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Grande Barbieri en sus 200 años

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Jueves 23 de febrero, 20:00 horasTeatro Campoamor (Oviedo), XXX Festival de Teatro Lírico Español: «Pan y Toros», zarzuela en tres actos. Música de Francisco Asenjo Barbieri y libreto de José Picón. Estrenada en el Teatro de la Zarzuela el 22 de diciembre de 1864. Nueva producción del Teatro de la Zarzuela. Conmemoración del bicentenario del nacimiento de Francisco Asenjo Barbieri (1823-2023).

Critica para Ópera World del viernes 24 de febrero, con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos de las RRSS, propias y de Alfonso Suárez, y tipografía que a menudo la prensa no admite.

Oviedo puede presumir de su oferta musical, a la que llevo tiempo llamando “La Viena española”, siendo igualmente capital de la lírica española pues tiene la segunda temporada de ópera más antigua, tras el Liceo barcelonés, y la única en mantener un ciclo estable de zarzuela junto al teatro de la madrileña calle Jovellanos.

Finalizada la primera tras 75 años ininterrumpidos a la que ni la pandemia logró callar, comienza ahora la segunda que cumple su trigésima edición comenzando con un título tan emblemático de nuestro género como «Pan y Toros» en el bicentenario de Francisco Asenjo Barbieri (1823-2023), una “zarzuela grande” en todos los sentidos, equiparable sin complejos a la ópera, en esta celebración de altura con la misma producción estrenada en Madrid el pasado mes de octubre, y el mismo elenco salvo ligeros cambios en algunas voces, así como la dirección musical (Virginia Martínez) junto al coro Capilla Polifónica “Ciudad de Oviedo” y Oviedo Filarmonía (OFIL), ambas formaciones titulares de este Festival de Teatro Lírico Español ovetense que sigue llenando el Teatro Campoamor.

Un público cada vez más joven, que ha subido los abonados, compartiéndolo con los ya veteranos, por lo que se debería intentar recuperar más funciones (últimamente solo dos) pues ya no hay más restricciones – solo económicas- y el éxito ante esta demanda debe atenderse para mantener una afición que viene a Oviedo desde distintos puntos de la geografía, recordando que la música también vende, y bien cuando hay calidad como en la capital asturiana.

Juan Echanove, director teatral de la obra, señala en el programa madrileño que “es una producción espectacular” volcándose para elaborar un discurso en el que Goya está en el centro, «porque el pintor está, por un lado, en el mundo de los reformistas, pero también en el cerrado mundo de la Corte borbónica, en el incesante trasiego popular madrileño y en el populista mundo de la tauromaquia». Goya está en todos estos entornos, pero siempre desde la contemplación crítica. Y las dos Españas siguen vigentes hoy en día desde la “pintura musical” de Barbieri con la ficción histórica de Picón -la realidad siempre la supera- brillando los tres actos de este “ruedo ibérico” como bien lo explica Echanove en este acercamiento a nuestra lírica con verdad y humor alrededor del “cabezón” de Fuendetodos. Aunque los giros de la plataforma se intentasen tapar con castañuelas, por momentos chirrió un poco, pero en general una excelente propuesta global con excelente video-escena de Álvaro Luna a la que sumar el vestuario de Ana Garay y la coreografía de Marina Barrero, brillando con la iluminación de Gómez Cornejo.

De Barbieri, a quien su biógrafo Emilio Casares llama “anarquista intelectual”, daría para muchas páginas y el perfil del compositor lo equipara a los grandes románticos de la segunda mitad del XIX y en cierto modo fundador de nuestro Nacionalismo, poniendo en la balanza “Pan y Toros” -nada menos que con 299 representaciones en su momento- junto a “El barberillo de Lavapiés” al nivel de su admirado Rossini, de Wagner y hasta de Verdi (a quien nunca perdonó no le contestase en su primera visita a Madrid), siendo más operística esta que nos ocupa, por cercana a la ópera cómica francesa en aquella Europa que Asenjo Barbieri conoció de primera mano desde sus múltiples facetas (musicólogo, bibliófilo, compositor o director) como buen humanista y millonario.

Mantener todo el grueso vocal de Madrid supuso tener mucho avanzado y trabajado, especialmente en los diálogos para actores que cantan y unas voces que actúan, por lo que la calidad global en los personajes principales, todos bien definidos por Barbieri, se pudo apreciar desde que se levantase el telón. Los dos mundos contrapuestos tan nuestros y actuales en esta ficción histórica, lo que el profesor Casares, editor de esta partitura denomina tres líneas o estratos: a) Europeo o neutro, con un lenguaje internacional y símbolos reconocibles como La Marsellesa; b) Hispano culto y religioso, dúos, tríos, cuartetos, concertantes o coro; y c) Hispano popular, donde no faltó la rondalla, el pueblo y hasta la tauromaquia (de faltar que sea el pan, pues se parafraseó a Juvenal que escribía hace dos mil años panem et circenses). De todo ello y más habló en la primera de las conferencias para “La Castalia” -entroncadas este quinto año con el XXX Festival- celebrada en el ovetense Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) el día antes.

Auténtica acción escénica sin descanso en este “ruedo ibérico” del Goya-Echanove, bailarines y figurantes dando color y calor, pese a alguna castañuela fuera de ritmo, musicalmente algo desequilibrada toda la función con algunos desajustes entre foso y escenario pese a los intentos de la maestra Martínez. Por ello quedó deslucido en parte el coro titular de la Capilla Polifónica aunque escénicamente cumplieron, y mejor en los coros de mujeres con el Abate y los hombre cortesanos, todos del tercer acto que fue dándoles confianza.

Oviedo Filarmonía se mantuvo al buen nivel habitual pese a los comentados desajustes, pero con buenas dinámicas, especialmente en la conocida marcha y coro de La Manolería Al son de las guitarras y seguidillas donde se hubiese necesitado una rondalla más nutrida para conseguir el balance ideal, más dos buenas introducciones instrumentales abriendo cada parte de la representación. El trabajo de Virginia Martínez se notó por la atención al detalle, incluso blandiendo el abanico rojo ayudando al “coro en el coso”, pero no alcanzó la concertación ideal que hubiese redondeado un espectáculo de más enjundia para este Barbieri grande.

Del amplio reparto, que suele ser un hándicap para programar este «Pan y Toros», así como los muchos diálogos que obligan a un esfuerzo interpretativo mayor, sumándole el “no parar” con tantos concertantes, entradas y salidas de escenas, puso a prueba todos y cada uno de los personajes, siendo aplaudida en cada aparición, triunfadora de la noche la mezzo Cristina Faus como princesa de Luzán que demostró su buen momento: proyección perfecta, matices con mucho gusto, empaste con sus compañeros (la romanza del escapulario con “El Capitán Quiza” lo mejor de la noche, y hasta todos los concertantes, aplaudiendo incluso antes de finalizar, caso del número 10-B que cerraba el segundo acto), y musicalidad a raudales, sin olvidar unos diálogos de dicción perfecta.

Yolanda Auyanet mantuvo el tipo como Doña Pepita aunque más cómoda en los agudos que permitieron escucharla en los concertantes. Personaje enfrentado a la Princesa, el público tomó partido por la corona. Borja Quiza, sin descanso ovetense tras su Don Carlo operístico, sigue demostrando una enorme capacidad para estos roles que exigen cantar y actuar, si bien la voz ha perdido algo de frescura y limpieza en los agudos, pero mantiene una escena imponente además de la proyección suficiente para los muchos concertantes de Barbieri.

El Corregidor de Pedro Mari Sánchez fue a la inversa: un gran actor que lleva toda la vida sobre las tablas y además canta, aunque no lo suficiente para un reparto tan lírico como este, pero la zarzuela siempre ha tenido estos roles, si bien el celebrado compositor madrileño exige más de lo previsto en esta “zarzuela grande”. En el caso del Abate Enrique Viana los años no perdonan la voz aunque mantenga un fiato y volumen increíbles, pero su vibrato en los agudos no compensa una actuación más contenida de lo que en él es habitual, destacando su contradanza del segundo acto con el coro de mujeres.

Buena faena de los tres espadas, de los relatos a los “astados” exigentes: grande el Pepe-Hillo de Carlos Daza, que supo a poco su excelente intervención; digno de vuelta al ruedo el Costillares del mierense Abraham García en su canción Por lo dulce las damas jolín (nº 7-B) completado por el Romero de Pablo Gálvez, verdadera torería cantada la de don Francisco Asenjo, sumándose a los cortesanos del final, para ampliar la presencia vocal de todo el coro.

No defraudó el Goya de José Julián Frontal en sus muchas intervenciones, un artista polifacético que canta y actúa, desgranando un rol que parece escrito para él.
Breves y necesarios los demás personajes en una actuación que si les llamásemos cuadrilla por “el arte de Cúchares” sería de aliño, cumpliendo sobradamente La Tirana de la ovetense Mª José Suárez, también gran actriz, La Duquesa gijonesa Bárbara Fuentes o el General mallorquín Pablo López. Interesante la aportación de otro polifacético de la escena como Alberto Frías, El Santero, y bien los “ciegos” de excelente proyección hablada (especialmente Sandro Cordero) aunque no suficiente entre tantos cantantes. Aún más breve la aparición de Javier Blanco (El del pecado mortal) que obligado a cantar al fondo de la caja escénica no permitió disfrutar de su voz en toda su expresión. Y el esperado Jovellanos de César Sánchez con gran presencia pero algo opaca, tal vez por el frío.

Merecido homenaje en el bicentenario de Francisco Asenjo Barbieri con una propuesta escénica interesante, documentada, agradecida visual y musicalmente (bellísima la escena 10-A de la procesión enmarcable en el “estrato” Hispano culto y religioso), algo desigual pero que en la segunda función seguro sonará más equilibrada una vez estrenada este frío jueves 23F.

