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Carta a SS.MM.

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Muy señores nuestros, si me permiten este trato epistolario:

Como todavía queda algo de inocencia (será por los años), lo único que les pido a Los Magos (lo de reyes cada vez lo llevo peor y no solo por esta tendencia mía a La República) es pasar la hoja del calendario a este nuevo año con rima fácil y poco educada aunque cause risa (como «caca, pedo, culo, pis»…).

Musicalmente, y a la vista de cómo sigue el mundo lleno de guerras, genocidios, odio y las tristes circunstancias de las que parecemos no aprender, solo pido mantener toda la música a ser posible en PAZ, FRATERNIDAD y AMOR como pidió Riccardo Muti el primero de año desde Viena, aunque sé que la SALUD es el mejor regalo en estos tiempos.

Sin necesidad de aniversarios (y en 2025 también tenemos varios para celebrar), como todo los años que son como mi Scalextric, pido poder escuchar en mi tierra la Octava Sinfonía «De los Mil»  de Mahler con todas nuestras orquestas (OSPA, OvFil, la Universitaria ya renacida), coros («El León de Oro», grandes, chicas doradas, chicos de hierro, «piedras» y peques, igual que el de la Fundación Princesa, la Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo» y también una Escolanía -pues a la de Covadonga la han «desaparecido»- más la de San Salvador…), junto a solistas de los que tenemos un montón y ¡de primera! en nuestra querida Asturias y de todas las tesituras: Beatriz Díaz, Elena Pérez Herrero, Ana Nebot, Lola Casariego, la joven María Heres, Alejandro Roy, David Menéndez, Miguel Ángel Zapater, Juan Noval-Moro… (algunos «adoptados» o directamente de nuestra familia cordobesa). Sería lo más deseado de mi larga lista… Para todos ellos siempre les pido a ustedes mucho trabajo, pues los éxitos llegan con el esfuerzo y eso no les falta nunca.

Eso sí, mantengo mi ilusión de contar con Pablo González como director de un acontecimiento que saben me copió Dudamel, al que le perdono casi todo… y mi tocayu ya dirigiese en Barcelona cuando estuvo de titular, también finalizado su contrato con la OCRTVE, así que aprovecho para pedirles «le den una orquesta» para este 2025 y siguientes, pese a que no le falta trabajo. Ya por redondear este paquete, podrían traernos un concertino para la OSPA, pues seguimos huérfanos y necesitados desde la jubilación de nuestro querido Sasha, y que se acierte en el nombramiento de una gerencia que la ayude a seguir creciendo con su titular portugués (¡por favor que no nos lo lleven!).

Con la ilusión infantil de este día tampoco quiero olvidarme de pedirles muchos conciertos para Forma Antiqva, esperando les llegue un Grammy clásico (se lo merecen), sobre todo a los tres hermanos Zapico que pese a todo, siguen «a tope» haciendo historia volando «desde casa», actuando solos, con otros ensembles, pero especialmente con «su formación», así como pedir que sigan grabando nuevos discos, juntos o por separado, pues siempre son el mejor regalo en cualquier día del año.

También quiero recordar a mis queridos pianistas con la mierense nacida en la capital Carmen Yepes en Madrid a la cabeza de los también docentes y «emigrados» como Mario Bernardo o Martín García. Todos ellos, junto a Henar F. Clavel, están creciendo en todos los sentidos, sin olvidarme de mis admirados Diego Fernández Magdaleno, Judith Jáuregui (que será de nuevo mamá este año como el mejor y mayor regalo) o mi querida venezolana Gabriela Montero, a quienes les vendrá bien seguir trabajando mucho en este recién estrenado 2025.

Mantengo la ilusión y pido más composiciones de Jorge Muñiz junto a las de la joven e inconmensurable pareja Guillermo Martínez (al menos que siga igual de fructíferoy Gabriel Ordás (en Manhattan formándose y trabajando en la distancia), pues siguen estando de lo más inspirados, regalándonos muchos estrenos tal como les había pedido en otras cartas. Gracias señorías…

Y por mantener la ilusión, aunque como decía mi madre «parece que te hizo la boca un fraile», continúo reclamando a los llamados «gestores culturales» les den mucho más trabajo a los de casa, no por patrioterismo o «aldeanismo» barato sino por la calidad contrastada, incluso que varíen de agencias porque acaban repitiéndolas más que el ajo.

Este año no pido nada para mis violinistas favoritos que se van haciendo mayores, pero siguen trabajando y bien: Ignacio Rodríguez sigue emigrado en Bélgica y María Ovín continúa en la OSPA, creciendo como personas y artistas… solo desearles que continúen los éxitos.

Para mi adorada Beatriz Díaz siempre les escribo otra carta porque se merece todo lo que le traigan en este 2025 y mucho más. Además de darle de nuevo las gracias a la soprano asturiana, felicitarla por un repertorio que sigue creciendo tanto como su agenda aunque esperemos mucha más ópera y zarzuela en el Campoamor (como fue su gran protagonista de La Rosa del Azafrán), tras su esperada Mimí en Alicante y hace poco un Manojo madrileño a tope), por lo que les sigo pidiendo llevarla al Teatro Real de Madrid o al Liceu barcelonés. En Tokio o Brasil ya ha triunfado, en Italia «la piccolina» ya es casi suya, y continúa teniendo fechas por Europa pero debo recordarles que en Londres, Viena o Nueva York aún no se han enterado cómo canta, y Vds. lo saben por ser Magos… la magia de la soprano allerana es tan única como la suya y debemos compartirla.

Para la ópera necesitaría otra carta de adulto, pero mi recordada mamá me repetía aquello de «contra el vicio de pedir, la virtud de no dar»… al menos mantenerla en Asturias apostando por títulos nuevos (parece que se va logrando) sin olvidarnos de los «top» y seguir dando oportunidades a nuevas voces y públicos.

A todos mis amigos músicos repartidos por el mundo les mando siempre «MUCHO CUCHO®» antes de cada actuación, normalmente de vaca asturiana, y podría escribir otra misiva más detallada para tantos como tengo repartidos por el planeta (para que luego digan que existe la «maldición» ENTRE MÚSICOS TE VEAS). Al menos me consta que «los envíos» llegan a destino y se agradecen, incluso con emoticonos que ya son universales (🚜💩💩💩💩💩💩💩🐄).

Por ultimo no quiero olvidarme de mi Ateneo Musical de Mieres del que me regalasteis su presidencia allá por junio de 2018, pidiendo la misma salud que en el recién finalizado 2024 en que cumplíamos seis años (esta vez la Lotería no tocó pero sí nuestros músicos que no pararon), esperando mantengan su Banda Sinfónica y agradecerles haber hecho un buen relevo de nuestro querido Antonio Cánovas (ya en su tierra murciana y dirigiendo la Banda de Águilas) con un prometedor e ilusionado Nando Castelló. Poder mantener el mismo nivel a lo largo de estos seis años y llevar su música, además del nombre de nuestra «Hermosa Villa» lo más lejos posible con una calidad y programas que son la envidia de muchos, es un deseo que se sigue cumpliendo y nuestros «13 Reyes» estrenados en la Folixa de Mieres triunfaron en Lorient, esperando ya el 31 de mayo para volver a disfrutarlo en el Auditorio de Oviedo con los «hermanos» de la Banda de Gaites «La Laguna del Torollu» e Iñaki Santianes comandando este proyecto que se hizo realidad. Salud es lo importante porque ganas e ilusión no faltan.

A propósito, si pudieran dejar la música en la educación un poco más que ínfima y optativa, entonces descansaría (no tiro fuegos artificiales por respeto a los perros…) pero ya ven que no está entre las peticiones musicales de este mi tercer curso fuera de ella. La LOMLOE o Ley Celáa sigue empeorando leyes anteriores (y recuerdo que iban ocho en 37 años) en pos de una generación de ignorantes digitales y adictos al móvil (no pienso escribir nada de la mal llamada INTELIGENCIA ARTIFICIAL que parece un oximorón), aunque mantengo la esperanza que algún día se alcance un pacto de estado donde la educación sea inversión en vez de gasto y prime el menos común de los sentidos en vez de la partitocracia que intenta reescribir la historia a base de tantos eufemismos. Aunque suene un tanto repipi la esperanza nunca la pierdo.

