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Con la música de Corte en Corte

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Sábado 1 de julio, 12:30 horas. 72 Festival de Granada, Monasterio de San Jerónimo, “Cantar y tañer. Sones antiguos y barrocos”: María Espada (soprano), Nereydas, Javier Ulises Illán (director). Senderos del alma, obras de Pergolesi, Galuppi, Corselli, Ugena, Soler y Ferrer. Fotos de Fermín Rodríguez. 

La música italiana ha estado de moda desde el siglo XVIII y en España también merced a los reyes Felipe V, Carlos III y Carlos IV, pues tanto las consortes del primero como el traerse a la Corte muchos de los músicos del momento los segundos, harán que como titula sus notas Ana García Urcola hay “Caminos espirituales entre Italia y España”.

Con un repertorio aunando estas músicas que no pasan de moda sino que siguen siendo actuales y con un público que llenó San Jerónimo, el programa Senderos del alma trajo al grupo de Javier Ulises Illán (Toledo, 1981) con la soprano extremeña María Espada (Mérida, 1969) en un concierto dominical para recogimiento primero, disfrute después, de unas páginas para ello.

Abría Giovanni Battista Pergolesi (1710-1736) y su Salve Regina, una de las obras con el sello inconfundible del italiano, con el “ensemble” adaptado a la soprano emeritense que, en un momento vocal espléndido, nos deleitaron con los cinco números de que consta. Oraciones cantadas con una emisión perfecta, aprovechando la acústica al máximo para no perderse ningún silencio, el maestro Illán llevando la obra entre claroscuros tímbricos donde brillaron todos los instrumentistas, órgano y tiorba necesarios, y la dicción latina de Espada pluscuamperfecta, con los finales en consonante ajustados realzando un latín al alcance de los diletantes.

Tras “reinar” las emociones, el Concerto a quattro nº 3 en re mayor de Baldassare Galuppi (1706-1785), con dos movimientos (Maestoso y Allegro) donde violines y viola unificaban tímbricas y el continuo daba no solo la base armónica sino la fluidez de esta joya instrumental, alternando Minguillón tiorba y guitarra, con Javier Ulises Illán marcando lo justo para que la música fluyese casi sola.

Volvía María Espada con las primeras “lamentaciones” del programa, la de Francisco Corselli (1705-1778) Lamentación segunda de Miércoles Santo en re menor que emergió por el monasterio con todos los matices de una oración, luz en la sombra del texto y vestido instrumental a la medida, acallando incluso los esperados aplausos.

Tras unas palabras explicativas del director toledano sobre las tres lamentaciones para los tres días y la numerología cristiana, Antonio Ugena (c. 1750- c. 1816), alumno de Corselli, y el Andante: De Lamentatione Jeremiæ Prophetæ, de la Primera lamentación de Viernes Santo, en sol menor, oraciones de los Reales Sitios escuchadas en este Monasterio de San Jerónimo bello, histórico, para seguir regocijándonos con la soprano pacense de timbre corpóreo, carnoso, la técnica al servicio de la música y del texto que recrea en cada frase, con una gama de matices amplísima y unos filados que ponen la piel de gallina. «La contención melódica, junto a la elección de tempo lentos y de tonalidades oscuras son rasgos distintivos de estas composiciones con las que se busca acompañar el recogimiento propio de la época de la Pasión» en palabras de Lluís Beltrán y Juan Miguel Illán (responsables del proyecto en el ICCMU de la Complutense madrileña) y recogidas también en las notas al programa. Nereydas y María Espada plasmaron todos esos “senderos del alma”.

Y con la alternancia necesaria para el descanso vocal, de nuevo Galuppi “Il Buranello” con su Grave e adagio y Spiritoso, del Concerto a quattro nº 1 en sol menor, la grandeza del barroco italiano cada vez más contemporáneo por la hondura de la música en una interpretación preciosista del grupo liderado por Illán.

Alfonso Sebastián al clave nos interpretaría una luminosa Sonata en re mayor, R 84 del Padre Antonio Soler (1729-1783), el aire escurialense en el granadino, preparando y uniendo caminos reales y espirituales antes de volver sin violines ni viola con la última Lamentación segunda de Miércoles Santo en sol menor, un “duelo” y dueto entre María Espada y el cello de Guillermo Turina emocionante en musicalidad, sonoridad, fraseo y entendimiento, arropados por un continuo mínimo pero suficiente para revestir de sentimiento esta lamentación de San Lorenzo hasta San Jerónimo.

Al menos la cronología musical permite pasar de la Pasión a la alegría navideña en un momento, y así sucedió con el villancico (compuesto para la mañana de Navidad de 1798) Soy pastorcilla, de Jaime Ferrer (1762-1824), tres movimientos (Andante / Seguidilla / Andante) de aire hispano aunque pudiésemos imaginarnos un belén napolitano de fondo. Del discípulo y sucesor del Padre Soler como Maestro de capilla en El Escorial, Nereydas y María Espada nos volverían a regalar calidad, pasión, rigor, musicalidad y alegría en este cierre de concierto, “perfecta suma de espiritualidad, tradición española y gusto italiano” como finaliza sus notas la profesora García Urcola.

