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Navidades sinfónicas y solidarias

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Miércoles 17 de diciembre, 20:00 horas. Teatro Jovellanos: Concierto nº 1.706 de la Sociedad Filarmónica de Gijón (a beneficio de la Asociación Española Contra el Cáncer). Orquesta de la Fundación Filarmónica de Oviedo, Pedro Ordieres (director). Obras de Schubert y Dvořák.

Mi último concierto del año en  la Sociedad Filarmónica de Gijón resultó una cita que aunaba música y compromiso solidario al celebrarse a beneficio de la AECC en Gijón, y con una extraordinaria entrada que seguro ayudará a seguir invirtiendo en la investigación para seguir una lucha que nunca es suficiente, como bien nos recordó la periodista lenense Laura Mayordomo del diario El Comercio, antes de que sonase la música.

La Orquesta de la Fundación Filarmónica de Oviedo, bajo la dirección de Pedro Ordieres, presentó un programa equilibrado y de gran atractivo, con obras de Franz Schubert y Antonín Dvořák, con una plantilla algo desequilibrada donde el viento era casi tan numeroso como la cuerda (esta vez capitaneada por Daniel Jaime Pérez), con todo el “sacrificio” que supone intentar una sonoridad bien balanceada, una especie de ecualización donde el primero baja el volumen y la segunda lo sube, en un ímprobo trabajo cuando además violas y contrabajos quedaban en franca minoría perdiéndose «pegada en los graves». Con todo alcanzaron una calidad que para una orquesta amateur con apenas tres meses de vida, heredera de la desahuciada Orquesta Universitaria que fundase mi siempre recordado Alfonso Ordieres y recuperase su hijo Pedro durante ocho años, una «escuela de vida» que trabaja para unir caminos, aficiones y una experiencia para los jóvenes que pronto ocuparán atriles profesionales, o como reza en su presentación «un espacio donde personas de distintas edades, trayectorias y niveles musicales comparten algo en común: el deseo de hacer música juntas».

Ya en su debut al que tuve la suerte de disfrutar en su “sede”, en la sociedad hermana de la gijonesa, resaltaba el empuje y ganas de trabajar de esta “heredera universitaria” y con parte de este programa, la obertura “asturiana” de Schubert  y solo el primer movimiento de la sinfonía. Para el 22 de abril del próximo año retornarán «a casa» y espero seguir su evolución, deseándoles muchos más conciertos para llevar la música sinfónica allá donde no alcanzan las orquestas profesionales.

La velada se abrió con la Obertura “Alfonso und Estrella”, D. 732 de Schubert, una página infrecuente en las salas de conciertos que permitió asomarse a una faceta menos conocida del compositor vienés. Como señalaba en las notas al programa, que esta vez tuve el honor de escribir, se trata de una obertura en la que Schubert conjuga la herencia clásica con un marcado aliento lírico, anticipando ya algunos rasgos de su madurez. Pedro Ordieres subrayó precisamente ese equilibrio, ofreciendo una lectura clara y bien estructurada, con un discurso fluido y un sonido cuidado, en el que destacó el buen empaste de las cuerdas y la elegante participación de los vientos.

A continuación llegaría la Sinfonía nº 9 en mi menor, op. 95, “Del Nuevo Mundo”, de Antonín Dvořák, obra emblemática del repertorio sinfónico y verdadero cruce de caminos estéticos y culturales. Tal como recordaba en las notas al programa, la sinfonía no pretende tanto una cita literal del folklore americano como una síntesis personal entre el lenguaje del compositor y las impresiones recogidas durante su estancia en Estados Unidos. Esta idea encontró reflejo en una interpretación atenta a los contrastes y al desarrollo orgánico del discurso musical. Con alguna permuta en los atriles de la madera la orquesta volvió a trabajar los matices para proseguir con el mismo empuje juvenil y la madurez en la dirección.

Desde el Adagio-Allegro molto inicial, Ordieres planteó una lectura de amplios arcos formales, con una introducción solemne y bien graduada que desembocó en un allegro de pulso firme. El célebre Largo fue abordado con un tempo contenido y una atmósfera recogida, destacando la calidez y calidad del solo de corno inglés, sostenido por un acompañamiento delicado y expresivo que evitó cualquier exceso sentimental, trabajando los matices y equilibrios entre las secciones. El Scherzo, rítmicamente incisivo, mostró a una orquesta ágil y bien articulada, mientras que el Allegro con fuoco final cerró la obra con energía y coherencia, integrando los motivos recurrentes de la sinfonía en un clímax convincente, siempre  bajo el magisterio de «junior». Personalmente quiero felicitar especialmente a los componentes de “mi” Banda Sinfónica del Ateneo Musical de Mieres por sus respectivos solos a Alba García (flauta) y Mateo Velasco (trompeta) porque estoy viéndolos crecer en todos los sentidos, y su participación en la Orquesta de la Fundación Filarmónica de Oviedo es un escalón más en su formación y toda una experiencia siempre enriquecedora en el largo camino de los músicos.

Como concierto navideño hubo propina con los músicos envueltos en espumillones plateados, manteniéndonos en el continente americano pero bajando hasta México con el agradecido Danzón nº 2 de Arturo Márquez para una orquesta engrosada con más viento, percusión y el piano de Luis López Aragón, que prosigue cursando estudios de dirección orquestal en Oviedo y Alemania.

