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Preparando el Turandot palaciego

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Ayer en el decimotercer día del Festival de Granadalunes 3 desde las 18:30 horas, y antes de acudir al concierto de Javier Perianes, me escapaba una tarde de bochorno hasta el Colegio de Arquitectos de Granada para asistir a la conferencia organizada por la Asociación de Amigos del Festival sobre el Turandot que ya disfrutan en el Teatro Real de Madrid, y en versión concierto -mejor, leyendo sobre la primera función– viajará para que la disfrutemos en el Palacio de Carlos V el próximo día 12.

Con una buena entrada en el salón de actos bien acondicionado, donde no faltó una limonada y hasta varias tartas de queso caseras, todo exquisito, el acto lo presentó Francisco de Asís Muñoz Collado, presidente de la Asociación de Amigos del Festival antes de entrar en materia, más que conferencia toda una clase magistral a cargo de Ricardo Molina Oltrá, profesor, ingeniero y humanista granadino, creador del blog operanostra.co, verdadero apasionado y erudito aunque confesase haber «llegado tarde» al mundo lírico.

Dos horas de clase amena, trufada de humor elegante y punzante, con audiciones y vídeos bajo el título «Turandot: la última ópera de Puccini», centrada primero en la figura del último operista italiano, sus contemporáneos, el entorno histórico para centrar y contextualizar mejor al autor, antes de ahondar en su obra póstuma e inacabada, Turandot. Con un breve descanso, como en mis clases de facultad para echar un cigarrillo (al igual que Puccini pero esperando no terminar como Don Jaime), el profesor Molina ya nos metería de lleno en esta joya del compositor de Lucca, recuerdo obligado a la «Commedia dell’Arte», anécdotas, personajes y hasta homenajes para esta maravillosa ópera tan suya y tan distinta a las anteriormente compuestas, con la curiosidad de que todas ya habían sido escritas por otros a lo largo de la historia aunque el lenguaje y libretistas serían únicos recordando más las del italiano que ya han pasado a la posteridad.

No faltaron las «presentaciones» del casting que vendrá a Granada, destacando a «La Pirozzi«, Jorge de León, o la más conocida como rossiniana la georgiana Salome Jicia como»Liù» (tras cancelar Nadine Sierra), el personaje más pucciniano, ilustrado con distintas audiciones y vídeos históricos.

Todo un curso condensado en una lección magistral sobre un tema que daría para más de un mes de clases ininterrumpidas, no ya por la información ofrecida sino por la pasión que el profesor Molina transmite desde el conocimiento profundo de un mundo único que nos ha cautivado a tantos.

Cuando los sueños se cumplen

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Viernes 9 de junio de 2023, 20:00 horas. Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA), ADDA Ópera«La Bohème» (Puccini).

Crítica para ÓperaWorld del sábado 10 con los añadidos de fotos (propias y de las RRSS), links siempre enriquecedores, y tipografía que a menudo la prensa no admite.

Llegaba «La Bohème» al Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA) con todo vendido para las tres funciones programadas (7, 9 y 11), en la producción de Emilio Sagi más rentabilizada desde su estreno allá por el año 2000 en el Teatro Campoamor de Oviedo (“La Viena Española”), y con un elenco conocido y de conocidos, con calidad e ilusión, compañerismo y complicidad entre todos.

Esta «Bohème de Sagi» continúa el sueño del director valenciano Josep Vicent, titular desde 2015 de la ADDA·Simfónica Alicante por traer la ópera a un auditorio que no es un teatro (con telón y telares), la orquesta situada delante del escenario en una disposición “exprofesso” y todo el esfuerzo que supone adaptar esta conocida producción, un desafío que necesitó mover un equipo con más de 150 personas. El tándem Sagi-Vicent tras la «Carmen» de noviembre 21, y con algunas de las voces repitiendo este segundo título más complicado aún, Alicante lo esperaba y la respuesta ha sido total, con el público aplaudiendo cada aria y el final en pie. Como reza el dicho, “querer es poder”, la apuesta arriesgada resultó ganadora y hasta interesante comprobar cómo funcionó todo, cambios a la vista aplaudidos (menos que en la primera), y como apuntaba en la prensa local el director un “toque de modernidad” sin perder nada del color o ambiente previo al mayo del 68 de esta «Bohème ADDA».

Si de sueños hablamos, está claro que el de toda Musetta es cantar Mimì, y la soprano asturiana Beatriz Díaz no solo lo cumplió sino que volvió a demostrar que Puccini escribió para ella. No solo ofreció una auténtica lección de canto con una gama de matices donde los pianissimi son increíbles por la proyección y unos crescendi con delicadeza, musicalidad unida a un fiato abrumador, sino que su personaje lo delineó de principio a fin. Sencillez del primer acto en buena respuesta a Rodolfo “Mi chiamano Mimì”, un conjunto inocente en el “Momus” siempre claro por emisión y presencia, el impactante y exigente tercer acto pasando de la desesperanza (“O buon Marcello” en otro dúo más para recordar) al consuelo que corta la respiración, y no digamos el último acto donde su voz fue toda el alma de Mimì, poesía en estado puro cantada con el hálito vital y cristalino, poniéndonos la piel de gallina y consiguiendo tras su muerte un silencio sepulcral, el consiguiente suspiro del público y la explosión de júbilo bien merecida para un sueño hecho realidad con todo el auditorio en pie.

Rodolfo es el contrapunto para lucirse tanto en sus arias como dúos y concertantes, y el mexicano Ramón Vargas volvió a dejarnos buena prueba de lo que supone dominar las tablas, mantener un color vocal homogéneo y transmitir todo el sentimiento que Puccini escribió para este enamorado atormentado. Desde la buhardilla inicial, la esperada “Che gelida manina” con gusto y agudos siempre bellos, hasta ese “Mimì” de llanto cantado también con alma pucciniana y respuesta esperada tras una muerte trágicamente delicada. Rodolfo y Mimì triunfantes en esta ópera que emociona siempre, el amor apasionado y torturado, cantado y sentido por estas dos voces que se encontraron bien arropadas por sus compañeros y una orquesta a su servicio.

La otra pareja bohemia son Musetta y Marcello, encarnados por la valenciana Luca Espinosa y el asturiano David Menéndez. La soprano también evoluciona desde su irrupción y provocación en el célebre vals “Quando m’en Vo’” con volumen y definición suficiente, el conjunto del tercero, contraste de parejas y colores pero igual de entregados, con el final casi susurrado que el ambiente contagió. El barítono que cantó tantos Schaunard también soñó y llegó a este Marcello que se hizo de rogar pero en este momento con la voz ideal para ese pintor casi omnipresente en la obra, dramáticamente perfecto, rotundo y contenido porque así se dibuja, “conjuntos de buhardilla” de gran actor y mejor cantante, compañero confidente y amigo de Mimì, celoso enamorado de Musetta, empastes ideales con el resto de voces para cuadrar esta doble pareja que aún llegaría al póker.

