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Una castalia del siglo XIX al XXI

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Comenzaba este martes 29 de mayo en el RIDEA el I Ciclo de conferencias «Escenas musicales entre los siglos XIX y XX» que coordina la doctora y miembro correspondiente María Sanhuesa, haciendo de maestra de ceremonias para prologar y presentar a Begoña García-Tamargo, quien nos hablaría de «La sociedad La Castalia y su actividad musical en Oviedo (1875-1889)» precisamente un mes de mayo como efemérides de esta historia local que trasciende la capital asturiana.

Siempre es un placer conocer nuestra historia, más la cercana y mejor aún la musical, pues desconocerla puede llevarnos a repetir errores, si bien parece tozuda y hubo momentos en la conferencia que parecían reflejar una Vetusta clariniana totalmente de actualidad.

Con lenguaje cercano y bien documentada, la profesora García-Tamargo fue desgranando el origen de esta sociedad musical importantísima, un 16 de mayo de 1875 con ese nombre de La Castalia aunque también tendría el de Liceo como el griego, centro de enseñanza de esta asociación, y posteriormente Liceo Jovellanos, siempre con el afán de formar y entretener. Curiosas las distintas sedes de una sociedad formada por lo más granado de una sociedad culta además de rica puesto que el dinero también trajo prosperidad a las artes (el empresario belga de la metalurgia asentado en Oviedo Charles Joseph Bertrand Demanet como personaje y familia a recordar), siendo la música en la capital asturiana una seña de identidad desde aquellos teatros y circos de El Fontán o la calle Quintana como bien recordó la doctora Sanhuesa en la previa y amplió la profesora García-Tamargo con el deseo de otra castalia en pleno XXI conociendo la primigenia, con el mismo amor melómano por mantener una tradición que nos hace conocidos en todo el mundo solo con citar Oviedo.

Me encantó la elección de aquellos ilustrados del nombre de la musa Castalia, tanto en la mitología griega como romana, la hija del dios Aqueloo o mejor aún, la muchacha de Delfos que amaba Apolo, del que huye para zambullirse en esa fuente inspiradora para quienes bebían sus aguas o escuchaban su sonido. Adelantados aquellos jóvenes en esta inspiración que hasta el alemán Hermann Hesse también la retomará en 1943 para El juego de los abalorios donde Castalia es el hogar de una orden austera de intelectuales que pretende recoger y practicar lo mejor de todas las culturas, reuniéndolas en un juego de música y matemáticas que desarrolla las facultades humanas. Juventud preparada que deciden unir fuerzas, crear un coro además de la primera formación instrumental civil y promocionando la zarzuela y la música en general.

A lo largo de la conferencia de Begoña García-Tamargo, pudimos comprobar cómo 14 años de vida dieron para mucho, músicos de nuestra historia con Víctor Sáenz al frente de un sexteto de profesores amén de organista catedralicio y para muchos famoso por su almacén de instrumentos musicales y partituras funcionando hasta hace poco al lado de Camilo de Blas, aunque originalmente estaba en la calle Cimadevilla, negocio que no se entendería sin La Castalia, pero también nombres como Saturnino del Fresno o Baldomero Fernández, el mierense Teodoro Cuesta que además de poeta fue flautista y director de la Banda de Música del Hospicio (en el actual Hotel Reconquista), anécdotas y descubrimientos de trabajadores que serían tenores famosos como Lorenzo Abruñedo gracias a La Castalia, verdadero liceo que apostaba por estrenar zarzuelas antes incluso que las compañías profesionales. Zarzuelas de un acto, de dos y hasta de tres, con un inventario de representaciones que ya quisieran en pleno siglo XXI finalizando el XIX en un Oviedo de tantos cafés musicales, de teatros y circo, de distintas sedes de esta sociedad cultural melómana capaz de montar representaciones como el Stabat Mater de Rossini (causante de la crisis de Ana Ozores) junto a las zarzuelas de las grandes figuras del momento: Jugar con fuego (Barbieri), El Juramento (Gaztambide) o Marina (Arrieta) antes de hacerse ópera. Ya había dificultades económicas, se buscaban fusiones con otras sociedades, curioso el seguimiento de la prensa del momento, incesante actividad y los cimientos del primer Conservatorio y la Sociedad Filarmónica (1907), con un año 1885 dando los primeros avisos, luchando contra viento y marea ante la crisis de recursos así como los cambios laborales de muchos socios (el propio Víctor Sáenz Canel), un 5 diciembre de 1886 casi agonizante hasta la liquidación definitiva un 21 de mayo de 1889 (de nuevo mayo) con la subasta de bienes en buen estado y tantas partituras.

Lo sembrado por aquellos jóvenes intelectuales, las referencias de Clarín, de Melquíades Álvarez, de Fermín Canella, de la capital asturiana floreciente y culta, traería al poco de disolverse la sociedad, nada menos que la ópera Los Hugonotes de Meyerbeer para estrenar en 1892 un Teatro Campoamor que siglo y cuarto después sigue siendo capital lírica con la segunda temporada más antigua de España (solo superada por el Liceo, aunque las comparaciones sean odiosas y las diferencias abismales), y la Zarzuela defendida por La Castalia del XIX y del XXI, también tenga una temporada estable que ha cumplido sus bodas de plata, la única fuera de Madrid.

Sociedades privadas abiertas a su entorno con un terrorífico juego de palabras, sociedades privadas de ayudas que es privarnos de futuro, pues cuando lo público se desentiende, lo privado toma el relevo y hace negocio (Teatro de la Zarzuela VS Teatro Real), corroborando que la cultura no es un lujo sino un derecho, necesidad imperiosa de no dejar la cultura en manos de los privilegiados, inaccesible para el pueblo llano. La Castalia del siglo XXI lleva años luchando como aquella del XIX, apostando por nuestra zarzuela, por jóvenes valores a los que forma y encauza para una vida donde la lírica no puede faltar nunca. Gracias al RIDEA sobrevive La Castalia, lo que es de agradecer en tiempos de pobreza intelectual. El coloquio posterior daría para mucho, quedándome con la esperanza de cambiar este mundo inculto y violento, pidiendo tranquilidad ante la prisas o la impaciencia, malas consejeras. Sembrar para recoger porque no existe nada instantáneo en un campo como el educativo (también musical) que lleva tiempo, trabajo y mucho mimo siempre a pequeñas dosis. Pensemos que será la mejor herencia para las siguientes generaciones, esta Castalia que sigue plantando semillas y regando, haciendo crecer bien derechas unas ramas que no veremos hacerse árboles, ni siquiera bosques… pero el placer de la vida no nos lo quita nadie.

P.D.: Reseña de Elena Fdez. Pello en La Nueva España.

Cuando la música fluye

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Viernes 25 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, «Orígenes III», abono 13 OSPA, Vicente Mascarell (fagot), James Ross (director). Obras de Ligeti, Mozart y Brahms.

El decimotercer concierto de la temporada de abono de la OSPA tendría al fagot como protagonista, primero con la conferencia en la sala de cámara una hora antes a cargo de John Falcone, Una breve e interactiva historia del fagot siempre amena, simpática (¡no es un oboe!), incluso trayendo un bajón barroco y hasta un trozo de madera para explicar el origen de este instrumento único, ampliando la historia breve con vídeos curiosos de este neoyorkino afincado en Noreña y enamorado del instrumento para el que Mozart escribiría su único concierto, que escucharíamos más tarde por su compañero Vicente Mascarell.
El título «Orígenes III» supongo haga referencia al genio salzburgués sin el que la música no sería la misma, junto a sus acompañantes Ligeti y Brahms de quienes mi admirada doctora Mª Encina Cortizo nos deja unas excelentes notas en el nº 20 de la revista (abril-junio de 2018) que recoge la página de Facebook© de la orquesta y dejo enlazadas en los autores al inicio de esta entrada.