Público en pie, varias salidas a saludar de Pedro Ordieres, y no podía faltar en este día festejando ya la Navidad el mundialmente conocido villancico Noche de Paz (de Joseph Franz Mohr y Franz Xaver Grüber) en un bellísimo arreglo del avilesino Rubén Díez y el chipriota afincado en nuestra tierra Rafaelos Christofi, ambos presentes en el teatro, digno de banda sonora para alguna de las películas de temática navideña que seguro abundarán próximamente. De nuevo excelente repuesta de todo el teatro con calurosos aplausos, reconociendo tanto la calidad artística de esta propuesta como el valor añadido de una velada en la que música, reflexión y compromiso social se dieron la mano.

En conjunto, un concierto que ofreció una interpretación sólida y musicalmente honesta, sustentada en una lectura reflexiva del programa y en un notable trabajo de conjunto por parte de la Orquesta de la Fundación Filarmónica de Oviedo.

PROGRAMA

Franz Schubert (1797–1828):

Obertura “Alfonso und Estrella”, D.732

Antonín Dvořák (1841-1904):

Sinfonía nº 9 en mi menor, op. 95, “Del Nuevo Mundo”:

I. Adagio – Allegro molto II. Largo III. Scherzo: Molto vivace IV. Allegro con fuoco

Abandonos y reencuentros orquestales

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Miércoles 8 de octubre, 19:45 horas. Teatro Filarmónica, Año 119 de la Sociedad Filarmónica de Oviedo, concierto 2.093 (13 del año 2025): Orquesta de la Fundación Filarmónica de Oviedo, Maximilian Von Pfeil (violonchelo), Pedro Ordieres (director). Obras de Schumann, Schubert, Delius, Dvorák y Márquez.

El apellido Ordieres es sinónimo de música y ha estado unido a la Orquesta de la Universidad de Oviedo que fundase en 1979 mi siempre recordado Alfonso y recuperase en nuestro siglo XXI su hijo Pedro. Pero cuando no hay intención de apoyos o al menos algo de interés (u otros como «lucha de egos» o el «apártate tú que me pongo yo»), el abandono llevó a la renuncia de su director tras ocho largos años al frente, así como el apoyo de los músicos (algo que tristemente me recuerda otras formaciones y parece repetirse cual «Saturno devorando a su hijo») que siempre es primordial para no perder un capital humano único.

Pero a los desahuciados orquestales se les acogió nada menos que en la Fundación de la centenaria sociedad filarmónica ovetense, y en el programa de mano quedaba recogido el guante que no debió lanzarse, y la nueva casa de estos músicos de varias generaciones, como bien expresa el título:

«La música nos une»

Con esa convicción nace la nueva Orquesta impulsada por la Fundación de la Sociedad Filarmónica de Oviedo: un espacio donde personas de distintas edades, trayectorias y niveles musicales comparten algo en común: el deseo de hacer música juntas.

Esta orquesta no profesional, abierta y diversa, surge con el objetivo de tender puentes entre generaciones a través del lenguaje universal de la música. Desde jóvenes estudiantes hasta adultos que desean retomar su instrumento, pasando por músicos aficionados con larga experiencia, todas las edades son bienvenidas.

Creemos en el poder de la música como herramienta de encuentro, aprendizaje mutuo y transformación social y formar parte del compromiso cultural y educativo de la Sociedad Filarmónica de Oviedo, que a través de su Fundación, abre así una nueva vía para que la música no solo se esciche, sino que también se vida.

Pero esta orquesta también nace con vocación de escenario, Queremos llevar el nombre de la Filarmónica de Oviedoa teatros y auditorios dentro y fuera de nuestra ciudad, revitalizar el panorama musical con estrenos de obras contemporáneas, recuperar repertorio poco habitual y colaborar con solistas de prestigio que compartan esta visión de apertura, excelencia y compromiso.

Porque la música cuando es compartida, transforma todo lo que toca. Y porque no hay mejor manera de proyectar el legado y la excelencia de la centenaria Sociedad Filarmónica de Oviedo que a través de una orquesta viva, comprometida y abierta al futuro.

 

Con esta «carta de presentación» llegaba esta nueva orquesta con mucho camino andado en esa mezcla de juventud y veteranía, de estudiantes y titulados, al mando de Pedro Ordieres que lleva toda la vida amando, viviendo y conviviendo con la música. Inasequible al desaliento, luchador, con un repertorio que conoce a ambos lados (desde el atril y en el podio), con un solista de prestigio como su compañero en la OSPA Maximilian Von Pfeil para abrir temporada y orquesta con el «Concierto para violonchelo y orquesta en la menor», op. 129 de Robert Schumann. Excelente sonido del cello sobre una tarima que amplifica esa belleza de timbre, buenos balances con la orquesta (aún algo «descompensada» en efectivos de cuerda pero muy efectiva además de entregada) comandada por Fernando Zorita como concertino, y la sabia concertación de un Ordieres que lleva a «sus músicos» con seguridad, aún necesitando mejorar la afinación, que el tiempo conseguirá. La sección de viento, especialmente las maderas (sin olvidarme de los metales) mostró un nivel altísimo, que mantendrían en todo el concierto, incluso con «doble plantilla» como explico más adelante.

