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Último día con una mañana de homenajes

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74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (día 25 a). Música de cámara.

Domingo 13 de julio, 12:30 horas: Solistas de la Orquesta Ciudad de Granada (OCG), Lluïsa Espigolé (piano), Annette Schönmüller (mezzo), Nacho de Paz (director). Obras de Stravinsky, F. Guerrero, Boulez, Ravel, García Román y Berio. «Juan-Alfonso García y la Nueva Música en Granada». Fotos , propias y ©Fermín Rodríguez.

Último día de Festival con un concierto matutino repleto de homenajes a los nacimientos del «medio vasco» Maurice Ravel (150 años) más Boulez y el italiano Luciano Berio en su centenario, sin olvidarse de la llamada Nueva Música en Granada y los «herederos» de Juan-Alfonso García con obras de Francisco Guerrero y un estreno de García Román, presente en un abarrotado crucero del Hospital Real granadino.

La web nos presentaba esta matiné con las siguientes palabras:

Aniversarios y homenajes
Uno de los más importantes directores españoles vinculados a la creación actual, Nacho de Paz, se pone al frente de un conjunto de solistas de la OCG, la pianista Lluïsa Espigolé y la mezzo alemana Annette Schönmüller, todos especialistas en contemporánea, para acercarse a músicas del último siglo y recorrer algunas de las celebraciones del Festival: los 150 años de Ravel, aquí con una delicia para arpa y conjunto de 1905; los 100 años de Luciano Berio, representado por una de sus creaciones más populares, las Folk Songs y los 100 años de Pierre Boulez, con sus fascinantes miniaturas para piano Douze notations, testimonio sonoro de su época. Además, un estreno de José García Román, Camino blanco y sin término, que no estará solo como miembro de la escuela granadina de composición ya que se ha programado también el Concierto de cámara de Guerrero. Todo se abre con el Stravinsky serial de las Tres canciones sobre Shakespeare.

Iré intecarlando las notas al programa de Stefano Russomano, que titula Un menú de homenajes y aniversarios con mis impresiones en otro orden al del novelista, ensayista y crítico musical.

El asturiano Nacho de Paz (Oviedo, 1974) se ponía al frente de unos excelente músicos para presentar un programa bien organizado donde ir alternando distintos ensambles con el piano impecable, docto, bien tratado y mejor interpretado de la catalana Lluïsa Espigolé que iría enhebrando y engarzando unas perlas como los Six encores de Berio y las Douze notations (1945) de Boulez.

El amor a las estructuras caracteriza la obra de Pierre Boulez (100 años del nacimiento): estructuras entendidas no como simple andamiaje, sino como revelación del pensamiento a través de los sonidos. Esta línea cartesiana y racional se combina en el veinteañero Boulez con el descubrimiento de la dodecafonía. Ahí surgen las tempranas Douze notations para piano, ciclo de miniaturas en las que la magia del número doce, con sus espejos y permutaciones, se mezcla con la frescura de un temperamento juvenil e intenso.

En una época en la que el furor vanguardista aupaba todo tiempo de excomuniones y exclusiones, Luciano Berio (100 años de su nacimiento) propició en muchas de sus piezas el encuentro crítico entre lenguajes (…) También los Six Encores constituyen, dentro de su brevedad, una reflexión y reinterpretación de gestos, figuras y sonoridades ligadas a la historia del piano.

En un estrado más amplio para cobijar todo el orgánico dispuesto para la ocasión, se abría esta matinal de domingo con Stravinsky y sus Three songs of William Shakespeare para mezzo, flauta, clarinete y viola, donde la cantante alemana Annette Schönmüller se presentó con una alergia al polen de esta tierra (también al asturiano) que no sólo mermó esta primera obra sino que finalmente y con un tremendo disgusto, hubo de cancelar la última obra que además era el eje de todo el programa. Una pena comprobar el estado anímico de la mezzo que con tanta ilusión había preparado sus dos intervenciones, estando dispuesta incluso a cantar en esas condiciones, pero tras el aviso de Paolo Pinamonti el público entendió y respetó una decisión que nunca se quiere tomar. Le deseo desde aquí la pronta recuperación de una espléndida cantante que desconsolada no pudo mostrar sus cualidades.

Abren el programa las Tres canciones de William Shakespeare de Stravinsky, pertenecientes a su etapa serial, donde un halo de sobriedad se impone con respecto al colorismo encendido y a la ferocidad rítmica de su período ruso, o a la ironía cortante y juguetona de su fase neoclásica. Apoyada en una tímbrica exquisita y cristalina (flauta, clarinete y viola) claramente influida por Anton Webern, la poesía de Shakespeare se envuelve en un halo intemporal al mismo tiempo que la música plasma con inmediata evidencia la imagen del sonido de las campanas (en Full fadom five) y la del canto del cuco (en When dasies pied).

La participación de los solistas de flauta, clarinete y viola (de la OCG) bien llevados por De Paz en este Stravinsky, nos mostraron una calidad de sonido y empaste que volveríamos a disfrutar en el resto del programa.

También discípulo de Juan-Alfonso García fue Francisco Guerrero, aquí representado por una obra en ciertos aspectos atípica dentro de su catálogo, el Concierto de cámara. Si el lenguaje guerreriano suele caracterizarse por una densa y compacta polifonía, la necesidad de amoldarse a una plantilla más heterogénea impulsa en este caso el desempeño solista de la flauta, que actúa en la primera parte como instrumento concertante y tiene a su cargo una extensa candencia. El resultado es una de las páginas más brillantes y luminosas del compositor.

Esta 74ª edición del festival nos ha sacado a la luz una generación de músicos granadinos en torno a Juan-Alfonso que pese a unos estilos heterogéneos, el paso de los años no debería seguir denominándoseles «vanguardias» porque su música debería ser la actual y programarse para ir educando al público en otras sonoridades. Este Concierto de cámara del jienense Guerrero con flauta, clarinete bajo y cuarteto de cuerda no solo debería programarse más a menudo, es que el juego tímbrico resulta cercano pese a los 28 años transcurridos desde su estreno. Virtuoso y casi protagonista Manuel Alejandro Recena y un empaste con el clarinete bajo de Israel Matesanz más el cuarteto de cuerda cómplice de sus compañeros, sacaron con la dirección de Nacho de Paz una interpretación seria, profunda y luminosa en una mañana dominical calurosa.

Comentaba anteriormente la alternancia entre las obras camerísticas con la pianista catalana, y llegaba el otro homenaje a Ravel:

Las efemérides de tres compositores (Ravel, Boulez, Berio), junto con el homenaje a la escuela granadina de composición, conforman en buena medida el variado mosaico sonoro de este programa. Los 150 años del nacimiento de Maurice Ravel justifican la presencia de su díptico Introduction et Allegro, una página de carácter demostrativo –surgió como encargo de la casa Erard para poner de relieve las posibilidades del arpa cromática– donde el autor cumple a rajatabla el objetivo sin renunciar a las cualidades intrínsecas de su música: finísima sensibilidad tímbrica, elegancia en el tratamiento armónico y claridad en el trazado formal.

Escuchar a Ravel es delicioso porque en toda su amplia producción el color y estilo ya son propios y sus instrumentaciones originales que el tiempo sigue teniendo de referente. En esta Introduction et allegro  (1905) sería protagonista el arpa solista de Daniela Iolkicheva, el sonido mágico y angelical, etéreo y la mejor publicidad para la marca que la encargó, como bien explica Russomano, juegos tímbricos de armónicos, efectos de glissandi, arpegios (palabra derivada precisamente del propio instrumento) y un verdadero catálogo de musicalidad francesa con el ropaje de flauta, clarinete y el cuarteto de cuerda, con De Paz controlando los balances y dejando fluir esta pequeña joya del vasco-español.