El filósofo Colline y el músico Schaunard comparten ático parisino con Rodolfo y Marcello, también acción y concertantes de compañerismo lírico: Manuel Fuentes (aplaudido antes de finalizar su “Vecchia Zimarra”) y Manel Esteve, feliz reto de amigos, cómplices para echar a Benoit y duelo en el amplio sentido de la palabra (también en el sentimiento). El tenor malagueño Gerardo López también de casero al “paganini” Alcindoro remataría este septeto vocal en una ópera de pasión.

Y Puccini no dejó nada al azar, un coro que llena acción y pasajes mixtos y por color, muy bien la Coral ADDA y excelentes los niños (los “xiquets” de Crevillent), con profesionalidad y desparpajo en el conocido “Parpignol” al que sumar un mimo (desconozco quién de los figurantes) que ayudó a cerrar con humor el segundo acto pidiendo aplausos para ellos así como a la banda de tambores, cornetas y tambores.

Capítulo aparte se merece el también valenciano Josep Vicent con otro sueño cumplido, “hacer ópera” en este auditorio, y esta vez titánica por el esfuerzo que ha supuesto armar «La Bohème de Sagi» que brilló con todas las voces pero gracias también a su ADDA-Simfònica Alicante sonando plegada a los deseos del titular. La ubicación delante del escenario colocando las secciones para adaptarlas a este espacio de acústica perfecta, no fue obstáculo para que el maestro sacase de ella un sonido impecable, preciosista, todo el color sinfónico de Puccini al servicio de las voces, con una gama dinámica rica, excelentes primeros atriles y destacando especialmente sus pianissimi casi camerísticos. Batuta precisa, gestos claros y conocedor de todos los recursos de una formación joven pero madura por su ejecución.

No podemos olvidarnos que en territorio valenciano hubo tres asturianos triunfando: Beatriz Díaz, David Menéndez y Emilio Sagi, en esta “su producción” por la que no pasan los años. Con la misma libertad de sus personajes, la complicidad escenográfica con los siempre recordados amigos carbayones Julio Galán y Pepa Ojanguren, con la universalidad de la música de Puccini que trasciende el tiempo y seguirá emocionando al público “dejándonos claro que la juventud se alejó; que Mimì ya no va a volver más” (en palabras de Sagi) aunque la ópera siempre la resucita y mañana al finalizar la tercera función no bajará el telón, solo se apagarán las luces para seguir soñando.

Ficha:

Auditorio de la Diputación de Alicante -ADDA-, viernes 9 de junio de 2023, 20:00 horas. ADDA Ópera: «La Bohème», ópera en cuatro actos. Música de Giacomo Puccini y libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa, basado en la novela “Scénes de la vie bohème” (Escenas de la vida bohemia) de Henri Murger. Estrenada en el Teatro Regio de Turín el 1 de febrero de 1896. Producción de la Ópera de Oviedo.

Reparto:

RODOLFO: Ramón Vargas – MIMÌ: Beatriz Díaz – MARCELLO: David Menéndez – MUSETTA: Luca Espinosa – SCHAUNARD: Manuel Esteve – COLLINE: Manuel Fuentes – BENOIT ALCINDORO: Gerardo López.

PARPIGNOL: Jesús García – ADUANERO: Pedro Garcinuño – SARGENTO: Victor Alcañiz – FRUTERO: Víctor Marquina – UNA NIÑA: Sara Gallardo – FIGURANTES: José Juan Díax, Liam CVlark, Agripa Hervás.

DIRECCIÓN MUSICAL: Josep Vicent – DIRECCIÓN DE ESCENA: Emilio Sagi – VESTUARIO: Pepa Ojanguren – ESCENOGRAFÍA: Julio Galán – ILUMINADOR: Eduardo Bravo.

Orquesta ADDA·Simfònica, Coral ADDA (Orfeón Crevillentino, directora: Isabel Puig; Coro del Teatro Principal, director: Luis Seguí; Compañía Lírica Alicantina, director: Christian A. Lindsey), Coro de niños ADDA (Escola de la Federación Coral de Crevillent, directora: Isabel Puig).

Beatriz Díaz debuta Mimì en Alicante

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Miércoles 7 de junio de 2023, 20:00 horas. Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA), ADDA Ópera: «La Bohème» (Puccini).

Crítica publicada en LNE del viernes 9 con los añadidos de fotos (propias y de las RRSS), links siempre enriquecedores, y tipografía que a menudo la prensa no admite.

Con todas las entradas agotadas para las tres funciones programadas (7, 9 y 11), llegaba «La Bohème» más asturiana al ADDA en la producción mejor rentabilizada y exitosa de Emilio Sagi desde su estreno hace 23 años en “La Viena Española”, con un reparto conocido, de calidad y además español, si me dejan adoptar al tenor mexicano.

Llevo años diciendo que Puccini parece haber escrito “exprofeso para la soprano Beatriz Díaz tras escucharla en su ya consolidada y dilatada carrera, interpretando los distintos roles del compositor de Lucca por escenarios de medio mundo, quien como “toda Musetta aspira a ser Mimì”, y al fin llegaba su día en Alicante con un auditorio preparado especialmente para esta producción carbayona de Sagi, todo un esfuerzo de nuestro escenógrafo más internacional, un reto inmenso junto a Josep Vicent, director musical desde 2016 por representar esta “Bohème alicantina” y sesentera con una apuesta que necesitó un equipo con más de 150 personas para el desafío de desplazar, preparar y adecuar el ADDA para una escena sin telares, reforzando el suelo, adaptando toda la tramoya y decorados para asistir en directo a los cambios, lo que supone de por sí un “toque de modernidad” como el titular Vicent comentaba en la prensa local, sin perdernos nada del colorismo y ambiente parisino previo al mayo del 68 ideado por el ovetense. Éxito corroborado pues no faltaron los aplausos para todo el equipo.

Y si Sagi es siempre seguro para la escena, las voces de este primer jueves bohemio sumaron en la mejor dirección con un reparto de lujo encabezado por dos asturianos más: la allerana Beatriz Díaz junto al castrillonense David Menéndez, dos voces que conozco desde sus inicios líricos y que tras años de cantar en teatros de Europa, América o Asia, debutaban como Mimì y Marcello.

La soprano de Bóo nos volvió a poner la piel de gallina en una interpretación única, derrochando todo el dramatismo de su personaje en los cuatro actos, desplegando su reconocida y amplia gama de matices con una voz siempre presente, llegando a cada uno de los rincones del inmenso auditorio, y con una orquesta de más de 60 músicos delante (que no debajo). Si en el primer acto asombró con sus pianissimi siempre cristalinos, incluso saliendo de escena, el empaste con el Rodolfo mexicano fue vocal pero también emocional, aumentando la carga interpretativa en un tercer acto con el dúo primoroso junto al “Marcello Menéndez” y el cuarteto principal derritiendo la nieve, para en el cuarto toser y morirse como nadie, cortando el aire en este gigantesco edificio que no se vino abajo por el triunfo de esta Mimì que no olvidaremos y hasta podemos retitular con “BóoEmE”.

El Rodolfo del mexicano Ramón Vargas sería compañero perfecto de “La Mimì Díaz”, tenor de raza (aunque no se contemple esta categoría vocal), referente desde hace años en su cuerda, manteniendo no ya la profesionalidad sino un timbre personal y el color hermoso para este rol, añadiéndole la experiencia sobre las tablas. Modelando el sonido, emisión bien proyectada unida a su presencia escénica y el gusto habitual del tenor, en los números de la buhardilla con sus “compañeros” empastó y ayudó a brillar al resto, y las escenas con Beatriz Díaz en feliz entendimiento, esperado para esta pareja que interpretaron nuevamente este drama como sólo Puccini los escribía.

