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Ópera para Madagascar

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Jueves 16 de mayo, 19:00 horas. Auditorio de Oviedo, Sala de Cámara: Gala Lírica Pro MadagascarJuan Jesús Rodríguez (barítono), Anna Cabrera (soprano), Marcos Suárez (piano). Arias, dúos y romanzas de zarzuela y ópera. Entrada: 10€.

La ONG “Ópera sin fronteras” y la Fundación «Agua de coco» llegaban a Oviedo para presentar un proyecto multidisciplinar, transversal, pedagógico y sobre todo solidario, porque la música lo puede todo, llegar a estrenar en Madagascar su primera ópera con un elenco de allí como después contarían los responsables, «El sueño de Nirina», con libreto de la asturiana Lucía Vilanova , con quien contactaron en el Campoamor tras el estreno de «María Moliner», y música de Juan Antonio Simarro, dos figuras conocidas en nuestra tierra, y además en malgache. Una bendita locura que cuenta entre otros apoyos, nunca suficientes, de la Fundación Ópera de Oviedo, siempre dispuesta a colaborar con estas iniciativas solidarias de cooperación social, siendo su director, el avilesino Celestino Varela, el primero en tomar la palabra presentando el evento.

Paco Azorín como presidente y fundador junto al coreógrafo Carlos Martos De la Vega de la ONG “Ópera sin fronteras” comentarían a dúo quiénes son y cuales son sus objetivos, desde el propósito de hacer llegar la ópera a todos aquellos colectivos que tradicionalmente han sido excluidos de ella, con el fin de visibilizar sus conflictos a través del hecho escénico.

Entienden la ópera como un instrumento de transformación social, no como un elemento de entretenimiento sólo al alcance de unos pocos.
La ópera, como arte integrador, en la que convergen la música, la danza, el teatro y las artes plásticas, es el vehículo idóneo para situar en el centro de la creación a los colectivos más desfavorecidos y ayudarles así, a solucionar sus conflictos, desde sus primeros contactos allá por 2019 en Mérida y después Sevilla con «Sansón y Dalila», el contacto en Badajoz con otra ONG («PIE, Plena Inclusión Extremadura») de enfermedades raras entre muchas más, y lo terapéutico que ha sido la ópera, al año siguiente el proyecto didáctico «El monstruo en el laberinto» (de Jonathan Dove) en el Liceu barcelonés para niños en peligro de exclusión, o el triste 2022 a raíz de la guerra de Ucrania (que aún continúa) dentro de cultura de emergencia en Madrid para integrar a los primeros refugiados en un montaje de «La Odisea» con la Escuela Municipal de Arte Dramático para edades comprendidas entre 7 y 21 años.

Con la proyección de un vídeo con la génesis del proyecto de esta ONG que contarían Paco y Carlos, se centrarían en este continuarían primer proyecto en Madagascar que lleva como título «Madagasikara» con la ONG “Agua de coco” sumándose que lleva años allá, y con distintas fases que movilizan a 300 personas entre 6 y 20 años enseñándoles  música y dándoles instrumentos, por lo que el objetivo o fase final será hacer una ópera participativa y la primera en el idioma malgache, que espera nestrenar en Toliara el próximo 6 de septiembre de 2025 en el centro multidisciplinar CASEL.

Tras la proyección del segundo vídeo, presentarían al compositor Juan Antonio Simarro, que ya hacía sus pinitos «en africano» de crío y también de adulto, explicándonos la génesis tras libreto de Lucía Vilanova primero en francés y la posterior traducción al malgache, proyectándonos las letras y avanzando al piano algunas melodías.

De las muchas ayudas para esta primera ópera de Madagascar, ya con la colaboración entre otros del Teatro Real, del Festival de Perelada o la Ópera de Oviedo, aunque siguen buscando apoyo económico, en otro vídeo nos enseñarían el «Container Solidario» lleno de escenografías, vestuario, atrezzo, decorados o incluso luces viejas, material donado por distintos teatros que las almacenaban «caducadas» pero que serán «tecnología punta» en esta isla que sigue sufriendo, y donde ya embarcó camino del estreno en septiembre, que se espera traerlo a Europa en 2026. De ella vino a vivir a Córdoba un músico tradicional como es Kilema que participaría codo con codo junto al compositor. Después entre el piano de Marcos Suárez y el propio Simarro al djembé nos invitaron a cantar una de las melodías, verdaderamente imposible en malgache pero dándonos idea de cómo sonará en las voces protagonistas del estreno.

Y finalmente comenzaría la gala lírica y solidaria ayudando a recaudar fondos, que nunca son suficientes para un proyecto de esta envergadura, con la actuación del barítono Juan Jesús Rodríguez (Cartaya, 1969), la soprano ruso-cubana Anna Cabrera Eliseeva (Moscú, 1997) que sustituyó a última hora a Graciela Moncloa, con todo lo que supuso cambiar más de medio programa del inicialmente previsto, y el pianista asturiano Marcos Suárez (La Felguera, 1992) que hubo de lidiar contra estos imprevistos con la profesionalidad y experiencia que va acumulando en sus años de docente y repertorista.

Del barítono cartayero solo caben elogios por su entrega humana y musical, con la romanza «Ya mis horas felices» del Germán en «La del Soto del Parral», o el aria «Nemico della patria» del Gerard en «Andrea Chenier» que levantaron los bravos de un público que le sigue fielmente en Oviedo, e incluso de fuera de nuestra tierra. Su poderío vocal, buen gusto, escena, dicción y musicalidad son parte de las muchas cualidades que tiene, por lo que en estas dos obras el acompañamiento «orquestal» al piano de Marcos Suárez no necesitó más que disfrutar con el andaluz.

Me encantó la soprano Anna Cabrera, con varios premios desde su llegada a Madrid en 2016, quien eligió para esta gala la conocida «Petenera» de «La marchenera» y la aún más famosa aria «Caro nome», una Gilda sobrada de matices, agilidades, musicalidad y fraseos, bien acompañada por un Marcos que «las tiene en dedos» aunque la premura de los cambios nunca es buena, pero las tablas de ambos permitieron disfrutar de esta voz en crecimiento y triunfando paulatinamente.

Con estos solistas los dúos no podían fallar, aunque no los programados, pero igualmente de calidad y empaste, el mozartiano «La ci darem la mano» primero, enamoramiento a primera vista del Don Juan onubense y la Zerlina ya madrileña, coqueteo a dúo plenamente creíble con el piano bien encajado.

Y si ambos solistas dominan Verdi, el andaluz más que conocido, la rusa demostrado en el «Caro nome», nada mejor para cerrar que el conmovedor dúo «Piangi, fanciulla, piangi» de padre e hija, Rigoletto y Gilda en este dramático dúo escenificado con los intérpretes entregados, poderosos y dolientes, empaste ideal aunque afinación algo al límite y un piano a primera vista que nos privó de mayor satisfacción global para dos voces muy aplaudidas en esta gala.

Aún quedaba un mensaje en vídeo de la madrina de honor de la ONG, «nuestra» María José Montiel que con su homónima Moliner abrió puertas y dio esperanza a este proyecto. Finalmente la lectura del texto que canta Nirina la protagonista, ópera terapéutica, solidaria y un hito en Madagascar que esperemos disfrutar en Oviedo.

