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Una nacional internacional

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74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (día 4 b). Conciertos sinfónicos.

Domingo 22 de junio, 22:00 horas. Palacio de Carlos V. Orquesta Nacional de España, María Dueñas (violín), Andrés Orozco-Estrada (director). Obras de Lalo y Berlioz.  Fotos propias y ©Fermín Rodríguez.

Cuarto día de mi festival tras la sesión matutina en un concierto muy esperado que agotó todas las localidades, algo de esperar no solo por el programa y el regreso a Granada de la Orquesta Nacional de España (ONE) sino por la violinista María Dueñas quien me asombró desde la primera vez que la escuché, ganando en madurez y hondura en la siguiente visita al Auditorio de Oviedo, para ser hoy una de las figuras emergentes en el panorama internacional, esta noche disfrutándola en su casa.

La web del festival presentaba este concierto dominical y palaciego:

Española fantástica
Después de su sonada participación en el Festival de 2020, la joven granadina María Dueñas vuelve al Palacio de Carlos V convertida ya en una auténtica figura internacional del violín, contrato incluido con Deutsche Grammophon, el mítico sello alemán. Esta vez lo hará junto a la Orquesta Nacional de España que será dirigida para la ocasión por el colombiano Andrés Orozco-Estrada, actual titular de la Orquesta Sinfónica de la RAI, que nunca antes había participado en el Festival. El programa es netamente francés, pues Dueñas tocará como solista la Sinfonía española de Édouard Lalo, una obra virtuosística habitual del repertorio más querido por aficionados e intérpretes, que se estrenó hace justo 150 años, y la Sinfonía fantástica de Hector Berlioz, un auténtico monumento orquestal que se adelantó a su tiempo.

Y no pudo ser mejor en una noche calurosa, donde María Dueñas verdaderamente fue dueña y señora en ese concierto que Lalo llamó Symphonie espagnole y en cinco movimientos (parte del público amagó con aplausos al finalizar el tercero).

El violín de la granadina es un placer para el oido, la proyección en el palacio que desde mi posición perdía algo en los graves pero conmoviendo por su limpieza en los pasajes virtuosos, un arco prodigioso y una orquesta en estado óptimo con un  magistral Andrés Orozco-Estrada (Medellín, 14 de diciembre de 1977), gestualidad total: corporal, facial, mano izquierda sutil y la batuta dibujando, anticipando lo justo para acoplar y concertar a la perfección con «la dueña».

Destaco las notas al programa de mi admirado musicógrafo Luis Suñén que titula «Dos aspectos de la gran música francesa», sobre este híbrido entre sinfonía y concierto tan original para su momento a finales del XIX:

«(…) Apoyado por la Société nationale de musique, fundada en 1871 por Romain Bussine y Camille Saint-Saëns, fue, sin embargo, su colaboración con el violinista navarro Pablo de Sarasate lo que más contribuyó a su triunfo ante el público y a su fama póstuma. Sarasate estrenó su Concierto para violín en 1874 y la Sinfonía española, que escucharemos hoy, en 1875 con la Orquesta Pasdeloup.

La Sinfonía española responde en parte a la idea que de nuestro país tenían los músicos franceses de la época, más como de postal que verdaderamente honda, puesta de manifiesto en el uso de ritmos como la habanera, la giga –a la española– o el tango andaluz. Al mismo tiempo, hay en ella algo del concierto romántico alemán y todo se funde en una propuesta de un virtuosismo extremo. Como afirmaba un crítico inglés, «su atractiva fachada esconde un campo de minas para el solista».

De la ONE impresionantes todas las secciones en una gran plantilla para las mismas obras (que llevarán a Alemania el día 27 en el Festival de Música de Rheingau), con Miguel Colom de concertino. Empaque y empaste, jugosa en las dinámicas, plegados a Orozco-Estrada que no perdía detalle con la respuesta inmediata de los profesores y profesoras que integran «nuestra orquesta» y donde se aprecia un relevo generacional confluyendo veteranía y juventud. Los días trabajando en «el Falla» se notaron en este Lalo con Dueñas (y aún más en el Berlioz posterior), aire flamenco que la granadina lleva en las venas, lo festivo junto a lo melancólico, la rítmica juguetona compartida por todos para otro éxito de los intérpretes.

