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Cendoya y el legado pianístico de Ponce

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Ponce: Complete Piano Works, Vol. 4. Álvaro Cendoya (piano). GRAND PIANO RECORDS, GP916 / LC 05537.

El 17 de abril del pasado año estuve en el Teatro Jovellanos gijonés para escuchar al pianista vasco de madre iraní Álvaro Cendoya Shishine-Kahal (San Sebastián, 1960), dentro de la temporada de la Sociedad Filarmónica de Gijón donde pude disfrutar de varias obras de Manuel María Ponce (1882-1948), una de las figuras más fecundas y apreciadas en la vida musical de México que abarcó la mayoría de los géneros, como bien explicaba el profesor Cendoya en sus notas al programa, y cuya integral para piano del mexicano está llevando al disco en el sello Naxos, siempre de agradecer el poder recuperar estas páginas donde conjuga la escritura clásica de un virtuoso con la popular o «indigenista mexicana».

En tiempo vacacional nunca viene mal volver a leer artículos guardados y seguir escuchando buena música, bien en mi formato habitual del CD cuando estoy en casa, como desde las muchas listas que aparecen en plataformas como Spotify©, gratis con anuncios, o de pago si se prefiere evitarlos o querer reproducirlos en cualquier momento, y mejor aún en el llamado «Streaming» como la presentación del mismo en YouTube©.

En mi cadena llevo días escuchando el volumen 4 de la integral de Ponce del profesor donostiarra grabado en el auditorio de «su casa» en Musikene (San Sebastián) el 24 de marzo de 2024 en un maravilloso  y nunca bien valorado Bösendorfer Concert Grand 280VC, hoy casi pieza de museo ante el empuje y fama de otros fabricantes de pianos, siendo el productor e ingeniero de sonido Juanan Ros y el profesor Paolo Mello como editor, con una toma de sonido clara y limpia, que poniendo el volumen al máximo tal parece que estuviese tocando en el salón de mi casa, constatando que se grabó en un solo día y «de un tirón».

Veinticinco cortes donde volver a revivir algunas de las partituras escuchadas en Gijón llenas de esa feliz unión entre lo clásico y lo popular, si bien aquélla siempre ha bebido de ésta, el mestizaje del trasvase oceánico con músicas de ida y vuelta.

Obras y cortes:

01. Romanza de amor (1914).

02. Rapsodia Mexicana I (1911); 03. Rapsodia Mexicana II (1912).

04. Arrulladora (1935).

05. Dos danzas: nº 1, Mexicana, Danza romántica (ca. 1916).

06. El riego (1908)*.

07. Mazurka nº 16 in B flat minor (1910); 08. Mazurka nº 17 in E minor (1913); 09. Mazurka nº 18 (27) in E minor (1917).

10. Melodía (c. 1895-99) -version for piano-.

11. Intermezzo (nº 3) (GLOSARIO ÍNTIMO: IX. Alma Triste (pub. 1921).

12-25. Trozos románticos (c. 1907-11):

12-13: Cuaderno I: nº1 Barcaroletta; nº2 Cuando viene la primavera.

14-15: Cuaderno II: nº 3 Souvenir; nº 4 Malinconia.

16-17: Cuaderno III: nº5 Quimera; nº6 Su primera mirada.

18-19: Cuaderno IV: nº7 Berceuse; nº8 A toi.

20-21: Cuaderno V: nº9 Deseo; nº10 Hoja de álbum.

22-23: Cuaderno VI: nº11 Petit prélude; nº12 Jeunesse.

24-25: Cuaderno VII: nº13 Página de álbum; nº14 Scherzino.

(*) Primera grabación mundial

Sin entrar al detalle con cada una de las piezas, bien analizadas por Paolo Mello en el libreto del que dejo copia y del que tomaré algunas frases, paso a reflejar mis sensaciones tras varias escuchas.

El disco se abre con Romanza de amor (1914),  pieza expresiva y conmovedora plenamente romántica dedicada «A Clema» (Clementina Muriel) prometida de Ponce con quien llegaría a casarse tres años más tarde.

