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Gozoso viernes de dolor romántico ​

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Viernes 12 de abril, 20:00 horas. XLII Semana de Música Religiosa de Avilés, Iglesia de Santo Tomás de Cantorbery: Matthieu de Miguel (órgano). Obras de Dupré, Händel, Mendelssohn, Widor, Karg-Elert, Saint-Säens, Rheinberger, Gigout, Jongen, Bridge y Vierne.

Último de los conciertos de la cuadragésimo segunda semana de música religiosa avilesina con el órgano de Acitores resplandeciente, luminoso, orquestal, casi sinfónico, y un programa romántico de altura con el organista hispanofrancés Matthieu de Miguel (1979) que hizo disfrutar este «Viernes de Dolores» al numeroso público que se acercó hasta el templo nuevo de Sabugo.

Casi una hora repleta de obras de altura en el amplio sentido de la palabra, sacando lo mejor del Acitores avilesino, exprimiendo los registros más románticos del repertorio para órgano que De Miguel domina como pocos. Combinaciones de teclados, pedalero, expresión, trémolo… todo bajo la supervisión de José Mª Martínez, alma mater de esta SMRA, concierto de altura para clausurar esta edición donde el órgano de Santo Tomás brilló con luz propia haciendo del dolor gozo.

Abría el concierto lo mejor de la escuela francesa de órgano con la transcripción realizada por el francés Marcel Dupré (1886-1971) del Concierto op. 4 nº 2 en si bemol mayor (Händel) en dos movimientos (A tempo ordinario e staccato y Allegro) que sorprendieron por el color de los registros, orquestalmente pleno, completo y virtuosa recreación del rey de los instrumentos al unir teclado y orquesta todo en uno.

De Félix Mendelssohn (1809-1847) escucharíamos el Andante y Variaciones en re mayor, romanticismo alemán sacando sonoridades «nuevas» al Acitores plenamente asentado a nivel tímbrico, íntimo, creciente y limpio además de recogido.

Uno de los momentos mágicos llegó con el francés Charles Marie Widor (1844-1937) y su Intermezzo de la VI Sinfonía, virtuoso, brillante, mágico, registros plenos pero nunca chirriantes, limpieza en teclados y pedalero inundando Santo Tomás de Cantorbery de la luz que luchaba con la noche, contrastes y delicadas transiciones entre teclados en un juego dinámico portentoso a cargo del organista formado en Burdeos y afincado en Toulousse.
Un descubrimiento para quien suscribe resultó el alemán Sigfried Kargt-Elert (1877-193) y sus Harmonies du soir, op. 72 nº 1, juegos de trémolo y registros de harmonio celestial, sugestivo además de íntimo.

Poderío sonoro sería el último número Allegro giocoso, de las 7 improvisaciones op. 150 nº 7 de Camille Saint-Saëns (1835-1921), rememoranzas medievales de trompetería llena, pedalero subrayando el ritmo y perlas rápidas en los tres teclados. Sabor francés y puro romanticismo, antes de pasar al alemán Joseph Gabriel Rheinberger (1839-1901) y su Intermezzo de la IV Sonata, placidez sonora con registros medios de trémolo comedido, combinaciones de teclados y dinámicas, buen gusto tímbrico y expresivo.
Siempre es un gusto volver a escuchar al francés Eugène Gigout (1844-1925), calificado como «postromántico» pero casi me atrevería a llamarle «neobarroco» pues su Toccata, Si menor tiene lo mejor de esta forma virtuosística aunque con el tamiz armónico temporal del siglo XX, aires debussyanos sin perder un ápice la inspiración propia. Matthieu de Miguel no solo trajo magisterio técnico sino gusto en la elección de registros así como de los compositores para esta clausura de la SMRA.

Segunda novedad para mí e igual de agradecer dentro del vastísimo repertorio para órgano me resultó el Scherzetto, op. 108 del belga Joseph Jongen (1873-1953), en cierto modo «broma musical» (eso es literalmente un «scherzo») de sabor americano por la lengüetería, el trémolo y un pedalero vivo, rítmico diría que cinematográfico por los recuerdos y referencias que da esta obra juguetona, elegante y agradecida.

Si en el anterior concierto de esta XLII SMRA calificaba al Acitores de políglota, las escuelas europeas de órgano tienen su propia acento, si bien franceses y belgas musicalmente los podamos unir. En el caso del Adagio, Mi Mayor. Op. 63 del británico Frank Bridge (1879-1941) no me atrevería a etiquetarlo en ninguna escuela, si acaso en la liturgia global por el recogimiento que esta página tiene y el organista hispanofrancés nos transmitió, serenidad con registros delicados preparándonos para la explosión última.
Inmejorable Final de la I Sinfonía, Re M, op. 14 del francés Louis Vierne (1870-1937), la explosión sonora del órgano palentino asentado en Avilés que Matthieu de Miguel entendió a la perfección. Transiciones de teclados en su sitio, tímbricas variadas hasta en el pedal, juegos tubulares orquestales en un verdadero castillo de fuegos musicales.

