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Un Rigoletto pasado por agua

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Domingo 14 de diciembre de 2025, 19:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: LXXVIII Temporada de Ópera. G. Verdi (1813-1901): «Rigoletto». Nueva producción de la Ópera de Oviedo.

(Crítica para Ópera World del lunes 15 de diciembre, con el añadido de los enlaces siempre enriquecedores, tipografía y colores que no siempre se pueden utilizar, y las fotos de Iván Martínez más alguna propia)

Cuarto título de la LXXVIII Temporada (para cerrar 2025 antes de la «Carmen» que la clausurará ya en 2026) de este clásico como es el «Rigoletto» considerado popular dentro de la “trilogía verdiana” que regresaba al Teatro Campoamor tras el de 2016-2017, con lluviosos aires asturianos y un trío protagonista que cojeó por donde menos esperábamos, aunque los aficionados de esta segunda función aplaudieron la trigésimo segunda vez que se escuchaba esta ópera, contando además con el mismo Duque de la última.

Si en la primera función del pasado viernes hubo tormenta y pateos, al menos este segunda de domingo quedó en un chaparrón sin escándalos, y con padre e hija (Petti y Nowakowski) triunfando sobre Il Duca Albelo que no lució como hubiéramos deseado tras las más de 250 representaciones sumadas con este personaje que, para quienes ya peinamos canas, seguiremos asociándolo a Don Alfredo Kraus desde aquel septiembre de 1981 que perdurará para siempre en nuestra memoria.

El diseño de Ricardo Sánchez Cuerda con la escena de la ovetense Susana Gómez son un reciclaje, pues no están los presupuestos para dilapidarlos, aunque si se prefiere es un ‘regreso al proyecto iniciado con el «Hamlet» de 2022’, como así lo presenta la asturiana en el libreto de este título, que además titula “Sigue la tormenta” para disipar cualquier duda. Dos facetas (El Duque de Mantua actual y el Príncipe danés de entonces) con “un proyecto conceptual único en el que se muestra la realidad de un hombre que, al querer tomar la justicia por su mano, termina devorado por la máscara que construye para restituir el orden justo”, máscara de la deformidad de la que el protagonista se despoja varias veces sin apenas cojear, y donde el inocente acaba siendo víctima de sus intentos de reparación de los desajustes sociales, por otra parte muy actual siglo y medio después del estreno en La Fenice veneciana.

Reconozco que el tratamiento escenográfico sigue resultando eficaz aunque algo incorrecto, con mínimos cambios, caso del vídeo de Rubén Ráyen como teatro de sombras inicial junto a las nebulosas tras el telón, o la figura inquietante que se repetiría como evocación de la amenaza del Conde de Monterone, principio y fin del drama. Pero el efecto de la lluvia (supongo nada cómoda para Rigoletto y Gilda) al rebotar en el plástico produce un ruido que según comentó  el público de la primera función, fue aún mayor por la sonora tromba de agua -casi tanto como los abucheos- que este domingo “cerraron el grifo” antes para evitar males mayores, o al menos no calarse hasta los tuétanos. Y tampoco se utilizó el efecto de recoger en la trampilla del suelo las telas finales que conforman la casa de Los Monterone, sí usada para el rapto de la protagonista con su padre engañado.

Sobre el resto de la escena, los cuadros de los tres actos resultaron más abstractos y con espacios sin perfilar (mejor imaginárselos conociendo el original de Victor Hugo), salvo la casa transparente de Rigoletto, utilizando los planos inclinados que siempre suponen tensión tanto para la acción como para el canto, destacando las luces de Félix Garma, relámpagos incluidos, o los truenos fuera de escena (como la banda interna).

No me gustó nada el vestuario de Gabriela Salaverri que pese a los distintos colores, muy terrosos, mezcla pelucas dieciochescas con trajes de diseño (?), o una orgía sin mujeres, claro que escribe Susana que no hay lugar para ellas, pues “están escondidas (…) en un mundo de hombres y en el que solo los hombres tienen un lugar. Las mujeres habitan en los márgenes (…)”, travistiendo cual Drag-Queens al personal masculino (el Coro Intermezzo siempre seguro y matizado además de coreografiado por Olimpia Oyonarte) en un entorno de brillos muy sesenteros con redondos sillones amarillos para la fiesta en el salón de baile inicial donde tampoco faltarían los abanicos.