Aprovechando la complicidad de estos intérpretes, dejando atrás lo religioso pero apostando por nuestra música que todos tienen muy trabajada, la propina con María Espada cantándonos el aria Llegar ninguno intente de la ópera “Iphigenia en Tracia” de José de Nebra (1702-1768), esplendor vocal, ornamentaciones claras, color homogéneo en toda la extensión y el ropaje a medida de Nereydas.

No había forma de parar los aplausos y un segundo regalo retomando a Bárbara de Braganza y Doménico Scarlatti, el último proyecto con sus arias favoritas, “El libro secreto” que estos mismos intérpretes han grabado recientemente, rescatando estas músicas gracias al propio Javier Ulises IIlán y Sara Erro. Dedicatoria al siempre recordado Eduardo Torrico (1958-2023) y el aria Deh, se pietà pur senti de la ópera “Mario in Numidia” de Rinaldo Di Capua (1705-1780), regia desde la Corte vocal de Espada con la nobleza de Nereydas.

Nereydas

Ricart Renart y Leonor de Lera, violines – Lola Fernández, viola – Guillermo Turina, violonchelo – Ismael Campanero, contrabajo – Alfonso Sebastián, tecla – Manuel Minguillón, cuerda pulsada – Javier Ulises Illán, dirección.

María Espada, soprano.

Piano para locos e inocentes

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Viernes 23 de junio, 21:30 horas. 72 Festival de Granada, Patio de los Mármoles (Hospital Real), Grandes Intérpretes: Víkingur Ólafsson (piano): “Mozart y sus contemporáneos”. Obras de Galuppi, C. Ph. E. Bach, Haydn, Cimarosa y Mozart. Fotos: Fermín Rodríguez.

Dícese del Hospital Real que “Fue para locos e «inocentes», devino Universidad y en sus salas se conjugan tradiciones musicales” trasladadas al bellísimo Patio de los Mármoles de este hospital encargado por los Reyes Católicos para enfermos pobres y peregrinos que con el emperador Carlos empezará a albergar también a los locos e «inocentes». La Universidad de Granada instaló aquí su sede principal en 1980 con el Rectorado y la Biblioteca Central “donde aquellos empeños quizá se continúen en forma de conocimiento y mapa del mundo, cartografía del espíritu humano y sus meandros que toda biblioteca puede contener” y el Festival también trae un mapa del piano clásico con todos los meandros en este recital del mediático pianista islandés, una de las figuras del “sello amarillo”.

Al pianista Víkingur Ólafsson (Reikiavik, 1984) se le ha calificado de atípico por los programas elegidos y cómo los cohesiona, nos trajo para este recital en el Festival las mismas obras que grabó en 2021 para DG “Mozart & Contemporaries” aunque en distinto orden, desde el más puro Clasicismo pianístico del genio de Salzburgo, pasando por “papá” Haydn, C. Ph. E. Bach (el quinto hijo de “Mein Gott”) junto a los menos escuchados en las 88 teclas por ser más operísticos caso de Cimarosa o “Il Buranello” que abría sesión cual preparación estilística al esperado “tour de force” de hora y media.

La forma de intercalar las obras del islandés es digna de analizar, no se rige por tonalidades afines o aires contrapuestos sino que parece responder a un momento vital y personal como el vivido esta calurosa tarde-noche granadina. Los pájaros parecían querer sumarse a los trinos al inicio con el Andante spiritoso de la Sonata nº 9 en fa menor de Baldassare Galuppi (1706-1785), y las palomas querían escuchar el primer Rondó en fa mayor, K 533/494 (1786) de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791). Poco a poco llegaba la luz crepuscular y sonaba el más clásico de los Bach, Carl Philipp Emanuel Bach (1714-1788) con el Rondó en re menor, Wq 61/4 (1785), misma forma y tonalidad relativa pero recreo o recreación musical total. Más que suficiente para comprobar que Ólafsson es único por y en todo. Como el volcán impronunciable de su tierra pasa de la erupción rompedora, explosiva, a la más delicada estrella boreal. Su sonido es limpio, claro, preciso, inmaculado, donde el uso de los pedales parece de otro mundo y engrandece cualquier obra por «pequeña que sea». Podemos escuchar todas las notas escritas mimadas en su duración exacta y con toda la gama de matices posible.

Sin pausas, enlazando cada obra sonaría Domenico Cimarosa (1749-1801) y su Sonata nº 42 en re menor arreglada por el propio V. Ólafsson, sonidos casi orgánicos en un piano estratosférico de volúmenes extremos y fraseos degustando hasta los silencios.

