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Femenino plural

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Jueves 10 de marzo, 20:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: Concierto «En clave de mujer». Oviedo Filarmonía, Ana Nebot (soprano), Anne Hinrichsen (directora). Obras de Grażyna Bacewicz, Mª Teresa Prieto y Louise Farrenc. Entrada butaca: 14 €.

Concierto en femenino, desde las compositoras a las intérpretes para un público que apenas ocupó la mitad del Campoamor, una pena porque resulta siempre interesante recuperar obras poco conocidas más en el caso de la ovetense Mª Teresa Prieto y Fernández de la Llana interpretada por su paisana la soprano Ana Nebot que era un aliciente.

Hay que reconocer que las obras elegidas no son para emocionarse pese a su excelente escritura y oficio en cada una de ellas, y esa falta de sentimientos se notó durante todo el concierto, a excepción de las canciones de las asturianas, especialmente las tres últimas, por lo que Anne Hinrichsen, directora alemana afincada en Suiza, se caracterizó por una lectura de las obras algo plana, precisa pero poco «efusiva», limitándose a marcar lo necesario, todo muy académico pero sin pasión, aséptica, aunque la Oviedo Filarmonía siempre responde y volvió a demostrar que funciona tanto en el foso como sobre el escenario afrontando todo tipo de repertorios.

El Concierto para orquesta de cuerda (1948) de la polaca Grażyna Bacewicz (1909-1969) presenta un lenguaje propio del inicio del pasado siglo, tres movimientos bien construidos para disfrutar de una forma musical atemporal y guiños históricos desde una escritura con mucho «oficio» que triunfó en los EEUU o Francia, aunque parece que esta tarde en Oviedo pasó sin pena ni gloria, no sé si por desconocida (aplausos al final del primer movimiento Allegro) o por la ausencia de referentes auditivos, si bien donde la cuerda filarmónica pudo lucirse sería en el Vivo final, destacando en toda ella los solistas de los primeros atriles (Marina Gurdzhiya y Gabriel Ureña) aunque sin la suficiente fuerza como para estremecernos.

Interesante escuchar las Canciones modales de María Teresa Prieto (1895-1982) en la voz de Ana Nebot, quien está recuperando la obra vocal de la exiliada compositora ovetense junto al pianista Aurelio Viribay. Las notas al programa de  la doctora en Musicología por la Universidad de Oviedo Tania Perón, verdadera autoridad en la vida y obra de nuestra mejor compositora, analiza este ciclo que adaptado para voz y pequeña orquesta se estrenaría en la capital del Principado, en 1957 ya entonces «La Viena Española», cantando la siempre querida profesora Celia Álvarez Blanco (1933), dirigiendo Ángel Muñiz Toca (1903-1964) la entonces denominada Orquesta Sinfónica Provincial, germen de la actual OSPA, que ya entonces defendía a Prieto como un valor de nuestro patrimonio musical.

Seis canciones con giros folclóricos, por populares, como los de otros grandes compositores españoles, muchos también exiliados, que le dan cierto toque nostálgico, con una escritura orquestal sobria y primando la voz, como así lo entendió Anne Hinrichsen para dar todo el protagonismo a Ana Nebot, que defendió cada una de las seis canciones con total entrega y dominio, gestualidad para todas ellas, matices amplios, volumen suficiente en todos los registros y emociones literarias hechas música, pues pese a faltarnos los textos, los escuchamos con suma atención: la mexicana Sor Juana Inés de la Cruz en las dos primeras, Vicente Aleixandre la última, los asturianos Alejandro Casona (tercera) y Carlos Bousoño (quinta) que en el exilio se sentirían aún más cercanos, y hasta Esta verde hierba de la propia Mª Teresa Prieto, cuarta de las seis canciones que emocionaron al teatro, especialmente Cristo en la tarde y ¿Quién dijo acaso? por su expresividad y excelente fusión de letra y música que las canciones deben tener, y las de la ovetense atesoran, breves e intensas. Bien Oviedo Filarmonía y la maestra Hinrichsen arropando en todo momento a la soprano Ana Nebot.

Por último la Sinfonía nº1 en do menor, op. 32 de Louise Farrenc (1804-1875) volvió a demostrar el oficio de la compositora francesa, una figura de su tiempo y de las pocas que siguen escuchándose en las programaciones sinfónicas (hace apenas un año la interpretó la OSPA dirigida también por una mujer). Bien está reivindicar el papel femenino pero no por el hecho del género sino para dar visibilidad a tanto talento olvidado en los archivos (digno de resaltar los trabajos en redes sociales y especialmente la musicóloga Sakira Ventura y su Mapa de Compositoras) con miles de seguidores), y no digamos en el podio, que comienza a ser pujante incluso como titulares de orquestas, pero no todas las obras tienen la suficiente «calidad» que las permita triunfar en los programas. Así me sucedió entonces y esta tarde con la sinfonía de Farrenc. La Oviedo Filarmonía está en un excelente momento como pudimos comprobar hace cuatro días, y la batuta evidentemente es importante en el producto final pero también la conexión, el trabajo previo (que no parece haber sido suficiente) e insisto en las obras elegidas, y esta «primera» tiene buenos momentos para disfrutar pero carece de ese «plus» que sinfonías de mayor enjundia y poco programadas, esconden y también necesitamos escuchar en vivo.