Gracias señores majos y Magos (de donde vengan utilizando el transporte que tengan (saben de sobra que los carburantes son más caros que el pienso). Que sigan llenándonos de esperanza e ilusiones todos los días de este 2025.

Y como siempre, que no se me olvide

¡Hala Oviedo!

Pablito, 12 años

Carta a SS.MM.

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Muy señores nuestros, si me permiten este trato epistolario:
Como todavía queda algo de inocencia (será por los años), lo único que les pido a Los Magos (lo de reyes cada vez lo llevo peor y no solo por esta tendencia mía a La República) es pasar la hoja del calendario aunque el «bicho» del Covid siga entre nosotros conviviendo con la gripe habitual.
Musicalmente, y a la vista de cómo está el mundo lleno de odio, guerras, genocidios y las tristes circunstancias de las que parecemos no aprender, solo pido mantener toda la música posible, a ser posible en PAZ, aunque sé que la salud es el mejor regalo en estos tiempos.
Sin necesidad de aniversarios (y en 2024 hay muchos para celebrar), como todo los años que son como mi Scalextric, pido poder escuchar en mi tierra la Octava Sinfonía «De los Mil»  de Mahler con todas nuestras orquestas (OSPA, OvFil, la Universitaria ya renacida), coros («El León de Oro», grandes, chicas doradas y peques, igual que el de la Fundación Princesa, la Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo» y también la Escolanía de Covadonga -que la han «desaparecido»- más la de San Salvador…), junto a solistas de los que tenemos un montón y ¡de primera! en nuestra querida Asturias y de todas las tesituras: Beatriz Díaz, Elena Pérez Herrero, Ana Nebot, Lola Casariego, la joven María Heres, Alejandro Roy, David Menéndez, Miguel Ángel Zapater, Juan Noval-Moro… (algunos «adoptados» o directamente de nuestra familia cordobesa). Sería lo más deseado de mi larga lista… Para todos ellos siempre les pido a ustedes mucho trabajo, pues los éxitos llegan con el esfuerzo y eso no les falta nunca.
Eso sí, mantengo mi ilusión de contar con Pablo González como director de un acontecimiento que saben me copió Dudamel, al que le perdono casi todo… y mi tocayu ya dirigiese en Barcelona cuando estuvo de titular, y ya que se ha despedido de la OCRTVE, aprovecho para pedirles le den una orquesta para este 2024 y siguientes. Ya por redondear este paquete, podrían traernos un concertino para la OSPA, pues llevamos huérfanos y necesitados desde la jubilación de nuestro querido Sasha. Darles las gracias porque sí nos trajeron al fin un titular, y además «vecino».
Con la ilusión infantil de este día tampoco quiero olvidarme de pedirles mucho trabajo para Forma Antiqva, esperando les llegue un Grammy clásico (se lo merecen), sobre todo a los tres hermanos Zapico que pese a todo, siguen «a tope» haciendo historia volando desde casa, actuando solos, en otros ensembles, y especialmente en «su formación», así como pedir que sigan grabando nuevos discos, juntos o por separado, pues siempre son el mejor regalo.
También quiero recordar a mis queridos pianistas con la mierense nacida en la capital Carmen Yepes en Madrid a la cabeza de los también docentes como Mario Bernardo, a Martín García o Henar F. Clavel que están creciendo en todos los sentidos, sin olvidarme de mis admirados Diego Fernández Magdaleno, Judith Jáuregui (que será mamá este año como el mejor y mayor regalo) o mi querida venezolana Gabriela Montero, a quienes les vendrá bien seguir trabajando mucho en este recién estrenado 2024 tras ir recuperando todos ellos fechas.
Mantengo la ilusión y pido más composiciones de Jorge Muñiz junto a las de la joven e inconmensurable pareja Guillermo Martínez (que este pasado año sigue igual de fructíferoy Gabriel Ordás (que tambén se ha ido a USA para proseguir sus estudios), pues siguen estando de lo más inspirados, regalándonos muchos estrenos tal como les había pedido en mi carta del 2023. Gracias señorías…
Y por mantener la ilusión, aunque como dice mi madre «parece que te hizo la boca un fraile» (?), continúo reclamando a los llamados «gestores culturales» les den mucho más trabajo a los de casa, no por patrioterismo o «aldeanismo» barato sino por la calidad contrastada, incluso que varíen de agencias de contratación… saben de sobra que la Cultura ha demostrado además de ser Segura resultar la mejor inversión en tiempos difíciles.
Este año no pido nada para mis jóvenes violinistas favoritos que se van haciendo mayores, pues están trabajando y bien (Ignacio Rodríguez sigue emigrado aunque ahora en Bélgica y María Ovín continúa en la OSPA), creciendo como personas y artistas… solo desearles que continúen los éxitos.
Para mi adorada Beatriz Díaz siempre les escribo otra carta porque se merece todo lo que le traigan en este 2024 (el Año Puccini que debería celebrarse contando con su voz) y mucho más. Además de darle de nuevo las gracias a la asturiana, felicitarla por un repertorio que sigue creciendo tanto como su agenda aunque espere mucha más ópera y zarzuela en el Campoamor como protagonista (con ganas de La Rosa del Azafrán), pues al fin le trajeron el año pasado su esperada Mimí en Alicante (donde le cambiaron hasta su apellido Díaz por Martínez), por lo que les sigo pidiendo la lleven al Teatro Real de Madrid o al Liceu barcelonés. En Tokio o Brasil ya ha triunfado, en Italia «la piccolina» ya es casi suya, y continúa teniendo fechas por Europa, pero recordándoles que en Londres, Viena o Nueva York aún no se han enterado cómo canta, y Vds. lo saben por ser Magos… la magia de la soprano allerana es tan única como la suya y debemos compartirla.
Para la ópera necesitaría otra carta de adulto, pero mi mamá dice que vale ya de pedir… al menos mantenerla en Asturias apostando por títulos nuevos sin olvidarnos de los «top» y seguir dando oportunidades a nuevas voces y públicos.
A todos mis amigos músicos repartidos por el mundo les mando siempre «MUCHO CUCHO®» antes de cada actuación, normalmente de vaca asturiana, y podría escribir otra misiva más detallada para tantos como tengo repartidos por el planeta (para que luego digan de la «maldición» ENTRE MÚSICOS TE VEAS). Al menos me consta que los envíos llegan a destino y se agradecen, incluso con emoticonos que ya son universales (🚜💩💩💩💩💩💩💩🐄).
Por ultimo no quiero olvidarme de mi Ateneo Musical de Mieres del que me regalasteis su presidencia en junio de 2018, pidiendo la misma salud que en el recién finalizado 2023 en que cumplíamos nuestro primer lustro (incluso con la Lotería que no les pedía tocase, porque ya lo hacían nuestros músicos, pero que les agradezco nos trajeran ¡una pedrea!), esperando mantengan su Banda Sinfónica y acertemos en el relevo de Antonio Cánovas (a quien le han traído destino en su tierra murciana y la dirección de la Banda de Águilas). Poder mantener el mismo nivel tras cinco años sin parar (ni siquiera con el Covid), y llevando su música, además del nombre de nuestra «Hermosa Villa» lo más lejos posible con una calidad y programas que son la envidia de muchos. Salud es lo importante porque ganas e ilusión no faltan.
A propósito, si pudieran dejar la música en la educación un poco más que ínfima y optativa, entonces tiraría fuegos artificiales… pero ya ven que no está entre las peticiones musicales en este mi segundo curso fuera de ella. Pero veo que la LOMLOE  (Ley Celáa) sigue empeorando leyes anteriores (y dicen que van ocho en 36 años),en pos de una generación de ignorantes digitales y adictos al móvil, aunque mantengo la esperanza que algún día se alcance un pacto de estado donde la educación sea inversión en vez de gasto y prime el menos común de los sentidos en vez de la partitocracia que intenta reescribir la historia a base de tantos eufemismos. Aunque suene un tanto repipi la esperanza nunca la pierdo.
Gracias señores majos y Magos (de donde vengan) utilizando el transporte que tengan (saben de sobra que los carburantes son más caros que el pienso), sin entrar en cabalgatas de las que no opino, y menos con Baltasar descolorido… Que sigan llenándonos de esperanza e ilusiones todos los días de este 2024 olímpico y bisiesto.
Y como siempre, que no se me olvide

¡Hala Oviedo!

