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Espejos rotos

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Miércoles 29 de octubre, 19:30 horas. Auditorio Príncipe Felipe, Oviedo. Inauguración del ciclo «Los Conciertos del Auditorio«: Berna Perles (soprano), Gaëlle Arquez (mezzo), José Simerilla (tenor), Rubén Amoretti (bajo), El León de Oro (maestro de coro: Marco Antonio García de Paz), Oviedo Filarmonía, Lucas Macías Navarro (director). Obras de R. Carnicer y G. Rossini.

Hay conciertos de los que me cuesta mucho escribir, y este que abría la temporada es uno de ellos, pese a mis ganas de escuchar una obra como el Stabat Mater de Gioachino Rossini (1792-1868) que me acompaña hace años, y tengo una grabación -arriba dejo la carátula- que suele sonar en mi cadena de música al menos una vez al año (en este ya van tres para refrescar el oído). Si además estaba precedida por una sinfonía (a modo de obertura) de nuestro poco reconocido Ramón Carnicer y Batlle (Tárrega, 1789 – Madrid, 1855) para testear a la Oviedo Filarmonía (OFil) con su titular Lucas Macías aún mejor, pues las notas al programa de «otro Ramón» nos preparaban para acudir en este nuevo horario del ciclo con toda la esperanza para abrir boca.

El doctor Sobrino titulaba «Bel canto en espejo» para comprender cómo se organizaba este concierto inaugural, y desmenuzaba o mejor diseccionaba, como buen conocedor del maestro ilerdense, la Gran Sinfonía en Re, dada por perdida y localizada recientemente por el ICCMU en el legado Llimona y Boceta.

Obra de aires rossinianos que Carnicer conocía de primera mano (tanto en Barcelona como después en Madrid, además de sus viajes a Italia donde contrataba compañías que vendrían a España), y como bien nos cuenta su tocayo llanisco, dirigiría en Madrid El Barbero rossiniano donde se interpretaría esta sinfonía, de donde saldría el encargo del Stabat Mater que rivalizase con el de Pergolessi. La OFil con Macías demostraron el buen maridaje y entendimiento tras estos siete años de maduración mutua, una orquesta con personalidad que gana calidad en todas las secciones. Desde los violines hoy con Marina Gurdzhiya de concertino, y una plantilla bien equilibrada (cuerda 12-10-8-6-4), violas y chelos permutados como suele ser habitual y al fin colocando los contrabajos sobre una tarima para dar corporeidad y sustento en los graves. La madera que nunca defrauda, los metales templados, más para esta sinfonía donde la trompeta tiene protagonismo junto a unos trombones potentes, sumando una percusión que por la acústica tan peculiar del auditorio, hace rebotar las frecuencias del triángulo en la parte contraria. El maestro onubense «defendió» esta partitura haciendo una interpretación bien contrastada en los tempi de sus tres movimientos (Allegro – Andantino – Allegro), con gesto claro, preciso, dejando fluir una sonoridad poderosa y rotunda pero bien balanceada, que no sería la misma en el «auténtico Rossini» posterior.

Tras la obertura de Carnicer llegaba ese maravilloso poema franciscano del siglo XIII al que tantos compositores han puesto música, esa Madre Dolorosa con la que esta vez hemos compartido dolor, comprensión, perdón, pero también esperanza, que nunca debemos perder. El Stabat Mater de Rossini se estrenó el Viernes Santo de 1833, en San Felipe el Real de Madrid, presentando el compositor como obra enteramente suya la encargada por Manuel Fernández Varela, arcediano (así se llama el primero o principal de los diáconos, que ejercía jurisdicción delegada del obispo en un territorio determinado), confesor, predicador y consejero real en Madrid tras la petición de Fernando VII, como bien comenta Ramón Sobrino, así como las incidencias que sobrevinieron a esta maravillosa partitura y su finalización definitiva con los diez números.

Arrancaba la introducción del «Stabat Mater dolorosa» con una OFIL matizada junto a nuestro coro El León de Oro más un cuarteto solista (Berna Perles, Gaëlle Arquez, José Simerilla Rubén Amoretti) algo desigual que me volvió a plantear dudas: no es igual cantar con la orquesta detrás que situarlo delante del coro, como también se suele colocar en estas obras sinfónico-corales. La escucha del director no es la misma teniendo al cuarteto a sus espaldas que enfrente, aunque ello exija de los solistas una proyección que tristemente no todas las voces poseen, de ahí la sensación que parte del público tiene de un exceso de volumen orquestal que «tapa las voces y el coro». Si hay buena técnica no debería haber problema alguno, aunque en los registros graves siempre resulte más difícil. También es labor del director buscar el balance y equilibrio entre las distintas secciones, por lo que a menudo deberá recordar, especialmente a los metales, «quitar una letra de los matices», vamos que ff (fortísimo) sea f (fuerte) e incluso aplacar el ímpetu intrínseco a cada músico, si bien otras veces no se pueda remediar pues así se les exige en la partitura.

El inicio resultó correcto, matizado, con un coro suficiente de volumen en todos los planos y un cuarteto solista empastado, presente pero no del todo equilibrado, primer toque de atención para este número inicial cuando el tenor hispano-argentino atacaba los agudos con unos portamentos nada correctos pero al menos bien contrastados por «48 leones» (12 por cuerda con las voces blancas flanqueando las graves, y éstas permutadas, buscando una sonoridad acorde con la sinfónica), siempre seguros y atentos sin necesidad de «apianar» la orquesta. Las solistas emergieron sobre la masa instrumental en unos agudos limpios.

El segundo aviso vendría con un destemplado «Cuius animam gementem» del tenor pese a un inicio orquestal mimando, fraseando y dejando todo servido para que el solista brillase, pero el oro resultó en bisutería, sin cuerpo y «buscando» unos agudos que deslucen los ataques. Por mucho que el maestro Macías intentase llevar los contrastes escritos, aquello no fluía como debería: descolocación vocal y poco carácter para cantar «Y cuando muera el cuerpo haz que mi alma alcance la gloría del paraíso», personalmente condenándolo al fuego eterno.

Al menos volvería algo de sosiego con un buen dúo de las dos solistas en el «Quis est homo, qui non fleret» tras unas trompas afinadas, empastadas y una cuerda sedosa contestada por las maderas dolientes en el sentimiento. La soprano malagueña ha ganado cuerpo en el grave y mantiene sus agudos portentosos, limpios, de musicalidad total, bien contrastada con la mezzo francesa de color redondo, corpóreo, segura, ambas con emisiones matizadas, agilidades bien encajadas, colores diferenciados y empaste conseguido, mientras la OFIL con Macías las revestía y realzaba.

El arranque del aria del barítono-bajo burgalés «Pro peccatis suae gentis» resultó accidentado tras una indisposición en el patio de butacas de un espectador que ante el susto levantó a los muchos médicos presentes de sus asientos, felizmente solventado pero que detuvo muchos minutos el concierto, probablemente rompiendo la concentración y «obligando» a reiniciar el cuarto número que, sin que sirva como excusa, enfrió el discurrir hasta ese momento, pese a los denodados intentos del titular y su orquesta. Amoretti es más barítono que bajo aunque su registro grave, sobre todo en sus intervenciones a solo, es suficiente y llena la sala. Le reconozco como un intérprete que se entrega siempre pero no lució como era de esperar, con agudos forzados y sin «ligazón», pues parecía como si el texto «¿Quién no apenarse podría, al ver de Cristo a la Madre, padeciendo con su Hijo?» nos pidiese precisamente entristecerse tras la escucha. Algo mejor en el recitativo junto al coro ‘a capella’ «Eia, Mater, fons amoris […] / Fac ut ardeat cor meum» tan bello y matizado que por lo menos me quitó el mal sabor previo. Maravilla de afinación de LDO, expresividad y buen diálogo además del fraseo conjunto marcado al detalle por Lucas Macías que al menos parecía volver a disfrutar, como todos, este quinto número.

El sexto nos traería de nuevo al cuarteto de solistas junto a la orquesta, «Sancta Mater, istud agas» con el aire y matices perfectos para degustarlo en su totalidad, pero Simerilla Romero volvía a «sacarme de mis casillas» aunque intentó forzar presencia con la consiguiente descolocación de sus agudos. La malagueña equilibró y brilló a continuación, corroborando que la técnica es muy necesaria, al igual que la francesa. El burgalés buscó el empaste con musicalidad, la orquesta matizó al detalle y los contrastes dinámicos «desnudaron» las carencias mientras realzaban las cualidades individuales con un final en pianissimi de una orquesta siempre segura.

De lo mejor en este agridulce Stabat Mater llegaría con Gaëlle Arquez, recordada del abril pasado en este mismo ciclo, con su cavatina «Fac ut portem Christi mortem», trompas y clarinete presentando la delicada introducción a la voz de la francesa, agudos poderosos, graves corpóreos, pianisimi mantenidos y presentes, color de verdadera mezzo rotunda y delicada, con la técnica al servicio del mejor Rossini, una delicatesen del músico gourmet acorde con el texto («…no seas conmigo desabrida y haz que yo contigo llore»).