El público rendido a María, que «jugaba en casa», y una propina con orquesta, con aires o estilo británico pero del noruego Johan Halvorsen (1864-1935), su Le Chant de la  Veslemøy (de la suite «Mosaique IV») que la granadina suele llevar en solitario pero que al completo levantó al palacio con una interpretación intimista, sentida, bien arropada por la ONE y Orozco-Estrada para degustar un violín que ya está haciendo historia.

La sorpresa tras las ovaciones vendría al quedarse al lado del arpa y hacer un dúo  con ella en arreglo propio del himno extraoficial, Granada de asombro sonoro en la esquina izquierda con Coline-Marie Orliac, la magia femenina plural del diálogo virtuoso, melódico, cercano y sentido de esta granadina internacional con todo el público en pie aclamándola con unas ovaciones que retumbaron en todo  el Palacio.

Tras un largo descanso llegaría el segundo plato fuerte de la noche con Orozco-Estrada y una ONE textualmente «Fantástica», que nos dejarían un Berlioz impresionante y difícil de poner en palabras. Solistas impecables, arpas cristalinas, los efectos del oboe o las campanas en el primer piso, para una partitura gigantesca. Vuelvo a las notas al programa del «gallego» Luis Suñén que la analiza:

«La Sinfonía fantástica de Hector Berlioz –a la vez un revolucionario y un heredero confeso de Gluck y Spontini, de Beethoven y Weber– se estrenó en París el 5 de diciembre de 1830. Su protagonista, ese “artista” del subtítulo, ha fumado una buena dosis de opio mientras piensa en un amor imposible, probablemente el de Berlioz por la actriz Harriet Smithson. En el arranque, Ensueños y pasiones, aparece ya la idea fija –l’idée fixe–, reconocible de inmediato, y que representa a la mujer –naturalmente– ideal. Primero se escucha sola y luego integrada en la orquesta. Abre El baile un vals ensoñador que hace el papel de Scherzo, con un episodio central en el que reaparece la idea fija. La Escena en el campo se inicia con un diálogo con su punto de misterio entre los caramillos de dos pastores. Se habla de la influencia de la Pastoral de Beethoven, más en el espíritu que en la letra en todo caso. Lo más interesante es cómo la idea fija va, como sucedía en el primer movimiento, integrándose en el crecimiento orquestal. Volverán los pastores con anunciadora tormenta al fondo para cerrar el movimiento. Metales y percusión nos conducen hacia la Marcha al cadalso. El condenado es el artista, quien sueña que ha matado a su amada y va a ser ajusticiado, de ahí la transformación de los sueños en una pesadilla. Reaparece la idea fija que es rota abruptamente por la caída de la guillotina. Gritos, desgarros, truenos: es el Sueño de una noche de sabbat. El amante ejecutado asiste a su propio funeral. Por eso escuchamos, igualmente deformados, la idea fija y el Dies irae mientras las brujas bailan alrededor del difunto y llega el clímax tras un pletórico crescendo».

Magistral cómo llevó el director colombiano cada capítulo sonoro, magnetismo en el podio, mando total de respuesta sinfónica precisa, dinámicas extremas donde los pianissimi delicados cortaban el aire, con una pertinaz tos senil antes del Baile que detuvo más de lo necesario su comienzo y provocando risas generalizadas que no empañaron un vals con aire vienés de agógica bien entendida. Momentos de hechizo en el duelo pastoral de oboe antes de Marchar al cadalso donde enviar a la sufrida señora, y el apoteósico final de aquelarre tímbrico y dinámico con los tutti en fff afinados desde la percusión a los bronces, pero brillo global con Orozco-Estrada dueño y señor.

Dejo para concluir nuevamente a Don Luis y finalizar esta entrada:

«El día del estreno hubo quien criticó la obra por vulgar y quien atisbó en ella la música del porvenir. Hoy nos sigue asombrando mientras, en efecto, vemos hasta dónde llegó su influencia –pensemos en Mahler, por ejemplo– y la escuchamos sabiendo ya –como intuía al fin Berlioz– que sus notas hablan por sí solas, más allá de su (im)posible argumento».

