se escucha cantar como la rumana. Auditorio en pie arrodillado ante tanta grandeza vocal.

Y llegaría otro “no va más” en el Auditorio Manuel de Falla con su Granada (Agustín Lara) entregada, no importa que el piano se comiese notas y hasta compases al pasar página, tampoco la pronunciación mejorable del español, que sólo nosotros somos capaces, porque ¡cantaba Angela Gheorghiu! y no necesitábamos más.

Para volar hasta el “Universo vocal” de este Festival, la popular canción La Spagnola (que siempre recordaré por Mario Lanza en su película “Serenade”) que Angela Gheorghiu sintió propia y hasta los zapatos rojos parecían hechos a medida para esta su primera noche granadina.
El día 19 pondrá el broche de oro al 72 Festival Internacional de Música y Danza de Granada, aunque esta vigésimoquinta noche la recordaré como “mi noche con la Gheorghiu”.

PROGRAMA

I

Giuseppe Giordani (1751-1798)

Caro mio ben (Texto: Giuseppe Guarini)

Giovanni Paisiello (1740-1816)

Nel cor più non mi sento (Texto: Giuseppe Palomba)

Gaetano Donizetti (1797-1848)

Me voglio fà ‘na casa miez’ ‘o mare (Anónimo)

Ludwig van Beethoven (1770-1827)

Seis variaciones sobre «Nel cor più non mi sento», WoO 70 (piano solo)

Francesco Paolo Tosti (1846-1916)

Ideale (Texto: Carmelo Errico)

Sogno (Texto: Olindo Guerrini)

Ottorino Respighi (1879-1936)

Nebbie (Texto: Ada Nedri)

Robert Schumann (1810-1856) / Franz Liszt (1811-1886)

Widmung (piano solo)

Robert Schumann

Du bist wie eine Blume (Texto: Heinich Heine)

Richard Strauss (1864-1949)

Zueignung (Texto: Hermann von Gilm)

Serguéi Rajmáninov (1873-1943)

Vesenniye vody, op. 14 no 11 (Texto: Fiódor Ivánovich Tiútchev)

II

Jean-Philippe Rameau (1683-1764)
Le Grillon (Texto: Pierre-Jean de Béranger)

Jean-Paul-Égide Martini (1741-1816)

Plaisir d’amour (Texto: Jean-Pierre Claris de Florian)

Jules Massenet (1842-1912)
Elégie (Texto: Louis Gallet)

Camille Saint-Saëns (1835-1921)

Méditation, Paráfrasis de concierto sobre La Mort de Thaïs de J. Massenet (piano solo)

Tiberiu Brediceanu (1877-1968)

Cine m-aude cântând (Texto de tradición popular)

 George Stephănescu (1843-1925)

Mândruliță de la munte (Texto: Vasile Alecsandri)

Béla Bartók (1881-1945)

Seis danzas populares rumanas, Sz. 56 (piano solo)

I. Joc cu bâtă (Danza del bastón). Allegro moderato – II. Brâul (Danza del fajín). Allegro – III. Pê-loc (Danza del zapateado). Andante – IV. Buciumeana (Danza del como). Moderato – V. Poargă românească (Polca rumana). Allegro – VI. Mărunțel (Danza rápida). Allegro.

Vincenzo Bellini (1801-1835)

Vaga luna, che inargenti (Anónimo)

Erik Satie (1866-1925) Je te veux (Texto: Henry Pacory)

El arpa ancestral del siglo XXI

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Miércoles 16 de noviembre, 20:00 h. Sala de Cámara del Auditorio de OviedoCiclo Interdisciplinar de Música de Cámara de Oviedo (CIMCO): «La Belle Époque», José Antonio Domené & Cuarteto Galerna. Obras de Saint-Saëns, Debussy y Ravel.

Crítica para La Nueva España del viernes 18 con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos propias y tipografía incluyendo negrita o cambiando algunos entrecomillados por cursiva que la prensa no suele admitir.

Segunda edición de los conciertos del Ciclo Interdisciplinar de Música de Cámara de Oviedo (CIMCO) que completan de octubre a junio la oferta musical ovetense, este miércoles con el arpista murciano José Antonio Domené junto a seis músicos de la Oviedo Filarmonía (cuatro de ellos forman el Cuarteto Galerna), y un programa con aires franceses como el propio Erard que inventó el instrumento tal como hoy lo conocemos, pese a ser ancestral y tocada en Egipto o Grecia, siendo su mejor etapa la que pudimos escuchar en la sala de cámara este miércoles con música de tres compositores del país vecino. Como tengo la ventaja de peinar canas, volvieron mis recuerdos de juventud desde el gran Nicanor Zabaleta, habitual de la centenaria Sociedad Filarmónica de Oviedo en los años 60 y 70, hasta mi Mieres natal con María Rosa Calvo Manzano en 1973, que fue profesora de Domené y tanto ayudó a formar arpistas en aquella España aún huérfana de grandes instrumentistas.