Pablito, 12 años

Emociones con Gabriela Montero desde Amsterdam

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El canal musical «Mezzo» que cumple 25 años, ha retransmitido este sábado 29 de abril a las 20:30 la grabación en vivo de un concierto en la capital holandesa muy emotivo por la participación de mi querida venezolana Gabriela Montero con la Orquesta del Royal Concertgebouw de Amsterdam bajo la dirección de la lituana Mirga Gražinytė-Tyla, celebrado el pasado día 21, con una toma de sonido y realización perfecta como es de esperar en este canal de pago especializado en «música seria».

La famosa sala de conciertos de la capital holandesa acogía un programa de lo más atractivo que abría la obra De Profundis de Raminta Šerkšnytė (Kaunas, 1975), un canto sinfónico sin palabras donde la cuerda de la Royal Concertgebouw de Amsterdam, casi como un coro instrumental, sonó como lo que es: una de las mejores del momento, labrada a lo largo de años. Si además está al frente Mirga Gražinytė-Tyla (titular desde febrero de 2016 en la City of Birmingham Symphony Orchestra relevando nada menos que a los Rattle, Oramo o Nelsons) nada puede salir mal. La directora lituana tiene un gesto claro y amplio, precisión milimétrica y una carga sentimental que transmite en cada compás. Maravilloso sonido de la cuerda de estos holandeses universales y hermosa partitura la de su compatriota, escritura actual evocadora de los grandes coros bálticos no exenta de espiritualidad y poesía, impactantemente melancólica y evocadora como así la entendió la maestra Mirga de apellido «impronunciable», muy aplaudida junto a la compositora, presente en la sala. A propósito, me encantan las escaleras por la que se accede al escenario y el público también presente en la zona trasera.

Mi admiración por la pianista venezolana viene de lejos y sus directos (atesoro muchos) nunca dejan indiferente a nadie, pues puedes escucharlos dos días seguidos resultando totalmente distintos. El Concierto  n° 1 para piano y orquesta en si bemol menor, op. 23 de Piotr Ilich Tchaikovsky (1840-1893) se lo escuché en Málaga hace siete años y está entre los grandes de su repertorio.

Gabriela Montero ha ido ganando poso interpretativo y manteniendo su entrega pasional en cada obra, la perspectiva vital ya madura que en este concierto volvió a dejarnos. Impresionado por su fuerza y perfecto entendimiento con la joven Mirga dirigiendo la Royal Concertgebouw Orchestra de Amsterdam. La realización nos permitió captar cada detalle, las esperas, la concentración, los fraseos, la digitación, la escucha de todos, y cuando una orquesta suena como la holandesa (ahora Países Bajos), es lógico que el piano solista brille aún más.

El Allegro non troppo e molto maestoso arrancó brillante en tempi y fuerza por parte de todos, ganando en intensidad no solo dinámica sino emocional, verdaderamente majestuoso, de sonido contundente en toda la gama tanto solista como orquesta, arpegios perlados, contestaciones impecables y la directora lituana transmitiendo el lirismo de esta joya.

Contrastes excelsos desde la densidad a la calma, el rubato que Montero entiende a la perfección y Gražinytė-Tyla devolvió a una orquesta en estado de gracia. Octavas vertiginosas al piano, pizzicatti y maderas contestando para preparar la primera cadencia «marca de la casa» con esos diálogos casi sinfónicos que escribió el ruso.

Tras la tempestad llega la calma del Andantino semplice, solo simple el calificativo y compleja escritura que presentó una flauta ideal con esa textura única y la escritura de staccatti virtuosos de la venezolana que en televisión aún resultan más mágicos por su ligereza. De nuevo la complicidad entre podio, orquesta y solista con una realización y toma de sonido adecuadas nos permitieron paladear todo el movimiento central.

Quedaba el Allegro con fuoco, toda una fantasía de colores imaginada en un ballet ruso donde los dedos sobre el piano danzaban vertiginosamente y la batuta de la lituana ejecutaba con la respuesta orquestal perfecta en cada atril, encajando todo. Misma entrega global, mismo sentido interpretativo en un virtuosismo maduro donde la música es protagonista total y Gabriela Montero volcó su magia, potencia y lirismo que emocionan como siempre aunque sea desde la distancia.

En los conciertos de la venezolana afincada en Barcelona, aunque su agenda le deje «poco Mediterráneo», no pueden faltar sus improvisaciones, casi tan esperadas como el concierto de solista, y en la capital de los Países Bajos le cantaron una melodía que transformó en una página bachiana como si «Mein Gott» la poseyese para convertir lo popular en clásico desde el paraíso de las 88 teclas. Bravo por Gabriela.

El concierto de Gražinytė-Tyla con la Royal Concertgebouw Orchestra lo cerraría el compositor polaco Mieczyslaw Weinberg ó Wajnberg (Varsovia, 1919 – Moscú, 1996) felizmente recuperado en nuestro tiempo, y de su amplísimo catálogo con 22 sinfonías, la nº 3 en si menor, op. 45 (1949, re. 1959) está grabándose y sonando con cierta frecuencia. Estrenada el 23 de marzo de 1960 tras una amplia revisión tras múltiples circunstancias de todo tipo en Moscú por la Orquesta Sinfónica de la Radio y Televisión de la URSS dirigida por Alexander Gauk.

La interpretación televisada nos deja un registro muy interesante por la visión de la lituana y la orquesta ideal para esta sinfonía. Un Allegro optimista donde lucirse maderas y metales, el furor del maestro Shostakovich contrastado por lo bucólico del final. Muy rítimico el Allegro giocoso sin apenas respiro hasta la coda. El Adagio del tercer movimiento nos devolvió la cuerda sedosa de los holandeses y el fraseo claro de la lituana, melancolía hasta el clímax para devolvernos la esperada calma antes del último Allegro vivace donde gozar de las trompetas y la percusión, toma de sonido perfecta en esta transmisión en alta definición, y un vals que la batuta de Gražinytė-Tyla pareció bailar hasta ese brillante final del compositor «ruso», con mucha música aún por escuchar que la lituana está defendiendo y difundiendo, esperando sea con la calidad de esta tercera nórdica a más no poder.

Una genial tarde de sábado en casa pero disfrutando con estas músicas como si estuviese «in situ», más estando con mi querida Gabriela al piano.

Dos almas y un solo latido

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Lunes 13 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Clausura de las Jornadas de Piano «Luis G. Iberni»: Gautier Capuçon (chelo), Gabriela Montero (piano). Obras de Schumann, Mendelssohn y Rachmaninov.

Los conciertos de mi querida Gabriela Montero son siempre únicos, irrepetibles, con la emoción a flor de piel, sea sola, con orquesta o esta vez de nuevo en Oviedo compartiendo escena nada menos que con el gran cellista francés Gautier Capuçon, siempre acertado en la elección de sus pianistas (Argerich o Yuja Wang entre las algunas), la reunión de dos talentos, dos almas, dos músicos enormes haciendo música juntos y latiendo como un solo corazón. Giras muy largas con distintos programas y con «jet lag» pero suficientemente preparados para comenzar un viaje a dúo desde Oviedo a Las Palmas pasando por Bilbao en un programa romántico que fue de menos a más en intención, emoción, entendimiento y buen hacer entre dos viejos conocidos.