Ficha:

Teatro Campoamor (Oviedo), jueves 23 de febrero de 2023, 20:00 horas. XXX Festival de Teatro Lírico Español: «Pan y Toros», zarzuela en tres actos. Música de Francisco Asenjo Barbieri y libreto de José Picón. Estrenada en el Teatro de la Zarzuela el 22 de diciembre de 1864. Nueva producción del Teatro de la Zarzuela. Conmemoración del bicentenario del nacimiento de Francisco Asenjo Barbieri (1823-2023). Edición crítica de Emilio Casares y Xavier de Paz (Ediciones Iberautor Promociones Culturales, SRL) / Instituto Complutense de Ciencias Musicales ICCMU, 2001).

Reparto:

DOÑA PEPITA: Yolanda Auyanet –LA PRINCESA DE LUZÁN: Cristina Faus – EL CAPITÁN PEÑARANDA: Borja Quiza – LA TIRANA: María José Suárez – GOYA: José Julián Frontal – LA DUQUESA: Bárbara Fuentes – EL ABATE CIRUELA: Enrique Viana – EL CORREGIDOR QUIÑONES: Pedro María Sánchez – PEPE-HILLO: Carlos Daza – PEDRO ROMERO: Pablo Gálvez – COSTILLARES: Abraham García – EL GENERAL: Pablo López – EL SANTERO: Alberto Frías – JOVELLANOS: César Sánchez – LA MADRE CIEGA: Lara Chaves – EL PADRE CIEGO: Sandro Cordero – EL NIÑO: Julen Alba – EL DEL PECADO MORTAL: Javier Blanco – EL MOZO DE CUERDA: Alberto Pérez – VENDEDORES: Marina Acuña, Dalia Alonso, María Fernández, Dolores Sánchez, Eugenia Ugarte, Fernando López, Lorenzo Roal – BAILARINES – FIGURANTES: Alberto Aymar, Julia Cano, Davicarome, Teresa Garzón, Sonia Libre, Úrsula Mercado, Inés Narváez-Arrospide, Karel H. Neniger, Esther Ruiz, Gonzalo Simón, Fernando Trujillo.
DIRECCIÓN MUSICAL: Virginia Martínez – DIRECCIÓN DE ESCENA: Juan Echanove – ESCENOGRAFÍA Y VESTUARIO: Ana Garay – ILUMINACIÓN: Juan Gómez Cornejo (AAI) – COREOGRAFÍA: Manuela Barrero – VÍDEO ESCENA: Álvaro Luna.

Orquesta Oviedo Filarmonía (OFIL), Capilla Polifónica “Ciudad de Oviedo”, coro residente del Festival de Teatro Lírico Español (dirección del coro: José Manuel San Emeterio Álvarez), Rondalla: quinteto de la “Orquesta Langreana de Plectro” (directora: Seila González).

Viernes de “Ernani” accidentado y equilibrado

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Viernes 3 de febrero de 2023, 19:30 horas. Teatro Campoamor, 75 Temporada de Ópera Oviedo«Viernes de ópera«, Ernani (de Giuseppe Verdi, con libreto de Francesco Maria Piave basado en la tragedia “Hernani” de Victor Hugo); drama lírico en cuatro actos estrenada en el Teatro La Fenice de Venecia el 9 de marzo de 1844. Producción de la Ópera Royal de Wallonie. Fotos propias y de las RRSS.
Critica para Ópera World del sábado 4 de febrero, con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos propias y de las RRSS, indicando la autoría, y tipografía que a menudo la prensa no admite.
La septuagésima quinta temporada ovetense, la más antigua de España tras el Liceu barcelonés, y de la que debemos seguir presumiendo para que no existan agravios con otras ciudades como tristemente sucede, está a punto de bajar el telón, así que no podíamos faltar a la función denominada “Viernes de ópera”, una oportunidad de asistir a la ópera con precios populares, de 10 € a 60 €, para escuchar unas voces que están buscando poco a poco su protagonismo en el siempre arduo trabajo de la lírica. Y la Ópera de Oviedo lleva años dándoles la oportunidad de formar parte de algunas producciones como en este quinto título verdiano, poder subirse a escena tras varias semanas de duros ensayos con todo el elenco. En esta penúltima función del «Ernani» de Verdi pudimos comprobar el buen estado vocal de la soprano asturiana María Zapata y del barítono gallego Borja Quiza más los debutantes este viernes de jóvenes incluso en el público: el tenor guatemalteco Mario Chang (ganador del “Francisco Viñas” en 2011 y “Operalia” 2014) junto al bajo italiano, esta vez “gafado”, Christian Barone. Un cuarteto protagonista que comparte reparto con el resto del reparto para las cinco funciones, presente en todas las representaciones, algo también digno de resaltar como explico a continuación.
Y quiero comenzar con la mala suerte del bajo Christian Barone al que desde su primera aparición le notamos problemas de emisión, verdadera pena pues su registro grave parecía redondo pero sin volumen ni cuerpo, agravándose a medida que transcurría el primer acto, hacha en mano marcando la pulsación, carraspeando, sufriendo con él y casi “mascándose la tragedia” transmitiendo el nerviosismo lógico a todos. Tras la bajada del telón al acabar el primer acto, el director general y artístico Celestino Varela comunicaría por megafonía (la inicial en asturiano no fue pateada, como era previsible) que ante los problemas que le impedían continuar ¿por afección? sería sustituido por Gianfranco Montresor, al que hubo de darle tiempo para prepararse y afrontar los tres actos restantes, con un breve descanso de diez minutos no previsto que ayudaría al cambio de decorado y vestuario del “sustituto”. Una verdadera lástima ver así truncado el debut ovetense del bajo italiano en esta ópera tan exigente para cada una de las voces, especialmente las del cuarteto protagonista, lo que precisamente hace difícil representar este «Ernani» con un reparto homogéneo, que en el primer y frío viernes de febrero brilló con luz propia. Felicitar a toda la Ópera de Oviedo la rápida sustitución al tener al primer reparto bien localizado ante estos imprevistos y buscando lo mejor para todos.
Si el domingo escribía sobre el poderío vocal, esta vez, y tras las tres representaciones anteriores, sí hubo fuerza pero también buen balance en las dinámicas tanto vocales como orquestales, con una OFIL a la que el maestro Callegari hizo sentirse segura en el foso, más contenida en los tiempos y matices, con una obertura bien llevada y destacando las intervenciones solistas de Sara Chordá (cello), Julio Sánchez (clarinete bajo) y Danuta Wojnar (arpa) del tercer acto, el más completo del este viernes.
Nuevamente el Coro “Intermezzo”, que dirige Pablo Moras, funcionó con su solvencia y profesionalidad habitual, cada vez más seguro tras unos mínimos desajustes iniciales -adelantándose a la orquesta- destacando especialmente las voces graves en cada aparición, desde el “Bebamos” inicial hasta la brillantez del penúltimo acto con los conspiradores cantando “Que despierte de nuevo el León de Castilla”, más los conjuntos globales, especialmente en el cuarto acto, donde hubo empaste entre todas las cuerdas, buen gusto además de escena, algo estática para este «Ernani» pero que ayuda a la colocación de todos para una mejor emisión, incluso la figuración de la ESAD que se desenvolvió muy bien en todas sus entradas, más coordinados y situados. Hasta la iluminación estuvo más correcta que en la primera función dominical, pudiendo disfrutar del rico vestuario de época y el brillo de espadas.
Si hablo de equilibrio en esta cuarta representación, quiero comenzar por los mal llamados “secundarios” que esta vez no tuvieron que luchar contra volúmenes excesivos, pudiendo disfrutar más y mejor de sus intervenciones: la ovetense Mª José Suárez como Giovanna, el Don Riccardo del catalán Josep Fadó, ambos con más presencia y vocalidad clara, sin olvidarme del Jago de Jeroboám Tejera, redondeando todo ellos con sus intervenciones esta penúltima función.
A Gianfranco Montresor no solo reconocerle su rápida incorporación desde el segundo acto, lo que pudo en cierto modo descentrar al resto, pues todo fue encauzándose en los siguientes actos, tardando poco en encajar los “tempi” con el foso. Su Silva ganó enteros en volumen respecto a la primera dominical, disfrutamos de sus arias y en los concertantes se sumó al buen nivel global del cuarteto protagonista.
La ovetense María Zapata nos dejó una Elvira muy trabajada vocal y escénicamente. Su voz fluye sin problemas en todo el amplio registro, comenzando con un vibrato algo molesto que fue controlando para ganar en belleza, aplaudida tanto en las arias como en los dúos, tríos y concertantes. Hubo química con el “bandido” Ernani, valentía con el “viejo” Silva y “fuerza aragonesa” con Don Carlo, el trío masculino al que sumó el buen quehacer de un papel tan exigente que dominó siempre con “color verdiano”, defendiendo su rol con gusto, matizado y poderoso en su justa medida. Una alegría comprobar la progresión de la soprano asturiana que ya me gustó en la breve Angélica del segundo reparto en el estreno de «La Dama del Alba» abriendo temporada el pasado mes de septiembre, y recibiendo grandes aplausos al finalizar este quinto y último título.
Otro conocido y querido del Campoamor es el gallego Borja Quiza que nos dejó un Don Carlo creciendo a lo largo de la ópera, de menos a más como todos… No solo mostró sus excelentes cualidades de actor, enriqueciendo enormemente el papel, también su momento de madurez vocal aunque comenzase algo irregular (cada primera aparición de los protagonistas les obliga a darlo todo “en frío”), dando la sensación de estar rozando la afinación correcta para ir centrándose y afianzándose más en cada acto: potente, valiente e incluso brillante en la evolución dramática de su rol, cantando el “Gran Dio” del tercer acto ante la tumba de Carlomagno, que arrancaría algún bravo ante la entrega y buen hacer en esta bellísima aria para barítono. Nuevo éxito del coruñés con gran ovación en los saludos finales.
Esperaba un poco más del debutante en Oviedo, aunque con años de trayectoria profesional al otro lado del Atlántico (Met, Los Ángeles o Washington), el guatemalteco Mario Chang. Tenor de color vocal adecuado, aunque personalmente “extraño” para Verdi que pide una voz entre el belcanto romántico y el nuevo perfil buscado por el genio de Busseto, todo un reto para su cuerda por lo extenso y la obligada además de necesaria dosificación. Pero que como el resto del cuarteto protagonista iría ganando enteros desde su primer aria “O tu che l’alma adora” hasta su último dúo a base de buen gusto, emisión suficiente, matizada línea de canto, así como empaste en el resto de las intervenciones, y el final con Elvira “Non ebbe di noi miseri” cantado con la emoción del momento. Habrá que seguirle en otros roles como los puccinianos que seguramente le vendrán mejor, pero su aportación resultó perfecta en pos del equilibrio de todo el elenco vocal.
Una 75ª temporada de celebraciones que llega a su fin este sábado hasta la próxima, y que tendrá siete títulos con dos programas dobles) de septiembre a febrero: las velas de cumpleaños las soplaremos con “Manon” de Massenet (como en 1948), dos títulos del famoso tríptico de Puccini (“Il Tabarro” y “Gianni Schicchi”), otro doblete con la vuelta de la ópera española de Falla al Campoamor (“Goyescas” y “El retablo de maese Pedro”), el casi imprescindible Verdi de “La Traviata”, para cerrar con el “Lohengrin” de Wagner. Esperamos seguir contándolo desde aquí.
Ficha:
Teatro Campoamor, Oviedo, viernes 3 de febrero de 2023, 19:30 horas. “Viernes de ópera”. 75 Temporada de Ópera Oviedo: “Ernani” (de Giuseppe Verdi, con libreto de Francesco Maria Piave basado en la tragedia “Hernani” de Victor Hugo); drama lírico en cuatro actos estrenada en el Teatro La Fenice de Venecia el 9 de marzo de 1844. Producción de la Ópera Royal de Wallonie. Edición musical y propietarios: Casa Ricordi S. R. L. Milán.
ERNANI: Mario Chang – DON CARLO: Borja Quiza – DON RUY GÓMEZ DE SILVA: Christian Barone (Acto I) / Gianfranco Montresor – ELVIRA: María Zapata – GIOVANNA: Mª José Suárez – DON RICCARDO: Josep Fadó – JAGO: Jeroboám Tejera. DIRECCIÓN MUSICAL: Daniele Callegari – DIRECCIÓN DE ESCENA Y DISEÑO DE ESCENOGRAFÍA: Giorgia Guerra – DISEÑO DE VESTUARIO: Fernand Ruiz – DISEÑO DE ILUMINACIÓN: Sylvain Geerts.
Orquesta Oviedo Filarmonía (OFIL), Coro Titular de la Ópera de Oviedo “CORO INTERMEZZO” (dirección del coro: Pablo Moras).