La sonoridad del arpa moderna es única, tanto sola como en cualquier combinación, incluyendo su participación en fosos operísticos y obras orquestales, por lo que las obras elegidas por el músico murciano fueron la mejor muestra de tres compositores franceses en combinaciones de todo tipo bajo el título La belle époque.

Saint-Saëns ocupó el primer bloque, primero con la Fantasía para arpa op. 95, después la opus 124 / 194 con el violín de Gema Jurado, prosiguiendo con la espectacular versión bailada por Marta Pardo del más popular de “El carnaval de los animales”, El cisne con el chelo rotundo y sensible de Sara Chordá junto al arpa cristalina de Domené que sonarían plenamente orquestales en este dúo maravillosamente acoplado.

Debussy se inspiró en la música griega y utilizará el arpa en muchas de sus obras sinfónicas, por lo que su Sonata trío para flauta, viola y arpa mostró esa inspiración desde la combinación tímbrica a cargo de Mercedes Schmit, Álvaro Gallego y el propio Domené, tres movimientos que el público aplaudió uno a uno, pues funcionan casi como obras independientes por la conjunción de estilos donde explorar esa original formación instrumental con estos excelentes músicos de Oviedo Filarmonía.

Y con Ravel llegaría la formación al completo con todos los músicos en escena sumándose a los anteriores intérpretes Julio Sánchez (clarinete) y Gints Sapietis (violín), con su Introducción y Allegro para arpa, flauta, clarinete y cuarteto de cuerda, septeto casi sinfónico por la genialidad del compositor hispanofrancés en la orquestación, el arpa funcionando como solista de concierto alternando protagonismo y un sexteto capaz de sonar como si nos encontrásemos en la sala principal del auditorio.

Un verdadero lujo contar con estos músicos “de casa” en un concierto donde Jose Antonio Domené supo no ya elegir un repertorio para disfrutar de su maravillosa técnica y sonido, sino encontrar los intérpretes adecuados para cada obra, entregados todos y cada uno de ellos, remando en la misma dirección de amor hacia la música con el entendimiento y empaste de tantos años tocando juntos.

En un instrumento italiano actual (modelo “minerva natural” fabricada por Salvi), Domené nos regalaría, dedicándoselo a sus familiares asturianos, Pour la señorita de la francesa Freddy Alberti, alumna de Lily Laskine que cerrando el círculo mágico del arpa, fue quien estrenó el Ravel anterior.

Al final hubo tiempo de intercambiar opiniones entre colegas de instrumento, con Danuta Wojnar y Miriam del Río, arpistas de Oviedo Filarmonía y OSPA, que acudieron junto a varios compañeros de ambas orquestas a disfrutar de este segundo concierto del CIMCO, un éxito para confirmar la capitalidad musical a la que no me canso de llamar “La Viena española” por la amplísima oferta a lo largo del año y saliendo del túnel que supuso la pandemia. El del AVE (que será gorrión) sigue en obras

FICHA

JOSÉ ANTONIO DOMENÉ: arpa.

CUARTETO GALERNA: Mercedes Schmidt, flauta – Gema Jurado, violín – Álvaro Gallego, viola – Sara Chordá, violonchelo.

Marta Pardo, bailarina – Gints Sapietis, violín  – Julio Sánchez, clarinete.

P.D.: Ya mandada la crítica al periódico, de entre los recuerdos no puedo dejarme a Harpo Marx, «mudo» pero con el sobrenombre del instrumento que siempre asombraba en sus películas y antes del cine muchos años de «Music Hall» con Los Hermanos Marx.

El arpa siempre mágica

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Miércoles 16 de noviembre, 20:00 h. Sala de Cámara del Auditorio de Oviedo: Ciclo Interdisciplinar de Música de Cámara de Oviedo (CIMCO): «La Belle Époque», José Antonio Domené & Cuarteto Galerna. Obras de Saint-Saëns, Debussy y Ravel.

Reseña para La Nueva España del jueves 17 con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos propias y tipografía incluyendo negrita o cambiando algunos entrecomillados por cursiva que la prensa no suele admitir.

Prosigue este ciclo camerístico que completa la impresionante programación musical de “La Viena española” con el arpista murciano y nieto de asturianos Jose Antonio Domené, junto al Cuarteto Galerna formado por intérpretes de la Oviedo Filarmonía, hoy hasta seis con refuerzo de flauta y clarinete para el último Ravel, uniéndose también la bailarina asturiana Marta Pardo en un cisne de Saint-Saëns bellísimo.