El presente programa homenajea al compositor granadino José García Román con el estreno de Camino blanco y sin término, que tiene como punto de partida melodías y armonías encriptadas extraídas de la pieza para órgano In Memoriam de su maestro Juan-Alfonso García. Inspirado en versos de León Felipe, este tríptico encierra, en palabras del autor, la aspiración a una «blancura infinita»: un camino blanco y sin término «acompañado de la música de una fluida acequia. Y la brisa. Sí, la brisa».

El estreno de García Román fue lo mejor de la velada, obra, como me comentaba el propio compositor al final del concierto, autodedicada, con «su» León Felipe y que baja toda la verticalidad de Juan-Alfonso a una horizontalidad con su firma para un ensamble que serviría también para el finalmente cancelado Berio. Si los solistas de la OCG ya demostraron un excelente empaque sonoro, añadir a dos percusionistas con un amplísimo «set» convirtió este Camino blanco infinito  en un derroche instrumental con flauta (y flautín) más clarinete (y clarinete bajo) , sincronía y ajuste de Nacho de Paz, defensor de esta partitura de la que estaré al tanto cuando salga a las ondas de Radio Clásica, que grabó para su posterior emisión, y supongo editarán los muchos espacios entre cada obra, por lo que suponía de recolocar a los intérpretes, aunque temo que las toses servirán de «fiel testigo» de un directo vivido y disfrutado en primera persona, rodeado de unas páginas musicales de nuestro tiempo que se deben promocionar, porque no solo de «los clásicos» viven los aficionados y el menú debe incorporar nuevos sabores, educar el paladar con estas experiencias muy necesarias en estos tiempos.

INTÉRPRETES:

Nacho de Paz (director) – Lluïsa Espigolé (piano) –  Annette Schönmüller (mezzo) – Manuel Alejandro Recena (flauta) – Israel Matesanz (clarinete) – Daniela Iolkicheva (arpa) – Noelia Arco y Jaume Esteve (percusiones) – Peter Biely y Birgit Kolar (violines) – Hanna Nisonen (viola) – Arnaud Dupont (violonchelo)

PROGRAMA:

Igor Stravinsky (1882-1971)

Three songs of William Shakespeare (mezzosoprano, flauta, clarinete y viola, 1953)

Musick to heare

Full fadom five

When dasies pied

Luciano Berio (1925-2003)

De Six encores (piano):

I. Brin (1991)

II. Leaf (1990)

III. Wasserklavier (1965)

Francisco Guerrero Marín (1951-1997)

Concierto de cámara (flauta, clarinete bajo y cuarteto de cuerda, 1977)

Pierre Boulez (1925-2016)

De Douze notations (piano, 1945)

I. Fantasque – Modéré

II. Très vif

III. Assez lent

IV. Rythmique

V. Doux et improvisé

VI. Rapide

Maurice Ravel (1875-1937)

Introduction et allegro (arpa solista, flauta, clarinete y cuarteto de cuerda, 1905)

Luciano Berio:

De Six encores:

IV. Erdenklavier (1969)

V. Luftklavier (1985)

VI. Feuerklavier (1989)

José García Román (1945):

Camino blanco y sin término * (flauta, clarinete, dos percusionistas y cuarteto de cuerda, 2025)

I. Desnudo y vacío el corazón

II. Nieve altanera

III. El bordón solo

Pierre Boulez:

De Douze notations:

VII. Hiératique

VIII. Modéré jusqu’à très vif

IX. Lointain – Calme

X. Mécanique et très sec

XI. Scintillant

XII. Lent – Puissant et âpre

Luciano Berio (1925-2003):

Folk Songs (mezzosoprano, flauta, clarinete, dos percusionistas, arpa, viola y violonchelo, 1964)

* Estreno absoluto

En el 150 aniversario del nacimiento de Maurice Ravel y el centenario del nacimiento de Pierre Boulez y Luciano Berio

Cine de verano con Carmen

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74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (día 13). Ópera y cine.

Martes 1 de julio, 22:30 horas. Teatro del Generalife. Ópera & Cine (I): Georges Bizet. Orquesta Ciudad de Granada (OCG), Timothy Brock (director). Fotos propias y ©Fermín Rodríguez.

En Asturias por la climatología no había cines de verano pero en esta tierra andaluza recuerdo muchas sesiones con mis sobrinos aprovechando las noches de canícula donde ver los estrenos del momento.

Y en. mi decimotercera noche de Festival, el Teatro del Generalife se convertía en un inmenso cine con la música en vivo para disfrutar de dos películas sobre «Carmen», una trágica de 1915, otra cómica de 1916.

La presentación en la web del festival nos preparaba para esta primera función de cine con música en vivo, como siempre fue desde el nacimiento del Séptimo Arte:

Carmen trágica, Carmen burlesca
No hay personaje de la literatura romántica vinculado con España que haya inspirado mayor número de películas que Carmen. Pasan de las 50. De hecho, cuando en 1915 Cecil B. DeMille hace la suya, había ya algunos antecedentes de cortos españoles y un largo italiano sobre el personaje. Pese a ser obviamente un film mudo, y a que el guion partió de la novela de Merimée y no de la ópera de Bizet, el director estadounidense contó para su obra con una gran estrella de la ópera, Geraldine Farrar. El film se estrenó en octubre, y antes de que terminase aquel año, Charles Chaplin había filmado y estrenado (el 18 de diciembre) una parodia de esa misma película. Ambas se verán en esta sesión doble con música en directo a cargo de la OCG con Timothy Brock como director de la banda sonora escrita originalmente para la obra de De Mille y con su propia música para la de Charlot.

Con amplificación por el propio espectáculo y en el foso la OCG dirigida por un especialista en la música de cine, el compositor y director estadounidense Timothy Brock (1963) arrancaba la «Carmen» de Cecil B. DeMille, con la música de Hugo Riesenfels y Samuel L. Rothafael a partir de la escrita por George Bizet para su ópera.

Cinematográficamente es una maravilla de producción, con la soprano Geraldine Farrar como protagonista, Wallace Reid como Don José  más el Escamillo de Pedro de Cordoba, que tenía nombre de torero, sin dejarme al Pastia de Horace B. Carpentery. Gran producción de la Paramount con todos los clichés esperables para el drama de Merimée, y una música no siempre bien encajada con la imagen pues resulta difícil cuadrar los tiempo exactos, así que algún silencio entre las escenas llegó antes de lo debido. Con todo las melodías de Bizet bien utilizadas pusieron la banda sonora en vivo de esta «Carmen».

Las notas al programa firmadas por Juan de Dios Salas Chamorro, responsable del Cine club y del Aula de cine de la UGR, desmenuzan las dos películas que visionamos esta primera noche de julio:

Carmen apasionada, Carmen parodiada

Hollywood, segunda década del siglo XX. El cine, un naciente «arte» aunque aún sin ese título, busca el reconocimiento y la respetabilidad. Reconocimiento para dejar de ser considerado divertimento fácil de clases populares y ser considerado, precisamente, arte. Respetabilidad para cortar su exclusiva identificación con las clases bajas y poder atraer el interés de un público no solo con gustos culturales más elevados, sino también más pudiente. No hay que olvidar que las personas dedicadas al cine tienen claro que, junto a su loable interés por servir de vehículo para educar a la gente, éste quiere ser un negocio rentable. Y eso no ocurrirá si no atraen a espectadores con «posibles». Por tanto, ¿qué mejor forma de lograrlo que realizando películas que recurran a algo tan culto, prestigioso y reputado como la ópera?

