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Zarzuela para seguir cumpliendo años

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Sábado 3 y Domingo 4 de mayo de 2025, 20:00 horas. Teatro Jovellanos, Gijón: Gran Gala de Zarzuela y Música Española. Orquesta Sinfónica MercadanteMariano Rivas (dirección artística y musical)Alexandra Zamfira (soprano) – Quintín Bueno (tenor) – Li Guochao (piano) – Natalia Thaïs (baile). Entradas: 40€ / 30€.

(Crítica para OperaWorld del domingo 4, con fotos propias, más el añadido de los siempre enriquecedores links, con la tipografía y colores que no siempre se pueden utilizar)

El Teatro Jovellanos gijonés cumple los 30 años de su remodelación, y nada mejor que celebrarlos con nuestro género por excelencia como es la zarzuela, que cuenta con miles de aficionados en Asturias y que en esta primera gala llenaron el coliseo del paseo de Begoña para volver a escuchar (tras la inauguración de la temporada 2022-23 de la Sociedad Filarmónica de Gijón) a la Orquesta Sinfónica Mercadante (OSMer) fundada por el asturiano Mariano Rivas (siempre bien recibido en su tierra), dando la oportunidad y el apoyo necesario a muchos músicos de los conservatorios y teatros madrileños desde su conocimiento como docente.

Dos funciones programadas donde además de la propia OSMer el programa ofrecía, como si de un catálogo promocional se tratase, no solo zarzuela sino música española sinfónica, y así junto a las voces de la soprano Alexandra Zamfira y el tenor Quintín Bueno, estaría la pianista china Li Guochao y especialmente la bailarina Natalia Thaïs.

La plantilla de la OSMer se quedó muy corta y desequilibrada en la cuerda (7-5-5-5-2), lo que perjudicó sobremanera las obras sinfónicas y las bailadas, con un esfuerzo por parte de los jóvenes músicos no siempre suficiente en las dinámicas, balances y planos, favoreciendo los matices para las romanzas, si bien el maestro Rivas trabajó con sus músicos como si de una gran orquesta filarmónica se tratase.

Centrándome en estas obras de la orquesta sola, las coincidencias en el tiempo hicieron que el día anterior escuchase en Oviedo a la OSPA con Óliver Díaz tanto la Danza final de El sombrero de tres picos (Falla) como la “Escena, canto gitano y fandango asturiano” del Capricho español (R. Korsakov), en el caso gijonés ambas cerrando cada parte del programa, que evidentemente no soporta, ni pretendo, comparaciones. De Falla diría que le faltó un pico al tricornio, con un enorme trabajo del viento madera, mientras de Korsakov el aire asturiano lo puso Don Mariano, y el concertino más el arpa hicieron el esfuerzo de sus intervenciones solistas. Por último del conocido preludio de Chapí solo diré que se quedó en “La juguetona” por las carencias antes apuntadas.

Es de aplaudir montar el piano solamente para el primer movimiento de las Noches en los jardines de España (El Generalife) de Don Manuel, con todo lo que supone, pero la pianista china se limitó a tocar todo lo escrito (que es mucho). Pese a la buena concertación de Rivas y el trabajo de la orquesta, por momentos tapó a Li Guochao ante su poco volumen y la ausencia del “duende” que inunda este concierto de nuestro gaditano universal enamorado de Granada. Faltó la atmósfera sonora que invita a la ensoñación, la magia que desprenden los arabescos y acordes que la recorren (casi imperceptibles), más el rubato casi necesario, así que espero escuchar en otro momento a la pianista y profesora china de buen currículo y trayectoria que esta vez no se lució.

Más interesante resultó comprobar todo el arte que nos ofreció la bailarina Natalia Thaïs, nacida en Zúrich pero formada en nuestro país en danza española y flamenco. Tres números donde poder cambiar de vestuario y estilo: primero el conocidísimo intermedio de Las Bodas de Luis Alonso (G. Giménez), baile español con castañuelas y zapateado mientras la OSMer rendía al máximo con sus posibilidades, de coreografía elegante y ritmo complementario al orquestal. Vestido goyesco y de nuevo con las castañuelas para el Fandango de Doña Francisquita (Vives) con el maestro Rivas exprimiendo los planos sonoros y Thaïs sin el obstáculo del piano (retirado al descanso) ampliando movimientos con unas manos y gestualidad flamencas. Para rematar la Danza Española de La vida breve (Falla) libre de “palillos” con zapateo y el juego del sombrero cordobés, nuevamente con la orquesta descompensada pero afinada y entregada al magisterio del director asturiano.

Dejo para el final las dos romanzas de cada cantante más los dúos. La joven soprano castellonense Alexandra Zamfira posee una voz de color muy bello, proyección suficiente, buena dicción y además valiente, comenzando con El barbero de Sevilla (Giménez) y la conocidaMe llaman la primorosa”, arropada por una orquesta siempre mimando a las voces (se nota el magisterio de Rivas en la Escuela Superior de Canto de Madrid), bien interpretada con agudos variados en matizaciones (el final levantó al público) y agilidades limpias, más la Romanza de la Duquesa de Jugar con fuego (Asenjo Barbieri), entendimiento con la flauta, Rivas vigilando los fraseos y una correcta acentuación  y afinación (“Tirano amor…”), muy dramatizada, de color homogéneo en todo su amplio registro, de nuevo valiente atacando el agudo final, con proyección más que suficiente ante una orquesta casi camerística. Habrá que seguir la trayectoria de esta soprano lírico-ligera con mucho camino por delante.

El tenor madrileño Quintín Bueno tiene tablas y oficio, eligiendo dos romanzas muy conocidas: “De este apacible rincón de Madrid” de Luisa Fernanda (Moreno Torroba), jugando con el maestro Rivas para cantar en un “rincón de Gijón”, de color no muy brillante, timbre algo metálico de amplio volumen algo apagado en el grave, seguro, más “No puede ser” de La tabernera del puerto (Sorozábal) no todo lo matizada que me hubiera gustado, abusando un tanto del portamento aunque valiente en los agudos, que suelen ser muy del gusto de los aficionados, sin problemas de tesitura y personalmente demasiado abierto el final. De nuevo impagable el trabajo de Mariano Rivas con su orquesta, concertador de primera, templando y respirando con los cantantes.

De los dúos elegidos, en la primera parte “Le van a oír” de Doña Francisquita (Vives) con buen empaste aunque Zamfira tapase a Bueno, arriesgando en el agudo final sin miedo a desafinarlo, y otro tanto en la propina de “Las mañanitas” de Don Gil de Alcalá (Penella) invitando al público a realizar el coro, tímido, tras el pasodoble “España Cañí” (Pascual Marquina) antes del dúo, poco torero, demasiado descompensado en balances, dinámicas y matices, para poner el punto y final a casi dos horas de cumpleaños gijonés, aplaudiendo el trabajo de asturiano Mariano Rivas siempre apoyando esta juventud que muy a menudo debe emigrar para encontrar una hueco en el difícil mundo de los profesionales de la música, y apostando por nuestra zarzuela dentro y fuera de nuestras fronteras.

PROGRAMA:

Primera parte

La Revoltosa: Preludio (Ruperto Chapí)

El barbero de Sevilla: Me llaman la primorosa (Gerónimo Giménez)

Noches en los jardines de España: 1º mov (Manuel de Falla)

Luisa Fernanda: De este apacible rincón de Madrid (Federico Moreno Torroba)

Las Bodas de Luis Alonso: Intermedio (Gerónimo Giménez)

Doña Francisquita: Le van a oír (Amadeo Vives)

El sombrero de tres picos: Danza final -Jota- (Manuel de Falla)

Segunda parte

El Bateo: Preludio (Federico Chueca)

El último romántico: Bella enamorada (Soutullo / Vert)

Doña Francisquita: Fandango (Amadeo Vives)

Jugar con fuego: Romanza de la Duquesa (Francisco Asenjo Barbieri)

La vida breve: Danza española (Manuel de Falla)

La tabernera del puerto: No puede ser (Pablo Sorozábal)

Capricho español: Escena, canto gitano y fandango asturiano (Rimski Korsakov)

Letras asturianas con música

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Viernes 2 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Conciertu de les Lletres Asturianes: OSPA, Óliver Díaz (director). Obras de Falla, Bizet, Luna, Korsakov y Lauret. Entrada gratuita.

 

La 46 Selmana de les Lletres Asturianes (que organiza el Principado de Asturias), este año dedicada a la diáspora personificada por  uno de los mayores exponentes del llamado Xurdimientu, Xosé Álvarez, Pin (1948-2001) que defendió nuestra lengua y cultura asturiana desde su Belmonte natal hasta la Argentina que le acogería entre tantos paisanos allí emigrados.

Y llegaba este concierto con mucha inspiración en la literatura y el folklore, especialmente el nuestro a cargo de la orquesta de todos los asturianos con el ovetense Óliver Díaz al frente, que presentaría las obras antes de comenzar armando un programa muy del gusto de todos los presentes, melómanos y aficionados en general, que no llenaron el auditorio carbayón pese a la gratuidad de las entradas.

Literatura española de Pedro Antonio de Alarcón y El sombrero de tres picos en el que Manuel de Falla (1876-1946) se inspiraría para el ballet homónimo y cuya Suite nº 1 afrontó la OSPA bien llevada por el maestro Díaz, complicidad total con la comodidad que da la confianza mutua y el dominio de un repertorio que tienen más que asimilado, y que con la madurez tanto del director como de la orquesta lograron dejarnos una interpretación muy equilibrada, con lucimiento de todos los solistas, riqueza de matices y claridad en los cambios de ritmo.

Óliver Díaz lleva muchos años trabajando dede el foso y eso se notó en la Suite nº1 de la Carmen de G. Bizet (1838-1875), también de inspiración literaria en Merimée y manteniendo ese ambiente hispano  que emocionaría a tantos artistas, el amor de la cigarrera y el militar con fatal desenlace. Cada número de esta suite funciona como un tráiler de los más famosos números de la ópera del francés, permitiendo disfrutar especialmente de las maderas (bellísimo el dúo de flauta y arpa de la «aragonaise») que cantaron bien arropadas por una orquesta sutil, respirando y transmitiendo la magia de esta página lírica así como el famoso número del «toreador» con la formación asturiana brindándonos un sonido compacto, balanceado y rico en dinámicas.