El original programa francés con Saint-Saëns, Debussy y Ravel hizo las delicias de un público que casi completó la sala de piedras del antiguo depósito de aguas, acústica cristalina como el arpa mágica y perfecta en todas las combinaciones con las que Domené fue hechizándonos: solo, dúos con violín y chelo, trío junto a flauta y viola de Debussy aplaudido en los tres movimientos, y el final de Ravel al completo, casi sinfónico del gran orquestador hispano francés.

Una apuesta camerística de CIMCO con un lujo de intérpretes en torno al mago Domené y ese arpa con tanta historia detrás, que no tuvo su parte pedagógica explicando la actual inventada por otro francés como Erard, aunque esta velada utilizase una nueva italiana de sonoridad muy rica (Salvi minerva natural) para una tarde de música francesa igual que la propina dedicada a sus familiares presentes y las fotos con las arpistas de nuestras dos orquestas asturianas.

Clausura de «Champions»

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Sábado 28 de mayo, 20:00 horas. Conciertos del AuditorioOlga Kulchynska (soprano), Emily D’Angelo (mezzosoprano), Oviedo Filarmonía, Vincenzo Milletarì (director). Arias y dúos de ópera.

Tras la cancelación por enfermedad de la directora Yue Bao, Vincenzo Milletarì (1990) se puso al mando de la gala lírica con la que este sábado se clausuraba la temporada de los Conciertos del Auditorio con dos voces muy interesantes como la soprano ucraniana Olga Kulchynska (1990) y la mezzo canadiense Emily D’Angelo (1994) que nos dejaron una velada de altura para un público entusiasmado. No olvidemos que Oviedo, «La Viena española», es especialmente amante de la ópera, y si en el foso la OFil es seguro de calidad, en escena, con un director italiano muy gesticulante pero siempre claro, teniendo que «adoptar» un programa ya definido, estaba claro que la despedida era de «Champions» como muchos madridistas presentes, incluso algún móvil sonando siempre en los peores momentos.

Gala lírica organizada con arias de ambas voces, dúos y oberturas para cada inicio, ópera mayoritaria pero también zarzuela como era de esperar en una ganadora del Francisco Viñas de 2015 y otra de Operalia en 2018, con páginas conocidas que las cantantes tienen ya muy trabajadas tanto en recitales como sobre las tablas, lo que aseguraba un éxito previo corroborado a lo largo de una velada que fue de menos a más.

Las obertura de La gazza ladra (Rossini) a pesar de las siempre vulnerables trompas que remontarían vuelo posteriormente, puso a prueba las agilidades y limpieza de una orquesta a la que vendrían bien más violines pues el resto estuvo bien compensado con el acierto de poner tarima a los contrabajos para conseguir una sonoridad más rotunda.

Aunque el barroco no sea el fuerte de la orquesta ovetense, estuvo bien comenzar con Claudio Monteverdi y el dúo Pur ti miro de «L’incoronazione di Poppea» para comprobar que las dos voces femeninas empastaban a la perfección aunque la soprano parecía volar más alto que la mezzo (ya estamos más habituados a los contratenores) con unos volúmenes algo tapados pero de estilo correctamente cantado por ambas.

Mozart siempre tiene el engaño de su aparente facilidad escondiendo auténticas arias de exigencias vocales verdaderamente exigentes. Del «Così fan tutte» primero escuchamos a Olga Kulchynska un Come scoglio brillantemente interpretado con unos graves poderosos desde un color bello unido a una técnica prodigiosa, y otro tanto del dúo Prenderò quel brunettino con Emily D’Angelo de nuevo más musical y una línea de canto idealmente homogénea.

Salto a la Francia hoy capital futbolística con tres páginas que no pueden faltar, primero y alternando el orden del programa, una musicalmente agradecida canadiense y su Mon coeur s’ouvre a ta voix de «Sanson y Dalila«, una joya de Saint-Saëns a la que los volúmenes orquestales no impidieron escuchar una línea de canto muy sentida con la excelencia de la madera y un arpa brillante, a lo largo de la gala, de Danuta Wojnar. Después Gounod de su «Faust» el aria de las joyas, O Dieu! Que de bijoux para todo el lucimiento de la soprano ucraniana que pese a no estar «mimada» por Vincenzo Milletarì, más preocupado de encajar que de matizar, mostró su gusto y poderío vocal.

Y nada mejor para cerrar esta primera parte que el famoso dúo de «Los cuentos de Hoffmann» de Offenbach, la Barcarola con apariciones enfrentadas de las cantantes convergiendo en el centro,  orquesta inspirada y bien llevada por el italiano, voces con diferentes volúmenes no ya por tesitura, pero de empaste correcto pese a un color similar en ambas de tesituras tan distintas. Lo bisarían al final del concierto.

