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Amor a la primera nota

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Domingo 12 de octubre de 2025, 19:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: LXXVIII Temporada de Ópera. Charles Gounod (1818-1893): «Roméo et Juliette». Coproducción de la Ópera de Oviedo y ABAO. Fotos de Iván Martínez y propias.

(Crítica para Ópera World del lunes 13, con el añadido de los siempre enriquecedores links, tipografía y colores que no siempre se pueden utilizar ni quedan igual, más el añadido de mis fotos)

Segunda función y segundo título de la septuagésimo octava temporada ovetense con «Roméo et Juliétte» de Charles Gounod, heredera de la grand opéra a la manera de Meyerbeer y de un bel canto francés donde la emoción se derrama con elegancia. Un argumento anterior a Shakespeare, pero inmortalizado por él, ese “amor sin desarrollo, pero eterno de dos jóvenes que mueren muy jóvenes”, como recordaba la doctora María Sanhuesa en la conferencia previa del pasado 8 de octubre, como también en el libreto donde recoge sus lúcidas observaciones: “Son un mero proyecto. No llegan a vivir, pero en su truncamiento encuentran su eternidad”.

Y con ese destino tan bellamente fatal, Gounod compuso una partitura llena de melancolía y dulzura, donde cada dúo amoroso es un eco de lo que pudo haber sido. La doctora Sanhuesa habló del “hechizo de Italia”, de su influjo irresistible, ese país y sus pasiones desbordadas, sus balcones y su catolicismo trágico que empapan la ópera. “No hay neutralidad ante Verona y sus amantes -afirmó-, porque todos reconocemos en ellos el anhelo de un amor sin concesiones, aunque sea breve como una vida interrumpida”.

Oviedo echaba de menos este título, ausente desde las funciones de 1983 y 2002 -con Ainhoa Arteta y un joven Rolando Villazón, de las que queda una grabación en vivo del sello RTVE tan rara como fallida.

La directora de escena italiana Giorgia Guerra escribe que su propuesta busca “maximizar las atmósferas emocionales” de todos los protagonistas. Lo logra con el apoyo de las videoproyecciones narrativas de Davide Giannoni y Francesca Pasquinucci -bellas las animaciones sincronizadas en la ruptura de las arcadas góticas del baile-, un vestuario de época (de Lorena Marin) que distingue a las familias por color, y un espacio escénico único: un cubo atemporal con un monolito central que se transforma simbólicamente en cada acto (balcón, iglesia, habitación, cripta). Minimalismo eficaz, siempre al servicio de las voces.

Y desde el primer acorde de la obertura se sintió el flechazo: ‘amor a la primera nota’. La Oviedo Filarmonía, poderosa y empastada, brilló bajo la dirección de la francesa Audrey Saint-Gil, que repetía en el foso tras su memorable «Hamlet» de hace tres años. Su lectura fue clara, lírica, de pulso firme, apoyando sin invadir y cuidando los clímax orquestales que Gounod reserva con mimo para su partitura.

Con la buena escena y la dirección musical aseguradas, el reparto redondeó el éxito ante un Teatro Campoamor casi lleno en la tarde de “El Pilar”, con un público entregado que premió las arias más célebres y, sobre todo, al Coro Intermezzo, dirigido por Pablo Moras, que fue coprotagonista tanto en la acción dramática como en los pasajes corales: afinado, rotundo incluso fuera de escena, con un sonido amplio y redondo, especialmente en las voces graves.

El dúo protagonista fue puro magnetismo: debutante en Oviedo la soprano mexicana Génesis Moreno (formada en Venezuela) y el tenor jerezano Ismael Jordi. Ella, luminosa desde el primer acto, ofreció una Julieta fresca, segura y de voz radiante, dueña de un “Je veux vivre” que enamoró a todas las butacas, y de un estremecedor “Dieu! quel frisson” antes de la boda frustrada con Pâris (Sebastià Peris). El andaluz de canto elegante y sincero, fue creciendo hasta firmar un inspirado “Lève-toi, soleil”, recibido con una gran ovación. Los dúos sonaron empastados, medidos y sentidos, especialmente el delicioso “Nuit d’Hyménée!” con el monolito o cubo elevándose del suelo, auténtica química entre la pareja protagonista.

