Inicio

Las (pen)últimas palabras granadinas

2 comentarios

Domingo, 14 de julio, 12:30 horas. 73º Festival de Granada, Monasterio de San Jerónimo, Cantar y tañer / #TrípticoHaydn: Academia Barroca del Festival de Granada, Aarón Zapico (director). Obras de Haydn y Sánchez-Verdú. Fotos de ©Fermín Rodríguez y propias.

Llegaba a mi último día de la septuagésima tercera edición del festival granadino con sesión matinal con mi querido Aarón Zapico que ha estado al frente estos cinco años de la Academia Barroca del Festival de Granada y además inauguró el del pasado año con un Retablo que forma parte de la historia de Falla en Granada.
Antes del concierto, el maestro Zapico agradecería a Antonio Moral (director del festival que finaliza mandato el próximo 31 de julio) su personal apuesta por esta Academia Barroca, lo que supone para estos jóvenes músicos y estos formatos nuevos que abren no solo carrera profesional sino nuevos públicos, un acierto porque el éxito saltó a la vista en este nuevo ciclo.
Tras la palabra hablada llegaría la musical de Haydn y Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz, («Die sieben letzten Worte unseres Erlösers am Kreuze», HOB.XX:1) compuesta en 1787 e incardinada con “SHEBA (Siete estudios para orquesta histórica sobre “Die sieben letzten Worte unseres Erlösers am Kreuze de J. Haydn”, 2018) del algecireño José María Sánchez-Verdú (1968), compositor residente en esta edición y que suponía el estreno en España. De la obra del gaditano que además la compone para una «orquesta histórica», me remito a las notas al programa de Bernardo García-Bernalt que dejo al final de esta entrada, añadiendo que tanto en estos «estudios» como con la adaptación de los lieder de Schubert volvió a demostrarnos el respeto por la obra que le sirve de inspiración, sin perder sus propias señas de identidad y profundo conocimiento de la instrumentación.
En esta edición sonarían por tercera vez en San Jerónimo estas «últimas palabras» tras las anteriores a cargo del Cuarteto Quiroga (23 de junio) verdaderamente memorables, o el fortepiano de Yago Mahúgo (6 de julio), por fin la verdadera y primera escritura de Haydn publicada por Artaria a mediados de 1787), quedando en el tintero poder escuchar en Granada la versión en forma de oratorio, pero rindiendo tributo a la Viena como eje de este festival, un «Tríptico Haydn» muy interesante.
Contando con el narrador y periodista radiofónico de la SER Enrique Árbol (al que llaman “la voz de Granada”), quien interpretaría con vehemencia los pasajes bíblicos preparados para esta «mixtura» atemporal, la versión de Aarón Zapico resultó una lectura arriesgada al alternar Haydn y Sánchez Verdú en las siete sonatas no siempre en ese orden, dejando siempre el elemento sorpresa por las propias sonoridades que el compositor gaditano saca como buen orquestador que es, que no estaban indicadas en el programa y con parte del público «despistado» aunque los espectáculos gratuitos siempre atraen neófitos en la materia de oído poco cultivado.
La joven orquesta rindió con plena entrega y calidad a la maestría del director asturiano, capaz de aglutinar las dos obras en una con naturalidad, mucho esmero en los contrastes, manejando unas dinámicas y tempi extremos «marca de la casa», donde los silencios son tan importantes como el sonido y deben remarcarse, aprovechando la reverberación de dos segundos que tiene esta iglesia monacal granadina para dejarnos unas “últimas palabras de Aaron Zapico en Granada”, ya formando parte de la propia historia del Festival.
Si la obra original, analizada en las notas al programa, presenta muchas dificultades, unir esta serie tan heterogénea en los aires manteniendo el bloque sonoro, supuso un verdadero reto interpretativo donde la verdadera palabra interpretada por Árbol se sumaría al auténtico espectáculo escuchado con un respetuoso silencio «como en misa», contagiados todos los fieles de esta mística musical.
De los jóvenes músicos de esta orquesta, Academia Barroca del Festival de Granada, cuya plantilla también incluyo en esta entrada, destacar las excelentes maderas y solistas (Vicent Giménez Pons al oboe, Clara Burgos Valenciano en la flauta y el fagot de Javier Caruda Ortiz), bien empastadas las trompas, una cuerda homogénea con solos del concertino Alfredo Jaime Doblado de calado maduro, más “El terremoto” final donde trompetas y timbales nos hicieron expirar y respirar, con un maestro de ceremonias verdadero artífice de este «milagro haydniniano» en San Jerónimo.
Componentes de la orquesta:
Notas al programa de Bernardo García-Bernalt:

