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Gambito de dama

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Sábado 7 de septiembre de 2024, 19:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: LXXVII Temporada de Ópera. Gaetano Donizetti (1797-1848): «Anna Bolena».

(Crítica para Ópera World del domingo 8 de septiembre, con el añadido de los links siempre enriquecedores, tipografía que no siempre se puede adaptar, y fotos propias, de Iván Martínez y de las RRSS)

Excelente apertura de la septuagésimo séptima temporada ovetense con la primera ópera de la llamada «Trilogía de las reinas» de Donizetti, esperando completarla en la próxima. Y eso que «Anna Bolena» solo se ha representado en el Campoamor en 1984 (con Cecilia Gasdia en el rol de la reina inglesa, siéndolo la muy querida Ana María Sánchez en 2000-2001). Esta de 2024 coronaría a Sabina Puértolas, considerada asturiana de adopción hace años, como la figura central de una “partida de ajedrez” de donde tomo mi título del llamado ‘gambito de dama’ por ser una de las aperturas más antiguas del juego de las 64 casillas, eje escénico donde transcurre esta producción propia de la Ópera de Oviedo ideada por Emilio López.

Todos los melómanos conocen lo que supone el llamado belcanto y Donizetti será uno de los reyes de este estilo compositivo romántico tan exigente para todos: orquesta, coro y voces que transitan por los extremos de sus tesituras y donde las heroínas del compositor bergamasco ‘expiraban bajo una lluvia de trinos, arpegios, escalas, saltos y notas agudas’ como escribe Harold C. Schoenberg en Los grandes compositores. Lo que nadie puede negar es el protagonismo que tienen todos sus personajes, incluyendo la orquesta y coro, con todo tipo de combinaciones más allá de las esperadas arias: dúos, tríos, cuartetos o concertantes, momentos para brillar a lo largo del drama aunque las heroínas sigan reinando. Por ello encontrar un elenco capaz de afrontar estas difíciles partituras es ya de por sí un reto, acertar un triunfo y que todo funcione a la perfección un éxito, por lo que hay que felicitarse en este primer sábado de septiembre, víspera del Día de Asturias, ante una efeméride operística que se recordará mucho tiempo.

El planteamiento de esta partida en el tablero musical resultó equilibrado desde todas las partes, ya desde la gran obertura, esa apertura ‘gambito de dama’ donde el maestro Iván López-Reynoso sacaría de la Oviedo Filarmonía una sonoridad compacta, clara, precisa y segura de esta formación que (le) conoce bien como director principal invitado, apareciendo una antescena con proyecciones e iluminación de Alfonso Malanda que auguraba lo mejor de este primer título en una especie de trailer (“teaser” lo llaman ahora). La aparición del coro de caballeros, peones simbolizando al pueblo tan protagonista de la trama, vestido por Naiara Beistegui moderno en concepto pero totalmente creíble para la época del rey inglés, empastados, sin excesos de movimientos en la escena ideada por Carmen Castañón, preparando la primera gran jugada con la mezzo Maite Beaumont, una Giovanna Seymour inmensa, poderosamente dulce, enamorando como su personaje y jugando como alfil el papel que abría todo un desarrollo de emociones a lo largo de tres horas. El primer pulso con la otra navarra, aquí la soprano y reina Sabina Puértolas demostrando lo bien elegidos ambos colores y voces, como el propio vestuario que Bolena presentaba con una capa bordada en su espalda la ficha de cabeza, una pieza que tomaría cuerpo (como el resto) y daría mucho juego en un duelo al que irían sumándose todas las demás para desarrollar ese juego de Poder y Monarquía como lo planteó Emilio López.

Sin entrar en muchos detalles, al menos destacar que ambas protagonistas nos dejarían el maravilloso dúo “Sul so capo aggravi un Dio” como buena muestra de la altura de sus voces, siendo el debut en el rol regio de nuestra embajadora de la mierensía, una actuación la de Sabina Puértolas, casi omnipresente, donde el esfuerzo físico de su papel es digno de resaltar, técnicamente irreprochable pero aún más su entrega, capacidad dramática jugando con todos los colores de su personaje, buen gusto, musicalidad, en toda una larga partida de movimientos vocales arriesgados, agudos estratosféricos y graves rotundos para convertirla en heroína coronada. Estoy seguro que según vaya rodándola le dará muchas alegrías, pues lo ha interiorizado desde la primera nota, estando vocal y vitalmente preparada para este gran papel.