Y si la escena no gusta, siempre nos queda la opción de cerrar los ojos y escuchar la música de Verdi que llena y realza todo argumento. El maestro carbayón Oliver Díaz es ya un consumado director que conoce muy bien el foso para ayudar siempre a los cantantes, y esta vez volvió a demostrarlo al frente de la OSPA que volvió a dejarnos una sonoridad compacta, de altura y calidad ya desde la obertura, con primeros atriles que sonaron como alter ego de los protagonistas, desde el oboe al chelo en los momentos más destacables de esta ópera.

Si Gilda es el eslabón más frágil de una cadena perversa donde se suceden traiciones, engaños y fechorías, Alexandra Nowakowski, soprano estadounidense de origen polaco, supuso el mejor nexo y engarce para los otros dos (el tinerfeño Celso Albelo y el salernitano Ernesto Petti), brillando desde su primera aparición. Su textura de lírico-ligera con un color vocal sugerente, cálida pero también carnosa, siempre bien afinada y de fiato impresionante con matices extremos, con una afinación impoluta junto a una proyección que llenaba todo el teatro, así como un excelente empaste en los dúos sin olvidarme del cuarteto “Bella figlia della’amore” junto a Rigoletto ubicados en el lado opuesto y “ganando” en presencia vocal a Il Duca y Maddalena, resultó la auténtica triunfadora de la tarde-noche. Cada intervención iría aumentando su entrega, desde el dúo “Tutte le feste al tempio” hasta la esperada y famosa aria  “Caro nome” sensible, tan arrebatadora como los aplausos del público, virtuosismo vocal donde mostrar el dominio de todos los recursos técnicos que lo fueron hasta su agonía final en brazos de su padre con una dramaturgia que creció como su personaje, un verdadero disfrute escénico vocal y actoral.

No se quedó atrás Ernesto Petti en un Rigoletto a tener en cuenta. De amplio registro y enorme expresividad, despojándose de su joroba en los momentos donde reflejar su verdadera personalidad encerrada en el bufón, pero sin la cojera que pareció evitar para lograr el mayor equilibrio, en el amplio sentido de la expresión. Si se me permite el juego de palabras, cargó sobre sus espaldas toda la dramaturgia de la obra, desde las escenas de potencia y volumen hasta los más delicados y expresivos. Sus arias de barítono dramático “Cortigiani, vil raza dannata” maldiciendo a quienes deshonran a su hija, “Piangi, piangi, fanciulla” y el desesperado “Si, vendetta, tremenda vendetta” junto a Gilda (donde juran venganza contra el Duque) estuvieron llenas de intensidad y patetismo, siendo de lo más aplaudido y dejándonos un gran sabor de boca.

Celso Albelo debutó su Duca precisamente en Oviedo, y no ha parado de llevarlo por medio mundo, pero este frío domingo no se le notó cómodo pese al dominio del personaje que ya ha interiorizado. Tampoco brilló su timbre que parecía “tomado” ya desde su primer aria “Questa o quella” donde me pareció cansado vocalmente, cortando las frases, respirando donde no suele, con unos piani nunca bien delineados y forzando unos agudos, que sí dio pero al límite de volumen. Por momentos me sonó incluso “calante” como en “La donna è mobile” evidenciando la cojera del trío protagonista, aunque el público asturiano le quiere y perdona estos detalles, pero personalmente me llevé una decepción con el tenor tinerfeño.

Queda comentar al resto del elenco con algunas voces debutantes que indico en la ficha técnica. El bajo trevisano Roberto Scandiuzzi encarnó un Sparafucile consistente por la profundidad y rotundidad de su voz, aportando el carácter que corresponde a su personaje. La mezzo crevillentina Sandra Ferrández mantiene un timbre central redondo y sigue demostrando sus cualidades de actriz, donde los “hermanos” conformaron un excelente dúo junto al buen empaste y química mostrada por Maddalena con El Duque.