El cellista alemán nos regaló la Bourré en do mayor de la tercera Suite, «un poco de Bach» que siempre es mucho, como decía un anuncio de un conocido brandy español, e impagables las caras de respeto y admiración de su cuerda en el escenario.

En la segunda parte Schubert y la obertura de una ópera sobre el rey asturiano Alfonso und Estrella, D. 732, enorme partitura y gran trabajo orquestal por parte de esta formación, matizada, equilibrada en intensidades, empastada y disfrutando con la música.

Recambios instrumentales en madera y metales añadiendo el piano preciso de Luis López Aragón, algo atrás en todos los sentidos, para el segundo movimiento (By the River) de la «Florida Suite», RT VI/1 (Frederick Delius), que Ordieres conoce al detalle y su orquesta afrontó con buen gusto antes del primer movimiento (Adagio-Allegro molto) de la conocida «Sinfonía nº 9 en mi menor, op. 95, B. 178 «Del Nuevo Mundo» del checo Antonín Dvorák donde «soltar» amarras en un descubrimiento sonoro por parte de todas las secciones, una travesía sinfónica difícil con el «Almirante Ordieres» navegando con la misma seguridad que contagia a la orquesta. Bravísimas las flautas, especialmente Alba García, la solista a quien conozco hace años, al igual que al trompeta Mateo Velasco  (y algunos músicos más que están en «mi» Banda Sinfónica del Ateneo Musical de Mieres), que aún nos harían otro regalo de altura con una plantilla más grande para el famoso Danzón nº 2 de Arturo Márquez, un «chute en vena» de alegría, complicidad, satisfacción e intensidad emocional porque «la musica nos une».

Larga vida a esta nueva orquesta que volveré a escuchar en Gijón el 17 de diciembre… y espero contarlo desde aquí.

 

Predicando con el ejemplo

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Viernes 14 de marzo, 20:15 horas. Auditorio del Conservatorio Profesional de Música «Anselmo González del Valle», Oviedo. Orquesta de la Universidad de Oviedo, Pedro Ordieres (director). Obras de Mozart y Delius. Entrada libre.

Siempre es un placer volver a casa, y aunque por edad no llegué a disfrutar del nuevo edificio en la Casa del Deán Payarinos (Corrada del Obispo) no he perdido nunca el contacto del que en mis tiempos ya era Conservatorio Profesional (dependiente de la Diputación), y que hoy en día lleva el nombre de Anselmo González del Valle, cuyo retrato, entre tantos otros, estaba en el último piso de la calle Rosal (hoy Escuela Municipal de Música «María Teresa Prieto»).

Y también en casa se sentía este viernes Pedro Ordieres (Oviedo, 1979), quien sí estrenaría el nuevo edificio estudiando solfeo, aunque tenía al maestro en casa (mi siempre querido y recordado Alfonso Ordieres, también profesor en el Conservatorio, violinista de la Orquesta «Muñiz Toca», posteriormente Orquesta Sinfónica de Asturias (precursora de la OSPA) y fundador de la Orquesta de la Universidad de Oviedo, hoy dirigida por su hijo que tomaría el relevo en 2016 tras un triste paréntesis de años en silencio), como bien nos recordó a todos los presentes -que llenaron el auditorio del último sótano- el director del mismo Santiago Ruiz de la Peña, quien le haría entrega al inicio de un detalle, dándole la palabra para que «junior» nos contase el programa elegido para esta ocasión.

Muchos de los componentes de esta orquesta ya han pisado el mismo escenario y están llevando desde su nueva etapa con Ordieres junior la música sinfónica por casi toda Asturias y parte de la geografía nacional, muchos con años de veteranía ya desde sus inicios estudiantiles, por lo que la calidad y el relevo generacional está asegurado, esperando poder formar parte de las orquestas profesionales que siguen renovándose y están completando un panorama que en mis años 70 era impensable. Y además están predicando con el ejemplo como pudieron comprobar gran parte del alumnado que escuchó y disfrutó de este concierto, soñando con estar pronto en el mismo lugar.

Nada mejor que comenzar con el siempre didáctico Mozart, piedra de toque para todo estudiante y profesional, perfecto en la llamada «música de cámara» y tan necesario en la orquestal. La obertura de la ópera Don Giovanni K. 527, ayudó a ensamblar las secciones, bien afinadas, aplicadas a la mano del maestro Ordieres y con buenas dinámicas para una partitura más llevadera al oído que a los atriles pero interpretada para mantener esa engañosa facilidad de la música del genio de Salzburgo.

Toda formación debe explorar repertorios menos transitados o interpretados incluso por las orquestas profesionales, por lo que debemos destacar esta apuesta de Pedro Ordieres en rescatar al inglés de origen alemán Frederick Delius, nacido en Bradford (West Yorkshire), un centro de producción de lana a quien su acomodada y adinerada familia enviará a Florida para trabajar en una plantación de naranjas, pero la pasión musical ya le venía desde la infancia (sus padres eran grandes melómanos) y volverá a Europa para estudiar en Alemania. La vida del compositor británico es de lo más interesante y sus recuerdos en la península caribeña marcarán esta Suite Florida escrita en 1887 durante sus años de estudiante en Leipzig, donde entablaría amistad con Grieg, obra juvenil con cuatro movimientos variados donde toda la orquesta (con piano), de gran plantilla, tiene su protagonismo. ​Sir Thomas Beecham, gran defensor de la obra de Delius, tenía una partitura del copista, que usaba para sí mismo, realizada a partir del manuscrito original del compositor. La suite fue publicada por primera vez en 1963 y una edición corregida de la partitura fue publicada en 1986.