PROGRAMA:

Reveriano SOUTULLO (1880-1932) y Juan VERT
(1890-1931):

LA DEL SOTO DEL PARRAL: «Ya mis horas felices»

Federico MORENO TORROBA (1891-1982):

LA MARCHENERA, La Petenera

Umberto GIORDANO (1867-1948)

ANDREA CHÉNIER: «Nemico della patria»

Giuseppe VERDI (1813-1901)

RIGOLETTO, aria de Gilda «Caro nome»

Wolfgang Amadeus MOZART (1756-1791)

DON GIOVANNI, dúo «La ci darem la mano»

Giuseppe VERDI:

RIGOLETTO, dúo «Piangi, fanciulla, piangi»

Prensa:

La descarriada, enamorada y desesperada

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Sábado 9 de diciembre, 19:00 horas. 76ª Temporada Ópera de Oviedo, Teatro Campoamor: «La Traviata» (1853), música de Giuseppe Verdi (libreto de Francesco Maria Piave basado en la novela “La dame aux camélias” -1852- de Alejandro Dumas hijo).

Crítica para ÓperaWorld del domingo 10 con los añadidos de fotos de las RRSS, Perelada 2019 y propias finalizada la función, links siempre enriquecedores, y tipografía que a menudo la prensa no admite.

Último título del año y cuarto (con dos programas dobles que ya contamos desde aquí) de los cinco que conforman la septuagésimo sexta temporada de la ópera ovetense con uno de los títulos más famosos y representados en la historia lírica universal y de la capital asturiana (16 veces en la temporada más otra en la VII Semana de Música de 1981 que organizaba la Universidad de Oviedo): «La Traviata» de Giuseppe Verdi, que ha agotado las entradas para las seis funciones, incluyendo el segundo reparto llamado “Viernes joven” que hará no una representación sino dos ante el éxito de taquilla para las cinco programadas inicialmente y que para la 77ª Temporada ya anuncia la «Arabella» de Richard Strauss junto a otros cuatro títulos habituales en la capital astur.
Como todo buen melómano conoce, «La Traviata» forma parte de la llamada trilogía popular junto con «Il trovatore» y «Rigoletto», a partir de un libreto tomado del francés Alejandro Dumas hijo, contemporáneo a la propia música que Piave adapta como anillo al dedo del genio de Le Roncole, una historia de amor basada en las propias vivencias del dramaturgo con la “descarriada” Alphonsine Duplesis, transformada en la protagonista Violetta Valéry que sufre las consecuencias de una sociedad hipócrita y cruel que la destruye más que la tisis. A lo largo de los 170 años largos desde su estreno, probablemente sea uno de los títulos donde los escenógrafos más hayan experimentado desde unas actualizaciones que han cambiado ubicaciones, época y hasta la propia enfermedad de la protagonista (aunque este sábado parecía que fuese un público especialmente “acatarrado” quien contagiase a la protagonista), lo que precisamente hace de esta ópera una de las más conocidas y populares, no ya por los muchos y excelentes números musicales escritos por Verdi, también por el cine donde «Pretty Woman» -que no falla en ningún canal televisivo a lo largo del año- acercó a muchos esta maravillosa y atemporal ópera.
Y para que la ópera funcione perfectamente prima el elenco vocal que en Oviedo encabezaron la soprano rusa Ekaterina Bakanova -regresando a las tablas del Campoamor tras su buena Leïla de “Pescadores” en 2021 y que estrenase esta misma producción en Perelada hace tres años– y el tenor mexicano Leonardo Sánchez (entrevistado por OW en enero de este año), debutante en la capital asturiana, pareja protagonista junto a la de Germont padre con el onubense Juan Jesús Rodríguez, un reconocido verdiano que se erigió en el triunfador de la noche, y la Flora de la barcelonesa Anna Gomà que ya me sedujo hace seis años en uno de los cursos de perfeccionamiento vocal de “La Castalia”, sin olvidarme del resto de artistas, todos ellos bajo la dirección musical del asturiano Óliver Díaz al frente de la Oviedo Filarmonía (OFil) con la que siempre muestra química, conocimiento profundo de la obra y el respeto tanto a lo escrito como a las voces que son las verdaderamente importantes.
El Giorgio Germont de Juan Jesús Rodríguez volvió a demostrar su excelente estado vocal y escénico: potente, rotundo, dominador desde su aparición en la escena quinta del segundo acto, arrancando las mayores ovaciones de un público que aprecia el buen hacer del barítono andaluz en cualquiera de los muchos roles que tiene en su repertorio, especialmente los verdianos donde sigue siendo referente internacional. El dúo con Violetta ya marcó la pauta de su éxito, linea de canto tan pura como “…un angelo…”, convincente, bien apoyado por una OFil al mando de Óliver Díaz que optó siempre por tempi tranquilos para mayor disfrute canoro, así como unos rubati apoyando la línea de canto en todas las arias junto a unos silencios muy marcados para realzar el drama. La escena octava con Alfredo casi pone el Campoamor en pie ante una sentida, fraseada y bella “Di Provenza il mar…”.
No decepcionó Ekaterina Bakanova en su recreación de una Violetta “sempre libera” que evoluciona a lo largo de los tres actos aunque le costó ganarse los aplausos. Omnipresente en escena, su voz tiene homogeneidad en el color y agilidades bien resueltas siempre con las respiraciones en el sitio oportuno para no perder ni una nota, ayudando de nuevo el maestro Díaz que podría decir “la llevó de la mano”. Bien de volumen en los dúos y conjuntos, sus arias las esculpió al detalle (“È strano! è strano! in core…” matizadísima,“Siempre libera” además de luminosa homogénea en todo el registro, y el delicado “Addio del passato” en la escena cuarta del último acto). Personal interpretación y solvente su canto, destacar igualmente la “planta” en escena (el vestuario ayudó mucho), lo bien que empasta su color con Los Germont, y la convincente dolorida aria final “Più a me t’appressa ascolta” tras el dramático concertante.
El debutante Leonardo Sánchez posee un registro de graves amplios y agudos nada forzados, color ideal para su Alfredo que defendió con bravura y entrega a lo largo de la ópera, un personaje que como su amada evoluciona en los tres actos. Su inicio en el brindis ya apuntó maneras, mejoró en los dúos con Violetta, entregado en el segundo acto aunque no diese bien el esperado (e innecesario) agudo final de la escena tercera (“Quest’onta laverò…”), incluso fuera de escena se le escuchó perfectamente y en el mano a mano con Giorgio el padre se impuso al hijo, para finalizar con un notable su presentación en la ópera ovetense en este rol que irá ganando en seguridad con el tiempo.