Enorme y en su línea de canto habitual el Marcello de David Menéndez, de voz rotunda, madura, recreando este rol tras pasar por muchos Schaunard, con paralelismo personal a la evolución de la protagonista femenina: paisanaje, amistad y profesionalidad lírica de tantos años, con un dúo del tercer acto que no pudo tener más química, gusto, complicidad y sentimientos compartidos y cantados con el alma.

Puccini escribe para las voces protagonistas sin olvidarse de las mal llamadas secundarias, pues el armazón musical y argumental se logra con todas ellas. Y de justicia destacar cada una de ellas: la Musetta de Luca Espinosa (compañera de “fatigas” en muchas “Carmina Burana” de La Fura con Díaz y la batuta del propio Vicent), juego tímbrico no siempre perfecto en ambas sopranos pero con la misma entrega y pasión, brillando en su segundo acto. Otro tanto para los Schaunard de Manel Esteve, bien conocido en el Teatro Campoamor, barítono solvente y seguro completando y compartiendo buhardilla parisina junto a otros dos compañeros impecables: el Collline de Manuel Fuentes y el “doblete” de Gerardo López (Alcindoro / Benoit) para todo este “cast” de casa.

De la escena nada nuevo que no conozcamos ya en Oviedo, pues Emilio Sagi con el vestuario de Pepa Ojanguren y la escenografía del siempre recordado Julio Galán sigue tan actual como hace dos décadas, más para este trabajo adaptándolo con todas las garantías a un escenario que debemos recordar es auditorio, no teatro.

El maestro valenciano Josep Vicent, implicado con estos proyectos desde su anterior Carmen de noviembre 2021 (repitiendo varias voces en esta Bohème), llevó toda la producción a lo más alto, mimando las voces de manera exquisita y extrayendo toda la riqueza pucciniana de su Orquesta ADDA·Simfònica de dinámicas amplias, junto a la Coral ADDA y los “xiquets” sobre las tablas en el conocido Parpignol junto a la banda que en esta tierra es un plus, para redondear una “BooM” donde hubo muchos asturianos no solo sobre las tablas. Un miércoles para el recuerdo y la emoción que Puccini sigue levantando.

Flores y especias

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Viernes 18 de noviembre, 20:00 h. Auditorio de Oviedo: Abono 3 “Divertimento”, OSPA, Juan Ferriol (oboe), Nil Venditti (directora). Obras de Ibert, Françaix, Puccini y Say.

Crítica para La Nueva España del domingo 20 con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos propias y tipografía incluyendo negrita o cambiando algunos entrecomillados por cursiva que la prensa no suele admitir.

Viernes invernal con tres ofertas en “La Viena española” (danza en el Filarmónica, ópera en el Campoamor y OSPA en el Auditorio) que bien pudieron restar público a un concierto distinto, atrevido, original y divertido donde debutaba en el podio de la orquesta asturiana la directora ítalo-turca Nil Venditti, verdadera animadora antes de cada obra que iría explicando, en inglés, y ofreciendo un programa atrevido, inusual pero también muy interesante como bien contó María Sanhuesa en la conferencia previa y autora de las notas al programa (felizmente recuperado en papel en edición bilingüe). La temporada llamada de los “Nuevos comienzos” da otro paso más, aunque sigamos sin concertino titular, esta vez invitada la norteamericana Mirabai Wesmehl actualmente en la Sinfónica de Dubrovnik (Croacia) que mostró buena química igual con la batuta que con la orquesta en este tercero de abono.

Comenzar con una orquesta camerística de ambiente cabaretístico o mejor de verdadero “music-hall” por la calidad de la formación, con Divertissement del francés Jacques Ibert (1890-1962) y Venditti saludando además de presentar micro en mano cual estrella rockera la obra, prepararía al respetable para disfrutar de seis piezas llenas de humor, teatrales o cinematográficas, banda sonora de la casi surrealista “Un sombrero de paja en Italia” (1928) que con los componentes de la OSPA y el empuje de la maestra Nil incluso pidiendo palmas bien respondidas desde las butacas, nos alegraron un frío ambiente que iría caldeándose, original propuesta y plantilla donde la percusión tiene un papel casi protagónico, lleno de guiños a obras como la marcha nupcial de Mendelssohn (el argumento de la película lo explica todo) o un can-can final tributo al “Orfeo en los infiernos” de Offenbach, pues Ibert conoce el oficio al proceder de una familia musical, curiosamente como todos los compositores de este abono que sirvieron para titular como Sagas la conferencia de la doctora Sanhuesa, con los pros y contras que esto pueda tener, musicalmente positivos en este “divertimento parisino” de Ibert.

Con L’Horloge de Flore del también francés Jean Françaix (1912-1997) se apuntarían todos los intérpretes la segunda sorpresa de la velada, esencias más que perfumes en cada una de las siete horas elegidas de este reloj floral, apuntadas con las agujas del oboe solista de la OSPA Juan Ferriol, contestado en varias por su compañero clarinetista Andreas Weisgerber, feliz conjunción de viento madera que el compositor francés siempre tendrá presente en su amplia producción, un concierto para oboe siempre bien arropado por una orquesta amplia con Venditti transmitiendo jovialidad, que les llevó a las mayores ovaciones de la tarde, rendidos al magisterio de Ferriol que todavía nos regalaría el Gabriel´s Oboe de Morricone, excelente “La Misión” de cuerda y solista, amistad de lustros, complicidad más buen hacer.

El Preludio sinfónico en la mayor de G. Puccini (1858-1924) puede resultar al menos asombroso, novedoso seguro, para quien se quede solo con el gran operista del cambio de siglo, pero este trabajo académico final de curso en el Conservatorio de Milán tiene todo el tejido orquestal del genio italiano, con aires wagnerianos nada extraños que en nada deben rivalizar con los verdianos anteriores, aunque Aida le llevaría a dedicar su vida a la ópera (donde llegará a utilizar algunos motivos de este preludio en sus primeras obras escénicas como Le Villi o Edgar), si bien este preludio tiene entidad propia, con la OSPA al completo para disfrutar de una sonoridad rotunda donde apreciar la calidad de cada sección orquestal y el buen oficio del joven organista en su Lucca natal.

Y para finalizar el concierto, siempre preparándonos la “showwoman” Venditti, un compatriota suyo, Fazil Say (1970), que además de excelente pianista -al que pudimos escuchar en Oviedo allá por febrero de 2016 en la Jornadas de Piano– y oboísta por prescripción facultativa -como terapia tras una operación bucal- también compone obras sinfónicas tan maravillosas y cautivadoras como sus Danzas sinfónicas op. 64 , cuatro movimientos que nos transportaron a esa tierra puente de oriente y occidente, melodías norteafricanas para evocar paisajes áridos, caravanas de caballos de Siberia a Estambul, el golfo del Bósforo, el tabaco y el café, hasta un zoco lleno de especias que son riqueza para el olfato y el gusto. Aromas y sabores musicales reflejados por el comprometido y rompedor Say interpretados por una OSPA plegada a la inspiración, empuje y conocimiento que transmite Nil Venditti, quien está haciéndose hueco en varios podios europeos y también españoles, con estas danzas donde la percusión de Casanova y Prentice fueron imprescindibles para llevar por buen camino la riqueza rítmica de estas cuatro danzas turcas con las que toda la orquesta asturiana nos hizo viajar a una tierra rica de sensaciones y puerta europea hacia la Asia que tantos tesoros musicales tiene para degustar.