Globalidad y preparaciones tímbricas antes del puro Mozart a pares, la Fantasía nº 3 en re menor, K 397 (¿1782?) y el Rondó en re mayor, K 485 (1786), melodías del genio que recuerdan al Beethoven coetáneo de entonces, frescura expositiva, silencios grandiosos, noche luminosa y mágica donde Ólafsson se plegaba, mandaba, respiraba, emocionaba.

Un puente mínimo ya plenamente enamorados del piano otro arreglo del islandés para la Sonata nº 55 en la menor de Cimarosa, sin necesidad de razonar estilo o época, capaz de sonar como barroco trastornado en este hospital real, la música sin etiquetas para disfrutarla en toda su extensión desde el universo en blanco y negro del piano.

De Joseph Haydn (1732-1809) la Sonata para piano en si menor, Hob XVI:32 (c. 1774-1746) fue el mejor ejemplo de la escritura más que el período clásico, inspirador en todos los compositores elegidos pero con un aire común que el piano unifica. No es cuestión de analizar o ver cambios modales o tonos relativos de Mozart a Haydn con la fuerza del sordo de Bonn conviviendo en la Viena imperial y con el islandés paladeando una sonata exigente y contrastada, extremismos emocionales desde la pasión y fuerza en los tiempos rápidos al deleite y recreación del intérprete en los lentos, buscando sonidos siempre claros aunque cambiase la atmósfera.

De nuevo como preparando al genio Mozart que Ólafsson disecciona compás a compás con tres joyas que parecieron una: Kleine Gigue, en sol mayor, K 574 (1789), sólo pequeña de título y enorme interpretación, la conocida por todo estudiante Sonata para piano nº 16 en do mayor «Sonata facile», K 545 (1788), nuevo calificativo satírico del juguetón Mozart, delicia en los tres movimientos con el Allegro al límite sin errores, el riesgo controlado con la limpieza exquisita, los fraseos y la pausa subyugante antes del Andante, inocencia o locura antes del Rondó. Allegretto culminando esta sonata que enlazaba con el Adagio en mi bemol mayor, del Quinteto de cuerda nº 4 en sol menor, K 516 (1787) arreglado por el pianista. La capacidad de exprimir cada detalle, cada frase, la melodía precisa y presente con una musicalidad personal que hace un Mozart islandés lleno de contrastes como la propia tierra nórdica.

Y otra vez los tiempos lentos para comprobar el trabajo sonoro desde el piano, Galuppi y el Larghetto de la Sonata nº 34 en do menor, dolor, oscuridad interior llena de luz, la isla de Burano en otoño y otra inocente locura en el piano de Ólafsson antes de repetir con Mozart en otra terna que iría de la pasión a la interiorización total: la Sonata para piano nº 14 en do menor, K 457 (1784) tripartita y casi “revolucionaria” más que “patética”, Sturm und drang (tormenta e ímpetu) en sus tres movimientos  (Molto alegro – Adagio – Allegro assai), contrastes brutalmente delicados dando paso al Adagio para piano en si menor, K 540 (1788) y cual siguiente plegaria que acalló hasta el respirar, la transcripción que hiciese Liszt del Ave verum corpus, K 618 (1791), escuchar este himno sin coro ni orquesta con la misma emoción e interiorización que el original, el respeto del Abate por el “inocente loco de Salzburgo” ingresado en estos extramuros históricos.

Público entregado, discreción en los saludos y si los 90 minutos “de disco” el directo los mejora, el regalo del CD dedicado a “Mein Gott”, de la Organ Sonata nº 4, BWV 528, el II. Andante (Adagio) en transcripción de August Stradal redondeando un gran recital de un gran intérprete con personalidad propia transmitiendo un sonido único que las grabaciones nunca reflejarán como pudimos escuchar todos los melómanos que llenamos el Patio de los Mármoles más cálido que nunca por ese juego de palabras que no nos dejó fríos a ninguno de los presentes, salvo alguna “loca” quejándose de lo largo que merecía quedarse ingresada como “pobre de espíritu”…

Orliński ¡Aleluya!