PROGRAMA

I
Édouard Lalo (1823-1892):
Symphonie espagnole, en re menor, op. 21 (para violín y orquesta. 1874)
I. Allegro non troppo
II. Scherzando. Allegro molto
III. Intermezzo. Allegro non troppo
IV. Andante
V. Rondo. Allegro
II
Hector Berlioz (1803-1869):
Symphonie fantastique: épisode de la vie d’un artiste, op. 14 (1830)
I. Rêveries, Passions (Sueños – Pasiones)
II. Un bal (Un baile)
III. Scène aux champs (Escena en los campos)
IV. Marche au supplice (Marcha al cadalso)
V. Songe d’une nuit du sabbat (Sueño de una noche de sabbat)

Oviedo sigue en los mapas sinfónicos

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Lunes 15 de abril, 20:00 horas. Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo, 25 años «Los Conciertos del Auditorio»: María Dueñas (violín), Die Deutsche Kammerphilharmonie Bremen,
Paavo Järvi (director). Obras de Schubert y Bruch.

Oviedo es parada obligada en las giras dentro de los circuitos musicales español y europeo, por lo que no debe extrañar que una orquesta como la de Bremen, bautizada como Dream Team por su director artístico el estonio Paavo Järvi (otra figura de la batuta), recalase en la capital asturiana para iniciar este «tour», a la que seguiré llamando «La Viena española» por su oferta musical. Y mayor alegría el regreso de la joven granadina María Dueñas Fernández (4 de diciembre de 2002) que con la OSPA ya me sorprendiese hace tres años con Sibelius en lo que sería el despegue de una fulgurante y exitosa carrera mundial. Un placer haber escrito sobre aquel concierto y presumir de «adivinar» el gran futuro que tenía por delante. Y en estos tiempos de «influencers» está claro ante el lleno en el auditorio con abundante presencia de gente joven, que la granadina es todo un fenómeno, vendiendo discos y firmándolos al descanso (aunque yo no me moví de la butaca, para evitar el incordio de levantar toda la fila a la vuelta).

De la Deutsche Kammerphiharmonie de Bremen con la que Paavo Järvi cumple 20 años siendo la única orquesta alemana que dirige en la actualidad, está afrontando todas las sinfonías de Schubert desde 2018 y ahora retoman el proyecto, por lo que estaba claro que las dos primeras iban a ser «especiales» este lunes. Estas sinfonías schubertianas serían con el tiempo muy elogiadas por Antonin Dvorak, que apreciaba la influencia de Haydn y Mozart en ellas, pero también la habilidad individual del joven compositor, que al escribir la segunda sinfonía contaba solamente 17 ó 18 años, lo que muestra un extraordinario y precoz talento. De las siete sinfonías firmadas entre 1813 y 1826 (con tres inacabadas aunque la «famosa» sea la octava), la primera que abría el concierto parece que fue compuesta en el otoño de 1813 y estrenada por la orquesta de su escuela el 28 de octubre, dedicada al director en la fiesta de su cumpleaños. El propio Schubert dirigió la orquesta recibiendo grandes felicitaciones de sus compañeros y maestros en una de las pocas alegrías de su vida. La Kammerphilharmonie de Bremen con una plantilla perfecta y equilibrada tanto en la cuerda, como en los vientos, utilizando trompetas naturales que logran una tímbrica especial, nos interpretaron esta primera de Schubert luminosa en sus cuatro movimientos, Järvi con su habitual  y certero estilo, claro, económico en los medios, marcando lo preciso y con unos tempi y dinámicas de quitar el aire, dejándonos una sinfonía clásica en forma, conocedora del «trío referente» (Haydn, Mozart y Beethoven) respetando todo lo escrito por un romántico hasta en su vida, suerte y muerte, destacando el tercer movimiento (Menuetto. Allegretto – Trio) por la tímbrica y cambios de ritmo que demostraron no solo la calidad de esta orquesta que se nota totalmente entregada al maestro, también la de unos primeros atriles bien compenetrados y donde las trompas siempre aterciopeladas ayudaron a la sonoridad perfecta.