Foto en la contraportada del libreto

Continúa el CD con dos de sus rapsodias mexicanas fruto de las recopilaciones que Ponce realizó de los cantos populares, y así la número 1 se basa en dos motivos contrastantes del conocido baile Jarabe tapatío, mientras que la segunda se construye a partir de la popular canción de cumpleaños Las mañanitas, trabajadas en forma de variaciones, con una interpretación magistral del maestro Cendoya.

La Arrulladora la escribe en 1935 tras volver de París y con cierto aire modernista, utilizando nuevamente una canción popular mexicana y tan del gusto de la llamada «música de salón», una pieza ideal como propina, verdadero regalo para cualquier público amante del piano.

Prosigue el aire romántico en las siguientes dos danzas, melodías sensibles y con un toque de añoranza como las describe Mello junto al auténtico sabor de la «danza mexicana de salón». El Riego es el nombre de un balneario en Tehuacán y que da nombre a esta pieza que Ponce transcribió de memoria y sin piano, con un lenguaje distinto a las anteriores por un ambiente de incertidumbre que en las notas la relaciona tras la estancia de compositor en Venecia, y que reescribiría tras esa estancia más relajante de vuelta a su tierra.

También comentaba en este blog tras el concierto (arriba una foto de mismo) las 25 mazurcas que se conservan del compositor, muy chopinianas y virtuosas. Las de este volumen están en los cortes 7 al 9: la número 16 en si bemol menor (1910), 17 en mi menor (1913) y la 18 (1917) en esa misma tonalidad. Plenamente románticas sin perder nunca esa esencia popular mexicana, no en vano se habla de «Nacionalismo musical», que supongo costaría elegir para poderlas incluir en esta integral de Ponce. Expresividad en una forma rondó, lirismo y exuberancia que Cendoya transmite en estas tres con «una nostálgica evocación decimonónica».

La pieza Melodía no está fechada aunque puede ser de finales del XIX cuando Ponce era organista en Aguascalientes, y el manuscrito indica «para piano o armonio», con un aire de coral muy apropiado para el templo de San Diego.

De sus intermezzos, el número 3 (del Glosario Íntimo, IX. «Alma triste», publicado en 1921) está en la tonalidad  de re bemol, siendo una de las preferidas en los recitales del compositor mexicano, «deudor» del virtuoso Ignaz Moscheles, y que el donostiarra interpreta desde su magisterio y profundo conocimiento de estas páginas, no tan populares como las que escribió para guitarra pero que son un verdadero legado pianístico, aún mayor en las manos de Cendoya.

Los Trozos románticos son una colección de 14 piezas publicadas en 1912 con títulos que aluden a distintas formas musicales, a sentimientos, a momentos determinados y a recuerdos particulares de Ponce, donde apreciar las influencias de los compositores románticos europeos del siglo XIX, y dedicados a sus alumnas y personas relacionadas con el mundo musical mexicano. Elegantes, frescas, sencillas pero llenas de musicalidad e intimismo, más allá de páginas de estudio como ya había compuesto el siempre recordado Chopin, siendo el último corte un Scherzino que cierra ciclo y grabación.

El libreto hace notar que para estas grabaciones se consultaron los manuscritos autógrafos del compositor y las primeras ediciones, fuentes ubicadas en el «Archivo Manuel M. Ponce» que está custodiado en la Facultad de Música de la UNAM, en un ímprobo trabajo por parte del profesor y pianista donostiarra que no solo nos ha dejado grabado este inmenso legado del compositor mexicano, sino que también forma parte de sus conciertos, aportando un repertorio siempre agradecido en vivo, aunque los discos nos permitan paladearlos al detalle, y sirva esta entrada para dejar constancia de ello.

El piano heterogéneo a ambos lados del Atlántico

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Miércoles 17 de abril, 20:00 h. Teatro JovellanosConcierto 1682 de la Sociedad Filarmónica de Gijón: Álvaro Cendoya (piano). Obras de Soler, I. Cervantes, J. Nin, M. Ponce, Hagen y Falla.

Hoy el teatro del paseo de Begoña se convirtió en una masterclass de piano tanto por el maestro Álvaro Cendoya como por la elección del repertorio, que siempre es fundamental y más para las sociedades filarmónicas, el mejor marco para estos conciertos que posibilitan a intérpretes no habituales en los «circuitos» afrontar obras poco transitadas pero que llegan a todos los públicos, como pudimos comprobar.

El profesor en Musikene Álvaro Cendoya Shishine-Kahal (San Sebastián, 1960) eligió para este miércoles un recorrido por compositores hispanoamericanos de los dos lados del Atlántico, comenzando con tres sonatas sin pausas del Padre Soler donde el piano agranda la sonoridad del clave con el rigor técnico del experto y la limpieza en su ejecución, presentando la inspiración popular de todos los compositores elegidos.

Muy interesantes las seis Danzas cubanas de Ignacio Cervantes Kawanagh, un niño prodigio de aquella Cuba española que retoma la danza y contradanza para unas músicas de salón llenas del aire caribeño llevadas al piano de concierto, verdaderas miniaturas repletas de ritmo y donde me encantaron Los tres golpes y La carcajada, de un virtuosismo cercano a los grandes románticos de los que el propio Cervantes fue un gran intérprete.

Y sin movernos de nuestra Cuba colonial el gran Joaquín Nin y Castellanos fue otro intérprete, musicólogo y compositor formado con los mejores y seguidor de nuestros Granados y Falla. Así se refleja esta influencia por momentos incluyendo toques impresionistas aún vigentes en 1929 que estrena en París su Danza ibérica dedicada a «La Argentinita«. Obra llena de dificultades no solo rítmicas y rica en esa evocación sevillana de su subtítulo hoy trasladado a una noche de feria de abril, partitura poco interpretada y que el maestro ayudó en esta «recuperación» para el público gijonés.

La segunda parte la ocuparía en su mayor parte varias obras de Manuel María Ponce (1882-1948), una de las figuras más fecundas y apreciadas en la vida musical de México que abarcó la mayoría de los géneros como bien explica el profesor Cendoya y cuenta en sus notas al programa. Su canción Estrellita que conozco desde mi infancia cantada por Alfredo Kraus, fue escrita en 1912, que Ponce no registró a su nombre, por omisión, por lo que al ganar fama internacional la obra, no obtuvo ningún beneficio económico. Años más tarde, el propio autor llevaría a cabo una versión pianística de esta canción motivando al compositor para subtitularla con cierto énfasis, Metamorfosis de concierto, siempre reconocible su hermosa melodía y revistiéndola casi como una paráfrasis.

La integral para piano del mexicano está llevándola al disco Álvaro Cendoya en el sello Naxos, y se agradece poder recuperar estas páginas donde conjuga la escritura clásica y la popular. La habanera A la orilla de un palmar (1916) es habitual en muchos coros y así la canturreaban las «cotorras tras de mi», (aunque de cantarla muchos mejor Kraus), que junto a Valentina (1914) fueron sus éxitos que aún perduran, más en versiones guitarrísticas.

De mayor enjundia tanto las mazurcas muy chopinianas y virtuosas, como los intermezzos que el maestro permutó el orden (siendo de los conocidos el nº1), puede que para transitar ascendentemente del re bemol («Alma triste») al mi, cuatro páginas de estudio y concierto plenamente románticas por su época donde de las 25 mazurcas que se conservan del compositor, en la nº 23 aparece una referencia a la Estrellita que abría este bloque siendo una de las preferidas en los recitales del mexicano y que el donostiarra interpretó desde su magisterio.

En este ir y venir del piano hispanoamericano con estilos muy distintos pero sin perder el aire popular, una obra de 2011 titulada ¿Bolero? del argentino residente en Francia Jaime de Hagen (1960). El profesor Cendoya la define como «atípica, como demuestra el interrogante en el título. En efecto, a un inicio melódico propio de un bolero sudamericano, le sucede un desarrollo de carácter ecléctico, en el que el autor plasma su formación académica clásica con sus raíces argentinas y su gusto por el jazz», y personalmente puedo describir como una mezcla de Armando Manzanero y Piazzolla, la fusión capaz de sonar en el hall de un hotel o en un concierto tan heterogéneo como este gijonés, obras actuales más allá de etiquetas y perfectas para los «omnívoros musicales» entre los que me encuentro, siendo la única que necesitó partitura.

Y si alguien en España inspirándose en el folclore lo elevó a su máxima categoría es Manuel de Falla, aunando la formación francesa y cruzando el oceáno hasta morir en Alta Gracia. De su ópera «La Vida Breve» el pianista donostiarra eligió la transcripción de las dos célebres danzas realizada por el compositor y crítico musical Gustave Samazeuilh, «quien desde su infancia conoció a Maurice Ravel, viajó a Bayreuth con su padre y conoció en 1896 a Richard Strauss y Claude Debussy, quien tuvo una clara influencia en su carrera musical», primero la conocida Danza española nº1, auténtica prueba de fuego en todos los aspectos interpretativos desde las dificultades técnicas solventadas sin problemas por el profesor, las sonoridades orquestales traídas a las 88 teclas, y el fraseo. Menos escuchada la Danza española nº2 pero con la misma calidad y el cierre de esta clase pianística.

Las dos propinas también fueron en la misma línea de trabajar el instrumento, caso del arreglo que Bussoni hizo del Adagio en do mayor BWV 564 del «dios Bach«, exploración de los recursos organísticos del «rey de los instrumentos» destronado por el piano cuando sus virtuosos deciden recrear en él páginas no originales, aunque la buena música siempre suene bien en cualquier instrumento, caso del Padre Soler.

Y la segunda nos devolvió a la Argentina de Carlos Guastavino y su Bailecito, los ritmos de la tierra sobre los que crear páginas llenas de vida que el profesor Cendoya nos transmitió de principio a fin.

PROGRAMA

I

P. Antonio SOLER (1729-1783):

-Sonata en do sostenido menor R.21

-Sonata en re menor R.117

-Sonata en re mayor R.92d

Ignacio CERVANTES (1847-1905):

Danzas cubanas:

El velorio – La encantadora – Los tres golpes – La celosa – Ilusiones perdidas – La carcajada

Joaquín NIN Y CASTELLANOS (1879-1949):

-Danza ibérica: En Sevilla una noche
de mayo…

II

Manuel María PONCE (1882-1948):

-Estrellita: Metamorfosis de concierto

A la orilla de un palmar

Valentina

Intermezzo nº 1 en mi menor

Intermezzo nº 3 en re bemol mayor

-Mazurca nº 16 en si bemol menor

-Mazurca nº 23 en la menor

Jaime de HAGEN (1960):

¿Bolero?

Manuel de FALLA (1876-1946

La vida breve

-Danza española nº 1

-Danza española nº 2

La voz cruzando el océano

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Miércoles 15 de marzo, 20:00 horas. Auditorio «Teodoro Cuesta», Casa de la Cultura, Mieres. Semana Internacional de la voz, «Transatlántico»: José Miguel Llata (voz) y Marta Gutiérrez (piano). Obras de Giulio Caccini (1550-1618), A. Scarlatti (1660-1725), Ch. Gounod (1818-1893), C. Saint-Saëns (1836-1921), Roger Quilter (1877-1953), L. Bernstein (1918-1990), S. Barber (1910-1981), Geoffrey Wright (1912-2010), Manuel Ponce (1882-1948), F. Obradors (1897-1945), Joaquín Turina (1882-1949), F. Paolo Tosti (1846-1916) y Antón García Abril (1933). Entrada: 5 €.

Segundo concierto tras el del martes con más público en esta semana de la voz, esta vez masculina y seleccionando páginas vocales de ida y vuelta en un viaje variado como describen el el programa que dejo aquí (también se nos brindaron las letras traducidas así como la presentación de las dos «etapas»: el Orient-Express de Venecia a Le Havre, cruzar a Southampton y embarcarnos en un crucero tipo «Titanic» que casi se hunde antes de Nueva York, con vuelta haciendo escala en Veracruz, Cádiz, Barcelona y Nápoles cruzando el charco con el sobrecargo Llata y la capitán Gutiérrez.

Con todo el respeto que me merecen todos aquellos que se suben a un escenario, sean estudiantes, aficionados o profesionales, esta tarde el viaje no fue todo lo plácido que aventuraba el mapa pese a navegar por mares conocidos aunque traicioneros. A José Miguel Llata no me atrevo a llamarle tenor porque su color para el repertorio elegido no siembre se adaptó. En Venecia hizo agua porque Amarilli mia bella (Caccini) o Le Violette de la ópera «Pirro e Demetrio» (A. Scarlatti) exigen unas agilidades para no caerse además de sentir unas páginas que creo deben tener otra expresión.
Está bien sacar del olvido páginas poco escuchadas como Venise (Gounod) o Soireé en mer (Saint-Saëns) porque en el hilo argumental del recorrido geográfico y musical están bien ubicadas, pero la variedad rítmica o tonal también hay que transmitirla, más allá de la partitura, sin importarme que el original esté escrito para una voz u otra.
Mejor y más cómodo en el repertorio británico por gusto y «cercanía» como las dos páginas de Roger Quilter (Now Sleeps The Crimson Petal y Music, When Soft Voices Die) que van mejor al estilo de Llata aunque el piano de Gutiérrez también debería darle un aire más allá del propio acompañamiento. Difícil pese al título de Simple Song (de la Misa de Bernstein) por la afinación y un piano cercano al jazz, nuevamente más sentido que interpretado, para ir calentando «en tierra» con Solitary Hotel (Barber) con texto de Joyce, de difíciles armonías, y esa nana Transatlantic Lullaby del británico G. Wright ambientando la cubierta del barco, un estilo más adecuado a la voz del cántabro afincado en Asturias que además pareció sentirse cómodo o así lo percibí, aunque la dicción no siempre fue correcta.

Había mucho que cantar en la segunda parte tras una mínima pausa para un atraque rápido, obras de enjundia y poderío que requieren mucho recorrido por parte de los dos intérpretes, saliendo a flote por la propia música aunque estilísticamente hubo reparos por quien suscribe. Las referencias de cada una de las partituras son demasiado exigentes y no puedo evitarlas, aunque Llata y Gutiérrez pusieron a toda máquina su vuelta a casa. Lejos de tí (Ponce) una de las más bellas melodías mejicanas escritas, la Saeta en forma de Salve a la VIrgen de Turina con letra de los Hermanos Quintero cual lied andaluz junto al catalán donde piano y voz se equiparan en la sentida Del cabello más sutil (Obradors) nuevamente con el listón muy alto aunque aplaudo la valentía interpretativa, para cerrar con el gran Tosti y dos napolitanas que solo necesitarían una mandolina o un acordeón para viajar también mentalmente: Malia más Il pescatore canta, antes de la propina española de Antón García Abril con el hermoso tema asturiano No te pares a mio puerta, de pianismo exquisito para una melodía tan nuestra que el turolense ha hecho internacional como tantas otras, captando a la perfección la riqueza de nuestro folklore para llevarla a la sala de conciertos.

