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Ciclogénesis wagneriana

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Miércoles 16 de septiembre, 19:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo. LXVIII Temporada de Ópera: Wagner: Die Walküre (La Walkiria), tercera función. Entrada última hora: 15 €. © foto-alfonso en la web «Ópera de Oviedo«, y escaneadas.

En plena vorágine climática y de inicio de curso, al que dedicaré otra entrada, arrancaba esta nueva temporada de ópera en la capital asturiana con un equilibrio total capaz de asombrar incluso con casi cinco horas, conociendo el timing que las óperas de «La Tetralogía» tienen.

No hay un momento de respiro para nadie en una obra llena de brutales contrastes en todos y cada uno de los elementos de esta «obra de arte total» que concibió el músico de Leipzig, y la tensión mantenida supuso un esfuerzo titánico para todos, alcanzando momentos sublimes.

Quiero comenzar por la dirección musical de Guillermo García Calvo que de nuevo demostró con creces su dominio wagneriano tras su debut con Tristán asombrando como entonces y volviendo a conseguir una química con la OSPA que se notó desde el inicio de la obra, sacando lo mejor de todos los músicos para una plantilla reducida en número pero completa en calidades, intervenciones solistas acertadas cargadas de la emoción bien planteada desde la batuta del madrileño, sonoridad plenamente germana con un equilibrio impensable a la vista pero contundente al escucharlo, esa ciclogénesis de dinámicas que son las verdaderas protagonistas, la música pura con pianísimos capaces de cortar la respiración y fortísimos pletóricos, precisos, redondos, cada leitmotiv bien dibujado para alcanzar un color acorde con la escena. Bravísima la formación asturiana que este curso cumple sus bodas de plata en su mejor momento, madurez y entrega cuando la dirigen autoridades que con el dominio transmiten seguridad y confianza a todos sus componentes.

El reparto vocal estaba encabezado por Stuart Skelton que esta vez no falló y fue el tenor esperado para Siegmund, timbre apropiado, dinámicas también ciclogenéticas, poderío escénico y una verdadera lección de canto wagneriano. El Hundig de Liang Li fue el esperado de un bajo, registro rotundo con volúmenes que no se oscurecieron en parte por el mimo con el que el maestro García Calvo trata a todas las voces, exigiendo la presencia idónea en cada momento. Un poco decepcionado por Tómas Tómasson con un Wotan algo desigual, supongo que arrastrando el catarro (lógico ante un tiempo climatológico realmente de locos) desde la primera función, lo que llevó a cambios de color en una voz (más barítono que bajo) demasiado incómodos para dotar a su personaje de identidad propia, aunque lo suplió con el dominio de la partitura y con momentos íntimos, casi hablados, proyectando su voz hasta «mi anfiteatro». Trío masculino equilibrado que ya es un triunfo.

Pero las féminas son aquí el punto diferenciador, desde la Sieglinde de Nicola Beller Carbone dándolo todo sin dejarse ni un matiz (todavía recordada su Pepita Jiménez), hasta la Brünnhilde de Elisabete Matos que sigue siendo una voz en ascenso, brutal para este rol creciendo a lo largo de los tres actos convenciendo en dramatismo y línea de canto. La Fricka de la mezzo Michelle Breedt no desentonó con sus compañeras aunque tampoco su personaje resulta «agradecido» en la partitura, pero los colores quedaron bien diferenciados. Mención especial a las walkirias con acento español, voces de primera para el acto final que dibujaron un verdadero coro guerrero de empaste perfecto, agudos delirantes y necesarios, ocho guerreras con nombres y apellidos conocidos: Isabella Gaudí, Raquel Lojendio, Sandra Ferrández, María Luisa Corbacho, Maribel Ortega, Marina Pardo, Anna Alàs i Jovè y Marina Pinchuk, todo un lujo que ayudó a un reparto escénico redondo, unido a una dirección de escena que ayuda colocando los cantantes para la mejor proyección posible de su voz, en alto como la pasarela dentro del escenario, delante de la propia caja escénica, sentados sobre el foso e incluso en la esquina derecha frente a una de las bolsas, hasta las voces «fuera de cuadro» sonaron equilibradas, importantísimo a la vista de muchas barbaridades actuales.