El regalo cerraba el círculo virtuoso nuevamente con Händel y sus Himnos de Victoria, si lo prefieren Canticorum Iubilo en la versión organística plena, punto álgido y final apoteósico en el Acitores con sabor a salitre, políglota y poderosa clausura de una semana que siempre me sabe a poco pero colma mis escapadas al querido Avilés. Enhorabuena a todos los organizadores y en especial a mi admirado Chema.

Comienza otra semana de música en Avilés

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Viernes 5 de abril, 20:00 horas. XLII Semana de Música Religiosa de Avilés, Iglesia de Santo Tomás de Cantorbery. Coro Easo Araoz gazte, Ana Belén García Pérez (órgano), Gorka Miranda (director). Obras de Mendelssohn, Buxtehude, Rheinberger, Guridi, Widor y Chilcott.

Cuarenta y dos años de una cita previa a la Semana Santa avilesina con protagonismo de la música religiosa organizándola desde la calidad y la amistad en tiempos de penurias económicas que no pueden con la ilusión y buen hacer de Chema Martínez, incansable en la lucha por mantener esta cita imperdible para todo buen melómano que acuden puntualmente, al frente de un equipo digno de elogio.
Y de amistades que acuden cuando se las necesita está llena esta semana que arrancaba este viernes con donostiarras queridos y admirados, la organista Ana Belén García y el Coro Easo Araoz gazte que dirige el maestro Gorka Miranda Blanco, un verdadero placer de programa derrochando calidad en cada obra, variado en estilos, con «el Acitores» en manos de la profesora de Andoaín acompañando con el volumen idóneo, deleitándonos en sus obras solas, más las chicas (de 12 a 17 años) de Easo enamorando desde sus voces jóvenes, limpias, afinadas, de amplias dinámicas, modelo a seguir para una cantera de la que los donostiarras, y vascos en general, siempre son únicos.

Comenzó el concierto con quince minutos de retraso sobre el horario previsto tras la misa de las 19:30 presentando semana y protagonistas del primero de los cinco conciertos, pantalla para no perdernos detalle del coro donde se ubicaron para los Dos Motetes op. 39 de Mendelssohn (1809-1847), sonoridades celestiales en el latín universal de la religión católica que tan grandes páginas musicales nos ha dejado.

Ana Belén García atacaría la Chacona en mi menor, BuxWV 160 de Buxtehude (1637-1707) eligiendo unos registros que conoce en «el Acitores de Santo Tomás» apropiados al barroco y recuperando el sabor a salitre de un órgano impresionante para cualquier repertorio.
Josef Gabriel Rheinberger (1857-1944) escribe su Missa Sincere in memoriam op. 187 para los seis números del ordinario de la misa (Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus, Benedictus y Agnus Dei) que las chicas del Easo Araoz gazte cantaron como ángeles desde el coro avilesino, perfecta emisión de claridad pluscuamperfecta arropadas por Ana Belén, repertorista del mismo, bien llevado por Gorka Miranda en tiempos, siendo él quien arrancaba el «Íncipit» gregoriano antes de la polifonía blanca de color único. A mitad de esa misa el II. Intermezzo de la Orgel Sonate nº 3 op. 88 no solo sirvió de respiro sino de complemento ideal en el discurrir del compositor afincado en Munich, gran conocedor de un instrumento que dominó y para el que escribió páginas casi obligadas para un concierto como el de este lluvioso viernes de abril.

De un coro vasco no podía faltar Guridi (1886-1961) del que escuchamos su Ave María, breve e intenso con todas las chicas, página mariana impregnada de un espíritu que no se pierde en las fiestas donostiarras de agosto donde Ana Belén es parte de ellas desde el Cavaillé-Coll de Santa María en San Sebastián. Ella nos ofreció el Bach’s Memento del francés Charles-Marie Widor (1844-1937), escuela organística que se rinde al «dios Bach» en un virtuoso homenaje desde el coral final de la «Pasión Según San Mateo» que el Acitores hizo sonar romántico, pleno, jugoso en registros, transiciones delicadas entre teclados y todo un juego dinámico además de tímbrico que perduró en Santo Tomás impregnando cada rincón.
Mientras las chicas bajaron hasta el altar y «a capella» nos regalaron Lift thine eyes (Mendelssohn) reafirmando su calidad vocal en todas las cuerdas, increíble y difícil en voces blancas con graves que el órgano refuerza pero solas demostraron el color impecable, los registros amplios y sobre todo una musicalidad única desde ese sello vasco por excelencia.

Para terminar el concierto eligieron al inglés Bob Chilcott (1955) con el piano electrónico de Ana Belén García, compositor que los coros jóvenes tienen en su repertorio por la modernidad armónica que exige escucharse, interiorizar y exteriorizar ritmos genuinos del antiguo cantor de los legendarios King’s Singers, quien en sus Cuatro baladas amarillas toma textos de nuestro Federico García Lorca, vocalizaciones perfectas, contrastes anímicos en cada una, En lo alto de aquel monte un arbolito verde, La tierra estaba amarilla, Dos bueyes rojos en el campo de oro y la explosión rítmica con palmas Sobre el cielo de las margaritas ando, un piano complemento polifónico remarcando una poesía que Chilcott entiende como pocos para los coros del mundo.