Así en 1915 se dan cita en las pantallas estadounidenses tres versiones de Carmen de Bizet. La «guerra de las Cármenes» está servida, aunque bien es cierto que se librará solo entre dos de las tres contendientes. De la Carmen de la Fox, dirigida por el futuro maestro Raoul Walsh y protagonizada por la “excesiva” Theda Bara, solo se conservan fotos y críticas. Por unas y otras sabemos que su versión del personaje se acercaba más a lo fantástico que a lo realista: es una vamp, una «devoradora de hombres». Nada que ver con el tratamiento más naturalista –para la época– que da la admirada y respetada soprano Geraldine Farrar al personaje en la Carmen de la Paramount dirigida por el ya entonces celebrado Cecil B. DeMille. La manera tan directa de mostrar su sexualidad, unido a lo gráfico de la violencia de algunas escenas –de nuevo, para la época– molesta y escandaliza a crítica y público siendo a su vez, en gran medida, parte del éxito del film.

1915. El genial D. W. Griffith estrena la magistral El nacimiento de una nación. Es el principio del fin de un modo de hacer cine, mayoritario, que toma como modelo los espectáculos escénicos –años más tarde ese ‘modo’ se denominará Modo de Representación Primitivo– para dar paso a otro modo, ahora basado en la plástica de lo fotográfico y lo pictórico –Modo de Representación Institucional–. Con éste trabaja ya DeMille quien usa, con soltura y brillantez, la escala de los planos, los contrastes lumínicos, el montaje… todo el lenguaje del cine, para narrar la trágica historia de Carmen.

Ante su éxito y repercusión, otros quieren también sacar beneficios. Charles Chaplin, en ese momento en la Essanay, realiza entonces una singular parodia, pero no de la historia de Bizet sino del film de DeMille. Copia planos, estructura o diseño de personajes. ¿La intención? Hacer “caja” riéndose de su desaforado dramatismo. Pero incluye tres cambios, tres aportaciones, detalles magistrales, que son los que hacen que su Carmen trascienda la simple idea del “reírse de…”.

Primero: Carmen no es la protagonista, es Don José, (aquí Darn Hosiery, “calcetín zurcido”), el propio Chaplin, trasunto, con casco de flecos y espada, de su inmortal vagabundo con bombín y bastón.

Segundo: incluye anacrónicas referencias populares al boxeo, al billar… tiene claro que su público podrá ser de clase alta, pero que él siempre habla al pueblo.

Y tercero: buscando desactivar la “bomba” dramática de DeMille, opta por un ingenioso, sorprendente y genial cierre, autoconsciente, sobre el carácter de representación, de fascinante mentira, que es este joven espectáculo que ya aspiraba a ser arte.

Tras el descanso en el ambigú, como todo buen cine que se precie, y el de verano no podía se menos, llegaría A burlesque on Carmen de Charles Chaplin con la música compuesta en 2013 por Timothy Brock, que sigue recuperando películas y escribiendo la banda sonora para tantas cintas del llamado cine mudo. La música de este film, perfectamente digitalizado, está llena de guiños no ya cómicos sino de cabaret o «music hall» con una OCG donde la orquestación era más actual, donde se utiliza el piano, banjo, saxofones o trompetas (momentos con sordina recordándome a Nino Rota), música mejor sincronizada donde se nota la confluencia de compositor y director. Grande este Charlot como Don José que parodia sin reparos, y así titula de «burlesca» la Carmen de Cecil B. DeMille, aquí Edna Purviance con un final del que no destriparé (aunque ahora se diga spoiler) para quien la vea por primera vez, e incluyendo vestuario con los mismos «pompiers«, decorados y hasta  los textos -en inglés- para una divertida película que sacó carcajadas a los espectadores del Generalife y con el auténtico  genio que fue Charles Chaplin.

Y aún quedan más noches de cine con la ópera como «disculpa» más la música en vivo, como en los orígenes de un cine mudo que no pasa de moda para volver a disfrutar de estas joyas que lo convirtieron en «El Séptimo Arte».

Carmen (1915)
Película de Cecil B. DeMille
Música original de Hugo Riesenfeld Samuel L. Rothafel (a partir de Carmen de G. Bizet)

A burlesque on Carmen (1916)
Película de Charles Chaplin
Música de Timothy Brock

En el 150 aniversario de la muerte de Georges Bizet (1838-1875)

Aniversarios en Palacio

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74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (día 2): Conciertos Sinfónicos.

Viernes 20 de junio, 22:00 horas. Palacio de Carlos V. Orquesta Ciudad de Granada, Jean-Efflam Bavouzet (piano), Cristina Faus (mezzo), Juanjo Mena (director). Obras de Falla, Ravel y Juan-Alfonso García. «En el 150 aniversario del nacimiento de Maurice Ravel y Ricardo Viñes, y el centenario del estreno en París de El amor brujo de Manuel de Falla». Fotos  de las RRSS, propias y  de ©Fermín Rodríguez.

Así presentaba este concierto la página web del festival:

Ravel, Viñes y Falla de aniversarios
Falla y Ravel coincidieron en el París de 1900. El Festival los reúne en el 150 aniversario del nacimiento de Ravel y el centenario del estreno en París de la versión para ballet de El amor brujo. El nombre de Ricardo Viñes, pianista por excelencia de aquel entorno y amigo de los dos músicos, se une a la efeméride pues nació el mismo año que Ravel e introdujo a Manuel de Falla en el ambiente musical francés a su llegada en 1907, además de ser dedicatario de Noches en los jardines de España. El pianista francés Bavouzet y Juanjo Mena ofrecerán en este concierto dos de las obras para piano y orquesta fundamentales no sólo de sus autores, sino de todo el siglo: las Noches de Falla y el Concierto en sol de Ravel. Además, este programa los une también en torno a la danza: La Valse supuso la ruptura de Ravel con Diáguilev, quien se negó a estrenar la obra con sus Ballets rusos, mientras El amor brujo fue convertido en ballet y presentado en París. Entre ambos, se escuchará Epiclesis II, una orquestación de Juan-Alfonso García de su obra original para órgano «compuesta en el centenario del nacimiento de Manuel de Falla y a él dedicada», estrenada en la Catedral de Granada en 2009.

Interesante recordar a Ricardo Viñes que sería ya instalado en París un virtuoso del piano y gran defensor entre otros de Falla y Ravel, por lo que la celebración estaba bien armada aunque los 150 años no comenzarían bien. Un tarde de truenos y relámpagos con lluvia intermitente parecía aguar la fiesta, y cambiar la ubicación palaciega al auditorio no era nada fácil por estar ocupado por la ONE preparando el concierto de domingo. Las previsiones meteorológicas marcaban las 21:00 como despejado y a las 20:42 llegaba un aviso por las RRSS que se retrasaba el inicio a las 22:30 horas, abriéndose las puertas una hora antes, pero aún con dudas no sería hasta las 22:45 cuando tras las disculpas del director del festival Paolo Pinamonti comenzaría un concierto largo, denso y con una conexión entre Granada y París que pondría a prueba a intérpretes y público, pues el orden del programa y su duración nos llevaría hasta la una de la madrugada.

Si hay emociones únicas, escuchar a Falla en La Alhambra tan cerca de su Carmen de la Antequeruela es para recordar y comenzar con el El amor brujo en su versión de 1925 hacía que 100 años después parecía traernos el pasado al presente. La Orquesta Ciudad de Granada (OCG) no podía fallar en el compositor «de casa» y con el director alavés Juanjo Mena (Vitoria-Gasteiz, 21 de septiembre de 1965) al frente presagiaba un buen arranque de concierto, contando como solista con la mezzo de Benissanó, Cristina Faus cual «cantaora», de registros graves casi para contralto (aunque sigo teniendo de referencia a Carmen Linares pero especialmente a Rocío Jurado). Una interpretación con el toque gitano donde la voz de la valenciana casi natural se llenó de la hondura interpretativa que une folklore y lírica, iluminando sus solos con el fuego fatuo siempre arropada por una orquesta donde el alavés supo controlar las dinámicas, con tiempos exigentes y distintas respuestas.

Pausa para colocar el piano en el centro antes del muy esperado pianista francés Jean-Efflam Bavouzet (Lannion, 17 de octubre de 1962) que sería lo mejor de la noche, con la elegancia y técnica ideal tanto para el Falla de la segunda parte como para el extraordinario concierto de Ravel. El compositor vasco-francés vuelca en este concierto el lenguaje de jazz que inspirará a Gershwin, el inicio de un siglo XX  que marcará otro hito en la historia de la música. Maravillosos los tres movimientos con un Bavouzet impecable, atento al maestro Mena que concertó y mandó en una OCG algo desigual pero entregada, luminosa por momentos donde las emociones estuvieron en el Adagio assai con ese piano protagonista, el francés pintor de detalles para quien Ravel es uno de sus predilectos, y un Presto arriesgado y trepidante que pondría a prueba a todos los intérpretes.

Tras la pausa, al menos se dejó el piano sin mover para un homenaje a otro enamorado de Granada, el pacense Juan-Alfonso García (1935-2015) que además de organista de la catedral de Granada,  fue canónigo emérito, comisario de este Festival Internacional de Música de Granada, y maestro de compositores como Francisco Guerrero, Manuel Hidalgo o José María Sánchez-Verdú, tan ligados a la capital nazarí. En las notas al programa del doctor Ortega Basagoiti, nos explica la obra de García que abría la segunda parte: «compuso una trilogía para órgano bajo el título de Epiclesis, el término que designa la parte de la liturgia dedicada a la invocación del Espíritu Santo. Guerrero orquestaría después Epiclesis I, y el propio García haría lo propio en 1997, revisada posteriormente en 2009, con Epiclesis II, subtitulada Plegaria. En un programa en el que tan presente está Falla, es desde luego oportuno recordar la figura de García, no solo por su doble papel como compositor y pasado comisario del Festival, sino por su admiración hacia el compositor gaditano, a quien dedicó su Epiclesis. Así lo expresaba García, recordando el carácter de invocación que tiene el título, en una entrevista con Eva Santamaría: «Yo heredé de mi maestro [Ruiz-Aznar] el afecto hacia Manuel de Falla. Él ha dado lugar a que seamos y le dediqué una obra, Epiclesis, que es la invocación del espíritu sobre una persona»». De  García recuerdo lejanamente su oratorio Cántico espiritual con la OSPA en tiempos de Jesse Levine allá por 1993, pero esta Epiclesis II, en orquestación del propio autor sobre la original para órgano de 2009, me hubiera gustado más con los registros del catedralicio o los muchos instrumentos que Granada atesora, pero no soy quien para contrariar al propio compositor. Mejor «obertura» inicial y reconocido homenaje que tendrá en otras obras de este 74 Festival, y trabajo de Mena con la OCG que serviría como puesta a punto para lo que quedaba.

Falla con Bavouzet fue el complemento ideal de estos aires franceses, dos conciertos de piano en una misma velada, el Ravel desenfadado de los felices años 20 y el Falla de los inicios, el apoyo de Viñes a quien iría dedicado, y todo un modelo a seguir, novedoso titulándolo Noches en los jardines de España donde los tres movimientos son estampas y jardines que pudimos disfrutar en su entorno y con una buena versión de Bavouzet y Mena nuevamente mostrando el feliz y necesario entendimiento con los aires franceses que el talento del pianista le imprimió cual «segundo Viñes» un siglo después. Un Generalife luminoso, una danza lejana donde la OCG ayudó a ese clima de «impresiones sinfónicas» con el piano perfilando la exuberancia antes de la fiesta gitana del Corpus más granadino que cordobés, el recuerdo del cante inicial y el buen entender que los franceses han tenido del flamenco.

Nueva pausa para retirar el piano y quedándonos con ganas de una propina de Falla o de Ravel pero faltaba aún La Valse, una obra que le queda todavía «grande» a una OCG que ha mejorado y agradecerle la valentía de afrontar un programa tan denso y exigente. El esfuerzo de Juanjo Mena en sacar lo mejor de «la orquesta de casa» fue inmenso y a lo largo de una noche mágica por las obras pudimos apreciar una cuerda compacta con dos arpas impecables; la madera también tuvo pasajes inspirados. En cambio las dinámicas no siempre tuvieron el balance ideal de las secciones donde la acústica palaciega puede ser engañosa. Hubiese acortado el programa con esta «Balsa» más que Valse y un García que sonará a lo largo del festival, pero está claro que el movimiento se demuestra andando y trabajar grandes repertorios es la forma de seguir creciendo, más con maestros como el vitoriano.

PROGRAMA

I

Manuel de Falla (1876-1946)
El amor brujo (versión de 1925)
Maurice Ravel (1875-1937)
Concierto para piano en sol mayor (1928-31)

II

Juan-Alfonso García (1935-2015)
Epiclesis II (orquestación del propio autor sobre original para órgano. 2009)
Manuel de Falla
Noches en los jardines de España (para piano y orquesta. 1909-16)
Maurice Ravel
La Valse (1919-20)

En el 150 aniversario del nacimiento de Maurice Ravel y Ricardo Viñes, y el centenario del estreno en París de El amor brujo de Manuel de Falla.

Cine de verano con una noche de terror

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Jueves 11 de julio, 22:30 horas. 73º Festival de Granada, Colegio Mayor Santa Cruz la Real / Clásicos del Cine | Festival Joven:
«Nosferatu».
Orquesta Ciudad de Granada (OCG), voces femeninas del Coro de la OCG (Héctor Eliel Márquez, director), Ander Tellería (acordeón), José María Sánchez-Verdú (director y compositor). Fotos propias y de ©Fermín Rodríguez).

A lo largo de esta edición del Festival de Granada donde José María Sánchez-Verdú (Algeciras, 1968) es el compositor residente, estoy ahondando no ya en su producción sino en comprender su versatilidad para todo tipo de formaciones con un dominio de las tímbricas que buscan crear una poética «del extrañamiento y lo desconocido» en sus propias palabras recogidas en Platea Magazine.
En un «cine de verano» dentro de mi segunda casa granadina, con un trabajo enorme de infraestructura que puedo comprobar in situ, llegaba una noche de terror que pude disfrutar hace ya once años en Oviedo: este Nosferatu «resucitado» con banda sonora en vivo, y ahora siendo el compositor también director con las formaciones locales y el acordeonista Ander Tellería que sustituyó al anunciado y tristemente «lesionado» Iñaki Alberdi.
Sin entrar en la maravillosa película de Murnau, en su momento la música de Sánchez-Verdú ya me pareció de lo más apropiada como banda sonora, y al final de esta entrada dejaré las notas del propio compositor. Escribía hace 11 años que el compositor algecireño reinterpreta desde un lenguaje actual el propio expresionismo de la cinta alemana para lograr auténticos momentos cumbre muy exigentes para los músicos de una orquesta madura (incluyendo el acordeón) que si además el director es el propio compositor, la conoce como nadie.
Con un trabajo meticuloso y un encaje perfecto en todas las secuencias, destacando toda la percusión con un arsenal de instrumentos donde no faltó el eolífono (o máquina de viento), la perfección de relojero para las 12 campanas de carillón, o una caja avisando de la peste que tal parecía salir de la gran pantalla, alternando con bombo, marimbas y demás percusión, merecedores de todo el reconocimiento por el buen trabajo realizado.
La OCG se ciñó a todas las indicaciones del maestro con perfección y exactitud de «escaleta» en una partitura muy difícil -que como curiosidad incluyo la primera página de la partitura que utilizó mi querido Nacho de Paz (1974) en Oviedo- para comprobar la complejidad en la escritura de Sánchez-Verdú, con intervenciones destacadas de los diferentes solistas asociadas a los personajes, disfrutando del trompeta y sin olvidarme de las voces blancas del coro que dirige Héctor Eliel Márquez, situadas detrás de los violines primeros y que funcionaron como instrumentos de viento ensamblados con la orquesta o en breves momentos «a capella» creando una atmósfera sonora con la misma inquietud o misterio de las escenas cinematográficas, igualmente exigente vocalmente y bien resuelto por las mujeres del Coro de la OCG.
Tras varios conciertos con la música del compositor tengo claro que su música es de nuestro tiempo e incluso para una película de 102 años subtitulada «Una sinfonía del horror» mantiene la esencia expresionista con un lenguaje propio que sirve para ponerle imágenes a toda su producción, aunque puede que este Nosferatu no aguantase una interpretación tan larga sin las imágenes, pero con Murnau seguro que esta partitura del abogado y compositor gaditano será atemporal como la propia película, con unos personajes donde la música es más necesaria que los rótulos (en alemán subtitulados al inglés).
Una buena sesión nocturna para seguir disfrutando de un Festival que no se ha olvidado del cine, esta vez auténticamente de verano.
Notas al programa del propio compositor Sánchez-Verdú con las excelentes fotografias de @ferminius
«Mi obra musical sobre la película Nosferatu. Eine Symphonie des Grauens (1922) de F. W. Murnau fue encargo del Teatro de la Zarzuela y la Orquesta de la Comunidad de Madrid en 2002. Se estrenó en 2003 en este teatro con la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid bajo la dirección musical de José Ramón Encinar. Posteriormente ha sido presentada en numerosas ciudades del mundo como Sevilla, Potsdam, Wuppertal, Berlín, Salzburgo, Ciudad de México, Montevideo, Buenos Aires, etc. Es un proyecto
muy especial y complejo que me permitió, sin renunciar a mi propia música, vincular la imagen y el sonido en una dramaturgia muy particular.
De la música original que Hans Erdmann (1882-1942) había compuesto para este filme sólo se han conservado unos veinte minutos. Ni siquiera la sincronía con las secuencias se conoce en su totalidad. Pese a las varias reconstrucciones que se habían hecho hasta entonces de la música original creí muy interesante componer una nueva banda sonora (para orquesta y coro femenino) que se adaptara a la dramaturgia del film en sus 92 minutos. Algunas de las restauraciones de la música original realizadas –partiendo de la base de que esta música se hacía en vivo y con frecuencia con piezas de repertorio de la época– pierden su fuerza al reiterar continuamente materiales musicales (los de Erdmann) en situaciones dramáticas que a lo largo de la película evolucionan radicalmente. Esa falta de evolución dramática de la música y contraria a la película de Murnau me parecía un gran problema. Mi partitura fue una propuesta personal de crear un mundo sonoro que abriera el filme, sin molestar, hacia una cierta intemporalidad, toda vez que la música subraya básicamente la dramaturgia psicológica de los personajes a lo largo del viaje que traza Murnau junto a determinados momentos en que la energía visual necesita también una cierta correspondencia sonora. La música de Nosferatu se desarrolla paralelamente a la dramaturgia del filme, creando un sutil mundo musical y un fondo de paisajes sonoros. En varios momentos funciona como un estrato superior creado sobre los escasos fragmentos conservados de la música original de Erdmann (como hipotexto), casi como un palimpsesto. Así, la casi perdida música original perdura como a través de un velo en una música que pretende destacar sobre todo la evolución psicológica de los personajes sin restar en ningún momento protagonismo e intensidad a esta obra maestra de Murnau.
La música va unida como un guante a una mano en relación con todas las secuencias de la película. Los diferentes tintados en colores del filme (en la gran restauración hecha por Luciano Berriatua para la Fundación Murnau) tienen su plasmación en la música atendiendo a un desarrollo muy grande de la sinestesia a través de la vinculación de las notas musicales y los colores. Los tintados del negativo realizados
por Murnau van unidos íntimamente a notas musicales, texturas y sus timbres. Un ejemplo: para mí el negro de la noche no puede pasar más que por la altura absoluta del Do y mínimas desviaciones microinterválicas; la luz del ocaso solo puede girar en torno a la nota Sol en la cuerda con reminiscencias en rosas, ocres y blancos de las notas Re o Fa; el color del mar en calma, azul, solo puede estar en el Mi y sus varios matices. No de otra forma es mi percepción sinestésica. Incluso algunos elementos se van consolidando durante el film hasta convertirse en símbolos: la nota Fa pasa a ser la obstinada manera de representar la muerte, la llegada de la peste a la ciudad de Wisborg. Naturalmente todas estas implicaciones de las que no me podría escapar son muy distintas en la percepción de cada persona. Podría decir que he tratado de trazar imágenes sonoras para las imágenes visuales en movimiento creadas por Murnau, sabiendo que él, a su vez, se inspiró y recreó en imágenes plásticas (estáticas) de obras de grandes pintores románticos alemanes (Tischbein, Carus, Von Schwind o Friedrich muy especialmente). El proceso de trasladar aspectos de lo visual a lo sonoro es, sin embargo, uno de los pasos más subjetivos que se pueden dar en el campo de la interrelación entre las distintas disciplinas artísticas.
Por último, señalaré que algunos de los instrumentos y voces de esta partitura van unidos íntimamente a determinados personajes o a fenómenos como la naturaleza, el mal, la peste, etc. El personaje de Nosferatu va unido intrínsecamente al acordeón; su asistente, Knock, al fagot. Hutter, el protagonista, se desplaza junto al violoncello, y su amada Ellen se vincula al lánguido lamento del oboe. Las fuerzas de la naturaleza encuentran en las voces del coro femenino su mundo sonoro, así como la fuerza del destino de los personajes en el filme. Todo ello se desarrolla de manera muy sutil y creando múltiples capas de percepción que van destilándose y
expandiéndose a lo largo de toda la película»
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PROGRAMA
Nosferatu. Eine Symphonie des Grauens (Nosferatu. Una sinfonía del horror, 1922)
Película de Friedrich Wilhelm Murnau (1888-1931)
Música de José María Sánchez-Verdú (1968)

Frío nórdico en Granada

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Jueves 20 de junio, 22:00 horas73º Festival de Granada. Palacio de Carlos V | Conciertos de Palacio: Orquesta Ciudad de Granada (OCG), Juan Floristán (piano), Tabita Berglund (directora). Obras de Sibelius y Rajmáninov. Fotos de ©Fermín Rodríguez.

El aviso de la repentina cancelación por enfermedad del esperado director finlandés Tarmo Peltokoski (Vaasa, 2000) nos llegaba el pasado lunes, pero rápidamente y con lo que supone afrontar un programa ya cerrado se contactó con la directora noruega Tabita Berglund (Trondheim, 1989), celeridad y acierto en encontrar para aceptar poder asumir semejante compromiso, otra batuta nórdica -verdadero vivero de músicos que vienen empujando- con una agenda completa, y más que una promesa como el finlandés Peltokoski (que esperemos se recupere para la clausura del Festival), toda una realidad que acumula éxitos con grandes formaciones y en las dos próximas temporadas estará al frente como principal invitado en Detroit y Dresde. Ahora queda sumar a su currículo este debut con la OCG y ser la primera mujer sobre el podio sinfónico en los 73 años del festival granadino, con un Sibelius recuperado por tantos directores bálticos capaces de descubrir nuevos matices del finlandés, compartiendo y escoltando en el programa al famoso segundo concierto de piano del ruso Rajmáninov, dos compositores cercanos en su tiempo como lo son hoy la maestra noruega y el pianista sevillano Juan Pérez Floristán (1993) precisamente juntos en un programa titulado «Jóvenes en plenitud«.

La noche fría pareció contagiar las obras y también a los intérpretes, comenzado con una Finlandia casi invernal por cierto destemple global en la OCG, opaca y del color primaveral de la tierra de Sibelius aunque la directora noruega lo marcase todo, batuta cual estilete y mano izquierda fraseando. Las siempre sobreexpuestas trompas tiritaron aunque el resto de metales diesen el calor épico de aquel julio de 1900 en Helsinki, esta vez gélido junio de 2024 en Granada.

El cinematográfico, bello y exigente segundo concierto para piano de Rachmáninov, estrenado en Moscú un año después de Finlandia, sigue siendo un referente y teniendo a Floristán era interesante cómo lo volvía a sentir tras haber ganado con él hace 9 años el Concurso de Santander. El sevillano ha madurado y su interpretación resultó en cierto modo rocosa como las piedras del Carlos V, dura y muy contrastada, mandando y mostrando buen entendimiento con la directora noruega atenta al solista, manteniendo buen balance orquestal aunque la formación local todavía no encontraría su temperatura, puede que algo descompensada la cuerda por mayor falta de efectivos en este programa, pero faltó tensión y brillo, más pegada en los graves e incluso momentos sin empastar las violas. Las maderas tampoco lucieron a excepción de un excelente oboe, y en este «segundo» el pianista sevillano llevó todo el peso desde el inicio, amplia gama dinámica ya en el Moderato inicial con gran expresividad, sin forzar los cambios de tempo y limpieza en los pasajes rápidos, aunque su mano izquierda resultase en exceso poderosa. Mucho más reposado, lírico y equilibrado el bellísimo Adagio sostenuto central, bien encajado con la orquesta antes del Allegro scherzando verdaderamente juguetón por su parte pero sin la misma respuesta que Tabita Berglund pedía con su gestualidad total, tal vez exajerada y en cierto modo contagiando un ímpetu que trajo inseguridad a la orquesta nazarí. Lo del público aplaudiendo cada movimiento comienza a ser preocupante y persistente (incluso en la Quinta) aunque no seré yo quien defienda una costumbre que los tiempos han ido cambiando (creo que para peor).

Juan Pérez Floristán agradeció su presencia en esta edición y tanta inspiración en esta mágica Granada con su Alhambra que estuvo disfrutando, por lo que el regalo fue la habanera de La Puerta del Vino tan cercana al Palacio y de un Debussy, que no la visitó pero recreó cual postal o acuarela impresionante (también impresionista) enviada por su amigo Falla, y donde el sevillano mostró el poso y buena elección de un repertorio más «liviano» sin problemas de excesos sobre la tarima, música bien interiorizada y tentación a la que debía sucumbir esta noche.

Un breve descanso que bajó la temperatura exterior pero al menos la OCG hizo el efecto térmico  inverso, algo más templada para la Quinta sinfonía de Sibelius. De ella el programa de mano titulado «Miradas, reflejos y vestigios» escrito por Justo Romero dice: «La Quinta sinfonía de Sibelius es obra de ancha gestación, cuya versión original se estrenó el 8 de diciembre de 1915 en Helsinki, el mismo día que Sibelius cumplía 50 años. De hecho, la sinfonía nació como respuesta a un encargo del Gobierno finés para conmemorar el medio siglo de vida del compositor más ilustre. Un año después, en 1916, presentó una versión revisada, que introduce sustanciales novedades, como cuenta el propio compositor en una carta fechada el 20 de mayo de 1916: «La Quinta sinfonía ha sido prácticamente compuesta otra vez […] Primer tiempo: enteramente nuevo; Segundo tiempo: reminiscencia del antiguo; Tercer tiempo: recuerda el final del primer tiempo de la antigua versión; Cuarto tiempo: los antiguos motivos, pero más enérgicos en la revisión. Todo, si se me permite decirlo, es una gradación plena de vida hasta el final. Triunfal». La versión definitiva, en tres movimientos, que refunde los dos primeros, se estrena el 24 de noviembre de 1919, con la Filarmónica de Helsinki dirigida por él mismo. Cinco meses antes, en julio, se había estrenado en Londres El sombrero de tres picos«.

Tabita Berglund infundió algo de color y calor a una obra de gran envergadura (yo digo que «no hay quinta mala»), con el Tempo molto moderato inicial empastado, una mejor madera (el fagot bien cantado) especialmente en el inicio del Andante mosso, quasi allegretto; los metales -con buenas trompetas- resultaron realmente broncíneos; finalmente una cuerda que al fin sonó tensa y presente, pero difusa, de pizzicati livianos. Sí logró la respuesta correcta en los cambios de aire así como en las dinámicas, atacando el Allegro molto algo acelerada y contagiando esa sensación, la mía que fue ella directora quien buscó esa sonoridad pero sin la claridad y luminosidad que esperábamos, optando más por la energía que por una tensión entendida desde la expresividad, dejando casi sin aliento el discurrir e impidiendo unos fraseos más diferenciados, tomando aire. Don Justo, el maestro pacense, nos recordaba que «Europa ya había escuchado las Cinco piezas para orquesta, op. 16, de Schoenberg, el Wozzeck de Berg, los ballets de Stravinsky o las músicas de Debussy y Ravel. De alguna manera, Sibelius sintió con su Quinta sinfonía la certidumbre de que el mundo iba por otros derroteros», y creo que este concierto también…

PROGRAMA

Jean Sibelius (1865-1957):

Finlandia, op. 26 (1900)

Serguéi Rajmáninov (1873-1943):

Concierto para piano nº 2 en do menor, op. 18 (1900-01):

Moderato – Adagio sostenuto – Allegro scherzando

Jean Sibelius:

Sinfonía nº 5 en mi bemol mayor, op. 82 (1915, rev. 1916-19):

Tempo molto moderato – Andante mosso, quasi allegretto – Allegro molto

Títeres atemporales

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Miércoles 21 de junio, 22:00 horas. 72 Festival de Granada. Palacio de Carlos V, Universo vocal (Ópera I): El retablo de maese Pedro: “Un tríptico sobre Don Quijote”. Orquesta Ciudad de Granada (OCG), Alicia Amo (soprano), David Alegret (tenor), José Antonio López (barítono), Juan Carlos Garvayo (clave), Aarón Zapico (dirección musical); Compañía Etcétera, Enrique Lanz (dirección de escena, títeres, escenografía y proyecciones). Obras de Telemann, Boismortier y Falla.

Segunda oportunidad para disfrutar de un espectáculo que hace años Antonio Muñoz Molina llamaba “El teatrillo de mundo”, los títeres de cachiporra que en Granada llaman “cristobicas” o en Jaén (como en Asturias) chacolines, una fiesta para niños y mayores que nunca pasará de moda cuando las historias son pura literatura. El texto de “El retablo de maese Pedro” se basa en el capítulo XXVI de la segunda parte de “El Quijote” cervantino, con unas líneas de otras partes de la obra. En este capítulo, el titiritero Maese Pedro llega por casualidad a la misma venta en La Mancha de Aragón donde se encuentran Don Quijote y Sancho. Es la obra que representa Maese Pedro con sus títeres, la historia de la francesa Melisendra, esposa de don Gayferos, a quien tenía cautiva el rey Moro Marsilio, más la liberación por parte del enamorado de esta dama con el final de la persecución por parte de los moros. Llegado este lance, don Quijote en su locura no se da cuenta de que son títeres, destruyendo teatro y muñecos con el fin, según él, de salvar a los fugitivos.
El 25 de junio de 1923 se estrenó en el palacio de la princesa de Polignac en París El retablo de maese Pedro de Manuel de Falla, una de las obras escénicas más singulares e importantes de la historia de la música española. Concebida como una breve ópera de cámara para títeres, la obra se había escuchado ya en marzo de aquel mismo año en el teatro San Fernando de Sevilla, pero en versión de concierto. Para el estreno parisino Falla contó con la colaboración del profesor, grabador y escenógrafo Hermenegildo Lanz (Sevilla 1893 – Granada 1949). En 2009, su nieto Enrique Lanz, líder de la prestigiosa Compañía Etcétera, creó unas marionetas gigantes para presentar la obra en el Teatro Real que también se llevó al Auditorio de la capital asturiana gracias a la Fundación Ópera de Oviedo, y son esas marionetas las que llegaron al escenario de la Alhambra en dos funciones para celebrar su centenario.
Este jueves ya rodada la primera representación, todo encajó a la perfección: una OCG bien balanceada pese a su disposición, con una cuerda delicada (bravo el concertino), precisa y bien contrastada, las lengüetas encajando, los metales en su justa presencia, el clave “histórico” escuchándose más presente y límpido (con un Garvayo que no falla) y la percusión de Noelia Arco encajada en membranas, pandereta y castañuelas… hasta el eolífono o máquina de viento (que algún periodista en el estreno confundió con corrientes que se colaron en el palacio renacentista de Machuca) sopló más precisa “enlazando aires”. Aarón Zapico mantuvo la tensión necesaria para no dejar nada fuera de control, dominio absoluto tanto de la música como de la escena, mimando al trío vocal que este jueves la amplificación “trató mejor”, y en general un excelente “tríptico quijotesco” capaz de aglutinar y organizar una acción donde las épocas barroca y rococó junto al neoclásico de Falla, todas sin pausas, se organizaron para que el número final tuviese la preparación ideal que ayudase a entender toda esta ópera imperial más que camerística, espectáculo total completando un programa donde la magia volvió a surgir y creer que los títeres tienen vida propia y cantan.
Si el día del estreno la tarde mojó los títeres haciéndolos aún más pesados, la segunda fue perfecta y la compañía de Enrique Lanz volvió a triunfar (pese a algún espectador con los pulgares abajo desconociendo su rechazo). La música unió una acción en siete cuadros donde los títeres grandes cantan y presentan el “teatrillo” ya mágico manteniendo la esencia de hace 100 años. Arrancando alguna que otra risa, Melisendra encantadora con el concertino poniéndole el sentimiento, rescatada a caballo por Don Gayferos, los clarines, los “chacolíes” azotando y la música reforzando, títeres que contemplan los grandes, los cervantinos que cantan y actúan, el esforzado Trujamán de Alicia Amo, el niño de “doble voz”, el Maese Pedro de David Alegret que da con la campana el arranque de la acción, y el potente Don Quijote de José Antonio López todavía más corpóreo que su réplica gigantesca blandiendo la espada con la que desbarata el “tinglado”.
Pero la música de Telemann y Boismortier alternándose como si fuese única ex profeso para el espectáculo redondeó el éxito. Sabia organización del director langreano, un Aarón Zapico con tablas y conocimiento de este repertorio barroco diseñado desde la óptica escénica que encajaría perfectamente con Falla, el pregón musical y después de Maese Alegret invitándonos al palacio cual venta desde la Sinfonía que abriría el telón para que Alicia Trujamán fuese narrándonos la acción de “los Etcétera”.
Final de “Estocadas reveses y mandobles” que no destrozan sino que resucitan este retablo centenario donde Melisendra será Dulcinea y el tríptico sobre Don Quijote una ópera imperial que nos haría despertar después de 100 años con “otro sueño de una noche de verano granadino”.
P. D.: Muy recomendable la exposición en el Centro Federico García Lorca hasta octubre de este año comisariada por Andrew A. Anderson.
Ficha:
Palacio de Carlos V, jueves 22 de junio, 22:00 horas. 72 Festival de Granada. Universo vocal (Ópera I): El retablo de maese Pedro: “Un tríptico sobre Don Quijote”. Obras de Telemann, Boismortier y Falla.
Reparto:
Orquesta Ciudad de Granada (OCG) – Alicia Amo, soprano (Trujamán) – David Alegret, tenor (Maese Pedro) – José Antonio López, barítono (Don Quijote) – Juan Carlos Garvayo, clave – Aarón Zapico dirección musical. Compañía Etcétera. Enrique Lanz dirección de escena, títeres, escenografía y proyecciones.

De princesas y emperadores

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Miércoles 21 de junio, 22:00 horas. Inauguración del 72 Festival de Granada. Palacio de Carlos V, Universo vocal (Ópera I): El retablo de maese Pedro: “Un tríptico sobre Don Quijote”. Orquesta Ciudad de Granada (OCG), Alicia Amo (soprano), David Alegret (tenor), José Antonio López (barítono), Juan Carlos Garvayo (clave), Aarón Zapico (dirección musical); Compañía Etcétera, Enrique Lanz (dirección de escena, títeres, escenografía y proyecciones). Obras de Telemann, Boismortier y Falla.