De la segunda sinfonía, considerada como la más alegre de todas, con la misma plantilla que la primera (con una flauta más), aún mantiene la estructura academicista por no llamarla clásica, pero ya con rasgos propios de Schubert experimentando con aires, modulaciones o combinaciones instrumentales, exprimiendo el lirismo caracerístico y con el minueto del tercer movimiento al estilo de la Séptima de su admirado Beethoven (al que llevó a hombros en su funeral), el último clásico y primer romántico, sin olvidarnos de Mendelssohn. El conjunto de esta segunda de Schubert transmite optimismo y energía que parece reflejar una etapa ilusionante (fue compuesta entre el 10 de diciembre de 1814 y el 24 de marzo de 1815, como dejó escrito en el manuscrito), y cuya primera representación pública de que se tiene constancia tuvo lugar en Londres medio siglo después de fallecer su autor, gracias al musicólogo inglés Sir George Grove (1820-1900), apasionado de Schubert que redescubrió en Viena Rosamunda y algunas sinfonías caídas en olvido. La Kammerphilharmonie de Bremen está con Paavo Järvi en el mismo camino de rescatarlas y si la primera fue maravillosa, la segunda de Oviedo resultó impactante, tanto en el primer movimiento que arranca lento antes de atacar con precisión germana el allegro vivace , aplaudido al finalizar por la tensión y emoción acumulada, o el tercero repitiendo el esquema de la primera pero plenamente un scherzo, pero especialmente el último movimiento, Presto, que impulsa y anima a todos para poder disfrutar de una cuerda en estado de gracia, limpia, ligera, de amplísimos matices, secundada por un viento con el que competía en buen gusto, todo un placer comprobar cómo se contestaban ante el gesto mínimo del maestro estonio y la dinámica que pasaba del delicado sonido camerístico a unos poderosos fuertes sinfónicos con pasmosa facilidad y el maestro Järvi cómodo con su orquesta alemana.

Estas dos maravillas de la «Celebración Schubert» fueron las que escoltaron el popular y famoso Concierto para violín y orquesta de Max Bruch, con una María Dueñas espectacular que lo tiene plenamente interiorizado, demostrando una madurez que cerrando los ojos parece interpretada por una virtuosa de amplia carrera. Desde la primera entrada con la cuarta cuerda al aire (sol grave), el sonido del Gagliano fue contundente, siempre mimado por un Järvi al servicio de la solista. Cuánto deben aprender otros «palitos» sobre el respeto en las dinámicas, y el director estonio solamente pedía más volumen en las partes sin la violinista, con una concertación modélica. La granadina sigue logrando un sonido limpio que vuela por encima de la orquesta, pero con un arco que parece flotar sobre las cuerdas en este exigente y virtuoso concierto que tanto gusta a los violinistas y al público, que como mucho recuerda del precoz Bruch su Fantasía Escocesa. Dueñas con la camerística orquesta de Bremen explotó todos los recursos y elementos románticos en este concierto casi fantasía, sin pausas, lucimiento no solo técnico sino expresivo, maduro, con un poso que Paavo Järvi aún subrayó más al frente de su orquesta, impresionando los pianissimi que lograron silencios profundos en el repleto auditorio.

La primera propina de la joven estrella granadina también fue impresionante en un arreglo para violín y cuerda de la hermosa Après un rêve de Fauré, desconozco la autoría que mejora su propia versión con piano, pero tras la primera de Schubert y viendo la calidad de la cuerda de Bremen con Paavo Järvi concertando cada detalle, la expresividad del violín y cómo jugó con las octavas en el tema, primero en unos graves rotundos para levantar el vuelo en los agudos, fue de una delicadeza conmovedora.

Aplausos y varias salidas entre el jolgorio juvenil para dejarnos otra propina sola, de la escuela de Ysaÿè pero escrita por ella, Homage 1770 en su faceta de compositora tras mucho estudio y conocimiento del instrumento, al que verdaderamente hace cantar con el ‘pellizco’ de su tierra adaptado al gran repertorio de siempre, aunque también esté apostando por gente olvidada hasta para mi generación (como el caso del catalán Jordi Cervelló). Recomiendo su Canal de YouTube©, uno de los contactos actuales de una juventud que camina por nuevos derroteros alejados de los de hace años.