Prosiguiendo con el orden de aparición en escena, otra voz femenina que triunfó en el papel masculino del músico Smeton fue Marifé Nogales que mantiene un estado vocal impoluto para una trayectoria siempre de calidad, registro grave claro y agudos llenos de ornamentos bien solventados como su rol de arpista (bellísimo sonido e intervención de José Antonio Domené en el foso), mostrando su calidad junto a las damas del coro, más peones necesarios para esta partida operística, sin blancas ni negras, de azules suaves con la misma calidez de sus voces blancas y encaje perfecto desde el inicio de la función, igualmente creciendo en toda ella junto a los hombres ayudados siempre por la colocación en escena y el volumen suficiente en todas las dinámicas, pues el foso mantuvo toda la gama de matices que escribió un joven Donizzetti. El Coro Intermezzo que dirige Pablo Moras sigue siendo sinónimo de calidad en la ópera ovetense.

Siguiente aparición la de Enrico VIII con el bajo italiano Nicola Ulivieri, debutante en Oviedo (sustituyendo esta misma semana a Javier Castañeda que sufriría un proceso catarral severo), reinaría desde su tesitura potente, de empaque y color regio para esta pieza del ajedrez con poco movimiento pero gigantesca implicación. Buen empaste con sus “parternaires” femeninas, volumen suficiente en los tutti para encarnar al rey de las seis esposas capaz de manchar sus manos de sangre y castigar a dos esposas a morir en el patíbulo acusadas de infidelidad.

Dos torres para dos Lores, lord Rochefort y lord Riccardo Percy, el barítono Carlos Daza que gana con los años en cuerpo y alma, junto al tenor John Osborn, aclamado desde su primer aria, una voz que nos recuerda la de nuestros años jóvenes: valiente, amplia, de agudos bien proyectados. Completando el tablero el caballo, Sir Hervey del tenor Moisés Marín que como su papel, daría mucho más juego en el final de la partida.

Dos actos de duraciones similares pero como en el juego del ajedrez darían un primero de desarrollo y el segundo de remate, movimientos vocales para disfrutar con este Donizzeti que pondría toda la carne en el asador, exigente tanto para las piezas protagonistas como los peones, y si la escena, vestuario e iluminación fueron sobrios, elegantes, donde los cuatro prismas van creando cada cuadro y escena siempre apoyados y engrandecidos por las proyecciones, las voces mantuvieron esa elegancia en el canto, la sobriedad sobre las tablas y la entrega de todos. Dando la unidad y confianza desde el foso a la orquesta (también en el final a la banda fuera de escena), el maestro mexicano trabajó a fondo esta «Anna Bolena» para sacar la riqueza tímbrica de cada sección, lucirse los primeros atriles, y ayudando siempre a las voces (nunca olvida su otra faceta de cantante), respirando con ellas, marcando al coro pendiente del encaje perfecto y el equilibrio dinámico, lo que ayudó a redondear esta ópera inaugural de la casi octogenaria temporada carbayona con la buena entrada habitual de las primeras funciones que cuentan con los abonados más veteranos, premiando con largas ovaciones especialmente a la pareja de los enamorados condenados: la Reina Sabina y Lord Osborn.

FICHA:

Sábado 7 de septiembre de 2024, 19:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: LXXVII Temporada de Ópera. Gaetano Donizetti (1797-1848): «Anna Bolena». Libreto de Felice Romani, inspirado en los dramas “Enrico VIII” de Ippolito Pindemonte (1816), a partir de una obra de Marie-Joseph Chénier (1791), y en “Anna Bolena” de Alessandro Pepoli (1788). Tragedia lírica en dos actos.

Estrenada en el Teatro Carcano de Milán el 26 de diciembre de 1830. Nueva producción de la Ópera de Oviedo.

FICHA TÉCNICA:

Dirección musical: Iván López-Reynoso – Dirección de escena: Emilio López – Dirección de escenografía: Carmen Castañón – Diseño de vestuario: Naiara Beistegui – Diseño de iluminación: Alfonso Malanda – Dirección del coro: Pablo Moras.