De los barítonos, breve y no muy afortunado estuvo el veronés Gianfranco Montresor como El conde de Monterone, algo tapado por la orquesta y forzando los agudos; el venezolano Ángel Simón como Conde de Ceprano y ujier sigue creciendo escénicamente gracias a un buen nivel vocal; mientras el Marullo del ferrolano Gabriel Alonso no lució como de él esperaba, mostrando un color poco adecuado y unos agudos “apretados”.

Para finalizar me queda citar al tenor murciano Francisco Cruz que mostró sus facultades vocales en un Matteo Borsa presente y suficiente, a la soprano berciana Nerea González dotada de una voz interesante con buenos agudos y defendiendo sus breves papeles de La condesa de Ceprano y Giovanna. Por último me encanta comprobar cómo hay cantera lírica en Asturias, y así la joven soprano gijonesa Teresa de Albéniz debutaba con el partiquino del paje, tras su rodaje en la compañía musical infantil, y residente en la ópera ovetense “La Federica”. Segura sobre las tablas, con maestras de quienes seguir creciendo y donde mirarse, el próximo mes de enero interpretará la adaptación de «Carmen» paralela a la que cierra temporada.

Como dice el refranero “Después de la tormenta viene la calma”, tras un período difícil o de adversidad, siempre llega un momento de paz y tranquilidad, ofreciendo esperanza y optimismo para superar los problemas, un mensaje de resiliencia que sugiere cómo las dificultades son temporales y la calma es inevitable, a menudo fortaleciéndonos en el proceso. En tiempos convulsos la música es la mejor terapia y aprovecho para desear todo lo mejor en el año venidero.

FICHA:

Domingo 14 de diciembre de 2025, 19:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: LXXVIII Temporada de Ópera. G. Verdi (1813-1901): «Rigoletto», melodrama en tres actos, con libreto Francesco Maria Piave, basado en la obra de teatro “Le Roi s’amuse”  (1832) de Victor Hugo. Estrenado en el  Teatro de La Fenice de Venecia, el 11 de marzo de 1851. Nueva producción de la Ópera de Oviedo.

FICHA TÉCNICA:

Dirección musical: Óliver Díaz – Dirección de escena: Susana Gómez – Diseño de escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda – Diseño de vestuario: Gabriela Salaverri – Diseño de iluminación: Félix Garma – Vídeo: Rubén Ráyen – Dirección del coro: Pablo Moras.

REPARTO:

El Duque de Mantua: Celso Albelo (tenor) – Rigoletto: Ernesto Petti (barítono) – Gilda: Alexandra Nowakowski (soprano) – Sparafucile: Roberto Scandiuzzi (bajo) – Maddalena: Sandra Ferrández (mezzosoprano) – El Conde de Monterone: Gianfranco Montresor (barítono) – Marullo: Gabriel Alonso (barítono)* – Matteo Borsa: Francisco Cruz (tenor)* – El conde de Ceprano / Ujier: Ángel Simón (barítono) – La condesa de Ceprano / Giovanna: Nerea González (soprano)* – Paje: Teresa Rodríguez García de Albéniz (soprano)*.

Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA)

Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo)

Banda interna (Banda de Música Ciudad de Oviedo)