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Jueves 21 de abril de 2022, 20:00 horas. Conciertos de Auditorio: “Anima Aeterna”, Jakub Józef Orliński (contratenor), Il Pomo d’Oro, Francesco Corti (clave y dirección). Obras de Davide Pérez, Johann Joseph Fux, Baldassare Galuppi, Jan Dismas Zelenka, Francesco Bartolomeo Conti, Francisco Antonio de Almeida, Georg Reutter der Jüngere, Gaetano Maria Schiassi y G. F. Haendel.
Reseña para Opera World del viernes 22 con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos mías, y tipografía cambiando muchos entrecomillados por cursiva que la prensa no suele admitir.
No cabe duda de que los contratenores son las nuevas estrellas del canto y las discográficas de siempre, que aún se mantienen, siguen vendiendo en formato físico además del digital, siendo los recitales el primer escaparate. Los Conciertos del Auditorio han ofertado dentro de su abono para esta temporada uno específico con las tres voces más mediáticas (a precios de 86€ y 74€), arrancando el argentino Franco Fagioli (1981) el pasado 22 de enero, prosiguiendo con el francés Philippe Jaroussky (1978) el 26 del mismo mes y finalizando este 21 de abril con el polaco Jakub Józef Orliński (1990), recuperando así su actuación prevista en abril de 2020 en pleno confinamiento y con cancelaciones mundiales.
Con presencia de muchos aficionados jóvenes que optaron por esta nueva opción en La Viena española, donde el Barroco tiene incluso ciclo propio, cada uno de los conciertos han mostrado las grandes diferencias no ya vocales sino de estilo, repertorio y acompañamiento, donde cada uno de ellos se mueve más seguro y hasta “comercial” como bien han entendido sus sellos discográficos, tres contratenores de nuestro tiempo que la renacida ópera barroca parece haber colocado entre las figuras vocales mundiales y las redes sociales han acercado nuevos públicos, con un lleno en Oviedo que demuestra la buena salud, incluyendo muchas mascarillas por precaución.
El afamado Orliński alterna la escena con recitales variados y grabaciones muy laureadas, y Anima Aeterna es su tercer disco con arias y motetes del siglo XVIII lanzado en octubre del año pasado precisamente con Il Pomo d’Oro (ILPDO), siendo este cierre del abono “especial” el inicio de su gira española (Oviedo, Madrid y Barcelona) con la presentación en vivo que nunca suena como en estudio ni desde casa por el siempre irrepetible directo, con algunas otras obras para compensar las ausencias lógicas como el coro o la soprano Fatma Said presentes en el CD (que tiene hasta una edición especial en el renacido formato de LP, aunque sea grabación digital).
Recital en formato habitual alternando obras vocales y sólo dos instrumentales, para comprobar de nuevo la calidad de ILPDO bajo la dirección y el clave de Corti, más allá del necesario descanso en este tipo de actuaciones, pues Orliński siempre lo da todo, brillando los instrumentistas tanto en el Concerto a quatro en do menor de Il Buranello como en la Ouverture à 7 ZWV 188 de Zelenka con todo el orgánico, siendo el perfecto acompañamiento en este repertorio tras el trabajo previo a la grabación. Pero evidentemente la figura esperada fue el contratenor polaco de principio a fin, gustándose y enamorando con su voz de contratenor contralto y color homogéneo en todos los registros, técnica a medida, de volumen algo corto en el grave pero siempre mimado por Corti e ILPDO, agudos aterciopelados, agilidades perfectas, proyección ideal y una dicción clara que pudimos comprobar con los sobretítulos, también traducidos, de estas páginas sacras bellísimas, y además generoso al dejarnos tres propinas o quedarse a firmar discos sin prisa y fotografiándose con quien quiso.
Siempre seguro, dominando la escena, contagiando la felicidad del encuentro esperado, descubriéndonos cuánto repertorio queda aún por disfrutar, con el fragmento del Gloria de la “Misa a cinco voces” del maestro de capilla del rey de Portugal Davide Perez (1711-1778) Orliński ya puso todas las cartas sobre la mesa con unos melismas exquisitos y una orquesta de plantilla perfecta, con un continuo de muchos quilates, antes del aria del oratorio Il fonde della salute aperto dalla grazia nel calvario K293 de J. Fux (1660-1741) donde la viola sonó paralela a la voz (emulando al barytón ausente), melodía maravillosa para un texto del Viernes Santo aún cercano que siempre remueve nuestro interior de “pecador contrito”.
Tras el concierto preclásico y casi vivaldiano de B. Galuppi (1706-1785), solamente con la cuerda, muy equilibrada, más el continuo de órgano, chelo, fagot y contrabajo, vendría el compositor con la obra que abre el CD homónimo del recital: Jan D. Zelenka (1679-1745) con su motete para el Domingo de Resurrección Barbara dira effera ZWV 164, donde el bohemio adopta el estilo italiano desde la corte de Dresde. Orliński, como el famoso destinatario Domenico Annibali, el castrato italiano con poder equiparable al de Farinelli en España, daría lo mejor de su arte desde un aria casi operística, con la fagotista a la par en extensión, virtuosismo y exigencia, intenso recitativo intermedio y esplendoroso Alleluia final que siempre resulta hermoso en la voz del polaco, además de bien cantado con esa base instrumental de ILPDO en su línea de calidad y contención al servicio del solista.
La segunda parte se abría con el Salve sis, Maria del florentino Francesco B. Conti (ca. 1681-1732), una “arietta per la Madona Santissima” exuberante en agilidades y saltos por los que Orliński transitó con un dominio total en perfecto entendimiento y diálogo con los instrumentos bien llevados desde el clave por Corti, enlazando sin pausa con el solo de tiorba delicadísimo para comenzar el lamento Giusto Dio del oratorio “La Giuditta”, una joya del portugués Francisco António De Almeida (1702-1755) en el mejor estilo italiano con la voz aterciopelada del polaco que remataría este inicio desde un tempo reposado y tesitura ideal para el aria D’ogni colpa la colpa maggiore del austriaco Johann Georg Reutter “El Joven” (ca. 1708-1772), perteneciente a su oratorio para la Semana Santa “La Betulia liberata”. Si el libreto de Metastasio -que utilizaría también Mozart– alude a las virtudes teologales, Orliński cantó con las tres: Fe en este repertorio, Esperanza de seguir sacando a la luz obras excelsas, y Caridad entendida como “amor desinteresado que surge de darse a los demás”, algo que en el polaco siempre es así.
De nuevo Zelenka, instrumental con todo el orgánico (incluyendo los dos oboes) de ILPDO para esta suite inspirada e imbuida del “dios Bach”, antes de las dos últimas arias: A che si serbano del oratorio “Maria Vergine al Calvario” para el Viernes Santo, obra del italiano muerto en Lisboa Gaetano Maria Schiassi (1698-1754), nueva demostración del buen hacer de Orliński con agilidades precisas y claras unidas a la dramatización del texto donde San Juan se desespera ante Cristo crucificado. Destacable el violín segundo y la total compenetración entre voz y “ensemble” que fue lo más aplaudido, siendo bisada como tercera propina.
El mejor remate para este inolvidable concierto no podía ser otro que G. F. Haendel (1685-1759) y su Antífona en re menor HWV 269 Amen, Alleluia, un tesoro para alto y órgano al que se fueron sumando la tiorba, un chelo y el órgano más el contrabajo para el alemán nacionalizado inglés en el estilo italiano, la universalidad musical cantada, llena de melismas en una vocalización para poner en valor el excelente momento del cantante polaco entregado a esta música cada vez más actual.
Todavía nos regalaría tres propinas donde no faltó tampoco Vivaldi con el aria de “Il giustino” Vedrò con mio diletto cuimbre, una delicia más antes del bis citado.
Ficha: Auditorio Príncipe Felipe, Oviedo, jueves 21 de abril de 2022, 20:00 horas. Conciertos del Auditorio: “Anima Aeterna”. Obras de Davide Pérez, Johann Joseph Fux, Baldassare Galuppi, Jan Dismas Zelenka, Francesco Bartolomeo Conti, Francisco Antonio de Almeida, Georg Reutter der Jüngere, Gaetano Maria Schiassi y G. F. Haendel.
Jakub Józef Orliński (contratenor), Il Pomo d’Oro, Francesco Corti (clave y dirección).
IL POMO d’ORO: Violines I: Evgenii Sviridov, Elfa Run, Matilde Tosetti. Violines II: Anna Dmitrieva, Veronica Boehm, Mauro Spinazze. Violas: Giulio D’Alessio, Maria Bocelli. Violonchelos: Kristina Chalmovksa, Angela Lobato. Contrabajo: Riccardo Coelati Rama. Órgano: Deniel Perer. Tiorba: Jonas Nordberg. Oboes: Roberto de Franceschi, Aviad Gershoni. Fagot: Andrea Bressan. Clave y dirección: Francesco Corti.