Un drama que pide clemencia

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Domingo 29 de enero de 2023, 19:00 horas. Teatro Campoamor, 75 Temporada de Ópera Oviedo: Ernani (de Giuseppe Verdi, con libreto de Francesco Maria Piave basado en la tragedia “Hernani” de Victor Hugo); drama lírico en cuatro actos estrenada en el Teatro La Fenice de Venecia el 9 de marzo de 1844. Producción de la Ópera Royal de Wallonie. Fotos propias y ©OperaOviedo.
Critica para Ópera World del lunes 30 de enero, con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos propias y de las RRSS, indicando la autoría, y tipografía que a menudo la prensa no admite.
La temporada de ópera ovetense llega a su quinto y último título en estos 75 años, con el «Ernani» (1844) de Giuseppe Verdi (1813-1901), que se representó en Asturias por vez primera en el Teatro del Fontán de la capital un 15 de septiembre de 1849 y hacía ya 20 años desde la última vez, retomando casi como costumbre cerrar el ciclo con “un Verdi”, aunque yo solo recuerde con admiración uno de 1983 (Bruno Rufo, Luisa Vanini y el siempre genial Matteo Manuguerra que ya era “como de casa”). La capital del Principado disfrutó esta primera función porque se notó en las ganas de aplaudir cada aria o conjunto, y hasta el pateo inicial a la megafonía en asturiano ha bajado el volumen respecto a anteriores primeras funciones. Pero no sería por un volumen más que suficiente el de este quinto título verdiano, estrenado en Venecia, y que marcará su “iter hispanicum” del que María Sanhuesa escribe en un libreto siempre para guardar: Ernani, Trovador, La Forza y Don Carlo.
Si Verdi tuvo problemas con los cantantes para el estreno, en Oviedo se acertó con las voces, todas conocidas más dos debutantes que redondearon un reparto muy compacto, especialmente en el trío protagonista (más que cuarteto) como comentaré posteriormente. Una producción “antigua” de la ópera real belga en Wallonie que traía a mi memoria las de mi juventud, totalmente válida, uniendo un elegante vestuario de Fernand Ruiz, la buena figuración del alumnado de la ESAD gijonesa (Robin Alexander de Bruine Sánchez, Oskar Fresneda Uribe, Carlos Jurado Hipólito y Senén Menéndez Valera) y todos los participantes sobre el escenario, ambientada respetando la época histórica con una escenografía de otra debutante, la romana Giorgia Guerra, que ayuda a todos, tanto al coro que tiene un peso fundamental en esta ópera con juegos de espadas muy trabajados, como a los solistas, pareciendo conociese la “magia sonora” que tiene la esquina derecha del escenario ovetense, pues todas las voces que por él han pasado la buscan. Iluminación correcta de Sylvain Geerts aunque demasiado oscura para el tercer acto del Aquisgrán conjurado. Todo jugando con dos elementos como la clemencia y la venganza junto a los sentimientos de una mujer y tres hombres “que compiten por su amor: un joven, un viejo y un poderoso” en palabras de la regista italiana para esta ópera, los protagonistas dieron lo mejor de ellos aunque primase sobre todo la fuerza, también en el foso con el maestro milanés Daniele Callegari y la OFil que sonó solvente desde la obertura, sin fisuras, muy homogénea además de disciplinada, con un brillante solo de cello a cargo de Sara Chordá en la parte “Oh, de verd’anni” del aria “Gran Dio” de Don Carlo.
Tres voces potentes y emocionales: las del tenor gijonés Alejandro Roy, el barítono de Cartaya (Huelva) Juan Jesús Rodríguez y la joven soprano croata Marigona Qerkezi que en su debut en el Campoamor sorprendió y gustó a todos, pero que en las intervenciones junto al bajo veronés Gianfranco Montresor lo eclipsaron en decibelios, y no digamos con los mal llamados “secundarios”, el tenor de Mataró Josep Fadó (Don Riccardo) que al menos mostró su buen hacer, el debutante bajo tinerfeño Jeroboám Tejera como Jago (bien sin el “poderío conjunto”) y especialmente con la mezzo ovetense Mª José Suárez (Giovanna) que pese a sus breves intervenciones, apenas se la pudo escuchar ante el torrencial sonoro del trío y aún menos en los conjuntos.
Y es que la fuerza vocal primó en este drama español, lo que permitió a la orquesta sonar sin miramientos, con arias, dúos, tríos y demás combinaciones de solistas y conjuntos en los que Verdi sería único escribiendo. Precisamente ese volumen hizo destacar de nuevo el Coro “Intermezzo”, titular de la temporada en todas sus cuerdas, un impactante brindis inicial de los hombres, delicadeza y escena de las damas ibéricas en su entrada con Elvira, y rotundos todos en la “Festa del ballo” del último acto sin dejarme el conocido como segundo himno del Risorgimento, “Si ridesti il leon di Castiglia” con la escena de los conjurados. Verdi compuso probablemente los mejores coros de ópera, al menos los más populares, y el de «Ernani» es uno de ellos con el que las voces que dirige Pablo Moras brindaron vocal y escénicamente.
La exigencia para las voces es grande desde la aparición de los personajes que dominan cada acto: el Bandido “Ernani Roy”, detrás la deseada “Elvira Qerkezi”, el rey “Don Carlo Rodríguez” y el anfitrión “Ruy Montresor”. Todos arrancaron con potencia, sin miramientos, ajustados con la orquesta y encajando sus finales.
Las luchas por el amor fueron más allá de los roles, a la potencia sonora. Ninguno defraudó en sus arias o dúos. Alejandro Roy demostró sus conocidas cualidades, personaje vengador que transmuta de bandido con la excelente aria “Come rugiada al cespite” a Duque de Segorbe y Don Juan de Aragón, sacrificado protagonista a lo largo de la obra. Incluso tuvo dúos muy matizados especialmente con Elvira, más de fuerza con Don Carlo y sentido con Silva.
El rey y emperador de la función resultaría Juan Jesús Rodríguez, muy aplaudido y querido en el coliseo carbayón, dominador de la escena y poseedor de una voz a la que se ha calificado como verdiana porque su registro y modo de afrontar los papeles, que para barítono escribió el de Busseto, los hace todos suyos, siendo su debut en este rol aquí en Oviedo. Emocionalmente la evolución de su Don Carlo es encomiable, de poderoso e implacable a clemente, reflejado en su línea de canto. Su declaración de amor a Elvira del primer acto (“Quello escolta del mio cor”) fue un derroche vocal y la escena ante la tumba de Carlomagno en la esquina derecha, una lección de buen fraseo y cantar matizado con el aria “Gran Dio!… Oh, dei miei ver’anni”.
Pero la grata “sorpresa” para todos resultó la Elvira de la soprano croata de padres kosovares Marigona Qerkezi, porque pese a su juventud (nacida en 1993) tiene una técnica increíble, potencia de sobra (verdaderamente una fiera aragonesa su protagonista), color homogéneo en todos los registros que no pierde nunca ni en las partes más “piano”, y hasta la escena, que no la hizo moverse mucho, favoreciendo una emisión siempre clara, precisa, que el paso de los años irá moldeando sus agilidades, siempre recordando las que en Violeta-Traviata desarrollará Verdi de forma única (la tiene ya en su repertorio), una voz y rol perfecto el de esta soprano coloratura. Para recordar su interpretación de la conocida cavatina del primer acto “Ernani involami”. Ser familia de músicos siempre ayuda y ha defendido su rol con solvencia, entrega, gusto y la necesaria fiereza.
También resultó convincente y agradecido el Silva de Gianfranco Montresor en su primer aria y cabaletta “Che mai veg’gio!… Infelice! E tuo credevi”, línea de canto muy melódica pero que carece de la potencia en los graves de aquellos bajos que tengo en mi recuerdo, lo que se notó en los conjuntos pese a luchar con el “chaparrón” del trío, brillando más en el final “Tutto ora tace intorno” con Ernani y Elvira.
Del resto del elenco lo indicado sobre los matices ante el predominio de dinámicas extremas: los forte fueron la lucha de todos los cantantes en escena. Añadamos que por momentos los tempi del maestro Callegari fueron muy ligeros, resultando muy exigentes para las voces que no pidieron clemencia ante esta especie de venganza desde el foso.
Deberemos no tener clemencia con los móviles que siguen sonando en el momento más inoportuno, ni tampoco con la vuelta de las toses tras la desaparición de las mascarillas (hoy solo máscaras en el último acto pero en escena). No es igual oír que escuchar, sea en español, inglés y asturiano, pero es ya pandemia de cada espectáculo que además se hace más patente en las partes con poco volumen, y en este gélido último domingo de enero no fue precisamente el caso. Habrá que buscar una vacuna contra la mala educación y hacerla obligatoria para volver a los buenos modales cumpliendo la perdida urbanidad.
Ficha:
Teatro Campoamor, Oviedo, domingo 29 de enero de 2023, 19:00 horas. 75 Temporada de Ópera Oviedo: “Ernani” (de Giuseppe Verdi, con libreto de Francesco Maria Piave basado en la tragedia “Hernani” de Victor Hugo); drama lírico en cuatro actos estrenada en el Teatro La Fenice de Venecia el 9 de marzo de 1844. Producción de la Ópera Royal de Wallonie. Edición musical y propietarios: Casa Ricordi S. R. L. Milán.
Reparto:
ERNANI: Alejandro Roy – DON CARLO: Juan Jesús Rodríguez – DON RUY GÓMEZ DE SILVA: Gianfranco Montresor – ELVIRA: Marigona Qerkezi – GIOVANNA: Mª José Suárez – DON RICCARDO: Josep Fadó – JAGO: Jeroboám Tejera.
DIRECCIÓN MUSICAL: Daniele Callegari – DIRECCIÓN DE ESCENA Y DISEÑO DE ESCENOGRAFÍA: Giorgia Guerra – DISEÑO DE VESTUARIO: Fernand Ruiz – DISEÑO DE ILUMINACIÓN: Sylvain Geerts.
Orquesta Oviedo Filarmonía (OFIL), Coro Titular de la Ópera de Oviedo “CORO INTERMEZZO” (dirección del coro: Pablo Moras).

