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Dobles parejas

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Domingo 18 de febrero, 12:30 horas. Sala de cámara del Auditorio de Oviedo. Ciclo «Vermut de Cámara»: OctetoOspa. Obras de Mozart, Prokofiev Gershwin. Entrada: 12 €.

Continúa este ciclo mensual, matutino y dominical de la OSPA dando protagonismo a sus solistas en distintas agrupaciones camerísticas y acercando obras propias o arreglos para estas formaciones que mantienen el buen estado de los primeros atriles, esta vez un octeto con las maderas (salvo las flautas) y trompas, dobles parejas de solistas que brindaron una excelente sesión de «vermut de cámara».

Tras la bienvenida de la gerente de la OSPA Ana Mateo, recordándonos los próximos compromisos solidarios y el quinto de abono con encuentro previo, así como este ciclo camerístico, sería Jose Luis Morató (Madrid, 1971) el encargado de presentar las dos primeras obras, empezando con la Serenata para vientos en do menor, K 388 (1782) del genio de Salzburgo, una «Nachtmusik» hoy matutina aunque las serenatas parecerían «poco serias» para apreciar el dominio que Mozart tenía para escribir páginas para los instrumentos de viento con su estilo inimitable, único (en 1787 lo transcribiría a su Quinteto de cuerda nº 2, KV 406/516b), en este octeto para la Harmonie (banda de viento del emperador), jugando con las dobles parejas en todas las combinaciones cual partida de poker o de mus, investigando la tímbrica propia y las asociaciones de los mismos tejiendo el lenguaje personal que transita toda su amplia producción. En los cuatro movimientos (I. Allegro – II. Andante – III. Minuetto in canone  – IV. Allegro), Mozart introduce detalles como la tonalidad menor en el primer movimiento y procedimientos más complejos como el contrapunto del tercer movimiento. Protagonismo inicial de los oboes presentando la melodía con respuesta de los fagotes -como buen conocedor de Handel y Bach que era el joven Wolfi– perfectamente compenetrados tras tantos años conviviendo en la orquesta y trabajando cada detalle: los clarinetes que siempre iluminan con sus melodías la escritura del genio y las trompas empastadas con buen equilibrio dentro del octeto. Curioso también los «rituales» personales de mantener húmedas las cañas o la limpieza del instrumento, y quién marca las entradas. Un trío canónico en la escritura, con la respuesta a la melodía tocada al revés llena de matices, fraseos y un balance perfecto en cuanto a dinámicas con los metales en el mismo plano de las maderas. El conjunto de variaciones final con un episodio central en mi bemol mayor y la coda que acaba en el do mayor final fueron un muestrario mozartiano para disfrutar esta obra original con los principales y co-principales de la OSPA, hoy sin categorías profesionales en igualdad de esfuerzo y calidad.

Y del original a los arreglos para el octeto comenzando con una selección de cinco números de la suite de Prokofiev para el ballet Romeo y Julieta, un arreglo del alemán Andreas N. Tarkmann (Hannover, 1956) muy agradecido para los intérpretes, con pasajes originales de los respectivos solos bien arropados por los otros siete, importante la labor del arreglista que debe conservar el esqueleto del original y dotarlo de nuevas tímbricas para el viento, en este caso cinco números donde brillaría el corno inglés en los dos primeros y el último con la famosa Danza de los caballeros. Si en Mozart la escritura original brilla por sí sola, está claro que la visión de Tarkmann es más libre pero dándoles protagonismo a los ocho componentes, de nuevo bien empastados, jugando con los solos y conjuntos en un juego amplio de dinámicas y fraseos bien entendidos.

El norteamericano Gershwin sigue siempre acercándonos la mezcla del jazz a la llamada música académica. Su ópera Porgy & Bess tuve la suerte de escucharla allá por 1982 en el Teatro Campoamor aprovechando un mundial de fútbol que también atrajo cultura y esa ocasión única. Muchos de sus números se han hecho famosos en todo tipo de versiones, y esta vez John Falcone (New York, 1962) nos presentaría estas Scenes from ‘Porgy & Bess’ en arreglo del trompista Andrew Skirrow cargadas tanto del humor del astur-neoyorquino en su pronunciación y traducción como de los números elegidos para esta «adaptación» con nueva aparición del corno inglés pero también del clarinete bajo, tímbricas propias de Gershwin bien entendidas por el  arreglista británico, dándole el papel de «contrabajo» al fagot de su paisano en el registro grave, «cantar» el conocido Summertime entre oboe y trompa, cambiar la tímbrica de las trompas y moviendo al octeto con el swing necesario de esta joya del siglo pasado que sigue sonando actual en el nuestro. Excelente interpretación delo OctetOSPA.

No se hicieron de rogar para mantener el aire de «los felices 20» con el ragtime Easy Winners de Scott Joplin en arreglo de lo más cinematográfico y sonoro sin necesidad de percusión, piano o flautas, sin prisas pero con el mismo clima de big-band que ya quisiera Woody Allen en su formación New Orleans. Una hora de buena música con los primeros atriles de la OSPA tras el disfrute de «Los Pearse» en el último concierto de la OSPA que vuelve la próxima semana con un programa ruso y su titular portugués donde el octeto dominical en dobles parejas se sumará al resto para comentarlo desde esta página si nada lo impide.

OctetoOSPA:

Juan Ferriol (oboe) – Juan Pedro Romero (oboe / corno inglés) – Andreas Weisgerber (clarinete) – Daniel Sánchez
(clarinete / clarinete bajo) – Jose Luis Morató (trompa) – David Rosado (trompa) – Vicente Mascarell (fagot ) – John Falcone (fagot).

PROGRAMA

W. A. Mozart (1756-1791): Serenata para vientos en do menor, K 388.

S. Prokofiev (1891-1953): Romeo y Julieta -selección de la suite-. (Arr. Andreas N. Tarkmann).

G. Gershwin (1898-1937): Scenes from ‘Porgy & Bess’ (Arr. A. Skirrow).

Vida en Gijón

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Jueves 30 de septiembre, 20:30 horas. Teatro Jovellanos, Gijón: Der Tod in Wien, Orbón Ensemble. Obras de Mozart y Beethoven. Entrada butaca: 16 €.

Nueva escapada a Gijón para despedir septiembre y arrancar la temporada en el Jovellanos con este concierto en colaboración con la Sociedad Filarmónica local recién renovada en su junta pero que sigue apostando por abrir las puertas al público no abonado en conciertos de cámara que siguen siendo la escuela para músicos y público.

Presentación a cargo de Beatriz Montes llena de guiños a nuestra generación, a la numerología con el cinco mágico, el musical de las líneas del pentagrama y al número de músicos de este concierto, que fueron saliendo a su llamada biográfica, el oboe que da la afinación con el La anglosajón de la A, la referencia del título de este programa elegido más allá del literario o cinematográfico cambiando Venecia por Viena como la ciudad donde mueren los compositores elegidos, sin olvidar las notas a sus obras, en esta puesta de largo del Orbón Ensemble que homenajea al músico avilesino más internacional de nuestra historia, dos quintetos para piano y vientos de dos clásicos que nunca decepcionan y tienen un estilo único, más el directo como ADN siempre único e irrepetible que los melómanos necesitamos como el aire que respiramos, con una buena entrada a pesar de las restricciones aún vigentes y volviendo a demostrar que la cultura es segura.

Mario Bernardo (piano), Daniel Tarrio (oboe), Iván Cuervo (clarinete), José Luis Morató (trompa) y Vincent Mascarell (fagot) son cinco músicos de casa que como ellos mismos se definen, «comparten una misma pasión: la interpretación de música (…) al más alto nivel técnico y expresivo», unidos para este ensemble hoy quinteto, y al que sus obligaciones profesionales no les impiden disfrutar sobre el escenario y eligiendo dos partituras en la tonalidad de mi bemol mayor de dos grandes afincados en la Viena Imperial que cerraría el XVIII, el Clasicismo máximo atisbando ya los nuevos y convulsos tiempos que traería el XIX.

El Quinteto  en mi bemol mayor, KV 452 (Mozart) es una maravilla del genio de Salzburgo que conocía cada instrumento sacándole todo el colorido y combinaciones tímbricas en su estilo genuino, las melodías que evocan sus óperas y motetes, los pasajes camerísticos de los conciertos solistas reunidos en cinco músicos que se entienden y comparten una música no solo bella o relajante sino chispeante y llena de vida desde el primer movimiento tras el Largo inicial y el Allegro moderato posterior. Balances bien logrados, el ropaje del piano tan mozartiano, las texturas alcanzadas sin importar alguna nota fuera de lugar porque la conjunción sobrevuela toda la obra. El Larguettto central evocador y reposado sin caer en tópicos, disfrute de cada viento y el teclado de hilo conductor llevando de la mano a los cuatro. El Rondó (Allegretto) final demostró lo necesario que es respetar lo escrito y elevarlo a la máxima expresividad, matizado, equilibrado, la aparente y engañosa simplicidad del genio ya maduro que obliga al quinteto a mantener una tensión interminable para redondear esta página maravillosa de la que el propio Mozart se sentía orgulloso como así hizo llegar a su exigente padre Leopold, que también recordó Montes en su presentación.

Y de la brillantez luminosa del genio al ardor del admirador, el alemán del que su padre quería fuese otro Mozart en Viena, aunque Beethoven sería igualmente único y daría un paso de gigante hacia el nuevo siglo. Su Quinteto en mi bemol mayor, op. 16 aún rezuma juventud y cierta inexperiencia pero apunta directamente el camino a seguir. El Grave-Allegro ma non troppo tiene la feliz conjunción clásica con los claroscuros románticos que vendrían pocos años después, unísonos que exigen al quinteto concentración y serenidad para no excederse en sentimiento, que no sentimentalismo. El Andante Cantabile permite a los músicos unos fraseos personales, incluso el piano dibuja motivos sonatísticos que como quinteto esboza los concertísticos o sinfónicos. Y el Rondó: Allegro ma non troppo común con el genio toma derroteros propios, excelencia de doble caña, otra caña equilibra tensiones, metal que no llega al brillo broncíneo, y el piano abrazando este quinteto.

Muerte en Viena pero vida en Gijón con una propina chispera, una selección de La Gran Vía de Chueca en arreglo para este quinteto de Jorge Costas Miguélez, las melodías de la zarzuela tan populares cantadas por los vientos con un piano orquestal, Menegilda y Caballero de Gracia, los tres ratas que aquí no roban sino más bien encandilan, cantando y contestándose entre las maderas, adaptación ideal donde cada instrumento recrea estos números castizos de una Gran Vía reconvertida hoy en Paseo de Begoña, y una velada que esperemos sea el aperitivo a otra temporada llena de buena música, pues el cartel augura éxitos aunque no haya dos conciertos iguales, el ADN del directo y copiando a Beatriz, «Bienvenidos»….

La autovía minera une Mieres y Gijón, villas de carbón y de mar a las que octubre llenará de luz otoñal y esperanza por retomar las buenas costumbres de los conciertos, y seguir contándolas y compartiéndolas desde este cuaderno de bitácora. Claro que Oviedo sigue siendo capital a la que he bautizado como «La Viena del Norte» español. Hoy no hubo muerte, sólo mucha vida musical.

Cuando la música fluye

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Viernes 25 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, «Orígenes III», abono 13 OSPA, Vicente Mascarell (fagot), James Ross (director). Obras de Ligeti, Mozart y Brahms.

El decimotercer concierto de la temporada de abono de la OSPA tendría al fagot como protagonista, primero con la conferencia en la sala de cámara una hora antes a cargo de John Falcone, Una breve e interactiva historia del fagot siempre amena, simpática (¡no es un oboe!), incluso trayendo un bajón barroco y hasta un trozo de madera para explicar el origen de este instrumento único, ampliando la historia breve con vídeos curiosos de este neoyorkino afincado en Noreña y enamorado del instrumento para el que Mozart escribiría su único concierto, que escucharíamos más tarde por su compañero Vicente Mascarell.
El título «Orígenes III» supongo haga referencia al genio salzburgués sin el que la música no sería la misma, junto a sus acompañantes Ligeti y Brahms de quienes mi admirada doctora Mª Encina Cortizo nos deja unas excelentes notas en el nº 20 de la revista (abril-junio de 2018) que recoge la página de Facebook© de la orquesta y dejo enlazadas en los autores al inicio de esta entrada.