Concierto con buen sabor de boca, público contento, orquesta feliz, pues se nota sobre el escenario, y una joven directora a la que debemos seguirle la pista porque la energía y “buen rollo” (como se dice ahora) que transmite hace estos conciertos diferentes y para todas las edades.

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Novedoso y original

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Viernes 18 de noviembre, 20:00 h. Auditorio de Oviedo: Abono 3 “Divertimento”, OSPA, Juan Ferriol (oboe), Nil Venditti (directora). Obras de Ibert, Françaix, Puccini y Say.

Reseña para La Nueva España del sábado 19 con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos propias y tipografía incluyendo negrita o cambiando algunos entrecomillados por cursiva que la prensa no suele admitir.

Interesante, original y poco habitual programa este tercero de abono OSPA con la turco-italiana Venditti de directora invitada más el solista de la orquesta Juan Ferriol en L’Horloge de Flore de Jean Françaix (1912- 1997), nueva demostración de la calidad de los primeros atriles de la formación asturiana aunque siga sin concertino, esta vez la norteamericana Mirabai Wesmehl.

Obras poco o nada escuchadas, comenzando por el Divertimento de Ibert que abría velada y daba título al programa, agradecido de escuchar para una orquesta colorista y camerística más la verdadera animadora Venditti animando a participar dando palmas a los asistentes en un torbellino de “music hall” fresco y realmente divertido.

Otra obra francesa, la de Françaix, cumbre en el repertorio de oboe que Juan Ferriol bordó en una lección magistral de gracejo y musicalidad junto a sus compañeros, incluyendo el excelente diálogo con el clarinete de Weisgerber, bien llevados por una batuta derrochando simpatía y complicidad, latiendo con este “reloj floral” de siete horas lleno de perfumes parisinos más el regalo del ya eterno Morricone con el “Juan’s oboe” mejor que el Gabriel original.

La segunda parte mantuvo novedades y la simpatía de la directora presentando cada obra con calidad y entrega orquestal, desde el joven Puccini recuperado por Muti, sinfónico de trabajo académico y espíritu wagneriano antes de la apuesta necesaria por la música actual, la del siempre rompedor pianista y compositor turco Fazil Say -al que escuchamos en febrero de 2016– con cuyas cuatro Danzas sinfónicas op. 64 muestran su inspiración en el folklore de su tierra no tan lejano al nuestro, pleno de paisajes evocadores como las especias. Orquestación poderosa, rítmica desbordante, entendimiento total con la directora y una velada novedosa e interesante.

Triunfó la directora Nil Venditti y la música nada habitual. Lástima las muchas butacas vacías, desconozco si por el frío que llegó de pronto o el desconocimiento de este concierto que resultó original y de calidad, esperando que en los próximos recuperemos el aforo de los buenos tiempos sinfónicos antes del tedio o la pandemia que aún habita entre nosotros.

Oviedo es lírico

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Sábado 22 de octubre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo: Gala Lírica inauguración de la «Temporada del reencuentro» (Los Conciertos del Auditorio). Elena Pankratova (soprano), Riccardo Massi (tenor), Oviedo Filarmonía, Lucas Macías Navarro (director). Arias y dúos de ópera.

Hace años que reivindico para Oviedo el título de «capital lírica» por sus temporadas de ópera y zarzuela, así como los muchos recitales de las mejores voces en concierto, bien camerístico o con orquesta. Y nada mejor para comenzar la llamada Temporada del reencuentro (Conciertos del Auditorio y Jornadas de Piano) que esta Gala Lírica donde el COVID19 nos privó de la prevista Ermonela Jaho pero presentó en Oviedo a la soprano rusa Elena Pankratova junto al tenor italiano Riccardo Massi y con una Oviedo Filarmonía (OFIL) y su titular Lucas Macías al frente.

Programa organizado como es previsible alternando las diferentes arias de tenor y soprano con un dúo cerrando cada parte, haciendo «descansos vocales» desde páginas instrumentales donde poder disfrutar con nuestra «orquesta de foso» que brilla aún más sobre el escenario. Porque la antigua OSCO creada para los festivales líricos y estos ciclos, así como alternar con la OSPA en las temporadas de ópera, daría su salto de calidad como OFIL a partir de F. Haider, caminó «adolescente» con M. Conti y con la llegada de Macías Navarro alcanzaría su mayoría de edad, el onubense dando un paso al frente para lograr una sonoridad propia, confiada, y con solistas de primera como pudimos comprobar este sábado lírico.

Interesantes los dos cantantes aunque hubiese momentos de trazo grueso pero con una selección de arias conocidas donde ambos dieron lo mejor de sí mismos, avanzando en musicalidad y matices no todo lo delicados que hubiésemos deseado, pues la orquesta detrás, y no abajo, requiere una emisión vocal de mayor proyección que en el caso de Massi no se equiparó a la Pankratova, sacrificando el italiano su mezza voce y optando la rusa por el poderío del volumen, fuerza que hacer perder intensidades dramáticas de buen gusto pero sobrevolando sin dificultad la masa sonora.

Globalmente me quedo con la OFil que se lució de principio a fin, desde una ágil por no decir vertiginosa Obertura de Carmen (Georges Bizet, 1838-1875) ejecutada con limpieza, seguridad y equilibrada en todas las secciones (al fin cuatro contrabajos y sobre podio para redondear los graves), la “Méditation” de Thaïs  (Jules Massenet, 1842-1912) con el extraordinario solo de la concertino Marina Gurdzhiya, todas en la primera parte, más el Preludio e Intermedio del sainete Diana cazadora o Pena de muerte al amor (María Rodrigo, 1888-1967) con el objetivo de programar obras de mujeres compositoras, y con ese piano final del virtuoso Sergey Bezrodny (hoy también al órgano), más un hondo “Intermezzo”, de Manon Lescaut (Giacomo Puccini,1858-1924) con el cello de Gabriel Ureña y la viola de Rubén Menéndez, ya en la segunda (con esa melodía que siempre me recuerda las notas «galácticas» de John Williams), lo mejor de esta orquesta ovetense en la gala lírica de apertura.

Los acompañamientos de las arias y dúos estuvieron a gran altura, exigiendo a las voces lo apuntado anteriormente, y de nuevo con lucimiento de los primeros atriles (bravo el arpa de Danuta Wojnar o el clarinete de Inés Allué) en una orquesta de la que Macías saca brillo, buenos balances y verdadera pasión en páginas que ya sonaron en el Campoamor pero que en el Auditorio adquieren la grandeza sinfónica.