Al menos María Teresa Prieto sigue sonando en su ciudad, recuperando su excelente catálogo, bautizando el Concurso Internacional de Composición para mujeres del Ateneo Musical de Mieres, y demostrando que la música cada vez es más femenino plural.

En el buen camino

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En la recuperación de la llamada canción de concierto, Aurelio Viribay Salazar es una verdadera autoridad desde su cátedra madrileña, además de un pianista solicitado por muchas voces, especialmente jóvenes que sin complejos se acercan a un repertorio de tanta calidad como el francés o el alemán con el pianista vitoriano de referencia para ello.

Tengo las últimas grabaciones con la soprano pacense Mar Morán cantando a García Leoz o al tenor cordobés Pablo García-López en una selección titulada Raíces, uniones atlánticas y mediterráneas que van en esta línea de sacar a la luz tantas partituras olvidadas y seguramente polvorientas, con un canal en YouTube© dedicado a la «Canción Lírica» que aloja multitud de vídeos en vivo donde se muestra nuestro grandísimo patrimonio musical y la calidad de las voces que el vasco Aurelio Viribay comparte desde su magisterio, y a quien Arturo Reverter ha bautizado como «arqueólogo de la canción española» (tras «nacerle» en Bilbao en vez de Gasteiz, pues como dicen los chistes «los de Bilbao nacen donde quieren«).

Ya llevo días disfrutando de esta grabación, No camiño (GeBéMusic del Grupo Beroly), con el barítono Gabriel Alonso (Ferrol, 1991), trece temas de compositores gallegos de distintas épocas que pusieron música a la poesía de mi vecina y querida Galicia, auténticas joyas literarias. Trece poemas en la lengua de la gran Rosalía de Castro, la más conocida, junto a Manuel Antonio, Leiras Pulpeiro, Salvador Golpe, Manuel Cuña Novás, Ramón Otero Pedrayo, Manuel Curros Enríquez, Manuel Martínez González y José Trapero Pardo, lírica escrita que los músicos realzan con unas melodías siempre ajustadas al texto, y en este caso unos más que interesantes pianos compartiendo la métrica interna de la lengua gallega escrita con músicas de salón atemporales.

Todos los compositores, uno para cada canción, son una excelente mezcla, desde los actuales a los veteranos más los que están «por descubrir», todos gallegos de pura cepa, muchos apegados al terruño, otros emigrados, viajeros siempre con la «morriña» presente e inspiradora al igual que la literaria. Aquí los dejo ordenados cronológicamente, como curiosidad y con enlaces a sus biografías, algunas dignas de ser novelas o guiones cinematográficos:

Marcial del Adalid (A Coruña, 1826-1881), Canuto Berea (A Coruña, 1836-1891), Xoán Montes (Lugo, 1840-1899), Xosé Castro «Chané» (Santiago, 1856 – La Habana, 1917), Xosé Baldomir – seudónimo de José Ventura Eduardo Gregorio Valdomir- (A Coruña, 1865-1947), Gustavo Freire (Lugo, 1885-1948), José Fernández Vide (Ourense, 1893-1981), Antonio Iglesias (Ourense, 1918-2011), Margarita Viso (A Coruña, 1957), Juan Durán (Vigo, 1960), Octavio Vázquez (Santiago, 1972), Fernando Buide (Santiago, 1980) y Borja Mariño (Vigo, 1982).

Interesante la variedad de estilos que son cual catálogo de la evolución de nuestro patrimonio lírico, por lo que propongo una escucha de cada canción sin conocer más datos, disfrutarlas siguiendo, si se puede, los textos del libreto (aunque sin traducir) e intentar descubrir la época, pues seguro habrá más de una sorpresa, mestizajes de puro romanticismo del XXI o vigencia plena del XIX para nuestros tiempos, unidad gallega de varias generaciones que son, como el slogan turístico, «Galicia calidade«, al igual que la cantera de voces gallegas de nuestros días.

El barítono ferrolano de registro amplio y bello, redondo en el grave, con buena articulación y matices variados, siempre resaltando los textos, repasa aquí dos siglos de música gallega con el siempre docto piano de Aurelio Viribay en una excelente toma de sonido de esta grabación realizada los días 7, 8 y 11 de enero del pasado año (con Filomena azotando) en los Estudios Cezanne Producciones de Las Rozas (Madrid). Canciones para cualquier voz pero que en las masculinas, y más las graves, son relatos todavía más cercanos a aquellos emigrantes dejando todo en su tierra.