Tras el descanso la OFil sacaría lo mejor de su versatilidad con la Polonesa de «Eugene Onegin», sinfonismo de altura del gran Tchaikovski para una ópera no muy representada, tempo exigente al que respondieron todas las secciones antes de dejarnos lo mejor del bel canto como son «I Capuleti e I Montecchi» de Bellini que la canadiense pero especialmente la ucraniana, tienen en su repertorio, cambio de vestuario y más interpretación que en la primera parte, comenzando con el aria de mezzo Ascolta! Se Romeo t’uccise un figlio que D’Angelo «destroyer» masculinizada recreó con fuerza y gusto antes del recitativo y aria Eccomi…oh quante volte, personalmente lo mejor de la gala, con el trompa solista perfecto y una Olga Kulchynska que hizo poner la carne de gallina al respetable, filados, proyección, afinación y dominio completo del rol.

No se quedó atrás el dúo Si, fuggire, a noi non resta disfrutando de estas voces jóvenes que ya están triunfando en los más afamados teatros mundiales, más equilibrio de volúmenes y mejor balance orquestal para esta ópera que tengo entre mis referentes.

Y otra aria para disfrutar, más aún en la voz de «la Kulchynska», la bellísima Canción a la luna de «Rusalka» (Dvorák) con una orquesta perfecta, el arpa tan divina como la ucraniana, más un Milletarì cada vez más cómodo con todo, el punto álgido de esta gala.

La presencia de la zarzuela vendría con «La D’Angelo» que bordaría la romanza de «El barquillero» (Chapí) tan poco escuchada, Cuando está tan hondo, con una pronunciación muy trabajada y muy adecuada elección para esta voz de mezzo con agudos y medios potentes que sumados a la musicalidad y entrega de la que dio muestra a lo largo de este recital, remataría el programa antes de las dos propinas.

Tras bisar la Barcarola, las dos cantantes compartieron Chapí con la conocida romanza de «Las hijas del Zebedeo», donde sin entrar en triunfadoras y con un tempo muy ágil, la mezzo canadiense demostró una tesitura ideal para ella frente a la comodidad vocal y de amplio registro de la soprano ucraniana, con un duelo de ornamentos «ad libitum».

Buen cierre en un Oviedo lírico por naturaleza con dos jóvenes cantantes a las que no debemos perder el rastro porque son las voces de este siglo que ya piden paso.

Felices 20 años de La Castalia

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Sábado 26 de marzo, 20:00 horas. Gala Lírica «La Castalia», XX Aniversario: Oviedo Filarmonía, Isabel Rubio (directora), Alejandro Roy (tenor invitado), Olena Sloia (soprano), Vanessa del Riego (soprano), María Heres (mezzo). Entrada libre.

La Castalia del siglo XXI sigue los pasos de aquella de 1873 con más fuerza y apoyando desde nuestra tierra el talento lírico, celebrando una gala lírica de altura que colmó las expectativas, un auditorio lleno que hacía cola una hora antes del comienzo, para reafirmar que Oviedo sigue siendo capital musical y las nuevas generaciones vienen pisando fuerte, tributo a dos generaciones de cantantes y compositores, la segunda labor de esta asociación que preside Begoña García-Tamargo con el mismo entusiasmo que sus discípulas.

Los que peinamos canas disfrutamos viendo la evolución de estas voces a las que conozco desde sus inicios, desde nuestro gran Alejandro Roy, invitado de lujo con sus paisanas Vanessa del Riego y María Heres, más el feliz encuentro con la ucraniana Olena Sloia, comprobar el talento de «las dos G» de la composición actual en Asturias, Guillermo Martínez (1983) y Gabriel Ordás (1999), la madurez de la directora murciana Isabel Rubio llamada a seguir comandando grandes orquestas, y por supuesto la Oviedo Filarmonía que si siempre es solvente, en estos repertorios aún más.

El programa lo dejo aquí encima detallado y paso a comentarlo globalmente: Primera parte operística donde el estreno de la obertura Homenaje a La Castalia de Ordás no pudo ser mejor inicio, aires empujando una apertura de forma clásica, digna de este aniversario que Isabel Rubio llevó al detalle para una sonoridad muy aterciopelada digna de las grandes formas orquestales.

Y abriendo la siguiente parte el segundo estreno de la tarde, Corona de azahar de Martínez, el intermezzo de su ópera «Bodas de Sangre» con aire hispano a más no poder, el mejor tributo a los grandes como Falla, Granados o Turina digna de ser coreografiada por el Ballet Nacional, impresionante instrumentación y excelente interpretación de OFil con Rubio dominadora de todos los recursos utilizados en esta maravilla que espero disfrutar completa en algún coliseo lírico como el que se convirtió el auditorio ovetense en este feliz cumpleaños. Apoyar estos estrenos con el talento de dos compositores que ya tienen su hueco en la SGAE, bien representada por otra asturiana como Mª Luz González Peña, igual de orgullosa de comprobar el talento de nuestra tierra.