REPARTO:

Enrico VIII: Nicola UlivieriAnna Bolena: Sabina PuértolasGiovanna Seymour: Maite BeaumontLord Rochefort: Carlos DazaLord Riccardo Percy: John OsbornSmeton: Marifé NogalesSir Hervey: Moisés Marín.

Orquesta Oviedo Filarmonía – Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo).

Reivindicando a Torres

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Sábado 8 de julio, 12:30 horas. 72 Festival de Granada, Monasterio de San Jerónimo, Cantar y tañer. Sones antiguos y barrocos”: Al Ayre Español, Maite Beaumont (mezzosoprano), Eduardo López Banzo (director). “Afectos amantes. Cantadas de José de Torres». Obras de Torres y Handel. Fotos propias y de Fermín Rodríguez.

En estos tiempos como en aquellos, lo español nunca se ha defendido ni presumido de ello y en el terreno musical otro tanto. Si nuestro José de Torres y Martínez Bravo (c. 1670-1738) se hubiese llamado Joseph Towers probablemente tendría un espacio mayor en la Historia de la Música, sin complejos, tal y como pudimos comprobar al emparejarle con George Frideric Handel (1685-1759), mejor que Jorge Federico Jendel cuyo nombre tampoco diría mucho. No nos olvidemos tampoco de compositores como Juan Hidalgo, Cristóbal Galán o Sebastián Durón, aunque Torres hizo consolidar un cambio propio al incorporar géneros, formas, estilos y modos interpretativos característicos de la música italiana, sin perder nuestra identidad.
Y es que Al Ayre Español se fundó en 1988 por el aragonés Eduardo López Banzo (Zaragoza, 1961) para derribar tópicos de nuestro barroco y revivir los años dorados, que pese a todas las adversidades y calamidades sufridas por la música española, al menos las copias llevadas a Hispanoamérica las “salvaron de la quema” aunque solo sea una ínfima parte de lo perdido.
Esta mañana llegaban a Granada para proseguir reivindicando al maestro en la Capilla Real de Madrid, teórico, editor, compositor y organista madrileño José de Torres con tres de sus Cantatas o “Cantadas”, porque así se traducen al castellano, responsable de la composición de música sacra en la corte durante las primeras décadas del siglo XVIII como bien explica en las notas al programa Álvaro Torrente. Es en el género de la cantata sacra donde Torres va a destacar, y Al Ayre Español volvió a defender junto con la mezzo Maite Beaumont  (Pamplona, 1974) unas páginas que contemplando el retablo de San Jerónimo parecían llevarnos al presente o darnos ese viaje en el tiempo pasado que no fue mejor pero sí maravilloso.
La cantante navarra es parte insustituible del proyecto de López Banzo con su voz carnosa, ancha, de proyección amplia, tesitura y color idóneo para estas cantadas, donde no solo se necesita una dicción clara, que la tiene, también el necesario dramatismo para interpretar y hacer llegar unos textos siempre didácticos para el momento cantando al Nacimiento (Divino hijo de Adán) que irían sustituyendo a los villancicos, o al Santísimo Sacramento (¡Oh, quién pudiera alcanzar! y Afectos amantes), la devoción al Cuerpo de Cristo desde la Edad Media impulsada en España por la Contrarreforma, que en la corte española también gozó de especial preferencia, a la que se sumará la cantata por su lenguaje altamente alegórico, donde abundan las expresiones amorosas, evocaciones a la naturaleza y la identificación de Cristo con personajes mitológicos. La dramatización literaria a cargo de la pamplonica fue perfecta, sus arias, con el oboe de Pedro Lopes e Castro encontraron el ropaje instrumental perfecto, tal vez abusando de un portamento más expresivo que técnico en su amplio y homogéneo registro, así como unas agilidades limpias. Los recitados fueron otra demostración de entrega y convencimiento, con el clave perlado de Eduardo López Banzo o el archilaúd del siempre seguro aunque discreto Juan Carlos de Mulder que brilló en cada intervención.
Las melodías de Torres, “afectos cantados”, están llenas de luz y verdad, de ornamentos nunca recargados para que los textos se vean realzados, y Al Ayre Español ayudó con todos los contrastes tímbricos, dinámicos y de aire en cada una de las cantadas elegidas. Mención especial para el violín del cubano Alexis Aguado, “alter ego” de López Banzo por su genuina conexión y mando en muchos de los movimiento por él empezados, marcando dinámicas y cambios de tempi muy exigentes.
De Jorge Federico Handel Al Ayre Español eligieron, para intercalar con las cantadas, dos sonatas para disfrutar de la cuerda, tanto la frotada de los dos violines, cello y contrabajo, empaste, entendimiento y sonoridad digna de admiración, como la punteada del archilaúd ya citado por su papel imprescindible, y la pinzada al clave del maestro. Respirando el estilo italiano, resultaron el complemento prefecto de Torres por “aire”, musicalidad, entrega y devoción al alemán enterrado en Westminster. Un Jorge emparentado con Joseph que esta mañana fueron de la mano.
Como regalo, tras una alocución del maestro López Banzo rememorando los años de trabajo, los acontecimientos históricos de estas páginas no suficientemente escuchadas, la práctica de escuchar obras nuevas y nos repetirlas en todas las versiones posibles, reivindicando de nuevo a José de Torres y el grave de su cantada “Mortales hijos de Adán” salvada en Guatemala. Maite Beaumont con Al Ayre Español cerraban esta “matinée” granadina en el decimoctavo día de Festival, que mantiene un excelente nivel con las formaciones españolas en defensa de nuestro Patrimonio Musical.
Pedro Lopes e Castro, oboe – Alexis Aguado, violín – Kepa Arteche, violín – Aldo Mata, violonchelo – Xisco Aguiló, contrabajo – Juan Carlos de Mulder, archilaúd.
Eduardo López Banzo, clave y dirección.
Maite Beaumont, soprano.
PROGRAMA
Afectos amantes. Cantadas de José de Torres
Anónimo (c. 1700):
Pasacalles I y II
José de Torres (c. 1670-1738):
Divino hijo de Adán (cantada al Nacimiento. Madrid, 1712):
Aria – Recitado – Aria – Recitado – Aria – Grave
George Frideric Handel (1685-1759):
Sonata en sol mayor, op. 5 nº 4:
Allegro – A tempo ordinario – Allegro non presto – Passacaille – Gigue – Menuet
José de Torres:
¡Oh, quien pudiera alcanzar! (cantada al Santísimo):
Grave – Recitado – Aria – Despacio – Fuga – Recitado – Aria – Grave
George Frideric Handel:
Sonata en sol menor, op. 5 nº 5:
Largo – Come alla breve – Larghetto – A tempo giusto – Air – Bourrée
José de Torres:
Afectos amantes (cantada al Santísimo):
Estribillo – Recitado – Aria – Recitado – Aria – Recitado – Coplas