Enlazo la dirección escénica con toda la escenografía, lograda con el ya casi habitual «Video Mapping» que dejó cuadros elegantes como la bajada de la espada Nothung, sombras muy logradas con luces resaltando la explosión y el dolor en perfecta sincronía con la música, sumando el elemento de las fichas de dominó que pudo resultar algo reiterativo aunque efectivo, incluso en el ruido, y un vestuario más que suficiente y de colores buscados e identificables para cada personaje cual «leit motiv» de ropaje.

Mención aparte los figurantes infantiles, personalmente un toque genial, la mitología de jugar con el tiempo, duplicar los protagonistas, verdaderos actores desde los protagonistas hasta las «miniwalkirias», siendo muy emotivo el beso de Wotan a la niña Brünnhilde para despojarla de su divinidad mientras la adulta con la corte de hermanas guerreras niñas compone una escultura yacente, caso, lanza y escudo bien colocados, y esa despedida infantil colocando el atrezzo con mimo, rigor y verdadera profesionalidad con dotes actorales dignos de mención.

Aún queda la cuarta función del sábado 19, coincidiendo con otra cabalgata, la del «Día de América en Asturias», que supongo rematará este título tan esperado para intentar completar la tetralogía con repartos equilibrados pese a la dificultad de acertar, una orquesta capaz de ella, ninguna mejor que la OSPA, y maestros como Guillermo García Calvo que saben trabajar meticulosamente todos los detalles para lograr representaciones de calidad y emoción como esta Valquiria que abre el festival escénico «El anillo del Nibelungo».


Ficha técnica
(más detallada en el programa de mano incluido en esta entrada)
Siegmund: Stuart Skelton HundingLiang Li Wotan: Tómas Tómasson
Sieglinde: Nicola Beller Carbone Brünnhilde: Elisabete Matos Fricka: Michelle Breedt
 Gerhilde: Isabella Gaudí
Ortlinde: Raquel Lojendio
Waltraute: Sandra Ferrández
Schwertleite: María Luisa Corbacho
Helmwige: Maribel Ortega
Siegrune: Marina Pardo
Grimgerde: Anna Alàs i Jové
Rossweisse: Marina Pinchuk
Dirección musical: Guillermo García Calvo
Dirección de escena, escenografía y vestuario: Michal Znaniecki
Video Mapping: MOOV
Diseño de iluminación: Bogumil Palewicz
Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias

Dalila sin Sansón

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Sábado 31 de enero, 20:00 horas. LXVII Temporada de Ópera de Oviedo, segunda función: Samson et Dalila (Camille Saint-Saëns). Entrada de última hora: 15 €. Fotos del autor, ©OperaOviedo y Facebook®.

Oviedo ha estado más de medio siglo esperando por recuperar este «Operatorio» como bautizó Pachi Poncela la obra del francés antes de subirse el telón, y volvía a «gallinero» como en mis primeros años, para escuchar por vez primera un título que además de lo novedoso tenía muchos acicates para escaparme al templo lírico carbayón a pesar de los truenos, relámpagos y granizo que parecieron formar parte de la propia escena. La prensa asturiana, de la que dejo algunas páginas al final, se hizo eco del último título de la temporada, y el estreno del jueves presentaba claros y nubes como la climatología.

Volvía para gozo de sus muchos seguidores asturianos el malagueño Carlos Álvarez en el rol de Sumo Sacerdote, también el australiano Stuart Skelton del que todavía recordamos su Peter Grimes hace tres años, nuestro bajo asturiano más internacional Miguel Ángel Zapater, también el recordado Max Valdés al frente de una OSPA que le sigue teniendo cerca en oficio y recuerdo, más naturalmente el protagonismo de la mezzo Nancy Fabiola Herrera en un momento dulce de una carrera bien enfocada que la hace triunfar allá donde va.

Un contratiempo salvado «in extremis» lo tuvimos con el tenor Skelton, aquejado de una infección de garganta desde hace dos semanas que en la primera función se limitó a actuar sin cantar, siendo «su voz» Dario di Vietri el feliz recambio para un rol como el de Sansón que no se encuentra fácilmente. Para esta segunda representación el italiano estuvo directamente en escena, que comentaré más adelante, y a día de hoy es probable que cante las dos que quedan, como comprobaré desde Mieres con la proyección de la tercera función en distintos puntos asturianos, una vez degustada «in situ».