Entre los secundarios, todos encontraron su momento sin excepción. La mezzo ucraniana Olga Syniakova (Stéphano) volvió a conquistar Oviedo con su gracia y seguridad; Sandra Pastrana (Gertrude) ofreció buen fraseo, aunque algo eclipsada por la intensidad de su Julieta. Entre los barítonos, el bilbaíno José Manuel Díaz (Grégorio) demostró solvencia, calidad y calidez; el francés Régis Mengus firmó un espléndido Mercutio que no merecía morir; y el catalán Enric Martínez-Castignani, como Capulet, equilibró voz y presencia escénica con gran naturalidad en el rol de padre de Julieta. El Hermano Laurent del bajo-barítono onubense  David Lagares fue rotundo, cada vez más sólido sobre las tablas carbayonas que lleva pisando desde sus inicios.

Completaron el reparto Carlos Cosías (Tybalt), Emmanuel Faraldo (Benvolio) y Juan Laborería (Duque de Verona), todos en un nivel homogéneo que sumó al conjunto.

Una ópera de final conocido y siempre trágico, cerrada con un guiño escénico: los amantes sepultados bajo el túmulo, bañados por una luz cenital, despidiéndose entre veneno y acero. Una imagen perfecta para esta música maravillosa de Gounod, interpretada con las cuatro patas sobre las que toda ópera debe sostenerse: escena, orquesta, voces y dirección musical.

FICHA:

Domingo 12 de octubre de 2025, 19:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: LXXVIII Temporada de Ópera. Charles Gounod (1818-1893): «Roméo et Juliétte», ópera en un prólogo y cinco actos, con libreto de Jules Barbier y Michel Carré, basado en la tragedia “Romeo and Juliet” (1596) de William Shakespeare. Estrenada en el Théâtre-Lyrique de París, el 27 de abril de 1867. Coproducción de la Ópera de Oviedo y ABAO.

FICHA TÉCNICA:

Dirección musical: Audrey Saint-Gil – Dirección de escena: Giorgia Guerra – Diseño de escenografía: Federica Parolini – Diseño de vestuario: Lorena Marin – Diseño de iluminación: Fiammetta Baldiserri – Videoproyecciones: Imaginarium Studio (Davide Giannoni y Francesca Pasquinucci) – Figurinista repositora: Anna Penazzo – Iluminadora repositora: Giulia Bandera – Dirección del coro: Pablo Moras – Maestros repetidores: Edward Liddall, Mario Álvarez.

REPARTO:

Juliette: Génesis Moreno (soprano) – Stéphano: Olga Syniakova (mezzo) – Gertrude: Sandra Pastrana (mezzo) – Roméo: Ismael Jordi (tenor) – Tybalt: Carlos Cosías (tenor) – Benvolio: Emmanuel Faraldo (tenor) – Mercutio: Régis Mengus (barítono) – Pâris: Sebastià Peris (barítono) – Grégorio: José Manuel Díaz (barítono) – Capulet: Enric Martínez-Castignani (barítono) – Hermano Laurent: David Lagares (bajo-barítono) – El duque de Verona: Juan Laborería (barítono).

Orquesta Oviedo Filarmonía

Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo)

Fresco surrealismo

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Viernes 4 de septiembre, 20:00 horas. Teatro Campoamor, LXXIII Temporada Ópera de Oviedo. L’Heure Espagnole (Ravel), Les Mamelles de Tirésias (Poulenc). Primera función, entrada anfiteatro: 63 €.
Emociones encontradas para el arranque de curso escolar y temporada en «La Viena española», Oviedo capitalidad musical que con todo el esfuerzo humano levantaba el telón con un programa doble francés, original, fresco, surrealista, luminoso, feminista, colorido, nuevo en esta plaza, rodeado de todas las medidas de higiene y prevención en la Era Covid-19.