Recordando nuestras músicas

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Viernes 3 de septiembre, 20:00 horas. Sala de cámara del Auditorio de Oviedo. San Mateo 2021Volver (La música que cantaron nuestros padres y abuelos): Mª José Suárez (mezzo), Marcos Suárez (piano). Entrada: 8 €.

No puede haber fiesta sin música y San Mateo en la capital del Principado arrancaba este primer viernes de septiembre, como el inicio de otro curso escolar, de otra temporada con nuevas ilusiones y las canciones de siempre en una velada de amigos donde la sala de cámara se convirtió en un pub sin copas y con las restricciones de una pandemia que aún convive con nosotros pero no puede parar las ganas del directo y la fiesta con toda la responsabilidad, demostrando no solo que la cultura es segura sino que reivindicamos la capitalidad musical de Oviedo.

La mezzo carbayona fue perfecta anfitriona en este arranque festivo, «La Suárez» triunfando nada más salir a escena mientras «El Suárez» preludiaba la cinematográfica Volver, un «Suárez doble» con canciones que los jóvenes de más edad conocemos y cantamos, Mª José y Marcos dispuestos a compartir los recuerdos que sólo la música es capaz de remover.

Bienvenida a todos los invitados, familia, amigos, compañeros de profesión, aficionados de todas las edades, porque cantar en casa no tiene igual y llegaría el primer bloque de cuplés con Los amores de Ana del artista gijonés Juan Martínez Abades (1862-1920), mis recuerdos setenteros de estudiante tunante y de la otra Ana, Belén que la volvió a poner entonces de moda, melodías que permanecen y mantienen esa picaresca de buen maridaje entre letra y música, el mismo de «Los Suárez», continuando con La chica del 17 (Margarita Seró allá por 1926) que como bien explicaba Mª José, cómplice en el «salón de casa», vivía en el número 13 pero la rima no resultaba con la plaza del Tribulete, arrancando algún coro a media voz antes de afrontar Las tardes del Ritz, tributo a nuestra paisana Lilián de Celis que marcó época e historia viva de este género que nos hace mover los pies con un vaivén contagiado por la pareja asturiana.

Marcos Suárez nos dejaría su primera intervención solista con el Tango de la «Suite España» (Albéniz), seriedad y partitura obligada demostrando que los pianistas se amoldan a todo espectáculo, verdaderos todoterreno como el langreano que esta tarde no quería abandonar el repertorio original, ese aire de habanera en la Cuba perla caribeña española, las músicas de ida y vuelta como todas las que escuchamos este primer viernes mateíno.

Tras el paréntesis instrumental volveríamos con Mª José Suárez que «colgaba las plumas” y pasaba al bolero, recuerdos de amores y películas, desde el gardeliano Volver
de nuestras sienes plateadas que nos hicieron saltar Lágrimas negras cubanas y hasta la pasión cinematográfica de Almodóvar con el  Cucurrucucú paloma o el siempre eterno Piensa en mí, Chavela o Linda Ronstad, versiones del Lara original siempre personales de la ovetense y el langreano sin perder sello propio pues son canciones verdaderamente caleidoscópicas que admiten cualquier acercamiento desde estilos aparentemente antagónicos, pues cuando la melodía es bella, el ropaje queda perfecto.

En una velada tan cercana y nuestra, nada mejor que escuchar al piano el eterno pasodoble Suspiros de España del maestro jienense Álvarez Alonso, que Marcos Suárez afrontó nuevamente desde la seriedad en una difícil adaptación de la orquestación original, antes de llegar a dos verdaderos «hits» que escuchaba de crío a mi abuela Pepita, la parte cantarina de la familia, primero La violetera de Padilla, que Suárez enmendó la plana a la mismísima Saritísima, y hasta «La Peluso» se atreve con ella, vigencia eterna del cuplé, y no digamos el picarón Tápame ideal para un verano astur atípico de frío comentado siempre con la sorna y coña marinera candasina o almeriense única de María José, ganándose aún más a un público entregado y cada vez más entonado, rejuveneciendo con esta pócima musical en los años de radio y televisión todavía en blanco y negro ya en tiempos digitales punto cero.

Nada mejor que estar entre amigos, y así llegaría la sorpresa cantado a dúo con la soprano Beatriz Díaz el cómico Dúo de gatos de Rossini, felinas reales de peluche que maúllan y convirtieron esta «riña de líricas» en un verdadero regalo para el oído, siempre con el seguro Marcos Suárez que conoce bien a las dos y «respira» como buen repertorista.

Y llegaría el final nunca deseado con un cuplé del llamado «pasatiempo lírico» La alegre trompetería (1908) compuesto por el maestro Lledó, «La regadera» con toda la picardía ya perdida de la ironía y los dobles sentidos, textos a los que la imaginación libraba de censuras en tiempos duros, necesaria música terapéutica con la psicóloga Suárez, jardinera armada de regadera en miniatura para la ocasión. ¡Que no nos falte el humor! y si es con inteligencia todavía mejor, el de la mezzo asturiana insustituible en nuestra zarzuela (sin abandonar la ópera), regalándonos un recital distinto para nuestra larga juventud. Así nos sentimos con la propina compartida y coreada de «La Corte de Faraón» también de Lledó y ¡Ay, ba! del Babilonio que marea, revista llevada a la gran pantalla, las vedettes en color de aquellos programas televisivos para las noches de los sábados y el recuerdo de unas melodías que forman parte de una historia común vivida por todos, presentes y ausentes.

Agradecimientos últimos como las flores de Mª José Suárez a todos los asistentes y muy especiales al alcalde Alfredo Canteli por su apoyo a la lírica en La Viena del Norte español durante estos tiempos difíciles, y a Covadonga Díaz, concejal de festejos incansable y luchadora, bisando ya a viva voz con toda la sala el «Ay! vámonos allá», a Oviedo capital musical asturiana y feliz comienzo del San Mateo 2021. Faltó volver a los diecisiete pero siempre volvemos a sentirnos jóvenes con estas canciones que guardan muchas historias.

Carta a SS.MM.