Primera parte con Leipzig como punto de unión, la Fantasiestücke para violonchelo y piano, op. 73 de Robert Schumann (1810-1856) originalmente para clarinete pero que el cello de Capuçon transporta al lirismo puro, algo corto en sonido, echando de menos una tarima que hiciese de caja de resonancia, y el piano con la tapa abierta para comprobar todos los matices que Montero es capaz de sacar. Tres movimientos cuyos títulos expresan lo que pudimos escuchar: I. Zart und mit Ausdruck (Dulce y con expresión), arranque tenebroso y camerístico, dinámicas ajustadas, melodías y contracantos claros; II. Lebhaft, leicht (Animado, ligero), cristalino en ambos, de la melancolía inicial al optismo, energías bien encauzadas; y el III. Rasch und mit Feuer (Rápidamente y con fuego), apasionado, frenético en ambos, «virtuosismo mutuo… que finaliza de modo épico» como bien escribe Mirta Marcela González en las notas al programa (enlazadas arriba en los autores). Así lo entendía Schumann, su enamorada Clara y los grandes románticos para quienes los términos italianos les quedaban cortos para intentar explicar no ya la intención sino la entrega exigida. Maravilloso entendimiento de dos músicos tan distintos tocando como un solo ente, con muchos años compartiendo escenarios por todo el mundo.

A Félix Mendelsshon-Bartoldy (1809-1847) le debemos el rescate de «Mein Gott Bach», y hay mucho del «kantor» en la Sonata nº 2 para violonchelo y piano en re mayor, op. 58, cuatro escenas más que tiempos, donde los intérpretes dialogan, participan, comparten protagonismo, sin olvidar que todos los compositores elegidos para esta clausura de las jornadas de piano fueron grandes pianistas. Se nota en la escritura predominante aunque el violonchelo canta en todos ellos convirtiendo esta sonata casi en lieder similares a las «Romanzas sin palabras» o incluso corales luteranos donde el teclado quiere evocar al órgano, cuatro movimientos cual relatos llenos de claroscuros sobre los que triunfa siempre la luz. De nuevo admirable el entendimiento en los aires elegidos, en la intención: el I. Allegro assai vivace pletórico, atacado con valentía y con matices increíbles, de los que hacen cortar el silencio, seguido de un técnico y contenido II. Allegretto scherzando, bachiano con juegos de pizzicatos «orgánicos» contestados por el piano; el III. Adagio emocionante por la profundidad en ambos virtuosos, los graves del chelo que vibran como pocos instrumentos mientras el piano suelta destellos y perlas; para terminar el brillante IV. Molto allegro e vivace, perfectamente encajado entre dos solistas que se unen para engrandecer la llamada música de cámara, un dúo como unidad. Impresionante el respeto por el sonido, los finales ajustados en duraciones que quedan flotando en el ambiente derrochando pasión por la música.

Sergei Rachmaninov (1873-1943) no debe faltar en ninguno de los dos músicos porque hay simbiosis interpretativa y amor por unas páginas que tienen mucho de bocetos orquestales. La Sonata para violonchelo y piano en sol menor, op. 19 (1901) es contemporánea del archiconocido segundo concierto para piano y tiene la firma inconfundible del ruso con motivos reconocibles tanto en el piano como en el chelo, lo que se tradujo en una entrega emocional en los cuatro movimientos, un sonido muy cuidado por parte de los dos solistas, la continuidad romántica de la primera parte elevada al altar romántico que nunca debe faltar. El chelo comenzando solo, susurrando el piano en el I. Lento. Allegro moderato, atacando esas melodías sinfónicas dialogadas, individualidades bien entendidas; profundo el II. Allegro scherzando, acoplado al detalle con un «tempo» vertiginoso y limpio, el virtuosismo del ruso para unas melodías únicas desde el chelo de Capuçon y el piano de Montero; momento álgido de emociones el III. Andante, protagonismos alternados con el violonchelo sinfónico y el piano solístico en conjunción envidiable, la grandiosidad de una partitura que toma vida en cada nota con dos músicos entregados antes del IV. Allegro mosso, en la línea del tercer concierto de piano por la potencia sonora en ambos, Gabriela apoteósica, Gautier inconmensurable, despliegue de matices, rubatos encajados, tímbricas redondeadas, vuelos de paloma cantados al cello, cielo azul del piano, poesía musical de dos almas latiendo con un solo corazón. No se puede pedir más en una interpretación cálida, entregada y cercana del mejor Rachmaninov.

Público en pie jaleando una interpretación magistral del ruso de quien nos regalaron su Vocalise en arreglo propio de ambos en otra muestra de Música con mayúsculas, el Sergei que enamora, que no pasa de moda, entendido por los dos intérpretes de altura con una obra intensa y corta. Aún nos dejarían otra personalísima visión del tema más conocido (nº18)  de las Variaciones sobre un tema de Paganini, la reducción orquestal a dúo capaz de convertir lo pequeño en grande, bocetos tan artísticos como el original cuando se interpretan como Capuçon y Montero en un encuentro para el recuerdo.

Todavía hubo tiempo para firmar discos, programas, fotos con compatriotas, invitaciones a queso venezolano y alguna que otra confidencia entre amigos, a pesar del madrugón que les esperaba. Siempre quedamos con ganas de más

Programa para celebrar 20 años

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Oviedo sigue siendo «La Viena del Norte» español, y los Conciertos del Auditorio junto a las Jornadas de Piano «Luis G. Iberni» llegan a sus veinte años con una programación muy completa que hará las delicias de todos los melómanos no solo asturianos sino de los muchos que acuden a la capital del Principado ante su excelencia musical que también tiene una Primavera Barroca camino de los seis años, más ópera y zarzuela en su amplia oferta junto a un festival de verano próximo a comenzar que busca también un hueco estival en los museos arqueológico y de Bellas Artes, incluso un concierto de órgano en La Corte, todo citas para apuntar en las agendas.

De los pianistas que siguen sumando a la amplia nómina que Oviedo ha tenido siempre a lo largo de su dilatada historia, para la temporada extraordinaria de los 20 años las jornadas que llevan el nombre de nuestro recordado Luis Iberni contaremos con la donostiarra Judith Jáuregui que continúa asentando una carrera internacional de primera sin olvidarse de nuestra tierra que lleva visitando hace años en distintos ciclos, abriendo las jornadas con el Cuarteto Singnum en noviembre, continuando con Piotr Anderszewski, el surcoreano Kun-Woo Paik con la Oviedo Filarmonía (OFil), orquesta residente del ciclo, un marzo con el siempre esperado San Sokolov en solitario o Daniil Trifonov nada menos que con la orquesta del Mariinski de San Petersbrugo y Valeri Giergiev a la «batuta», para ir avanzando primavera con Javier Perianes en solitario, otro pianista conocido y querido en Asturias, y mi adorada Gabriela Montero en mayo a dúo con el chelista Gautier Capuçon, pareja reconocida que se unen en un broche de oro a estas jornadas.

En el ciclo paralelo (conjunto para quien quiera abonarse a ambos) de los Conciertos del Auditorio , las grandes voces tienen su terreno propio junto a distintos solistas instrumentales y formaciones orquestales de alto voltaje. Del universo lírico abrirá temporada en octubre Gregory Kunde que sigue disfrutando de una segunda juventud, las sopranos Patricia Petibon con La Cetra y Andrea MarconJulia Lezhneva o Ermonela Jaho con la OFil en febrero y abril respectivamente, con Michael Antonenko dirigiendo a la primera y compartiendo programa con el tenor Benjamin Bernheim la segunda, otro más de los conocidos como el tenor Ian Bostridge con Fabio Biondi y Europa Galante, o la estrella de los contratenores Philippe Jarouskky que vuelve a Oviedo, esta vez con el Ensemble Artaserse, para cerrar temporada con el concierto extraordinario de Juan Diego Flórez y Vincenzo Scalera al piano.
Tomar nota de los instrumentistas de altura como la violista Isabel Villanueva que actuará con la OFil y Yaron Traub a la batuta, la violinista Veronika Eberle con la Filarmónica de Hamburgo y el incombustible Kent Nagano en la dirección, o la virtuosa Hilary Hahn con la Filarmónica de Radio Francia y Mikko Franck; el flautista Emmanuel Pahud vendrá con la Orquesta de Cámara de París y el director escocés Douglas Boyd, el chelista Nicolas Altstaedt que también hará de director con la OFil, más la esperada visita de la Gustav Mahler Orchestra con la dirección del excelente Jonathan Nott y la participación del Coro de la FPA, sin dejarme en el tintero el regreso de René Jacobs que nos traerá un cuarteto vocal con su Orquesta Barroca de Friburgo y el RIAS Kammerchor de Berlín, uno de los mejores coros del mundo, en un mes de mayo para no perdérselo.