Plenamente asturiana la zarzuela La pícara molinera del zaragozano Pablo Luna (1879-1942) inspirada en una novela de Alfonso Camín, cuyo intermedio tiene entidad musical propia (aunque para muchos de nosotros nos emociona especialmente el «Paxarín tú que vuelas») y con versiones históricas. Así la entendió Díaz con la OSPA, con una elección del aire correcto para disfrutar cada motivo, empaste, amplios matices que llevó con mano izquierda y hasta con el cuerpo, todas las secciones nuevamente inspiradas y la rítmica tan cercana de nuestro folklore.

Palabras mayores en cuanto a orquestación es Nikolái Rimski-Korsakov (1844-1908), quien como marino de profesión sabemos que recaló en España, y aunque sin documentar parece que desembarcó  en Avilés y se acercó hasta Ciaño por su amistad con Pedro Duró, quien probablemente le preparó una espicha con gaita y tambor, pues su Capriccio espagnol, opus 34 bien podría llamarse «Capricho asturiano», y fue sintonía muchos años de Radio Nacional de España en Asturias allá en los estudios de la calle Melquíades Álvarez, donde el valdesano Modesto Gonzáles Cobas (con La Asturias popular) fue defensor e impulsor de nuestro rico folclore. La versión de este primer viernes de mayo en el auditorio carbayón seguro que haría las delicias del ruso, quien se quejaba de que se ignorasen aspectos como los cambios «en los timbres y la elección de concepciones melódicas y patrones de figuras» porque no se puede entender mejor la inspiración asturiana en cada uno de los cinco números (Alborada, Variaciones, Alborada, Escena y canto gitano y Fandango asturiano) donde disfrutar con unos solistas de primera y la sabia mano del director ovetense. No es «música rusa sobre temas asturianos» sino auténtica música asturiana entendida por este marino ruso que en cada puerto recogía lo que escuchaba: la fiesta asturiana al amanecer, unas trompas aterciopeladas arrancando las variaciones para ir dando paso a cada solista (inmenso Andreas Weisgerber), la rica instrumentación y nueva tonalidad de la siguiente alborada, la cuerda (con el arpa de nuevo impecable) hoy muy bien comandada por Daniel Jaime, también luciéndose en los solos, con la sonoridad casi guitarrística del canto gitano desde el redoble amplio de la caja o las trompetas poderosas, más la explosión final de nuestro fandango, vivo, enérgico, con toda la percusión mandando y empujando en un acelerando impetuoso además de poderoso en una excelente interpretación del tándem Díaz-OSPA.

Para finalizar no podía faltar el violinista, compositor y director murciano Benito Lauret (1929-2005) quien trajo a nuestra tierra el convencimiento por una música de calidad tanto en el mundo coral como en el sinfónico desde su plaza en el Conservatorio de Oviedo de «Contrapunto, Fuga y Composición», y aquí dirigió tanto a la Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo» como a la Orquesta de Cámara «Muñiz Toca» y la Orquesta Sinfónica de Asturias de 1973 a 1985, precursora de la actual OSPA, e inspirándose en nuestro folklore como parece sólo han entendido los compositores que han visitado nuestra «tierrina» y que en el caso del cartagenero se enamoró de ella y su música, dando un paso de gigante a nuestro patrimonio musical esperando por un más que merecido homenaje aún pendiente.

Guardo como oro en paño varias grabaciones suyas pero especialmente el LP «Música Sinfónica Asturiana» grabado hace casi 50 años  para el sello CBS con la Orquesta de Cámara de Madrid por él dirigida, donde aparecen en la cara 2 sus Escenas asturianas, estrenadas en mayo de 1976 con el patrocinio de la Sociedad Filarmónica Ovetense  y que han sonado en múltiples ocasiones incluso más allá de nuestras fronteras, y «renovando» la sintonía radiofónica, posteriormente televisiva de la RTVE en el Principado. Obra dedicada a Manuel Álvarez-Buylla López-Villamil, «con lo que el autor pretende rendir un modesto homenaje a un apellido al que tanto debe la cultura musical de Oviedo y, por ende, de Asturias» como reza la contraportada del disco, con las correspondientes notas a las obras en él grabadas.

Las Escenas asturianas (también en versión para banda) recopilan temas y motivos que Torner reflejó en su «Cancionero Musical de la Lírica popular asturiana» que todos los asistentes al concierto conocíamos desde siempre (Alborada, Corri-corri o Valamé nuestra señora, Mambrú, Vas por agua o El Pericote), y que Lauret entiende desde una armonización, orquestación, elegancia y sabia elección de las canciones para engarzar una obra maestra que sigue viva y fresca. La OSPA la lleva en sus genes, sus músicos son ya tan asturianos como lo fue el propio Benito Lauret, la entienden como nadie. Y Óliver Díaz llevó con la misma elegancia y mesura de la obra cada uno de sus números, jugando con la tímbrica, llenando de color cada motivo, equilibrando sonoridades, dejando a los excelentes solitas gustarse, «cantar la tonada» con el clarinete, tocar el tambor asturiano junto a «la gaita del oboe«, pero sobre todo contagiarnos los ritmos tan bien hilvanados por el maestro murciano donde El Pericote se mezcla genialmente con el Asturias patria querida que armonizase el recientemente fallecido Leoncio Diéguez, otro asturiano de adopción a quien le debemos la versión sinfónica de nuestro «Himno del Principado».

Festín orquestal y auténtico fin de fiesta con estas escenas asturianas que incluso levantaron a parte del público como si de un acto oficial se tratase, para romper en atronadores aplausos con este concierto en homenaje a la España y Asturias vistas desde fuera pero sentidas desde muy dentro.

 

El Wiener fantástico

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Domingo 23 de junio, 22:00 horas73º Festival de Granada. Palacio de Carlos V / Conciertos de Palacio: Wiener Philharmoniker, Lorenzo Viotti, director. Obras de Rimski-Kórsakov, Rachmaninov y DvořákFotos de ©Fermín Rodríguez.

La orquesta más famosa del mundo llegaba desde Oviedo, y antes de Sevilla, al Festival de Granada para un lleno histórico con un concierto que no me atreveré a llamar de «bolo» porque la Filarmónica de Viena es una máquina perfecta que suena mejor que en los discos y me atrevo a compararla con aquel «Coche Fantástico» bautizado como KITT con «Maiquel» al volante. Realmente Michel Knight, verdadero caballero en defensa del bien, sólo estaba para hablar con un robot que manejaba todo y en ocasiones puntuales le dejaba el control o «modo manual».

Lorenzo Viotti (Lausanne, 1990) fue quien como niño con un juguete se puso «al mando» de la Wiener Philharmoniker con un programa donde poder disfrutar de un sonido que si para muchos es como el de un disco, los de la generación del vinilo podemos decir que aún mejor. El director suizo pisó el acelerador a fondo en la Alborada qie abre el Capricho español, op. 34 de Rimski-Kórsakov pero «los Wiener» no derrapan, dejan que piloten para disfrute del que «mueve el palito» pero conocen tan bien lo que tienen en los atriles que incluso pueden activar el «limitador de velocidad» para evitar el peligro. Viotti es elegante, despliega una gestualidad clara y domina la obra aunque el despertar fuese algo abrupto. Ya sabemos cómo esta fantástica orquesta posee un sonido propio, perfecto en todas las secciones, enamorándome  las trompas vienesas, únicas en el mundo, y la cuerda envidiable capitaneada por Volkhard Steude, que no dejó pasar su solo para seguir admirando un violín que se eleva sobre todo por mucha orquesta que tenga detrás. En las intervenciones solistas Viotti fue un espectador más porque sabe que mandan ellos y lo comprobamos, un capricho en la noche de San Juan al alcance de pocos, con un Fandango asturiano que me emocionó por el recuerdo de mi tierra pero incapaz de aplaudir cómo lo entendió el suizo.

Poco programada La isla de los muertos de Rajmáninov sería como otra muestra del amplio catálogo de «Los Vieneses», la textura orquestal y los cambios de aire que Viotti delineaba claramente, disfrutando como todos nosotros en cada movimiento (Lento-Un poco più mosso-Tranquillo-Più vivo-Allegro molto-Largo), los lentos de sonido compacto -el inicio con los contrabajos pellizcándonos y la cuerda balanceándonos cual Caronte en su barca- para paladear cómo la melodía surca cada sección, los rápidos de nuevo arriesgando al límite sabedores que esta orquesta responde toda ella como un solo instrumento. Si mi primera comparación era «el coche fantástico», en esta isla optaré por el ingeniero de sonido frente a la mesa con tantos canales como queramos y donde Don Lorenzo maneja los faders para buscar más o menos presencia, destacar un instrumento u otro sobre el resto, pero la Filarmónica de Viena apenas necesita mover los controles y todo está en su sitio, la expresión y gestualidad del director suizo es buena (incluso en el 5/8 inicial) pero a menudo no coincidía con lo que estaba sonando, muestra del excelente mecanismo austríaco. Si el compositor ruso se inspiró  en una copia en blanco y negro del famoso cuadro de Arnold Böcklin, los vieneses pusieron todo la gama de color, ese crescendo sobrecogedor con más recorrido del que podamos esperar, un oboe prístino de sonido increíble, una flauta que vuela dentro del fragor instrumental pero siempre la cuerda vienesa que acuna y te lleva a reconocer la «ira de Dios» con fervor melómano ante un clima instrumental en vivo escuchando los mejores solistas conformando esa roca flexible que son los Wiener.

