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Pulsaciones cardinales

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Miércoles 27 de noviembre, 20:00 horas. Teatro Jovellanos, concierto nº 1689 de la Sociedad Filarmónica de Gijón: EntreQuatre (cuarteto de guitarras). Obras de Vera, Chaviano, Sefardíes, Albéniz, Blanco, Falla, Sánchez y Del Águila.

No se asusten con esta foto inicial que todo tiene explicación. EntreQuatre es un cuarteto de guitarras asturiano que celebra en este 2024, que va tocando a su fin, «Cuarenta años entre cuerdas» como así titula las notas al programa el propio Manuel Ángel Paz (Ujo, 1960), fundador del mismo, que explica de primera mano esta singladura a la que mis recuerdos remontan diez años antes, pues nos conocemos desde sus estudios de guitarra a finales de los 70, aprovechando los viajes con el Club Voleibol Hunosa en Pola de Lena (de ahí la foto superior) para practicar, toda una vida unido a ella y a tantos proyectos musicales con múltiples vicisitudes, que darían para un trabajo fin de grado, y entre las que no puedo olvidarme de mi compañero en la Academia Real Musical de Oviedo Carlos Cuanda (Llanes, 1961), otro de los fundadores junto a Roberto Martínez-Vigil (Oviedo, 1952) y  Jesús Prieto (Lena, 1972), después relevaría a Roberto Carmen Cuello (El Entrego, 1979), pero sobre todo al último «fichaje» de mi querida Seila González, alumna mía a finales de los 90 (primera de las fotos inferiores), que compaginaba sus estudios de secundaria en el IES «El Batán» de Mieres cambiando de cuenca minera por las tardes para asistir a clases con Manuel, entonces profesor y jefe de estudios en el Conservatorio de la Mancomunidad del Nalón, y que con los años acabaría se convertiría en concertista (siguiente foto) integrándola a este proyecto que nacía antes que ella como bien recordaría «su profe de guitarra» en el concierto, orgulloso docente como quien suscribe, que además iría presentando las obras.

Presumir de años me trae no solo seguir toda la trayectoria de EntreQuatre sino también haberlos disfrutado siempre que he podido, así que celebrar no solo 25, también 40 años con ellos (desde el 19 de abril de 1984) es uno de los regalos que me ha dado la vida.

Si se me permite la analogía con los cuatro puntos cardinales, Manuel Ángel Paz ha sido el norte que ha guiado este pulsar cuerdas, Jesús Prieto el sur por el «contrapeso» de la brújula y compañero de conservatorio, el este por el «nacimiento» de Seila González, más el oeste de Carmen Cuello, las mujeres que compensan el equilibrio de la brújula de este cuarteto astur, más la estrella polar que sigue siendo Flores Chaviano (Caibarién, 1946) por creer, bautizándoles ya en su primera obra, creyendo en ellos, orientarles, arreglar y componer tantas buenas obras para  ellos, ya como EntreQuatre, dignos herederos de aquellos malagueños Los Romeros, casi tantos años como yo , verdadero referente en los EEUU que les adoptaron con la música de cuarteto de guitarras, y para quienes hasta Joaquín Rodrigo dedicaría su Concierto Andaluz.

A Gijón traerían un catálogo de obras escritas o versionadas para ellos, en un viaje musical de distintos compositores donde no faltaron «los suyos» que siguen ampliándoles repertorio o manteniendo obras que son como la seña de identidad de EntreQuatre, pero también dos «estrenos» de Albéniz y Falla por ellos preparados, dos grandes donde la guitarra estaba presente en su forma de escribir y que con las guitarras de los asturianos parecieron y lograron convencernos de la sonoridad única nuestro instrumento más español e internacional. Multipliquemos por cuatro desde un mismo «pulso vital», la pulsación sincronizada con una tímbrica peculiar que transita igualmente por la escritura actual, con ritmos trepidantes y la necesaria musicalidad común y magnífica para lograr un merecido triunfo este último viernes de noviembre en el teatro del Paseo de Begoña.

De las obras solo unas breves pinceladas al llegar a casa, pues el propio Manuel Paz las describe en las notas y las iría presentando.

Para abrir boca comenzarían Amulepe del chileno Mauricio Vera (1985), un homenaje a la tribu Mapuche a partir de un ritmo de dos simples notas que sorprende por su vitalidad. No podía faltar el cubano afincado en España Flores Chaviano quien de una suite para conmemorar la vuelta al mundo de Magallanes y El Cano nos dejaría dos joyas: el Fado Menor tan portugués donde poder cantar sin letra la Lisboa portuaria antes de irnos hasta las Filipinas inspiradoras de sus instrumentos transformados en cuatro guitarras con la Danza Guerrera, sumándose percusiones que nos transportaron a las sonoridades pacíficas y las escalas de gamelán.
Interesante la transmisión oral del pueblo sefardí y la recuperación de varias canciones tradicionales para voz y piano realizada en 1934 por Alberto Hemsi (1898-1975), esta vez dos melodías, A la una nací yo y Yo me alevanti un lunes, de las que Chaviano «rehace» para EntreQuatre con un gusto y respeto por una música ancestral, esta vez sin necesidad de más voz que la propia de cada guitarra.
Está claro que Isaac Albéniz (1860 – 1909) tenía la guitarra en su cabeza aunque escribiese para el piano, y los que conocemos su obra buscamos esa sonoridad, EntreQuatre no olvida las transcripciones y quiso devolvernos cómo sonarían en realidad -aunque haya versiones para guitarra sola- con el estreno para el cuarteto de dos arreglos propios y muy logrados de los números de la «Suite Española» nº 1 op. 47: Cádiz y Sevilla, respeto por el original, tempi para recrearse y todo el sabor andaluz del compositor gerundés que reflejaría desde su genio la riqueza de nuestra música.

La segunda parte de nuevo alternando obras escritas para ellos sin olvidar a Manuel de Falla (1876 – 1946) que curiosamente sólo compusiese para guitarra el Homenaje a Debussy pero con la guitarra a la que ni siquiera Paco de Lucía pudo sustraerse esta vez nos dejarían dos revisiones -más que arreglos o versiones- de Chaviano: la Danza del Molinero de «El sombrero de tres picos» y la Danza de «La vida breve», nueva inspiración hispana donde el carácter de las seis cuerdas es patente y tener la sonoridad de las cuatro las hicieron verdaderamente «nuevas», como limpiar un cuadro original para descubrir el primigenio.
Primero nos dejarían La ciudad en las nubes del asturiano Javier Blanco (1977), músico polifacético con esta obra cargada de magia e imaginación, muy de nuestro tiempo y válida para lo que llamo música sin etiquetas (como las del propio compositor) que hace unos años podría llamarse «New Wave» o si prefiere minimalista, pero capaz de transmitirnos la sensación de flotar donde cada guitarra va creando un lienzo sonoro que no pueden dejar de interpretar en sus conciertos.

Con el argentino afincado en París Leonardo Sánchez (1966) contactarían para que les compusiese una obra… finalmente les llegaría toda una suite titulada «Itinerario» (2001) inspirada en los  cuatro puntos cardinales argentinos, de ahí mi licencia de tomar prestado parte del título para esta entrada, y eligiendo para la ocasión Sur (Milonga), la madre del tango y ese ritmo tan típico que fue completando un viaje bien pulsado y nostálgico desde el norte asturiano hasta los gauchos rioplatenses.

Y una obra que me marcó cuando la escuché por vez primera  en 2009 con el espectáculo «Tierras Juntas» con el Cuarteto Iberoamericano, y posteriormente en 2010 es la del uruguayo Miguel del Águila (1957), un revulsivo que sonó para cuarteto de cuerda en el Conservatorio del Nalón y Manuel Paz pidió una versión para ellos. Interesante conocer el origen del Presto II: último movimiento de su cuarteto de cuerda como trabajo fin de carrera en la «Hochschule fur Musik and Konservatorium der Stadt Wienen» donde tras tres primeros movimientos de lo más académicos, en el cuarto rompió con todo lo que había «tragado» dándole una verdadera patada a todo y siendo de lo más criticado en su estreno, quedando este Presto como pieza suelta e independiente, posteriormente arreglada por él mismo para nuestro internacional cuarteto de guitarras y por último el título de Presto a 8 al estar «rehecho» para los dos cuartetos, el de cuerda y el de guitarras que disfruté el 2 de marzo de 2010 mientras el enorme mural de Ramón Isidoro colgaba en el auditorio y terminaría troceado dentro de cada CD que grabaron (todavía a la venta y ofrecido a la salida del concierto).

El regalo sería otra de las joyas de EntreQuatre y la mano maestra de Flores Chaviano con la adaptación del conocido bolero-son Lágrimas Negras (1929) compuesto por Miguel Matamoros (1894-1971), un enorme compositor que «no sabía qué era un pentagrama» pero verdadera historia de la música cubana y universal en cualquier versión o interpretación desde la recreación en las bodas de plata del hoy «cuarentañero» cuarteto asturiano.

 

La descarriada, enamorada y desesperada

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Sábado 9 de diciembre, 19:00 horas. 76ª Temporada Ópera de Oviedo, Teatro Campoamor: «La Traviata» (1853), música de Giuseppe Verdi (libreto de Francesco Maria Piave basado en la novela “La dame aux camélias” -1852- de Alejandro Dumas hijo).

Crítica para ÓperaWorld del domingo 10 con los añadidos de fotos de las RRSS, Perelada 2019 y propias finalizada la función, links siempre enriquecedores, y tipografía que a menudo la prensa no admite.

Último título del año y cuarto (con dos programas dobles que ya contamos desde aquí) de los cinco que conforman la septuagésimo sexta temporada de la ópera ovetense con uno de los títulos más famosos y representados en la historia lírica universal y de la capital asturiana (16 veces en la temporada más otra en la VII Semana de Música de 1981 que organizaba la Universidad de Oviedo): «La Traviata» de Giuseppe Verdi, que ha agotado las entradas para las seis funciones, incluyendo el segundo reparto llamado “Viernes joven” que hará no una representación sino dos ante el éxito de taquilla para las cinco programadas inicialmente y que para la 77ª Temporada ya anuncia la «Arabella» de Richard Strauss junto a otros cuatro títulos habituales en la capital astur.
Como todo buen melómano conoce, «La Traviata» forma parte de la llamada trilogía popular junto con «Il trovatore» y «Rigoletto», a partir de un libreto tomado del francés Alejandro Dumas hijo, contemporáneo a la propia música que Piave adapta como anillo al dedo del genio de Le Roncole, una historia de amor basada en las propias vivencias del dramaturgo con la “descarriada” Alphonsine Duplesis, transformada en la protagonista Violetta Valéry que sufre las consecuencias de una sociedad hipócrita y cruel que la destruye más que la tisis. A lo largo de los 170 años largos desde su estreno, probablemente sea uno de los títulos donde los escenógrafos más hayan experimentado desde unas actualizaciones que han cambiado ubicaciones, época y hasta la propia enfermedad de la protagonista (aunque este sábado parecía que fuese un público especialmente “acatarrado” quien contagiase a la protagonista), lo que precisamente hace de esta ópera una de las más conocidas y populares, no ya por los muchos y excelentes números musicales escritos por Verdi, también por el cine donde «Pretty Woman» -que no falla en ningún canal televisivo a lo largo del año- acercó a muchos esta maravillosa y atemporal ópera.
Y para que la ópera funcione perfectamente prima el elenco vocal que en Oviedo encabezaron la soprano rusa Ekaterina Bakanova -regresando a las tablas del Campoamor tras su buena Leïla de “Pescadores” en 2021 y que estrenase esta misma producción en Perelada hace tres años– y el tenor mexicano Leonardo Sánchez (entrevistado por OW en enero de este año), debutante en la capital asturiana, pareja protagonista junto a la de Germont padre con el onubense Juan Jesús Rodríguez, un reconocido verdiano que se erigió en el triunfador de la noche, y la Flora de la barcelonesa Anna Gomà que ya me sedujo hace seis años en uno de los cursos de perfeccionamiento vocal de “La Castalia”, sin olvidarme del resto de artistas, todos ellos bajo la dirección musical del asturiano Óliver Díaz al frente de la Oviedo Filarmonía (OFil) con la que siempre muestra química, conocimiento profundo de la obra y el respeto tanto a lo escrito como a las voces que son las verdaderamente importantes.