En pleno verano, al menos de calendario, felicitar a la organización de estos conciertos y tocando madera para evitar cancelaciones que en el mundo musical son más frecuentes de lo deseado trastocando el trabajo de meses y obligando a encontrar otras fechas o intérpretes que no siempre son igual de bien recibidos aunque seamos comprensivos.

Música entre amigos

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Viernes 28 de octubre, 20:00 horas. Málaga, Teatro Cervantes: Programa 3 OFM (Orquesta Filarmónica de Málaga), Gabriela Montero (piano), Manuel Hernández-Silva (director). Obras de T. Marco y P. I. Tchaikovsky.
Había que cruzar España para no perderse un concierto en el que volvían a reencontrarse dos amigos venezolanos en mi segunda casa en el segundo día del tercer programa de la OFM con su titular al frente.

Para comenzar la Sinfonía nº 10… «Infinita» del madrileño Tomás Marco (1942) que estrenase en el Festival de Santander el 14 de agosto de 2012 con todas las evocaciones cántabras que vienen más de los títulos de los movimientos aunque resulten de lo más evocadores, al menos para un oyente asturiano, trabajadas con un material sonoro modelado por Marco como pocos de sus contemporáneos, y que desde mi perspectiva suenan cercanos: el 1 Reverso de la marea inquietante presenta registros extremos y matices amplios con un ritmo de los parches en glisandi unido al de todas las secciones. 2 Mar y monte me resultó profundo y grave en tesituras incluida el arpa junto a unos timbales poderosos, el contraste de color y hasta de olor, totalmente distinto del 3 Rincón de poetas, mortecino y celeste por los toques de arpa y fagot más un solo de viola hermoso a cargo de Evdokia Erchova, o ese dúo de flautas mitológicas en ambientes lúgubres, los dos movimientos que en cierto modo vuelven al ciclo vital y paisajístico, 4 Cumbre y valle, 5 Colores de la caverna, vigor majestuoso de tempestades con origen marino y perlas de espuma salpicando en los cellos, más evocador que los dos primeros cual vistas marinas desde las alturas con canto de los bronces como sirenas, las literales del faro de Ajo cuando hay niebla, contrabajo y glisandos varios de esa incertidumbre inestable en continuo juego de dinámicas sin opulencia, timbres etéreos con sordina disipada en un solo de trompa de Cayetano Granados antes de los nuevos embites del hombre primitivo en Altamira, solo de fagot (a cargo de Alberto Reig) y calma cortada por armónicos preparando un final in crescendo tras un enorme trabajo de dirección e interpretación a cargo de la orquesta malagueña que alcanzó momentos de total entendimiento con su titular Hernández-Silva que demuestra nuevamente su talento y profesionalidad en todos los repertorios, sacando de sus músicos lo mejor. Unir magisterio y rigor al trabajo continuado marca la trayectoria ascendente de director y orquesta que solo con tiempo se alcanza, y el venezolano deja huella por donde pasa. El propio Tomás Marco, presente los dos días, compartió aplausos para una «infinita» sinfonía que cambió el Cantábrico por el Mediterráneo de manos de un caribeño con espíritu asturiano.

La esperada segunda parte me devolvía el Concierto nº1 para piano y orquesta en si bemol menor, op. 23 (Tchaikovsky), totalmente distinto al reciente de Oviedo, con una Gabriela Montero lesionada en el dedo anular de su mano derecha por un percance doméstico que a punto estuvo de cancelar, incluso con el sobreesfuerzo del día anterior podría hacerme pensar que mermaría la parte técnica, cosa que no ocurrió, máxime cuando su musicalidad es superlativa y el entendimiento alcanzado con su amigo compatriota fue sobresaliente. Concierto exigente para todos, el Andante non troppo e molto maestoso-Allegro con spirito marcó la pauta a seguir, la fortaleza física y sonora de la pianista, el equilibrio orquestal y el encaje ideal de la batuta con la solista para una página conocida que utiliza un motivo popular ucraniano más el segundo romántico en plenitud de pasiones e «inquietante ansiedad» que escribe José Antonio Cantón en las notas al programa. Tras ese volcán sonoro y cristalino donde pudimos disfrutar de todos los detalles, el Andantino semplice-Allegro vivace assai central fue un remanso remando todos en las mismas emociones, la flauta de Jorge Francés dialogando con un piano rivalizando en lirismo y el alegre aire de vals que Hernández-Silva entiende como vienés de espíritu, contagiado a su formación que fue perfecta pareja de baile venezolana, sin pisotones, encajado al detalle para llegar al verdadero «fuego» final, el Allegro con fuoco que comienza vertiginoso y saltarín, nueva danza de entendimiento único para alcanzar lo sublime, la batuta siempre atenta al piano, protagonismos en diálogos sin quitarse la palabra, completándose para engrandecer ese derroche de emociones con un virtuosismo hondo que puso la carne de gallina a mis compañeras de palco.

Mas toda aparición de Gabriela Montero lleva incluida la felizmente recuperada técnica de la improvisación que siempre asombra allá donde actúa, algo que para «la Divina Emperatriz» (como la rebauticé tras escucharla hace tres años en Barcelona) forma parte de su propia historia desde los juegos infantiles en su amada Venezuela, dañada y más querida aún, con distintas peticiones por parte del público, bandera tricolor incluida, decantándose por ese Alma Llanera de la querida tierra natal de estos amigos reunidos en Málaga, pero con las referencias al recién finalizado primero de Tchaikovsky, reencontrándose con Mozart tras un apunte llegado de lo alto del coliseo, con variaciones y modulaciones en tono menor, ritmos de habanera marina y llanera recorriendo un océano de musicalidad y dolor, físico e interior, para regalarnos diez minutos para el recuerdo y la alegría de este encuentro entre amigos que continuaría tras el concierto, porque los kilómetros no son distancia para unir pasiones.

P. D.: Compartí palco con mi esposa Asun, mi cuñada Olvido e Irene que acudía por vez primera a un concierto. No podía ser mejor bautismo musical para mi sobrina de nueve años.
Antes del concierto y durante el descanso con Alejandro Fernández (crítico de Codalario y de La Opinión de Málaga, entre otras publicaciones) pudimos ponernos voz y conversación.
Especialmente emotivo resultó conocer a Pilar Pino, una zamorana compañera de profesión en Fuengirola, y a su hijo Roque Casabona, joven pianista que tampoco podía faltar a este concierto que nos reunió por unas horas fuera de las redes sociales continuando una amistad de años con la pasión musical como motor vital de nuestras vidas.

Manteniendo la esperanza

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Viernes 20 de febrero, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Concierto de Abono 5. OSPAGabriela Montero (piano), Rossen Milanov (director). Obras de J. RuedaRachmaninov y Shostakovich.

No hay dos conciertos iguales aunque se repita programa y músicos. Hay tantas variables en juego que hacen siempre de la música algo único e irrepetible.
Si el día anterior en Gijón escribía de emociones y reencuentros, en Oviedo tengo que hacerlo de desde el dolor y la esperanza.
Entre los factores que influyen especialmente en el oyente está el recinto y su acústica. El Jovellanos la tiene seca y el escenario es pequeño, razón por la que los músicos se escuchan mejor y están más juntos, arropándose para lograr un empaste siempre agradecido y con mayor precisión en las entradas, pero la sensación del público es de escucharlo todo como con sordina, velado apuntaba yo. En cambio el Auditorio (lo de Palacio de Congresos vino después y habría para contar largo y tendido) está preparado para la música, escucharla en todos los detalles aunque los intérpretes estén alejados y la sensación que tengamos sea de cierto retardo en algunos momentos, pero las mismas obras toman una dimensión que el teatro no tiene, apreciando todo el colorido instrumental en el que los compositores programados tanto se esmeraron.