Dejo al final de la entrada el listado con los trece temas, especificando música y letra, pues así debemos entender estas partituras. Personalmente siempre me ha gustado, en cualquier versión, el llamado segundo himno gallego, Negra sombra de Juan Montes, que supone actualizar la visión coral por la camerística aunque desconozco cuál fue primero; el excelente Sós de Durán dedicado al barítono, bien tratado el dúo como unidad, piano rotundo y voz explorando registros; los Dous cantares de Buide que suponen una brisa fresca en el acercamiento al género de la canción de concierto por la excelente armonización y trabajo de voz y piano; al igual que la Saudade de un Mariño verdaderamente inspirado por Rosalía de Castro; el aire popular llevado al concierto por Vázquez del En Cornes de la escritora nativa, e interesante Ao lonxe de Iglesias, casi operístico con silencios dramáticos y dedicado dentro del ciclo «Canciones gallegas» al gran crítico Antonio Fernández-Cid. Ciertas remembranzas extremeñas -encuentro cierta similitud inicial con «Ya se van los pastores»- desde el Caribe (porqué no también asturianas por cantábricas) en la Mariquiña de Chané o la zarzuelística Romanza de Xosé que me recuerda igualmente parte de la «Molinera» ibérica, sencillez sentida tanto en la voz como en el piano de este mosaico lírico.

Habrá que esperar, como se ha hecho con la gallega, la revisión de la lírica asturiana a lo largo de esta misma época (con algunos intentos no muy reconocidos), pues las similitudes musicales corren parejas y también se conjugan compositores interesantes de hoy en día con los señeros, aunque nos han faltado escritores de la talla literaria que nuestros «primos hermanos» siempre han tenido, en parte por no ser una lengua oficial ni parezca que lo sea, siendo todavía motivo de disputas políticas.

Cortes, autores (música / letra) y títulos:

1. Juan Durán / Manuel Antonio: Sós.

2. Margarita Viso / Leiras Pulpeiro: O mar.

3. Marcial del Adalid / Popular: Adiós, meu meniño, adiós!.

4. Xosé Baldomir / Salvador Golpe: Meus amores.

5. Fernando Buide / Rosalía de Castro: Dous cantares.

6. Borja Mariño / Manuel Cuña Novás: Saudade.

7. Xoán Montes / Rosalía de Castro: Negra sombra.

8. Antonio Iglesias / Ramón Otero Pedrayo: Ao lonxe.

9. Octavio Vázquez / Rosalía de Castro: En Cornes.

10. Xosé Castro «Chané» / Manuel Curros Enríquez: Un adiós a Mariquiña.

11. Canuto Berea / Manuel Martínez González: Un sospiro.

12. Gustavo Freire / José Trapero Pardo: Romanza de Xosé (Non chores Sabeliña).

13. José Fernández Vide / Ramón Otero Pedrayo: Canción de Corisco – Miñatos de vran.

Nasushkin: Ante todo, Música

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Domingo 6 de marzo, 19:30 horas. Auditorio de Oviedo, Sala de Cámara: Ensemble Ars Mundi: «Ante todo, Música II. El lenguaje común de lo diverso«. Director artístico: Yuri Nasushkin. Jóvenes solistas y conjuntos de cámara. Música española, inglesa, austríaca, alemana, belga, mexicana, checa, armenia, klezmer… Entrada gratuita.

La llegada de Los Virtuosos de Moscú para instalarse en Asturias a principios de los 90 supuso uno de los hitos de nuestra tierra en el ámbito musical, no ya por la talla de los intérpretes bajo el mando de Vladimir Spivakov sino por plantar la semilla pedagógica de lo que sería la mejor cantera de cuerda española en un país que carecía de un plantel con esta calidad. No ya los integrantes, entre los que estaba Yuri Nasushkin, que se unieron a las orquestas asturianas, también sus familias y luthiers que conformaron un tejido musical del que en esta década del siglo XXI podemos seguir disfrutando con muchos alumnos hoy convertidos en profesionales repartidos por medio mundo (Aitor Quiroga, María Ovín, Mª Teresa López, Ignacio Rodríguez, Sergio Heredia y tantos otros que bien lo indican en sus biografías).

Y es que Yuri Nasushkin se implicó desde el primer día en todos los proyectos posibles, profesor, promotor, fundador de una hoy desaparecida JOSPA, que continuaría en Madrid y no digamos los años al frente de la Escuela Internacional de Música de la FPA, hoy en el aire con la «disculpa del COVID», a la que jóvenes venidos de todas partes del mundo acudían en verano a nuestra tierra a seguir sumando esfuerzos en convertirse en músicos profesionales.

