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Barroco de Sevilla a Granada

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Miércoles 9 de julio, 21:00 horas. Iglesia del Monasterio de La Cartuja: Orquesta Barroca de Sevilla, Aurora Peña (soprano), Ignacio Ramal (violín y dirección). Obras de Handel, Ferrandini, Juan-Alfonso García y Vivaldi. Fotos ©Fermín Rodríguez.

Volvía en este vigésimo primer día de mi festival a la bellísima iglesia barroca del Monasterio de La Cartuja granadina con un música de la misma época llegado desde Sevilla plenamente universal ¡y actual!, donde no faltó el homenaje a Juan-Alfonso García y una acústica con reverberación ideal para las obra instrumentales aunque no tan buena para la voz, sumándole un calor que nunca es bueno para los músicos. La web lo presentaba así:

Barrocos con García
La Orquesta Barroca de Sevilla es uno de los más importantes conjuntos españoles dedicados a música del período preclásico, pero este año se acerca al Festival para participar en el homenaje a Juan-Alfonso García en el décimo aniversario de su muerte. Lo hace con un programa en el que participa la soprano Aurora Peña y que tiene como centro el Tríptico del compositor extremeño-granadino, que condiciona el resto del recital con dos obras instrumentales especialmente célebres y otras dos piezas vocales también conocidas: primero, un lamento escrito por Ferrandini sobre la imagen de María ante el Santo Sepulcro (una obra que fue atribuida a Handel); después, un virtuosístico motete de Vivaldi, auténtica oración penitencial que refleja el temor a la justa ira de Dios y la esperanza en su misericordia.

La Orquesta Barroca de Sevilla (OBS) comandada por Ignacio Ramal (de quien la revista Codalario tiene como protagonista del mes en una amplia y documentada entrevista de mi querido Mario Guada) sonó perfecta de afinación (pese al calor cartujeño), empastada, con excelentes balances, «históricamente informada» y con una plantilla de cuerda donde alternaban clave y órgano, dando un sonido consistente que en este recinto es el ideal.

Iré intercalando en mis comentarios las notas al programa de Pablo J. Vayón: que titula Misterios barrocos. Así el concierto comenzaba con Handel (Haendel o Händel) y su Concerto grosso en si bemol mayor, op. 6 nº 7, en tres movimientos (Largo – Allegro – Largo – Andante – Hornpipe).

En el otoño de 1739, Handel dedicó unas semanas intensas a la composición de una serie de obras instrumentales concebidas para su siguiente temporada de conciertos en el Lincoln’s Inn Fields de Londres, donde alternaba óperas y oratorios. Para ello recurrió al modelo del concerto grosso que había consagrado Corelli, pero lo reformuló con mayor libertad estructural y una expresividad más variada. Así surgieron los doce conciertos del opus 6, entre los cuales el nº 7 destaca por su estructura en cinco movimientos, que alternan tiempos lentos y rápidos, y culmina con un Hornpipe brillante, adaptación de una danza de Georg Muffat.

La alternancia de tiempos, ritmos y contrastes desde una tímbrica compacta y los balances permitiéndonos escuchar todo lo escrito por el compositor de Halle nacionalizado inglés y enterrado en Westminster Abbey, quedó reflejada en esta primera obra antes de proseguir, ya con la soprano Aurora Peña (Valencia, 1990) en Il pianto di Maria, una Cantata sacra da cantarsi dinanzi al Santo Sepolcro del veneciano Giovanni Battista Ferrandini, de quien mi tocayo sevillano escribe:

Durante mucho tiempo se creyó que la cantata Il pianto di Maria era obra de Handel, pero hoy se acepta con firmeza que fue compuesta hacia 1735 por Giovanni Battista Ferrandini, músico veneciano que desarrolló buena parte de su carrera en la corte bávara de Múnich, donde también murió. La obra, destinada a ser cantada «dinanzi al Santo Sepolcro», está escrita para soprano solista y cuerdas, y se estructura en cinco recitativos y cuatro arias. Presenta varias singularidades: sólo el primero y el tercero de los recitativos son seccos, esto es, con bajo continuo, mientras que los demás son recitativos acompañados, con intervención de la orquesta. El último de ellos, que describe el temblor de la tierra, alcanza un dramatismo inusitado. En el aria «Sventurati miei sospiri», las dos secciones de violines se dividen, generando cuatro partes independientes que crean una textura inesperadamente rica. El lenguaje armónico de Ferrandini, contenido y emocional, convierte esta cantata en una de las más conmovedoras expresiones del barroco devocional.

Comentaba la acústica poco ideal para la voz, pero la soprano valenciana brillaría en cada uno de los recitativos y arias de esta cantata, que por momentos me recordaba a Pergolessi. El acompañamiento del orgánico ayudaba a dar y resaltar toda la expresividad de este «llanto de María» en italiano, que Aurora Peña iría desgranando con agilidades claras (aunque tan solo percibía las vocales), ese penar de la Madre de Dios de aires claramente italianos (pese a la atribución inicial que bien explica Vayón) que le va muy bien a las características y estilo de la valenciana.

La OBS proseguiría con la misma sonoridad rotunda, matizada, precisa y atemporal porque la calidad no entiende de distintas interpretaciones, el bellísimo Tríptico (1990) del «recuperado» y merecidamente homenajeado diez años después de su muerte Juan-Alfonso García (del que he vuelto a visitar su exposición en la Casa de Los Tiros y prometo dedicarle una entrada en mi vuelta a Asturias). De esta joya escribe mi tocayo sevillano:

El programa nos conduce a continuación al Tríptico (1990) de Juan-Alfonso García. Compuesta para la Orquesta de Cámara de Granada, esta obra se construye a partir de materiales anteriores reelaborados con un lenguaje personal que combina sobriedad, lirismo y profundidad expresiva. La primera sección es una reelaboración orquestal de una pieza organística previa basada en la célebre canción renacentista De los álamos vengo, madre; la tercera también procede de una obra anterior para órgano, mientras que la sección central enlaza dos citas significativas: un fragmento del Concierto para clave de Manuel de Falla y el Villancico del rey negro de Valentín Ruiz Aznar, maestro y referente del compositor. «Pertenezco a esta estirpe. Valoro mis raíces. Las reconozco. Soy árbol plantado a orilla de esta corriente», escribió García, reivindicando su lugar en una tradición musical viva y profundamente enraizada.

La OBS con Ignacio Ramal demostró la versatilidad y calidad para interpretar esta obra del «homenajeado» para orquesta de cuerda, donde disfrutar del lenguaje sobrio del organista de la Catedral de Granada utilizando unos motivos reconocibles y reelaborados con la maestría de quien conocía y reconocía nuestra herencia musical para traerla a nuestro tiempo ¡35 años después!, y mantenerla de plena actualidad. Una interpretación impecable con una formación (dejo más abajo la plantilla) ideal que esta orquesta barroca actualizó con la sonoridad perfecta y un entendimiento fruto de un impecable y arduo trabajo por parte de todos.

El plato fuerte para cerrar el recital sería Il Prete Rosso, primero su Sinfonia en si menor «Al Santo Sepolcro» que firmaría cualquier otro grupo «especialista» y parece que no valoramos lo que tenemos tan cerca. Dos movimientos (Adagio molto – Allegro ma poco) que Vayón describe y que la OBS enlazó con un «interludio» incorporándose al clave perlado de Alejandro Casal:

El programa regresa al Barroco veneciano con la Sinfonia al Santo Sepolcro de Vivaldi, un concerto ripieno concebido para la liturgia de Semana Santa. Se trata de una obra breve, de escritura contrapuntística densa y sorprendentemente cromática, que incluye una brillante doble fuga. Sirve esta sinfonía como introducción al motete In furore iustissimae irae, compuesto durante una estancia del autor en Roma en la década de 1720. La obra adopta la forma típica que Vivaldi dio a sus motetes: dos arias contrastantes separadas por un recitativo y un Aleluya final marcado por un virtuosismo vocal exuberante. La primera aria traduce la ira divina en un acompañamiento en unísonos violentos con marcados descensos cromáticos; la segunda, en contraste, es serena y doliente, casi un lamento, que se funde con naturalidad en el tono devocional y expresivo que recorre todo el programa.

