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Magia y magnetismo

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Viernes 5 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, «Orígenes IV», Abono 12 OSPA, Ray Chen (violín), Víctor Pablo Pérez (director). Obras de Garay, Mendelsohn y Schumann.

Ramón Fernando de Garay y Álvarez (1761-1823) es un compositor avilesino contemporáneo de Mozart o Haydn, que terminaría afincado en Jaén donde fue Maestro de Capilla y sobre el que mi admirada María Sanhuesa Fonseca, autora de las notas al programa que dejo enlazadas en los autores, nos completó una enorme y documentada semblanza en su conferencia previa, equiparándolo a los grandes clásicos sin perder nunca el lenguaje español propio.
Emocionante el tributo a Don Raúl Arias del Valle (1927-2003), Canónigo archivero de la Catedral de Oviedo, descubridor de nuestro compositor, con quien la doctora Sanhuesa trabajó codo con codo durante siete años, y poco agradecimiento a ambos en esta tierra aquejada de un mal entendido y persistente «aldeanismo» donde creemos poco en lo nuestro.
La capital andaluza tiene a Garay como suyo, dando su nombre al conservatorio, lo que no es de extrañar, y un año 2011 que sirvió, dentro del 250 aniversario de su nacimiento, para dar a conocer un poco la trayectoria de un músico forjado a la sombra de Covadonga, que personalmente descubrí en la Semana de Música Religiosa de Avilés allá por 2010 gracias a José María Chema Martínez y la Orquesta Julián Orbón, cuya idea era programar las diez sinfonías de Garay, de las que pude escuchar tres (la décima, la octava y la novena), comentando que la Orquesta de Extremadura con José Luis Temes las llevó al disco con el patrocinio de la Fundación BBVA para el extinto sello «Diverdi», convirtiéndose en una reliquia quien haya podido adquirirlas, como también nos recordó María Sanhuesa.
Añadir la labor de otra avilesina, Mª Luz González Peña, quien desde su puesto de directora del CEDOA en la SGAE así como el ICCMU madrileño han hecho posible la edición del corpus sinfónico de Ramón de Garay, menos conocido que su obra religiosa. Citar finalmente a Paulino Capdepón Verdú por la edición de las sinfonías, y a Pedro Jiménez Cavallé, dos autores de los estudios más pormenorizados y actualizados del asturiano Garay.

La Sinfonía nº 9 en mi bemol mayor (1817) para una plantilla casi camerística adaptada a lo que Garay tenía en Jaén, algo habitual en los compositores de entonces, mantiene los cuatro movimientos clásicos que Víctor Pablo Pérez en su regreso a la tierra que le vio crecer musicalmente (interesante su entrevista en OSPA TV), bordó con la formación asturiana, ideal en número, claridad, contrastes, dinámicas amplias y sonido perfecto para una obra madura que quedará registrada por Radio Clásica. Interesante el juego con los dos clarinetes y una cuerda aterciopelada que siempre mantuvo la limpieza expositiva y el impulso desde el podio atento al discurso clásico del avilesino. Recordar que el director burgalés afrontará en breve «Nueve novenas» en el Auditorio Nacional donde sonará esta de Garay.

El delirio, la magia y la música a raudales llegó de la mano del violinista Ray Chen (1989) con el Stradivarius «Joachim» para dejarnos un impactante Concierto para violín en mi menor, op. 64 (Mendelssohn), molto apasionado como el primer movimiento, lirismo puro en el segundo entroncado con la nota tenida del fagot para no romper la emoción, y «vivaz» el tercero lleno de momentos hipnóticos, cautivando al público enmudecido por el arte del taiwanés criado en Australia, pues sólo unos pocos alcanzan esa chispa, «pellizco» y comunicación total cuando hacen música como Ray, quien sintonizó desde su llegada a Asturias como podemos comprobar de nuevo en OSPA TV. Hacía mucho tiempo que no se alcanzaba el clímax en un auditorio que sigue preocupantemente desocupado, perdiendo espectadores aunque este viernes hubo mucha gente joven que sigue a Chen, un ídolo para estas nuevas generaciones de estudiantes. Escuchar su violín y la perfecta concertación de Víctor Pablo con la OSPA fue un privilegio que desató verdadera pasión. Todo un despliegue de buen gusto, sonido, música hecha desde el corazón y emociones a flor de piel.