Destacar los variados tempi y ritmos de esta suite, de amplias dinámicas bien marcadas por la batuta de Ordieres y respondidas por «su orquesta». Destacable el cuarteto de trompas, con solos muy aterciopelados, y sobre todo el protagonismo de la oboe, dándole ese carácter algo pastoril y hasta «nórdico» sin perder la inspiración en las danzas afroamericanas o los espirituales negros.

A favor de «la Uni» tener la obra ya rodada de anteriores conciertos (Oviedo o Luarca) y la excelente acústica del auditorio de la Corrada del Obispo que permitió escuchar cada detalle y donde el público aplaudió cada uno de los cuatro números.

Fuera de programa llegaría el Danzón nº 2 (1994) del mexicano Arturo Márquez (Sonora, 1950) que se ha hecho muy popular en todas las versiones por su energía y riqueza, propina y obra ideal para una orquesta joven a la que Ordieres hizo moverse literalmente, con el empuje de la sección de percusión y buen protagonismo de maderas y metales siempre bien arropados por una cuerda que mantuvo la disciplina y la entrega en este «hit» que todo melómano acaba tarareando a la salida, en una muy matizada y rica interpretación de la Orquesta de la Universidad de Oviedo bajo la batuta de Pedro Ordieres.

PROGRAMA:

W. A. Mozart (1759-1791):

Don Giovanni, K. 527: obertura.

Frederick Delius (1862-1934):

Florida Suite (1887):

1.  Daybreak – Dance (Amanecer – Danza)

2. By the River (En la ribera del río)

3. Sunset – Near the Plantation (Anochecer – En la plantación)

4. At Night (De noche)

G de SwinG

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Domingo 9 de febrero, 19:00 horas. Auditorio de Oviedo, Conciertos de Invierno, «George Gershwin: el puente entre la música clásica y el jazz». Banda de Música «Ciudad de Oviedo», Henar F. Clavel (piano), David Colado Coronas (director).

Como bien se titulaba este concierto, George Gershwin es el puente entre la clásica y el jazz, o si se prefiere, la traslación sinfónica de la única música genuinamente estadounidense. El catálogo del pianista y compositor nacido en en el barrio neoyorquino de Brooklyn abarca muchas obras que hoy consideramos standards por lo conocidas que son en múltiples versiones, con muchas utilizadas en el cine -como las dos últimas de este concierto dominical- y verdadero avance al alcanzar el repertorio sinfónico, sin perder de vista que nacieron para las llamadas Big Bands, así que poder escucharlas por la Banda de Música «Ciudad de Oviedo» fue casi acudir a la fuente original, incluso con los arreglos del compositor y clarinetista belga Cornelius Marcel Peeters (1926-2020) o del japonés Naohiro Iwai (1923-2014), buenos conocedores de la instrumentación para banda que han hecho llegar repertorios «clásicos» a estas formaciones, verdadera auténtica cantera musical de ayer, hoy y siempre.

La Obertura Cubana calentaba motores con aires caribeños en aquellos tiempos donde La Habana era el gran casino de los yanquis, ritmos y melodías que nos recuerdan a melodías como El Cumbanchero o El manisero con clarinetes y saxos «emulando» a los violines sinfónicos junto a una percusión algo lejana pero manteniendo el empuje de esta página.

Aún recuerdo el año 1982 donde aprovechando el Mundial de Fútbol se representó por vez primera en el Campoamor la ópera Porgy and Bess con tantas melodías que han ido tomado vida propia en todas las versiones, así que el arreglo del músico belga estuvo más cercano al swing natural que a la lírica, de nuevo con una banda bien ensamblada, una percusión ajustada y bien cuidados los distintos temas por parte del maestro Colado.

Otro tanto sucede con Un Americano en París donde la película con Gene Kelly permanece en nuestra memoria. El músico japonés rehace esta página del neoyorquino dándole la magnificencia que otorga una banda sinfónica con contrabajo y arpa «de teclado» (a cargo de Lisa Tomchuk) más todo el poderío de los metales, un arreglo que nos permitió disfrutar de los excelentes solistas de la banda ovetense (muy bien la saxofonista Helena Maseda y la percusionista Susana Escaño con la bocina y flauta de émbolo), y un sonido compacto además de contundente en todas las secciones.