El «poderío» vocal de Easo Aaoz gazte fue la propina, colocados en tres grupos (altar y laterales) con la canción de cuna vasca más maravillosa que se haya escrito, Aurtxo Seraskan (Gabriel Olaizola, 1891-1973) que me descubriese Luis Mariano, aquí en Avilés cantada por una solista de altura con un futuro prometedor de voz educada, clara, emisión potente y buen gusto, y el «colchón» a boca cerrada de sus compañeras, manteniendo tensión, afinación, color y calor, bien llevado por Gorka Miranda dejando lucirse a la soprano en esta maravillosa nana que nos dejó la excelencia coral de una cantera de siglos que mantiene la tradición desde esta juventud que seguirá toda la vida cantando, el mejor sabor de boca para esta nueva SMRA que apuesta por repertorios identitarios y calidades plausibles.

Bach hace el camino francés

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Viernes 27 de octubre, 21:00 horas. Festival Internacional de Órgano Catedral de León (FIOCLE): Raúl Prieto (órgano). Obras de Bach, Saint-Saëns, Liszt, Widor y Duruflé.

Volvía a sonar el KLAIS con nuestro organista más internacional aquejado de una fascitis plantar en el pie derecho, obligándole a retocar varias de las obras previstas que no impidió disfrutar casi hora y media de buena música con un programa que el propio intérprete definió como «construido pensando más en un plano emocional
que musicológico
» y ejecutado en su integridad de memoria, incluyendo nada menos que cuatro propinas.

Si esta trigésimocuarta edición tiene de hilo conductor la llamada escuela francesa con León parada obligada en el Camino de Santiago de su ruta homónima, Raúl Prieto Ramírez (Navalmoral de la Mata, Cáceres, 1979), peregrino musical por vocación y profesión, organizó el concierto con Bach cerrando el círculo, principio y final cual padre de todas las músicas flanqueando transcripciones propias que resultan más recreaciones de las obras que meras búsquedas de tímbricas cercanas a la orquesta.
Siempre me sorprende su magisterio en la registración desde un virtuosismo que le permite afrontar «partituras imposibles» y un conocimiento del instrumento para sacar sonidos adecuados a su personal visión, exprimiendo allá donde va la potencialidad escondida con un dominio no ya de la técnica sino del funcionamiento interno de cada órgano. Las obras que interpretó en León están muy trabajadas en sus exitosas giras mundiales y forman parte de un repertorio amplísimo que le permite adaptarse a gustos, recintos y programaciones. Conocedor del «bicho Klais» dentro de la «Integral Bach» y pese a los cambios obligados, el concierto resultó otro éxito en una dilatada carrera mundial con otro lleno en la catedral leonesa que se rindió al magisterio exuberante y generoso de este extremeño universal embajador del órgano del que es un enamorado docente y apasionado intérprete.

La Toccata, adagio y fuga en do mayor, BWV 564 (ca. 1708) de J. S. Bach resume a la perfección el ideario o mapa musical de este peregrinaje organístico en León que arrancaba en la lejana Alemania luterana: la toccata virtuosa, vertiginosa y limpia, jugando con la acústica catedralicia con registros bien diferenciados «pisando fuerte» en ese teclado bajo que volvería a sorprendernos al final, interrumpido por un público que no tenía el programa a mano, siguiendo el adagio, lento, reposado, bien articulado y ornamentado con esa bellísima melodía en un registro de lengüetería flotando por tímbrica más que dinámica, casi mecida por mano izquierda y pies cual contrabajos orquestales, para terminar con esa fuga final colorista en compás de 6/8, tres mundos en uno, introspección hacia la explosión, la limpia exposición del motivo que va creciendo, construyendo esa forma matemática hecha música por el rey y dios musical.

Cercanos los difuntos, tradiciones variadas en torno a nuestros muertos, los musicales siempre están muy vivos y más esa Danza Macabra, op. 40 de Saint-Saëns, poema sinfónico en transcripción del propio Raúl Prieto pero como apuntaba al principio, verdadera recreación por la búsqueda de sonidos propios del órgano que no posee la orquesta. Pese a los problemas en el pedal de expresión, independientes de su molesta fascitis, el KLAIS trabajó a la perfección los múltiples cambios de registros y las amplísimas dinámicas para una visión organística moderna y llena de vida para «este muerto», contrastes muy buscados en los distintos teclados con la transmisión a los tubos instantánea, no solo flautados o trompeterías sino toda la paleta y más del compositor francés que nuestro organista reconstruye en esta personal versión.
Interesante también poder escuchar por vez primera en España el Mephisto Waltz nº 1 (S. 514) de Franz Liszt, rebosante y desbordante transcripción del organista afincado en EE.UU. para el instrumento rey que descubre ambientes propios que no se encuentran ni en la versión de piano ni siquiera en la orquestal. Virtuosismo en dedos y pies, inteligencia innata para buscar registros y jugar con ellos construyendo un lenguaje organístico que asombra allá donde lo interpreta, y al fin en su tierra nada menos que con el KLAIS que continúa descubriéndonos tubos y combinaciones cada día. Precisión, perfección y búsqueda constante en esta recreación que no vende el alma al diablo, guiños cómicos, literatura hecha sonido, crisol tímbrico y banda sonora mentando en el templo al innombrable por parte del redimido abate húngaro revestido de magnificencia catedralicia en las manos (y pies) de Raúl Prieto.

