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Guerreros del órgano en Valdediós

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Viernes 23 de julio, 20:30 horas. Iglesia de Santa María de Valdediós: X Ciclo de Órgano de Villaviciosa. Dúo de Cámara: David Mayoral (percusión) y Daniel Oyarzabal (órgano). Obras hispanoitalianas. Entrada libre por inscripción.

De nuevo protagonista Valdediós y su órgano, otro de los Bienes de Interés Cultural del Principado, instrumento barroco datado en 1713 y restaurado por el taller de  G. Grenzing en 1988 fiel al original donde destaca no ya el sonido sino toda su fachada con los ángeles músicos que son portada del libro «El órgano en el Principado de Asturias» de María Sanhuesa, Susana G. Lastra y Enrique Campuzano, publicado por la Fundación Cardín que continúa por décimo año con este ciclo veraniego imprescindible para mantener en funcionamiento esta joya de nuestro patrimonio cuyo primer enemigo es la humedad de Valdediós (el segundo, aún mayor y más peligroso es la desidia política hacia la música).

Aforo completo y organización perfecta cumpliendo todo el protocolo de seguridad e higiene contra el Covid, entrada individual y escalonada con tiempo suficiente (una hora antes) para evitar aglomeraciones, y volviendo a demostrar que la cultura es segura, que Valdediós mantiene la delicada salud de su instrumento rey (hoy con caras conocidas mezcladas con visitantes que no pueden faltar en un turismo cultural que todavía parece no ser visto como motor económico), y finamente comprobar de primera mano que Asturias continúa en el mapa musical veraniego.

Tras las palabras de bienvenida y agradecimiento del alma mater del ciclo, la docente y organista local Susana G. Lastra (que como conocedora del instrumento ayudaría en la registración), con pantalla gigante para no perder detalle, aparecerían en la zona del altar este dúo armado con campanas, yembé y organetto que nos dejarían una selección de anónimos de nuestra Edad Media con melodías del Llibre Vermell y las Cantigas de Santa María para ponernos en ambiente, con un público respetuoso y asombrado por la originalidad de dos figuras bien conocidas en nuestra tierra donde suelen acudir con distintas formaciones pero uniendo fuerzas en este viernes gris en el exterior afrontando un repertorio ideal en el órgano barroco maliayés con algún toque clásico: David Mayoral a la percusión que engrandece las partituras elegidas por Daniel Oyarzábal, el organista siempre seguro apostando por unas tímbricas únicas que sólo el perfecto entendimiento de dos músicos como ellos resonarían majestuosas en un templo e instrumento dignos de estas músicas.

Ya desde sus posiciones en las alturas, fueron desgranando y alternando España e Italia, renacimiento y barroco, primero Sebastián Aguilera de Heredia (1561-1627) y su Ensalada del VIII tono que las membranas «del mayoral» reforzaron rítmicamente unos registros bien buscados en el órgano, después en solitario para la conocida Sonata en fa mayor K. 82 de Domenico Scarlatti (1685-1757), más grandiosa que al clave, o el nuevo ropaje para la Pavana de Luis de Milán (1500-1561) en esa mixtura mágica de percusión y viento, delicadeza siempre con mimo interpretativo por parte de ambos intérpretes.

La luz del atardecer iba cambiando la ambientación de claroscuros, pero la música iluminaba y resplandecía en cada obra, especialmente con Antonio Valente (c.1520- c.1580) y un perfecto «tríptico» renacentista italiano: Ballo dell’IntorciaBascia Fiammignia  – La Romanesca para disfrutar de la riqueza sonora del órgano de Valdediós aún mayor con la suma de los membranófonos en tres números bien contrastados con clarines al cielo como cañonazos de dos guerreros en la Santa María.

Siempre se agradece un poco de clasicismo en estos órganos, pues la música de tecla gana enteros, y así respiramos toques mozartianos del vasco Fray José de Larrañaga (1728-1806) y su Sonata de V Tono, limpieza de ejecución que el órgano detecta como ningún otro, buenas combinaciones en los registros de ambas manos ágiles, sin excesos para mantener la pulcritud de la escritura, al igual que el intimismo italiano de Domenico Zipoli (1688 – 1726) en su Toccata all’elevazione, sonoridades ideales antes de afrontar la gran batalla final.