 

En los 120 años de la muerte de Dvořák no podía faltar alguna de sus sinfonías, y los vieneses trajeron la poco escuchada SéptimaJusto Romero en sus notas al programa la describe como ‘Lírica y cargada de resonancias folclóricas es la Séptima sinfonía de Dvořák, tildada por Karl Schumann como «la Patética de Dvořák» (…)  la primera de sus nueve sinfonías en ganar el aprecio del público. Ya en el estreno, en Londres el 22 de abril de 1885, dirigida por el compositor, el público se rindió al contagioso ardor de sus pentagramas. A los pocos días, Dvořák escribió: «Fue un inmenso éxito, y lo será aún más la próxima vez que se toque»’ y un famoso tocayo mío comentó que con la Filarmónica de Viena y el debutante Viotti sonó muy brahmsiana, curiosamente Joseph Barnby apodó al checo como el «Brahms bohemio». Cada uno de los movimientos sería un deleite para el oido, la maquinaria vienesa funcionando a pleno rendimiento, las trompas únicas, todo el metal en su sitio, la madera ébano puro (clarinetes, oboes, fagotes…) y siempre la cuerda asombrosa, marca de la casa. El propio Dvořák escribió en la primera página del manuscrito «De años tristes» aunque esta noche de San Juan su séptima nos alegró: el Allegro maestoso literal, aplaudido al finalizar (ya ni entro en estos detalles), el Poco adagio bellísimo con un clarinete delicado junto al oboe y los fagotes, de nuevo la flauta hechizando junto al juego entre violines y chelos dándole ese sentido pastoril que toma fuerza y Viotti remarcó con unas trompas siempre admirables e irrepetibles. El rítmico Scherzo. Vivace complicado de «marcar» por el juego de compás (escrito 6/4 pero con los violines y violas simulando un 3/2 en el acompañamiento) de nuevo asombrando en las dinámicas y texturas orquestales, elegancia del suizo y corriendo una brisa real por el palacio nazarí antes de afrontar el Finale. Allegro, romanticismo puro y los vieneses ensamblados maravillosamente en cada sección dotando del sonido sinfónico esta gran sinfonía del checo. Éxito de «El Wiener fantástico» y Maikel Viotti feliz de subirse en él.

Pillando por sorpresa a la propia orquesta (¡son humanos!) atacó sin piedad la primera Danza húngara de Brahms, lógica elección para estos vieneses que lo llevan en la sangre y nuevamente un «acelerado» Viotti pisándole a fondo para no la mejor propina que podíamos esperar, aunque escuchar en vivo a la orquesta más famosa y mediática del mundo no tenga precio (por cierto más barato Oviedo que Granada). Con la Noche de San Juan mágica y una luna llena redonda las charlas y cervezas posteriores nos hicieron vivir un concierto para recordar al «KITT vienés» y a Viotti disfrutando con su «juguete».

PROGRAMA

-I-

Nikolái Rimski-Kórsakov (1844-1908):

Capricho español, op. 34 (1887):

Alborada – Variaciones – Alborada – Escena y canto gitano – Fandango asturiano

Serguéi Rajmáninov (1873-1943):

La isla de los muertos, op. 29 (1909, rev. 1930)

Lento-Un poco più mosso-Tranquillo-Più vivo-Allegro molto-Largo

-II-

Antonín Dvořák (1841-1904):

Sinfonía nº 7 en re menor, op. 70 (1884-85):

Allegro maestoso – Poco adagio – Scherzo. Vivace – Finale. Allegro

Más noches de cuento

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Viernes 11 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, «Música y literatura III», abono 12 OSPA, Pablo Sáinz Villegas (guitarra), Jaime Martín (director). Obras de Kodaly, Rodrigo y Rimsky-Korsakóv.

Érase una vez una princesa asturiana que fue creciendo sana y robusta hacia una madurez plena, hermosa, tras haber enviudado y divorciado varias veces, algo normal en tiempos modernos, uniéndola de nuevo con un noble cocinero búlgaro tras dos años de búsqueda donde la felicidad parecía brillar en un reino sin prisas. Entonces desfilaban por palacio pretendientes con futuro, algunos ideales pero poco raudos para evitar el compromiso en otras cortes, así que la elección del centroeuropeo nos dejó algo inquietos. Al principio parecían quererse tras el breve noviazgo, pero faltó la química que nunca hubo del todo, las recetas nuevas nunca compensaban la cocina tradicional que solía desgraciar cuando entraba en la cocina, así que la desgana pareció apoderarse de él atendiendo otros fogones, así que en las obligadas ausencias cada visita de invitados a la casa eran una verdadera fiesta que hacían olvidar los malos tragos, los sinsabores y hasta las pesadillas con las que solía despertarse nuestra amada princesa. La última alegría vendría con la segunda visita de un conde de la vecina Cantabria y la primera de un famoso juglar riojano emigrado a ultramar, que hizo las delicias de todos los asistentes, dado el cariño y mimo hacia la princesa así como el buen entendimiento entre el noble y el joven para con la anfitriona, dejándonos otra noche para el recuerdo intentando alejar la vuelta a casa del marido…

El cuento está incompleto para no extenderme y con el final por escribir. El duodécimo programa de abono volvía con el matrimonio entre música y literatura, básicamente por esos cuentos de las mil y una noches que me hicieron tontear al inicio de esta entrada como otro escritor, aunque este género nos siga dando joyas literarias y trascienda lo infantil pese a la mala prensa que el oficio de «cuentista» ha tenido.
No quiero chismes llamados cuentos ni mentiras adobadas de «pseudoverdad», mejor retomar el carácter didáctico que siempre ha tenido esta literatura, donde los recuerdos tanto de infancia escuchando como adultos contándolos enlazan con la idea musical de cuento, del verbo contar, narrar, que por tradición y transmisión nunca suenan igual ni los sentimos igual.
Tres obras conocidas por un público que retornaba a las buenas entradas en la sala, donde el director Jaime Martín cual narrador de historias volvía a transmitirnos su talento igual o mejor que hace dos años, contando con otro Pablo para la historia de la música, Sáinz Villegas (Logroño, 1977), un guitarrista español que triunfa en el país de las oportunidades (de momento) llevando con humildad su guitarra a los desfavorecidos con la misma entrega que a espectantes melómanos de todo el mundo y a las escuelas donde se debe sembrar para recoger en un futuro siempre incierto con todo el amor y dedicación, ideal conjunción de invitados para que nuestra OSPA brillase, disfrutase y nos hiciese felices a todos como en el final de (casi) todos los cuentos.

Las Danzas de Galanta (Zoltan Kodaly) son como el fondo de armario de nuestra OSPA y normalmente sinónimo de éxito por la brillantez de su música que hace lucirse tanto a nuestros habituales solistas como a los distintos directores que disfrutan con la formación asturiana. El maestro santanderino volvía a demostrar no solo talento sino empatía y respeto por la partitura con unos intérpretes a los que dejó fluir (impresionante el clarinete de Andreas Weisgerber), contagiando alegría y emoción para estas páginas zíngaras en el recuerdo infantil del compositor húngaro, donde el ritmo impulsó una sucesión de bailes llenos de color a lo largo de las cinco danzas enlazadas. Maravilloso el sonido logrado, de nuevo la cuerda tersa, presente incluso en los graves (por fin) y la madera primorosa.

La mejor imagen de nuestro país sigue siendo la guitarra que creció de vihuela y morisca hasta ser directamente española, gracias a tantos compositores que escribieron para ella, especialmente Boccherini por elevarla otro peldaño, si bien tardaría demasiado tiempo en recuperar el papel «culto» pese a la amplia literatura a ella dedicada, dejándola en manos flamencas e incluso populares sin mayores aspiraciones artísticas, decantándose por lo lúdico además de accesible. Todavía en nuestros días la guitarra española sigue asociada a los gitanos, autodidactas increíbles, y sobre todo a la auténtica leyenda del siempre recordado e irrepetible Paco de Lucía. El espaldarazo como instrumento de concierto con orquesta lo darían, con distintas circunstancias políticas, Salvador Bacarisse (Madrid 1898 – París 1963) y Joaquín Rodrigo (Sagunto 1901- Madrid 1999), siempre unidos a intérpretes de reconocido prestigio como Narciso Yepes o Andrés Segovia que darían popularidad y galones a nuestro instrumento por antonomasia, así como a las muchas y hermosas páginas a ellos dedicadas, sin olvidarnos que el algecireño aprendió a leer música para poder interpretar con toda la fidelidad a Falla y al propio Rodrigo.

Pablo Sáinz Villegas ha tomado el relevo de los grandes y su interpretación de la Fantasía para un gentilhombre (1954) de Rodrigo alcanza la plenitud interpretativa esta vez con la OSPA y un Jaime Martín concertador excelente, dejando fluir la música, haciendo escucharse unos a otros, con una guitarra sin necesidad de amplificación pero con una claridad y armónicos ideales, fundida sin competir con la orquesta, felices encuentros entre trompeta con sordina y piccolo, junto a una limpieza en la ejecución que consiguió momentos mágicos de silencio, tan necesario para el disfrute como el propio sonido. Los dedos del riojano son espectáculo en sí, punteando, rasgueando, subiendo y bajando el mástil, percutiendo sobre el golpeador… Si en la entrevista para OSPATV nos encandiló, su guitarra enamora desde el primer acorde. Asombrosa la proyección a toda la sala sinfónica y ejemplar la comunión con maestro y orquesta. Gaspar Sanz elevado al firmamento sinfónico del siglo XX por dos nobles como el valenciano Marqués de Aranjuez y su destinatario jienense Marqués de Salobreña, otro cuento universal, «gentil», con mucha historia española donde la música siempre ha estado presente.
No solo virtuosismo sino arte sonoro en estado puro con la propina de la Gran Jota de Concierto de Francisco Tárrega, dejándonos boquiabiertos al comprobar todo el arsenal de una guitarra en las manos de Pablo interpretando esta música popular fuente de inspiración de tantos compositores, y que uno de los mayores enamorados de nuestro instrumento puso al alcance de pocos por las exigencias técnicas, algo que hace fácil lo difícil al escuchar a Sáinz Villegas.

Agradecido por una semana de eficiente y cordial trabajo con nuestra orquesta como con el maestro vecino, aún nos dejaría otro regalo hermanando pueblos con la música, Asturias (Albéniz) leyenda o relato casi flamenco que un catalán dedica a nuestra tierra interpretado por este tocayo mío riojano y universal.

Las mil y una noches de cuentos y conciertos, los sueños personales reales e irreales que la música provoca, esta vez Rimsky-Korsakov y su famosa Scheherezade, op. 35 que corroboró un concierto de magia, de ensueño sin trampas, cuatro movimientos para disfrute de público e intérpretes, la química por lo conocido unida a una interpretación de altura para una orquesta madura, 27 años que se notan para lo bueno y lo malo, Jaime Martín apostando por lo positivo, llevándola con gesto claro, preciso, benevolente, recreándose Vasiliev como en sus mejor juventud, aunque los años no pasen en balde, y con el arpa de Miriam del Río, realmente toda la plantilla colorida y brillante, la cuerda nuevamente enorme, presente y precisa, tensa y tersa, todos gustándose y disfrutando (bravo los percusionistas), cada solista disfrutando con sus pasajes, las secciones empastadas y todas a una haciendo surgir la magia del conjunto, más en una obra tan rica en orquestación como esta del ruso, contagiando la luminosidad que echamos de menos cuando se pasa de cocción o falta la implicación desde el podio. El Maestro Martín nos brindó un completísimo concierto convencido y convenciendo, es verdad que las obras elegidas ayudan, pero recrearlas para hacerlas lucir como nuevas es la magia interpretativa. Un mismo cuento narrado de distintas formas permite descubrir matices, recovecos, momentos imperceptibles en otras ocasiones que como niño inocente nos permite reconocer lo desconocido. Hay que reivindicar el repertorio de siempre pero desde la calidad e implicación narrativa, actores y espectadores conviviendo en la alegría de un espectáculo siempre único.