Clausura en casa

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Viernes 13 de agosto, 20:30 horasIglesia de Santa María de ValdediósX Ciclo de Órgano de Villaviciosa. Susana G. Lastra (órgano). Obras deSoler, Correa de Arauxo, Galuppi, Martín y Coll, Cabanilles, Froberger, Haydn y ArquimbauEntrada libre por inscripción.

Llegamos a la clausura de este décimo ciclo de órgano con el concierto de la maliayesa Susana García Lastra predicando nuevamente con el ejemplo a las teclas (antes del próximo en tierras catalanas) y no solo desde la organización de esta cita imprescindible en el verano asturiano para melómanos y amantes del órgano, también los muchos turistas que se acercan a visitar y disfrutar este rincón mágico de nuestro Paraíso Natural, completando otra vez el aforo reducido con todas las medidas de seguridad e higiene en tiempos de pandemia, demostrando siempre que la cultura es segura cuando hay responsabilidad por parte de todos.

La máxima conocedora del instrumento «de casa» seleccionaría un programa adecuado a las posibilidades de la joya de Valdediós, en el que la gran organista local realizó un recorrido europeo por el Renacimiento, Barroco y Clasicismo, con alguna obra ya escuchada en conciertos anteriores pero disfrutando de la magia del directo, siempre irrepetible pues nunca es igual por registros ni interpretación, esmerándose y trabajando incluso a «seis manos» en un derroche sonoro para dejar en todo lo alto la música de tecla que sonó a lo largo de estos cuatro conciertos y llenando de luz un día grisáceo en el casi vaciado valle monacal.

Para abrir boca y oídos así como los «pulmones» del instrumento de viento por excelencia, nada mejor que el Padre Antonio Soler (1729-1783) con una amplia selección de sus Versos para “Te Deum”, jugando con registros variados gracias a la ayuda de dos compañeros luchando con los tiradores de una madera a la que los cambios meteorológicos afecta igual que a la lengüetería pero donde la música bien tocada cura todos los males.