Julio César conquista Oviedo

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Sábado 12 de marzo, 20:00 horas. Conciertos del Auditorio, Oviedo. G. F. Haendel: Giulio Cesare in Egitto. Forma Antiqva, Aarón Zapico (director).

Reseña para La Nueva España del domingo 13, escrita tras el concierto desde el teléfono a las 23:50 horas, con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos propias y tipografía, cambiando muchos entrecomillados por cursiva que la prensa no suele admitir.
El público se volcó ayer en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo con el «Julio César» de Hândel en versión concierto un «tour de force» de Forma Antiqva del que los asturianos salieron triunfantes. La soprano Carolyn Sampson (una deliciosa Cleopatra de referencia), con la contralto Hilary Summers (poderosa Cornelia), la mezzo Maite Beaumont (Sesto delicado), los contratenores Christopher Lowrey (emperador vocal y pletórico) y el ucranio Konstantin Derri (cumplidor Tolomeo) más el baritono José Antonio López (rotundo Achilla), fueron los seis protagonistas de gran altura para este Giulio Cesare in Egitto (Händel) con una excelente y crecida Forma Antiqva bajo la dirección de Aarón Zapico en esta joya operística (versión concierto con todo lo que supone) tras su “victoria” en el Palau de Barcelona el pasado jueves.
Oviedo se rindió tras más de tres horas de combate (y apenas deserciones en la pausa) a este romano muy musical, compuesto por un alemán nacionalizado inglés, cantado en italiano e interpretado virtuosamente por nuestros asturianos universales que siguen haciendo historia desde su Barroco siempre fresco, brillante, actual y bien armado con formaciones de primera como la de este sábado.
Arias conocidas, con dramaturgia ponderada creciendo en el segundo acto hasta momentos ideales, además de mucho sentimiento unido al ropaje instrumental excelente, aportando todos lo mejor de este “ejército musical” con el General Zapico al mando, de final feliz en Egipto y también en Asturias, apoteósico.
P.D.: La crítica para el Lunes 14 en LNE.