El Giorgio Germont de Juan Jesús Rodríguez volvió a demostrar su excelente estado vocal y escénico: potente, rotundo, dominador desde su aparición en la escena quinta del segundo acto, arrancando las mayores ovaciones de un público que aprecia el buen hacer del barítono andaluz en cualquiera de los muchos roles que tiene en su repertorio, especialmente los verdianos donde sigue siendo referente internacional. El dúo con Violetta ya marcó la pauta de su éxito, linea de canto tan pura como “…un angelo…”, convincente, bien apoyado por una OFil al mando de Óliver Díaz que optó siempre por tempi tranquilos para mayor disfrute canoro, así como unos rubati apoyando la línea de canto en todas las arias junto a unos silencios muy marcados para realzar el drama. La escena octava con Alfredo casi pone el Campoamor en pie ante una sentida, fraseada y bella “Di Provenza il mar…”.
No decepcionó Ekaterina Bakanova en su recreación de una Violetta “sempre libera” que evoluciona a lo largo de los tres actos aunque le costó ganarse los aplausos. Omnipresente en escena, su voz tiene homogeneidad en el color y agilidades bien resueltas siempre con las respiraciones en el sitio oportuno para no perder ni una nota, ayudando de nuevo el maestro Díaz que podría decir “la llevó de la mano”. Bien de volumen en los dúos y conjuntos, sus arias las esculpió al detalle (“È strano! è strano! in core…” matizadísima,“Siempre libera” además de luminosa homogénea en todo el registro, y el delicado “Addio del passato” en la escena cuarta del último acto). Personal interpretación y solvente su canto, destacar igualmente la “planta” en escena (el vestuario ayudó mucho), lo bien que empasta su color con Los Germont, y la convincente dolorida aria final “Più a me t’appressa ascolta” tras el dramático concertante.
El debutante Leonardo Sánchez posee un registro de graves amplios y agudos nada forzados, color ideal para su Alfredo que defendió con bravura y entrega a lo largo de la ópera, un personaje que como su amada evoluciona en los tres actos. Su inicio en el brindis ya apuntó maneras, mejoró en los dúos con Violetta, entregado en el segundo acto aunque no diese bien el esperado (e innecesario) agudo final de la escena tercera (“Quest’onta laverò…”), incluso fuera de escena se le escuchó perfectamente y en el mano a mano con Giorgio el padre se impuso al hijo, para finalizar con un notable su presentación en la ópera ovetense en este rol que irá ganando en seguridad con el tiempo.
Tanto la Flora de la mezzo Anna Gomà como la Annina de la soprano también debutante Andrea Jiménez cumplieron sin problemas en sus roles, vocal y escénicamente, voluptuosa la catalana y comedida la navarra en los papeles femeninos que contrapesan a la protagonista.
Otro tanto con el Gastone del tenor asturiano Jorge Rodríguez-Norton que está cómodo en estos roles mal llamados secundarios, pues el equilibrio en el elenco es siempre necesario; convincente el barítono bilbaíno José Manuel Díaz como Barón Douphol y David Oller en el Marqués d’Obigny, dos colores distintos para una misma tesitura y diferente protagonismo.
Breves las apariciones del Doctor Grenvil con el veterano bajo catalán Stefano Palatchi al que los años han quitado volumen pero no el timbre redondo que le caracteriza ni su presencia escénica. Y correctos los llamados partiquinos con tres de los componentes del coro “Intermezzo”: el tenor mierense Gaspar Braña, el barítono-bajo valdesano Francisco Sierra (Giuseppe y Criado respectivamente) más el Comisionista del madrileño Pablo Joel De Bruine, roles pequeños para rodarse en las tablas y tener la visibilidad necesaria en unas voces jóvenes que aspiran a mejores papeles.
Del Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo) bajo la dirección de Pablo Moras nuevamente felicitarles porque «La Traviata» tiene mucho que cantar y actuar, desde el famoso brindis inicial que pese al arranque dubitativo pronto se centraron, coreografía incluida, pasando por las gitanas y toreros del segundo acto en una demostración del buen hacer de las cuerdas por separado, también moviéndose en una escena algo inestable de pisar en pendiente, y las máscaras del último acto, voces matizadas, crescendi bien trabajados con el foso, empaste y afinación idóneas. Son un seguro en cada título y un acierto contar con este coro profesional que atesora grandes voces unidas para estos conjuntos.
Ya anteriormente comentaba la excelente dirección musical del ovetense Óliver Díaz que buscó el detalle en la elección de los aires, puntuales rubati en los últimos tiempos de compás dándole el carácter cosmopolita a la música de Verdi, un uso de silencios alargados para reforzar la carga argumental y sobre todo el cuidar los balances con las voces sobre las tablas. La OFil responde siempre a su batuta con unos primeros atriles implicados en el mismo lenguaje lírico, también muy bien la banda interna con nueve componentes de la Banda de Música “Ciudad de Oviedo”, solventando a la perfección el encaje de dinámicas y dotando al foso del protagonismo compartido desde los dos preludios, ya con personal sobre las tablas, para arropar y llevar a sus espaldas todo el inmenso peso vocal de esta ópera.
Dejo para el final la “visión” del director de escena Paco Azorín que en su presentación en el libro de este quinto título explica su propuesta de empoderamiento de la mujer de nuestro siglo que «ha permitido ver el mundo con otros ojos… una mujer libre, un espíritu libre, mucho más allá de la lectura clásica o de la lectura superficial». Realmente Violetta Valéry ya marcó esa mujer libre e inspirada en la George Sand (como proyectaba el telón bajado), pionera en ponerse pantalones, y aunque «pretende huir de ciertos tópicos» más que «un giro de 180 grados» pienso que sólo fueron 90 y no solo por el juego en dos planos sobre el escenario que simboliza abajo la cruda realidad y arriba el «pensamiento, los deseos y pasiones que nuestra sociedad nos invita permanentemente a esconder o enterrar». El utilizar los acróbatas que desempeñan su difícil trabajo con una “coreografía” original pero también bella, sí supone novedad, incluso en el plano de 45 grados. Original el uso de las mesas de billar y su distinta colocación e iluminación en las distintas escenas, incluso convertida una de ellas en el lecho fúnebre. En conjunto y pese a algún pateo final, no es de lo más “rompedor” que podemos ver en muchas óperas clásicas, puede que la niña, cosecha del escenógrafo catalán, simbolice la infancia de Violetta para convertirse después en la hija (!) de la pareja protagonista fuera del libreto, y dando mucho juego a las arias en solitario de Alfredo, Giorgio e incluso en la lectura compartida (“…però migliora Alfredo…”) de la escena final con Violetta. El vestuario de Ulises Mérida juega con rojos y negros pero también la plata brillante de la Valéry en casa de Flora, elegante pero sobrio en los protagonistas, menos variado en el coro más el toque verde del amanecer inicial tras la fiesta, que también se refleja en el traje del Barón Douphol, sin olvidar el blanco asociado a la pureza. La iluminación y vídeos ayudaron a crear ese ambiente a caballo entre la fiesta y la naturaleza.
Oviedo este sábado de puente estaba imposible de gente, lleno como el propio Campoamor, con casi todos los aparcamientos completos que retrasaron el inicio de la función catorce minutos, lo que se agradeció para los que no vivimos en Oviedo, pero «La Traviata» bien merecía volver tras diez años, y en conjunto resultó bien, equilibrada, actualizada, aunque quien triunfase fuera “Germont padre” redimido y apesadumbrado por todo lo que supuso su actitud. En tiempos de empoderamiento femenino la música sigue triunfando… ¡Viva VERDI!.
FICHA:
Sábado 9 de diciembre de 2023, 19:00 horas. 76ª Temporada Ópera de Oviedo, Teatro Campoamor: «La Traviata» (1853), música de Giuseppe Verdi, libreto de Francesco Maria Piave basado en la novela “La dame aux camélias” (1852) de Alejandro Dumas hijo. Melodrama en tres actos estrenado en el Teatro La Fenice de Venecia el 6 de marzo de 1853. Producción de la Ópera de Oviedo y Festival Castell de Perelada (2019).
FICHA ARTÍSTICA:
Violetta Valéry: Ekaterina Bakanova – Flora Bervoix: Anna Gomà – Annina: Andrea Jiménez – Alfredo Germont: Leonardo Sánchez – Giorgio Germont: Juan Jesús Rodríguez – Gastone: Jorge Rodríguez-Norton – Barón Douphol: José Manuel Díaz – Marqués d’Obigny: David Oller – Doctor Grenvil: Stefano Palatchi – Giuseppe: Gaspar Braña – Criado: Francisco Sierra – Comisionista: Pablo Joel De Bruine – Niña: Olivia Cadenas – Emma Fernández.
Acróbatas: Berta Baliu, Olivia Marsella, Fausto Silva, Charol Stefano, Georgina Tornini, Silvia Vrskova, Cosmin Marius.
Bailarines: David Blanco, Silvia Menéndez.
Dirección musical: Óliver Díaz – Dirección de escena y escenografía: Paco Azorín – Diseño de vestuario: Ulises Mérida – Coreografía y movimiento escénico: Carlos Martos de la Vega – Diseño de iluminación: Albert Faura – Diseño de vídeo: Pedro ChamizoOviedo Filarmonía – Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo), dirección del coro: Pablo Moras.