El tenor Riccardo Massi eligió para Oviedo lo mejor de su repertorio: en la primera parte Massenet “Ah! Fuyez douce image” (Manon) mostrando un timbre redondo y poderoso aunque mínimamente calado en los agudos por el esfuerzo dinámico, mejor “Ah! Lève-toi, soleil” (Roméo et Juliette) de Charles Gounod (1818-1893), y más entonado además de confiado con una orquesta a la que se sobrepuso por potencia durante la segunda parte “A te, o cara”, (I Puritani) de Vincenzo Bellini (1801-1835) para redondear con su mejor aria del gran Giuseppe Verdi (1813-1901): “Giorno di pianto” (I vespri siciliani) que convenció por color, entrega y musicalidad.

La soprano Elena Pankratova posee un caudal vocal potentísimo en todo su amplio registro, si se me permite el calificativo, «típica voz rusa» con una proyección capaz de sobreponerse a una plantilla orquestal detrás, con buenos detalles técnicos y escena convincente donde no faltaron los «tics de diva» de imagen muy cuidada, jugando con distintos zapatos y sobrecamisas de gasa diferentes para un floreado conjunto hasta el paso al elegante color negro en el final de la gala.

Arias poderosas de bravura más que íntimas, Francesco Cilea (1866-1950) y  “Io son l’umile ancella”, (Adriana Lecouvreur), mejor Un ballo in maschera (Verdi): “Morrò, ma prima in grazia” (bravo el cello de Ureña) y el bellísimo dúo “Teco io sto / Gran Dio”, en «duelo de volúmenes» reposado, empastado y bien arropados por la OFIL; ganando enteros siempre con el inimitable, exigente y emocionante Giacomo Puccini (1858-1924) con una Turandot grandísima en todos los sentidos en el aria “In questa reggia”, y todavía más centrada y entregada con Pietro Mascagni (1863-1945), verismo puro donde “Voi lo sapete, o mamma” (Cavalleria Rusticana) nos dejó lo mejor de su color vocal y dominio técnico con una orquesta rotunda y explendorosa.

Y siempre Puccini para cerrar recital con el dúo de Tosca «Ah! Franchigia a Floria Tosca”, feliz conjunción  musical de voces y orquesta, que arrancó los mayores aplausos de un auditorio lleno para este estreno lírico de temporada.

Los regalos igualmente alternados del gran Puccini, primero el Calaf de Massi con el verdadero número uno “Nessun dorma” de Turandot, sentido aunque la nota final fuese más corta de lo que estamos acostumbrados, y Pankratova haciendo de Musetta con el vals “Quando m’en vo” de La Bohème con la risa surgida no sé si por olvido o miedo al agudo final tras el desgaste físico de toda la velada.

P. D. Curiosidades al descanso desde mi butaca: me aterroriza escuchar frases narrando sin pudor al teléfono, cual retransmisión social, como «Muy guay, veinte violines sonando como uno», «Qué heavy», y «No escuchas, qué caos» mientras algunos músicos afinaban. Todo sea por un público joven cuyo pobre vocabulario me rechina cada vez más. Serán los años o mi deformación profesional de docente jubilado.

Recortes de prensa:

Felices 20 años de La Castalia

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Sábado 26 de marzo, 20:00 horas. Gala Lírica «La Castalia», XX Aniversario: Oviedo Filarmonía, Isabel Rubio (directora), Alejandro Roy (tenor invitado), Olena Sloia (soprano), Vanessa del Riego (soprano), María Heres (mezzo). Entrada libre.

La Castalia del siglo XXI sigue los pasos de aquella de 1873 con más fuerza y apoyando desde nuestra tierra el talento lírico, celebrando una gala lírica de altura que colmó las expectativas, un auditorio lleno que hacía cola una hora antes del comienzo, para reafirmar que Oviedo sigue siendo capital musical y las nuevas generaciones vienen pisando fuerte, tributo a dos generaciones de cantantes y compositores, la segunda labor de esta asociación que preside Begoña García-Tamargo con el mismo entusiasmo que sus discípulas.

Los que peinamos canas disfrutamos viendo la evolución de estas voces a las que conozco desde sus inicios, desde nuestro gran Alejandro Roy, invitado de lujo con sus paisanas Vanessa del Riego y María Heres, más el feliz encuentro con la ucraniana Olena Sloia, comprobar el talento de «las dos G» de la composición actual en Asturias, Guillermo Martínez (1983) y Gabriel Ordás (1999), la madurez de la directora murciana Isabel Rubio llamada a seguir comandando grandes orquestas, y por supuesto la Oviedo Filarmonía que si siempre es solvente, en estos repertorios aún más.

El programa lo dejo aquí encima detallado y paso a comentarlo globalmente: Primera parte operística donde el estreno de la obertura Homenaje a La Castalia de Ordás no pudo ser mejor inicio, aires empujando una apertura de forma clásica, digna de este aniversario que Isabel Rubio llevó al detalle para una sonoridad muy aterciopelada digna de las grandes formas orquestales.

Y abriendo la siguiente parte el segundo estreno de la tarde, Corona de azahar de Martínez, el intermezzo de su ópera «Bodas de Sangre» con aire hispano a más no poder, el mejor tributo a los grandes como Falla, Granados o Turina digna de ser coreografiada por el Ballet Nacional, impresionante instrumentación y excelente interpretación de OFil con Rubio dominadora de todos los recursos utilizados en esta maravilla que espero disfrutar completa en algún coliseo lírico como el que se convirtió el auditorio ovetense en este feliz cumpleaños. Apoyar estos estrenos con el talento de dos compositores que ya tienen su hueco en la SGAE, bien representada por otra asturiana como Mª Luz González Peña, igual de orgullosa de comprobar el talento de nuestra tierra.

De Alejandro Roy insistir en su excelente momento vocal, el aria de «Romeo y Julieta» (Gounod) Ah lève-toi, soleil poderosa y sentida, la romanza No puede ser de «La tabernera del puerto» (Sorozábal) en la mejor línea de canto con gusto y maestría, ambas concertadas a placer por Isabel Rubio, y la propina que siempre pone la carne de gallina cantada por el tenor gijonés, su Cavaradossi que se despide de la vida en «Tosca» (Puccini), uno de los roles que más triunfos le está dando y atravesando la mejor edad para afrontarlo. Gratitud hacia La Castalia que hizo llegar obligando a subir al escenario a Begoña G. Tamargo, y gratitud de un público rendido al mejor tenor asturiano de todos los tiempos.

Otra excelente voz la soprano Olena Sloia, con un Caro nome de «Rigoletto» (Verdi) ideal para su color y emisión, impresionante la actuación completísima de una página tan difícil como el Glitter an Be Gay de «Candide» (Bernstein) y dos romanzas bien cantadas, perlas vocales con un gusto y afinación ideales junto a la orquesta detrás que no bajó el volumen y la arropó con las mejores galas que sacó con buen hacer Rubio, la Canción del Ruiseñor de «Doña Francisquita» (Vives) y Me llaman la primorosa de «El Barbero de Sevilla» (Giménez). Sabiendo el triste momento por el que pasa su tierra, la ucraniana dio lo mejor y el público lo agradeció con grandes aplausos solidarios con su país y premiando la entrega de Olena.

Y las alumnas aventajadas de La Castalia, que van forjando su carrera, la soprano Vanessa del Riego y la mezzo María Heres, voces perfectas para sus dos dúos, el conocido dúo de las flores de «Lakmé» (Delibes) y el de las majas de «El barberillo de Lavapiés» (Barbieri), empaste y trabajo con piano que la orquesta engrandeció haciéndolas disfrutar aún más. La propina de Mozart redondeó este dúo «marca de la casa», el Prenderò quel brunettino del «Cossì», bien de tempo por parte de Rubio y la OFil completando el repertorio y entendimiento de todas ellas, en femenino plural.

De las arias y romanzas, Del Riego cantó Con onor muore de «Madama Butterfly» (Puccini), con una orquesta más fuerte que en el foso lo que no le impidió seguir emocionándonos en este rol, mientras Heres llevó el mayor peso de la velada, dos arias de «La Favorita» de Donizetti, y «Samson y Dalila» (Saint-Säens) muy trabajadas que con orquesta siempre ganan, especialmente su Mon coeur s’ouvre à ta voix, y otro tanto con sus romanzas de «La Malquerida» (Penella) o «Los claveles» (Serrano), un repertorio que va tomando cuerpo y terminará ampliando en una carrera bien encaminada con muchas horas de estudio.

Siempre hay que destacar la Oviedo Filarmonía que como decía anteriormente, es un seguro de calidad en todas sus secciones, y como orquesta de foso tanto ópera como zarzuela están en los atriles desde sus inicios. La línea ascendente es clara y ya tiene su propia personalidad ganada con las aportaciones de batutas de todas las generaciones.

Volver a tener al frente a Isabel Rubio le dio a esta gala no ya la precisión y gesto de la murciana, un portento de la batuta, también la pasión que transmite y una  concertadora que también va formándose a la sombra del trabajo como asistente en muchas producciones (Oviedo entre ellas). El mundo de las bandas de música es una cantera tanto para instrumentistas como para esta generación joven de directoras que comienzan a encontrar su merecido protagonismo y Rubio es una de ellas.

Esperando que La Castalia no desfallezca y encuentre el apoyo necesario para continuar esta labor impagable, centenares de cursos y actividades para seguir formando y apoyando el talento con mucho trabajo a lo largo de estas dos décadas. Como dice el tango «veinte años no es nada» pero el esfuerzo se nota y los frutos podemos compartirlos y disfrutarlos en este Oviedo que sigue siendo «La Viena española» y la mejor aspirante a capital cultural.

Extraordinario triplete de La Díaz

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Corren tiempos difíciles, y para el sector musical aún más, con cancelaciones de última hora que rompen la programación y el ritmo de trabajo necesario, pero esta semana antes de mis vacaciones, la soprano Beatriz Díaz afrontó un triplete extraordinario digno de figurar en los anales de esta «Era Covid».

El miércoles 24 a las 19:30 horas  en el Teatro Jovellanos de Gijón, dentro de la temporada de la Sociedad Filarmónica estaba programado de nuevo, dentro del ciclo «Los Históricos de la Filarmónica», el programa Cantarinos pa que suañes con el pianista y compositor Luis Vázquez del Fresno al que su corazón le dio un susto el lunes, y al que le deseo desde aquí una pronta recuperación.

Noticia triste pero ante la adversidad se mantuvo el concierto, siempre de agradecer por parte de los gestores de la centenaria sociedad gijonesa, armando urgentemente un nuevo programa (el 1.632)  a cargo de la propia Beatriz Díaz con el pianista Marcos Suárez, y organizado en cuatro bloques de tres obras, el tres mágico, donde la soprano allerana  nos dejaría una muestra de su musicalidad, versatilidad y amplio repertorio. Primero tres arias de ópera cantada en italiano, donde estuvieron Händel y el Lascia del «Rinaldo», Porgi amor de las bodas mozartianas, y una de las preferidas de la cantante, Catalani y «La Wally» con Ebben? ne andrò lontana, una lección de bien cantar con toda la amplia gama de color que caracteriza a la asturiana, siempre bien acompañada de un Marcos Suárez que se afianza como maestro repertorista como bien destacó el músico local David Roldán Calvo, quien ejerció de maestro de ceremonias presentando y poniendo cada obra en su contexto histórico.

Tratándose de un recital de «La Díaz«, no puede faltar su adorado Puccini, auténtico amuleto y para el que su voz parece hecha a medida, esta vez la Musetta con alma de Mimì, bien dominada vocal y escénicamente desde hace tiempo, el siempre agradecido (y comprometido) Dvorak de «Rusalka» y su Canción de la luna, otro escalón en un repertorio que va creciendo como su voz, y el Summertime de Gerswhin, el musical hecho ópera, o viceversa, con un arreglo pianístico más rico de lo habitual y esa versatilidad de la soprano asturiana capaz de meterse en cada personaje con el estilo adecuado y la entrega conocida.

No se podía olvidar la inspiración asturiana prevista aunque adaptada al momento, por lo que escuchamos la Asturiana de Falla como un delicioso arrullo, y dos canciones de «Madre Asturias» del recientemente fallecido Antón García Abril, homenaje necesario que desde la calidad de los dos intérpretes fue emotivo y entregado, Duérmete neñu y y Ayer vite na fonte, nuestro folklore hecho universal en estas páginas para tenor pero que en la voz de soprano adquieren nuevos aires y con un pianista demostrando igualmente su papel coprotagonista.

Y el cierre de nuestra zarzuela defendida con la categoría que se merece, «El dúo de la africana» de Fernández Caballero que Beatriz Díaz lleva en la sangre a La Antonelli, Yo he nacido muy chiquita aunque solo de estatura pues resulta siempre grande en escena, No corté más que una rosa del «manojo» vasco Pablo Sorozábal que resultó nuevamente redondo, y la petenera de «La Marchenera» (Moreno Torroba) cerrando este trío lírico hispano con la misma entrega y calidad con la que se iniciaba un comprometido recital donde los obstáculos no lo son cuando hay tanto trabajo detrás y responsabilidad por mantener una calidad en todo lo que canta nuestra asturiana universal. Propinas a pares de zarzuela y ópera, imprescindible el Puccini de O mio babbino caro que en la voz de la allerana sigue siendo música celestial.

Y llegaría el jueves 25 a las 19:30 en el Teatro Jovellanos Concierto Extraordinario de Semana Santa con la OSPA dirigida por el australiano Kynan Johns donde la soprano debutaba como solista con ese motete mozartiano que pone a prueba la voz pero sobre todo la musicalidad, Exultate Jubilate, K. 158a/165 de estilo operístico que hace años parecería impensable para Beatriz Díaz, aunque las enseñanzas del maestro Hernández Silva y la amplitud que ha alcanzado su voz, el día que cumplía 40 años, han demostrado cómo el genio de Salzburgo, al igual que papá Haydn, son perfectos compañeros de viaje.