Y Berna Perles no se quedaría a la zaga con su aria «Inflammatus et accensus», sentimiento cantado pidiendo «Haz que sus heridas me laceren, haz que me embriaguen la cruz, y la sangre de tu Hijo» subrayado por una contundente OFIL junto a un poderoso LDO, conjunción llena de colores e intensidades tanto musicales como emocionales, con el maestro onubense dibujando los detalles, balanceando las distintas secciones para dibujar este lienzo sonoro de claroscuros que Rossini pintó inspirado sobre el pentagrama.

El momento más amargo llegaría con el cuarteto «Quando corpus morietur» porque el esfuerzo en lograr afinar fue baldío, por un lado las solistas sin perderse mientras los solistas ni siquiera «ayudados» por el cello lograron aunar esfuerzos. De verdad que la desafinación es una sensación indescriptible que cuando no se logra supone un dolor para el oído, y rezando interiormente el texto («Cuando de aquí deba partir concédeme alcanzar – por medio de tu Madre – la palma de la victoria») no conseguí templanza aunque otorgase perdón. Al menos ese final coral del «Amen, in sempiterna saecula» que Rossini felizmente añadió me resultase el alivio por un espejo roto donde el bel canto no siempre lo fue, pero no hay placer sin dolor.

Un arranque de temporada agridulce que me ha desvelado describirlo pero con la esperanza de comprobar como «leónigan» confeso que la cantera coral se mantiene con los años, que la OFIL sigue consolidada dentro y fuera del foso, más un Lucas Macías Navarro que desde el trabajo y estudio riguroso de cada programa se ha hecho un nombre propio desde la batuta (sin perder su prestigio como oboísta), compaginando Oviedo, Granada y Sevilla, además de invitado en medio mundo, con un esfuerzo encomiable para continuar haciendo crecer todo lo que afronta.

PROGRAMA

Ramón Carnicer y Batlle (1789-1855):

Sinfonía en re mayor (Allegro – Andantino – Allegro).

Gioachino Rossini (1792-1868):

Stabat Mater

1. Introducción. Coro y solistas. «Stabat Mater dolorosa»

2. Aria. Tenor. «Cuius animam gementem»

3. Dúo. Soprano y mezzosoprano. «Quis est homo, qui non fleret»

4. Aria. Bajo. «Pro peccatis suae gentis»

5. Recitativo. Bajo y coro. «Eia, Mater, fons amoris […] / Fac ut ardeat cor meum»

6. Cuarteto. Solistas. «Sancta Mater, istud agas»

7. Cavatina. Mezzosoprano. «Fac ut portem Christi mortem»

8. Aria. Soprano y coro. «Inflammatus et accensus»

9. Cuarteto. Solistas. «Quando corpus morietur»

10. Final. Coro. «Amen, in sempiterna saecula»

Oviedo es lírico

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Domingo 6 de abril, 19:00 horas. Conciertos del Auditorio: Gaëlle Arquez (mezzosoprano), Le Cercle de l’Harmonie, Jérémie Rhorer (director). Amor, furor, obras de Mozart, Gluck, Donizetti, Verdi, Saint-Saëns, Mendelssohn, Rossini y Bizet.

Desde hace años las llamadas orquestas historicistas (incluyo también las de nuestro Savall) están ampliando el primigenio repertorio barroco hasta el clasicismo y el romanticismo, con incursiones operísticas donde las formaciones francesas han sido de las pioneras defendiendo su patrimonio. Y Le Cercle de l’Harmonie con Jérémie Rhorer llegaron a Oviedo con un muestrario de su buen hacer en un programa variado con la francesa Gaëlle Arquez que nos dejó cinco arias flanqueadas por páginas instrumentales con una excelente entrada en el auditorio para un Oviedo que ama la lírica y no quería perderse esta nueva cita con una voz de mezzo verdadera (nada de sopranos maduras) que está triunfando por su buen hacer.

En las partes instrumentales la veinteañera orquesta de Rhorer arrancó impetuosa en el tempo con la obertura de Le nozze mozartianas, como intentando demostrar su sonoridad aterciopelada y buen quehacer de una cuerda segura y virtuosa, con vientos afinados y bien balanceados, más unos timbales que en el auditorio resuenan como en un circo romano. El director conoce bien su orquesta, y del alemán adoptado francés Gluck nos dejaron dos danzas impecables del Orfeo y Eurídice, la de los espíritus con la flauta impecable de Anne Parisot, llena de musicalidad, más unas «furias» poderosas, jugosas, nuevamente virtuosas y dinámicas, en un repertorio donde se les nota cómodos y cercanos a lo que hoy entendemos por historicismo.

Por su parte Gaëlle Arquez comenzó tras la obertura nupcial mozartiana con la bella aria Voi che sapete aún fría pero con un color homogéneo en todo el registro aunque en los graves la orquesta parece olvidar quitar una letra de los matices pues está detrás de la cantante y no en el foso. Mejor con Gluck y el aria de «Ifigénia en Áulide» con la mezzo, que esperó sentada en un lateral las partes instrumentales, entonada, un hermoso timbre de registro medio muy matizado, agudo tan aterciopelado como la orquesta, y graves suficientes manteniendo un fraseo impoluto, con la dicción natural de su idioma (siempre una ventaja para las cantantes francófonas) diferenciando en dinámicas y aire recitativo más aria.

Una primera parte que se hizo breve y más por los tempi exhibidos por Rhorer antes de entrar en una segunda parte con mucha ópera y plantilla ampliada con el arpa y el oficleido (que sustituiría al el serpentón renacentista en el equivalente a la actual tuba). Impresionante Arquez que arrancó la primera gran ovación con su aria de Leonora del tercer acto («La Favorita», Donizetti), que con su registro gana en fuerza, más aún junto a una orquesta ya amoldada en volúmenes (muy bien las trompas naturales), luciéndose con un fraseo muy melodioso y ornamentos claros. El segundo gran triunfo de la mezzo llegaría con una de las arias más bellas y seductoras para su voz, la Dalila de Saint-Saëns (que bisaría al final del concierto). Por fin una orquesta acompañante para hacer brillar la voz de la mezzo francesa, con buenos instrumentos solistas en clarinete o arpa, unos metales muy afinados y empastados (más difícil con los naturales) más la dirección de Rhorer plegada a la voz.

En las páginas instrumentales otro punto a favor de Le Cercle de l’Harmonie con un preludio de «La traviata» verdiana más que digno, matizado, contrastado en todo primando una cuerda dúctil, más la obertura de «El sueño de una noche de verano» de Mendelssohn que remató las intervenciones orquestales con una rica paleta tímbrica de esta orquesta capaz de sonar igual de bien en toda la música que trajeron a Oviedo antes de partir hacia el Kursaal donostiarra. El remate el aria de «La Cenicienta» rossiniana con Arquez perfecta, dramatizando su personaje, emisión clara, musicalidad plena bien arropada por la orquesta y buen colofón para esta mezzo «verdadera», de agilidades precisas, limpias, respirando entre todos para disfrutar de un timbre esmaltado y rico.

Y qué mejor rol para esta mezzo que la Carmen de Bizet, eligiendo de regalo el aria «Près des remparts de Séville» que la aupó entre las intérpretes actuales con Le Cercle de l’Harmonie ideal junto a un gran concertador como Jérémie Rhorer de gesto académico, claro, contenido y siempre efectivo con los suyos. Público lanzando bravos, varias salidas a saludar y sin esperar que bisasen la Dalila que nos dejó con ganas de más arias de ópera en este primer domingo de abril. Oviedo ama la lírica y hoy disfrutó con este concierto.

PROGRAMA:

«AMOR, FUROR»

Primera parte

Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791):

Obertura. «Le nozze di Figaro» (Las bodas de Fígaro)

Voi che sapete «Le nozze di Figaro»

Christoph Willibald Gluck (1714-1787)

Danse des esprits bienheureux «Orphée et Eurydice»

Dieux puissants que j’atteste… Jupiter, lance la foudre «Iphigénie en Aulide»

Danse des furies. «Orphée et Eurydice»

Segunda parte

Gaetano Donizetti (1797-1848)

L’ai-je bien entendu ?… Oh mon Fernand «La Favorite»

Giuseppe Verdi (1813-1901)

Preludio. «La traviata»

Camille Saint-Saëns (1835-1921)

Mon cœur s’ouvre à ta voix «Samson et Dalila» (Sansón y Dalila)

Felix Meldelssohn (1809-1847)

Obertura. «El sueño de una noche de verano»

Gioachino Rossini (1792-1868)

Non piu mesta «La Cenerentola»

Encanto leonés

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Miércoles 5 de febrero, 20:30 horas. Auditorio Ciudad de León, «León En canto». Recital lírico: Sylvia Schwartz (soprano), Pablo García-López (tenor), Simon Lepper (piano). Recital de canto de varios autores y estilos. Entrada: 10 €.