Las dos propinas dignas de un virtuoso, el Capricho 21 de Paganini con un despliegue «diabólico» de técnica al servicio de la música, y la Gavotte de la «Partita nº 3» para violín solo de J. S. Bach plagada de sutilezas, delicadeza con fuerza para un sonido casi olvidado de violín que en las manos de Ray Chen lució como pocas. Aplausos llenos de fervor y asombro.

El programa de abono se titulaba «Orígenes IV» en el sentido de obras sinfónicas que no pueden faltar en los conciertos, y la Sinfonía nº 4 en re menor, op. 120 (Schumann) es una de ellas. Una orquesta equilibrada en efectivos pudo sacar de «la cuarta» todo lo que la partitura encierra más allá de la nostalgia, puede que compartida en este viernes por muchos. Víctor Pablo apostó por el juego de dinámicas y tiempos respaldado por la efectividad y buen hacer de una formación que ha madurado como el director. La cuerda volvió a enamorarnos como suele ser habitual, con una madera que nos ha acostumbrado a un empaste y lirismo difícil en otras formaciones, y nuevamente los metales que califico habitualmente de orgánicos por las sonoridades desplegadas, especialmente en el último movimiento; incluso los timbales siguen mandando sin atronar, todo balanceado al detalle por las manos de un Víctor Pablo Pérez realmente dominador de la obra sabedor de la respuesta orquestal.

Orígenes para un repertorio romántico en el que siempre es difícil aportar cosas nuevas que este duodécimo de abono logró, el sinfonismo clásico de un asturiano, la magia y el magnetismo de Mendelssohn por un virtuoso como Ray Chen y «la cuarta de Schumann» cerrando un programa atractivo que encandiló a un público que salió del concierto feliz tras reencontrarnos con un Víctor Pablo en su madurez artística.

Me quedo con los comentarios finales a la salida, e incluso el secreto (o truco) del increíble sonido que tuvo el «Joachim» de Chen, detalles íntimos que si salen a la luz podré regocijarme de haberlos conocido de primera mano. Y por supuesto reflejar el entusiasmo contagioso de un Ray Chen que firmó discos, sacó fotos y rompió con los estereotipos del famoso, «sin corte» de agentes o representantes, un tipo cercano gozando de la ciudad, su gastronomía y la acogida que nuestros músicos le han dado, algo que no tiene precio porque recordará como todos nosotros mucho tiempo.

Conciertón inaugural XXXVI SMR de Avilés

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Domingo 17 de marzo, 20:00 horas. Iglesia de San Nicolas de Bari. Coral Avilesina (Elena Baigorri, maestra de coro), Orquesta Julián Orbón, José Mª Martinez (director). Obras de Händel, Ramón de Garay, Max Bruch y Pedro Braña.

Comenzó la XXXVI Semana de Música Religiosa de Avilés en plena recesión económica pero nunca artística porque cuando no se tienen recursos suficientes para ofrecer figuras nacionales o internacionales, los de casa, muchos de ellos también docentes, salen más baratos y en muchos casos de igual calidad. También sirve para enseñar los frutos de tantos años de trabajo (36 la propia semana) y dar oportunidades a nuevos y jóvenes intérpretes de esta tierra mía, aunque como bien contaba al final del concierto Chema, algunos no quieren volver y otros incluso dejan de hablar a la organización… Pero esto es otro cantar.

La organista Judith Busquets fue la solista del Concierto para órgano y orquesta en SIbM, Op. 7 nº 3 HWV 308 de Händel, bien resuelto tanto en sus intervenciones solistas como las concertadas con una orquesta bien empastada dirigida con la mano firme y clara del director allerano aunque avilesino de adopción. El orden de los tiempos pudo despistar a algunos que aplaudiendo entre ellos rompieron un poco el buen discurso interpretativo desde el Andante inicial, con algunas notas del famoso «Aleluya», el Órgano ad libitum para disfrute de la solista que utilizó todos los recursos del portativo, un Spiritoso literal en todos los músicos, desde la cuerda a la madera y metal en una fuga de las que el de Halle saca oro e inundaron «la Iglesia de Garralda» y ese Menuet final auténtica danza con protagonismos bien repartidos, aunque hubiese momentos donde el órgano, por ubicación y recursos, quedase algo tapado.