Sieben-Sheba: Metaexégesis
Facilitada por la revolución en los procesos de producción y consumo de la música que se vivió en las últimas décadas del siglo XVIII, la obra de Joseph Haydn, paradigma de lo que podría considerarse en su época un estilo compositivo transnacional, tuvo una extraordinaria recepción en España ya desde 1770. Quizá el mayor éxito lo alcanzó con sus Siete últimas palabras de Cristo en la cruz, compuesta alrededor de 1786 por encargo del Marqués de Valde-Íñigo y destinada al ejercicio devocional de Las tres horas que se celebraba el Viernes Santo en el oratorio gaditano de La Santa Cueva. Se le solicitaron siete adagios instrumentales inspirados en cada una de las palabras que, según los evangelios, Cristo dijo desde la cruz, para que fueran alternando con prédicas sobre cada una de ellas. Tras una introducción, la música debía ir expresando las emociones correspondientes a cada palabra, invitando a la meditación, y concluiría con una representación musical del terremoto que siguió a la muerte de Cristo. La versión original –la que hoy se escuchará– fue publicada por Artaria a mediados de 1787, junto a una adaptación para cuarteto y otra para piano (años más tarde se estrenaría también una versión en forma de oratorio).
La dificultad que suponía escribir una serie tan homogénea en los tempi y en la forma sin que resultara monótona fue superada por Haydn con la adopción de un plan tonal global sorprendente, la exploración de diversas variaciones de la forma sonata o el empleo de una paleta de texturas que van desde una ligereza casi quebradiza hasta apabullantes sonoridades masivas. El resultado es una obra híbrida, con elementos de sinfonía característica y de oratorio sin palabras, que expresa la situación anímica de Cristo en su agonía a través de cada una de las palabras que pronuncia. Cada breve texto inspira y articula una frase que los violines primeros exponen al inicio (algo que el oyente solo puede percibir de modo subliminal), motivo que sirve como idea principal, generadora de todo el movimiento. Charles Burney constata lo dicho: «Los temas son tan apasionados y llenos de dolor y tristeza que, aunque todos los movimientos fluyen de modo similar, los motivos, tonalidades y efectos son tan nuevos y diferentes que un verdadero amante de la música no sentirá fatiga alguna ni deseará temas más ligeros para estimular su atención» (A General History of Music, Londres 1789).
Hoy, la exegética obra de Haydn es, a su vez, objeto de otra exégesis musical propuesta por José María Sánchez-Verdú. Su obra SHEBA, que se estrena en España en este concierto, deriva también de un singular encargo realizado en 2018 por el Festival Haydn de los Conciertos del Castillo de Brühl. Escrita para una orquesta historicista de plantilla similar a la que exige Die sieben letzten Worte, consta de siete breves estudios orquestales, susceptibles de insertarse tras cada una de las sonatas, que, de algún modo, dialogan con ellas, las interpretan, comentan o interpelan, planteando una resignificación de la propia retórica de los afectos. La obra de Sánchez-Verdú es una fascinante propuesta de nuevas sonoridades a partir de la exploración de las peculiaridades tímbricas de los instrumentos de época o de la distribución espacial de la orquesta, entre otros elementos: «los registros, los colores tonales y las características
de orquestación de Haydn se deforman como en una especie de anamorfosis del material musical», según el autor. Die sieben Worte y SHEBA, se comunican también mediante rasgos, gestos, recuerdos e impulsos que, como afirma Andreas Speering, «permiten apreciar y experimentar tanto la sorprendente modernidad de Haydn como la profunda sensibilidad histórica de Sánchez-Verdú».

PROGRAMA
Joseph Haydn (1732-1809):
Die sieben letzten Worte unseres Erlösers am Kreuze, HOB.XX:1 (Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz, 1787):
L´introduzione
Sonata I «Pater, dimitte illis, quia nesciunt, quid faciunt»
Sonata II «Hodie mecum eris in Paradiso»
Sonata III «Mulier ecce filius tuus»
Sonata IV «Deus meus, Deus meus, utquid dereliquisti me»
Sonata V «Sitio»
Sonata VI «Consummatum est»
Sonata VII «In manus tuas Domine, commendo spiritum meum»
Il terremoto
José María Sánchez-Verdú (1968):
SHEBA (Siete estudios para orquesta histórica sobre Die sieben letzten Worte unseres Erlösers am Kreuze de J. Haydn) (2018) (estreno en España)

Con acento germano

1 comentario

Sábado 13 de julio, 19:30 horas. 73º Festival de Granada, Auditorio Manuel de Falla, sala de cámara B: Música de cámara | #Schubert esencial: Cuarteto de la Staatskapelle Berlin, Elisabeth Leonskaja (piano). Obras de Brahms y Schubert. Fotos de ©Fermín Rodríguez y  propias.

Tras la matinal del penúltimo día de festival (y 28º mío) llegaba este concierto que la Web del evento titula «Entre amigos»: «El ciclo dedicado a Schubert termina con un encuentro entre un cuarteto de cuerdas de músicos de la Staatskapelle de Berlín, el conjunto asociado a la Staatsoper Unter den Linden tantos años dirigido por Daniel Barenboim, y con el que el maestro bonaerense visitó el Festival en inolvidables conciertos sinfónicos, y la gran pianista Elisabeth Leonskaja, en su segunda actuación en la muestra. Será como un reencuentro entre viejos amigos para afrontar un programa en el que, junto a otro de los grandes cuartetos de Schubert, el nº 12, se interpretarán dos obras esenciales del camerismo romántico alemán, dos obras salidas de las manos de otros de los grandes, Johannes Brahms, el último de sus cuartetos con piano y ese monumento de la música del siglo XIX que es el Quinteto en fa menor». Y no podía haber mejor remate a estos homenajes al Schubert de cámara que este concierto en el Auditorio granadino que registró una entrada aceptable con un aire acondicionado fresco contrastando con el calor exterior.

En apenas 24 horas volvía Elisabeth Leonskaja con dos Brahms de altura junto al Cuarteto de la Staatskapelle Berlin. Las notas al programa del maestro Arturo Reverter, que está retransmitiendo para Radio Clásica estos últimos conciertos del festival, las titula como «Supremo Romanticismo», pues los dos compositores de la sesión vespertina lo eran: «Hermosísimo paisaje musical el que se nos ofrece en este sustancioso concierto protagonizado por tres obras maestras firmadas por Franz Schubert y Johannes Brahms, unidos en el tiempo y en el espacio. Uno y otro vivieron y murieron en Viena. El hamburgués, seguidor en tantas cosas del vienés, contribuyó no poco a divulgar su legado editando y corrigiendo algunas de sus obras, las Sinfonías sin ir más lejos en 1884-85».

Y Leonskaja con tres de los solistas de los berlineses (sin Krzysztof Specjal) comenzarían el concierto con el Cuarteto nº 3 en do menor, op. 60 de Brahms, valiente la georgiana y empaque con su trío donde el cello de Claudius Popp me haría vibrar en cada aparición. Don Arturo escribe de esta página: «la forma de cuarteto con piano, a la que solo habían prestado atención con anterioridad, de entre los famosos, Mozart –K 478 y 493– y Schumann –op. 47–. Ya en 1855, según varios indicios y opiniones (Kalbeck) pergeñaría algunos esbozos de lo que más tarde sería el Cuarteto nº 3 en do menor, op. 60, terminado en 1875 (..) Nos quedamos ya embebidos de su extensa y lenta introducción. La exposición aparece encabezada por un primer tema apasionado y brusco que, según confesión del propio compositor, evocaba la idea del suicidio de Werther, conectada con la desesperanza en la relación con Clara Schumann. Después de una idea subsidiaria de índole rítmica, sobreviene el segundo tema, melódico, calmo, confidencial. En el electrizante desarrollo será el sujeto de apertura el que adquiera protagonismo. El Scherzo presenta una libre forma sonata con una sección central solemne y mística. El Andante es un lied ternario que parte de una hermosa y lírica melodía cantada por el violonchelo sobre un lecho de acordes sincopados. El Finale, Allegro comodo, presenta tres temas, el tercero una especie de apasionado coral. Coda tranquila en do mayor, una suerte de liberación de tantas pasiones encontradas». Cuatro movimientos donde hubo pasión, desesperanza, ritmo y mucha poesía que enlaza al hamburgués con la misma Viena de Schubert. Habremos escuchado muchas versiones incluso con formaciones españolas que saben ahondar en este cuarteto, pero la genética y la geografía creo que tienen que ver porque la interpretación resultó sosegada, reposada, enérgicamente contenida y clara en cada movimiento, todo con el acento germano (y vienés) que este Brahms ofrece.