El lenguaje vivaldiano está claro, con pasajes que nos recuerdan el verano de sus cuatro estaciones o el otoño en el último motete, de cromatismos y armonías semejantes con una orquesta especialista demostrando el por qué lleva años entre las orquestas históricamente informadas y sin complejos interpretativos.

La soprano Aurora Peña mostró unas agilidades claras, emisión perfecta, expresión adecuada, poderosa en su primer aria «In fuore iustissimae irae», un fraseado decitativo «Miserationum Pater piissime», jugando con los matices en el aria «Tunc meus fletus» y finalizar un conjunto con el Alleluia de recogijo para un público que llenó la iglesia del Monasterio de La Cartuja y aplaudió un recital de Misterios barrocos descifrados en este vigésimo día de Festival que ya encara la recta final hasta el domingo, con una propina que nos devolvía a Handel: Tu del ciel ministro eletto, de «Il trionfo del Tempo e del Disinganno» HWV 46a.

INTÉRPRETES:

Orquesta Barroca de Sevilla
Aurora Peña, soprano
Ignacio Ramal, violín y dirección

VIOLINES PRIMEROS:

Ignacio Ramal (concertino) – Ignacio Ábalos – Pablo Prieto – Raquel Batalloso

VIOLINES SEGUNDOS:

Miguel Romero – Fumiko Morie – Elvira Martínez – Andrés Murillo

VIOLAS:

José Manuel Navarro – Carmen Moreno

VIOLONCHELO:

Mercedes Ruiz

CONTRABAJO:

Ventura Rico

CLAVE Y ÓRGANO:

Alejandro Casal

PROGRAMA:

In memoriam

George Frideric Handel (1685-1753)

Concerto grosso en si bemol mayor, op. 6 nº 7, HWV 325

Largo – Allegro – Largo – Andante – Hornpipe

Giovanni Battista Ferrandini (c. 1710-1791)

Il pianto di Maria (Cantata sacra da cantarsi dinanzi al Santo Sepolcro):

Recitativo «Giunta l’ora fatal nel ciel prescritta»

Cavatina «Se d’un Dio fui fatta Madre»

Recitativo «Ahí, me infelice!»

Cavatina da capo «Se d’un Dio fui fatta Madre»

Recitativo «Ahimè ch’Egli già esclama ad alta voce»

Aria «Sventurati miei sospiri»

Recitativo «Sì disse la gran Madre»

Aria «Pari all’amore inmenso»

Recitativo «Or se per grande orror tremò la terra»

Juan-Alfonso García (1935-2015)

Tríptico (1990)

Antonio Vivaldi (1678-1741)

Sinfonia en si menor «Al Santo Sepolcro», RV 169:

Adagio molto – Allegro ma poco

In furore iustissimae irae (Motteto a canto solo con stromenti), RV 626:

Aria «In fuore iustissimae irae»

Recitativo «Miserationum Pater piissime»

Aria «Tunc meus fletus»

Alleluia

Homenajes corales

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74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (día 11 a). Conciertos matinales.

Domingo 29 de junio, 12:30 horas. Monasterio de San Jerónimo, Academia Barroca del Festival de Granada, Carlos Mena (dirección musical). Spiralem tempore: Obras de A. Scarlatti y José García Román. Concierto en conmemoración del 300 aniversario de la muerte de Alessandro Scarlatti. Fotos propias y ©Fermín Rodríguez.

Los días pasan muy rápido pero el festival no se detiene y así llegaba otro doblete de finde en la celebración de la onomástica de los santos Pedro y Pablo, todo un regalo que la mañana me reencontraba de nuevo con la Academia Barroca del festival este año dirigida por Carlos Mena (Vitoria, 1971). Loable su trabajo con una agenda al completo y que no defraudó con sus alumnos en un programa que además de conmemorar los 300 años de la muerte de Alessandro Scarlatti (Palermo, 1660 – Nápoles, 1725) nos daba la oportunidad de compartir su música con la del maestro granadino José García Román (Las Gabias, 1945), presente en el monasterio, en esta edición donde la llamada «Nueva Música de Granada» está poniendo en valor -aunque no me gustan las frases hechas- una generación de compositores de nuestro tiempo como Juan-Alfonso García, por lo que mejor homenajes en vida escuchando tanta música aún por descubrir.

Así figuraba la presentación en la web de esta matinal de domingo en mi undécimo día de festival:

Un proyecto consolidado
La sexta convocatoria de la Academia Barroca, puesta una vez más bajo los auspicios del gran contratenor y director Carlos Mena, culminará este año con un concierto en el que se celebra el aniversario de la muerte de Alessandro Scarlatti hace 300 años. Scarlatti fue figura esencial de la Europa de principios del siglo XVIII con una música que marcó la historia tanto de la ópera como de la música sacra, hasta el punto de que muchos le atribuyen si no el invento sí la consolidación del aria da capo. Además, obras religiosas del granadino José García Román, cuyas creaciones actuales conectan tradición y modernidad. Una ocasión única para disfrutar de dos universos musicales separados por siglos de distancia, pero unidos por su profundidad y riqueza expresiva.

Diez voces que sobre el papel parecían descompensadas (dejo al final de la entrada la plantilla con sus nombres): cuatro sopranos, dos altos (uno de ellos contratenor), dos tenores y dos bajos que sonaron afinadas, empastadas, ricas en los matices en las obras del ítalo-español (con el sustento de mi paisano Daniel Zapico a la tiorba y del granadino, afincado en Ginebra, Darío Tamayo alternando clave y órgano  reforzando y completando las armonías), pero brillando «a capella» en los tres estrenos del granadino ubicándose en las escaleras del altar con una mejor resonancia y acústica que en el crucero, y así poder apreciar la calidad de unas voces jóvenes y talentosas en todas las cuerdas (alguna ya conocida en Asturias) siempre atentas al magisterio de un Carlos Mena que incluso participaría como solista en el Miserere o en el «inicipit» del Magnificat donde además «empujó» un tutti victorioso y más que suficiente en todos los sentidos.

Las notas al programa de mi tocayo sevillano Pablo J. Vayón explican muy bien este concierto que ponía fin a una semana de intenso trabajo por parte de una academia barroca del festival que tantas alegrías nos está dando estos años, analizando las obras de dos compositores unidos en San Jerónimo con la presencia del propio García Román:

Scarlatti y García Román: tres siglos en diálogo

Alessandro Scarlatti fue figura esencial en la evolución del Barroco italiano de entre siglos. Nacido en Palermo y formado en Roma desde los 12 años, desarrolló su carrera entre la capital pontificia y Nápoles, con estancias intermitentes en Florencia y Venecia. Aunque más conocido por su ingente producción operística, su música sacra refleja tanto su maestría contrapuntística como una sensibilidad estética profundamente personal. Muchas de sus obras religiosas fueron compuestas durante sus años en Roma, donde trabajó al servicio de cardenales como Ottoboni y Colonna, así como en Nápoles, donde ocupó el cargo de maestro de capilla en la corte virreinal. Son piezas de extraordinaria variedad que muestran una síntesis admirable entre la tradición polifónica romana y el nuevo estilo dramático del Barroco tardío.

En la biblioteca musical de Pietro Ottoboni se preservó un Salve Regina a 4 voces fechado en febrero de 1703 en que se combina el antiguo estilo palestriniano con audaces disonancias de carácter retórico. En el Dixit Dominus a cinco voces (SSATB) y acompañamiento de órgano llama la atención la entrada en canon (muy ornamentada) de las voces. La pieza, sin datar, se divide en seis números y, además de combinar imitación con homofonía, destaca por su notable complejidad rítmica.