* Debutante en la Ópera de Oviedo

Viernes de “Ernani” accidentado y equilibrado

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Viernes 3 de febrero de 2023, 19:30 horas. Teatro Campoamor, 75 Temporada de Ópera Oviedo«Viernes de ópera«, Ernani (de Giuseppe Verdi, con libreto de Francesco Maria Piave basado en la tragedia “Hernani” de Victor Hugo); drama lírico en cuatro actos estrenada en el Teatro La Fenice de Venecia el 9 de marzo de 1844. Producción de la Ópera Royal de Wallonie. Fotos propias y de las RRSS.
Critica para Ópera World del sábado 4 de febrero, con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos propias y de las RRSS, indicando la autoría, y tipografía que a menudo la prensa no admite.
La septuagésima quinta temporada ovetense, la más antigua de España tras el Liceu barcelonés, y de la que debemos seguir presumiendo para que no existan agravios con otras ciudades como tristemente sucede, está a punto de bajar el telón, así que no podíamos faltar a la función denominada “Viernes de ópera”, una oportunidad de asistir a la ópera con precios populares, de 10 € a 60 €, para escuchar unas voces que están buscando poco a poco su protagonismo en el siempre arduo trabajo de la lírica. Y la Ópera de Oviedo lleva años dándoles la oportunidad de formar parte de algunas producciones como en este quinto título verdiano, poder subirse a escena tras varias semanas de duros ensayos con todo el elenco. En esta penúltima función del «Ernani» de Verdi pudimos comprobar el buen estado vocal de la soprano asturiana María Zapata y del barítono gallego Borja Quiza más los debutantes este viernes de jóvenes incluso en el público: el tenor guatemalteco Mario Chang (ganador del “Francisco Viñas” en 2011 y “Operalia” 2014) junto al bajo italiano, esta vez “gafado”, Christian Barone. Un cuarteto protagonista que comparte reparto con el resto del reparto para las cinco funciones, presente en todas las representaciones, algo también digno de resaltar como explico a continuación.
Y quiero comenzar con la mala suerte del bajo Christian Barone al que desde su primera aparición le notamos problemas de emisión, verdadera pena pues su registro grave parecía redondo pero sin volumen ni cuerpo, agravándose a medida que transcurría el primer acto, hacha en mano marcando la pulsación, carraspeando, sufriendo con él y casi “mascándose la tragedia” transmitiendo el nerviosismo lógico a todos. Tras la bajada del telón al acabar el primer acto, el director general y artístico Celestino Varela comunicaría por megafonía (la inicial en asturiano no fue pateada, como era previsible) que ante los problemas que le impedían continuar ¿por afección? sería sustituido por Gianfranco Montresor, al que hubo de darle tiempo para prepararse y afrontar los tres actos restantes, con un breve descanso de diez minutos no previsto que ayudaría al cambio de decorado y vestuario del “sustituto”. Una verdadera lástima ver así truncado el debut ovetense del bajo italiano en esta ópera tan exigente para cada una de las voces, especialmente las del cuarteto protagonista, lo que precisamente hace difícil representar este «Ernani» con un reparto homogéneo, que en el primer y frío viernes de febrero brilló con luz propia. Felicitar a toda la Ópera de Oviedo la rápida sustitución al tener al primer reparto bien localizado ante estos imprevistos y buscando lo mejor para todos.
Si el domingo escribía sobre el poderío vocal, esta vez, y tras las tres representaciones anteriores, sí hubo fuerza pero también buen balance en las dinámicas tanto vocales como orquestales, con una OFIL a la que el maestro Callegari hizo sentirse segura en el foso, más contenida en los tiempos y matices, con una obertura bien llevada y destacando las intervenciones solistas de Sara Chordá (cello), Julio Sánchez (clarinete bajo) y Danuta Wojnar (arpa) del tercer acto, el más completo del este viernes.
Nuevamente el Coro “Intermezzo”, que dirige Pablo Moras, funcionó con su solvencia y profesionalidad habitual, cada vez más seguro tras unos mínimos desajustes iniciales -adelantándose a la orquesta- destacando especialmente las voces graves en cada aparición, desde el “Bebamos” inicial hasta la brillantez del penúltimo acto con los conspiradores cantando “Que despierte de nuevo el León de Castilla”, más los conjuntos globales, especialmente en el cuarto acto, donde hubo empaste entre todas las cuerdas, buen gusto además de escena, algo estática para este «Ernani» pero que ayuda a la colocación de todos para una mejor emisión, incluso la figuración de la ESAD que se desenvolvió muy bien en todas sus entradas, más coordinados y situados. Hasta la iluminación estuvo más correcta que en la primera función dominical, pudiendo disfrutar del rico vestuario de época y el brillo de espadas.