Perfecta organización, responsabilidad compartida, «hambre de pan y horizonte», de música, necesidad vital y real para todos, encuentros con distancia, abrazos robados pero con ganas de recuperarnos en esta anormal normalidad. Información en el móvil, desde las entradas hasta la hoja con el reparto en QR (al fin le encuentran la máxima utilidad obligados por las circunstancias), a la venta un buen libreto para coleccionar y donde el tándem musicológico Sanhuesa – Cortizo plasma negro sobre blanco lo que pudimos disfrutar en su conferencia del miércoles pasado sin movernos de casa gracias a las nuevas tecnologías que son ya la herramienta imprescindible en estos tiempos, transmitida por la cuenta en Facebook© de la propia ópera ovetense.

También un imprescindible como Francesc Cortés y por supuesto la presentación Dos divertidas joyas líricas de Emilio Sagi40 años desde su debut en esta su casa, a quien se le entregó una placa en recuerdo de la efeméride en el descanso, además de pasar a denominar la sala de ensayos con su nombre, merecido homenaje a un ilustre que sigue maravillando con sus puestas en escena siempre arrolladoras capaces de aunar opiniones, todo un logro en tiempos crispados.

Obertura de conferencia previa siempre con el gran comunicador Pachi Poncela que no pude escuchar en vivo por respeto a las indicaciones de un personal algo perdido, como todos, pero que pude disfrutar igualmente en casa como «postludio» desde el canal YouTube© de la Ópera de Oviedo.

Distancias obligadas entre butacas, la pena de observar el aforo a medias, puntualidad de «hora española» para la bienvenida en castellano, inglés y asturiano (poco pateo), mascarillas, ausencia de toses que se agradece siempre, y todo un discurso inicial por megafonía recordando a quienes no están, la ilusión y ganas de levantar el telón en esta temporada septuagésima tercera (¡73 años ininterrumpidos! con los que el «bicho» tampoco ha podido). Se apagan las luces, olvidamos las penas y late el corazón porque el espectáculo tiene que continuar. La OSPA casi camerística en el foso (con la percusión en las bolsas de los palcos laterales) y al frente Maximiano Valdés, tan «asturiano» y nuestro como esa orquesta que tanto le debe, regreso celebrado que supuso el primer acierto del programa doble, dominador de los planos sonoros, atento a la escena y recordando la calidad que atesoran maestro y sinfónica.

La hora española del Ravel con raíz española inimitable, dominador de la orquestación, deudor de nuestro folklore (habanera de ida y vuelta) e inspirado libreto «toledano» del relojero Torquemada (Francisco Vas), la insatisfecha Concepción (Maite Beaumont), sus «pretendientes» Gonzalve (Joel Prieto) y Don Íñigo Gómez (Felipe Bou) más la fuerza bruta del mozo de mulas Ramiro (Régis Mengus), triunfador y aplicable al esfuerzo del barítono debutante en Oviedo con un doblete que requiere preparación física y mental. Escena para el enredo, simbolismos de relojes como ataúdes donde esconderse, cercanía cronológica que no pierde actualidad, vocalidad plena de la segunda debutante, la pamplonica Maite Beaumont, mezzo ideal a quien espero volver a escuchar en repertorios más agradecidos que este raveliano, exigente en todos los planos donde brilló con personalidad y buen gusto.

El tercer debut en el coliseo carbayón del tenor Joel Prieto plenamente adaptado a las exigencias de la partitura (nasalidad obligada pero nada artificial) redondeó un buen elenco junto a los conocidos Paco Vas y Felipe Bou en esta primera página francesa de los nuevos tiempos para «viejas obras», comedia musical estrenada en la ópera cómica así reconocible para nuestros vecinos del norte que han sabido marcar distancias con tradiciones centenarias de rivales artísticos y geográficos.