Cercano en el tiempo y casi flotando aún en «la Pulchra Leonina» sonaba de nuevo el primer movimiento «Allegro» de la Sexta Sinfonía op. 42 nº 2 de Widor, sustituyendo a la prevista transcripción de Horowitz, misma obra con distinta sonoridad, grandeza de la música en vivo, órgano en estado puro, solemne, poderoso, volviendo a enamorar a los seguidores de nuestro admirado intérprete sea Milán o León en este peculiar peregrinaje por el mundo del instrumento rey. Buena elección para este cambio obligado, transcripciones sinfónicas al órgano y una sinfonía propia como Widor la entendió en el instrumento al que dedicó su vida y mejor producción.

Para finalizar y manteniendo el argumentario francés, nadie mejor que uno de los alumnos de Widor, su compatriota Maurice Duruflé (1902-1986), evolución compositiva desde el respeto a las formas y su utilización pero rompiendo moldes como es de esperar. La Suite para órgano, op. 5 (1933), prueba de fuego para órgano y organista nos dejó sus tres movimientos que volvieron a sacar sonidos encontrados de lengüetería, la expresión romántica e impresionista colorido. Preludio que bebe de fuentes ya escuchadas este viernes con tímbricas sabiamente seleccionadas por Prieto, combinaciones de teclados que lograron jugar con las distintas fachadas del KLAIS, evoluciones dinámicas y pinceladas recreándose en cada registro; después la Siciliana celestial por un fagot ideal en la exposición junto a unos cristalinos flautados bien combinados casi etéreos cual homenaje a Debussy o Fauré, el inexplicable acento francés más allá de las propias melodías o armonías, la delicadeza sonora antes de la ruptura sonora que supone la Toccata, última para armar de principio a fin este concierto virtuoso, la forma por excelencia del virtuosismo en las teclas de Bach a Duruflé, testimonio de pervivencia compositiva e interpretativa.

El público entusiasmado tras semejante derroche y buena música que emanaba del KLAIS, con un Raúl Prieto que quería mantener mi pensado título «Bach principio y final», por lo que nos regalaría el Preludio y Fuga en re mayor, BWV 532, docencia con el Maestro por el discípulo aventajado, pues órgano y Bach siempre van de la mano. Bienestar mutuo entre todos y otro regalo, vuelta a Saint-Saëns, de sus Septs improvisactions op. 150, la séptima «Allegro giocoso«, alegría por el instrumento alemán ya asentado en León que devolvía con creces cada nota, la respuesta del público volcado, las molestias del pie que parecían olvidarse con esta música. Y generosidad porque Bach tenía que cerrar el círculo virtuoso, curiosamente volviendo con un regalo que también sonó el sábado anterior, el Preludio Coral, BWV 731 enamorado de esa melodía luterana, Liebster Jesu! wir sind hier, casi traducido a «querido Bach, estamos aquí» en registro de lengüeta horizontal octavado, otra dimensión que desata pasiones interiores, paz y belleza del «kantor» de Leipzig. Pero Raúl todavía dejaría más constancia del virtuosismo, generosidad y profesionalidad con el «Ejercicio para pedal» BWV 598, recuperado plenamente para el órgano aunque después retomaría las muletas y la inmovilización del pie derecho que trabajó con una plantilla especialmente diseñada para no cancelar y mantener el compromiso con organizadores, obras y un público rendido literalmente a sus pies. Gracias amigo.

P. D.: muchas de las veces que escribo «lengüetas» también son flautados, para evitar interpretaciones erróneas de los especialistas en los registros de órgano, y buscando más un paralelismo instrumental; en el caso del coral de Bach el organista utilizó una flauta 8′ del positivo y una docena 2 2/3′ del recitativo. Gracias al intérprete por indicarme su elección.

 

KLAIS políglota

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Sábado 14 de octubre, 21:00 horas. Festival Internacional de Órgano Catedral de León (FIOCLE): Jeremy Joseph (órgano). Obras de Marchand, Alain, Couperin, Franck y Widor.

Nueva escapada al FIOCLE que sigue llenando la Pulchra Leonina con enormes colas desde una hora antes para un público fiel a este festival, ya en el meridiano de la trigesimocuarta edición con este décimo concierto.

Si «el bicho KLAIS» se mimetiza con los sonidos de cada época, puedo decir que esta agradable tarde en la Capital del Reino fue también políglota: el clavecinista y organista sudafricano Jeremy Joseph (Durban, 1978) discípulo del austríaco Martin Haselböck (también pasó por OviedoLeón el año pasado), organista de la Capilla de la Corte Vienesa y de la Orquesta Wiener Akademie, que aterrizaba en España con un programa de la escuela francesa abarcando distintas épocas. Destacar que Joseph también ejerce la docencia en la «Universität für Musik und darstellende Kunst» de Viena y anualmente imparte masterclasses en el curso estival de música barroca de la «Austria Barock Akademie«. Con este currículo era normal que el órgano hablase con tantos acentos franceses ante un intérprete políglota por naturaleza y destino musical.

El llamado rey de los instrumentos tiene distintas escuelas como todos los aficionados conocen, siendo el programa de la conocida como Escuela francesa de órgano (siglos XVI, XVII y XVIII) cuya producción, si bien menos abundante que los monumentales corpus de los autores alemanes de la época (especialmente J. S. Bach y Buxtehude) aporta a la historia un legado de calidad basado principalmente en la polifonía culta de origen medieval y renacentista, y sin entrar en Messiaen a quien se le sigue recordando este año, no digamos de la pléyade de grandes organistas del país vecino, naturales o formados allí.

Para comenzar nada mejor que LOUIS MARCHAND (1669-1732) y su Grande Dialogue en Ut majeur, el barroco francés poderoso y elegante, incluso galante y heredero de una tradición musical rica en todos las formas, siendo el órgano perfecto exponente de ese estilo propio, parisino para más señas. Joseph optó por registros habituales bien elegidos para poder disfrutar de una limpieza expositiva de cada línea melódica siempre en primer plano amén de la riqueza tímbrica que «el bicho» atesora.
Y cuando hablo de acentos solo hay que escuchar a JEHAN ALAIN (1911-1940), uno de los últimos grandes sinfonistas (junto a Franck y Widor) cuyas Variations sur un thème de Clément Jannequin, demuestran la técnica virtuosa partiendo de un tema conocido, esta vez del gran compositor renacentista impulsor de la chanson, pero con el lenguaje contemporáneo de sus sucesores, volcado en armonías rompedoras para el momento, nuevamente desde una registración sutil, de violones y lengüetería con vibrato francés como si del habla se tratase.

Otro francés típico fue FRANÇOIS COUPERIN (1668-1733), cuya música para tecla puede tomarse de referente, clave y órgano por momentos intercambiables aunando técnica del primero y riqueza del segundo de la que poco nos ha llegado hasta nuestros días. Los extractos de la Messe pour les couvents elegidos por el intérprete sudafricano nos sumergieron en la puesta en escena que es una «messe» (para los alemanes una feria), tres momentos cargados de sonidos variados, amplios y delicados cual referente junto a Marchand de las misas parisinas: «Kyrie» del Dialogue sur la Trompette con clara reminiscencia española por sonoridades, también con escuela propia que se acabaría perdiendo, la trompetería castellana del alemán KLAIS sonando plenamente francesa, el Offertoire sur les Gran Jeu elegante y refinado con la limpieza del clavecín sumada la gran paleta sonora, y finalmente la Elevation – Tierce en Taille, recogimiento sonoro merced a la riqueza tímbrica que el órgano catedralicio tiene para «dar y tonar», perfecto subrayado a la Palabra de Dios y meditación sonora revistiendo la individual. Extraigo de las notas al programa las palabras del propio Couperin «… quien creía en la habilidad de la música para expresarse a sí misma en su prosa y su poesía, penetrando en ella hasta descubrir que es plus belle encore que la beauté«.
No se puede hacer una historia del órgano, y menos aún francés, sin el belga afincado en París CESAR FRANCK (1822-1890), excelente compositor y mejor organista aunque considerado un hombre gris, modesto, sencillo y monótono según sus biógrafos. La música moderna del país vecino surge como reacción
ante las humillaciones de la guerra franco-prusiana que
acabó con la vida del segundo Imperio, y tiene en Franck uno de sus pilares fundamentales,
a través del órgano de Santa Clotilde y de sus contactos
con el organero Cavaillé-Coll, renovando la
literatura organística y dando al último romanticismo una
profundidad plenamente adecuada al nuevo instrumento, orquestal a más no poder del que su Prière Op. 20 es un claro ejemplo. Acierto pleno en la elección de obra y registros casi idénticos a los «originales», manteniendo acento y reafirmando la evolución de la música junto al «nuevo instrumento».

Volveríamos con Alain en otra visión diríamos que postimpresionista, rica en tímbricas y armonías cercanas con sus Deux danses á Agni Yavishta, aplaudidas por separado y rompiendo la unidad contrastada que Jeremy Joseph buscó en ambas, la primera con volúmenes contenidos y flautados cual «cuco» en vez de trompeterías ya investigadas, con pulsión rítmica recordando a Saint-Saëns incluso en la armonización, más las sonoridades «debussianas» tan francesas y reposadas en otro despliegue tímbrico de «el bicho».

El final tenía que ser grandioso, de explosiones sonoras en el KLAIS, y nadie mejor que CHARLES-MARIE WIDOR (1844-1937) con el «Allegro» de su Symphony 6, op. 42 nº 2. Cierre perfecto de velada, apoteósis de luz musical, la orquesta de tubos con todos los recursos sonoros posibles para las llamadas sinfonías para órgano: poderío, impacto, tímbricas desde la majestuosidad, virtuosismo instrumental revestido de la acústica catedralicia a mayor grandiosidad y gloria musical.

Dos épocas de esplendor musical del órgano francés, con el desértico periodo de decadencia que se prolongaría hasta la segunda mitad del siglo XIX, del que Jeremy Joseph mostró los mejores ejemplos, técnica al servicio de la música y sabia elección de registros.

Mas el regalo sería casi preparatorio del esperado domingo, el Preludio Coral BWV 731 Liebster Jesu, wir sind hier reposado, bien ornamentado y con el acento por excelencia de «Mein Gott»,
encuentro francoalemán sumándose al organista sudafricano el contratenor Carlos Mena cantando a «Bach todopoderoso», alineaciones a pares, el KLAIS en su esplendor, BachBuxtehude frente a los pesos pesados Messiaen y Widor. No habrá vencedores ni vencidos, la música siempre triunfa.

Triple Guillou

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Viernes 21 de octubre, 21:00 horas. Catedral de León, XXXIII FIOCLE: Jean Guillou (órgano). Obras de Widor, Guillou y Liszt. En colaboración con el CNDMEntrada libre.

Intérprete, compositor e improvisador, disfrutando de su órgano y traducido por Susan, su esposa, Jean Guillou (1930) volvía a «la Pulchra» con el órgano por él diseñado y construido por Klais, seis años atrás para el primer contacto y arranque más tres años que lo inauguraba. En cierto modo es el padre del «bicho» que en sus manos y pies vuelve a rugir, no importan detalles técnicos porque cada visita suya a León es un regalo y pienso que gozar con «su hijo» es algo compartido por un público que le admira y guardó larga cola una hora antes del concierto.

El programa lo dejo escaneado arriba, ya de vuelta a la aldea, así como las fotos y enlaces (o links) habituales pero no quiero perder ni un solo detalle de este concierto.

Widor el sinfonista y casi un modelo a seguir en el «Allegro» de su 6ª sinfonía para órgano en si menor, op. 42, nº 2, donde la orquesta son los teclados increíbles de múltiples combinaciones, con cadencia propia del intérprete y todo un derroche en los tubos, sonidos propios más allá de buscar emular los orquestales que para eso el órgano es el rey y se basta por sí solo, sumándole el haber buscado el propio para «el Klais».

Éloge, op. 52 (1995) del Guillou compositor, más que elogio es elegía que recuerda a Messiaen y Dukas, juegos tímbricos de oboes y flautas como pinceladas impresionistas que van llenando el lienzo sobrio lentamente, antes de los vigorosos brochazos que hicieron gemir «su bicho», cual Ligeti explosivo, mares debussianos en galernas y calma chicha sonando en las dos fachadas. Guillou rejuvenece y actualiza esta pulcra elegía que guiña al final con el flautado casi messianico y termina al pie, fino humor francés. Obra personal de mucha solera vivida en primera persona.

Fantasía y fuga sobre el coral ‘Ad nos salutarem undam’ S. 259 (1850), Liszt inspirado en Bach, el órgano que supera al piano y guía un lenguaje siempre moderno que Guillou moldea en los registros, fantasía húngara y fuga germana además de hermanar con acento francés por lenguaje y registros casi ravelianos, pues nadie como monsieur Guillou para encontrar el sonido adecuado (siempre buscando incluso desde el jueves como escrupuloso y refinado intérprete). Ritmo marcial casi marsellés en esa fuga diabólica del húngaro en manos galas de galo, el virtuosismo al órgano.

Y del improvisador tras beberse todo lo anterior de memoria, solo con su chuleta de combinaciones numéricas (excepto la partitura propia, probablemente menos interpretada que el resto), para seguir contagiando amor por el instrumento al que ha dedicado toda su vida que esperamos continúe longeva. El arranque de la Quinta de Beethoven fue el motivo y disculpa tras los agradecimientos de Samuel Rubio para que «el padre Guillou» disfrutase del «hijo Klais» en sonoridades sugerentes con dos notas, cuatro figuras y el maestro improvisando al genio porque se tratan como iguales.

Tres facetas de este genio de 86 años que no descansa, y agradecido al público que expresaba su veneración aún se atrevió con la Badinerie bachiana de la Suite nº 2, no flauta y orquesta sino otro muestrario del «bicho Klais» en la cabeza de Guillou, plenamente feliz y bachiano que aún se marcó otro más (la «Sinfonía» de la Cantata 29).

Tras el concierto atendiendo al público
P. D.: Lo dicho, ya en casa, con ordenador y teclado mejor que el incómodo escribir desde una pantalla del teléfono.