Y no quiero olvidarme de la propina final de la Deutsche Kammerphilharmonie Bremen, algo que las orquestas nacionales no suelen dar aunque se sobrepase la «hora mágica» de las 22:00 horas (hay siempre  quienes salen lanzados cual resorte programado) como fue este caso: el Vals triste de Sibelius es una de las obras preferidas de Paavo Järvi con todas sus orquestas, pero está claro que esta alemana tiene un plus para él, llevándola de nuevo a matices extremos y jugando con el compás ternario como sólo los grandes del podio saben y aguantando los brazos para saborear hasta la última nota. Complicidad y música mayúscula para el mejor cierre de este concierto, uno de los más esperados en las bodas de plata del auditorio ovetense, hoy con el aforo completo ¡por algo sería!.

PROGRAMA

PRIMERA PARTE

Franz Schubert (1797-1828):

Sinfonía nº 1 en re mayor, D. 82

I. Adagio — Allegro vivace; II. Andante; III. Menuetto. Allegretto – Trio; IV. Allegro vivace

Max Bruch (1838-1920):

Concierto para violín y orquesta nº 1 en sol menor, op. 26

I. Prelude: Allegro moderato; II. Adagio; III. Finale. Allegro energico

SEGUNDA PARTE

Franz Schubert:

Sinfonía nº 2 en si bemol mayor, D.125

I. Largo — Allegro vivace; II. Andante; III. Menuetto. Allegro vivace – Trio; IV. Presto

Plantilla:

Fascinación nórdica y mucho futuro

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Viernes 29 de enero, 19:00 horas. Auditorio de Oviedo. Iviernu II: OSPA, María Dueñas (violín), Ari Rasilainen (director). Obras de Sibelius y Svendsen. Entrada butaca: 15 €.

Cierres perimetrales, distancia y medidas de seguridad, aforos reducidos… pero la cultura es segura y la música en vivo sigue siendo terapéutica y tan necesaria como respirar sin mascarilla. Segundo programa de invierno (iviernu) en un viernes cálido con un programa nórdico luminoso cual verano ártico y la vuelta a Oviedo del finlandés Rasilainen al que siempre saludo y recordamos sus visitas a la capital asturiana, desde aquel lejano 1999 en el Campoamor con la Orquesta de la Radio Noruega (mi querido Ramón Sobrino también), en el 2003 (uno ni había comenzado el blog), y años después dejando mis recuerdos escritos, 2009 dirigiendo la Orquesta de Castilla y León con el Sibelius que le caracteriza, más las posteriores ya al frente de la OSPA en los años 2011, 2015 y 2017, apostando esta vez por el repertorio de su tierra que domina y del que contagia magisterio, volviendo a demostrar que la música nórdica es cálida, fascinante y embriagadora.

La presentación de la internacionalmente premiada y reconocida María Dueñas (2002) con su Gagliano del XVIII (también tiene un Guarnieri del Gesù Muntz (1736) cedido por la Nippon Music Foundation), sumaba interés para el siempre intrincado Concierto para violín en re menor, op. 47 de Sibelius, un portento de interpretación de principio a fin. Fascinante sonido el de esta jovencísima solista que dará muchas alegrías allá donde vaya porque impresiona su madurez afrontando y mandando en esta joya del compositor finlandés, exigente y sin respiro. Si la mano izquierda es perfecta, ágil, limpia, de vibratos en su sitio, armónicos perfectos, dobles cuerdas impecables y con todos los recursos técnicos necesarios, el arco y muñeca consiguen una emisión uniforme con una gama riquísima de matices pero siempre presente y potente brillando por encima de la orquesta. Sumemos una musicalidad innata en esta granadina, un «cantar» lleno de expresividad, mandando con un aplomo envidiable, que si se arropa con una orquesta entregada y un maestro excelente concertador, además de conocedor de esta partitura, el resultado es para enmarcar, esperando ya la pronta emisión en Radio Clásica (que graba todos los conciertos de la OSPA) para volver a disfrutar de esta joya de muchos quilates.