De Alejandro Roy insistir en su excelente momento vocal, el aria de «Romeo y Julieta» (Gounod) Ah lève-toi, soleil poderosa y sentida, la romanza No puede ser de «La tabernera del puerto» (Sorozábal) en la mejor línea de canto con gusto y maestría, ambas concertadas a placer por Isabel Rubio, y la propina que siempre pone la carne de gallina cantada por el tenor gijonés, su Cavaradossi que se despide de la vida en «Tosca» (Puccini), uno de los roles que más triunfos le está dando y atravesando la mejor edad para afrontarlo. Gratitud hacia La Castalia que hizo llegar obligando a subir al escenario a Begoña G. Tamargo, y gratitud de un público rendido al mejor tenor asturiano de todos los tiempos.

Otra excelente voz la soprano Olena Sloia, con un Caro nome de «Rigoletto» (Verdi) ideal para su color y emisión, impresionante la actuación completísima de una página tan difícil como el Glitter an Be Gay de «Candide» (Bernstein) y dos romanzas bien cantadas, perlas vocales con un gusto y afinación ideales junto a la orquesta detrás que no bajó el volumen y la arropó con las mejores galas que sacó con buen hacer Rubio, la Canción del Ruiseñor de «Doña Francisquita» (Vives) y Me llaman la primorosa de «El Barbero de Sevilla» (Giménez). Sabiendo el triste momento por el que pasa su tierra, la ucraniana dio lo mejor y el público lo agradeció con grandes aplausos solidarios con su país y premiando la entrega de Olena.

Y las alumnas aventajadas de La Castalia, que van forjando su carrera, la soprano Vanessa del Riego y la mezzo María Heres, voces perfectas para sus dos dúos, el conocido dúo de las flores de «Lakmé» (Delibes) y el de las majas de «El barberillo de Lavapiés» (Barbieri), empaste y trabajo con piano que la orquesta engrandeció haciéndolas disfrutar aún más. La propina de Mozart redondeó este dúo «marca de la casa», el Prenderò quel brunettino del «Cossì», bien de tempo por parte de Rubio y la OFil completando el repertorio y entendimiento de todas ellas, en femenino plural.

De las arias y romanzas, Del Riego cantó Con onor muore de «Madama Butterfly» (Puccini), con una orquesta más fuerte que en el foso lo que no le impidió seguir emocionándonos en este rol, mientras Heres llevó el mayor peso de la velada, dos arias de «La Favorita» de Donizetti, y «Samson y Dalila» (Saint-Säens) muy trabajadas que con orquesta siempre ganan, especialmente su Mon coeur s’ouvre à ta voix, y otro tanto con sus romanzas de «La Malquerida» (Penella) o «Los claveles» (Serrano), un repertorio que va tomando cuerpo y terminará ampliando en una carrera bien encaminada con muchas horas de estudio.

Siempre hay que destacar la Oviedo Filarmonía que como decía anteriormente, es un seguro de calidad en todas sus secciones, y como orquesta de foso tanto ópera como zarzuela están en los atriles desde sus inicios. La línea ascendente es clara y ya tiene su propia personalidad ganada con las aportaciones de batutas de todas las generaciones.

Volver a tener al frente a Isabel Rubio le dio a esta gala no ya la precisión y gesto de la murciana, un portento de la batuta, también la pasión que transmite y una  concertadora que también va formándose a la sombra del trabajo como asistente en muchas producciones (Oviedo entre ellas). El mundo de las bandas de música es una cantera tanto para instrumentistas como para esta generación joven de directoras que comienzan a encontrar su merecido protagonismo y Rubio es una de ellas.

Esperando que La Castalia no desfallezca y encuentre el apoyo necesario para continuar esta labor impagable, centenares de cursos y actividades para seguir formando y apoyando el talento con mucho trabajo a lo largo de estas dos décadas. Como dice el tango «veinte años no es nada» pero el esfuerzo se nota y los frutos podemos compartirlos y disfrutarlos en este Oviedo que sigue siendo «La Viena española» y la mejor aspirante a capital cultural.

Heres más que una promesa

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Lunes 28 de febrero, 19:45 horas. Teatro Filarmónica, Oviedo: Concierto 4 del año 2022, 2.029 de la Sociedad Filarmónica de Oviedo. María Heres Peláez (mezzo), Mario Álvarez Blanco (piano). Obras de: Schubert, Mahler, Hugo Wolf, Milhaud, Granados, Donizetti, Saint-Säens, Penella y J. Serrano.

Siempre es interesante acudir a un recital de lírica en una voz tan auténtica como la de mezzo y aún más si es María Heres a quien sigo desde sus inicios en este difícil mundo del canto. La juventud y el trabajo tienen su premio, y debutar en esta histórica sociedad ovetense es uno de ellos. Con su pianista de cabecera, Mario A. Blanco nos trajeron un muestrario de lo que la mezzo pixueta está estudiando mientras amplía repertorio buscando siempre el más apropiado a su voz, que va ganando cuerpo en un torrente de volumen controlado con la técnica, tanteando tanto las llamadas «canciones de concierto» (lied, chanson y canción española) en los tres idiomas, como arias de ópera y romanzas de zarzuela, profundizando en el carácter que todas estas obras esconden.

La primera parte transitó por textos alemanes de GoetheLos elfos» de Schubert), Ruckert (Mahler y su Liebst du um Schönhelt) y Morike (Verborgenheit de Wolf) musicados por tres figuras del lied que exigen una dramatización propia con el piano realzando unas letras, no siempre bien vocalizadas, estando la mezzo asturiana cómoda en las tres pero sin la visión y poso que sólo los años pueden dar a estas partituras.

Mucho más cómoda con el francés de Milhaud y sus Trois Chanson de Négresse, que sigue trabajándolas porque le van muy bien además de aplaudidas una a una para esta «mujer de negro», jovial en «Mon Histoire», más lírica en «Abandonée» y sentida «Sans feu ni lieu», mejor conexión poética con el país vecino y un piano que lleva en volandas a la voz.

Igualmente aplaudidas cada una de las tres canciones de La maja dolorosa de Granados, exigentes en tesitura pero que los crecientes graves de Heres alcanzaron con seguridad y el piano mimándola. Habrá que seguir trabajando la vocalización pero «Ay, majo de mi vida» está en el camino correcto.

Breve descanso para coger fuerzas pues vendrían dos arias de ópera donde María Heres brilló con luz propia, tanto en la Leonora de Fia dunque vero? O Mio Fernando («La Favorita» de Donizetti) donde el piano orquestal debe sufrir como sólo los maestros repetidores saben, y la Dalila de Mon coeur s’ouvre á ta voix de Saint-Saëns, ese canto de amor a Sansón que sintió en este rol al que le va tomando el pulso en cada recital.

De nuestra zarzuela otros dos números de fuste, «La Malquerida» de Penella y su romanza Él va a venir que protagoniza la mezzo de voz poderosa y doliente, dramatización entregada, y Qué te importa que no venga («Los Claveles») del maestro Serrano, perfecto cierre a este recital de la cantante de Oviñana, cómoda vocalmente, emocionada por el apoyo de un público fiel y el piano siempre.

Tras agradecer tanto a la propia sociedad como al RIDEA y La Castalia que tanto han supuesto en el apoyo musical de los jóvenes talentos asturianos, también en el de María Heres en su incipiente carrera, y especialmente a su maestra Begoña G. Tamargo, alma mater de la pronto veinteañera asociación cultural que toma el relevo a la decimonónica de la capital asturiana, dos regalos: La tarántula, el popular Zapateado de «La tempranica» (Giménez), y la bellísima Pampamapa de Guastavino que la mezzo bordó en casa, siempre con el esforzado Mario Álvarez Blanco al piano, su «mano derecha» necesaria con quien tanto ha trabajado y auténtico pilar para este estreno en la Sociedad Filarmónica de Oviedo.

Quedamos con las ganas de celebrar en apenas un mes la Gala Lírica del XX Aniversario de La Castalia en el Auditorio, donde estarán dos de sus alumnas destacadas, que ya no son promesas sino realidades, Janeth Zúñiga y la propia María Heres, otro peldaño más compartir escenario con el tenor asturiano Alejandro Roy y cantar con una orquesta como Oviedo Filarmonía que estará dirigida por Isabel Rubio y donde podremos escuchar dos estrenos de Guillermo Martínez y Gabriel Ordás, igualmente muy ligados a «La Castalia del siglo XXI«, esperando poder seguir contándolo desde aquí.

Francia a cuatro manos

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Jueves 20 de enero, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Jornadas de Piano «Luis G. Iberni». Lucas & Arthur Jussen (dúo de piano), Ensemble de la Filarmónica de Berlín. Obras de: Dvořák, Poulenc, Ravel y Saint-Saëns.

