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Zarzuela en tejanos

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Viernes 18 de julio, 20:00 horas. Atesora Oviedo (2025): Conciertos: Beatriz Díaz (soprano), Marcos Suárez (piano), «Zarzuela en vaqueros». Fotos de las RRSS y propias.

En verano la música no para, y Oviedo como candidata a la Capitalidad Cultural Europea de 2031 sigue demostrando ser «La Viena española» porque la oferta, proporcional a su población, sigue estando a la cabeza del país. A los melómanos, tanto locales como quienes acuden en sus vacaciones a la capital del Principado, conocen esta seña de identidad que desde la concejalía de cultura del ayuntamiento local y su Fundación Municipal de Cultura programan en el periodo estival, antaño en el Claustro del Monasterio de San Vicente (Museo Arqueológico) y ahora en la sala de cámara del auditorio, pero también en el patio del edificio histórico de la Universidad de Oviedo y en otros lugares emblemáticos. Tampoco faltan el cine a la luz de la luna, las artes escénicas, plásticas ni la poesía, con una amplia oferta que se puede completar con la gastronomía o las visitas, casi obligadas, a tanto patrimonio artístico del que podemos presumir en mi tierra.

La zarzuela ha sido declarada «Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de España» cuyo objetivo es proteger y poner en valor este género musical, reconociendo su importancia cultural e histórica. Oviedo tras Madrid es la única ciudad que mantiene un festival a ella dedicada, con títulos que conocemos por nuestros abuelos y padres, verdadera herencia que sigue viva y mejor si además se representa e interpreta con la calidad que este género exige. Hay romanzas que son verdaderas arias líricas tan exigentes como su hermana «la ópera» por lo que afrontar un recital con ellas supone un esfuerzo aún mayor que representar una de ellas sobre las tablas. Nuestra soprano internacional, la allerana Beatriz Díaz, alterna ópera y zarzuela en su amplio repertorio, y en este lluvioso viernes de julio nos ofrecería un recital informal por presencia (en tejanos), cercano por la propia sala de cámara, en una selección de romanzas con el piano del langreano Marcos Suárez, tándem cómplice donde «la Díaz» agradeció el esfuerzo de su acompañante en una labor no siempre reconocida, y más con las endiabladas reducciones orquestales a las 88 teclas que son tan exigentes como para los cantantes.

Pero calidad, entrega y profesionalidad son calificativos más que merecidos para un recital donde agrupar una exquisita selección de páginas zarzuelísticas para comprobar el excelente estado de nuestros dos intérpretes. La soprano con una técnica exquisita, unas agilidades cristalinas, una gama dinámica amplísima, un registro grave que ha ido tomando cuerpo con los años, una musicalidad innata que imprime a cada página su propia personalidad, y una escena que convierte cada romanza en un microrrelato llevándonos a todos los personajes. El pianista conocedor de cada matiz, mimando la voz, encajando y respirando con ella, el trabajo previo para los rubati exactos y el entendimiento al detalle para conjugar un recital intenso.

Sin entrar en el análisis pormenorizado de cada página, pues dejo al final las obras y autores, destacar los «aires» variados desde los tangos hispanos a las siempre agradecidas habaneras, pero también la recuperación por parte de la soprano de Bóo de No hay tesoro ni poder (Las alondras) de Jacinto Guerrero que preparase hace años para su participación en el concurso que lleva el nombre del compositor, «lo que bien se aprende jamás se olvida» que dice el refrán, sumándole el poso de una carrera muy asentada, más el «descubrimiento» de María Rodrigo por parte de la musicóloga avilesina Mª Luz González Peña (directora del Centro de Documentación y Archivo de la Sociedad General de Autores), autoridad en la materia rescatando la zarzuela «Diana cazadora» con una romanza bellísima como la Canción de la muerte chiquita, pequeña muestra de lo mucho que aún queda por escuchar. Siempre nuestra zarzuela internacional, española, cubana o mexicana… para volver a escuchar la habanera Americana de «La niña pancha» (J. Romea y J. Valverde), cubanita graciosa y con abanico, o Mulata infeliz de «María la O» (Ernesto Lecuona) desde un piano íntimo acompañando, que tras la interpretación de la allerana casi debería actualizarle la letra como «Bea la de Bóo, qué bien la cantó…».