Viajar a León desde Asturias es como visitar al vecino, y hoy en día las comunicaciones hacen más rápida esta escapada a la meseta, reforzando vínculos con nuestro histórico Reino Astur-Leonés. Quienes me leen conocen los muchos conciertos en la capital castellana y las amistades de las que presumo, a las que este primer miércoles de febrero recordé con esa mezcla de alegría y tristeza que da «pasar lista» y comprobar que muchos se han mudado al auditorio celestial. Pero la música sigue siendo la mejor terapia y queríamos estar en el cierre de este ciclo de tres conciertos de voces conocidas (y por descubrir).

Foto ©Pablo García-López

Interesantes los intérpretes y el programa elegido, un viaje de amores y desamores como presentó mi querido tenor de Villaralto, al que escuché unos días antes en Oviedo. Con el inglés Simon Lepper, uno de sus pianistas de confianza, el recital arrancaría con el siempre complicado y aparentemente sencillo Mozart en su lengua natal, la que Pablo García-López maneja a la perfección tras varios años en Berlín, y el lied An die Freude K. 53/47a, verdadera alegría esta tarjeta de presentación con el reconocido tenor mozartiano antes de los siguientes números con la soprano internacional Sylvia Schwartz (Londres, 1983) a quien aún no había tenido ocasión de escuchar en vivo, y enamoraría al público con estas arias de concierto elegidas: Dans un bois solitaire K. 308, Abendempfindung K. 523, bellísimas en ejecución compartida con Lepper, y otro tanto en Ridente la calma K. 152, recordando mi integral de la gran Elly Ameling que tantas horas escuché (y dejo como siempre en los enlaces o links).

Simon y Pablo han compartido mucho Schubert y no podían faltar de sus lieder la conocida Die Forelle escurridiza pero bien reposada para apreciar tanto el piano como la pegadiza melodía, más el Auf  dem Wasser zu singen, D. 774, simbiosis perfecta de poesía y música de protagonismo mutuo, con el cordobés que ha ganado graves sin perder su inconfundible color y la musicalidad contagiada desde el piano, antes de la célebre serenata Ständchen de una Schwartz en perfecta interpretación por proyección y dicción (el alemán es su segunda lengua), con el piano seguro y reconfortante de Simon. Faltó la «autodescriptiva» An Sylvia pero no el hermoso «trío» Licht und Liebe D. 352, luz y amor de empaste ideal con dos voces en estado de gracia y el piano coprotagonista del siempre ideal Schubert para estos tres intérpretes.

En un recital lírico no podían faltar Rossini o Donizetti y siguiendo con los dúos para cerrar la primera parte: otra serenata, de «las tardes musicales» la duodécima Mira la bianca luna del primero, exigente en el amplio registro de las voces pero bien ejecutada por tenor y soprano, incluso semiescenificada, más Una parola, O Adina (de «L’elisir d’amore»), «la orquesta» de Lepper con Pablo-Nemorino y Sylvia-Adina haciéndonos viajar a tantos elixires con ese punto de partida amoroso desde el recitativo… Qué buena pareja vocal por entendimiento, sonoridad y sobre todo musicalidad, dramatización incluida.

La segunda parte plenamente española uniría autores que son nuestros «liederistas» sin complejos, escrituras musicales para unos textos que son poesía pura donde el piano dialoga con la voz, y así  fue con Enrique Granados para gozar con la elegancia canora de Sylvia Schwartz capaz de unos pianissimi increíbles, de jugar con picarescas y dolores, temores infundados, verdaderos retablos sonoros en miniatura: Amor y Odio, El Majo tímido , pero sobremanera esa queja que es La Maja y el Ruiseñor, unas «Goyescas» pianísticas del inglés con canto ornitológico en el Bösendorfer©  iluminadas cual tapiz dorado por la soprano española logrando la magia del silencio en el auditorio leonés. Hay versiones de referencia (están enlazadas) pero lo escuchado este miércoles me quedará a buen recaudo por esta voz e interpretación tan personal, honda y única.

Reconozco que debemos escuchar más a Eduard Toldrá porque sus canciones siguen emocionando, más con este tándem García-Lopez / Lepper, entrega del tenor y pasión al piano entendiendo las tres páginas elegidas, válidas para hombre o mujer, pero siempre recreadas además de integradas al repertorio por el dúo anglo-española a cual mejor: La zagala alegre, Madre unos ojuelos vi y Después que te conocí, paladeo de todas las letras, interiorización y dramatización con el gusto tanto del compositor catalán como de la pareja hispano-inglesa, y tres partituras que el cordobés tiene en su curriculum discográfico (y ya nos encantase en su momento con otro gran pianista como Aurelio Viribay), para reafirmarse en el siempre irrepetible directo.

Hay que seguir reivindicando la zarzuela como patrimonio de la humanidad y nada mejor que seguir programando páginas populares y reconocibles por todo el mundo como las «endiabladas» Carceleras de «Las Hijas del Zebedeo» (Chapí) donde poder escuchar todo lo escrito para un registro y color que Schwartz asumió con total respeto a la partitura junto a la reducción orquestal al piano de Lepper, impecable por ambos, o esa Bella enamorada («El último romántico» de Soutullo y Vert) con un García-López pletórico en todo el registro, matizado a más no poder junto a este español adoptado para el piano en este género, antes de cerrar la velada con el famoso dúo de «El Gato Montés» (Penella), Torero quiero ser de Pablo-Rafaelillo y Sylvia-Soleá, contagiándonos alegría, amor y escena por parte de los tres intérpretes, una «faena redonda» con todos los trofeos para poder salir a hombros por la puerta grande ante tanto arte sobre las tablas.

La propina más zarzuela con el «trío»: Ese pañuelito blanco de «La Chulapona» (Moreno Torroba) para ya avanzada la noche salir del auditorio leonés contagiado por la magia lírica de grandes artistas que triunfan fuera de nuestras fronteras, proseguir tertulia local con alumnado y profesores de canto y piano, amigos unidos por la música, esperando que los llamados programadores culturales apuesten más por el talento español que quedó demostrado con creces en este recital.

El Barbero crea afición para todas las edades

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Sábado 19 de octubre de 2024, 17:30 y 19:30 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: LXXVII Temporada de Ópera. Gioachino Rossini (1792-1868): «El barbero de Sevilla». Versión para la infancia de Maite García Heres. Compañía musical infantil «La Federica», residente de la Ópera de Oviedo.

(Crítica para Ópera World del domingo 20, con el añadido de los links siempre enriquecedores, tipografía que no siempre se puede adaptar, y fotos propias más las de Néstor Fernández para Ópera de Oviedo)

Cerrando el segundo título de la 77ª temporada de ópera ovetense llegaba este sábado la adaptación de la directora Maite García Heres al frente de la compañía musical infantil “La Federica” que ella dirige en este proyecto cuyo título de “infantil” lo es por los intérpretes y por ser el público destinatario aunque de todas las edades y llenado las dos funciones con precios 6€ a 15€ que encandiló a pequeños y mayores.

Y es que la adaptación de su directora con unos textos bien traducidos con los mínimos cambios necesarios pero fieles al italiano, añadiendo partes habladas que mejoraron la comprensión argumental para todo el público, junto a la impecable adaptación musical de Adrián Arechavala, capaz de mantener toda la música imprescindible del barbero rossiniano, cortando la longitud de los números sin perder la esencia, compartiendo arias entre solistas y coro, casi todas voces blancas capaces de abordar desde su color y tesitura natural cada personaje (el asesoramiento vocal de Iván Carriedo y Andrea Gutiérrez es impagable), así como una formación instrumental ideal -un ensemble propio que detallo en la ficha- para esta ópera camerística con mucho futuro, dejándonos un espectáculo que entusiasmó a un público nuevo que repetirá (así lo comentaban al final de cada función) y asombró a los habituales que pudieron comprobar que hay no solo afición en Asturias sino una verdadera cantera lírica que esperemos no se pierde según vayan cumpliendo años.

Con una escenografía “cercana” a la propia producción de “El Barbero de Oviedo” pero más sencilla (de Carmen Fernández González), donde el coro y todo el elenco son un bloque implicado de principio a fin, moviéndose, actuando y cantando como verdaderos profesionales, sumándole el vestuario de Susana de Dios que resultó maravilloso sin obviedades (me gustó su concepto de Tuna sin necesidad del negro y las cintas de colores) más la siempre buena iluminación de Roberto Lorenzo Martín (la escena de “la tormenta” mejoró la del “otro Barbero”), dando como resultado final una producción donde todo el equipo merece reseñarse, y lo dejo en la Ficha final.

La famosa obertura ya nos centró la acción, introduciendo partes cantadas cual mezcla entre “The King Singers” y “La Trinca” en versión asturiana y calidad lírica, con charangas y murgas que venían del Carnaval de Ciudad Rodrigo hasta Sevilla, con un conde salmantino a cargo de Teresa Rodríguez García de Albéniz que triunfó de principio a fin en sus desdobles del Lindoro rondador, un Alonso marinero borracho de agua dulce, el tunante maestro de canto y por supuesto un conde que cantó maravilloso, pudiendo escuchar esa voz natural tan educada además de una escena adulta que hace increíble una profesionalidad digna de mayores junto a una musicalidad que hace creer en un futuro esperanzador.

Y no digamos encontrar, ver y escuchar a Jorge Martínez Ferreño, un Fígaro de conveniente “acento andaluz”, adolescente con su propia voz cantando el “Factótum” plenamente creíble, un peluquero de ahora con hechuras de siempre. Otro tanto del Bartolo de Daniel Villar Álvarez con timbre y color casi traspasada “la muda” por cuerpo, pero tan buen actor como cantante que no desperdició sus arias para disfrutar lo bien asimilado que tenían todos sus roles. Sumar en estos registros a un simpatiquísimo Basilio de Manuel Cañas Avello, cuya “calumnia” en su tesitura natural me hizo repensar el original, tanto por la dicción en castellano como su entonación que fue otra de las agradables sorpresas de esta tarde, niños que encandilan ya sobre las tablas con un aplomo envidiable.

A todos nos enamoró la Rosina de Elena Fernández McLean, vocalmente impecable, fiel a la partitura despojada de ornamentos pero con los suyos propios tan necesarios, una voz “adulta” porque en las mujeres ya queda definido su color, escénicamente arrolladora y empastando en los dúos y concertantes cual mezzo internacional. La comicidad de Berta, Adriana Cañas Avello, nos soltó más de una carcajada, pero además cantó al mismo nivel que sus compañeros, los mal llamados secundarios sin los que la ópera no sería igual, y menos en las bufas. Tampoco quiero olvidarme del Fiorello de María Baragaño Apesteguía, asombrándome a partes iguales su escena y su canto, o la Policía de Sara Montoto del Fueyo que nos hizo cambiar el Ambrogio mudo por una actriz que declama y se mueve como si hubiese nacido sobre las tablas de nuestro templo lírico.

El “grueso” coral no solo llenó la escena, también bailaron (gracias Olimpia Oyonarte) con los paraguas de auténtico musical americano, impresionantes las criadas por desparpajo, simpáticas las peluqueras, más el coro de tunos y policías que dotaron a esta producción de una calidad, entrega, buen hacer y trabajo digno de matrícula de honor.

Si los “más mayores” son el soporte además de ejemplo y ayuda a los “grandes pequeños”, de todos ellos Maite García Heres ha sacado lo mejor, una ardua tarea de tiempo y sacrificios con el premio de este barbero para niños de 6 a 106 años que deberían disfrutar más allá de nuestra tierra. El trabajo bien hecho lo merece, el objetivo de crear afición se ha conseguido y habrá más títulos desde la Ópera de Oviedo pero que necesita todo el apoyo de instituciones, mecenas y patrocinadores pues el reconocimiento de los que ya peinamos canas lo tiene.

FICHA:

Sábado 19 de octubre de 2024, 17:30 y 19:30 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: LXXVII Temporada de Ópera. Gioachino Rossini (1792-1868): «El barbero de Sevilla». Versión para la infancia de Maite García Heres. Compañía musical infantil «La Federica», residente de la Ópera de Oviedo.

FICHA TÉCNICA:

Dirección y adaptación: Maite García Heres – Adaptación musical: Adrián Arechavala Díez – Asistente de dirección: Deva Jiménez García – Escenografía: Carmen Fernández González – Regiduría: Alba Delgado Arronte – Coreografía: Olimpia Oyonarte Martos – Dirección y diseño de luces: Rafael Echeverez Villanueva – – Sonidista: Roberto Lorenzo Martín – Vestuario: Susana de Dios – Asesoramiento vocal: Iván Carriedo Martín, Andrea Gutiérrez D’Soignie – Asesoramiento teatral: Arancha Fernández Ramos.

REPARTO:

El conde de Almaviva: Teresa Rodríguez García de AlbénizBartolo: Daniel Villar ÁlvarezRosina: Elena Fernández McLeanFigaro: Jorge Martínez FerreñoBasilio: Manuel Cañas AvelloFiorello: María Baragaño ApesteguíaCriadas: Cayetana Martínez Fernández, Carlota Pelegrín Santiago, Ángela Remis Mieres, Paula Suárez NaharroBerta: Adriana Cañas AvelloPolicía: Sara Montoto del FueyoTunos y policías: Emma Ceán Martínez, Alba Delgado Arronte, Álvaro Díaz Cid, Ángel Eneko García de Con, Lola García Grueso, Deva Jiménez García, Adrián Santín Fernández, Julia Viñuela GarcíaPeluqueras: María García Canellada, Olaya Pelegrín Santiago.

Músicos: Adrián Arechavala Díez, Jorge Díaz Seijo, Iria Rodríguez González, Mercedes Schmidt Inglés, Marcos Suárez Fernández, Sofía Trueba Fraile.

Otro barbero en Oviedo

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Sábado 5 de octubre de 2024, 19:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: LXXVII Temporada de Ópera. Gioachino Rossini (1792-1868): «Il barbiere di Siviglia».

(Borrador de mi Crítica para Ópera World del lunes 7 con el añadido de los links siempre enriquecedores, tipografía que no siempre se puede adaptar, y fotos de Iván Martínez)

Segundo título de la septuagésimo séptima temporada ovetense con «El barbero de Sevilla» considerada por público y crítica como una de las cumbres del arte cómico del gran Rossini y de toda la ópera bufa, ya no solo por su música única y de calidad suprema, también por el texto de Beaumarchais que el libreto de Sterbini respeta, algo nada habitual entonces. Un título siempre agradecido en la capital asturiana donde se ha representado desde 1892 hasta dieciséis veces, recordando personalmente 1973 con un reparto donde estaban Ernesto Palacio, el gran Enzo Dara, la asturiana Fefi Arregui, Vicente Sardinero y el irrepetible Paolo Montarsolo. Este 2024 además de programar cinco funciones (donde no faltará el “viernes joven” con el segundo reparto) se incluirán dos representaciones más para el día 19 (con pases a las 17:30 y 19:30) en una cuidadísima versión de Maite García Heres y la Compañía musical infantil “La Federica” (residente de la Ópera de Oviedo) titulada «El barbero de Sevilla para la infancia», para un público de 9 a 99 años que espero podamos disfrutar igualmente.

Y es que “El barbero” no falla al hacernos un poco más felices estos tiempos grises, porque Rossini entendió la ópera como su propia vida, apurándola al principio para disfrutarla en su vejez. Este barbero de Oviedo no resultó como hubiésemos querido pese a contar con todos los elementos para triunfar, pues los desajustes entre foso y escena fueron muchos, especialmente en los siempre difíciles concertantes solventados como bien se pudieron para convertir los dos actos en un “totum revolutum” que tornó en disparate el propio argumento, incluyendo una figuración que ayudó a ese “horror vacui” sólo explicable en el interludio de la tormenta del segundo acto donde no faltaron los paraguas, para una escena por otra parte sencilla y siguiendo las pautas de Rita Consentino de “humor e ironía para una crítica social” como bien explica en el libro de este título, y que contagiaron el momento actual de cierto descontrol donde lo importante como se suele decir era encajar inicio y final para dejar que el resto rodase por sí solo, manteniendo la comicidad que no faltó nunca aunque hubiese momentos de sobreactuación por parte de todos, salvando el personaje mudo del criado Ambrogio con Aarón Martín cual Buster Keaton casi omnipresente.

La famosísima obertura pintaba bien con Oviedo Filarmonía compacta y matizada para levantar el telón y contemplar las cuatro cajas de embalajes con distintos tamaños y etiquetas de esta producción propia que irían albergando todas las escenas: el balcón de Rosina, la casa de Bartolo o la barbería de Fígaro, todo sencillo pero efectista más un vestuario de Gabriela Hilario que como la producción que llega al teatro, ha ido incorporando de todo, pero a partir de ahí llegaría el resto.

La escena primera de Fiorello y Almaviva para la serenata traía al coro vestido de bailaores con sombrero cordobés, pues bien podría haberse pensado en una rondalla o mejor una tuna, aún vigente en pleno siglo XXI que hubiese dado más “realismo” y hasta colorido, bien siempre vocalmente el Coro Intermezzo (mejor aún como soldados), comprobando el buen estado vocal del barítono zaragozano Isaac Galán en los mal llamados secundarios y el timbre peculiar del tenor maltés Nico Darmanin con sus “desdoblamientos” algo desiguales: mejor como Lindoro o el soldado borracho que su Alonso desencajado en exceso (Pace e gioia sia con voi),

y la primera aparición de Karina Demurova desde el balcón con un ligero desafine (las alturas no suelen ser buenas para el oído), interesante la elección de la mezzo rusa para una Rosina enorme en todos los aspectos: por su color vocal en los agudos que difería en el registro grave aunque de volumen suficiente ante un foso que no ayudaba precisamente a las voces, desde la conocida Una voce poco fa de la escena segunda, bien ornamentada y el clave-arpa en el foso que resultó el mejor hilo conductor para toda la ópera más allá de los recitativos, siendo lo mejor a nivel instrumental escuchar una guitarra perfecta (Manuel Paz en el foso) que aún lo sería más en las manos del mexicano Germán Olvera, el barbero protagonista de escena prodigiosa ya desde su salida de la caja-barbería, vocalidad perfecta aunque dubitativo y agudos algo cortados en el Largo al factótum que finalmente solventó con su volumen poderoso, más el control necesario en el resto de sus intervenciones, de menos a más con los problemas citados de desajustes en los concertantes, donde la maestra Lucía Marín no encontró el equilibrio ni tempi para que todo fluyese cómodo dentro de las enormes dificultades que Rossini vertió en su partitura, textos rapidísimos de agilidades complicadas y exigentes empastes.