Fresco surrealismo

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Viernes 4 de septiembre, 20:00 horas. Teatro Campoamor, LXXIII Temporada Ópera de Oviedo. L’Heure Espagnole (Ravel), Les Mamelles de Tirésias (Poulenc). Primera función, entrada anfiteatro: 63 €.
Emociones encontradas para el arranque de curso escolar y temporada en «La Viena española», Oviedo capitalidad musical que con todo el esfuerzo humano levantaba el telón con un programa doble francés, original, fresco, surrealista, luminoso, feminista, colorido, nuevo en esta plaza, rodeado de todas las medidas de higiene y prevención en la Era Covid-19.

Perfecta organización, responsabilidad compartida, «hambre de pan y horizonte», de música, necesidad vital y real para todos, encuentros con distancia, abrazos robados pero con ganas de recuperarnos en esta anormal normalidad. Información en el móvil, desde las entradas hasta la hoja con el reparto en QR (al fin le encuentran la máxima utilidad obligados por las circunstancias), a la venta un buen libreto para coleccionar y donde el tándem musicológico Sanhuesa – Cortizo plasma negro sobre blanco lo que pudimos disfrutar en su conferencia del miércoles pasado sin movernos de casa gracias a las nuevas tecnologías que son ya la herramienta imprescindible en estos tiempos, transmitida por la cuenta en Facebook© de la propia ópera ovetense.

También un imprescindible como Francesc Cortés y por supuesto la presentación Dos divertidas joyas líricas de Emilio Sagi40 años desde su debut en esta su casa, a quien se le entregó una placa en recuerdo de la efeméride en el descanso, además de pasar a denominar la sala de ensayos con su nombre, merecido homenaje a un ilustre que sigue maravillando con sus puestas en escena siempre arrolladoras capaces de aunar opiniones, todo un logro en tiempos crispados.

Obertura de conferencia previa siempre con el gran comunicador Pachi Poncela que no pude escuchar en vivo por respeto a las indicaciones de un personal algo perdido, como todos, pero que pude disfrutar igualmente en casa como «postludio» desde el canal YouTube© de la Ópera de Oviedo.

Distancias obligadas entre butacas, la pena de observar el aforo a medias, puntualidad de «hora española» para la bienvenida en castellano, inglés y asturiano (poco pateo), mascarillas, ausencia de toses que se agradece siempre, y todo un discurso inicial por megafonía recordando a quienes no están, la ilusión y ganas de levantar el telón en esta temporada septuagésima tercera (¡73 años ininterrumpidos! con los que el «bicho» tampoco ha podido). Se apagan las luces, olvidamos las penas y late el corazón porque el espectáculo tiene que continuar. La OSPA casi camerística en el foso (con la percusión en las bolsas de los palcos laterales) y al frente Maximiano Valdés, tan «asturiano» y nuestro como esa orquesta que tanto le debe, regreso celebrado que supuso el primer acierto del programa doble, dominador de los planos sonoros, atento a la escena y recordando la calidad que atesoran maestro y sinfónica.

La hora española del Ravel con raíz española inimitable, dominador de la orquestación, deudor de nuestro folklore (habanera de ida y vuelta) e inspirado libreto «toledano» del relojero Torquemada (Francisco Vas), la insatisfecha Concepción (Maite Beaumont), sus «pretendientes» Gonzalve (Joel Prieto) y Don Íñigo Gómez (Felipe Bou) más la fuerza bruta del mozo de mulas Ramiro (Régis Mengus), triunfador y aplicable al esfuerzo del barítono debutante en Oviedo con un doblete que requiere preparación física y mental. Escena para el enredo, simbolismos de relojes como ataúdes donde esconderse, cercanía cronológica que no pierde actualidad, vocalidad plena de la segunda debutante, la pamplonica Maite Beaumont, mezzo ideal a quien espero volver a escuchar en repertorios más agradecidos que este raveliano, exigente en todos los planos donde brilló con personalidad y buen gusto.