Una Corrente italiana (Anónimo italiano del XVII) sirvió para un primer embate de poderío, conjunción de dos músicos y una partitura bailarina antes de la última Batalla imperial de Johann Caspar Kerll (1627-1693), trompetería y llenos con buenos pulmones en ejecución clara y precisa reforzada por dos bombos que latieron al únísono, corazones en un puño ganando el aplauso de un público emocionado ante un esfuerzo sonoro único, dominio del órgano con sabia percusión que realzó siempre unas obras perfectamente elegidas para abrir fuego en este ciclo de Valdediós.

Descendiendo del paraíso, y recogiendo los laureles del éxito, cerrarían el círculo nuevamente con el organetto capaz de reguladores imposibles en el «grande» y las membranas perfectas para el ostinato rítmico en una curiosa traslación al medievo atemporal del Bolero de Ravel que Oyarzábal con esta combinación curiosa hicieron de la propina musical un regalo de lujo, con dos artistas de altura tras una batalla de sonidos en el instrumento rey más actual que nunca.

Primavera de cantatas

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Lunes 21 de abril, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Sala de Cámara. CNDM Circuitos: «Primavera Barroca«. ¡Albricias, oh mortales! La cantata, entre Italia y América. María Eugenia Boix (soprano), Nerea Berraondo (mezzo), La Ritirata, Josetxu Obregón (chello y dirección artística). Entrada sin numerar: 15€ (abono seis conciertos: 72€).

Tercer concierto de una primavera barroca de climatología casi invernal que no logró llenar más de media sala de cámara, a pesar de la calidad de intérpretes e interesante programa donde nuevamente había obras recuperadas por encargo del CNDM y por tanto estreno en tiempos modernos.

La formación que lidera el chelista bilbaíno se presentaba en Oviedo con Tamar Lalo (flauta dulce), Hiro Kurosaki (violín), Miren Zeberio (violín), el continuo con Enrike Solinis (guitarra barroca y tiorba), Daniel Oyarzábal (clave) y el propio Josetxu Obregón (chello) más las cantantes María Eugenia Boix (soprano) y Nerea Berraondo (mezzo), recién llegados de las américas en Bogotá y Quito donde volverán -salvo el guitarrista y tiorbista bilbaino al que suplió «nuestro» Daniel Zapico– con este programa que completa precisamente el de Forma Antiqva en cuanto a la recuperación de las «cantadas» y la música italiana con el paso y peso de España aún con «sede napolitana» en esa época y dando el salto transoceánico.

Todo los músicos de La Ritirata son conocidos en estos circuitos tanto en solitario como completando otras formaciones, siendo una auténtica selección internacional que conforma distintos «equipos y entrenadores». Del equipo que vino a la capital asturiana (en Gijón estuvieron varios el pasado verano) además de Obregón recordar por mi parte a Oyarzábal al que escuché en el festival de órgano leonés así como a las dos cantantes (con Eduardo López Banzo).

El orden del programa se rehizo para equilibrar apariciones evitando igualmente entradas y salidas de los intérpretes, formando pequeños bloques en las dos partes donde la soprano montisonense abrió y cerró concierto dejando para la mezzo pamplonica el final de la primera e inicio de la segunda. Igualmente las combinaciones de los seis instrumentistas sirvieron para dotar de más colorido sonoro un programa realmente atractivo aunque desigual en las calidades de las obras interpretadas.

Francesco Mancini abría concierto con el «Amoroso y Allegro» del Concierto de cámara en re menor para el sexteto instrumental, antes de entrar con A. Scarlatti donde quedó quinteto (marchó el violín de la tolosarra) para presentarnos el «Allegro» del Concierto nº 9 en la menor que dió paso a Quella pace gradita (cantata de cámara) con la «Sinfonía» entrando Mª Eugenia Boix, recitativos sin flauta, también sin violín dejando a dúo el continuo y tres arias con la última en «tutti instrumental» y juegos entre flauta y voz que resultaron hermosísimos. Soprano lírica aunque no me gustan las clasificaciones para una voz ancha de gran centro pero agudos algo metálicos aunque los alcance sin problemas, algo totalmente distinto al registro grave donde, como la mayoría de voces actuales, pierde color aunque no demasiado volumen. Lo compensa con gran expresividad, musicalidad y entrega en un repertorio que siempre resulta engañoso entrañando dificultades a menudo mayores que el bel canto.