Tanto la Flora de la mezzo Anna Gomà como la Annina de la soprano también debutante Andrea Jiménez cumplieron sin problemas en sus roles, vocal y escénicamente, voluptuosa la catalana y comedida la navarra en los papeles femeninos que contrapesan a la protagonista.
Otro tanto con el Gastone del tenor asturiano Jorge Rodríguez-Norton que está cómodo en estos roles mal llamados secundarios, pues el equilibrio en el elenco es siempre necesario; convincente el barítono bilbaíno José Manuel Díaz como Barón Douphol y David Oller en el Marqués d’Obigny, dos colores distintos para una misma tesitura y diferente protagonismo.
Breves las apariciones del Doctor Grenvil con el veterano bajo catalán Stefano Palatchi al que los años han quitado volumen pero no el timbre redondo que le caracteriza ni su presencia escénica. Y correctos los llamados partiquinos con tres de los componentes del coro “Intermezzo”: el tenor mierense Gaspar Braña, el barítono-bajo valdesano Francisco Sierra (Giuseppe y Criado respectivamente) más el Comisionista del madrileño Pablo Joel De Bruine, roles pequeños para rodarse en las tablas y tener la visibilidad necesaria en unas voces jóvenes que aspiran a mejores papeles.
Del Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo) bajo la dirección de Pablo Moras nuevamente felicitarles porque «La Traviata» tiene mucho que cantar y actuar, desde el famoso brindis inicial que pese al arranque dubitativo pronto se centraron, coreografía incluida, pasando por las gitanas y toreros del segundo acto en una demostración del buen hacer de las cuerdas por separado, también moviéndose en una escena algo inestable de pisar en pendiente, y las máscaras del último acto, voces matizadas, crescendi bien trabajados con el foso, empaste y afinación idóneas. Son un seguro en cada título y un acierto contar con este coro profesional que atesora grandes voces unidas para estos conjuntos.
Ya anteriormente comentaba la excelente dirección musical del ovetense Óliver Díaz que buscó el detalle en la elección de los aires, puntuales rubati en los últimos tiempos de compás dándole el carácter cosmopolita a la música de Verdi, un uso de silencios alargados para reforzar la carga argumental y sobre todo el cuidar los balances con las voces sobre las tablas. La OFil responde siempre a su batuta con unos primeros atriles implicados en el mismo lenguaje lírico, también muy bien la banda interna con nueve componentes de la Banda de Música “Ciudad de Oviedo”, solventando a la perfección el encaje de dinámicas y dotando al foso del protagonismo compartido desde los dos preludios, ya con personal sobre las tablas, para arropar y llevar a sus espaldas todo el inmenso peso vocal de esta ópera.
Dejo para el final la “visión” del director de escena Paco Azorín que en su presentación en el libro de este quinto título explica su propuesta de empoderamiento de la mujer de nuestro siglo que «ha permitido ver el mundo con otros ojos… una mujer libre, un espíritu libre, mucho más allá de la lectura clásica o de la lectura superficial». Realmente Violetta Valéry ya marcó esa mujer libre e inspirada en la George Sand (como proyectaba el telón bajado), pionera en ponerse pantalones, y aunque «pretende huir de ciertos tópicos» más que «un giro de 180 grados» pienso que sólo fueron 90 y no solo por el juego en dos planos sobre el escenario que simboliza abajo la cruda realidad y arriba el «pensamiento, los deseos y pasiones que nuestra sociedad nos invita permanentemente a esconder o enterrar». El utilizar los acróbatas que desempeñan su difícil trabajo con una “coreografía” original pero también bella, sí supone novedad, incluso en el plano de 45 grados. Original el uso de las mesas de billar y su distinta colocación e iluminación en las distintas escenas, incluso convertida una de ellas en el lecho fúnebre. En conjunto y pese a algún pateo final, no es de lo más “rompedor” que podemos ver en muchas óperas clásicas, puede que la niña, cosecha del escenógrafo catalán, simbolice la infancia de Violetta para convertirse después en la hija (!) de la pareja protagonista fuera del libreto, y dando mucho juego a las arias en solitario de Alfredo, Giorgio e incluso en la lectura compartida (“…però migliora Alfredo…”) de la escena final con Violetta. El vestuario de Ulises Mérida juega con rojos y negros pero también la plata brillante de la Valéry en casa de Flora, elegante pero sobrio en los protagonistas, menos variado en el coro más el toque verde del amanecer inicial tras la fiesta, que también se refleja en el traje del Barón Douphol, sin olvidar el blanco asociado a la pureza. La iluminación y vídeos ayudaron a crear ese ambiente a caballo entre la fiesta y la naturaleza.
Oviedo este sábado de puente estaba imposible de gente, lleno como el propio Campoamor, con casi todos los aparcamientos completos que retrasaron el inicio de la función catorce minutos, lo que se agradeció para los que no vivimos en Oviedo, pero «La Traviata» bien merecía volver tras diez años, y en conjunto resultó bien, equilibrada, actualizada, aunque quien triunfase fuera “Germont padre” redimido y apesadumbrado por todo lo que supuso su actitud. En tiempos de empoderamiento femenino la música sigue triunfando… ¡Viva VERDI!.
FICHA:
Sábado 9 de diciembre de 2023, 19:00 horas. 76ª Temporada Ópera de Oviedo, Teatro Campoamor: «La Traviata» (1853), música de Giuseppe Verdi, libreto de Francesco Maria Piave basado en la novela “La dame aux camélias” (1852) de Alejandro Dumas hijo. Melodrama en tres actos estrenado en el Teatro La Fenice de Venecia el 6 de marzo de 1853. Producción de la Ópera de Oviedo y Festival Castell de Perelada (2019).
FICHA ARTÍSTICA:
Violetta Valéry: Ekaterina Bakanova – Flora Bervoix: Anna Gomà – Annina: Andrea Jiménez – Alfredo Germont: Leonardo Sánchez – Giorgio Germont: Juan Jesús Rodríguez – Gastone: Jorge Rodríguez-Norton – Barón Douphol: José Manuel Díaz – Marqués d’Obigny: David Oller – Doctor Grenvil: Stefano Palatchi – Giuseppe: Gaspar Braña – Criado: Francisco Sierra – Comisionista: Pablo Joel De Bruine – Niña: Olivia Cadenas – Emma Fernández.
Acróbatas: Berta Baliu, Olivia Marsella, Fausto Silva, Charol Stefano, Georgina Tornini, Silvia Vrskova, Cosmin Marius.
Bailarines: David Blanco, Silvia Menéndez.
Dirección musical: Óliver Díaz – Dirección de escena y escenografía: Paco Azorín – Diseño de vestuario: Ulises Mérida – Coreografía y movimiento escénico: Carlos Martos de la Vega – Diseño de iluminación: Albert Faura – Diseño de vídeo: Pedro ChamizoOviedo Filarmonía – Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo), dirección del coro: Pablo Moras.