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Muy señores nuestros, si ustedes me permiten este correcto trato epistolario:
Como todavía me queda algo de inocencia (serán los años), lo único que les pido a Los Magos (lo de reyes sigo sin llevarlo bien por esta tendencia mía a La República) es poder estar vacunados del puñetero bicho ese que nos ha traído el 2020 y ha trastocado todas las vidas.
Musicalmente  tras el pasado «Año Beethoven» al que la pandemia también ha afectado privándonos de conciertos muy esperados, y los ya pasados «Años Mahler» sigo pidiendo poder escuchar en Asturias la Octava Sinfonía «De los Mil» con todas nuestras orquestas (OSPAOvFil, la Universitaria ya renacida) nuestros coros («El León de Oro», grandes, chicas doradas y peques, igual que el de la Fundación Princesa y también la Escolanía San Salvador…) con nuestros solistas, que tenemos un montón y de primera en mi querida Asturias donde elegir: Beatriz DíazElena Pérez HerreroAna Nebot, Mª José SuárezLola Casariego, Alejandro RoyDavid MenéndezMiguel Ángel ZapaterJuan Noval-Moro… (algunos «adoptados» o directamente de nuestra familia cordobesa).
Mantengo mi ilusión de tener a Pablo González como director de un acontecimiento que me copió  Dudamel, al que le perdono casi todo… incluso que mi tocayu lo llevase a Barcelona en sus años como titular y seguro seguirá dirigiendo desde la OCRTVE o tantas otras orquestas donde le reclaman.
Pablo González y Mahler .
Es la ilusión infantil en este día, aunque tampoco quiero olvidarme de Forma Antiqva, para quienes vuelvo a pedir un Grammy clásico (se lo merecen), sobre todo a los hermanos Zapico que en 2020, y pese a todo, siguieron «a tope» haciendo historia, siempre volando desde casa, esperando siempre por nuevos discos.
También sigo recordando a mis queridos pianistas con la mierense nacida en la capital Carmen Yepes a la cabeza (trabajando duramente desde Madrid con los conciertos aparcados), sin olvidarme de mis admirados Judith Jáuregui, Diego Fernández Magdaleno o Gabriela Montero.
Mantengo la ilusión y pido más composiciones de Rubén Díez, no sé si por fin la zarzuela marinera, de Jorge Muñiz y de los siempre «redescubiertos» Guillermo Martínez y Gabriel Ordás que me consta en este 2021 seguirán inspirados y en su línea de estrenos.
De La Dama del Alba del incombustible Luis Vázquez del Fresno creo que alguna sorpresa tendremos para este año esperado y llegue completa a escena tras tantos lustros de ilusión.
Por no perder la esperanza pido para los llamados «gestores culturales» que se olviden de su crisis permanente (Covid aparte), pues la intelectual parece contagiosa como la gripe o las toses en los conciertos (que al menos las mascarillas han disipado) y den mucho más trabajo a los de casa, no por patriotismos sino por calidad contrastada, incluso cambiar alguna vez de agencia de contratación… y sobre todo ¡no más recortes, cancelaciones, ni cierres!. Ya saben que la Cultura es Segura.
No sé si ya les han escrito pidiendo para mis jóvenes violinistas favoritos (Ignacio Rodríguez, emigrado a Alemania, y María Ovín todavía en la OSPA) que van creciendo y cumpliendo años, para traerles mucho éxito en sus trabajos fuera o mejor en casa, aunque yo me sumo a esos mismos deseos, y de lo pedido en años pasados faltaron muchas cosas (supongo que por pedigüeño) pero a mi edad no tengo freno, parece que me hizo la boca un diputado catalán…
Para mi adorada Beatriz Díaz ya les escribiré otra carta porque se merece todo lo que traigan en 2021 y más. Además de darle las gracias de nuevo, felicitándola por su incorporación de Beethoven al repertorio (aunque en pleno 250 aniversario no se acordaron más de ella), especialmente mi ENHORABUENA por el éxito clamoroso y merecido en su reciente debut como Butterfly y su vuelta a la zarzuela ovetense tras las cancelaciones obligadas (aunque espere mucha más ópera en el Campoamor como protagonista y no un reparto joven de función única), esperando le llegue pronto esa Mimí, a ser posible en el Teatro Real de Madrid o el Liceu barcelonés, aunque en Italia saben que es muy querida, pues Londres, Nueva York o Viena aún no se han enterado… pero Vds. ya lo saben por ser Magos y la magia de la soprano allerana es tan única como la suya.
Para la Ópera necesitaría otra carta de adulto, pero mi mamá dicen que ya está bien de pedir… al menos mantener ópera y zarzuela en Asturias, porque haber suprimido la gala de los Premios Líricos Campoamor sigue enfadándome y ya han recogido sus frutos otros.
A todos mis amigos músicos repartidos por el mundo les mando siempre «MUCHO CUCHO®» antes de cada actuación, normalmente de vaca asturiana, y podría escribir una carta más detallada para tantos que tengo repartidos por el planeta (para que luego digan de la «maldición» ENTRE MÚSICOS TE VEAS).
Mientras tanto espero que la palabra corrupción desaparezca de nuestra cotidianidad y que las crisis, ya en plural, pasen hoja definitivamente y se olvide de la MÚSICA y de toda la CULTURA en general, donde «recortes» o «supresión» se escuche menos que «COVID» ¡lo qué ya es decir! para este año 2021 que acaba de nacer, aunque nuevamente parezcan estar «duros de oreja» (supongo que entre vacunas y reproches políticos no tendrán ni para un sonotone y la edad no perdone ni siquiera la Vox).
Por ultimo no quiero olvidarme de mi Ateneo Musical de Mieres del que me regalasteis su presidencia en junio de 2018, pidiendo la misma salud que en el recién finalizado 2020, a pesar de todo (de la Lotería no pido que toque), y mantengan su Banda Sinfónica dirigida por Antonio Cánovas a ese nivel tras dos años sin parar, llevando su música, además del nombre de nuestra Villa, lo más lejos posible, con una calidad y programas que son la envidia de muchos.
A propósito, si pudieran dejarnos la música en la educación un poco más que ínfima y optativa, entonces tiraría fuegos artificiales… pero ya ven que no está entre las peticiones musicales, ni siquiera que algún día en «esta España nuestra» que cantaba la recordada Cecilia (no la Santa patrona sino la Evangelina) se alcance un pacto de estado donde la educación sea inversión en vez de gasto y prime el menos común de los sentidos en vez de la partitocracia e independentismos que intentan reescribir la historia a base de tantos eufemismos que hasta a la mentira la llaman posverdad. Pero ya veo que la Ley Celáa comenzará en septiembre y ya van demasiadas para ir empeorando en pos de una generación de ignorantes digitales.
Gracias señores majos y Magos (de donde vengan y utilizando el transporte que tengan sin entrar en cabalgatas de las que mejor no opinar y menos las que se han inventado ¡estáticas! y hasta con Baltasar descolorido) por seguir llenándonos de esperanza e ilusiones.
Y como siempre, que no se me olvide, ¡Hala Oviedo!
Pablito, 12 años.

 

Quien canta su mal espanta

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Miércoles 9 de septiembre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, sala de cámara, «Clásicos en San Mateo». Canta y no lloresBeatriz Díaz (soprano), Mª José Suárez (mezzo), Marcos Suárez (piano). Entradas gratuitas (previa reserva on line) y agotadas.

No hay fiesta sin música, y en este atípico San Mateo ovetense la lírica ocupa su hueco en la programación de festejos. Otro lleno esperado siguiendo las limitaciones de aforo y pese a lo difícil que lo tiene buena parte de un público fiel que no puede (o no sabe) acceder a las compras por internet, agotándose las entradas ya el primer día.

Está claro el «hambre de directo» a pesar de las incomodidades que todas las medidas contra el Covid19 supone (la mascarilla sigue empañando las gafas), y por supuesto la necesidad de retomar tantos conciertos aplazados o o suspendidos que para la mayoría de los artistas son su única fuente de ingresos. Seguiremos reivindicando un status especial para ellos dentro de una legislación que como la propia sociedad solo parece querer la música como «acompañamiento» olvidando, que son una fuente de riqueza y sustento de miles de familias, amén de un turismo de calidad que supone aumentar la rica oferta asturiana, y no digamos la llamada música clásica que parece seguir con el sambenito de clasista para unos políticos totalmente alejados de la realidad.

Dos voces femeninas, conocidas, queridas, aclamadas y además de casa, para este segundo lírico mateíno: la soprano allerana Beatriz Díaz, calidad en cada página, y la mezzo ovetense María José Suárez, puro gracejo y escena a raudales, más el piano del langreano Marcos Suárez, no todo lo bien que me hubiera gustado, nos trajeron un programa cuyo título era mucho más que una declaración de intenciones: como dice la letra de «Cielito lindo», Canta y no llores, aunque sería otra en un repertorio apto para todos los públicos, donde una cuidada y difícil selección dejaría pasiones y emociones entre los asistentes, que disfrutaron de principio a fin.

Siguiendo el orden del programa, un primer bloque operístico, que Oviedo entiende y exige, así como una celebración de aniversarios, como el del checo que se celebraba el mismo día de Asturias (8 de septiembre), Asturias como parte imprescindible por festividades y «tierrina» apostando por la lírica asturiana de concierto, y nuestra Zarzuela, que este año nos cortaron de cuajo y en cierto modo había que intentar devolvernos un poco.

Tras la salida a escena y las oportunas presentaciones además de agradecimientos, abría la velada «La Díaz» con Puccini porque es el compositor de su voz, la Musseta con alma de Mimí  Quando m’ en vo de «La Boheme» que sigue poniendo la carne de gallina por gusto, voz, entrega y talento.

Primera gran ovación de la noche antes de dar paso a «La Suárez» en el citado aniversario de Dvorak y una de las canciones gitanas (Gypsy songs op. 55 nº 4 ) que le van bien al registro de la ovetense. Seguiríamos con el checo pero otro cuento, el del danés Hans Christian Andersen llevado a la «Rusalka» y su canción de la luna (Song of the moon de «Rusalka» que el confinamiento hizo el milagro de añadirla al repertorio de la soprano de Bóo, cantando en checo una página de emoción llena de color sacando a flote un color de grave homogéneo y grande, ampliando un registro no siempre fácil.

El famoso dúo de la Barcarolle de «Les Contes d’Hoffmann» (Offenbach) demostró lo bien que empastan estas voces, la complicidad sobre escena que descubrimos hace años y demostraron mantienen en esta preciosidad de la opereta francesa. Y un guiño a la ópera americana, también opereta o si se prefiere Musical, Beatriz Díaz con una visión del versionado infinitamente Summertime de «Porgy and Bess» (Gershwin) capaz de adaptarse a la carnosidad de las voces negras con el necesario «swing» sin olvidarse de su calidad lírica envidiable que encaja como un guante. La réplica cómica del Voltaire llevado a la escena por el gran Bernstein, ese número que bien explicó y cantó Mª José Suárez I was easily assimilated  de «Candide» a quien le hicieron los coros Marcos y Beatriz contagiando el colorido de Broadway.