El Miserere a doble coro fue interpretado en la Capilla Sixtina el Jueves Santo de 1708, aunque algunos estudios sugieren que podría tratarse de la obra que el compositor escribió ya en 1680 para sustituir el célebre Miserere de Gregorio Allegri. Scarlatti adopta los mismos principios formales que su antecesor: alternancia entre un coro a cuatro voces y otro a cinco, uso del estilo alternatim con los versos pares entonados en canto llano, y empleo del fabordón, una sencilla técnica de armonización. Sin embargo, frente a la sobriedad del modelo, Scarlatti introduce una mayor variedad en las secciones libres, con armonías más elaboradas y un tratamiento expresivo de las disonancias, que realzan términos clave del salmo y dotan a la obra de una intensidad emocional más acusada.

Aunque se desconoce el lugar y la fecha exacta de composición de este Magnificat (en todo caso, parece ser anterior a 1714), la obra revela un notable cuidado en la expresión musical del texto mariano. Escrita para cinco voces y bajo continuo, se articula en varias secciones diferenciadas, tanto en tonalidad como en estilo. Scarlatti no se limita a ilustrar el texto, sino que lo amplifica retóricamente: el ritmo danzante de «exsultavit spiritus meus», los arpegios descendentes en «et exaltavit» o las disonancias cuidadosamente colocadas en palabras como «humiles» o «misericordiae suae» dan cuenta de su sensibilidad dramática y su fino dominio del contrapunto.

Sin comentar cada obra del padre de Domenico, esta academia granadina consiguió combinarse a cuatro voces en el Salve Regina (con tiorba y teclados), a cinco en el Dixit Dominus, cuyos cambios de tempo y articulación Tamayo pasaba del órgano positivo al clave enriqueciendo una tímbrica especial, otro tanto en el Miserere a doble coro, reubicándose  las cuerdas repartidas en cinco a izquierda y derecha, con dos buenas sopranos solistas -no puedo distinguir sus nombres- y homogeneidad de color en la alternancia de las estrofas y empaste total, con excelentes dinámicas en los conjuntos.

En el Magnificat final si cerrábamos los ojos y escuchábamos un coro de cámara más el continuo, al abrirlos parecía imposible la pequeña plantilla, con balances extremos desde un sonido compacto. Otro solo en el Gloria (a cargo de la alto Paula García Mendoza) y destacar los enlaces para pasar de García Román a Scarlatti  ornamentando y llenando el tránsito del altar al crucero, primero de Daniel Zapico (antes del Miserere), ornamentando siempre «cantando» en unos punteos cristalinos y presentes, siendo todo un seguro en el continuo, después con Darío Tamayo previo al Dixit desde el órgano (eligiendo los registros y volúmenes apropiados) y al clave antes del Magnificat, perlado, utilizando graves y agudos con la portentosa sonoridad del crucero, para proseguir con unos saltos cronológicos pero unificados en intención, emoción, fraseos textos religiosos en latín.

Poder asistir a estrenos suponte un regalo impagable para los melómanos. Retomo las notas de Pablo J. Vayón sobre las tres obras de García Román pertenecientes a su Parva opera (de los años 2014 y 2016):

En el tercer centenario de la muerte de Scarlatti su música entrará en diálogo con la de José García Román, en concreto con tres piezas de su ciclo Parva opera, iniciado en 2014, y que escucharán por vez primera en este concierto. Se trata de breves meditaciones musicales sobre máximas éticas y filosóficas tomadas de autores de la Antigüedad, como Persio Flaco, Lucio Floro o Juvenal. Con una escritura austera y atonal, pero cargada de intención expresiva, el compositor busca devolver actualidad a estos aforismos latinos, realzando su tensión interior a través de disonancias, silencios y texturas depuradas. Más que ilustrar los textos, la música los atraviesa, los suspende o los deja vibrar en la resonancia coral, como si se tratara de fragmentos de sabiduría antigua que siguen interrogando al presente.

Meditar con el canto «a capella» supuso un descubrimiento auditivo y sensorial por la escritura tan actual, que seguramente tomarán nota otros coros jóvenes dentro y fuera de nuestras fronteras, y nada mejor que la expresión de mi tocayo sevillano: «Más que ilustrar los textos, la música los atraviesa», proyección vocal sublime de las diez voces, frescas, seguras, compensadas, capaces de interpretar, guiadas por el vitoriano, a dos compositores tan distintos y distantes en el tiempo pero tan cercanos en la espiritualidad y buen gusto compositivo.

PROGRAMA:

Spiralem tempore

Alessandro Scarlatti (1660-1725):

Salve Regina, en re menor (a cuatro voces, 1703).

José García Román (1945):

Scire tuum nihil es…?, nº VI de Parva opera (para coro mixto. 2016) *

Alessandro Scarlatti:

Dixit Dominus (a cinco voces y continuo, s.d.)

José García Román:

Eam vir sanctus, nº I de Parva opera (2014) *

Alessandro Scarlatti:

Miserere (a doble coro, s.d.)

José García Román:

Vitam impendere vero, nº IV de Parva opera (2014) *

Alessandro Scarlatti:

Magnificat (a cinco voces y bajo continuo, s.d.)

INTÉRPRETES:

Academia Barroca del Festival de Granada

Darío Tamayo, órgano positivo y clave

Daniel Zapico, tiorba

Carlos Mena, dirección musical

SOPRANOS:

Carmen Callejas García – Andrea Ceballos Martín – Luna Celemín Trevín – Laura Rivas Pérez

ALTOS:

Paula García Mendoza – Alejandro López Ramiro

TENORES:

Íñigo Fernández Elorriaga – Raúl Jiménez Medina

BAJOS:

Imanol Gamboa Eguia – Jorge Trillo Valeiro

* Estreno absoluto

Concierto en conmemoración del 300 aniversario de la muerte de Alessandro Scarlatti

Clave fabricado en 1982 por Willard Martin en Bethlehem, Pennsylvania, según un original de Nicolas Blanchet.

Arranca triste abril

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Martes 1 de abril, 19:30 horas. Auditorio de Oviedo, Sala de cámara, XII Primavera Barroca: La Guirlande, Alberto Miguélez Rouco (alto), Luis Martínez Pueyo (traverso y dirección). Pastor amoroso: obras de Hernández Illana, Oliver Astorga y Pérez de Camino.

Tras un minuto de silencio honrando a las víctimas de la última tragedia minera proseguía esta «Primavera Barroca» ovetense con otra excelente entrada en la siempre ideal por acústica y aforo sala de cámara, para un concierto  que Pablo J. Vayón titula en sus notas «Cantadas y sonadas» (que dejo al final íntegras) a cargo del grupo La Guirlande que dirige el flautista Luis Martínez Pueyo (Zaragoza, 1988) y con el contratenor alto Alberto Miguélez Rouco (La Coruña, 1994), artista residente esta temporada del CNDM (coproductor junto a la FMC del Ayuntamiento de Oviedo del ciclo), que prosigue su tarea de recuperar y estrenar en nuestros tiempos obras que gracias a la labor impagable de los musicólogos Raúl Angulo y Antoni Pons (Ars Hispana) podemos escuchar tras años de dormir un silencio injusto y con formaciones nuestras que ayudan a difundir este repertorio plenamente exportable más allá de nuestras fronteras, caso de los intérpretes de este arranque abrileño. Destacable también la continuidad de las conferencias previas al concierto (organizadas por los conservatorios de Oviedo y la Universidad) para un alumnado que además de formarse ya es parte importante de un amplio público aficionado a este periodo de la historia de la música que continúa joven.

Como bien escribe mi tocayo sevillano: «La cantada —españolización del italiano cantata— nació de la evolución del villancico como la forma dominante de la música paralitúrgica en la tradición hispana. En un proceso que venía del siglo anterior, en el XVIII la italianización de la música en los templos españoles se aceleró: así, junto a las formas autóctonas, típicas de los villancicos, con estribillos y coplas a la cabeza, se añadieron recitados y arias; a la vez, la instrumentación cambió, adoptándose, no sin resistencias, los modernos violines, oboes, flautas y trompas».