Un drama que pide clemencia

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Domingo 29 de enero de 2023, 19:00 horas. Teatro Campoamor, 75 Temporada de Ópera Oviedo: Ernani (de Giuseppe Verdi, con libreto de Francesco Maria Piave basado en la tragedia “Hernani” de Victor Hugo); drama lírico en cuatro actos estrenada en el Teatro La Fenice de Venecia el 9 de marzo de 1844. Producción de la Ópera Royal de Wallonie. Fotos propias y ©OperaOviedo.
Critica para Ópera World del lunes 30 de enero, con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos propias y de las RRSS, indicando la autoría, y tipografía que a menudo la prensa no admite.
La temporada de ópera ovetense llega a su quinto y último título en estos 75 años, con el «Ernani» (1844) de Giuseppe Verdi (1813-1901), que se representó en Asturias por vez primera en el Teatro del Fontán de la capital un 15 de septiembre de 1849 y hacía ya 20 años desde la última vez, retomando casi como costumbre cerrar el ciclo con “un Verdi”, aunque yo solo recuerde con admiración uno de 1983 (Bruno Rufo, Luisa Vanini y el siempre genial Matteo Manuguerra que ya era “como de casa”). La capital del Principado disfrutó esta primera función porque se notó en las ganas de aplaudir cada aria o conjunto, y hasta el pateo inicial a la megafonía en asturiano ha bajado el volumen respecto a anteriores primeras funciones. Pero no sería por un volumen más que suficiente el de este quinto título verdiano, estrenado en Venecia, y que marcará su “iter hispanicum” del que María Sanhuesa escribe en un libreto siempre para guardar: Ernani, Trovador, La Forza y Don Carlo.
Si Verdi tuvo problemas con los cantantes para el estreno, en Oviedo se acertó con las voces, todas conocidas más dos debutantes que redondearon un reparto muy compacto, especialmente en el trío protagonista (más que cuarteto) como comentaré posteriormente. Una producción “antigua” de la ópera real belga en Wallonie que traía a mi memoria las de mi juventud, totalmente válida, uniendo un elegante vestuario de Fernand Ruiz, la buena figuración del alumnado de la ESAD gijonesa (Robin Alexander de Bruine Sánchez, Oskar Fresneda Uribe, Carlos Jurado Hipólito y Senén Menéndez Valera) y todos los participantes sobre el escenario, ambientada respetando la época histórica con una escenografía de otra debutante, la romana Giorgia Guerra, que ayuda a todos, tanto al coro que tiene un peso fundamental en esta ópera con juegos de espadas muy trabajados, como a los solistas, pareciendo conociese la “magia sonora” que tiene la esquina derecha del escenario ovetense, pues todas las voces que por él han pasado la buscan. Iluminación correcta de Sylvain Geerts aunque demasiado oscura para el tercer acto del Aquisgrán conjurado. Todo jugando con dos elementos como la clemencia y la venganza junto a los sentimientos de una mujer y tres hombres “que compiten por su amor: un joven, un viejo y un poderoso” en palabras de la regista italiana para esta ópera, los protagonistas dieron lo mejor de ellos aunque primase sobre todo la fuerza, también en el foso con el maestro milanés Daniele Callegari y la OFil que sonó solvente desde la obertura, sin fisuras, muy homogénea además de disciplinada, con un brillante solo de cello a cargo de Sara Chordá en la parte “Oh, de verd’anni” del aria “Gran Dio” de Don Carlo.
Tres voces potentes y emocionales: las del tenor gijonés Alejandro Roy, el barítono de Cartaya (Huelva) Juan Jesús Rodríguez y la joven soprano croata Marigona Qerkezi que en su debut en el Campoamor sorprendió y gustó a todos, pero que en las intervenciones junto al bajo veronés Gianfranco Montresor lo eclipsaron en decibelios, y no digamos con los mal llamados “secundarios”, el tenor de Mataró Josep Fadó (Don Riccardo) que al menos mostró su buen hacer, el debutante bajo tinerfeño Jeroboám Tejera como Jago (bien sin el “poderío conjunto”) y especialmente con la mezzo ovetense Mª José Suárez (Giovanna) que pese a sus breves intervenciones, apenas se la pudo escuchar ante el torrencial sonoro del trío y aún menos en los conjuntos.
Y es que la fuerza vocal primó en este drama español, lo que permitió a la orquesta sonar sin miramientos, con arias, dúos, tríos y demás combinaciones de solistas y conjuntos en los que Verdi sería único escribiendo. Precisamente ese volumen hizo destacar de nuevo el Coro “Intermezzo”, titular de la temporada en todas sus cuerdas, un impactante brindis inicial de los hombres, delicadeza y escena de las damas ibéricas en su entrada con Elvira, y rotundos todos en la “Festa del ballo” del último acto sin dejarme el conocido como segundo himno del Risorgimento, “Si ridesti il leon di Castiglia” con la escena de los conjurados. Verdi compuso probablemente los mejores coros de ópera, al menos los más populares, y el de «Ernani» es uno de ellos con el que las voces que dirige Pablo Moras brindaron vocal y escénicamente.
La exigencia para las voces es grande desde la aparición de los personajes que dominan cada acto: el Bandido “Ernani Roy”, detrás la deseada “Elvira Qerkezi”, el rey “Don Carlo Rodríguez” y el anfitrión “Ruy Montresor”. Todos arrancaron con potencia, sin miramientos, ajustados con la orquesta y encajando sus finales.
Las luchas por el amor fueron más allá de los roles, a la potencia sonora. Ninguno defraudó en sus arias o dúos. Alejandro Roy demostró sus conocidas cualidades, personaje vengador que transmuta de bandido con la excelente aria “Come rugiada al cespite” a Duque de Segorbe y Don Juan de Aragón, sacrificado protagonista a lo largo de la obra. Incluso tuvo dúos muy matizados especialmente con Elvira, más de fuerza con Don Carlo y sentido con Silva.
El rey y emperador de la función resultaría Juan Jesús Rodríguez, muy aplaudido y querido en el coliseo carbayón, dominador de la escena y poseedor de una voz a la que se ha calificado como verdiana porque su registro y modo de afrontar los papeles, que para barítono escribió el de Busseto, los hace todos suyos, siendo su debut en este rol aquí en Oviedo. Emocionalmente la evolución de su Don Carlo es encomiable, de poderoso e implacable a clemente, reflejado en su línea de canto. Su declaración de amor a Elvira del primer acto (“Quello escolta del mio cor”) fue un derroche vocal y la escena ante la tumba de Carlomagno en la esquina derecha, una lección de buen fraseo y cantar matizado con el aria “Gran Dio!… Oh, dei miei ver’anni”.
Pero la grata “sorpresa” para todos resultó la Elvira de la soprano croata de padres kosovares Marigona Qerkezi, porque pese a su juventud (nacida en 1993) tiene una técnica increíble, potencia de sobra (verdaderamente una fiera aragonesa su protagonista), color homogéneo en todos los registros que no pierde nunca ni en las partes más “piano”, y hasta la escena, que no la hizo moverse mucho, favoreciendo una emisión siempre clara, precisa, que el paso de los años irá moldeando sus agilidades, siempre recordando las que en Violeta-Traviata desarrollará Verdi de forma única (la tiene ya en su repertorio), una voz y rol perfecto el de esta soprano coloratura. Para recordar su interpretación de la conocida cavatina del primer acto “Ernani involami”. Ser familia de músicos siempre ayuda y ha defendido su rol con solvencia, entrega, gusto y la necesaria fiereza.
También resultó convincente y agradecido el Silva de Gianfranco Montresor en su primer aria y cabaletta “Che mai veg’gio!… Infelice! E tuo credevi”, línea de canto muy melódica pero que carece de la potencia en los graves de aquellos bajos que tengo en mi recuerdo, lo que se notó en los conjuntos pese a luchar con el “chaparrón” del trío, brillando más en el final “Tutto ora tace intorno” con Ernani y Elvira.
Del resto del elenco lo indicado sobre los matices ante el predominio de dinámicas extremas: los forte fueron la lucha de todos los cantantes en escena. Añadamos que por momentos los tempi del maestro Callegari fueron muy ligeros, resultando muy exigentes para las voces que no pidieron clemencia ante esta especie de venganza desde el foso.
Deberemos no tener clemencia con los móviles que siguen sonando en el momento más inoportuno, ni tampoco con la vuelta de las toses tras la desaparición de las mascarillas (hoy solo máscaras en el último acto pero en escena). No es igual oír que escuchar, sea en español, inglés y asturiano, pero es ya pandemia de cada espectáculo que además se hace más patente en las partes con poco volumen, y en este gélido último domingo de enero no fue precisamente el caso. Habrá que buscar una vacuna contra la mala educación y hacerla obligatoria para volver a los buenos modales cumpliendo la perdida urbanidad.
Ficha:
Teatro Campoamor, Oviedo, domingo 29 de enero de 2023, 19:00 horas. 75 Temporada de Ópera Oviedo: “Ernani” (de Giuseppe Verdi, con libreto de Francesco Maria Piave basado en la tragedia “Hernani” de Victor Hugo); drama lírico en cuatro actos estrenada en el Teatro La Fenice de Venecia el 9 de marzo de 1844. Producción de la Ópera Royal de Wallonie. Edición musical y propietarios: Casa Ricordi S. R. L. Milán.
Reparto:
ERNANI: Alejandro Roy – DON CARLO: Juan Jesús Rodríguez – DON RUY GÓMEZ DE SILVA: Gianfranco Montresor – ELVIRA: Marigona Qerkezi – GIOVANNA: Mª José Suárez – DON RICCARDO: Josep Fadó – JAGO: Jeroboám Tejera.
DIRECCIÓN MUSICAL: Daniele Callegari – DIRECCIÓN DE ESCENA Y DISEÑO DE ESCENOGRAFÍA: Giorgia Guerra – DISEÑO DE VESTUARIO: Fernand Ruiz – DISEÑO DE ILUMINACIÓN: Sylvain Geerts.
Orquesta Oviedo Filarmonía (OFIL), Coro Titular de la Ópera de Oviedo “CORO INTERMEZZO” (dirección del coro: Pablo Moras).