El director encontró la pulsación ideal para disfrutar los tres movimientos de esta joya juvenil de Mozart, con una Beatriz Díaz cómoda, de amplias dinámicas y lirismo en estado puro (el recitativo plenamente operístico por parte de todos, aunque el órgano quedase en segundo plano) y la OSPA clásica de sonido homogéneo, gustándose y escuchando cada detalle, con los oboes contestando ese texto tan apropiado para este día: «¡Alégrate! ¡Un gran día brilla! ¡Las nubes y la tormenta se han ido!«, final de Aleluya pletórico por repetir escenario y agrandar una historia vocal que todavía nos deparará muchas más alegrías.

La OSPA completaría este extraordinario con el siempre necesario Beethoven al que 2020 le quitó parte de su protagonismo, con Coriolano: obertura op. 62 para comprobar el buen estado sinfónico y la complicidad con un Kynan Johns que en cada visita exprime lo mejor de la formación asturiana, dominador de memoria de todo el concierto donde la recién estrenada «Primavera» sonó con Schumann en una versión clara, precisa, matizada, colorida a pesar de la acústica del Jovellanos que no está pensada para una orquesta romántica a la que Perry So en el anterior concierto, dejó perfectamente engrasada.

Y no hay dos sin tres, pues el viernes 26 a las 19:00 horas se repetía el programa extraordinario en el Auditorio de Oviedo con una entrada que la pandemia y su protocolo dejó mermada pero igual de entregada para un público que recibe a la soprano de Bóo con cariño y siempre expectante. La cultura es segura y la música en vivo única e irrepetible, Beethoven con Johns preparó sonoridades sinfónicas, Mozart un poco más vivo que en Gijón pero con la acústica ideal y presencia de cada sección (esta vez sí sonó el órgano) para una plantilla casi camerística y unas manos australianas delicadas, mimando a la solista que desplegó de nuevo esa magia vocal para el motete que iluminó este triplete de Beatriz Díaz.

La Primavera de Schumann, esa sinfonía primeriza para nada juvenil y llena de vida en sus cuatro movimientos, retomó la calidad sinfónica de la OSPA bajo la batuta de un Johns de gestos claros, sin ampulosidades pero preciso al detalle, conteniendo sonoridades en los momentos delicados, dejando fluir a la cuerda, empastando a todos con el estilete o florete de su batuta con el que fue tocando los resortes necesarios para brindarnos una versión impecable de la Sinfonía nº1 en si bemol mayor, op 38 esperando repetir su escucha en la retransmisión de Radio Clásica que sigue grabando los conciertos de nuestra sinfónica, de nuevo con el bilbaíno Xabier de Felipe de concertino, esperando se cubran pronto las vacantes, pues no me canso de repetir que hace falta un capitán para esta nave y el contramaestre obligado.

Ya han sido suficientes los candidatos y no veo necesario alargar más los plazos, aunque sigan siendo tiempos convulsos, pero la música es un bálsamo necesario, más si podemos disfrutar de Beatriz Díaz, extraordinario triplete que abre mi descanso docente por esta semana. Como dice un querido amigo común,

BraBoo Beatriz

Butterfly vive

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Viernes 18 de diciembre, 19:00 horas. Teatro Campoamor, LXXIII Temporada de Ópera de Oviedo. Madama Butterfly (Puccini).

Una noche para el recuerdo y la historia del templo operístico ovetense que cayó rendido ante la Butterfy de la asturiana Beatriz Díaz, la soprano que ha hecho suya a la gran Cio-Cio-San totalmente sublime, creciendo como su propio personaje y en un momento cumbre en su vocalidad.

Puccini es el compositor de las mujeres protagonistas, de las heroínas, y este rol no pudo encontrar mejor voz, mejor actriz y mayor entrega, sacrificio y trabajo que el de nuestra soprano, una cantante que ha luchado como el propio personaje, contra todo, con la esperanza de este debut que encumbra o hunde a quien lo escenifica. La evolución a lo largo de esta ópera, la transición de la joven Madama Butterfly a la madre adulta que se inmola como acto de amor y lealtad se reflejó de principio a fin, una evolución cantada y sentida que conmovió a un público entregado, respetuoso, en silencio, acongojado con el drama sobre el escenario tan bellamente escrito por el músico de Lucca. Beatriz Díaz es la soprano de Puccini y lo lleva demostrando hace muchos años, eligiendo el momento de cada personaje con la madurez de una carrera bien armada que con esta Butterfly ha vuelto a afianzarlo para quien quiera escucharla. Las lágrimas del público saltan cuando hay todo lo necesario para conmover y «La Díaz» volvió a hacerlo en una noche muy especial.

Espero no tengan que buscar sopranos de grandes titulares y buen marketing pero pequeña y corta implicación, de renombre y expectativas no siempre cumplidas, las tenemos en casa pero triunfando fuera. Tomemos nota este lujo para la ópera de Oviedo con este reparto de función única plenamente preparado para afrontar cualquier sustitución que en estas circunstancias tan especiales ha obligado a un esfuerzo titánico por mantener los títulos con todos los cambios imprevistos y la incertidumbre que no es buena consejera. La Butterfly del «Viernes de ópera» ha sido el mejor regalo navideño, único e irrepetible que unos pocos privilegiados hemos podido disfrutar, todo un homenaje a Puccini en la voz de Beatriz Díaz.

Imposible plasmar todo lo vivido y sentido, así que desde aquí solo me queda presumir de atesorarlo en mi memoria musical y afectiva, compartir tanto con tan poco como esta reseña aún con ese nudo en la garganta y la satisfacción de decir la consabida frase «¡Yo estuve ahí!».

Madama Butterfly cautiva desde el inicio, la Oviedo Filarmonía casi camerística y colocando parte de los efectivos en las bolsas laterales, con Óliver Díaz al frente siempre en ascenso y dominador de foso y escena. Asumieron todos el reto de pasar de Beethoven a Puccini con una profesionalidad encomiable, ilusión y muchas ganas de público con quien compartir. De hecho todo el equipo de la ópera está realizando un esfuerzo titánico para mantener viva esta llama lírica que amén de no defraudar ha puesto a la cultura segura como un ejemplo a seguir cuando las cosas se hacen bien y las autoridades lo permiten.

La escenografía de Joan Anton Rechi ayudó a crear el ambiente ideal para esta «tragedia japonesa» en el Nagasaki nuclear, sin perdernos nada de la esencia, con elegancia y subrayando un libreto que la música eleva al Nirvana dramático. La acción preparada y las voces del reparto mostrando sus credenciales, un Goro (Moisés Marín) convincente y el Pinkerton (Fabián Lara) que ya prometía una noche para el recuerdo. Suzuki (Nozomi Kato) en su papel y además japonesa, sería el vértice para dibujar el triángulo protagonista perfecto, si bien Sharpless (César Méndez Silvagnoli) apuntaba maneras y buen color pero su emisión corta oscureció un fulgor y elegancia vocal de todo el elenco.

La aparición del cortejo femenino con las mascarillas arropando a Cio-Cio-San elevó el nivel al primer escalón emocional y visual, elegancia total. Un gusto en el canto y los pianissimi de Butterfly perfectamente proyectados con la técnica necesaria y la calidad demostrada. El maestro Díaz tejiendo un sedoso shiromuku orquestal con igual pulcritud que el shironuri (el maquillaje blanco de las geishas), blancos refulgentes que la iluminación de Alberto Rodríguez subrayaría a lo largo del drama. Todo un crescendo de calidades, belleza contenida que iría desbordándose durante toda la función, la gestualidad, los diálogos, el coro (delicadísimo a bocca chiusa), el encuentro entre Pinkerton y Butterfly, dos voces para una misma emoción, la irrupción del El Bonzo (Fernando Latorre), acción trepidante sin tumultos, musicalidad a raudales.