Y en este puente jazzístico desde la banda llegaba la Rhapsody in Blue, también muy cinematográfica en «Fantasía 2000» de Walt Disney, en Oviedo con la joven pianista Henar F. Clavel (Avilés, 2006). No es habitual encontrar la versión con banda en vez de orquesta porque la sonoridad es mayor y hasta los «colores» cambian, como todavía recuerdo en Barcelona ya hace años con la asturiana Carmen Yepes. El propio Gershwin la escribió originalmente para piano solo (con él en el estreno) y banda de jazz (donde no ponía los instrumentos sino el nombre de los músicos), con ese arranque de clarinete solo (hoy no muy inspirado). No hubiera estado mal reducir plantilla para acercarnos a la esencia porque la gran plantilla no permitió escuchar el piano con toda su presencia, y por momentos pareció un instrumento más en vez de solista, pero aún así no siempre se puede acceder a la versión con orquesta sinfónica y seguro que a la joven avilesina le vino bien poder trabajarla. Los solos demostraron su personalidad, jugando con los tempi y dejándonos casi al «Rachmaninov de Brooklyn» con algunas notas que se perdieron por el camino sin restarle valentía y fuerza. Henar Clavel tiene mucha carrera por delante y capacidad para afrontar cualquier repertorio, mas tendrá que «templar el ánimo» pues su ímpetu juvenil puede perderla (algo que curará con los años para alcanzar la madurez). La formación clásica da una técnica que es válida para todo, también para el jazz (mi recuerdo para Moisés P. Sánchez) pero me decanto por versiones más cercanas al original (recomiendo las de Michel Camilo) o sin miedos a mostrar esa «segunda vía» caso del propio Bernstein, todo un omnívoro como intérprete y compositor, por otra parte tan cercano al propio Gershwin que la tituló «Un experimento en música moderna», siendo otro estadounidense, Ferde Grofé, quien la arreglaría para orquesta.

De propina y sumándose como un atril más, la versión para banda del Danzón nº 2 de Arturo Márquez para dejarnos el calor de esta música cosmopolita de aires caribeños para esta tarde de domingo que llenó el Auditorio.

PROGRAMA

George Gershwin (1898-1937):

1.- Cuban Overture

2.- The Porgy and Bess Collection (arr. C. M. Peeters)

3.- An American in Paris (arr. N. Iwai)

4.- Rhapsody in Blue (solo Piano and Concert Band)

Propina: A. Márquez: Danzón nº 2.

Estirpe de Flores

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Llevo muchos años siguiendo al trompetista venezolano Pacho Flores, de quien me hablasen Carlos Magán y Manuel Hernández Silva cuando comenzaba a despuntar por todo el mundo asombrando en cada aparición en público, por lo que escucharle en directo siempre ha sido un placer pero también los momentos posteriores a ensayos y conciertos que guardo en mi memoria para siempre por su talla humana, aún mayor si cabe que la artística.

Este verano he rescatado sus grabaciones para el sello amarillo que atesoro en mi cedeteca como “oro en paño”, y no quería dejar de comentar en este blog el último disco, que además está propuesto para los Grammys latinos en el apartado de mejor composición contemporánea por el concierto de Paquito D’Rivera.

PACHO FLORES: «ESTIRPE». Orquesta Sinfónica de Minería. Carlos Miguel Prieto. DG 0 602448 067852.

Grabado en los Estudios Churubusco, CDMX, México, septiembre 2019.

Nueve cortes con las siguientes obras y sus respectivos compositores:

Arturo MÁRQUEZ (1950): Concierto de Otoño (I. Son de Luz; II. Balada de Floripondios; III. Conga de Flores).

Daniel FREIBERG (1957): Crónicas Latinoamericanas (I. Panorámicas; II. Diálogos; III: Influencias).

Paquito D’RIVERA (1948): Concerto Venezolano.

Efraín OSCHER (1974): Mestizo (I. Oro Negro; II. Cimas Blancas; III. Cimas Negras; IV. Noche Blanca).

Pacho FLORES (1981): Morocota.

Intérpretes:

PACHO FLORES, trompetas, cornetas, flugelhorn (fliscorno).

ORQUESTA FILARMÓNICA DE MINERÍA. Director: CARLOS MIGUEL PRIETO.

Artistas invitados:

PAQUITO D’RIVERA, clarinete, saxofón (cortes 6, 7).

DANIEL FREIBERG, piano, saxofón (cortes 4, 5, 6).

El libreto de Juan Arturo Brennan incluye entrevistas con los compositores y el intérprete donde se desgranan y analizan tanto las obras como aspectos personales. De ellas voy sacando las siguientes e interesantísimas notas, mejor que cualquier comentario mío que siempre será muy subjetivo (aunque añado los links que siempre enriquecen las entradas), y que comienzan diciendo:

“El programa de este disco no podría ser más emblemático de la actitud de Pacho Flores hacia las raíces populares de la música de Latinoamérica y hacia el repertorio de su instrumento. He aquí a cuatro compositores de orígenes diversos (Cuba, Uruguay, México, Argentina) que han compuesto sendos conciertos para las trompetas de Pacho Flores, obras llenas de los ritmos, los sones y las cadencias de la música de sus respectivos países así como referencias a géneros que han alcanzado una presencia universal a lo largo del continente”.

Prosigue Brennan comentando la muy escasa producción (y divulgación) de conciertos mexicanos para trompeta a lo largo de la historia, considerando la presencia destacada que este instrumento tiene y ha tenido en el ámbito sonoro de México como el mariachi o la banda. Arturo Márquez le cuenta a Brennan que “La trompeta es reina en el alma de México; la encontramos prácticamente en todas las expresiones musicales populares, es el grito del mexicano de alegría y de tristeza. Es también fundamental en la música latinoamericana de conciertos y mi Concierto de otoño es una recopilación de todos esos sentires, colores y quitapesares».

El Concierto de Otoño es fruto (uno de muchos) de un singular proyecto del trompetista Pacho Flores con la intención de ampliar el repertorio de música nueva para trompeta, y para ello se ha embarcado en una extensa serie de encargos de música para su instrumento, hechos a compositores como Roberto Sierra, Paquito D’Rivera, Efrain Oscher, Christian Lindberg y el propio Márquez.