Desde nuestra tierra y desde hace más de diez años, el Ensemble Ars Mundi es otro de los proyectos del maestro Nasushkin que tomando prestadas sus palabras, su «principal objetivo es la difusión de la música de cámara a través del diálogo, la colaboración, la empatía, la amistad o la solidaridad, valores siempre presentes en su filosofía» con una plantilla joven de distintas procedencias y nivel de formación pero siempre unidos por esta pasión que les ayuda a «redondear su formación y calidad musical«. De la parte solidaria dejo el programa escaneado porque es otra seña de identidad.

Este concierto, nada anunciado y «ninguneado» por las instituciones tanto locales como autonómicas, pese a lo que supone para estos intérpretes poder demostrar sus progresos y mostrar su valía musical, nos trajo más de dos horas de historia camerística en formaciones variadas con unos músicos pasando del atril al solo con total naturalidad y muchas ganas de seguir trabajando en esta vida llena de esfuerzos que los consejos de sus profesores y el aplauso del público compensan con creces el sacrificio de muchas horas dedicadas a cada instrumento, ensayos, fines de semana volcados en su sana pasión juvenil y finalmente el directo cual examen del que también sacarán su aprendizaje.

Yuri salía con su ensemble tras el acto público de ayer sábado pidiendo con la música el «No a la guerra en Ucrania», él que nació en Kiev y se formó en Moscú, con tantas amistades que saben lo que es emigrar de tu casa, con familias rotas y la música en la mochila, de ahí sus palabras, «Ante todo, música».

Asturias, la «Leyenda» de la Suite «España» (Albéniz) en un interesante arreglo para cuerda del chelista alemán Werner Thomas-Mifune y el venezolano Henry Crespo dirigiendo, abría el concierto, la obra pianística con la gestualidad de Crespo cambiando de momento su clarinete por la batuta, para sacar toda la sonoridad y cambios de tempo de esta universal partitura, también conocida en su versión guitarrística, que lleva el nombre de nuestra tierra.

Con un ensemble ya más nutrido en cuerda y viento (dos trompas y dos oboes) escucharíamos al siempre terapéutico, fácil de escuchar y complicado de ejecutar Mozart. De su Concierto para violín nº 5 en la mayor K. 219 con Anastasia Pichurina Esipovich de solista y Nasushkin nos dejarían el Adagio y Allegro aperto, el paso natural del atril al solo, la escucha en común, la responsabilidad de darlo todo y la implicación de un maestro en arropar un talento aún en desarrollo.

Para los violonchelistas el Concierto op. 85 de Elgar es un referente y del atril al primer plano Paula Qiao Lebon Real nos interpretó en arreglo de Duncan McIntyre de esta bellísima página concertística que la añorada Jacqueline Du Pré ayudó a popularizar.

Llegaría el turno de Jesús Méndez Camacho para interpretarnos el Nocturno para violín y cuerda del armenio Eduard Bagdasarian (1922-2987) en arreglo del estadounidense Jeff Manookian, sonido claro y preciso en una obra que personalmente desconocía, agradeciendo a Nasushkin su difusión, dirigiendo y llevando de la mano al joven violinista.

El Allegro del Cuarteto en sol mayor op. 85 (Dvorak) estuvo a cargo de Nicolás Ferreras, Lucía Yusta, Xiana Baliñas y Paula Qiao, la forma ideal de la música camerística, paso necesario del atril orquestal al entendimiento solístico compartido, que estos cuatro jóvenes dieron con total naturalidad para uno de los cuartetos señeros de la historia musical checa.

Siguiente paso al frente como solista de José María Revuelta con el Concierto para contrabajo y orquesta op, 3 en fa sostenido menor del ruso Serguei Kousevitzky (1874-1951), emigrado a los EEUU. del que interpretaría los movimientos Allegro y Andante en arreglo actual de Isaac Trapkus, contrabajista de la Filarmónica de NY, bajo la atenta dirección de Yuri más el perfecto acompañamiento de una cuerda solo reducida en número pero amplia de sonido. Las correcciones técnicas y los pequeños vicios que se adquieren se irán puliendo, pero evidentemente el concierto del ruso tiene mucha tela que cortar.

De nuevo el cuarteto, esta vez con Anastasia Pichúrina, Cristina Torres, Laura Torroba y Martín Herrera en el Allegro del famoso cuarteto de Schubert La Muerte y la Doncella, D. 810, muy bien interpretado y sentido, entendimiento con cómplices fraseos más una sonoridad compacta digna de formaciones veteranas que demuestran un trabajo previo exigente.