De mi tocayo Sorozábal sigue siendo maravillosa la romanza de Ascensión No corté más que una rosa («La del manojo de rosas») de la que Beatriz Díaz recordó la atemporalidad de esta zarzuela que cantaase en 2021 con la producción del asturiano Emilio Sagi, que sigue programándose y triunfando, de plena actualidad, esta vez con el «piano orquestal» de Marcos Suárez.

El regalo de la famosa canción Los nardos de «Las leandras» del maestro Alonso, sirvió no solo para ir preparándome para el 8 de septiembre llanisco que la ha convertido en «Himno de La Guía» sino para que todos participásemos con esta florista que nunca defrauda, logrando una excelente entrada y el fervor de un público entregado a nuestra soprano (y su pianista de cabecera).

PROGRAMA

Noche hermosa – Katiuska (P. Sorozábal)

Marinela – La canción del olvido (J. Serrano)

Tango de la Menegilda – La gran vía (F. Chueca y J. Valverde)

No hay tesoro ni poder – Las alondras (J. Guerrero)

Canción de la muerte chiquita – Diana cazadora (M. Rodrigo)

Americana – La niña pancha (J. Romea y J. Valverde)

Mulata infeliz – María la O (E. Lecuona)

No corté más que una rosa – La del manojo de rosas (P. Sorozábal)

Canción del Paloma – El barberillo de Lavapiés (F. Asenjo Barbieri)

Carceleras – Las hijas del Zebedeo (R. Chapí)

Oviedo es lírico

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Sábado 22 de octubre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo: Gala Lírica inauguración de la «Temporada del reencuentro» (Los Conciertos del Auditorio). Elena Pankratova (soprano), Riccardo Massi (tenor), Oviedo Filarmonía, Lucas Macías Navarro (director). Arias y dúos de ópera.

Hace años que reivindico para Oviedo el título de «capital lírica» por sus temporadas de ópera y zarzuela, así como los muchos recitales de las mejores voces en concierto, bien camerístico o con orquesta. Y nada mejor para comenzar la llamada Temporada del reencuentro (Conciertos del Auditorio y Jornadas de Piano) que esta Gala Lírica donde el COVID19 nos privó de la prevista Ermonela Jaho pero presentó en Oviedo a la soprano rusa Elena Pankratova junto al tenor italiano Riccardo Massi y con una Oviedo Filarmonía (OFIL) y su titular Lucas Macías al frente.

Programa organizado como es previsible alternando las diferentes arias de tenor y soprano con un dúo cerrando cada parte, haciendo «descansos vocales» desde páginas instrumentales donde poder disfrutar con nuestra «orquesta de foso» que brilla aún más sobre el escenario. Porque la antigua OSCO creada para los festivales líricos y estos ciclos, así como alternar con la OSPA en las temporadas de ópera, daría su salto de calidad como OFIL a partir de F. Haider, caminó «adolescente» con M. Conti y con la llegada de Macías Navarro alcanzaría su mayoría de edad, el onubense dando un paso al frente para lograr una sonoridad propia, confiada, y con solistas de primera como pudimos comprobar este sábado lírico.

Interesantes los dos cantantes aunque hubiese momentos de trazo grueso pero con una selección de arias conocidas donde ambos dieron lo mejor de sí mismos, avanzando en musicalidad y matices no todo lo delicados que hubiésemos deseado, pues la orquesta detrás, y no abajo, requiere una emisión vocal de mayor proyección que en el caso de Massi no se equiparó a la Pankratova, sacrificando el italiano su mezza voce y optando la rusa por el poderío del volumen, fuerza que hacer perder intensidades dramáticas de buen gusto pero sobrevolando sin dificultad la masa sonora.