A continuación dejo los comentarios de los compositores sobre sus obras:

Arturo Márquez (1950): Concierto de Otoño (I. Son de Luz; II. Balada de Floripondios; III. Conga de Flores).

El sonorense ha sido uno de los elegidos para participar en estos encargos de Pacho Flores por su cercana relación con el legendario Sistema venezolano de orquestas infantiles y juveniles, dedicando tiempo, esfuerzo y recursos a la promoción de la educación musical en México, a través de diversos proyectos y acciones, junto a otro alumno ilustre del Sistema como el famoso director Gustavo Dudamel que ha llevado su Danzón nº 2 literalmente por todo el mundo.

Márquez sobre su Concierto de Otoño para trompeta y orquesta lo describe en las siguientes líneas:

Primer movimiento: Son de luz. Explora el encuentro cibercultura nuevos horizonte de paz y reconciliación. Ritmo mestizo, diálogo de trompeta con la orquesta, forma sonata clásica.

Segundo movimiento: Banda de floripondios. Canción sin palabras tributo al amor brujo. Variaciones era forma de chacona, casi.

Tercer movimiento: Conga de Flores. Con el corazón en Rafael Méndez, Joseph Haydn y Federico Chopin, Homenaje a Pacho Flores. Intento absurdo de un rondó monotemático.

Arranque del disco plenamente sinfónico, casi cinematográfico, antes del ritmo caribeño con una melodía «sabrosa» en la trompeta y una orquestación pletórica con una cuerda sedosa, siempre reforzando el protagonismo virtuoso del solista empujado por la sinfónica. La Balada es un remanso donde disfrutar del «flugel» siempre aterciopelado, música de reminiscencias e imágenes cercanas, crescendi emocional además del propio orquestal. Y  como dice en el libreto «Juego de palabras el título del último movimiento, pues para la interpretación del concierto han de utilizarse cuatro trompetas Stomvi (casa española fabricante de instrumentos de metal de alta calidad que tiene en Pacho Flores a un asesor y consultor de la misma alta calidad) especialmente adaptadas para la ocasión. A menudo Pacho se presenta en sus conciertos y recitales con su arsenal completo de una docena de trompetas distintas de la casa española«. Una conga «bailona», impetuosa, festiva y explosiva para solista y orquesta, torbellino sonoro cerrando un otoño luminoso.

Paquito D’Rivera (1948): Concerto Venezolano.

En las notas del libreto Brennan dice que «Hay en la génesis de esta sabrosa, tropical y extrovertida obra una simbiosis múltiple que une y hermana a dos músicos singulares, al compositor, saxofonista y clarinetista cubano con Pacho Flores, trompetista. Les une el idioma, el continente, el Caribe, el aliento de sus instrumentos y, de manera particular, un temperamento cálido y extrovertido que garantiza una colaboración fructífera y, sin duda, divertida». Respecto al Concierto Venezolano, Paquito D’Rivera cuenta:

Pacho Flores podría decirse que vino al mundo con una trompeta (o con muchas!) bajo el brazo. Con una gracia especial para hacerlas sonar, el hombre para colmo hasta se casa con la hija de un fabricante de trompetas; y es que como bien decía mi madre “La yerba que está pa’ tí, no hay chivo que se la coma”. Cuando Pacho -que nació en Venezuela- me pide que escriba una pieza sinfónica para él, no dudé en mezclar elementos que simbolizan la exuberante majestuosidad del paisaje de su hermosa tierra sudamericana, así como el enorme contraste entre la tragedia que hoy castiga a su gente y la proverbial alegría de su música típica. A petición del solista, la pieza está concebida como una Fantasía en un solo movimiento, de cuyo centro emerge un cuasi-infantil merengue en 5 que desemboca en un cubanísimo Danzón, como símbolo de la legendaria relación musical y humana entre los compatriotas de Antonio Lauro y Ernesto Lecuona, ¿Y el Gran Finale? En respuesta a la dramática introducción del Concerto, no podría ser otro que un Joropo triunfal y optimista, como presagiando la cercanía de una merecida felicidad por la que “El Bravo Pueblo” tan duramente ha luchado.

En un breve vídeo unos días antes del estreno absoluto del Concerto venezolano de Paquito D’Rivera, compositor y trompetista ensayan la obra, hablan el uno del otro y comentan algunos temas musicales de relevancia. Dice Pacho Flores:

Esto es parte de todas estas locuras que estamos haciendo para promover el repertorio de la trompeta, sobre todo con un grande y legendario maestro como lo es Paquito D’Rivera, una leyenda del jazz. Para mí él ha sido un gran referente toda la vida escuchándolo, y es un gran sueño todas estas innovaciones características, elementos, descubrimientos que hemos hecho en pro de la trompeta para llevar a las salas de concierto. A este concierto en particular Paquito lo ha llamado Concerto venezolano porque para él tiene una historia importantísima. Por ser yo venezolano, él se acuerda perfectamente de todas sus vivencias en Venezuela, de todos los grandes maestros venezolanos como Antonio Lauro, Antonio Estévez, Simón Díaz, y Paquito es una persona muy querida en Venezuela. Este concierto va a ser parte importante y bandera de mi repertorio y del catálogo de obras nuevas que estoy llevando por el mundo.