Granada y Manuel de Falla forman un tándem inseparable desde que el gaditano la visitase varias veces a partir de 1915 hasta instalarse en 1921. La ciudad de Lorca uniría al poeta universal con el compositor y con el artista Hermenegildo Lanz, que llegaría a la ciudad nazarí en 1917, amistades que entre tanto talento dejarían “Los títeres de Cachiporra de Granada” junto al musicólogo Adolfo Salazar, o la “Fiesta del Día de los Reyes Magos” también con el llamado teatro guiñolesco. La princesa de Polignac encargaría a Falla El retablo de maese Pedro, especie de ópera de cámara moderna (que terminaría el 6 de enero de 1923) inspirada en estas funciones con títeres, y se estrenaría en el palacio parisino un 25 de junio de 1925, donde se utilizaron dos tipos de títeres: muñecos grandes para los personajes del público y figuras planas para los personajes del retablo.
Cien años después, “El retablo” sigue siendo palaciego, mejor en la Granada imperial de Carlos V que en el París de los “felices años 20” con la heredera de Singer (el de las máquinas de coser), invadido por el mismo espíritu original de Lorca, Lanz y Falla (muy recomendable la exposición en el Museo Casa de Los Tiros”El pasado presente” sobre el centenario del retablo hasta el 3 de septiembre) y que tenía que estar en este histórico Festival.
Todo un espectáculo en torno a la figura de Don Quijote con la OCG bajo la batuta del asturiano Aarón Zapico que pergeñaría un tríptico desde el barroco que domina desde sus inicios musicales, hasta este Falla centenario, una música global sin pausas con la inspiración literaria para unas músicas que sonaron como un “sueño de una noche de verano” con cumpleaños feliz tras detenerse las tormentas.
Con el palacio al completo en esta inauguración donde no faltó nadie ni nada, comenzaría a sonar Georg Philipp Telemann (1681-1767) y la Burlesque de Quichotte, obertura-suite en sol mayor, TWV 55:G10 (1716), la OCG ubicada atendiendo a la escenografía posterior y con las lengüetas algo separadas que tardaron en ensamblarse, con un Zapico pisando el acelerador apostando por los contrates y tempi arriesgando con una respuesta orquestal impecable y de auténtico barroco.
Sin pausas, aguantando desde la dirección la tensión que enlazaría en una unidad increíble seguiría Joseph Bodin Boismortier (1689-1755) con fragmentos de Don Quichotte chez la Duchesse, op. 97 (1743), misma tensión barroca, cuerda precisa, viento empastando mejor, percusión más “a tempo” y un clave “histórico” algo apagado pese a una amplificación suficientemente discreta que no logró el balance ideal que el Palacio de Carlos V necesitaría para esta música del XVIII con una orquesta del XXI, aunque la entrega de los músicos y su respuesta a la dirección del asturiano fue digna de admiración.
Y con la proyección en el “sobretelón” de los títeres quijotescos llegaría el esperado «El retablo de maese Pedro» (1919-1923) de Manuel de Falla (1876-1946).
El trío solista ubicado a la izquierda pero la acción de la maravillosa Compañía Etcétera de Enrique Lanz, volviéndonos niños nos hizo creer realmente que los títeres cantan, mantienen la acción en total compenetración con la música, y la amplificación que no siempre ayudó a las voces aunque la producción posterior seguramente encuentre el equilibrio justo. Con el cambio al clave “histórico” de Juan Carlos Garvayo, algo limitado en volumen pero con momentos de presencia impecable, una OCG sin limitarse en plantilla a la ideada por Falla, pues el palacio imperial necesitaba más músicos que el salón de “La Polignac” y una sincronización perfecta entre música y escena, Maese Pedro interpretado por el tenor David Alegret daría la pauta de este teatrillo al que cien años no son nada ante su actualidad en todos los aspectos, de amplificación compleja que no ayudó a disfrutar de su color ni textos. Del Trujamán interpretado por la soprano Alicia Amo comentar que tuvo la complejidad vocal de las transiciones entre un timbre de niño con los cambios dramáticos y la no siempre clara dicción, creo que debida a mi cercanía (fila 8) que mezclaba el sonido directo con el amplificado, aunque compensada por esos “cambios de registro” que ayudaron a la conjunción escénica necesaria. En cambio Don Quijote del barítono José Antonio López, siempre seguro de calidad y emisión, no tuvo las diferencias entre «natural y artificial» de su proyección y sensación de poderío, tanto corporal como de proyección, ventajas de esas voces que ni siquiera cambian el color ni la presencia tan necesarias para este Quijote de Falla.
Triunfo total de Enrique Lanz y toda su compañía, un equipo entregado hace años que volvía a dar vida a unos títeres históricos, familiares, con una escena tan creíble como bella con todo lo que conlleva mantener y actualizar un legado centenario. Espectáculo total es la ópera incluso de cámara, el Falla libre para crear esta joya tan actual como entonces desde la grandeza imperial que al fin es justa con una partitura bien leída e interpretada por un elenco al mando del maestro Zapico, conocedor de primera mano de esta producción que ya vivió e interpretó en Oviedo allá por 2009 desde el clave, y con mando absoluto este miércoles de festejos múltiples, llegada del verano para una noche primaveral donde Falla sigue presente y vigente.
La magia prosiguió en la noche granadina sin movernos de La Alhambra, asturianos y hermanos gallegos cerrando círculos y experiencias que mejor contarlas de palabra, pues hay sentimientos y casualidades en la vida que darían para una película. La banda sonora será de Falla…

Viernes sinfónico de Musika-Música

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Viaje de apenas 3 horas entre Mieres y Bilbao, con tiempo suficiente para guardar el coche, coger los paraguas y pasar por el cajero detrás de las taquillas del Euskalduna recogiendo nuestras 20 entradas para los 10 conciertos que nos esperaban en este maratón musical que es Musika-Música, este año con el lema «Puente para románticos«. La elección y encaje horario resultaron difíciles pero mayoritariamente apostamos por las orquestas y música de cámara muy concreta, sin olvidarnos de los conservatorios… sacando las entradas por Internet, sin coste adicional, el mismo día de su salida a la venta el pasado 18 de febrero.

Y a diferencia de otros años, esta vez el Auditorio tenía las localidades numeradas, por lo que las colas para acceder a los conciertos, salvo los gratuitos, eran menores, aunque también tiene su gracia conocer a otros melómanos en estas esperas para buscar la mejor butaca en las distintas salas, con muchos franceses como es habitual, y una excepcional organización aunque este año los conciertos comenzaron todos con retraso, trabajo impresionante de todos con una amabilidad marca de la casa.

Viernes 4 de marzo, 19:30 horas: Auditorio Odisea, Concierto nº 2, Euskadiko Orkestra Sinfonikoa, José Miguel Pérez Sierra (director). Obras de Wagner y R. Strauss. Entrada: 10’90 €.
Buen inicio de nuestra programación con el Preludio y muerte de Isolda del «Tristán e Isolda» wagneriano con una orquesta que llenó el auditorio, gran formación con Pérez Sierra que apostó por demostrar la gran calidad de estos músicos con una amplia gama dinámica algo contenida y secciones bien equilibradas. Momentos íntimos frente a la explosión anímica que nos dejó saborear la peculiar escritura e instrumentación del primer Ricardo de la noche, porque aún quedaba el segundo, Strauss con su impresionante Muerte y transfiguración, poema sinfónico op. 24.
Verdadera implosión como ruptura hacia dentro en oposición a la explosión wagneriana, favorecida por una orquesta potente en número y calidad, especialmente la cuerda que consiguió el equilibrio de unos metales en estado de gracia, todo con una dirección clara de gesto e ideas a cargo del joven director madrileño a lo largo de los cuatro números donde prima el tiempo contenido pero la expresividad es contagiosa dentro de la intrincada escritura del alemán.

Viernes 4 de marzo, 21:00 horas: Auditorio Odisea, Concierto nº 3, Orquesta Ciudad de GranadaGiancarlo Andretta (director):
F. Schubert: Sinfonía nº 9 en do mayor «La Grande» D. 944. Entrada: 10’90 €.
La elección del repertorio es básica para la plantilla habitual de una orquesta, evitando «tirar» de refuerzos para afrontar obras que a todos nos gustan pero que pueden engañar al público no habitual. La orquesta de cámara granadina OCG con un Andretta vitalista que lleva a su formación «de la mano» supo aprovechar estos recursos con maestría, trompas excelentemente afinadas y empastadas, madera clara y lírica, cuerda de terciopelo capaz de alcanzar todos los matices sin perder presencia, todo lo que hace «Grande» a maestro, orquesta y sinfonía. El espíritu clásico vienés bien entendido en cada movimiento, creciendo en intensidad anímica y tiempos, destacando los dos últimos Allegro vivace del Scherzo y Finale para seguir admirando la magna obra de Schubert como compañero de viaje de Bethoven en ese puente hacia el romanticismo. Un placer escuchar cada sección sin merma alguna de dinámicas, todos entregados a esta sinfonía en su estado puro y como flotando el espíritu de Harnoncourt que ya dejó huella en la historia de la música pero personal y especialmente en Schubert.

Aún hubo tiempo de unas cañas con sus correspondientes pinchos antes de acostarse, que el sábado se preveía largo y había que descansar.