Si hablo de equilibrio en esta cuarta representación, quiero comenzar por los mal llamados “secundarios” que esta vez no tuvieron que luchar contra volúmenes excesivos, pudiendo disfrutar más y mejor de sus intervenciones: la ovetense Mª José Suárez como Giovanna, el Don Riccardo del catalán Josep Fadó, ambos con más presencia y vocalidad clara, sin olvidarme del Jago de Jeroboám Tejera, redondeando todo ellos con sus intervenciones esta penúltima función.
A Gianfranco Montresor no solo reconocerle su rápida incorporación desde el segundo acto, lo que pudo en cierto modo descentrar al resto, pues todo fue encauzándose en los siguientes actos, tardando poco en encajar los “tempi” con el foso. Su Silva ganó enteros en volumen respecto a la primera dominical, disfrutamos de sus arias y en los concertantes se sumó al buen nivel global del cuarteto protagonista.
La ovetense María Zapata nos dejó una Elvira muy trabajada vocal y escénicamente. Su voz fluye sin problemas en todo el amplio registro, comenzando con un vibrato algo molesto que fue controlando para ganar en belleza, aplaudida tanto en las arias como en los dúos, tríos y concertantes. Hubo química con el “bandido” Ernani, valentía con el “viejo” Silva y “fuerza aragonesa” con Don Carlo, el trío masculino al que sumó el buen quehacer de un papel tan exigente que dominó siempre con “color verdiano”, defendiendo su rol con gusto, matizado y poderoso en su justa medida. Una alegría comprobar la progresión de la soprano asturiana que ya me gustó en la breve Angélica del segundo reparto en el estreno de «La Dama del Alba» abriendo temporada el pasado mes de septiembre, y recibiendo grandes aplausos al finalizar este quinto y último título.
Otro conocido y querido del Campoamor es el gallego Borja Quiza que nos dejó un Don Carlo creciendo a lo largo de la ópera, de menos a más como todos… No solo mostró sus excelentes cualidades de actor, enriqueciendo enormemente el papel, también su momento de madurez vocal aunque comenzase algo irregular (cada primera aparición de los protagonistas les obliga a darlo todo “en frío”), dando la sensación de estar rozando la afinación correcta para ir centrándose y afianzándose más en cada acto: potente, valiente e incluso brillante en la evolución dramática de su rol, cantando el “Gran Dio” del tercer acto ante la tumba de Carlomagno, que arrancaría algún bravo ante la entrega y buen hacer en esta bellísima aria para barítono. Nuevo éxito del coruñés con gran ovación en los saludos finales.
Esperaba un poco más del debutante en Oviedo, aunque con años de trayectoria profesional al otro lado del Atlántico (Met, Los Ángeles o Washington), el guatemalteco Mario Chang. Tenor de color vocal adecuado, aunque personalmente “extraño” para Verdi que pide una voz entre el belcanto romántico y el nuevo perfil buscado por el genio de Busseto, todo un reto para su cuerda por lo extenso y la obligada además de necesaria dosificación. Pero que como el resto del cuarteto protagonista iría ganando enteros desde su primer aria “O tu che l’alma adora” hasta su último dúo a base de buen gusto, emisión suficiente, matizada línea de canto, así como empaste en el resto de las intervenciones, y el final con Elvira “Non ebbe di noi miseri” cantado con la emoción del momento. Habrá que seguirle en otros roles como los puccinianos que seguramente le vendrán mejor, pero su aportación resultó perfecta en pos del equilibrio de todo el elenco vocal.
Una 75ª temporada de celebraciones que llega a su fin este sábado hasta la próxima, y que tendrá siete títulos con dos programas dobles) de septiembre a febrero: las velas de cumpleaños las soplaremos con “Manon” de Massenet (como en 1948), dos títulos del famoso tríptico de Puccini (“Il Tabarro” y “Gianni Schicchi”), otro doblete con la vuelta de la ópera española de Falla al Campoamor (“Goyescas” y “El retablo de maese Pedro”), el casi imprescindible Verdi de “La Traviata”, para cerrar con el “Lohengrin” de Wagner. Esperamos seguir contándolo desde aquí.
Ficha:
Teatro Campoamor, Oviedo, viernes 3 de febrero de 2023, 19:30 horas. “Viernes de ópera”. 75 Temporada de Ópera Oviedo: “Ernani” (de Giuseppe Verdi, con libreto de Francesco Maria Piave basado en la tragedia “Hernani” de Victor Hugo); drama lírico en cuatro actos estrenada en el Teatro La Fenice de Venecia el 9 de marzo de 1844. Producción de la Ópera Royal de Wallonie. Edición musical y propietarios: Casa Ricordi S. R. L. Milán.
ERNANI: Mario Chang – DON CARLO: Borja Quiza – DON RUY GÓMEZ DE SILVA: Christian Barone (Acto I) / Gianfranco Montresor – ELVIRA: María Zapata – GIOVANNA: Mª José Suárez – DON RICCARDO: Josep Fadó – JAGO: Jeroboám Tejera. DIRECCIÓN MUSICAL: Daniele Callegari – DIRECCIÓN DE ESCENA Y DISEÑO DE ESCENOGRAFÍA: Giorgia Guerra – DISEÑO DE VESTUARIO: Fernand Ruiz – DISEÑO DE ILUMINACIÓN: Sylvain Geerts.
Orquesta Oviedo Filarmonía (OFIL), Coro Titular de la Ópera de Oviedo “CORO INTERMEZZO” (dirección del coro: Pablo Moras).

