Domingo 24 de noviembre, 19:00 h. Auditorio de Oviedo, Jornadas de Piano “Luis G. Iberni”:
Martha Argerich (piano), Mate Bekavac (clarinete), Kremerata Baltica. Obras de Bach, Busoni, Kremer, Weinberg y Liszt.
Reseña rápida para La Nueva España del lunes 25 desde el teléfono móvil, con los añadidos ya en casa de links (siempre enriquecedores y a ser posibles con los mismos intérpretes en el caso de las obras), fotos propias y tipografía, cambiando muchos entrecomillados por cursiva que la prensa no suele admitir.

Primera visita esta temporada de la eterna Argerich nombrada artista en residencia de estas jornadas, junto a los bálticos de Gidon Kremer, otro “habitual” en Oviedo, de gira española con parada obligada en “La Viena del Norte” español y una excelente entrada para un público algo acatarrado en los movimientos lentos y pianissimos en parte por un aire no acondicionado al gusto de todos.

El fundador de la formación nórdica aunque solo presente como instrumentador de la Chacona en re menor de Bach (a partir de Busoni) es capaz de seguir redescubriéndonos al kantor de Leipzig y más con una orquesta de cuerda poderosamente delicada, compacta y de amplísimas dinámicas comandada por el concertino Dzeraldas Bidva que “hace de Gidon” con igual maestría. Inicio grabado de clave y final de violín encajado por la Kremerata al milímetro.
Otro redescubrimiento del maestro letón es Miezyslaw Weinberg (1919 – 1996), cuya Sinfonía de cámara nº4, op. 153 en cuatro movimientos resulta una autobiografía oscura y dolorosa de este compositor que con el clarinete de Bekavac parece narrar cada etapa con esas reminiscencias de folklore “klezmer” como notas luminosas de esperanza incluyendo las pinceladas del triángulo en el Andantino – Adagissimo final con un excelente Mate Bekavac ejerciendo tanto de virtuoso como ensamblado tímbricamente en el sonido báltico.

La esperada Martha llenaría de más música una segunda parte con Bach siempre presente que en la interpretación de la porteña alcanza cotas sublimes. La Partita núm. 2 en do menor, BWV 826 para piano solo es un testamento vital tanto en lo escrito como en lo escuchado, magisterio de juvenil madurez con balances increíbles, limpieza expositiva y tiempos contrastados de hondura inexpresable en sus seis movimientos con ese Capriccio final pura medicina también para la propia tos de la argentina.
Y madurez juvenil, impetuosa, brillante, vibrante para Liszt y su Concierto para Piano nº1 en mi bemol mayor, S. 124 con la Kremerata casi sinfónica por sonoridades incluido el triángulo. Majestuosa Argerich mandando, valiente de principio a fin con un ímpetu sin perder calidad en nada, emocionando y empatizando con todos desde su eterna juventud pianística.

Propina bachiana para el padre de todas las músicas y esperando ya la próxima visita esta temporada.