De Caldara escuchamos en el trío del continuo su «Adagio» y «Allegro» de la Sonata en sol mayor, disfrute del chelo y clave aunque la guitarra en vez de la tiorba resultó poco apropiada pese al intento de color español que parece aportar en rasgueo. Sin parar y como obertura escuchamos «Huye con ella» de El mayor triunfo de la mayor guerra (Manuel Ferreira) en la voz de Nerea Berraondo a dúo con el chello resultando destemplado en el amplio sentido de la palabra. Recuperada la formación de cuarteto y más afinada afrontó dos obras recuperadas de Juan Francés de Iribarren: Bello Esposso, dulce Amante, aria al Santísimo del archivo catedralicio malagueño, con recitativo acompañado por el continuo y el «area amorosa» a la que se sumó la flauta, lástima de mejor vocalización o dicción pero con un cuerpo y color grave que sigue siendo único, cercano al registro de contralto pero con agudos propios de su registro, por otra parte difícil de mantener equilibrado y abusando a veces de apoyaturas o crescendos que finaliza en unos fortes poco naturales. Y para contralto el «area» que titula el programa de La Ritirata, Albricias, oh mortales!, «cantada de contralto» con lo ya apuntado de notarse algo grave para la voz de la mezzo navarra, que compensó cambiando el color para afrontar con algo más de volumen las notas bajas.

La segunda parte comenzaba con el sexteto instrumental (tiorba de nuevo) que nos regalaron una buena interpretación del «Adagio» y «Allegro» del Concierto nº 23 en do mayor para flauta dulce, dos violines y continuo de A. Scarlatti, virtuosismo de la flautista israelí bien arropada por sus compañeros. Cambiando a la guitarra, la formación acompañó a una Nerea más cómoda en Tu sei quella che al nome sembri, como la instrumental del archivo napolitano de su conservatorio, introducción que prepara recitativo y aria por partida doble para la voz carnosa y redonda de Nerea Berraondo que estuvo más cómoda, finalizando con Il nomne non vanta di santa colei donde el tiempo vivo sirvió para dejarnos el virtuosismo de los dos violines y de nuevo la flauta de la israelí compitiendo con la mezzo en un remate hermoso de musicalidad a raudales.

Para finalizar nuevamente la soprano de Monzón con flauta y continuo de guitarra en dos anónimos bolivianos recuperados del archivo de Moxos: Aquí Ta Naqui Iyai y Chapie, Iyai Jesu christo, contrastadas en lento y vivo donde esta vez sí hubo el color rítmico de los rasgueos en la guitarra y las melodías con textos indígenas aunque poco claros en su vocalización. De Domenico Zipoli pudimos escuchar cual intermedio instrumental su Sonata para violín y continuo en la mayor para apreciar al excelente solista austríaco de origen japonés (y profesor de su instrumento en el Conservatorio Superior de Música de Madrid), obra con los habituales clichés de su época bien escrita en cuatro movimientos contrastados (Largo – Allegro – Largo – Allegro) y cómoda de escuchar -supongo que menos de interpretar-, antes de que Mª Eugenia nos cantase solo con el continuo (guitarra en vez de tiorba) O Daliso, da quel di che partisti, recitativo y aria también por partida doble donde los instrumentos se combinaron buscando colorido que reforzase los textos, nuevamente poco inteligibles, de esta obra del compositor italoargentino: el primer recitativo con clave y chelo, el aria Per pietade aure serene con chelo y guitarra, el recitativo Aure fonti cantada solo con el chelo (repitiendo la afinación imprecisa) y el aria final Senti o caro ya con el trío y una Boix entregada.