Volvían a Oviedo para celebrar los 30 años de estas Jornadas de Piano los hermanos Jussen (tras su paso por Barcelona), von una compañía de auténtico lujo como los ocho componentes de «los berliners» entre los que se encontraba un conocido de la afición ovetense, el violista Joaquín Riquelme, auténtico «dinamizador» de sus compañeros que casi ejerció de maestro de ceremonias. Lucas Jussen (27 de febrero de 1993) y Arthur Jussen (28 de septiembre de 1996) nunca defraudan y menos en las obras elegidas, todas francesas y en combinaciones para disfrutarlos a pares: a cuatro manos, con dos pianos y en formato camerístico rodeados de un ensemble auténticamente formidable que hizo las delicias de un público que vuelve con hambre de música recuperando aforos y manteniendo la mascarilla entre otras medidas de prevención.

Para abrir boca y gozar de los «berlineses«, el quinteto de cuerda puso la nota checa con Dvořák y su Quinteto de cuerda nº 2 en sol mayor, op. 77, cuatro movimientos que sonaron «de disco», tal es el entendimiento y sonido de estos cinco virtuosos del arco, fraseos delineados, sonoridades compactas ricas  en matices, minuciosos en la afinación (tras cada movimiento) y detallistas que sacaron de esta perla camerística lo mejor de ella, fuego en el primer movimiento, vértigo unificado en el segundo, la calma de una «respiración única» en el tercero y un final sobresaliente, auténtica lección y aperitivo para paladares exquisitos dentro del menú francés que trajeron los hermanos holandeses.

La Sonata para piano a cuatro manos, FP8 (Poulenc) comenzó impetuosa, casi sin respiro con el Prélude enérgico donde la «coreografía» iba no ya en las manos sino en los propios gestos de los hermanos. Como escribía el gran Sir Neville Marriner «Te das cuenta de que no es normal. No son sólo dos buenos pianistas tocando juntos: ambos sienten exactamente los detalles más sutiles de la interpretación del otro». Maravilla de sonata con el sello inconfundible del Rústique Poulenc capaz de volcar en 20 dedos todo un mundo orgánico coronado en el vertiginoso, además de virtuoso Final que estos hermanos interpretan desde la unidad genética que tantos ejemplos ha dado en este repertorio.

Aún quedaban dos pianos, el de Ravel, inspirado escribiendo igualmente para una mano izquierda como en esta versión de La Valse, M.72 (en Barcelona los Jussen optaron por las cuatro manos de Mi madre la oca, más imbricada con la última obra del programa ovetense), el mundo sinfónico lleno de color que con un piano a pares consigue una cercanía difícil de alcanzar pero tan rica y sentida dentro de ese encaje perfecto de los hermanos. Impresiona cerrar los ojos para escuchar el «piano imposible», duplicado y casi en espejo, con el hermano mayor siempre de «grave sustento» para hacer brillar al pequeño, la luminosidad por partida doble.

La juventud tiene en estos dos holandeses (desconozco el gentilicio de los Países Bajos como ahora denominan al país de los tulipanes) buen reflejo para sus contemporáneos y seguidores, especialmente en las hoy cenagosas redes sociales donde verles y escucharles es un oasis entre tanta miseria humana. Elegir El carnaval de los animales (Saint-Saëns) creo que es una excelente opción más allá del carácter didáctico que pueda tener, pues contar con un octeto de tanta altura como el que trajeron para ofrecernos la versión original, fue un regalo para todo melómano.

Simon Rössler al «glockenspiel» y marimba solamente para esta obra, como el flautista Egor Egorkin con algo más de protagonismo, son lujos casi inalcanzables, y no digamos el principal berlinés de clarinete Wenzel Fuchs, un «cuco» de ensueño con el nivel de este solista mundial que también puso el toque de comicidad incluso marcándole la pulsación en las escalas del menor de los Jussen en los Pianistas animales. No podemos olvidarnos de cada intervención estelar, irreprochables y perfectas, desde El elefante Gunars Upatnieks, pasando por los cacareos de gallinas y rebuznos de asnos (nada burros) con Luis Felipe Coelho y Álvaro Parra, más el emocionante cisne de Solène Kermarrec. Por supuesto completaron este elenco de figuras internacionales los hermanos en los pianos sonando como uno desde la grandeza y entendimiento rozando la deseada perfección en su ejecución, realmente todo el conjunto, disfrutando y sonando impecable, encajado y «ensamblado» con el rigor germano aunque con «mano de obra» internacional.

El ejemplo del trabajo en equipo sintiendo y viviendo la música con una calidad «brutal» (como dice ahora la gente joven) se coronó con ese Finale bisado tras un nuevo éxito de los hermanos Jussen con una compañía de ocho inmensos solistas unidos para ofrecernos la crème de la crème del mundo camerístico.