Francisco HERNÁNDEZ ILLANA (ca. 1700-1780), natural de Alcira, fue maestro de capilla en la catedral de Burgos durante más de cuarenta años (de 1729 hasta su muerte), y ahí fueron concebidas las dos cantadas que abrían y cerraban el concierto. Antes había ocupado el mismo cargo en Astorga, pasando también por el Colegio del Patriarca de Valencia, en el que se han conservado un conjunto de nueve recercadas instrumentales salidas de su mano, una de las cuales se pudo escuchar tras la primera cantada. Con No más mundo, mi Dios, cantada al Santísimo (1768) y el grupo al completo ya escuchamos a Miguélez Rouco, aún «frío» pero con ese registro característico de alto más «natural» y buen alumno de Jaroussky. Bien el recitado con el aria algo tensa y el orgánico tapándole por momentos, sobre todo en las agilidades. En la Recercada a tres sobre el ‘Pange lingua’ se prescindió del traverso para un conjunto instrumental siempre cuidando la afinación correcta e intervenciones de unos músicos que mostraron buen entendimiento, una sonoridad compacta y el dominio de este estilo.

Permutando el traverso por un violín, más tiorba por guitarra (la única utilizada) disfrutamos a continuación de la Sonata en trío nº 3 en re mayor del yeclano Juan OLIVER ASTORGA (1733-1830), publicada en Londres en fecha indeterminada (quizás 1769) cuando el compositor triunfaba en la capital británica como virtuoso del violín, una obra como tantas suyas dedicadas al conde de Abingdon, su patrón inglés, escrita en tres tiempos y en el llamado «estilo galante» antes de su regreso a España, donde ingresaría como violinista en la Real Capilla. Impecable de tímbricas con una guitarra barroca dando mucho juego tanto en los excelentes punteos como en las rítmicas, el clave ornamentando con delicadeza, un cello bien ensamblado con traverso y violín en el mismo lenguaje del grupo, que en esta combinación nos brindaron una luminosa interpretación donde escuchar a cada uno con la presencia indicada.

El tercer compositor de la tarde sería un discípulo de Yllana, el burgalés Diego PÉREZ DE CAMINO (1738-1796), que trabajó como maestro de capilla en Santo Domingo de la Calzada y en Calahorra dejando una vasta producción con más de cuatrocientas obras, religiosas sobre todo como Aleph. Ego vir videns, lamentación del Jueves Santo, y la cantada El pastor amoroso, clara diseminación del estilo italiano en centros alejados de la corte en la segunda mitad del siglo XVIII. Con ellas volvía Miguélez Rouco más entonado, en tesitura más adecuada, buena dicción, expresividad y mando para el entendimiento con un ensamble sin el traverso y retomando la tiorba, muy matizada por todos con unos cambios de tiempo encajados, las agilidades sin apuros pero especialmente el momento con los dos violines pp en pizzicato casi rezando con el contratenor, realzando un texto al que la música del castellano elevó como debe ser en estas lamentaciones con un profundo y hondo «Jerusalem» cantado con el ropaje de toda la cuerda.

En El pastor amoroso, cantada al Santísimo, se reincorporaría al orgánico el traverso, aportando ese aire  de égloga pastoril que completa el recitado y enriquece un aria donde Alberto Miguélez estuvo muy cómodo, con una proyección suficiente y el ensamble más «comedido» en dinámicas sin perder nunca estas formas españolas que se acercaban a la llamada música teatral que Benito Jerónimo Feijóo (1676-1764) tan unido a Oviedo ya aludía en 1726: «Las cantadas, que aora se oyen en las iglesias, son, en quanto a la forma, las mismas que resuenan en las tablas. Todas se componen de menuetes, recitados, arietas, alegros, y á lo vltimo se pone aquello que llaman grave, pero de esso muy poco, porque no fastidie» como bien recoge Vayón.

Y para cerrar otra cantada al Santísimo de Hernández Illana, Qué es esto, amor (1775), feliz recuperación de páginas donde todos redondearon una interpretación canónica tanto en el Recitado como en el Area (Vivo), la teatralidad que citaba el padre Feijóo y que analiza el musicólogo sevillano:

«Ese Grave con el que se cerraban las cantadas españolas por entonces distaba mucho de ser universal, pues hay cantidad de obras en que no figura e incluso en esas primeras décadas de la centuria podían escucharse cantadas ya solo con recitados y arias. En un proceso de secularización de ámbito europeo, el género entraría definitivamente en crisis cuando en 1750 Fernando VI prohibió la interpretación de villancicos y cantadas en la corte. Aun así, en muchos lugares continuaron componiéndose, abandonando por norma, eso sí, la complejidad formal de principios de siglo para reducirse a un recitado seguido de un aria».

De regalo una bella página italiana por parte de todos, corroborando las sensaciones de Miguélez Rouco  que irá ganando aún más cuerpo con los años y La Guirlande bien llevada por Martínez Pueyo, siempre magistral con el traverso y la buena elección de unos músicos excelentes, para rematar una sentida y triste velada en el inicio de abril.

LA GUIRLANDE:

Jesús Merino, Andrés Murillo (violines) – Hyngun Cho (chelo) – Ignacio Laguna (tiorba y guitarra barroca) – Jonathan Álvarez (contrabajo) – Joan Boronat (clave).

Luis Martínez Pueyo (traverso y dirección).

PROGRAMA:

Francisco HERNÁNDEZ ILLANA (ca. 1700-1780):

No más mundo, mi Dios, cantada al Santísimo * (1768)

I. Recitado – II. Area

Recercada a tres sobre el ‘Pange lingua’

Juan OLIVER ASTORGA (1733-1830):

Sonata en trío nº 3 en re mayor

I. Allegro – II. Adagio – III. Allegro

Diego PÉREZ DE CAMINO (1738-1796):
Aleph. Ego vir videns, lamentación 3ª del Jueves Santo *

F. HERNÁNDEZ ILLANA:

Recercada a tres

D. PÉREZ DE CAMINO:

El pastor amoroso, cantada sola al Santísimo (versión con traverso) *

I. Recitado – II. Area (Despacio amoroso)

F. HERNÁNDEZ ILLANA:

Qué es esto, amor, cantada al Santísimo * (1775):

I. Recitado – II. Area (Vivo)

* Recuperación histórica, estreno en tiempos modernos

Celebrando a Bach con Prego

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Jueves 21 de marzo, 20:00 horas. Oviedo, Sala de cámara del Auditorio Príncipe Felipe: XI Primavera Barroca (CNDM, Fundación Municipal de Cultura). ‘Día Europeo de la Música Antigua’: Ignacio Prego (clave), Las suites franceses de Johann Sebastian Bach. Obras de Bach, Purcell y Froberger.

El Día Europeo de la Música Antigua toma la fecha del nacimiento del padre de todas las músicas según el calendario juliano, pues los alemanes aún no habían adoptado nuestro calendario gregoriano. Y realmente «dios Bach» podríamos celebrarlo cada día del año pues su música empapa de sentimiento y profundidad al público y a los intérpretes. Como si el auditorio hubiese quedado impregnado del espíritu de «Mein Gott» desde el lunes, Ignacio Prego celebraba con todos este «cumple Bach» con una sala de cámara repleta para este ciclo barroco que sigue triunfando aunque coincidiese con el concierto de Abraham Cupeiro y la OFil en el Campoamor.

