Domingo 14 de diciembre de 2025, 19:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: LXXVIII Temporada de Ópera. G. Verdi (1813-1901): «Rigoletto». Nueva producción de la Ópera de Oviedo.

(Crítica para Ópera World del lunes 15 de diciembre, con el añadido de los enlaces siempre enriquecedores, tipografía y colores que no siempre se pueden utilizar, y las fotos de Iván Martínez más alguna propia)

Cuarto título de la LXXVIII Temporada (para cerrar 2025 antes de la «Carmen» que la clausurará ya en 2026) de este clásico como es el «Rigoletto» considerado popular dentro de la “trilogía verdiana” que regresaba al Teatro Campoamor tras el de 2016-2017, con lluviosos aires asturianos y un trío protagonista que cojeó por donde menos esperábamos, aunque los aficionados de esta segunda función aplaudieron la trigésimo segunda vez que se escuchaba esta ópera, contando además con el mismo Duque de la última.

Si en la primera función del pasado viernes hubo tormenta y pateos, al menos este segunda de domingo quedó en un chaparrón sin escándalos, y con padre e hija (Petti y Nowakowski) triunfando sobre Il Duca Albelo que no lució como hubiéramos deseado tras las más de 250 representaciones sumadas con este personaje que, para quienes ya peinamos canas, seguiremos asociándolo a Don Alfredo Kraus desde aquel septiembre de 1981 que perdurará para siempre en nuestra memoria.

El diseño de Ricardo Sánchez Cuerda con la escena de la ovetense Susana Gómez son un reciclaje, pues no están los presupuestos para dilapidarlos, aunque si se prefiere es un ‘regreso al proyecto iniciado con el «Hamlet» de 2022’, como así lo presenta la asturiana en el libreto de este título, que además titula “Sigue la tormenta” para disipar cualquier duda. Dos facetas (El Duque de Mantua actual y el Príncipe danés de entonces) con “un proyecto conceptual único en el que se muestra la realidad de un hombre que, al querer tomar la justicia por su mano, termina devorado por la máscara que construye para restituir el orden justo”, máscara de la deformidad de la que el protagonista se despoja varias veces sin apenas cojear, y donde el inocente acaba siendo víctima de sus intentos de reparación de los desajustes sociales, por otra parte muy actual siglo y medio después del estreno en La Fenice veneciana.

Reconozco que el tratamiento escenográfico sigue resultando eficaz aunque algo incorrecto, con mínimos cambios, caso del vídeo de Rubén Ráyen como teatro de sombras inicial junto a las nebulosas tras el telón, o la figura inquietante que se repetiría como evocación de la amenaza del Conde de Monterone, principio y fin del drama. Pero el efecto de la lluvia (supongo nada cómoda para Rigoletto y Gilda) al rebotar en el plástico produce un ruido que según comentó  el público de la primera función, fue aún mayor por la sonora tromba de agua -casi tanto como los abucheos- que este domingo “cerraron el grifo” antes para evitar males mayores, o al menos no calarse hasta los tuétanos. Y tampoco se utilizó el efecto de recoger en la trampilla del suelo las telas finales que conforman la casa de Los Monterone, sí usada para el rapto de la protagonista con su padre engañado.

Sobre el resto de la escena, los cuadros de los tres actos resultaron más abstractos y con espacios sin perfilar (mejor imaginárselos conociendo el original de Victor Hugo), salvo la casa transparente de Rigoletto, utilizando los planos inclinados que siempre suponen tensión tanto para la acción como para el canto, destacando las luces de Félix Garma, relámpagos incluidos, o los truenos fuera de escena (como la banda interna).

No me gustó nada el vestuario de Gabriela Salaverri que pese a los distintos colores, muy terrosos, mezcla pelucas dieciochescas con trajes de diseño (?), o una orgía sin mujeres, claro que escribe Susana que no hay lugar para ellas, pues “están escondidas (…) en un mundo de hombres y en el que solo los hombres tienen un lugar. Las mujeres habitan en los márgenes (…)”, travistiendo cual Drag-Queens al personal masculino (el Coro Intermezzo siempre seguro y matizado además de coreografiado por Olimpia Oyonarte) en un entorno de brillos muy sesenteros con redondos sillones amarillos para la fiesta en el salón de baile inicial donde tampoco faltarían los abanicos.

Y si la escena no gusta, siempre nos queda la opción de cerrar los ojos y escuchar la música de Verdi que llena y realza todo argumento. El maestro carbayón Oliver Díaz es ya un consumado director que conoce muy bien el foso para ayudar siempre a los cantantes, y esta vez volvió a demostrarlo al frente de la OSPA que volvió a dejarnos una sonoridad compacta, de altura y calidad ya desde la obertura, con primeros atriles que sonaron como alter ego de los protagonistas, desde el oboe al chelo en los momentos más destacables de esta ópera.

Si Gilda es el eslabón más frágil de una cadena perversa donde se suceden traiciones, engaños y fechorías, Alexandra Nowakowski, soprano estadounidense de origen polaco, supuso el mejor nexo y engarce para los otros dos (el tinerfeño Celso Albelo y el salernitano Ernesto Petti), brillando desde su primera aparición. Su textura de lírico-ligera con un color vocal sugerente, cálida pero también carnosa, siempre bien afinada y de fiato impresionante con matices extremos, con una afinación impoluta junto a una proyección que llenaba todo el teatro, así como un excelente empaste en los dúos sin olvidarme del cuarteto “Bella figlia della’amore” junto a Rigoletto ubicados en el lado opuesto y “ganando” en presencia vocal a Il Duca y Maddalena, resultó la auténtica triunfadora de la tarde-noche. Cada intervención iría aumentando su entrega, desde el dúo “Tutte le feste al tempio” hasta la esperada y famosa aria  “Caro nome” sensible, tan arrebatadora como los aplausos del público, virtuosismo vocal donde mostrar el dominio de todos los recursos técnicos que lo fueron hasta su agonía final en brazos de su padre con una dramaturgia que creció como su personaje, un verdadero disfrute escénico vocal y actoral.

No se quedó atrás Ernesto Petti en un Rigoletto a tener en cuenta. De amplio registro y enorme expresividad, despojándose de su joroba en los momentos donde reflejar su verdadera personalidad encerrada en el bufón, pero sin la cojera que pareció evitar para lograr el mayor equilibrio, en el amplio sentido de la expresión. Si se me permite el juego de palabras, cargó sobre sus espaldas toda la dramaturgia de la obra, desde las escenas de potencia y volumen hasta los más delicados y expresivos. Sus arias de barítono dramático “Cortigiani, vil raza dannata” maldiciendo a quienes deshonran a su hija, “Piangi, piangi, fanciulla” y el desesperado “Si, vendetta, tremenda vendetta” junto a Gilda (donde juran venganza contra el Duque) estuvieron llenas de intensidad y patetismo, siendo de lo más aplaudido y dejándonos un gran sabor de boca.

Celso Albelo debutó su Duca precisamente en Oviedo, y no ha parado de llevarlo por medio mundo, pero este frío domingo no se le notó cómodo pese al dominio del personaje que ya ha interiorizado. Tampoco brilló su timbre que parecía “tomado” ya desde su primer aria “Questa o quella” donde me pareció cansado vocalmente, cortando las frases, respirando donde no suele, con unos piani nunca bien delineados y forzando unos agudos, que sí dio pero al límite de volumen. Por momentos me sonó incluso “calante” como en “La donna è mobile” evidenciando la cojera del trío protagonista, aunque el público asturiano le quiere y perdona estos detalles, pero personalmente me llevé una decepción con el tenor tinerfeño.

Queda comentar al resto del elenco con algunas voces debutantes que indico en la ficha técnica. El bajo trevisano Roberto Scandiuzzi encarnó un Sparafucile consistente por la profundidad y rotundidad de su voz, aportando el carácter que corresponde a su personaje. La mezzo crevillentina Sandra Ferrández mantiene un timbre central redondo y sigue demostrando sus cualidades de actriz, donde los “hermanos” conformaron un excelente dúo junto al buen empaste y química mostrada por Maddalena con El Duque.

De los barítonos, breve y no muy afortunado estuvo el veronés Gianfranco Montresor como El conde de Monterone, algo tapado por la orquesta y forzando los agudos; el venezolano Ángel Simón como Conde de Ceprano y ujier sigue creciendo escénicamente gracias a un buen nivel vocal; mientras el Marullo del ferrolano Gabriel Alonso no lució como de él esperaba, mostrando un color poco adecuado y unos agudos “apretados”.

Para finalizar me queda citar al tenor murciano Francisco Cruz que mostró sus facultades vocales en un Matteo Borsa presente y suficiente, a la soprano berciana Nerea González dotada de una voz interesante con buenos agudos y defendiendo sus breves papeles de La condesa de Ceprano y Giovanna. Por último me encanta comprobar cómo hay cantera lírica en Asturias, y así la joven soprano gijonesa Teresa de Albéniz debutaba con el partiquino del paje, tras su rodaje en la compañía musical infantil, y residente en la ópera ovetense “La Federica”. Segura sobre las tablas, con maestras de quienes seguir creciendo y donde mirarse, el próximo mes de enero interpretará la adaptación de «Carmen» paralela a la que cierra temporada.

Como dice el refranero “Después de la tormenta viene la calma”, tras un período difícil o de adversidad, siempre llega un momento de paz y tranquilidad, ofreciendo esperanza y optimismo para superar los problemas, un mensaje de resiliencia que sugiere cómo las dificultades son temporales y la calma es inevitable, a menudo fortaleciéndonos en el proceso. En tiempos convulsos la música es la mejor terapia y aprovecho para desear todo lo mejor en el año venidero.

FICHA:

Domingo 14 de diciembre de 2025, 19:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: LXXVIII Temporada de Ópera. G. Verdi (1813-1901): «Rigoletto», melodrama en tres actos, con libreto Francesco Maria Piave, basado en la obra de teatro “Le Roi s’amuse”  (1832) de Victor Hugo. Estrenado en el  Teatro de La Fenice de Venecia, el 11 de marzo de 1851. Nueva producción de la Ópera de Oviedo.

FICHA TÉCNICA:

Dirección musical: Óliver Díaz – Dirección de escena: Susana Gómez – Diseño de escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda – Diseño de vestuario: Gabriela Salaverri – Diseño de iluminación: Félix Garma – Vídeo: Rubén Ráyen – Dirección del coro: Pablo Moras.

REPARTO:

El Duque de Mantua: Celso Albelo (tenor) – Rigoletto: Ernesto Petti (barítono) – Gilda: Alexandra Nowakowski (soprano) – Sparafucile: Roberto Scandiuzzi (bajo) – Maddalena: Sandra Ferrández (mezzosoprano) – El Conde de Monterone: Gianfranco Montresor (barítono) – Marullo: Gabriel Alonso (barítono)* – Matteo Borsa: Francisco Cruz (tenor)* – El conde de Ceprano / Ujier: Ángel Simón (barítono) – La condesa de Ceprano / Giovanna: Nerea González (soprano)* – Paje: Teresa Rodríguez García de Albéniz (soprano)*.

Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA)

Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo)

Banda interna (Banda de Música Ciudad de Oviedo)

* Debutante en la Ópera de Oviedo