Y la pareja enamorada y entregada, el único momento donde ambos interactúan porque Puccini escribe las emociones por separado. Lara Pinkerton convincente, poderoso, entregado, Díaz Butterfly arrebatadora con el esperado Un bel di vedremo que puso en pie al Campoamor porque no se puede hacer mejor, desde la «voz delgada cual hilo de humo» acompañada desde lejos (hay que leer a Stefano Russomano en el libreto) y la gradual ampliación sonora poniendo otro escalón en una cima de alturas musicales y sentimentales.

El efecto de la plataforma giratoria da la elipsis temporal, la orquesta de una sutileza deseada, Cio-Cio-San esperando tres años que cante el petirrojo, Suzuki desgarradoramente perfecta en su personaje, devoción, entrega y amor hecho canto con un impactante final de acto en todos los sentidos (que no quiero desvelar).

Devastadora escena entre escombros, ambiente incómodo y perturbador, la esperanza que nunca se pierde ni siquiera en los peores momentos, la aparición en escena del hijo (Rodrigo Méndez De la Fuente / Celia Gómez Arias) apabullante por su actuación madura, creíble, espontánea, engrandeciendo un acto lleno de dolor, espera y esperanza desde la atalaya con bandera americana hecha jirones, la actualidad que llega al corazón y siempre ¡LA VOZ! cual bálsamo emocional. Beatriz Díaz grande, evolución del personaje y de la cantante, poderosos graves, medios implacables e impecables, agudos sobrecogedores y sobre todo sus pianísimos que brillan y se escuchan en todos los rincones del teatro. La entrega de los sentimientos en cada nota, lágrimas no siempre contenidas en el público, flores invernales «sembrando otoño», Suzuki y Cio-Cio-San, dolor y amor, dualidad vital, final esperado, desesperado y deseado aunque de todos conocido. Goro, Pinkerton, Kate, las distancias infranqueables, el sacrificio y la muerte que trasciende para elevar triunfal esta Butterfly más viva que nunca.

Bacanal lírica

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Sábado 27 de abril, 20:00 horas. Conciertos del Auditorio, Oviedo. Ermonela Jaho (soprano), Benjamin Bernheim (tenor), Oviedo Filarmonía (OFil), Alain Guingal (director). Música de ópera francesa e italiana.

Crítica para La Nueva España del lunes 29 con los añadidos de links (siempre enriquecedores y a ser posibles con los mismos intérpretes en el caso de las obras), fotos propias y tipografía, cambiando muchos entrecomillados por cursiva que la prensa no suele admitir.

Saint-Saëns y la Bacanal de Sansón y Dalila fue premonitoria de una gala lírica que llenó el auditorio con abonados, habituales del Campoamor y seguidores venidos de toda España buscando la excelencia de dos figuras mundiales de actualidad: la soprano albanesa Ermonela Jaho y el tenor francés Benjamin Bernheim, arias y dúos conocidos de la ópera francesa e italiana donde ésta triunfó sobre la primera con una Oviedo Filarmonía pletórica bajo la batuta del director Alain Guingal.

Mucha expectación por escuchar a “La Jaho” que me defraudó aunque reconozca la entrega en cada papel, su presencia, la técnica e incluso el color vocal, así como la implicación en las obras elegidas, escenificando las heroínas operísticas que todos esperábamos. Pero cuando se abusa de recursos como el vibrato desmedido, los filatos y los portamentos hacia el agudo en todos los roles, dificilísimos por otra parte, rozando una afinación no del todo limpia, perdemos intensidad dramática y credibilidad, con ese amaneramiento que termina por pasar factura global en cuanto a calidad. No pareció estar cómoda ni en la Louise de Charpentier ni en la poco interpretada aria de Thais (Massenet) donde la bellísima y popular Meditación del concertino Mijlin eclipsó a la soprano en lirismo. La Manon francesa al menos dejó detalles a los que ayudó Bernheim (al que quiero dedicarle más espacio). Y la Adriana Lecouveur de Cilea volvió a dejarme con la miel en los labios, siendo más creíble su Mimí de La Bohème que cerraría el recital. Una voz la de Ermonela Jaho de colores desiguales que gana enteros en el medio y agudo, sobre todo en los fortísimos pero perdida en cuanto reitera los giros que dejan de sorprendernos a medida que avanzaba la gala. Al público le enamoran y aplaudió a rabiar, aunque reconocerle solo la técnica es poco para una estrella que triunfa en todo el mundo con su presencia escénica.

Asombroso Benjamin Bernheim desde la primera nota de su Fausto (Gounod), potencia, gusto en su línea de canto, robustez en la emisión y amplia gama dinámica que ayudaron a convertirlo en mi triunfador de la noche. Su Werther (Massenet) del “Pourquoi me réveiller” está a la altura de los mejores tenores actuales, el francés no lo nasaliza, es su lengua materna, el sonido es redondo, claro, y con Puccini Rodolfo brilló más que Mimí, si bien el empaste de ambas voces resultó ideal, debiendo “plegarse” a la soprano en los finales donde Bernheim siempre estuvo sobrado. Me puso la piel de gallina con “Che gelida manina” y los dúos con Jaho los ganó no ya por presencia o heroísmo sino por musicalidad.

La entrega de los dos cantantes fue completa, semiescenificando las entradas, puerta lateral incluida, usando la barandilla y la escalera; Guingal no bajó volúmenes en ningún momento por esa tentación sonora siempre inevitable ante la respuesta efectiva de la OFil que se lució desde la Bacanal y aún más con la obertura verdiana de La fuerza del destino, como si quisiera presagiar que el sino de la noche sería del tenor más que de la soprano. Puccini rey de la gala desde el Intermezzo de la otra Manon, Lescaut, hasta el final del primer acto de La Bohème que cerraría programa. El público quiere escuchar lo que conoce y Oviedo sabe mucho de la ópera italiana que ama sobre todas las demás.

Las propinas mantuvieron la línea de todos: orquesta madura y segura, Guingal pisando el acelerador dinámico aprovechando la potencia de las partituras, una impecable “furtiva lagrima” del elisir donizzetiano con un Nemorino Berheim rozando la emoción máxima; “O mio babbino caro” algo descafeinado para Lauretta Jaho, acelerado y poco convincente canto a “papaíto” como creo sintió la propia albanesa, que a continuación siguió con Puccini para transformarse en la Tosca de “Vissi d’arte”, más apropiado a su voz dramática quitando algo del mal sabor de boca, para brindar finalmente como Violetta con Alfredo Berheim en La Traviata verdiana que tantos éxitos le ha dado, alzando la copa por el tenor francés que triunfó en Oviedo.

Concierto para aficionados a la ópera y seguidores de figuras con renombre, congratulándome de la gran orquesta que es ya la OFil, sobremanera en el “repertorio de foso” que se ilumina sobre el escenario.

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