El programa elegido por el clavecinista madrileño no defraudó al interpretar las tres últimas Suites francesas de Bach intercalando a Froberger y Purcell (de quien también fue la propina dedicada al siempre irreemplazable Eduardo Torrico). Y si Prego es elegancia, madurez, poso interpretativo con una técnica precisa y preciosa, su clave de 2016 (copia de un Ruckers Colmar holandés de 1624), fabricado en Sabiñán -comarca de Calatayud, Zaragoza- por Tito Grijnen, compartió éxito por sus agudos brillantes, sonoridad clara, limpia, graves rotundos, resonancia redonda y unos registros que Ignacio Prego exprime al detalle, pero también su bellísima decoración, por lo que el público acudió al finalizar el concierto a «adorar» esta joya que ya disfruté el verano pasado en Granada en una «sana competición tímbrica» precisamente con la música del «Mein Gott».

Las notas al programa que firma mi admirado Pablo J. Vayón nos cuentan el origen de las conocidas como suites francesas como material didáctico, la evolución y gestación como kapelmesiter en la feliz corte del príncipe Leopoldo de Anhalt-Köthen, pero también los «compañeros de este cumpleaños» aunque el kantor fusione como escribe M. Bukofzer en Music in the Baroque Era (1947) en estas suites las influencias francesa y alemana, creando un estilo propio y personal llegando a afirmar que en esta música para clave “evitó el riesgo de sucumbir a las poderosas influencias italiana y francesa al asimilarlas con su tradición polifónica alemana”.

La Suite nº1 de Purcell o la Partita nº 2 de Froberger tienen personalidad propia manteniendo los aires danzantes pero con las señas de identidad del primer barroco tanto inglés como alemán. Prego supo jugar con los distintos ritmos, compases, tonalidades y sonido (el recuerdo del laúd estaba claro) de ambos, con ornamentaciones delicadas, trinos naturales, fraseos cristalinos y el despliegue técnico al que nos tiene acostumbrados el madrileño.

Pero Bach es único, irrepetible, mágico, inimitable, dominador de las tonalidades que ayudará a asentar, dotándolas de lo que la modalidad heredada hasta el Renacimiento parecía reducir a solo dos en el Barroco. La escritura perfecta y por momentos sorpresiva de «dios Bach» marca diferencias. Ignacio Prego comenzó con la Suite nº 4 en mi bemol mayor, BWV 815, siete danzas bien contrastadas en un «barroco de libro»: poso en las lentas, ligereza en las rápidas y siempre moldeando el sonido con el respeto a lo escrito para no perdernos nada.

En el centro la nº 6 en mi mayor, BWV 817, comenzando con el preludio (BWV 854) añadido en la copia de Henrich Nikolaus Gerber, alumno de Bach (como escribe mi tocayo sevillano), recuperándolo para las suites, todas partiendo de las cuatro danzas de la ‘suite clásica’ (allemande, courante, sarabande y gigue, así en francés) y añadiendo los números libres como las gavotte, bourré o menuett. El genio de Eisenach asombra en esta última de sus «francesas» y Prego exprimió las ocho danzas con un derroche de virtuosismo y madurez, la que le ha colocado entre los grandes clavecinistas que España está dando (recordé a Leonhardt en este Auditorio allá en 2011, memoria viva desde la desconocida minoría que el tiempo al fin les reconoció) impresionando el sonido que le saca al Crijnen.

El cierre del concierto sería con la luminosa quinta (me reafirmo «no hay quinta mala») Suite francesa nº 5 en sol mayor, BWV 816, el mejor resumen a cómo entiende Ignacio Prego estas suites: el orden dentro del programa, la Allemande abriendo los sentidos, una Courante ágil, la Sarabande profunda, una Gavotte marcial y cortesana, seguida por la Bourrée cristalina en los trinos y mordentes, prodigio barroco nada recargado, una Loure con poso sonoro de fraseos largos, para rematar con la Gigue de «tresillos» saltarines, conociendo los «afectos» en todas ellas escondidos para transmitir toda la emoción a un público entregado a «El arte del clave», la mejor forma de celebrar el día de la llamada música antigua pero siempre moderna y actual que sigue con un público fiel en Oviedo.

Con Torrico siempre en la memoria, el regalo del Ground en do menor Z. 221 de Purcell, cual profeta bachiano en el clave regio por el apóstol madrileño que volvió a triunfar.

PROGRAMA:

Johann Sebastian BACH (1685-1750)

Suite francesa nº 4 en mi bemol mayor, BWV 815 (1722-1725?)

I. Allemande – II. Courante – III. Sarabande – IV. Gavotte – V. Air – VI. Menuet – VII. Gigue

Henry PURCELL (1659-1695)

Suite nº 1 en sol mayor, Z 660 (1692)

I. Prelude – II. Almand – III. Corant – IV. Minuet

J. S. BACH

Suite francesa nº 6 en mi mayor, BWV 817 (1722-1725?)

I. Prélude – II. Allemande – III. Courante – IV. Sarabande – V. Gavotte – VI. Menuet polonais – VII. Bourrée – VIII. Gigue

Johann Jakob FROBERGER (1616-1667)

Partita nº 2 en re menor, FbWV 602

I. Allemanda – II. Courant – III. Sarabanda – IV. Gigue

J. S. BACH

Suite francesa nº 5 en sol mayor, BWV 816 (ca. 1722)

I. Allemande – II. Courante – III. Sarabande – IV. Gavotte – V. Bourrée – VI. Loure – VII. Gigue

Llegó la primavera… renacentista

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Miércoles 6 de marzo, 20:00 horas. Oviedo, Sala de cámara del Auditorio Príncipe Felipe: XI Primavera Barroca (CNDM, Fundación Municipal de Cultura). ARMONÍA CONCERTADA: The Josquin songbook. Música para dos voces y vihuela. Obras de Vásquez, Willaert, ArcadeltJosquin y otros.

Ya son once ediciones de esta más que asentada «Primavera Barroca» ovetense, aunque llegue con los fríos invernales, siempre contando con el CNDM dentro de su ciclo «Circuitos», con un público fiel que responde casi en masa en una sala ideal por tamaño y acústica. El primero de los seis conciertos programados contó además en paralelo con su respectiva conferencia previa por parte de los intérpretes en colaboración con el CONSMUPA y la Universidad de Oviedo.

Para este primer evento en este frío invernal de marzo, llegaban a Oviedo estos músicos argentinos a quienes escuché en Granada el pasado Festival pero sólo a dúo, debiéndose sumar en Oviedo el tenor, que por problemas de «disfonía parcial» nos privaron de un programa en torno a Josquin «el Divino» del que Pablo J. Vayón titulaba en sus notas ‘Josquin de bolsillo’ (también sonará si nada lo impide en León), correspondiendo al vihuelista afincado en Sevilla Ariel Abramovich la charla previa de las 18:00 horas, mientras en el concierto el cambio de planes trajo dos bloques con todo el peso en la soprano María Cristina Kiehr con la vihuela, lo que resultó más «monotonía acompañada» que la esperada «mezcla de rigor e imaginación» que nos vendería el instrumentista presentando cada obra del nuevo programa, algo que también quita tiempo al concierto en sí.

Evidentemente es de agradecer tener un «plan B» que en su mayor parte ofreció las obras de su trabajo  discográfico «Imaginario: de un libro de música de vihuela« con obras a 4 y 5 voces pero sólo con la soprano cantando, dejando un enorme y exquisito trabajo para la vihuela de Abramovich, una en sol de Martin Haycock y otra más afinada en la, del luthier granadino Francisco Hervás para las cuatro últimas obras previstas para el programa inicial de «The Josquin Songbook« que también han grabado.