Todo concierto vocal necesita su «descanso» pianístico, y Marcos Suárez eligió como inicio del recuerdo a los que faltan, el homenaje sentido de un Agnus Dei que es el Intermezzo de «L’arlesiana» (Bizet) al piano, difícil siempre reducir el colorido de la orquesta al blanco y negro de las teclas, pero la emoción suplió con creces las deficiencias.

Beatriz Díaz siguió ampliando repertorio, el alemán íntimo y bello de ese canto de difuntos que es el Allerseelen de R. Strauss, en la línea de las grandes sopranos a quien el coprotagonismo no siempre bien entendido del piano en el intrincado terreno del lied no la desvió de imprimir el dramatismo contenido y la expresividad que esta partitura atesora. Y recuerdo a Pepa Ojanguren de su amiga Mª José con esa «vidalita» rioplatense de Ginastera, la Canción al árbol del olvido que el piano necesitaría «guitarrear» y jugar con el rubato necesario del folklore argentino llevado a la sala de conciertos.

La parte asturiana estuvo más inspirada al piano con una versión sola del tema popular) que casi cantamos interiormente Ayer vite en la fonte, perfecto telón que abriría este tercer bloque, el regreso del «Lied asturiano» que ya escuchásemos en Avilés en febrero con el propio Vázquez del Fresno al piano y la misma Beatriz Díaz, un Xuguete el caballito de cartón de los «Cantarinos pa que suañes«, la creación sobre poesía asturiana tan grande como los alemanes y con un piano que requiere el mismo plano que la voz. Una delicia volver a escucharla como el tema elegido por Mª José Suárez que acompañó el público «sotto voce», el bellísimo Chalaneru del zumayano afincado en «La Pola» (de Siero) Ángel Émbil Ecenarro, tan versioneado en nuestra tierra que hace feliz escucharlo. Velada donde primó el cantar sobre el llorar.

Durante el confinamiento las redes sociales ayudaron a seguir en contacto con nuestras cantantes, y la allerana llegó a compartir y casi enseñarnos su «Luna de Miel en El Cairo» de la que nos examinó a los presentes con las dos solistas antes de afrontar ya en serio el bellísimo dúo Niñas que a vender flores de «Los diamantes de la corona» (Barbieri) en nueva muestra de perfecto empaste vocal encajado con un piano algo despistado.

La conocida «tarántula», ese bisho mu malo es el Zapateado de «La tempranica» (Giménez) que Mª José Suárez escenificó con esa gracia innata y contagiosa capaz de arrancar sonrisas al más serio. Y seriedad total con una de las romanzas menos escuchadas y más exigentes del gran Moreno Torroba que Beatriz Díaz borda, la Petenera de «La Marchenera» poderosa, segura y al fin con el piano de ropaje a medida.

Todos conocemos la Habanera de «Don Gil de Alcalá» (Penella), popularmente «Todas las mañanitas» con ese «Canta y no llores» a dúo con tímida pero afinada participación de los presentes, perfecto broche de programa, de entendimiento y variedad, de calidad y calidez que obligó a las protagonistas a regalarnos las esperadas propinas.

Aunque la inimitable «Saritísima» lleve años criando malvas, el cabaret de seducción sigue siendo necesario en tiempos de crisis y ese descaro recatado del Tápame fue perfecto aunque sin espiritoso sobre el piano pero con el guiño de pajarita y mascarilla a juego a la Mariajo carbayona, fiel a su papel a lo largo de la velada.

Y para cerrar nada mejor que volver a Puccini que parece haber escrito para Beatriz (qué ganas de su próxima Butterfly) otra de sus arias preferidas que cada vez siguen sonando únicas, O mio babbino caro de plenitud sin más calificativos.

El público ganado desde el principio se negaba a marchar, olvidando mascarillas e incomodidades pese a llevar más de hora y media, agradecimientos a los políticos locales por su presencia y apoyo, ausencia del primer regidor que como bien diría Mª José «él se lo pierde», y otra famosa habanera, La Paloma de Sebastián Iradier (que en el Ravel operístico se dibujaba al final) a dúo de acompañamiento algo descafeinado, antes de despedirse con un fragmento último y coreado: «Canta y no llores». Como dice Cervantes, «La música compone los ánimos descompuestos y alivia los trabajos que nacen del espíritu«.

P.D. 1: dejo aquí los recortes de prensa aparecidos en la prensa asturiana, LNE (que en la edición «Cuencas» no aparece y la digital es solo para suscriptores) y El Comercio:

P.D. 2: dejo aquí los «Links» a las críticas o reseñas de prensa del jueves 10 en La Nueva España y El Comercio.

Carta a SS.MM.

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Muy señores nuestros, si ustedes me permiten este correcto trato epistolario:
Como todavía me queda algo de inocencia (serán los años), lo único que les pido a Los Magos (lo de reyes sigo sin llevarlo bien por esta tendencia mía a La República) tras los pasados «Años Mahler» sin lograrlo, es poder escuchar en Asturias la Octava Sinfonía «De los Mil» con todas nuestras orquestas (OSPAOvFil, la Filarmónica de Asturias, la Universitaria ya renacida, la OCAS, nuestros coros («El León de Oro», grandes, chicas doradas y peques, igual que el de la Fundación Príncipe y también la Escolanía San Salvador…) con nuestros solistas, que tenemos un montón y de primera en mi querida Asturias donde elegir: Beatriz DíazElena Pérez HerreroAna Nebot, Mª José SuárezLola Casariego, Alejandro RoyDavid MenéndezMiguel Ángel ZapaterJuan Noval-Moro… (algunos «adoptados» o directamente de nuestra familia cordobesa).
Mantengo mi ilusión de tener a Pablo González como director de un acontecimiento que me copió Dudamel, al que le perdono casi todo… incluso que mi tocayu lo llevase a Barcelona en sus años como titular y seguro seguirá desde la OCRTVE.
Pablo González y Mahler .
Es la ilusión infantil en este día aunque tampoco quiero olvidarme de Forma Antiqva, para quienes vuelvo a pedir un Grammy clásico (se lo merecen, sobre todo los hermanos Zapico, que en 2019 siguieron «a tope» y haciendo historia siempre volando desde casa, esperando nuevo disco a pesar de su obligada mudanza de la capital).
También sigo recordando a mis queridos pianistas con la mierense nacida en la capital Carmen Yepes a la cabeza (trabajado duramente desde Madrid), sin olvidarme de Judith JáureguiDiego Fernández Magdaleno.
Mantengo ilusión y pido más composiciones de Rubén Díez, no sé si por fin la zarzuela marinera, ya que de Jorge Muñiz al fin llegó su Fuenteovejuna al Campoamor, y del siempre «redescubierto» Guillermo Martínez o de Gabriel Ordás me consta que este 2020 seguirán inspirados y en su línea de estrenos. De La Dama del Alba del incombustible Luis Vázquez del Fresno creo que alguna sorpresa tendremos para este año y llegue completa a escena.
Por no perder la esperanza pido para los llamados «gestores culturales» que se olviden de su crisis permanente, la intelectual que parece contagiosa como la gripe o las toses en los conciertos, y den mucho más trabajo a los de casa, no por patriotismos sino por calidad contrastada, incluso cambiar alguna vez de agencia de contratación… y sobre todo ¡no más recortes ni cierres!.
No sé si ya les han escrito pidiendo para mis jóvenes violinistas favoritos (Ignacio Rodríguez, y María Ovín aún en la OSPA) que van creciendo, para traerles mucho éxito en sus trabajos fuera o en casa, aunque yo me sumo a esos mismos deseos, y de lo pedido en años pasados faltaron muchas cosas (supongo que por pedigüeño) pero a mi edad no tengo freno, parece que me hizo la boca un diputado…
Para mi adorada Beatriz Díaz ya les escribiré otra carta porque se merece todo lo que traigan en 2020 y más. Además de darle las gracias de nuevo felicititándola por su incorporación de Beethoven al repertorio, y su vuelta a la zarzuela ovetense en junio (aunque espere más ópera en el Campoamor), espero le llegue pronto esa Mimí, a ser posible en el Teatro Real de Madrid aunque en Italia saben que es muy querida y Londres, Nueva York o Viena aún no se hayan enterado… pero Vds. lo saben por ser Magos.
Para la Ópera necesitaría otra carta de adulto, pero mi mamá dicen que ya está bien de pedir… al menos mantener ópera y zarzuela porque suprimir la gala de los Premios Líricos Campoamor sigue enfadándome y ya han recogido sus frutos otros. A todos mis amigos músicos repartidos por el mundo les mando siempre «MUCHO CUCHO®» antes de cada actuación, normalmente de vaca asturiana, y podría escribir una carta más detallada para tantos que tengo repartidos por el planeta (para que luego digan de la «maldición» ENTRE MÚSICOS TE VEAS).
Mientras tanto espero que la palabra corrupción desaparezca de nuestra cotidianidad y que las crisis, ya en plural, pasen hoja definitivamente y se olvide de la MÚSICA y de toda la CULTURA en general, donde «recortes» o «supresión» se escuche menos que «Cataluña» ¡lo qué ya es decir! para este año 2020 que acaba de nacer, aunque nuevamente parezcan estar «duros de oreja» (supongo que con el 155, tripartitos de tonada y demás «ocurrencies de oficalidá» no tendrán ni para un sonotone y la edad no perdone ni siquiera la Vox).
No quiero olvidarme de mi Ateneo Musical de Mieres del que me regalásteis su presidencia en junio de 2018, pidiendo la misma salud que en el recién finalizado 2019 (la Lotería no pedimos que toque), y mantengan la Banda Sinfónica dirigida por Antonio Cánovas a ese nivel de un año sin parar, llevando su música además del nombre de nuestra Villa lo más lejos posible.
A propósito, si pudieran dejarnos la música en la educación un poco más que ínfima y optativa, entonces tiraría fuegos artificiales… pero ya ven que no está entre las peticiones musicales, ni siquiera que algún día en «esta España nuestra» que cantaba la recordada Cecilia (no la Santa sino la Evangelina) se alcance un pacto de estado donde la educación sea inversión en vez de gasto y prime el menos común de los sentidos en vez de la partitocracia e independentismos que intentan reescribir la historia a base de tantos eufemismos que hasta a la mentira la llaman posverdad.
Gracias señores majos y Magos (de donde vengan y utilizando el transporte que tengan sin entrar en cabalgatas municipales de las que mejor no opinar) por seguir llenándonos de esperanza e ilusiones.
Pablito, 12 años.