Elephant Skin (Rueda) resultó más luminosa y más rodada por parte de todos, sin sorpresas para orquesta y director, que volvió a «convencer más que vencer» con unos intérpretes que aún mantenían el sabor ruso del día anterior, por lo que la música del compositor madrileño tuvo una paleta sonora muchísimo más completa y la gama dinámica pareció incluso mayor que en Gijón. Obra que cuanto más la escuchemos más iremos descubriendo y paladeando, con Milanov siempre apostando por composiciones de nuestro tiempo.

Gabriela Montero levantó expectación en la capital, con muchos pianistas, profesores y estudiantes entre el público, conocedores de su nivel gracias a las redes sociales donde la venezolana se mueve como pez en el agua, más en una vida tan ajetreada donde Internet la mantiene en contacto permanente con la actualidad. El Concierto para piano nº 2 en do menor, op. 18 de Rachmaninov sería capaz de hacernos entender cómo el estado anímico del intérprete, también del oyente, puede hacer de su ejecución pasional o dolorosa. La virtuosa venezolana, mujer comprometida, se confesaba micrófono en mano al finalizar «su segundo», explicando la impresionante y distinta versión ofrecida, y transcribo sus palabras porque expresan mejor que nadie cómo resultó: «para mí, ser artista no se puede separar de ser humano, y lo que escucharon esta noche es mi dolor y mi frustración, mi preocupación por mi país, Venezuela, que pasa por momentos realmente trágicos y sumamente difíciles». El Moderato que comienza en solitario sonó íntimamente personal antes de comenzar a concertar desde la fuerza interior, la rabia e impotencia, el dolor de la lejanía no deseada, la lucha contra la injusticia hecha música. Resultó mágico comprobar cómo toda su grandeza contagiaba a sus compañeros de escenario arropándola desde sus intervenciones, algunas con nombre propio como el clarinete de Andreas Weisgerber, sublime toda la noche, la trompa de José Luis Morató o la flauta de Peter Pearse, pero también la sección de violas, sólo por citar momentos realmente irrepetibles. El Adagio sostenuto puso música a los pensamientos, angustia por los interrogantes, haciendo suyos los del propio compositor, nuevamente acompañada con cariño, con un Milanov que no es muy preciso en estos repertorios, dibujando más que marcando los latidos de Gabriela Montero, esta vez sin respiro para atacar el Allegro scherzando, rabia, explosión sonora secundada por unos metales poderosos como la mejor arma para derrotar indolencia y opresión, ignominias o venganzas, el dolor permanente que no remite salvo los breves instantes necesarios para poder continuar el camino hasta el final, una batalla comandada por «la divina» y secundada por la OSPA. Cada concierto será su grito, su denuncia, con música pero también con todo el sentimiento.

Emocionada tras las palabras antes transcritas, pidió al público, como en Gijón, que tararease algo, añadiendo que para ella sería más cómodo hacerlo con algo de su tierra, siempre presente y más en estos momentos muy duros («la artista debe ser el termómetro de la sociedad, de lo bueno y de lo malo, y así me siento yo y como trato de actuar») pero la tristeza compartida impidió cantar nada. Pero la viola de María Moros «pisó a la flauta», haciendo sonar el inicio del Xiringüelu, si lo prefieren A coger el trébole, melodía en modo mayor que la venezolana no conocía y rápidamente interiorizó, le gustó para volver a musicalizarla cual Chopin, otro pianista y compositor expatriado como ella, capaz de mantener el espíritu de la tierra en todas sus composiciones, esta vez «mi Emperatriz» hizo suya la frase musical, y engrandeció en su improvisación como balada, vals que tornó al modo menor para virarla a mazurka y después polonesa asturiana, polonesa venezolana, Música con mayúsculas, explosión sin contenciones, modulaciones imposibles, adornos, giros, recovecos de su amplísima mochila, vuelta al modo mayor, majestuosidad del vagaje vital, trabajo de muchos años para asombro y admiración de todos los presentes, soplo de esperanza que nunca se pierde.

Nuevamente GRACIAS GABRIELA.

Con el alma encogida y haciendo del descanso necesidad, la Sinfonía nº 15 en la mayor, op. 141 de Shostakovich resultó menos gris que en Gijón, menos fría y menos tétrica, contagiada del rayo de esperanza abierto por la venezolana. Milanov sacó de su orquesta todo lo mejor, sonoridades brillantes, intervenciones de los solistas también con nombre y apellidos, especialmente el cello del rumano Yves-Nicolás Cernea, principal estos días y realmente convincente en sonido e interpretación, conmodevor en esta sinfonía, siguiendo con el trombón de Christian Brandhofer capitaneando momentos corales casi orgánicos, la flauta embaucadora de Myra Pearse, el concertino Vasiliev con esta música corriendo por sus venas, los timbales de Jeffery Prentice melódicos wagnerianos y toda la percusión encabezada por Rafael Casanova, con protagonismo de principio a fin dando a esta sinfonía la esperanza e ironía que contrapesan la tristeza de una vida llena de pesares como fue la de Dmitri, obra cercana en el tiempo y aún más en los sentimientos que volvieron a inundar el auditorio. Confianza en cada movimiento, en cada intervención solista o tutti, Milanov fue más claro y conciso al dibujar esta vez una interpretación brillante que firmaría cualquier formación y batuta de renombre. Si además la falta tiempo no fuese el gran enemigo de nuestro tiempo, la emisión que haga Radio Clásica engañará a más de uno que no sepa los intérpretes. El refranero parece acertar siempre, «la esperanza es lo último que se pierde».

Emotivos reencuentros

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Jueves 19 de febrero, 20:00 horas. Teatro Jovellanos, Gijón: Concierto de Abono 2. OSPA, Gabriela Montero (piano), Rossen Milanov (director). Obras de J. Rueda, Rachmaninov y Shostakovich.

Tarde de emociones y reencuentros, primero con la OSPA tras el paréntesis navideño y operístico, con ganas de volver a tantear su estado de forma ante un programa duro, y segundo con mi adorada Gabriela Montero que actuaba por vez primera en mi tierra tras estrenar en España su obra más personal, Ex-Patria, y nada menos que con uno de los conciertos más queridos por intérprete y público.

Elephant Skin (2002) del madrileño Jesús Rueda (1961) es un claro ejemplo del trabajo orquestal centrado en la búsqueda del color a base de continuos cambios de textura y la sutileza que subyace incluso en el título, aunque me gusten más sus orquestaciones de Albéniz que ya hemos escuchado tanto por la formación capitalina como por la asturiana con Max Valdés en El Vaticano. Mi admirado musicógrafo Luis Suñén, autor de las notas que dejo enlazadas al principio bajo los compositores, dice del maestro Rueda que «no vence sino que convence a quien lo escucha», aunque se necesite un esfuerzo mayor del habitual para no rendirse, pero que finalizado el concierto pareció mantenerse bien al compartir programa con dos grandes orquestadores rusos, pues está claro que existen referencias a ellos e incluso a Stravinski como espejo en el que casi todos los compositores de nuestro tiempo acaban mirándose, puede que reconociendo la vigencia de unas músicas no siempre aceptadas en el momento de su estreno.

El maestro Milanov se siente cómodo con estas partituras y me parece bien apostar por ellas, más si son de casa, más allá del esfuerzo que supone una obra escrita para concurso, donde el búlgaro podría haberse clasificado sin problemas, sobre todo con la OSPA a la que encontró con ganas, en su disposición habitual y con algún cambio de atril que no mermó la calidad a la que nos tiene acostumbrados. El resultado fue notable en todos.