Pausa de 40 minutos con agua de cortesía para recuperar aliento y descansar de la mascarilla, saludos desde la distancia, estirar un poco las piernas y Les Mamelles de TirésiasPoulenc en estado puro con su Apollinaire inspirador, surrealismo siempre vigente, argumento casi histriónico tratado con una puesta en escena colorista «marca Sagi», inconfundible, junto al vestuario de Gabriela Salaverri acorde con toda la producción, el Coro de la Ópera de Oviedo que nunca defrauda (con puntuales y acertadas aportaciones al reparto de solistas) y un elenco vocal de primera que sumo unir el cariño por los habituales con la solvencia de todos ellos.

Ópera bufa con el prólogo a cargo de David Menéndez capaz de entusiasmar por poderío vocal y presencia, arranque impresionante de verdadero cabaret antes de los dos actos con Sabina Puértolas y Régis Mengus entregados, bordando los personajes siempre arropados por el maestro Valdés y la OSPA en sus precisos balances.

La soprano navarra elige bien su repertorio y Sagi saca de ella todo su potencial, cómico, escénico y vocal, sin amaneramientos pese a la escritura de Poulenc. Seductora y entregada, el público ovetense la siente como propia porque nunca defrauda. Su «Teresa destetada» nunca pierde gracejo, la sorpresa cartomancia lo es mayor por ese travestismo sin perder color ni frescura, sumándole su capacidad camaleónica en todos los papeles que afronta, y esta Thérèse está entre las joyas de la pamplonica. Las mujeres siguen mandando…

Del barítono francés Mengus destacar su personaje rotundo que da la réplica en esa «vuelta de calcetín» feminista por la que no parece haber pasado el tiempo. Si con Ravel demostró fuerza total, nunca bruta, de amante mozo de mulas a marido surrealista redondeó un debut carbayón de altura, incluyendo su visible trasero en la ducha del primer acto que ha sido foto de hoy en la prensa* (lástima quedarse en lo anecdótico). Actoralmente impecable, color vocal perfecto, bien diferenciado del gendarme astur, y sobre unas tablas con las que le podría llamar con todo el respeto «animal escénico». Todo un descubrimiento para el que suscribe.

Inteligencia y acierto en la mezzo debutante en Oviedo Anna Pennisi, desconozco el reparto de mezzos para la doble función. Simpático el hijo de mi «adoptado» Pablo García-López, breve y agradecido, acertada elección para un personaje ideal por edad, presencia y color vocal, aunque debe engordar un poco tras esta función (en Oviedo un par de kilos seguro que coge).

Epatante e impactante siempre nuestro David Menéndez de gendarme en una obra que ya interiorizase a la perfección en el hermano teatro Arriaga bilbaíno y en el Liceu catalán, de la misma producción. Y por supuesto un conjunto compacto el resto de cantantes (he dejado la ficha más arriba) incluyendo los del coro, para esta luminosa producción, equilibrada en cada detalle con un Sagi que contagia energía, alegría de vivir y pasión por la escena.

No hay mejor terapia que la música, subir el telón y olvidarse de todo, desconectar aunque todo sea distinto desde el pasado viernes 13 de marzo e imprevisible. El surrealismo habita entre nosotros.

Reencontrarse con la fuerza que emana de un público ávido del directo, de los reencuentros, la necesidad de recuperar un tiempo perdido que no nos devolverán por mucho que rebusquemos no tiene precio. Sin planes a medio ni largo plazo solo queda nos vivir cada día y disfrutar.

Gracias por el esfuerzo, por el trabajo, por la ilusión, gracias a la ópera de Oviedo donde cumpliré mis «bodas de oro» en 2.021 esperando poder celebrarlas. Al menos puedo presumir que un 1971 sentado en  «gallinero» con mi abuelo Pachín, el tenor cordobés Pedro Lavirgen cantaba un Andrea Chenier que marcaría de por vida mi afición lírica, completando una melomanía que sigue acompañándome.

P.D.: * La foto de hoy en la prensa regional de hoy y galería de imágenes: