Jueves 24 de junio, 20 horas. Teatro Campoamor, XXVIII Festival Lírico, Oviedo: El Gato Montés. Ópera popular española en tres actos y cinco cuadros, música y libreto Manuel Penella (Estrenada en el Teatro Principal de Valencia, el 22 de febrero de 1917). Entrada butaca: 46 €.
Concluyendo curso escolar y temporada lírica carbayona, este jueves festividad de San Juan en Mieres, salía por la puerta grande esta ópera nuestra, un «gato» verdaderamente atigrado donde los registros graves triunfaron en esta representación llena de amor, pasión, violencia y muerte, con una dirección de escena a cargo de Raúl Vázquez verdaderamente bella, sin tópicos, conocedor de todos los recursos en sus muchos años de oficio, bien rodeado por una «cuadrilla» de altura, desde la escenografía (Carlos Santos) a la iluminación (Eduardo Bravo) pasando por el vestuario (Massimo Carlotto) y la coreografía (Alberto Ferrero), un círculo perfecto con todos los simbolismos, casi como darle la vuelta de género al bolero de «querer a dos hombres a la vez y no estar loca».
El maestro de espadas Lucas Macías presidió un espectáculo donde con la Oviedo Filarmonía dejó el festejo en lo más alto, la música del maestro Penella engrandecida por la adaptación orquestal del «apoderado» Israel López Estelche, jugando con una tímbrica ideal para este verismo atemporal capaz de convertir el arpa en guitarra española y los metales en banda sinfónica para ese pasodoble universal con el título de la propia ópera, el peso de los registros graves con unos violonchelos o unas trompas dignos de dar la vuelta al ruedo.
Los miembros de la Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo que dirige Pablo Moras no fueron meros subalternos sino coprotagonistas de esta velada, dentro y fuera de la arena, figurantes cantantes junto al cuerpo de baile, y donde pudimos disfrutar de la Loliya de María Heres que ya pide paso en estos papeles o Víctor Urdialez entre los peones, una cantera vocal ovetense que de nuevo trajo al ruedo al Coro infantil de la Escuela de Música Divertimento (Rosa Argüello Iglesias, Nerea Fernández Amor, Guillermo Fernández Rubio, Rodrigo Méndez de la Fuente y Carlota de Miguel Busta), unos gitanillos que ya han tomado la alternativa escénica y coral en esta Fiesta tan nuestra.
Y todo un cartel de primeros espadas con Juanillo, el Gato Montés de Àngel Òdena verdadero triunfador de la tarde por poderío vocal y escénico, dominio total y barítono ideal convertido en bandolero héroe más que villano, vencedor en mano a mano con el torero Rafael Ruiz, el Macareno encarnado por un Gillen Munguía (de faena aseada y de aliño) «por el amor de una mujer», Soleá Nicola Beller Carbone convincente, creciendo en cada «tercio», entregada y querida como otra hija de esa inmensa madre, la Frasquita de Marina Pardo siempre atinada, con el destino bien leído y cantado de la Gitana Sandra Ferrández, embrujándonos para redondear ese círculo mágico de mezzos donde no quiero olvidarme de la «cuadrilla» perfectamente asentada y al quite desde «los medios» como el Hormigón de Fernando Campero y con todas las bendiciones del Padre Antón, Francisco Crespo, ensamblados para afrontar cada «mihura» de este Penella inspirado.
Por finalizar estas rápidas líneas o crónica de última hora, pues este viernes es aún lectivo, con el coso del Campoamor aplaudiendo la fiesta, pidiendo la vuelta al ruedo para todos y salida por la puerta grande (escalonada y con distancia de seguridad), ya con ganas de la próxima «feria lírica asturiana» que es este festival ovetense plenamente consolidado y cercano a los treinta años, creciendo como su orquesta y titular desde un foso con mucha historia musical.
El propio Raúl Vázquez en el programa «digital» nos orientaba sobre su visión de esta partitura auténticamente verista y española, inspiraciones pictóricas y literarias para algo tan nuestro como la historia musicada de Penella totalmente exportable en la producción de un festival lírico que apuesta por renovar nuestro patrimonio y manteniendo en estos tiempos difíciles la actividad en un teatro que ha sabido aguantar como pocos la Pandemia, salvando puestos de trabajo, afición y demostrando, por si aún quedaban dudas, que la cultura es segura… y necesaria.