El cuarteto de la Staatskapelle Berlin nos brindaría su «Schubert esencial» plácidamente camerístico, el Quartesttatz D 703 -que queda del inacabado Cuarteto nº 12, uno de los seis que el músico dejó inconclusos de una colección de 20 de acuerdo con la clasificación de Deutsch- que bien nos recuerda Arturo Reverter. Dos movimientos con peso y poso de una formación equilibrada, de sonido compacto , balanceado como si fuese vocal donde nuevamente el cello de Claudius Popp junto a la viola de Yulia Deyneka consiguieron ese calado en los graves tan necesario para asentar las tesituras de los violines. Aire patético, dramático como si de un lied se tratase (Reverter lo relaciona con Erlkönig) y que hubiese encajado en la matinal de este penúltimo día, homenajeando al Schubert desesperado.

Buen descanso para cambiar la temperatura interior y exterior antes de volver a la Viena de Brahms, ciudad tan musical como la Granada del Festival y con el impresionante Quinteto en fa menor, op. 34 con una simbiosis entre el piano de Leonskaja y un cuarteto berlinés compacto, escuchándose unos a otros para construir este arrebatador y rítmico quinteto del hamburgués. Si en Schubert había lirismo, Brahms lo eleva a la quintaesencia por la que transitó también en su versión como sonata a dos pianos sin perdernos una arquitectura sonora plenamente emocional jugando con distintos temas que nos seguirían martilleando minutos después de una interpretación con calado.

De nuevo «mi maestro» Arturo Reverter desmenuza en pocas líneas este quinteto: «El primer movimiento, Allegro non troppo, organizado a partir de tres temas, es de excepcional poder. La idea inicial, expuesta al unísono por violín, violonchelo y piano, es muy conocida. La segunda es de carácter lírico y la tercera, claramente rítmica, conecta con la de apertura. La serenidad más noble embarga al Andante un poco adagio. «Una punzante canción de cuna», en curiosa definición de Robin Golding. Vivo contraste establece el Scherzo, que comienza pianissimo y se inscribe en el clima del Brahms más “nórdico”. Y el proteico Finale presenta tres ideas bien diferenciadas. La segunda, Allegro non troppo, se extiende a lo largo de más de trescientos compases y es un híbrido de sonata y rondó con cuatro temas principales y varios subsidiarios. El Presto que cierra el movimiento, en 6/8, conduce a una coda restallante, plena de alegría y de afirmación». Calidad individual en los cinco músicos, momentos casi de sonata para cada arco con un piano imponente, empaste de los violines y energía en viola y chelo transmitida por la eternamente joven Leonskaja poderosa, delicada, perfecta argamasa del mejor Brahms que además volvieron a regalarnos, tras el éxito que puso al público en pie, su Andante, un poco adagio aún más germánico.

Buen cierre de homenaje a un Schubert camerístico que siempre sorprende, y esperando por un domingo 14 de julio que será de varias finales, con polémicas, sanas discusiones y un doblete donde haré malabares para seguir contándolo.

PROGRAMA:

-I-

Johannes Brahms (1833-1897)

Cuarteto para piano nº 3 en do menor, op. 60 (1856-75):

Allegro non troppo

Scherzo. Allegro

Andante

Finale. Allegro comodo

Franz Schubert (1797-1828)

Cuarteto nº 12 en do menor, D 703 «Quartettsatz» (1820)

Allegro assai – Andante 

-II-

Johannes Brahms

Quinteto con piano en fa menor, op. 34 (1864):

Allegro non troppo

Andante, un poco adagio

Scherzo. Allegro – Trio

Finale. Poco sostenuto – Allegro non troppo

Cuarteto de la Staatskapelle Berlin:

Wolfram Brandl, violín – Krzysztof Specjal, violín – Yulia Deyneka, viola – Claudius Popp, violonchelo

+

Elisabeth Leonskaja, piano

Notas al programa de Arturo Reverter: «Supremo Romanticismo»