Siguiente aparición el “Bártolo” del barítono asturiano David Menéndez que con los años gana en registro grave sin ser bajo con la bis cómica del personaje que le permite recrearlo, tal vez sobreactuado, especialmente en los conjuntos, pero plenamente interiorizado este rol que irá afianzando en esta etapa madura.

De lo más completo del elenco vocal estuvo el rol de Berta con la soprano asturiana Yolanda Montoussé que tendría su momento álgido en el aria Il vecchiotto cerca moglie tras una interrupción por un imprevisto sanitario que movilizó a los muchos y verdaderos doctores entre el público, retomando tras quince minutos la acción con temple, una comicidad desde su primera aparición en la escena segunda, unos concertantes bien empastados con sus compañeros y el excelente gusto de su aria final reposada. Esperaba más del Basilio de un Fernando Latorre muy querido en Oviedo, pero a su “calumnia” le faltó peso, poso y entendimiento con la dirección musical.

Había mimbres musicales, vocales y actorales, para un “barbiere di caulitá” que con estar entretenido porque Rossini no defrauda, merecía más complicidad en este sábado lluvioso de chubasqueros formando parte del vestuario de “El barbero de Oviedo” que sin perder comicidad o ironía le faltó más musicalidad y entendimiento, algo que esperamos se alcance en las próximas funciones.

FICHA:

Sábado 5 de octubre de 2024, 19:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: LXXVII Temporada de Ópera. Gioachino Rossini (1792-1868): «Il barbiere di Siviglia». Libreto de Cesare Sterbini, basado en la comedia “Le Barbier de Séville ou La précaution inutile” de Pierre-Augustin Caron de Beaumarchais (1775) y en el libreto de Giuseppe Petrosellini para “Il barbiere di Siviglia” de Giovanni Paisiello (1782). Comedia en dos actos.

Estrenada en el Teatro Argentina de Roma el 20 de febrero de 1816. Nueva producción de la Ópera de Oviedo.

FICHA TÉCNICA:

Dirección musical: Lucía Marín – Dirección de escena: Rita Cosentino – Diseño de escenografía: David Pizarro – Diseño de vestuario: Gabriela Hilario – Diseño de iluminación: David Bofarull – Coreografía: Cristina Arias – Dirección del coro: Pablo Moras.

REPARTO:

El conde de Almaviva: Nico DarmaninBartolo: David MenéndezRosina: Karina DemurovaFigaro: Germán OlveraBasilio: Fernando LatorreFiorello: Isaac GalánAmbrogio: Aarón MartínBerta: Yolanda MontousséUn oficial: Francisco SierraUn notario: Eduardo Pintado.

Orquesta Oviedo Filarmonía – Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo).

Camarena como en casa

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Crítica para Ópera World del domingo 28 con los añadidos de fotos propias, más links siempre enriquecedores, y tipografía que a menudo la prensa no admite.

El ciclo ovetense de “Los Conciertos del Auditorio” celebra junto a la Oviedo Filarmonía su vigésimo quinto aniversario, con una presencia en este año donde no faltan las galas líricas, y este sábado regresaba a la capital asturiana el tenor mexicano Javier Camarena (1976) en un recital muy esperado por los muchos melómanos llegados de toda la geografía que agotaron el papel y donde el gran Tosti estuvo presente pues está presentando su último trabajo discográfico junto al pianista cubano Ángel Rodríguez, aunque esta vez con los arreglos orquestales de Gonzalo Romeu que han sido una “primicia” que podemos tomar como regalo de las Bodas de Plata en la que sigo llamando “La Viena Española” por su amplia oferta musical, que unida a la Capital Gastronómica de este año (como bien recordó el xalapeño) deberíamos reclamar también su “Capitalidad Musical”. Dedicatoria desde megafonía para nuestro querido Fernando Rodríguez Perez ‘Fernando Lluarca’, trabajador del auditorio y melómano, que nos dejó repentinamente hace cuatro días pero al que siempre tendremos presente.