 

Sobria y elegante Luisa Fernanda

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Jueves 20 de junio, 20:00 horas. Teatro Campoamor, XXVI Festival de Teatro Lírico Español: Luisa Fernanda, comedia lírica en tres actos  (música de Federico Moreno Torroba, libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw).

Producción del Teatro Real con dirección musical de Óliver Díaz y escena de Emilio Sagi.

Último título de la segunda temporada española con lleno en el Campoamor apostando sobre seguro, tanto por la zarzuela elegida, que muchos conocemos desde nuestra infancia, como por la escenografía de Sagi que nunca pasará de moda por su elegancia y sobriedad, sumando un elenco vocal de altura para redondear un éxito que se esperaba como agua de junio (no dejó de llover y el frío era otoñal más que víspera de la entrada del verano).

El propio Emilio nos deja una introducción en el programa de mano de la que quiero resaltar cómo entiende a los personajes: «… son burgueses, discuten de política. Hablando más directamente (…) hay que decir que Luisa es una mujer educada, culta, y que Vidal es un hombre extremeño, rico, cosmopolita, y nunca un “paleto”, que conoce bien a las mujeres: en su duetto con la Duquesa Carolina,
él sabe muy bien cómo «dar caña» a esta aristócrata
«, y la elección de las voces protagonistas resultó ideal, comenzando con el barítono tarraconense Ángel Órdena que cuajó un Vidal Hernando convincente, algo menor en la media voz, pero dando credibilidad a su protagonista tanto cantando como en el siempre difícil verso hablado que proyectó sin problemas. Emoción sincera en Luché la fe por el triunfo, y de menos a más en el coro de los vareadores. La otra triunfadora fue la soprano navarra Sabina Puértolas como la Duquesa Carolina, elegancia en estado puro, timbre perfecto y musicalidad arrolladora dejándonos dos maravillosos dúos: el Caballero del alto plumero. y Para comprar a un hombre. El contrapeso femenino la Luisa Fernanda en la voz de la soprano Davinia Rodríguez, papel complicado y exigente, más de mezzo por una extensión de agudos amplios hasta los difíciles graves, pero resolviendo bien sus dúos con Vidal En Mi tierra extremeña, y el último con Javier Cállate corazón, empastando sin problemas en el resto de números, siendo las partes habladas las menos convincentes aunque igualmente válidas, pues no debemos olvidar que el texto es el origen de la zarzuela aunque los melómanos nos quedemos solo con la música.
El cuarteto protagonista lo completaría el portorriqueño madrileño Joel Prieto como Javier, un tenor prometedor, comenzando algo nervioso y titubeante en De este apacible rincón de Madrid pero que iría creciendo con la representación en los números que tantas veces hemos escuchado a los grandes. Su timbre es bello, aún necesita ganar cuerpo, y se fue ganando al respetable.

Hubo varias voces asturianas que dieron la redondez necesaria a esta maravillosa partitura, la soprano Ana Nebot como Rosita, segura sobre las tablas y de emisión clara, la mezzo María José Suárez como Doña Mariana que se mete siempre al público en el bolsillo en cada actuación, completa en canto y habla, y el siempre esperado Saboyano del tenor Juan Noval-Moro, entrando marcialmente en escena con una de las melodías más tarareadas de mi adolescencia.

Menos presencia pero igual de importante y solvente la de Manel Esteve como Luis Nogales junto al resto del elenco vocal en personajes que por menores no dejan de tener su peso y calidad para mantener un equilibrio vocal, y donde también tuvieron presencia siete componentes de la Capilla Polifónica «Ciiudad de Oviedo», indicativo de la necesaria calidad citada y experiencia del coro dirigido por Pablo Moras, que además completaron como es habitual, una actuación muy digna pese a las dificultades que conlleva cantar fuera de escena varios números además de la conocida Mazurka de las sombrillas que supuso uno de los momentos álgidos de la representación a nivel vocal y visual por parte de todos.
No faltó el ballet, siempre bello y vistoso, más la niña Amelia Álvarez que todos mimaron en escena, desenvolviéndose con una soltura envidiable.

El máximo responsable musical el asturiano Óliver Díaz volvió a demostrar que es una de las grandes batutas del momento y el mejor defensor de nuestra Zarzuela. Sin perder detalle mantuvo las dinámicas precisas para favorecer las voces, la Oviedo Filarmonía sonó compacta y segura con intervenciones maravillosas del arpa y el concertino en esta recta final de temporada donde ha crecido exponencialmente, sonando la maravillosa música del maestro Moreno Torroba como hacía tiempo no escuchaba.

Y de nuestros ilustres asturianos, el tándem Emilio Sagi con el vestuario de Pepa Ojanguren solo caben elogios para esta producción de líneas puras y colores cálidos, con la iluminación siempre cálida de Eduardo Bravo y coreografía de Nuria Castejón.

Titulo esta entrada con los calificativos de sobria y elegante porque es la tónica, con el detalle de «inventar una maqueta de Madrid y situarla a un lado del escenario, reciclándola como decorado campestre cuando la historia se mueve a Extremadura» con un paño sobre el que las bailarinas colocan unas encinas, la grande que preside el tercer acto, los distintos planos que nunca dan sensación de muchedumbre y sobre todo esos efectos visuales de sombras, luces que dan una plasticidad a la acción bellísimas por su sencillez en esta «historia de sentimientos» perfectamente reflejados por las voces bien elegidas con un «final abierto, sin dar una solución clara a este asunto» de amores y lealtades en ese ambiente con claro marco político de enfrentamiento entre realistas y revolucionarios resuelto con una puesta en escena impecable y unas voces convincentes.

Oviedo quiere zarzuela, de la grande, con títulos y voces de calidad que pongan nuestro género al mismo nivel que la ópera, con más funciones para llegar a un público que ama y entiende esta música como propia. Ya estamos esperando la vigesimoséptima edición de un festival completamente integrado en la vida cultural de «La Viena del Norte», aunque siempre nos queda la calle Jovellanos de Madrid, asturiana e ilustrada. Viva la Zarzuela con mayúsculas.

Verbena de segunda juventud

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Sábado 10 de marzo, 20:00 horas. Teatro Campoamor, XXV Festival de Teatro Lírico Español: La verbena de la paloma, pensión completa (música de Tomás Bretón, libreto de Ricardo de la Vega, versión de Maxi Rodríguez). Nueva producción de la Fundación Municipal de Cultura (Teatro Campoamor).

Con un mar de dudas ante la noticia de la fusión por decreto del Teatro Real y de la Zarzuela madrileños, que espero no empeore el estado musical ni sirva de ejemplo para otros «ideólogos», llegaba a Oviedo una de nuestras obras más representativas estrenada en 1894 y que en 2018 necesitaba actualizarse sin perder la esencia del sainete, esta verbena de Bretón que llenaría las dos funciones (no hace mucho teníamos cuatro) que antes de levantarse el telón ya concitaba recelos además de continuar la división de opiniones ante el anuncio en asturiano por megafonía que comienza a ser cansino y dejaré de comentar, si bien he detectado ambientes distintos en cada función.

La representación estuvo dedicada a la soprano tinerfeña María Orán fallecida este sábado y que tantas veces actuó sobre este escenario así como en la Filarmónica de Mieres allá por 1971 con la pianista Ana Mª Gorostiaga a quienes recordaba precisamente el pasado verano.
Llevo comentando hace tiempo lo preocupante que resulta en una producción lírica, ópera, zarzuela y opereta, que se escriba más de la escena que de la música, así que comenzaré por ella y terminaré con aquélla, pues sin los pentagramas solo quedaría teatro.

Con ligeros retoques de la letra en romanzas puntuales para una actualización que no cambia espíritu ni esencia, y alguno más para los textos hablados (Julián tiene familia, ahora especificada en hijos y nietos, unido a los lógicos del ambiente en «La Paloma Resort» para la segunda juventud, un guiño a parte de un público entrado en años), el elenco de voces estuvo a la altura de esta verbena, no ya lo cantado sino en todo lo hablado que es mucho, así que la actuación global fue de primera, comenzando por Don Hilarión interpretado por el barítono madrileño Enrique Baquerizo, siendo de agradecer su entonación, emisión y presencia en un personaje que años atrás era un cómico que cantase mientras ahora es a la inversa. Lo mismo puedo aplicar al Don Sebastián del tenor zamorano Emilio Sánchez aunque el peso musical sea menor, algo apurados para encajar el conocido dúo inicial Hoy las ciencias adelantan.