Otro «descubrimiento» el director y trompista bostoniano James Ross, «amante de todo lo español, excepto las corridas de toros« con el que la formación asturiana demostró empatía y comodidad en las tres obras, mimando la sección que él conoce bien para que alcanzase cotas de calidad en empaste, sonido aterciopelado y hasta el guiño de poner fuera de escena a Morató en el Concierto rumano (1951) de György Ligeti que abría el concierto, la «trompa alpina» como excelente tarjeta de presentación para todos. Hubo momentos mágicos en la conjunción del folklore rumano con el lenguaje instrumental bien entendido desde el podio, la pulsación rítmica y las intervenciones de los solistas de la OSPA nos dejaron calidades totales en color, dinámicas amplias, sonoridades delicadas y presentes, especialmente la cuerda, homogénea desde los graves que comienzan la obra solos, bien seguidos por una madera en estado de gracia, unos metales siempre acertados y la percusión precisa como en ella es habitual, asegurando un empuje alegre y colorista. Si el tercer movimiento Adagio ma non troppo es el Ligeti que el cine haría popular (como recuerda Cortizo), los tres movimientos restantes rinden culto a sus compatriotas Bartók y Enescu, las danzas populares junto a la herencia judía traducidas en una interpretación óptima que quedó registrada para Radio Clásica.

Vicente Mascarell protagonizaría su momento como solista dando el paso al frente y demostrando la calidad de los músicos de esta orquesta de todos los asturianos, una oportunidad que el valenciano (entrevistado en OSPATV) no dejó escapar para brindarnos el bellísimo Concierto para fagot en si bemol mayor, KV 191/186E (1774) del genio de Salzburgo, único para ese instrumento que el siempre joven Mozart escribiría con esa peculiar marca de la casa, puro clasicismo que hace «cantar» al instrumento, aquí el noble fagot con Mascarell unificando color en todo los registros. Virtuoso, presente gracias a una concertación bien entendida por Ross que con María Ovín de concertino en esta partitura, comandó una cuerda aterciopelada, limpia, precisa y siempre dejando escuchar al solista. Las cadencias sonaron rotundas y brillantes, con un Andante ma adagio casi operístico, bien escoltado por el primer Allegro luminoso de reguladores controlados y el alegre Rondo: Tempo di menuetto final, verdadera delicia para un auditorio de nuevo con muchos huecos pero rendido a intérpretes y solista, que todavía nos regalaría una excelente «Zarabanda» de Bach.

El maestro Ross, también en OSPATV con Fernando Zorita, dirige con gesto claro pero enérgico, dejando fluir la música y «obligando» a los músicos a escucharse, contestarse unos a otros, empastar y empatizar, manteniendo un sonido propio que se ha logrado con muchos años y trabajo conjunto, cerrando con la Serenata nº 1 en re mayor, op. 11 de Brahms una velada agradecida. Optar por esta obra en vez de cualquier otra sinfonía permitió volver a disfrutar de toda la orquesta, suma de intenciones e intervenciones, seis movimientos llenos de la firma del hamburgués cual esbozados homenajes a los grandes Haydn o Beethoven, sinfonistas con un mimo casi camerístico pese a la instrumentación «ampulosa» por la que Brahms optó para esta serenata. El uso acertado del viento con unas trompas afinadas al fin además de melódicas en sus fraseos, junto a las combinaciones instrumentales especialmente de la madera (un auténtico placer escuchar y ver cómo la interpretaron), hicieron brillar aún más una cuerda bien templada, tersa a la vez que dulce, limpia, unida, equilibrada en cellos y contrabajos, impregnando de calidad una versión que James Ross entendió con la delicadeza necesaria y el ímpetu docente que no mengua con los años.

Obra exigente a nivel global que el norteamericano entendió con dinámicas variadas buscando el dramatismo romántico aunque se quedase algo corto en fuerza pero melódico a más no poder, claro en las exposiciones, atento a los protagonismos de cada solista como hizo notar en los merecidos aplausos finales, levantando secciones completas por ese resultado de conjunto que volvió a dejarnos lo mejor de la OSPA sonando como el maestro Ross quiso en todo momento, disciplinada.

Quedan los dos últimos conciertos de junio con el regreso de Milanov para cerrar temporada (de la que se ha caído y pospuesto el estreno de López Estelche con Adolfo Gutiérrez Arenas), esperando sean más de «MasterChef» que «Pesadilla en la cocina«, tocando madera para conocer pronto el próximo curso 2018-19 que muchas otras formaciones y entidades ya han hecho públicas.

La orquesta universitaria en Mieres

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Domingo 20 de mayo, 20:00 horas. Auditorio «Teodoro Cuesta», MieresOrquesta de la Universidad de Oviedo, Maximilian Von Pfeil (chelo), Pedro Ordieres (director). Obras de Beethoven, Tchaikovsky y Schubert. Entrada gratuita.

Agenda apretada la de este domingo veraniego con la mañana de Primavera coral infantil a cargo de la Fundación y el Corín local (que me perdí por ser las fiestas de Santa Rita en mi aldea de Siana), y tarde sinfónica que hacía años no teníamos, con la Orquesta de la Universidad de Oviedo para recordar que en Mieres también hay Campus desde hace muchos años y seguimos reivindicando el mantenimiento de unas instalaciones infrautilizadas, capaces de seguir creciendo en titulaciones.

La labor universitaria de acercar la cultura a toda la sociedad también incluye la música, con un coro que no nos visita hace años, y desde un «avance» en las Navidades de 2016 para repetir en las pasadas cosolidándose en este curso académico, una orquesta también universitaria dirigida por Pedro Ordieres dando el relevo a su padre Alfonso Ordieres Rivero, presente y feliz en el auditorio mierense con su esposa, fundador allá por 1979 de la entonces pionera en España como tal orquesta universitaria, felizmente recuperada y que en tan poco tiempo, pero con la ilusión sumada al talento, está ofreciendo conciertos de calidad. En Mieres se presentaban con un programa de altura, ideal en la formación de intérpretes y público, bien adaptado a una plantilla que espero ver crecer cada curso, pues no hay muchas oportunidades de tocar en orquestas y la universitaria ofrece algo único que además revierte en beneficio de todos.

La Obertura «Egmont», op. 84 (Beethoven) sonó clara, precisa y poderosa, rica en matices, valiente en los tiempos y contrastes, dejando el sonido impregnando los silencios para marcar dramatismos inherentes a la partitura del sordo genial, con un Ordieres dominando toda la paleta expresiva que sus músicos asimilaron por claridad en el gesto y experiencias compartidas, contando con Fernando Zorita de concertino y una buena sonoridad en la cuerda así como en las secciones de viento, tanto la madera como el metal.