Y de la estrella fulgurante en el mundo de la trompeta como es Pacho Flores, quién mejor para reconocer y apreciar este status que otro gran instrumentista, Paquito D’Rivera, quien dice esto respecto a su colega y amigo:

Pacho Flores es un tipo especial. No solamente es un virtuoso. A mí me asusta un poco la palabra “virtuoso”. Cuando de habla de un virtuoso, se habla de un tipo que toca muchísimas notas y que no tiene corazón, y que tampoco lo necesita. Pero Pacho es otra cosa, Pacho es un gran artista con un sentimiento tremendo para tocar la trompeta. Es un artista único, con teorías únicas para tocar la trompeta, que para él no es un instrumento sino muchos instrumentos.

Inicio épico, de «peplum» caribeño, trompeta sola y orquestación muy trabajada, jugando con todas las secciones, protagonismo igualmente de una flauta hermosa, toda la madera en general junto a unos metales presentes (la tuba emerge de ellos) y el ritmo intrínseco del compositor cubano para un concierto pleno, actual, vitalista y a medida del venezolano que aporta con su visión e interpretación aún más color a este concierto.

Daniel Freiberg (1957): Crónicas Latinoamericanas (I. Panorámicas; II. Diálogos; III: Influencias).

«El calificativo de “multifacético” suele utilizarse con frecuencia para describir a los músicos especialmente talentosos, inquietos y curiosos, y se trata de un adjetivo que le cae como anillo al dedo al bonaerense Daniel Freiberg, como es fácil comprobar echando una ojeada a su biografía: compositor, pianista, arreglista, productor, ingeniero de grabación, con estudios y práctica en la música clásica, en el jazz, en el rock y en la creación de música cinematográfica y para televisión. Ha recibido varias nominaciones al premio Grammy, el cual ha obtenido tres veces. Ha sido alumno de músicos notables y ha colaborado con numerosas personalidades de diversos ámbitos, entre las que destaca su mentor y amigo Paquito D’Rivera».

Latinoamérica es una fuente inagotable de ritmos y etilos musicales que nos sirven de inspiración a los compositores. Crónicas Latinoamericanas fusiona los lenguajes de la música clásica, el jazz y la música latinoamericana. Estos son sonidos y colores que me rodean desde mi infancia en Buenos Aires y a través de mi vida profesional en Nueva York, donde vivo desde 1979. Este concierto está compuesto de tres movimientos. El primero, Panorámicas, sobre ritmos sudamericanos nos pasea a través de valles y montañas… desde el punto de vista de un pájaro que los sobrevuela. Más adelante, la orquesta se detiene para dar lugar a la cadenza, donde el clarinete se eleva solo, improvisando libremente. Después, todos se vuelven a unir en la reexposición del tema principal para seguir ascendiendo a nuevas y emocionantes alturas. El segundo movimiento, Diálogos, es lento, una profunda conversación entre el hombre y Pachamama (la Madre Tierra). El tema principal, un vals afroperuano, acaba dando lugar a una explosión jazzística neoyorquina, donde el clarinete improvisa su solo en estilo hard-bop.

El propio Freiberg explica cómo se convirtió en pieza para trompeta y orquesta:

Paquito D’Rivera hizo el estreno español de ese obra el 16 de junio de 2017 con la Orquesta de Valencia dirigida por Vicent Alberola, estreno al que asistí invitado por Paquito, quien me dijo que en este programa se iba a presentar un trompetista venezolano a quien seguramente le iba a gustar mi música. Durante los ensayos de mi pieza se me acercó Pacho Flores se presentó y me dijo que le encantaba mi música, y que quería hacer Crónicas Latinoamericanas, a pesar de que fuera original para clarinete. Me pidió fragmentos de la obra, cuya parte solista había adaptado él mismo a la trompeta. No sólo eso, me dijo que ya tenía comprometidas tres fechas para tocar la pieza en Holanda, el siguiente enero. Su versión para trompeta es prácticamente igual a la original para clarinete salvo las partes que son improvisadas. No fue necesaria una adaptación propiamente dicha porque además de que Pacho tiene una formidable amplitud de registro toca la obra utilizando diferentes trompetas.

Panorámicas me evocan con un piano etéreo y «ostinado» junto a una orquestación poderosamente delicada que reviste la grandeza de la trompeta solista (aún mayor en el último pasaje jazzísstico con el contrabajo en pizzicato, batería luminosa y los acordes ricos del piano) ese New York crisol de culturas y músicas donde lo hispano tiene su protagonismo pujante. Diálogos retoma en la orquesta el motivo del primer movimiento que va transitando por las distintas secciones, siempre con un ritmo que contagia vitalismo, orquesta potente sobre la que la trompeta sobrevuela para un final apoteósico. Y finaliza con Influencias, piano y oboe evocadores, cuerda de terciopelo, pinceladas de flauta y arpa, casi de recuerdos al gran Morricone y el flugel dando un color personal para otra orquestación maravillosa de Freiberg donde no falta un cello emotivo.

Efraín Oscher (1974): Mestizo (I. Oro Negro; II. Cimas Blancas; III. Cimas Negras; IV. Noche Blanca).