Arranque con órgano para la XXXIX SMR de Avilés

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Domingo 13 de marzo, 20:00 horas. Iglesia de Santo Tomás de Cantorbery, XXXIX Semana de Música Religiosa de Avilés: Raúl Prieto Ramírez (órgano). Obras de Bach, Buxtehude, Saint-Saëns y Widor.

La semana referente de la música religiosa en Asturias se celebra en Avilés desde hace treinta y nueve años, dos menos tiene el organista que abría esta edición, un cacereño universal de nombre Raúl Prieto (1979), al que su carrera de concertista le lleva a cruzar varias veces el «charco», residiendo en EE.UU. y realizando dos giras anuales por Rusia. Entre sus compromisos su presencia en el Ciclo «Todo Bach» del CNDM el pasado jueves en la Catedral de León, sábado en el Auditorio Nacional con entradas agotadas, y por suerte este domingo en Avilés, volviendo a nuestra tierra después de unos años gracias al trabajo de Chema Martínez quien nos los descubriese en el fenecido Festival de Órgano CajAstur y que jubilado de la docencia sigue plenamente activo en la organización de esta SMRA así como de distintos conciertos con el órgano como protagonista.

Algunos temas ya escuchados en León de Bach (con ligeros cambios que he realizado en el montaje del programa) aunque nunca iguales como tampoco los órganos, y menos en este Acitores de acento castellano pero plenamente asentado en el cantábrico tras cinco años largos cerca de la ría, el toque que yo llamo de salitre, más el inconmensurable y nunca suficientemente valorado Buxtehude para poder disfrutar del recio planteamiento barroco del órgano antes del último romanticismo brillante de Saint-Saëns o Widor, idiomas distintos, registros variados y música a raudales donde no faltó la proyección en pantalla gigante del concertista, para disfrutar visualmente de su impresionante técnica.

J. S. Bach (1685-1750) con el Preludio y fuga en re mayor, BWV 532 es el arranque ideal para dedos, tubos y público, la potencia ideal para la iglesia nueva de Sabugo de acústica muy agradecida, continuando con la impresionante Sonata V en do mayor, BWV 529 (de las Trio Sonatas) que en Avilés sonó igual de limpia y preciosista que en León pero con un pedalero más «modesto» aunque la lengüetería resultó ideal para la mano derecha.

Grandiosa la Toccata en Fa, BuxW 145 de Dietrich Buxtehude (1637-1707) digna forma virtuosística del barroco temprano que Bach eleva a las alturas y madurez del estilo, pero que su ídolo trabajó como muestrario o currículo técnico para todos aquellos que quisiesen dedicarse al duro oficio de organista, lo que da para una tertulia más allá de la sobremesa, todos los recursos instrumentales para sacar a flote una página atemporal. Escucharla en Helsingborg no tiene precio, pero desde casa también podemos viajar a Dinamarca en esta interpretación del más internacional de nuestros organistas.

Como el instrumento de Torquemada está diseñado para todo repertorio, estaba claro que las dos obras siguientes nos darían la grandeza de expresión y dinámicas que atesora, junto a timbres casi pensados para lo que vendría: la orquestal Danse macabre de Saint-Saëns (1835-1921) en el arreglo de Edwin Henry Lemare es más una reinterpretación que transcripción porque siempre se ha dicho que el órgano es el instrumento rey y así lo entiende Raúl Prieto que tiene esta obra entre las más demandas allá donde va precisamente por toda la riqueza que el órgano saca de una partitura ya de por sí llena de color en su versión orquestal. Cambios de tiempos, matices casi infinitos, planos sonoros, protagonismo del pedal en su momento, hacen de esta danza macabra una fiesta mexicana en cuanto a la concepción de la muerte, con el sonar de los huesos musicales en un guiño vital.

Y probablemente sea Ch. M. Widor (1844-1937) uno de los compositores que mejor ha entendido el órgano y su «Allegro» de la Symphonie VI, Op. 42/2 , sinfonía para órgano que puede sea una mínima muestra de la capacidad de este extremeño universal en su instrumento, siempre distinto allá donde va y sacando de todos ellos los registros ideales para afrontarla en su amplia gama dinámica y tímbrica. Obra magna y magnífica interpretación en el Acitores de Sabugo.

El regalo nuevamente «de León», con el llamado «ejercicio de pedal» atribuido a Bach para virtuosismo con los dos pies enfundados en zapatos americanos a medida cual guantes con talón para hacer música solamente con las extremidades inferiores, las que no faltan como sustento vital también en el órgano, disfrutándolo en la pantalla cual ballet barroco. Al menos Avilés estuvo en su «escapada a casa» y se lo agradecemos.

Vuelta a casa

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Domingo 20 de octubre, 20:00 horas. XXX Festival Internacional de Órgano Catedral de León: Adolfo Gutiérrez Viejo (órgano). Obras de Cesar Franck y Ch. M. Widor. Concierto Homenaje a la Asociación de Amigos del Órgano Catedral de León.