La próxima semana nuestra OSPA afronta por sexto año el proyecto Link Up, «La orquesta rock» pero no se dejen llevar por el título engañoso, sembrar para recoger desde el Carnegie Hall siendo los primeros en disfrutarlo fuera de los Estados Unidos. De nuevo estará Ana Hernández Sanchiz con cantantes conocidos y estrenándose entre nosotros la directora Irene Gómez-Calado, que espero contarles como «profe» con mis alumnos un año más

Briggs sinfónico en el KLAIS

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Jueves 21 de septiembre, 21:00 horas. XXXIV Festival Internacional de Órgano Catedral de León (FIOCLE): David Briggs (órgano). Obras de J. S. Bach, F. J. Haydn, D. BriggsO. MessiaenM. Ravel, G. Mahler y N. Rimsky-Korsakov. Entrada libre. Precio del programa general: 1 €.

San Mateo además de fiesta en Oviedo (y Logroño), está marcado normalmente en mi calendario como el inicio del FIOCLE hasta noviembre con el patrocinio del CNDM (dentro del ciclo Músicas Históricas de León), que este año alcanza su trigésimocuarta edición mientras sigue presumiendo de su «bicho», el órgano KLAIS ante el que los más reputados intérpretes comienzan a rendir pleitesía y admiración, como este primer concierto con el británico David Briggs (1962), que repetía visita a la Pulchra Leonina tras su participación en Todo Bach, comentando a los presentes en español antes de arrancar el concierto su devoción por un instrumento que en manos como las suyas volvió a sorprender a un público que hizo larguísima cola (llegando por la calle Ancha casi hasta la Casa Botines), porque a León acuden aficionados y peregrinos que mantienen año tras año un festival variado con el «rey de los instrumentos» como verdadero protagonista, articulado en torno a la música francesa en los diecisiete conciertos previstos para esta edición. Enhorabuena.

Si el «bicho» ya está sonando a lo largo del año celebrando los 25 años de la muerte de Olivier Messiaen cual Bach del siglo pasado en cuanto a la magnitud de su producción para órgano, qué mejor que unir a ambos en este primer programa, entretenido y variado donde las transcripciones orquestales junto a las improvisaciones también encontraron hueco. El amante de los pájaros seguirá con su monográfico dentro del festival con Giampaolo Di Rosa pero muchos conciertos también le recuerdan y David Briggs no dudó en sumarse al homenaje.

Como «prueba de fuego», que también se cita en el programa general de este concierto inaugural, nada mejor que comenzar con J. S. BACH (1685-1750) y su popular Toccata y fuga en re menor, BWV 565 para hacer «rugir el bicho» desde unos ornamentos plenamente barrocos pero con registraciones e interpretación de lo más romántica. David Briggs optó por registros puede que «distintos», especialmente en la fuga mezclando nasardos cuya afinación no sea del todo idónea en las contestaciones, así como un rubato continuo pero buscando el contraste típico desde un mayor impacto tímbrico que por la disposición de los tubos consiguió efectos estereofónicos muy logrados.

También jugó el británico con sonidos encontrados esta vez perfectos para las Tres Piezas para reloj musical (de «Flötenuhrstücke«, 1772/93) de FRANZ JOSEPH HAYDN (1732-1809), verdadero juguete en las manos del virtuoso intérprete que brilló mucho más en sus Variations on Greensleeves (2005), en una lenguaje actual lleno de disonancias explorando los registros del KLAIS donde a la conocida melodía tradicional inglesa se la reconocía revestida de unos sonidos y ropajes cercanos al siempre innovador y celebrado OLIVIER MESSIAEN (1908-1992) de quien Briggs eligió Le banquet céleste (1928), registros ya conocidos en el gran órgano alemán que resultaron como si para él fuesen indicados directamente por el galo al inglés.
Comentaba unas líneas más arriba que la música francesa será el eje vertebrador de esta 34º edición del FIOCLE, más allá de Messiaen, y así pudimos disfrutar de «la orquesta KLAIS» gracias a la transcripción que Eugenio Maria Fagiani hizo de La Valse (1919/20) de MAURICE RAVEL (1875-1937), tal vez majestuosa aunque poco clara en su escucha desde mi posición (esta vez a la entrada de la catedral, con la consola colocada en medio del coro y el público sentado en bancos y las «sillas de tortura» plegables rellenando todos los huecos posibles). Hubo momentos de sonoridades más logradas, la utilización del pedal de expresión consiguiendo efectos verdaderamente sinfónicos, la «pegada» del pedalero como contrabajos aerófonos (nunca la cuerda encontrará equivalencia en el órgano o el piano) y por supuesto los registros de trompeterías y lengüetería que ayudaron a darle esa pátina tan impresionista llena de colores de esta partitura inigualable en instrumentación de la que Ravel fue único y Fagiani parece haber buscado casi al detalle, faltando solamente una ejecución a la altura del compositor y transcriptor.

El propio Briggs hizo su propia transcripción del emocionante Adagietto de la Sinfonía nº 5 (1901/02) de GUSTAV MAHLER (1860-1911) que a diferencia con la anterior de Ravel buscó sonoridades propias en vez de intentar recrear unas cuerdas siempre imposibles en un órgano no electrónico. Puede que las emociones y recuerdos que afloran con esta música, en cualquier versión que elijamos, sean especiales para muchos de los presentes, dolor del alma que han hecho del Adagietto de la Quinta un himno a la pena «cantado» desde el respeto a la partitura por parte del organista inglés.
Continuó la fiesta sinfónica en el «bicho KLAIS» con NICOLÁI RIMSKY- KORSAKOF (1844-1908) y su conocidísimo El vuelo del moscardón (1899-1900) en arreglo de Willi Nagel, breve y virtuoso contagiando el humor de esta partitura orquestal que en el órgano con Briggs sirvió de contrapunto emocional del gran Mahler.

Y como David Briggs además de compositor y transcriptor es un reconocido maestro del órgano, las improvisaciones no pueden faltar en un concierto suyo. Así desde dos melodías tan conocidas como la Oda a la alegría de Beethoven más el himno God Save The Queen, el intérprete británico nos dejó una peculiar Improvisación: Tríptico Sinfónico sobre ambos temas con estructura propia, «Introducción y Scherzo – Fuga – Finale», verdadera lección de una técnica que parece haberse recuperado por parte de muchos músicos como siempre se hizo desde los orígenes, esta vez con el lenguaje ya comentado de música atonal pero deudora de toda una vida transitando por la historia de la literatura musical como los propios compositores han afrontado sus obras. Búsqueda de registros que siguen apareciendo nuevos, luminosos como las vidrieras, oscuros como las interioridades pétreas, mosaico sonoro del órgano de Bonn cuyos tubos van tomando recio acento castellano en las catedralicias piedras seculares leoneas. La química entre intérprete e instrumento trasciende a los aficionados que seguiremos peregrinando para disfrutar con tantos maestros como está previsto sigan haciendo Música desde sus teclados, el único lenguaje universal. Un breve regalo de virtuoso con sonoridad americana (si se quiere canadiense) tras hora y media disfrutando.

El órgano orquestal

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Lunes 24 de octubre, 21:00 horas. Catedral de León, XXXIII FIOCLE: Daniel Oyarzabal (órgano). Obras de Bach, Mendelssohn, Brahms, Mussorgski, Messiaen Rimski-Korsakov, más Saint-Saëns. En colaboración con el CNDM. Entrada libre.
Regresaba el ideólogo de la integral de Bach en «el bicho Klais» y del vermut sabatino en el Auditorio Nacional madrileño, que vuelve esta temporada con mucho más que «el viejo peluca» aunque siempre vaya asociado al instrumento rey.  Como si se hubiese programado, la última propina de Guillou era la que abriría el concierto del instrumentista vitoriano en este festival que llena la Pulchra (y aún faltan otros dos que seguirán esta línea bachiana para no perder nunca el norte).

La «Sinfonía» de la Cantata «Wir danken dir, Gott» BWV 29 de Bach en los dedos de Daniel Oyarzábal resultó la auténtica acción de gracias divina, brillante en aire y registros, poderosamente barroca con aire joven antes de proseguir con el descubridor y seguidor de «nuestro Dios», el Mendelssohn romántico que rinde pleitesía al maestro, primero con la Sonata VI en re menor (1845) cuyos seis movimientos comienzan con un Coral luterano respirando Leipzig por todas partes, el Andante sostenuto cual preludio o primera variación de sonoridades aterciopeladas e íntimas antes de las cinco siguientes, empuje de la nueva generación que romperá moldes en el Allegro molto (cuarta y quinta variación) por virtuosismo y plenitud tímbrica bien elegida por el victoriano, antes de la Fuga: Sostenuto e legato, limpieza de líneas preparando el Finale: Andante, vuelta al reposo en volúmenes y registros cual meditación personal tras el tributo bachiano de nuevo lenguaje. Otro tanto podría decir del Preludio y fuga en re menor, op. 37 nº 3 (1837) casi continuación del genio en un portento de aunar tradición y evolución, algo que en Mendelssohn, con Bach siempre presente en el órgano, consigue y Oyarzábal transmite.

Otro alemán como Brahms llevará las formas barrocas, más las propias del instrumento rey y también partiendo, como no puede ser de otra manera, de Bach y la evolución del órgano en cuanto a expresión, del coral (Herzlich tut mich verlangen y O Welt, ich muss dich lassen, ambos de sus Preludios Corales Opus 122) perfectamente entendido y traducido en los registros del intérprete alavés, y el inmenso Preludio y fuga en sol menor, WoO 10, mismas formas, misma herencia, mismo respeto, pero avanzando hacia un horizonte interminable e inalcanzable.
El salto lo dará el inigualable Oliver Messiaen y su Livre du Saint Sacrament (1984), de quien Daniel eligió La Résurrection du Christ, explosión sonora en un órgano como el Klais leonés que es perfecto en estos repertorios tan exigentes en combinaciones, volúmenes y efectos, más la oración tras la comunión íntima, reflexiva, bella y serena de Prière après la communion, herencias de escuela francesa y raíces cristianas comunes donde catolicismo o luteranismo se dan la mano con la música inspirada en la religión.