El tercer debut en el coliseo carbayón del tenor Joel Prieto plenamente adaptado a las exigencias de la partitura (nasalidad obligada pero nada artificial) redondeó un buen elenco junto a los conocidos Paco Vas y Felipe Bou en esta primera página francesa de los nuevos tiempos para «viejas obras», comedia musical estrenada en la ópera cómica así reconocible para nuestros vecinos del norte que han sabido marcar distancias con tradiciones centenarias de rivales artísticos y geográficos.

Pausa de 40 minutos con agua de cortesía para recuperar aliento y descansar de la mascarilla, saludos desde la distancia, estirar un poco las piernas y Les Mamelles de TirésiasPoulenc en estado puro con su Apollinaire inspirador, surrealismo siempre vigente, argumento casi histriónico tratado con una puesta en escena colorista «marca Sagi», inconfundible, junto al vestuario de Gabriela Salaverri acorde con toda la producción, el Coro de la Ópera de Oviedo que nunca defrauda (con puntuales y acertadas aportaciones al reparto de solistas) y un elenco vocal de primera que sumo unir el cariño por los habituales con la solvencia de todos ellos.

Ópera bufa con el prólogo a cargo de David Menéndez capaz de entusiasmar por poderío vocal y presencia, arranque impresionante de verdadero cabaret antes de los dos actos con Sabina Puértolas y Régis Mengus entregados, bordando los personajes siempre arropados por el maestro Valdés y la OSPA en sus precisos balances.

La soprano navarra elige bien su repertorio y Sagi saca de ella todo su potencial, cómico, escénico y vocal, sin amaneramientos pese a la escritura de Poulenc. Seductora y entregada, el público ovetense la siente como propia porque nunca defrauda. Su «Teresa destetada» nunca pierde gracejo, la sorpresa cartomancia lo es mayor por ese travestismo sin perder color ni frescura, sumándole su capacidad camaleónica en todos los papeles que afronta, y esta Thérèse está entre las joyas de la pamplonica. Las mujeres siguen mandando…

Del barítono francés Mengus destacar su personaje rotundo que da la réplica en esa «vuelta de calcetín» feminista por la que no parece haber pasado el tiempo. Si con Ravel demostró fuerza total, nunca bruta, de amante mozo de mulas a marido surrealista redondeó un debut carbayón de altura, incluyendo su visible trasero en la ducha del primer acto que ha sido foto de hoy en la prensa* (lástima quedarse en lo anecdótico). Actoralmente impecable, color vocal perfecto, bien diferenciado del gendarme astur, y sobre unas tablas con las que le podría llamar con todo el respeto «animal escénico». Todo un descubrimiento para el que suscribe.

Inteligencia y acierto en la mezzo debutante en Oviedo Anna Pennisi, desconozco el reparto de mezzos para la doble función. Simpático el hijo de mi «adoptado» Pablo García-López, breve y agradecido, acertada elección para un personaje ideal por edad, presencia y color vocal, aunque debe engordar un poco tras esta función (en Oviedo un par de kilos seguro que coge).

Epatante e impactante siempre nuestro David Menéndez de gendarme en una obra que ya interiorizase a la perfección en el hermano teatro Arriaga bilbaíno y en el Liceu catalán, de la misma producción. Y por supuesto un conjunto compacto el resto de cantantes (he dejado la ficha más arriba) incluyendo los del coro, para esta luminosa producción, equilibrada en cada detalle con un Sagi que contagia energía, alegría de vivir y pasión por la escena.

No hay mejor terapia que la música, subir el telón y olvidarse de todo, desconectar aunque todo sea distinto desde el pasado viernes 13 de marzo e imprevisible. El surrealismo habita entre nosotros.

Reencontrarse con la fuerza que emana de un público ávido del directo, de los reencuentros, la necesidad de recuperar un tiempo perdido que no nos devolverán por mucho que rebusquemos no tiene precio. Sin planes a medio ni largo plazo solo queda nos vivir cada día y disfrutar.

Gracias por el esfuerzo, por el trabajo, por la ilusión, gracias a la ópera de Oviedo donde cumpliré mis «bodas de oro» en 2.021 esperando poder celebrarlas. Al menos puedo presumir que un 1971 sentado en  «gallinero» con mi abuelo Pachín, el tenor cordobés Pedro Lavirgen cantaba un Andrea Chenier que marcaría de por vida mi afición lírica, completando una melomanía que sigue acompañándome.

P.D.: * La foto de hoy en la prensa regional de hoy y galería de imágenes: