Miércoles 15 de mayo, 20:00 horas. Gijón, Teatro Jovellanos, Concierto n.º 1683 de la Sociedad Filarmónica de Gijón: TRÍO MALATS (Víctor Martínez Soto, violín – Alberto Gorrochategui Blanco, violonchelo – Carlos Galán Lago, piano). Obras de Suk, Dvořák, Rachmáninov y Smetana.
La temporada gijonesa llegaba a su penúltimo concierto con la siempre necesaria «Música de Cámara» , cuyo nombre procede de su origen en las pequeñas salas de los palacios donde se interpretaban estas obras, las llamadas «cámaras» o habitaciones privadas de la nobleza.
Estas piezas generalmente incluyen un pequeño número de intérpretes, y cada intérprete desempeña un papel único, que este lluvioso miércoles nos traía al Trío Malats, a quienes ya escuchase en la homónima sociedad ovetense en diciembre de 2022, y que con su nombre rinden homenaje al catalán Joaquín Malats (1872-1912), un niño prodigio que además de excelente pianista nos dejó páginas tan conocidas como su Serenata española. Este trío de profesionales y docentes, dos de ellos en Avilés, destacan por su compromiso con la música española delos siglos XX y XXI, aunque esta vez optaron por un programa checo donde no faltarían dos rusos, y que su compañero el chelista Guillermo López Cañal en las notas al programa escribe sobre patria y elegía: «Dos nociones se manifiestan intrínseca y musicalmente (…) la idea de patria, y la segunda —tal vez menos abstracta que la primera— es el sentimiento elegíaco en el arte o en la vida». Sobre el término patria relacionado con la música y los nacionalismos, recomiendo la lectura del libro de José Luis Conde recientemente publicado en la Editorial 1/2 tono, y donde aparecen bien diseccionados los compositores elegidos, especialmente los checos Suk, Dvořák y Smetana, pero también la Rusia del exiliado Rachmaninov. En las partituras interpretadas por el Trío Malats también aparece «la elegía como excusa genérica para crear un orden sonoro con el que evocar afectos universales que datan de la Antigua Grecia», musicalmente pieza de lamento o carácter triste ante la muerte de un ser querido o maestro, las cuatro centradas en la común unión patriótica y de padecer la pérdida.
Para abrir velada y oídos checos, Suk y su Elegía opus 23 (1902), alumno y suegro de Dvořák que lleva como subtítulo «Bajo la influencia del Vyšehrad de Julius Zeyer», originariamente para sexteto de cuerda con arpa y armonio, pero arreglada para trío con piano por el propio Suk, bien interiorizada e interpretada con complicidad por estos tres músicos, que como todo sustento sobre tres patas, no suele cojear, y esta elegía nos llevó a la ensoñadora Praga con su castillo dominando la capital checa, y al cementerio donde están enterrados Dvořák y Smetana (que cerraría el programa), con una música nostálgica y misteriosa.
Más denso de escucha e interpretación sería el Trío nº 4 Dumky, op. 90 (1891) del maestro Dvořák en seis movimientos, formado en la escuela de órgano de Praga y cuya iglesia de San Simón y San Judas es una maravilla donde una placa recuerda los inicios del probablemente más influyente de los compositores checos. El último de los compuestos para esta formación de trío es no solo elegía sino un viaje compositivo sobre la Dumka, danza folklórica eslava con continuos y abruptos cambios, seis Dumky (el plural de Dumka) que «los Malats» fueron desgranando compartiendo protagonismos y en buena compenetración. Tal vez el sonido del cello quedase algo apagado en algunos concertantes, no así en sus temas (como el primer Lento maestoso), brillando más el violín y con un piano todopoderoso que pasa del empuje rítmico a la rotundidad sonora o la dulzura elegíaca. Trío de contrastes, oscuridad y brillo, tristeza y jovialidad, la «marcha fúnebre» del segundo movimiento, la calma del tercero que arranca con el piano, hasta la inocencia o melancolía de los otros tres para finalizar en un vibrante Vivace, todos los recursos anímicos y compositivos de Dvořák explotándolos al máximo en sus años de madurez, especialmente en sus tres últimas sinfonías y que en este trío, como en general la música de cámara, sirve de banco de pruebas para las obras «mayores».
Un paso adelante en geografía, cronología y estilo vendría con Rachmaninov para abrir la segunda parte con su Trío elegíaco nº 1 en sol menor (1892), más nostalgia y desarraigo fuera de su patria, de Dresde a los EEUU, el primero de los dos tríos elegíacos, parece que este primero dedicado a su mentor Tchaikovsky que moriría al año siguiente del estreno. Más oscuridad y tristeza, elegía y destierro, melodías que no resuelven, que acongojan y tiñen nuevamente con música, bien sentida por los maestros reflejando todo ese catálogo de combinaciones tímbricas, armónicas, técnicas, exigentes para intérprete y público.
Y retornamos a la Praga del Moldava con el nacionalista checo por excelencia, Smetana (su museo al lado del río es otra visita obligada). Su Trío en sol menor, op. 15 (1855) es otra elegía a la muerte por escarlatina de su hija pequeña, una obra que conmovió a Franz Liszt. El primer movimiento, Moderato assai, comienza con un violín de aires populares pero oscurecidos dentro de la textura del trío, con silencios casi suspiros pasando por los tres intérpretes y tejiendo un ambiente casi opresivo. El Allegro, ma non agitato homofónico exige un perfecto encaje de los pasajes, bien resueltos por «el Malats» para llegar al Finale. Presto vertiginoso, juegos y alternancias rítmicas con un piano de reminiscencias románticas (Smetana admiraba a Chopin y Liszt) pero volverá la marcha elegíaca que finaliza cortante, dolorosa y triunfal.
Un programa oscuro en sentimientos, muertes, homenajes a los seres queridos, recuerdos de la patria y donde mis recuerdos se teñían de gris como el día con unas músicas bien interpretadas pero que no ayudan a salir optimista del teatro.
La propina al menos pondría un poco de serenidad con otro ruso emigrado, Paul Juon (Moscú, 1872 – Vevey-Suiza, 1940) de cuyo Trio-Miniaturen, nos dejarían el primero de los cuatro números, la Rêverie, op.18 nº 3, optando por la versión de piano con violín en vez de clarinete y cello (no viola), aún más sentida para otra página de elegía y patria en noventa minutos de penumbra.
Josef SUK (1874 – 1935)
Elegía, op. 23
Antonin DVOŘÁK (1841 – 1904)
Trío nº 4 Dumky, op. 90
I. Lento maestoso — Allegro quasi doppio movimento
II. Poco Adagio — Vivace non troppo
III. Andante — Vivace non troppo
IV. Andante moderato — Allegretto scherzando
V. Allegro — Meno mosso
VI. Lento maestoso — Vivace
Serguéi RACHMÁNINOV (1873 – 1943)
Trío elegíaco nº 1 en sol menor
Bedřich SMETANA (1824 – 1884)
Trío en sol menor, op.15
I. Moderato assai — Più animato
II. Allegro, ma non agitato
III. Finale. Presto





































































