Con todo vendido Javier Camarena se sintió como en casa, bien recibido, cercano, comunicativo en todo momento, empatizando con todos arriba y abajo del escenario, demostrando su pasión en todo lo que afrontó pese a no estar completamente bien debido a una flema que le daría problemas hasta el último agudo de la segunda propina que nos quitó a todos esa angustia por lo que supone escuchar sus agudos siempre “al límite”, pero volviendo a poner en pie al auditorio tras una velada dura donde el mexicano repasó sus mejores roles, sin olvidarse de la querida zarzuela en esta ciudad tan lírica, en una etapa donde irá abandonando parte del repertorio que le encumbró entre los grandes tenores y buscando nuevos caminos para su voz.
De nuevo Oviedo Filarmonía (OFil) con su titular Lucas Macías en esta nueva gala, donde al menos se mimó algo más al cantante, demostrando en las oberturas su buen momento tras un Zampa algo precipitado que sirvió para calentar, un excepcional Rossini que nos “robaría” los recuerdos cinematográficos de una ópera conocida por esta obertura, sirviendo además para lo mejor de la “Gala Camarena”, y sobre todo el popular Intermedio de La leyenda del beso donde pudimos comprobar la excelente gama dinámica de la formación ovetense que bien podría haber servido de test sonoro para todo el recital, con sonoridades impecables, una cuerda madura (con el arpa nuevamente de Domené siempre de agradecer) empastada, las maderas muy “cantabiles” con especial presencia de Inés Allué al clarinete, unos metales correctos y la percusión con altibajos por una desigual matización que no empañó para nada la seguridad que da tener en Vetusta esta orquesta sinónimo de lírica en todas sus variantes.
Oviedo y Camarena quedaron unidos desde su primera gala en noviembre de 2017 también con Oviedo Filarmonía pero con López-Reynoso a la batuta, un verdadero “flechazo” que seguiría hace cuatro años con su pianista de cabecera Ángel Rodríguez en un programa muy similar al de este último sábado de enero. Pero volver a escucharle con orquesta, incluso sea detrás suyo y no en el foso, siempre son palabras mayores, más en las arias de la primera parte cantadas en francés, donde la nasalización (sumada a la incómoda “telilla”) no ayudó a disparar la voz, aunque con los años el mexicano haya ganado en recursos, con ese registro medio y “mezza voce” característicos del tenor que son cual tarjeta de visita. Así, el Romeo de Gounod fue la ya exigente carta de presentación en frío, mimado por la OFil, o el Lalo de Le roi d’Ys donde mostrar su gusto por el ‘legato’ y el respeto al texto que ha caracterizado desde siempre a Javier Camarena.
Tras unas palabras donde volvió a ganarse el público recordando el paréntesis que supuso la pandemia y volver a cantar, emocionado, dos arias que pese a lo antes comentado, serían el mejor Camarena de la velada por su entrega: dominio, madurez y emoción. Primero la endiablada aria de Ramiro del segundo acto de La Cenerentola que exige un estado físico atlético por los ornamentos, sin faltarle ninguno, el rol que le abrió el MET hace diez años, hoy más corpóreo y tirante en el agudo pero igual de entregado, con el final poderoso y fidedigno hasta en la duración. Para cerrar la primera parte el Tonio de La fille du régiment, ese aria del primer acto cual verdadera dedicatoria a tantos amigos hoy presentes, no solo por los famosos “nueve dos” que en la ópera suenan casi sin calentar pero este sábado estaban bien situados en el programa. Camarena los atacó “a pecho descubierto”, limpio, impetuoso, con la orquesta perfecta en volumen, que si Rossini le preparó el instrumento, con el bergamasco alcanzó la cima de un Everest vocal que probablemente no vuelva a escalar a su edad.
Para la segunda parte aún quedaba un último Verdi que el mexicano domina, transmite y encandila: la cavatina «La mia letizia…» de Oronte en el acto II de I lombardi alla prima crociata, Lucas Macías llevando de la mano a Camarena ayudando al fraseo y ‘rubati’ hasta el último ataque al agudo corriendo el riesgo pero dándolo, pues valentía y entrega nunca le faltan al tenor.
Cómodo con la lengua de Dante vendrían las tres últimas páginas antes de la zarzuela: una “Danza” de Rossini muy personal en el arreglo y agógica elegida para el mismo, personalmente alejada de mi referente Alfredo Kraus (omnipresente en esta gala por el repertorio), con la picardía del veterano y la complicidad desde el podio, no siempre fácil de ajustar y encajar, más los dos Tosti que presentaría por el último disco, estrenando en Oviedo los arreglos de Gonzalo Romeu perfectos para esta gala, disfrutando de una orquestación actual pensada para realzar aún más la voz. «Chitarra abruzzese» dedicada a Caruso sonó desde el respeto idiomático, el melodismo del de Ortona y la fuerza necesaria para no perder volumen desde la matización intrínseca a esta partitura, y después despuntando la luna del «Marechiare», otra instrumentación “ideale” para Tosti en la voz de Camarena, encajando mejor en la segunda estrofa (la única con la ayuda de la partitura en tablet) pero dejándonos la media voz que la orquesta respetaría para disfrutar el color del mexicano.
Dos romanzas de zarzuela serían el cierre oficial donde el tenor mexicano defiende nuestro género por excelencia, en el que muchas otras voces han dejado su impronta y Camarena las conoce sumándose a tantas versiones: primero el Juan Luis de El huésped del Sevillano con la mujer de perfil agareno que el mexicano tornó azteca por los ornamentos, y después “no pudo ser” el buen Leandro de La tabernera del puerto pese al esfuerzo en los agudos, la exquisita vocalización y una OFil plegada al tenor. Agradecerle que siga incorporando zarzuela en sus recitales porque la quiere y canta con pasión y rigor, aunque el timbre y proyección no sean lo mejor para esta lírica tan exigente o más que la ópera, sumándole todo lo que llevaba cantado a estas alturas de la gala.
Los dos regalos sí fueron adecuados para el Camarena actual, de nuevo con arreglos de Gonzalo Romeu que si se llevan al disco con el balance adecuado a la voz, serán un triunfo por atemporales aunque en la mal llamada música ligera: “El día que me quieras” (Gardel / Le Pera), tango traído casi al bolero, jugando con “tempi”, matices y adaptando la melodía al registro (echando de menos un recitado del puente instrumental como hizo Rosa María Mateo con Los Sabandeños), y “Contigo en la distancia” (César Portillo de la Luz), uno de los mejores boleros de la historia donde las voces mexicanas siempre han encontrado intérpretes de referencia y Camarena también lo ha hecho suyo gracias a una instrumentación que no solo engrandece el tema (flauta, trompa, bongoes y cuerda le dan el toque sinfónico) sino que ayuda a sobresalir la voz y el buen gusto de este tenor feliz en Asturias, disfrutando de la buena mesa y luchando con las inoportunas flemas que sólo en la penúltima nota, deteniéndose para limpiarla tosiendo antes del último agudo, consiguió quitársela mostrando su agudo portentoso, penetrante y al fin claro. Estaba en el momento vocal de “Begin the beguine” pero el punto final ya quedaba puesto.
FICHA:
Sábado 27 de enero de 2024, 20:00 horas. Auditorio “Príncipe Felipe” de Oviedo, Los Conciertos del Auditorio (25 aniversario): Javier Camarena (tenor), Oviedo Filarmonía, Lucas Macías Navarro (director).
PROGRAMA:
Ferdinand Hérold (1791-1833): Obertura de Zampa.
Charles Gounod (1818-1893): «L’amour… Ah, lève-toi, soleil» (de Roméo et Juliette).
Édouard Lalo (1823-1892): «Puisqu’on ne peut fléchir… Vainement ma bien aimée» (de Le roi d’Ys).
Gaetano Donizetti (1797-1848): «Un ange, une femme inconnue…» (de La favorite).
Gioachino Rossini (1792-1868): Obertura de La gazza ladra.
Gioachino Rossini: «Si, ritrovarla iu giuro…», de La cenerentola.
G. Donizetti: «Ah! Mes amis, quel jour de fête!» (de La fille du régiment).
Giuseppe Verdi (1813-1901): Obertura de Luisa Miller.
Giuseppe Verdi:«La mia letizia infondere» (de I lombardi alla prima crociata).
G. Rossini: «La danza» (Arr. Ángel Rodríguez).
Francesco Paolo Tosti (1846-1916): «Chitarra abruzzese» (Arr. Gonzalo Romeu).
Francesco Paolo Tosti: «Marechiare» (Arr. Gonzalo Romeu).
Reveriano Soutullo (1880-1933) y Juan Vert (1890-1931): Intermedio de La leyenda del beso.
Jacinto Guerrero (1895-1951): «Mujer de los ojos negros» (de El huésped del Sevillano).
Pablo Sorozábal (1897-1988): «No puede ser» (de La tabernera del puerto).

Lars Vogt siempre joven en nuestro recuerdo

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Lunes 13 de marzo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Jornadas de Piano «Luis G. Iberni»: David Fray (piano), Orchestre de Chambre de Paris, Nil Venditti (directora). Obras de Mendelssohn, Mozart y Bizet.

Nuevo concierto de las jornadas ovetenses que se dedicaba a la memoria del pianista y director de esta Orquesta de Cámara de París Lars Vogt, fallecido el 5 de septiembre de 2022 tras una larga enfermedad, y a quien aún recuerdo de su anterior concierto con la Real Philarmonia de Galicia. Programa con «obras de cabecera» contando para esta gira española, que ponía el punto final en «La Viena Española», con el francés David Fray (Tarbes, 1981) al piano y la dirección de la turco ítalo-turca Nil Venditti (Perugia, 1994) que tan buen sabor de boca dejase al frente de la OSPA el pasado mes de noviembre. ¡Qué rápido pasa todo! al menos la música siempre permanece…

Tres páginas de repertorio organizadas como siempre: obertura (Mendelssohn), concierto de piano (Mozart) y sinfonía (esta vez del francés Bizet, verdadera «rareza juvenil» que también disfrutamos en este Auditorio de Oviedo por la OSPA en el aparentemente lejano octubre de 2020 de recuerdos pandémicos), este lunes con la Orquesta de Cámara de París que hace cuatro años nos trajo a Emmanuel Pahud en esos conciertos históricos, partituras que comparten mucho «romanticismo» por la juventud (incluida la directora), vitalidad y precocidad en la composición de las tres obras (Mendelssohn escribió con 21 años la obertura, el concierto de Mozart con la misma edad, y la primera sinfonía de Bizet con sólo 17).

La Obertura «Las Hébridas», op. 26 (1830-32) de Felix Mendelssohn (1809-1847), también conocida como «La gruta del Fingal» está llena del halo romántico entendiédolo como viaje, literario, musical y real como es el caso del compositor alemán tras la visita a la Escocia que tanto recuerda mi Asturias de «ñublu y orpín» cada vez que la escucho, y que la Orquesta de Cámara de París con Venditti traía bien rodada en esta gira española, y la percibí con más luz de la esperada pues la pasión de la directora la llevó a dotar esta música programática con más espuma en las olas rompiendo que los claroscuros propios, brillo orquestal para una formación camerística bien equilibrada en todas sus secciones como bien trabajó con ella el hoy recordado Lars Vogt.

David Fray sería el solista del Concierto para piano n° 9, K271, «Jeunehomme» (I. Allegro – II. Andantino – III. Rondo: Presto) de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), que el propio compositor llevó por Manheim y París, y que no siempre encontró el mismo latido desde el podio, cual cierto duelo de egos donde ninguno se impondría, adoleciendo de una concertación más precisa en los finales de las frases, adelantándose unas décimas el piano, pero que nos dejó una versión subyugante por parte del pianista francés, sin el reposo necesario y con mucha introspección.

No hubo la limpieza deseada en los cromatismos ni un pedal más preciso, tampoco excesiva fuerza -sobremanera en la mano izquierda- en este concierto que reúne lo mejor del lenguaje operístico (que el propio Fray reconoce en la entrevista para LNE que dejo a continuación), pero al menos sus pianissimi fueron excelentes y las cadencias lograron acallar toses por lo delicadas e intimistas, especialmente la del segundo movimiento, «cantando» como se espera del genio de Salzburgo. La sincronía resultó mejor en el último Rondo: Presto exigente de «tempi» para todos, con el paréntesis del cambio de aire retomando el deseado latir único que faltó en los anteriores.

Y para demostrar la calidad y calidez pianística, Fray nos regaló el Impromptu nº 3 en sol bemol mayor, D.899 de Schubert (1797-1828) que tiene grabado, otra obra juvenil, de interpretación esta vez bien reposada, buscando la exquisitez del sonido sin más ego que el propio del piano, ya liberado de compartir la misma dirección.