Continuando con el reparto vocal debo citar a la mezzo Marina Pardo como «Rita la Cantaora», espléndido doble rol con la soleá En Chiclana me crié… acompañada por un virtuoso dúo ruso de violín y piano (Miljin con Bezrodny) que encumbró aún más su voz. Otro conocido de la afición, el barítono coruñés Javier Franco encarnó al Julián celoso porque los sentimientos no cambian con el tiempo, entregado, de voz poderosa que pierde algo de brillo con los años, por otra parte los representados en esta «pensión completa».
Una rubia y una morena siguen escoltando a Julián, La Casta una mezzo habitual de casa, Mª José Suárez siempre solvente, y La Susana de la soprano valenciana Amparo Navarro que nos deleitó en el famoso dúo con Julián Dónde vas con mantón de Manila reposado y empastado desde el dominio de su breve papel cantado.
Del amplio reparto actoral tan necesario en la zarzuela y que es una de las causas por las que no es exportable del todo al resto del mundo, comenzar con la simpática Tía Antonia de Amelia Font aún con la etiqueta de soprano cómica, o Antón Caamaño como Manolo junto a Roca Suárez haciendo un gallego inspector del Imserso que sustituye a la autoridad del sereno, a Fernando Marrot completando partida de naipes con otros dos actores de casa, así como la bailarina y «animadora» mierense Estrella García, junto al vigilante jurado, en vez de sereno, o un salvavidas en la piscina con pito incluido.

Dos integrantes del coro como Yolanda Secades y Cristóbal Blanco tuvieron nuevamente sus seguras y convincentes intervenciones solistas, convertidos en pareja de enfermería y completando un reparto vocal equilibrado al que la Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo», que dirige Pablo Moras, sigue sumando enteros en este festival, además de excelentes figurantes en escena con de presencia vocal esta vez más que sobrada en todas las cuerdas en los conocidos Por ser la Virgen de la Paloma.

La Oviedo Filarmonía (OFil) esta vez desde un foso convertido en piscina con azulejillos y escalera, volvía a ser la orquesta ideal desde el Preludio hasta el bis de las seguidillas para un repertorio que es suyo desde su fundación en 1999, y el maestro mallorquín José María Moreno al frente el seguro de concertación con la escena en los doce números musicales donde llevó la partitura con los aires y dinámicas perfectas para una representación cómoda que se hizo corta para el respetable. La OFil sigue sin titular y supongo que los responsables de la misma estén tomando nota de las batutas que están situándose en el podio carbayón.

Como «novedad» esperada en una actualización de organillo verbenero y chulapón ya la preparó Marina Bollaín hace años editando un DVD donde participaron muchas de las voces presentes en Oviedo, colocando La Bomba de King África o posteriormente el Waka waka en otra fiesta callejera (Noche de verano en la verbena de la Paloma) con butanero, peluquera y chiringuito que en Madrid resultó como aquí, división de opiniones entre público y crítica (!). En Oviedo Maxi Rodríguez optó para La Atracción por nuestro paisano Rodrigo Cuevas, autoproclamado Artista total, cantando con «amplificación de hotel» y tocando el acordeón en unos temas bailables propios con letras relacionadas, a excepción de Los pajaritos de Mª Jesús que no podían faltar estando Benidorm y los jubilados como protagonistas de esta peculiar verbena.

Y la recreación, revisión o cambio de escenario para un argumento atemporal de amoríos y celos, partidas de cartas, cotilleos de barrio y la fiesta en el ADN español, solo actualiza intereses. Antes se buscaba «cazar» al rico y ahora sumar pensiones, crítica de sainete y tercera edad ahora denominada segunda juventud con la Costa Blanca destino de tantas familias a lo largo de los últimos 50 años, Balnearios llamados Resorts por anglicismos de moda y los eufemismos cada vez más ridículos, pero Ricardo de la Vega es del siglo XIX y Maxi Rodríguez del XXI, sin complejos desde el respeto a esta joya del llamado género chico.
Basta leer la prensa y ver que la juventud de Mayo del 68 son los pensionistas que ahora protestan por la ridícula subida del 0’25%, los achaques son intrínsecos, el ventolín imprescindible, la limonada está pasa de moda y la media de edad en el Campoamor similar a la representada sobre el escenario. El colorido del decorado, vestuario o luces sigue paralelo al de esta música que en mi juventud sonaba por doquier siendo tan popular como Paula Rojo ahora, así que apostemos por actualizaciones respetuosas que intentan mantener viva una música condenada a morir de seguir sin educación ni presupuestos. Qué bueno sería estrenar zarzuelas que duermen olvidadas en cajones o sin representarse hace lustros, pero «el maldito parné» siempre problemático es el causante de dramas en mayor o menor escala. Al menos las zarzuelas conocidas no suelen fallar las vistamos como sea, y otras van reapareciendo, como La Malqueridaque será el siguiente título de un festival que cumple sus Bodas de Plata.

Carta a SS. MM.

1 comentario

Muy señores nuestros, si ustedes me permiten este correcto el trato epistolario:
Como todavía me queda algo de inocencia (serán los años), lo único que les pido a Los Magos (lo de reyes sigo sin llevarlo bien por esta tendencia mía a La República) tras los pasados «Años Mahler» sin lograrlo, es poder escuchar en Asturias la Octava Sinfonía «De los Mil» con todas nuestras orquestas (OSPAOvFil, la Filarmónica de Asturias, la Universitaria ya renacida, la OCAS, nuestros coros («El León de Oro», grandes, chicas doradas y peques, igual que el de la Fundación Príncipe y también la Escolanía San Salvador…) con nuestros solistas, que tenemos un montón y de primera en mi querida Asturias donde elegir: Beatriz DíazElena Pérez HerreroAna Nebot, Mª José SuárezLola Casariego, Alejandro RoyDavid MenéndezMiguel Ángel ZapaterJuan Noval-Moro… (algunos «adoptados» o directamente de nuestra familia cordobesa).
Mantengo mi ilusión de tener a Pablo González como director de un acontecimiento que me copióDudamel, al que le perdono todo… incluso que mi tocayu lo llevase a Barcelona en sus años como titular.
Pablo González y Mahler .
Es la ilusión infantil en este día aunque tampoco quiero olvidarme de Forma Antiqva, para quienes vuelvo a pedir un Grammy clásico (se lo merecen, sobre todo los hermanos Zapico, que en el recién acabado 2017 siguieron «a tope» y haciendo historia siempre volando desde casa, con nuevo disco en el horno a pesar de su obligada mudanza de la capital).
También sigo recordando a mis queridos pianistas con la mierense nacida en la capita Carmen Yepes a la cabeza (trabajado duramente desde Madrid), sin olvidarme de Judith JáureguiDiego Fernández Magdaleno.
Mantengo ilusión y pido más composiciones de Rubén Díez, no sé si por fin la zarzuela marinera, ya que de Jorge Muñiz nos llegará su Fuenteovejuna al Campoamor, y del siempre «redescubierto» Guillermo Martínez o de Gabriel Ordás me consta que este 2018 seguirán inspirados y en su línea de estrenos.
Por no perder la esperanza pido para los llamados «gestores culturales» que se olviden de su otra crisis, la intelectual que parece contagiosa como la gripe, y den mucho más trabajo a los de casa, no por patriotismos sino por calidad contrastada, incluso cambiar alguna vez de agencia de contratación… y sobre todo ¡no más recortes ni cierres!.
No sé si ya les han escrito pidiendo para mis violinistas favoritos (Ignacio Rodríguez, y María Ovín aún en la OSPA) para traerles mucho éxito en sus trabajos fuera o en casa, aunque yo me sumo a esos mismos deseos, y de lo pedido en años pasados faltaron muchas cosas (supongo que por pedigüeño) pero a mi edad no tengo freno, parece que me hizo la boca un diputado…
Para mi adorada Beatriz Díaz ya les escribiré otra carta porque se merece todo lo que traigan en 2018 y más. Además de darles las gracias e nuevo por Luca, por su vuelta y triunfo en la ópera ovetense con Elisir (el veneciano me lo bebí directamente en La Fenice), por ese nombramiento como «asturiana del mes«, esperando también lo sea de este año y que llegue pronto esa Mimí, a ser posible en el Teatro Real de Madrid aunque en Italia saben que es muy querida y Londres, Nueva York o Viena aún no se hayan enterado… pero Vds. lo saben por ser Magos.

Para la Ópera necesitaría otra carta de adulto, pero mi mapá dicen que ya está bien de pedir… al menos mantener ópera y zarzuela porque suprimir la gala de los Premios Líricos Campoamor y sin encontrar relevo fue lo que menos me ha gustado del pasado año (que se haya ido mi papá tampoco pero supongo que irá en el apartado de quejas y no cartas del día de hoy).
A todos mis amigos músicos repartidos por el mundo les mando siempre «MUCHO CUCHO®» antes de cada actuación, normalmente de vaca asturiana, y podría escribir una carta más detallada para tantos que tengo repartidos por el planeta (para que luego digan de la «maldición» ENTRE MÚSICOS TE VEAS).

Mientras tanto espero que la palabra corrupción vaya desapareciendo de nuestra cotidianidad y que la crisis pase hoja definitivamente y se olvide de la MÚSICA y de toda la CULTURA en general, donde «recortes» o «supresión» se escuche menos que «Cataluña» ¡lo qué ya es decir!, para este año 2018 que acaba de nacer, aunque nuevamente parezcan estar «duros de oreja» (supongo que con el 151, los tripartitos de tonada y demás «ocurrencies de oficalidá» no tendrán ni para un sonotone y la edad no perdone).
A propósito, si pudieran derogar la Ley Wert (ya casi nadie se acuerda de su dorada estancia parisina tras dejarnos la música en la educación como ínfima y optativa), entonces tiraría fuegos artificiales… pero ya ven que no está entre las peticiones musicales, ni siquiera que algún día en «esta España nuestra» que cantaba la recordada Cecilia (no la Santa sino la Evangelina) se alcance un pacto de estado donde la educación sea inversión en vez de gasto y prime el menos común de los sentidos en vez de la partitocracia e independentismos que intentan reescribir la historia a base de tantos eufemismos que hasta a la mentira la llaman posverdad.
Gracias señores majos y Magos (de donde vengan y utilizando el transporte que tengan sin entrar en cabalgatas municipales de las que mejor no opinar) por seguir llenándonos de esperanza e ilusiones.
Pablito, 12 años.

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