La voz de María Cristina Kiehr (Tandil, 1967) que fue alumna de René Jacobs, no es agradecida en volumen, suficiente para la sala y con ese acompañamiento, ni en color, muy homogéneo pero falto de mayores matizaciones o expresión pese a una dicción correctísima en los idiomas utilizados, aunque tampoco las obras elegidas permitan muchos lucimientos dramáticos e interpretativos (menos aún en las obras con textos sacros) con este formato a dúo recreando la tablatura que pasa a la vihuela una polifonía renacentista con solo una voz realmente cantada, completando el resto la cuerda pulsada (laúd o en este caso vihuela) completando un contrapunto delicado que siempre respeta la voz más aguda. Así pues de los cincuenta minutos de la primera parte descontando las presentaciones detalladas (casi otra conferencia) y el «solo» de vihuela en el Ricercar de Segni da Modena (originalmente para laúd) o La canción del Emperador (excelente por otra parte) es más que suficiente para comprender esta soporífera sensación mía sólo salvada en un par de obras que curiosamente rompieron la atmósfera intimista alejada de la luminosidad musical, más introspección y recogimiento que primaveral regocijo barroco (hoy más renacentista).

Seguramente de tener a Jonatan Alvarado en plenas facultades, la tímbrica de las dos líneas cantadas hubiera resultado más jugosa por contar con unas voces que empastan a la perfección, pero el esfuerzo del tenor (con un interesante registro grave) ya se dejaría ver en la nota manuscrita que leería la soprano tras el segundo Arcadelt y donde además del verbo -o prosa- fácil sobre la cancelación, reconocía que el canto también es «carne, músculo y materia», dejándonos disfrutarlo tan solo en el arreglo del Kyrie de la Missa de Peñalosa y en Nymphes, nappés lo que hubiera sido y no fue…

La atmósfera de todo el recital fue ideal (Ariel hizo la broma con los de laúd «para dos o tres personas en una pequeña habitación con suelo de madera y sin muebles») y el público que casi llenó este salón aplaudió todas y cada una de las obras.

En agradecimiento por el respeto y comprensión, el dúo bisaría Se pur ti guardo de Willaert, que junto a «nuestro» Vásquez De los álamos vengo, madre resultaron lo más expresivo de este inicio de «Primavera Barroca» hoy renacentista y accidentada pero al menos sin cancelar.

PROGRAMA:

«Imaginario: de un libro de música de vihuela»

Juan VÁSQUEZ (c. 1500-c. 1560): O dulce contemplación, a 4.

Adrian WILLAERT (1490-1562): O dolce vita mia, a 4.

Juan VÁSQUEZQué sentís coraçon mío, a 4

J. SEGNI da MODENA (1498-1561): Ricercar (vihuela).

Jacques ARCADELT (c. 1504 – 1568): Chiare fresche et dolci acque, a 5.

Anónimo, Cancionero de Uppsala (pub. 1556): Si de vos bien me aparto, a 5.

Jacques ARCADELTSe per colpa del vostro fiero sdegno, a 4.

Adrian WILLAERTSe pur ti guardo, a 4.

C. de RORE / anon (Ms Castelfranco Veneto): Anchor che col partir, a 4 (madrigal).

Juan VÁSQUEZSi no os hubiera mirado, a 4.

                            De los álamos vengo madre, a 4.

                            Quien dice que l’ausencia causa olvido, a 3.

«The Josquin Songbook»

Josquin DESPREZ (ca. 1450-1521): La canción del emperador del quarto tono de Jusquin, a cuatro (Luis de NarváezLos seys libros del delphín, 1538).

Cristóbal de MORALES (1500-1553): De la Missa Mille regretz, a tres (Miguel de FuenllanaOrphénica lyra, 1554): Benedictus.

Josquin DESPREZFantasía I del primer tono, a cuatro (Luis de NarváezLos seys libros del delphín, libro i, 1538).

Francisco de PEÑALOSA (ca. 1470-1528): De la Missa Adieu mes amours, a cuatro (ms. 2-3 de Tarazona): Kyrie.

Josquin DESPREZ:    Nymphes, nappés, a seis, IJ 115.

                                      Nymphes des bois, La déploration sur la mort de Johannes Ockheghem

ARMONÍA CONCERTADA:

María Cristina Kiehr (soprano) – Jonatan Alvarado (tenor) – Ariel Abramovich (vihuela)

Un jardín barroco en el colegio renacentista

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Miércoles 5 de julio, 22:00 horas. 72 Festival de Granada, Colegio Mayor Santa Cruz la Real, “Cantar y tañer. Sones antiguos y barrocos”: Avi Avital (mandolina), Il Giardino Armonico, Giovanni Antonini (flauta y dirección). Obras de Durante, Barbella, C. Ph. E. Bach, Paisielllo y J. S. Bach. Fotos propias y de Fermín Rodríguez.

Decimoquinto día de Festival y la música volvía a “mi colegio” con la ilusión de escuchar al mandolinista israelí Avi Avital (Beerseba, 1978) al que sigo como diletante del instrumento que heredase de mi padre. Y además se presentaba junto a Il Giardino Armonico y su fundador Giovanni Antonini, con lo que las espectativas eran altas añadiendo un programa donde primaría lo italiano pero no podía faltar “Mein Gott”. La mandolina napolitana de cuatro órdenes (que afina como el violín) sería uno de los instrumentos que los barrocos compondrían por esa sonoridad tan evocadora y hasta cautivadora, exigente para la mano derecha pertrechada de un plectro o púa, pero aún más para la izquierda que puede asegurar destroza las llamas de los dedos.

Il Giardino abriría la velada nocturna con dos napolitanos, primero con uno de los ocho conciertos a 4 conservados de Francesco Durante (1684-1755) , el Concierto nº 2 en sol menor para cuerdas y bajo continuo bien contrastados (Affettuoso / Presto / Largo affetuoso / Allegro) siguiendo la “receta de la sonata de Corelli”, donde poder disfrutar de la sonoridad perfecta de estos intérpretes italianos que dominan el repertorio de su tierra, con un Antonini marcando todo y la plantilla ideal para ello (4-4-2-2-1, más continuo de tiorba y clave); después Emanuele Barbella (1718-1777) ya con Avital en el Concierto en re mayor para dos violines, mandolina y bajo continuo en tres movimientos (Allegro / Andantino / Allegro) que ya mostraron el dominio de la mandolina y los dos solistas de violín en conjunción exacta para encontrar las sonoridades que tan bien maridan entre los tres, catálogo de virtuosismo en la púa capaz de matices amplísimos con la amplificación equilibrada para todo el concierto. Un aperitivo para abrir boca ante lo que aún nos esperaba.

De nuevo Il Giardino dando un paso adelante en el tiempo con Carl Philipp Emanuel Bach (1714-1788) y la Sinfonía nº 1 en sol mayor para cuerdas y bajo continuo, Wq 182/1, organizada en tres movimientos (Allegro di molto / Poco adagio / Presto), obra de tensión y agitación del movimiento conocido como Sturm und Drang, aún con aromas barrocos pero ya respirando nuevos aires prerrománticos, con los reguladores de la “Escuela de Manheim” que generan toda la tensión que Antonini con Il Giardino imprimen a esta composición del hijo más famoso de Johann Sebastian, y apostando por tempi exprimidos al máximo para comprobar la calidad de unos intérpretes que funcionan como una máquina perfecta.

Pero el padre siempre acaba reinando en este jardín, siendo el elegido para el broche de cada una de las dos partes con transcripciones (o reutilizaciones) del material que Johann Sebastian Bach escribe “soportando” cualquier combinación instrumental.
El Concierto en re menor, BWV 1060, para flauta, mandolina, cuerdas y bajo continuo, como bien explica Pablo J. Vayón en las notas al programa, «…nos ha llegado en una copia para dos claves (y Avital ha transcrito para su mandolina y la flauta dulce de Antonini) se trata seguramente de la versión de un original para violín y oboe. En ambas obras, Bach aplica los principios del concerto ritornello típico de Vivaldi, con estructura tripartita y unos tiempos rápidos en los que alternan los tutti orquestales con los pasajes solistas. En cualquier caso, el genio de Eisenach aporta siempre la especial densidad de su trabajo contrapuntístico, dando relieve a las voces internas”. El tejido orquestal del “Giardino” fue alfombra floral para Avital y Antonini en un duelo virtuosístico por parte de ambos, tímbricas que empastan jugando el flautista con la piccolo en los rápidos y la contralto en el movimiento central (Allegro / Adagio / Allegro) mientras la mandolina recorría toda la tesitura del instrumento, ambos dialogando, acercándose, explorando nuevas sonoridades que para El Cantor siempre vienen bien.