El indispensable Francisco Correa de Arauxo (1584-1654) repetiría en Valdediós con el Tiento de quarto tono (1626), dedicado a John Mortimer, un artista local muy querido y fallecido recientemente, haciéndolo extensivo a todas las víctimas del Covid que siguen dejándonos aún en estos días, y manteniendo la proyección de su obra «Un diálogo infinito» con el tiento como banda sonora.

Saltando a Italia hasta la laguna veneciana, conocido como Il BuranelloBaldassare Galuppi (1706-1785) cuya Sonata en re (Allegro – Largo – Allegro e spiritoso) jugó con los timbres para cada uno de sus tres movimientos, sin importar que en el último «no quisiese entrar» el registro buscado, para retomarlo rápidamente a gusto de una intérprete que buscó la limpieza y exactitud en todo.

Atravesando el Mare Nostrum del reusenc Antonio Martín y Coll (ca. 1680-1734?), otro habitual en los programas organísticos, degustamos Obra de falsas cromáticas, música rica en escritura y tímbricas ejecutada con primor y sonando luminosa en el órgano monacal, nueva clase de la profesora Lastra en «su órgano».

Atribuída a Juan Cabanilles (1644-1712), la Corrente italiana tampoco podía faltar en un órgano barroco por responder fiel a la historia y aunando los gustos del momento así como la música anterior y posterior que sonaría de nuevo este segundo viernes de agosto, siempre distinta y única jugando con el tempo y los timbres, grandeza del único lenguaje universal.

Asimilando las escuelas francesa e italiana, el alemán Johann Jakob Froberger (1616-1667) es un referente organístico y su Toccata III in Sol M toda una prueba de fuego para los «teclistas»: variedad de registros en esta virtuosística forma que resonó grandiosa en las centenarias paredes de Valdediós cual catedral germana en tiempos barrocos. Y continuando con los anglosajones, un anónimo inglés atribuido a John James (s. XVIII) y una de las formas típicas de su época, Voluntary en la menor (Adagio-Allegro),  dos movimientos contrastados en todo, recreando la sonoridad británica exportada al continente, para proseguir con la Marche (Flötenuhrstücke, Hob.XIX) de Franz Joseph Haydn (1732-1809) que forma parte de las llamadas  piezas para órgano mecánico en la misma línea de su contemporáneo Mozart, que también sonaría en el ciclo, pero que Lastra prefirió engrandecerla con una registración plena más allá de los «tubos callejeros», manteniendo la marca Haydn de principio a fin.

El regreso a tierras hispanas con Domingo Arquimbau (1760-1829) cuyo Baile de Seises representa el mejor espíritu sevillano del compositor catalán, Maestro de Capilla en la catedral hispalense transportado al Monasterio de Valdediós por la magia del órgano, más cuerpo sonoro que en el anterior concierto apostando por tubos menos cortos y alternando registros en los distintos aires ceremoniales de los niños catedralicios también disfrutados hace unos años en Pamplona.

Y nada mejor que terminar este «viaje musical» tal como lo iniciamos: Correa de Arauxo y su Tiento tercero de Sexto Tono sobre la primera parte de la Batalla de Morales (1626), exprimiendo todo el poderío tímbrico de los grandes registros de esta joya organística para poner no el punto final sino un deseado punto y seguido del undécimo ciclo (para 2022), con la esperanza de mantener la buena salud de un instrumento que necesita seguir respirando como nosotros con todo el mimo de su conservación, necesitada de inversión pública y privada para una sanidad también cultural.

El regalo de Susana a su madre cumpliendo años redondos fue una selección de tres temas asturianos más allá de la tonada, elevados al concierto organístico, comenzando por Soy de Mieres (que me autodediqué) aunque dice también «… y en Villaviciosa vivo», finalizando con nuestro Himno, amplia paleta sonora barroca de fin de fiesta en el BIC Grenzing para este tríptico de clausura en casa, regional e internacional por su música e intérpretes.

Esplendores sonoros en el Camino

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Jueves 15 de julio, 20:00 horas. Iglesia de Santa María La Real de La Corte: Oviedo, Origen del Camino. Esplendores Sonoros: “Europa se hizo peregrinando a Compostela”. Susana García Lastra (órgano). Obras de: Soler, Correa de Arauxo, Galuppi, Clérambault, Martín y Coll, Froberger, Cornet y Arquimbau.

La profesora maliayesa Susana García Lastra se ha convertido en una de las mayores defensoras del órgano en Asturias. Desde su faceta como investigadora ha editado el libro «El órgano en el Principado de Asturias» junto a María Sanhuesa y Enrique Campuzano, todo un referente para conocer un detallado y minucioso inventario de los 55 instrumentos en nuestra región, de los que 11 han sido declarados Bien de Interés Cultural (BIC), sin olvidar nunca el papel de docente e intérprete así como el de organizadora del Ciclo de Órgano de Villaviciosa, rescatando la afición que nuestra tierra tiene por el instrumento rey desde aquel festival que CajAstur dejó de apoyar pese a una trayectoria histórica digna de seguir recordándola.