Contar con Maximilian von Pfeil de violonchelo solista para las Variaciones sobre un tema Rococó, op. 33 (Tchaikovsky) es un verdadero lujo, trasciende el compañerismo para disfrutar con La Música, con mayúsculas, implicado en este proyecto con la misma calidad y entrega que en otros compromisos profesionales. Ante una obra exigente para todos por los continuos cambios de ritmo, compás, tempo, intención y todo lo que cabe en la forma así conocida como variaciones, siete más la coda, complicidad entre todos dejó una versión de altura. El sonido y profundidad del alemán con un instrumento penetrante, de sonido hermoso y presencia absoluta en sus solos ponen la piel de gallina, como en la variación quinta; estuvo bien contrapesado por una orquesta empastada, escuchándose para unificar intenciones, atentos unos a otros (excelentes clarinete y flauta) con total respeto por esta maravillosa composición del ruso para lucimiento del chelo que aún fue mayor por la feliz conjunción instrumental global, bisando como regalo la sexta variación con la cuerda en pizzicato y la madera aún mejor que la primera vez.

Y el sinfonismo siempre tendrá una deuda con Franz Schubert cuya Sinfonía nº 8 «Incompleta» sigue siendo maravillosa de escuchar y supongo que de interpretar, tanto en los atriles como desde la batuta. Dos movimientos que saben a poco pero capaces de emocionar a una audiencia que respondió a esta llamada orquestal. Las bases románticas de una forma que viene del clasicismo y que Beethoven junto a Schubert empujarán para llenar todo el siglo XIX, dejando una herencia y modelo todavía vigente. La «Incompleta» sonó redonda, rica, contrastada, saboreando las intervenciones solistas (muy bien el oboe) y con una cuerda, especialmente la grave (Maximilian se unió a los chelos), flexible y compacta, melódica bien subrayada por Ordieres, con las dinámicas en el punto justo de equilibrio entre lo poco superfluo y lo mucho principal en la música del vienés. Satisfacción completa para este domingo al fin primaveral donde la banda sonora la puso esta orquesta que espero pueda seguir disfrutando y crecer, pues con estos mimbres ya se puede armar un concierto excelente, así que imaginarme metas más altas es de lógica.

Educar divirtiendo

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El proyecto Link Up! del Weill Music Institute a través del Carnegie Hall es lo mejor que pudo traernos a la OSPA el todavía titular Rossen Milanov desde Nueva York, tras conocerlo de primera mano con la Orquesta de St. Luke y Civic de Chicago, siendo los primeros fuera de EE.UU. en sumarnos a esta propuesta que completaba su sexta edición en Asturias, cerrando por segunda vez el ciclo trianual compuesto por «La Orquesta Se Mueve«, «La Orquesta Canta» y «La Orquesta Rock«, conceptos algo engañosos por la traducción literal y si se desconoce el objetivo de cada uno de los programas en los que he tenido la suerte de participar como docente con el IES «El Batán» de Mieres  desde el primer año. Mover emociones y músicas, cantar melodías y el ritmo como necesidad vital a través de obras clásicas y actuales donde el propio alumnado es parte activa de los conciertos.
Cada curso se van sumando colegios e institutos de toda la región (también Navarra o Extremadura) con una demanda creciente cada año que obliga a aumentar las sesiones e incluso dejar fuera a tantos interesados que seguimos creyendo en la música como materia necesaria en la educación integral y la única manera de sembrar para recoger, acercar una orquesta sinfónica a las edades donde es tan importante formarlos para alcanzar un futuro más enriquecedor, así como pensar en el público que acudirá a los conciertos desde estos preparados para ellos con una escucha responsable donde participan y disfrutan el trabajo de todo un curso adaptado a todos los niveles desde Primaria a 2º de Secundaria.

Las cifras de este 2018 son para impresionar, además de todo el complejo organizativo de orquesta, personal del auditorio, Protección Civil, Policía Local, así como el trabajo previo desde comienzo de curso con dos encuentros de profesores con los responsables y el envío de libros para los estudiantes más las guías del profesorado, un material de calidad que muchos utilizamos a diario en nuestras aulas. Desde el martes 15 al viernes 18 de mayo, 4 días, 8 sesiones, casi 9.300 asistentes, 8.801 alumnos y 577 profesores de 134 centros docentes en 67 localidades asturianas, con un total de 400.000 mil estudiantes en dos continentes entre los que Oviedo y Asturias forman parte de este mapamundi de la pedagogía musical.

Conocedor de los tres proyectos debo reconocer que el más corto y con menor exigencia de participación es este de «La Orquesta Rock» aunque como en todo concierto cada uno es distinto para músicos y alumnado, dependiendo del horario (10:30 o 12:00 horas) así como de lo rodado a lo largo de los cuatro días y la siempre sorpresiva reacción de públicos tan diversos.

El proyecto que llegó hasta Asturias comenzó liderado por el santanderino Gustavo Moral que continúa ligado a este mundo de la didáctica musical, siendo su labor continuada por Ana Hernández, «La Sanchiz« desde el año pasado y contando con las voces habituales de Sonia de Munck (soprano), Beatriz Lanza (mezzo) y Julio Morales (tenor), este año bajo con dirección de la debutante joven maestra sevillana Irene Gómez-Calado, a la que podemos escuchar entrevistada por Fernando Zorita en el canal OSPATV.

La sintonía casi himno de Link Up! es el tema de Thomas CabannisCome to Play, «Ven a tocar» que es el único en común a los tres programas («La Orquesta Swing» creo que no llegaremos a disfrutarla por novedosa y exigencias orquestales distintas), y desde el segundo año ya tuvo una mejor traducción al castellano, siendo de los pocos temas donde no se ha mantenido el idioma original, sea francés, portugués e incluso latín, pues en todos ellos se ha cantado. Niveles distintos, tres voces para cantar o tocar con la flauta, alternando incluso, y emocionante comprobar que quienes repiten ya lo dominan casi mejor que la directora, obligada a retomar la impresionante pulsación que empuja desde un auditorio ocupado por cientos de educandos musicales, que primero se entretienen con pasatiempos relacionados con el proyecto proyectados en la pantalla gigante sobre la orquesta, el auténtico atril digital sobre el que convergerán todas las miradas, mientras se van ubicando en las localidades y hacen la ola como hooligans de la música o les jalean desde el escenario en el tiempo que tardamos en prepararnos antes de comenzar el concierto, afinando e ir reconociendo las distintas familias orquestales. Sigue poniendo la piel de gallina escuchar más de mil flautas y voces con la OSPA en este himno de Link Up!.

Lo que impresiona sobremanera es el O Fortuna (C. Orff) de los «Carmina Burana» que el propio compositor y pedagogo hubiera firmado aunque se repita la estrofa por no añadir más texto latino. La enorme cantata con niños y adolescentes no tiene parangón como tampoco la forma de trabajarlo y recrearla con la OSPA y Gómez-Calado en el podio. Si la dinámica es «in crescendo» para llegar a la última estrofa fortísima y ese calderón final para perder la respiración, puedo asegurar que la emoción aún es mayor tanto escuchándola con tu alumnado como evadiéndote unos instantes y ejercer de mero espectador, retomando el papel infantil que llevamos para disfrutar con la música divirtiéndome.
El primer momento sinfónico para entrenarse en la escucha tras un análisis formal e incluso biográfico en muchas clases previas llegaría con Chaikovski y la Sinfonía nº 4 en fa menor de la que disfrutamos el cuarto y último movimiento (Allegro con fuoco) verdaderamente fogoso en sus 293 compases, disfrutando con la visión de los instrumentistas en pleno trabajo, las dinámicas bien marcadas por la maestra andaluza, y las impagables caras de unos niños y adolescentes que se estrenaban ante semejante masa orquestal.

Los compositores actuales también tienen cabida junto a experiencias minimalistas como In C (Tierry Riley) que da vía libre a una creatividad e improvisación permitiendo variar cualquiera de los siete modelos propuestos. La apuesta por estas fórmulas casi debería llevarse al gran público que todavía considera «demasiado modernas» obras como las del compositor enamorado de las músicas orientales.
Nuevo momento de escucha y dejando volar la imaginación, no solo a Los Planetas o el elegido Marte (G. Holst) sino a guerras galácticas, erupciones volcánicas o guerras de barcos piratas por películas previas del alumnado sin olvidarse de ostinatos rítmicos, diseños melódicos o familias orquestales protagonizadas por la OSPA.

Todavía faltaba un impresionante Bolero (Ravel) que pasa por todos los escalones previstos en Link Up! «enganchándonos» de todas las formas posibles: ritmo eterno, ostinato melódico, melodía en flautas u otros instrumentos (había alumnos con guitarras, violines, clarinetes…) y hasta una letra en castellano que va guiándoles en la impresionante orquestación del francés sumando una coreografía esta vez sin necesidad de levantarse de las butacas, que mis alumnos presumieron de completarla en mejores condiciones que muchos vecinos.

Y como el adjetivo «rock» de la orquesta más allá del propio ritmo intrínseco, la sorpresa con la Banda Académica Torner interpretando el conocido We will rock you de Queen
que no necesitó presentación ni preparación, el conocido ritmo «Chum-chum-pá» con pies y palmadas jaleando al grupo con vocalista de bigote estilo
Mercury y el inmenso coro juvenil al que se sumaron muchos «sinfónicos» para cerrar esta orquesta rock donde el Ven a tocar resonó de propina para volver a citarnos el próximo año.

La vuelta en el autobús resultó la prolongación del auditorio con ganas de repetir el próximo año, inocentes y ajenos a los avatares económicos, políticos y sociales de una sociedad que debe recuperar muchos valores presentes en el aula contra viento y marea del acontecer diario. Educar divirtiendo, pasándonoslo bien alumnado y profes, que aún nos sentimos niños, demostrando que el latín no está muerto y también resuena por los pasillos del instituto convirtiendo el O Fortuna en un éxito mayor que el de unos eurovisivos de capa caída, imagen errónea de los valores de una generación distinta que entiende la música como banda sonora en una España demasiado narcisista e individualista, a pesar de los avances digitales, acompañando unas vivencias demasiado lejanas para nuestros dirigentes. No vendría mal que tomasen nota de estos eventos importantes para un futuro no tan lejano…

El camino sin final

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Lunes 30 de abril, 20:00 horas. Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA): La Castalia, Curso de Repertorio Vocal, concierto de clausura. Directores: Begoña García-Tamargo (directora artística y profesora de canto) y Manuel Burgueras (piano). Entrada libre.

Será pasión musical o deformación profesional que siga con atención, siempre que puedo, los cursos de perfeccionamiento, profundización y todo aquello que tenga relación con esa máxima de «morir aprendiendo», pues en cualquier faceta de la vida pero aún más en la música siempre estamos aprendiendo. Así que me encantó volver al Palacio del Conde de Toreno en la plaza Porlier para comprobar el trabajo de La Castalia que lleva más de quince años organizando estos cursos, la colaboración con el RIDEA sin la que no sería posible llevarlos a cabo, tras la negativa de subvenciones por parte de políticos e instituciones, y sobre todo la evolución de unos cantantes a los que sigo en mayor o menor medida.

La velada comenzó con una presentación reivindicativa de la profesora y directora artística de la asociación cultural La Castalia, Begoña García-Tamargodonde recordó las penurias no ya económicas en cuanto a la ausencia de subvenciones para ellos, sino también culturales defendiendo nuestra Zarzuela, releyendo lo escrito por Chapí 1)  hace 112 años y negándose como tantos a su privatización por decreto, de la Fundación del Teatro Real. Nuestro patrimonio y nuestras voces para el género más representativo que sigue luchando frente a los foráneos y ni siquiera en igualdad de condiciones.

Se hace camino al andar y nada mejor que comenzar con zarzuela por la primera soprano del elenco vocal, la navarra Inés de Arbizu, la segunda vez que la escuchaba, y quien también cerraría este concierto, profesional que como todos, sigue perfeccionándose y ampliando repertorio. Defendió con seguridad «La canción del Arlequín» de La Generala (Amadeo Vives) y la disfrutamos tanto con Gustave Charpentier (1860-1956) en Depuis le jour de «Louise«, auténtica «pirotecnia» que exige control absoluto y dominio técnico, más las hermosas Aguas de Primavera (Vesennije vody), op. 14 nº 11 de Sergei Rachmaninov, cual banda sonora de la tormenta que caía en el exterior y se colaba por desagües y canalones, sin perder concentración, musicalidad ni buen gusto. Soprano a seguir de cerca y el acompañamiento maestro de Burgueras, también acertado en cuanto a bucear en repertorios siempre adecuados a cada voz.

El momento emotivo lo puso el violonchelista Santiago Ruiz de la Peña hijo, una mayoría de edad con este regalo de poder interpretar el Concierto para violonchelo y orquesta en la menor, op. 33 de Camille Saint-Saëns con el piano de Sergey Bezrodny, joven con la música antes de nacer por sus padres y ejemplo de elección por su parte de un arduo camino sin fin donde el sacrificio será diario, aplaudiendo su opción y el apoyo en casa para una carrera de auténtico fondo. La muestra este concierto del compositor francés muy trabajado, con acompañamiento de virtuoso y la búsqueda personal de un sonido propio, afinado y afianzado, pues la interpretación como el sentimiento mostrado le vienen de raza, no en vano se suele decir que el violonchelo es el instrumento más parecido a la voz humana, feliz conjunción familiar.

El barítono Pedro La Villa está evolucionando en cada curso, ganando en color y emisión, le cuesta «soltarse» por lo que elegir sus dos obras fue otro punto favorable, el aria Va tacito e nascosto del «Giulio Cesare» (Händel) algo pesante y demasiado silábica, y sobre todo la canción sobre texto de Shakespeare Take, O take those lips away (Roger Quilter) donde la escritura «de salón», camerística con el piano le dan más cercanía y expresión que la ópera barroca.

Algo parecido podría decir del tenor asturiano Adrián Begega con Thy rebuke… Behold, and see… But thou del «Messiah» de Händel, ayudándole cantar con las manos ocupadas en la carpeta, habitual en los oratorios y cantatas, para disfrutar mucho más en el Poème d’un jour (Gabriel Fauré) siendo aplaudido en cada uno de los tres de nuevo con el piano de Burgueras coprotagonizando estas canciones de concierto donde Begega brilla con un color propio de amplias dinámicas y buena dicción.

Avance significativo de la soprano Canela García en cada curso donde la escucho, mucho trabajo previo cuyo premio será a largo plazo pero donde el estudio y repertorio irán dándole alegrías en una búsqueda dirigida por buenos maestros. El «Offertorium» de la Misa Sacra en do menor, op. 147 (R. Schumann) mantiene su voz contenida aunque requiera uniformidad de color en todos sus registros, mientras que con la romanza En la calle del Ave María del sainete lírico «La Canción de la Lola» (Chueca y Valverde) la soprano explora sonidos desde el idioma propio junto a la interpretación siempre necesaria de la música para la escena.