Antonini dejaría sus flautas para centrarse ya en “su” Giardino y los dos conciertos de Avital para la segunda parte, subiendo tanto la carga emocional como el virtuosismo bien tratado en un claustro colegial que parecía respirar aires del sur.

De Giovanni Paisiello (1740-1816) han sobrevivido tres conciertos, entre ellos el Concierto en mi bemol mayor para mandolina, cuerdas y bajo continuo, R 8.14, sin las violas y con el continuo algo “apagado” en presencia pero reinando la mandolina mágica de Avi Avital en los tres movimientos (Allegro maestoso / Larghetto / Allegretto). Más allá del dominio técnico, destacar la amplia gama de sonidos y matices, pasando de las melodías a los acordes que realzaban el ritmo, y sobremanera el movimiento central donde Il Giardino fue una alfombra floral para adornar la sonoridad y sentimiento del israelí.

Y el propio solista ha transcrito para la mandolina dos de los conciertos para clave de Bach, escuchando este miércoles el Concierto nº 1 en re menor, BWV 1052 , del que sabemos usó en los conciertos del Collegium musicum de Leipizg, y como la inmensa mayoría de los conciertos que el genio de Eisenach destinó al clave, eran transcripciones de obras anteriores, seguramente creadas en su feliz período de Cöthen, donde estuvo centrado en la música instrumental, por lo que este concierto para clave, hoy para mandolina en la transcripción del israelí, se ha reutilizado el Concierto para violín en mi menor y usado ya en las cantatas 146 y 188. El timbre de la mandolina resultó ideal para esta joya de concierto, si del violín posee la afinación, del clave el sonido metálico y la armonía, por lo que Avital desplegó todos los recursos del instrumento al servicio de la música de Bach, siempre divina y más si se interpreta con buen criterio, caso de Il Giardino con Avital.

Los tres movimientos (Allegro / Adagio / Allegro) se sucedieron con la sensación de ser originales para mandolina, orquesta de cuerda y continuo, y sólo un virtuoso como el israelita pueden afrontarlos con tan amplia gama dinámica, combinaciones de melodía y armonía, ornamentos increíbles, arpegios poderosos, agudos al límite y acordes completos sin perder nunca la referencia. De nuevo el movimiento central lento ofrece el color (casi el olor en este jardín) único de mi instrumento favorito, pero los rápidos soportaron todo el peso (como los magnolios del claustro) de la exigente escritura clavecinística. Público rendido a Bach y a estos intérpretes que hicieron grande la música de “Mein Gott”.

Pero habiendo una mandolina italiana, no podía faltar, aunque fuese la propina, Vivaldi y el primer movimiento de su Concierto en do mayor, que cambiaría el perfume alemán por el veneciano en este jardín barroco del claustro renacentista

Il Giardino Armonico

Violines pimeros: Stefano Barneschi (solista), Fabrizio Haim Cipriani, Ayako Matsunaga y Liana Mosca.
Violines segundos: Angelo Calvo (solista), Francesco Colletti, Archimede De Martini y Gabriele Pro
Violas: Ernest Braucher (solista) y Maria Cristina Vasi
Violonchelos: Marcello Scandelli (solista) y Elena Russo
Contrabajo: Giancarlo De Frenza – Tiorba: Michele Pasotti – Clave: Riccardo Doni.
Avi Avital mandolina
Giovanni Antonini dirección y flauta

PROGRAMA

I

Francesco Durante (1684-1755): Concierto nº 2 en sol menor para cuerdas y bajo continuo (Affettuoso / Presto / Largo affetuoso / Allegro)

Emanuele Barbella (1718-1777): Concierto en re mayor para dos violines, mandolina y bajo continuo (Allegro / Andantino / Allegro)

Carl Philipp Emanuel Bach (1714-1788): Sinfonía nº 1 en sol mayor para cuerdas y bajo continuo, Wq 182/1 (Allegro di molto / Poco adagio / Presto)

Johann Sebastian Bach (1685-1750): Concierto en re menor, BWV 1060, para flauta, mandolina, cuerdas y bajo continuo (Allegro / Adagio / Allegro)

II

Giovanni Paisiello (1740-1816): Concierto en mi bemol mayor para mandolina, cuerdas y bajo continuo, R 8.14 (Allegro maestoso / Larghetto / Allegretto)

Johann Sebastian Bach: Concierto nº 1 en re menor, BWV 1052 (transcr. de Avi Avital para mandolina y orquesta). (Allegro / Adagio / Allegro).

Sandrine Piau, la elegancia barroca

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Martes 26 de marzo, 20:00 horas. Sala de Cámara, Auditorio de Oviedo, VI Primavera Barroca: «Heroínas barrocas«, obras de Händel. Sandrine Piau (soprano), Les Paladins, Jérôme Correas (clave y dirección).

Prosigue con éxito la sexta edición de esta primavera barroca familiar coproducida por el CNDM en la sala de cámara carbayona, ideal por cercanía y acústica aunque en los conciertos del auditorio cada vez tenga más presencia esta música que sigue atrayendo a un público variado y entendido, máxime cuando tenemos la suerte de disfrutar en «La Viena del Norte» a figuras como la soprano francesa con un ropaje de alta costura a cargo de Les Paladins y el maestro Correas al clave y dirección que conoce como pocos por su faceta de cantante lo que supone acompañar la voz mimándola con esmero compartiendo un programa dedicado a las heroínas de Händel, alemán internacional que terminaría sus días como Haendel en la corte británica donde dejó escritas tantas joyas.

De las muchas óperas del gran maestro, las elegidas para el concierto fueron Ariodante, PartenopeGiulio Cesare in Egitto, Alcina y Rodrigo cuyas arias y oberturas fueron bien colocadas en el programa, con notas de mi tocayo sevillano Pablo J. Vayón, junto al Concerto grosso en la menor, op. 6 nº 4 HWV 32 (1739) perfectamente encajado y siempre buscando la unidad temática de las heroínas a las que Sandrine Piau encarnó en el amplio sentido de la palabra, un primor escucharla con dicción perfecta aunque esta vez sí contásemos con los textos y su traducción, emisión clara, calidad interpretativa en cada aria y especialmente la elegancia en su línea de canto donde los agudos nunca molestan, sus graves sonoros realzan la belleza global de cada partitura, sumándole la puesta en escena donde funciona todo: gesto, pose, manos, pasando por cada uno de los estados de ánimo de Parténope, Cleopatra (incluso la imagen con su peinado), Alcina, Morgana y hasta la Armida de las dos propinas.
Les Paladins se presentan para esta gira española con un septeto idóneo para vestir a medida a la soprano francesa, pese a momentos desafinados por esas cuerdas que se aflojan como la tripa, poco tirantes aunque sin empañar un encaje digno del ropaje haendeliano. Juliette Roumailhac en el violín solista con intervenciones líricas, Jonathan Nubel segundo violín de encaje y entendimiento con el primero impresionante, Clara Muhlethaler a la siempre necesaria y complementaria viola, Nicolas Crnjanski al violonchelo redondo en el conjunto, bien doblado a menudo por Franck Ratajczyk al contrabajo, y finalmente Benjamin Narvey alternando la tiorba y la guitarra barroca dependiendo del «contexto» dramático, tanto en los punteos complementarios del clave como los rasgueos reforzando ritmos. De ​Jérôme Correas lo apuntado, dirigiendo desde el clave a sus músicos que tienen interiorizadas todas y cada una de esas páginas, los ornamentos en su sitio que verdaderamente embellecían la voz de Sandrine Piau y aparecían en el momento preciso para convertirse en perlas, collares dorados o sutiles veladuras sonoras.