Este jueves nos daría un concierto dentro de las actividades centradas en la campaña «Oviedo, orígen del Camino» en uno de los órganos BIC desde 2017, el de La Corte de Oviedo, el único órgano barroco de la capital del Principado, que en el libro citado anteriormente señala su construcción en 1705 aunque más fielmente figure como de la segunda mitad del XVIII por su composición «muy completa, en mixturas y mutaciones». Restaurado por Gerhard Grenzing en 1988, ha pasado todo tipo de penurias desde entonces, tratado contra la carcoma en 2000 y el posterior desastre de 2003 cuando durante la reparación de las cubiertas del templo una tromba de agua lo dañó dejándolo totalmente inutilizado. Habría que esperar hasta 2010 para la nueva restauración de Grenzing y al menos se le ha salvado recuperando el aliento y gozando de buena salud, sin gemidos aguantando repertorios exigentes, recobrando una actividad necesaria para mantenerlos vivos.

El programa elegido por Susana G. Lastra recogió no solo música española que refleja la importancia de la llamada Ruta del Norte en el Camino Primitivo, sino también la principal ruta desde el sur a través de la Vía de la Plata, la primera representada por compositores como el Padre Soler, Martín y Coll o Domingo Arquimbau, y la segunda con el sevillano Francisco Correa de Arauxo, uno de los mejores compositores de música para tecla que encarna la transición hacia el primer Barroco en España.

Aunque sin organizarse cronológicamente, pudimos disfrutar de la riqueza tímbrica de este órgano barroco comenzando con una selección de Versos para «Te Deum» de Soler, excelente inicio de concierto con las sonoridades que esconde esta joya de instrumento, registros bien elegidos para cada número, destacando la majestuosidad de la trompetería que llena como nadie el templo real, junto a flautados y octavas más recogidos.

Interesante la elección de Il Buranello y su Sonata en re para recrear ese barroco italiano casi orquestal en el órgano, tres movimientos bien contrastados en tímbrica y aire que sonó fresca e ideal para la tubería barroca en una acústica siempre agradecida. Otro tanto con el Caprice sur les Grans Jeux (Louis-Nicolas Cléramault), más reposado que virtuosístico para adaptarse perfectamente al instrumento ovetense.

Aunque el barroco sea amplio en estilos y procedencias, tanto como la música elegida para el concierto, por mis gustos personales me quedo con el renacimiento español, todo un referente europeo y verdadero siglo de oro, los registros más íntimos y cercanos sin olvidarse del carácter virtuoso de muchas composiciones, y el gran Correa de Arauxo con los dos tientos elegidos, el paso al barroco con ese cierre del tercero de Sexto Tono que resultó el broche ideal del concierto.

Quiero destacar igualmente la inclusión del Baile de Seises de Domingo Arquimbau que me transportó no ya a Sevilla sino a Pamplona, ambas en todos los caminos que llevan a Santiago pero pasan por El Salvador (después el Siervo, primero el Señor), todo un homenaje sonoro a una tradición que aún se mantiene viva como las músicas de este esplendor organístico.

Público fiel y turistas que llenaron con todas las medidas de seguridad la iglesia de la Plaza Feijóo, demostrando, como la propia Susana comentó al final, que la cultura es segura y la música en vivo siempre irrepetible, además de otro regalo inglés de Maurice Greene (completando el anónimo Voluntary en la m del XVIII) donde poder utilizar ese efecto de «Pájaros» que cantaron en el atardecer ovetense del resucitado Grenzing.

La Serenissima Oviedo

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Jueves 10 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, sala de cámara, V Primavera Barroca, Accademia Bizantina, Ottavio Dantone (clave y dirección): Anónimo veneciano: obras de Vivaldi, Albinoni, B. Marcello, G. B. Platti y B. Galuppi.

Jugando con la historia-ficción, la Serenísima República de Oviedo fue una ciudad-estado situada en el norte de España, a orillas del mar Cantábrico, y que luego reunió bajo su dominio a todos los vénetos de Gijón, Avilés, más las cuencas del Nalón y Caudal formando un ocho que aglutinaría la mayor parte de la población astúrica. Su capital fue la ciudad de Vetusta, y existió como estado independiente desde el siglo IX hasta 1797. También se la conoce con el nombre de Serenissima Repubblica di San Mateo, pues es su santo patrono aunque el Salvador reine sobre todos. Paralelismo con Venezia aunque falten dogos y sobren jabalíes, pero la vida musical de esta república no tenía nada que envidiar a otras europeas, fuesen repúblicas, condados, monarquías o estados independientes.