Impresionante interpretación de Oyarzábal que preparó sabores y sonidos rusos antes con «La cabaña sobre patas de gallina» de los Cuadros de una exposición (Mussorgski), la recreación más que transcripción al órgano de una magnífica obra sinfónica orquestada por Ravel, traspasada incluso por Guillou de rey a rey, confluencia rusa y francesa, pero especialmente con otro ruso pintor orquestal como Rimski-Korsakov, de cuyo Capricho español, op. 34 (1887) el también joven organista alavés Israel Ruiz de Infante preparó unos arreglos endiablados que sólo Daniel Oyarzábal puede afrontar para que «el bicho» supere la propia orquesta sinfónica. La Alborada, la Scena e canto gitano y el Fandango asturiano son mucho más que tres números sacados de tan magna obra, en el órgano pudimos disfrutar de manos y pies con toda la paleta sinfónica en los tubos, juegos de teclados y registros virtuosísticos sin perder nunca presencia las conocidas y populares melodías (que se ha dicho fueron escuchadas por el ruso en una escapada a Ciaño desde aguas mediterráneas, invitado por Don Pedro Duro) engrandecidas más que arregladas por Ruiz de Infante y hechas realidad por su paisano.

Por dos veces volvió Dani Oyarzábal y dos propinas en la misma línea orgánica orquestal pero francesa, Saint-Saëns con su Carnaval de los Animales primero el final donde los dos pianos y la orquesta fueron el pletórico órgano en otro endiablado arreglo lleno de fuerza, humor y virtuosismo, y el cristaliano Aquarium, lírico y sereno como la contemplación de los peces, timbres acuáticos llenos de brillos, pianos como arpas y tubos de ensayo orquestales porque así se adaptan los registros del Klais que finalizaron una velada de juegos sonoros llenos de volúmenes extremos.

Un Maestro con la cantera de las bandas de música

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El Maestro Enrique García Asensio (Valencia, 22 de agosto de 1937) ha impartido durante esta semana unas clases magistrales cuya clausura fueron los dos conciertos con la mejor banda de Asturias formada en el CONSMUPA. De entre todos los alumnos oyentes y los 9 activos que asistieron, el propio Maestro seleccionó a 4 alumnos para dirigirlos, tres internos, alumnos de dirección del propio Conservatorio y a David Colado, único alumno externo al Conservatorio. Antes del concierto tuvo lugar la lectura de un manifiesto por parte de los alumnos de dicho centro, muchos más que los músicos que formaron la banda, reclamando precisamente una​
enseñanza musical de calidad y un profesorado que no cumple en su totalidad, básicamente en sus grandes agrupaciones, las dos orquestas -de cámara y sinfónica- así como la propia banda del conservatorio (y llevan 2 años de protestas que darían para mucho, con burocracia y legislación que entorpecen e impiden la necesaria continuidad de su plantilla). Está claro y suscribo ese manifiesto que denuncia el poco, por no decir nulo, interés de las administraciones públicas por los estudios musicales en todas sus facetas pero sobre todo en la enseñanza especializada.

Los conciertos han sido ayer viernes en el Teatro Prendes de Candás y este sábado en el Auditorio de Oviedo. El programa organizado en dos partes lo comenzó el propio Maestro García Asensio, vitalidad y sabiduría que dan los años así como un trabajo que no ha cesado desde que a los 11 años formase parte como violín de la orquesta del conservatorio de la que llegaría concertino y más tarde director.  La Obertura Festiva (Dmitri Shostakovich) pone a prueba todos los efectivos de una amplia formación como corresponde a las bandas sinfónicas, en un arreglo que mantiene la esencia orquestal pero con el colorido propio que dan clarinetes y saxofones, además de los fliscornos o bombardinos que «magnifica» la original. Maravilloso comprobar cómo respondían los jóvenes músicos a cada indicación del maestro, pendiente de todo y todos, contrastes de planos y ritmos que siguen siendo una lección magistral.

Los alumnos seleccionados, tras recibir con el resto sus diplomas acreditativos de manos del maestro valenciano, se turnaron con los cinco movimientos del Capricho Español (Rimsky-Korsakov), la Alborada (con Ane Legarreta), breve y bien llevada con lenguaje cantábrico bien entendido; las Variazioni (Roberto Redondo) llenas de ricas sutilezas tímbricas que la batuta supo sacar a flote; la Alborada (Xuacu Llaneza) tan rítmica y cercana en sabor, diferenciada de la primera como así debe ser; pero sobre todo los dos últimos números, Scena e Canto Gitano más «nuestro» Fandango Asturiano, dirigidos por el ya «rodado» David Colado que sacó todos los recursos y detalles de estos dos números tan universalmente asturianos en un arreglo poderoso capaz de hacernos olvidar el original sinfónico. Cambios de ritmo, dinámicas amplias, sin olvidar que la técnica de dirección es válida para cualquier formación como bien recordó el maestro valenciano, y que todo director sabe diferenciar lo que tiene delante, por lo que una banda sinfónica mantiene una identidad única que estos alumnos tuvieron claro desde el principio.

La segunda parte ya con el Maestro E. García Asensio al frente, nos dejó dos interesantísimas obras del saxofonista y compositor de Catarroja Francisco Arturo Bort Ramón (1963), autodidacta confeso pero con mucho oficio «a pie de obra» y un vagaje musical familiar, unido a ese gen geográfico que es Valencia, cuna de grandes músicos, lo que puede ayudarnos a comprender las dos obras elegidas para este concierto y que gozan de fama internacional. Leyendas («Llegendes«), un poema sinfónico que resulta todo un mosaico de melodías evocadoras que van pasando por todas las secciones de la banda con un papel protagonista de la amplia percusión (no tuvieron respiro, especialmente las «láminas») y unos cambios de ritmo interesantísimos, con ambientes alcanzados desde una instrumentación actual que bebe de fuentes de claro «acento norteamericano» (Gershwin, Bernstein, Copland.. e incluso nuestro García Abril de las series televisivas por lo avanzado en su época), así que resulta habitual que formaciones de allí programen las obras del valenciano. Si escuchamos en nuestras bandas locales muchas de las composiciones «made in USA» reconoceremos en estas leyendas el amplio vagaje de Bort Ramón como intérprete de las mismas, lo que se tradujo en una vibrante interpretación de García Asensio con la Banda Sinfónica del CONSMUPA, plagada de verdaderos virtuosos aún en formación.

Las Variaciones Irónicasganadora del premio de composición “Maestro Villa” de Madrid del 2007, y como casi todas las del músico valenciano programadas por la Banda Municipal de Valencia en el Palau de la Música de esta ciudad bajo la dirección de su titular Pablo Sánchez Torrella. Asimismo, Enrique García Asensio, titular de la Banda Sinfónica Municipal de Madrid hasta 2012, ha programado numerosas veces y con gran éxito sus obras, agradeciéndole las trajese a Asturias porque ambas son ideales para estas formaciones. Tanto “Llegendes” como estas «Variaciones Irónicas”, donde no faltan guiños al tango y otros sutiles ritmos hispanos con la ironía instrumental bien entendida, utilizan recursos agradecidos de escuchar, puede que algo reiterativos al escuchar ambas seguidas, aunque lo podamos entender como sello personal del saxofonista y compositor, pero no cabe duda que son difíciles de ejecutar y dirigir, aunque García Asensio lo haga fácil, implicado no ya como maestro sino como docente además de precursor en la televisión. Mis felicitaciones para todas las secciones, especialmente a los clarinetes y trombones, aunque sin desmerecer a nadie, pues solo esta Banda puede afrontar un repertorio como el que sonó esta tarde de sábado en Oviedo.

Quiero comentar que el Maestro muy gustosamente accedió a escuchar el ensayo y a dar una charla a los componentes de la Banda Sinfónica Infantil y Juvenil del Principado de Asturias esta mañana de sábado entre las 12:30 y las 13:30 en el propio Auditorio «Príncipe Felipe» de Oviedo, y que este domingo 21 a las 19:00 h en la Sala Principal Sinfónica del Auditorio Principe Felipe de Oviedo se presenta precisamente la BANDA SINFÓNICA INFANTIL Y JUVENIL DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS formada desde la ANDB, Asociación Nacional de Directores de Banda, de la que David Colado es Delegado Territorial aquí en Asturias, concierto en colaboración con la Banda de Música «Ciudad de Oviedo».
Se trata de una banda sinfónica formada por niños y jóvenes de edades comprendidas entre los 6 años y los 20 procedentes de diversas ciudades y pueblos de Asturias como Gijón, Oviedo, Avilés, Corvera, Candás, Pravia, Cangas de Narcea, Tineo, Luarca, etc…

Este proyecto está integrado en un «Plan Nacional de Bandas de Música» desarrollando por la ANDB de la que el Maestro Asensio es Socio de Honor y que ya se está trabajando de la misma forma en otras comunidades autónomas como Galicia, Cataluña, País Vasco, Madrid o Valencia… Mi total apoyo a las bandas de música como cantera de intérpretes y públicos en los que las administraciones deberían tomar nota por lo que supone de esfuerzo, trabajo en equipo y formación permanente. Apostar por la música es invertir en cultura, verdadera identidad y riqueza de un país donde la crisis no puede robar ilusiones.

P. D.: Manifiesto leído por el alumnado del CONSMUPA:

Dos conciertos en uno

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Sábado 7 de noviembre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Jornadas de piano «Luis G. Iberni». Bertrand Chamayou (piano), Oviedo Filarmonía, Marzio Conti (director). Obras de Scriabin, Ravel y Rimsky-Korsakov.
Buena inauguración de las jornadas de piano que llevan el nombre de su impulsor, con una OFil cada vez más madura y compacta, hoy algo reforzada para la ocasión, su titular al frente más un joven pianista francés y valiente que se atrevió con dos conciertos en vez de uno, el del ruso Scriabin con el que se estrenaba, más el de su compatriota Ravel.
Se nota el trabajo previo de la formación carbayona porque cada sección está segura y compenetrada, hoy echando de menos un poco más de tensión en los cellos que resultaron «blanditos» en comparación con sus hermanos contrabajos, hoy cinco, que redondearon un equilibrio en la cuerda necesario para el programa sabatino, una madera convincente con solistas increíbles, los «bronces» también con refuerzo que sonaron compactos aunque demasiado presentes por momentos (no fue culpa suya) y una percusión un poco insegura como contagiada de un Conti que estuvo desigual en las tres obras de este primer sábado de noviembre.