El Rigoletto de hoy

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Domingo 29 de enero, 19:00 horas. Teatro Campoamor, LXIX Temporada de Ópera de Oviedo: Rigoletto (Verdi), segunda función. Producción de la Ópera de Oviedo procedente de la Ópera de Saint-Étienne. Entrada delantera de general: 55 €.

FICHA ARTÍSTICA
El Duque de Mantua: Celso Albelo
; Rigoletto: Juan Jesús Rodríguez
; Gilda: Jessica Pratt; 
Sparafucile: Felipe Bou
; Maddalena: Alessandra Volpe
; Giovanna/La condesa: Pauline de Lannoy
; El Conde de Monterone: Ricardo Seguel; 
Marullo: José Manuel Díaz; 
Borsa: Pablo García-López; 
El Conde de Ceprano/Ujier: Javier Galán; 
Paje de la Duquesa: Lara Rainho.
Dirección musical: Marzio Conti; dirección de escena: Guy Joosten; 

Orquesta Oviedo Filarmonía (OFil); Coro de la Ópera de Oviedo (directora: Elena Mitrevska).

Tarde de domingo para una ópera esperada, con lleno hasta «gallinero» donde no faltó la clá procedente de Bilbao y Donosti, seguidores no ya de Celso Albelo, que debutaba en la temporada carbayona, sino verdaderos aficionados que suelen acudir a otras representaciones hasta «nuestra Vetusta«, porque la ópera de Oviedo mueve masas con todo lo que supone para la capital de imagen cultural e ingresos. Lástima que los políticos no lo vean así, aunque espero que vayan abriendo los ojos aunque la lírica no parezca estar entre sus aficiones. Al menos el concejal local del ramo y otros políticos sí acudieron este último y primaveral domingo de enero.

Pero si el tenor canario parecía ser la figura con más «gancho», tanto el trío principal como el famoso «cuarteto» eran un reclamo para el aficionado fiel, sumando todo un elenco de papeles secundarios con muchos cantantes españoles, figurantes y demás participantes en esta veterana producción para uno de los títulos más esperados, incluso para Pachi Poncela, que tiene «su obertura» treinta minutos antes, es «la ópera». Si me permite parafrasearle, este último título era «El Rigoletto», siempre con esa manía de poner artículos a los divos.

Y es que Juan Jesús Rodríguez encarna en estos momentos no ya el barítono verdiano sino al Rigoletto actual, los dos mundos de los que nos hablaba el comunicador gijonés construidos desde una vocalidad clara, rotunda, preciosista, de amplia expresividad en todos los registros unido a una escena poderosa que llena con su sola presencia, ese jorobado capaz de transmitir exterior e interior, el trabajo y los sentimientos personales, el personaje dual al que la «maledizione» parece perseguirle en este drama de Victor Hugo con el que Piave construye un libreto que Verdi eleva a la ópera de su vida en plena cuarentena. Aunque las intervenciones en general resultaron algo lentas, tónica general de casi toda la ópera, y los fraseos del andaluz no sean los de Leo Nucci que sigue siendo referente, está claro que el Rigoletto de Juan Jesús Rodríguez es personal e intransferible. Cada aria (de nota el Cortiggiani), cada dúo, incluso en el cuarteto, resultó prodigiosa su versatilidad anímica desde el canto.

El tenor canario es muy querido en Asturias y ha venido varias veces invitado por la ALAAK para distintos recitales (incluso con el citado Nucci), pero nos faltaba el esperado debut dentro de la temporada del coliseo capitalino, y nada mejor que con su Ducca, un rol que Celso Albelo ha ido moldeando a la par que su voz, ahora «más hecha», unido a su exquisita dicción y emisión que perfila este personaje con las arias más conocidas de Verdi, cantadas con la musicalidad acostumbrada, pianísimos de cortarnos la respiración y agudos en toda la gama, sumándole los ornamentos propios para construir este personaje tan distinto a su propia personalidad, de nuevo los dos mundos desde la ópera. Cantar tumbado boca arriba en el último acto con Maddalena permitió disfrutar de su técnica, mejor que ese baile «a lo travolta» que realmente no le va, pero fue otro de los triunfadores de la noche aunque no me respigase (si es que sirve de referencia personal), dejándonos un buen dúo con Gilda, mejor que el Questa o quella, y una interesante Donna è mobile por la línea de canto elegida para la más universal de las arias de tenor, jugando con fraseos y matices variados para una tesitura sobrada.

Jessica Pratt, también «descubierta» en una gala lírica celebrada en el Auditorio (también con el barítono onubense más los asturianos Beatriz Díaz y Alejandro Roy), fue una Gilda que crece como su personaje, de lo infantil a lo carnal con amor y resignación. Las agilidades de su papel no tuvieron secretos como tampoco su color brillante y una amplia gama de matices con un Caro nome de muchos quilates, pero sobre todo un cuarteto equilibrado entre dos mundos, ella con su padre en la reja mientras el Duque flirtea con la voluptuosa Maddalena en la taberna, la ya conocida Alessandra Volpe de breve protagonismo pero exigente porque la mezzo es pieza clave no ya en la trama sino en el colorido del más bello concertante verdiano, capaz de inspirar hasta una película.

Con este equilibrado elenco, no se quedaron a la zaga el resto, comenzando por varios «habituales» en el Campoamor como el Sparafucile de Felipe Bou, mejor que en sus anteriores visitas, bien secundado en su primera aria por un perfecto acompañamiento de cello y contrabajo en octavas que «cerró el trato» con Rigoletto en lo más bajo del registro; otro que cumplió con creces fue José Manuel Díaz con un Marullo bien cantado y sentido, o el cordobés Pablo García-López como Borsa, buen color vocal capaz de dialogar y contrastar con Il Ducca, unido a una emisión clara que llegó sin problemas hasta el último piso, completando el buen nivel el chileno Ricardo Seguel como Monterone, uno de los «secundarios» que más me gustaron. Incluso las breves intervenciones de la mezzo belga Pauline de Lannoy, el barítono valenciano Javier Galán o la soprano portuguesa Lara Rainho ayudaron a redondear este esperado Rigoletto.

Nuevamente el coro de la ópera, esta vez solo las voces masculinas, resultó un seguro en escena y vocalmente, solo un poco lastrado en el tempo global salvo el más ligero Zitti, zitti del rapto de Gilda en el final del primer acto, asomados al muro. Precisamente el maestro Conti, tratando bien a los cantantes en cuanto a las dinámicas, pienso que se le cayó el aire por momentos, como ya apunté anteriormente. Cierto que ralentizar puede ayudar por momentos a las voces pero es como tener errores de principiante: piano lento y forte rápido. La OFil sigue siendo versátil y una orquesta de foso segura, como lo demostró en la obertura y subrayando los distintos solistas las arias y dúos más conocidos, aunque también decir que Verdi escribe para ella con un auténtico primor de Maestro.

