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Zarzuela en tejanos

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Viernes 18 de julio, 20:00 horas. Atesora Oviedo (2025): Conciertos: Beatriz Díaz (soprano), Marcos Suárez (piano), «Zarzuela en vaqueros». Fotos de las RRSS y propias.

En verano la música no para, y Oviedo como candidata a la Capitalidad Cultural Europea de 2031 sigue demostrando ser «La Viena española» porque la oferta, proporcional a su población, sigue estando a la cabeza del país. A los melómanos, tanto locales como quienes acuden en sus vacaciones a la capital del Principado, conocen esta seña de identidad que desde la concejalía de cultura del ayuntamiento local y su Fundación Municipal de Cultura programan en el periodo estival, antaño en el Claustro del Monasterio de San Vicente (Museo Arqueológico) y ahora en la sala de cámara del auditorio, pero también en el patio del edificio histórico de la Universidad de Oviedo y en otros lugares emblemáticos. Tampoco faltan el cine a la luz de la luna, las artes escénicas, plásticas ni la poesía, con una amplia oferta que se puede completar con la gastronomía o las visitas, casi obligadas, a tanto patrimonio artístico del que podemos presumir en mi tierra.

La zarzuela ha sido declarada «Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de España» cuyo objetivo es proteger y poner en valor este género musical, reconociendo su importancia cultural e histórica. Oviedo tras Madrid es la única ciudad que mantiene un festival a ella dedicada, con títulos que conocemos por nuestros abuelos y padres, verdadera herencia que sigue viva y mejor si además se representa e interpreta con la calidad que este género exige. Hay romanzas que son verdaderas arias líricas tan exigentes como su hermana «la ópera» por lo que afrontar un recital con ellas supone un esfuerzo aún mayor que representar una de ellas sobre las tablas. Nuestra soprano internacional, la allerana Beatriz Díaz, alterna ópera y zarzuela en su amplio repertorio, y en este lluvioso viernes de julio nos ofrecería un recital informal por presencia (en tejanos), cercano por la propia sala de cámara, en una selección de romanzas con el piano del langreano Marcos Suárez, tándem cómplice donde «la Díaz» agradeció el esfuerzo de su acompañante en una labor no siempre reconocida, y más con las endiabladas reducciones orquestales a las 88 teclas que son tan exigentes como para los cantantes.

Pero calidad, entrega y profesionalidad son calificativos más que merecidos para un recital donde agrupar una exquisita selección de páginas zarzuelísticas para comprobar el excelente estado de nuestros dos intérpretes. La soprano con una técnica exquisita, unas agilidades cristalinas, una gama dinámica amplísima, un registro grave que ha ido tomando cuerpo con los años, una musicalidad innata que imprime a cada página su propia personalidad, y una escena que convierte cada romanza en un microrrelato llevándonos a todos los personajes. El pianista conocedor de cada matiz, mimando la voz, encajando y respirando con ella, el trabajo previo para los rubati exactos y el entendimiento al detalle para conjugar un recital intenso.

Sin entrar en el análisis pormenorizado de cada página, pues dejo al final las obras y autores, destacar los «aires» variados desde los tangos hispanos a las siempre agradecidas habaneras, pero también la recuperación por parte de la soprano de Bóo de No hay tesoro ni poder (Las alondras) de Jacinto Guerrero que preparase hace años para su participación en el concurso que lleva el nombre del compositor, «lo que bien se aprende jamás se olvida» que dice el refrán, sumándole el poso de una carrera muy asentada, más el «descubrimiento» de María Rodrigo por parte de la musicóloga avilesina Mª Luz González Peña (directora del Centro de Documentación y Archivo de la Sociedad General de Autores), autoridad en la materia rescatando la zarzuela «Diana cazadora» con una romanza bellísima como la Canción de la muerte chiquita, pequeña muestra de lo mucho que aún queda por escuchar. Siempre nuestra zarzuela internacional, española, cubana o mexicana… para volver a escuchar la habanera Americana de «La niña pancha» (J. Romea y J. Valverde), cubanita graciosa y con abanico, o Mulata infeliz de «María la O» (Ernesto Lecuona) desde un piano íntimo acompañando, que tras la interpretación de la allerana casi debería actualizarle la letra como «Bea la de Bóo, qué bien la cantó…».

De mi tocayo Sorozábal sigue siendo maravillosa la romanza de Ascensión No corté más que una rosa («La del manojo de rosas») de la que Beatriz Díaz recordó la atemporalidad de esta zarzuela que cantaase en 2021 con la producción del asturiano Emilio Sagi, que sigue programándose y triunfando, de plena actualidad, esta vez con el «piano orquestal» de Marcos Suárez.

El regalo de la famosa canción Los nardos de «Las leandras» del maestro Alonso, sirvió no solo para ir preparándome para el 8 de septiembre llanisco que la ha convertido en «Himno de La Guía» sino para que todos participásemos con esta florista que nunca defrauda, logrando una excelente entrada y el fervor de un público entregado a nuestra soprano (y su pianista de cabecera).

PROGRAMA

Noche hermosa – Katiuska (P. Sorozábal)

Marinela – La canción del olvido (J. Serrano)

Tango de la Menegilda – La gran vía (F. Chueca y J. Valverde)

No hay tesoro ni poder – Las alondras (J. Guerrero)

Canción de la muerte chiquita – Diana cazadora (M. Rodrigo)

Americana – La niña pancha (J. Romea y J. Valverde)

Mulata infeliz – María la O (E. Lecuona)

No corté más que una rosa – La del manojo de rosas (P. Sorozábal)

Canción del Paloma – El barberillo de Lavapiés (F. Asenjo Barbieri)

Carceleras – Las hijas del Zebedeo (R. Chapí)

Zarzuela para seguir cumpliendo años

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Sábado 3 y Domingo 4 de mayo de 2025, 20:00 horas. Teatro Jovellanos, Gijón: Gran Gala de Zarzuela y Música Española. Orquesta Sinfónica MercadanteMariano Rivas (dirección artística y musical)Alexandra Zamfira (soprano) – Quintín Bueno (tenor) – Li Guochao (piano) – Natalia Thaïs (baile). Entradas: 40€ / 30€.

(Crítica para OperaWorld del domingo 4, con fotos propias, más el añadido de los siempre enriquecedores links, con la tipografía y colores que no siempre se pueden utilizar)

El Teatro Jovellanos gijonés cumple los 30 años de su remodelación, y nada mejor que celebrarlos con nuestro género por excelencia como es la zarzuela, que cuenta con miles de aficionados en Asturias y que en esta primera gala llenaron el coliseo del paseo de Begoña para volver a escuchar (tras la inauguración de la temporada 2022-23 de la Sociedad Filarmónica de Gijón) a la Orquesta Sinfónica Mercadante (OSMer) fundada por el asturiano Mariano Rivas (siempre bien recibido en su tierra), dando la oportunidad y el apoyo necesario a muchos músicos de los conservatorios y teatros madrileños desde su conocimiento como docente.

Dos funciones programadas donde además de la propia OSMer el programa ofrecía, como si de un catálogo promocional se tratase, no solo zarzuela sino música española sinfónica, y así junto a las voces de la soprano Alexandra Zamfira y el tenor Quintín Bueno, estaría la pianista china Li Guochao y especialmente la bailarina Natalia Thaïs.

La plantilla de la OSMer se quedó muy corta y desequilibrada en la cuerda (7-5-5-5-2), lo que perjudicó sobremanera las obras sinfónicas y las bailadas, con un esfuerzo por parte de los jóvenes músicos no siempre suficiente en las dinámicas, balances y planos, favoreciendo los matices para las romanzas, si bien el maestro Rivas trabajó con sus músicos como si de una gran orquesta filarmónica se tratase.

Centrándome en estas obras de la orquesta sola, las coincidencias en el tiempo hicieron que el día anterior escuchase en Oviedo a la OSPA con Óliver Díaz tanto la Danza final de El sombrero de tres picos (Falla) como la “Escena, canto gitano y fandango asturiano” del Capricho español (R. Korsakov), en el caso gijonés ambas cerrando cada parte del programa, que evidentemente no soporta, ni pretendo, comparaciones. De Falla diría que le faltó un pico al tricornio, con un enorme trabajo del viento madera, mientras de Korsakov el aire asturiano lo puso Don Mariano, y el concertino más el arpa hicieron el esfuerzo de sus intervenciones solistas. Por último del conocido preludio de Chapí solo diré que se quedó en “La juguetona” por las carencias antes apuntadas.

Es de aplaudir montar el piano solamente para el primer movimiento de las Noches en los jardines de España (El Generalife) de Don Manuel, con todo lo que supone, pero la pianista china se limitó a tocar todo lo escrito (que es mucho). Pese a la buena concertación de Rivas y el trabajo de la orquesta, por momentos tapó a Li Guochao ante su poco volumen y la ausencia del “duende” que inunda este concierto de nuestro gaditano universal enamorado de Granada. Faltó la atmósfera sonora que invita a la ensoñación, la magia que desprenden los arabescos y acordes que la recorren (casi imperceptibles), más el rubato casi necesario, así que espero escuchar en otro momento a la pianista y profesora china de buen currículo y trayectoria que esta vez no se lució.

Más interesante resultó comprobar todo el arte que nos ofreció la bailarina Natalia Thaïs, nacida en Zúrich pero formada en nuestro país en danza española y flamenco. Tres números donde poder cambiar de vestuario y estilo: primero el conocidísimo intermedio de Las Bodas de Luis Alonso (G. Giménez), baile español con castañuelas y zapateado mientras la OSMer rendía al máximo con sus posibilidades, de coreografía elegante y ritmo complementario al orquestal. Vestido goyesco y de nuevo con las castañuelas para el Fandango de Doña Francisquita (Vives) con el maestro Rivas exprimiendo los planos sonoros y Thaïs sin el obstáculo del piano (retirado al descanso) ampliando movimientos con unas manos y gestualidad flamencas. Para rematar la Danza Española de La vida breve (Falla) libre de “palillos” con zapateo y el juego del sombrero cordobés, nuevamente con la orquesta descompensada pero afinada y entregada al magisterio del director asturiano.

Dejo para el final las dos romanzas de cada cantante más los dúos. La joven soprano castellonense Alexandra Zamfira posee una voz de color muy bello, proyección suficiente, buena dicción y además valiente, comenzando con El barbero de Sevilla (Giménez) y la conocidaMe llaman la primorosa”, arropada por una orquesta siempre mimando a las voces (se nota el magisterio de Rivas en la Escuela Superior de Canto de Madrid), bien interpretada con agudos variados en matizaciones (el final levantó al público) y agilidades limpias, más la Romanza de la Duquesa de Jugar con fuego (Asenjo Barbieri), entendimiento con la flauta, Rivas vigilando los fraseos y una correcta acentuación  y afinación (“Tirano amor…”), muy dramatizada, de color homogéneo en todo su amplio registro, de nuevo valiente atacando el agudo final, con proyección más que suficiente ante una orquesta casi camerística. Habrá que seguir la trayectoria de esta soprano lírico-ligera con mucho camino por delante.

El tenor madrileño Quintín Bueno tiene tablas y oficio, eligiendo dos romanzas muy conocidas: “De este apacible rincón de Madrid” de Luisa Fernanda (Moreno Torroba), jugando con el maestro Rivas para cantar en un “rincón de Gijón”, de color no muy brillante, timbre algo metálico de amplio volumen algo apagado en el grave, seguro, más “No puede ser” de La tabernera del puerto (Sorozábal) no todo lo matizada que me hubiera gustado, abusando un tanto del portamento aunque valiente en los agudos, que suelen ser muy del gusto de los aficionados, sin problemas de tesitura y personalmente demasiado abierto el final. De nuevo impagable el trabajo de Mariano Rivas con su orquesta, concertador de primera, templando y respirando con los cantantes.

De los dúos elegidos, en la primera parte “Le van a oír” de Doña Francisquita (Vives) con buen empaste aunque Zamfira tapase a Bueno, arriesgando en el agudo final sin miedo a desafinarlo, y otro tanto en la propina de “Las mañanitas” de Don Gil de Alcalá (Penella) invitando al público a realizar el coro, tímido, tras el pasodoble “España Cañí” (Pascual Marquina) antes del dúo, poco torero, demasiado descompensado en balances, dinámicas y matices, para poner el punto y final a casi dos horas de cumpleaños gijonés, aplaudiendo el trabajo de asturiano Mariano Rivas siempre apoyando esta juventud que muy a menudo debe emigrar para encontrar una hueco en el difícil mundo de los profesionales de la música, y apostando por nuestra zarzuela dentro y fuera de nuestras fronteras.

PROGRAMA:

Primera parte

La Revoltosa: Preludio (Ruperto Chapí)

El barbero de Sevilla: Me llaman la primorosa (Gerónimo Giménez)

Noches en los jardines de España: 1º mov (Manuel de Falla)

Luisa Fernanda: De este apacible rincón de Madrid (Federico Moreno Torroba)

Las Bodas de Luis Alonso: Intermedio (Gerónimo Giménez)

Doña Francisquita: Le van a oír (Amadeo Vives)

El sombrero de tres picos: Danza final -Jota- (Manuel de Falla)

Segunda parte

El Bateo: Preludio (Federico Chueca)

El último romántico: Bella enamorada (Soutullo / Vert)

Doña Francisquita: Fandango (Amadeo Vives)

Jugar con fuego: Romanza de la Duquesa (Francisco Asenjo Barbieri)

La vida breve: Danza española (Manuel de Falla)

La tabernera del puerto: No puede ser (Pablo Sorozábal)

Capricho español: Escena, canto gitano y fandango asturiano (Rimski Korsakov)

Grande Barbieri en sus 200 años

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Jueves 23 de febrero, 20:00 horasTeatro Campoamor (Oviedo), XXX Festival de Teatro Lírico Español: «Pan y Toros», zarzuela en tres actos. Música de Francisco Asenjo Barbieri y libreto de José Picón. Estrenada en el Teatro de la Zarzuela el 22 de diciembre de 1864. Nueva producción del Teatro de la Zarzuela. Conmemoración del bicentenario del nacimiento de Francisco Asenjo Barbieri (1823-2023).

Critica para Ópera World del viernes 24 de febrero, con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos de las RRSS, propias y de Alfonso Suárez, y tipografía que a menudo la prensa no admite.

Oviedo puede presumir de su oferta musical, a la que llevo tiempo llamando “La Viena española”, siendo igualmente capital de la lírica española pues tiene la segunda temporada de ópera más antigua, tras el Liceo barcelonés, y la única en mantener un ciclo estable de zarzuela junto al teatro de la madrileña calle Jovellanos.

Finalizada la primera tras 75 años ininterrumpidos a la que ni la pandemia logró callar, comienza ahora la segunda que cumple su trigésima edición comenzando con un título tan emblemático de nuestro género como «Pan y Toros» en el bicentenario de Francisco Asenjo Barbieri (1823-2023), una “zarzuela grande” en todos los sentidos, equiparable sin complejos a la ópera, en esta celebración de altura con la misma producción estrenada en Madrid el pasado mes de octubre, y el mismo elenco salvo ligeros cambios en algunas voces, así como la dirección musical (Virginia Martínez) junto al coro Capilla Polifónica “Ciudad de Oviedo” y Oviedo Filarmonía (OFIL), ambas formaciones titulares de este Festival de Teatro Lírico Español ovetense que sigue llenando el Teatro Campoamor.

Un público cada vez más joven, que ha subido los abonados, compartiéndolo con los ya veteranos, por lo que se debería intentar recuperar más funciones (últimamente solo dos) pues ya no hay más restricciones – solo económicas- y el éxito ante esta demanda debe atenderse para mantener una afición que viene a Oviedo desde distintos puntos de la geografía, recordando que la música también vende, y bien cuando hay calidad como en la capital asturiana.

Juan Echanove, director teatral de la obra, señala en el programa madrileño que “es una producción espectacular” volcándose para elaborar un discurso en el que Goya está en el centro, «porque el pintor está, por un lado, en el mundo de los reformistas, pero también en el cerrado mundo de la Corte borbónica, en el incesante trasiego popular madrileño y en el populista mundo de la tauromaquia». Goya está en todos estos entornos, pero siempre desde la contemplación crítica. Y las dos Españas siguen vigentes hoy en día desde la “pintura musical” de Barbieri con la ficción histórica de Picón -la realidad siempre la supera- brillando los tres actos de este “ruedo ibérico” como bien lo explica Echanove en este acercamiento a nuestra lírica con verdad y humor alrededor del “cabezón” de Fuendetodos. Aunque los giros de la plataforma se intentasen tapar con castañuelas, por momentos chirrió un poco, pero en general una excelente propuesta global con excelente video-escena de Álvaro Luna a la que sumar el vestuario de Ana Garay y la coreografía de Marina Barrero, brillando con la iluminación de Gómez Cornejo.

De Barbieri, a quien su biógrafo Emilio Casares llama “anarquista intelectual”, daría para muchas páginas y el perfil del compositor lo equipara a los grandes románticos de la segunda mitad del XIX y en cierto modo fundador de nuestro Nacionalismo, poniendo en la balanza “Pan y Toros” -nada menos que con 299 representaciones en su momento- junto a “El barberillo de Lavapiés” al nivel de su admirado Rossini, de Wagner y hasta de Verdi (a quien nunca perdonó no le contestase en su primera visita a Madrid), siendo más operística esta que nos ocupa, por cercana a la ópera cómica francesa en aquella Europa que Asenjo Barbieri conoció de primera mano desde sus múltiples facetas (musicólogo, bibliófilo, compositor o director) como buen humanista y millonario.

Mantener todo el grueso vocal de Madrid supuso tener mucho avanzado y trabajado, especialmente en los diálogos para actores que cantan y unas voces que actúan, por lo que la calidad global en los personajes principales, todos bien definidos por Barbieri, se pudo apreciar desde que se levantase el telón. Los dos mundos contrapuestos tan nuestros y actuales en esta ficción histórica, lo que el profesor Casares, editor de esta partitura denomina tres líneas o estratos: a) Europeo o neutro, con un lenguaje internacional y símbolos reconocibles como La Marsellesa; b) Hispano culto y religioso, dúos, tríos, cuartetos, concertantes o coro; y c) Hispano popular, donde no faltó la rondalla, el pueblo y hasta la tauromaquia (de faltar que sea el pan, pues se parafraseó a Juvenal que escribía hace dos mil años panem et circenses). De todo ello y más habló en la primera de las conferencias para “La Castalia” -entroncadas este quinto año con el XXX Festival- celebrada en el ovetense Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) el día antes.

Auténtica acción escénica sin descanso en este “ruedo ibérico” del Goya-Echanove, bailarines y figurantes dando color y calor, pese a alguna castañuela fuera de ritmo, musicalmente algo desequilibrada toda la función con algunos desajustes entre foso y escenario pese a los intentos de la maestra Martínez. Por ello quedó deslucido en parte el coro titular de la Capilla Polifónica aunque escénicamente cumplieron, y mejor en los coros de mujeres con el Abate y los hombre cortesanos, todos del tercer acto que fue dándoles confianza.

Oviedo Filarmonía se mantuvo al buen nivel habitual pese a los comentados desajustes, pero con buenas dinámicas, especialmente en la conocida marcha y coro de La Manolería Al son de las guitarras y seguidillas donde se hubiese necesitado una rondalla más nutrida para conseguir el balance ideal, más dos buenas introducciones instrumentales abriendo cada parte de la representación. El trabajo de Virginia Martínez se notó por la atención al detalle, incluso blandiendo el abanico rojo ayudando al “coro en el coso”, pero no alcanzó la concertación ideal que hubiese redondeado un espectáculo de más enjundia para este Barbieri grande.

Del amplio reparto, que suele ser un hándicap para programar este «Pan y Toros», así como los muchos diálogos que obligan a un esfuerzo interpretativo mayor, sumándole el “no parar” con tantos concertantes, entradas y salidas de escenas, puso a prueba todos y cada uno de los personajes, siendo aplaudida en cada aparición, triunfadora de la noche la mezzo Cristina Faus como princesa de Luzán que demostró su buen momento: proyección perfecta, matices con mucho gusto, empaste con sus compañeros (la romanza del escapulario con “El Capitán Quiza” lo mejor de la noche, y hasta todos los concertantes, aplaudiendo incluso antes de finalizar, caso del número 10-B que cerraba el segundo acto), y musicalidad a raudales, sin olvidar unos diálogos de dicción perfecta.

Yolanda Auyanet mantuvo el tipo como Doña Pepita aunque más cómoda en los agudos que permitieron escucharla en los concertantes. Personaje enfrentado a la Princesa, el público tomó partido por la corona. Borja Quiza, sin descanso ovetense tras su Don Carlo operístico, sigue demostrando una enorme capacidad para estos roles que exigen cantar y actuar, si bien la voz ha perdido algo de frescura y limpieza en los agudos, pero mantiene una escena imponente además de la proyección suficiente para los muchos concertantes de Barbieri.

El Corregidor de Pedro Mari Sánchez fue a la inversa: un gran actor que lleva toda la vida sobre las tablas y además canta, aunque no lo suficiente para un reparto tan lírico como este, pero la zarzuela siempre ha tenido estos roles, si bien el celebrado compositor madrileño exige más de lo previsto en esta “zarzuela grande”. En el caso del Abate Enrique Viana los años no perdonan la voz aunque mantenga un fiato y volumen increíbles, pero su vibrato en los agudos no compensa una actuación más contenida de lo que en él es habitual, destacando su contradanza del segundo acto con el coro de mujeres.

Buena faena de los tres espadas, de los relatos a los “astados” exigentes: grande el Pepe-Hillo de Carlos Daza, que supo a poco su excelente intervención; digno de vuelta al ruedo el Costillares del mierense Abraham García en su canción Por lo dulce las damas jolín (nº 7-B) completado por el Romero de Pablo Gálvez, verdadera torería cantada la de don Francisco Asenjo, sumándose a los cortesanos del final, para ampliar la presencia vocal de todo el coro.

No defraudó el Goya de José Julián Frontal en sus muchas intervenciones, un artista polifacético que canta y actúa, desgranando un rol que parece escrito para él.
Breves y necesarios los demás personajes en una actuación que si les llamásemos cuadrilla por “el arte de Cúchares” sería de aliño, cumpliendo sobradamente La Tirana de la ovetense Mª José Suárez, también gran actriz, La Duquesa gijonesa Bárbara Fuentes o el General mallorquín Pablo López. Interesante la aportación de otro polifacético de la escena como Alberto Frías, El Santero, y bien los “ciegos” de excelente proyección hablada (especialmente Sandro Cordero) aunque no suficiente entre tantos cantantes. Aún más breve la aparición de Javier Blanco (El del pecado mortal) que obligado a cantar al fondo de la caja escénica no permitió disfrutar de su voz en toda su expresión. Y el esperado Jovellanos de César Sánchez con gran presencia pero algo opaca, tal vez por el frío.

Merecido homenaje en el bicentenario de Francisco Asenjo Barbieri con una propuesta escénica interesante, documentada, agradecida visual y musicalmente (bellísima la escena 10-A de la procesión enmarcable en el “estrato” Hispano culto y religioso), algo desigual pero que en la segunda función seguro sonará más equilibrada una vez estrenada este frío jueves 23F.

Ficha:

Teatro Campoamor (Oviedo), jueves 23 de febrero de 2023, 20:00 horas. XXX Festival de Teatro Lírico Español: «Pan y Toros», zarzuela en tres actos. Música de Francisco Asenjo Barbieri y libreto de José Picón. Estrenada en el Teatro de la Zarzuela el 22 de diciembre de 1864. Nueva producción del Teatro de la Zarzuela. Conmemoración del bicentenario del nacimiento de Francisco Asenjo Barbieri (1823-2023). Edición crítica de Emilio Casares y Xavier de Paz (Ediciones Iberautor Promociones Culturales, SRL) / Instituto Complutense de Ciencias Musicales ICCMU, 2001).

Reparto:

DOÑA PEPITA: Yolanda Auyanet –LA PRINCESA DE LUZÁN: Cristina Faus – EL CAPITÁN PEÑARANDA: Borja Quiza – LA TIRANA: María José Suárez – GOYA: José Julián Frontal – LA DUQUESA: Bárbara Fuentes – EL ABATE CIRUELA: Enrique Viana – EL CORREGIDOR QUIÑONES: Pedro María Sánchez – PEPE-HILLO: Carlos Daza – PEDRO ROMERO: Pablo Gálvez – COSTILLARES: Abraham García – EL GENERAL: Pablo López – EL SANTERO: Alberto Frías – JOVELLANOS: César Sánchez – LA MADRE CIEGA: Lara Chaves – EL PADRE CIEGO: Sandro Cordero – EL NIÑO: Julen Alba – EL DEL PECADO MORTAL: Javier Blanco – EL MOZO DE CUERDA: Alberto Pérez – VENDEDORES: Marina Acuña, Dalia Alonso, María Fernández, Dolores Sánchez, Eugenia Ugarte, Fernando López, Lorenzo Roal – BAILARINES – FIGURANTES: Alberto Aymar, Julia Cano, Davicarome, Teresa Garzón, Sonia Libre, Úrsula Mercado, Inés Narváez-Arrospide, Karel H. Neniger, Esther Ruiz, Gonzalo Simón, Fernando Trujillo.
DIRECCIÓN MUSICAL: Virginia Martínez – DIRECCIÓN DE ESCENA: Juan Echanove – ESCENOGRAFÍA Y VESTUARIO: Ana Garay – ILUMINACIÓN: Juan Gómez Cornejo (AAI) – COREOGRAFÍA: Manuela Barrero – VÍDEO ESCENA: Álvaro Luna.

Orquesta Oviedo Filarmonía (OFIL), Capilla Polifónica “Ciudad de Oviedo”, coro residente del Festival de Teatro Lírico Español (dirección del coro: José Manuel San Emeterio Álvarez), Rondalla: quinteto de la “Orquesta Langreana de Plectro” (directora: Seila González).

Felices 20 años de La Castalia

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Sábado 26 de marzo, 20:00 horas. Gala Lírica «La Castalia», XX Aniversario: Oviedo Filarmonía, Isabel Rubio (directora), Alejandro Roy (tenor invitado), Olena Sloia (soprano), Vanessa del Riego (soprano), María Heres (mezzo). Entrada libre.

La Castalia del siglo XXI sigue los pasos de aquella de 1873 con más fuerza y apoyando desde nuestra tierra el talento lírico, celebrando una gala lírica de altura que colmó las expectativas, un auditorio lleno que hacía cola una hora antes del comienzo, para reafirmar que Oviedo sigue siendo capital musical y las nuevas generaciones vienen pisando fuerte, tributo a dos generaciones de cantantes y compositores, la segunda labor de esta asociación que preside Begoña García-Tamargo con el mismo entusiasmo que sus discípulas.

Los que peinamos canas disfrutamos viendo la evolución de estas voces a las que conozco desde sus inicios, desde nuestro gran Alejandro Roy, invitado de lujo con sus paisanas Vanessa del Riego y María Heres, más el feliz encuentro con la ucraniana Olena Sloia, comprobar el talento de «las dos G» de la composición actual en Asturias, Guillermo Martínez (1983) y Gabriel Ordás (1999), la madurez de la directora murciana Isabel Rubio llamada a seguir comandando grandes orquestas, y por supuesto la Oviedo Filarmonía que si siempre es solvente, en estos repertorios aún más.

El programa lo dejo aquí encima detallado y paso a comentarlo globalmente: Primera parte operística donde el estreno de la obertura Homenaje a La Castalia de Ordás no pudo ser mejor inicio, aires empujando una apertura de forma clásica, digna de este aniversario que Isabel Rubio llevó al detalle para una sonoridad muy aterciopelada digna de las grandes formas orquestales.

Y abriendo la siguiente parte el segundo estreno de la tarde, Corona de azahar de Martínez, el intermezzo de su ópera «Bodas de Sangre» con aire hispano a más no poder, el mejor tributo a los grandes como Falla, Granados o Turina digna de ser coreografiada por el Ballet Nacional, impresionante instrumentación y excelente interpretación de OFil con Rubio dominadora de todos los recursos utilizados en esta maravilla que espero disfrutar completa en algún coliseo lírico como el que se convirtió el auditorio ovetense en este feliz cumpleaños. Apoyar estos estrenos con el talento de dos compositores que ya tienen su hueco en la SGAE, bien representada por otra asturiana como Mª Luz González Peña, igual de orgullosa de comprobar el talento de nuestra tierra.

De Alejandro Roy insistir en su excelente momento vocal, el aria de «Romeo y Julieta» (Gounod) Ah lève-toi, soleil poderosa y sentida, la romanza No puede ser de «La tabernera del puerto» (Sorozábal) en la mejor línea de canto con gusto y maestría, ambas concertadas a placer por Isabel Rubio, y la propina que siempre pone la carne de gallina cantada por el tenor gijonés, su Cavaradossi que se despide de la vida en «Tosca» (Puccini), uno de los roles que más triunfos le está dando y atravesando la mejor edad para afrontarlo. Gratitud hacia La Castalia que hizo llegar obligando a subir al escenario a Begoña G. Tamargo, y gratitud de un público rendido al mejor tenor asturiano de todos los tiempos.

Otra excelente voz la soprano Olena Sloia, con un Caro nome de «Rigoletto» (Verdi) ideal para su color y emisión, impresionante la actuación completísima de una página tan difícil como el Glitter an Be Gay de «Candide» (Bernstein) y dos romanzas bien cantadas, perlas vocales con un gusto y afinación ideales junto a la orquesta detrás que no bajó el volumen y la arropó con las mejores galas que sacó con buen hacer Rubio, la Canción del Ruiseñor de «Doña Francisquita» (Vives) y Me llaman la primorosa de «El Barbero de Sevilla» (Giménez). Sabiendo el triste momento por el que pasa su tierra, la ucraniana dio lo mejor y el público lo agradeció con grandes aplausos solidarios con su país y premiando la entrega de Olena.

Y las alumnas aventajadas de La Castalia, que van forjando su carrera, la soprano Vanessa del Riego y la mezzo María Heres, voces perfectas para sus dos dúos, el conocido dúo de las flores de «Lakmé» (Delibes) y el de las majas de «El barberillo de Lavapiés» (Barbieri), empaste y trabajo con piano que la orquesta engrandeció haciéndolas disfrutar aún más. La propina de Mozart redondeó este dúo «marca de la casa», el Prenderò quel brunettino del «Cossì», bien de tempo por parte de Rubio y la OFil completando el repertorio y entendimiento de todas ellas, en femenino plural.

De las arias y romanzas, Del Riego cantó Con onor muore de «Madama Butterfly» (Puccini), con una orquesta más fuerte que en el foso lo que no le impidió seguir emocionándonos en este rol, mientras Heres llevó el mayor peso de la velada, dos arias de «La Favorita» de Donizetti, y «Samson y Dalila» (Saint-Säens) muy trabajadas que con orquesta siempre ganan, especialmente su Mon coeur s’ouvre à ta voix, y otro tanto con sus romanzas de «La Malquerida» (Penella) o «Los claveles» (Serrano), un repertorio que va tomando cuerpo y terminará ampliando en una carrera bien encaminada con muchas horas de estudio.

Siempre hay que destacar la Oviedo Filarmonía que como decía anteriormente, es un seguro de calidad en todas sus secciones, y como orquesta de foso tanto ópera como zarzuela están en los atriles desde sus inicios. La línea ascendente es clara y ya tiene su propia personalidad ganada con las aportaciones de batutas de todas las generaciones.

Volver a tener al frente a Isabel Rubio le dio a esta gala no ya la precisión y gesto de la murciana, un portento de la batuta, también la pasión que transmite y una  concertadora que también va formándose a la sombra del trabajo como asistente en muchas producciones (Oviedo entre ellas). El mundo de las bandas de música es una cantera tanto para instrumentistas como para esta generación joven de directoras que comienzan a encontrar su merecido protagonismo y Rubio es una de ellas.

Esperando que La Castalia no desfallezca y encuentre el apoyo necesario para continuar esta labor impagable, centenares de cursos y actividades para seguir formando y apoyando el talento con mucho trabajo a lo largo de estas dos décadas. Como dice el tango «veinte años no es nada» pero el esfuerzo se nota y los frutos podemos compartirlos y disfrutarlos en este Oviedo que sigue siendo «La Viena española» y la mejor aspirante a capital cultural.

Barbieri siempre único

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Jueves 27 de febrero, 20:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: XXVII Festival Lírico Español. El barberillo de Lavapiés (Francisco Asenjo Barbieri, libreto de Luis Mariano de Larra), dirección de escenas y adaptación del texto de Alfredo Sanzol; edición crítica de Mª Encina Cortizo y Ramón Sobrino, producción del Teatro de la Zarzuela de Madrid.

Nueva temporada de zarzuela en Oviedo, y van veintisiete años ininterrumpidos en «La Viena Española», segunda temporada estable tras la madrileña, con una grande de nuestro género por excelencia para abrir boca en un festival esperanzador, contando para el irrepetible Barbieri con un elenco de altura ideal para cantar la historia de amor entre Lamparilla y Paloma con la puesta en escena y adaptación de Alfredo Sanzol más la dirección musical de Miquel Ortega al frente de la Oviedo Filarmonía junto a la Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo», titulares del festival ovetense.

Buena entrada en el Campoamor y un «Barberillo» redondo por lo homogéneo, atinado, actual, sobrio y musicalmente impecable. El Maestro Ortega sabe cómo sacar partido a cada número, siempre mimando las voces, dándoles confianza, también al coro, más una orquesta cada vez mejor que en el foso se crece cuando la batuta manda.

Confianza a «la Capilla» ya en su primera entrada con Dicen que en El Pardo, Madre, y la primera aparición de un Lamparilla Quiza en pleno estado físico, actoral y vocal, verdadero triunfador de la noche, torrente de voz rotunda para un rol de muchos recovecos, derroche total de agilidades, empaste con sus compañeros excelente y la seguridad de tener a la orquesta con el volumen perfecto para su triunfo de inicio a final, Lamparilla de referencia hoy en día.

De la Paloma Faus podríamos decir lo mismo, llenando escena, cantando con ese gusto especial que engrandece cada personaje, y como su pareja escénica, una maravilla comprobar que los textos, íntegros, se proyectan con el mismo color que las partes musicales. Convincente y entregada, Como nací en la calle de la Paloma de empaque y fuerza, el dúo Una mujer que quiere ver a un barbero emocionante y convincente, la pareja del pueblo que nos enamoró, mezzo y barítono naturales, cercanos, cómplices y auténticos, lo más aplaudido no solo por la empatía con el pueblo sino por su comunicación total.

La pareja noble, soprano y tenor, encarnada por la Marquesa Miró y Don Luis Tomé, contrarrestaron al pueblo pero mantuvieron la misma cercanía y empaque, su dúo En una casa solariega y especial mención tanto al dúo de las majas encajado por soprano y mezzo a la perfección, y el cuarteto con el que cierra el segundo acto, dobles parejas bien empastadas y convincentes, con movimiento escénico que no les impidió proyectar sus voces sin problema, así como en el cuarteto de las caleseras del tercer acto.
Celebrar este elenco vocal protagonista que brilló a gran altura para mantener la calidad de toda la representación. También los papeles «menores» que redondearon un plantel perfecto para Barbieri, capaz de aunar lo popular y castizo con la ópera italiana del momento, escribiendo números variados y siempre exigentes para todos y cada uno de ellos, música de primera que requiere un equilibrio total presente en este «Barberillo de Oviedo».

La Capilla Polifónica que dirige Pablo Moras entró con confianza en el Dicen que en El Pardo… tras el preludio inicial (silencioso con los «zancudos» y arranque orquestal), y así se mantuvo a lo largo de esta zarzuela grande, afinados, seguros, por grupos y en conjunto, tanto las voces graves, incluyendo la guardia, como las blancas que nos deleitaron vocal y escénicamente en el hermosísimo coro de las costureras.

Su colaboración a una escena sobria con mucho movimiento es habitual y sinónimo de seguridad y continuidad para una labor que no siempre parece recompensada aunque el público sí lo agradeció, recompensando con una larga ovación final.

Tanto la rondalla langreana (dirigida por mi querida Seila González) en la Jota de los Estudiantes, como el cuerpo de baile (excelentemente coreografiado por Antonio Ruz) completaron una brillante escena musical reforzada por una escenografía y vestuario sobrios de Sanzol y Andújar, bloques móviles capaces de ambientar calles, palacios o plazas con su juego e iluminación, más los tonos cálidos de un vestuario variado de época (bien los tunos con sotana, fajín rojo y bicornio) diferenciando sin exagerar a pueblo y nobleza, que no necesitan más para hacernos creer una argumento tan actual en sus diálogos que puede resultar visionario aunque así seamos los españoles pese al cambio de época.
La Oviedo Filarmonía siempre impecable, clara, prudente y presente gracias a esta magia que tiene Miquel Ortega, verdadero maestro que siempre deja el listón muy alto, eligiendo los tempi precisos para poder escucharlo todo y dejar fluir la música, unos preludios sinfónicos y un balance entre las secciones siempre acertado, dominador de la obra y transmitiendo esa seguridad necesaria a todos en el escenario. Quienes acudan este sábado a la segunda y última representación podrán comprobar la grandeza de Barbieri cuando se suman tanta calidad musical y artística.

Lamparilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Borja Quiza
Paloma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .  Cristina Faus
Marquesita del Bierzo . . . . . . . . . . . . . . . . . . .  María Miró
Don Luis de Haro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .  Javier Tomé
Don Juan de Peralta . . . . . . . . . . . . . . . . . . .  David Sánchez
Don Pedro de Monforte. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Abel García
Rondalla Orquesta Langreana de Plectro, Seila González (dirección)

Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo», Pablo Moras (director)
Oviedo Filarmonía
Dirección Musical. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Miquel Ortega Pujol

Los diamantes son para las mujeres

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Jueves 21 de mayo, 20:00 horas. Teatro Campoamor: Zarzuela, XXII Festival de Teatro Lírico Español: «Los diamantes de la corona«, música de Francisco Asenjo Barbieri, libreto de Francisco Campodrón, segunda representación. Entrada: Delantera de Principal: 27 € (con gastos de gestión).

Cuanto más escucho a Barbieri más me gusta, y no sólo su conocido «barberillo» sino estos diamantes nada brutos y muy pulidos que tengo en grabación histórica con Pilar Lorengar como Catalina, Manuel Ausensi como Rebolledo entre otros, con el Coro de Cantores de Madrid del Maestro Perera y la Gran Orquesta Sinfónica bajo la dirección de Ataulfo Argenta.

Esta segunda de Oviedo no tiene un reparto tan sobresaliente pero todo funcionó a la perfección, compartiendo la misma producción que disfrutó recientemente Madrid. Dejo aquí toda la ficha tanto del reparto como del equipo artístico, puesto que un espectáculo, y «Los diamantes de la corona» lo son en todo su esplendor, originales y nunca copia, ya que este todo conforma una zarzuela de siempre, recuperada en esta edición crítica de Emilio Casares, el gran valedor de todo el Legado Barbieri.

La puesta en escena de José Carlos Plaza es brillante, decorados artísticos, con transición de la cueva al palacio sin interrupción o ese salón del trono de hermosísimas telas; la iluminación excelente, auténtica guía de la acción tanto en las superiores como los cañones laterales, además de  un vestuario elegante y variado que contribuyen a un colorido nunca estridente perfectamente contrastado con el entorno.

El reparto vocal estuvo equilibrado aunque fueron las mujeres quienes ganaron a público y partitura, con una María José Moreno como Catalina y Cristina Faus como Diana convincentes como actrices (el texto hablado resulta tan difícil como cantar, aunque esté recortado) y aún más en sus distintas intervenciones solistas, dúos (qué bien hicieron el bolero Niñas a vender flores del acto segundo) y concertantes. La soprano granadina está en un momento álgido y la última romanza De qué me sirve, ¡oh, cielo! resultó casi un aria de alguna reina de Donizzetti como bien me apuntaba un experto en la lírica, gusto, amplia gama expresiva y emisión perfecta. Por su parte la mezzo valenciana brilló siempre en sus intervenciones conjuntas, pues Barbieri no le da una romanza sola, por otra parte exigiéndole empastar con todos sus compañeros protagonistas, además del citado y conocido dúo con la soprano, que primero arrancan en concertante, o el Si decirle me atreviera con Sandoval en el acto segundo.

Sandoval estuvo bien cantado por el barcelonés Carlos Cosías desde su primera aria ¡Ah! Que estalle el rayo algo contenido, creciendo en los concertantes y marcándose un hermoso dúo con Catalina ¿Por qué me martirizas…? en el segundo acto de tintes belcantistas para una difícil partitura del compositor madrileño. Convincente el barítono Gerardo Bullón como Don Sebastián, como paralelo a la Diana en el sentido de carecer de un número solo pero exigiéndole empastar con el resto de voces, algo que salvo en el quinteto final, consiguió sin problemas. El bilbaíno Fernando Latorre dibujó un Rebolledo completo actoralmente y un poco menos cantando, distintos registros y color vocal, estando más cómodo en el medio y agudo pese a estar «etiquetado» como bajo-barítono, algo que sigo sin compartir del todo por las no siempre acertadas clasificaciones de las voces. Bajó el listón Ricardo Muñiz como Conde de Campoamor, bien las partes habladas pero siempre tapado en las cantadas conjuntas, perdiendo algo de presencia desde el Kyrie final del primer acto, el coro de damas y caballeros del segundo y sobre todo en el quinteto final donde «chirrió» un poco, tirante en el agudo y rompiendo un color bastante homogéneo con las voces graves. Destacar finalmente al actor Joseba Pinela como Antonio, monedero.

Del coro Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo» dirigido por el maestro Rubén Díez sólo felicitaciones porque cada aparición suya en escena cumple las expectativas independientemente de las dificultades que deban afrontar, y estos diamantes tienen muchas, vocal y escénicamente, saliendo airosos de todo ello. Tanto las voces graves que comienzan el coro de monederos Vuelta al trabajo, otra parte de militares con Rebolledo al mando y el simpático Kyrie final con Sebastián y el capitán. En el segundo acto bien equilibradas las voces blancas y los conjuntos con un Mil parabienes al lado del quinteto solista, puede que algo precipitados con la orquesta pese al intento de cuadrar desde el foso. Y en el tercer acto tanto el movimiento escénico como los tres coros que cantan redondearon una función exigente, de menos a más hasta la brillante «Marcha de la coronación».

El foso parece el lugar idóneo para la Oviedo Filarmonía, con todas sus secciones equilibradas en volúmenes y presencia perfectamente llevada por el responsable musical, de nuevo Óliver Díaz que saca de ella matices imperceptibles, presencias equilibradas, pendiente de todos los detalles y aprovechando los silencios vocales para ganar en dinámica. Encomiable el cuidado que muestra hacia los cantantes, a los que respeta con escrúpulo, auténtico concertador y conocedor de esta partitura que defiende hasta el último compás. Difíciles las esperas para las largas partes habladas pero atento incluso a los ligeros «recitativos», destacando los golpes de caja china fuera de escena que marcaban pausas escénicas para «comentarios» de los personajes, incluso contestando el propio director como parte de una acción donde la batuta no puede perderse ni una corchea. Habrá que seguir confiando en el maestro asturiano para la lírica ovetense donde se mueve como pez en el agua.

Zarzuela grande la decimonónica cuando todo resulta equilibrado, sin importarnos los quilates de unos diamantes que evidentemente fueron para las mujeres. Buena entrada en el Campoamor que mantiene el nivel de un festival con veintidós años luchando contra vientos y mareas. El viernes será la última función y queda además de la gala de José Bros el próximo viernes 29 de mayo con Conti y la OFil, una esperada «Pepita Jiménez» con música de Isaac Albéniz basada en la homónima de Juan Valera (y en Oviedo con la escenografía rompedora de Calixto Bieito) cerrando ciclo, mes e inicio vacacional (29 de junio y 1-2 de julio), que espero poder contar desde aquí.

Zarzuela matutina

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Sábado 16 de mayo, 12:00 horas. Fundación Juan March (Madrid): Los conciertos del sábado. Ciclo «Zarzuela cómica«: Homenaje a Guillermo Fernández-Shaw (1893-1965). Carmen Solís (soprano), Carlos Crooke (tenor cómico), Aurelio Viribay (piano). Entrada gratuita.

Madrid en fiestas aunque para la música siga siendo la capital, con espectáculos diarios y para todos los públicos. Un lugar que no suele faltar en mis escapadas es la fundación de la calle Castelló, en pleno barrio de Salamanca, de cuya dirección musical se encarga mi admirado Miguel Ángel Marín, esta vez para un merecido homenaje con un concierto que repasaba dúos y romanzas de zarzuela donde la saga Fernández-Shaw se ocupó de los libretos, parte esencial en este género tan nuestro porque no sólo es encontrar los textos sino adaptarlos para ser cantados, de ahí la habitual colaboración de dos libretistas como iremos comprobando. El legado de esta familia se encuentra en la Biblioteca de la Fundación Juan March y se celebran ahora los 50 años del fallecimiento de Guillermo, licenciado en Derecho como su padre Carlos además de periodista en La Época antes de dedicarse a los libretos de zarzuela que hasta 1950 firmaría junto al ovetense Federico Romero. Del hilo argumental en este espectáculo ameno, entretenido y que colgó el cartel de aforo completo se encargó precisamente Carlos Crooke, cual libretista que nos iba narrando argumentos con una mesa y una silla como taller de trabajo de todo escritor, además de cantarlos y escenificarlos con la soprano extremeña Carmen Solís y el talento pianístico de Aurelio Viribay, no ya acompañante o director sino auténtico maestro para muchos artistas de nuestro panorama lírico y trabajador incansable en recuperar veladas como esta matutina de «Los sábados de la Fundación«.

Los compositores y obras elegidas sirvieron para comprobar el talento de Carlos Fernández-Shaw y sus hijos Guillermo y Rafael en perfecto entendimiento para escribir auténticas joyas de nuestra no siempre defendida ni entendida zarzuela.

Guridi escribe su obra «El Caserío» con libro de Guillermo y Romero, eligiéndose el dúo Cuando hay algo que haser para abrir boca con dos voces que funcionarían a la perfección también por separado, y su conocida romanza de tenor Yo no sé qué veo en Anamari, algo más dura para un tenor cómico como Crooke aunque Viribay mimó la partitura de principio a fin.

No tan popular como el vasco pero con los mismos escritores del libreto, el alicantino Ernesto Pérez Rosillo (1893-1968) escribe en 1921 «Las delicias de Capua» de la que escuchamos Por las orillas del Manzanares, romanza realmente deliciosa que nos lleva a los cuadros goyescos más que a las guerras púnicas. A continuación mismos literatos para otro de los grandes músicos de zarzuela como el maestro Jacinto Guerrero con el simpático dúo de Colette y Moisés a ritmo de fox-trot Yo no soy Napoleón de «Las alondras» (1927) donde Carmen Solís y Carlos Crooke recrearon y repescaron un título algo perdido frente a otras más famosas, pese a la calidad de su partitura, continuando con estos gustos de argumentos «militares» y amorosos para «La señora capitana» (libreto de Jackson Veyan) con música de Joaquín «Quinito» Valverde y Tomás Barrera, donde el dúo Dejar las armas podemos ya sacó registros hermosos en la soprano bien contestada por el tenor, papeles adaptados a voz y escena dentro del llamado Género Chico, aunque sólo de extensión.

Volvía el tándem Fernández-Shaw – Romero para una de las zarzuelas más representadas como «La canción del olvido» (Serrano) y la famosa romanza Canta el trovador, que Carmen Solís bordó con gusto arropada por el terciopelo pianístico de Aurelio Viribay.

En pleno San Isidro no podía faltar algo castizo como «El bateo» de Chueca (libreto de Antonio Domínguez y Antonio Paso) con dos números alegres perfectamente entendidos por los intérpretes: el couplet para tenor cómico Yo me llamo Virginio Lechuga jugando con las medias color carmesí, y el dúo con Visita Muy buenos días señor Virginio, declaración amorosa sacando todo el partido a las dos puertas que flanquean el órgano de tubos del salón de la Fundación y aún más este fragmento para unas voces ideales en este repertorio, más duro de lo que aparenta y compuesto parte de él en tiempos donde las tiples y vicetiples no tenían registros tan «claros» como hoy.

El homenaje no podía olvidar al patriarca Carlos quien con José López Silva escriben el libreto de «Las bravías» (Ruperto Chapí), título no muy representado del que disfrutamos el dúo ¿Por qué no te marchas? interpretado con sentimiento y musicalidad sobre las tablas. Y otra partitura que siempre resulta una joya por una música de primera como «La chulapona» (1934) de Moreno Torroba y textos de Guillermo y Romero de quien escogieron el dúo Yo que con las damas, retrechero y chulapón como la verbena de San Cayetano y castizo como un chotis, elegancia de Solís y desparpajo de Crooke, con una orquesta pianística más que manubrio de organillo con Viribay, todos capaces de recrear un número de primera que bisaron al final del concierto.

Para terminar este teatro musical de cámara dedicado a la zarzuela tenía que estar Francisco Asenjo Barbieri y «El barberillo de Lavapiés«, con nada menos que Luis Mariano de Larra como libretista para una maravilla de nuestra historia lírica no ya local sino mundial, plenamente vigente en tiempos donde parece renacer nuestro género musical por excelencia que triunfa allá donde va. Tres números para disfrutar: las seguidillas manchegas En el templo de Marte, la conocidísima romanza Como nací en la calle de la Paloma y el dúo Una mujer que quiere ver a un barbero, los enredos y comidillas de una profesión, aquí con Lamparilla, que ha dado muchas páginas escénicas y nuestro Barbieri eleva a su máxima categoría con unas voces adaptadas al carácter que letra y música reflejan, más una orquestación endiablada al reducirla al piano pero que Aurelio Viribay interpreta como nadie, pudiendo comprobar el excelente momento de Carmen Solís en un repertorio que no es el habitual suyo y un Carlos Crooke feliz y cómodo en unos papeles no siempre valorados y con personajes de nombres poco agradecidos como él mismo contaba en sus interloquios siempre llenos de ironía y buen gusto. Una mañana realmente zarzuelística que servía como aperitivo a la sesión del «templo» en la tarde noche. Pero ésta… será otra historia.

 
P. D. El audio del concierto está disponible en este enlace de la propia Fundación sólo hasta el día 16 de junio de 2015.

Pasión lírica con más amor que desdicha

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Viernes 13 de febrero, 20:15 horas. Sociedad Filarmónica de Vigo, Auditorio Centro Cultural Afundación, Vigo. Pasión Lírica «Entre el amor y la desdicha»: Beatriz Díaz (soprano), Belén Elvira (mezzo), Juan Antonio Álvarez Parejo (piano). Arias y dúos de ópera y zarzuela.

En pleno siglo XXI mantener sociedades filarmónicas es toda una labor épica, abonados que van dejando por razones obvias su gran afición y poca juventud que tome el relevo. Lástima porque siguen siendo la escuela formativa para mayores auditorios tanto para intérpretes como público. En ellas podemos seguir disfrutando de la llamada música de cámara y recitales líricos con piano que llenarían grandes salas con orquesta.

Ferrol, Coruña y Vigo aunaron esfuerzos para lograr un recital de auténtica pasión con dos mujeres de larga trayectoria y un pianista que ha dedicado toda su vida a este género, acompañando voces que siguen triunfando.

La asturiana de Bóo Beatriz Díaz, la canaria de Lanzarote Belén Elvira y el madrileño Álvarez Parejo organizaron un programa para esta pequeña gira gallega que hizo las delicias del público conocedor de casi todo lo escuchado (más allá de la edad), arias y dúos para soprano y mezzo donde las voces lograron triunfar tanto en solitario como juntas gracias a un empaste perfecto, algo difícil de encontrar en estos tiempos, con alternancia de números que hicieron aún más atractivo el concierto.

La primera parte la abriría Mascagni con su Cavalleria Rusticana, la escena y oración a piano solo emulando una orquesta con esa música siempre bella, antes del Voi lo sapete, o mamma de la mezzo canaria, continuando con Puccini y dos delicias suyas, Tu che di gel sei cinta de «Turandot» que parece escrito para la asturiana, y el dúo de las flores de Madame Butterfly, dulzura allerana y el perfecto entendimiento entre los tres intérpretes. Esta temporada de ópera en Oviedo pude escuchar dos versiones de Butterfly y el esperado «Samson et Dalila» (Saint-Saëns) del que Belén Elvira desgranó la conocida Mon coeur s’ouvre à ta voix convincente, como si las mezzo canarias tuviesen un don para este rol. Las joyas brillaron con Beatriz Díaz en el «Faust» (Gounod) de Ah! Je ris des me voir, gusto y escena siempre de la mano, con esos rubati impecables y bien entendidos desde el piano, antes de la conocida Barcarolle, dúo de «Los cuentos de Hoffmann» (Offenbach) que confirmó el empaste de ambas voces, a unísono como una sola, con los planos en perfecto equilibrio y un piano siempre pendiente de las protagonistas. El cierre operístico de la primera parte lo puso Bizet con la conocida Habanera de «Carmen» ideal para la mezzo canaria hoy con piano, y Les filles du Cadix (Delibes) que en la voz de la asturiana son otra delicia en versión recital que nunca cansa escuchar, destacando lo difícil que resulta cantar en francés sin cambiar el color de voz, algo que lograron ambas.

El llamado género chico lo es solo de nombre, junto con una zarzuela que seguimos sin saber vender incluso en recital, pese a contar con páginas hermosísimas y de igual o mayor calidad que muchas de sus «hermanas mayores».