Un drama que pide clemencia

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Domingo 29 de enero de 2023, 19:00 horas. Teatro Campoamor, 75 Temporada de Ópera Oviedo: Ernani (de Giuseppe Verdi, con libreto de Francesco Maria Piave basado en la tragedia “Hernani” de Victor Hugo); drama lírico en cuatro actos estrenada en el Teatro La Fenice de Venecia el 9 de marzo de 1844. Producción de la Ópera Royal de Wallonie. Fotos propias y ©OperaOviedo.
Critica para Ópera World del lunes 30 de enero, con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos propias y de las RRSS, indicando la autoría, y tipografía que a menudo la prensa no admite.
La temporada de ópera ovetense llega a su quinto y último título en estos 75 años, con el «Ernani» (1844) de Giuseppe Verdi (1813-1901), que se representó en Asturias por vez primera en el Teatro del Fontán de la capital un 15 de septiembre de 1849 y hacía ya 20 años desde la última vez, retomando casi como costumbre cerrar el ciclo con “un Verdi”, aunque yo solo recuerde con admiración uno de 1983 (Bruno Rufo, Luisa Vanini y el siempre genial Matteo Manuguerra que ya era “como de casa”). La capital del Principado disfrutó esta primera función porque se notó en las ganas de aplaudir cada aria o conjunto, y hasta el pateo inicial a la megafonía en asturiano ha bajado el volumen respecto a anteriores primeras funciones. Pero no sería por un volumen más que suficiente el de este quinto título verdiano, estrenado en Venecia, y que marcará su “iter hispanicum” del que María Sanhuesa escribe en un libreto siempre para guardar: Ernani, Trovador, La Forza y Don Carlo.
Si Verdi tuvo problemas con los cantantes para el estreno, en Oviedo se acertó con las voces, todas conocidas más dos debutantes que redondearon un reparto muy compacto, especialmente en el trío protagonista (más que cuarteto) como comentaré posteriormente. Una producción “antigua” de la ópera real belga en Wallonie que traía a mi memoria las de mi juventud, totalmente válida, uniendo un elegante vestuario de Fernand Ruiz, la buena figuración del alumnado de la ESAD gijonesa (Robin Alexander de Bruine Sánchez, Oskar Fresneda Uribe, Carlos Jurado Hipólito y Senén Menéndez Valera) y todos los participantes sobre el escenario, ambientada respetando la época histórica con una escenografía de otra debutante, la romana Giorgia Guerra, que ayuda a todos, tanto al coro que tiene un peso fundamental en esta ópera con juegos de espadas muy trabajados, como a los solistas, pareciendo conociese la “magia sonora” que tiene la esquina derecha del escenario ovetense, pues todas las voces que por él han pasado la buscan. Iluminación correcta de Sylvain Geerts aunque demasiado oscura para el tercer acto del Aquisgrán conjurado. Todo jugando con dos elementos como la clemencia y la venganza junto a los sentimientos de una mujer y tres hombres “que compiten por su amor: un joven, un viejo y un poderoso” en palabras de la regista italiana para esta ópera, los protagonistas dieron lo mejor de ellos aunque primase sobre todo la fuerza, también en el foso con el maestro milanés Daniele Callegari y la OFil que sonó solvente desde la obertura, sin fisuras, muy homogénea además de disciplinada, con un brillante solo de cello a cargo de Sara Chordá en la parte “Oh, de verd’anni” del aria “Gran Dio” de Don Carlo.