De la escenografía comentar que me gustó la disposición en diagonal y parte del vestuario del primer acto tomándolo como una fiesta de disfraces para «explicar» el cambio temporal, aunque las espadas no pueden ser sustituidas por pistolas. Otros detalles ya ni siquiera escandalizan, por superfluos, aunque puedan incomodar a algún «puriatno» pero especialmente a los cantantes (la citada intervención del duque cantando boca arriba tumbado sobre la mesa, por poner un ejemplo), pero sin molestar, al menos para el que suscribe. Resultaron algo lentos los cambios de decorado e hicieron perder concentración al público, que llenó esta segunda función, comenzando la música con muchos móviles encendidos que parecían formar parte de la escenografía en el patio de butacas (desde mi posición «cenital»). Acertado el cañón sobre Rigoletto sobre todo en el final, los claroscuros que toda la ópera y también esta representación tuvieron. Aplaudir como siempre luminotecnia y sobretítulos, además de todo el personal del teatro. No olvidemos que la ópera también crea puestos de trabajo.

La primera función dejó buen sabor de boca a los críticos y la segunda parece siempre «cojear un poco» salvada la tensión del estreno. Me encantaría escuchar el «reparto joven» del viernes, donde la cordobesa Auxiliadora Toledano será sustituida como Gilda por Cristina Toledo, con un elenco que pronto veremos en carteles «de primera», y todavía el sábado 4 de febrero se emitirá en directo por pantalla gigante en varios puntos de Asturias, Mieres incluido, aunque este último domingo de enero triunfase Rigoletto sobre todo(s).

Solidaridad con voces de lujo

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Sábado 14 de noviembre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Gala lírica de ópera y zarzuela a beneficio de «Kiva Mirando a India«. Beatriz Díaz (soprano), Jessica Pratt (soprano), Juan Jesús Rodríguez (barítono), Alejandro Roy (tenor), Oviedo Filarmonía, Julio César Picos (director). Obras de Verdi, Donizetti, Giordano, Cilea, Giménez, Moreno Torroba, Penella. Entrada: 23 €.

Cuarteto vocal de lujo para una gala solidaria donde también estuvo muy presente París, encabezada por el barítono onubense afincado en Madrid, que lidera la asociación «Kiva Mirando a India» dedicada a escolarizar niños en Belagola (estado de Karnataka) y con pase previo de un vídeo donde aparece parte de este proyecto.

Verdi es el gran renovador de la ópera y ocupó gran parte de esta velada solidaria, primero La traviata desde la obertura que sonó ideal con la Oviedo Filarmonía hoy dirigida por un conocedor del género como el maestro gijonés Picos, pasando por el «Sempre libera» de la soprano inglesa afincada en Australia Jessica Pratt pletórica en volumen y agilidades aunque una Violeta algo fría en este inicio, contestada fuera de escena por un Alfredo que sabíamos era el asturiano Alejandro Roy, antes del Giorgio Germont hoy en día sinónimo de Juan Jesús Rodríguez, impresionante en todos los aspectos ese «Di Provenza», y en un momento álgido que esperemos mantenga, antes de la llegada de nuestra Beatriz Díaz encarnando la Violeta enferma (avisaron de su catarro pero nadie lo diría) en el dúo «Madamigella Valery» con el «suegro», ideal de contrastes, musicalidad y juego de roles, bastón, carta y silla incluidos que nos metieron de lleno en la escena con un rol que la asturiana debutaba con sobresaliente. La otra ópera elegida nada menos que Otello donde Alejandro Roy cantó el «Dio mi potevi» asombrando en toda la gama vocal y dramática bien arropado por la orquesta, un tenor capaz de afrontar todo el amplio registro sin perder proyección, totalmente imbuido del personaje, continuando con el dúo «Talor vedeste in mano» que el Yago del andaluz mejoró al del Campoamor, par de voces empastadas y pletóricas en estos momentos de sus carreras, lamentando no tener más en Asturias a un elenco de casa que debe triunfar fuera. Como premonitorio de ésto la obertura de La forza del destino que abría la segunda parte y nos despedía de Verdi con la orquesta de la capital experta en foso y dominadora de este repertorio al igual que su director, algo mermada en efectivos pero compensado por la entrega de sus integrantes.
Si «Traviata» forma parte de mi mochila operística, puede que el grueso de ella sea Lucia di Lammermoor de Donizetti, tanto en vivo como en grabaciones, y Jessica Pratt no defraudó ni en «Regnaba nel silenzio» con todas las endiabladas agilidades, matices, registros extremos y toda la pirotecnia desplegada en la partitura, como tampoco en el dúo «Apressati Lucia… Sofriva nel pianto» que Enrico Juan Jesús Rodríguez completó y equilibró en emociones musicales, nuevamente rotundo y convincente.

Llegarían las arias de los asturianos, Alejandro Roy con «Colpito qui m’avete» de Andrea Chenier (Giordano) defendido con pasión y dominio escénico para un rol que le va como anillo al dedo, y Beatriz Díaz en «Ecco: respiro appena… Io son l’umile ancella…» de Adriana Lecouvreur (Cilea) verdaderamente increíble, sentido, con esa línea de canto tan bien dibujada, matices increíbles sin perder proyección pese a una orquesta detrás y no en el foso, pero especialmente un color inimitable y personal que delinea cada personaje de forma magistral.

La lírica aúna ópera y zarzuela porque exigentes son ambas e incluso más la española despojada de complejos cuando tiene calidad e intérpretes. El conocido intermedio de La boda de Luis Alonso (G. Giménez) hizo de puente para disfrutar nuevamente de la OFil, cómoda en el repertorio y aire elegido por Picos, cuadro bailable que preparaba dos joyas, la romanza de Vidal «Luché la fe por el triunfo» de Luisa Fernanda (Moreno Torroba) que Juan Jesús Rodríguez canta como nadie, y hay grandes intérpretes a lo largo de la historia,

más el dúo asturiano de El Gato Montés (Penella), Roy y Díaz como Rafaelillo y Soleá arrancando el «ooole» del respetable del pasodoble más universal «Torero quiero ser», y enamorando como la primera vez, pareja perfecta e idónea de tenor-soprano, ambos de casa, calidad más que contrastada, química y física musicales levantando al público que premió con merecidísimos aplausos este cierre de velada con dos asturianos universales a los que apenas podemos disfrutar en su tierra (de hecho Beatriz Díaz parte este domingo a Taiwán para el Carmina Burana de La Fura dels Baus).

Aún quedaban dos propinas de lujo, el dúo del barítono de Cartaya y la soprano de Bóo en La del manojo de rosas (Pablo Sorozábal) «hace tiempo que vengo al taller» renombrando la zarzuela en ópera española por todo lo que disfrutamos, y un aria en solitario de la británica, nada menos que «O luce di quest’anima» de Linda di Chamounix (Donizetti) en la línea de las grandes voces belcantistas, bien acompañada por una OFil siempre presente (por momentos demasiado) con Julio César Picos al frente cerrando un concierto de vértigo por la dificultad en concertar tantas y difíciles partituras en un esfuerzo digno de grandes batutas.

P. D.: Reseña en LNE del domingo 15.

Pocos celos sin pasión

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Otello (Verdi). LXVII Temporada de Ópera de Oviedo. Miércoles 17 de septiembre, 20:00 horas, Casa de la Cultura de Mieres, proyección en directo desde el Teatro Campoamor. Entrada libre. Sábado 20 de septiembre, 20:00 horas, Teatro Campoamor. Entrada última hora: 15 €. Producción de la Ópera de Oviedo. Reparto: Robert Dean Smith (Otello), Juan Jesús Rodríguez (Jago), Maria Luigia Borsi (Desdémona), Mireia Pintó (Emilia), Vicenç Esteve (Cassio), Manuel de Diego (Roderigo), Stefano Palatchi (Ludovico), Damián del Castillo (Montano / Un heraldo). Dirección de escena: Bruno Berger-Gorski. Escenografía y vestuario: Barbara Bloch. Iluminación: Alfonso Malanda. Asistente a la dirección musical: Julio César Picos. Asistente a la dirección de escena: Raúl Vázquez. Coro de la Ópera de Oviedo (director: Patxi Aizpiri). Orquesta Oviedo Filarmonía. Director musial: Yves Abel.