El Concierto para piano en fa sostenido menor, op. 20 (1898) de Alexander Scriabin (1872-1915) tiene todos los elementos para gustar, manejando los dos instrumentos para los que compuso toda su vida, piano y orquesta, aún joven sin adentrarse en demasiadas «complicaciones», con un melodismo postromántico seguidor de Chopin o Liszt aunque con aire ruso propio digno también de su amigo y compañero Rachmaninov, piano protagonista arropado por una orquestación delicada que nunca enturbia al solista. Tres movimientos (Allegro-Andante-Allegro moderato) casi cinematográficos en su discurrir, con un Chamayou de sonido limpio, pulcro, potente cuando la partitura lo requería, fraseos bien llevados y una concertación por parte de Marzio Conti sin mayores dificultades, con la orquesta respondiendo sin más problemas que los antes apuntados para una obra delicada, lírica y transparente. Especialmente sentido el movimiento lento central con sus variaciones para disfrutar de todo lo escrito antes del «viril» final que diría Jeremy Paul Norris y bien comenta Miriam Perandones en las notas al programa.

Más complicaciones para todos presenta el Concierto para piano y orquesta en sol mayor (1932) de Maurice Ravel (1875-1937), original y exótico para el momento con fuertes influencias del jazz y exigencias rítmicas para solista y orquesta que Conti hubo de sortear con desigual fortuna. De nuevo impresionante el sonido y entrega de Bertrand Chamayou, demostrando una claridad expositiva compartida por una instrumentación rica en tímbrica que los distintos solistas (arpa, trompeta, corno inglés, clarinete, trombón, percusión…) solventaron con colorido individual muy estudiado y personal. Estructura también en tres movimientos (Allegramente-Adagio assai-Presto) donde el pianista fue creciendo en intensidad y entrega aunque muy pendiente de la dirección por momentos errática y poco clara. Con todo el resultado final resultó más que agradable y el público obligó al solista a salir para regalarnos una espléndida y hermosa Pavana para una infanta difunta para no perder esa continuidad raveliana tan plenamente francesa, en el amplio sentido del término, convencido nuevamente de que el terruño ayuda a entender la música de uno, y Chamayou puso el mejor broche a esta jornada pianística con orquesta por partida doble.

La impresionante Scheherezade, op. 35 (Rimsky-Korsakov) son palabras mayores que requieren poso y pausa, dominar la masa sonora para no caer en ampulosidades innecesarias, sonsacar la riqueza tímbrica que atesora y mimar la agógica al detalle, algo que no hubo en la interpretación diseñada por Conti. Cada solo de Andrei Mijlin, concertino en la segunda parte, era un guante que no recogía el italiano, utilizando por momentos aires precipitados, atropellados, uniendo fortísimos de nuevo erróneos y erráticos. No entendí muy bien los juegos conversacionales en dos tiempos de trombón y trompeta cuando hablan el mismo idioma, supongo que intentando aportar algo nuevo a una obra que todos tenemos más que interiorizada. De nuevo los solistas volvieron a brillar aunque hubiese momentos tan atolondrados que daba vértigo escucharlos, miedo al error por un aire excesivo que tampoco ayudó a disfrutar con unos cuentos que fueron sólo de «quinientas noches». Lástima porque son obras sinfónicas para masticarlas bien, y pausarlas, antes de tragar. Los ad libitum en los solistas sí resultaron melódicos y los pianos presentes, pizzicati por fin audibles pero sin posibilidad de tomar aire antes de afrontar los cuatro relatos de la princesa. Esperaremos una versión más convincente.

Bandas militares y civismo

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Viernes 18 de septiembre, 20:00 horas. Auditorio Príncipe Felipe: Concierto de la Unidad de Música de la Guardia Real. Director: Coronel Enrique Blasco. Entrada libre con invitación.
La Guardia Real ha desplegado su operación «Asturias 2015» desde el pasado día 14 con diversos y variados actos que se vieron menguados al suspender muchos los nuevos regidores municipales en una dinámica peligrosa de escuchar sólo a una parte de los ciudadanos olvidando que gobiernan para todos, incluyendo a los que no les votaron. Hago este comentario al hilo de una controversia que ha tocado y mezclado política con sentimientos e intereses variopintos, salpicando a diversos sectores que en el caso de Mieres ha levantado ronchas. Está muy bien ser republicano, conservador, socialista, comunista o mediopensionista, pero (intentar) confundir conceptos es de incultos cuando no malinformados, incluso es antidemocrática la imposición y debilidad la cesión, más ante minorías que esgrimen banderas equivocadas. Es bueno escuchar, necesario ceder y sobre todo entender posturas contrarias a nuestras ideas por muy distantes que estén, siempre desde el respeto. Hay mucha susceptibilidad en estos tiempos revueltos y tocarla es herirla porque se salta a la mínima y prohibir no arregla las cosas, al menos habrá que dar la opción de elegir lo que gusta, por supuesto desde la legalidad, sin obligarnos a comer todos lo mismo. Tan fácil como cambiar de canal es no asistir a un evento, del tipo que sea, que no nos gusta. Lo contrario es masoquismo por no hablar de buscar las cosquillas y seguir encrespando ánimos a la caza de escándalos inexistentes que terminan desviando la atención de lo realmente necesario a lo totalmente superfluo.

La música siempre ha estado en los ejércitos desde que existen, animan al soldado, consuelan en la desgracia y hasta ganaron batallas como el famoso Tambor del Bruch. No concebimos una película de gladiadores romanos sin clarines, un duelo medieval sin timbales o los indios atacados por el 7º de Caballería sin el conocido toque de corneta, o las bandas de pífanos y tambores de la Guerra de Secesión, por poner algunos ejemplos. Es incalculable en todo el mundo la cantidad de músicos militares que una vez formados engrosan bandas de música, orquestas de baile, formaciones sinfónicas sin olvidar afamados directores de educación militar como el recordado Rafael Frühbeck de Burgos, amén de grandes compositores cuyas obras han traspasado el ámbito castrense siendo interpretadas en conciertos y no sólo en desfiles. Hoy en día los músicos militares siguen siendo necesarios y los distintos ejércitos dan trabajo a unos artistas que desde su instrumento ya saben lo que es disciplina, compañerismo, solidaridad y orgullo del trabajo bien hecho, valores necesarios para la vida, sea civil o militar.

Personalmente no he acudido a ningún acto, en mi pueblo reducidos a la mínima expresión, independientemente de gustos u obligaciones varias, pero como «melómano omnívoro» no podía perderme el concierto de la Unidad de Música de la Guardia Real en el Auditorio de Oviedo donde hubo detalles que me ofendieron como ciudadano y que comentaré más adelante. Heredera de la Banda del Real Cuerpo de Alabarderos como agrupación musical según Real Ordenanza de 6 de mayo de 1707, es historia que conviene conocer y reconocer, leyendo las notas incluidas en el programa que dejo aquí.
Han dirigido esta Unidad músicos como Bartolomé Pérez Casas o Francisco Grau Vegara. Su actual director es el Coronel Enrique Damián Blasco Cebolla (Corbera -Valencia- 1959), flautista que con 18 años ingresa por Concurso-Oposición en el Cuerpo de Músicos Militares del Ejército de Tierra, quien no ha dejado investigar recuperando patrimonio musical y continuar formándose en su larga y reconocida trayectoria como compositor y director con profesores de prestigio internacional, habiendo estado al mando de distintas bandas militares antes de ponerse al frente de esta Unidad estructurada en Banda Sinfónica, Banda de Guerra -cornetas y tambores- y Sección de Pífanos, un centenar de profesionales elegidos entre los mejores suboficiales del cuerpo de músicos militares de los tres Ejércitos. Para los que no conozcan la terminología castrense, se llama «Banda» a las agrupaciones de cornetas y tambores, las que conocimos quienes servimos obligatoriamente a la Patria, y «Música» sería el equivalente a la agrupación civil en cuanto a instrumentistas, sin cuerda, siendo el grueso de ellas el viento con muchas «familias» de clarinetes, saxofones, fliscornos, bombardinos… y percusión, añadiendo el calificativo «sinfónica» cuando incorpora violonchelos, contrabajos, incluso arpa.
En el terreno civil existen en España numerosas bandas sinfónicas de calidad contrastada con repertorio propio (incluso exportándolo) aunque complementado con adaptaciones o arreglos que no tienen nada que envidiar a su hermana. La Región Valenciana, junto a Murcia, fueron cantera para muchas de ellas dada la proliferación y calidad de sus bandas de música, dando el salto a sinfónicas de todo el mundo. Puedo decir sin temor a equivocarme que estamos ante un renacimiento y reconocimiento de las bandas de música, tanto civiles como militares, con un relevo generacional propiciado precisamente por su labor de formación y difusión cultural.

La Banda de Música Sinfónica con 70 efectivos, incluyendo tres violonchelos, dos contrabajos y seis percusionistas, llenó el auditorio hasta la bandera (no así la zona de invitados, sin entrar a buscar respuesta a ello) haciendo disfrutar a todos de esta fiesta castrense musical con un programa largo lleno de guiños locales como es costumbre en sus salidas, aunando tradición y modernidad, dos partes presentadas excelentemente por un subteniente trombón y una sargento primero contrabajo, antes de incorporarse a sus puestos y comenzar con el conocido pasodoble Oviedo de Pascual Marquina (1873-1948), militar y músico.

El propio Blasco firma el arreglo para banda de la siguientes obra, el número 5 de la «Suite Española» conocido como Leyenda o Asturias de Albéniz (1860-1909), difícil encaje del lenguaje pianístico o guitarrístico a banda, además de tener de asturiano solamente el título.