Volviendo a la cruda realidad y saltando fronteras espacio temporales, Oviedo sigue siendo «La Viena del Norte» por la amplia oferta que esta semana arranca de jueves y termina el domingo, intentando contarlo todo desde aquí. El cura pelirrojo y músico veneciano más famoso moriría en la capital austríaca, y este jueves sería casi homenajeado en compañía de varios paisanos suyos.
Porque ya es «Primavera Barroca» en Vetusta, ciudad de película, casi un lejano séptimo sestiere de la fotogénica e invadida Venecia a la que nos transportaba allá por 1970 «Anónimo Veneciano«, una película de Enrico María Salerno con música original de Stelvio Cipriani protagonizada por la guapísima Florinda Bolkan y Tony Musante, en el papel de oboísta moribundo que nos descubriría a muchos la hermosísima música de Benedetto Marcello. Rememorando película y música llegaba la impresionante Accademia Bizantina de Ottavio Dantone, el barroco veneciano para hacer un repaso del concierto italiano en sus tres formas principales, concerto grosso, concerto ripieno y concierto con solista como bien explica mi tocayo sevillano Pablo J. Vayón en las notas al programa que dejo aquí.

Nuevo lleno en la sala de cámara ideal para este formato que tiene un público fiel, educado y entendido, con presencia de asistentes internacionales al «Congreso Internacional sobre las orquestas y la música sinfónica del siglo XIX en Europa» de la Universidad de Oviedo (también colaboradora con el CONSMUPA de las conferencias previas a estos conciertos primaverales) acompañados entre por los catedráticos Ramón Sobrino y Mª Encina Cortizo, así como el Concejal de Cultura Roberto Sánchez Ramos Rivi junto a Cosme Marina como director artístico de la Fundación Municipal de Cultura, y Antonio Moral, el director del CNDM que organiza este ciclo en colaboración con el Ayuntamiento de Oviedo, que esperemos deje ya firmada la sexta edición de esta primavera que resulta todo un éxito como pudieron comprobar «in situ», aunque haya comunicado su decisión de no seguir en el cargo.

La música nos transporta donde queramos, y continuando con imágenes muy personales, salían a escena los académicos bizantinos, doce apóstoles con su guía Dantone, todos de negro riguroso como las góndolas venecianas, respeto y tradición que no luto, para compartir con nosotros este nuevo testamento instrumental. Cada discípulo un virtuoso, Alessandro Tampieri concertino y casi mano derecha a la izquierda del Maestro, evangelizando junto a Lisa FergusonDiego Mecca y el otro Alessandro, Palmeri, más Tiziano Bagnati «discordante» por laúd, cuerda punteada frente al resto frotada e igual de fiel que el resto de compañeros.
Música cual palabra divina, serena, única, jugando con las formas desde un sonido cuidado, lleno de matices, limpieza en los planos, dinámicas en su punto capaces de convencer y vencer silencios, sonido bellamente moldeado por cada «sección» en el número ideal: tres primeros violines, tres segundos, para puntualmente actuar dos solistas, y seguir a pares con violas y cellos, más un contrabajo en perfecta comunión, el citado laúd que brilló siempre, especialmente en las dos propinas, y el «capo Ottavio» al clave, mandando con gestos, manos, respiraciones, trabajo de orfebre tímbrico en cada compositor y obra. Vivaldi en mayoría, para inaugurar cada parte (genial la Sinfonia de «Dorilla in Tempe», RV 709 con el guiño primaveral final) y cerrar este «concilio veneciano». El Concierto nº 5 en la mayor para dos violines, RV 519 no pudo ser mejor broche, antes de las dos propinas, excelencia de solistas con uniformidad sonora y artística, pero también Albinoni y su Sinfonia a 4 en fa mayor, el imprescindible Benedetto Marcello de esta «película» con el Concerto grosso en mi menor, op. 1 nº 2 reconstruido por el propio Dantone, ejerciendo de virtuoso solista en el Concierto para clave y cuerdas en la mayor, I-57 nº 6 de Giovanni B. Platti, nuevo asombro de dinámicas, balances y textura para irnos al descanso con excelente sabor de boca.

El barroco de libro, las tres formas mostradas en plenitud, los tiempos alternados, duraciones breves que hacen de estas músicas las ideales para un consumo responsable cuando se interpretan con esta calidad, trece virtuosos más que suma de doce y uno para conseguir un sonido genuino, empastado, agradable al más exigente, haciendo reconocible hasta el propio Anónimo veneciano del Concierto en sol menor reconstruido por el Maestro Ottavio con sus adláteres, receta de tres tiempos con aroma propio, misma tonalidad que la de «Il Buranello» Galuppi con su Concierto nº1 a 4 en sol menor que en compañía de famosos brilló al mismo nivel. Grandeza de una música no siempre respetada, manida sin contemplaciones, explotada comercialmente de reclamo para todo, que cuando se interpreta como lo hacen Dantone y sus doce apóstoles la convierten más en «palabra de dios barroco», sin tomar su nombre en vano y santificando estas primaveras de la Serenissima Oviedo.
Atentos que cada día hay ceremonias en El Templo de Beca, esperando no nos expulsen