De los intérpretes podría clasificarlos entre los que se transforman ante el instrumento y los que se prolongan en él. Gabriela Montero es de las segundas, con carácter y personalidad, impetuosa, comprometida con su tierra, su tiempo y oficio, honesta, pura fuerza interior en equilibrio con una sensibilidad latina y especialmente una mujer de mundo, de su tiempo, capaz de disfrutar y contagiar sus emociones e ideales. Bautizada como «La divina«, yo preferí «Emperatriz del piano» tras escucharle el quinto de Beethoven en Barcelona, invitado por ella. De los conciertos famosos, bellísimos y exigentes, el Concierto para piano nº 2 en do menor, op. 18 de Rachmaninov puede que esté el primero de la lista de mi selección y también del de la venezolana, puesto que en sus manos adquiere una dimensión propia. Destacar su dominio asombroso del instrumento y de la partitura, siendo ella quien marcó desde el principio todas las líneas maestras, con un Milanov plegado a la pianista y una orquesta que sonó siempre en segundo plano, como tras una gasa inmaterial que engrandeció aún más la presencia del instrumento solista, pese a tener partes protagonistas y con peso propio. Destacar lo bien que encajaron los distintos cambios de tiempo, vertiginosos desde el mando en plaza de la venezolana, claridades expositivas de principio a final con dinámicas potentes, redondas, y delicadeza en los momentos sublimes. Moderato realmente el principio, al que no estamos acostumbrados cuando se apuesta por el virtuosismo mermando musicalidad, algo que Rachmaninov derrocha, piano de paso que desde un primer plano pudimos inspeccionar al detalle en su ensamblaje sinfónico, bien las trompas, las contestaciones entre maderas y piano, la limpieza de la mano derecha bien contrapesada con el poderío de la izquierda. El Adagio sostenuto sirvió para soñar despiertos, la delicadeza frente a la fuerza, el lirismo compartido con unas maderas realmente inspiradas, especialmente el clarinete y las flautas, faltando algo más de pegada en la cuerda, sobre todo los violoncellos, precisamente por una sonoridad algo velada en todo el concierto. El búlgaro siempre atento a la venezolana, marcó cada detalle, antes del desenfreno siempre controlado en el Allegro scherzando, cadencia vertiginosa en manos de Gabriela Montero, y final explosivo sin peligro en una versión femenina de nuestro tiempo. Las reinterpretaciones gastronómicas correrán de nuevo por cuenta de distintos restaurantes y cocineros asturianos, con un Milanov auténtico chef en buenos tiempos gastronómicos.

Y las improvisaciones que no pueden faltar como regalo cuando tenemos a «la divina» sentada al piano. Tras explicar con «voz operástica» cómo las siente y crea, nadie del público se atrevió a cantarle algo conocido, fuera lo que fuese, por lo que un trompa ejecutó su famosa melodía del Andante de «La Quinta» de Tchaikovsky (no hay quinta mala), como continuando el sabor ruso de la velada. Manteniendo la tonalidad original y con regusto al Sergei todavía caliente en dedos y oídos, cual paladares y memoria gustativa, Gabriela fue cocinando variaciones que sorprendían a quienes no conocían en vivo esta faceta suya pero dejando boquiabiertos a todos cuando en estilo puramente «bachiano» comenzó a dibujar una fuga realmente asombrosa finalizando en un tango casi sinfónico, demostrando que sigue siendo única en una técnica, género o forma si así queremos denominarlo, que con ella vuelve a darle todo el sentido a la palabra músico. Apoteósica, espontánea, expléndida y sobre todo grande, así es Gabriela Montero.

La Sinfonía nº 15 en la mayor, op. 141 (1971) de Shostakovich resulta casi su testamento y memorias musicales de una vida azarosa que siempre se tomó con ironía, la misma que utiliza en distintos momentos en una forma de nuevo «clásica» de cuatro movimientos, pero con todo el trasfondo de dolor, abismos interiores, clima gélido donde la temperatura aunque suba no llega nunca a derretir el hielo, colores grises solamente rotos por los toques puntuales de una percusión muy escogida donde los timbales cantan a Wagner, la celesta pone rayos de sol, el glockenspiel un poco de nueve y las membranas parecen sonar a luz de luna. Pese a la plantilla siempre esa desnudez en las intervenciones de cada solista, todas difíciles y llenas de musicalidad dolorida, registros extremos casi agonizantes, dúos paradójicos, corales en los bronces que sonaron empastados como nunca, y tiempos diferenciados bien llevados por Milanov, nuevamente gustándose en este repertorio. Su final retardando al máximo la bajada de brazos para contener aplausos y degustar ese final nihilista, la nada hecha música, corroboró un concierto exigente para todos, músicos, solistas y público. Repetiremos en Oviedo por esa máxima de que no hay dos conciertos iguales… reencuentros siempre distintos con emociones individuales compartidas.

OSPA 2014-15: renovando desde la continuidad

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Foto © Kike Llamas

Este miércoles 4 de junio se presentaba en el Auditorio de Oviedo el avance de programación para la temporada 2014-15 de la OSPA (Orquesta Sinfónica del Principado) una vez finalizada la reunión del Consejo Rector, por lo que se retrasó algo el inicio, acudiendo a la posterior rueda de prensa su presidenta Ana González Rodríguez, la gerente Ana Mateo y el director titular Rossen Milanov, al que se le renovó contrato para cumpir los cinco años previstos.

Foto © OSPA

Tras calificar de «temporada de consolidación», la también Consejera de Educación, Cultura y Deporte quiso resaltar el enfoque didáctico de esta institución asturiana con veintitrés años de vida, no ya con los programas Avanti o ¡Familiarízate con la OSPA! sino especialmente el Link Up que llegará a su tercera temporada con «La orquesta rock», triplicando el número de alumnado implicado en estos dos primeros años, por lo que el próximo esperamos seguir creciendo. En lo que me concierne como profesor es de agradecer esta apuesta personal del maestro búlgaro que ha traído a Europa este proyecto, siendo Oviedo pionero desde donde hemos «exportado» a Pamplona el primero, suponiendo sigan sumándose otras formaciones españolas.

Para los abonados se mantiene por tercer año el precio, lo que en estos tiempos es de agradecer, a saber para Oviedo: 200€ butaca y 152€ anfiteatro, descuentos para mayores de 65 años y menores de 26, sin olvidar el abono joven realmente pensado como inversión en nuevos públicos (80€ y 61€) con un precio por concierto de 5,71€ o 4,35€, económico en comparación con otros eventos culturales. Las localidades sueltas siguen siendo de las más baratas de España a 29€ y 25€, manteniéndose el 30 % de descuento para las de último minuto (una hora antes del concierto). A pregunta de un servidor sobre la deseada ampliación de plantilla sabemos que se cubren bajas puntuales como en cualquier administración, contestando tanto Ana Mateo como la propia consejera, sabedores de la especificidad de los músicos, y el Instituto «Adolfo Posada» será el encargado de organizar la próxima promoción interna más un proceso de selección que conoceremos en su momento.

En el terreno puramente musical, destacado tanto por la presidenta del Consejo Rector como por el maestro Milanov, cabe citar el «estreno» de diez obras nuevas, unas a nivel europeo y otras que son primeras ejecuciones de la propia orquesta. Habrá batutas conocidas entre las que destaca el principal director invitado David Lockington y Guillermo García Calvo, con unos solistas de fama internacional que irán llegando en los distintos «bloques temáticos» que siguen teniendo la música de ballet en ellos, queriendo citar entre los pianistas a mi admirada Gabriela Montero que debutará en Asturias nada menos que con «el segundo» de Rachmaninov, la vuelta de Eldar Nebolsin con «su» Ravel o Javier Perianes y el concierto de Grieg, sin olvidarme de las violinistas Leticia Moreno, una española que está triunfando rápidamente, más las ya (re)conocidas con la OSPA en Asturias Dylana Jenson y Akiko Suwanai, más los chelitas Truls Mork y Asier Polo. Punto y aparte para la arpista de la Filarmónica de Filadelfia Elizabeth Hainen nos estrenará en Europa Nu Shu: El lenguaje secreto de las mujeres de Tan Dun, que habrá que anotar en cuanto conozcamos las fechas. También continúan los solistas de la propia orquesta dando un paso al frente, esta vez el trompetista Maarten van Weverwijk y la flautista Myra Pearse, así como la vuelta a la dirección de Aarón Zapico.