Una de las sorpresas estuvo en la obra de un grande de las bandas sonoras como Miguel Asins Arbó (Barcelona 1918 – Valencia 1996) y su Diego de Acevedo, lenguaje totalmente actual para una serie televisiva de 1966, suite casi poema sinfónico en tres movimientos: «Introducción y marcha» realmente militar, «Seguidilla» popular que no folklórica con un trompeta que supo gustar(se), y «Bailén» cargado de historia militar hecha música con mayúscula, todo el metal con todo su colorido rubricado por timbales y cajas poniendo la imagen sonora para degustar una escritura de calidad en un maestro de formación valenciana, sinónimo de música para banda, más una interpretación equilibrada que sintió esta obra como propia con la calidad de unos solistas entregados, especialmente el corno inglés.

Las Escenas Asturianas de Benito Lauret (1929-2005), también músico militar, no solo demostraron cómo entendió nuestra música el compositor y director cartagenero sino su perfecto conocimiento y dominio de la orquestación, que en la versión del coronel Blasco pecó de cierto desequilibrio en los planos sonoros y algo de retraso en parte de la percusión -pandereta y castañuelas- aunque lo mantuvo en el final que combina nuestro «Pericote» y el Himno de Asturias (que sonaría independiente en la conclusión del concierto). 

La segunda alegría de la noche fueron las Imágenes de la Armada Española de Bernardo Adam Ferrero (Algemesí, 1942), música en tres cuadros con narración (excelente el subteniente antes citado) aludiendo a la historia desde los protagonistas: Lepanto: Vísperas de la Batalla y Don Juan de Austria, Trafalgar: Muerte en el «Nepomuceno» con el heróico donostiarra Churruca más cita musical del famoso «Rule, Britannia«, y El Grupo Aeronaval de la Flota, en Marín, citando la fecha del 16 de julio de 1988, la Patrona y Jura de Bandera del entonces Príncipe Felipe de Borbón, todo en espectacular escritura para banda por parte un perfecto conocedor de los recursos de esta formación, original y tan cinematográfico como el citado Asins Arbó, que la Unidad de Música de la Guardia Real realmente bordó antes de «ordenar descanso».

La segunda parte comenzaba también con la pareja de suboficiales presentando las obras a escuchar, primera vez que escuchaba la marcha militar Al Héroe Noval del Julio César Ruiz Salamanca (Las Pedroñeras, Cuenca) otro compositor, trombonista y director castrense, homenaje al cabo asturiano con toda la carga emotiva de una música para la ocasión.
El Capricho Español (1887) de Rimski Korsakov (1844-1908) tiene mucho de nuestra tierra, con la «Alborada» o el famoso «Fandango asturiano» flanqueando la «Escena y canto gitano» uniendo Asturias y Andalucía desde la inspiración rusa, que sirvió de sintonía radiofónica en mi infancia. El arreglo de A. Courtain sirvió para mostrar todo el poderío sonoro de una formación disciplinada en todos los sentidos, de nuevo con buenos solistas aunque algo «apurados» en los pasajes rápidos del fandango, especialmente el clarinete, y algo falta de sutileza en la batuta para alcanzar planos más diferenciados entre las secciones, con metales poderosos (5 tubas entre ellos) que por momentos taparon a flautas (la solista sargento primero), oboes y corno inglés. No hay comparación con el original pero en su momento estas versiones eran las únicas posibles para conocer en vivo las grandes obras de la historia de la música, y las bandas contribuyeron, aún lo siguen haciendo, a divulgarlas entre un público que no tiene acceso a las grandes salas sinfónicas.

La fantasía descriptiva El Sitio de Zaragoza de Cristóbal Oudrid, con toques militares alternando con la jota es imprescindible en estos eventos (con un trompeta solista impresionante), en excelente arreglo del que fuese director de esta Unidad Francisco Grau, todo un «hit» que el público reclama y del que los músicos pueden estar «cansados» de tocarlo, de hecho pudieron sacar más partido aunque siempre resulte epatante su ejecución, más cuando aparece desfilando la banda de trompetas y tambores, cuatro y cuatro por las escaleras hasta el escenario, levantando a todo el público de sus butacas tras el apoteósico y esperado final.
Mención especial para otro tema con firma valenciana: Libertadores de Oscar Navarro (Novelda, 1981), es una una suite moderna en dos movimientos, “Amazonas” de aire selvático y ritmo trepidante donde la percusión toma protagonismo, sin olvidar la marimba o la cabaça, aunque también hubo momentos cantados literalmente por parte de los trompetas jugando con este lenguaje compositivo actual y cercano que me evocó en cierto modo a Ginastera, y la impresionante «Marcha de los libertadores» ampliando el efectivo de percusionistas e instrumentos, todo un espectáculo la presencia de ocho tambores (una suboficial entre ellos) saliendo por las puertas laterales del escenario y ejecutando una coreografía de las que vemos en las bandas americanas o sajonas, compartiendo baquetas y parches, uniéndose la percusión corporal en clarinetes y saxos, no muy acostumbrados a estos recursos que engrandecen la escritura para banda sinfónica que tiene en clarinetista y compositor alicantino uno de sus mejores exponentes. De nuevo el público enardecido se levantó de sus asientos tras el apoteósico final, aunque los ánimos ya estaban en alto tras la «guerra contra los franceses».

Pasaban siete minutos de las diez de la noche cuando se hizo una pausa para entregar unos galardones de agradecimiento por la acogida de la Guardia Real en Asturias y la ¿colaboración? de las instituciones, con silencios y dudas sobre la ubicación en este momento del concierto, tal vez buscando ¿evitar? una desbandada si se realizaba al finalizar, cuando aparecieron tímidamente por la puerta izquierda las autoridades, abucheo y pitos al alcalde de Oviedo Wenceslao López (PSOE), aplausos y vítores para ex-regidor local y actual delegado del gobierno Gabino de Lorenzo (PP), crítica puede que merecida enlazando con todo el «rollo» del inicio, pero pienso que fuera de lugar evidenciando unos modales y gestos peligrosos que sólo crispan y denotan falta de educación, de la que los medios de comunicación seguro sacarán «carnaza» a estos cinco minutos de sonrojo que no deberían ir en el sueldo de nuestros gobernantes aunque no lo hagan bien. De nuevo mala política en un buen concierto.

No pareció calmar sino más bien destemplar a los músicos el más actual y «autóctono» Busindre Reel de nuestro internacional José Ángel Hevia, incorporándose al final un suboficial gaitero de la propia Unidad algo tapado por el poderío de la banda con un soso arreglo del coronel Blasco que no mejoró el original cargado de un ritmo que no nos transmitió el batería, del que desconozco si será arrestado por la ejecución (musical se entiende).

El delirio llegó con el final esperado, primero el famoso pasodoble compuesto por el maestro Francisco Alonso incluido en la humorada cómico-lírica Las Corsarias (1919) con la unidad al completo y el director animando al público a cantar el conocido “banderita tú eres roja, banderita tú eres gualda…” cerrando como indica el protocolo con el Himno del Principado de Asturias (desconozco autoría del arreglo para banda) y el Himno de España armonizado por Pérez Casas y revisado por Grau, dos ex directores de la Unidad de Música de la Guardia Real, con todos los presentes en pie, esta vez educadamante. Nadie ordenó romper filas pero el descanso llegó a las 22:25 horas y el bochorno tardó en irse.

P. D.: La crítica musical para La Nueva España se publicará este domingo y la pondré aquí:
CríticaLNE20SEP2015
Crítica 20 septiembre 2015

Más que cuentos chinos

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Foto © Hedda Morrison (1946) y montaje © OSPAcom

Viernes 28 de noviembre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Abono 4: OSPA, Elizabeth Hainen (arpa), Rossen Milanov (director). Obras de Tan Dun y Rimski-Korsakov.

Con mucho interés acudíamos al estreno en Europa de «Nu Shu: Las canciones secretas de las mujeres» y la conferencia previa de Israel López Estelche sobre «La palabra, fuente de vida: tradición, mujer y supervivencia en la composición musical» llenó la sala de conferencias nº 4, pues además de las notas al programa (links en los compositores al inicio de esta entrada) de las que es autor el reciente premio de la Fundación SGAE, la amplia exposición con ejemplos centrando el último tercio en la obra de Tan Dun (1957) ayudó mucho a una mejor comprensión de un estreno sobresaliente.

Tan Dun aunque chino de nacimiento es plenamente yanqui en formación (incluso autor de bandas sonoras) pero capaz de conjugar ambas culturas desde una música cercana, fácil de escuchar, bien ensamblada, con una presencia casi ritual del agua en sus obras, que tampoco faltó en Nu Shu, y donde la puesta en escena («Performance») está muy cuidada. El subtítulo de esta composición estrenada en 2013 y este viernes 28 de noviembre en Europa, dejaba claro que se trataba de una Sinfonía para arpa, trece microfilms y orquesta, una pantalla central y dos laterales sobre las que discurrirían completando escenas, puntos de vista complementarios, a menudo opuestos, sin perder la escucha de esas canciones «pregrabadas» que los intérpretes debían acompañar en perfecta sincronía, amplificado con tino y perfecto equilibrio de planos, con poca luz en el escenario, leds en los atriles, luz cenital para la arpista que también forma parte de esa globalidad, y todo bien cuidado por parte del máximo responsable: Rossen Milanov, repertorios como el de este último concierto de noviembre donde está en su salsa, volcado y convenciendo a todos, lógicamente a los músicos en primer lugar.

Esta sinfonía organizada en seis movimientos es el ciclo vital como nos explicaba López Estelche, el pasado de las canciones, el presente del arpa y el futuro de la orquesta, ese fluir como el río de la vida que también aparecería en los microfilms o clips que diríamos hoy en día.

En cada estreno suelo tomar notas según escucho, aunque la poca luz y sobre todo la necesidad de no perderme ni un detalle de cuanto sucedía sobre el escenario me hizo escribir como un niño sin mirar al cuaderno, pues quería plasmar en mi papel una descripción, siempre imposible, de una obra que es única y pienso gustó a todos.

