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Impagable Fagioli

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Sábado 22 de enero, 20:00 horas. Conciertos del Auditorio: «Naturaleza & tormentos». Franco Fagioli (contratenor), Gabetta Consort, Andrés Gabetta (violín y director). Obras de: Purcell, Vinci, Händel, Porpora, VivaldiLocatelli.

La capital asturiana a quien llamo hace tiempo «La Viena española» por su oferta musical amplia y variada, la misma de la que el concejal de cultura José Costillas en FITUR dice «ha quitado a la ciudad el sambenito de ciudad burguesa y aburrida en la que no pasaba nada«,  prosigue su lujo de programación con el primero de los tres conciertos dedicados a los contratenores que ahora mismo ocupan la cima de este registro, aún sorprendente para muchos.

No es cuestión de rankings pero el hispano argentino Franco Fagioli, que ya me entusiasmase en su anterior visita hace cuatro años «trayéndonos la primavera», ha dejado el listón tan alto que a punto estuve de titular esta entrada como Al filo de lo imposible pero mejor evitar confusiones con el programa de Sebastián Álvaro aunque haya retos musicales que merecen el mismo respeto. Esta vez la fusión de naturaleza y tormento fue digna de «los 14 ochomiles» demostrando de nuevo que no hay nada imposible.

El programa elegido para este tour de Barcelona a París con la parada obligada en Oviedo, está al alcance de pocos cantantes, un maratón vocal mucho más duro que toda una ópera y que exige no solo dramatizar cada personaje de las arias sino todo un esfuerzo físico que convierte a estos virtuosos en auténticos atletas del canto.

Es un placer escuchar pero también ver a Fagioli cómo respira, su gestualidad, su técnica asombrosa, sus fiatos, su perfecta dicción, su amplísimo registro donde los graves son rotundos y sus agilidades un verdadero derroche de gusto y entrega. Nada de artificio, la naturalidad del canto barroco, el auténtico bel canto de la época que instrumentaliza la voz. Y si además la arropa unos músicos como los de Andrés Gabetta al mando de este «consort», el resultado es redondo e impagable, pues hasta el violín solista cantó con la misma belleza que el contratenor argentino en Vivaldi y Locatelli.

Arias lentas y rápidas para degustar el canto legato del tucumano y corroborar la belleza de estas páginas, la genialidad de Händel, la grandeza de Vinci o el oficio del maestro Porpora. Bien organizado todo el programa que nos llevó hasta las 22:30 de la noche en un verdadero suspiro, con apenas los necesarios descansos que nos dejaron al Gabetta Consort dos conciertos vivaldianos de altura, más el de Locatelli con mi admirado Jorge Jiménez ejerciendo de concertino y la muestra de la sabia elección de los músicos por parte de su director Andrés Gabetta, no solo excelente violinista sino un perfecto concertador de esta música barroca que volvió a llenar el auditorio ovetense. De su formación también citar la impecable y bien sentida tiorba de Miguel Rincón, auténticas perlas en el continuo, y el fagot de Alessandro Nasello sobre todo en el «pastor» final de Händel así como la flauta del «ruiseñor» vinciano en feliz contestación al vocal de Fagioli.

Cada personaje, cada aria, cada intervención del contratenor logró quitarnos la respiración como si vampirizase el aire del respetable, aunque imposible apagar móviles que parecen volvernos a la post-normalidad de la pandemia. Las tres arias de Leo Vinci (1690-1730) equiparables en belleza al todopoderoso Händel de cuya Ariodante nos dejó Fagioli los momentos álgidos en un auténtico crescendo emocional incluso en el regalo Come nube de «Agripina y el triunfo del tiempo», el que detuvo este contratenor que sigue alternando escena y recital, esperando la terna completa con Jarouski y Orlinski que espero contar desde aquí, pero este frío sábado de enero con un Fagioli impagable hará difícil superarlo.

P.D.: Entrevista de este sábado en LNE:

Frescura inflamada

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Jueves 7 de mayo, 20:00 horas. Sala de cámara, Auditorio de Oviedo. «Primavera barroca«: Ángeles y demonios: Valentina Varriale (soprano), I Turchini, Antonio Florio (director). Obras de Leonardo Vinci, Pietro Marchitelli, Leonardo Leo, Domenico Sarro, Niccolò Piccini y Nicola Fiorenza.

Tras ligeros chubascos la primavera barroca ovetense con la colaboración del CNDM volvió a florecer este jueves de la mano del maestro Antonio Florio al frente de I Turchini con un programa donde brilló con luz propia la soprano Valentina Varriale, todo un descubrimiento del profesor de Bari que continúa sacándonos a la luz no ya el repertorio del barroco napolitano sino versiones limpias, contrastadas, con una formación pura de cuerda que funciona a la perfección con Alessandro Ciccolini de concertino con otros cinco violines más un instrumento por cuerda donde no faltó el clave de Patrizia Varone, complemento ideal de cuerda percutida redondeando un continuo presente, auténtico cimiento tímbrico para un sonido global siempre poderoso, limpio, con ligeros problemas de afinación por este calor húmedo asturiano aunque consiguiendo siempre convencer.

El concierto, sin pausa, estuvo centrado en arias de la ópera belcantista barroca que la soprano napolitana bordó desde una voz con cuerpo, potencia y gusto a partes iguales, expresividad máxima con una dicción y técnica espectaculares que le abrirán muchas puertas. Vinci como Piccinni tienen nombre propio y la elección de las arias estuvo muy acertada para comprobar la vigencia de un repertorio cada vez más presente, fresco y agradecido para el gran público, que esta vez volvió a responder en la sala de cámara con madera crujiente en espera de reparación. El aria de «L’Alidoro» (Leonardo Leo) no desentonó al lado de sus «hermanas mayores» siendo un lujo Son Regina e son amante de «Didone abbandonata» (Piccini)  y las dos del «Artaserse» (Vinci), esplendor vocal, pasión inflamada, auténticos ángeles y demonios que titulaba el programa con una Varone pletórica de matices, agilidades de vértigo siempre precisas y arropada por una cuerda al mando de un Florio dominador absoluto de las partituras.

Las intervenciones instrumentales brillaron igualmente en el Concerto grosso en la menor (Marchitelli) donde el clave es más que relleno y percusión armónica, cinco movimientos de extraordinaria inventiva melódica en auténtica fórmula barroca, la movida Sinfonía de «Ginevra principessa di Scozia» (Sarro) y especialmente la Sonata para violín y cuerda en la menor (Fiorenza) con Ciccolini maestro y director junto a un instrumento por cuerda en virtuosismo y presencia de todos los músicos para una innovadora sonata barroca llena de pasiones, Nápoles como Sevilla con la luz del sur y el estilo contagioso e inimitablemente italiano.

Para cerrar una canzonetta napolitana anónima contemporánea de las figuras, enlace con la tradición bufa y la inspiración popular, «Lu cardillo«, en compás ternario contagioso y una instrumentación «callejera» con el clave cual mandolina, pizzicati guitarristicos, contrapunto del violín y devolvernos a «La Varriale» popular, animada, entregada, pletórica e incluso pícara, inyección de optimismo donde el contraste estuvo siempre presente.

La propina otro juguete popular para volver a disfrutar de la soprano napolitana en un tema de amor y traición, la vida misma hecha música y elevada al altar del belcanto nacido en las cálidas calles de la Italia meridional, en otros tiempos españolas, con quien tantos parecidos tenemos. Quedan dos sesiones primaverales con músicos nacionales y repertorio internacional, pero la carga de energía de estas músicas cantadas por Valentina Varriale con FlorioI Turchini nos han devuelto calor y color.