«Una revisión somera de este compositor apunta de inmediato, por varias vías, al notable Sistema venezolano. Uruguayo de nacimiento, educado en Venezuela, flautista y compositor, realiza una parte sustancial e importante de sus estudios bajo la tutela del Sistema creado en 1975 por José Antonio Abreu. Los datos colaterales apuntan a las colaboraciones de Oscher con tres notables músicos también surgidos del Sistema; aquí destacan de inmediato los nombres de Edicson Ruiz, contrabajista de la Orquesta Filarmónica de Berlín, y el trompetista Pacho Flores. Entre los tutores de Oscher como intérprete destaca la figura del legendario flautista William Bennet, y entre sus proyectos más importantes es preciso mencionar la fundación y dirección del grupo Solistas Bolívar, dedicado primordialmente a la promoción y difusión de la música de cámara de compositores latinoamericanos«.

El título Mestizo que Efrain Oscher ha dado a su Concierto para trompeta y orquesta es más que apto debido a su intención descriptiva y a su contenido musical. El propio compositor afirma que la obra puede ser considerada como una película que tiene como escenario distintas regiones de la geografía de Venezuela. El trompetista Pacho Flores comenta de manera más específica la obra de Oscher:

Este es un concierto que se interpreta con tres trompetas, lo cual es algo inédito. Además, es un concierto que tiene elementos nuevos, de diferentes tendencias de la música tradicional venezolana, muchos de ellos modernos, lo que enriquece la obra. En el cuarto movimiento hay una cadencia del género salsa que es una improvisación, representando un elemento nuevo en un concierto para trompeta y orquesta.

Oscher escribió su concierto Mestizo por encargo del Sistema venezolano, específicamente para Pacho Flores. «El concierto está estructurado en cuatro movimientos (Oro negro, Cimas blancas, Costa negra, Noches blancas) cuyos títulos refuerzan la idea de mestizaje que está en el origen y concepción de la obra. El compositor plantea para el solista el uso de tres instrumentos: trompeta en Si bemol, trompeta en Do y el flugelhorn. Los cuatro movimientos se interpretan sin interrupción, y el segundo y tercero están unidos por una cadenza del flugelhorn solista, Para el tercer movimiento, Efrain Oscher propone el uso de la sordina Harmon para la trompeta en Do, logrando un timbre particularmente atractivo en la parte solista. En el cuarto movimiento hay interesantes efectos de eco entre la trompeta solista y las trompetas de la orquesta, que dan paso a la expresión “tropical” de la obra, que es muy energética, poderosa y sabrosa».

Un concierto magnífico, de escritura actual que no pierde ninguna esencia geográfica convertida en una música para trompeta bellísima, agradable de escuchar y auténtica banda sonora para la mejor Venezuela deseada por y para todos. Mestizaje en el amplio sentido de la palabra, lo mejor de la herencia hispana de la que todos hemos bebido enriqueciendo no solo la cultura sino la propia vida a ambos lados del Atlántico.

Pacho FLORES (1981): Morocota.

«Finalmente el Pacho Flores compositor. Morocota es el nombre que se dio a una moneda acuñada en los Estados Unidos, con valor nominal de veinte dólares, que circuló en Venezuela durante buena parte el siglo XIX y el inicio del XX. Pacho Flores recuerda que un tío suyo, hermano de su madre, poseía dos morocotas, que por entonces tenían un gran valor, eran así un tesoro. El trompetista suele referirse a ese tiempo como “la época en que éramos felices y no lo sabíamos”. Pacho Flores compuso Morocota con dedicatoria a su madre y en recuerdo del hecho de que se llamaban mutuamente “morocota”, en el sentido de “mi consentido”, “mi tesoro”. Morocota es un vals venezolano sencillo y diáfano, en el que predomina la vena sentimental sobre el perfil bailable, y en algunos momentos trae a primer plano reminiscencias de los deliciosos valses de otro gran músico venezolano, Antonio Lauro (1917-1986). Morocota data de cuando Flores tenia quince años de edad, y la pieza fue estrenada en San Cristóbal, capital del Estado Táchira en Venezuela, en una versión para trompeta, guitarra, cuatro y contrabajo. Actualmente la pieza existe en versiones para trompeta y guitarra trompeta y piano, trompeta y cuerdas, y trompeta y orquesta».

De destacar la unión de compositor e intérprete en esta deliciosa Morocota, el amplio bagaje del solista llevado al papel pautado desde la sencillez que emana de la infancia y la nostalgia, música de agradable escucha, instrumentación «académica» sin perder la necesaria raíz melódica de una trompeta que nos habla mecida por la orquesta.

Finalmente y como apreciación personal tras mis comentarios puntuales, a nivel global este CD respira no solo calidad en cada composición e interpretación a cargo de Pacho Flores y la Orquesta Filarmónica de Minería bajo la batuta del director de orígenes asturianos Carlos Miguel Prieto, también una apuesta por parte del trompetista venezolano de unir con la música para su instrumento lo que algunos quieren olvidar o borrar de la historia, tendiendo puentes y ampliando un repertorio necesitado de renovarse. Maravillosas combinaciones de tímbricas en su arsenal de trompetas con las que Pacho Flores sigue haciendo «Música» con mayúsculas, engrandeciendo el repertorio para su instrumento en nuestros tiempos, y apostando por obras cercanas en estilos, inspiración y mucho amor hacia él por parte de tantos amigos y colegas que aceptan sus encargos felices en este mundo musical que sigue siendo el único lenguaje universal rompiendo barreras.