No tuve que usar chaleco salvavidas porque en el Mediterráneo y el Cantábrico hubo calma chicha pese a la amenaza de tormenta. La música vocal sigue de celebración y cuando está tan bien escrita merece la pena un periplo como el elegido por Llata y Gutiérrez, porque el riesgo forma parte de la aventura y llegamos sanos a buen puerto. Mañana tomamos otros aires con coplas y boleros

David Menéndez recordando a Félix Lavilla

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Martes 15 de enero, 19:45 horas. Teatro Filarmónica, Sociedad Filarmónica de Oviedo, Año 107, Concierto 1 del año 2013 (1.883 de la Sociedad). Dúo David Menéndez (barítono) – Rubén Fernández-Aguirre (piano). Obras de Gounod, Guastavino, F. Alonso y Moreno Torroba.

Con el recuerdo por el fallecimiento del pianista pamplonés Félix Lavilla, todo un referente para tantos músicos españoles y muy especialmente el mundo de la lírica, el concierto resultó un perfecto homenaje a cargo del barítono local David Menéndez y el pianista Rubén Fdez-Aguirre, un dúo así entendido en tanto que el repertorio elegido exigía de ambos, perfecta simbiosis muy trabajada que pasó por Bilbao y más recientemente Santiago de Compostela.

Dedicar la primera parte a Gounod y su «Biondina» es una auténtica maravilla, más cuando antes de cada número pudimos escuchar la perfecta declamación, otra recreación poética de los textos en español a cargo del tenor asturiano Jorge Rodríguez Norton. Los doce números requieren toda una dramatización, buen decir, vocalización perfecta e interiorización hecha arte para pasar del enamoramiento al placer del amor, la boda, el dolor y la muerte, siempre remarcado y subrayado por un piano igualmente protagonista en la mejor línea de los lieder, con un Rubén Fdez-Aguirre capaz de sacar todas las emociones subyacentes en el texto: campanillas de Cupido, cuerdas de mandolina, campanas de boda y también de entierro, vientos de cipreses, alegrías y angustias instrumentales que la voz de David Menéndez bordó con una técnica impresionante, gama dinámica increíble, dramaturgia plena en una interpretación rica de matices y sobre todo, como mi primera impresión, de gusto en el canto. Todo un descubrimiento esta «Biondina» en el registro del barítono castrillonense y el pianista baracaldés.

Mucho más liviano y menos trágico pero igualmente colorida resultó la segunda parte con seis canciones de las doce «Flores argentinas» de Guastavino, la segunda «G» de la velada, caleidoscopio rítmico y melódico del folklore porteño elevado a la categoría de concierto, casi diría que como nuestro Falla, músicas con auténtico perfume hermano del otro lado del charco pero con acento nuestro, ¡qué lindo!: jazmines y madreselvas, plumeritos y claveles evocadores y embriagadores. Nueva lección de canto y piano, perfecto ensamblaje en el marco perfecto de un Teatro Filarmónica que tantas veladas líricas acogió en sus cientos de conciertos, incluido el póstumo homenaje del propio Rubén a Félix Lavilla con «su» Teresa Berganza.

El público entrado en años aún disfrutaría con dos romanzas de zarzuela que fueron auténticos números uno por barítonos como Marcos Redondo y sobre todo Manuel Ausensi, la canción de Vidal «En una dehesa» de la Luisa Fernanda de Moreno Torroba, orquesta desde el piano y poderío vocal recreándose como el propio personaje en cada matiz y cada palabra, en cada gesto y cada nota, para rematar ese «borrico» canción del gitano de «La Linda Tapada» del Maestro Alonso.

De regalo ese «Lejos de tí» (M. Ponce) que sigue emocionándome cuando lo escucho por Kraus, esta vez por la voz más natural de las graves, el barítono, canción que David Menéndez interpretó bien apoyado por el piano, siempre en su sitio, tapa abierta y volúmenes apropiados por parte del maestro Fdez-Aguirre.

Y estando en la llamada capital de la lírica española, en nuestra casa, no podía faltar la sidra, quitar el chaqué y la pajarita, remangarse la camisa y cantar el Xuanón de M. Torroba, estribillo del «Canto a la sidra» en dos partes con la salva de aplausos de un público que disfrutó con este espléndido concierto de la centenaria sociedad musical carbayona.