La viola solista de Xiana Baliñas brilló en el arreglo del oriolano Miguel A. Aniorte para el ensemble de la Elegía op. 50 del belga Henry Vieuxtemps (1820-1881) por sentimiento, sonido, entrega y el buen concertar del maestro Nasushkin con «su Ars Mundi», otra oportunidad para los atriles de dar el paso al frente como protagonistas, que no desperdició la joven violista gallega.

Y original el arreglo con el dúo Rodrigo AguileraMartín Herreras de dos de las tres «Danzas latinoamericanas» del chellista y compositor de Monterrey José  L. Elizondo (1972), buen discípulo y seguidor del mexicano con orígenes asturianos Carlos Prieto, que con Otoño en Buenos Aires y Pan de azúcar, trae los aires porteños y brasileños a la viola y el chelo plenamente actuales, apostando Ars Mundi por jóvenes compositores desde sus inicios, sonidos de hoy con dos instrumentistas que se entendieron a la perfección, y un violoncello potente que se nota es el instrumento de Elizondo.

También nuestro compositor Guillermo Martínez arregló las Estampas klezmer basadas en esa danza tradicional, con el Freilech que nos devolvió a Henry Crespo como virtuoso del clarinete, un músico integral egresado de «El Sistema» venezolano (como los hermanos Valeria y Marco Pérez, hoy en los atriles de chelo y contrabajo, todos afincados en Mieres), con un ensemble potente de cuerda, dos trompas, trompeta y percusión que contagiaron la alegría de esa música instrumental festiva que en el pasado se interpretaba en las comunidades judías de Europa del Este como acompañamiento de bodas, festividades religiosas alegres, la celebración de la Torá o la inauguración de una nueva sinagoga. Esta vez la festividad fue musical de principio a fin aunque todavía quedaba el broche emocional.

Yuri Nasushkin con el violín y después acompañado de su Ensemble Ars Mundi nos interpretaron el Himno de Ucrania más sentido que nunca, aunando deseos y esperanzas, hermanando músicos de todo el mundo y amigos soviéticos, hoy asturianos, que no entendemos en pleno siglo XXI la sinrazón ególatra de los dictadores. Pero este domingo «Ante todo, Música».

Músicos:
Violines: Nicolás Ferrer, Jesús Méndez, Anastasia Pichurina, Alba Tocino, Daniel Arnaldo García, Cristina Torres, Lucía Morales, Mencía Gómez, Hannah Kaupp, Carolina Cortijo.
Violas: Marina Gramaje, Rodrigo Aguilera, Laura Torroba, Xiana Baliñas.
Violonchelos: Martín Herrera, Paula Qiao, Lucía Hermida, Valeria del Carmen Pérez.
Contrabajos: José Mª Revuelta, Marco Pérez.
Oboes: José Ferrer, Silvia Andueza.
Clarinete: Henry Crespo.
Trompas: Jaime Sixto, Lucía Díaz.
Trompeta: José Ruibal.
Percusión: Sara González.
Profesor colaborador: Vadim Pichurin.
Compositores colaboradores: Guillermo Martínez, Miguel A. Aniorte.
Director artístico: Yuri Nasushkin.

Música para el dolor

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Sábado 5 de marzo, 20:00 horas. Conciertos del Auditorio, Oviedo: Oviedo Filarmonía, Michael Barenboim (violín), Amihai Grosz (viola), Lucas Macías Navarro (director). Obras de Mozart y Beethoven.

Tiempos de dolor, de pérdidas humanas como la de Francisco González Álvarez-Buylla, Paquirri Buylla, muchos año presidente de la FMC ovetense con la música como bandera, de miles de muertes por la invasión rusa de Ucrania con bandera en la silla vacía, homenaje a una componente de la Oviedo Filarmonía… a ambos dedicó Lucas Macías la Quinta de Beethoven, tras la Concertante de Mozart, dos  obras de estos genios que vivieron tiempos convulsos, como los actuales, y cuya música siempre supone una luz de esperanza, además de balsámica para tanto dolor, pues ninguno renunciaría nunca a la verdad ni a la libertad, y así sentimos todos este concierto.

Con dos grandísimos intérpretes de sus respectivos instrumentos, el violinista francés Michael Barenboim (hijo de Daniel) y el violista israleí de «los berliners» Amihai Grosz además del malagueño Jesús Reina como concertino, comenzaba el concierto con la Sinfonía concertante para violín, viola y orquesta en mi bemol mayor, K 364/320d (Mozart) para una camerística Oviedo Filarmonía de cuerda más dos trompas y dos oboes al mando del titular, el onubense que tras «sacar del foso» a su orquesta volvió a demostrar la calidad de la formación sobre el escenario de un auditorio con excelente entrada, y la versatilidad de esta formación que tras estos años ha conseguido personalidad alcanzando un sonido propio, como así lo demostró en esta joya mozartiana donde prima el diálogo, algo más necesario que nunca en todos los ámbitos, entre los propios solistas y con la orquesta.  Desde un control dinámico perfecto, Barenboim Jr.Grosz, éste incluso tocando las partes de los violas para no perderse nada y disfrutando como un atril más, nos dejaron auténticas delicias en sus cadencias de los tres movimientos, especialmente  en el Andante central, con un entendimiento al alcance de músicos de esta talla, y las «caídas» entrando perfectamente encajada la orquesta, con un Macías dominador de la partitura (dirigió todo el programa de memoria), atento a esta página donde Mozart bebería de los crescendi de Manheim y los ritmos grandilocuentes y marcados del París donde le pilló la muerte de su madre entre otras muchas más tristezas personales, como bien cuenta en las notas al programa Gloria A. Rodríguez Lorenzo, pero donde la música parece haberle servido de terapia por la alegría desbordante de esta página. Un disfrute para todos esta «concertante» esperanzadora con dos solistas de altura, el lenguaje operístico del genio de Salzburgo donde soprano y tenor cambiaron de género (la violín y el viola) manteniendo siempre  el inimitable lenguaje mozartiano.

La propina de ambos intérpretes, en la onda de los dúos de Fuchs, redondeó una intervención de altura para un concierto lleno de emociones y homenajes antes del siempre omnipresente sordo genial de Bonn.

Para mí la Sinfonía nº 5 en do menor, op. 67 (Beethoven) ha estado presente en vivo desde hace casi 50 años en mi vida (grabada tengo decenas de versiones y formatos que atesoro), en tiempos de esperanza democrática donde la música sobrevivía al régimen franquista sonando en uno de sus máximos símbolos, con tantas vivencias y recuerdos en su escucha que siguen emocionándome. Por todo, tampoco puede faltar en los programas de los conciertos con más frecuencia, una vez perdido «su año 2020» con más dolor y necesidades, año horrible de ausencias siempre presentes, porque cada cada directo siempre es único, cada interpretación irrepetible y el estado de ánimo distinto en cada uno de nosotros.

Macías Navarro aportó una versión propia y digna de reconocimiento, con una OFil entregada a su director y madura: un Allegro con brio sin respiro, casi agobiante, perturbador, con calderones cortos y silencios mínimos, como queriendo esquivar más dramatismos, sólo la música aunque apostando por un empuje «repetitivo» de las cuatro notas que sobrevolarán toda la Quinta en distintos momentos y motivos, brío oscuramente luminoso y valiente. El Andante con moto también personal, ese «andando con mucho» para un tempo más ligero y esperanzador, chelos y contrabajos poderosos (se agradeció la tarima para el cuarteto grave), viento aterciopelado con trompetas naturales, maderas inspiradas y timbales incisivos. En el Scherzo. Allegro Lucas Macías siguió apostando por acelerar paulatinamente los movientos, al igual que nuestro pulso, exigiendo a sus músicos toda la técnica al servicio de esta «broma» que emerge desde la oscuridad inicial del modo menor para ir avanzando en los cuatro movimientos hacia el luminoso modo mayor con toda la plenitud del Allegro final. Relato sinfónico de nuestros tiempos donde el dolor es menos con música y ojalá los dictadores no oyesen sino escuchasen: más música, a su pueblo, y leyeran para conocer la historia, que parecemos empeñados en repetirla.

Reflexión final de madrugada, sin polémicas porque es mía, incluso estando equivocado, que también puedo, quiero y debo equivocarme:

Los sátrapas solo se representan a sí mismos, su egolatría y falta de escrúpulos siempre es reprobable. Leyendo cada día cancelaciones, suspensiones de conciertos y actividades, insultos personales y reproches por «no mojarse» ni criticar al dictador (sea cualesquiera su nacionalidad), se olvidan que esta historia ya se ha escrito muchas veces y no depara nada bueno. Muchos exiliados, más dolor fuera de tu patria, el olvido posterior, la demonización o hasta perder la vida en el empeño. El arte como única forma de vivir, de expresión verdadera e íntima incluso debiendo renunciar a la libertad creativa para poder seguir subsistiendo.

No confundamos dirigentes de países con sus artistas, muchos también luchan desde su patria interior (en este caso cultural y más concretamente musical); la miopía, la ignorancia o el resentimiento sólo nos privarán de ellos aunque siempre sea difícil separar la profesión de la persona, si es que se puede. Seguiré admirando su arte incluso aunque me defrauden como humanos. Errare humanum est, preserverare autem diabolicum.

Una alpina para Bilbao

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Viernes 4 de marzo, 17:00 horas. Auditorio de Oviedo, ensayo general OSPA, Christoph König (director). Richard STRAUSS: Sinfonía alpina, TrV 233, op 64.