No debemos olvidarnos al Georges Bizet (1838-1875) orquestal, y pese a tratarse de una obra académica compuesta en Roma en 1855, esta Sinfonía nº 1 en do mayor (I. Allegro vivo – II. Adagio – III. Allegro Vivace – IV. Finale. Allegro vivace) sonó perfecta con Venditti y «la parisina«, totalmente entregados al impulso y pasión de la perusina con la plantilla perfecta para disfrutar de esta partitura que demuestra la inspiración clásica en Beethoven o Schubert escrita desde el estudio concienzudo y con pinceladas del lenguaje operístico con el que triunfaría en su vuelta a París, mucho más que con sus obras orquestales. Formación bien balanceada, disciplinada, de sonoridad clara y buenos primeros atriles (con maderas y metales a un excelente nivel) dejándonos una vital y juvenil primera sinfonía que la directora presentó en inglés e italiano antes de comenzar.

Y de nuevo el gracejo, simpatía, energía desbordante y pasión que ya exhibiese en su primera visita ovetense, Nil Venditti pidió al público votar Mozart o Rossini, división de opiniones y difícil «decidirse», pero tras el aire operístico de la sinfonía bizetiana, qué mejor propina que la obertura de La scala di seta del cisne de Pésaro, vertiginosamente llevada y contrastada en el tempo para jugar cada silencio con un auditorio totalmente ganado a base de humor, entrega y una orquesta (donde brillaron oboe y flauta) doblegada a la directora turco-italiana que volvió a contagiarnos su alegría desde la personal forma de entender estas músicas.

P.D.: Como curiosidad, llegando al auditorio con tiempo suficiente, me encontré una joven con deportivas y plumífero charlando con su teléfono por videoconferencia en inglés cual alumna de Erasmus esperando entrar al concierto… Mi sorpresa al ver que se trataba de la directora, a quien en broma le pregunté tras esperar a que finalizase su conexión si estaba todo preparado (Are you ready?). Risas y buen recuerdo de su paso anterior dirigiendo la OSPA, con cariño y gratitud.

Lírica para jóvenes con talento

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Viernes 13 de enero de 2023, 19:30 horas. Auditorio Principe Felipe, Oviedo. Gala Lírica Jóvenes Cantantes Españoles. María Zapata (soprano), Carmen Artaza (mezzo), Antoni Lliteres (tenor), Carles Pachón (barítono). Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA), Coro de la Fundación “Princesa de Asturias” (dirección: José Esteban García Miranda); Lara Diloy (dirección musical). Obras de Mozart, Rossini, Donizetti y Bellini.
Critica para Ópera World  del sábado 14, con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos propias y de las RRSS, indicando la autoría, y tipografía que a menudo la prensa no admite.
Acercándose el “Ernani” verdiano que cerrará desde el día 29 del presente la 75 temporada de la ópera ovetense, la más antigua de España tras la del Liceu barcelonés, este viernes era el momento de celebrar con los jóvenes talentos de casa este aniversario, continuando una seña de identidad desde aquel 1948, dando oportunidades y creyendo en las voces españolas que triunfarían por escenarios mundiales.
Gala con cuatro voces que ya no son promesas sino realidades como también la batuta de Lara Diloy, directora asistente a lo largo de esta temporada de celebraciones que se ponía al frente de la OSPA en un programa consensuado con los intérpretes, siguiendo una lógica que marca la siempre difícil carrera operística comenzando con el “necesario” Mozart para las voces, la complejidad de la aparente sencillez en la primera parte que ayuda en el estudio de todo intérprete, también y especialmente para la voz, más una segunda parte de “bel canto” con Rossini y Donizetti que no faltan en las temporadas líricas cerrando con un Bellini de lujo donde disfrutar también del Coro de la FPA que primero nos dejó con la OSPA el célebre coro de Don Pasquale, todo un regalo para una formación más sinfónica que lírica demostrando la calidad musical asturiana en esta velada, oportunidad única para cuatro talentos que dejaron lo mejor de ellos sobre las tablas de un auditorio con una excelente entrada.
De la OSPA nada que descubrir, casi camerística con un Mozart algo descafeinado donde Diloy se limitó a marcar cuando la plantilla era ideal para esta primera parte, matizando lo mínimo para unas voces algo desiguales, especialmente en La clemenza di Tito donde el tenor mallorquín Antoni Lliteres no acertó con la línea de canto a diferencia del barítono catalán Carles Pachón dominador desde su primer aria “Hai già vinta la causa?” así como en el dúo con ArtazaIl core vi dono” y su aria “Parto tu ben mio” junto al excelente clarinete de Andreas Weisgerber, de lo más aplaudido de la velada.
Otra oportunidad perdida en el trío “Soave sia il vento” del Così del que hubiésemos esperado más calidez global. Las arias, dúos y cuarteto final mostraron buen empaste en los cantantes, con la poderosa soprano ovetense María Zapata y la mezzo donostiarra Carmen Artaza de bello color en todo su registro.
La obertura rossiniana de Semiramide con que se abría la segunda parte, careció de la chispa necesaria y un poco más de contrastes y dinámicas hubiesen venido bien pues la OSPA tiene todos los recursos para ello, quedando mermada en comparación con el aluvión posterior, nuevamente Pachón triunfando con el “Largo al factotum” del Barbero sin piedad orquestal en los matices, Artaza deleitándonos con “Una voce poco fa” sentida y medida antes del ya citado coro “Che interminabile” del Don Pasquale para disfrutar de la gran masa vocal, especialmente las mujeres, en una página donde esta vez lo humorístico sí predominó..
Aún quedarían tres momentos más: el dúo Lliteres-Zapata del Poliuto donizettiano bien ensamblado y equlibrado, la conocida furtiva lágrima donde el catalán mostró su mejor vocalidad, y el lujo de la “Casta diva” final con la que la soprano ovetense disfrutó en la plenitud sinfónico-coral haciéndonos partícipes de ello.
El regalo del cuarteto y coro del Alceste de Gluck puso el broche final de esa gala donde los llamados “viernes de ópera” están llamados a ser no ya una oportunidad para las nuevas voces sino una necesidad para los aficionados asturianos de poder presumir con los años de haberlas escuchado en el Campoamor. Hay talento, trabajo y muchas ganas de ópera en la capital asturiana, pese a los agravios económicos con otras temporadas españolas, pero la apuesta de futuro de la Fundación Ópera de Oviedo es firme e inasequible al desaliento.
Ficha: Auditorio Príncipe Felipe, Oviedo, viernes 13 de enero de 2023, 19:30 horas. Gala Lírica Jóvenes Cantantes Españoles.
Programa:
I PARTE: MOZART
Le nozze di Figaro: Obertura.
• Aria de barítono “Hai già vinta la causa?”.
Così fan tutte: aria de soprano “Come scoglio…”.
• Dúo barítono-mezzosoprano “Il core vi dono…”.
La clemenza di Tito: aria de tenor “Del più sublime…”.
• Aria de mezzosoprano “Parto, ma tu ben mio…”.
Così fan tutte: Terceto barítono-soprano-mezzo “Soave sia il vento…”.
La finta semplice: cuarteto mezzo-tenor-soprano-barítono “Bella cosa è far l’amore…”.
II PARTE: ROSSINI-DONIZETTI-BELLINI
Rossini:
Semiramide (Obertura).
Il barbiere di Siviglia: Aria de barítono “Largo al factotum…”.
• Aria de mezzo “Una voce poco fa…”.
Donizetti:
• Coro “Che interminabile…”. Don Pasquale.
• Duo tenor-soprano “Ah fuggi da morte…”. Poliuto.
• Aria tenor “Una furtiva lagrima…”. L’elisir d’amore.
Bellini:
• Aria soprano y coro “Casta diva…”. Norma.
Reparto:
María Zapata (soprano) – Carmen Artaza (mezzo) – Antoni Lliteres (tenor) – Carles Pachón (barítono).
DIRECCIÓN MUSICAL: Lara Diloy. Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA). Coro de la Fundación “Princesa de Asturias” (dirección: José Esteban García Miranda).

Clausura de «Champions»

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Sábado 28 de mayo, 20:00 horas. Conciertos del AuditorioOlga Kulchynska (soprano), Emily D’Angelo (mezzosoprano), Oviedo Filarmonía, Vincenzo Milletarì (director). Arias y dúos de ópera.

Tras la cancelación por enfermedad de la directora Yue Bao, Vincenzo Milletarì (1990) se puso al mando de la gala lírica con la que este sábado se clausuraba la temporada de los Conciertos del Auditorio con dos voces muy interesantes como la soprano ucraniana Olga Kulchynska (1990) y la mezzo canadiense Emily D’Angelo (1994) que nos dejaron una velada de altura para un público entusiasmado. No olvidemos que Oviedo, «La Viena española», es especialmente amante de la ópera, y si en el foso la OFil es seguro de calidad, en escena, con un director italiano muy gesticulante pero siempre claro, teniendo que «adoptar» un programa ya definido, estaba claro que la despedida era de «Champions» como muchos madridistas presentes, incluso algún móvil sonando siempre en los peores momentos.