De auténtico éxito podemos calificar esta trigésima edición del festival leonés donde el auténtico protagonista ha sido el nuevo órgano de Klais inaugurado el pasado 21 de septiembre por Jean Guillou con diecisiete conciertos variados y colas enormes para todos ellos, incluso hora y media antes del comienzo, para abarrotar la catedral independientemente del programa del día. Anécdotas aparte sobre las colas o los asientos reservados para la asociación que homenajeaba al primer director de este festival, la emoción estaba presente este domingo como nunca.

Tras un discurso del director actual, Samuel Rubio, con agradecimientos varios y sinceros al público, a la propia Catedral, a los artistas que han pasado por ella, al nuevo órgano, a sus colaboradores del festival, a la asociación y sobre todo al amigo Adolfo, también el de Lugán quiso rendir su propio homenaje, leyendo sus notas al programa y después deleitándonos en este instrumento por el que ha esperado 30 años y que ya pudo estrenar el día 22 de septiembre, pero cerrando edición supondría dar, darle y darnos este homenaje nada menos que con los Trois Chorals (1890) de Cesar Franck, el compositor que más ha hecho tras Bach por este  monumental rey de los instrumentos desde su conocimiento y magisterio, tanto del compositor como del intérprete, ayudado en los registros por otro amante del órgano y amigo como el asturiano José Mª «Chema» Martínez.

«El bicho de Klais», este animal sonoro salvaje aún, fue domado desde la experiencia, luchando con el pedal de expresión tan necesario en los corales, encontrando registros en los teclados III y IV realmente conmovedores, utilizando el trémolo con cautela, pedaleros siempre en el equilibrio sonoro para dejarnos tres interpretaciones de madurez en la lectura y ejecución.

El Coral nº 1 en mi menor ya presentó el «ideario» a seguir, pianisimi delicados, crescendos y decrescendos enriqueciendo dinámicas, cromatismos, transiciones entre teclados ceñidas al discurso y los tutti siempre redondos y potentes.

Para el Coral nº 2 en si menor los registros estuvieron cercanos a la intimidad del armonio y la claridad en ambas manos para esa melodía que irá alternando teclados, dialogando, con ligados hermosos, contrastes en matices y dinámicas realmente logradas, el Franck más romántico, ingenioso, inspirado y delicado con un «Cor de nuit» celestial sumado a los fortisimi uniendo teclados y pedalero, vigoroso, virtuoso y riguroso, misterio sonoro desvelado por Gutiérrez Viejo.

Y el Coral nº 3 en la menor cerrando trinidad organística, poderosamente bachiano, silencios dramáticos, trompetería poderosa, trémolos melódicos para unas dinámicas llenas y bien reguladas desde el pedal de expresión ya dominado, con un oboe y/o fagot creando un momento lumínico mientras la melodía pasaba del flautado en el III antes de caer la mano derecha en el IV en otro remanso lírico que acaba con esa nota pedal sobre la que las manos revolotean los teclados antes del «crescendo» hacia el tutti final.

No pudimos escuchar el estreno de los Vitrales I, II y III que la premura y horarios impidieron trabajar la partitura del propio Adolfo, pero la Toccata, último movimiento de la Quinta Sinfonía para órgano en fa mayor de Widor cerró concierto pasadas las nueve de la noche, ciclo, homenaje y espera, desde una tímbrica algo yanqui con reminiscencias electrónicas más que neumáticas desde el poderío sonoro y un aire mantenido de principio a final por Don Adolfo, juegos expresivos, riqueza dinámica y de elección acertada en los registros, pianísimos para paladear en el teclado III y Tutti regios como el clima leonés en un órgano que comienza a adquirir el acento castellano traído desde Alemania y domado poco a poco por estos gladiadores expertos en luchar con «fieras» en peores condiciones. Un triunfo en esta vuelta a casa que he podido disfrutar de cerca.

Adolfo Gutiérrez Viejo: homenaje en su festival

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Si la letra de un tango dice que «Veinte años no es nada», digamos que treinta un poco, y el maestro Adolfo Gutiérrez Viejo, fundador del Festival Internacional de Órgano Catedral de León, cerraba este domingo 20 de octubre a las 21:00 horas y con otro lleno hasta la girola, la trigésima edición, la del «bicho de Klais» en un homenaje a la Asociación de Amigos del Órgano Catedral de León pero igualmente hacia su tenacidad y trabajo para «continuar mis alquimias en la mezcla de colores y sonidos». Los tres corales de César Franck sonaron celestiales en este entorno «al que siempre han embellecido los vientos parisinos», siempre con palabras del propio Adolfo. Y aunque nos quedamos sin escuchar el estreno de sus Vitrales sonoros, Widor y su Toccata de la «Quinta Sinfonía en fa mayor» puso el broche a un mes de festival y sobre todo a 30 años de lucha de este enamorado de la música y en especial la de órgano. Así merece la pena esperar cuando se alcanza lo deseado.

Desde casa y con tiempo, contaremos más detalles.