Aunque incluyo aquí el enlace a la nota de prensa de la propia OSPA, volver a felicitar a Consejo Rector que aprobó, además de un plan de sostenibilidad que garantiza el futuro de nuestra formación, un programa por unanimidad que mantiene el equilibrio entre obras de siempre donde están Haydn, Mozart, Chaikovsky, Rimsky-Korsakov o «mis escandinavos» y estrenos como el citado de Tan Dun más la suite del ballet El Bestiario de Miquel Ortega, El compositor ha muerto (Stookey), Jesús Rueda y su Elephant Skin, y una esperada Sinfonía nº 15 de Shostakovich, obras que volverán a intentar sacar lo mejor de los profesionales de esta orquesta de todos los asturianos. Como siempre la Ópera de Oviedo contará con ella en tres títulos donde vuelve Max Valdés para Samson et Dalila (Saint-Saëns) y debutará Rossen Milanov con el doblete Las cuatro últimas canciones (Strauss) y El castillo de Barbazul (Bartók).

La temporada actual echará el cierre este jueves 5 en Avilés y el viernes 6 a las 20:00 h. en Oviedo (con conferencia previa una hora antes de Daniel Moro Vallina) con el concierto 14 de abono donde escucharemos a Renaud Capuçon con el Concierto de violín de Berg y «La Quinta» de Mahler.

El último «estirón» de la OSPA con Milanov serán los tres conciertos en su país donde la «Marca España» llevará obras nuestras a los festivales de Varna (16 y 17 de junio) y Sofía (18 de junio): Falla, Oscar Navarro y Marcos Fernández, con Javier Perianes al piano y Jose Franch Ballester al clarinete, música española como protagonista junto a los «Cuadros» de Mussorgsky o «La Quinta» de Shostakovich. Los asturianos exportamos cultura de calidad con estos embajadores que son la Orquesta Sinfónica del Principado con su titular Rossen Milanov. Estaremos informados por Marta Barbón desde las redes sociales habituales.

Gabriela Montero para no olvidar

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Sábado 2 de febrero, 19:00 horas. Palau de la Música Catalana, Barcelona. Gabriela Montero (piano), Orquestra Simfònica del Vallès, Rubén Gimeno (director). Obras de Copland, Ginastera, Gabriela Montero y Beethoven.

Mi historia de este concierto va unida al amor por la música, a mi rara ingenuidad pese a los 54 años recién cumplidos, a la fe en las personas, buenas por naturaleza, y sobre todo a la grandeza integral de artistas como la venezolana Gabriela Montero (Caracas, 1970), cercanas en el trato, sencillas, dando todo allá donde van, aún más que en los conciertos, aunque lo escuchado el primer sábado de febrero en Barcelona formará parte de mi vida, así como los días previos.

Confluían en este regalo tres factores: el maravilloso Palau de la Música Catalana donde aún no había asistido a ningún concierto, emblemático e histórico escenario donde Beethoven también tiene su hueco, incluyendo esta vez su Concierto «Emperador» y especialmente escucharlo en vivo por esta pianista a la que sigo hace años por internet, esperando compartir toda su maestría algún día en mi tierra asturiana donde celebramos unas Jornadas de Piano «Luis G. Iberni» que quedarán huérfanas sin su presencia. Se lo comenté al finalizar el concierto y le aseguré que tenemos dos orquestas de altura, OSPA y OvFi por si prefiere la opción acompañada… Al valenciano Rubén Gimeno (1972) que dirigió este programa ya le conocemos por aquí, por lo que la invitación la amplío al actual titular de la OSVallés, orquesta perteneciente a la Fundación del mismo nombre y modelo a seguir en estos tiempos de recortes brutales donde la música no se salva de la tijera.

El concierto comenzaba con los músicos realizando el ostinato con pies y palmas del conocido tema de Queen We will rock you con unas breves palabras en off explicando el tributo a la primera obra: Fanfare for the Common Man (Copland), la fanfarria ó metales y percusión de la orquesta con el ímpetu necesario para abrir velada y considerándome uno de esos hombres comunes destinatarios de esta partitura ideal para comenzar cualquier concierto.

Después llegaría el Ballet Estancia, op. 8 del argentino con raíces catalanas Alberto Ginastera, obra que comienza a programarse con cierta frecuencia y que precisamente otros venezolanos (Dudamel y La Bolívar) han popularizado. Las onomatopeyas y gesto con arcos anticipaban el primer número (Los trabajadores agrícolas), tiempos ajustados sin buscar virtuosismo, buena sonoridad de la formación catalana aunque adoleciese de más violines para compensar el poderío orquestal que sí se intentó equilibrar con el peso en la cuerda grave (cellos y cuatro contrabajos). Lirismo en estado puro para la Danza del trigo, con solos destacados (flauta y concertino impecables) incluso con iluminación ad hoc y puestos en pie, sin olvidar ese toque didáctico del Palau, nuevamente esperando más cuerda aunque el maestro Gimeno se encargase de equilibrar masas sonoras, labor ardua con la plantilla que tiene. Los peones de hacienda devolvieron el poderío de metales y percusión, protagonistas con el «colchón» de la cuerda grave que resultó el número más completo. Y el «Malambo», Danza Final que supone una inyección de alegría donde los músicos también disfrutaron, perdonando desajustes puntuales o dinámicas algo desesquilibradas, un auténtico caleidoscopio tímbrico y rítmico con un Gimeno que transmite energía y vigor a su formación titular.

Gabriela Montero sería la auténtica «Emperatriz» de la segunda parte, primero explicando su primera composición, el Poema tonal para piano y orquesta ExPatria (2011) estrenado en Lugano el 15 de junio de 2012: «tuve la necesidad de hablar a través de la música sobre la tristeza y la incertidumbre de los venezolanos. Busqué que el público sintiera la desesperación de Venezuela en estos momentos, al margen de las estadísticas que reflejan el elevado número de muertos por la violencia en mi país». Con la partitura al piano y una orquesta que entendió a la perfección el lenguaje elegido, académico pero de nuestro tiempo, riguroso y exigente para todos, protagonismo compartido con la solista – compositora, la obra fue capaz de emocionarnos cual denuncia musical de una situación que muchos como ella no compartimos aunque el inmenso poder de la música y artistas comprometidos como Gabriela Montero estoy convencido que pueden cambiar el mundo… Al menos remover las conciencias además de las entrañas. Gimeno y la Orquesta Sinfónica del Vallés fueron partícipes de ello y el público aplaudió con ganas.

Y llegaba el esperado Concierto para piano y orquesta nº 5, Op. 73 «Emperador» (Beethoven), esa delicia que Gabriela Montero interpretó con la limpieza, claridad y emoción a la que nos tiene acostumbrados, rubati deliciosos bien encajados con la orquesta, dinámicas de vértigo desde unos sutiles pianissimi hasta los ff superando la masa orquestal, pese a la aparente inseguridad en el arranque del Allegro, angustias aún latentes de su obra, a partir de ahí fraseos impecables, un Adagio un poco mosso donde afloró el mejor Beethoven de los movimientos lentos buscando intimismo y texturas de emociones a flor de piel, para en un suspiro donde el silencio remarca el paso de la agonía a la luz entrar en el Rondo: Allegro que devolverá la esperanza. Buen concertador Gimeno sacó de sus músicos lo mejor para dejarnos una interpretación más emotiva que excelsa donde Montero se autocoronó «Emperatriz».

No podían faltar más regalos y qué mejor que sus improvisaciones, las que la han hecho famosa aunque sea una mínima parte de su talento, auténtica catarata musical desde una técnica hepatante que puede vestir de cualquier compositor el «Cumpleaños Feliz» o tres notas al azar para poder recrear Bach, Mozart, Chopin, Prokofiev o Rachmaninov, éste supongo que empujando en el subconsciente por preparar en breve otra joya como el segundo. Éxito total de La Divina y prisas de los trabajadores que encendieron las luces de la sala porque podría haber continuado con Harry Potter, El cant del ocells o Amalia Rosa que pedíamos el público.

Sin cambiarse y a la puerta del camerino atendió uno a uno la legión de admiradores, músicos de la orquesta incluidos… No (le) importó la espera. Tenía que agradecerle este regalo, contarle el viaje Asturias – Barcelona con mi esposa el mismo sábado, la admiración como persona y pianista o hablarle de amistades venezolanas comunes igualmente comprometidas. Si ya me consideraba fan, ahora será adoración.

Gracias Gabriela

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