Poco a poco en un 2022 donde la pandemia ya nos parece poco ante lo que está aconteciendo en Ucrania, la OSPA vuelve de nuevo este fin de semana a Bilbao para dar dos conciertos dentro del macrofestival Musika-Música, un auténtico escaparate cultural con casi 70 conciertos en distintos escenarios, dedicado este año a «La Naturaleza», y donde mañana sábado a esta misma hora tan «taurina» de las cinco de la tarde, interpretarán en la gran sala sinfónica del Euskalduna (concierto 23 del ciclo) esta joya de sinfonía (con órgano, donde el asturiano y profesor en el Conservatorio de Málaga Rubén Díez podrá disfrutar del excelente instrumento alemán construido hace 22 años por Karl Schuke), bajo la dirección del maestro König, que pudimos comprobar en este ensayo abierto al público, mientras el domingo a las 14:00 horas y como «aperitivo musical»(concierto 42 de este «maratón musical bilbaíno») sonarán El duende de las aguas, op. 107 (Dvorak) y El festín de la araña, suite para orquesta op. 17 (Roussel).

Más que un ensayo propiamente dicho, y con un auditorio lleno de gente joven, a buena hora y entrada gratuita que supongo todo ayuda, pudimos escuchar «en primera vista» esta sinfonía atípica de R. Strauss con una OSPA «supermusculada y supervitaminada» en cuanto a refuerzos (recordándome la escuchada en junio de 2016), pues el propio compositor exigía nada menos que 137 ejecutantes. Ante semejante poderío sonoro, especialmente de viento, era necesario aumentar una plantilla que llevo años rogando, y no digo nada de un concertino titula y un director, hoy con el director alemán (doce años después pero esta vez con la OSPA), que no realizó corrección alguna a los veintidós lugares que Strauss anotó detalladamente en esta evocación musical de un día por los Alpes bávaros, más próxima a un «Poema Sinfónico» y compuesta en un paréntesis de su época «teatral», por lo que tras lo escuchado y vaciada la sala de público, comenzaría el verdadero ensayo para las oportunas  y siempre necesarias correcciones que no pudimos escuchar.

Con tantos músicos es difícil mantener el sonido propio de la OSPA aunque la cuerda se mostró clara y al fin potente en los graves (los ocho contrabajos y la proporción consiguiente se notan). Dejo algunos detalles por mi parte que supongo habrá que retocar:

El órgano eléctrico portátil no suena evidentemente como el bilbaíno, y sus intervenciones, sumadas a los metales que engrandecen la textura, supongo resonará más potente en la gran sala del Euskalduna. También la visible salida puntual de los metales fuera de escena para conseguir ese efecto de lejanía, y la vuelta a los atriles (parte de las trompas, trompetas y trombones) no queda muy «agradecida» visualmente, desconozco cómo se hará mañana en un escenario mucho más grande, así como lograr el balance ideal entre «dentro y fuera» que en el ensayo quedó por momentos oscurecido.

Y precisamente por esa evocación del montañero compositor alemán, con un movimiento único aunque estructurado sinfónicamente como cuatro movimientos que siguen el recorrido de la dura excursión alpina (noche, amanecer, ascensión, sobre la cumbre, descenso y retorno de la noche), hay demasiada proliferación temática (Tranchefort habla de sesenta motivos, «la mayor parte de los cuales… sólo tienen una función descriptiva efímera») que hace difícil sacarlos entre semejante masa orquestal. Todos los solistas habituales dan la talla y la percusión (toda de la plantilla) siempre está en su sitio para el arsenal utilizado (puntualmente quedaron muy discretos el glockenspiel y la máquina de viento). Buscar los planos exactos, las dinámicas a veces contenidas y otras todopoderosas con tanto metal, así como los cambios de tempo, tendrán que ser más claros y precisos por parte de König para una respuesta más equilibrada por parte de todos. Al menos con semejante ejército sonoro seguiré pidiendo a los magos una Octava de Mahler, pues músicos en Asturias tenemos para ella y esta Alpina straussiana (casi nombre de pizza que el propio Strauss deseaba componer «igual que una vaca da leche»), puede servir de toque de atención para los gestores.

Bilbao disfrutará con esta sinfonía y la OSPA llevará el Principado hasta Vizcaya como mejor embajadora cultural de nuestra tierra, aunque sacando más músculo del habitual… todo sea por dejar bien alto el pabellón sinfónico (de hecho la OSG así lo hizo en su última visita al auditorio).

Como curiosidad dejo indicada la plantilla para la Sinfonía Alpina: cuatro flautas (dos piccolo), dos oboes, corno inglés, heckelfono, cuatro clarinetes (uno bajo), cuatro fagots (uno contrafagot), ocho trompas, cuatro trompetas, cuatro trombones, seis tubas (dos bajas), seis timbales y gran batería incluyendo un amplio juego de cencerros, glockenspiel, máquina de viento (eolifono), máquina de truenos, dos arpas, celesta, órgano y cuerda.