Termino con mi querida mezzo María Heres, joven apasionada de la música para quien el canto es casi obsesión, activa y pasiva, disfrutando en conciertos, participando con la Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo» en el Festival Lírico carbayón, y formándose continuamente, buscando, ahondando, investigando, asesorándose para encontrar lo mejor para su voz que sigue ganando enteros en agudos y graves, color con personalidad, emisión clara y matizada, que en la primera aparición nos dejó un A Chloris (Reynaldo Hanh) cómplice con el piano del maestro Manuel, y la conocida aria Cara sposa de «Rinaldo» (Händel) sentida, convencida, metida en un repertorio donde se la nota feliz, recuperando el registro de mezzo o contralto últimamente «robados» por los contratenores. Y mostrándonos el rol cómico que no puede esconder, de nuevo defendiendo nuestra zarzuela en el registro apropiado, nada menos que a Gerónimo Giménez y «La Tempranica» con su zapateado más conocido como «La tarántula» tan exigente en la reducción orquestal para el piano como en el trabalenguas del texto encajado en un cuplé de altura que María nos cantó con aplomo, gracejo y solvencia.

Gracias a todos por esta despedida de «abril, aguas mil» donde el diluvio fue de ilusión por parte de los intérpretes, «a mal tiempo buena cara» por la entrega y pasión del dúo Begoña-Manuel, y servidor tan refranero como Sancho Panza en un país que necesita muchos Quijotes para seguir defendiendo y apostando por nuestro patrimonio y nuestra cultura, aunque «no hay peor sordo que el que no quiere oir«. Al menos seguiremos con la música porque «quien canta, sus males espanta» y «donde música hubiere, cosa mala no existiere«…

1) Ruperto Chapí: «Mientras el Teatro Real sea un teatro extranjero, mientras no se organice con dirección al arte Nacional, mientras este arte no haya de encontrar allí más que desdenes de la parte de un público hostil, bien va como va. Vengan o vayan «Lucias» y tenores Marconis, que todo ello se caerá sólo como lo del cuento. En tanto, ya lo sabéis compositores españoles, el Teatro Real, por ahora, no es nuestro reino«.

Educando desde el Romanticismo

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Viernes 27 de abril, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Inspiración III, abono 11 OSPA, Peter Pearse (piccolo), Cristóbal Soler (director). Obras de Schumann, Stephenson y Schubert.

Este viernes se recuperaban los encuentros con el compositor una hora antes del concierto, siendo esta vez Luis Vázquez del Fresno (Gijón, 1948) quien mantendría junto a Ana Mateo y los pocos afortunados presentes en la sala de cámara, unos diálogos sobre su vida, herencia musical desde la infancia, mayor por el lado materno, sus años de estudiante en Gijón, Madrid o París, la larga carrera de pianista, su tarea docente como catedrático en el CONSMUPA asturiano, y el siempre compositor rompedor en su momento, conocedor de las llamadas vanguardias en primera línea que no hubo de abrazar sino simplemente estudiarlas para tener un lenguaje propio que como la propia vida, tiene distintos momentos. El maestro gijonés es «compositor invitado» esta temporada, pudiendo escuchar en diciembre la suite Florilegio del alba de su ópera La Dama del Alba que todos esperamos escuchar en vida, contándonos una primicia: el contratenor Carlos Mena ya tiene su partitura para ser «La peregrina» pues su voz de contralto es perfecta para el personaje, con más de cuatro mil compases escritos donde solo pidió al compositor cambiar dos notas… lógica de quien conoce la voz humana y escribe como músico.

Para el undécimo de abono tendríamos de nuevo a Don Luis (al que conocí en su faceta de pianista y compositor en la Filarmónica de Mieres allá por los inicios de los años 70) con la «Primera serie orquestal» del Álbum de la Juventud, op. 68 (selección) de Schumann, de la que también nos habló contándonos la peripecia que relata el autor de las notas al programa Ramón Avello en El Comercio de la partitura original que dirigiese Benito Lauret a la Orquesta de Cámara de Asturias (después OSA, Orquesta Sinfónica de Asturias con Víctor Pablo Pérez, predecesora de la actual OSPA), quemándose en un enero de 1979 fatídico los bajos del Campoamor con instrumentos y parte del archivo de la orquesta, entre otros papeles, la partitura original y las ‘particellas’ de esta obra de Vázquez del Fresno, cual fuego purificador, pues el autor a partir de una grabación casera en cassette (como lo hacía yo con él en Mieres) rehizo la orquestación con la visión y oficio que dan los años y la experiencia.

La obra de Schumann dirigida por Cristóbal Soler (debutando con la OSPA aunque conocido en el foso del Campoamor en la temporada de zarzuela) sería la que abriría velada, selección de esta obra de piano de la que el maestro Vázquez del Fresno contó su acercamiento en París tras arduo trabajo con el Dante de Liszt, y cómo su profesora le dijo la dificultad que entrañaba esta aparente obra didáctica, música pura más allá de los títulos, así que el orquestarla vendría tanto de oficio y conocimiento de la partitura como del espíritu docente en tanto que resulta ideal para su interpretación por parte de orquestas de conservatorio como el propio Vázquez del Fresno comentaba en la conferencia. Nueve números, breves, bien elegidos y orquestados que «engrasan» tanto a la formación en plantilla habitual como a las secciones que tienen todas su protagonismo, con exigencias que desde el podio hacen predominar unas u otras en auténtico trabajo de orfebre, un «piano sinfónico» posibilitando distintas dinámicas y planos imposibles en las teclas pero soñadas y sonadas en la orquesta del director valenciano, múltiples colores de la composición original que un músico global como el gijonés ha llevado a lograr lo imposible, en el mismo camino que Rueda con Albéniz por citar a un contemporáneo suyo que también la OSPA ha interpretado. El público que acudió en mayor número que anteriores conciertos, aplaudió la «revisión» de estas piezas obligando a salir y saludar al profesor Vázquez del Fresno.

Peter Pearse es el flautín de la orquesta (entrevistado en OSPA TV) y buen representante de la calidad de todos sus solistas, a los que se les da la oportunidad de dar el paso al frente para un concierto con ellos, caso del Concertino para piccolo, cuerda y clave (1979) del inglés Allan Stepheson (1949), obra y solista que derrochan amabilidad, simpatía, carácter afable y gracejo, casi un juguete lleno de humor y delicadeza con cuerda de casa y clavecinista también conocida en un verdadero transporte al pasado barroco «revisitado» más que revisado, maravilloso comprobar la belleza sonora del instrumento más pequeño de la orquesta cuando se escribe y ejecuta con la maestría del undécimo de abono. Guiños de humor a obra y compañeros desde el Allegro amabile, recuerdos clásicos con aires de pavana francesa del hermoso Molto lento y la virtuosa última Marcha: Allegretto. Impresionante la sección de cuerda de la OSPA junto al «contrapunto» del clave de Silvia Márquez redondeando una obra de nuestro tiempo con aromas académicos y regustos románticos.
No digamos la propina de Bach y su Badinerie de la Suite nº 2 (aún fresca en el oído) en octava aguda y ornamentada con el gusto y pureza sin estridencias de un flautín de cuento junto a una OSPA aún más de cámara, ideal con el Maestro Soler que la llevó con claridad y dominio. Ramo de flores de Myra Pearse para su esposo y colega junto a todo el cariño de un público y compañeros de la orquesta que le aplaudieron largamente.