La Obertura de Ariodante HWV 33 (1735) mostró las cartas de lo que vendría a continuación, pues el contraste típico resultó de libro con la guitarra en el continuo y sonoridades que la sala de cámara ovetense mantiene limpias. Partenope HWV 27 (1730) arrancó musicalmente mientras la soprano aparecía refulgente y plateada para el aria Voglio amare infin ch’io moro, sin necesitar una orquesta completa, con Les Paladins la voz corría ágil y colorida, arropada más que acompañada para disfrutar la primera aparición de esta figura del canto barroco antes de transmutarse en la Cleopatra de Giulio Cesare in Egitto HWV 17 (1724), primero con el famoso recitativo y aria Piangerò lal sorte mia que pone la carne de gallina por expresividad, entrega y equilibrios instrumentales antes de rematar la primera parte con Da tempeste il legno infranto, capaz de enamorar a toda la tropa que llenaba y disfrutaba con Sandrine Piau, retomando la guitarra en un continuo íntimo lleno de dinámicas asombrosas, agilidades carnosas sin artificio, pulsación ideal y colorido total. Entre ambas el Concerto grosso en la menor, op. 6 nº 4 donde los instrumentistas rindieron tributo a esta forma barroca en los cuatro movimientos de aires y matices amplios acordes a la calidad general de este recital.

Alcina HWV 34 (1735) abriría directamente con el aria Ah! mio cor, más que un aperitivo en la voz de la francesa y el septeto sonando como una orquesta de cámara por esa calidad que atesora cada músico, declaración amorosa de amplio registro y «tempo giusto» degustando palabras, agilidades paladeadas sumándole el saber estar sobre las tablas de la soprano dominadora de cada rol.
Curiosa la ópera Rodrigo HWV 5 (1707) basada en nuestro último monarca godo que parece fue la primera representada en el Londres regio de Haendel, aquí la obertura en forma de suite digna de tener al menos tanta fama como otras más escuchadas. Siete danzas donde la guitarra subraya el carácter hispano y cuya Bourrée en pizzicatos sonó triunfantemente redonda dentro de unas heroínas que aquí tornáronse en regio. Volvería Alcina, ahora Morgana Piau para finalizar con Tornami a vagheggiar, nuevo cortejo y coqueteo vocal con solo la cuerda de Les Paladins, dramatismo en estado puro donde la voz campa a sus anchas por toda la tesitura y recursos que Haendel pide a sus personajes, belleza sonora para todo un espectáculo camerístico.

Con el público volcado, las dos propinas de otra heroína con dos personalidades del Rinaldo (que escucharemos el próximo octubre en Oviedo), la Almirena Armida bruja que diría Correas, Furie terribili sin efectos especiales pero fogosa a más no poder, y el superéxito Lascia ch’io pianga que no cansa nunca, esta vez increíblemente íntimo, bien interpretado por el juego de aires, más ágil de lo habitual, y especialmente los ornamentos tanto vocales como instrumentales que pusieron en lo más alto esta página única siempre distinta con Sandrine Piau, Correas y sus paladines rematando un concierto heróico y elegante. Da gusto salir del auditorio con el ánimo recompuesto ante tanta belleza y calidad demostrada, porque el barroco cuando se hace así es atemporal y por encima de modas.

Antitusivo Bach

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Lunes 23 de abril, 20:00 horas. Sala de cámara, Auditorio de Oviedo: V Primavera Barroca, Ensemble de la Orquesta Barroca de Helsinki. «Collegium Musicum», obras de J. S. Bach.

Nuevo lleno en la sala pequeña del auditorio ovetense para una velada con Bach, el mejor antitusivo para un público educado y entregado a estos placeres barrocos, hoy plenamente instrumentales del Kantor en su breve pero feliz estancia en Cöthen, aunque siempre volviese sobre ellas en Leipzig en el Collegium Musicum que fundase Telemann, tal y como recuerda en las notas al programa el especialista sevillano Pablo J. Vayón que dejo, con las obras, aquí escaneadas.

Las páginas musicales que abrían y cerraban concierto nos trajeron dos clavecinistas de lujo: el finlandés Aapo Häkkinen, fundador y director de una orquesta barroca hoy reducida a «ensemble» de solistas, y el conocido francés Pierre Hantaï, que nos interpretaron los conciertos BWV 1061 y BWV 1062 en un derroche de calidades donde era imposible saber cuál era protagonista, quién contestaba a quién o la suma potenciada de unos claves perfectamente afinados que parecían uno, con momentos donde los cuatro teclados crearon una atmósfera milagrosa que hacía reinar un silencio sepulcral, casi reverencial ante Bach Dios nuestro.

El Concierto para dos claves en do menor, BWV 1062 (1736) con sus tres movimientos (Vivace – Andante – Allegro assai), arreglo o recreación del BWV 1043 para dos violines, demostró el entendimiento de los solistas con este buen «ensamblaje» de cuerda frotada, Tuomo Suni y Aira Maria Lehtipuu (violines), Riitta-Liisa Ristiluoma (viola), Heidi Peltoniemi (chelo), colocados como se aprecia en la foto inferior, mandando realmente el francés por ubicación, supongo también autoridad y respeto de sus compañeros nórdicos, fieles representantes del buen hacer y fidelidad interpretativa de estas partituras, donde la calidad individual suma como conjunto.

Para disfrutar del traverso de Pauliina Fred con Häkkinen al clave pudimos saborear la Sonata para flauta y clave en la mayor, BWV 1032 (1736?) donde el genio de Eisenach vuelca su virtuosismo interpretativo y compositivo con ambos instrumentos en perfecta unión tímbrica, dúos que explotará en cantatas varias pero que en esta distancia corta apreciamos con más detalle. Tres movimientos «habituales» o como digo otras veces «barroco de libro», contrastes en todo: aire, compás, matices, virtuosismo en la forma y también en la ejecución del Vivace – Largo e dolce – Allegro, obra conservada curiosamente en la misma partitura de la BWV 1062 que abría el concierto, antes de afrontar todo el conjunto (sin el francés) la conocidísima Suite para orquesta nº 2 en si menor, BWV 1067 (1738/39), con protagonismo no solo de Fred en la flauta sino de esta formación mínima y suficiente para escuchar los siete números o danzas de esta suite en el orden habitual, que podrían haberse variado sin problemas (Ouverture – Rondeau – Sarabande – Bourrée – Polonaise – Menuett – Badinerie) dando juego todos y cada uno de los solistas con limpieza, empaste, aires siempre ajustados, dinámicas perfectas y equilibrios que el propio Bach refleja por la elección de los protagonismos puntuales. Sonido corto respecto a la flauta moderna pero suficiente en el traverso, perlas bien engarzadas en la ornamentación desde la tecla y ensamblaje en el cuarteto de cuerda redondeando una interpretación aseada y sin excesos.

Para cerrar el círculo virtuoso el otro regalo de teclas a pares, el Concierto para dos claves en do mayor, BWV 1061 (1733/34) menos escuchado pero igualmente equilibrado entre ambos solistas y la cuerda frotada, espectacular Allegro, el duelo «sin sangre» entre ellos con un Adagio para paladear cada tecla, cada contestación, cada compás compartido en y por ambos, antes del apabullante Vivace con la suma en fuga de tímbricas, dinámicas y matemáticas elevadas a la enésima potencia, pues «Mein Gott« es el padre de todas las músicas y esta obra, como casi todas las suyas soportan como pocas el paso del tiempo, versiones más o menos historicistas, de jazz, con piano y orquesta, reducciones, revisiones y hasta «barbaridades» que siempre parecen menores desde esta perfección, la misma con la que los nórdicos son capaces de romper el hielo y curar toses.
Todos juntos sumándose el traverso bisaron la popular Badinerie con dos claves donde finlandés y francés permutaron teclados para otra (re)visión del último número de la segunda suite orquestal, nunca más con menos.