Gala lírica organizada con arias de ambas voces, dúos y oberturas para cada inicio, ópera mayoritaria pero también zarzuela como era de esperar en una ganadora del Francisco Viñas de 2015 y otra de Operalia en 2018, con páginas conocidas que las cantantes tienen ya muy trabajadas tanto en recitales como sobre las tablas, lo que aseguraba un éxito previo corroborado a lo largo de una velada que fue de menos a más.

Las obertura de La gazza ladra (Rossini) a pesar de las siempre vulnerables trompas que remontarían vuelo posteriormente, puso a prueba las agilidades y limpieza de una orquesta a la que vendrían bien más violines pues el resto estuvo bien compensado con el acierto de poner tarima a los contrabajos para conseguir una sonoridad más rotunda.

Aunque el barroco no sea el fuerte de la orquesta ovetense, estuvo bien comenzar con Claudio Monteverdi y el dúo Pur ti miro de «L’incoronazione di Poppea» para comprobar que las dos voces femeninas empastaban a la perfección aunque la soprano parecía volar más alto que la mezzo (ya estamos más habituados a los contratenores) con unos volúmenes algo tapados pero de estilo correctamente cantado por ambas.

Mozart siempre tiene el engaño de su aparente facilidad escondiendo auténticas arias de exigencias vocales verdaderamente exigentes. Del «Così fan tutte» primero escuchamos a Olga Kulchynska un Come scoglio brillantemente interpretado con unos graves poderosos desde un color bello unido a una técnica prodigiosa, y otro tanto del dúo Prenderò quel brunettino con Emily D’Angelo de nuevo más musical y una línea de canto idealmente homogénea.

Salto a la Francia hoy capital futbolística con tres páginas que no pueden faltar, primero y alternando el orden del programa, una musicalmente agradecida canadiense y su Mon coeur s’ouvre a ta voix de «Sanson y Dalila«, una joya de Saint-Saëns a la que los volúmenes orquestales no impidieron escuchar una línea de canto muy sentida con la excelencia de la madera y un arpa brillante, a lo largo de la gala, de Danuta Wojnar. Después Gounod de su «Faust» el aria de las joyas, O Dieu! Que de bijoux para todo el lucimiento de la soprano ucraniana que pese a no estar «mimada» por Vincenzo Milletarì, más preocupado de encajar que de matizar, mostró su gusto y poderío vocal.

Y nada mejor para cerrar esta primera parte que el famoso dúo de «Los cuentos de Hoffmann» de Offenbach, la Barcarola con apariciones enfrentadas de las cantantes convergiendo en el centro,  orquesta inspirada y bien llevada por el italiano, voces con diferentes volúmenes no ya por tesitura, pero de empaste correcto pese a un color similar en ambas de tesituras tan distintas. Lo bisarían al final del concierto.

Tras el descanso la OFil sacaría lo mejor de su versatilidad con la Polonesa de «Eugene Onegin», sinfonismo de altura del gran Tchaikovski para una ópera no muy representada, tempo exigente al que respondieron todas las secciones antes de dejarnos lo mejor del bel canto como son «I Capuleti e I Montecchi» de Bellini que la canadiense pero especialmente la ucraniana, tienen en su repertorio, cambio de vestuario y más interpretación que en la primera parte, comenzando con el aria de mezzo Ascolta! Se Romeo t’uccise un figlio que D’Angelo «destroyer» masculinizada recreó con fuerza y gusto antes del recitativo y aria Eccomi…oh quante volte, personalmente lo mejor de la gala, con el trompa solista perfecto y una Olga Kulchynska que hizo poner la carne de gallina al respetable, filados, proyección, afinación y dominio completo del rol.

No se quedó atrás el dúo Si, fuggire, a noi non resta disfrutando de estas voces jóvenes que ya están triunfando en los más afamados teatros mundiales, más equilibrio de volúmenes y mejor balance orquestal para esta ópera que tengo entre mis referentes.

Y otra aria para disfrutar, más aún en la voz de «la Kulchynska», la bellísima Canción a la luna de «Rusalka» (Dvorák) con una orquesta perfecta, el arpa tan divina como la ucraniana, más un Milletarì cada vez más cómodo con todo, el punto álgido de esta gala.

La presencia de la zarzuela vendría con «La D’Angelo» que bordaría la romanza de «El barquillero» (Chapí) tan poco escuchada, Cuando está tan hondo, con una pronunciación muy trabajada y muy adecuada elección para esta voz de mezzo con agudos y medios potentes que sumados a la musicalidad y entrega de la que dio muestra a lo largo de este recital, remataría el programa antes de las dos propinas.

Tras bisar la Barcarola, las dos cantantes compartieron Chapí con la conocida romanza de «Las hijas del Zebedeo», donde sin entrar en triunfadoras y con un tempo muy ágil, la mezzo canadiense demostró una tesitura ideal para ella frente a la comodidad vocal y de amplio registro de la soprano ucraniana, con un duelo de ornamentos «ad libitum».

Buen cierre en un Oviedo lírico por naturaleza con dos jóvenes cantantes a las que no debemos perder el rastro porque son las voces de este siglo que ya piden paso.

Jaroussky cercano

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Miércoles 26 de enero, 20:00 horas. Los Conciertos del Auditorio, Oviedo: À SA GUITARE. Philippe Jaroussky (contratenor), Thibaut Garcia (guitarra). Obras de Poulenc, Giordani, Caccini, Dowland, Purcell, Mozart, Paisiello, Rossini, Matos Rodríguez, Granados, Schubert, Fauré, Barbara, Lorca, Bonfá, Reis, Ramírez y Britten.

Segundo concierto del triplete de contratenores con otro conocido de la afición como Philippe Jaroussky, esta vez con el guitarrista Thibaut Garcia, la unión de dos mundos, estilos, ambientes, casi una velada íntima para un auditorio con excelente entrada que respiró la cercanía de dos artistas con vínculos españoles en perfecta armonía, comentando los temas y su organización en distintos bloques, bromeando entre ellos y levantando algunos excesivos «bravos» que rompieron la tranquilidad y recogimiento que transmitieron tanto los artistas como la tenue iluminación y una sonorización cuidadísima, amplificación tan bien mezclada que ayudó a redondear un recital de los que llamo para «omnívoros» por la variedad.

Como si de la presentación que hacen las figuras internacionales de sus trabajos discográficos, el recital mantuvo esa estructura, la del CD homónimo al título del concierto, alternando solamente el orden,  con abundante música francesa como era de esperar, algún guiño al repertorio barroco que el contratenor lleva años defendiendo, por supuesto la música «ligera» de mi tiempo, esa que también se ha convertido en clásica, y por supuesto las intervenciones solitas del guitarrista hispanofrancés que demostró sus dotes no ya de acompañante ideal para este formato de repertorio sino un transcriptor de páginas con piano que en la guitarra toman un color casi de salón. Si la séptima cuerda, como bien escribe María Sanhuesa en las notas al programa (enlazadas arriba en obras) es la voz, este concierto, con duración más allá de noventa minutos, fue un auténtico placer para seguir situando a Oviedo como «la Viena española».

Imposible detallar las dos decenas largas de obras, incluyendo las dos propinas, pero quiero destacar el acercamiento al popular García Lorca y su Anda, jaleo con una guitarra cercana al flamenco como bien comentó el propio Thibaut, mucho más «verdadero» que la «maja» de Granados, las canciones de Poulenc, la primera dando el título a la grabación y el concierto, el siempre bello y sentido lirismo de Fauré que Jaroussky con García dejaron para el recuerdo, incluso el Britten «francés» atemporal o el más reciente Septembre de Barbara (1930-1997) porque no había «enero» que bromeó el contratenor. La mezcla de estilos en una voz que adopta y adapta cualquier canción que con la guitarra las hacen actuales y para todos los públicos. Incluso el «tributo» a los laudistas como Dowland que nuestro instrumento identitario engrandece en color y sonido.

Interesante el acercamiento sudamericano, tanto en la versionadísima Mañana de Carnaval en «brasileño» como en la argentina Alfonsina y el mar naturales y que demuestran la versatilidad de estilos tanto de los intérpretes como de estas páginas ya atemporales de las que todos tenemos nuestras referencias.

Al principio citaba el enorme trabajo de Thibaut García como solista y transcriptor, dejándonos La cumparsita uruguaya a nivel concertístico o el Xodó de Baiana (Dilermando Reis), lo popular con la calidad camerística. Pero personalmente me impactó el Schubert elegido, esos elfos (Erikönig D 328) sobre un texto de Goethe que la guitarra francesa «robó» al piano alemán y el contratenor interpretó con el dominio del siempre exigente lied que en esta interpretación demostró la excelente idea de este dúo. Interesantes igualmente las transcripciones de Giordani o Paisiello que todo estudiante de canto conoce pero que con Jaroussky alcanzan la excelencia.

Concierto original y variado como el público, satisfechos y con la amabilidad de siempre por parte de unos intérpretes cercanos siendo estrellas mundiales, sin divismos, firmando autógrafos y fotografiándose con todos, como ya hiciese hace tres años cuando el mundo era más sano y las mascarillas no robaban sonrisas.

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