Intrigante inicio del Allegro moderato donde Dueñas ya mostró aplomo, seguridad y sonoridad, con una orquesta compacta en todas las secciones, equilibrada, atenta al detalle, y la «nueva acústica» de la sala principal que sigue descubriendo las «notas perdidas», mayor espacio entre músicos, más escenario y ampliación sonora al estar abierta la sala polivalente. El Guarnieri en manos de María Dueñas emocionaba en todos sus registros: graves de ensueño, armónicos pletóricos, dobles cuerdas manteniendo los trinos presentes y brillantes, con la OSPA redondeando un poderío y virtuosismo a la par que la solista, con Rasilainen dejando fluir la música indicando lo preciso con respuesta instantánea por parte de todos. Los primeros atriles no defraudan en sus intervenciones pero esta vez me quedo con todas las secciones porque la orquesta asturiana ha salido reforzada en esta pandemia. No hay titular ni concertino (esta vez el invitado fue el portugués Emanuel Salvador) pero tiene identidad propia, la misma que mostró en la primera cadenza la granadina. Qué placer y fascinación su fraseo, su agógica contagiada a todos, emociones a borbotones que cerrando los ojos parecían provenir de una larga vida al servicio de la música para despertar y admirar esa juventud desbordante. Balance orquestal siempre en su sitio, total compenetración con la solista y mismas sensaciones, caminando de la mano en este primer movimiento que no da tregua y una conclusión de exactitud germana pudiendo escuchar esos segundos posteriores donde el sonido sigue en la sala. En el Adagio di molto la calidad y calidez siguieron de la mano como debe ser, los clarinetes arrancando y marcando sentimiento con su prolongación en el violín de Dueñas acunado por un colchón de texturas únicas, la conjunción de metales y cuerda tan lograda en la escritura de Sibelius que dejan flotando el sonido primoroso de esta solista andaluza. Cómo fue entresacando Rasilainen la fuerza orquestal en todas sus dinámicas sin oscurecer nunca el protagonismo violinístico, ese maridaje y punto de encuentro tan difícil de alcanzar pero que cuando se logra nos depara movimientos como este segundo del concierto. Y el Allegro, ma non tanto de aires majestuosos, rítmicamente vibrante, explosión tímbrica del violín con una pulsión mantenida por Rasilainen llevando a la OSPA al disfrute global, el gozo musical de hacer música compartiendo intenciones, transmitiendo seguridad desde un buen hacer por parte de todos que trajo lo mejor de este concierto para el recuerdo.

Y sin perder ese aire escandinavo María Dueñas nos regaló «Applemania» de Igudesman, casi una composición propia que parecía beber del mismo Sibelius o incluso del sueco Alfvén, virtuosismo cercano, mágico, aires folklóricos, celtas o vikingos, hermanando Sierra Nevada con Escandinavia, maravillosa música y maravillosa violinista que nos fascinó a todos, el futuro esperanzador en tiempos difíciles donde el talento sigue escaseando pero demostrando que lo español es más internacional que nunca.

Completaba el programa escandinavo el poco escuchado compositor noruego Johan Svendsen (1840-1911) y su Segunda Sinfonía en si bemol mayor, op. 15, agradable de escuchar e interpretar porque permite a la orquesta lucirse en todo momento y más cuando el director conoce los resortes para que brillen con luz propia.

Cuatro movimientos «clásicos» (I. Allegro; II. Andante sostenuto; III. Intermezzo: Allegro giusto; IV. Finale: Andante-Allegro con fuoco – Stretto) bien escritos, lucidos, diferenciados y donde el maestro Rasilainen demostró el buen trabajo de conjunto, la química existente con la OSPA, el dominio de una partitura si se me permite «menor» pero sonando «mayor», ajustado e implicado defendiendo unas páginas que siente como propias. Y al fin encontramos el sonido propio de nuestra orquesta que necesita pronto estabilidad, pues no podemos perder este punto álgido tras casi 30 años que son toda una vida. No hay reproches, solo ganas de mantener el nivel demostrado con una plantilla perfecta que con este «Svendsen de Rasilainen» brilló en los metales (trompas incluidas que maravillaron en la «segunda»), admiró en la madera, mandó en los timbales y enamoró en la cuerda.

En mi juventud tras el servicio militar obligatorio en la cartilla se ponía «Valor: se le supone» pues sin guerra no hay forma de demostrarlo. La OSPA vence y convence pero sigue buscando el mando en plaza, su tropa de seguidores lo necesitan y apoyan a la espera de disipar dudas, cuanto antes mejor para todos.