Ten piedad y danos la paz

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Miércoles 2 de marzo, 20:00 horas. Teatro Jovellanos, Gijón: Concierto 1646 de la Filarmónica de GijónCantus Missae: El León de Oro, Marco Antonio García de Paz (director). Obras de Rheinberger, Mendelssohn, Brahms y Whitacre.

Un miércoles de ceniza coral con varios monumentos vocales que nuestra formación más internacional y laureada como El León de Oro (LDO) trajeron a la temporada de la filarmónica gijonesa en un Jovellanos que presentaba una entrada excelente con los muchos leónigans llegados a la capital de la Costa Verde. El programa que ya pude disfrutar en Oviedo, fue de nuevo un «Monumento canoro» aunque el título esta vez fuese el de «Cantus Missae» por la misa de Rheinberger, más allá de toda creencia religiosa porque la música une, eleva el espíritu y siempre clama por la paz. Así se entendió por todos los presentes, recordando los momentos tan difíciles en Ucrania y la propia pandemia que sigue entre nosotros obligando a seguir «enfocicaos» tanto los asistentes como los cantantes, mascarillas que no nos impiden demostrar no solo que la cultura es segura sino que la música es la mejor terapia posible y que el LDO canta siempre bien hasta con la boca tapada.
La Misa en Mi bemol Mayor (Cantus Missae), Op. 109 de Josef Rheinberger (1839-1901) abría este emotivo concierto, pensada para gran coro, los 47 componentes sobre el escenario del Jovellanos volvieron a sonar «a capella» con su calidad superlativa, no importan los relevos generacionales porque exprimen cada cuerda al límite, capacidad dinámica, tesituras extremas, con las voces blancas siempre cálidas incluso en los pianísimos, hasta los bajos profundos, más graves siempre de agradecer porque son el verdadero sustento que hace brillar al resto de voces. «Señor ten piedad», sentimientos extramusicales en tiempos de guerra, trascendiendo lo religioso porque necesitamos piedad y amor por el prójimo independientemente de creencias, «hacer todo el bien posible» que escribiese Beethoven, una verdadera ceremonia coral que «los leones» llevaron a cabo bajo el sumo sacerdote Marco. Respetuoso silencio de un público agradecido (bisarían el Kyrie como agradecimiento y dedicado a un ucraniano del coro).
De Felix Mendelssohn (1809-1847) al que este coro conoce y se entrega desde siempre, dos salmos  que siguen siendo joyas vocales, Jauchzet dem Herrn, alle Welt (Salmo 100) y Richte Mich Gott (Salmo 43), casi seña de identidad del LDO, la inspiración en Bach, textos que tenemos traducidos en el siempre excelente programa de mano, hoy firmado por Violeta Rubio, entrega y recogimiento equilibrado, pronunciación alemana perfecta, cantos religiosos en esta «puesta en escena» profana para respigarse por tantas emociones desde el buen cantar.
Transitando por un romanticismo cada vez más necesario para toda formación, escucharíamos el monumental Geistliches Lied, Op. 30 de Johannes Brahms (1833 -1897), con el piano del corista Óscar Camacho hoy situado hacia atrás, para evitar los incómodos trasiegos, pero en línea visual con Marco A. García de Paz y «cantando» desde las 88 teclas, conocedor de las «respiraciones» desde el instrumento y con la ductilidad de su formación, el piano vocal ideal para el mejor Brahms coral.
Y final con Eric Whitacre (1970), el verdadero «romántico» de nuestro tiempo, revolucionario coral para nuestro «coro de oro» que canta como pocos al estadounidense, su When David Heard, más que un capricho de Marco, obra exigente a la que «su coro» llega en el momento ideal para interpretarla, las afinaciones extremas siempre controladas, los matices donde el silencio es más importante que nunca, arte vocal subrayando un sufrimiento que en la partitura está siempre presente, respeto de un público en total comunión con «nuestro león», todo un ejemplo de disciplina y trabajo, los ideales de un coro veterano por el que la mezcla generacional le mantiene como un gran reserva. No nos cansaremos de cada concierto único, irrepetible, con emociones imparables sin perder nunca esa «marca de la casa», polivalencia coral o policoralidad, la importancia de los impresioantes silencios intrínsecos a la propia música, dramatismo, afinación muy cuidada (e impagable), partitura y programa con la necesaria compenetración total de cantantes y director.
Si en la misa nos damos la paz antes del Agnus Dei, hoy musicado por Rheiberger, también pedimos Piedad al Todopoderoso (máximo rector o ente eterno, no importan las creencias ante el dolor) con el Kyrie cual plegaria cantada que se repitió más que de regalo, de sentida súplica coral.

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