El resultado global fue satisfactorio y equilibrado para una ópera sin sobresaltos, bien escrita, fácil de seguir, con momentos álgidos, movimientos escénicos conseguidos y dificultades no siempre captadas por un público que casi llenó el Campoamor, aunque no sea una obra que el aficionado conozca de memoria. La dirección de escena excelente a cargo de Curro Carreres, conjugando elementos cercanos en el tiempo (el libro del último título lo recoge perfectamente) con guiños de una calidad estética altísima subrayada por un vestuario apropiado y una iluminación apropiada aunque algo tétrica para algunos. Las fotos de la propia Ópera de Oviedo son buena muestra.

El coro que dirige Patxi Aizpiri volvió a estar a su altura, presente en casi toda la ópera fue capaz de subrayar la acción, incluso entre bastidores, algo siempre delicado y bien resuelto, o protagonizarla directamente, especialmente las voces graves en ese coro de inspiración gregoriana, más empastado que las voces blancas, que también tuvieron su intervención.

Verdadera maravilla la inclusión de los bailarines Manuel Badás y Sonia Blanco con coreografía de Antonio Perea para la Bacchanale, de una plasticidad bellísima en la parte del último acto, mientras la OSPA se mostró realmente cómoda bajo la dirección del maestro Valdés, volúmenes respetuosos con los cantantes, lirismo instrumental bien concertado y presencia sin excesos en las introducciones o la «Bacanal» antes comentada. Saint-Saëns le otorga un papel casi cinematográfico que nunca molesta y siempre se agradece incluso en el último piso, y el chileno volvió a recordarnos su magisterio también en el foso.

El elenco vocal estuvo en esa línea de equilibrio pero algo menor en los distintos filisteos solistas que no brillaron como se podría esperar. Bien el bajo ovetense Zapater en su breve intervención como viejo hebreo, llenando escena con presencia física y vocal dotada de un grave redondo sin forzar volúmenes, en parte por una orquesta comedida en matices. Destacado el Sansón di Vietri por el esfuerzo en gustar y cumplir desde una voz algo desigual en el agudo pero homogénea en el medio y grave. Su actuación fue creciendo a lo largo de los tres actos, destacando el conocido dúo con Dalila del segundo y su tercer acto atado a la columna o ese final suspendido que seguramente Skelton no hubiese mejorado. En cuanto pula detalles como la sensación calante en los pianos y cierto engolamiento, estoy seguro que volveremos a saber de él porque tiene un timbre más que agradable.

Esperado el Sumo Sacerdote Carlos Álvarez que se mostró felizmente recuperado, su timbre mantiene el color, su línea de canto es de elogiar, sigue impresionando sobre la escena pero faltando esa pizca de fuerza que asombró antes de su obligado paréntesis, y que como en otras lesiones, el miedo parece atenazar o perder confianza, aunque este papel le hace bien al barítono malagueño y resultará una buena inyección de moral.

La auténtica triunfadora de la noche fue Nancy Fabiola Herrera que encarnó una Dalila embaucadora, sensual, madura, conocedora de todos sus recursos. El aria «Primavera que comienza» del primer acto convenció aunque lo que nos respigó fue el dúo del segundo y fueron nuestros corazones los que se abrieron a su voz, incluyendo al propio Sansón. Una auténtica dama de la lírica que se volcó en un rol perfectamente perfilado.

No cabe duda que sin ser una ópera de masas, este Samson et Dalila nos dejó buen sabor de boca global, apostando de nuevo por la mezcla de títulos de siempre con otros casi olvidados e incluso algunos estrenos. Ya está avanzada la próxima temporada en la misma línea, con Walkiria, Nabucco, Bodas, Bohème y la novedad de El Duque de Alba de Donizetti que esperamos no sirva para meter miedo como a los niños holandeses, y de mantener repartos equilibrados estoy seguro que el público seguirá en aumento y la crisis seguirá supliéndose con trabajo. La calificación global de esta temporada, en la que solo me perdí Barbero, es notable.

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