El comunicador Patxi Poncela nos contaba media hora antes de la última representación del primer título que debíamos seguir al nutricionista verdiano y haber comenzado por Rigoletto, pues este Otello, que parece debería haberse titulado Jago, realmente era duro de roer. Sumemos unas voces protagonistas desiguales, una escenografía cutre de cartón piedra y desconchados premonitorios de lo que vendría después, un vestuario pobre y una puesta en escena de las llamadas modernas que nada aportan al entendimiento de la obra por los no iniciados (a mí me servía con cerrar los ojos, aunque mi visión en anfiteatro me hacía perder la piscina – cuadrilátero – cama de arena) hacen imposible degustar un plato que requiere el equilibrio justo aderezado con el gusto durante la cocción y «emplatamiento».

Acudía el miércoles a la proyección en pantalla gigante (sigue suspendiendo la realización y el sonido que llegó por un sólo canal) dentro de la apuesta mierense por acercar la ópera al pueblo, con la ventaja de primeros planos imposibles en el teatro y comprobar la gestualidad de los protagonistas así como una idea global del reparto. Tristemente el directo de la cuarta y última representación fue como la Ley de Murphy donde «todo lo que puede empeorar, empeorará». Parecía el tonto que acudía todos los días a la película del oeste esperando que el vaquero no entrase en la cantina sabedor que todos los días le daban una paliza.

La propia ópera de Verdi como nos recordaba el radiofonista gijonés nada es lo que parece. La divina Callas insistía en que lo importante es el último acto porque es finamente el que recordamos y levanta todo lo anterior. En Oviedo abucheos y pitos para un Otello nada creíble en ningún aspecto: no es moro, las rastas en el cogote parecieron ubicarle su voz en dicha zona y la angustia cada vez que cantaba era contagiada al público temeroso que no llegase al agudo, siempre apretado, descolocado y gritado.

Dean Smith no tiene color ni sabor para este rol que tiene mucha enjundia (qué distinto de su Tristán o el concertístico Sigmund también en Oviedo), lástima que por momentos en la media voz parecía tomar el camino correcto, pero finalmente recogió la tempestad que no descampó hasta el final. Y del personaje irreconocible, arrodillado más de la cuenta, pintado a lo Braveheart, celos supuestos e incapaz de enamorar y mucho menos convertir a una piadosa mujer cristiana. Una pena no se hubiese suicidado antes y evitásemos la injusta muerte de Desdémona.

«La Borsi» al menos puso el gusto en el canto, la credibilidad de un personaje dificilísimo de crear y cantar, perdonándole incluso el quiebro en el final de la bellísima aria del sauce (el miércoles no lo tuvo) tras crear un ambiente en el teatro de los que permiten cortar el aire. Mi enhorabuena por la pasión y entrega que mantuvo la italiana.

Triunfó Jago, «el malo de la película» interpretado por un Juan Jesús Rodríguez poderoso pero que deberá cuidarse de papeles como éste que pueden mermar su futuro. Casi impecable en su línea de canto faltando gusto en el fraseo al apostar por una dramatización sólo de volúmenes en vez de crear un personaje que actoralmente dominó y venció al resto del elenco.

La Emilia de Mirela Pintó fue de menos a más, tapada literalmente en el cuarteto ubicándola atrás, mejor en el concertante del tercer acto y final en su punto. Ya tenía ganas de volver a escucharla en escena tras el concierto con la OSPA de hace cinco años.

Seguro y en su línea la breve intervención de Lodovico Palatchi, siendo capaz de escuchársele dentro de los truenos y relámpagos vocales. Más discreto el Cassio de Vicenç Esteve que a la vista del conjunto alcanzó el aprobado rapado.

Capítulo aparte merece el «coro de Aizpiri» comprometido de principio a fin, luchando contra los elementos, algo retrasado al inicio o fuera de escena (lógico) pero asentándose todos volviendo a demostrar una profesionalidad y entrega plausible. Era difícil no gritar ante la masa sonora verdiana siempre desbocada, pero consiguieron equilibrar parte del desastre.

La Oviedo Filarmonía afrontaba una partitura con mucho que tocar pero sin mando desde el podio, pues el Maestro Abel no logró amarrar los caballos, desbocados continuamente, olvidando que también había canto en escena (qué distinto del que dirigió a la OSPA hace dos años). Los músicos en foso se limitaron a cumplir órdenes y faltó la química así como degustar lo que es una concertación que en Verdi es siempre exigente, sobre todo en este Otello casi wagneriano con permiso del respetable.

Al menos no tuve que gastar mucho dinero y las entradas baratas funcionan porque daba gusto ver casi todo ocupado, lástima que muchos comiesen este Otello convencidos que estaba al punto. Este restaurante merece platos mejor cocinados y servidos como se debe.

Derbies en Don Carlo

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Este miércoles acudí a la Casa de Cultura de Mieres para seguir la retransmisión desde el Campoamor de Don Carlo (Verdi). 23 personas hasta el descanso que dudaron entre el Madrid-Barça de copa o esta nueva gozada verdiana con titanes y empates al igual que en el fútbol. Además de la OSPA con Corrado Rovaris que prepararon un terreno de juego perfecto, mi clasificación quedó:

Ainhoa Arteta y Juan Jesús Rodríguez como Isabel de Valois y Rodrigo realmente sembrados, artistas y en un momento vocal inmejorables que crecen en cada función. El reinado Arteta tendrá largo recorrido y JJ Rodrigo afrontará con seguridad roles como éste.

2º ex-equo Alex Penda y Felipe Bou, Princesa de Éboli y Felipe II contrastes dramáticos con registros graves difíciles de encontrar, enamorándonos de Alexandrina Pendatchanska ya en el Ensayo General.

Steffano Secco en el rol principal, y el Coro de la Ópera que dirige Patxi Aizpiri, algo desiguales en color o tempo, pero dignos de podio, en especial las damas.

El resto del elenco adecuado y colaborando a un equilibrio difícil para una obra como este Don Carlo tan exigente, debiendo citar a Luiz-Ottavio Faria como Inquisidor.

Volver a destacar la elegancia en vestuario y atrezzo. Mejorable nuevamente la realización que nos ofreció TeleCable que comenté puntualmente desde mi Twitter.

No es igual el directo que la retransmisión y tampoco tenemos los medios del MET, pero este Año Verdi no ha hecho más que empezar…