El inicio, I. Prólogo, comenzó ambientado por la sección de percusión que como en casi todas las obras de Tan Dun requiere instrumentos específicos, esta vez los cuencos frotados con arcos de contrabajo y ese colchón de toda la cuerda inquietante, seguido por el viento hasta la primera aparición del arpa en un lenguaje reconocible como chino por los occidentales. La proyección mostraba una pintura en el «Nu Shu» escrito que a medida que avanzaba resultaba un abanico así decorado, mientras el ambiente de cierta crispación mantenía diálogos entre la solista y la orquesta, trompetas con sordina y tratamiento percusivo de la cuerda, para desembocar en una plenitud melódica que pone al arpa como un instrumento más mientras «cantan» clarinete y flauta melodías orientales. Un segundo vídeo nos trae el primer canto de mujer y un manuscrito «secreto», acompañado por el arpa en la sala perfectamente sincronizados, viendo pasar hojas en las pantallas laterales alcanzando un momento álgido de belleza sonora y visual con la vieja cantando en un timbre grave y una joven de espaldas que luego se suma en registro agudo, formando un todo emocionante, manteniéndose ese clima volviendo a un pasahoja casi cronológico en la izquierda antes de un tutti final.

El segundo movimiento, II. Historia de la madre, pasa la base ambiental sonora al viento, con tablas – látigo en la percusión y las voces proyectadas en una escena donde el centro mostraba una novia a la que vestían, un «drama» de la hija que marcha del hogar y que son como tres días de llanto que nos contase Israel en la conferencia previa. La orquesta siempre percusiva e intrigante con un tiempo lento y continuos reguladores dinámicos (de menos a más y viceversa) con trombones y tuba más el arpa dando paso a un nuevo microfilm o clip que muestra precisamente los llantos, las tres pantallas completando la visión global mientras la música rítmicamente subraya una escena de angustia, en un ensamblaje perfecto de música e imagen, tensiones que parecen aumentar para luego mitigarse como las dos visiones de madre e hija en un tutti memorablemente tratado desde el volúmen.

III. El pueblo de Nu Shu se nos presenta con un clip de agua, la misma de la percusión que tan bien trabaja Tan Dun, con los contrabajos anclando la realidad, puente y río, más instrumentos en registros graves como flauta, contrafagot, clarinete bajo, el arpa acercándonos a la aldea tratado rítmicamente desde unas melodías de instrumentos graves a los que se suman las trompas en un tratamiento muy cinematográfico por orquestación americana para temas chinos. No abusa del recurso porque para la transición de imágenes comienzan los portamentos en la cuerda y después metales antes de ver y escuchar otro canto con la imagen de Mao detrás acompañada por el arpa (siempre presente como alianza pasado-presente) a la que se suman los violines segundos y violas mientras un zoom del rostro coincide con un «crescendo» delicado en cuerda y arpa, continuando las trompas para hacernos entrar en una casa de la aldea, puertas viejas cerradas con la luz inquietante e interrogativa cantada por el clarinete en un contraluz musical que «funde a negro» tras una pincelada de trompeta. Documento sonoro vivido de forma presente y atemporal, tres visiones de la misma calle caminando por ellas con la orquesta en ritmo americano tamizado siempre por lo oriental, toque de marimba con apariciones de clarinetes y flautas, haciendo camino al andar que nos mete en él desde un recurso tan plástico como situar la silueta de espaldas, orquesta caminando en «glissandi» con metales y cuerdas rítmicos sincopados, efectistas antes del «estallido» final de volúmenes bien llevados. La orquesta funciona e impresiona con las imágenes, los efectos de Hainen y Milanov mandando.

IV. La intimidad de las hermanas y toda la historia sigue tomando forma, dos imágenes laterales de dos mujeres y el arpa con los violines segundos más el concertino dan paso a un oboe acompañado esta vez por el murmullo de mujeres grabado mientras vemos una cara anciana tapada por su mano, llanto que descubre risa mientras el arpa y la sección de cuerda cumplimentan este engaño visual antes del nuevo clip con más presencia del agua, poesía total, una barca remando en el centro, el río en los laterales, fluir sonoro, hojas flotando, joven remando de espaldas a la orilla con la orquesta en modo menor cantando una melodía lenta, fuerte y majestuosa como el propio remar, como el arpa que se suma en un vaivén equilibrado de canto y agua, sin imágenes para un diminuendo brutal hacia un pianísimo roto por el forte en un nuevo capítulo (V. La historia de la hija) y vídeo, arpa con efectos y sonido metálico, estancia que va mostrando objetos que toman protagonismo por el virtuosismo de la solista, ritmo puro, percusiones de crótalos, pizzicatti y juegos «con legno» en la cuerda antes de otra escena con clarinete bajo y corno inglés, bronces cortantes y la vieja cantando mientras en los laterales volvemos a divisar los abanicos. música íntima, pianísimo, llanto en la voz con toses y carraspeos que también tienen ritmo, marcha del lamento, suspiros que forman parte de la partitura, canto engrandecido por la orquesta acelerando y aumentando volúmenes, contrastes impresionantes y fundido a negro con cuerda y arpa en fluctuante ambientación mientras un unísono de metales nos hace crecer hasta el final.

Nuevo y último movimiento, V. Epílogo, agua, tratamiento actual del arpa percusiva y el chapoteo de «peceras» en la percusión, manos en el río y en la orquesta, tradición universal, coro de lavanderas con una cuerda plenamente occidental para un canto oriental en perfecta simbiosis artística, el viaje de la joven o niña (se casaban con 15 años) y ese ritmo vital combinado con dinámicas que subrayan una acción compartida, el arpa, la cuerda usando la madera del arco, el chapoteo del agua con la amplificación exacta, metales en graves y agudos ensamblados con las voces. La obra global, aunando oriente y occidente, herencia y transmisión oral plasmada desde el estudio, la importancia de la mujer en todo este discurrir, lo femenino más allá de la propia belleza, melodías de reminiscencias armenias como cabalgando entre dos mundos, glissandi queriendo traducir en música el devenir diario de una historia que es grande aunque parezca mínima, como las gotas que quedan congeladas en las pantallas antes de un final de vértigo y efectista desde el pianísimo al fortísimo cual punto final.

Imposible que mis palabras puedan describir un espectáculo total de altas miras y calidad increíble: Elizabeth Hainen más que una arpista casi la narradora necesaria en el único lenguaje universal de la música, la OSPA hablando el mismo idioma, atentos, brillantes copartícipes de esta historia tan bien escrita y contada por Tan Dun, y un Milanov al que se le nota rápidamente su gusto por estos montajes, arriesgados antes de comprobar que cuando hay calidad todos respondemos.

La propina con arpa sola fue como un «anexo» a esas canciones (Esteban Benzecry: Horizontes Inexplorados, First Movement «Del Silencio al Amanecer») todo un universo de recursos en un instrumento milenario que se actualiza con intérpretes como la americana, en esta partitura de un portugués nacionalizado argentino con rasgos «inexplorados» y luz otoñal por lo que ésta supone de claridad de líneas y paleta de ocres.

Si las canciones de Tan Dun no son cuentos chinos, Scheherezade, Op. 35 (Rimsky-Korsakov) forman parte de ese patrimonio universal, los cuentos de las mil y una noches con la mujer narradora, que tengo reciente en pleno carnaval de Oporto donde tampoco faltó lo chino, porque los cuentos siempre tienden a transportarnos a mundos de ensueño. Musicalmente hubo de todo, puede que el ímpetu mostrado en la primera parte pasase factura en la segunda. Milanov dirigió de memoria esta maravilla sinfónica de la historia musical no sólo rusa, pero optando por el efectismo y el trazo grueso que pasó factura a intervenciones solistas no muy afortunadas en músicos que no suelen fallar, atribuyendo esto puede que a la máxima de dejarles hacer que ellos saben, cuando puede ser peligroso si no hay exactitud ni precisión en la cabeza visible. Los cinco cuentos o números de Rimsky permiten a toda formación sinfónica revisarse desde el primero hasta el último compás en una narración donde en este caso Scheherezade debe lograr tensión, emoción y suspense para ir salvándose de la muerte una y otra noche, contarnos cada cuento con misterio, cambios de voz, inflexiones, intriga, suspiros y hasta onomatopeyas que enriquezcan cada historia.

El I. Largo e maestoso – Allegro non troppo comenzó amarrando el aire antes del contraste brioso a la segunda parte, «El mar y el barco de Simbad» comenzaba la singladura con cierto oleaje, aún el timón poco firme, la primera intervención de nuestro Vasiliev no fuese la esperada, aunque faltase mucho recorrido y llegaría a buen puerto por las muchas horas de travesía más que demostradas; el II. Lento – Allegro molto resultó parecido, «La leyenda del Príncipe Kalender» estuvo narrada como los buenos cuentacuentos pero con los cambios de voz no siempre adecuados, echando en falta pinceladas protagonistas en pos del mero color, aunque resultase brillante; III. Andantino quasi allegretto, «El joven príncipe y la princesa» debe rezumar lirismo, los violines cantan la canción de amor y el clarinete habla por voz de la dama, perfecto Andreas que cada vez nos confirma que está siempre «a punto», al igual que la flauta de Myra, siendo el número más convincente en su narración musical por parte de todos; y el IV. Allegro molto como «La fiesta en Bagdad» también es el naufragio del barco, energía que ciertamente no faltó en ningún momento, aunque pueda haber resbalones entre tanto baile. Las sonoridades alcanzadas no tienen peros aunque siga pidiendo más claridad expositiva, independientemente que la propia partitura sea tan buena que lo principal siempre sale a flote aunque el oleaje tienda a mar de fondo.

La escucha de esta obra sugirió al cocinero Pedro Martino de «Naguar» la creación de un plato, bien promocionado con el concierto «¿A qué sabe la música?», como inicio de otra iniciativa de la OSPA. Del afamado chef ovetense pude comprobar su quehacer durante la «Noche Blanca» de Oviedo con Forma Antiqva en este aunar música y comida; esta vez salió incluso a saludar, cual compositor musical finalizada la Scheherezade cocinada musicalmente por Milanov, también cocinero confeso. El plato de Martino se llama «Papada ibérica confitada y glaseada en su jugo de berros a la naranja» que supongo degustaron varios de los responsables y patrocinadores del «Club OSPA» nivel «Vivace» (aportando 500€ como socio patrocinador de esta categoría, se acude a un acontecimiento especial ofrecido por Milanov entre otros beneficios de las distintas variedades o niveles, muy en la línea USA: «Andante» 75€, «Allegro» 150€ y «Presto» 250€) una vez finalizado el cuarto de abono.

La inspiración musical da para mucho y esta vez nos contaron dos cuentos, aunque la recreación e imaginación, como los gustos, es siempre muy personal.

Prensa regional del sábado 29:

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