El siempre necesario de escuchar Franz Schubert ocuparía toda la segunda parte, de nuevo con la plantilla habitual de la orquesta asturiana y el invitado maestro Soler (entrevistado en OSPA TV) llevándola literalmente de la mano, delicadeza y firmeza, primero con Rosamunda: obertura, D. 644 de ideas claras en discurso, tiempos y sonoridades, para leernos a continuación el maestro valenciano la carta de Franz a su hermano Ferdinand al inicio de su enfermedad, cuya muerte le llegaría en plena composición de la Sinfonía nº 8 en si menor, D. 759 “Inacabada”, una escucha que nos dejó con la sensación de plenitud y gratitud, todo en su sitio interpretado con naturalidad fluyendo en todos. Y es que no pueden faltarnos los grandes sinfonistas a lo largo de la temporada, son nuestra memoria colectiva y casi obligados para toda formación orquestal, más cuando se les hace trabajar con seriedad, disfrutando del sonido claro y preciso de cada familia orquestal en el punto adecuado, con la búsqueda y elección de la tímbrica justa con las dinámicas y balances deseados.

La obertura del ballet ayudó a «completar» este Schubert vienés con unos matices capaces de acallar toses y disfrutar «pianissimi» emocionantes, brillando especialmente el oboe de Juan Pedro Romero, el clarinete de Andreas Weisgerber, el trío de trombones y de nuevo esa cuerda «marca de la casa» donde los violonchelos pusieron la voz a la conocida melodía de «la inacabada», paso del clasicismo al romanticismo que nunca muere cuando se le interpreta como este viernes.

Sueños y pesadillas

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Abono 7 «Inspiración II» OSPA, Alexander Vasiliev (violín), Rossen Milanov (director). Obras de G. Ordás, J. Sibelius y P. Hindemith. Jueves 22 de febrero, 20:15 horas, Casa de Cultura, Avilés, entrada 18 €. Viernes 23 de febrero, 20:00 horas, Auditorio de Oviedo.

No podía ni quería perderme otro estreno absoluto de Gabriel Ordás (Oviedo, 1999), esta vez su fantasía orquestal Onírico (2018), un encargo de la OSPA que sigue apostando por compositores jóvenes con los que captar públicos de estas generaciones, algo siempre de aplaudir y además con repercusión mediática en la prensa y televisiones regionales además de «Radio Clásica» que también apoya talentos de casa. Si además comparte programa nada menos que con Sibelius y Hindemith todavía engrandece el trabajo de este artista integral cuya obra encaja perfectamente en un lenguaje atemporal, académico si se me permite por sus referencias compositivas, bien armado desde un conocimiento de la orquestación -alumno de Fernando Agüeria a quien va dedicada- que no requiere solamente de técnica sino de inspiración (como indicaba el título de este séptimo de abono) que debe pillar siempre trabajando y con un bagaje vital adulto por una trayectoria increíble. Recomendable escucharle con Fernando Zorita en el canal de YouTube© de la OSPA.

El análisis de su obra en las notas al programa (enlazadas en los autores) a cargo de la doctora María Sanhuesa, miembro también del Consejo Rector de la OSPA, se amplió aún más en la conferencia previa del viernes con el sugerente título Sueños, visiones y otros delirios sinfónicos: Ordás, Sibelius y Hindemith entre la vigilia y el sueño, unidad temática con visiones varias de nuestro estado de «duermevela», no ya el fisiológico sino también lo soñado e incluso lo místico junto a paralelismos pictóricos como Dalí, el Simbolismo, relojes blandos, México y toda una paleta de colores tan personales como los propios sueños explicados con los toques de fino humor a los que nos tiene acostumbrados.

Siempre son de agradecer estas conferencias con la inestimable colaboración de la Universidad de Oviedo a cargo de profesores que junto a las notas al programa en los distintos números de la revista trimestral de la OSPA, amplían o subrayan aspectos de las obras que escucharemos después en el concierto, y que por los problemas «detectados» obligan a realizarlas últimamente en la Sala de Cámara, más desangelada que las salas del último piso ahora clausuradas. Del futuro que espera al auditorio y los problemas que generará a tanta música ya programada mejor toquemos madera porque tal parece haber una mano negra que quiere seguir dinamitando poco a poco la dilatada trayectoria de excelencia que atesora la capital del Principado de Asturias.

Mis primeras impresiones del jueves fueron las de otro sueño cumplido por parte del joven ovetense Gabriel Ordás, la orquesta de todos los asturianos estrenando esta fantasía sinfónica en cuatro momentos que no solo parten del hecho físico sino de la transmisión al público de esas sensaciones para hacerlas propias: Preludio, Duermevela, curiosamente la primera en escribirse (en las páginas de los distintos movimientos de la partitura que se nos proyectaron en la conferencia podía leerse «Diciembre 2017) como bien recordó la doctora SanhuesaViaje y Crisol, fusión de elementos antes del despertar tras una verdadera banda sonora de rica instrumentación donde la percusión colorea melodías y armonías remotas, de nuestra memoria colectiva de melómanos, lejana y emparentada con sus compañeros de programa, por momentos previa desde un viaje interior personal. Volver a escucharla el viernes con la acústica tan especial del auditorio y más rodada por parte de todos me reafirma en la impresión de estar ante una obra madura con mucho recorrido para ser interpretada por orquestas en cualquier lugar del mundo dada la vigencia del lenguaje utilizado por el maestro Ordás, atemporal desde un sello propio que no esconde querencias, lógicas en todo creador.


Nuestro concertino Alexander Vasiliev dejaba su puesto a Benjamin Ziervogel (un lujo sus intervenciones en Onírico) y daba de nuevo un paso adelante para ejercer de solista con Sibelius y su Concierto para violín en re menor, op. 47 (1903-1904), no precisamente una obra habitual por demasiado exigente para solista y orquesta que es tan protagonista como el propio violín, donde los años pesan aunque su acercamiento fuese plenamente lírico al mismo, tal y como comentaba a su amigo de cuerda en OSPA TV, de sonido penetrante y fraseo no siempre claro arropado por sus compañeros atentos intentando disfrutarlo juntos, con el Allegro moderato que en Avilés se aplaudió por el ímpetu transmitido aunque falto de claridades, incluso en la cadencia, colocada en medio del movimiento, más cantado el Adagio di molto que me supuso cierto bajón emocional pese a la belleza del mismo, y el empuje desde el podio para el Allegro ma non tanto más pegadizo y llevadero al oído, demostrado que los años dan la pátina necesaria a páginas no del todo agradecidas de interpretar pero sentidas tan cercanas por nuestro maestro ruso. Retomando palabras de la conferencia, el último movimiento fue descrito como «una polonesa para osos polares», y mi percepción personal tras volver a escuchárselo «en casa», de una frialdad finlandesa que el cercano concertino hoy solista intentó caldear sin excesos, evitando el deshielo peligroso de caminar por un lago helado por buscar visiones, pero una angustia pensando en el riesgo que siempre se corre.