Globalmente me quedo con la OFil que se lució de principio a fin, desde una ágil por no decir vertiginosa Obertura de Carmen (Georges Bizet, 1838-1875) ejecutada con limpieza, seguridad y equilibrada en todas las secciones (al fin cuatro contrabajos y sobre podio para redondear los graves), la “Méditation” de Thaïs  (Jules Massenet, 1842-1912) con el extraordinario solo de la concertino Marina Gurdzhiya, todas en la primera parte, más el Preludio e Intermedio del sainete Diana cazadora o Pena de muerte al amor (María Rodrigo, 1888-1967) con el objetivo de programar obras de mujeres compositoras, y con ese piano final del virtuoso Sergey Bezrodny (hoy también al órgano), más un hondo “Intermezzo”, de Manon Lescaut (Giacomo Puccini,1858-1924) con el cello de Gabriel Ureña y la viola de Rubén Menéndez, ya en la segunda (con esa melodía que siempre me recuerda las notas «galácticas» de John Williams), lo mejor de esta orquesta ovetense en la gala lírica de apertura.

Los acompañamientos de las arias y dúos estuvieron a gran altura, exigiendo a las voces lo apuntado anteriormente, y de nuevo con lucimiento de los primeros atriles (bravo el arpa de Danuta Wojnar o el clarinete de Inés Allué) en una orquesta de la que Macías saca brillo, buenos balances y verdadera pasión en páginas que ya sonaron en el Campoamor pero que en el Auditorio adquieren la grandeza sinfónica.

El tenor Riccardo Massi eligió para Oviedo lo mejor de su repertorio: en la primera parte Massenet “Ah! Fuyez douce image” (Manon) mostrando un timbre redondo y poderoso aunque mínimamente calado en los agudos por el esfuerzo dinámico, mejor “Ah! Lève-toi, soleil” (Roméo et Juliette) de Charles Gounod (1818-1893), y más entonado además de confiado con una orquesta a la que se sobrepuso por potencia durante la segunda parte “A te, o cara”, (I Puritani) de Vincenzo Bellini (1801-1835) para redondear con su mejor aria del gran Giuseppe Verdi (1813-1901): “Giorno di pianto” (I vespri siciliani) que convenció por color, entrega y musicalidad.

La soprano Elena Pankratova posee un caudal vocal potentísimo en todo su amplio registro, si se me permite el calificativo, «típica voz rusa» con una proyección capaz de sobreponerse a una plantilla orquestal detrás, con buenos detalles técnicos y escena convincente donde no faltaron los «tics de diva» de imagen muy cuidada, jugando con distintos zapatos y sobrecamisas de gasa diferentes para un floreado conjunto hasta el paso al elegante color negro en el final de la gala.

Arias poderosas de bravura más que íntimas, Francesco Cilea (1866-1950) y  “Io son l’umile ancella”, (Adriana Lecouvreur), mejor Un ballo in maschera (Verdi): “Morrò, ma prima in grazia” (bravo el cello de Ureña) y el bellísimo dúo “Teco io sto / Gran Dio”, en «duelo de volúmenes» reposado, empastado y bien arropados por la OFIL; ganando enteros siempre con el inimitable, exigente y emocionante Giacomo Puccini (1858-1924) con una Turandot grandísima en todos los sentidos en el aria “In questa reggia”, y todavía más centrada y entregada con Pietro Mascagni (1863-1945), verismo puro donde “Voi lo sapete, o mamma” (Cavalleria Rusticana) nos dejó lo mejor de su color vocal y dominio técnico con una orquesta rotunda y explendorosa.

Y siempre Puccini para cerrar recital con el dúo de Tosca «Ah! Franchigia a Floria Tosca”, feliz conjunción  musical de voces y orquesta, que arrancó los mayores aplausos de un auditorio lleno para este estreno lírico de temporada.