La selección adecuada, exigente y nuevamente completa en registros, escena y acompañamiento, destacando El dúo No merece ser feliz de «Los Gavilanes» (Guerrero) con madre e hija convincentes o el agradecido Todas las mañanitas de «Don Gil de Alcalá» (Penella), donde sólo faltó hacer los coros al público. Sobrios el ¿Qué te importa que no venga? (Serrano) de «Los claveles» por la canaria, y  la petenera Tres horas antes del díaLa marchenera«) de Moreno Torroba por la asturiana, en registros y colores de voz apropiados para ambas para deleitar y recrearse aún más en las siguientes romanzas solistas de la Canción de Paloma de «El barberillo de Lavapiés» (Barbieri), endemoniada para pianistas acompañantes (como toda reducción orquestal) y más para sopranos que logren cantar todo lo escrito además de interpretarla escénicamente, a lo que Beatriz Díaz nos tiene acostrumbrados ¡Brabóo!, y el Chotis del Eliseo de «La Gran Vía» (Chueca), tan castizo en todo que nadie diría que Belén Elvira sea canaria, más un «organillero» de lujo el piano de Parejo. Nada mejor que un poco de humor todos juntos con una página compleja en partitura, con cambios de ritmo difíciles de encajar, y escena simpática como es el dúo de «Los sobrinos del Capitán Grant» (Fernández Caballero), ese En Inglaterra los amantes… donde Miss Ketty Beatriz y Soledad Belén nos hicieron reír con su escenificación, sin escatimar nada en un canto nuevamente bien ensamblado, templado y acertado.

Largos aplausos y dos regalos en solitario también españoles, ese El vito de Obradors que Beatriz Díaz defiende como un auténtico «lied» español mientras Álvarez Parejo protagoniza al fin algo puramente pianístico y no orquestal, exigencias bien resueltas por ambos intérpretes, y La tarántula de «La Tempranica» (G. Giménez), con Belén Elvira que da a lo pícaro altura artística en esta mezzo de amplio registro. Excelente recital con auténtica pasión donde entre el amor y la desdicha reflejadas en las partituras estuvo el buen hacer y calidad de los tres intérpretes.

Como curiosidad seguirán viaje hasta el Baluarte de Pamplona para hacer una antología de zarzuela con coros, orquesta y distintos solistas, comentando que mi admirada Beatriz Díaz cantaba estos recitales gallegos a caballo entre su reciente Oscar de Ballo en la ópera de Bolonia y la Clementina (Boccherini) de mayo en la Zarzuela madrileña. No está nada mal un recital con ambos géneros, más allá de mantener repertorio porque siempre son grandes cuando hay calidad en los intérpretes, algo que se corrobora en cada actuación.

Beatriz Díaz, esperando a Mimì

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Miércoles 8 de octubre, 20:00 horas. Gijón, Teatro Jovellanos: Sociedad Filarmónica, primer concierto de la temporada: Beatriz Díaz (soprano), Julio Alexis Muñoz (piano). Gala lírica de canción española, zarzuela, opereta y ópera. Precio no socios: 18€ (+1€ de gastos en Tiquexpress).

Siempre es un placer escuchar a nuestra soprano más internacional, y más en casa, donde aún sigue sin ser profeta para desgracia de la legión de seguidores que mueve, como así quedó demostrado con la excelente entrada que mostró el coliseo gijonés en colaboración con la Sociedad Filarmónica local para esta inauguración de temporada y acuerdo, posibilitando la asistencia de no abonados. Personalmente mi agradecimiento por esta feliz idea.

Dejo el programa y las notas aquí porque será imposible detallar cada una de las partituras que Beatriz Díaz desgranó con el excelente pianista canario Julio Alexis Muñoz, seguridad y colaboración necesarias para redondear una noche plagada de emociones por parte de intérpretes y respetable.

La soprano allerana se mostró espléndida en el amplio sentido de la palabra: dándolo todo como en ella es habitual, lo que la hace grandísima artista, con dos vestidos, uno para cada parte como se espera de las figuras, y en un momento vocal más que esplendoroso, de total madurez. No se presentó en Gijón para un recital cualquiera sino de muchos quilates, similar al de hace un año que colgó el cartel de «Sold Out» en Tokio, dejándose jirones del alma en cada obra, interpretación vocal y gestual haciendo un derroche físico y anímico para poder pasar de un personaje a otro y volver a enamorarnos en cada uno de ellos.

Abrir con las Siete canciones populares de Falla es muestra de su poderío actual, cantar con gusto El paño moruno, intimar con la Asturiana tan cercana, desparpajo de la Seguidilla murciana o la Jota, adormecer con una Nana susurrada y rematar con la Canción y El Polo donde el piano, siempre con la tapa abierta, compartió emociones. Qué decir de esas otras maravilla de canciones: Del cabello más sutil (Obradors), sutileza en la línea de canto, matices increíbles con una dinámica amplia y un registro siempre homogéneo, o los Cantares (Poema en forma de canciones) de J. Turina, catálogo de sabiduría interpretativa incluso en las vocalizaciones sin olvidar nunca la raíz popular desde unas obras dignas del género liederístico más reconocidas fuera de la piel de toro. El pianista canario dominador de este repertorio, fue la pareja interpretativa perfecta.

Breve pausa para volver con un mantón de Manila y enfrascarnos con las romanzas de zarzuela exigentes a cual más, actriz en cada gesto y cantante con mayúsculas de principio a fin: la «Canción de Paloma» de El barberillo de Lavapiés (Barbieri) exigente para piano por la reducción orquestal realmente endiablada y vocalmente otro tanto, la «Romanza de Roseta» de La labradora (L. Magenti), probablemente lo mejor escrito del valenciano y que nos puso el alma en vilo, y finalizar por «Petenera» de La marchenera de Moreno Torroba, que escuchándolas en voces como la de Beatriz Díaz, revalorizan siempre este género tan nuestro que parece comenzar una nueva etapa.

Si la primera parte resultó dura, la segunda sería demoledora y apta solo para una soprano dúctil, trabajadora, autoexigente y profesional, metiéndose en cada personaje de las siete arias, a cual más difícil, vocalmente como si se tragase dos óperas seguidas y en distintos idiomas: alemán, francés e italiano. «Glück, das mir verlieb» de Die tote stadt (Korngold) me descubrió colores que no conocía en esta «Canción de Marietta», técnicamente perfecta y volcada sentimentalmente con esa nostalgia del amor que se apaga. Contraste anímico en el breve espacio de una a otra con el lied de Vilja de La viuda alegreDie lustige witwe«- de Lehar, lo más conocido de esta opereta tan cercana a nuestros cuplés donde pianista y soprano se entendieron a la perfección para dibujar mentalmente el ambiente de salón.

Vendrían después tres arias francesas que Beatriz Díaz ya ha hecho suyas: «Adieu notre petite table» de Manon (Massenet), emocionándonos todos por su belleza en el canto, su entrega, subrayando todo lo que la partitura indica para recrearlo; un respiro de sentimientos para la conocida «aria de las joyas» de Faust (Gounod), imaginándonos la escena con escucharla y quedarnos hipnotizados en cada gesto, para volver a acongojarnos con otra recreación de Adriana Lecouvreur (Cilea) y su «Io son l’umile ancella«, ampliando repertorios con buen criterio vocal, ensanchando no solo voz o registro sino personajes que la de Bóo se cree de principio a fin.

Y si hay un compositor con el que Beatriz Díaz parece de otra galaxia es Puccini, dos óperas que han disfrutado muchos públicos no precisamente cercanos: «O mio babbino caro» de Gianni Schicchi que con piano resulta aún más indescriptible, y sobre todo «Mi chiamano Mimì» de La Bohème, un rol que sigue esperando pero no puede tardar mucho porque Musetta es el complemento y la tiene igualmente asumida, de hecho la propina primera fue el Vals, siempre un encanto (o unen canto). El público rendido a los pies de nuestra sopranísima tras el sobresfuerzo compensado con el cariño y la satisfacción del trabajo bien hecho. Todavía nos regaló El vito de Obradors para demostrar su apego a la tierra además del desparpajo escénico así como el fondo físico para cantar lo que nos cantó ¡y cómo!, siempre muy bien arropada por el maestro Muñoz al piano. Un portento de mujer a la que seguimos puntualmente. Gratitud infinita.