Otro «descubrimiento» el director y trompista bostoniano James Ross, «amante de todo lo español, excepto las corridas de toros« con el que la formación asturiana demostró empatía y comodidad en las tres obras, mimando la sección que él conoce bien para que alcanzase cotas de calidad en empaste, sonido aterciopelado y hasta el guiño de poner fuera de escena a Morató en el Concierto rumano (1951) de György Ligeti que abría el concierto, la «trompa alpina» como excelente tarjeta de presentación para todos. Hubo momentos mágicos en la conjunción del folklore rumano con el lenguaje instrumental bien entendido desde el podio, la pulsación rítmica y las intervenciones de los solistas de la OSPA nos dejaron calidades totales en color, dinámicas amplias, sonoridades delicadas y presentes, especialmente la cuerda, homogénea desde los graves que comienzan la obra solos, bien seguidos por una madera en estado de gracia, unos metales siempre acertados y la percusión precisa como en ella es habitual, asegurando un empuje alegre y colorista. Si el tercer movimiento Adagio ma non troppo es el Ligeti que el cine haría popular (como recuerda Cortizo), los tres movimientos restantes rinden culto a sus compatriotas Bartók y Enescu, las danzas populares junto a la herencia judía traducidas en una interpretación óptima que quedó registrada para Radio Clásica.

Vicente Mascarell protagonizaría su momento como solista dando el paso al frente y demostrando la calidad de los músicos de esta orquesta de todos los asturianos, una oportunidad que el valenciano (entrevistado en OSPATV) no dejó escapar para brindarnos el bellísimo Concierto para fagot en si bemol mayor, KV 191/186E (1774) del genio de Salzburgo, único para ese instrumento que el siempre joven Mozart escribiría con esa peculiar marca de la casa, puro clasicismo que hace «cantar» al instrumento, aquí el noble fagot con Mascarell unificando color en todo los registros. Virtuoso, presente gracias a una concertación bien entendida por Ross que con María Ovín de concertino en esta partitura, comandó una cuerda aterciopelada, limpia, precisa y siempre dejando escuchar al solista. Las cadencias sonaron rotundas y brillantes, con un Andante ma adagio casi operístico, bien escoltado por el primer Allegro luminoso de reguladores controlados y el alegre Rondo: Tempo di menuetto final, verdadera delicia para un auditorio de nuevo con muchos huecos pero rendido a intérpretes y solista, que todavía nos regalaría una excelente «Zarabanda» de Bach.

El maestro Ross, también en OSPATV con Fernando Zorita, dirige con gesto claro pero enérgico, dejando fluir la música y «obligando» a los músicos a escucharse, contestarse unos a otros, empastar y empatizar, manteniendo un sonido propio que se ha logrado con muchos años y trabajo conjunto, cerrando con la Serenata nº 1 en re mayor, op. 11 de Brahms una velada agradecida. Optar por esta obra en vez de cualquier otra sinfonía permitió volver a disfrutar de toda la orquesta, suma de intenciones e intervenciones, seis movimientos llenos de la firma del hamburgués cual esbozados homenajes a los grandes Haydn o Beethoven, sinfonistas con un mimo casi camerístico pese a la instrumentación «ampulosa» por la que Brahms optó para esta serenata. El uso acertado del viento con unas trompas afinadas al fin además de melódicas en sus fraseos, junto a las combinaciones instrumentales especialmente de la madera (un auténtico placer escuchar y ver cómo la interpretaron), hicieron brillar aún más una cuerda bien templada, tersa a la vez que dulce, limpia, unida, equilibrada en cellos y contrabajos, impregnando de calidad una versión que James Ross entendió con la delicadeza necesaria y el ímpetu docente que no mengua con los años.

Obra exigente a nivel global que el norteamericano entendió con dinámicas variadas buscando el dramatismo romántico aunque se quedase algo corto en fuerza pero melódico a más no poder, claro en las exposiciones, atento a los protagonismos de cada solista como hizo notar en los merecidos aplausos finales, levantando secciones completas por ese resultado de conjunto que volvió a dejarnos lo mejor de la OSPA sonando como el maestro Ross quiso en todo momento, disciplinada.

Quedan los dos últimos conciertos de junio con el regreso de Milanov para cerrar temporada (de la que se ha caído y pospuesto el estreno de López Estelche con Adolfo Gutiérrez Arenas), esperando sean más de «MasterChef» que «Pesadilla en la cocina«, tocando madera para conocer pronto el próximo curso 2018-19 que muchas otras formaciones y entidades ya han hecho públicas.