Los regalos igualmente alternados del gran Puccini, primero el Calaf de Massi con el verdadero número uno “Nessun dorma” de Turandot, sentido aunque la nota final fuese más corta de lo que estamos acostumbrados, y Pankratova haciendo de Musetta con el vals “Quando m’en vo” de La Bohème con la risa surgida no sé si por olvido o miedo al agudo final tras el desgaste físico de toda la velada.

P. D. Curiosidades al descanso desde mi butaca: me aterroriza escuchar frases narrando sin pudor al teléfono, cual retransmisión social, como «Muy guay, veinte violines sonando como uno», «Qué heavy», y «No escuchas, qué caos» mientras algunos músicos afinaban. Todo sea por un público joven cuyo pobre vocabulario me rechina cada vez más. Serán los años o mi deformación profesional de docente jubilado.

Recortes de prensa:

Pixán, el tenor asturiano vuelve a casa

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Sábado 10 de enero, 20:30 horas. Teatro Jovellanos: Recital de Joaquín Pixán (tenor), Noelia Rodiles (piano), Elena Miró (cello). Obras de Paolo Tosti, María Rodrigo Bellido, Milena Perisic, Juan Durán, Joaquín Rodrigo, Ernesto Lecuona, Miguel Matamoros, Carlos Guastavino, Jorge Muñiz, Joaquín Pérez Fuertes. Entrada: 15 € (+1 € de gestión por compra on-line).

Nuestro tenor más veterano e infatigable, Joaquín Pixán, volvía a casa para recopilar parte de sus trabajos y avanzar nuevos proyectos, siempre innovando desde la tradición o ampliando un patrimonio musical que en su voz adquiere colores universales. El coliseo gijonés resultó algo impertinente con un coro de toses unido a varios silbidos de «guasap» y el «odiado Tárrega» de un celular algo entrado en años, como parte del público que parecía aburrirse con lo desconocido y tan solo despertó (también se calló) con los temas asturianos o más conocidos, demostrando el cariño hacia el cangués y el desprecio hacia músicas que no son exclusivas de melómanos. Hasta Cuca Alonso se hace eco en su crónica del día después. Tampoco supieron comportarse al gritar «no se oye» a grito pelado cuando el tenor intentaba explicar algún tema o pedir que no aplaudiesen en el primer bloque para mantener la unidad, algo que con un respetuoso y educado silencio podría haberse solucionado. Parece que la megafonía es necesaria para los audífonos cuando toda la vida se prescindió de ella en estos recitales, y lo digo desde mi posición en la fila 16 y a punto de cumplir los 56, aunque urbanidad parezca antónimo de edad.

Pixán siempre ha buscado la mejor compañía sobre el escenario, y de sus pianistas que incluso levantan el vuelo, destacar de nuevo a Noelia Fdez. Rodiles, que supone seguir apostando por la calidad, junto a Elena Miró al cello, participando en los cierres de ambas partes, sonido impecable, musicalidad innata y además vocalidad en el instrumento más parecido a la voz humana que proveniendo de su faceta lírica engrandeció las partituras en las que intervino.

Insisto siempre en el Tosti cantado por Pixán porque su voz parece medida para mi tocayo italiano. Esta vez eligió Consolazione sobre versos de Gabriele d’Anunzio, ocho canciones típicas de llamada «Música italiana de salón del XIX» que el tenor domina, incluso sin estar a pleno rendimiento, desde esa media voz intimista y toda la expresión textual. No son las canciones más melódicas y agradecidas de Tosti que pareció no gustar al respetable, pero la interpretación del asturiano con el subrayado de Noelia Rodiles, abrieron boca en todos los sentidos.

Más «garra y pegada» tienen las tres Canciones españolas de concierto de María Rodrigo con textos de María Lejarraga, esos Tres ayes (1924) que también (y tan bien) tiene grabados y supusieron rescatar del olvido unas partituras equiparables a las de Falla, Granados, Turina o Toldrá, exigentes para ambos intérpretes, con veladuras y amplitud de registro donde Pixán mantiene como nadie el color vocal. Me quedo con Serenita está la noche.