P. D.: Dejo a continuación el artículo publicado el pasado martes en el diario La Nueva España.

Pasión juvenil

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Miércoles 19 de enero, 19:45 horas. Teatro Filarmónica, Oviedo: concierto 2027 de la Sociedad Filarmónica de Oviedo. Henar Fernández Clavel (piano). Obras de Beethoven, Bach, Mendelssohn, Chaminade, Saint-Saëns, Albéniz, Turina, Falla, Granados y Lecuona.

Henar Fernández Clavel (Avilés 2006) es una joven de su generación, tal vez «rara avis» entre sus iguales de estudios obligatorios, pero que tiene un don especial para el piano, buen ejemplo de la cantera «del Orbón». Posee una musicalidad innata, personalidad, talento, ingenio, evidentemente muchas horas de estudio y buenos profesores. Gracias a «La Castalia» y el RIDEA ha ofrecido este concierto en la Filarmónica de Oviedo que siempre se ha caracterizado por apoyar las promesas asturianas desde su fundación, y en esta nueva época busca igualmente ir renovando un público necesario para mantener ese escaparate que supone la llamada «música de cámara», antesala pedagógica para dar el salto a las grandes salas de conciertos y teatros de ópera que Oviedo tiene como mejor tarjeta de visita.

Henar Fernández Clavel, a punto de cumplir 16 años en abril, es desparpajo en estado puro, comunicadora que llega al público sin complejos aunque no deba olvidarse del necesario rigor en el estudio de las partituras, la técnica (que nunca termina para poder darlo todo) al servicio de la música.

La pianista avilesina es un torbellino emocional que se aprecia incluso al salir a escena y sentarse al piano, con una madurez poco habitual para su corta edad e incluso con tics de muchos  grandes de las 88 teclas. Pero ese ímpetu puede impedirle el necesario reposo para afrontar las páginas que nos trajo al Filarmónica, obras de estudio y trabajo en el conservatorio que van más allá de los exámenes. Es envidiable el empuje juvenil efervescente y explosivo, demasiado acelerado por momentos que impiden un fraseo más limpio, obligándola a meterse en «demasiados charcos» (cierto es que de los errores también se aprende y ayudan a superarse).

Obras de enjundia ya desde el primer movimiento de la sonata Patética de Beethoven, más «apasionada» a la que eché de menos el siguiente movimiento que frenase un poco sus revoluciones (como en los vinilos de mi época), o esa Fantasía bachiana que deberá tomarse como entrenamiento diario o desayuno musical, mejor a mitad de velocidad para ir «desengrasando dedos» y acelerar un poco cada semana. Las palabras de la romanza de Mendelssohn las puso con la pasión que envolvió todo el concierto, pero los «arabescos» de Cécile Chaminade también requieren respirar hondo. Henar seguramente conoce los «trucos» para alcanzar su deseado virtuosismo más allá del impacto para el gran público, y el dibujo es la base de la pintura. Sus profesores la guiarán por el buen camino y está en él. Totalmente de acuerdo con su versión del Allegro appassionato (Saint-Saëns), fogosa y digna de virtuosos, al que nuevamente pediría rigor y exactitud pese a la dificultad extrema, limpieza en las notas aunque suponga menos carga emotiva y más trabajo duro, cabeza y corazón en la proporción ideal que los años aún desequilibran hacia el segundo.

Tras el merecido y necesario descanso, la parte de música española estuvo bien enfocada y el poso lo darán los años que seguro la llevarán a afrontar estas partituras de forma precisa y clara, porque sentido musical y talento le sobra a la avilesina, con detalles dignos de una intérprete con larga trayectoria que van descubriendo más allá de nuestra tierra. La «orgía» pianística de Turina bañó incluso la propina totalmente «fogosa» de Falla, de agradecer la entrega en cada obra, «añorando» unos tempi más llevaderos en pos del rigor y aplaudiendo el valor de enfrentarse al público. El exceso de velocidad no suele ser buen compañeros de viaje y provoca demasiados accidentes, pero los años la harán más prudente y segura.

Agradeció a todos tras el «aperitivo» beethoveniano el apoyo y oportunidad de «presentarse en sociedad» (especialmente a Begoña G. Tamargo, luchadora y defensora como pocos) sin olvidarse de sus profesores, incluso en el campo del acompañamiento que hoy en día presenta oportunidades de trabajo siempre necesario en el difícil mundo de la música, y especialmente en el de los pianistas. Espero que Henar no se acomode y regocije en exceso con los siempre merecidos premios, pues el día a día no perdona y siempre se encontrará entre el público con «repugnantes exigentes» como el que suscribe (con todo el respeto y cariño hacia mi admirada joven pianista).

Mucho ánimo para Henar Fernández Clavel en una carrera que ya ha comenzado con pasión y entrega, del que desconocemos el destino final, siempre con la esperanza de seguir escuchándola y verla crecer en todos los aspectos.

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