Don Carlo dejará huella en Oviedo

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Martes 22 de enero, 20:00 horas. Teatro Campoamor. Ensayo general de Don Carlo (Verdi).
Invitado por #operaytuits acudimos unos cuantos «tuiteros» al general para empezar bien el Año Verdi. Además de compartir en tiempo real sensaciones y emociones, estar en un lugar privilegiado para disfrutar como si del estreno se tratase no tiene precio, pertrechados con móviles y tabletas que desgranaban cuadros, arias, dúos, concertantes, situaciones y todo lo que sólo la ópera es capaz de sacar del alma humana.
La magia flotó en el ambiente desde el arranque con una OSPA portentosa en bloque, secciones y solistas bajo la dirección de un Corrado Rovaris magistral de inicio a fin, terciopelo orquestal capaz de abrigar a las voces que por algo llevan «la voz cantante» sin renunciar a momentos épicos cuando lo exige esta obra esplendorosa del gran Verdi. Con esta base lo que vendría después era pura lógica en el discurrir lírico.
Del Coro que dirige Patxi Aizpiri sólo elogios en un general que servirá para aligerar los tempi marcados por el Maestro Rovaris en el estreno del 24, pues vocalmente están en momento dulce y como actores en su sitio.
Del reparto equilibrado que logró una representación triunfal más que un ensayo por darlo todo sin necesitarlo (gracias por la profesionalidad y el contagio emocional) comenzar por Don Carlo Stefano Secco convincente y en especial la Éboli de Alex Penda (Alexandrina Pendatchanska) que enamoró a todos.
Y de los «debuts» en sus roles Juan Jesús Rodrigo/ez que tiene clase hasta para morirse, el Filippo Bou impactante incluso de presencia, pero especialmente una Elisabetta di Valois que desde ahora será referencia, Ainhoa Arteta cuya voz ha ganado tantos quilates desde un trabajo del rol maduro, en plenitud, que logró acallar todo y erigirse en auténtica Majestad con todos postrados ante ella. Generosa, sin guardar nada, regalando una auténtica lección de profesionalidad, belleza interior que fluye hacia su presencia escénica hecha arte vocal.
Añadir una puesta en escena seria, rigurosa, histórica, con guiños pictóricos de libro como un atrezzo y vestuario cuidado al detalle que redondearon un Pre-estreno para los elegidos, entre los que me considero uno de los privilegiados. El 24E será un acontecimiento lírico para la historia del Campoamor y de la propia ópera en el bicentenario de Verdi.

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Ainhoa Arteta vuelve a enamorar

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Sábado 27 de octubre, 20:00 h. Auditorio de Oviedo, Conciertos del Auditorio: Ainhoa Arteta (soprano), Juan Jesús Rodríguez (barítono), Oviedo Filarmonía, Marzio Conti (director). Obras de Mozart, Leoncavallo, Puccini y Verdi.
Vuelven los Conciertos del Auditorio y nada mejor en plena temporada operística que un programa lírico donde Ainhoa Arteta regresaba a la capital del Principado en compañía de Juan Jesús Rodríguez (hicieron juntos La Bohème del Maestranza con mi querida Beatriz Díaz) acompañada de la OvFi y su titular Marzio Conti que, como la orquesta, están en momentos dulces desde el foso pese a saltar a escena en esta fría tarde sabatina, totalmente rodados, ensamblados, gustándose y cumpliendo el no siempre agradecido papel acompañante, pues cuando la voz es protagonista se hace difícil estar a la misma altura.
Sin entrar en la organización del programa -algunos vecinos de localidad hasta discutían-, la verdad que el público asturiano, sobremanera el lírico tan abundante en la capital, disfrutó de una velada donde la tolosarra se reencontró y volvió a enamorarnos dándolo todo de principio a fin, lo que siempre le agradeceremos.
Mozart es apuesta segura cuando hay calidad, y no faltó en la primera parte. Está bien comenzar con Le nozze di Figaro y su obertura porque anima el espíritu, esta vez sin prisas, preparando las dos arias siguientes con la orquesta calentando motores, que suelo decir, porque la tarde daría para mucho.

El recitativo y aria del Conde «Hai già vinta la causa… Vedro mentrió suspiro» fue la entrada en escena del barítono onubense, más realidad que promesa, sin importarle compartir planos sonoros con la formación carbayona pese a lo que ello supone vocalmente, no se amilanó y tuteó a la masa instrumental.

Otro tanto vendría a continuación, aunque la Condesa guipuzcoana, elegante de blanco y negro, estaba portentosa y pletórica para cantarnos «Porgi amor», presentimiento de gozo vespertino con una voz casi nueva, con cuerpo en todos los registros y decidida a cautivarnos, algo más mimada desde el atril pero igualmente exigente.
El cambio dramático llegó con Don Giovanni y su obertura que sigue siendo una joya, estuvo bien interpretada y entendida por el maestro Conti, hoy en su salsa. La mandolina de mi querido y admirado Héctor Braga acompañó perfectamente el aria «Deh, viene alla finestra» bien cantada por Juan Jesús, gustándose, creíble de inicio a fin, relevado en la escena por Donna Elvira Arteta con el recitativo y aria «In quali eccesi, o Numi… Mi tradi quell’alma ingrata«, magisterio del agradecido y siempre engañoso Wolfgi lleno de guiños bien entendidos por La Diva ya sin estola, que hoy ejerció rematando faena y transformación camaleónica a Zerlinna con el duetto «La ci darem la mano« que nos dejó el empaste y musicalidad en ambos intérpretes contagiando la química escénica siempre necesaria al respetable, con una concertación del director florentino capaz de sacar lo mejor de una orquesta pensada para el foso pero que se crece en el escenario.

La segunda parte volvería al esquema de arias alternadas con preludios e intermedios orquestales para cerrar en dúo. Primero Pagliacci (Leoncavallo) y el Aria de Tonio «Si può?« con Juan Jesús Rodríguez impresionante, dramático sin aspavientos, convincente y bien acompañado que levantó una gran y merecida ovación, compartiendo protagonismo.

Puccini es inimitable y uno de los grandes conocedores no ya de la voz sino de la dramaturgia orquestal, y Manon Lescaut es obra de referencia. Su Intermezzo sonó desgarrador gracias al cello de Gabriel Ureña -pidiendo a gritos más conciertos solistas por su calidad, calidez y musicalidad- bien secundado por el viola Igor Sulyga y el concertino Andrei Mijlin, en una de las páginas instrumentales más logradas de la historia lírica, que la Oviedo Filarmonía desgranó al detalle. El plato fuerte llegó con el aria de Manon Arteta «Sola, perduta, abbandonata» acompañada, encontrada y bien arropada, plenitud vocal y dramática en esta auténtica recreación de nuestra soprano con Conti haciendo de su orquesta una, «el instrumento» para lograr la excelencia.

Y Verdi cerraría este recital lírico como no podía ser menos, en un orden cambiado al primar cuestiones vocales más que argumentales. Germont Rodríguez nos regaló «Di Provenza…» merecedor del completo escénico aunque cerrando los ojos nos situase perfectamente, registro homogéneo de color, dinámicas amplias y musicalidad cantabile que le dará muchos triunfos en un barítono calificado de verdiano. Violeta Arteta le relevó con la emocionantísima «Addio del passato« que resultó única, sin medias tintas, volcada con el personaje en todos los aspectos, provocándome la carne de gallina que sólo las grandes son capaces, delicia y dolor hechos voz.

Merecida pausa que rebobinó musicalmente al Preludio, otra vuelta de tuerca orquestal para la formación ovetense que está en buena forma lírica, cuerdas claras e incisivas, vientos nunca estridentes y percusión en su sitio, conjunto idóneo para la música escénica, «sorbete de limón» idóneo para el esperado final, Germont y Violeta en «el dúo» intenso para ambos personajes que puso en lo más alto un concierto de categoría especial, Juan Jesús Rodríguez convincente hasta en el bastón, suegro intimidador convertido en padre complaciente con una Ainhoa Arteta enamorada hasta los tuétanos y comprensiva desde el mayor de los sufrimientos que es sacrificarse por el Alfredo ausente. Qué final más intenso en todos los sentidos y éxito merecido para los protagonistas con un nivel del que orquesta y titular fueron copartícipes, consiguiendo cuadrar el círculo siempre difícil en estos conciertos.

El dúo del primer acto de Luisa Fernanda (Moreno Torroba) devolvió al Vidal onubense un protagonismo que nunca perdió gracias a una Luisa Arteta que se reconcilió con todos, Diva cercana y enamorada retornando al Olimpo abandonado, e igualando nuestra zarzuela a la ópera cuando las voces ponen su arte al servicio de la partitura. Oviedo sabe del tema, su orquesta también, y el público lo agradece.