Una propina de Monteverdi, Damigella tutta bella, SV 235 con el dúo vocal femenino y los seis instrumentistas puso final a esta velada barroca muy llevadera, con obras interesantes por lo que supone de recuperar patrimonio aunque no entre las llamemos inmortales, pero que desde la profesionalidad de estos músicos de La Ritirata siempre suenan con frescura y plenamente actuales. A fin de cuentas esta llamada «música antigua» sólo tiene de antigua el nombre cuando se interpreta como lo hace esta generación.

Final y principio en Covadonga

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Miércoles 29 de agosto, 19:00 horas. Real Colegiata de San Fernando, IV Ciclo de conciertos «Órganos de Covadonga»: Rubén Díez García (órgano), Escolanía de Covadonga (director: Jorge de la Vega Laria). Obras de J. P. Sweelinck, P. Bruna, Julio Domínguez, D. Zipoli, J. Rinck, J. Lidón, J. Mª Beovide, y J. Adam Reincken.

Volvía a Covadonga un día antes de la Novena y como final de un agosto organístico dando comienzo a un curso por parte de la Escolanía que se prepara ya con nuevas voces blancas ilusionadas en esta etapa donde compartirán tanto con los ya veteranos, alternando este cierre de ciclo nada menos que en esa joya del siglo XVIII que es el realejo de la Colegiata y en las manos de mi admirado Rubén Díez con un programa lleno de esquisiteces, que dejo a continuación.

La parte coral bien llevada por el maestro De la Vega (antiguo escolano y alumno de Leoncio Diéguez) estuvo perfectamente elegida para un día y lugar donde la Virgen siempre es protagonista. Tras la apertura organística de la Fantasía chromatica (Sweelinck), clara y pulcra como nos tiene acostumbrados el padre Rubén, el «incipi» del Salve Regina de las voces graves alternado con el Tiento de 1º tono de mano derecha y al medio a dos tiples (Pablo Bruna) del órgano portátil, duro en su mecánica pero realmente sobrecogedor en sonoridades y registros divididos, para seguir la Escolanía completando el gregoriano y rematando el tiento, para al completo desgranar ese bellísimo Ave María de Julio Domínguez, sabedores que la nueva hornada tendrá que acoplarse al duro trabajo diario con los veteranos pero compartiendo desde el primer concierto buena música, siempre un placer ver chiquillos de seis años que apenas pueden con las partituras pero «concelebrando» esta liturgia musical de órgano y coro.

La Suite II en Sol m. de Domenico Zipoli tuvo su «interludio coral» a la mitad de sus cuatro movimientos (Preludio, Corrente, Zarabanda y Giga) con el Pange Lingua de Rinck y el posterior gregoriano de las voces graves, buena elección y momento de esa cesura conjugando el perfecto maridaje de las voces a capella y el subrayado instrumental plenamente espiritual como resultó igualmente el Cantábile para órgano al alzar en la misa y allegro (José Lidón), glosa incluída del Pange Lingua, delicia para paladares auditivos, esquisiteces en los registros y subrayado pleno antes de ese nuevo rezo cantado de la Cantiga a la Virgen (Beovide) entonado por las voces graves, veteranas y sustento necesario en el quehacer diario.

El cierre una auténtica maravilla en este recuperado realejo de la Colegiata que ya le había escuchado en Valdediós: la Fuga en Sol de Johann Adam Reincken, organista sin concesiones delineando unas voces cristalinas para esta obra virtuosa en ejecución maestra.

Volví a disfrutar con todo el programa, parte conocido pero siempre nuevo al escucharlo en este órgano cuya mecánica antigua convive con la tubería nueva respetuosa con su ubicación y reverberación, maestría intrepretativa desde la elección de los registros que lograron pasar de momentos íntimos a sonoridades plenas sin olvidar la perfecta ornamentación en Bruna o Zipoli y la íntima mística de Lidón hasta alcanzar la plenitud con Reincken, un Rubén Díez trabajador, estudioso y artista en el amplio sentido de la palabra al que espero escuchar más a menudo.

Y la propina estuvo fuera cuando la Escolanía subió hasta la Sagrada Cueva a entonar el «Himno de Covadonga» a capella y prefacio musical a la Novena de la Santina. Final de ciclo, principio de un curso escolar que en Covadonga arranca a lo grande como no podía ser menos.