Las tres Canciones asturianas (paráfrasis) de la croata residente en Tenerife Milena Perisic sobre versos de Ángel González resultaron lo mejor para cerrar la primera parte, sumándose el cello de Elena Miró, trío bellísimo en tímbrica con una música atemporal por lo cercana a todos los públicos, captando lo asturiano desde la universalidad tonal para unas melodías expresivas que estaban tanto en la voz como en el cello mientras el piano redondeaba un tríptico hermoso en la voz de Pixán.

En este recorrido musical iberoamericano, la segunda parte comenzó con los Cantares Gallegos sobre versos de Rosalía de Castro, Un repolludo gaiteiro de Juan Durán de difícil interpretación y escucha donde arranca primando la letra sobre la melodía que recae en los intermedios pianísticos de auténtico regusto folclórico, para pasar con las dos de Joaquín Rodrigo, el compositor saguntino capaz de revisar las músicas populares españolas para elevarlas a la categoría de «Lied», ejecutadas como tales por Joaquín con Noelia Rodiles.

El público curó rápidamente su catarro al escuchar las dos canciones cubanas sobre textos anónimos, Se fue de Lecuona y sobre todo Lágrimas negras (Miguel Matamoros) que Pixán recrea desde el original con el piano exquisito de Noelia sobre el que el sentimiento vocal del tenor emerge como nadie.

Punto y aparte tiene el texto de Borges sobre el que Carlos Guastavino compone la Milonga de Dos hermanos, ritmo contagioso para vestir una tragedia, la poetización de la milonga y no la musicalización del poema, narración echa canto en la voz de Joaquín con la guitarra hecha piano.

La vuelta al trío para acabar el concierto sirvió nuevamente para dignificar nuestro folklore cercano, el de El Presi (José González), auténtico adelantado a su época que sólo el paso del tiempo y su estudio musicológico está reivindicando y Pixán eleva a maestro desde los arreglos del asturiano afincado en Estados Unidos Jorge Muñiz, que ya colaboró con el tenor en la Cantata Jovellanos, acompañamiento que pasa de la guitarra al piano y cello remarcando melodías que todos los asturianos llevamos en nuestros genes: Soy asturiano, donde los giros de la tonada se besan con la copla y el flamenco al más puro Falla, Soledá como auténtica joya recogida por Pedrell y agrandada en versión e interpretación del trío, y el popular Paxarín parleru (Xilguerín parleru en otras) que nadie como Pixán es capaz de cantarlo con el gusto y maestría habituales, emocionando a un público que siente estas músicas de raíz que nuestro Torner recogiera hace casi un siglo.

Todavía faltaba el fin de fiesta con auténticos regalos, el estreno de Yes igual que la nieve del poeta asturiano Antonio Gamoneda sobre el que Joaquín Pixán compone una melodía con acompañamiento de cello, un poema profundo en letra y música donde el tenor sorprendió a todos, incluyendo al que suscribe.

Quedaba otra sorpresa de sentarse al piano para acompañarse Santander la marinera (Chema Puente) para después dedicarla al querido Miguel Ángel Revilla, uno más entre el público al que presentó como el mayor defensor de la música asturiana porque Santander es como prolongación o unidad cantábrica más allá de límites geográficos.

Y tras ser invitado Revilluca a subir al escenario, compartiría una de las obras más tristes y conmovedoras de la música asturiana, ese Si yo fuera picador que el ex-presidente recitó emulando a Luis del Olmo en una narración sentida, minería dura y tragedia que unen pueblos vidas, con un Pixán totalmente entregado a un tema también de El Presi al que sigue rindiendo tributo en su voz, elevándolo a la máxima categoría lírica, agradecimiento de años y reconocimiento permanente.