Tres voces potentes y emocionales: las del tenor gijonés Alejandro Roy, el barítono de Cartaya (Huelva) Juan Jesús Rodríguez y la joven soprano croata Marigona Qerkezi que en su debut en el Campoamor sorprendió y gustó a todos, pero que en las intervenciones junto al bajo veronés Gianfranco Montresor lo eclipsaron en decibelios, y no digamos con los mal llamados “secundarios”, el tenor de Mataró Josep Fadó (Don Riccardo) que al menos mostró su buen hacer, el debutante bajo tinerfeño Jeroboám Tejera como Jago (bien sin el “poderío conjunto”) y especialmente con la mezzo ovetense Mª José Suárez (Giovanna) que pese a sus breves intervenciones, apenas se la pudo escuchar ante el torrencial sonoro del trío y aún menos en los conjuntos.
Y es que la fuerza vocal primó en este drama español, lo que permitió a la orquesta sonar sin miramientos, con arias, dúos, tríos y demás combinaciones de solistas y conjuntos en los que Verdi sería único escribiendo. Precisamente ese volumen hizo destacar de nuevo el Coro “Intermezzo”, titular de la temporada en todas sus cuerdas, un impactante brindis inicial de los hombres, delicadeza y escena de las damas ibéricas en su entrada con Elvira, y rotundos todos en la “Festa del ballo” del último acto sin dejarme el conocido como segundo himno del Risorgimento, “Si ridesti il leon di Castiglia” con la escena de los conjurados. Verdi compuso probablemente los mejores coros de ópera, al menos los más populares, y el de «Ernani» es uno de ellos con el que las voces que dirige Pablo Moras brindaron vocal y escénicamente.
La exigencia para las voces es grande desde la aparición de los personajes que dominan cada acto: el Bandido “Ernani Roy”, detrás la deseada “Elvira Qerkezi”, el rey “Don Carlo Rodríguez” y el anfitrión “Ruy Montresor”. Todos arrancaron con potencia, sin miramientos, ajustados con la orquesta y encajando sus finales.
Las luchas por el amor fueron más allá de los roles, a la potencia sonora. Ninguno defraudó en sus arias o dúos. Alejandro Roy demostró sus conocidas cualidades, personaje vengador que transmuta de bandido con la excelente aria “Come rugiada al cespite” a Duque de Segorbe y Don Juan de Aragón, sacrificado protagonista a lo largo de la obra. Incluso tuvo dúos muy matizados especialmente con Elvira, más de fuerza con Don Carlo y sentido con Silva.
El rey y emperador de la función resultaría Juan Jesús Rodríguez, muy aplaudido y querido en el coliseo carbayón, dominador de la escena y poseedor de una voz a la que se ha calificado como verdiana porque su registro y modo de afrontar los papeles, que para barítono escribió el de Busseto, los hace todos suyos, siendo su debut en este rol aquí en Oviedo. Emocionalmente la evolución de su Don Carlo es encomiable, de poderoso e implacable a clemente, reflejado en su línea de canto. Su declaración de amor a Elvira del primer acto (“Quello escolta del mio cor”) fue un derroche vocal y la escena ante la tumba de Carlomagno en la esquina derecha, una lección de buen fraseo y cantar matizado con el aria “Gran Dio!… Oh, dei miei ver’anni”.
Pero la grata “sorpresa” para todos resultó la Elvira de la soprano croata de padres kosovares Marigona Qerkezi, porque pese a su juventud (nacida en 1993) tiene una técnica increíble, potencia de sobra (verdaderamente una fiera aragonesa su protagonista), color homogéneo en todos los registros que no pierde nunca ni en las partes más “piano”, y hasta la escena, que no la hizo moverse mucho, favoreciendo una emisión siempre clara, precisa, que el paso de los años irá moldeando sus agilidades, siempre recordando las que en Violeta-Traviata desarrollará Verdi de forma única (la tiene ya en su repertorio), una voz y rol perfecto el de esta soprano coloratura. Para recordar su interpretación de la conocida cavatina del primer acto “Ernani involami”. Ser familia de músicos siempre ayuda y ha defendido su rol con solvencia, entrega, gusto y la necesaria fiereza.
También resultó convincente y agradecido el Silva de Gianfranco Montresor en su primer aria y cabaletta “Che mai veg’gio!… Infelice! E tuo credevi”, línea de canto muy melódica pero que carece de la potencia en los graves de aquellos bajos que tengo en mi recuerdo, lo que se notó en los conjuntos pese a luchar con el “chaparrón” del trío, brillando más en el final “Tutto ora tace intorno” con Ernani y Elvira.
Del resto del elenco lo indicado sobre los matices ante el predominio de dinámicas extremas: los forte fueron la lucha de todos los cantantes en escena. Añadamos que por momentos los tempi del maestro Callegari fueron muy ligeros, resultando muy exigentes para las voces que no pidieron clemencia ante esta especie de venganza desde el foso.
Deberemos no tener clemencia con los móviles que siguen sonando en el momento más inoportuno, ni tampoco con la vuelta de las toses tras la desaparición de las mascarillas (hoy solo máscaras en el último acto pero en escena). No es igual oír que escuchar, sea en español, inglés y asturiano, pero es ya pandemia de cada espectáculo que además se hace más patente en las partes con poco volumen, y en este gélido último domingo de enero no fue precisamente el caso. Habrá que buscar una vacuna contra la mala educación y hacerla obligatoria para volver a los buenos modales cumpliendo la perdida urbanidad.
Ficha:
Teatro Campoamor, Oviedo, domingo 29 de enero de 2023, 19:00 horas. 75 Temporada de Ópera Oviedo: “Ernani” (de Giuseppe Verdi, con libreto de Francesco Maria Piave basado en la tragedia “Hernani” de Victor Hugo); drama lírico en cuatro actos estrenada en el Teatro La Fenice de Venecia el 9 de marzo de 1844. Producción de la Ópera Royal de Wallonie. Edición musical y propietarios: Casa Ricordi S. R. L. Milán.
Reparto:
ERNANI: Alejandro Roy – DON CARLO: Juan Jesús Rodríguez – DON RUY GÓMEZ DE SILVA: Gianfranco Montresor – ELVIRA: Marigona Qerkezi – GIOVANNA: Mª José Suárez – DON RICCARDO: Josep Fadó – JAGO: Jeroboám Tejera.
DIRECCIÓN MUSICAL: Daniele Callegari – DIRECCIÓN DE ESCENA Y DISEÑO DE ESCENOGRAFÍA: Giorgia Guerra – DISEÑO DE VESTUARIO: Fernand Ruiz – DISEÑO DE ILUMINACIÓN: Sylvain Geerts.
Orquesta Oviedo Filarmonía (OFIL), Coro Titular de la Ópera de Oviedo “CORO INTERMEZZO” (dirección del coro: Pablo Moras).