Ramón Fernando de Garay Álvarez (Avilés, 27 de enero de 1761 – Jaén, 8 de enero de 1822) fue un compositor de talla internacional contemporáneo de Mozart, Haydn o Beethoven por citar la terna clásica, prolijo en todos los estilos, aunque mayoritariamente el religioso, pero con nada menos que diez sinfonías que ya han sido grabadas hace dos años por José Luis Temes al frente de la Orquesta de Córdoba con motivo del 250 Aniversario del nacimiento del músico de Sabugo. La Orquesta del Conservatorio Julián Orbón está dando a conocer poco a poco en su propia ciudad parte de esa producción, auténtico patrimonio cultural de la tierra que no podía seguir olvidado, en parte por la inestimable colaboración de mi querida compañera y amiga Mª Luz González Peña, directora del CEDOA -Centro de Documentación y Archivos- de la SGAE (donde trabaja),  al hacer llegar estos materiales ya digitalizados a su Avilés del alma.

Chema Mtnez. recoge siempre el guante y esta vez con la Orquesta del Conservatorio avilesino, algo reforzada, nos deleitaron con la Sinfonía nº 9 en MIbM (1817) con sabor de clasicismo vienés en sus académicos cuatro movimientos y plantilla utilizada: Largo-Allegretto, Andantino, Allegro (Minué) y Rondó (Allegro) bien interpretados por una orquesta vigorosa en sonido y fiel a la partitura editada por el ICCMU que está al mismo nivel de muchos contemporáneos del compositor de Sabugo. La figura de Garay ha sido muy poco conocida hasta su reciente recuperación, gracias sobre todo a los trabajos del canónigo Raúl Arias del Valle (durante muchos años archivero de la catedral de Oviedo) y del cronista asturiano Justo Ureña junto al estudioso principal de su figura, Pedro Jiménez Cavallé, musicólogo y catedrático de la Universidad de Jaén, a quien debemos no sólo buena parte de los datos biográficos que hoy podemos ofrecer del maestro sino la revisión de su única ópera Compendio sucinto de la Revolución Española (1815) y de sus diez sinfonías. Decir que suena a Haydn o Mozart no es exagerar, y la prueba está en el triple CD para quien pueda escuchar la grabación patrocinada por la Fundación BBVA y el sello Verso.

Siguiendo con obras poco escuchadas, los solistas Iván Cuervo (clarinete) y Roberto Morales (viola) nos recrearon  el Doble concierto en Mi m, Op. 88 (1911) -originalmente para violín y viola– de Max Bruch, tan inspirado como el más famoso de violín y dominador de colores y texturas tanto en los solistas como en la orquesta. Obra exigente para todos en sus cuatro movimientos, brillaron a gran altura destacando la potente sonoridad del Rondó (Allegro) final, los excelentes pasajes solistas y la precisión en la dirección del Maestro Martínez, ajustando los tempi siempre buscando la claridad expositiva.

El otro compositor asturiano de la tarde fue Pedro Braña Martínez (Candás, 5 de febrero de 1902 – Salinas, 13 de febrero de 1995), quien durante su larga estancia en Sevilla, de la que es hijo adoptivo, acabó firmando muchas marchas procesionales para su famosa Semana Santa, destacando que tiene una calle con su nombre en el barrio de Nervión de la ciudad Hispalense, sin olvidar obras corales que aún están en los repertorios. La Misa al Sagrado Corazón de Maria tiene las partes del «ordinario» que cantó con seguridad y buen gusto la Coral Avilesina que dirige Elena Baigorri Sáenz, con el acompañamiento de una formación camerística (normalmente con órgano) bajo la siempre atenta dirección de Chema. Cuatro partes donde los textos en latín están bien repartidos entre las voces con una orquesta tejiendo contracantos o subrayando las armonías: el breve Kyrie (Andante sostenido), seguido de un trabajado Gloria (Allegro moderato – Largo – Allegro deciso) brillante en toda su escritura polifónica, un Sanctus (Andante religioso) que bebe de las fuentes clásicas y el Agnus Dei (Andante religioso) tranquilo, dibujado y subrayado por la soprano local Rosa Jorquera en sus solos, con una cuerda cual «órgano imposible» por sonoridades reforzando un bajó armónico. Del compositor candasín -también con calle en su pueblo marinero- fue también el Ave María de propina con la misma solista que puso broche de oro entre merecidísimos aplausos al concierto inaugural de una Semana de Música Religiosa que es historia asturiana todavía viva y resucitando obras desde el duro trabajo y la ilusión por compartirlas.