En el Oviedo que le ha adoptado, al violinista ruso también le regalaron flores pero sus nietos asturianos, verdadero anclaje emocional a nuestra tierra, correspondiéndonos con el Capricho 15 de Paganini, Posato inicial antes de la avalancha de fusas, reposado inicio previo a la acumulación de problemas, como la vida misma donde el paso de los años dan ese carácter añejo al arte, si bien no era necesario arriesgar tanto y exponerse como lo hizo nuestro admirado y querido Sasha, ni con el gélido finlandés ni mucho menos con el endiablado italiano, aunque siempre le aplaudiremos y agradeceremos su total entrega y permanente magisterio.

La Suite de concierto (1938) del ballet Nobilissima visione (Hindemith) supuso la obra de arte total wagneriana como apuntaba María Sanhuesa, conjunción de talentos con los frescos florentinos de Giotto, la música del alemán y la coreografía de Massine para los Ballets Rusos de Monte-Carlo, herederos de los famosos de Diaghilev tras su muerte, inspirados en San Francisco de Asís. Esta suite que utiliza 5 de los 11 números se organizan en tres partes sin seguir el orden del ballet y buscando lo orquestal. Tras el sueño placentero de Ordás, y la pesadilla de Sibelius, este Hindemith me recordó la cabezada tras una copiosa comida donde los sobresaltos coinciden con una mala digestión. Lástima y curiosa paradoja puesto que los ingredientes de la formación asturiana son de primera, sonó compacta, unida, con dinámicas amplias delimitando cada plano desde un rigor plausible pero nunca emocionante, provocándome cierto desasosiego orquestal que no encajaba con la rítmica danzable aunque prescindamos del baile.

Desfile de platos titulados Introducción-Rondó, Marcha-Pastoral y Pasacalle, con poco sabor pese a que el director búlgaro parece dominar de siempre la música de ballet, pero este San Francisco era de Asís y no el estadounidense, despertándonos el Hermano Sol como recordando que se nos terminó el sueño, argumentario de programa a la espera del colorido del próximo noveno abono que nos traerá a la OSPA desde Santiago de Compostela (devolviendo visita) esperando suenen de ensueño y quede el pabellón bien alto. En el octavo lo mejor del concierto resultó la fantasía del fantástico Gabriel Ordás.


Humor con percusión

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Domingo 14 de enero, 19:00 horas. Auditorio de Oviedo, Conciertos de invierno: «¡Vaya Banda!», Odaiko, Banda de Música «Ciudad de Oviedo», David Colado Coronas (director). Entrada libre.
Lleno familiar con muchos niños protagonistas para disfrutar del espectáculo de los percusionistas gallegos de Odaiko que contaron con la Banda de Música de Oviedo como acompañante de lujo, coprotagonizando un espectáculo de humor musical con la percusión tanto corporal como de membranófonos, idiófonos y cotidiáfonos sin renunciar a momentos de virtuosismo compartido en la marimba.

Toda una experiencia bautizada como ¡Vaya Banda! que va más allá de lo circense o las acrobacias retomando el espíritu de los payasos que siempre fueron excelentes músicos y hoy en trío gallego domina toda la percusión, «embajadores del ritmo» como se autodefinen.

Un hilo narrador por megafonía (no se entendía cuando coincidía con la banda) fue sumando apariciones de los percusionistas y el «programa» con golpes en todos los sentidos, haciendo partícipe al público de todas las edades con la complicidad del Maestro Colado, a un percusionista de la propia formación carbayona al que sumaron en distintos números, y hasta las distintas secciones que también gozaron con «gags» como el Bolero de Ravel persiguiendo el caja a la flautista que interpretaba la conocida melodía mientras el respetable intentaba el ostinato rítmico con dos dedos sobre la palma de la otra mano… tras haber calentado muslos y dado unos saltos.

Una Carmen (Bizet) de torero y drag-flamencas nada ofensivas donde la guitarra también fue utilizada genialmente como percusión junto al cajón tras una marimba «en espejo» por dos maestros

El gritado más que coreado Hakuna Matata de ambiente selvátivo sirvió para que estos maestros gallegos nos hicieran sentir niños a todos y disfrutar con el taiko y dos tumbadoras en cómica comunión percusiva que aúna los lenguajes universales sin palabras (mimo y música).

La Marcha Turca (Mozart) con esos «cotidiáfonos» de siempre, caso de las botellas tanto golpeadas (idiófonos) como sopladas (aerófonos) sumándose un «garráfono» por bautizar el invento que viene a ser un contrabajo fabricado con un palo, cuerda y garrafa de caja de resonancia (arriba está la foto), más la banda intentando encajar el tempo, para levantarnos de las butacas y armar un carnaval de río de W. Schneider entre todos.
La versatilidad de los gallegos en instrumentos y combinaciones de complementos de ropa para pasar de un ambiente a otro en este viaje con la percusión es digno de admiración, verdaderos titiriteros con cambios fulgurantes.

Especiales también unas compartidas Czardas (Monti) en la marimba -no trajeron vibráfonos- con la banda que dieron tanto juego como la propina a trío de un Vuelo del moscardón (Rimsky Korshakov) presentado como «mosca cojonera» realmente virtuoso tras un Circus Can-Can (Offenbach) que convirtió el escenario en una de mis clases con los «Boomwhackers«.

Una excelente tarde de domingo en familia con dos «bandas», la gallega y la ovetense que sigue apostando por lo novedoso aunque el circo sea de siempre y la música comparta título del mayor espectáculo del mundo, uniendo círculos más que mundos plenamente terapéuticos. Y cada mes un concierto, incluso en abril dos… Intentaremos seguir contándolo. Hoy la enhorabuena para Odaiko.

Espiritualidad metafísica para recordar a Rober

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Viernes 12 de enero, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo: «Inspiración I», abono 4, OSPA, Rossen Milanov (director). Obras de Wagner, Vaughan-Williams y Bruckner.

Mi querido Eduardo G. Salueña escribe las notas al programa (enlazadas arriba en los autores) del cuarto de abono de la OSPA con el que abríamos año antes de sumergirse con Debussy en el foso, pero también nos ofreció una conferencia previa al concierto titulada «Metafísica y espiritualidad en el lenguaje orquestal» llena de sabiduría, guiños cinematográficos y verdadera lección para disfrutar de las obras programadas para una OSPA diríamos que Gran Reserva como los vinos por el tiempo de maduración necesario para afrontar un programa que bien podría haber tomado las primeras palabras del conferenciante y tentado de hacerlas mías.

Tras el paréntesis navideño donde el destino volvía a jugarnos una broma macabra llevándose al trompa Roberto Álvarez, no podía faltar en este regreso y fuera de programa el homenaje de la sección de trompas, hoy nueve con las cuatro tubas wagnerianas (interesante como siempre OSPATV) preparadas para la novena bruckneriana eligiendo un arreglo sincero, sentido y cálido del famoso «Coro de Peregrinos» del Tannhäuser, con rosa roja en las solapas, elegancia y recuerdo del amigo Roberto, compañero siempre vivo en la memoria y más cuando la música era su pasión, eterna como sus acompañantes este viernes: Ricardo, Ralph y el propio Anton, Momentos memorables porque al igual que nuestro recordado trompa «el perdón le llega al poeta al morir junto al féretro de Elisabeth, por el triunfo del amor…» y «cómo Richard Wagner supo darle una intensidad, como se diría divina» (de Fernando Cansado Martínez en Operamanía), bien traído como inicio y final unidos por la metafísica espiritual, espiritualidad metafísica o ambas, que todo y más puede resultar un concierto.

La Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis (1910) de Vaughan Williams puso la calidad sin necesidades metafísicas al contar exclusivamente con la sección de cuerda, la que da solera a este vino musical servido casi con arreglo a los cánones: tres bloques intentando emular sonoridades organísticas en iglesias, orquesta de cámara al fondo, más la orquesta de cuerda y el cuarteto solista (integrado con el resto) pero capaces igualmente de hacernos fantasear con la música del inglés, devolvernos las calidades y ambientaciones que esta joya británica guarda, siendo tan utilizada en el cine como bien nos recordó el doctor Eduardo, desde Master and Commander hasta Remando al viento (del asturiano Gonzalo Suárez) por mostrar dos momentos memorables donde los directores ponen sus imágenes a esta música más que la inversa, aunque también podríamos hacer metafísica con el tema. Un placer degustar la cuerda bien servida y a la temperatura adecuada, con mención especial a Vasiliev, Corpus, Moros y von Pfeil, cuarteto aterciopelado cual cristalería ideal.

La espiritualidad no exenta de carga religiosa la suele poner casi siempre Bruckner, más en esta inacabada Sinfonía nº 9 en re menor (WAB 109) que nos deja ese extraño sabor de boca esperando rematar el Adagio final tras un «misterioso» primer movimiento que no alcanzó a contagiar ambiente aunque el enólogo acertase plenamente, y un Scherzo algo más lento de lo esperado como buscando paladear las pulsiones con que el «sommelier» intenta convencer al cliente, olvidando que no todos tienen igual olfato ni memoria gustativa, que la cata también tiene su arte, así como que todo cocinero no tiene necesariamente que entender de vinos, aunque ello suponga un plus. Al menos no se estropeó ese último trago, poderosamente mágico, variado, íntimo y hasta metafísicamente lírico, con regustos del Tristán wagneriano y la novena beethoveniana con aromas de pastoral, dejando que todo brillase olvidando que la contención es una virtud (la instrumentación parece exigirla), y si no que se lo dijesen al bueno de Anton, célibe toda su vida pese a estar prometido pero encontrando disculpa de diferente religión para así anular un compromiso con el que no parecía estar convencido ni preparado a su edad. Todos los elementos de este gran reserva sinfónico se (com)portaron correctamente, especialmente implicada la sección de trompas alcanzando momentos esplendorosos donde ellos encontraron la dinámica perfecta mientras el equilibrio se logró por la profesionalidad y trabajo de unos músicos de cepa inimitable y largo recorrido. Qué gran vino si el sumiller lo hubiera dejado airearse, servirlo en su punto y no apurar la botella porque olvidó que todas son únicas.

Lógico recordar y brindar con Mahler: «Un vaso de vino en el momento oportuno, vale más que todas las riquezas de la tierra». Así sea.

Sembrar para recoger

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Coro y Orquesta de la Universidad de Oviedo, Lola Casariego y Ana Peinado (sopranos), Pedro Ordieres y Joaquín Valdeón (directores).
Catedral de Oviedo, Concierto de Navidad. Lunes 18 de diciembre, 20 horas.

La historia de un pueblo se escribe desde la cultura, hay que sembrar para recoger aunque algunos dirigentes políticos obliguen al barbecho confundiendo gasto con inversión. Al menos la universidad asturiana sigue apostando por la música no solo en los estudios sino desde la propia Extensión Universitaria, con los altibajos lógicos de épocas, edades y renovación. Con un coro estable desde 1963 y una orquesta universitaria que fue la primera en España, fundada en 1979 por Alfonso Ordieres triunfando casi una década (recordar aquellas jornadas y posteriores festivales de música primaverales), felizmente recuperada este curso por su hijo Pedro Ordieres, con la puesta de largo catedralicia (debutaron en Vegadeo el mes pasado) donde Händel (1685-1759) compartiría programa con los asturianos Gabriel Ordás (1999) y Guillermo Martínez (1983). Las sopranos también de la tierra, con Lola Casariego en el coro de aquellos años de Luis G. Arias antes de alzar vuelo como solista, bien recordado por el amigo, compañero y maestro Valdeón, al frente de la formación vocal desde hace diez años, contando además con unas excelentes notas al programa firmadas por Ángel Medina, catedrático de musicología de nuestra universidad también pionera en esta especialidad, analizando cada obra como solo un Maestro es capaz.

La Catedral se quedaría pequeña para disfrutar del Concierto de Navidad (El Mesías del Auditorio para el próximo viernes agotó las invitaciones en tiempo récord), que abriría la sección de cuerda universitaria con Fernando Zorita de concertino bajo la dirección de Pedro Ordieres interpretando el Concerto grosso op. 6 nº 1 en sol mayor del alemán nacionalizado inglés. Bautismo barroco de calidad con juego de contrastes solistas –tutti “de libro”, unido a sonoridades claras y precisas pese a la inevitable reverberación, cinco movimientos ricos, variados, paladeados por intérpretes y público antes de ampliar plantilla, dar paso al coro y ceder la batuta a Valdeón para estrenar el Stabat Mater speciosa, encargo de la Universidad de Oviedo al portentoso intérprete y compositor ovetense, acabada el mes pasado y de quien la OSPA estrenará en febrero su Onírico. ¡Y tiene 18 años!.
Ordás arma musicalmente esta imagen navideña de “Virgen con Niño” contrapuesta a la Dolorosa , triunfante y dulce, con el coro cantando en latín junto a una orquesta rica en paleta tímbrica de cada sección, matices y colores donde no faltó una amplia percusión bien elegida ni el órgano arropando alegres melodías bien construidas, acordes con el tiempo vivido. Dotado de un humanismo atemporal al que las leyes educativas son reacias, formado en una casa culta y seguir estudiando en el Conservatorio local, Ordás vuelca su talento innato en los pentagramas, bien orientado por sus maestros en esta joya de obra que bisarían al final para deleite y asombro de todos los asistentes.

Completaría el programa Guillermo Martínez (hoy en el órgano), todo un clásico de estos conciertos, revisando para la ocasión dos obras conocidas, su cantata O magnum mysterium (2003), estrenada por la desaparecida JOSPA, LDO y Elena Rosso cantando la antífona gregoriana, hoy a cargo de Ana Peinado y los universitarios, orquesta y coro en perfecta conjunción para este relato igualmente navideño, de distinta hechura pero mismo idioma, el de aquella generación JASP (joven aunque sobradamente preparado) que sigue pidiendo paso y presencia en los programas, siembra de casa esperando no la recoja ni la lleve otro, más el aria Verkündiung über die Hirten perteneciente a su cantata Solstizio d’oro con textos de Rilke, estrenada también por Valdeón y “su coro”, tomando vida propia como aria de concierto tal como predijese en este mismo periódico Ángel Medina, el lunes con la voz de nuestra Lola Casariego, generosa y entregada como siempre sumándose a esta fiesta navideña universitaria en la Catedral con acústica no siempre agradecida para unas músicas que sí lo son, abocadas a seguir disfrutándolas (al menos en las llamadas redes sociales).

P. D.: La alegría se truncó con la triste noticia del fallecimiento de Roberto Álvarez, trompa de la OSPA y amigo de muchos de los músicos presentes. DEP.
Pablo Álvarez Siana
Crítica para La Nueva España del miércoles 20 de diciembre de 2017. En esta entrada no añado links y la dejo literal salvo las fotos, habiendo sido escrita la noche del lunes y programada para no subirla antes que el propio periódico.

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